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El coronavirus, la economía y el ambiente

El coronavirus, la economía y el ambiente

Esta emergencia sanitaria que estamos enfrentando nos demuestra que es posible intervenir en la economía para enfrentar las amenazas que ponen en riesgo la salud de las personas y de esa misma forma deberíamos actuar con la salud de nuestro planeta.

Después de ver que los impactos positivos visibles, ya sea la mejora de la calidad del aire y del agua o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, son sólo temporales, porque se derivan de la aguda desaceleración económica causada por el aislamiento social preventivo por la pandemia.

Tenemos que darnos cuenta de que es esencial revisar nuestras prioridades y decidir entre actividades económicas útiles para la sociedad y aquellas que son parte del problema y que solo contribuyen a perpetuar el actual modelo extractivista. Los planes de protección a corto plazo deben tener en cuenta y ayudar a proteger a los trabajadores e incluir una compensación social y ambiental para las empresas, además de planes sólidos de reducción de gases de efecto invernadero para las más grandes.

En el período que vendrá después de esta crisis, cuando se diseñen paquetes de estímulo económico que incluyan infraestructuras, existirá una oportunidad real para comenzar a incorporar planes de inversiones en energía renovable, edificios inteligentes y transporte público limpio, entre otros.

Como sea que imaginemos los impactos ambientales positivos después de esta pandemia, deberán comenzar por el cambio en nuestros hábitos de consumo y producción hacia modelos más limpios, sostenibles y amigables con el ambiente.

Porque sólo una transformación seria a largo plazo cambiará la trayectoria de los niveles de CO2 en la atmósfera y mejorará la salud de los ecosistemas esenciales. En el período que vendrá después de esta crisis, cuando se diseñen paquetes de estímulo económico que incluyan infraestructuras, existirá una oportunidad real para comenzar a incorporar planes de inversiones en energía renovable, edificios inteligentes y transporte público limpio, entre otros.

Parte del desafío que vamos a tener de ahora en más es comprender el origen de este tipo de enfermedades, porque la salud de nuestro planeta y los daños que causamos en el ambiente juegan un papel importante en la propagación de enfermedades que se originan a partir de patógenos transmitidos de animales a humanos.

CUIDAR LOS ECOSISTEMAS PARA EVITAR NUEVAS PANDEMIAS

Desde el año 2016, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) nos advertía sobre el aumento mundial de las epidemias zoonóticas (aquellas que se originan a partir de patógenos transmitidos de animales a humanos): «El 75 por ciento de todas las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son de origen animal, y estas afecciones están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas» aclaraba ese organismo internacional. Una alerta que pasó inadvertida hasta hoy.

Se sabe que los ecosistemas sanos ayudan a regular las enfermedades. Los científicos insisten con esta idea: mientras más biodiverso es un ecosistema, más difícil es que un patógeno se propague rápidamente. Además, según nos dicen numerosos estudios llevados a cabo desde la ONU, la diversidad genética “proporciona una fuente natural de resistencia a las enfermedades entre las poblaciones animales”.

Entonces, a más diversidad, más salud: «Las áreas biodiversas permiten que los vectores transmisores de enfermedades se alimenten de una gran variedad de huéspedes, algunos de los cuales son reservorios de patógenos menos efectivos. Por el contrario, cuando los patógenos se encuentran en áreas con menos biodiversidad, la transmisión puede amplificarse», concluyeron los expertos.

El planeta nos demostró que aún tiene capacidad de recuperarse, por lo que depende de nosotros como humanidad aprender de esta pandemia y construir un nuevo modelo económico y social.

Cuando poco a poco los motores del crecimiento y la economía comiencen a funcionar nuevamente, vamos a necesitar entender cómo el manejo prudente de la naturaleza puede ser parte de esta economía diferente que debe surgir, una en la que las finanzas y las acciones impulsen empleos sostenibles, el crecimiento verde y una forma distinta de vida, porque la salud de las personas y la salud del planeta son una misma cosa, y ambas pueden prosperar y crecer en equilibrio.

Ya vimos que como ocurrió en muchos centros urbanos del país, el aislamiento social obligatorio contribuyó a un mejoramiento en la calidad del aire, solamente a partir de la mínima circulación de transporte público y vehículos particulares en las calles.

