Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

La crisis del centro y el resurgimiento del debate sobre el federalismo

por | Dic 7, 2024 | Nacionales

Como probablemente ha sucedido en las crisis que atravesó la argentina en tiempos pasados y con mucha regularidad, el federalismo aparece nuevamente en discusión.

La crisis actual no es la excepción; es posible identificar en la arena pública un resurgimiento del viejo clivaje interior versus centro. Efectivamente, desde finales del gobierno del Frente de Todos, un conjunto de hechos y declaraciones han hecho resurgir este conflicto siempre latente.

El conflicto de Alberto Fernández con el jefe de gobierno porteño durante la pandemia puso sobre la mesa un tópico que despierta sentimientos fuertes en las provincias; el tema de la coparticipación, un régimen que por diferentes razones siempre es considerado por cualquier provincia como “injusto”. Otro hecho que pasó desapercibido en ese mismo periodo, es la reunión de los gobernadores del norte grande (todo un hito de solidaridad regional) que convocó a los gobiernos del Noreste  y Noroeste Argentino, fuertemente atravesado por críticas a lo que consideraban un gobierno nacional que gobernaba para Buenos Aires. Ese mismo año, Alfredo Cornejo dijo que “Mendoza podía ser un país independiente”, una declaración con (al menos) cierta estética secesionista.

Las elecciones de 2023, la victoria de Milei y sus primeras políticas trajeron nuevos capítulos a la saga. En cierta forma, pareciera que el anti centralismo no estaba latente sólo en las declaraciones de los líderes provinciales. Las quejas en diferentes medios locales y en las redes sociales sobre el costo elevado de los servicios de transporte y energía en las provincias y la concentración de los subsidios a la energía en el AMBA (un tema recurrente en los círculos de gobernadores) expresó otra dimensión del descontento asociado con los históricos imaginarios del “centro”.

La era Milei traía consigo (de manera un poco paradójica) un discurso que terminó convergiendo, reactivando y reforzando el histórico anti centralismo: el discurso de la denuncia de privilegios. De manera comprensible no faltaron y no faltan quienes asocian estas desigualdades con diferentes esquemas de privilegio teniendo en cuenta las históricas desigualdades regionales que posee la Argentina.

Las primeras políticas del nuevo gobierno impactaron negativamente en las arcas provinciales en la búsqueda de compartir los costos económicos del ajuste y continuaron acentuando la cuestión federal. En febrero de 2024 el gobernador de Chubut declaró públicamente que si el gobierno nacional no le enviaba los fondos de coparticipación “no enviaría gas y petróleo de su provincia a la Nación”, declaración que fue replicada de distintas formas por otros gobernadores.

Pero no sólo los conflictos gubernamentales alentaron el conflicto; también hicieron resurgir nuevos liderazgos. Desde Córdoba, intelectuales y políticos comenzaron a presentarla como una suerte de nuevo centro (capitalizando su posición geográfica) sensible a las demandas y padecimientos del “interior” y expresión de un nuevo modelo posible, potenciado por su tradición histórica, sus atributos políticos y su experiencia exitosa de modernización económica.

Otros posicionamientos vinieron desde Santa Fe, que se comenzó a promocionar como la “locomotora” del desarrollo económico y social y como un modelo a seguir. No faltó el resurgimiento del viejo proyecto de trasladar la capital a Viedma que constituye un emblema del federalismo y del anti centralismo. En cualquier caso, estos nuevos planteos en el plano público son declaraciones que muestran cierta impugnación del dominio simbólico del centro.

EL ROBUSTECIMIENTO DE LOS ESTADOS PROVINCIALES EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS

Pese a que pareciera expresarse cierto declive del liderazgo del centro en la coyuntura, existen otros fenómenos de carácter estructural y de largo plazo, que muestran un proceso de descentralización del poder; principalmente estatal. Existe un cambio gradual y casi subrepticio en el último cuarto de siglo que fue modificando el tipo de relación de Nación y Provincias y la naturaleza de esas dos escalas de gobierno.

