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¿Es Milei un fascista?

por | Mar 5, 2025 | Opinión

Si Milei es fascista o no es irrelevante. Lo que resulta verdaderamente relevante, al menos para mi, es si el término fascista ayuda a caracterizar a este gobierno que, como toda expresión política más o menos representativa, se nutre de diferentes identidades, incluso contradictorias, al menos en ciertos aspectos.

Hay que reconocer que el término “fascista” es una categoría fundamentalmente europea, particularmente difícil de replicar en el contexto americano. Sin embargo, es posible que la propia particularidad del mileísmo pueda modificar esta situación y provocar un encuentro de nuevo tipo.

También es cierto que el término es confuso desde el comienzo y puede significar muchas cosas. Puede hacer referencia a un conjunto relativamente vago de características políticas, a un espectro de experiencias delimitadas temporal y espacialmente, o incluso al caso específico que da origen al término: el fascismo italiano. En consecuencia, siendo la cosa tan confusa conviene explicitar algunos de los rasgos esenciales que caracterizan a este tipo de identidad política lo cual es indispensable para distinguir con mayor claridad en qué medida el mileismo es o no fascista.

CARÁCTER ROMÁNTICO

¿Cuáles serían entonces las características esenciales del “fascismo”? Hay particularmente una que va a ser decisiva y de la cual se van a derivar otros atributos de segundo orden pero que, no obstante, tendrán un peso decisivo en la dinámica propia de la política “facha”:

Concretamente, el fascismo puede ser distinguido por su carácter romántico, es decir, por la afirmación de una mitología premoderna para dotar de sentido a las instituciones que han traído al mundo los procesos de modernización. En consecuencia, el movimiento fascista intenta buscar en una realidad previa a la modernidad el sustrato de las instituciones características de la modernidad, en particular, la estatalidad y la organización económica mercantil capitalista.

«el fascismo puede ser distinguido por su carácter romántico, es decir, por la afirmación de una mitología premoderna para dotar de sentido a las instituciones que han traído al mundo los procesos de modernización.»

REFUNDACIONAL

Si bien muchos movimientos fascistas se consideraron a sí mismos como movimientos de modernización, en rigor, proponían refundarlos sobre la base de mitos estrictamente premodernos. Ello no quiere decir que los procesos de modernización no se apoyen en ciertas mitologías, o creencias antropológicas que le dan sustento a su organización institucional.

Sin embargo, las mitologías modernas tienen un atributo que las distingue. En particular, estos son mitos universales que asumen la idea de una humanidad genérica. Son mitos que, por lo tanto, asumen dos rasgos, lo humano y lo genérico a la vez.

No existe una única forma en la que este principio se ha desarrollado. Naturalmente, la forma europea noroccidental protestante tan tematizada a partir de la obra de Weber y muchos otros anteriores y posteriores es quizá la dominante. Siendo el utilitarismo su filosofía moral más representativa y el pasaje del estado de la naturaleza a la sociedad civil el mito clave de esta tradición. Pero también existen otras formas relevantes como el mito modernista barroco de origen católico o el mito ateo del trabajador universal. O incluso formas combinadas.

El mito moderno, no supone necesariamente la ausencia de desigualdades entre los seres humanos, pero estas son desigualdades más bien contingentes o, mejor aún, no necesarias que, de existir, deben ser reguladas, arbitradas, incluso corregidas. Lo particular es, para las mitologías modernas, una verdadera tensión incluso resulta aquello que pone en movimiento a las sociedades modernas, precipitando ciclos de crisis y transformación.

El fundamento de los mitos modernos es también problemático pues puede devenir con facilidad en el sin sentido en la falta de fundamento, parafraseando a Agnes Heller.

El romanticismo fascista es una reacción directamente opuesta y contraria a estos principios antropológicos que pretenden dar sustento a la organización de la vida subjetiva e institucional. El particularismo es esencial al mito romántico y supone la existencia de una realidad humana delimitada previa a la historia común, concretamente, a la era común, es decir, un tipo de comunidad que encuentran su raíz en el mundo precristiano.

«en el fascismo, la desigualdad frente al extranjero, pero también el sistema de desigualdades internas es considerado natural, o mejor, necesario.»

Algo similar a lo que René Girard expuso en su distinción de los mitos pre bíblicos y en particular previos al nuevo testamento. Incluso suelen buscarse bases sobrenaturales, mitos incluso politeístas, en donde se ven reflejados las conexiones de pueblos, razas, etnias, cualitativamente distinguidas, por su conexión con un orden trascendente. De allí que, en el fascismo, la desigualdad frente al extranjero, pero también el sistema de desigualdades internas es considerado natural, o mejor, necesario. No importa si ello luego se tramita ideológicamente como desigualdades corporativas, culturales, lingüísticas, etc. Incluso, el sistema de desigualdades que separa al duce o führer o, en general, al líder carismático, del resto de los miembros de la comunidad mitológica, también será decisiva para su propia supervivencia.

EL CHIVO EXPIATORIO

Hay dos consecuencias fundamentales que se derivan de esta particularidad del mito romántico en el seno mismo de la vida moderna y que son claves para analizar nuestro presente.

En primer lugar, y también siguiendo aquí a Girard, el mito romántico restituye la función del chivo expiatorio que los mitos modernos necesariamente tienden a suprimir. La búsqueda de una víctima culpable de todos los males de la sociedad como forma de expirar una situación de crisis es consustancial al proceder fascista.

Este chivo expiatorio tiende a ser un grupo poblacional débil o más o menos alejado del canon cultural principal de la comunidad. No hay culpa a la hora de ejecutar al chivo expiatorio, pues la culpabilidad recae sobre aquel a priori, por el solo hecho de ser lo que es. A diferencia de las mitologías modernas que renuncian a encontrar un culpable natural, un culpable a priori, el mito romántico sale instintivamente a la caza del mal ominoso alentando la violencia mimética.

