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William Connolly y el desafío de lo planetario

por | Sep 23, 2024 | Cultura, Opinión

Lo planetario (o «ambiental») se ha vuelto foco del activismo y de la reflexión intelectual. La traducción de «Frente a lo planetario» del prestigioso William Connolly es un gran aporte para encarar con profundidad y sin concesiones este desafío. 

William Connolly, autor de «Frente a lo planetario».

 

El tema está a la orden del día. Cumbres mundiales anunciadas con bombos y platillos. Digo: cumbres mundiales organizadas y presenciadas por los líderes de los países más importantes (y no tanto) del mundo. Un Acuerdo, el autodenominado Acuerdo de París, firmado en Europa, en 2015. Alemania, Francia, Canadá, Italia, España, Estados Unidos (ahora autoexcluido luego de la presidencia de Trump) que reclaman y declaman el estricto cumplimiento de los compromisos y las responsabilidades asumidas en esas Cumbres y en aquel Acuerdo, reivindicado y evocado como un hito, un antes y un después, en el largo y difícil sendero de los consensos políticos globales. Periodistas especializados, medios de prensa tradicionales, medios digitales, influencers y organizaciones civiles que hace rato emprendieron su propia batalla, o pretenden hacerlo: informando, denunciado, llamando a la ciudadanía a hacer su parte, la parte que nos corresponde. Greenpeace. Greta Thunberg. Leonardo Di Caprio. Ricardo Darín: menciono, rápido y al pasar, algunos de los nombres propios que fácilmente podemos reconocer como representantes ilustres de esa batalla. Para bien o para mal. Con errores y con ambiciones. Con dogmas y con rigideces ideológicas, en algunos casos, intolerables, anticuadas y declamadas como verdades imperecederas. Estoy hablando, desde luego, del problema del cambio climático y de todo aquello que, en el último tiempo, se puso al servicio de la reversión de ese proceso que, acuerda la comunidad científica, está sucediendo.

Esto amenaza no sólo, como hasta ahora pensábamos, a las diferentes especies y ecosistemas perjudicados por su avance, sino que pone en peligro, también, a la vida humana, a la vida comunitaria, a los ecosistemas sociales. Al planeta tierra, en suma. La cuestión ambiental, que en pocas palabras conocemos como el problema del cambio climático, asoma hoy, acecha en esta época, como uno de los grandes debates que dominan e impulsan la conversación pública en las democracias contemporáneas. Y no es para menos. Buena muestra de ello es la última pandemia. Cuyas consecuencias están todavía a la vista, ahí. Quien quiera ver que vea. Quien quiera oír que oiga.

Sobre esto, digo sobre el tema del cambio climático y la cuestión ambiental (en un entrelazo con otros temas y dilemas políticos contemporáneos, pero cuyo nudo sigue siendo este último: el proceso de avance a paso sostenido de la transformación climático-ambiental) acaba de escribir un libro, lúcido y agudo como ya nos tiene acostumbrados, William Connolly, profesor de teoría política de la Universidad de Johns Hopkins, Estados Unidos. Connolly no es, aclaremos de entrada, un teórico político tradicional, un académico de esos que gustan hacer alarde de los tecnicismos, saberes y registros del lenguaje que estos poseen para escribir sus textos o papers. Aunque, por supuesto, no deje en ningún momento de serlo. La prosa de Connolly es amena, transparente y ágil. Pero no por ello menos rigurosa, profunda y lúcida que la de la academia de la que él forma parte.

La cuestión ambiental, que en pocas palabras conocemos como el problema del cambio climático, asoma hoy, acecha en esta época, como uno de los grandes debates que dominan e impulsan la conversación pública en las democracias contemporáneas. Y no es para menos. Buena muestra de ello es la última pandemia. Cuyas consecuencias están todavía a la vista, ahí.

