Se cumplieron 120 años del nacimiento de Amaro Villanueva, el intelectual entrerriano que –según José Aricó– colocaba en el centro de la escena el federalismo (y su negación) como uno de nuestros problemas fundamentales.
Esta nota es una reversión de la que escribí hace varios años, cuando me topé con que el gran José Aricó reivindicaba al entrerriano Amaro Villanueva, poco reconocido como intelectual, a veces relegado solo a la condición de escritor preocupado por cuestiones folklóricas, como el mate o el lunfardo. Aricó, fallecido en 1991, fue un pensador de enorme relevancia para quienes creemos que en nuestro país hace falta una gran fuerza política de izquierda democrática, ambiental, feminista y cooperativista, que exprese esos valores vigentes y presentes en enormes capas de la sociedad argentina, pero que no tienen representación política desde hace años y permanecen ausentes por completo en el panorama actual de la vida social e institucional del país.
Una reivindicación de Amaro Villanueva me tocaba no solo en la fibra del amor por el pago chico (ese destino irrevocable que tenemos en estos pagos y que inmortalizó Gerchunoff en su “Entre Ríos, mi país”). La enorme dimensión del polifacético Amaro –escritor entrerriano cuya obra comenzó a recobrar el reconocimiento que merece, gracias a la edición realizada por la UNER– incluye una faceta que quiero enfatizar: la densidad y vigencia del problema del federalismo en la vida política, económica y social de la Argentina.
José Aricó, uno de los más destacados teóricos de la izquierda democrática en nuestro país, realizó en uno de sus trabajos una ardiente reivindicación de Villanueva, a quien consideraba parte esencial de “un filón de pensamiento que hacía depender de un federalismo efectivo la posibilidad de constitución de una República verdaderamente democrática”. En efecto, Villanueva planteaba, en 1947, el problema del federalismo, como la cuestión de fondo de todos los demás problemas, “y sigue siéndolo en la actualidad”. Al decir de Aricó, de ese modo colocaba en el centro de la escena la negación de la sociedad argentina del debate de algunos de sus problemas fundamentales: federalismo, democracia, igualdad.
En su texto La cola del diablo: itinerario de Gramsci en América Latina, José Aricó incluyó algunos apéndices que contribuyen a conocer y analizar el flujo de ideas surgido en la Argentina a partir de los esfuerzos difusores de un módico pero persistente grupo de intelectuales tributarios de un temprano encandilamiento con el autor de “Cuadernos de la cárcel”, grupo del cual el propio Pancho Aricó fue mentor y figura central.
José Aricó, uno de los más destacados teóricos de la izquierda democrática en nuestro país, realizó en uno de sus trabajos una ardiente reivindicación de Villanueva, a quien consideraba parte esencial de “un filón de pensamiento que hacía depender de un federalismo efectivo la posibilidad de constitución de una República verdaderamente democrática”.
En el apéndice 3 de la obra mencionada, bajo el título “La aceptación de la herencia democrática”, Aricó refleja algunos de los debates que atravesaron al viejo Partido Comunista argentino, entre los que rescata –como testigo privilegiado desde su militancia– “las profundas diferencias (de Amaro Villanueva) con una visión de la historia nacional que despreciaba tradiciones que un modelo civilizatorio no popular pretendió extirpar aun con la violencia estatal”. Villanueva tuvo una militancia comunista de enorme compromiso, y en ella no estuvo exento de incomprensiones y desprecios que pueden establecer un paralelo interesante con los que padecieron otros hombres singulares para nuestra identidad, como lo fue Héctor Chavero, más conocido por su nombre artístico de Atahualpa Yupanqui.
Sostiene Aricó que las divergencias que Villanueva mantenía con la “historia oficial” del PC nunca se hicieron públicas (“por disciplina partidaria o por imposibilidad de manifestarse”), aunque rescata un episodio puntual relacionado con la crisis denominada “la desviación de Real”, en donde se expresa el desacuerdo de Amaro con la línea cultural predominante, aunque de un modo tangencial, tamizado con algún desprecio que también aparece como característico de las formas y estilo partidarios de la época.
Juan José Real, cuestionado por su cercanía al peronismo gobernante entre 1952 y 1953, y según la versión que dejó escrita Victorio Codovilla, habría “estallado en iras” contra Amaro Villanueva “por sus lloriqueos sobre los pobrecitos jóvenes que abandonan el campo y se vienen a ‘corromper’ a las fábricas de la ciudad”. Es interesante señalar que según esa referencia, Real identifica toda una corriente «en nuestra intelectualidad” (la intelectualidad “orgánica”) en la que incluye no sólo a Villanueva, sino también a Luis Gudiño Kramer y al también entrerriano y comunista Juan José Manauta, a los que les reprocha tomar “una bandera de la burguesía agraria”, una “bandera de la sociedad rural», una “bandera reaccionaria”. Para la visión esquemática del marxismo, no podía ser sino un factor de progreso que los jóvenes del campo migraran a la ciudad a insertarse en la producción industrial: ello aceleraría la formación de un proletariado moderno, capaz de constituirse en el anhelado sujeto revolucionario.
