El ser humano siempre trabajó. Primero para procurarse alimento y proteger a los suyos, en esencia para vivir. Con sus manos cultivó la tierra y cazó en los bosques; pero un día, la máquina se apoderó de las manos y del tiempo. Llegó la Revolución Industrial y, con ella, el trabajo se volvió cárcel. En fábricas y minas, el obrero dejó de ser hombre para ser pieza.
La opresión parió resistencia. La huelga fue su primer arma genuina y efectiva: los obreros detuvieron las máquinas para recordar al patrón que, sin ellos, el mundo dejaba de girar. Así nació el grito colectivo, y de esos gritos surgió algo nuevo: el convenio colectivo, donde las fuerzas opuestas pactaban treguas y los trabajadores encontraban un espacio común para ser escuchados.
Más tarde, el Estado asumió un rol: no sólo vigilar, también proteger y el derecho del trabajo se fue moldeando como una promesa de dignidad. Porque no se trataba solo de trabajo; se trataba de vida. Con el tiempo, el derecho laboral se volvió derecho humano, y el diálogo entre obreros, patrones y Estado se convirtió en un ejercicio de construcción colectiva, un acto de justicia para que cada día trabajado fuera un paso hacia la libertad.
La opresión parió resistencia. La huelga fue su primer arma genuina y efectiva: los obreros detuvieron las máquinas para recordar al patrón que, sin ellos, el mundo dejaba de girar. Así nació el grito colectivo, y de esos gritos surgió algo nuevo: el convenio colectivo, donde las fuerzas opuestas pactaban treguas y los trabajadores encontraban un espacio común para ser escuchados.
Hoy, en esta nueva revolución de pantallas y cables, el trabajo se oculta, se disfraza, se vuelve nube. Las máquinas ya no echan humo; son invisibles, de código, de ceros y unos; aun así siguen queriendo que el ser humano sea pieza, que sea parte, no persona.
El derecho del trabajo, nacido de huelgas y sueños, se enfrenta al desafío de defender a ese trabajador sin rostro, que vive en horarios que no existen, en oficinas sin paredes, en un tiempo sin relojes. Hoy, como entonces, la lucha sigue siendo la misma: que el trabajo no sea condena, que no nos arranque la vida, que no nos robe los abrazos. Porque el futuro, el verdadero, es aquel donde el trabajo también sueña, donde construye, donde libera.
Esta brevísima historia distorsionada, tejida de luchas, derechos y trabajo, abre la puerta para pensar el tiempo que vivimos, el pulso de nuestro país en esta hora incierta. Hoy, el gobierno juega a desandar lo ganado, disfraza de progreso lo que es retroceso y avanza sobre conquistas con el arma sutil del engaño, manipulando una opinión pública que confía y sin saberlo, es llevada al abismo de lo perdido. En este paisaje de promesas torcidas, el derecho al trabajo y la dignidad vuelven a ser trincheras. Nos toca recordar que cada logro, cada derecho es también una historia de resistencia, que la justicia y la dignidad nunca son regalos sino frutos de la memoria y de la lucha que sigue cada día.
REDISTRIBUIR EL TRABAJO Y LA RIQUEZA: UN HORIZONTE JUSTO PARA LAS PERSONAS QUE TRABAJAN.
La reforma laboral que Argentina necesita no es una simple actualización de palabras: es una transformación que ponga a quienes trabajan en el centro, frente a un modelo que prioriza el lucro y el capital. Se trata de que el progreso beneficie a toda la sociedad y no quede concentrado en manos de unos pocos propietarios y feudos de las Big tech, como bien lo describe Yanis Varoufakis en su libro Tecnofeudalismo.
En un mundo donde las políticas laborales se encuentran en una encrucijada, el socialismo nos recuerda algo esencial: el trabajo no es solo un medio de subsistencia; es el núcleo mismo de la dignidad humana. Mientras el capital financiero dicta el rumbo de las economías globales y nos enfrenta a una crisis de desigualdad alarmante, el socialismo propone una reforma profunda, pensada para quienes sostienen el tejido productivo y social de nuestra Argentina. No es casualidad que esta propuesta llegue en un contexto donde cada vez más trabajadores se ven precarizados, excluidos y, a menudo, desprotegidos.
