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Ilusión óptica: lecciones para no emocionarse frente a las legislativas francesas

por | Jul 10, 2024 | Mundo, Opinión

Las elecciones francesas han despertado la atención del mundo desde su apresurada convocatoria. De un aparente triunfo apabullante del Frente Nacional a un todavía más aparente éxito del Nuevo Frente Popular. Sin ganadores claros, cualquier lectura terminante es más bien una ilusión óptica.

Instalación realizada por el artista plástico Jim Delémont (Jimeno) en base a la cartelería electoral.

 

Frente al estado de emoción que producen algunos acontecimientos políticos (el pánico moral que generan determinados extremismos, o el fervor asociado a luchar contra ellos), conviene anotar serenamente algunas lecciones que se pueden extraer del ciclo electoral francés del presente 2024. Ante los resultados de las elecciones europeas, la precipitación del ciclo político generada por la decisión del presidente Emmanuel Macron de “disolver la asamblea nacional” convocando así a nuevas elecciones legislativas (para elegir un nuevo Primer Ministro), se ponen de manifiesto constantes de la vida política francesa. Tales constantes expresan continuidades y debilidades políticas recurrentes que no pueden esconderse detrás del para muchos esperanzador triunfo del Nuevo Frente Popular el 7 de julio pasado.

La primera lección es, a mi juicio, la permanencia de la representatividad no proporcional. Es decir, de una representatividad refractaria. El sistema electoral francés se caracteriza por bloquear a las fuerzas políticas amenazantes o contestatarias: en otras décadas, esto impedía la progresión del Partido Comunista. Desde los años 1980, el sistema mayoritario con balotaje he impedido la implantación proporcional del Frente Nacional (actualmente, Agrupación Nacional) en la cámara de diputados y en los gobiernos locales. Cuando en una circunscripción se llega a la segunda vuelta, el balotaje tiende a castigar al partido de extrema derecha.

La primera lección es, a mi juicio, la permanencia de la representatividad no proporcional. Es decir, de una representatividad refractaria. El sistema electoral francés se caracteriza por bloquear a las fuerzas políticas amenazantes o contestatarias.

Para ello, debe agregarse un elemento de cultura política que, a pesar de su desgaste, sigue presente en Francia y, con fuerza, resurgió en los últimos sufragios: la idea de “frente republicano”. Tal idea sostiene que, frente a una candidatura de la extrema derecha, los otros partidos políticos desisten de fragmentar el voto con el objetivo de evitar el triunfo del FN/AN y recurren a una suerte de estrategia coalicional de facto. Esto sucedió en 2002, cuando Jacques Chirac derrotó a Jean-Marie Le Pen por una diferencia aplastante y sucedió, nuevamente aunque con menos diferencia, en la segunda vuelta entre Macron y Marine Le Pen en 2017 y 2022. En el caso de las elecciones legislativas, el “frente republicano” supone que las fuerzas políticas que llegan al balotaje en tercer lugar deciden no presentarse en tal o cual circunscripción para impedir el triunfo del candidato a diputado de la AN. Todavía en Francia, la polarización entre la extrema derecha y la no-extrema derecha hace que la primera se encuentre en una posición minoritaria.

Sin embargo, y esto ha producido comentarios críticos de la parte de importantes analistas, la falta de representatividad real comporta un problema político. Sólo tomando en cuenta los valores totales y porcentuales de la segunda vuelta (es decir, sin contar los votos de las circunscripciones donde la elección parlamentaria se resolvió en primera vuelta), la AN obtuvo 8.744.080 votos (32%), el Nuevo Frente Popular 7.004.725 (25%), y Juntos, la coalición macronista, 6.313.808 (23%). Pero de esta segunda vuelta, la AN obtiene 88 escaños, la izquierda 146, y el oficialismo 148. En la composición final, la extrema derecha tendría una representación parlamentaria (diputados) de 143 miembros, el NFP 182 y el macronismo 168 aproximadamente.

 

Festejo en la sede del Partido Socialista por los resultados del Nuevo Frente Popular.

