Los que abrazaron una búsqueda sin apuntar al éxito están vivos. Aquellos que elevaron el arte de las causas y sostuvieron la ética aunque eso los condene a no gustar, todavía quieren. Mientras los periodistas se preguntan cómo evitar desaparecer y los comunicadores se vuelven influencers, instagrameros y youtubers para no quedarse afuera de la pileta que viene, los que recuerdan con más frecuencia los ‘para qué’ son los testigos molestos de la tarima. Ulanovsky da un puñado de instrucciones para saber qué hacer con los espejos.
El mantel de hule del departamento de Alberdi y Moreno tiene manchas de dulce de leche en una de sus esquinas, 3 o 4 tostadas sin untar, 2 tazas vacías y un par de ejemplares de la revista Orbe: sus creadores esperan la chocolatada. A los 14 años todavía no son hombres pero ya son autores interpretando el auditorio interno del mundo. Uno de ellos será abogado, diputado, embajador y los canales de noticias lo presentaran como Rodolfo Terragno. El otro será periodista, escritor, hincha de Racing y firmará como Carlos Ulanovsky, el tipo que puede escribir sobre sangre y mermelada, y en los dos casos convencernos de intentarlo.
“Ulanobsky”. “Hulanovsky”. “Ulanovski”. “Ulanowski.” “Ulavski”. Decenas de sobres de Radio Nacional, OCA, Radio Mitre y una empresa de cable reposan 60 años después sobre una de las 5 bibliotecas de Coronel Díaz al 3000, algunos lo felicitan, otros lo convocan y otros le cobran, pero todos abrazan la imprudente coincidencia de escribir mal su apellido. Ulanovsky tiene una urna entre sus manos, la destapa, la vuelca y la sacude. Un polvo negro cae en línea recta sobre una cafetera. No todo: una ráfaga de viento lo drena, lo dispersa y lo espanta. Algo se lleva el aire. Algo queda. El olor a café esconde una inundable vocación de tragedia: las cenizas del periodismo viven en la casa de Ulanovsky.
Las mismas cenizas que 7 paraguas negros tiraron al Delta de San Fernando hace más de 70 años cuando solo un río muerto podía contener a Roberto Arlt , las mismas que alguien fumó en ceniceros improvisados de las redacciones de ‘Confirmado’, ‘Primera Plana’, ‘Noticias’, ‘Siete Días’, ‘La Opinión’, ‘Humor’, ‘Satiricón’, ‘La Maga’ y ‘Clarín’ y hoy empapelan con colores rojos y negros gran parte de su departamento. El espacio entre biografías y ensayos lo llenan los irreconciliables Enrique Raab, Jacobo Timerman, Bernardo Neustadt, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Rogelio García Lupo y Andrés Cascioli: Ulanovsky los libera del cuadrilátero de las discusiones perdidas y saca lo mejor de todos: “Raab editaba mis notas en la Editorial Abril, me enseñó que el recuadro no solo es un apartado, también debe contener el interlineado del autor. Timerman interpretó que todos hacían críticas de carteleras y marquesinas pero nadie observaba la radio y la TV, su observación fue una orden que después se convirtió en mi gran acierto. Pese a un final tormentoso por una nota que publiqué en La Maga, Neustadt me firmó un cheque en blanco cuando estaba sin trabajo: `me lo pagas con la notas que quieras`. Con Walsh y Urondo coincidí en la redacción de Noticias, eran zeppelines en épocas de globos negros, me fui antes del pantano. Rogelio Garcia Lupo (cofundador de la agencia de noticias Prensa Latina) fue el último mago y mi gran amigo, gracias a Andrés Cascioli la carcajada se reconcilió con el periodismo, lo que hizo en Satiricon y la revista Humor fue admirable”.
La diferencia entre el campeón y el campeón del mundo es que este último aguanta un poco más. Ulanovsky no se reinventa por aburrimiento, sino por necesidad. Proscripciones, dictaduras, agendas negras, redacciones prohibidas, compañeros caídos, exilios forzados, casi 10 años en México, y la obligación de mutar para defender el derecho a la vida, para seguir escribiendo y para ver a sus hijas andando en triciclo. “Entre noviembre de 1974 y enero de 1983 viví 2.215 días en el Distrito Federal, un girasol de cerámica que compré en la calle me ofreció una frase que compila ese destierro que te parte en dos: “Seamos felices mientras estamos aquí”. La artesanía dio paso a un libro con el mismo nombre que dediqué (entre otros) a mis hijas, Julieta e Inés, a mi mujer Marta Merkin y a Simón Ulanovsky, mi papá, porque jamás dejó de enviarme las revistas de Racing. Estar lejos del cilindro fue durísimo. La Academia paso a ser un rumor. El cuerpo y la cabeza están con la valija, el alma y el corazón siempre vivirán en Buenos Aires”
Los que cuentan las cosas más duras y dicen la verdad, casi siempre pierden, pero a veces siguen. Con los que sienten, pasa lo mismo. Pocos hombres pueden contener a Walsh y a Iván Pillud y estar orgulloso de los dos: una trayectoria de 50 años, con más de 10 redacciones en la tarjeta de puntos, 20 libros publicados, innumerables programas de radio y de TV (en medios que también dirigió) y varios KO evitados sobre las cuerdas no se pueden entender sin Racing, esa dimensión REX de misticismo y dolor que también actúa como señalador caprichoso cuando obliga abrir el libro en la misma página: “las buenas que ya van a venir”, ese cántico con forma de mantra que baja todos los fines de semana sobre la espalda de 11 jugadores celestes y blancos y justifica los días de los otros 50 mil espectadores. La tarjeta personal de Ulanovsky lo presenta como “periodista e hincha de Racing” y el escudo de la institución se expone como ícono de barra de tareas al final de un televisor, una radio, un micrófono, un grabador y un libro, como si fuese un canal de comunicación solo detectable para los que comparten la misma pasión.
