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Clara García: «Muchos jóvenes descreen de la política tradicional y eso nos tiene que interpelar para actuar con sensibilidad»

Clara García: «Muchos jóvenes descreen de la política tradicional y eso nos tiene que interpelar para actuar con sensibilidad»

Es la primera presidenta de la Cámara de Diputados de Santa Fe. Lo atribuye a la lucha colectiva de las mujeres. Se compromete a trabajar por más igualdades. Reconoce el legado de los líderes socialistas. Necesidad de un plan común contra la inseguridad y el narcotráfico. Aboga por un diálogo respetuoso y constructivo.

En los pliegues de la historia, Clara García emerge como una figura inquebrantable, tejida con hilos de compromiso y pasión. Nacida en la ciudad de Rosario, desde su adolescencia supo que los números serían su lenguaje. En la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Rosario, se formó como contadora y licenciada en Administración. Pero su visión trascendía las cifras; anhelaba comprender las entrañas de las organizaciones, sus pulsaciones y desafíos.

En 1986, Clara se sumergió en la militancia del Partido Socialista. La gran inundación de Rosario ese mismo año la movilizó hacia la acción solidaria. A los 29 años, asumió la Subsecretaría de Economía de la Municipalidad de Rosario, marcando el inicio de una carrera ascendente. Con Hermes Binner como timonel, Clara navegó por las aguas de la gestión pública. Dirigió el Banco Municipal de Rosario y, más tarde, la estratégica Secretaría de Servicios Públicos y Medio Ambiente. Su energía y pasión se fundieron con la visión socialista, y cada cargo que ocupó llevó su impronta. Fue la primera mujer en romper barreras, abriendo camino para otras.

En 2023, Clara García escribió un capítulo imborrable. Encabezando la lista del frente Unidos para Cambiar Santa Fe, se impuso en las elecciones legislativas. Desde el 10 de diciembre de ese año, se convirtió en la primera mujer en presidir la Cámara de Diputadas y Diputados de la provincia de Santa Fe. Su voz resonó en debates trascendentes. En su telar político, Clara tejió controversias y victorias. Su gestión en áreas clave dejó huellas. Pero también enfrentó críticas y desafíos. Como toda líder, su camino está marcado por decisiones audaces y debates encendidos.

– Ser la primera mujer presidenta de la Cámara de Diputados de Santa Fe (recientemente reelegida por sus pares para un nuevo período legislativo): ¿en qué proporciones es un logro individual, del sistema político y de la sociedad?

– Ser la primera mujer en presidir la Cámara de Diputadas y Diputados de Santa Fe, si bien es un desafío personal muy grande, es resultado de un logro colectivo, de la lucha de tantas mujeres a lo largo de la historia. Un camino que comenzó con mujeres como Alicia Moreau, quien luchó por la obtención de derechos cívicos e impulsó el sufragio femenino, y fue superando grandes adversidades para que hoy las mujeres nos encontremos con más y mejores derechos.

Fueron luchas vibrantes, de militancia ruidosa y callejera; y otras que fueron luchas silenciosas de mujeres dolientes. A todas las honramos alzando sus voces. Cuando una de nosotras tiene un rol importante, necesariamente hay un camino colectivo. 

– ¿Dónde se notará el avance?

– Aunque aún quede un largo trayecto por recorrer, asumir la Presidencia de la Cámara baja de Santa Fe es un compromiso para ir por las igualdades que faltan. Es en ese sentido que me van a encontrar trabajando dentro de este cuerpo legislativo, buscando los consensos necesarios entre todas las fuerzas políticas y todos mis pares para construir un futuro más inclusivo y feminista para las santafesinas y los santafesinos.

– Has reconocido el legado de la tradición socialista, especialmente de Guillermo Estévez Boero, Hermes Binner y Miguel Lifschitz. ¿Creés también que hay una paulatina superación de las pérdidas y el emergente de una renovación?

– Sin dudas. Desde el Partido Socialista estamos continuando el legado que nos dejaron estos tres grandes líderes, que hicieron posibles tantos sueños en Santa Fe, que buscaron proyectarlos a nuestro país, y con quienes las y los socialistas nos formamos políticamente.

