“Yo lo sueño a Daniel siempre, tengo que encontrar su cuerpo y llevarlo a enterrar a su tierra, solo eso pido” dice con la mirada atravesada por la tristeza y la resignación de los humildes, Gualberto Solano quien busca a su hijo Daniel desde hace seis años sin respiro.
Daniel Solano es un desaparecido en democracia. Un joven trabajador “golondrina” de 27 años de la Misión guaraní Cherenta en Tartagal, provincia de Salta, que viajó a Río Negro en busca de trabajo o de las oportunidades que, como a miles de chicos jóvenes, no le supo dar su provincia natal.
Daniel Solano nació el dos de noviembre de 1984, el mismo mes en el que desaparecería 27 años después. Único hijo varón de una familia humilde compuesta por su padre Gualberto y sus cinco hermanas, su madre falleció cuando él tenía solo catorce años. Gualberto llevó adelante la familia en silencio y trabajando, intentó darles lo mejor.
Daniel era un chico pintón, de buen porte, atlético, amistoso y familiero. Su sueño era jugar de arquero, y lo hizo en Club Social y Deportivo Guaraní. También jugó en el mismo puesto en el equipo de fútbol de la última empresa en la que trabajó y la cual aparece vinculada con su desaparición: Agrocosecha. Era un chico común y a la vez poseía rasgos que lo hacían único: fue uno de los pocos de su comunidad que terminó la secundaria, era serio y trabajador.
[blockquote author=»» pull=»normal»]Esa foto, con un gesto de calma y con el pulgar arriba, es la que acompaña todas las marchas en Tartagal y en Río Negro: se convirtió en el símbolo de un nuevo desaparecido en democracia.[/blockquote]
Estas características que su padre conocía tan bien, le hicieron descreer de los primeros datos que la empresa difundió después de la desaparición de su hijo. En los mismos, la empresa informó que Daniel se había ido del lugar sin dinero, sin sus documentos y había partido a Neuquen, sin avisar a nadie y con rumbo desconocido. Gualberto Solano también desconfió cuando la Jueza Marisa Bosco, que entendía en la causa, le informó que probablemente Daniel se encontrara en Bolivia. El padre consideró que esa información era falsa.
Era el tercer viaje que realizaba al sur en busca de trabajo, como lo hacen muchos de los mal denominados “trabajadores golondrinas”, un término poético que en realidad esconde las condiciones precarias de este tipo de empleo. Daniel viajó los 2.300 kilómetros (dos días de viaje casi enteros) hacia la cosecha de manzanas en la localidad de Lamarque, a 17 kilómetros de Choele Choel. Solano convivía hacinado junto a otros 150 trabajadores que dedicaban casi todas las horas de sus días al trabajo. Los “golondrinas” fueron contratados por Agrocosecha SRL, empresa tercerizada a cuenta de Expofrut Argentina, sello criollo de la multinacional de origen belga Univeg.
El viernes 4 de noviembre, Daniel había cobrado su primer mes en la cosecha. El acuerdo inicial por el que el decidió viajar era de 2.000 pesos mensuales (90 por día, que contemplaba de 10 a 12 horas seguidas de trabajo), pero sólo le pagaron la suma de 800 pesos. Posteriormente se supo que, en ese momento, los más de 60 trabajadores, en su mayoría salteños, planteaban la posibilidad de realizar un reclamo a la empresa. Con parte de ese dinero, Daniel compró un celular con el que intercambió mensajes de texto con su novia María Luisa y llamó a su papá al que le contó, en pocas palabras, la idea del reclamo ante el acuerdo laboral pisoteado por la empresa.
Ese viernes, junto con otros trabajadores, fue al boliche de Choele Choel, Macuba. Nadie se imaginaba que esa noche iba a ser la última vez que iban a ver a Daniel Solano. Tampoco Solano sabía que los que festejaban con él y le servían cervezas eran algunos de sus “entregadores”. Incluso existen registros fotográficos de esa noche. Allí se lo puede ver a Solano sonriente, realizando gestos, vestido con una chomba celeste a rayas blancas y azules, jean y un pulover gris en los hombros. Esa foto, con un gesto de calma y con el pulgar arriba, es la foto que acompaña todas las marchas en Tartagal y en Río Negro y se convirtió en el símbolo de un nuevo desaparecido en democracia.
Esa noche, a las 2.40 de la madrugada, Daniel fue sacado a los empujones por los policías de seguridad que trabajaban como “adicionales”. Una vez en la calle, lo golpearon y no se supo nada más de él.
