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Los zapatos de Cate Blanchett

por | Feb 19, 2023 | Cultura, Sin categoría

Tár, película subyugante en torno a un personaje amoral, que se inserta con inteligencia en la conversación actual sobre el poder, sus abusos y la cultura de la cancelación. Todo del director Todd Field y la actriz nominada.

La actuación de Cate Blanchett le da vida a un personaje complejo, debate sobre el poder desde la actuación y tiene todos los números para seguir siendo premiada.

Lidya Tár usa zapatos negros, toscos, enormes, masculinos. Tiene gustos excéntricos que nadie objeta porque se trata de una estrella indiscutida de la música clásica internacional (es la primera mujer en ostentar el puesto de directora permanente de la Sinfónica de Berlín). Músicos, asistentes y mecenas le temen reverencialmente. Todd Field, director y guionista de Tár, nos entrega una película potentísima con uno de los personajes más complejos y provocadores de la historia reciente del séptimo arte. Para lograrlo cuenta nada menos que con Cate Blanchett, probablemente la actriz más subyugante de Hollywood. Sólo ella podía encarnar a Lydia Tár, una criatura bella y terrorífica, capaz de cambiar de piel como una peligrosa serpiente. 

Siguiendo la premisa de que a través de un detalle se puede revelar la identidad de un personaje, Field y Blanchett -ambos progenitores de esta criatura- nos dicen que únicamente Lydia Tár puede estar cómoda en esos zapatos. Hay por lo menos una decena de escenas en las que la perspectiva escogida por Field nos empuja a prestar atención al calzado grotesco que Lydia combina con pantalones ceñidos y elegantes. Son zapatos que han pisado muchas cabezas.  

Lydia Tár es un personaje totalmente inventado. Tiene logros que ninguna mujer en la música clásica ha conseguido en la actualidad. En una entrevista para New Yorker, el ensayista Adam Gopnik (que se interpreta a sí mismo) lee su currículum delirante y pregunta a la protagonista si siente pudor al escuchar mencionar todos sus éxitos. Esta es una gran escena inicial, que nos ayuda a entender con qué bueyes estamos arando. Pero a no confundirse. Tár no es una película que viene a decir que se puede romper el techo de cristal que tienen las mujeres en las esferas más competitivas y elitistas de la cultura. Al contrario, si hay alguien que no cree en ese techo de cristal es justamente Lydia Tár, porque ella se ha manejado siempre como se manejan los hombres. He aquí la primera reflexión a la que nos invita Field: el poder no tiene género, quien lo detenta tiende -tarde o temprano- a romper los límites hasta naturalizar el ejercicio abusivo del mismo. 

Tár es una película sobre el poder, sus excesos y la respuesta más corriente que las redes sociales han institucionalizado en la conversación pública: la cultura de la cancelación.

Tár es una película sobre el poder, sus excesos y la respuesta más corriente que las redes sociales han institucionalizado en la conversación pública: la cultura de la cancelación. A quien abuse de su poder -o se lo acuse de algún acto moralmente reprochable- lo espera una guillotina virtual deseosa de cortar cabezas. Lydia Tár parece ser consciente de esto mejor que nadie, cela cada palabra de su perfil en Wikipedia y atesora cada crítica que se publica sobre ella y su trabajo. 

En una fabulosa escena, Lydia Tár intenta hacerle entender a un estudiante que se niega a dirigir una obra de Johann Sebastian Bach, que lo que haya hecho el compositor barroco en su lecho marital nada tiene que ver con su música. La escena en cuestión contiene un plano secuencia orgánico, al servicio de lo que el autor necesita que entendamos. La cámara acompaña a Lydia y al joven desde una distancia dinámica y nos muestra, como si fuera sin querer queriendo, el movimiento frenético de una de las piernas del muchacho y los zapatos severos y contundentes de ella. En esta magistral escena, la actuación de Blanchett es hipnótica, logra hacernos sentir, como una serpiente cascabel, que el peligro es inminente, aunque aún falte mucho para el ataque.   