Personalmente, tuve el orgullo de acompañar a Hermes y a Miguel en sus gestiones como intendentes de la ciudad de Rosario y más adelante, como gobernadores de la provincia de Santa Fe. Y fue de ellos que aprendimos a planificar y gestionar, a dialogar y escuchar, a formar equipos, a trabajar sin parar y a dar la cara siempre.

Todo lo construido, las apuestas transformadoras, las ideas innovadoras, las utopías y las gestiones para una sociedad más justa y solidaria no nos permiten perder tiempo y nos llevan a hacerles honor a nuestros referentes, que tanto han hecho por la provincia. Quienes nos precedieron dejaron una antorcha encendida y son las y los jóvenes quienes deben seguir manteniendo ese fuego encendido, mirando hacia adelante con pasión política.

– Resultaste la segunda persona más votada en tu provincia en 2023. ¿Cómo fue la construcción para pasar de ser una funcionaria con un perfil técnico en Rosario a una referencia provincial con ese alto nivel de reconocimiento?

– Inicié mi vida política en 1986 en el Partido Socialista, y en 1989 formé parte del primer gobierno socialista en la Municipalidad de Rosario, ocupando diversas funciones durante los siguientes 25 años. En todos estos roles fui la primera mujer en ocupar el cargo, asumiendo una responsabilidad colectiva que nos desafía desde el feminismo. En 2009 encabecé la lista de concejales del Frente Progresista, que ganó las elecciones locales. Y luego de otro paso por la gestión municipal, en 2015 asumí por primera vez como diputada provincial.

Acompañar a Miguel Lifschitz en años trascendentes de su carrera política significó, también, recorrer la provincia entera. Miguel visitó cada pueblo y cada ciudad, tomando nota de las necesidades sin importar su color político. Así conocí cada rincón de la provincia y, ya como legisladora, eso me permitió contar con una mirada más amplia para el estudio y debate de cada una de las leyes.

La muerte de Hermes primero y de Miguel después nos llevó a resignificar nuestros roles ante la ausencia de dos líderes de tamaña proyección, y a asumir nuevas responsabilidades para mantener vivo al socialismo y su proyecto político. Unimos fuerzas y en 2021 presentamos candidaturas nacionales y locales que permitieron que Mónica Fein asumiera como diputada nacional y gran cantidad de intendentes, presidentes comunales y concejales retuvieran e incrementaran los gobiernos locales. Fueron los cimientos para que en 2023 estuviéramos en pie, conformáramos el frente político “Unidos” preservando la identidad socialista, y que reforzáramos la presencia en el Congreso de la Nación. Hoy podemos mostrar con orgullo a Esteban Paulón como diputado nacional y aquí en Santa Fe, la presidencia de la Cámara de Diputados y el bloque más numeroso de legisladores, a Paco Garibaldi como senador del Departamento La Capital, y muchos gobiernos locales pintando de socialismo la bota santafesina.

Pese a las enormes dificultades que se viven día a día, la gente confió plenamente en nuestras propuestas y su capacidad transformadora.

– ¿Qué desafíos políticos implica un escenario de pobreza, desigualdad, conflictividad social y crimen organizado para el nuevo gobierno provincial?

– En los últimos cuatro años, el gobierno conducido por Perotti descuidó e interrumpió las políticas que se llevaron adelante durante los doce años de gestiones progresistas. Desmanteló programas como el Vuelvo a estudiar, el Abre, el Nueva Oportunidad, que daban respuestas cercanas y efectivas en los barrios más vulnerables, con resultados positivos en la integración social y en la disminución de los índices de violencia. 

El nuevo gobierno de Unidos tiene la gran responsabilidad de retomar, con nueva impronta, las políticas que dieron resultado en materia de seguridad, educación, salud, producción y empleo, entre otras. A diferencia del gobierno anterior, desde Unidos tenemos un plan, tenemos equipos y tenemos vocación de diálogo con el resto de las fuerzas políticas en la búsqueda de consensos para los proyectos más complejos.

