Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Otro intento de amenaza a Dios para que hable: sobre «Geología» de Claudia Masin

por | Abr 25, 2019 | Cultura

La reedición de «Geología» (Caleta Olivia, 2018) de Claudia Masin es una buena coartada para reflexionar sobre su obra y, a partir de ella, recorrer sus tópicos y enfoques. La poesía lírica de los noventa, la Santa Fe de las inundaciones, la poesía como voz en la historia. 

1. He escuchado muchas definiciones de poesía. Una me gusta especialmente: “la poesía es un intento de amenaza a Dios para que hable.” La escuché de los labios de Olga Orozco. No es posible señalar aquí el nombre de un autor. La atribuyó a esa larga cadena de citas que, de poeta a poeta, la van diciendo como una lenta y hermosa plegaria en el tiempo. Al evocarla, no puedo dejar de imaginarme a Jacobo Fijman o Antonin Artaud, en el encierro de una habitación o en el espacio abierto de un jardín, agarrándolo con fuerza del cogote al señor de las supuestas largas barbas… La imagen, por cierto, es muy contundente, reúne dos elementos esenciales de Geología de Claudia Masin (Caleta Olivia, 2018), misterio e ilusión.

2. Los pasajes que anuncian un nuevo comienzo, tras la afirmación de la inexistencia de vocablos o, quizás, de la espera de una señal en el desierto abierto de la creación, abundan, a decir verdad, en este volumen. “El lento suspiro del pasado/ al convertirse en materia,/súbitamente olvida las palabras” (“Rocas sedimentarias”). Pero también cuando leemos, “inofensivo volcán de las cosas olvidadas de sí/hacia el mundo que espera del silencio/una señal. (“La música”) La poeta, en efecto, expresa cierta sorpresa al trazar las líneas que delimitan el campo mágico del misterio. Todo ese oleaje de sensaciones que dan vueltas en su cabeza y, que, de un momento a otro, se transforma en ilusión. “Siempre te resultó un misterio que las palabras/sean capaces de crear algo/que luego no sabrán nombrar”.

Digámoslo directamente: el poeta es el que mantiene contacto con aquello que aparece como oculto (casa del misterio). Es el que experimenta, como señala Seamus Heaney, una especie de “ilusión momentánea” donde la apertura abierta en nuestro oído sirve para entrever sentidos que en el mundo también estaban precisamente ahí, a nuestro alcance (casa de la ilusión). El poeta busca, entonces, un sentido suspendido, digamos. Llamo un sentido suspendido a un momento particular del poema, cuando está, concretamente, en su estado de apariencia real de estar completo. Ese camino mágico, para decirlo de otro modo, que lleva de la espera a la celebración. Los pasos imaginarios que, nunca de modo lineal, van desde el primer estado de alerta o de espera de la poesía al “instante supremo en que salto o me pudro”, como bellamente escribió Juan Manuel Inchauspe.

[blockquote author=»» pull=»normal»]El arte, aunque se supone no forma parte de ese paisaje de angustia, puede hallar más cosas allí. En ese estado donde parece que todo se hunde en lo trágico, emerge, entonces, una especie de momento de calma. La poesía funciona como un espacio de vida y de belleza.[/blockquote]

3. Es la celebración y la espera, claro está, de la vivencia poética, de ese instante en que surge lo mágico que puede crear el lenguaje, misterio e ilusión, decía más arriba. Allí esta el nuevo comienzo. El poema “Resistencia” se hace eco de este acontecimiento que las palabras justamente recrean. El tema es el paisaje de la inundación y la percepción de la niña lectora. La literatura, el arte, es presentado como otra resistencia frente a la guerra que es la inundación (“sobrevivientes de un desastre secreto”). Construir un arca para llevar allí las palabras, que, a sus ojos, son las que dan su propia pelea en medio de esa verdadera contienda guerrera. El arte no vence la crecida del agua, pero alivia (“sostiene”, como se enuncia en “Basalto”). Nadie gana en una inundación. El arte, aunque se supone no forma parte de ese paisaje de angustia, puede hallar más cosas allí. En ese estado donde parece que todo se hunde en lo trágico, emerge, entonces, una especie de momento de calma. La poesía funciona como un espacio de vida y de belleza. El arte, entre otras cosas, puede ofrecernos cierto aire de bienestar. En “Oro de los locos”, concluye, “En la hermosura siempre hay un consuelo”. En síntesis, y vuelvo al poema “Resistencia”, el arte transforma el acontecimiento de la inundación en un espacio de aprendizaje de la vida, en cuanto mas allá de lo trágico del hecho, sin duda, una inundación lo es, se pueden vivir ciertamente otras cosas entrando en otra casa, la del arte.

