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Debajo del radar: la discusión sobre el derecho a la educación

Debajo del radar: la discusión sobre el derecho a la educación

Propone una agenda educativa nacional en la Argentina, que define la educación como derecho constitucional frente a embates neoliberales. Aboga por políticas progresistas que prioricen inclusión, calidad y equidad, superando debates provinciales para garantizar reformas sistémicas y proteger la educación pública.

Pasan tantas cosas en el país, la agenda cobra un vértigo inaudito incluso para tiempos acelerados como los de la contemporaneidad o para quienes estamos habituados a la incertidumbre en la que acostumbra vivir un país de crisis en crisis como gusta pensarse -o quizás lo sea- el nuestro. Tenemos el inicio de clases a la vuelta de la esquina. Este año muy posiblemente los conflictos, tensiones y acuerdos propios de cada comienzo del ciclo lectivo ocurren más a nivel provincial que como parte de un debate de alcance nacional.

En este texto buscamos ir contra este clima de época e insistir en la necesidad de presentar ideas que permitan reponer el debate sobre una agenda de la política educativa a nivel nacional. Si bien en un país federal como el nuestro la educación es responsabilidad de cada provincia, sostenemos la necesidad de contar con proyectos que planteen ejes comunes, respetando las idiosincrasias y necesidades de las localidades y contextos, pero sin que esto signifique dejarles ni a su voluntad ni a la deriva.

El debate educativo es aquello que actualmente pasa debajo del radar. Las declaraciones del Presidente Milei el 23 de enero en Davos despertaron la consecuente respuesta de parte de organizaciones del colectivo LGBTQ+ y la sociedad civil en múltiples lugares del país. Asimismo, lejos de reconocer demandas de un sector importante de la sociedad, el gobierno insistió con su cruzada de “batalla cultural”. Debajo del radar pasó otra parte de la alocución de Milei en Davos, precisamente esas frases en las que puso en cuestión ni más ni menos que otro pilar fundamental de los estados modernos en el mundo occidental: el derecho a la educación. Un derecho que está enraizado con los textos constitucionales de los países latinoamericanos post independencia y que fueron incorporados en las sucesivas reformas de nuestra Constitución. En la Argentina en particular este andamiaje se tradujo en la Ley 1420, construyéndose un Estado pedagógico en donde lo educativo se hizo ley.   la posterior Ley Lainez en 1905, que diseminó un proyecto educativo a la par del desarrollo del Estado moderno. Un Estado liberal, en lo económico y en lo social. Un Estado preocupado por impulsar el proceso formativo de una sociedad que en la complejidad de sus mezclas constituyó una identidad novedosa.

En tiempos de tensiones y trabajosos equilibrios en la distribución de responsabilidades entre las provincias y el naciente Estado nacional este cumplió un rol central motorizando el acceso a la experiencia educativa. pocas dudas caben que la distribución de escuelas en distintos rincones del país, y la posterior expansión del sistema dicha interrelación Estado-sociedad contribuyó a construir una narrativa que hizo de la educación una esfera que concentró propiedades positivas en tanto garante del ascenso social, a la vez que configuró un relato que combinaba el mérito, el esfuerzo y el igualitarismo. Un camino que otorgaba previsibilidad en la construcción de un horizonte de futuro. Esos elementos, tal como mencionamos, no eran inocuos, establecieron, al igual que en cualquier otra gramática escolar de cualquier latitud, la validación de ciertos saberes por sobre otros en la organización curricular, la organización de aulas, rituales y un sentido de la identidad nacional. Una disciplina escolar de formas rígidas basada en la centralidad del adulto. Una construcción de la igualdad a través de de la homogeneidad de la que dio cuenta Inés Dussel en referencia a los guardapolvos como un elemento más del régimen de apariencias que estableció límites entre quiénes estaban dentro y fuera de la escuela. A la vez, la escuela contó con una tradición particular, que pasó de generación en generación, sensación de pertenecer y de hacer algo significativo para ellos y el país (Dussel, Brito y Nuñez, 2007)[1]. Una autoridad que aún en tiempos de mayor incertidumbre relata con maestría Celina Murga en Escuela Normal hilvanando imágenes de la escuela normal de Paraná, Entre Ríos.

DERIVA

La expansión del sistema tuvo desde entonces sus dimes y diretes, un crecimiento amorfo, oleadas de expansión, derivas y una reconfiguración a partir de inicios de la década del noventa con la Ley Federal de Educación y la Ley de Transferencia que estructuró sus bases actuales: el traspaso de la gestión educativa a cada provincia y el corrimiento, a veces más marcado que en otras, junto con su masificación y posterior sanción de la obligatoriedad. Efectivamente la expansión del sistema ya daba frutos en dicha década (la obligatoriedad social previa a la legal a la que refieren varias colegas). Contornos que dibujaron tanto las nuevas universidades del Plan Taquini como años después la Ley Federal de Educación. Para cerrar este somero resumen la Ley de Educación del año 2006, como ya sabemos, estableció derechos, amplió la obligatoriedad al nivel secundario dinámicas de participación, reconocimiento de instancias de diálogo. Años después se extendió la cantidad de años de escolarización a garantizar con la ampliación a sala de 4 años. Un derecho a garantizar por parte del Estado, no ya como responsabilidad de las familias.

Pero volvamos al punto. Esta iba a ser una típica nota más sobre los desafíos de la política educativa al inicio del calendario escolar. Sin embargo, el escenario nos coloca ante nuevos embates contra las universidades y la educación superior en general, hacia la ESI, contra la participación estudiantil, a cuestionar el mismo derecho a la educación. A días del momento de izar las banderas, volver a los olores que trae la escuela, a los nervios del cambio de nivel, a la previsa de planchar el guardapolvo y revisar que estén todos los útiles, creemos necesario volver a insistir en los elementos que garantizan el derecho a la educación.

El debate educativo es aquello que actualmente pasa debajo del radar. […] el gobierno insistió con su cruzada de ‘batalla cultural’ […] puso en cuestión […] el derecho a la educación.

Uno de esos elementos es la discusión salarial que seguramente ocurrirá en cada provincia y afectará el inicio del ciclo escolar. Una discusión salarial, necesaria, pero que pareciera ser que es la única oportunidad de debate de la política educativa. Y cuando no se debate educación anidan los discursos de la batalla cultural que detrás de la denuncia del supuesto adoctrinamiento siembran la semilla del cuestionamiento de ese derecho a la educación que desde la generación del 80 se yergue como un mantra que anuda tradiciones políticas de las más diversas.

Hasta hoy.

En el pasaje de límites el mileismo ha corrido uno más y colocó al derecho a la educación en el centro de la discusión. Por supuesto que esto no es culpa del progresismo, otro de los tópicos habituales de la discusión política -como si el problema hubiera sido otorgar derechos como el matrimonio igualitario, el cupo trans, la ESI, el derecho al voto desde los 16 años o la expansión  y obligatoriedad del nivel secundario- Dicho esto, a la vez creemos necesario que desde los sectores y una educación progresista  se abra la discusión sobre qué de todo eso realmente implicó la consagración de derechos efectivos y sobre la necesidad de reorientar la política educativa. El momento de reconocer avances, pero también los límites que se construyeron.

Si tiempo atrás la idea de una época dorada de la educación restringía la posibilidad de pensar por fuera de la antigua creencia de que “todo tiempo pasado fue mejor” o frases como “en mi tiempo no pasaba” resulta factible señalar que algo similar ocurrió con la cristalización de una década de inclusión que casi no registra posibles críticas. Ambos discursos se asemejan al diálogo que Vivian Gornick narra en Apegos feroces[2], el libro donde cuenta la relación que la autora tuvo con su madre, esa figura anclada en otro tiempo. Una persona que “lo único que odia es el presente; en cuanto el presente se hace pasado, comienza a amarlo inmediatamente”. En este texto queremos impulsar una discusión que rompa con la idea de un pasado como mantra de lo mejor lo que implica debatir, desnaturalizar, formar parte de la conversación actual antes que privilegiar la mirada inquisidora que anhela con nostalgia, casi como la del lamento de un tango, un tiempo que ya no volverá. Ni el de mediados del Siglo XX ni el de la década pasada.

El texto tiene dos objetivos: en primera instancia aportar al diseño de una agenda pública educativa a nivel nacional y, en segundo lugar, el abordaje de la política educativa desde una impronta progresista que repara en conceptos claves como son los de inclusión, evaluación y calidad sin relegar -o precisamente a fin de dar otra impronta a los términos- el sentido político de la educación.