Debemos entender que es hora de comenzar a restaurar nuestros bosques, detener la deforestación de especies nativas, invertir en la gestión de las áreas naturales protegidas e impulsar mercados para los productos provenientes de fuentes sostenibles y agroecológicas. Sin olvidarnos de abordar el tráfico ilegal de vida silvestre, el cuarto delito más cometido en todo el mundo.

El planeta nos demostró que aún tiene capacidad de recuperarse, por lo que depende de nosotros como humanidad aprender de esta pandemia y construir un nuevo modelo económico y social donde se incluya al ambiente como una parte fundamental y que permita preservarlo a perpetuidad.

En base a Noticias ONU / Greenpeace / Aire Digital  

Una posible interpretación del actual estado de las cosas

Una posible interpretación del actual estado de las cosas

Si esto es así, lo siento, yo me opongo.

No quiero derramar ni la mitad

del sudor, de la sangre, de las lágrimas

que abrieron el camino entre las olas

(la huella indescifrable)

de quienes me trajeron hasta aquí.

.

El camino que rueda sangre abajo

almita en pena

tierra extirpada

llega manso 

arrojado al suplicio del lejano

laberinto inhallable del origen

y se sienta en el fondo

a explicar este tiempo sin fronteras

que baja de un barco

y no vuelve

nunca

más

.

soy

(lo sé)

de aquí, de este costado

donde ya no hay centro

ni pausa

no fui de aquí, lo sé, pero aquí estoy

tramando un inconsciente colectivo

que habita en los umbrales de una especie

que se traga la tierra, el sol, los pájaros

hundida en las tinieblas

de una sola certeza:

el ser de aquí sólo es estar aquí.

.

Versos tibios como tendones

de cabezas recién arrancadas

vienen a hablar de gestas y leyendas

versos como castigos.

.

Estoy

plantado y bien regado de preguntas

que lamen la corteza de un capricho

llamado sociedad o como fuera.

.

Ya soy de aquí, lo sé

y porque soy de aquí es que me opongo.

Lo siento, yo me bajo

lo siento, no soy parte

lo fui, no lo soy más: ahora me opongo.

.

Me opongo a seguir siendo cloaca de alguien

a tapar tanta mierda

a lavar la conciencia

con sonrisas que duelen.

.

No quiero más

nada, no quiero

aplaudir a quien más busca un aplauso

asfaltar el camino victorioso

de quien lleva a sus hijos

a morir en el campo de batalla.

.

Claro, sí, ya lo entiendo

es tan obvio este mundo indescifrable

quieren volverme loco

quieren volvernos locos

vomitar en los sueños de los justos.

.

Tan sencillo es decir, hoy, que me opongo

cuando todo se pudre desde adentro

y se pudren también en la corteza

la cáscara vacía

el paisaje soñado

la imagen

de un desierto de flores en pantallas.

.

Ya lo dije al comienzo: yo me opongo

con zapatos de andar bajo metralla

en pies invertebrados

con uñas derrotadas

que escarban en el torso

o existencia de músculo y botones

y camisa de pecho retorcido

pantalón de caderas

que bailan al compás de un bombardeo.

.

Me opongo con un cuerpo que no piensa

ni responde, ni corta, sólo cede

a este margen de error o madrugada

clavada en la azotea del milagro

tanto techo que llueve

en un cielo de ramas e infracciones

y un sombrero inclinado

cabeza de pensar torcido

vestido en el cadalso de los días

rumbo al último estruendo de esperanza.

.

Me opongo con la piel hecha ceniza

con una liviandad llena de encierro

y el alma pixelada

que late, corazón del pesimismo

con lucidez de almendra

y estupidez de sal marina.

.

Me opongo

a seguir descifrando una estrategia:

si no hay nadie que pague platos rotos

esto es sólo un negocio escandaloso

dinero que malgasta

el gris imaginario de los días

y entre el desatino

la voz de la conciencia: yo me opongo.

.

El grito que me empuja hacia la muerte

(me opongo a todo esto)

es vanidad sincera

(flamea al viento, dios desesperanza)

me opongo y luego

me vuelvo a oponer

tan trágico y destino es mi destino.

.

Si me matan mil veces, yo me opongo

si me expulsan de todo, yo me opongo

si el día está asomando

si existe algún mañana

se batirán a duelo los rincones

de náuseas agitadas en el cielo

comisura de fe

pestes llenas de calma.

.

El fin definitivo de una era

se vende en un mercado

pues todo está a la venta

hasta el sol que calienta rebeliones

hasta el grito, mi grito: yo me opongo

con aullidos que salen a la venta

y le plagian al mundo su agonía.

