Violencia en las escuelas es un tema viejo, estudiado, difícil de abordar y no resuelto. Discriminación y redes. ¿Cómo detectarlo?
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la violencia en el ámbito educativo es un fenómeno predominante en todo el mundo. Afecta la vida de millones de estudiantes, el funcionamiento de las instituciones y también los resultados académicos. El bullying es un fenómeno estudiado y medido.
Alejandro Castro Santander es un referente internacional en temas de convivencia escolar. Se define como escritor y psicopedagogo. Ha publicado una veintena de libros sobre estos problemas. Y produce información para dimensionar y analizar el bullying como director del Observatorio de la Convivencia Escolar (Universidad Católica de Cuyo).
Cíclicamente, el fenómeno retoma protagonismo con algún escándalo, como las matanzas escolares en Estados Unidos o historias dramáticas con infancias y juventudes comprometidas. El estreno de la película Close (Dhont, 2022) es una nueva excusa para hablar de un fenómeno que existe y seguirá existiendo.
¿Cómo lo pueden detectar padres y docentes? ¿Cómo abordarlo para evitar que escale en agresiones o autoagresiones? ¿Cómo generar un clima de violencia escolar? Leamos qué responde Castro Santander.
Estamos tomando lentamente conciencia de la gravedad de la violencia en las escuelas y del bullying. Pero, ¿desde cuándo hay registros?
Si hablamos de acoso, hostigamiento en general, nos ha acompañado en las relaciones de estudiantes y adultos desde los inicios de la humanidad y en todos los ámbitos de encuentro… y desencuentro. Pero el fenómeno bullying, desde la investigación, comienza aproximadamente hace unos 50 años, cuando Olweus en Noruega sistematiza los estudios sobre la violencia en las instituciones educativas haciendo hincapié en el hostigamiento entre estudiantes, al que inicialmente y apelando a un término de la etología se lo llamó mobbing (reservado hoy para el acoso laboral) y luego bullying.
Posteriormente y al irse observando un incremento de la conflictividad y la violencia en las instituciones educativas, se comenzó a investigar más sistemáticamente a través de las universidades, gobiernos y observatorios. Sin embargo, los estudios son muy irregulares y los instrumentos variados, algo que en general dificulta realizar comparaciones.
¿Cómo ha cambiado a lo largo del tiempo? ¿Qué características tenía y cuáles tiene hoy?
La violencia en general es un fenómeno que se alimenta sobre todo de la cultura y las distintas situaciones que se viven en los entornos que transita el estudiante: la casa, el barrio, la escuela, el uso que le da a los medios de comunicación, las nuevas pantallas. Esa es la causa por la que muta rápidamente y hablar en las últimas décadas de ciberbullying, es una muestra de la necesidad de estar muy atentos a los cambios que se van produciendo.
Por eso insistimos que, en general, la violencia puede ser una conducta aprendida en una gran variedad de contextos y que saber esto debería permitir estrategias adecuadas de prevención e intervención.
Inicialmente el bullying era descrito como una foto del hostigado y el agresor o agresores rodeados de testigos, incitadores y testigos pasivos, pero debimos reconocer su complejidad y la necesidad de ser muy responsables al momento de emitir juicios acerca de lo que sucede en las relaciones entre los estudiantes.
Podemos encontrar, por ejemplo, que aquel que consideramos el bully en realidad es el acosado y viceversa. O descubrir que aquel que acosa a un compañero o compañera de clase, es a su vez acosado por otro.
En la actualidad el bullying es mayormente presencial, cara a cara y continúa en una menor proporción a través de las redes sociales.
«Existen muchos y distintos programas de buena, sana o segura convivencia y todos ellos comienzan con la evaluación diagnóstica del Clima Social Escolar. A partir del conocimiento de la magnitud del problema deben iniciarse las acciones que involucran a toda la comunidad educativa en distintas acciones».
La visibilidad es un desafío. ¿Quiénes pueden advertir de manera temprana el bullying?
De existir acoso, es más fácil de visibilizar en los más chicos, para quienes los comportamientos son espontáneamente exteriorizados, como el golpe o los insultos a viva voz. Algo que los púberes y adolescentes, por lo general, ocultan de la mirada de los adultos para evitar ser sancionados, o porque debido a su desarrollo las conductas ya son “íntimas”. Reemplazan lo directo por lo indirecto, más silencioso. Así, aparece la calumnia, la murmuración, la exclusión, el “ninguneo”.
También es obligatorio citar que existe un significativo registro de actos de violencia en las escuelas que se producen ante la ausencia de docentes o directivos y que los estudiantes aprovechan para transgredir normas, realizar actos de vandalismo, burlarse o golpear a algún compañero.
Indudablemente son los padres que, atentos a los cambios de conducta de su hijo o detalles en sus pertenencias o el poner atención a sus comentarios ayudan a estar atentos sobre algo que no está bien, sea bullying o cualquier otra situación en la vida escolar.
