Argentina entró en un nuevo ciclo de atraso cambiario y valorización financiera una dinámica que, lejos de ser una novedad, se repite con regularidad desde hace cinco décadas. Se trata de un esquema macroeconómico promovido por el gobierno nacional, que es utilizado como ancla cambiaria para bajar la inflación.
Sin embargo, tiene un lado b menos conocido, a pesar de que en Argentina la experiencia es vasta y elocuente, el atraso cambiario y la valorización financiera provocan la descomposición del entramado productivo, masivas transferencias al sector financiero y, una vez que entra en crisis, la estabilidad se esfuma pues se interrumpe con devaluaciones bruscas, aumento de precios, caídas de los ingresos y de la actividad.
Desde mayo del 2024 venimos analizando y monitoreado este proceso desde el Centro de Estudios DEMOS, lo cual se puede ver en una serie de ocho informes publicados el pasado año. Allí puede observarse la modalidad que adquirió bajo la gestión Milei-Caputo en sus distintas fases, así como también su funcionamiento, sus consecuencias y los límites que enfrenta.
En esta oportunidad se repasan los rasgos principales de este proceso, pero también se muestra cómo acaba afectando las condiciones de rentabilidad del sector agropecuario, uno de los más competitivos de nuestro país y principal proveedor de las divisas que luego son apropiadas por los ganadores de la especulación financiera.
MÁS VALE VIEJO CONOCIDO
Mientras en campaña el actual presidente de la República alentaba el retiro de depósitos al grito de “el peso es excremento”, una vez llegado a la Casa Rosada conformó su equipo económico con un viejo conocido, el ministro Luis Caputo, con lo cual dio un giro de 180 grados en la orientación de su política económica.
El excremento resultó ser oro, en el marco de un proceso de valorización financiera y el atraso cambiario que hizo que, en pocos meses, la Argentina pase de ser un país barato a uno de los más caros del mundo medidos en moneda dura, o sea, en dólares.
El excremento resultó ser oro, en el marco de un proceso de valorización financiera y el atraso cambiario que hizo que, en pocos meses, la Argentina pase de ser un país barato a uno de los más caros del mundo medidos en moneda dura, o sea, en dólares.
¿Cómo fue esto posible? Como vimos en el último informe de LMM el proceso comenzó con una brusca devaluación del tipo de cambio comercial en diciembre de 2023, que aceleró el aumento de precios provocando una caída masiva de los ingresos y una crisis repentina en la actividad económica. Esto contrajo las importaciones liberando dólares y descomprimiendo el mercado de cambios, lo que se tradujo en una caída del tipo de cambio financiero.
En otras palabras, el gobierno utilizó el “cepo” para reducir el tipo de cambio financiero a costa de los ingresos y de la actividad económica interna, dando un salto en el valor de los activos financieros en pesos. Un ejemplo que ayuda a visibilizar esto es pensar que, con la inflación de diciembre de 2023, enero y febrero de 2024, un plazo fijo UVA se multiplicó por 1,7 aproximadamente, mientras el dólar financiero quedó estable e incluso a la baja.
Al final del período la persona que apostó a la especulación financiera, podría tomar esos pesos adicionales y comprar dólares con una ganancia del 70% en dólares. Ni Ucrania, el Congo, Etiopía y Sudán (países en guerra o en guerra civil) juntos pagan un interés semejante. Evidentemente algo va mal.
Al final del período (diciembre 2023-febrero 2024) la persona que apostó a la especulación financiera, podría tomar esos pesos adicionales y comprar dólares con una ganancia del 70% en dólares. Ni Ucrania, el Congo, Etiopía y Sudán (países en guerra o en guerra civil) juntos pagan un interés semejante. Evidentemente algo va mal.
Naturalmente, para mayo de 2024, muchos decidieron realizar estas ganancias en dólares, provocando una corrida contra el peso y una devaluación del tipo de cambio financiero que llevó al gobierno a su primera crisis. Sin embargo, lograron controlar la situación con el Banco Central vendiendo reservas internacionales, cosa que no dejó de hacer hasta el presente.