REPENSAR LA INCLUSIÓN EDUCATIVA

La educación desde una perspectiva progresista se define como política y  se inscribe en postulados que abarcan varias dimensiones, especialmente qué se entiende por cultura y cómo se transmite en la sociedad. Antes de comenzar cabe señalar algunas cuestiones contextuales. Este documento fue elaborado en un tiempo de ajuste, recorte y la precarización de los y las trabajadores/as de la ciencia y los y las docentes, del sector científico y tecnológico; deslegitimando la labor de las instituciones educativas. Se trata, también, de una época en la que el gobierno nacional ha elegido confrontar con el sentido público de la educación para polarizar posiciones en el marco de la remanida batalla cultural.

El diseño y la ejecución de políticas educativas tiene efectos significativos y de magnitud en la población de estudiantes en sus diferentes niveles del sistema. Las trayectorias estudiantiles, contenidos escolares, formas de distribución y organización de la matrícula -y los posibles o no cruces entre diferentes sectores sociales, cada vez más difíciles en un sistema entre fragmentado y diversificado-, los programas específicos, la cantidad de horas y días de clase (tiempo), pero también el tiempo concreto, la experiencia cotidiana relacionada con la intensidad de aprendizajes logrados y vínculos construidos se juega en una extensa concatenación de acciones que van desde el diseño e implementación de una política pública hasta su concreción en cada territorio, aula, práctica docente.

Desde hace años las discusiones educativas han quedado atrapadas en la vorágine de una noticia detrás de otra y posiciones enfrentadas que reflejan una polarización incluso mayor que ante otras temáticas. Las voces suelen oscilar entre un apoyo pleno y el rechazo total, sin lograr hallar puntos de contacto, negociaciones y posibilidades de articulación. A su vez, existe cierto consenso en la literatura y varias experiencias de gestión educativa sobre cómo pensar un sistema atento a los dilemas contemporáneos y qué tipo de propuestas de modificación, aunque muchas veces las políticas oscilan entre los cambios orientados al apoyo de las trayectorias hasta otros de mayor alteración del dispositivo institucional.

En primer lugar, creemos que es necesario repensar desde nuevas coordenadas el concepto de inclusión que comprende significados que hoy se han  ampliado y que proponemos pensar como capas o niveles. En una primera capa se aspira a la escolarización plena de toda la población en los niveles definidos como obligatorios por la legislación nacional. Asimismo, se pretende garantizar condiciones mínimas para niños y niñas que asisten a la escuela: edificios, equipos docentes, recursos pedagógicos curriculares, tiempo de clase. Es fundamental que en un contexto de incertidumbre el sistema funcione de manera plena, se reconstruya la autoridad docente, los establecimientos cuenten con recursos didácticos y materiales y los planteles docentes se sientan respaldados. En tal sentido, se parte de la premisa de la educación como derecho social, político y práctica que potencia la igualdad desde los inicios de lo humano. La educación excede el territorio de lo escolar, se instituye como lugar propio y específico de actividades de transmisión en sociedades a lo largo del tiempo: inscribiendo, construyendo identidad, pertenencia, creando lazos, transmitiendo ritos, participando de la cultura y una cosmovisión del mundo, tejiendo vínculos con el conocimiento, con los otros y con el mundo. Es tiempo de una segunda instancia de expansión del derecho a la educación que anude acceso con experiencias de aprendizaje y sociabilidad intensas.

En una segunda capa de inclusión, se advierte que el acceso a la escuela no promueve aprendizajes para todos/as, y por ende la inclusión se complejiza y se anuda con las desigualdades y la segmentación. Los tiempos de aprendizajes y en que tienen lugar las experiencias son distintos, heterogéneos e implican en la práctica trayectorias diversas. Si bien la Ley de Educación Nacional significó avances en materia de democratización de acceso al sistema, el derecho social a la educación se encuentra aún lejos de estar plenamente garantizado.

Hablar de inclusión es delinear una política del resto, de quienes forman parte del mundo común – incluidos- y de los otros y las otras -excluidos- que quedan fuera.

En una tercera capa, decimos que si bien la función social de la escuela es una formación común y compartida, las diferencias propias de lo singular de lo humano no deben ser motivo de desigualdades. De este modo, el concepto de  inclusión se amplía porque debe vincularse tal formación común -sea el origen diverso- con la cultura de lo propio, lo antropológico y lo  local de niños y niñas, adolescentes y  adultos que asisten a la escuela. En los orígenes de la escuela moderna se arrasa con la cultura, los rituales, lo distinto de quienes asisten. Desde una educación progresista creemos que la escuela democrática y justa no deja fuera de sus muros lo propio de las culturas donde se encuentre, no clasifica ni jerarquiza saberes, promueve una formación común en donde las experiencias son prioridad, transitan saberes en plural, se retoman intereses de los otrxs como parte de lo que la escuela disponga.  Dicho esto entonces, hablar de inclusión es delinear una política del resto, de quienes forman parte del mundo común – incluidos-  y de los otros y las otras -excluidos-que  quedan fuera.

Finalmente, en tercer lugar, hablar de educación inclusiva exige garantizar el derecho a la educación de todas las personas (niñas, niños y distintas maneras de nombrar infancias y adolescencias y adultos) identificando y atendiendo a las diversas necesidades.

CALIDAD EDUCATIVA: ¿CÓMO MEDIR?

El segundo punto que quisiéramos resaltar refiere a poner en discusión la cuestión de la calidad educativa, que suele organizarse a partir de una falsa antinomia versus la inclusión. Se podría decir que, en la actualidad, el sistema educativo incluye mucho más que en otras décadas, pero esa constatación se ve afectada por el ratio cantidad estudiantes/egresados/as y los aprendizajes que adquieren al finalizar los distintos ciclos educativos. Asimismo, esta noción desde la década de los 90 se anuda con otros: “equidad”, “eficacia” y “eficiencia” con una concepción tecnocrática de la educación.

En este documento tomamos otro camino a fin de reponer una perspectiva desde miradas progresistas que tengan en cuenta los contextos y problemáticas. Retomando la historia del término resulta plausible observar su articulación con la noción de evaluación y se potencia en ciertos niveles -como el Superior-: en acreditación.  Se sabe que la educación en sus diferentes ámbitos configura la calidad educativa,  que a su vez responde a las necesidades de la sociedad contemporánea.  La calidad educativa, en parte, se relaciona con las preguntas “qué y para qué se enseña”, contemplando así el terreno curricular.  Es necesario recuperar estos sentidos para dar centralidad a los procesos plurales de enseñanza y de aprendizaje, en donde la praxis educativa plantea un interjuego de tiempo, espacios, currículum, evaluación y vínculos.  En este punto, se trata de colocar a los niños y niñas, y adolescentes como protagonistas de su propia historia, como seres contextuados con capacidad crítica y transformadora. Un/a estudiante que desarrolla aprendizajes múltiples cuenta con herramientas para su vida y elegir entre diversas maneras de ser en el mundo.

Pensar en términos de calidad implica también complejizar algunas lecturas e ideas instaladas en el debate público. Por esto, aunque suene impopular, cabe destacar que más días de clase no es mejor calidad educativa. En esta cuestión predominan dos tendencias. Muchas veces la discusión pública demanda más días de clase, en una suerte de carrera contra el tiempo a ver qué jurisdicción garantiza más mientras que la contracara de esta supuesta preocupación es otra. Ni más ni menos que poder garantizar la organización de la cotidianeidad. En este documento abogamos por sostener un sentido que enfatiza en la mejora de la calidad pedagógica y didáctica, en la organización de tiempos de clases que potencien aprendizajes y promuevan propuestas de enseñanza con corrimiento del  tiempo administrativo o de la burocracia escolar.

Por ello, es preciso reconocer ambas tensiones, queremos/necesitamos certezas y organización, que las escuelas funcionen la mayor cantidad del tiempo y también que ese tiempo sea más gratificante. Tiempo y espacios que mejoren la enseñanza y los aprendizajes de estudiantes.

Entendemos a la educación como un derecho que se reconfigura y precisa de nuevos mecanismos para su garantía. En este último tiempo se suceden discursos de la política educativa nacional que plantean la necesidad de declarar a la educación como servicio esencial, cuestión que se corre del principio que organiza la intervención estatal en derredor de políticas, programas y proyectos que generen acciones para sostener precisamente ese derecho. Un aspecto que precisa problematizarse en varias aristas. Por empezar afecta el derecho a huelga y podría implicar el desconocimiento por parte del país de tratados internacionales y de regulaciones de la OIT.

En este texto planteamos una mirada diferente, se precisa disminuir la conflictividad con la docencia, garantizar mejores condiciones de trabajo, condiciones salariales, que los y las docentes usen más su tiempo para clases y menos para actividades administrativas, revalorizar su tarea esencial (la de enseñar y aprender como procesos y prácticas vinculantes). Una agenda educativa progresista debe enfocarse en dar tiempo de calidad en donde se discuta en las escuelas: qué contenidos priorizar, qué cultura, qué queremos lograr, qué no debe faltarle a nadie, cómo logramos impulsar la educación como política de disminución de desigualdades desde los orígenes.