Como santafesino, el tema, claro está, me toca afectivamente. Viví muchas en mi ciudad. Escribí algunos poemas también. Quizás un volumen realmente importante sobre este tema sea Por encima de los techos, de Roberto Malatesta. Como poeta-testigo evoca, bellamente, una de las inundaciones más memorables ocurridas a comienzos del siglo XXI. Los momentos de paz, los momentos de angustia y de tristeza, la solidaridad inmensa entra en tensión con los curiosos que solo van a ver el desastre. En efecto, en esta escena, aparece todo mezclado. El arte puebla sin duda los momentos de paz en medio de una catástrofe. Siempre tengo la sospecha que el poeta pesca allí sentidos que, a modo de amable fortaleza, siguen sosteniéndolo.

4. La poeta desea ver hasta dónde se puede llegar indagando en la percepción de escenas mínimas. Siempre parece que hay algo más detrás de un momento al parecer simple y cotidiano. En el poema “Eldorado”, puede leerse en esta línea: “Los pescadores tienen en esta escena/la apariencia de la inmovilidad que tiene el tiempo./ Como él, no es que estén dormidos, están/ alertas.” El símil funciona aquí como exploración más profunda de la vida. Hay una suerte de filosofía del pescador que el poeta intenta explorar. Mirar al pescador es mirar una apariencia de inmovilidad. Es como mirar el tiempo. En “Dunas”, aparece la misma idea. En apariencia la duna se mueve en algún momento, es lo que se cuenta, pero en lo cotidiano no se advierte ese movimiento de cambio. La poeta se aventura en esa búsqueda interior que se desborda hacia afuera. De alguna manera, el intento de percepción de un paisaje (duna, pescador), es un intento por captar algo más profundo: el cambio, el tiempo… Espero no caer en un punto ciego si hago notar esta suerte de búsqueda de algo de filosofía en el paisaje cotidiano. Estoy cada vez mas convencido que este tipo trabajo de percepción y de exploración son esenciales para la poesía.

“Van a volver al río mañana ya saben/que quien pertenece a la tierra es extranjero en esas aguas/y sólo trae de ellas la nostalgia, es decir, no trae nada/que no llevara consigo al embarcarse». Este bello final de «Eldorado», evoca aquello que Mario Luzi propone como posible mensaje de la labor poética. “El mensaje, si existe, viene desde más lejos que el mundo está maquinando dentro de sí: algo que es y deviene al mismo tiempo”.

5. En diciembre de 2018, en una entrevista publicada en Pagina 12, Masin sostiene que percibe a la infancia en varios sentidos. Al considerar uno de ellos, afirma, “veo la infancia como el inmenso territorio de libertad en el que abrevar a la hora de buscar una relación con los demás, con las cosas, con el lenguaje, que nos libere.” El lenguaje y la infancia son dos elementos destacados en la hermosa contratapa escrita por Carlos Battilana. “La niña-geóloga –señala el autor de Ramitas- procura descifrar las palabras talladas en piedra, casi indestructibles, aprendidas en los primeros años.”

La nostalgia lleva a la infancia. Nostalgia de provincia (la siesta y otras referencias), su viaje desde Chaco a Buenos Aires en 1990, el libro Geología publicado en momentos de crisis (2001 y reedición en el 2018, otra crisis). “Todas las cosas hermosas, al principio, son palabras”. En la mirada de Masin aparecen como decisivas, en cuanto construyen historias, evocan nostalgia…  Un mundo de vocablos siempre rodeando y atravesando la vida, dan una sensación superior, de elevación e inmensidad. Los ojos del poeta siempre están alertas, recorriendo los años en búsqueda de sentidos. “Las palabras, señala el poeta Seamus Heaney, son como puertas”, visto desde este ángulo interpretativo, “Jano es hasta cierto punto su divinidad, porque mira hacia atrás a una serie de raíces y asociaciones y hacia adelante buscando la clarificación de la comprensión y el sentido.”

6. La poeta se envuelve en cuentos de historias y de viajes imaginarios como una manta. Una vieja leyenda australiana donde puede sentir el poder y el misterio de una piedra inmensa. Lugar encantado, justamente, donde es posible confesar, “quise ser esa niña encerrada en una piedra”. O la sensación de seguridad que solo puede desprenderse de alguna sentencia, como que “ciertos libros dicen que los libros te roban el alma y dejan a cambio/un silencio perfecto, como un regalo”.

Si para los historiadores el “todo es ficción” de Ricardo Piglia entra en un terreno altamente resbaladizo y pantanoso, en los materiales literarios entra casi en una perfecta sintonía. Es el caso de algunos poemas de Geología. Justamente, como señalé en “Resistencia”, pero también en “Basalto”, donde las palabras son importantes: “las historias contadas una y otra vez (…) sostuvo la casa”.

