Tras más de un siglo de su publicación original en inglés, se tradujo al español el diario del viaje que el escrito E. F. Knight hizo por la región del Litoral. Ernesto Inouye, traductor y editor de la obra, nos comenta lo relevante de dar a conocer ese libro tan idiosincrático.

E. F. Knight y algunas imágenes de su «La expedición del Falcon»
Ernesto Inouye (Rosario, 1984) es Profesor en Letras por la Universidad Nacional de Rosario. Entre sus trabajos, quisiera destacar su investigación y el prólogo para Facundo Marull. Poesía reunida (EMR, 2018). Publicó, además, en coautoría, 40 esquinas de Rosario (Pulpo Edita, 2014) y Archivo Mikielievich. Obras y colecciones (EMR, 2019). Realizó las investigaciones bibliográficas para las antologías Ciudades, campos, pueblos, islas (ES, 2016) y Los ojos nuevos, y el corazón (ES, 2018), y para La literatura de Santa Fe. Un análisis histórico (ES, 2018). Entre los años 2017 y 2019 formó parte del equipo de trabajo del Festival Internacional de Poesía de Rosario. Actualmente es el editor del sello artesanal ōmachi. Se desempeña como docente de piano y acordeón, y es pianista y arreglador del dúo de tango Vito Sptunik. Esta entrevista para Vanguardia Digital, pone el foco en la edición de La expedición del Falcon (EDUNER / Ediciones UNL, 2024), de Edward Frederick Knight, cuya traducción y prólogo estuvo a cargo de nuestro joven colega.
Ernesto, para comenzar, quisiera que nos cuentes en qué momento te conectás con la obra de E.F. Knight, particularmente con La expedición del Falcon, y qué es lo que de ella te resultó atractivo.
The Cruise of the Falcon –que es el nombre original en inglés de la obra– llegó a mí a través de un pasamanos. Lo descubrió el abogado Diego Torresi de Cañada de Gómez en esa extraordinaria página que es archive.org. Él se encontraba rastreando en Internet bibliografía sobre su ciudad y la región. Torresi le hizo llegar el PDF del libro a Gerardo Álvarez, un historiador de su localidad. Este último se lo pasó a Martín Perisset –un caracarañense muy interesado en las historias de la región– con el fin de encontrar alguien que traduzca los fragmentos del libro referidos a Cañada de Gómez y Carcarañá. Perisset, que es coterráneo y amigo mío, me los hizo llegar para que los traduzca. Durante ese breve encuentro con Knight pude darme cuenta del gran escritor que era. Seguí leyendo su libro e investigué un poco. Me encontré con que nunca había sido volcado al español. Así que me me dispuse a traducir dos capítulos completos, que publiqué en una plaqueta que elaboré artesanalmente y titulé Las pampas (2020), y luego otros dos capítulos bajo el título El ascenso del Paraná (2021). Estas plaquetas llegaron a los editores de EDUNER a través de Martín Prieto y me propusieron trabajar más extensivamente en el libro.
Me sorprendió, de entrada, que este libro de viaje sobre los ríos Paraná y Paraguay no haya sido traducido en el período de su edición y, más todavía que, después de mucho más de un siglo, saber que tu traducción es la primera. A tus ojos, ¿cuál es el motivo de esa demora?
Yo también me sorprendí. Creo que tiene que ver muchas veces con casualidades. Esta traducción que hice es en realidad producto de casualidades. Es decir, si no se hubiera dado una serie encadenada de hechos fortuitos la edición no se hubiera realizado y quizás le tocaba a Knight permanecer unos años o unas décadas más sin contar con una traducción al español.
Puede que existan algunos factores que hayan colaborado en que permanezca durante casi ciento cincuenta años en las sombras para el lector hispanoparlante. Su viaje, por ejemplo, no estuvo en el marco de ninguna misión estatal, empresarial o institucional. Nadie estaba esperando resultados de esa expedición, sino que fue una iniciativa excéntrica y personal. La obra en inglés estaba dirigida y circuló principalmente entre los aficionados del yachting. Knight, luego de ese viaje y de escribir su libro, se convirtió en un precursor de la navegación en pequeñas embarcaciones y fue un autor de referencia del rubro. Quizás el mundo del yachting no tenga muchos vasos comunicantes con los círculos académicos y de las letras, y eso a lo mejor pudo retardar la llegada de una traducción. Pero son hipótesis sin mucho fundamento que habría que investigar.
