Beatriz Sarlo es una de las más agudas analistas de los consumos culturales, los medios masivos de comunicación y las celebridades en la discusión pública. En «La intimidad pública» (Planeta, 2018) vuelve a poner el foco en un viejo tema, pero cuya vertiginosa mutación nos obliga a volver una y otra vez sobre él.
El chisme es medio y mensaje, el escándalo su hipérbole y la maternidad su remanso. En el marco de esta tríada, Beatriz Sarlo busca entender un fenómeno que no es novedoso pero que en la actualidad resuena estridente. La intimidad pública (Planeta, 2018) se ocupa de aquello que durante años permaneció bajo llave de acuerdo a la máxima de que “los trapitos sucios se lavan en casa”, pero que hoy es un vector para volverse famoso.
A partir de las dificultades que presenta leer un clásico como “Salammbô” de Flaubert en el Kindle, Sarlo tiende un puente entre su experiencia personal y el esbozo de una regla general: “La velocidad de las nuevas tecnologías exige que aprendamos a leer de otra a manera”. Esta afirmación recupera un debate entre sociedad, tecnología y progreso y, por ende, habilita la siguiente pregunta: ¿es la tecnología la que genera nuevos hábitos de lectura y escritura y, en consecuencia, nuevos usos? Esta tensión pareciera saldarse unos párrafos más adelante, a través de una cita de Tomás Maldonado sobre la distribución de artefactos tecnológicos como política de Estado: “…no es la tecnología la que cambia a la sociedad, sino la sociedad, a través de la tecnología, la que se cambia a sí misma”. De esta manera, la autora revisa críticamente su propia trayectoria de tecno-optimista y también pone un manto de calma sobre las posturas entusiastas que vinculan progreso y tecnología.
[blockquote author=»» pull=»normal»]Mientras las estrellas, como Mirtha Legrand, perduran en el tiempo, les famoses sólo pueden aparecer en la esfera pública gracias al escándalo. [/blockquote]
El paso siguiente –y evidente– deposita la mirada en el impacto que tuvieron las redes sociales en la lectura y la escritura. Para Sarlo, el tono y los temas están atravesados por la actualidad y la urgencia como factores determinantes; en ese hervidero permanente, si no leemos a la velocidad que Twitter demanda, tampoco podremos escribir, y mucho menos ser leídos. La velocidad, entonces, se vuelve promesa y regla; marco y contenido.
Dos disquisiciones abren el segundo capítulo: la primera, con un matiz teórico, explica qué es la figuración; la segunda, más sentenciosa, castiga al lenguaje y las noticias en las redes sociales por su trunca sintaxis, su excesiva simplificación y la pobreza semántica. Una vez cerrado este preludio, Sarlo despliega todo su instrumental interpretativo en un análisis de corte barthesiano sobre la publicidad de la vida privada de las figuras del star system. El recorrido involucra a estrellas como Mirtha Legrand y Zully Moreno y llega hasta la actualidad, donde una parva de famosos son “quienes gestionan su propia esfera de chismes y rumores”.
Si bien la autora compone toda una radiografía de este género pueril que es la vida escandalosa de las y los famosos y cómo el periodismo de revistas y las redes sociales se hermanan en un solo entramado discursivo, se detiene en dos de sus principales características: el escándalo –y su afección a las hipérboles– y la maternidad como idilio amoroso-afectivo. En este universo en bucle permanente, donde reina la monotonía de lo repetitivo, la hipérbole es la vedette que “promete la variación del sentimiento, aunque entregue la representación de afectos desgastados por el uso”.