Yo me opongo

y sé que luego de eso ya no hay nada.

Obedecer señales en el viento

es la tibia maleza que nos duerme,

nos inyecta poder. Es obediencia

lo que late y nos corre por las venas.

.

Repito, yo me opongo.

Hablo vidas de enjambres y dialectos

trazo lentos lugares, tiempo ausente

bailo lagos de leche seca

no tengo opciones, tiro de la carne

que sangra sobre mis antepasados

y escarba bajo las estupideces.

.

Lo dije y lo repito: yo me opongo

necesito revancha

y me siento tan solo que no creo

y la falta de fe me crea aliados

alientos que respiran en mi boca.

.

Las pestes que el poder nos suministra

se contagian camino al escenario

de esperar el milagro

ventanas sin paisajes, soles grises.

.

No dejo de pensar y es el infierno

este suelo que piso.

Las paredes que vienen a rodearme

conocen de memoria

las últimas noticias desde el cielo

pesadillas de moscas

que conversan, caricias

que se saben la noche de memoria.

.

El cadáver aún tibio de un abrazo

las velas de otro barco que está hundido

y entonces

los días

son momias de sol

espejos, aguardientes

imágenes borrachas

juegan

con las vidas que nunca comprendieron

con los cuerpos que siempre despreciaron

con el tránsito ardiente

de su santo negocio.

.

Me opongo a todo esto

con un hilo de voz que no consigue

saltar de nuevo el muro de silencio

y se hace sombras

gotitas de esta peste que descansa

en lo alto del cielo

donde los dioses son ciegos y alados

y se beben la sangre, nuestra sangre.

.

Con la sangre, mi sangre es que me opongo

con el miedo a plagiarme, a repetirme

me opongo a la mierda de los siglos

a sentarme en la nube que me nubla

me opongo a resignarme

perdido entre tinieblas

me opongo

resisto

y el vacío que finge ser sustancia

y un haz de luz se clava entre mis ojos.

¿Tiene usted una biblioteca bizarra?

¿Tiene usted una biblioteca bizarra?

El último libro de Eduardo Halfon es un inclasificable conjunto de historias sobre bibliotecas, pero en sentido pleno, de escrituras y escritores, de anaqueles y memorias, de retazos y fragmentos.

«Hay un elemento de la memoria que es sexual. No me refiero a nuestros recuerdos sexuales (…) sino a esto: el placer derivado del puro acto de recordar. El goce de arribar a una memoria», escribe Eduardo Halfon sobre el final de Biblioteca Bizarra (Ediciones Godot, 2020), un libro que mantiene a través de sus páginas una dinámica fluida, un espíritu conversatorio realmente amigable, y, aun así, sostiene un sentido crítico, política y culturalmente bien marcados. Por ser quien es el autor esto no sorprende, pero este subrayado no tiene que ver con la honestidad que exige un libro que atraviesa la anatomía de la memoria, una honestidad que se traduce en no presentar difusamente el lugar desde el que se elige hacer esa configuración. Este subrayado se refiere por sobre todo a la construcción de una voz a conciencia.

Así, entre lo confesional y testimonial, y a pesar de la independencia de los capítulos, las bibliotecas se nos revelan como cuerpo de memorias. Pero no se trata tan solo de cuerpos intelectuales o emocionales. Son cuerpos tan lúdicos como de riesgo.

Halfon elige el camino difícil. No se regodea en ningún eufemismo, evade todo tipo de cursilería y demagogia, incluso se permite ironizar y hasta reírse de los que banalizan y automatizan la siempre incómoda, angustiante e incompleta experiencia de leer, y lo mismo la de escribir. Nos recuerda un ABC de los más olvidados en este tiempo: “no es lo mismo escribir que ser escritor”.

La voz del autor guatemalteco aparece primero como la de un curador de anécdotas y reflexiones alrededor de diversas bibliotecas familiares, de amigos y celebridades literarias. El rescate de historias parece construir simplemente belleza y sensibilidad, con la complejidad que esa simplicidad advierte, pero avanzando las páginas la perspectiva se amplifica con nuevos pliegues, la selección compartida pierde toda inocencia y ya ninguna historia viste el traje elegante de la casualidad. Lo dicho, una voz a conciencia que empieza a hacerse oír para nosotros entre los libros de una tía abuela de 99 años, recién fallida, que deja como herencia una biblioteca sionista.

