La crisis económica producto de la pandemia no es la única explicación de la llegada de la extrema derecha al gobierno italiano. Las banderas de la identidad como esperanza ante el hartazgo, permitieron construir un escenario de estabilidad conservadora. La larga historia de la crisis y futuros acuerdos para la centroizquierda.
Giorgia Meloni será la primera y próxima Primera Ministra de Italia. La coalición de derechas que lidera con su partido Fratelli d’Italia, llegará al poder y promete algo de estabilidad frente a la crisis europea y global. Matteo Salvini, de la Lega y Berlusconi, de Forza Italia, serán sus socios. Son dirigentes que tienen aspiraciones futuras y que competirán por un espacio que hasta ahora logró liderar Fratelli d´Italia.
Este espacio de derechas reunió un 43% de los votos y controlarán las cámaras de diputados y senadores. Si logran exorcizar la dinámica italiana que “canibaliza” la estabilidad política y sus primeros ministros Meloni podrá romper récords en la permanencia en el poder.
¿Sólo la crisis explica la llegada del populismo? ¿Se puede hablar de arribos del populismo o de derechas radicales con solo pensar en los efectos de una crisis económica?
No solo debe observarse el tenor de las crisis económica en las vidas cotidianas, también la imposibilidad de las clases políticas de interpelar esas esperanzas, zonas grises y contradictorias de los deseos sociales, la incertidumbre vinculada a no seguridades estatales o públicas, los resentimientos provocados por políticas, inclusive progresistas, que se leen como “injustas” por parte de una parte de la población.
Nada de esto puede estar fuera de aquello que sucede en las subjetividades y en sus reformulaciones a partir de su interacción con la revolución tecnológica, las precariedades laborales, la virtualización de la vida, etc.
Meloni representa el malestar
El crecimiento de Fratelli d´Italia es significativo. Se fundó en 2012 y en su primera participación electoral, en 2013, logró un 2% de los votos.
Sus socios, en camino inverso, son parte de una merma en el caudal de votos. Meloni se quedó con varios territorios: la Presidencia del Consejo de Ministros y una hegemonía entre las derechas. También se quedó con dos marcas: llevar al espacio de centro derecha, que en 2018 había reunido un 37% de los votos, a un actual 43% y ser una mujer que no proviene de las izquierdas (teniendo en cuenta su rol significativo en las izquierdas).
Pero en 2018 las derechas tomaron caminos separados y eso tuvo sus consecuencias, principalmente, para Salvini quien había cosechado una adhesión de más del 17% y en las últimas elecciones tuvo que conformarse con 8.4%. “Il Capitano” no pudo mantenerse.
Igual destino tuvo Berlusconi quien en cuatro años descendió de un 14% a un 8%. Meloni se quedó con las pérdidas de sus socios y logró algo más. Ella no había pactado con nadie como lo hicieron sus socios.
Giorgia Meloni representa el malestar de vastos sectores ciudadanos que han observado que los espacios políticos gravitantes desde 2013 no pudieron resolver expectativas sociales y económicas. Ese año fue un momento de quiebre y de esperanza en futuros cambios ya que se quiebra la bipolaridad centroderecha vs centroizquierda. Aparecen con fuerza el Movimento 5 Stelle y se afirma la Lega como espacio nacional.
Los impactos económicos de la pandemia orientaron a la ciudadanía a optar por expresiones que tienen en su menú un lugar simbólico de disputa central la identidad italiana, donde el núcleo es heterosexual y católica.
La crisis de la pandemia con su fuerza trágica en el Norte (territorios donde gana Fratelli d´Italia) y sus impactos económicos orientaron a la ciudadanía a optar por expresiones que tienen en su menú un lugar simbólico de disputa central la identidad italiana, donde el núcleo es heterosexual y católica.