En la escuela, docentes y auxiliares son quienes deberían estar muy atentos a lo que está sucediendo en las interrelaciones entre los estudiantes en los distintos espacios de la escuela. El observador entrenado reconoce, ya sea en el aula o en los patios de recreo, aquellas actitudes que pueden presumir o evidenciar conflictos, violencias aisladas o bullying. Ver un alumno que permanece aislado cuando la mayoría participa de actividades, es un indicador significativo para realizar un seguimiento.
Pero no debemos olvidarnos de los demás estudiantes, aquellos que no son ni víctimas de situaciones de violencia ni los causantes y testigos de los acontecimientos. Estos observadores generalmente pasivos, necesitamos que se conviertan en defensores de aquel compañero o compañera que sufre injustamente de acoso. Una tarea que necesita de un aprendizaje que debe ser incluido en la formación integral de todos los estudiantes.
En las escuelas: ¿cuál es el método para advertirlo?
Lo primero es crear conciencia de que existen conflictos que deben ser abordados y resueltos porque en muchos casos pueden escalar a situaciones de violencia, sea esta esporádica o convertirse luego en bullying. A partir de esta evidencia, se deben compartir los distintos indicadores que sirven para presumir o confirmar un caso de hostigamiento entre los escolares (burlas, peleas, robo de pertenencias, aislamiento, etc.)
Existen muchos y distintos programas de buena, sana o segura convivencia y todos ellos comienzan con la evaluación diagnóstica del Clima Social Escolar. A partir del conocimiento de la magnitud del problema deben iniciarse las acciones que involucran a toda la comunidad educativa en distintas acciones.
¿Cómo distinguirlo de otros comportamientos de infancias y adolescencias?
No siempre es sencillo distinguirlo de otros comportamientos, pero en el caso del bullying, hay que intervenir aun cuando no exista seguridad, ya que en oportunidades ni el hostigado es consciente de lo que está sucediendo. Y no se actúa sólo con acosado y acosador sino con todo el grupo de clase, ya que cuando se presume o conoce un caso de bullying, este lleva tiempo y posiblemente existan otros casos. Todo el grupo de clase queda involucrado directa o indirectamente.
Podemos encontrarnos con una situación que recién se está iniciando en la que nuestra presencia logra disuadir rápidamente, pero también podemos encontrarnos con un bullying duro, en que el hostigador utiliza estrategias de manipulación o de “dominio-sumisión”, que hacen difícil la detección u obtener alguna información. Aquí nos encontramos con la “ley del silencio” que invisibiliza aún más el bullying.
En definitiva, para poder hacer una lectura correcta del acoso entre escolares, debemos estar muy atentos a cada detalle del relato de los involucrados directos y del resto de los compañeros. No olvidar que lamentablemente en muchos casos existen situaciones de violencia que se naturalizan y junto al relato de los estudiantes, es posible conseguir información a través del seguimiento de las interrelaciones en los distintos ámbitos: aula, recreos, salidas.
«El 23,9% (de alumnos hablan) de la discriminación por aspectos físicos; el 18,5% de la discriminación por religión, nacionalidad, género, discapacidad; 10% como amenazas o agresiones a otros compañeros y el 9,7% como amenazas o agresiones a otros compañeros por redes sociales».
¿Cuáles son las mejores prácticas sobre la prevención, el abordaje y el desistimiento de conductas violentas que pueden tener que ver con el bullying?
Los mejores programas o prácticas para actuar sobre la violencia escolar en general y el bullying en particular recurren a modelos multinivel, donde se planifican acciones para la escuela como un todo, cada aula, con los docentes, las familias, los estudiantes y el entorno de la escuela, sobre todo el poder contar con los vecinos.
Las instituciones educativas por lo general realizan algunas acciones, pero de manera aislada. Es muy importante que exista una intención concreta para prevenir y erradicar la violencia en la escuela, por lo que es fundamental el compromiso de todos y ser perseverantes en cumplir con las estrategias que se programen en cada uno de los niveles. Tan importante como el proceso que se realice para mejorar la convivencia, es la evaluación de cómo van las cosas…
¿Cuáles son las estadísticas en la Argentina sobre bullying? (víctimas, casos, características, respuestas violentas)
No es sencillo ponerle números al bullying, ya sea por la ausencia de políticas de convivencia escolar o debido a la dificultad que se presenta ante la gran variedad de instrumentos que se utilizan para medir distintos aspectos o realizar comparaciones y seguimientos. La Unesco menciona en sus últimas publicaciones, que 1 de cada 3 estudiantes a nivel mundial sufre de bullying.
Desde el Observatorio de la Convivencia Escolar hemos realizado algunas muestras nacionales junto a otras en México y Paraguay. Esto ha sido posible cuando los responsables de los gobiernos escolares abren sus escuelas para poder investigar y dar respuesta a los problemas que se presentan en el clima social escolar, hoy considerado como el factor escolar que más incide en la permanencia de los alumnos, su rendimiento y está claramente asociado a la calidad educativa.