Así, entre lo confesional y testimonial, y a pesar de la independencia de los capítulos, las bibliotecas se nos revelan como cuerpo de memorias. Pero no se trata tan solo de cuerpos intelectuales o emocionales. Son cuerpos tan lúdicos como de riesgo. La memoria, que “ante todo, es caprichosa”, reina todo ese campo oculto de lo que entendemos (o desentendemos, mejor dicho) como deseo. Como todo cuerpo. Como toda biblioteca.

Desde esa curva implícita es que este libro golpea e ilumina las esquinas políticas y culturales de la escritura y la lectura, y no solo por ese reconocimiento soberano a todas las caras que tiene el idioma español latinoamericano. Un reconocimiento fortalecido en un anhelo imposible por momentos: déjennos ser todo lo latinoamericanos que somos. O, más bien, que nos empujan a ser. Porque toda memoria que es hija de la colonización, del imperialismo, de persecuciones políticas, religiosas o de raza, de genocidios es una memoria que se hace, no que nace. Por eso, Biblioteca bizarra también se acomoda como un trabajo necesario cuando recupera historias de escritores desaparecidos, exilios propios y ajenos, y afila su ADN afirmando que la publicación póstuma del autor exiliado es “el más extremo de los exilios”.

Páginas anteriores, Eduardo Halfon elige contarnos un encuentro en Bogotá con los que allá llaman “los desechables, porque ya no sirven para nada”. Es algo irónico que los olvidados tengan en cada lugar del mundo un nombre distinto para ser nombrados cuando nadie los mira, o no tan irónico cuando la nómina implica una identificación y otra manera de control poblacional, de mantener el margen ahí. Este capítulo es tan fuerte como imprevisto. Los desechables aportan una tercera voz que aparece, en realidad, como una sola, única, que se mezcla y nos envuelve hasta que, como puntadas filosas, nos tensamos con las preguntas que ellos van haciendo y caen sueltas entre párrafos. Preguntas al hueso que los desechables formulan con una visión iluminada y el don de desarticular los lugares comunes, que no son comunes para ellos, y así, exponer las limitaciones más íntimas del acto de escribir, de leer, y por qué no, del goce de coleccionar memorias en estantes.

Desde esa curva implícita es que este libro golpea e ilumina las esquinas políticas y culturales de la escritura y la lectura, y no solo por ese reconocimiento soberano a todas las caras que tiene el idioma español latinoamericano.

Pero esas limitaciones rápidamente encuentran su salida de emergencia, como toda implosión. Y es justamente con una pregunta que se destaca, que sobresale como un faro, aunque también podría utilizarse como GPS iniciático, y sin ser recíproca funciona muy bien como un continuado de otros pasajes del libro, con advertencias como “Teclear no es escribir, que escribir está mucho más cercano a la música, a respirar, a caminar sobre el agua”, pero, sobre todo, o ante todo, la pregunta del desechable sobresale porque toca la raíz de la memoria, la raíz que avisa el grado vital y presente de la memoria, y por eso, funciona esencialmente como una kryptonita de negacionismos: “¿Y usted a quién honra cuando escribe?”.

Coronavirus: el aislamiento reduce la contaminación en los principales países afectados

Coronavirus: el aislamiento reduce la contaminación en los principales países afectados

Imágenes satelitales proporcionadas por la NASA y la Agencia Espacial Europea revelan que la contaminación del aire, tanto en China como en Italia, se ha reducido desde el bloqueo por el coronavirus.

El Covid-19 ha sido declarado pandemia por la Organización Mundial de la Salud, con más de 480.000 casos en más de 180 países. Los efectos negativos del coronavirus son evidentes, sin duda encabezados por las más de 20.000 personas fallecidas en todo el mundo.

Aunque por otro lado la reducción de la actividad industrial y el transporte con vehículos de combustión asociadas a la crisis del Covid-19 también está dejando efectos secundarios relativamente positivos para el medio ambiente y la salud de las personas en las principales zonas afectadas.

Del 1 al 20 de enero, las imágenes muestran niveles más altos de dióxido de nitrógeno sobre China, pero del 10 al 25 de febrero, apenas quedan rastros del gas. El dióxido de nitrógeno es un gas amarillo-marrón emitido por vehículos automotores, plantas de energía e instalaciones industriales.

“Esta es la primera vez que veo una caída tan dramática en un área tan amplia para un evento específico”, dijo Fei Liu, investigadora de calidad del aire en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA.