La amenaza a esta identidad por el llamado “lobby gay” y la migración africana y asiática (principalmente) fue conectada por Giorgia Meloni, con las crisis que la política había introducido en la sociedad italiana. No solo no gestionaron las convulsiones económicas y políticas sino que pusieron en duda lo “único que tenemos” y “no nos lo van a sacar”.
La idea de la identidad o conciencia no es nueva, ya la Democrazia Cristiana (o un sector de ésta), apelaba a ella cuando se discutió en 1978 la despenalización del aborto (quien es por conciencia cristiana o cristiano, sabrá que hacer ante un embarazo). Hay algo de esta reivindicación que se mantiene y resignifica hasta hoy. En la actualidad esta asume un lugar preponderante, como algo que se encuentra asediado.
A la fatiga de una crisis de décadas y de espacios políticos que no logran morigerar los efectos de los sucesos actuales (impacto de la guerra en Ucrania) se encontró un punto de clivaje donde hay un subsuelo simbólico no movible: seguro. Fratelli d´Italia en manos de Giorgia Meloni, insiste en que los avances en los derechos LGTBQ+, en una mirada compasiva sobre los migrantes y en que los subsidios sociales ponen en duda la “identidad italiana”.
El discurso “yo soy Giorgia”, “soy una mujer”, “soy una madre”, “soy cristiana”, coloca el acento en otros territorios poco visitados con fuerza por la política italiana estos años.
La izquierda no pudo suturar la desilución y la fatiga
Salvini había intentado construir ese lugar pero su vínculo en 2018 con el M5S y su participación en el poder le restaron apoyos de la ciudadanía.
Mientras, Enrico Letta del Partito Democratico (PD) colocó su acento en el límite a los populismos y en vincular a Meloni con Putin, perdió de vista el impacto que la pandemia, las transformaciones actuales y la guerra de Ucrania habían provocado en las vidas cotidianas. No pudo suturar la desilusión y la fatiga ciudadana.
Para muchos y muchas votantes los avances que reivindicaba el PD fueron políticas que ponían en duda el mundo privado e identitario de las personas. Lo que era una avance fue presentado como intervención, como intromisión. Giorgia Meloni se mantuvo en su lugar identitario, no pactó con el PD (como Forza Italia y la Lega) ni con el M5S (como Salvini). Fue condecorada electoralmente por no participar en el Gobierno de Mario Draghi (que fue apoyado por Salvini), ni de provocar su caída.
El PD de tanto insistir en los avances sociales dejó fuera una porción ciudadana que no le interesan estas conquistas, que lo ve como algo injusto e inclusive, como algo impuesto.
El PD de tanto insistir en los avances sociales dejó fuera una porción ciudadana que no le interesan estas conquistas, que lo ve como algo injusto e inclusive, como algo impuesto.
Letta era el “lobby progresista” que había que derrotar. Meloni de manera audaz se propuso restituir la “identidad”.
Mientras Letta se identificaba con Nelson Mandela y Lech Wallesa, Giorgia pasaba a retiro a Mussolini y se concentraba en un punto “visible” por muchos y muchas: la identidad italiana en peligro. La próxima Primera Ministra hizo de valores tradicionales reivindicaciones audaces adaptadas a los lenguajes de las redes sociales. Inclusive el recurso de lo incorrecto o de la burla fueron explotados para tironear una “risa” en los y las jóvenes. En momentos de turbulencias subjetivas la tríada «Dios, patria, familia» ofrece una forma de integración social (con propuestas jerárquicas, discriminatorias, etc) pero un modelo de integración al fin a diferencia de otros espacios.
El PD que fue el gran derrotado en esta elecciones, ya que el M5S pese a romper el gobierno de Draghi logró un no despreciable 16%, no pudo superar el 20% que lo persigue de las últimas elecciones y ha sufrido electoralmente por una desconexión simbólica y empática con los y las votantes.
