Inscripto en el nuevo materialismo, Manuel DeLanda se propone revolucionar la teoría social y sus categorías. Su obra: abigarrada, compleja, incómoda, es analizada por Tomás Carrozza para La Vanguardia.
DELANDA: ANTROPOCENO Y NUEVO MATERIALISMO
Manuel DeLanda es un autor de origen mexicano, ante todo, inclasificable: escritor, artista, programador, cineasta, ensayista, filósofo. Su obra, tan prolífica como diversa, se ha publicado en su mayoría en inglés. Tras la edición en español de Mil años de historia no lineal (1997), la muy interesante editorial Tinta Limón ha decidido dar a conocer Teoría de los ensamblajes y la complejidad social en 2022. Ciertas reseñas (o comentarios “críticos”), como la que aquí proponemos, requieren un tiempo de reflexión respecto de la obra escogida y este es el caso por antonomasia. El autor nos invita una reflexión lúcida e innovadora respecto de cómo pensar la organización social, pero en una obra cuya densidad y recodos requiere algunas aclaraciones previas.
Esta obra, es posible ubicarla en los denominados “nuevos materialismos” encarnada en autores como Harman, Meillassoux, Morton, entre otros. Así, es central situarnos en un espacio en donde todas las entidades tienen influencia en el desempeño de nuestras sociedades. Las “ontologías planas” privilegian un enfoque donde nociones clásicas como “naturaleza” y “cultura” se disuelven y en donde desde distintas perspectivas se requiere pensar que no existe mundo posible sin la participación de lo humano y no-humano.
Estos análisis, vienen a contribuir con elementos en dos planos. Por un lado, situarse en un espacio diferente al posmodernismo (aunque en muchos casos se los sitúe en forma similar) y generar elementos que permitan análisis estrictos pero novedosos. Esto no implica que no estén exentos de tensiones o controversias y, en muchos casos, se emparenten al ya afamado “affaire Sokal”. Por otra parte, parten de una emergencia y una premisa sumamente clara: más allá de los avances concretos del conocimiento científico-técnico y su innegable aporte a la mejora de las condiciones de vida, existen un conjunto de elementos que requieren ser repensados tanto a nivel del papel que ha tenido ese conocimiento en las relaciones de poder globales, su aporte a las problemáticas de la explotación de recursos naturales y, sobre todo, las limitaciones de la llamada “interdisciplina”.
En este sentido, entre las cuestiones que emergen en el contexto de estos análisis es la noción de antropoceno. Esto es, un nuevo periodo geológico definido por el impacto de las actividades humanas sobre la superficie terrestre y con diagnósticos en extremo negativo sobre el futuro de las sociedades en nuestro planeta. Esta era tiene como principal impulso los procesos de extracción de materias primas y recursos naturales los que, aunque en una versión renovada, replican los esquemas centro-periferias desarrollado hace décadas por las teorías económicas.
Más allá de los avances concretos del conocimiento científico-técnico y su innegable aporte a la mejora de las condiciones de vida, existen un conjunto de elementos que requieren ser repensados tanto a nivel del papel que ha tenido ese conocimiento en las relaciones de poder globales, su aporte a las problemáticas de la explotación de recursos naturales y, sobre todo, las limitaciones de la llamada “interdisciplina”.
Cada proceso requiere la generación de una base cognitiva que permita su despliegue y, en este caso, una parte importante de los sistemas de generación de conocimiento juegan un papel central en profundizar estos procesos. Así, como fue tratado hace tiempo en esta misma revista, las preguntas sobre los conocimientos necesarios para los diferentes modelos desarrollo sigue vigente. Existen numerosos ejemplos, igualmente, de búsquedas de alternativas y discusiones serias sobre modelos alternativos en numerosos campos de conocimiento, así como también en las instituciones que dirigen las políticas de Ciencia y Tecnología.
La otra dimensión, derivada de las previas, es el papel del “inter” y “transdisciplinar”. Ambas cuestiones, propuestas desde hace tiempo como la forma en la que se deben pensar la producción de conocimientos se asocia hoy en día más a eslóganes y falsas articulaciones que a la emergencia de nuevas formas de conocimiento y diálogo real entre los diferentes campos disciplinares. Así, en este contexto, varios autores plantean no solo críticas sino modelos alternativos concretos para pensar, no solo los problemas, sino algunas posibles soluciones. Como ha referido Bruno Latour (uno de los impulsores de estas discusiones) no se trata de negar la validez del conocimiento y actual o pensar en lógicas “seudocientíficas”, sino en comprender como reformular las bases de producción desde otras miradas igualmente robustas.