– ¿Qué mea culpa debe hacer la dirigencia política y quienes ejercieron responsabilidades ante un triunfo nacional de una coalición que hizo del discurso contra la “casta” su carta de éxito?

– Frente al resultado de las elecciones nacionales, los dirigentes políticos estamos compelidos a cuestionarnos y repensar la manera de construir políticamente y de relacionarnos con la gente. El triunfo de Milei implicó el hartazgo de la sociedad en relación a un modo de hacer política, el rechazo a la conducción del gobierno y la desilusión de un presente con inflación, inseguridad y pobreza en constante crecimiento.

Hoy en día muchos jóvenes descreen de la política en su forma tradicional, y eso nos tiene que interpelar para actuar de manera rápida y sensible.

– ¿Cómo imaginás una hoja de ruta para que la propuesta socialdemócrata recupere predicamento y protagonismo en la Argentina?

– Desde el Partido Socialista tenemos propuestas que apuntan a una sociedad que pueda acceder a más derechos, que pueda defender los espacios públicos, que pueda tener una propuesta renovada respecto a la garantía del acceso a la salud y la educación. 

Tenemos como desafío seguir participando y creciendo en distintos puntos del país para estar en contacto con las distintas realidades, preocupados por la situación social que se está viviendo que, sin dudas, está marcada por la inflación y la inseguridad.

Por eso creemos que hay que trabajar con diversos sectores políticos, que quieran superar esta situación y contraponer al gobierno nacional propuestas claras que incluyan a los sectores más vulnerables.

– El principal desafío del gobierno de Pullaro es abordar la violencia. Muchas de las críticas a las gestiones socialistas pasaron por sus resultados en seguridad. ¿Cómo se recupera la centralidad del Estado frente a una criminalidad cada vez más compleja y violenta?

– En nuestros gobiernos, los funcionarios jamás estuvieron involucrados en hechos de corrupción, algo que no se da en otros partidos políticos.

A lo largo de los tres gobiernos de las gestiones socialistas se implementaron políticas en materia de seguridad y justicia que lograron detener, procesar y juzgar a muchos de los cabecillas de las bandas criminales más peligrosas de la provincia. También se llevaron adelante programas sociales para combatir y prevenir el delito. Siempre resaltando la transparencia y honradez del Ejecutivo santafesino.

Por su parte, el gobierno nacional, que tiene una responsabilidad primaria en la lucha contra el narcotráfico, dejó sola a Santa Fe durante muchos años y esa ausencia sin dudas se notó; hoy las y los santafesinos estamos sufriendo las consecuencias. Negar el apoyo que la administración provincial necesitaba, no crear nuevos juzgados y fiscalías federales, no enviar fuerzas federales suficientes al territorio provincial y articular tareas con la policía provincial son solo algunas de las acciones que reclamamos tantas veces y no tuvimos respuesta.

No hay que olvidar que en la gestión de Perotti, que llegó al gobierno con un eslogan de campaña exclusivamente enfocado en la cuestión, todos los índices delictivos se incrementaron, quedando muy lejos tanto la paz como el orden que prometió.

Como mencioné, el problema excede a Rosario y a la provincia de Santa Fe; tiene alcance nacional y por eso es necesario reunir fuerzas de todos los partidos políticos y de todos los estamentos del Estado para hacerle frente.

– A cinco meses de asumido el nuevo gobierno, ¿cómo ves que avanza la cuestión de la seguridad?

– Desde el gobierno de Unidos tenemos un fuerte compromiso en relación a la crisis de seguridad que estamos viviendo y se han puesto en marcha medidas urgentes para combatir la delincuencia, como aumentar la cantidad de patrulleros y personal policial en las calles, o trasladar a los presos de alto perfil a pabellones específicos.  

Desde la Cámara aprobamos más de 30 leyes durante este Período Extraordinario y desde un primer momento nos enfocamos en los proyectos referidos a seguridad y justicia, que eran una prioridad para el gobernador. Destaco la Ley de Emergencia en Seguridad que, entre otras cosas, agiliza procedimientos para la compra de móviles y equipamiento para la Policía y hoy ya estamos viendo los nuevos patrulleros en las calles. También la Ley de Narcomenudeo para perseguir el microtráfico de drogas y comenzar a pacificar los barrios donde se concentran los puntos de venta. Reformamos la Ley del Sistema Penitenciario para jerarquizar a sus miembros y mejorar las condiciones en que llevan adelante su trabajo.