La incomprensión de aquel “lloriqueo” de Villanueva, Manauta et al., por parte de Real, tan lejano a la línea oficial de su partido en la valoración de otros aspectos de la realidad política argentina del momento, no es diferente en este caso de la que caracterizó por aquellos años al PC (y a la izquierda argentina en general), en relación con las inquietudes que atravesaban a muchos de sus integrantes, en especial –como apunta el propio Aricó– a aquellos intelectuales oriundos de provincias afectadas por “las características concretas de la evolución del capitalismo argentino que obedece a una lógica centralizadora que aniquila las economías regionales y anula los rasgos del federalismo argentino”.
¿Han perdido algo de vigencia estos debates, cuando la Argentina reciente ha pasado por lockouts patronales, disputas por renta sojera, Mesa de Enlace, “mea culpa” del kirchnerismo sobre su incomprensión del problema, debates eternos en la izquierda dura acerca de los sectores agrarios, nuevas discusiones sobre nuestro destino presunto (y promovido desde el gobierno actual) de granja porcina para China, y las viejas e irresueltas controversias sobre reforma agraria, propiedad de la tierra, tomas de terrenos, agricultura familiar, y con quién y cómo producir en el campo argentino?
“Un ensayista sagaz y excepcionalmente perceptivo de los fenómenos del mundo popular subalterno”. Con estas palabras se refiere José Aricó a Amaro Villanueva. “Su obra aún espera ser recogida”, añade. El autor de La cola del diablo cita un texto de don Amaro titulado “Federalismo y autonomía provinciales. En torno a una conferencia de Rodolfo Ghioldi”, en el que Villanueva aborda lo que considera –en 1947– un problema central “de nuestra tradición”, que no es “la falsa, supersticiosa y estática tradición de las clases oligárquicas, recibida de los imperialismos sin más patria que la ventaja y el rédito”, sino “la tradición pública, colectiva (…) creadora, liberadora y progresista” que entronca con el federalismo como problema irresuelto en la vida política nacional.
El texto de Villanueva aspira a darle mayor resonancia al enfoque de una conferencia de época de Ghioldi –entonces referencia intelectual insoslayable del PC– en relación a un problema que, paradójicamente, para aquella “lógica centralizadora del capitalismo argentino” pero también para la adhesión acrítica en clave “marxista” de las izquierdas a la hagiografía mitrista, ya había sido ampliamente resuelto mediante las armas enviadas en la década del 80 para concluir, “guerra de policía” mediante, los últimos alzamientos de las montoneras federales.
“Un ensayista sagaz y excepcionalmente perceptivo de los fenómenos del mundo popular subalterno”. Con estas palabras se refiere José Aricó a Amaro Villanueva. “Su obra aún espera ser recogida”, añade.
Ello le permite a Aricó decir que, a su modo, Villanueva ilumina sobre la persistencia de viejos males, pero también coloca en el centro de la escena la negación de la sociedad argentina del debate de algunos de sus problemas fundamentales. Y añade, casi medio siglo después: “¿Quiénes hoy, excepto unas poquísimas voces que claman en el desierto, estarían dispuestos a aceptar de verdad, y no por oportunistas razones de competencia política, que ‘el problema del federalismo no es un problema en sí, despegado de todas las cuestiones argentinas generales; fue siempre el problema que estaba en el fondo de todos los demás problemas, y sigue siéndolo en la actualidad’?”.
¿De qué otra cosa hablamos cuando hablamos de coparticipación? ¿De qué otro problema queremos huir cuando el país acaba de salir de una nueva zozobra causada por un reclamo salarial de la maldita Policía Bonaerense (la fuerza armada más grande del país), con un deus ex machina consistente en barajar y dar de nuevo un punto de coparticipación del distrito europeo de la Capital para destinarlo a la Provincia de Buenos Aires, que mantiene aun privilegios insólitos obtenidos cuando Ciudad y Provincia aun eran una sola, Rosas ya no estaba y era el mitrismo el que precisaba garantizar esa posición dominante para conducir de manera unitaria la ficcional república federal surgida de Caseros y de (ay) Pavón?