Incluso antes de la década de 1990 el poder nacional comenzó gradualmente a descentralizarse. Los hitos más visibles de este proceso fue el traspaso de la gestión, regulación y financiamiento de la salud y la educación a las provincias (algunos sitúan el inicio de este proceso en las reformas implementadas por la última dictadura) .

En los fundamentos de las reformas estos procesos debían ir acompañados de instituciones supranacionales que coordinen las políticas de esos ámbitos de intervención. Pero en los hechos cada provincia resolvió como pudo y muchas veces como quiso salvo en algunas excepciones ligadas a establecer mecanismos de igualación salarial o parámetros de referencia comunes.

La reforma de 1994 fue otro hito importante en el aumento de funciones, responsabilidades y campos de acción de las provincias, ya que uno de los pilares de la misma fue fortalecer el federalismo. En consonancia con la fuerte tradición igualitarista de la Argentina, esta pretensión de la reforma se relacionó directamente con el problema de la desigualdad.

Cuando pensamos en las desigualdades, pensamos centralmente en los ingresos de las personas; en qué lugar ocupan en la pirámide social. Pocas veces pensamos en cómo la pertenencia a ciertas regiones determina esas posiciones y cómo condiciona qué posibilidades y probabilidades tenemos de acceder a mayores oportunidades económicas, culturales y sociales.

«Cuando pensamos en las desigualdades, pensamos centralmente en los ingresos de las personas; en qué lugar ocupan en la pirámide social. Pocas veces pensamos en cómo la pertenencia a ciertas regiones determina esas posiciones y cómo condiciona qué posibilidades y probabilidades tenemos de acceder a mayores oportunidades económicas, culturales y sociales.»

El instrumento central que habilitó la nueva constitución para abordar esta disparidad en el desarrollo del territorio nacional fue la creación de regiones. La conformación y creación de estas organizaciones supraprovinciales fue considerada por la nueva constitución una manera de sortear, amortiguar y revertir esas desigualdades. Este concepto fue enunciado y consagrado en la constitución de 1994 que habilitó “crear regiones para el desarrollo económico y social y establecer órganos con facultades para el cumplimiento de sus fines” (art. 124) y “promover políticas diferenciadas que tiendan a equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones”. Simultáneamente, las provincias adquirieron el control de sus propios recursos naturales y la posibilidad de establecer convenios internacionales, políticas que continuaron consolidando el poder de los estados subnacionales en detrimento del poder nacional.

Como era esperable, este nuevo concepto se resignificó y llevó adelante de distintas maneras y con éxito desigual en todo el territorio. Desde entonces se conformaron cuatro regiones (bajo esta nueva legislación). Gran Norte Argentino, que comprende las provincias del NEA y NOA (Jujuy, Salta, Formosa, Misiones, Chaco, Tucumán, Corrientes, Catamarca y Santiago del Estero). La Región Centro, compuesta por Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. Nuevo Cuyo, conformada por Mendoza, San Juan, San Luis y La Rioja. Por último, Patagonia impulsada por Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz, La Pampa y Tierra del Fuego.

LA CRISIS POLÍTICA DE LOS TERRITORIOS DEL CENTRO

Si bien todas las regiones tuvieron experiencias muy desiguales en su consolidación, es notable la ausencia de Buenos Aires y la CIudad Autónoma de Buenos Aires en este nuevo mapa regional, distritos que por su peso económico y político podrían haberse beneficiado de esta nueva posibilidad. Es difícil de dimensionar la influencia que tuvo el crecimiento exponencial del denominado AMBA  que concentra el 35% de la población nacional y el desdibujamiento de la clásica distinción entre provincia de Bs. As. y CABA.

Esto no fue neutral para la conformación de los elencos gubernamentales de esta región central, una condición necesaria para generar acciones coordinadas a nivel regional. Luego del desplazamiento del duhaldismo (que supo expresar tanto el perfil urbano como rural de la provincia y la organización subnacional del PJ) las fronteras y la identidad política de la provincia de Buenos Aires se desdibujó.