Para estabilizar la situación, la estrategia del gobierno necesitaba un nuevo impulso, una nueva fuente de financiamiento que se encontró en los ahorros de los propios argentinos. Con el generoso blanqueo ofrecido por el gobierno, cerca de 30 mil millones de dólares se volcaron al mercado cambiario, fundamentalmente en los meses de agosto y septiembre, lo que implicó, por un lado, una abundante oferta de dólares financieros y por otro, una compra masiva de activos argentinos (deuda pública, acciones, deuda corporativa, etc.).
Los precios de los activos en pesos se dispararon, la deuda pública se multiplicó y el precio del dólar se desplomó a los 1.000 pesos por dólar aproximadamente. Esto implicó que la base monetaria ampliada se expandiera en dólares, sólo entre julio y noviembre (último dato disponible), un 65%. La fiesta financiera comenzó ahora sin la necesidad de una recesión sino apalancada en los dólares puestos por los propios argentinos, sobre la base de una promesa de más dólares en el futuro a una tasa extraordinaria de alrededor del 30%. Esto es lo que, en la calle se conoce como “timba o bicicleta financiera”, una modalidad macro de un esquema piramidal: entra un dólar con la promesa de que en un año tendrás 1,3 dólares o más dependiendo del activo comprado.
Semejante promesa de dólares tiene que ser alimentada y ello está motivando el pedido desesperado del gobierno nacional de un nuevo financiamiento por parte del FMI, incluso con el objetivo de poder ingresar con mayor facilidad al mercado de deuda voluntario y conseguir, ahora sí, financiamiento externo para este nuevo ciclo de apreciación. Evidentemente, los riesgos de que el optimismo cese y los tenedores de activos argentinos busquen realizar ganancias en dólares provocando una devaluación del peso, está latente, elevando así los niveles de nerviosismo en el gobierno nacional, mientras el FMI juega al silencio y a la exigencia de condiciones.
LAS CONSECUENCIAS REALES DE ESTA NUEVA AVENTURA FINANCIERA
La apreciación financiera y cambiaria, aun cuando en su fase actual no dependa de la recesión tal y como ocurrió al principio, no es gratuita. Al contrario, tiene en el corto y sobre todo en el mediano plazo gravísimos efectos sobre la sociedad en general y, en particular, sobre su entramado productivo.
Es evidente que la estabilidad que provoca el dólar barato es valorada por la población. Siempre fue así, tanto en la experiencia de la tablita de Martínez de Hoz, la convertibilidad de Cavallo, la mega deuda de Caputo I y este nuevo experimento de Caputo II. El dólar del “deme dos”, del turismo en el exterior, de la compra de productos importados, fue un modo de acumular capital político en la sociedad argentina. El gobierno sabe esto a la perfección y con un año electoral por delante se aferrará a ello cueste lo que le cueste al pueblo argentino, una especie de “plan platita” 2.0, en este caso, color verde.
Es evidente que la estabilidad que provoca el dólar barato es valorada por la población. Siempre fue así, tanto en la experiencia de la tablita de Martínez de Hoz, la convertibilidad de Cavallo, la mega deuda de Caputo I y este nuevo experimento de Caputo II.
Sin embargo, tarde o temprano, este tipo de esquema macroeconómico horada la trama productiva. El reemplazo de actividades locales por importadas, las elevadas tasas de interés en dólares, así como también la dificultad para exportar y el incremento de los costos locales sobrevalorados en dólares, liman la rentabilidad en todos los sectores productivos.
Se produce una purga de los eslabones más débiles y la Argentina suele precipitarse sobre males sociales conocidos: un mercado de trabajo dual, en donde unos ganan mucho y otros muy poco, en ciertas circunstancias con un crecimiento del desempleo, o en todo caso, de la informalidad y de la marginación. Empresas y empleo desaparecen, tanto en el sector industrial como en el agropecuario, se pierden patrimonios, capacidades empresariales, conocimientos acumulados. Incluso puede verse cómo en estos procesos se acentúa la migración interna hacia los grandes conurbanos ampliando el vasto mundo de los asentamientos precarios.