Meloni le propone a las izquierdas un lugar por donde entrar y comprender la adhesión política en estos momentos convulsos e inciertos. Este será el año donde el progresismo deberá relocalizar su mirada en los flujos subjetivos y del deceso actual. Sino, su desconexión puede ser mayor
Historia de la crisis
La crisis italiana no comenzó en los últimos años. Sólo se agravó.
A principios de los noventa podríamos establecer un punto de partida de una convulsión e inestabilidad que persiste hasta hoy. Uno de los grandes sucesos fue la disolución del Partido Comunista en 1991 como coletazo de la caída de la URSS y su escisión en dos espacios: Partito Democratico della Sinistra (PDSI) y Refondazione Comunista, que redefinen las izquierdas. El otro, la caída de la Democrazia Cristiana, el gran partido hegemónico que desde 1948 había organizado la política de ese país. Los asesinatos de los jueces anti mafia Giovanni Falcone y Paolo Borselino van a provocar un tsunami en la política nacional. El gobierno elegido ese año también caería por graves denuncias de corrupción. La Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el Partido Liberal se encaminaron a su disolución.
En 1992 es el año en que Lega Nord de Umberto Bossi participa en las elecciones y logra un importante apoyo electoral, fundamentalmente, del Norte. Un discurso anticentralista, de ataque al Sur y con pretensiones independentistas lo llevan a colocarse como viceprimer ministro. A su vez, aparecen otras formaciones por derecha: Forza Italia y Alenza Nazionale en coalición con el Movimento Sociale Italiano. Italia entra a la recién fundada Unión Europea con una crisis politica y económica bajo el brazo. Marca que legitimara miradas euro escépticas.
Entre 1992 y 1993 se rediseña el sistema político.
En 1994 llega al poder Berlusconi e integra a su gobierno al Movimento Sociale Italiano, a la Lega y la Alenza Nazionale.
El camino de la centroizquierda
Dos años después llega la centroizquierda al poder y en el sistema político se instalaría una competencia binaria entre centroderecha y centroizquierda que se mantendrá hasta 2013, cuando hubo grandes redefiniciones. Tres conglomerados políticos desbaratan la lucha bipolar entre centroderechas y centroizquierdas.
El impacto de la crisis internacional abierta por la caída de Lehman Brothers (2009), la rigidez presupuestaria de la Unión Europea y la crisis de las deudas, marcan la dificultad de los oficialismos italianos para gestionar la relación entre democracia y expectativas sociales. Grecia tiene su crisis de deuda en 2010 y España pide rescate en 2012 a sus socios europeos.
El impacto de la crisis internacional abierta por la caída de Lehman Brothers (2009), la rigidez presupuestaria de la Unión Europea y la crisis de las deudas, marcan la dificultad de los oficialismos italianos para gestionar la relación entre democracia y expectativas sociales.
En 2013 la desilusión y hartazgo en la política será importante. El Movimento 5 Stelle (fundado en 2009) expresando una crítica a la clase política obtiene un 25% de los votos, el mismo porcentaje que logra el Partito Democratico. Un movimiento “fuori destra e sinistra” logra ubicarse entre las grandes preferencias.
El Partido Democratico que llega al poder con Enrico Letta y logra una provisoria y fallida estabilidad con un sector político que se separa de Forza Italia. Luego lo sucedería Matteo Renzi (2014) que intenta plantear una renovación del PD asumiendo un escenario político novedoso. Como parte de esta estrategia busca ajustar cuentas con los viejos dirigentes del PD. Gobernará con apoyo de Berlusconi (Pacto del Nazareno). Ambos habían diseñado una propuesta de reforma constitucional para intentar reducir la inestabilidad, afirmar la figura del poder ejecutivo y frenar la llegada de partidos como el M5S.
Enrico Letta estaría signado por las posiciones de la centroderecha y por su época, Meloni nueve años después haría lo propio con él. Meloni también es “hija” del 2013, Fratelli d´Italia provendria de una excision de Aleanza Nazionale y se prueba en la escena electoral.