EL HOMBRE QUE VINO DE LEJOS
De traje, con corbata roja, con anteojos de sol y acento salteño, llegaba un mes después de la desaparición, el abogado Sergio Heredia a las tierras de Walsh para ayudar a la familia Solano. Frente a los medios, este abogado desconocido cuestionaba los poderes del lugar. Heredia había ganado notoriedad a nivel nacional años atrás cuando denunció los negociados de la organización “Sueños Compartidos” de las Madres de Plaza de Mayo que dirige Hebe de Bonafini y que, por ese entonces, contaba con los servicios de Sergio Schocklender. También sabe todo Tartagal que la relación entre Sergio Heredia y Sergio «el Oso” Leavy, no es la mejor. El actual intendente tilda de “mediático y con antecedentes de violencia familiar” a Heredia. Sin embargo, la ex esposa del abogado lo desmiente.
Antes de partir, en diciembre del 2011, Heredia recabó testimonios de amigos y conocidos de Solano en Tartagal y en camioneta fue rumbo al lugar que se convirtió, tras varios viajes a Capital y a Salta, en su segundo hogar. Una de las características de la metodología utilizada por Sergio Heredia es el uso de las redes sociales. En su cuenta de Facebook postea fotos de Gualberto y sube todos los testimonios que va cosechando. Lo mismo hace con su cuenta de YouTube.
Estos videos denostados por algunos fueron parte del proceso de investigación que realizó Heredia. Mediante ellos detectó que la Jueza Bosco, que en mayo del año 2013 renunció y se jubiló para evitar el juicio político, afirmaba que en el expediente Daniel Solano fue visto por un testigo el seis de noviembre del 2011. En los videos (más de 100 y cada uno de ellos es reproducido hasta 120 veces por los usuarios) el mismo testigo desmiente el documento judicial y afirma que en realidad lo vio el cinco de noviembre. La diferencia es notable: la fecha puede establecer que Solano es un trabajador golondrina desaparecido o un hombre que fue visto con vida después de haber sido sacado de un boliche. Con ese dato, esta segunda quedó descartada.
[blockquote author=»» pull=»normal»]Desde la misma empresa “los patrones” le ofrecieron convertirse en puntero para calmar las inquietudes de los trabajadores molestos por las promesas incumplidas. A Solano la propuesta “no le gustó” y sufrió como represalia lo que finalmente ocurrió[/blockquote]
A partir de este hecho, y realizando un trabajo de hormiga, Heredia convenció a diferentes trabajadores, que previamente no habían emitido declaraciones, de que hablaran. Esos documentos audiovisuales no sólo sirvieron para entender la causa de la desaparición de Solano, sino que también le permitió a Heredia advertir a los trabajadores de la necesidad de tener un respaldo y no quedar comprometidos en una situación que ya se vislumbraba como un crimen. Con ese tipo de herramientas también grabó cómo es la vida en Choele Choel, donde los Solano se encuentran realizando un acampe al frente de la Fiscalía del lugar. Si bien esta forma de recabar testimonios es bastante original, es criticada duramente por algunos juristas que consideran que cualquier pesquisa significa circunscribir el valor de las pruebas a un expediente.
Desde la llegada de Heredia, el caso viró en otro sentido. La hipótesis policial/judicial de que Solano se emborrachó, salió del boliche y se perdió para nunca más aparecer, perdió credibilidad. Fue entonces cuando empezó a cobrar fuerza la hipótesis del abogado Heredia, la cual sostenía que se estaba ante un crimen mucho más complejo y organizado. La reconstrucción de la historia que realizaron los abogados estableció lo siguiente: la empresa belga tenía un buen concepto de Daniel Solano, era respetado por otros trabajadores y considerado un “líder positivo”. Según esta versión, desde la misma empresa “los patrones” le ofrecieron convertirse en puntero para calmar las inquietudes de los trabajadores molestos por las promesas incumplidas. A Solano la propuesta “no le gustó” y sufrió como represalia lo que finalmente ocurrió.
Sin beneficio, y como a todos, a Solano le pagaron la mitad de lo acordado. Uno de los mecanismos más sutiles se encuentra en la cláusula número 18 del contrato de trabajo de Agrocosecha. En él se establecía que si un trabajador poseía cualquier problema con la policía o la justicia, era pasible de ser despedidos sin pago, indemnización, ni pasaje de vuelta.
El negociado no sólo tiene que ver con la explotación laboral, sino que posteriormente se abrió otra causa judicial por estafa según lo que dijo el abogado de Solano “Se supone que Agrocosecha cobra el 4% de lo que le corresponde a cada trabajador, pero en la práctica se quedaban con casi dos tercios de ese ingreso que paga Expofrut Univeg. Pero la multinacional no es ajena al negocio, es parte del problema y todo eso lo tenemos acreditado” sostiene Heredia.
Mientras tanto, el pedido de Gualberto continúa, solo busca el cuerpo de su hijo en una tierra lejana y fría. Sin descanso.