Finalmente, en lo que refiere a evaluación partimos de reconocer que para la toma de decisiones en la política pública es clave contar con información. Esa información, en el caso de la educación, debe estar provista por agencias que cuentan con estadísticas rigurosas, equipos sólidos, con recursos, que puedan construir informes y un sistema de indicadores robusto, similar a experiencias en otros países. La información no es únicamente evaluación, no significa que no se deba evaluar, pero abogamos por discutir el sentido de la evaluación para la toma de decisiones que son educativas. En este punto, se la define como práctica. La planteamos, haciendo uso de la metáfora de un caleidoscopio: es social, situada, humana, histórica. El caleidoscopio mirado frente a la luz, enuncia formas, colores, figuras, bocetos, líneas difusas y dinámicas a la vez, sale a la luz, y propone una acción como la acción de evaluar: mirar, valorar y construir el objeto que será investigado.  El concepto evaluación, remite a valorar, juzgar, se vincula con acciones de enseñanza(s) y prácticas de aprendizaje(s), con programas de análisis y diagnóstico institucionales, de niveles, de ciclos de los sistemas educativos. Como en el calidoscopio, la evaluación se anuda a los contenidos que se enseñan, a las maneras de proponer clases, a inicios de proceso de enseñanza o a cierres, o ahí: en el entre algo se va enseñando y -tal vez- otro poco aprendiendo.  Por lo tanto pertenece a macropolíticas del planeamiento educativo, como también, a las micropolíticas de instituciones y aulas (didáctica y pedagogía).

Sin dejar de dar vuelta este calidoscopio que a modo de juego  ayuda a pensar acerca de este objeto complejo y de construcción permanente queremos enunciar la relación que tiene la acción de evaluar con la comunicación.  La evaluación enuncia, informa, comunica, da cuenta de procesos, publica informes, explícita vacancias, informa sobre aprendizajes. Por ello nos preguntamos: ¿desde dónde miramos la evaluación? ¿Cómo “enunciamos” a la evaluación? ¿Qué posicionamientos teóricos, epistemológicos sostenemos al mirar? ¿Qué intereses se tienen a la hora de evaluar? ¿Quiénes evalúan? ¿Qué formatos conocemos y cuáles otros existen y podrían diseñarse?

El sistema educativo con sus claroscuros hoy garantiza aquello que otras instituciones han perdido: es el lugar de la obligatoriedad de la interacción y epicentro de la diversidad de la sociedad.

Desde estos sentidos, existe la posibilidad de ir hacia un modelo de evaluación que amplíe y mejore lo que ya sabemos. Esto implicaría aprovechar no sólo los operativos de evaluaciones estandarizadas sino, fundamentalmente, el conjunto de instituciones y personas que estudian, investigan y transitan el sistema educativo. Finalmente, y en sintonía con el punto anterior, para evaluar primero tenemos que tener claridad y retomar las preguntas de inicio, acerca de los sentidos de la práctica de evaluación, sobre cuáles son los saberes que consideramos indispensables, qué queremos que ocurra en las escuelas, qué aprendizajes nos parecen necesarios para el mundo contemporáneo y la vida en común.

La voluntad política es clave para lograr llevar adelante las propuestas de políticas educativas progresistas. Esa voluntad no siempre es sencilla en el nuevo clima de época puesto que hoy, a diferencia de lo que ocurría en la década del noventa donde los debates parecían organizarse más en torno a cuánto estado y cuánto mercado, está impregnado por estertores de la batalla cultural que busca desmontar sentidos de lo público, los derechos y el rol del Estado. En la actualidad las sensaciones son mucho más complejas y pareciera privilegiarse el posible éxito vía el emprendedorismo en una suerte de una confianza exacerbada en el crecimiento individual sin necesidad de un otro, de un colectivo, de una comunidad.

Desde un marco progresista de la educación creemos imprescindible recuperar la capacidad de estadidad que implica un Estado fuerte, ni grande ni mínimo sino orientado a la construcción de la igualdad y con gestión eficiente y transparente de los recursos; efectivo en la acción de garantizar derechos y el bienestar de las personas. No dejarnos llevar por el aquí y el ahora, tarea difícil en tiempos de incertidumbres y de reconfiguración de los sentidos de la libertad y la igualdad. La construcción con otros otorga a la escucha como el principal punto de partida para elaborar una propuesta educativa progresista:  inventar sería la acción siguiente.

COLOFÓN

El sistema educativo con sus claroscuros hoy garantiza aquello que otras instituciones han perdido: es el lugar de la obligatoriedad de la interacción y epicentro de la diversidad de la sociedad. Una doble condición que le otorga un carácter especial. Y que le atribuye, aún con las críticas a la gestión -generalmente a las escuelas estatales-, a la docencia y a una escuela donde supuestamente no se entiende lo que se lee- porque continúa asociada a la posible resignificación de la construcción de un horizonte de igualdad, de saberes y conocimientos, de las formas de ser, ejercer y padecer la ciudadanía.

Asimismo, en un esfuerzo desigualmente distribuido recaen sobre el sistema educativo múltiples demandas desde qué y cómo enseñar, cómo vincularse con el mercado del trabajo y la vida contemporánea, temáticas específicas a tratar, cómo lidiar con temores e incertidumbres. Pocas veces se valora lo que se hace en instituciones que conviven con un mundo en constante transformación, en el que los soportes institucionales que ya no cuentan con el mismo peso y que permitían a las personas generar comunidad, integración y sostenerse entre tembladales. A pesar de semejantes esfuerzos, y posiblemente más como consecuencia de las transformaciones en otras instancias de integración social que en el mismo sistema educativo, aún no se ha logrado conformar una narrativa identitaria con la capacidad de edificar significativamente el encuentro que se produce en esta instancia de socialización.

La reciente discusión y la marcha del 1F dan cuenta de la importancia que tiene la ESI en el sistema educativo. La importancia de “poder hablar” lo que a cada quien le pasa, bridando aprendizajes y espacios allí donde quizás en otros ámbitos no se pueden expresar. También sabemos de los límites de la inclusión si no es factible plantear que efectivamente ocurra allí algo distinto, se pueda acceder a saberes.

No se trata de autoflagerse pero tampoco de pensar con indulgencia. Se trata más bien de construir una nueva narrativa que de un lugar re anude derechos-calidad-igualdad-mérito. la escuela, tal como nos incentivaron a pensar Simons y Masschelein[3] implica una forma de vida común, que tiene sentido en sí misma dado que el riesgo del encuentro vale en tanto habilita una vida de aventuras a través del aprendizaje escolar. Una escuela secundaria que dialogue con el mundo contemporáneo, que (co)partícipe de sus tiempos, desasosiegos y esperanzas. Una institución que permita descubrir, conocer, para salir, como narra Damián González Bertolino precisamente en El origen de las palabras[4], de “el relativo letargo de mis (sus) horas de secundaria”.

En muchas ocasiones “los “especialistas”, la gente que opina en las redes sociales, el funcionariado o desde ciertas organizaciones tendemos a pedirle a docentes y estudiantes “más de lo que pueden hacer”. Sin voluntad política no se pueden implementar políticas, tampoco sin contar con la voluntad de quienes transitan cotidianamente las escuelas. Y esto implica intentar “hacer las cosas de manera simple”. No es dejar el status quo que sabemos que debemos modificar si no acompañar, brindar pautas claras, contar con una hoja de ruta, acompañar lo que se hace, evaluar en un sentido amplio, proponer y mejorar la formación de docentes. Es, también, aprender de la canción de Cazuza y evitar que el futuro repita el pasado y, por el contrario, abra nuevos caminos de garantía del derecho a la educación.

El texto presenta algunos de los puntos planteados en el Documento «Inclusión, calidad y evaluación en la Argentina. Una mirada progresista para la educación», con aportes de quienes integran la Comisión Educación del CEMUPRO y, especialmente de Sofía Cattáneo, Virigina Cofre, Germán Falo, Florencia Galván Darrichón, Daiana Gallo Ambrosi, Rodrigo Martínez, Viviana Muga, Diego Piedrabuena y Gustavo Trungelliti.

[1] Más allá de la crisis. Visión de alumnos y profesores de la escuela secundaria argentina, de Inés Dussel, Andrea Brito y Pedro Núñez (Buenos Aires: Santillana, 2007).

[2] Apegos feroces, de Vivian Gornick (Madrid: Sexto Piso, 2017).

[3] https://www.flacso.org.ar/conversatorio-dialogos-sobre-la-escuela-como-cuestion-publica/

[4] El origen de la palabras. de Damián González Bertolino (Montevideo: Estuario Editora, 2021).

La VIHsibilidad en la runway

La VIHsibilidad en la runway

La escena ballroom más que una expresión artística, fue un refugio crucial durante la aparición del VIH/SIDA, brindando no solo entretenimiento, sino también apoyo vital. Su legado como espacio de resistencia y apoyo para las comunidades LGBTIQ+ sigue siendo relevante y digno de reconocimiento en la actualidad.