En el país origen de la crisis del COVID-19 las emisiones de NO2 vivieron una reducción sin precedentes a raíz de las restricciones de tráfico.

En el país origen de la crisis del COVID-19 las emisiones de NO2 vivieron una reducción sin precedentes a raíz de las restricciones de tráfico, un efecto que primero fue visible en Wuhan, epicentro del coronavirus, pero que después se extendió a todo el conjunto del país asiático.

Al igual que ocurrió en China, los niveles de contaminación atmosférica en Italia han caído en los últimos días como consecuencia de la paralización de la actividad económica y la limitación de los desplazamientos. Así lo revelan las imágenes satelitales que ha difundido la Agencia Espacial Europea, ESA por sus siglas en inglés. A simple vista se puede comprobar, también, que en el norte de Italia ha disminuido considerablemente el nivel de estos gases.

«La disminución de las emisiones de dióxido de nitrógeno en el valle del Po en el norte de Italia es particularmente evidente», señala Claus Zehner, gerente de la misión Copernicus Sentinel-5P de la ESA.

Las imágenes son un ejemplo sorprendente de cómo la pandemia ha reducido las emisiones de gases nocivos producidas por la actividad humana, después de que se observara el mismo efecto en China, donde comenzó el brote.

Mientras el coronavirus obligó a una cuarentena obligatoria, en varias ciudades del mundo comenzaron a viralizarse imágenes de animales que salieron a la conquista de los espacios que fueron ocupados por la humanidad.

Esta situación deja abierta la posibilidad a un cambio de hábitos y de producción a gran escala que tengan en cuenta el ambiente y nos permita reducir al mínimo el impacto sobre el planeta.

Si bien algunas de ellas forman parte de fake news, lo cierto es que varios especialistas coinciden y afirman que la vida silvestre “está tomando un respiro de los humanos”.

Los videos muestran a pavos reales deambulando por las calles de Madrid, ciervos en Japón y a un Jabalí en Barcelona que aseguran que bajó desde la Sierra de Collserola, al oeste de la ciudad.

Solíamos pensar que en aquellas ciudades con altos niveles de contaminación harían falta semanas o incluso meses para poder limpiar la atmósfera. Sin embargo, tras unos días sin tráfico la calidad del aire ya es notablemente mejor.

Las sustancias que estas generan cada día son depuradas por la atmósfera en función de las condiciones meteorológicas, ya sea de forma horizontal (gracias al viento) o verticalmente, mediante los movimientos de aire entre las capas de la atmósfera.

Esta situación deja abierta la posibilidad a un cambio de hábitos y de producción a gran escala que tengan en cuenta el ambiente y nos permita reducir al mínimo el impacto sobre el planeta y hacer que la salud de todos sea la prioridad.

En base a CNN / El Mundo / La Vanguardia / Faro de Vigo / Greenpeace

Nota publicada en El Miércoles Digital

Cuando el agua mata

Cuando el agua mata

El océano Pacífico se está volviendo más ácido y está disolviendo los caparazones de algunas especies de cangrejos.

Desde la revolución industrial hasta la actualidad, los seres humanos hemos aumentado la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera habiendo pasado de 280 partes por millón a finales del siglo XVIII a las más de 400 partes por millón actuales.

Los océanos del mundo absorben alrededor del 30% de ese dióxido de carbono (CO2) liberado a la atmósfera. Esto quiere decir que, si aumentan los niveles de CO2 en esta, también lo harán en las grandes masas de agua que separan los continentes, resultando en aumento de su acidez.

Según un reciente estudio publicado en la revista “Science of the Total Environment”, se sabe que el mar está absorbiendo una gran cantidad de dióxido de carbono de la atmósfera, causando significativas reducciones de los niveles de pH en el agua. Los cangrejos han sido los más afectados pues por la alta concentración de ácido han llegado a perder sus caparazones.

La investigación, financiada por la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés), señaló que la acidificación del océano cambia las costas pues libera exceso de nutrientes que aumentan la temperatura y la salinidad del mar. Para los crustáceos y corales esta situación es grave pues dependen de los iones de carbono, que disminuyen en aguas más ácidas, para poder construir las conchas y esqueletos de coral lo suficientemente fuertes.

