Ser niño, niña o adolescente no es un limitante para comprender la realidad, las infancias decodifican con sus herramientas la economía, la ciudad y las instituciones entre otros temas. Es momento de abrir el debate acerca de la necesidad de incorporar a las infancias en la vida política.
Nacimos en los 80. Fuimos niños capaces de comprender la inflación: ¿entonces, por qué nuestra opinión de niños no era considerada y sigue sin ser considerada?
Tenía 8 años y con diez australes compraba diez gomitas en el almacén de doña Sebastiana, en la esquina de casa. A los dos meses, con cien australes compraba diez gomitas. Días más tarde, las podía comprar con mil. Era 1989: el «índice gomita» era trascendental para mí y mis amigos en un contexto hiperinflacionario. Vivíamos y sufríamos lo que pasaba. Teníamos mucho para decir.
Chicos y chicas de séptimo grado de la Escuela Guillermo Rawson, en Mendoza, presentaron una exposición sobre la historia de los mundiales. Contaban el contexto político, países participantes, momentos en los que no se celebró la competencia debido a la guerra, hablaron de la dictadura argentina, de las dos Alemanias, de Malvinas, de la condición de explotación de los trabajadores en Qatar. No sólo comprendían, también analizaban el contexto político-social de los mundiales y su influencia global.
Infancias que participaban cuando se les permitía.
El artículo 12 de la Convención Internacional de los Derechos del Niño declara que todos los estados miembro deben garantizarles condiciones para formarse un juicio propio, el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que les afecten, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones de niños y niñas, en función de la edad y madurez.
Según el Observatorio Social de la UCA en su informe “Retorno a la senda de privaciones que signan a la infancia Argentina”, el 52,7% de niños y niñas en la Argentina son pobres. El 10% vive en la indigencia. Entonces, el mundo adulto, que contempla Estado y ciudadanía deberíamos preguntarnos: por qué estamos haciendo tan mal nuestro trabajo y qué piensan niños y niñas de esta situación.
LA TRANSFORMACIÓN URBANA
Si bien en el año 2012 se sancionó en la Argentina la ley 26.774 que habilita a jóvenes de 16 a 18 años a expresarse en las urnas a través del voto voluntario, tanto las políticas públicas como las acciones partidarias, no han experimentado cambios sustanciales en cuanto a acciones dirigidas a juventudes e infancias. Con excepciones en gobiernos locales aunque, en muchos casos, la mirada adultocéntrica mitiga el alcance.
Entonces, ¿cómo sería una ciudad donde las infancias tengan voz y voto, convirtiéndose en actores clave a la hora de decidir nuestro gobierno? No olvidemos que sus derechos deben ser resguardados, una responsabilidad ineludible. Sin embargo, su opinión no puede quedar en una declaración y su libertad de expresión debe ser considerada con la misma seriedad que la del resto de la ciudadanía.
«El primer impacto de la participación infantil y juvenil es en la ciudad, las infancias reclaman calles amplias para caminar, con espacios verdes para juego.»
El primer impacto de la participación infantil y juvenil es en las ciudades. Las infancias reclaman calles amplias para caminar, con espacios verdes para jugar. Se refleja en experiencias como el proyecto Fronte di Liberazione dei Pizzinni Pizzoni, de 2012, de la Universidad de Sassari. Allí con juegos, cuentos y una comunicación imaginativa, se involucraron a los niños en la re-planificación de su ciudad y de paso, aportaron a los urbanistas nuevas formas de ver el espacio.
República Dominicana en 2001 con el apoyo de UNICEF implementó en la ciudad de Bani el Concejo de la Juventud. Promovió la participación de jóvenes a partir de la elección directa de sus representantes. Para 2012 ya eran 16 municipios replicando esta iniciativa con resultados extraordinarios: el 85% de los niños y niñas de 9 a 18 años participan activamente de las elecciones, eligiendo alcaldes, secretarias y tesoreras de manera directa. En el mismo lugar donde apenas el 50% de los adultos participa de los comicios, según contó la BBC.
