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Querido Pablo

por | Nov 22, 2022 | Cultura

Pablo Milanés falleció a los 79 años en Madrid. Miembro destacado de aquella «nueva trova cubana» y cantautor comprometido, sus canciones serán su legado imperecedero.
Pablo Milanés en el escenario, como tantas veces.

Pobre del cantor de nuestros días, que no arriesgue su cuerda por no arriesgar su vida”, cantaba Pablo Milanés. Y vaya si arriesgó. Fue un revolucionario irredento e inconformista, un hombre de causas y sin ataduras. Su salud, delicada desde hace décadas, finalmente pudo con él y a los 79 años falleció en Madrid, su hogar lejos de su amada isla.

Solía cantar sentado, como su adorada Mercedes Sosa, leyendo las letras de las canciones, casi sin moverse. Y, sin embargo, sus actuaciones eran conmovedoras. No hacía falta más que su voz, inconmovible a pesar de los años y los avatares. La emoción salía de sus entrañas, de esa musicalidad infatigable. Pero esa voz tan entrañable se apagó. “El tiempo, el implacable, el que pasó, solo una huella triste nos dejó”.

Miembro destacado de la eternamente “nueva” trova cubana, fue un cantautor renuente a los eufemismos. Sin afección a la metáfora onírica o a la poesía rebuscada, Pablo Milanés decía las cosas sin dobleces. Sus canciones políticas hablaban de luchas, sus canciones románticas hablaban de dolor, su poesía era un arma para decir lo que quería. “La vida no vale nada si no es para perecer porque otros puedan tener lo que uno disfruta y ama”.

Solista gregario, fue hermano de sus amigos. Su voz cálida maridaba perfectamente con los dúos más insólitos e inesperados, como si se hubiera preparado toda la vida para cantar con su compañero circunstancial. Sus duetos fueron memorables: Silvio Rodríguez, Víctor Manuel Chucho Valdez y su hija Haydeé, con quienes compartió discos y giras; los argentinos Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Fito Páez, León Gieco, Charly García, Alberto Cortez y un largo etcétera; los brasileños Gal Costa, Milton Nascimento, Chico Buarque, Caetano Veloso y muchos otros; los españoles Luis Eduardo Aute, Joan Manuel Serrat, Amaya Uranga, Caco Senante, Ana Belén, Joaquín Sabina, Rozalén, Andrés Suárez y decenas más. La lista es infinita como lo era su calidez. No casualmente ambos discos que le hicieron en homenaje tuvieron un calificativo común: “querido”. “Hoy quise estar contigo amigo, y la dura realidad destruyó el dulce sueño que forjamos tú y yo, tal vez mañana haya otra suerte. Ojalá”.

Miembro destacado de la eternamente “nueva” trova cubana, fue un cantautor renuente a los eufemismos. Sin afección a la metáfora onírica o a la poesía rebuscada, Pablo Milanés decía las cosas sin dobleces.

Voz de la hermandad latinoamericana y de las causas justas, no solo rindió homenaje a su amada Cuba donde, al fin y al cabo, quería quedarse. Cantó a Puerto Rico, a Nicaragua y, quizá en una de sus piezas más memorables, a Chile. El concierto que dio junto a Silvio Rodríguez arropado por muchos amigos en 1984 en Argentina (y luego publicado como disco doble) fue un símbolo de la democracia que nacía de las penas y la muerte que las dictaduras habían sembrado. “Yo pisaré las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada, y en una hermosa plaza liberada, me detendré a llorar por los ausentes».

Pablo defendió y criticó a la revolución cubana, pero no fueron sus convicciones, sino los matices, los que cambiaron. Como lo recordó Silvio Rodríguez, con el que estuvo distanciado política y artísticamente por décadas: “Pablo siempre fue crítico. Él pasó cosas muy duras y aun así se sumó a la Revolución. Lo quiero y lo respeto mucho. No me es cómodo hablar de Pablo en estas circunstancias. Lo que sí puedo decir es que es un gran artista y es una persona que ha sentido, sufrido y luchado por Cuba. Mucho. Lo ha hecho, claro que sí”. Libre e inconformista, comprometido y crítico, aferrado al futuro y no anquilosado en el pasado: “me sumo a tu locura callejera, a tu inconformidad con lo ya hecho, y siempre igual que tú pondré mi pecho, para tomar el rumbo que tú llevas”.

La muerte es inevitable y, dicen, lo primero que se olvida es la voz de aquellos a los que extrañamos tanto. Pero hay voces inolvidables, que perduran y que, por suerte, han quedado grabadas. Voces que nos hablan de un tiempo que ya no es, porque los años pasan, pero que nos acompañan. Pablo Milanés seguirá cantando mientras haya alguna injusticia, mientras alguien sufra la ausencia, mientras alguien quiera cantar al amor con palabras prestadas. En fin, Pablo cantará mientras lo recordemos, mientras sus melodías nos sigan hablando como aquella vez. Hasta siempre, querido Pablo.

Fernando Manuel Suárez

Fernando Manuel Suárez

Profesor en Historia (UNMdP) y Magíster en Ciencias Sociales (UNLP). Es docente de la UBA. Compilador de "Socialismo y Democracia" (EUDEM, 2015) y autor de "Un nuevo partido para el viejo socialismo" (UNGS-UNLP-UNM, 2021). Es jefe de redacción de La Vanguardia.