A la vez, reforzamos la estructura del Ministerio Público de la Acusación para que pueda fijar una política ordenada y eficiente para perseguir el delito, y Santa Fe es la primera provincia en contar con una Ley de Inteligencia para recolectar información que sirva para prevenir el delito y desbaratar las bandas delictivas.

En resumen, todos los partidos políticos que conformamos el gobierno actual de Santa Fe tenemos un plan común en la lucha contra la inseguridad y el narcotráfico, y para devolverles la calidad de vida a las y los santafesinos.

– ¿Cómo impactan los discursos de odio en el desarrollo de propuestas y políticas públicas?

– Los discursos de odio no son más que sentimientos de hostilidad y resentimiento con el otro, algo que lleva a más violencia y a un camino oscuro.

La gente se cansó de eso y se cansó de los políticos y las políticas que hicieron abuso de ese tipo de peleas porque ya no puede llegar a fin de mes, porque padece la inseguridad y la corrupción, porque los servicios que presta el Estado son cada vez más deficientes.

Y quienes aún creemos y confiamos que la política puede ser distinta, tenemos un gran desafío por delante, que es promover un discurso respetuoso y constructivo, basado en la escucha activa y el respeto, fomentando la libertad de expresión.

– Frente al avance de las extremas derechas a nivel global, ¿qué estrategias debiera plantea la socialdemocracia para contraponer otro camino?

– Es clara la tendencia de las derechas fascistas que crecen y se consolidan a nivel mundial, y desde la socialdemocracia entendemos que debemos motivar a los actores políticos a pensar en soluciones pacíficas, democráticas y conjuntas, que constituyan la única garantía para un proyecto internacional compartido. 

El diálogo tiene que ser el pilar fundamental para reunir a los partidos políticos y a los distintos sectores de la sociedad para pensar un proyecto de país con un futuro que sea socialmente inclusivo, ecológicamente sostenible y humanamente solidario, priorizando a las poblaciones más vulnerables.

Desafíos para la izquierda democrática: nuevos problemas, antiguos valores

Desafíos para la izquierda democrática: nuevos problemas, antiguos valores

El editor y ensayista Alejandro Katz propone vigorizar de la agenda progresista incorporando al cambio climático, el imperio de las corporaciones tecnológicas y la reducción de la autonomía por el cambio tecnológico, como nuevas incertidumbres.

La izquierda democrática parece desconcertada, en retirada de la primera línea de la batalla política, pero también de la disputa de ideas y, consecuentemente, de la atención de la ciudadanía.
La contestación se ha refugiado en rincones identitarios, ha emigrado hacia reivindicaciones ambientalistas o se asociado con líderes autoritarios. Ha perdido a la vez la capacidad de desafiar el orden presente y de imaginar un futuro posible.
Conocemos muchas de las razones que explican esta deriva: la fragmentación de la sociedad, la tribalización impulsada por las redes, la creciente pérdida de control sobre el destino común de sociedades cuyos estados se han fragilizado en la globalización, la crisis de la representación… La lista sigue, y hay quienes agregan en ella la desigualdad que no ha cesado de aumentar desde la década del 80 del siglo pasado, aunque este es un añadido curioso, ya que la desigualdad debería ser un argumento con el que explicar una influencia creciente de los discursos y la presencia de la izquierda democrática, no su repliegue.
La pregunta es, entonces, acerca de las razones del reflujo, de las dificultades que las diversas tradiciones socialistas están mostrando para desempeñar un rol protagónico en momentos en que las sociedades más lo requieren.
Las siguientes son apenas unas hipótesis, esbozos, intuiciones con las que sugerir algunas posibles vías de reflexión.
En primer término, una constatación: los valores de la izquierda democrática, los que han impulsado a hombres y mujeres desde hace un siglo y medio, la libertad, la igualdad, la solidaridad, están inscritos en la larga historia de nuestra civilización. Pero nuestras ideas políticas tienen la marca de un tiempo ya ido, el tiempo que, iniciado en el cruce de las revoluciones francesa y norteamericana y de la revolución industrial, le dio las categorías a nuestro lenguaje y las formas a nuestra imaginación desde finales del XVIII y principios del XIX.
Indudablemente, es muy difícil cambiar de lenguaje. El lenguaje hace a la identidad individual y colectiva de una persona, de una comunidad, de una nación. Más difícil aun es cambiar el lenguaje que hace a la identidad de un movimiento político, construido en torno de ciertas palabras que expresan valores e ideas compartidas por elección, no por herencia.
Pero creo que debemos intentarlo, si queremos encontrar el modo de que aquellos valores no sean solo razones de orgullo por los logros pasados sino aspiraciones posibles en un futuro próximo, en el futuro de las vidas de las personas, mujeres, hombres, niñas y niños que esperan respuestas y que, si resignada o ilusionadamente miran en otras direcciones van a encontrarse al final del camino con renovadas frustraciones.
Simplificando excesivamente -¡excesivamente!- diría que el modo de realizar aquellos programas fue, durante el tiempo de las luchas de la socialdemocracia, aspirar a mejores condiciones de vida material y a la ampliación de los derechos de ejercicio de la ciudadanía. Más bienestar y más derechos o, en esta versión simplificada, salario y voto. Mejores ingresos, autogobierno e igualdad de oportunidades.