La Argentina comienza a adoptar así los rasgos típicos del subdesarrollo tal y como se pudo observar en la década de 1990 de un modo particularmente intenso.
Debemos destacar que esta problemática no afecta sólo al sector industrial, sino que es un problema transversal a toda la economía incluyendo al sector agropecuario, uno de los más competitivos del país. El dólar atrasado y las elevadas tasas de interés son un cóctel fatal para la producción. Para ver esto basta con verificar la dinámica de los precios de pizarra de la tonelada de soja. Según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, entre diciembre de 2023 y febrero de 2025, dicho precio en relación al IPC perdió un 44% de su valor, y en relación al precio del gasoil común perdió un 39%. En ambos casos puede verse cómo la política de atraso cambiario ha hecho desplomar el precio tanto en relación con los bienes y servicios que luego deben comprar para vivir los productores, como en relación con uno de los principales costos operativos del sector.
La tasa de interés del 30% anual en dólares es la frutilla del postre, de modo que no debe sorprender a nadie que empresas agropecuarias muy importantes declaren en default sus deudas corporativas. Por lo visto más arriba, las condiciones de precios y financieras no están determinadas por la libertad de mercado, sino que son el producto directo de la política económica del gobierno nacional, orientada a favorecer la especulación financiera.
La tasa de interés del 30% anual en dólares es la frutilla del postre, de modo que no debe sorprender a nadie que empresas agropecuarias muy importantes declaren en default sus deudas corporativas.
Si al sector más competitivo le cabe este destino, vale preguntarse qué se puede esperar para los sectores que dependen del mercado interno, que tienen elevados costos operativos y una cantidad importante de mano de obra. En el mejor de los casos se convertirán en importadores, despidiendo personal y simplificando sus actividades.
UN EPÍLOGO ANUNCIADO
Pero la descomposición del aparato productivo, de la clase media, el crecimiento de la marginalidad y la dualidad social, no son suficientes para evitar un último aspecto característico de este tipo de estrategia. La evidencia muestra que, aún con una economía estancada, el atraso cambiario, acelera las importaciones del país, se incrementa el peso de los intereses pagados al exterior, y vuela la cuenta de turismo. Con el dólar barato no importa cuán mala sea la situación social de los de abajo, a los de arriba les alcanza para gastar los dólares disponibles y más allá, llevando la cuenta corriente del balance de pagos a niveles negativos.
En esta situación nos encontramos, pues la cuenta corriente pasó a negativo sobre fines de año, y será cada vez peor, a menos que se provoque una super depresión económica semejante a la vivida entre 1998 y 2002. Esto incrementa la necesidad de dólares para hacer sostenible políticamente el proceso de apreciación, lo cual, a su vez, introduce mayores tensiones a futuro si ello se tapa y posterga en base a endeudamiento.
En el pasado, estos ciclos de endeudamiento invariablemente han terminado muy mal. Devaluación, inflación, caída de los salarios reales y de la actividad, a fin de liberar los recursos para pagar la cuenta de la “plata dulce”. Incluso si Argentina gastara todos sus ahorros y los dólares prometidos por Vaca Muerta y la minería para solventar esta aventura, estaríamos de todas maneras en una situación de gran inestabilidad, dilapidando recursos que podrían ser aprovechados para potenciar el desarrollo económico y social.
En el pasado, estos ciclos de endeudamiento invariablemente han terminado muy mal. Devaluación, inflación, caída de los salarios reales y de la actividad, a fin de liberar los recursos para pagar la cuenta de la ‘plata dulce’. Incluso si Argentina gastara todos sus ahorros y los dólares prometidos por Vaca Muerta y la minería para solventar esta aventura, estaríamos de todas maneras en una situación de gran inestabilidad, dilapidando recursos que podrían ser aprovechados para potenciar el desarrollo económico y social.
Las advertencias que se hacen al respecto, hoy son tildadas de “disco rayado”, sin embargo, ¿no es este tipo de ciclos el verdadero y trágico disco rayado, no es este, el día de la marmota de la historia económica argentina?