Mientras el capital financiero dicta el rumbo de las economías globales y nos enfrenta a una crisis de desigualdad alarmante, el socialismo propone una reforma profunda, pensada para quienes sostienen el tejido productivo y social de nuestra Argentina. No es casualidad que esta propuesta llegue en un contexto donde cada vez más trabajadores se ven precarizados, excluidos y, a menudo, desprotegidos.
UNA REFORMA LABORAL PARA EL PROGRESO, NO PARA LA PRECARIZACIÓN
El término “reforma laboral” ha sido manoseado hasta el cansancio por las voces que claman, sin el menor rubor, por “flexibilizar” las relaciones de trabajo. En este uso tergiversado, “flexibilidad” no implica mejores condiciones para quienes trabajan, sino mayor poder para quienes se benefician de su esfuerzo. Para algunos, cualquier cambio hacia adelante es una amenaza, cuando en realidad lo que defendemos es el derecho elemental de los trabajadores a vivir en dignidad. Si de algo debemos “flexibilizarnos”, es de las rigideces mentales que limitan la creatividad y la capacidad de ver el trabajo como algo más que una simple línea de costo.
UNA ECONOMÍA AL SERVICIO DEL SER HUMANO
Nos podríamos preguntar: ¿Para quién es la economía? Y la respuesta es clara: la economía debe servir a las personas, no al revés. Esto es radicalmente opuesto al modelo neoliberal, que promueve la acumulación de riqueza en manos de unos pocos, mientras el resto ve desmoronarse los logros que tanto costó alcanzar. Es una verdad irónica que quienes exaltan las maravillas de la “mano invisible” del mercado suelen olvidar la otra mano, esa que impone condiciones de explotación y recorta derechos ganados.
Frente a esa visión, la propuesta socialista se sostiene en la justicia social y en la igualdad. En lugar de sacrificar derechos, el PS propone la modernización del sindicalismo y la democratización del trabajo, dos pilares para asegurar que el progreso económico se traduzca en beneficios reales para todos los sectores.
TECNOLOGÍA Y DERECHOS HUMANOS: EL DESAFÍO DE LA AUTOMATIZACIÓN
La irrupción de nuevas tecnologías y la automatización del trabajo son una realidad innegable. Ante este avance, hay quienes creen que el ser humano debe adaptarse sumisamente, convirtiéndose en una pieza más de una maquinaria que prioriza la eficiencia por sobre la humanidad. El socialismo ofrece una perspectiva distinta: aprovechar los avances tecnológicos, obviamente, pero con un enfoque que asegure que todas las personas que trabajan, tanto los formales como los autónomos y precarizados, puedan adaptarse y prosperar en este nuevo contexto.
Esto implica establecer políticas de formación continua, donde el Estado, los empleadores y las organizaciones sociales trabajen en conjunto. Porque, en última instancia, la tecnología debería ser una herramienta para mejorar la vida de las personas, no una excusa para despojarlas de sus derechos.
DEMOCRATIZAR EL TRABAJO Y LA ECONOMÍA: EL TRABAJO HACIA LA IGUALDAD
Es evidente que las viejas estructuras ya no bastan. La reforma que planteamos va más allá de mejorar condiciones laborales; busca construir una sociedad donde las decisiones económicas estén guiadas por el bienestar común. Propuestas como la participación en el debate público de las personas que trabajan así como la limitación de los mandatos sindicales son pasos concretos hacia una mayor transparencia y representatividad. La verdadera transformación implica que los trabajadores no sólo sean testigos, sino protagonistas de su destino.
UNA VISIÓN CONTRA LAS REFORMAS REGRESIVAS Y LA BANALIZACIÓN DE LA POLÍTICA
La recientemente sancionada ley 27742 y su reglamentación, que derogan derechos laborales fundamentales, es una regresión no solo peligrosa, sino también anticonstitucional e inconvencional, al violar normas internacionales que protegen los derechos de los trabajadores. Las bases de nuestra Constitución y de los tratados de derechos humanos que Argentina ha suscrito establecen que cualquier cambio debe ser progresivo y no regresivo, protegiendo y ampliando los derechos adquiridos.
