En el mundo de las narrativas, la línea entre verdad y ficción a menudo se desdibuja. Leonardo Stanley explora el cambio de época y cómo pueden moldear nuestra percepción de la realidad con desinformación y mentiras. Analiza la ruptura de los consensos democráticos a través de los giros narrativos Daniel Scioli amoldados a los nuevos tiempos y su conveniencia.
Érase un tiempo donde la sociedad miraba al futuro con voluntad de cambio, la mayoría ambicionaba una redistribución del ingreso en favor de los sectores asalariados, así como una mayor inclusión. Dicha impronta permeaba las políticas públicas, la necesidad de brindar salarios dignos y mejorar la calidad de vida de la población figuraba entre las prioridades de todo gobierno democráticamente electo.
La opción no resultaba exenta de tensiones, particularmente respecto al tipo de cambio real y la necesidad de no perder competitividad frente a nuestros competidores externos, aspecto a menudo destacado por (algunos) economistas. Más allá de las políticas económicas de turno, la educación pública estaba garantizaba y con ello, la posibilidad de ascenso social.
Con el tiempo el consenso se expandió a otras temáticas, lo ambiental comenzó a ganar protagonismo. Sea la presión internacional o la militancia “verde”, en los últimos años el Estado decidió avanzar con una serie de leyes que reconocen la problemática ambiental sea la urgencia del problema climático, así como a reconocer el derecho de los pueblos originarios a emitir su opinión ante proyectos extractivos que los afecten.
Se abría pues un nuevo frente de batalla para un país que se ufana de ser uno de los principales proveedores de productos agrícolas del mundo, ambiciona convertirse en Qatar al tiempo que pretende expandir la gran minería. Las tensiones se suceden, sin solución de continuidad.
«Lo ambiental comenzó a ganar protagonismo. Sea la presión internacional o la militancia ‘verde’, en los últimos años el Estado decidió avanzar con una serie de leyes que reconocen la problemática ambiental sea la urgencia del problema climático, así como a reconocer el derecho de los pueblos originarios a emitir su opinión ante proyectos extractivos que los afecten.»
Más allá de las tensiones, lo que intento destacar es la continuidad y profundidad del mensaje que surgía de la dirigencia política argentina. Aunque sea una farsa, se intentaba. La dirigencia sindical luchaba por salarios y estabilidad, al costo de despreocuparse de los desempleados, cuyo número aumentaba de forma constante.
No sólo crecían las tensiones sociales, también aumentaban los desajustes cambiarios ante la ausencia de un plan de estabilización. Aunque dichas incoherencias se hayan sucedido independientemente del signo político del gobernante, las elites del país privilegiaban un mensaje inclusivo y sostenible.
Sin embargo, los tiempos han cambiado y de manera significativa. Observemos el caso de Daniel Scioli, todo un paradigma. Consignemos su planteo respecto al cambio climático. A principios de agosto del 2015 el entonces gobernador de la Provincia de Buenos Aires se vio obligado a regresar de urgencia de Italia, copiosas lluvias y vastas inundaciones interrumpieron su “retiro” en el viejo continente. Ante la prensa declaraba “Con esto no hacemos demagogia política. El adversario es el cambio climático».
Retrocedamos aún más en el tiempo, vayamos al año 2007. Llega al país Al Gore, ex vicepresidente de Bill Clinton, ya reconvertido en vocero del cambio climático. Su documental “Una verdad incómoda” lo catapulta a la fama, y con ella se presenta en el “Primer Congreso de los Biocombustibles de las Américas”. En dicho evento también participó Daniel Scioli, entonces vicepresidente del país, quien centro su alocución en la problemática climática al tiempo que destacó la importancia de “generar conciencia sobre la necesidad universal de crecer protegiendo el patrimonio natural«.
Allí no se detenía su defensa del medio ambiente, mucho menos su denuncia del problema climático. En la campaña presidencial del 2015, el entonces candidato prometió focalizarse aún más en la problemática, destacando que “El cambio climático y los efectos devastadores son una realidad y nos exige ponerlo en un lugar como política de Estado porque afecta a los más vulnerables, afecta la vida, la calidad de vida«.
Estos fragmentos de discursos muestran una visión de futuro, un compromiso en resolver los problemas que enfrenta el común de la gente. Con objetivos difusos pero compartidos: la defensa de la democracia y los derechos humanos, un desarrollo con inclusión y ambientalmente sustentable. Daniel y su pueblo, la mística peronista en sintonía verde.
Sin embargo, muchas veces los objetivos se dejan de lado, los discursos devienen cáscara vacía, se olvidan los compromisos, se trastocan los valores, si es que alguna vez existieron para personajes como el aquí analizado.
Para este tipo de personajes el poder no es un medio, sino que se transforma en un fin. Nos enfrentamos a un mundo Orweliano, el futuro ya llegó. Poco importa si quien detenta el poder rechaza la ciencia, tampoco si ¡ignorancia es poder! deviene el nuevo lema de gobierno. El oscurantismo reina, el cambio climático no puede asegurarse… siempre que llovió paro y otras verdades ocultas.
«Nos enfrentamos a un mundo Orweliano, el futuro ya llegó. Poco importa si quien detenta el poder rechaza la ciencia, tampoco si ¡Ignorancia es poder! deviene el nuevo lema de gobierno. El oscurantismo reina, el cambio climático no puede asegurarse… siempre que llovió paro y otras verdades ocultas.»
Para las elites, lo único que importa es mantener su poder. A las petroleras, seguir perforando. Poco importa que estemos al borde de sobrepasar el umbral de los 1,5°C de temperatura global promedio. O que se deteriore aún más la biodiversidad. Tampoco importa lo económico, considerar que el pico de petróleo no surgirá ante la escasez de recursos (oferta) sino ante la caída en el consumo (demanda) y las consecuencias que dicha caída tiene sobre los activos de las empresas (que pierden valor, quedan varados).
Mientras la catástrofe se avecina Ana Lamas, subsecretaria de Ambiente, declaraba ante miembros de la red de periodistas científicos “La posición del Presidente respecto del cambio climático que no es cambio climático, sino que es impacto climático, alteraciones climáticas, variaciones climáticas”, reporteros que aún se estarán repreguntando la verosimilitud de lo escuchado. Lo dicho por Lamas replica el planteo de la extrema derecha en todo el mundo. Oscurantismo. Patético y vergonzante.
El cambio climático que actualmente evidenciamos no solo afecta al medio ambiente y la sociedad, las consecuencias económicas son vastas. También lo es el riesgo de transición o financiero que conlleva seguir hundiendo capitales en una industria que tiene los días contados. Lamentablemente, vivimos en el país del corto plazo.
«El cambio climático que actualmente evidenciamos no solo afecta al medio ambiente y la sociedad, las consecuencias económicas son vastas. También lo es el riesgo de transición o financiero que conlleva seguir hundiendo capitales en una industria que tiene los días contados. Lamentablemente, vivimos en el país del corto plazo.»
Para las elites la verdad carece de importancia, solo importa que el mensaje sirva a sus intereses, que le asegure en preservar el poder. Por ello las “guerras culturales”, ello justifica un comportamiento extremo. Sin embargo, tal visión desnuda una debilidad: la casta carece de una visión estratégica y Milei es su opción. Alocado, bufón, compadrito, con el ABC de la extrema derecha en sangre, el jefe para quien Daniel espera le otorguen el premio nobel.