«Su viaje, por ejemplo, no estuvo en el marco de ninguna misión estatal, empresarial o institucional. Nadie estaba esperando resultados de esa expedición, sino que fue una iniciativa excéntrica y personal».
En la introducción del volumen te ocupás de describir y retratar al grupo de “aventureros” que realizan el viaje. ¿Podés contarnos por favor los datos más sobresalientes de ellos?
Como decía, lo particular de este viaje es que no se trata de una expedición con fines empresariales, militares o científicos, sino recreativos, algo inusual en aquella época. Es un viaje entre amigos. La palabra “aventureros” que usás creo que les calza muy bien: no tienen un objetivo preestablecido sino que van en busca de experiencias. El capitán y dueño de la embarcación es Edward Frederick Knight, un joven abogado de veintiocho años, que se encuentra disconforme con su trabajo y está en busca de nuevos horizontes. Lo acompaña su amigo Arthur Jerdein, un exoficial de la empresa de logística naval The Peninsular and Oriental Steam Navigation Company, y del Royal Mail, el servicio postal del Reino Unido. Se suman a la expedición Andrews y Arnaud, dos abogados sin clientela, conocidos de Knight. Y completa la tripulación Arthur Cotton, un muchacho de quince años, mal comido y melancólico, que vagaba por el puerto de Southampton ofreciéndose para hacer changas. Ese es el equipo que atraviesa el océano Atlántico hacia el Río de la Plata. Knight y Jerdein tenían cierta experiencia en náutica. El resto no tenía idea.
Vale aclarar que para ascender los ríos Paraná y Paraguay contratan en el barrio de La Boca, en Buenos Aires, a un práctico italiano, conocedor del laberíntico sistema de canales, islas, meandros y remansos, que se suma a la tripulación y los guía hasta Asunción.
Hay tres ideas que, tomando en cuenta el viaje de Knight, vos señalas como parte de lo que denominas “una nueva tradición” de viajeros. ¿Podés explicar esos tres aspectos novedosos que señalás?
Hoy en día la idea de tener una embarcación propia y aprender a navegarla uno mismo no es nada fuera de lo común. Los yacht club y las escuelas de timonel proliferan por costas y riberas. Pero esto no fue siempre así. La navegación estuvo históricamente reservada para marineros de oficio. No estaba dentro de las posibilidades que un médico, un abogado, un corredor de bolsa tripularan su propia embarcación. A la navegación recreativa accedía solamente la aristocracia, que era capaz de solventar una tripulación de marineros propia.
Knight formó parte de aquellos precursores que demostraron que cualquier ciudadano –incluso sin grandes recursos económicos– podía acceder a una embarcación y aprender a navegarla con suficiente pericia. Es ilustrativo señalar la multiplicación de los yacht club en Reino Unido en aquellos años: 32 en 1867; 75 en 1875; 108 en 1895; 152 en 1900; alrededor de 200 en 1914. Knight fue un promotor de la navegación en pequeñas embarcaciones. Escribió dos manuales náuticos para neófitos.
Las tres ideas a las que hago referencia en el prólogo en relación a esta nueva tradición de viajeros son los siguientes: la exploración de mares no es necesariamente una actividad exclusiva de marineros y puede ser aprendida por el común de la gente; se puede navegar en aguas abiertas con una tripulación reducida o en solitario; estas dos ideas socavaron una tercera que estaba muy establecida: la navegación es una empresa reservada a la aristocracia.

«La expedición del Falcon» de E. F. Knight y su traductor Ernesto Inouye.
¿Qué semejanzas y qué diferencias encontrás con otros relatos de viajeros del siglo XIX?
Creo que lo que principalmente diferencia el relato de Knight del de otros viajeros de la época es que su viaje, como mencionaba en la pregunta anterior, no era utilitario, es decir, no viajaba con un fin específico –comercial, militar, científico, etc.– sino por el simple hecho de viajar. Ese es el espíritu del yachting, es decir, de la navegación por placer. Esa falta de compromisos con nadie hace que a su viaje lo caracterice la espontaneidad, la improvisación, y así también a su relato. Al llegar al Río de la Plata, por ejemplo, luego de la travesía transatlántica, la tripulación se dispone a ascender por el río Paraná. Pero los lugareños le recomiendan, por el calor y los mosquitos, realizar el ascenso cuando pase el verano. Entonces Knight y sus amigos deciden realizar una cabalgata hasta Tucumán que les lleva seis meses. Recién al regreso retoman el plan de remontar el Paraná.