Sobre todo el conjunto de discusiones y las numerosas propuestas existe una parte de estos autores que hacen hincapié sobre todo ese conjunto de entendidas denominadas “no-humanas”. Las que, inicialmente, son aquellas sobre las que la ciencia y técnica “moderna” trabaja. Numerosos interrogantes son planteados sobre el papel de éstas en el desarrollo de las sociedades, el tipo de articulación que habido con las mismas, sus capacidades de “agencia”, entre otras cuestiones.
PENSAR LOS ENSAMBLAJES DE LO SOCIAL
En este sentido Manuel DeLanda, en su obra Mil años de historia no lineal (Gedisa, 1997) nos acerca una aproximación novedosa respecto de las formas de comprensión de estos objetos. Las escalas temporales tienen un papel central en “descentrar” a lo humano como forma principal de entender los fenómenos. Como el autor desarrolla a lo largo del libro, pensar las escalas temporales de otros objetos (como rocas o microbios) da lugar a perspectivas que permiten entender el papel de estos objetos en el desarrollo de las sociedades.
Así, este mismo autor nos explica que los ensamblajes son una forma teórica para pensar las organizaciones social desde un lugar en el cual lo humano y no-humano juegan el mismo papel. Fuera de cualquier relativismo y/o constructivismo, DeLanda nos invita a pensar las formas de organización social desde una visión netamente materialista. Cada momento histórico puede ser visto como un “ensamblaje” de elementos, el cual posee un conjunto de características particulares que son propias de tales ensamblajes también como elementos. Desde este punto de partida, los ensamblajes son múltiples y así los va definiendo a lo largo de su obra: comunidades, gobiernos, ciudades, países son pasibles de ser pensados como este tipo de articulación y, al igual que cualquier otra estructura, los mismos presentan características propias.
Cada ensamble puede ser entendido como señala Karla Castillo Villapudua desde una condición “histórica, multiescalar y contingente”. De este modo, en nuestras sociedades, en su historia, conformación y continuación la interacción entre estos ensamblajes de múltiples entidades humanas y no-humanas dan lugar a pensar el funcionamiento de las mismas. Pero, como también explica en su obra el autor hay cuestiones que no pueden ser explicadas desde las partes al todo. Esta teoría se basa en entender la existencia de la “exterioridad de las relaciones entre las partes y la emergencia de las propiedades del todo”.
La apuesta de este autor es la de forjar nuevos conceptos, poniendo en cuestión las divisiones disciplinares que, en parte, han sido las responsables de dicha ausencia de teorías acordes a un planeta en una crisis socioecológica de magnitud absoluta. DeLanda se propone combinar posturas históricamente irreconciliables, donde Bunge y Deleuze parecen arribar a un espacio en común.
Observar las sociedades, sus trayectorias y sus ontologías como ensamblajes múltiples los cuales a partir de la territorialización y codificación permiten ir generando las diversas estructuras con identidades propias.
¿Cómo pensar la teoría después de la teoría? Podría ser la pregunta que se propone responder Manuel DeLanda en Teoría de los ensamblajes y la complejidad social. La obra de este filosofo se produce en momentos donde la teoría social se encuentra en momentos de constante tensión, donde la necesidad de conceptos que puedan dar una explicación clara de la realidad (y las herramientas para resolver sus problemas subyacentes) es cada vez más urgente.
La apuesta de este autor es la de forjar nuevos conceptos, poniendo en cuestión las divisiones disciplinares que, en parte, han sido las responsables de dicha ausencia de teorías acordes a un planeta en una crisis socioecológica de magnitud absoluta. DeLanda se propone combinar posturas históricamente irreconciliables, donde Bunge y Deleuze parecen arribar a un espacio en común.
Este libro nos pone en un espacio de incomodidad, no sólo desde la construcción de nuevos conceptos teóricos donde lo “viejo” y lo “nuevo” parecen articularse virtuosamente, sino como un mensaje al interior de muchas de nuestras instituciones de Ciencia y Técnica donde la interdisciplina y transdisciplina son más figuras retóricas que formas de generar conocimientos que permitan dar respuestas claras a la “crisis antropocéntrica” que nos toca vivir.