 

De ambicionar una mayoría absoluta (desde mi punto de vista, largamente sobreestimada tanto por los medios de comunicación como por el triunfalismo reinante una semana atrás en las filas de la AN) a ocupar el tercer lugar en elección de diputados, la extrema derecha francesa vuelve a cometer algunos errores trillados. Entre ellos, relegar el discurso social y proteccionista que marcó el primer auge de Marine Le Pen hacia los años 2010 para volver a centrarse en el preferencialismo nacionalista –por ejemplo, con discursos discriminatorios en relación a los ciudadanos con doble nacionalidad–. Falta de cuadros formados, reflujos de una vieja cultura xenófoba, escasa capacidad de penetración en los espacios de influencia intelectual y de decisión tecnocrática, la performance electoral “inacabada” de tal partido y su manera de continuar “polarizando contra sí mismo” no deben olvidar su progresión electoral en términos totales. Para las legislativas de 2022, la AN obtuvo 4.248.537 votos en la primera vuelta; el 7 de julio de 2024 obtuvo 9.379.092 votos.

Por ello, dos lecciones quedan por retener. La primera, el incierto destino del macronismo. Surgido de las entrañas mismas de la descomposición de la presidencia socialista de François Hollande, Emmanuel Macron, enarca (más aún: alumno brillante de la Escuela Nacional de Administración), tecnócrata sin carrera partidaria que pasó por el corazón del sistema financiero privado y construyó su figura política desde el ministerio de Economía, pretendió refundar el sistema político político francés desestructurando tanto al Partido Socialista como a la derecha de gobierno de Los Republicanos. Para ello, apeló al mecanismo más clásico: la cooptación. Así, desde la República en Marcha hasta Renacimiento, el macronismo es una etiqueta partidaria construida desde el poder que pretendió hacer caducar los sistemas de preferencias y de oposiciones existentes en Francia, encarnando una especie de progresismo de mercado contrario a los “arcaísmos” del sistema institucional francés.

La segunda vuelta de las legislativas de 2024 es una victoria sin dueños. Independientemente de los vencedores concretos, es decir, de los candidatos más votados en cada circunscripción.

¿Qué sucederá con su declinante capital político cuando se anuncia una cohabitación dentro de un sistema institucional que intentó impedir, desde principios de este siglo, las posibilidades prácticas de la misma? ¿Qué sucederá con una fuerza política de características tan personales cuando el líder no pueda estar más a la cabeza del poder ejecutivo, vértice organizador del propio partido? La historia dirá si, en términos partidarios, el macronismo fue un episodio concreto, un intermezzo en la descomposición del clivaje izquierda-derecha, o el arraigamiento durable de una tradición política. Esto último es, como se dice en Francia, “lo que hay que demostrar”.

La última lección es, probablemente, la más importante. La segunda vuelta de las legislativas de 2024 es una victoria sin dueños. Independientemente de los vencedores concretos, es decir, de los candidatos más votados en cada circunscripción, procedimiento que da la primera minoría a la coalición de izquierda, es muy difícil vaticinar un análisis contundente de cara a los posicionamientos y ordenamientos políticos existente en el Nuevo Frente Popular. Las disensiones y diferencias en su seno son elocuentes. Lejos de ser el patrón de la victoria, Jean-Luc Mélenchon queda asociado a un “populismo de izquierda” y a una deriva autoritaria en la cual su liderazgo ha sido contestado en el interior mismo de la Francia insumisa. François Ruffin y Clémentine Autain son dos ejemplos de ruptura con el ex senador de origen trotskista y socialista. Las proyecciones nacionales del Partido Socialista son, de momento, también precarias dado que el recuerdo de su última presidencia fallida se encuentra todavía fresco. En lo programático, las disensiones son igualmente estructurales y la reconstrucción de un electorado de izquierda se avizora actualmente con gran dificultad.

Una victoria, sin dudas, del rechazo, pero no mucho más. Hay que leerla, de ser posible, evitando cualquier ilusión óptica.

 

Humberto Cucchetti

Humberto Cucchetti

Humberto Cucchetti es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Estudios Históricos (IEH) y profesor en la Universidad Nacional de 3 de Febrero (UNTREF). Doctor en Sociología e Historia (Universidad de Buenos Aires – Ecole des Hautes Etudes), y Habilitado a dirigir investigaciones (HDR) de la Sorbona Universidad, fue residente en el Instituto de Estudios Avanzados (IEA) de París en 2019-2020. Sus publicaciones abordan las relaciones entre trayectoria militante y Estado en perspectiva comparada.