Quien crea que en el párrafo anterior se exagera, puede revisar las razones por las cuales hasta el día de hoy el Banco de la Provincia de Buenos Aires (Bapro) no paga IVA, como sí pagan todas las demás entidades bancarias oficiales y privadas: de acuerdo a una resolución de la Corte Suprema la causa de la exención es el Pacto de San José de Flores, celebrado el 11 de noviembre de 1859. No es broma: acá tiene el link.
La falta de reconocimiento a Amaro Villanueva, concluye Aricó, no puede ser un puro resultado del azar. Como no lo es que la cultura argentina haya arrinconado “en el rincón de los trastos viejos a todo un filón de pensamiento que hacía depender de un federalismo efectivo la posibilidad de constitución de una República verdaderamente democrática”.
Cada uno podrá hacer aquí su lista, pero dentro de ese filón me interesa destacar el amplísimo abanico que se inicia con Artigas y el Congreso de los Pueblos Libres realizado en 1815 en Concepción del Uruguay, hasta la revitalizada denuncia de la promesa incumplida del federalismo en la Constitución Nacional, que se reanima cada (más o menos) diez años. Si no es una disputa por rentas agrarias, es por sueldos policiales. Pero siempre reaparece.
En el medio de ambos extremos temporales reclaman su lugar el Alberdi de las “Bases” que se opusiera a la capitalización de Buenos Aires, o el mismo Alberdi al afirmar que se reemplazó la dominación de la colonia por la de Buenos Aires; el Alejo Peyret que denunciara los males del unitarismo entronizado sobre la base de la destrucción de las autonomías provinciales; el Leandro Alem de la “profecía” del año 1880, en el debate sobre la federalización de Buenos Aires; el Ezequiel Martínez Estrada creador de la metáfora de la cabeza de Goliat, y más recientemente constitucionalistas como Antonio María Hernández que se refieren al “pacto incumplido desde 1860”, o el historiador Félix Luna, que en su libro “Buenos Aires y el país” (1982), llegó sostener que éste es un problema estructural no resuelto que atraviesa toda nuestra historia. Lo cierto es que el federalismo plasmado en las cláusulas constitucionales sigue siendo una aspiración nunca concretada.
La falta de reconocimiento a Amaro Villanueva, concluye Aricó, no puede ser un puro resultado del azar. Como no lo es que la cultura argentina haya arrinconado “en el rincón de los trastos viejos a todo un filón de pensamiento que hacía depender de un federalismo efectivo la posibilidad de constitución de una República verdaderamente democrática”.
Aricó habla, en relación a la sordera que encontró Villanueva ante sus planteos, de la “insensibilidad de la sociedad argentina ante sus problemas fundamentales”. ¿Algo de ese diagnóstico se ha modificado? Es difícil saberlo. Por ejemplo, podría pensarse que no todo fue pérdida en el irracional conflicto entre el Gobierno Nacional y esa masa heterogénea a la que algunos quieren homogeneizar con el rótulo de “el campo”, conflicto originado por unas rentas extraordinarias que en esos primeros meses de 2008 parecía razonable prever y que luego se volatilizaron, dejando a los sectores en pugna malheridos, con menos fondos de lo que preveían y en una situación de crispación sobreactuada. Entre los aspectos positivos de ese conflicto, muchos redescubrieron que somos un país federal, o al menos eso dice la Constitución Nacional, y comenzó a hablarse nuevamente de temas que parecían enterrados junto con las lanzas de Artigas, Ramírez y López o con el gauchaje anacrónico finisecular de López Jordán; cuestiones tales como la disputa por la coparticipación o el inadmisible centralismo que impera en la práctica en estas Provincias Unidas del Río de la Plata –otro nombre oficial de nuestro país, según la Constitución–.
No hay mal que por bien no venga. Pero la excitación duró poco. Y debieron pasar otros doce años para que se volviera a hablar en público del tema, y (juro que es la última vez que lo menciono) a raíz de un conflicto salarial de la Bonaerense y de la inquietante imagen de efectivos policiales armados manifestando en torno de la Quinta de Olivos.
¿Pasarán otros diez, doce años, para volver a hablar de coparticipación y federalismo?
——–
La recuperación de don Amaro Villanueva, junto a esos otros intelectuales que pensaron una República de iguales, constituye una labor impostergable para quienes entienden a las letras, las artes y el pensamiento como indisolubles del compromiso espacio-temporal. En ese sentido, este aporte que dejara escrito ese grande intelectual argentino que fuera Pancho Aricó, abre la puerta para habilitar los reconocimientos que merece la obra del autor de “El ombú y la civilización” y para retomar, como mejor y más digno homenaje, los problemas que planteara como fundamentales: federalismo, democracia e igualdad.
*Ilustración: Amaro Villanueva x ACO