Con sus más de 80 años, el intelectual norteamericano acumula una larga y rica lista de libros sobre teoría política y sobre los distintos acontecimientos que forjan la coyuntura política actual: desde su premiado y galardonado The terms of political discourse (1974) hasta sus más recientes Pluralism (2005), Capitalism and Christianity. American style (2008), Aspirational fascism (2017) y Facing the planetary (2017). Los temas que lo obsesionan, sin embargo, vuelven una y otra vez en cada uno de esos textos, articulados y puestos en juego siempre de un modo distinto, aunque eyectados de su escritura, cada vez, con una carnalidad solo superada por su propia pluma: los peligros y las amenazas que acechan a las democracias contemporáneas, el pluralismo, el secularismo, los cambios tecnológicos y, en el último tiempo la cuestión ambiental, son algunas de esas obsesiones que recorren su vida intelectual. Sobre esto último, en efecto, acaba de publicar la primera traducción al castellano del autor el reciente sello de Adriana Hidalgo, Interferencias, dirigido por Tomás Borovinsky.

Frente a lo planetario. Humanismo entrelazado y política del enjambre (ese es el título elegido por los traductores para la versión castellana del libro de Connolly, una traducción, por otro lado, a cargo de Lucas Mertehikian y Santiago Armando, que resalta por su extraordinaria pericia para preservar el ritmo y el estilo de la prosa del escritor norteamericano) es poseedor de un conjunto de virtudes a las que Connolly ya nos tiene bastante acostumbrados: un eclecticismo a prueba de todo dogmatismo teórico, que “pasea” al lector por algunos de los nombres más ilustres de la reflexión moderna y contemporánea, desde Maurice Merleau-Ponty hasta Marx, pasando por Hayek e Isaiah Berlín; una extraordinaria capacidad para leer a todos estos autores (y algunos de sus conceptos) sin dejar jamás de hacer pie en la actualidad o el presente, o mejor aún: una lucidez poco común para pivotear con holgura de la teoría al acontecimiento, de la coyuntura a la teoría; una sana y saludable actitud crítica frente a algunos de las nociones más evocadas y mancilladas de nuestro tiempo, como la noción de Antropoceno; y, por último (hago acá un corte injusto con ese cúmulo de virtudes, que por supuesto no se agotan en esta lista que enumero muy sucintamente) una honestidad intelectual a prueba de balas: Connolly no disimula en ningún momento sus posiciones políticas y, en todo momento, las asume invitando a los lectores a comprometerse con ellas, o bien a discutirlas.

Activistas ecologistas realizan un atentado contra un cuadro de Van Gogh.

 

En este punto, quisiera resaltar el que me parece uno de los aportes decisivos del libro: la idea sobre la cual gira todo el texto y que, de hecho, le da letra al título: la idea de “lo planetario”. Lo planetario, en efecto, rompe con un conjunto de antinomias y de doxas que vienen desde hace tiempo socavando y empantanando no solo las reflexiones del campo académico sino también aquellas que, en buena medida filtradas desde el saber específico que representa este último, el campo periodístico, el campo político, por medio de la apropiación de estas por parte de los actores políticos y los movimientos ecologistas, por ejemplo, y en líneas generales de la sociedad civil toda.

Solo basta, de hecho, con avanzar algunas pocas páginas del libro para encontrarse con una definición de lo planetario que interroga, por decir lo menos, y nos enfrenta a ese conjunto de doxas y antinomias. Permítaseme citarlo muy brevemente para al menos tomar una dimensión mínima de lo que creo es la contribución decisiva de Connolly sobre la cuestión climática, sobre sus efectos y, sobre todo, sobre los dilemas a los que ella nos arrastra en términos de lo que es posible hacer para enfrentarlo en el contexto de nuestras democracias contemporáneas: “Por ´lo planetario´, escribe el autor, me refiero a una serie de campos de fuerzas temporales, como patrones climáticos, zonas de sequía, el sistema de corrientes oceánicas, la evolución de las especies, flujos de glaciares y huracanes que exhiben capacidades de autoorganización de distinto grado, y que inciden entre sí y en la vida humana de muchas maneras. El Antropoceno es un período (…) durante el cual una serie de prácticas capitalistas, comunistas, tecnológicas, militares, científicas y cristianas se transformaron en fuerzas geológicas determinantes que ayudaron a modificar algunas de estas fuerzas no humanas. (Lo importante) es no perder de vista que había cambios más bien rápidos en muchas de estas fuerzas desde antes que el capitalismo y otras prácticas se volvieran fuerzas geológicas” (el resaltado es mío).

Connolly fisura y descentra la mancillada idea de la vida humana como vida privilegiada y excepcional en el planeta tierra: el campo de fuerzas que forman lo planetario, por caso, es un campo de intersecciones y cruces en el que la vida humana es solo una más entre todas aquellas que lo conforman. Adiós a las nociones de sociocentrismo y de excepcionalismo humano. Buen viaje.