Para el pensamiento y la política conservadora la gestión de la incertidumbre es una tarea individual y para la izquierda una tarea colectiva.

Había allí dos demandas en coexistencia: por una parte, una demanda, una exigencia de dignidad material y moral. Hoy diríamos: de reconocimiento. Pero, por otra parte, una demanda subyacente, no necesariamente formulada en estos términos, pero intensamente presente: la de reducir las incertidumbres respecto del futuro. Porque, a diferencia de la estabilidad de las sociedades tradicionales, premodernas, inscritas en un orden durable, el suelo móvil de la modernidad, las angustias de la secularización, la disociación entre el orden del mundo y el mundo del hombre y de la mujer modernos pusieron en el centro del drama de nuestra civilización la necesidad de reducir la incertidumbre. El socialismo se propuso como una respuesta a esa necesidad. La educación, como herramienta para la comprensión y captura de un mundo en mutación permanente; el estado de bienestar para resguardar a las personas de las amenazas del desempleo, de la vejez o de la pobreza fueron las herramientas fundamentales en esa tarea. Podríamos decir que la diferencia entre las visiones conservadoras de la política y las visiones progresistas, entre la derecha y la izquierda, se sintetizan en que para el pensamiento y la política conservadora la gestión de la incertidumbre es una tarea individual y para la izquierda una tarea colectiva. Que para unos se realiza acumulando recursos privados para hacer frente a las inquietudes que propone el futuro mientras para los otros esos recursos deben ser colectivos y estar equitativamente distribuidos.
Si ponemos nuestra interpretación bajo esta clave podríamos preguntarnos cuales son las fuentes de incertidumbre en el mundo contemporáneo y cuales, eventualmente, las respuestas posibles. Y discernir entre esas respuestas aquellas que deberían conformar la caja de herramientas de la izquierda democrática porque son respuestas, una vez más, comunes, compartidas.
Señalo algunas de esas fuentes de incertidumbre, que se agregan a las ya conocidas: el cambio tecnológico; el dominio de megacorporaciones digitales; el cambio climático. No es necesario abundar en las razones por las que el cambio climático aparece como una amenaza para el futuro común y, especialmente, para el de las naciones y las poblaciones más vulnerables. Solo quisiera, en este aspecto, enfatizar la tensión entre cambio climático y desarrollo económico, en el sentido de que nuestras ideas acerca de cómo la economía debe crecer para proporcionar prosperidad a un mayor número de personas entran en contradicción con el imperativo de revertir o cuando menos mitigar el cambio climático. Esto no nos debe llevar a suscribir las teorías del decrecimiento, pero sí a indagar qué tipo de crecimiento es a la vez necesario y deseable.