El desembarco del kirchnerismo en la provincia de la mano de Cristina Fernández de Kirchner en 2005 inauguró una migración de dirigentes de CABA a la provincia. Los últimos 3 gobernadores de esta gran provincia expresan este salto: Daniel Scioli, María Eugenia Vidal y Axel Kicillof son dirigentes que desarrollaron sus carreras políticas en la ciudad capital.

No sólo la provincia de Buenos Aires sufrió modificaciones significativas en el perfil de sus elencos gubernamentales. CABA, el distrito más moderno, rico y desarrollado derivó, paradójicamente, en una suerte de gobierno de familia, dinastía o, en las versiones más críticas, cierto nepotismo. El peso de la familia Macri y la continuidad en el gobierno de ese territorio, expresan una novedad de la ciudad capital que de alguna forma pareciera replicar un formato asociado a bajos niveles de democracia, usualmente asociado con las provincias periféricas y/o consideradas menos desarrolladas.

«No sólo la provincia de Buenos Aires sufrió modificaciones significativas en el perfil de sus elencos gubernamentales. CABA, el distrito más moderno, rico y desarrollado derivó, paradójicamente, en una suerte de gobierno de familia, dinastía o, en las versiones más críticas, cierto nepotismo.»

Efectivamente, los dos territorios considerados pilares y faros de la política y la cultura nacional atraviesan cierto desajuste entre sus bases de representación territorial y sus elencos políticos y un notable declive en su liderazgo económico, político y cultural; fenómenos que expresan cierta crisis del centro. Probablemente, también exprese la ausencia de una propuesta que conforme una región pujante que lidere un proyecto económico y político nacional.

Así mismo, también explican cierta imposibilidad de los partidos nacionales para reagruparse en el contexto actual. El peso electoral de la provincia de Buenos Aires constituye actualmente la base principal del socio mayoritario del Partido Justicialista -el kirchnerismo- pero a la vez insuficiente para la conformación de una fuerza nacional.

El desplazamiento del PJ de varios de sus bastiones provinciales en las últimas elecciones y el avance de Juntos por el Cambio en la escala subnacional han modificado el sistema de relaciones políticas que sostenía la coalición PJ-Frente de Todos en las últimas décadas.

El mundo Milei avanza sobre la escala nacional y sus instituciones, y delega mayores responsabilidades económicas y estatales en las provincias. Es un interrogante cuál será la consecuencia de este movimiento que pareciera expresar un capítulo más en la descentralización -esta vez por las malas- y el creciente aumento de las funciones de los estados subnacionales.

La historia muestra que la disparidad en las capacidades estatales, en el desarrollo político y económico hacen que, frente al retiro de las instancias de regulación nacional, aumente la desigualdad entre los territorios. Muchas veces las instituciones nacionales buscaron achicar estas brechas probablemente con menos éxito del esperado.

Más allá de cualquier gobierno, Argentina presenta una deuda histórica en la configuración de un federalismo real que implique un desarrollo social y político para todo el territorio nacional. Por su volumen extenso y las distancias geográficas, las regiones parecieran ser un camino obligado para los actores provinciales si su objetivo implicara un verdadero federalismo desde el pie.

Esta tarea no parece ser delegable en ninguna instancia nacional; los gobiernos e instituciones de las provincias son los únicos que pueden conformar una nueva escala que les permita amortiguar el poder del centro que ellas mismas denuncian.

Así mismo, las loas al igualitarismo y las criticas el neoliberalismo tan frecuente en los sectores progresistas deberían acompañarse por reales políticas de cooperación, el único tipo de política capaz de contrarrestar al mercado como principal y único organizador de las relaciones sociales.

Pamela Sosa

Pamela Sosa

Doctora en Ciencias Sociales (UBA) y licenciada en Sociología (UBA). Actualmente es Investigadora del IHUCSO-Litoral y docente de Sociología en la UNL. También es miembro de la Red de Estudios de política subnacional (REPSA)