Los océanos del mundo absorben alrededor del 30% de ese dióxido de carbono (CO2) liberado a la atmósfera. Esto quiere decir que, si aumentan los niveles de CO2 en esta, también lo harán en las grandes masas de agua que separan los continentes, resultando en aumento de su acidez.

La especie más afectada es el cangrejo Dungeness (Metacarcinus magister) que vive en sus aguas costera. Según explica la investigación, los niveles bajos de pH en su hábitat natural están disolviendo partes de su caparazón y dañando sus órganos sensoriales. Los investigadores añadieron que, si bien se sabía que la acidificación afectaría a los cangrejos, no se esperaba que esto suceda tan rápido.

“Si los cangrejos ya están afectados, realmente debemos asegurarnos de prestar mucha más atención a los diversos componentes de la cadena alimentaria antes de que sea demasiado tarde”, dijo la autora principal del estudio, Nina Bednarsek, científica principal del Proyecto de investigación Agua Costera del Sur de California.

El estudio advierte que los cangrejos afectados fueron hallados en la costa oeste de Estados Unidos a profundidades inferiores a los 200 metros. Esta especie habita desde Alaska hasta Baja California (México) y puede alcanzar un tamaño de 20 centímetros y son muy apreciados en la gastronomía por su carne.

MÁS DIÓXIDO DE CARBONO, MÁS ACIDEZ

Hace un par de años sorprendía la noticia de que los mares y los océanos estaban absorbiendo entre un 30% y 60% más de dióxido de carbono de lo que se creía. Esta situación provoca un cambio en la química de las aguas reduciendo el pH por debajo del nivel 6, es decir, acidificándolo. Ahora, la situación del océano Pacífico no solo confirma las hipótesis anteriores, sino que además ratifica que un cambio en la química del agua tiene un efecto contagio en todo el ecosistema que lo rodea.

En consecuencia, el océano se está acidificando porque absorbe más dióxido de carbono de la atmósfera, lo que reduce los niveles de pH en el agua. La acidificación del océano cambia las costas, liberando el exceso de nutrientes que pueden crear floraciones de algas y aumentando la temperatura y la salinidad del mar.

El problema es que los iones de carbonato que los crustáceos y corales utilizan para construir sus conchas y esqueletos son menos abundantes en aguas más ácidas, por lo que se les hace más difícil construir conchas y caparazones más fuertes. Como consecuencia de este nuevo contexto químico, la cubierta de las larvas de los futuros cangrejos no llega a formarse como debe, quedando dañados partes de sus órganos sensoriales. La delicada situación de los caparazones afecta en especial a toda la comunidad de cangrejos Dungeness, porque les hace flotar peor y les convierte en más vulnerables de cara a los depredadores.

La acidificación del océano cambia las costas, liberando el exceso de nutrientes que pueden crear floraciones de algas y aumentando la temperatura y la salinidad del mar.

Los científicos sostienen que se necesitará más investigación para determinar si la disolución externa observada en los cangrejos en esta etapa temprana de la vida podría llevarse a etapas posteriores, incluida la etapa adulta reproductiva, y cuáles pueden ser las consecuencias para la dinámica de toda la población.

Al margen de las consecuencias ambientales y tróficas, la reducción del número de poblaciones de esta especie también afecta a la economía de la zona, ya que se trata de un crustáceo muy demandado en la pesca del noroeste del Pacífico.

Los investigadores advierten que lo único que se puede hacer es reducir al máximo posible la huella de carbono y prever tanto ambiental como económicamente cuáles podrían ser las consecuencias de esta situación para, así, poder enfrentarlas mejor a futuro.

En base a El Espectador / Ocean Sentry / CNN

Desmontes: llegando tarde

Desmontes: llegando tarde

Las multas son cada vez más severas, pero la ley se aplica cuando se ve el camión con su carga y los árboles ya fueron cortados, provocando un daño en el ambiente que tal vez nunca se recupere.

La tala del monte y los bosques en distintos puntos del país quedan evidenciados cuando la policía secuestra grandes cantidades de madera de bosques nativos sin guías ni permisos legales, pero ya es tarde, el ecosistema del que estos formaban parte ya no está y tardará, en el mejor de los casos, muchos años en recuperarse y en otros jamás volverá a su estado natural provocando el desplazamiento de gran cantidad de especies de flora y fauna y la desaparición de muchas otras que dependen del equilibrio natural de los ambientes nativos.