Ante las big tech, y más en general en la economía digital, en momentos en que los estados han perdido, y siguen perdiendo, soberanía, la función de consumidor como un agente activo que toma decisiones relativamente autónomas se suprime, y los individuos se convierten en recursos de los que se extraen cuasi rentas.

Voy a señalar, sí, dos rasgos que me resultan especialmente importantes respecto del modo en el que las otras fuentes de incertidumbre están operando. Las big tech, las megacorporaciones digitales, sobre las que mucho y muy valioso se ha escrito, están conformando lo que yo llamaría un nuevo orden imperial. Su desarrollo, su expansión global, el modo en el que coexisten con órdenes políticos locales pero explotan a las poblaciones de esos territorios, se corresponde casi literalmente con el modo de funcionamiento de los imperios clásicos. Eso supone un cambio del estatuto de las poblaciones afectadas. Porque, a pesar de la crítica que el pensamiento progresista ha realizado de la función de consumidores que ha sido la marca del capitalismo -el consumidor como opuesto al ciudadano-, lo cierto es que en un mercado capitalista dinámico el consumidor sigue siendo agente, en la medida en que el Estado regule razonablemente la oferta moderando o directamente impidiendo brutales asimetrías de poder, información y capacidad de decisión. De hecho, las sociedades que son a la vez capitalistas y democráticas han impulsado el surgimiento de esas dos figuras, el ciudadano y el consumidor, que comparten un rasgo propio de la modernidad, o cuando menos de la modernidad occidental: la búsqueda creciente de autonomía, la captura de agencia por parte de sujetos que se quieren electores en la política y en los mercados, que aspiran a decidir cómo organizarse políticamente y cómo definir un destino común, es decir, ejercer el autogobierno de lo público; y, a la vez, exigen decidir sobre los modos en que organizan su esfera privada.
Por el contrario, ante las big tech, y más en general en la economía digital, en momentos en que los estados han perdido, y siguen perdiendo, soberanía, la función de consumidor como un agente activo que toma decisiones relativamente autónomas se suprime, y los individuos se convierten en recursos de los que se extraen cuasi rentas. No hay elecciones alternativas a tomar entre ofertas semejantes y, peor aun, no hay prácticamente posibilidad de decidir ser parte o no del sistema mismo.

El desarrollo explosivo de los sistemas autónomos de decisión y acción -la robótica, la big data, la inteligencia artificial- supone una pérdida inversamente proporcional de autonomía humana individual y colectiva.