Lo más preocupante de este contexto (y no afecta solamente a lo relacionado con el trabajo) es cómo la política se ha convertido en un espectáculo vacío. Transformar el debate público en un desfile de memes y frases superficiales es una falta de respeto a la inteligencia y a la capacidad crítica de la ciudadanía. Necesitamos dirigentes que comprendan la verdadera complejidad de los problemas y que propongan soluciones con la profundidad y el compromiso que nuestra realidad exige.
La recientemente sancionada ley 27742 y su reglamentación, que derogan derechos laborales fundamentales, es una regresión no solo peligrosa, sino también anticonstitucional e inconvencional, al violar normas internacionales que protegen los derechos de los trabajadores. Las bases de nuestra Constitución y de los tratados de derechos humanos que Argentina ha suscrito establecen que cualquier cambio debe ser progresivo y no regresivo, protegiendo y ampliando los derechos adquiridos.
UN NUEVO PACTO SOCIAL: REPARTIR CON EQUIDAD
Una sociedad justa es aquella en la que las personas no solo trabajan para vivir, sino que pueden desarrollarse plenamente gracias al fruto de su trabajo. Frente al avance de la automatización, la reducción del tiempo de trabajo es una de las medidas más efectivas para redistribuir la riqueza generada. Porque repartir no es una palabra sucia, como algunos creen, sino un acto necesario en tiempos de crisis. Repartir mejor el tiempo y la riqueza.
Entendemos que este proceso de redistribución debe involucrar a todos: al Estado, a las empresas, a las organizaciones sindicales y a cada ciudadano.
REFORMA LABORAL, FISCAL Y TRIBUTARIA
En la práctica, adoptar un sistema tributario con aportes progresivos implica estructurar las contribuciones empresariales en función de la capacidad económica y del tamaño de cada empresa, de manera que las pequeñas y medianas empresas (PyMES) se verán aliviadas de una carga impositiva que muchas veces limita su crecimiento.
Por otro lado, las grandes corporaciones, con mayor capacidad económica y recursos financieros, asumirán una carga impositiva proporcionalmente mayor. Esta mirada progresiva no solo apunta a una distribución más equitativa de las cargas tributarias, sino que también busca generar un entorno donde la competitividad y el desarrollo de las empresas no se vean obstaculizados por una estructura fiscal casi oscurantista y uniforme. Las PyMES podrían contar con un régimen de simplificación (como el monotributo para particulares). Las PyMES deben ser nuestras aliadas estratégicas, nadie puede ganar cuando enfrentamos los últimos con los penúltimos.
POR UNA ARGENTINA MÁS JUSTA Y HUMANA
El camino que proponemos es audaz, pero también profundamente humano. Ante las voces que buscan reducir la vida a simples cifras de productividad y eficiencia, de riesgo país, déficit y superávit, el socialismo levanta la bandera de la dignidad y la justicia social. Porque, al final del día, el verdadero progreso no se mide en términos económicos, sino en la calidad de vida de las personas.
Esta reforma, lejos de ser una utopía, es una llamada a la acción para construir una Argentina donde cada persona que trabaja, sin importar su rol o condición, pueda vivir con dignidad y seguridad. Porque un país no es solo una suma de cuentas bancarias; es, ante todo, una comunidad de personas que merecen vivir y trabajar con respeto y libertad.
Para finalizar, los invito a leer el documento que elaboramos junto a un grupo de compañeras y compañeros del PS, nucleados en la comisión de asuntos laborales del CEMUPRO. Donde exploramos en profundidad cada uno de estos temas, debatiendo ideas que pueden marcar el rumbo hacia una Argentina más justa y digna para quienes trabajan. El documento lleva por título: “Hacia un Nuevo Horizonte Laboral – El PS y el futuro del trabajo”.