Cambio generacional
Matteo Renzi (Partito Democratico) de alguna manera marcó un cambio generacional en la política italiana. A los 39 años (2014-2016) se convertiría en el Primer Ministro más joven de la historia. Luego, vinieron otros dirigentes: Salvini (Lega), Di Maio (M5S) y ahora Meloni (FDI). La política italiana está hecha de apariciones de nuevas figuras que la dinámica política y estatal somete a un gran estrés. No tienen piedad por sus propios líderes y lideresas.
Renzi durante su gobierno observaría la llegada de Syriza (2015) al poder en Grecia, augurando que en Europa nuevas expresiones comenzaban a ganar territorio.
Las políticas de austeridad criticadas por fuertes movimientos políticos en Europa y en Italia, como las políticas migratorias, van a orientar el voto en 2018. Quienes habían pactado anteriormente, PD y Forza Italia, caen. El signo de los pactos entre propuestas ideológicas divergentes les sale caro a la política y a los actores que acuerdan. Lo mismo le sucederá a la Lega con su pacto con M5S y con el gobierno técnico de Draghi.
El acuerdo de 2018 es entre M5S y la Lega. Luigi Di Maio y Matteo Salvini aparecían como la renovación y el cambio de la política y con ellos la llegada como primer ministro de Giuseppe Conte. El acuerdo duró poco, el M5S entendía que perdía circunscripciones electorales y las críticas internas a Di Maio impulsaron una ruptura con la Lega. La economía no despuntaba y la recesión se hacía fuerte en el país. La Lega, que tenía gran intención de voto, decidió un voto de censura y obligó al M5S a pactar con el PD un nuevo gobierno de Conte (2019-2021). Renzi entiende que esta es la mejor estrategia para limitar la llegada de Salvini al poder. En 2019 se separó del PD y formó Italia Viva.
Impactos de la pandemia
El coronavirus agregó mayor incertidumbre, padecimiento social e inestabilidad a la política italiana. Pero se produjo una novedad. La Unión Europea dispondría de un fondo de 750.000 millones de euros para asistencia a los países europeos. Italia fue el país que más dinero recibió. La posibilidad de expandir el gasto no pudo resolver las tensiones políticas. El PD logró aumentar sus votos y sus apoyos en diversas regiones de Italia y Salvini se vio afectado. También se vio beneficiado en 2020 por recortar la cantidad de diputados y senadores, lo que modificó artículos de las constitución de 1948.
Renzi como líder de Italia Viva retiró el apoyo a Conte, que cayó. La discusión sobre los fondos europeos había sido uno de los detonantes. Renzi se quedó sin fondos y sin gobierno donde operar.
La recuperación de las derechas les abre la posibilidad de establecer, con esa mayoría lograda, un campo político que persista en el tiempo.
La renuncia de Conte empujó a la llegada del gobierno técnico de Mario Draghi. Éste a diferencia del gobierno de Monti, tenía un gran fondo europeo para distribuir y consolidar su posición política. Quién no apoyaría la llegada de Draghi fue Meloni, pero recibió el respaldo de M5S, PD, Lega. Todos entraron con problemas al gobierno y la factura política la experimentaron en las elecciones de 2022. El M5S retiró su apoyo y Draghi cayó. Esto le valió acentuar su pérdida de votos al PD (no superar el 20%) y a la Lega a reducir su caudal electoral a menos de un 10%. El 2022 no era el 2018.
Fratelli d´Italia sale beneficiada frente a aquellos que hicieron caer a Draghi y frente a quienes participaron en su gobierno.
La recuperación de las derechas les abre la posibilidad de establecer, con esa mayoría lograda, un campo político que persista en el tiempo.
Se abre también la probabilidad de futuros acuerdos entre PD y M5S respecto a afirmarse en sus singularidades frente Europa, que deberá lidiar con el fin de la guerra en Ucrania y a cómo gestionar sus fondos en una comunidad que no saldrá ilesa.