LEGITIMIDAD DE ORIGEN

En segundo lugar, el mito romántico supone un tipo de autoridad que se ejerce sin mediación, encuentra su fundamento en su propia existencia, es, por lo tanto, una autoridad inmanente, como adherida a la realidad del mito. El mito romántico es, por lo tanto, pura voluntad realizada y su realización es consustancial a su supervivencia. La acción de prepo, digamos, es uno de sus rasgos típicos. Por lo tanto, no hay lugar para la conversación, la parlamentación, o la pluralidad de voces. Es unánime, con independencia del apoyo popular que tenga.

Se trata de un movimiento de vanguardia que se arroga para sí una legitimidad de origen permanente, ya que es previa a las instituciones que gobierna. Es una legitimidad originaria, como el mismo mito en el que se apoya. La voluntad se opone a parlamentos, procesos judiciales, auditorias, división de poderes, procedimientos administrativos, garantías burocráticas, legales o precautorias, o a cualquier cosa que se le parezca. La república como invención moderna le es ajena en su esencia.

«La voluntad se opone a parlamentos, procesos judiciales, auditorias, división de poderes, procedimientos administrativos, garantías burocráticas, legales o precautorias, o a cualquier cosa que se le parezca. La república como invención moderna le es ajena en su esencia.»

En este sentido, la autoridad fascista es preestatal, natural e inmediata, derivada del componente mítico. Este componente mítico cambiará de caso en caso, algunos buscarán en Rómulo y Remo, otros en la raza aria y la mitología germana, algunos, quizá, en el orden espontáneo preestatal de comunidades conformadas por individuos, familias y tradiciones, algo característico del anarco individualismo en donde la estatalidad es considerada una forma de perversión del estado natural. Sin embargo, como puede verse, esto es irrelevante.

Incluso resulta particularmente interesante cómo el mito fascista tiende a chocar y a desconfiar en un sentido profundo, de instituciones estatales, civiles y eclesiásticas que pueden cuestionar la autoridad derivada del mito fascista. El propio ejército moderno, o el sistema científico tecnológico, todos están sospechados de origen. En todos estos casos se da una particular paradoja, se suele exaltar el militarismo, o incluso el avance técnico, pero todo teñido de una mitología extravagante que linda con lo mágico y lo sobrenatural.

¿ES MILEI FASCISTA?

Entonces, si volvemos sobre la pregunta inicial podemos concluir que si hay atributos fascistas que van tomando centralidad en el gobierno del presidente Milei y en el movimiento político que organiza en torno a su figura.

Como pocas veces en la historia democrática argentina se puede ver en Milei la figura de un líder político pagano, que se aferra a un mito preestatal para dar fundamento a su identidad y acción política. Que desprecia abiertamente la república, el parlamento, las garantías constitucionales, legales y administrativas. Que es capaz de desobligarse en la aprobación de la ley de leyes administrando un presupuesto doblemente reconducido en un acto de total arbitrariedad. Que se arroga una refundación nacional sobre la base de un decreto de necesidad y urgencia. Que rompe un pacto jurídico esencial del Estado argentino dejando de realizar las transferencias presupuestarias a las Provincias, siendo estas las unidades jurídicas preexistentes a la nación. Que fundamenta su poder y legitimidad sobre la base de la creación de chivos expiatorios en segmentos minoritarios y estructuralmente más débiles de la sociedad. Todo esto, además, proyectando una idea de unanimidad político-cultural de exclusión radical de lo diferente, legitimada por sí y a priori y con total independencia de su base electoral que, hoy, sigue sin superar el 30% del electorado.

El hecho de que no veamos hoy las imágenes horrendas que nos ofreció el fascismo en el siglo XX no excluye el carácter fascista, en lo esencial, de ciertos elementos de la experiencia política que expresa el gobierno de Milei. No sabemos y nadie sabe si saldrán a la luz y en qué medida los rasgos más violentos e irracionales de este tipo de cosmovisiones, particularmente si las condiciones materiales se tornan más críticas y urgentes.

Finalmente, merece aclararse que una caracterización de este tipo no supone justificar una acción política que sea equivalente pero un sentido opuesto. Por el contrario, es el momento de reconectar con la gran mayoría de la población y reivindicar las bases republicanas, democráticas y federalistas de la nación argentina.

«una caracterización de este tipo no supone justificar una acción política que sea equivalente pero un sentido opuesto. Por el contrario, es el momento de reconectar con la gran mayoría de la población y reivindicar las bases republicanas, democráticas y federalistas de la nación argentina.»

La Argentina en su historia encarna un proyecto de modernización americana que jamás sucumbió a la tentación romántica. Todas las contradicciones que tengamos que enfrentar se enfrentarán, pero debemos saber que en Argentina no hay ánimos para soportar lo que en Europa supo prender como reguero de pólvora.

El sentido práctico de los americanos, la convergencia y combinación de múltiples culturas en América del sur, el horizonte modernista de nuestro pacto fundacional, incluso la amalgama de diferentes formas de modernidad que parecen buscar crear un proceso civilizatorio sui géneris en América. Todos estos rasgos no van a permitir que la irracionalidad se imponga. El tiempo y la paciencia serán aquí, y nuevamente, medios políticos fundamentales.

Ignacio Trucco

Ignacio Trucco

Licenciado (UNL) y Doctor en Economía (UNR). Docente de la Universidad Nacional del Litoral y la Universidad Nacional de Entre Ríos. Investigador asistente del CONICET. Miembro del Grupo de Economistas Progresistas.