LOS NIÑOS NO SON EL FUTURO
Chiqui Gonzalez creadora del Tríptico de la Infancia y el Tríptico de la Imaginación en Rosario, sostiene que la infancia pone en crisis varios aspectos del a gestión pública: “tanto en sus metodologías como en su forma de acción, dado que el juego, la imaginación, las preguntas, la investigación y exploración de lo real, no han sido frecuentemente consideradas como importantes por la política como problemáticas para su propia construcción.”
«El adulto considera a la infancia como una etapa de preparación para la adultez, los niños como adultos potenciales. En términos pedagógicos la formación académica de los niños los ha preparado para cumplir con las expectativas de personas adultas»
Francesco Tonucci destaca lo peligroso del discurso político que incita a los niños a ser el futuro, que todo lo importante es aquello que está por venir. Sin embargo, lo importante, destaca el pedagogo italiano, es el ahora.
En países como la Argentina, cuenta en La Vanguardia, Alejandro Castro Santander, la participación de los niños y las niñas en la vida política es prácticamente nula, y si bien destaca que existen iniciativas, especialmente locales, al respecto, ninguna tiene como resultado la elección de sus representantes.
Agrega además que predomina la consideración de la infancia como una etapa de preparación para la adultez: niños como adultos potenciales. En términos pedagógicos la formación académica de los niños los prepara para cumplir con las expectativas de personas adultas. Es decir, la educación nunca ha estado al servicio de la niñez, sino del adulto.
Las niñas y niños no reciben actualmente las herramientas pedagógicas para la construcción de ciudadanía, sin embargo se expresan, critican y reclaman. Demandan al entorno por sus necesidades, pero no está el mundo adulto dispuesto a oírlos. Nos resulta jocoso, simpático e ingenuo cuando una niña o niño reclama, en serio, por justicia, educación, ambiente y seguridad. Muchas veces el planteo termina en algún comentario humillante.
«El deseo de progresar en soledades un cuello de botella por donde pasan únicamente los privilegiados y las mayorías son arrojadas a la marginalidad, pero lo que la juventud consume es la ilusión de ser elegido.»
La mirada adultocéntrica en la política hace cada vez más distantes a las juventudes de la participación. Las carencias de acciones concretas, la desilusión que supone el hecho de que su invocación no redunde en representación real y que las políticas públicas no se vean reflejadas en transformación de sus condiciones, da permeabilidad a planteos ultraconservadores que, invocando a la libertad individual, plantean estados mínimos, sin intervención en la vida de las personas y relativizando su rol en la garantía de derechos sociales.
HABLAR A LAS JUVENTUDES
El Estado pierde legitimidad, infancias y juventudes son cada vez más permeables al planteo meritocrático del cuentapropismo y por ende más susceptibles de ser ajustados en sus mismas pretensiones. El deseo de progresar en soledad es un cuello de botella por donde pasan únicamente los privilegiados y las mayorías son arrojadas a la marginalidad, pero lo que la juventud consume es la ilusión de ser elegido.
Resulta imprescindible entonces incorporar la mirada política de niños, niñas y jóvenes, no sólo cómo simpáticos consultores sino como ciudadanos de pleno derecho. Tal como lo acepta el estado argentino al adherir a la Declaración Universal de los Derechos del Niño sancionada en 1989 y ratificada en 1990 con rango constitucional, a partir de la sanción de la nueva carta magna de 1994.
Asumir la condición de ciudadanía de las infancias lo cambia todo porque hemos sido pésimos gestores de sus intereses y necesidades, hemos construido normas de carácter declarativo y no nos hemos comprometido con la construcción de conciencia ciudadana desde temprana edad. Hemos, además, fallado en generar ámbitos donde se los tome en serio.
La implementación de políticas públicas activas, con impacto en el corto plazo, con resultados tangibles y la mirada de las infancias como protagonistas excluyentes debe ser un compromiso de los estados, que atraviesan una imperiosa necesidad de legitimidad social. Es la oportunidad de ampliar la democracia, una respuesta eficaz a las tendencias autoritarias que banalizan su rol y buscan captar a las juventudes olvidadas.