Un Pokémon, pero en tanga. Así apareció el activista por los derechos humanos, Lucas “Fauno” Gutiérrez en la kiki ball llamada “Pokeball” organizado por House of Tropikalia en el Centro Cultural “Haroldo Conti», donde hace cuarenta años funcionaba la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

Entre sexy y bizarro, vestido con un traje amarillo y negro emulando al “pocket monster” llamado Umbreon, toma el micrófono con una convicción absoluta y da un discurso que deja a trescientas personas del público en un silencio total: “Estamos habitando un espacio de memoria, verdad y justicia con nuestras disidencias y orgullos. Somos ballroom y somos un hecho político”, dice en un grito y el público estalla en aplausos.

Los ballrooms se erigen como un mosaico de diversidad, que albergan a personas percibidas como travas, trans, tortas y putos. En este escenario, el brillo y el glamour se convierten en sus instrumentos para atraer miradas y elevar sus voces en defensa de los derechos que les corresponden.

En este contexto, el reciente hito de la aprobación de la ley del VIH en Argentina constituye un logro significativo para el colectivo LGBTQ+ y las organizaciones activistas que han sostenido su lucha durante décadas. Sin embargo, la persistente discriminación que enfrentan las personas transmisoras del virus plantea un desafío latente, con la crucial importancia de mantener la visibilidad y la educación como pilares fundamentales para forjar un cambio significativo en la sociedad.

«Abrazar términos como «puto», «marica» y «bichoso», se convierte en un ejercicio de reapropiación, quitándoles el poder a quienes los usan como insultos y convirtiéndolos en elementos identitarios.»

En un acto de resistencia, Lucas Fauno explica su identificación con palabras que históricamente se usaron de manera despectiva y que todavía se utilizan en los espacios públicos, en las canchas y en las multitudes heteropatriarcales. Abrazar términos como «puto», «marica» y «bichoso», se convierte en un ejercicio de reapropiación, quitándoles el poder a quienes los usan como insultos y convirtiéndolos en elementos identitarios. 

VIHSIBILIDAD

«Mi categoría favorita es American Runway que me ayuda a encontrar mi expresión de la masculinidad. También disfruto de Old Way, que tiene raíces militares y egipcias», comenta Lucas Fauno quien además describe la conexión histórica del Ballroom con la lucha contra el VIH y el SIDA: «La escena Ballroom cuidaba, apañaba, buscaba hogar, buscaba respuestas de medicación o de información a todos sus asistentes”, explica. Estos espacios no sólo brindaban entretenimiento y expresión, sino también apoyo, información y cuidado para las comunidades marginadas durante la pandemia del VIH. “Ballroom es nuestra disidencia, es nuestra resistencia y es nuestra manera de abrazar el orgullo”, aclara el activista.  Además enfatiza la importancia de recordar y honrar la historia de la escena ya que su legado continúa siendo una fuente de resistencia y apoyo para las comunidades LGBTIQ+.

El primero de diciembre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el VIH-SIDA . Cada año en esa fecha, el Ministerio de Salud de la Nación publica el Boletín sobre el VIH y enfermedades de transmisión sexual (ITS). Según el último publicado en 2022, más de 140 mil personas en nuestro país viven con el virus y un 13% de ellos desconoce su condición. La atención en el sistema público de salud beneficia al 65% de las personas que conocen su diagnóstico, con más de 65 mil personas en tratamiento. La principal forma de transmisión del VIH, con un 98%, es a través de relaciones sexuales sin protección, con una prevalencia notable en ciertos grupos clave, como mujeres trans, hombres que tienen sexo con otros hombres y trabajadores sexuales. Se reportan alrededor de 5 mil casos nuevos anualmente. 

El sexólogo clínico y educativo, Federico Bordón, pone foco en la importancia de fortalecer políticas de salud pública y avanzar en estrategias de prevención combinada. Subraya la necesidad de intensificar el acceso a pruebas rápidas y la implementación de la Educación Sexual Integral (ESI) como una herramienta valiosa para la prevención integral de las ITS: «La ESI propone una reflexión y destaca el papel de las instituciones educativas como protectores de una pedagogía del cuidado». 

 

Al respecto, Fauno sostiene que “negar la ESI es negar la vida de las personas VIH positivas, es negar nuestra sexualidad, es negar nuestra vincularidad. No podemos seguir dando las batallas en solitario.”

Es importante diferenciar SIDA de VIH ya que el síndrome es la etapa avanzada de la infección causada por el virus. En palabras de ONU SIDA, una persona tiene SIDA cuando el VIH debilita las defensas del cuerpo (el sistema inmunológico) y esa situación lo predispone a desarrollar enfermedades oportunistas (infecciones o tumores). Se las llama así porque aparecen “aprovechando” la caída de las defensas. Sin embargo, con los tratamientos actuales son cada vez más las personas que tienen VIH sin desarrollar SIDA.  

“Negar la ESI es negar la vida de las personas VIH positivas, es negar nuestra sexualidad, es negar nuestra vincularidad. No podemos seguir dando las batallas en solitario.”

INSISTIR RESISTIR ASISTIR

Desde el 2021 se realiza el “PositHIVo kiki ball” con el objetivo de celebrar y tejer redes dentro de la comunidad LGBTIQ+. Además de las competencias en la runway con categorías alusivas, se realizan diversos talleres y conversatorios. Celebrar para no olvidar. Resistir para encontrar la cura.

«Ser activista no es lo mismo que ser un mártir. El activismo es un llamado a la acción colectiva que te convierte en un interlocutor, un puente, un gestor que visibiliza o enuncia, pero que llama a la acción por los derechos humanos», dice Lucas Fauno. Además destaca la necesidad de abordar problemáticas más allá de su propia lucha, como los derechos de las personas con discapacidades o las comunidades afrodescendientes.

«Ser activista no es lo mismo que ser un mártir. El activismo es un llamado a la acción colectiva que te convierte en un interlocutor, un puente, un gestor que visibiliza o enuncia, pero que llama a la acción por los derechos humanos»

Fauno planteó un desafío para recuperar la memoria histórica, reconociendo que el avance de las derechas en todo el mundo representa una amenaza para los logros de las luchas pasadas al argumentar que el diálogo y la educación son herramientas fundamentales para combatir la desinformación y el miedo que alimentan las decisiones políticas perjudiciales. “Si votamos opciones políticas que buscan eliminar derechos, estamos negando la lucha de las travestis y trans además de aquellas personas no binarias, marronas, monstras y bichosas”. El desafío es colectivo y global: “debemos reparar nuestra historia, proteger las infancias y adolescencias para que puedan desarrollarse sin ser atacadas ni menospreciadas.»

INDETECTABLE = INSTRASMISIBLE

El VIH continúa siendo un tema de gran relevancia en la sociedad argentina, no solo por sus implicaciones médicas, sino también por el profundo estigma que lo rodea. En este contexto, Fauno destaca la importancia crucial de comprender la afirmación «indetectable es igual a intransmisible». El activista sostiene que los prejuicios arraigados en la transmisión del VIH impactan significativamente las interacciones sociales y el funcionamiento del sistema de salud, evidenciando una falta general de empatía en la sociedad y los medios. “Hace 15 años que vivo con el virus y recuerdo pensar ‘¿Todavía existía el VIH? ¿Cómo que me dio el positivo si nadie hablaba de esto”, cuenta Lucas Fauno. 

Con el fin de combatir esta discriminación, el Ministerio de Salud de la Nación respalda una campaña enfocada en informar que las personas con VIH bajo tratamiento antirretroviral y con carga viral indetectable no pueden transmitir el virus sexualmente. Según la Dirección de Respuesta al VIH, ITS, Hepatitis Virales y Tuberculosis, la condición «indetectable» se alcanza mediante la rigurosa adherencia al tratamiento, lo que reduce la cantidad del virus en sangre a niveles indetectables en análisis convencionales. Aunque no erradica el virus, cuando una persona con VIH mantiene una carga viral indetectable durante al menos seis meses, no hay posibilidad de transmitir el virus por vía sexual. 

El estigma y escasez de información y temor en la población desde que aparecieron los primeros casos de VIH en Argentina en 1982. Se han suscitado concepciones erróneas sobre la enfermedad y sus afectados, desde la creencia de que el virus solo afecta a hombres que tienen relaciones homosexuales, hasta la idea de que es un castigo divino para aquellos que mantienen relaciones pre-matrimoniales. A pesar de la «primavera democrática», las personas con VIH se enfrentaron a una realidad carente de apoyo estatal, lo que motivó la creación de la Fundación Huésped en 1989 para brindar ayuda y solidaridad a quienes la necesitaban.

