Con profundo pesar, el mundo periodístico despide hoy a Carlos Gabetta, un hombre cuya trayectoria y compromiso con la verdad y la democracia marcaron generaciones.

El periodista Carlos Gabetta, quien fuera director de La Vanguardia, falleció a los 81 años.
Nacido en Rosario, Gabetta fue una figura clave en el periodismo de investigación y en la consolidación de espacios críticos durante momentos decisivos de la historia de Argentina. Su carrera, que abarcó desde la cobertura de dictaduras hasta el resurgimiento de la democracia, se convirtió en un faro para todos aquellos que, como él, creyeron en el poder de la palabra para transformar la sociedad.
Durante décadas, Carlos Gabetta se destacó por su capacidad de unir el rigor periodístico con una postura ética inquebrantable. Su obra no sólo fue testigo de hechos históricos, sino también una contribución decisiva para la construcción y defensa de la democracia. “La integridad y la lucha por la verdad son la base de un periodismo que no se doblega ante el poder”, afirmó en numerosas ocasiones, dejando claro que para él el periodismo debía ser una herramienta de denuncia y transformación.
UNA CARRERA DE HITOS
La trayectoria de Gabetta se forjó en momentos históricos: desde su participación en medios pioneros que desafiaron el autoritarismo hasta su rol fundamental en el periodismo de posdictadura, donde contribuyó a reconstruir la memoria y a exigir justicia. Su trabajo en el semanario “El Periodista de Buenos Aires” y colaboración con medios internacionales consolidaron una red de periodistas que, inspirados por su ejemplo, continuaron luchando por una prensa libre y crítica.
Además, Carlos Gabetta no se limitó a informar. Fue autor de varios libros y ensayos en los que reflexionó sobre el poder, la censura y la importancia de la ética en la labor periodística. Su voz, firme y respetada, se convirtió en un referente para generaciones enteras de periodistas y activistas, que vieron en su carrera la materialización de un ideal: la construcción de una sociedad informada y libre.
Su muerte deja un vacío irreparable en el periodismo, pero su legado perdurará en cada palabra escrita y en cada testimonio que haya inspirado. Una vida dedicada a dar testimonio de que, incluso en tiempos oscuros, la verdad puede hacerse luz. Su obra nos recuerda que el periodismo comprometido es un acto de amor hacia la democracia y una defensa incesante de los derechos humanos.
Hoy, ante la pérdida de este gran hacedor de la palabra, la comunidad periodística se une en duelo y, al mismo tiempo, reafirma su compromiso con la ética y la verdad, pilares que Gabetta encarnó a lo largo de su carrera. Tres periodistas, que forman parte de la familia de La Vanguardia, lo recuerdan, agradecen su legado y realzan su importancia.
Américo Schwartzman

Reunión de redacción de La Vanguardia (archivo de Jorge Villanova).
Carlos Alberto Gabetta era un gran periodista, exponente de una tradición de periodismo de ideas y de compromiso con su tiempo. Autodefinido como un republicano socialista, Carlos era consecuente con sus adhesiones filosóficas e intransigente en cuanto al apego a la verdad. Y, como es sabido, semejantes tipologías de carácter aseguran problemas a quien las porta.
Lo conocí antes de conocerlo en persona. Siendo adolescente, me formé en parte con su labor. Fue autor de Todos somos subversivos, uno de los primeros libros que me explicaron la dimensión brutal y única de la dictadura que había tomado el poder, las vidas y propiedades de argentinas y argentinos. Tuvo a su cargo el notable dossier “Miseria de la prensa del Proceso”, que en la añorada revista Humo(r) relevaba (y revelaba) las peores agachadas del periodismo durante los años terribles. Y poco después, dirigió El periodista de Buenos Aires, aquel extraordinario periódico que fue registro de una época desde sus coordenadas conceptuales (y las de Osvaldo Soriano) y a la vez semillero de periodistas. Esas hechuras de Gabetta fueron parte de mi formación en periodismo.
Muchos años después, tuve la fortuna de compartir con Gabetta la aventura y las tribulaciones de volver a editar La Vanguardia en papel, con él como director general de un equipo convocado por Hermes Binner, por entonces presidente del PS de la Argentina. Carlos se dedicó con verdadera pasión a ese nuevo viejo proyecto, donde volvía a poner en juego los dos ejes más hondos (y persistentes) de su vida. Quizás algo a destiempo: el mundo empezaba a desentenderse de la prensa gráfica.
Emblema de un periodismo impar, cascarrabias, orgulloso, sanguíneo, lector ávido y entusiasta, de talante filosófico, todo le interesaba pero nada tanto como la polis, el antiguo desafío de vivir juntos, de encontrarle la vuelta a una forma de convivencia en la que no hubiera explotadores ni explotados, y donde la horizontalidad (en las formas y en los hechos) fuera una realidad y no una declamación. Ante cada “por qué”, articulaba un atrevido “¿y por qué no?”. Eso lo movilizaba en un momento de la vida en que otras personas ya no tienen energía ni intenciones de dar batalla alguna.
Emblema de un periodismo impar, cascarrabias, orgulloso, sanguíneo, lector ávido y entusiasta, de talante filosófico, todo le interesaba pero nada tanto como la polis, el antiguo desafío de vivir juntos, de encontrarle la vuelta a una forma de convivencia en la que no hubiera explotadores ni explotados, y donde la horizontalidad (en las formas y en los hechos) fuera una realidad y no una declamación.
En los últimos años, uno de sus aportes más valiosos fue el libro ¿Tiene porvenir el socialismo? (2013) que editó EUDEBA y compiló junto a Mario Bunge. En esas páginas Gabetta cerraba diciendo que el fracaso de la socialdemocracia (“si se torna impotente”, decía) abriría la puerta para el avance de la extrema derecha. No eran dotes de profeta, sino su aguda observación de la realidad.
Como lector agradecido, como compañero de ideales y como colega en una de sus últimas aventuras periodísticas, gracias por todo, querido Carlos Alberto Gabetta.
Mariano Schuster