Hace pocas semanas en la provincia de Misiones, lugar donde la tierra colorada y la selva Paranaense se juntan para darnos la mayor biodiversidad de argentina, se produjo un hecho que quiso servir de ejemplo, por la tala de 60 hectáreas de árboles se aplicarían más de 20 millones de pesos de multas a los responsables.

“Se trataría de un predio en proceso de transferencia a favor de un tercero que registra infracciones ambientales anteriores, en cuyo caso, por reincidencia, cabría la aplicación de multas superiores a los 20 millones de pesos, además de los trabajos de restauración del daño causado”, informaron desde el Ministerio de Ecología de Misiones.

Generalmente, en los lugares donde se producen estos grandes desmontes la flora nativa es reemplazada por monocultivos forestales, tales como pinos o eucaliptus, provocando el desplazamiento y la desaparición de la fauna local.

La multa prevé además de los trabajos de restauración del daño causado, como si esto fuera posible. Estamos hablando de la selva, uno de los ecosistemas más diversos y complejos, donde plantas y animales conviven y dependen unos de otros para sobrevivir, un ambiente particular y de un delicado equilibrio que no se restaura plantando nuevamente unos cuantos árboles.

Generalmente, en los lugares donde se producen estos grandes desmontes la flora nativa es reemplazada por monocultivos forestales, tales como pinos o eucaliptus, provocando el desplazamiento y la desaparición de la fauna local que por ser especies exóticas no son parte de su ecosistema y por lo tanto estos enormes bosques se convierten en verdaderos “desiertos verdes”.

En cambio, el monte nativo es un ecosistema con predominio de especies arbóreas nativas maduras con diversas especies de flora y fauna en conjunto con el medio que las rodea, que brinda numerosos servicios ambientales que son utilizados por toda la población.

Son reservorios de biodiversidad, mejoran la infiltración del agua, la retienen y protegen los suministros de agua potable, mejora la estructura de los suelos, aumenta contenido de materia orgánica, disminuye la erosión hídrica y eólica, entre muchos otros servicios que además de ser insustituibles, si los medimos en términos económicos, sus costos serian demasiados elevados.

PLANTAR SOLUCIONES

La organización ecologista Greenpeace viene denunciando desde 2018 que la emergencia forestal en la que se encuentra Argentina es culpa en gran parte del actual modelo agroexportador. La mitad de los desmontes son ilegales, por eso la organización reclamó «la penalización de la deforestación ilegal y de los incendios intencionales».

“Argentina está entre los diez países que más destruyen sus bosques en todo el mundo. En las últimas tres décadas, se perdieron 8 millones de hectáreas de bosques nativos, el equivalente a la provincia de Entre Ríos”, insisten desde Greenpeace.

Según argumentan desde la ONG, “la principal razón de la deforestación es el avance de la frontera agropecuaria, cuya producción abocada principalmente a soja y ganadería intensiva tiene como principal destino la exportación y no el consumo local”.

El avance reciente de la soja y de los monocultivos forestales, entre otras acciones humanas, han hecho que se produjera el muy grave fenómeno de la deforestación en vastos territorios de nuestro país con consecuencias muy negativas para el ambiente.

“Existe una falsa teoría, muy difundida entre grandes productores agropecuarios, dirigentes políticos y promotores del actual modelo agroexportador, de que el desmonte es sinónimo de progreso y, por eso, es necesario sacrificar nuestros bosques para aumentar el bienestar de la población. Sin embargo, este paradigma de producción depende del mercado externo y de la concentración en grandes latifundios, donde se margina la agricultura campesina y la subsistencia de los indígenas, a quienes no se le reconoce el derecho a la tierra”, explicó Noemí Cruz, coordinadora de la campaña de bosques de Greenpeace.

El avance reciente de la soja y de los monocultivos forestales, entre otras acciones humanas, han hecho que se produjera el muy grave fenómeno de la deforestación en vastos territorios de nuestro país con consecuencias muy negativas para el ambiente: muerte de animales que vivían en dichos bosques, el agravamiento del fenómeno global del cambio climático, incremento de las inundaciones en muchas regiones, etc.

Por lo que es vital que se impulse la plantación de árboles en regiones no productivas, que sean ejemplares nativos y que no corran riesgos de ser talados por cuestiones de ampliación de zonas dedicadas a futuros emprendimientos productivos o similares.

Otra medida urgente seria incrementar los controles para prevenir los desmontes ilegales, para no seguir llegando tarde.

En base a El Tribuno / Greenpeace / AIM / Misiones Online / El Territorio