«Se han suscitado concepciones erróneas sobre la enfermedad y sus afectados, desde la creencia de que el virus solo afecta a hombres que tienen relaciones homosexuales, hasta la idea de que es un castigo divino para aquellos que mantienen relaciones pre-matrimoniales.»

Según un estudio de la Red Argentina de Jóvenes y Adolescentes Positivos y el Ministerio de Salud de la Nación, la desinformación y el estigma han llevado al 17% de las personas con VIH en Argentina a desconocer su condición. Federico Bordón subraya la necesidad de un lenguaje no estigmatizante al hablar del VIH, poniendo énfasis en impulsar canales de denuncia y consulta para eliminar la estigmatización. Asimismo, destaca que la Educación Sexual Integral (ESI) emerge como una herramienta fundamental para prevenir infecciones de transmisión sexual y fomentar la divulgación de información actualizada y precisa.

En el intento de superar estos obstáculos, el sexólogo clínico y educativo Federico Bordón hace hincapié en la importancia de promover y hacer visible la legislación que ampara a las personas con VIH. «Necesitamos instaurar canales de denuncia y consulta no solo para los afectados por VIH, sino para toda la población», dice.

El activista Lucas Fauno también deja abierto el espacio a la reflexión política y colectiva: “Una ley de VIH debe ampliar ese diálogo desde el Estado y también desde las casas para pensar en esas vidas. El Estado debe asegurar que no nos falten medicamentos y que podamos acceder a un trabajo sin preocupacionales que nos discriminen”, concluye.

 

UNA LEY DE CALIDAD DE VIDA

La Ley 27.675 de Respuesta Integral al VIH, Hepatitis Virales, ITS y Tuberculosis, aprobada en 2022 por el Congreso Nacional, representa una evolución significativa desde la Ley Nacional de Sida de la década de 1990. Mientras la antigua legislación se enfocaba principalmente en la investigación y tratamiento del VIH/SIDA, la nueva normativa va más allá, priorizando no solo la atención médica, sino también la calidad de vida de las personas afectadas en nuestro país.

Lucas Fauno destaca este cambio y subraya la importancia de la nueva ley, que aborda aspectos como el acceso al empleo y a una vida sin discriminación para quienes viven con VIH: “Imaginate que las infancias y adolescencias VIH positivas no eran posibles porque lo más probable es que una infancia que nazca con el virus falleciera.  Entonces ahora lo que hay que hacer es pensar en esas vidas, que no nos falten medicamentos y que podamos acceder a un trabajo sin exámenes preocupacionales que nos discriminen”, explica. 

«La ley del año 1990 era una ley de urgencia de vida. La ley actual es una ley de calidad de vida”, opina el activista Fauno al referirse a la normativa concebida con un enfoque de géneros y de derechos humanos. Cabe destacar que la normativa fue escrita de manera colectiva, con la participación de organizaciones sociales, diversas fuerzas políticas y entidades estatales para garantizar la atención integral de manera gratuita e impulsar la eliminación del estigma y la discriminación hacia las personas con VIH. Además, se enfoca en el desarrollo de tecnologías para mejorar el diagnóstico y tratamiento, promueve la capacitación, la investigación y una comunicación más efectiva. 

Entre sus disposiciones, la Ley 27.675 prohíbe las pruebas de diagnóstico sin consentimiento, ya sea en contextos laborales, educativos u otros y establece medidas como la posibilidad de jubilación anticipada y una pensión vitalicia para aquellos en situación de vulnerabilidad social. Esta ley representa un avance significativo hacia la protección de los derechos y la mejora en la calidad de vida de las personas afectadas por el VIH en Argentina.

Que los niños voten

Que los niños voten

Ser niño, niña o adolescente no es un limitante para comprender la realidad, las infancias decodifican con sus herramientas la economía, la ciudad y las instituciones entre otros temas. Es momento de abrir el debate acerca de la necesidad de incorporar a las infancias en la vida política.

Nacimos en los 80. Fuimos niños capaces de comprender la inflación: ¿entonces, por qué nuestra opinión de niños no era considerada y sigue sin ser considerada?

Tenía 8 años y con diez australes compraba diez gomitas en el almacén de doña Sebastiana, en la esquina de casa. A los dos meses, con cien australes compraba diez gomitas. Días más tarde, las podía comprar con mil. Era 1989: el «índice gomita» era trascendental para mí y mis amigos en un contexto hiperinflacionario. Vivíamos y sufríamos lo que pasaba. Teníamos mucho para decir.

Chicos y chicas de séptimo grado de la Escuela Guillermo Rawson, en Mendoza, presentaron una exposición sobre la historia de los mundiales. Contaban el contexto político, países participantes, momentos en los que no se celebró la competencia debido a la guerra, hablaron de la dictadura argentina, de las dos Alemanias, de Malvinas, de la condición de explotación de los trabajadores en Qatar. No sólo comprendían, también analizaban el contexto político-social de los mundiales y su influencia global.

Infancias que participaban cuando se les permitía.

El artículo 12 de la Convención Internacional de los Derechos del Niño declara que todos los estados miembro deben garantizarles condiciones para formarse un juicio propio, el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que les afecten, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones de niños y niñas, en función de la edad y madurez. 

Según el Observatorio Social de la UCA en su informe “Retorno a la senda de privaciones que signan a la infancia Argentina”, el 52,7% de niños y niñas en la Argentina son pobres. El 10% vive en la indigencia. Entonces, el mundo adulto, que contempla Estado y ciudadanía deberíamos preguntarnos: por qué estamos haciendo tan mal nuestro trabajo y qué piensan niños y niñas de esta situación. 

LA TRANSFORMACIÓN URBANA

Si bien en el año 2012 se sancionó en la Argentina la ley 26.774 que habilita a jóvenes de 16 a 18 años a expresarse en las urnas a través del voto voluntario, tanto las políticas públicas como las acciones partidarias, no han experimentado cambios sustanciales en cuanto a acciones dirigidas a juventudes e infancias. Con excepciones en gobiernos locales aunque, en muchos casos, la mirada adultocéntrica mitiga el alcance.

Entonces, ¿cómo sería una ciudad donde las infancias tengan voz y voto, convirtiéndose en actores clave a la hora de decidir nuestro gobierno? No olvidemos que sus derechos deben ser resguardados, una responsabilidad ineludible. Sin embargo, su opinión no puede quedar en una declaración y su libertad de expresión debe ser considerada con la misma seriedad que la del resto de la ciudadanía.

«El primer impacto de la participación infantil y juvenil es en la ciudad, las infancias reclaman calles amplias para caminar, con espacios verdes para juego.»

 

El primer impacto de la participación infantil y juvenil es en las ciudades. Las infancias reclaman calles amplias para caminar, con espacios verdes para jugar. Se refleja en experiencias como el proyecto Fronte di Liberazione dei Pizzinni Pizzoni, de 2012, de la  Universidad de Sassari. Allí con juegos, cuentos y una comunicación imaginativa, se involucraron a los niños en la re-planificación de su ciudad y de paso, aportaron a los urbanistas nuevas formas de ver el espacio.

República Dominicana en 2001 con el apoyo de UNICEF implementó en la ciudad de Bani el Concejo de la Juventud. Promovió la participación de jóvenes a partir de la elección directa de sus representantes. Para 2012 ya eran 16 municipios replicando esta iniciativa con resultados extraordinarios: el 85% de los niños y niñas de 9 a 18 años participan activamente de las elecciones, eligiendo alcaldes, secretarias y tesoreras de manera directa. En el mismo lugar donde apenas el 50% de los adultos participa de los comicios, según contó la BBC.

LOS NIÑOS NO SON EL FUTURO

Chiqui Gonzalez creadora del Tríptico de la Infancia y el Tríptico de la Imaginación en Rosario, sostiene que la infancia pone en crisis varios aspectos del a gestión pública: “tanto en sus metodologías como en su forma de acción, dado que el juego, la imaginación, las preguntas, la investigación y exploración de lo real, no han sido frecuentemente consideradas como importantes por la política como problemáticas para su propia construcción.”

«El adulto considera a la infancia como una etapa de preparación para la adultez, los niños como adultos potenciales. En términos pedagógicos la formación académica de los niños los ha preparado para cumplir con las expectativas de personas adultas»

 

Francesco Tonucci destaca lo peligroso del discurso político que incita a los niños a ser el futuro, que todo lo importante es aquello que está por venir. Sin embargo, lo importante, destaca el pedagogo italiano, es el ahora. 

En países como la Argentina, cuenta en La Vanguardia, Alejandro Castro Santander, la participación de los niños y las niñas en la vida política es prácticamente nula, y si bien destaca que existen iniciativas, especialmente locales, al respecto, ninguna tiene como resultado la elección de sus representantes. 