Podríamos, sin duda, comenzar con esta sola definición una rápida revisión del conjunto de doxas que esta idea descentra, y fisura: la noción reduccionista del Antropoceno que ubica el inicio de este en la Revolución Industrial (o a cualquiera de los hitos con los cuales solemos asociar este inicio: la conquista de América, la Revolución Francesa, etc.) y que en un mismo movimiento lo iguala solo y únicamente al capitalismo. No. El Antropoceno no solo está imbuido de la problemática relación que el sistema capitalista establece con la naturaleza, sino también de todos los sistemas (económicos y de creencias, en efecto), que se derivan de aquel sistema y que, al mismo tiempo, poco tienen que ver con este último: el socialismo, la ciencia moderna, los sistemas militares de defensa e, incluso, el cristianismo. Menuda crítica que se lleva puesto, de izquierda a derecha, a todo el arco ideológico, político e intelectual. Fisura y descentra, también y por otro lado, esa falsa dicotomía (cuyo descentramiento y fisura, es cierto, ya fue intentado por varios, entre ellos el propio Merleau-Ponty) entre naturaleza y sociedad y entre biología o cultura, dicotomía que tanto alimenta (y alimentó) a la filosofía, la economía, la antropología, las Ciencias Sociales más generalmente, aunque también y de igual modo, a las Ciencias Naturales. Fisura y descentra (por último, y me detengo acá, nuevamente, en forma injusta para intentar abocarme a aquella que quisiera prestarle más atención en este texto) la mancillada idea de la vida humana como vida privilegiada y excepcional en el planeta tierra: el campo de fuerzas que forman lo planetario, por caso, es un campo de intersecciones y cruces en el que la vida humana es solo una más entre todas aquellas que lo conforman. Adiós a las nociones de sociocentrismo y de excepcionalismo humano. Buen viaje.

Cierro, decía, estas breves líneas sobre el (ahora sí) excepcional trabajo de Connolly (al que invito con vehemencia que el lector lea y se sumerja) con la última fisura y ruptura con la que creo que el autor norteamericano logra enfrentarnos: la que se deduce de la falsa idea de que el cambio climático es solo y únicamente responsabilidad del mundo humano. Otra vez: no. Cambios y transformaciones geológicas hubo desde siempre. Algunas más graduales, otras más abruptas. Las fuerzas humanas no son su causa. Son, en todo caso, una de sus causas. Pero una que, asimismo, no actúa sola ni en forma independiente: sino en una relación de ida y vuelta, con un feedback, que en realidad es ya un error pensarla por fuera de esta dinámica, e incluso más: como fuerza geológica aislada o con derecho propio en el proceso de erosión del planeta tierra.

Una vez más, Connolly nos arrastra a pensar la cuestión ambiental con el prisma con el cual propone actuar para hacerle frente: el del pluralismo, el de la diversidad de fuerzas, el de la heterogeneidad del universo (un universo pluralista, al decir de William James) que es en su diferencia y en sus distancias internas en donde está su riqueza. Enfrentarse a lo planetario, que supone enfrentarse, entre otras cosas, al cambio climático y al desastre ambiental que nos acecha, implica enfrentarse a este cambio y a este potencial desastre sin dejar de lado ese “otras cosas”: sistemas de pensamientos, fuerzas no humanas, sistemas políticos, sistemas de creencias, etc., que lo componen tanto como lo causan, lo deforman y son sus consecuencias. Bienvenidos, a los ávidos lectores del pensamiento pluralista, al concepto de humanismo entrelazado y a la política del enjambre. ¿Por qué leer a William Connolly vale la pena? Lean Frente a lo planetario, y después hablamos.

Juan José Martínez Olguín

Juan José Martínez Olguín

Doctor en Filosofía por la Universidad de Paris VIII e investigador del IDAES-UNSAM. Es autor de "Politique de l’écriture" (Paris, L’Harmattan, 2018), "El parpadeo de la política. Ensayo sobre el gesto y la escritura" (Miño y Dávila, 2021) y "Ensayos en tiempos de cuarentena. Pandemia, política y filosofía" (Eudeba, 2021).