En abril de este año el Observatorio que dirijo junto al Observatorio de Argentinos por la Educación, realizamos a partir de la Pruebas Aprender 2019, un análisis de estudiantes del último año del secundario y los directores, acerca de su percepción sobre el “clima de convivencia”. Allí nos encontramos que un 75% de los estudiantes mencionaban situaciones de “discriminación” a partir del aspecto físico, o un 68% por su religión, nacionalidad, género, alguna discapacidad.
Ahora, si nos detenemos en la frecuencia con que se realizan las distintas formas de discriminación o las amenazas y agresiones, sean presenciales o virtuales, nos encontramos que el “siempre” o “casi siempre”, que podríamos relacionar con el bullying, el 23,9% de la discriminación por aspectos físicos; el 18,5% de la discriminación por religión, nacionalidad, género, discapacidad; 10% como amenazas o agresiones a otros compañeros y el 9,7% como amenazas o agresiones a otros compañeros por redes sociales.
¿Afecta de la misma manera en todas las clases sociales? ¿Es igual en colegios de administración pública que privada?
Sabemos que la violencia es un fenómeno global que podríamos caracterizar como bio, psico, socio, cultural, económico y político, y que del análisis de cada una de estas variables es posible tener una aproximación acerca de cómo puede estar afectando, no sólo a cada clase social, sino a cada persona o cada escuela. Porque si algo hemos aprendido, es que las escuelas son distintas a cualquier otra institución y son muy distintas entre ellas, y el entorno podrá ser violento, pero no necesariamente “esa” escuela será violenta. La correcta y perseverante gestión de la convivencia y el sentimiento de pertenencia de docentes y familias, hacen que se prevenga y actúe sobre las conductas de manera adecuada, y en un clima de bienestar los estudiantes no abandonen la escuela, aprendan y sean testimonio fuera de la institución que es posible vivir en paz.
«No contar con recursos personales, familiares o de apoyo de los iguales, puede significar el cambiar de escuela o abandonar la educación, sufrir de baja autoestima, ansiedad, depresión, autolesiones y estrés postraumático».
Un contexto social violento, crisis de valores, situaciones institucionales violentas: ¿habilita o potencia situaciones de bullying y violencia en las escuelas?
Como dijimos antes, la respuesta es sí. Pero sabemos que la escuela puede dar a un fenómeno que es generalmente aprendido en distintos contextos una respuesta educativa, prosocial a favor del encuentro, la solidaridad, la compasión, el cuidado desinteresado del otro. Sólo es necesario que exista consenso entre todos los actores institucionales, para que el proyecto educativo de cualquier institución se proponga fundar su actividad en la buena convivencia. Decía Humberto Maturana, que la educación es un proceso de transformación en la convivencia, y si esta potente idea la incluimos en la vida de las escuelas, el cambio que tanto pregonamos es posible.
¿Por qué en la Argentina no hay casos como son frecuentes en los Estados Unidos, donde las víctimas toman revancha con otros estudiantes y hay matanzas? ¿Cómo seguir evitándolo?
Volvemos a los aspectos culturales, y en el caso de EEUU debemos agregar la posibilidad de que legalmente sea posible conseguir con facilidad armas de fuego. Leyes permisivas, sociedades con altos niveles de crispación social e intolerancia, depresión, soledad, sumado a hábitos que privilegian el consumo antes que el desarrollo personal y social, son un cóctel extremadamente peligroso. Como sociedad, la transformación que necesitamos no es sólo tecnológica o verde, sino humana.
¿Cuáles son las consecuencias a lo largo de la vida de haber sufrido bullying en la infancia y la adolescencia?
Sabemos que cada experiencia de haber sufrido bullying es distinta y a su vez depende de qué recursos personales se tienen para enfrentarlo. Haber contado con factores protectores como la familia, los amigos, figuras de autoridad disponibles en la vida, habilidades socioafectivas, logran convertir el hostigamiento escolar en un mal recuerdo y una experiencia que fortalece y puede servir para ayudar a otros. No contar con recursos personales, familiares o de apoyo de los iguales, puede significar el cambiar de escuela o abandonar la educación, sufrir de baja autoestima, ansiedad, depresión, autolesiones y estrés postraumático. A quien ha sufrido bullying, estas y otras situaciones pueden acompañarlo durante años en la no siempre sencilla experiencia de encontrarnos con otros.
QUIÉN ES
Alejandro Castro Santander es escritor, psicopedagogo institucional, director del Observatorio de la Convivencia Escolar (Universidad Católica de Cuyo). Ha publicado una veintena de libros sobre temas sobre convivencia y prevención de la violencia en el ámbito educativo. Ha asesorado a varios países de la región sobre el mismo tema.