Agrega además que predomina la consideración de la infancia como una etapa de preparación para la adultez: niños como adultos potenciales. En términos pedagógicos la formación académica de los niños los prepara para cumplir con las expectativas de personas adultas. Es decir, la educación nunca ha estado al servicio de la niñez, sino del adulto.

Las niñas y niños no reciben actualmente las herramientas pedagógicas para la construcción de ciudadanía, sin embargo se expresan, critican y reclaman. Demandan al entorno por sus necesidades, pero no está el mundo adulto dispuesto a oírlos. Nos resulta jocoso, simpático e ingenuo cuando una niña o niño reclama, en serio, por justicia, educación, ambiente y seguridad. Muchas veces el planteo termina en algún comentario humillante.

«El deseo de progresar en soledades un cuello de botella por donde pasan únicamente los privilegiados y las mayorías son arrojadas a la marginalidad, pero lo que la juventud consume es la ilusión de ser elegido.»

La mirada adultocéntrica en la política hace cada vez más distantes a las juventudes de la participación. Las carencias de acciones concretas, la desilusión que supone el hecho de que su invocación no redunde en representación real y que las políticas públicas no se vean reflejadas en transformación de sus condiciones, da permeabilidad a planteos ultraconservadores que, invocando a la libertad individual, plantean estados mínimos, sin intervención en la vida de las personas y relativizando su rol en la garantía de derechos sociales.

HABLAR A LAS JUVENTUDES

El Estado pierde legitimidad, infancias y juventudes son cada vez más permeables al planteo meritocrático del cuentapropismo y por ende más susceptibles de ser ajustados en sus mismas pretensiones. El deseo de progresar en soledad es un cuello de botella por donde pasan únicamente los privilegiados y las mayorías son arrojadas a la marginalidad, pero lo que la juventud consume es la ilusión de ser elegido.

Resulta imprescindible entonces incorporar la mirada política de niños, niñas y jóvenes, no sólo cómo simpáticos consultores sino como ciudadanos de pleno derecho. Tal como lo acepta el estado argentino al adherir a la Declaración Universal de los Derechos del Niño sancionada en 1989 y ratificada en 1990 con rango constitucional, a partir de la sanción de la nueva carta magna de 1994.

Asumir la condición de ciudadanía de las infancias lo cambia todo porque hemos sido pésimos gestores de sus intereses y necesidades, hemos construido normas de carácter declarativo y no nos hemos comprometido con la construcción de conciencia ciudadana desde temprana edad. Hemos, además, fallado en generar ámbitos donde se los tome en serio.

La implementación de políticas públicas activas, con impacto en el corto plazo, con resultados tangibles y la mirada de las infancias como protagonistas excluyentes debe ser un compromiso de los estados, que atraviesan una imperiosa necesidad de legitimidad social. Es la oportunidad de ampliar la democracia, una respuesta eficaz a las tendencias autoritarias que banalizan su rol y buscan captar a las juventudes olvidadas.


 

Alejandro Castro Santander: «Dos tercios de los estudiantes viven discriminación por aspecto físico”

Alejandro Castro Santander: «Dos tercios de los estudiantes viven discriminación por aspecto físico”

Violencia en las escuelas es un tema viejo, estudiado, difícil de abordar y no resuelto. Discriminación y redes. ¿Cómo detectarlo?

Alejandro Castro Santander es una de las mayores referencias en temas de convivencia escolar.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la violencia en el ámbito educativo es un fenómeno predominante en todo el mundo. Afecta la vida de millones de estudiantes, el funcionamiento de las instituciones y también los resultados académicos. El bullying es un fenómeno estudiado y medido.

Alejandro Castro Santander es un referente internacional en temas de convivencia escolar. Se define como escritor y psicopedagogo. Ha publicado una veintena de libros sobre estos problemas. Y produce información para dimensionar y analizar el bullying como director del Observatorio de la Convivencia Escolar (Universidad Católica de Cuyo).

Cíclicamente, el fenómeno retoma protagonismo con algún escándalo, como las matanzas escolares en Estados Unidos o historias dramáticas con infancias y juventudes comprometidas. El estreno de la película Close (Dhont, 2022) es una nueva excusa para hablar de un fenómeno que existe y seguirá existiendo.

¿Cómo lo pueden detectar padres y docentes? ¿Cómo abordarlo para evitar que escale en agresiones o autoagresiones? ¿Cómo generar un clima de violencia escolar? Leamos qué responde Castro Santander.

Estamos tomando lentamente conciencia de la gravedad de la violencia en las escuelas y del bullying. Pero, ¿desde cuándo hay registros?

Si hablamos de acoso, hostigamiento en general, nos ha acompañado en las relaciones de estudiantes y adultos desde los inicios de la humanidad y en todos los ámbitos de encuentro… y desencuentro. Pero el fenómeno bullying, desde la investigación, comienza aproximadamente hace unos 50 años, cuando Olweus en Noruega sistematiza los estudios sobre la violencia en las instituciones educativas haciendo hincapié en el hostigamiento entre estudiantes, al que inicialmente y apelando a un término de la etología se lo llamó mobbing (reservado hoy para el acoso laboral) y luego bullying.

Posteriormente y al irse observando un incremento de la conflictividad y la violencia en las instituciones educativas, se comenzó a investigar más sistemáticamente a través de las universidades, gobiernos y observatorios. Sin embargo, los estudios son muy irregulares y los instrumentos variados, algo que en general dificulta realizar comparaciones. 

¿Cómo ha cambiado a lo largo del tiempo? ¿Qué características tenía y cuáles tiene hoy?

La violencia en general es un fenómeno que se alimenta sobre todo de la cultura y las distintas situaciones que se viven en los entornos que transita el estudiante: la casa, el barrio, la escuela, el uso que le da a los medios de comunicación, las nuevas pantallas. Esa es la causa por la que muta rápidamente y hablar en las últimas décadas de ciberbullying, es una muestra de la necesidad de estar muy atentos a los cambios que se van produciendo.

Por eso insistimos que, en general, la violencia puede ser una conducta aprendida en una gran variedad de contextos y que saber esto debería permitir estrategias adecuadas de prevención e intervención.

Inicialmente el bullying era descrito como una foto del hostigado y el agresor o agresores rodeados de testigos, incitadores y testigos pasivos, pero debimos reconocer su complejidad y la necesidad de ser muy responsables al momento de emitir juicios acerca de lo que sucede en las relaciones entre los estudiantes.

Podemos encontrar, por ejemplo, que aquel que consideramos el bully en realidad es el acosado y viceversa. O descubrir que aquel que acosa a un compañero o compañera de clase, es a su vez acosado por otro.

En la actualidad el bullying es mayormente presencial, cara a cara y continúa en una menor proporción a través de las redes sociales.

«Existen muchos y distintos programas de buena, sana o segura convivencia y todos ellos comienzan con la evaluación diagnóstica del Clima Social Escolar. A partir del conocimiento de la magnitud del problema deben iniciarse las acciones que involucran a toda la comunidad educativa en distintas acciones».

La visibilidad es un desafío. ¿Quiénes pueden advertir de manera temprana el bullying? 

De existir acoso, es más fácil de visibilizar en los más chicos, para quienes los comportamientos son espontáneamente exteriorizados, como el golpe o los insultos a viva voz. Algo que los púberes y adolescentes, por lo general, ocultan de la mirada de los adultos para evitar ser sancionados, o porque debido a su desarrollo las conductas ya son “íntimas”. Reemplazan lo directo por lo indirecto, más silencioso. Así, aparece la calumnia, la murmuración, la exclusión, el “ninguneo”.

También es obligatorio citar que existe un significativo registro de actos de violencia en las escuelas que se producen ante la ausencia de docentes o directivos y que los estudiantes aprovechan para transgredir normas, realizar actos de vandalismo, burlarse o golpear a algún compañero.

Indudablemente son los padres que, atentos a los cambios de conducta de su hijo o detalles en sus pertenencias o el poner atención a sus comentarios ayudan a estar atentos sobre algo que no está bien, sea bullying o cualquier otra situación en la vida escolar.

En la escuela, docentes y auxiliares son quienes deberían estar muy atentos a lo que está sucediendo en las interrelaciones entre los estudiantes en los distintos espacios de la escuela. El observador entrenado reconoce, ya sea en el aula o en los patios de recreo, aquellas actitudes que pueden presumir o evidenciar conflictos, violencias aisladas o bullying. Ver un alumno que permanece aislado cuando la mayoría participa de actividades, es un indicador significativo para realizar un seguimiento.

Pero no debemos olvidarnos de los demás estudiantes, aquellos que no son ni víctimas de situaciones de violencia ni los causantes y testigos de los acontecimientos. Estos observadores generalmente pasivos, necesitamos que se conviertan en defensores de aquel compañero o compañera que sufre injustamente de acoso. Una tarea que necesita de un aprendizaje que debe ser incluido en la formación integral de todos los estudiantes.

En las escuelas: ¿cuál es el método para advertirlo?