[blockquote author=»» pull=»normal»]El poeta no es el testigo operante de recuerdos nuevos, sino el que fabrica recuerdos inventados, el que pretende intervenir en el pasado.[/blockquote]

En “Azufre” señala, “a veces pensaste en diseñar/un mapa deliberadamente errático, por la sola belleza/de extraviarte en dibujos que no llevan a ninguna parte./O tal vez para obligarte a permanecer en el mismo sitio/preparando para siempre una partida,/ tu propia vida el lugar donde aprender la palabra viaje./ Y concluye, “Lo tuyo es escribir la historia de ese viaje”. Lo que aquí se plantea es la visión de viaje imaginario como un espacio de aprendizaje. Justamente allí funcionan las palabras, las creadoras de historias.

En “Sequía”, la historia y el viaje imaginario tiene como actores principales a los trabajadores de la tierra, aquellos que pueblan la historia, el pasado de su propia tierra. La elección no es casual y mucho menos inocente. No son los grandes terratenientes, los hombres de poder que figuran en las páginas de la historia oficial. Allí aparece una historia y un viaje imaginario. El poeta no es el testigo operante de recuerdos nuevos, sino el que fabrica recuerdos inventados, el que pretende intervenir en el pasado. La historia, entonces, no es con la que toma contacto el historiador profesional, que trata de reconstruir una experiencia lejana en el tiempo. En este punto, el poeta, por el contrario, construye el sentido de una experiencia perdida en el pasado. Aquí el poeta parece cuestionar al historiador, en cuanto siempre hay zonas de la interpretación que se resisten a ser comprendidas: el deseo, las sensaciones que pueblan su cabeza…

“Te gustaba observar cómo los campesinos,/en tu tierra alejada de los puertos,/volvían de la cosecha cabizbajos, para no deslumbrarse/ con el resplandor del sol./ (…) Adivinabas en esos ojos la intensidad/del deseo de viajar hacia los climas fríos./Casi nadie se iba, sin embargo:/es temible el destino que el sol atesora/para quienes desertan./ Quisiste contar las historias de esos viajes/que nunca sucedieron…/ Y más adelante afirma, “hablar es ya haber partido…”. Las palabras, una vez más, son las que crean aquello que no fue y que solo existen por ellas. Otra vez el pasado, otra vez el viaje imaginario, entrando en la casa de las palabras

7. En la entrevista ya mencionada, se le pregunta a Masin sobre los distintos registros de su poesía, lírica, intima, política. “No hay distinción entre esos registros, contesta la poeta, pienso lo lírico como profundamente político”. Me siento hermanado con esta idea de percibir la poesía, pero también con otras cuestiones. Bien podría decirse que, con su lectura y su interpretación, el lector, de algún modo, completa el libro. En mi caso, Geología funciona como una suerte de espejo. También a comienzos de los años 90 fui a Buenos Aires desde Santa Fe, también publiqué mis primeros libros en esa coyuntura de crisis, delimitando zonas muy próximas a la nostalgia provincial (la siesta, la inundación…), sí, poesía lírica, poesía política, poesía intima.

Aquellos años 90 pesaban como hierro en el campo de la poesía para los poetas que se los asociaba con la poesía lírica. Para decirlo de modo simple, estaba mal vista y se la ridiculizaba. Ricardo Herrera, director en ese entonces de Hablar de poesía, publicaba a jóvenes de distinta tendencia, los líricos y los antilíricos (simplificando las cosas al máximo). En varias oportunidades me contó que lo hacia deliberadamente para mostrar, de alguna manera, los contrastes y, sobre todo, la falta de apertura de aquellos que, vestidos con sus trajes de antlíricos furiosos, se jactaban de abiertos y de pluralistas. En ese marco, escriben sus primeros libros Masin (pero también Battilana, Malatesta…). Hoy puedo decir que, pensando en Herrera, siento que me contó su estrategia puesta en obra en Hablar de poesía como si viera desde el futuro. Sentado ahora en el futuro de ese pasado, convengamos, que los pronosticadores del fin de la historia (como machacaban desde algunos sitios de poder), como los del fin de la poesía lírica se equivocaron. Mucho. Los trabajos de Masin son un hermoso botón de muestra.

 

 

Fabián Herrero

Fabián Herrero

Doctor en Historia e investigador del CONICET (UBA-Ravignani). Docente en UADER. Publicó más de diez libros de poesía e historia. Entre los últimos podemos destacar, "Quién no le tiró una piedrita al mundo" (Alción, 2020), "La luna tiembla en mi cuerpo de agua" (Barnacle, 2021), "Días como perros perdidos" (Barnacle, 2022), "La nube es una flor que arrancó sus raíces" (UNL, 2023) y "El Fraile Castañeda, ¿el “trompeta de la discordia”?" (Prometeo, 2020).