El tono de la prosa de Knight me hizo acordar desde un principio al de un libro que había leído varios años atrás: Viaje al Japón, de Rudyard Kipling. Combina humor e ingenio, y cierto tono burlón –que a veces llega al menosprecio– hacia las otras culturas. Puede que este rasgo de soberbia en uno y otro tenga su origen en la situación dominante en la que se encontraba por esos años el Imperio Británico.
Mientras trabajaba en la traducción leí otros títulos de la colección El país del sauce, donde salió publicado La expedición del Falcon, y otros títulos de EDUNER. Me pareció muy divertido contrastar los paisajes de Knight con, por ejemplo, los de Lina Beck-Bernard o el de Theodore Child, que viajaron más o menos por los mismos lugares y en la misma época. Y fue muy interesante también leer los relatos de Ulrico Schmidl o el de Roberto Arlt, que ascendieron por el Paraná, respectivamente, mucho más atrás y mucho más adelante en el tiempo. La colección El país del sauce nos facilita una visión caleidoscópica y diacrónica del río Paraná.
«Su prosa se caracteriza por privilegiar la construcción de escenas, el humor, el giro ingenioso, lo sorprendente. Se deja llevar por sus intereses y no tiene problema en irse por las ramas con algún asunto particular o en realizar grandes elipsis. Ese carácter le da un aire fresco y descontracturado a su escritura».
En un fragmento se puede leer “es peligroso darse un baño en el río Paraguay o en el alto Paraná a causa de unos diminutos peces que infestan algunos sectores de estos ríos”. La descripción sigue. Como lector, me imagino que pueden ser palometas. Me llama la atención que en el relato del viajero inglés hay zonas donde puede nombrar con precisión pescados, armados, patíes, dorados, y en otros, como en el que transcribí, los deja en una zona de misterio, donde ni siquiera utiliza la perspectiva comparativa al señalar algo similar de Inglaterra. ¿Qué motivos puede tener esta forma de narrar? ¿Es un recurso literario, de crear enigmas, o se puede asimilar a algunas de las figuras del “otro” descriptas por Todorov?
Knight utiliza muchos nombres de especies animales y vegetales a lo largo de su obra, pero muchas veces de forma imprecisa y a veces equivocada. Hace uso de nombres de especies europeas –sobre todo en las aves– para referirse a especies sudamericanas de aspecto similar a las que él conoce. Cuando elaboré aquella plaqueta El ascenso del Paraná, consulté a un grupo de investigadores de las aves del Litoral y me señalaron todas las imprecisiones y errores que cometía Knight. No existe en su relato un afán de exhaustividad, un plan sistemático, en cuanto a la clasificación de especies naturales, aunque es un gran observador y un escritor excelente. En todo caso, creo que la mención de tal o cual animal o planta responde a los fines anecdóticos de su relato. Su prosa se caracteriza por privilegiar la construcción de escenas, el humor, el giro ingenioso, lo sorprendente. Se deja llevar por sus intereses y no tiene problema en irse por las ramas con algún asunto particular o en realizar grandes elipsis. Ese carácter le da un aire fresco y descontracturado a su escritura. Sí creo, en relación a la pregunta, que hay un intento permanente por poner al lector ante maravillas y curiosidades, revelar misterios ocultos.
Hay una descripción muy interesante en un pasaje sobre una carrera de caballos. Lo que se cuenta necesita ubicar al lector con situaciones europeas, particularmente inglesas. Este tipo de escenas se repite a lo largo de su relato de viaje. ¿Cómo creés que piensa al lector de sus notas Knight? ¿A quién o a quiénes les habla?
Como decís, en muchas ocasiones Knight se refiere a costumbres, calles, construcciones, festejos, personalidades inglesas para describir, por similitud o contraste, asuntos sudamericanos. Creo que es un modo eficaz de transmitir una idea. Justamente por esta característica de su escritura es que la traducción que realicé viene acompañada por algunas notas que buscan sortear la distancia de bagaje cultural que podemos tener nosotros –argentinos del siglo XXI– con los lectores originales de esta obra –ingleses de finales del siglo XIX–. Sin dudas Knight se dirige de forma general a sus coterráneos y contemporáneos, y más puntualmente –de manera explícita– a los navegantes ingleses de yates, esos aventureros que por aquellos años, con más o menos recursos, empezaban a tripular en sus propias embarcaciones.