Lo primero es crear conciencia de que existen conflictos que deben ser abordados y resueltos porque en muchos casos pueden escalar a situaciones de violencia, sea esta esporádica o convertirse luego en bullying. A partir de esta evidencia, se deben compartir los distintos indicadores que sirven para presumir o confirmar un caso de hostigamiento entre los escolares (burlas, peleas, robo de pertenencias, aislamiento, etc.)

Existen muchos y distintos programas de buena, sana o segura convivencia y todos ellos comienzan con la evaluación diagnóstica del Clima Social Escolar. A partir del conocimiento de la magnitud del problema deben iniciarse las acciones que involucran a toda la comunidad educativa en distintas acciones.

¿Cómo distinguirlo de otros comportamientos de infancias y adolescencias?

No siempre es sencillo distinguirlo de otros comportamientos, pero en el caso del bullying, hay que intervenir aun cuando no exista seguridad, ya que en oportunidades ni el hostigado es consciente de lo que está sucediendo. Y no se actúa sólo con acosado y acosador sino con todo el grupo de clase, ya que cuando se presume o conoce un caso de bullying, este lleva tiempo y posiblemente existan otros casos. Todo el grupo de clase queda involucrado directa o indirectamente.

Podemos encontrarnos con una situación que recién se está iniciando en la que nuestra presencia logra disuadir rápidamente, pero también podemos encontrarnos con un bullying duro, en que el hostigador utiliza estrategias de manipulación o de “dominio-sumisión”, que hacen difícil la detección u obtener alguna información. Aquí nos encontramos con la “ley del silencio” que invisibiliza aún más el bullying.

En definitiva, para poder hacer una lectura correcta del acoso entre escolares, debemos estar muy atentos a cada detalle del relato de los involucrados directos y del resto de los compañeros. No olvidar que lamentablemente en muchos casos existen situaciones de violencia que se naturalizan y junto al relato de los estudiantes, es posible conseguir información a través del seguimiento de las interrelaciones en los distintos ámbitos: aula, recreos, salidas.

«El 23,9%  (de alumnos hablan) de la discriminación por aspectos físicos; el 18,5% de la discriminación por religión, nacionalidad, género, discapacidad; 10%  como amenazas o agresiones a otros compañeros y el 9,7% como amenazas o agresiones a otros compañeros por redes sociales».

¿Cuáles son las mejores prácticas sobre la prevención, el abordaje y el desistimiento de conductas violentas que pueden tener que ver con el bullying?

Los mejores programas o prácticas para actuar sobre la violencia escolar en general y el bullying en particular recurren a modelos multinivel, donde se planifican acciones para la escuela como un todo, cada aula, con los docentes, las familias, los estudiantes y el entorno de la escuela, sobre todo el poder contar con los vecinos.

Las instituciones educativas por lo general realizan algunas acciones, pero de manera aislada. Es muy importante que exista una intención concreta para prevenir y erradicar la violencia en la escuela, por lo que es fundamental el compromiso de todos y ser perseverantes en cumplir con las estrategias que se programen en cada uno de los niveles. Tan importante como el proceso que se realice para mejorar la convivencia, es la evaluación de cómo van las cosas…

¿Cuáles son las estadísticas en la Argentina sobre bullying? (víctimas, casos, características, respuestas violentas) 

No es sencillo ponerle números al bullying, ya sea por la ausencia de políticas de convivencia escolar o debido a la dificultad que se presenta ante la gran variedad de instrumentos que se utilizan para medir distintos aspectos o realizar comparaciones y seguimientos. La Unesco menciona en sus últimas publicaciones, que 1 de cada 3 estudiantes a nivel mundial sufre de bullying.

Desde el Observatorio de la Convivencia Escolar hemos realizado algunas muestras nacionales junto a otras en México y Paraguay. Esto ha sido posible cuando los responsables de los gobiernos escolares abren sus escuelas para poder investigar y dar respuesta a los problemas que se presentan en el clima social escolar, hoy considerado como el factor escolar que más incide en la permanencia de los alumnos, su rendimiento y está claramente asociado a la calidad educativa.

En abril de este año el Observatorio que dirijo junto al Observatorio de Argentinos por la Educación, realizamos a partir de la Pruebas Aprender 2019, un análisis de estudiantes del último año del secundario y los directores, acerca de su percepción sobre el “clima de convivencia”. Allí nos encontramos que un 75% de los estudiantes mencionaban situaciones de “discriminación” a partir del aspecto físico, o un 68% por su religión, nacionalidad, género, alguna discapacidad.

Ahora, si nos detenemos en la frecuencia con que se realizan las distintas formas de discriminación o las amenazas y agresiones, sean presenciales o virtuales, nos encontramos que el “siempre” o “casi siempre”, que podríamos relacionar con el bullying, el 23,9%  de la discriminación por aspectos físicos; el 18,5% de la discriminación por religión, nacionalidad, género, discapacidad; 10%  como amenazas o agresiones a otros compañeros y el 9,7% como amenazas o agresiones a otros compañeros por redes sociales.

¿Afecta de la misma manera en todas las clases sociales? ¿Es igual en colegios de administración pública que privada?

Sabemos que la violencia es un fenómeno global que podríamos caracterizar como bio, psico, socio, cultural, económico y político, y que del análisis de cada una de estas variables es posible tener una aproximación acerca de cómo puede estar afectando, no sólo a cada clase social, sino a cada persona o cada escuela. Porque si algo hemos aprendido, es que las escuelas son distintas a cualquier otra institución y son muy distintas entre ellas, y el entorno podrá ser violento, pero no necesariamente “esa” escuela será violenta. La correcta y perseverante gestión de la convivencia y el sentimiento de pertenencia de docentes y familias, hacen que se prevenga y actúe sobre las conductas de manera adecuada, y en un clima de bienestar los estudiantes no abandonen la escuela, aprendan y sean testimonio fuera de la institución que es posible vivir en paz.

«No contar con recursos personales, familiares o de apoyo de los iguales, puede significar el cambiar de escuela o abandonar la educación, sufrir de baja autoestima, ansiedad, depresión, autolesiones y estrés postraumático».

Un contexto social violento, crisis de valores, situaciones institucionales violentas: ¿habilita o potencia situaciones de bullying y violencia en las escuelas?

Como dijimos antes, la respuesta es sí. Pero sabemos que la escuela puede dar a un fenómeno que es generalmente aprendido en distintos contextos una respuesta educativa, prosocial a favor del encuentro, la solidaridad, la compasión, el cuidado desinteresado del otro. Sólo es necesario que exista consenso entre todos los actores institucionales, para que el proyecto educativo de cualquier institución se proponga fundar su actividad en la buena convivencia. Decía Humberto Maturana, que la educación es un proceso de transformación en la convivencia, y si esta potente idea la incluimos en la vida de las escuelas, el cambio que tanto pregonamos es posible.

¿Por qué en la Argentina no hay casos como son frecuentes en los Estados Unidos, donde las víctimas toman revancha con otros estudiantes y hay matanzas? ¿Cómo seguir evitándolo?

Volvemos a los aspectos culturales, y en el caso de EEUU debemos agregar la posibilidad de que legalmente sea posible conseguir con facilidad armas de fuego. Leyes permisivas, sociedades con altos niveles de crispación social e intolerancia, depresión, soledad, sumado a hábitos que privilegian el consumo antes que el desarrollo personal y social, son un cóctel extremadamente peligroso. Como sociedad, la transformación que necesitamos no es sólo tecnológica o verde, sino humana.

¿Cuáles son las consecuencias a lo largo de la vida de haber sufrido bullying en la infancia y la adolescencia?

Sabemos que cada experiencia de haber sufrido bullying es distinta y a su vez depende de qué recursos personales se tienen para enfrentarlo. Haber contado con factores protectores como la familia, los amigos, figuras de autoridad disponibles en la vida, habilidades socioafectivas, logran convertir el hostigamiento escolar en un mal recuerdo y una experiencia que fortalece y puede servir para ayudar a otros. No contar con recursos personales, familiares o de apoyo de los iguales, puede significar el cambiar de escuela o abandonar la educación, sufrir de baja autoestima, ansiedad, depresión, autolesiones y estrés postraumático. A quien ha sufrido bullying, estas y otras situaciones pueden acompañarlo durante años en la no siempre sencilla experiencia de encontrarnos con otros.

QUIÉN ES

Alejandro Castro Santander es escritor, psicopedagogo institucional, director del Observatorio de la Convivencia Escolar (Universidad Católica de Cuyo). Ha publicado una veintena de libros sobre temas sobre convivencia y prevención de la violencia en el ámbito educativo. Ha asesorado a varios países de la región sobre el mismo tema.