Reunión de redacción de La Vanguardia (archivo de Jorge Villanova).
Hace muchos años –tantos que ya no quiero ni recordarlo— Carlos Gabetta dirigió el periódico en el que ahora escribo estas líneas. Américo Scvhzarzman y yo, elegidos para secundarlo en sus funciones, nos vimos rápidamente arrastrados a un mundo particular: Carlos quería transformar un periódico partidario en un espacio plural de debate de ideas. Yo, que era algo así como un “extrapartidario” o un socialista “no orgánico”, sentí rápidamente que, si lo que se buscaba era un nuevo público, había que seguir sus pasos. Carlos trataba de hacer un periódico atractivo: un periódico de izquierdas, un periódico amplio, un periódico ajeno a cualquier tipo de tendencia burocrática. Lo que se necesitaba era romper una idea: la del periódico partidario como “correa de transmisión” de una corriente política.
Carlos quería transformar un periódico partidario en un espacio plural de debate de ideas. Yo, que era algo así como un “extrapartidario” o un socialista “no orgánico”, sentí rápidamente que, si lo que se buscaba era un nuevo público, había que seguir sus pasos.
Sus días en este periódico estuvieron atravesados por el trabajo, la generosidad y el debate político agudo. Era lógico: Carlos era, como muchos lo sabrán, un ex militante de la izquierda revolucionaria (había formado parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores) que, en su exilio en Francia, había dirigido, junto a Osvaldo Soriano, Hipólito Solari Yrigoyen y Julio Cortázar, el periódico Sin Censura, el primero publicado por los argentinos en el exilio. A su regreso, había despuntado como director de El periodista de Buenos Aires y, ya en la década de 1990, trajo una marca única: la de Le Monde Diplomatique.
Socialista empedernido, discutidor incansable, Carlos atravesó una Argentina que honró el periodismo. Se fue en una en la que la gráfica está en crisis y en la que este oficio, otrora trascendente, ha perdido relevancia. Ahora, con la noticia de su partida, lo recuerdo sentado en el Bar Británico, hace ya una década, conversando sobre su exilio, sobre sus amigos españoles, franceses e italianos, y también sobre su padre, un “socialista de Palacios” al que siempre evocaba con orgullo. Dado a cambiar o inventar citas, recuerdo una que me dijo una vez. “Mariano, acordate de lo que dijo Marx en La cuestión judía: que la crítica no es una pasión de la mente, sino la mente de la pasión”. Marx no lo había dicho. Pero Carlos sí. Y tenía razón. Sigamos en ese camino. El de la crítica. Y el oficio periodístico.
Martín Appiolaza

Carlos Gabetta y Martín Appiolaza, actual director de La Vanguardia.
Carlos Gabetta fue uno de los periodistas más agudos, minuciosos y valientes. Se mantuvo consecuente con los valores de una izquierda democrática, sin comprar espejitos de colores populistas. Con esa lente miró su tiempo hasta los últimos días.
Cuando los valores de la libertad y la igualdad están amenazados por los autoritarios de peluche, hacen falta muchos más Carlos Gabetta.
Cuando la primavera democrática olía a libertades y justicia se publicaba El Periodista. Don Pacho, el papá de Pablo, las traía cuando salía de trabajar en Agua y Energía. Éramos adolescentes y estrujábamos la revista hasta sacarle cada gota de significados. Cómo no admirar a quién figuraba como director, un tal Gabetta. Cómo no creer que escribir era lo más importante que podíamos hacer, cómo no jugar a imitarlo. Luego vinieron El Dipló y también La Vanguardia. Una tarde de hace un par de años, en la vereda de Avenida de Mayo, le pude contar sobre cómo nos marcó. Él fue generoso con su respuesta y algunos mail que le siguieron.
En tiempos donde el periodismo como servicio público hacia los ciudadanos va perdiendo seguidores, el oficio sufre con los obsecuentes de ayer y de hoy. Cuando los valores de la libertad y la igualdad están amenazados por los autoritarios de peluche, hacen falta muchos más Carlos Gabetta. Hoy perdimos al original. Pero, seguramente, ya hay muchos seguidores sembrados, esperando florecer por la justicia y la verdad.