Algo debemos señalar, también, otro de los efectos de la transformación digital en que estamos inmersos. También, por cierto, hay una inmensa cantidad de bibliografía fundamental para entender las características y las posibles consecuencias de las transformaciones en curso sobre la sociedad, la cultura y la subjetividad. Yo quisiera señalar, a efectos de mi argumento, solamente un rasgo: el desarrollo explosivo de los sistemas autónomos de decisión y acción -la robótica, la big data, la inteligencia artificial- supone una pérdida inversamente proporcional de autonomía humana individual y colectiva. De los algoritmos a la automatización de tareas manuales e intelectuales, esta era de cambio tecnológico se distingue de las otras porque, a diferencia de aquellas, cuyo resultado fue el incremento de la capacidad de decisión y de acción humana sobre la naturaleza y sobre la cultura, estos cambios tecnológicos producen el efecto contrario: reducen la dimensión humana de la humanidad.
No se trata aquí de desarrollar estos problemas, pero es inevitable señalarlos. Ellos son algunas de las fuentes principales de incertidumbre que, como siempre, afectan de un modo desmesuradamente desigual a los más vulnerables. (No son las únicas: la inestabilidad geopolítica global; las migraciones, consecuencia principal pero no exclusivamente del cambio climático; la fragilidad macroeconómica de los países del sur; la polarización política y las dificultades que ella entraña para tomar decisiones a favor del interés general; la precarización del trabajo; el desarrollo de mercados criminales, especialmente los vinculados con el narcotráfico,  son otras. Pero, sin restarles importancia ni gravedad, son problemas más conocidos, sobre los que la izquierda tiene una reflexión de larga data y, en algunos casos, también tiene respuestas políticas para ofrecer.)
Tanto ante el cambio climático y sus consecuencias en el mundo físico, como en relación con la pérdida de agencia en la vida cotidiana producida por el imperio de las corporaciones tecnológicas y la reducción de la autonomía producida por el cambio tecnológico, son las poblaciones más desfavorecidas las más afectadas en el presente y las más amenazadas en el futuro, y es por ello que el pensamiento progresista tiene la obligación de estructurar una reflexión sobre esos temas y el deber de buscar respuestas políticas adecuadas.
Si el propósito de la izquierda democrática ha sido a lo largo de una larga historia que sin embargo es todavía breve reducir la incertidumbre que el futuro distribuye desigualmente entre los habitantes del presente, un discurso renovado debería hacerse cargo de estos temas. Ello no implica, naturalmente, desinteresarse de nuestra agenda tradicional, centrada en la dignidad de la vida material y en la ampliación de derechos de nuestra vida moral. Pero sí significa que esa agenda nunca podrá avanzarse si no se pone bajo estos ejes.
Quisiera concluir diciendo lo mismo de otro modo. Podemos pensar que la tarea de la izquierda ha consistido en discutir cuánto queremos ganar. Cuánto de salario, cuánto de bienes públicos (salario indirecto, dicen algunos), cuánto de tiempo libre. Yo creo que la pregunta que siempre hemos intentado contestar, y que debemos volver a formular teniendo en consideración las marcas del presente pero también los riesgos y las oportunidades del futuro, no es cuánto queremos ganar sino cómo queremos vivir, cómo vivir juntos, qué tipo de relaciones queremos privilegiar entre las personas, cuales con el mundo del que somos parte, cómo vivir con los que vendrán en el futuro.
El socialdemócrata Guterres juró como nuevo Secretario General de la ONU

El socialdemócrata Guterres juró como nuevo Secretario General de la ONU

United Nations High Commissioner for Refugees (UNHCR) Antonio Guterres attends a press conference following the UNHCRs annual Executive Committee meeting on October 3, 2014 at the United Nations Office at Geneva. AFP PHOTO / FABRICE COFFRINI (Photo credit should read FABRICE COFFRINI/AFP/Getty Images)

 

Antonio Guterres tomó juramento como Secretario General de la ONU. El político portugués de extracción socialdemócrata reemplazará a Ban Ki-moon desde el 1 de enero.

Guterres cuenta con una alta trayectoria política y de trabajo en el campo de los derechos humanos. Entre 2005 y 2015 fue responsable del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Su mandato es recordado como uno de los mejores del organismo, dado que Guterres tuvo especial preocupación por advertir a los países poderosos del mundo desarrollado sobre la enorme responsabilidad que tenían respecto a la crisis de los refugiados. Como responsable del organismo los instó a aumentar sus ayudas humanitarias a las personas que migraban de conflictos bélicos como las de Irak, Afganistán, Siria y el Medio Oriente, en la que tenían, además, una responsabilidad particular.

Guterres nació en un barrio obrero de Lisboa y se afilió al Partido Socialista durante la Revolución de los Claveles que acabó con el régimen salazarista, entonces encarnado por el dictador Marcelo Caetano. Seguidor de las políticas del histórico socialista Mario Soares, Guterres llegó a ser Secretario General del PS y primer ministro de Porgutal. Su rasgo fue siempre el de la moderación política. Asimismo, tuvo una importante trayectoria en el mundo socialdemócrata llegando a ser presidente de la Internacional Socialista.

[blockquote author=»» ]Guterres nació en un barrio obrero de Lisboa y se afilió al Partido Socialista durante la Revolución de los Claveles[/blockquote]

Se espera que, como nuevo Secretario General de la ONU, Guterres encare reformas necesarias para lograr un mejor mecanismo de la organización y para fortalecer la paz en un mundo donde se recrudece la violencia y surgen nacionalismos de todo tipo. “La ONU debe prepararse para cambiar” – dijo hoy al tomar juramento. Sus primeras palabras parecen indicar que las reformas serán su principal objetivo.

 

Información en base a agencias