Profesor Damián Ortiz: «Somos responsables de no generar más diálogo con las juventudes»

Profesor Damián Ortiz: «Somos responsables de no generar más diálogo con las juventudes»

No es un teórico. Le gusta enseñar. Usa YouTube y Fortnite. Invoca a Pablo Freire. Propone más diálogo con las chicas y chicos. Lo distinguieron como inspirador. Sistema educativo desde la perspectiva de un docente.
Damián Ortiz espezó a grabar sus primeras clases para YouTube con la ayuda de sus alumas y alumnos.

El trabajo docente no suele ser noticia. Tampoco tapa de diarios. Hasta que se vuelve noticia. El profesor Damián Ortiz es noticia esta semana. Tapa de diarios, porque un diario lo reconoció como el Docente Inspirador del Año (el diario Clarín con la aseguradora Zurich Argentina). Le entregaron plata y visibilidad.

Pero el lunes, Damián seguirá haciendo su tarea. Enseña hace 12 años con juventudes y con adultos en las aulas del barrio. Así fue buscando incorporar las tecnologías para generar más entusiasmo sobre su materia: matemáticas. Las mismas pibas y pibes le ayudaban a grabar los primeros videos para YouTube, porque les gustaban sus clases: va por los 5 mil suscriptores y el medio millón de vistas a sus lecciones.

El canal de Youtube Matemáticas Positivas fue su primera herramienta, complementando el contenido duro de la ciencia con juegos clásicos como el ajedrez, el sudoku y juegos en red como Fortnite. El aprendizaje como un proceso lúdico. Sus clases con más asistentes son “Supresión de paréntesis, corchete y llaves” y “Función cuadrática”.

La atención sobre sus clases se multiplicó con la pandemia. El Profesor fue un soporte, un acompañamiento. No se percibe a sí mismo como un héroe solitario. Reivindica la educación pública, la educación popular, la innovación y se traza conexiones con la pedagogía de Paulo Freire.

«Nosotros tenemos que irnos adentrando en esa realidad y en el contexto de nuestros chicos. Y es aquí donde la pedagogía de Pablo Freire se tiene que hacer presente en nuestras aulas».

Esta no es la entrevista a un especialista en sistemas ni a un analista de políticas educativas. El profesor Damián Ortiz habla desde su función docente, del que enseña en el aula física de Mendoza o el aula virtual (donde sumó alumnas de muchos países). Siempre nos hace bien escuchar a nuestras profesoras y profesores.

Su vida demuestra que aprender y enseñar es un camino para superar dificultades. ¿La educación pública, laica, universal, gratuita sigue siendo una de las principales herramientas de progreso y crecimiento?

Toda mí trayectoria educativa, desde jardín, primaria, secundaria, terciaria y universitaria, la he transitado en educación pública. Y sigo creyendo en la importancia de la educación pública como una herramienta poderosa que tenemos como Nación. Nos diferencia de otros países en cuanto al acceso universal. Pero también tenemos que valorar y reconocer el enorme trabajo que se realiza desde la educación privada. Sin dudas que tanto en una, como en otra, es necesario realizar cambios profundos al sistema educativo a nivel estructural.

El cierre de las escuelas, le llevó a buscar espacios alternativos de enseñanza. Por el impacto que ha tenido en la comunicación comunitaria y en redes sociales, ha resultado muy efectivo. ¿Cómo se conecta con la formación pedagógica que tuvo en el colegio Normal y la universidad?

En mi caso, comencé con mí canal de YouTube un tiempo antes de que comenzara la pandemia y cerraran las escuelas. Desde hace varios años vengo trabajando con mis estudiantes sobre la comunicación radial comunitaria . Luego comencé a utilizar YouTube como una herramienta más de enseñanza. Se relaciona con la formación pedagógica que tuve en el profesorado desde una visión constructivista, que se enriquece más en la práctica, en el campo de trabajo con los estudiantes. Allí, en el contacto y vínculo que establecemos con nuestros estudiantes, comenzamos a ver la necesidad de implementar nuevas herramientas y entender que cada uno tiene un proceso de aprendizaje diferente. Nosotros tenemos que irnos adentrando en esa realidad y en el contexto de nuestros chicos. Y es aquí donde la pedagogía de Pablo Freire se tiene que hacer presente en nuestras aulas.

Su trayectoria docente también lo ha llevado por centros educativos secundarios para jóvenes y adultos, en escuelas donde abundan las dificultades sociales y donde es necesario el esfuerzo de todos los que participan en la escuela. ¿Qué enseñanza le ha dejado? ¿Qué le cambiaría?

Mucha enseñanza. Cada día aprendo algo nuevo de mis estudiantes, tanto de los adolescentes, como de los jóvenes y adultos. Cada uno trae un bagaje de experiencias y vivencias únicas. Queramos o no, son parte del proceso enseñanza y aprendizaje que desarrollamos en el aula. Están directa o indirectamente presentes sus preocupaciones, sus miedos, sus emociones, lo que han vivido o lo que viven día a día. Todo se inmiscuye en las aulas y está en nosotros trabajar también con eso.

¿Cree que se podría multiplicar su experiencia de usar recursos populares y accesibles para potenciar la capacidad transformadora de la educación?

Por supuesto que sí. Estoy convencido que todos los recursos digitales y tecnológicos que tenemos a disposición, pueden servir como una herramienta para potenciar el trabajo educativo que se realiza dentro del aula.

¿Cuáles son las resistencias que ha encontrado y cuáles son las que sabe que existen para llevar la innovación a los espacios formales de aprendizaje?

Hay resistencias de todo tipo, desde aulas y escuelas con muy poca conectividad, escuelas en las que directamente no tienen acceso a ninguna computadora. A los CENS (Centros de Enseñanza Secundaria) de adultos no llegan las netbooks del gobierno, como si llegan a otras escuelas de nivel secundario. También hay resistencias, muchas veces, a no querer cambiar las formas antiguas y tradicionales de enseñar.

«Creo que uno de los factores principales de expulsión o fracaso es cuando los chicos no se sienten parte de la escuela y del sistema educativo, o no tienen sentido de pertenencia, cuando no se sienten incluidos y contenidos».

¿Los espacios informales pueden desplazar a los formales o lo piensa como algo complementario?

Creo que la pandemia nos demostró la necesidad de incorporar dentro de las clases formales todos los recursos formales o informales que están a disposición, para complementar la tarea educativa en el aula. No creo que tengamos que reemplazar una cosa por la otra, sino que se tienen que retroalimentar y sumar como al proceso de enseñanza.

Si pudiera jugar a soñar una escuela pública ideal, con un sistema educativo ideal, ¿cómo sería?

Creo que se hace difícil imaginar una escuela ideal, cuando no tenemos una comparación concreta en la cual posicionarnos y en la que podamos generalizar. Cada una tiene contextos y realidades totalmente distintas. Cada aula, cada estudiante, cada docente son diferentes, tienen un proceso de aprendizaje diferente. Pero si me imagino un sistema educativo que integre a todos los actores de la sociedad: los gobiernos, los medios de comunicación, las empresas. Todos trabajando desde uno y otro lado hacia un mismo objetivo, comprometidos realmente con una educación que se construye entre todos a corto y largo plazo.

En su trabajo de inclusión con juventudes, ¿cuáles son los principales factores de expulsión o fracaso que tienen los pibes y pibas? ¿Qué experiencias pasa en limpio?

Creo que uno de los factores principales de expulsión o fracaso es cuando los chicos no se sienten parte de la escuela y del sistema educativo, o no tienen sentido de pertenencia, cuando no se sienten incluidos y contenidos. Creo que el mismo “sistema” es el principal factor de expulsión a nivel general de los estudiantes. En muchas ocasiones se convierte en un círculo que se les hace difícil de superar.

En las juventudes populares y más vulneradas, se observa un creciente hartazgo y frustración. ¿Crees que pueden volcarse masivamente a promesas autoritarias y poco democráticas?

Creo que es una suma de muchas cosas. Es difícil generalizar culpando a un solo sector. Toda la sociedad somos de una u otra manera responsables de no generar más espacios de diálogo, de convivencia, de comunicación, donde se fomenten espacios donde puedan expresar lo que piensan, sus emociones y deseos.

QUIÉN ES

Damián Ortiz es profesor de matemáticas. Tiene treinta y seis años, un hijo y está casado. Estudió en la Escuela Normal de Mendoza. Está cursando la Licenciatura en Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN). Tiene un programa de radio en FM 103.3 Radio El Camino y el canal de YouTube «Matemáticas Positivas». Trabajó desde el principio de su carrera en el centro de enseñanza para jóvenes y adultos CENS 3-500 “Pr. Anselmo Morales”. Ahora Actualmente da clases en el CENS “Prof Dante Bufano”, el CENS “Dr. Aníbal Aubone” y el CENS “Dr. Enrique Gaviola”. Hasta hace muy poco tiempo trabajó en la Esc 4-039 Cruz de Piedra, técnica en Madera y Muebles.