El tercer capítulo propone una breve historia del escándalo, comenzando por el panfleto difamatorio anterior a la Revolución Francesa como afrenta al poder establecido. Al colocarlo bajo el umbral de los tiempos que corren y, como hijo dilecto de la velocidad, el escándalo se vuelve abrupto y efímero. En este ensayo hay una deriva que marca el análisis venidero: se hace una distinción entre famosos y estrellas, una diferencia que resulta un poco tosca y maniquea, pero que funciona a los fines expositivos. Mientras las estrellas, como Mirtha Legrand, perduran en el tiempo, les famoses sólo pueden aparecer en la esfera pública gracias al escándalo. Esto último signa la brevedad de su aparición y condiciona las posibilidades de dicha emergencia. Maradona es la excepción a la regla; el Diego es una estrella consagrada que lejos de las glorias de antaño vive en estado de permanente escándalo. En este capítulo se enuncian, con picardía, decenas de acontecimientos escandalosos sin nombres propios y que, antes que una norma de decoro, operan como un test que interpela al lector: ¿Cuánto sabés de la farándula escandalosa?
El capítulo siguiente está destinado a la hipérbole y amplía el trabajo ya presentado. Bajo el riesgo de caer en reiteraciones, se analizan los realities, un formato desaparecido, y sus variaciones, como “Showmatch” y “Bailando por un sueño”. Este apartado funciona como un refuerzo argumental de todo lo dicho. Luego de una deriva –con un cariz genealógico– por los orígenes del chisme, Sarlo retorna al escándalo que mutó de eventual forma de la noticia a género noticioso, motorizado por la invectiva y la hipérbole. El escándalo, en consecuencia, es una narración sintetizada, intensa y fácilmente comprensible, que se vale de la arquitectura de las redes sociales y de su dinámica para mutar en un viral.
El quinto ensayo pendula entre dos extremos unidos por el sujeto lector; la narración de la propia felicidad y el consumo de la desgracia ajena –en clave de escándalo mediático–. Lo “cualquerista” de esta sociedad moderna en que vivimos, afirma Sarlo, es que “sin un aura sagrada, hombres y mujeres deben imaginar y buscar otros apoyos”, como el de personajes que hoy son infieles villanos de TV y mañana son tapa de revista recubiertos por el maravilloso halo de la maternidad. Este flujo cualquierista se manifiesta en el rápido pasaje de la envidia a la compasión que buscan generar esos famosos que llenan los pasmosos minutos de televisión.
El último ensayo dedicado a “las delicias de la maternidad” es el más flojo de toda la saga; repleto de descripciones obvias; el análisis pierde profundidad, se vuelve reiterativo y algo soso. A esto se suma la mención –con intenciones polémicas– que merece una cierta parcela del feminismo[i] que proclama a la maternidad como ámbito de autonomía, que se revaloriza en el desarrollo profesional de las mujeres. La maternidad mediatizada, lejos de la norma impuesta a las mujeres, es un canto a la alegría, y como tal, solo vale cuando los niños son pequeños, carentes de conflictos. Esta afirmación, que se luce más por el impacto que genera que por la reflexión que habilita, se cierra sin mayor desarrollo.
[blockquote author=»» pull=»normal»]Si bien el análisis de Sarlo es fresco e irreverente, hay pasajes dominados por una mirada apocalíptica y atemporal que pierden de vista la complejidad del fenómeno.[/blockquote]
Entre las perlitas del libro está el brevísimo apartado de sobre la selfie y su potencia sanadora gracias a la prótesis que las redes sociales otorgan, donde la autofoto se vuelve garantía de éxito. También resulta interesante la indagación en la sexualización de la maternidad como la otra cara de una cosificación a la que se le pretendió borrar todo el contenido erótico. Una vez más, la maternidad y la exhibición –también involucra desnudos– funcionan como el contrapunto de la desnudez del escándalo. Aunque puede involucrar a los mismos protagonistas, el halo maternal los purifica.
Si bien el análisis de Sarlo es fresco e irreverente, hay pasajes dominados por una mirada apocalíptica y atemporal que pierden de vista la complejidad del fenómeno.
A pesar de alguna críticas, los ensayos aquí acumulados buscan anudar los sentidos en torno a un clima reinante, identificar los significantes inquietos de toda una época que todavía no ha cesado de moverse y echar luz sobre un fenómeno que crece en la opacidad de lo expuesto a la vista de todos
[i] En una entrevista radial en «Fuera de tiempo» con Diego Genoud, Sarlo redujo esta parcela a una facción feminista en pronta desaparición.