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No hay suite presidencial para el hombre al que no le queda grande la casualidad, tal vez por eso todos los premios están escondidos y bien guardados. “El que se la cree, se jode, hay que seguir disfrutando el relato sensible, de aldea, pequeño, cotidiano, pero absolutamente vital e inolvidable” señala el tipo que pudiendo hablar solo a través de sus libros elige a los portarretratos como voceros: tal vez el “regreso” sea eso que pasa entre el cucurucho del abuelo Ulanovsky y la atenta mirada de su nieta en una heladería de Avenida Santa Fe, quizás la mejor búsqueda esté contenida en los sobres que durante años le dio a cada una de sus hijas al terminar la semana bajo el título “creo que esto te puede interesar”: allí depositaba clips de prensa, con recortes de notas de obras y libros con mensajes para el alma. Es muy probable que la única manera de vivir para uno de los tipos más queridos del medio sea “existir con”. La primera redacción es la mesa larga.
Ulanovsky es la diferencia entre un periodista y un best-seller, esos que se venden para siempre: “Aún recuerdo el consejo sabio de García Lupo : ‘Nunca dejes de ver el boletín oficial, tampoco de leer la sección de avisos fúnebres de La Nación porque ahí surge un entramado de relaciones de poder definitivo, tampoco pierdas de vista cada uno de los fallos judiciales y su jurisprudencia ni tampoco saltees la sana costumbre de consultar los edictos, ahí también nacen claves para entender la realidad’. Tal vez se haya perdido el consejo, por miedo a que lo que venga acabe con lo establecido y te deje sin trabajo solo porque puede hacerlo más rápido. RÀPIDO NO ES BIEN. Y el colega es un par, no un rival. El periodismo está lleno de personas que se ponen demasiado rápido la camiseta de la empresa, debe existir cierta tensión entre el periodista y su patrón, es un lugar habitual. Roberto Arlt usaba el término “cagatintas” para definir a los burócratas de la profesión. No concibo al periodismo que no quiere influir en lo cercano, que no imagina que se pueda cambiar el mundo desde ahí. Cuando se pierde esa perspectiva, ya no se quiere dejar de torcer las cosas, se busca cambiar el PH o el auto”.
Los emblemas casi siempre se quedan afuera del pabellón de lo que viene, por caóticos, por sensatos, por cándidos y porque se ganaron el derecho a renegar de eso que los contuvo y hoy va en picada. Son los que se sientan en una reposera a mirar el cielo sin password porque el resto es una montaña rusa. No es el caso de Ulanovsky: “No creo en los que afirman que está todo perdido, hay expresiones muy nobles que saltan la medianera de lo alternativo y llegan a los grandes medios. En los últimos años se registraron más de 200 revistas nuevas que irrumpen con temas que no están en la agenda y con personajes inaccesibles incluso para las mejores redacciones”.
No solo hay que ser un gran hombre, además el mundo se tiene que enterar. Si esa sensibilidad para captar lo mejor de todos, testimoniar el llanto, testimoniar la historia, testimoniar la memoria y la rotativa es para siempre, ¿por qué el teléfono no suena?: “que yo no esté en una redacción lo veo como un acontecimiento de plena lógica, tengo 73 años y una trayectoria de más de 50. Me parece razonable que haya nuevas figuras, no lo siento como un demérito ni lo vivo con resentimiento. Cuando me homenajearon por los 50 años, lo mejor que pude decir era que soy un tipo sin deudas de ninguna clase. A partir de la muerte de Rogelio García Lupo estoy escribiendo otro libro sobre las nuevas expresiones de comunicación. Todo lo que quise hacer, lo hice, así que veo lógico que no me llamen. Los socios y compañeros de toda la vida están muertos. Mis momentos ya pasaron”.
«MIS MOMENTOS YA PASARON»
Atravesamos una época en donde las consideraciones respecto al paso del tiempo son ideológicas. Muchos de los que creían que Fayt debía seguir como Ministro de la Corte Suprema pasados los 90 años, atacaron con determinación la decisión de Elena Highton de Nolasco de permanecer al frente de la misma responsabilidad a los 74. En una región que usa dos verbos diferentes para definir algo tan indivisible como “ser y estar”, nadie quiere retirarse de ningún lado porque no pueden ser sin dejar de estar: músicos que viven de la fama de hace 10 discos, escritores que vuelven a los lugares más premiados, futbolistas que regresan a las canchas después de los 40 años, políticos que en nombre del proyecto quieren perpetuarse en sus cargos, sindicalistas que hacen de las bases una parrilla vitalicia, cómicos que insisten en los chistes de travestis y el gallegos, y comunicadores que siguen pensando que con los latiguillos de Neustadt pueden alterar la concepción de la audiencia. De repente un tipo de 73 años que está en ese andamio de notables asume que lo que quiere no es lo que le falta, sino lo que tiene, que subirse y bajarse de la historia a su antojo no lo desaparece, que no escribe para formar parte, escribe para entender. En «El libro de los seres imaginarios», Borges hablaba de un tiempo en donde el mundo de los espejos y el mundo de los hombres no estaban incomunicados, eran diversos, no coincidían ni en los seres, ni en los colores ni en las formas pero vivían en paz. ULANOVSKY ES DE ESE TIEMPO. Entra y sale de los espejos para distinguirse por si mismo, acariciar a sus nietos, besar a sus hijas, hacer radio y alentar a Racing. Todo en tiempo presente.
Todo en la misma tarima.
Todo en el mismo reflejo.
Todo en el mismo ejemplar.