Lydia Tár está casada con Sharon, la primera violinista de la Sinfónica de Berlín, y juntas tienen una pequeña hija. Es un matrimonio frágil el de estas dos mujeres, llamativamente hetero-normativizado. Lydia se desenvuelve como el hombre de la casa y es abiertamente infiel. Su deseo sexual por jóvenes estudiantes y músicas es uno de sus tantos ribetes masculinos, de los que parece enorgullecerse. (Una mención hiriente a Plácido Domingo al principio de la película nos adelanta que Lydia Tár es una depredadora suelta y ni siquiera usa polleras). 

AMORALIDAD

La amoralidad de la protagonista es el nudo dramático de la película. Lydia Tár no es estrictamente una villana, aunque sí es una gran victimaria (hay un tema gravísimo que no conviene adelantar acá). Es una persona que, al parecer, no siente pesar por las consecuencias de sus actos, que no experimenta culpa ni remordimiento, pero que tiene otros padecimientos. Oye ruidos y sonidos extraños en su mente, que intenta referenciar afuera de su cabeza en vano. ¿Locura? Peor aún. Lydia Tár está escribiendo una sinfonía. Estos sonidos intrusivos se convierten en una carga más densa que la culpa. Entonces: ¿pueden las acciones privadas de un artista interferir sobre su obra? Lydia Tár está segura de que no. Sin embargo, su mente, de repente, empieza a albergar el terror. ¿Pero terror a qué?

La multiplicidad envuelve a Lydia Tár. Deja su corazón y todo su talento para lograr que la Sinfónica que dirige transmita cabalmente las loas al amor romántico que Gustav Mahler escribió en su Quinta Sinfonía. Pero cuando empieza a ser acechada por los rumores y acusaciones se vuelve una mujer negadora, incapaz de dar marcha atrás. ¿Dónde quedó el amor por la música que la llevó hasta el podio? ¿Ha perdido su sensibilidad?

La amoralidad de la protagonista es el nudo dramático de la película. Lydia Tár no es estrictamente una villana, aunque sí es una gran victimaria.

Un pequeño párrafo sobre la puesta en escena. Es asombrosa. La primera hora de película es puro nervio y eso que el rompecabezas con la información se va completando de a poco. En la segunda hora y media, la película se desliza hacia un thriller intelectivo y atrapante que nos recuerda al maestro austríaco Michael Haneke. Todd Field, que sólo tenía dos películas en su haber y llevaba quince años alejado de la industria, demuestra con Tár ser mucho más que un director dotado y se prueba con éxito el traje de autor. 

Field escribió Tár pensando en Cate Blanchett. La actriz no supo de ello hasta que le llegó el guión. Si digo que Lydia Tár es su principal papel sonará injusto con otras actuaciones superlativas de una artista que no tiene yerros. Pero créanme que lo es. Lydia Tár es el personaje más grande de su carrera. No solo porque en él recae el protagonismo excluyente del filme (no hay escenas en las que no esté Blanchett), también lo es porque le da la posibilidad de desplegar su capacidad silenciosa de cambiar una y otra vez de piel hasta cincelar una caracterización macabra y a la vez luminosa, despojándose del miedo de convertir a su criatura en un chiste. 

¿Chiste? Sí. Aunque los temas abordados en Tár van desde la solemnidad de la interpretación de la Quinta Sinfonía de Mahler a la caída es desgracia de la mujer más poderosa de la música clásica, el humor satírico tiene también su espacio sobre el final del metraje. Quien haya visto Blue Jazmine, película con la que Blanchett se llevó su último Oscar, seguramente entenderá y celebrará la broma. Sólo Cate Blanchett puede dar tanto. En unas semanas alzará una nueva estatuilla en Los Ángeles. Felicitaciones por adelantado, Cate. 

Mario Fiore

Mario Fiore

Periodista, cinéfilo y escritor. Autor del blog de reseñas de arte y cultura www.puraficcion.com