La segunda película de Lukas Dhont revolucionó el Festival de Cannes y estuvo nominada al Oscar. Una obra conmovedora que hace imposible cualquier reseña objetiva. El bullying, la ruptura de la infancia, el trauma y el amor nos interpelan. Excepcional.
No intentaré escribir una reseña crítica de Close. Tengo motivos personalísimos que me impiden tomar la debida distancia de esta película. Seguramente a muchos espectadores les haya pasado lo que me sucedió a mí, porque Close es una película que nos enfrenta con la experiencia más íntima y subjetiva que puede tener una persona: la del dolor.
Es imposible no empatizar con todos y cada uno de los personajes de Close. Es imposible olvidar nuestras experiencias de vida ni bien comenzamos a acompañar a Léo y Rémi en esos días radiantes de final de verano y en los primeros días incómodos del inicio de la escuela secundaria. Todos hemos pasado por eso. De repente dejamos de ser niños y nos transformamos en otra cosa. Los juegos imaginarios, las escondidas, las carreras entre compinches son reemplazados bruscamente por otra realidad. El juego es, de ahora en más, algo serio, los actos de los otros, la mirada de los demás, pasan a ser determinantes.
El primer día de clase, Léo y Rémi, que son amigos inseparables, están junto a un grupo de niños de su edad y una chica les pregunta si son pareja, si son novios. Léo se defiende con ahínco, Rémi deja que su amigo hable. La sexualización de esa amistad idílica desbarata algo entre los dos chicos. Los acontecimientos devienen en una tragedia inesperada, inenarrable, para la que nadie puede estar preparado.
¿Cuáles son las consecuencias del bullying escolar? Aunque en Close -una película cuidada, contenida- el acoso escolar a los chicos es apenas mostrado, basta con que éste ocurra para romper algo delicado. Una amistad, un vínculo, ya no serán lo mismo.
EL CUERPO RECUERDA
La adolescencia es dificilísima, siempre lo fue. Quienes padecimos bullying podemos atestiguar esto, aunque ahora seamos personas adultas y aquel tránsito de la niñez a la juventud hayan quedado lejos. Las marcas quedan. Basta una película excepcional como lo es Close para que nuestro cuerpo recuerde. Eso que en algún momento se quebró sigue ahí.
Si esta obra de Dhont es profundamente humana es porque decide acompañar a un niño de 11 años en un proceso traumatizante para el cual ni siquiera los mayores tienen herramientas. La tragedia es mayúscula, pero Léo no puede saber su alcance, está en primer año de la escuela secundaria y la vida debe continuar. Los adultos están ahí para ayudarlo. Dhont demuestra su compromiso como creador porque no se aleja de Léo ni un minuto. La cámara sigue al protagonista a una distancia suficiente como para que no se sienta invadido, pero siempre está cerca. Léo nos necesita. La magia del cine, que se produce solo con algunas películas, nos permite como espectadores apoyar en silencio al chico. La empatía que sentimos es total. Estamos cerca de él.
Close se inscribe en un tipo de cine decididamente humanista. El registro realista de los hechos nos permite acercarnos a estos chicos y a la tragedia sin interferencias. Quienes habitan en la pantalla podrían ser cualquiera de nosotros.
Quizás sea el hecho de que en Close no hay villanos, ni malas personas, ni personajes grotescos lo que hace que como espectadores se nos estruje el corazón. ¿Por qué a la gente buena le pasa eso? Una amiga me contaba que salió del cine pensando que Léo y Remi eran ángeles. El candor inocente de los chicos elegidos por Dhont para interpretar sus personajes nos dice que sí, que esos niños son como ángeles.
EL CORAZON EN LA GARGANTA
No quiero seguir evadiendo la pregunta íntima. ¿Por qué Close me conmovió tan particularmente? Creo que por el contraste entre mi vida -mis experiencias- y la de los chicos de la película. En mi pubertad los adultos no intentaban ayudar a las víctimas del bullying, sino más bien todo lo contrario. Alentaban la separación del diferente y exigían su transformación forzosa. En cambio, estos chicos belgas de un pequeño pueblo rural reciben la ayuda de sus padres, de educadores, de médicos, de toda la comunidad. Para ellos hay un Estado presente que, si bien no puede subsanar esta tragedia, quizás pueda evitar las próximas. (El entorno rural es importante. Probablemente la ayuda estatal no sea la misma en una gran ciudad, donde la alienación es moneda corriente.)
En las críticas cinéfilas de Close se pondera acertadamente la filiación autoral de Lukas Dhont con los hermanos Dardenne, los más grandes directores de Bélgica. El realismo rabioso de los Dardenne está presente en Close, sobre todo cuando la película llega a su desenlace. La penúltima escena es sin dudas un homenaje al final de El hijo, película de los Dardenne de 2001 que se alzó con la Palma de Oro de Cannes. La tensión dramática, el corazón en la garganta, se repiten. Los adultos y los niños luchan por la verdad y por el perdón.
Close se inscribe en un tipo de cine decididamente humanista. El registro realista de los hechos nos permite acercarnos a estos chicos y a la tragedia sin interferencias. Quienes habitan en la pantalla podrían ser cualquiera de nosotros. La palabra clave viene con el título, que en español podríamos traducir como cercano. Cuando la película concluye y la luces del cine se encienden, el público vuelve de a poco a su propia realidad con el cuerpo invadido por las emociones. Deseamos que a los personajes de Dhont les vaya bien. Que el dolor vaya haciendo su trabajo, que pronto deje espacio para otras experiencias. Que el amor que abunda entre adultos y niños sea la respuesta correcta frente al acoso escolar y sus consecuencias. Que todos vuelvan a sonreír.