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Loros en peligro

Loros en peligro

En la provincia de Misiones un grupo de científicos y voluntarios buscan rescatar al loro pecho vinoso, una de las especies más amenazadas de Argentina.

El loro pecho vinoso (Amazona vinacea) es una de las aves más amenazadas de la Argentina. Se calcula que solo quedan alrededor de 300 individuos en el país y el 94% de ellos en la zona rural entre las ciudades de San Pedro y Santa Rosa en la provincia de Misiones.

Este loro es endémico de la selva Atlántica y en la Argentina, se distribuía históricamente en toda la provincia de Misiones. En 1920 todavía existían bandadas de miles en el sur de la provincia, donde hoy ya es imposible encontrarlo.

En los últimos 80 años la población de loro vinoso ha declinado dramáticamente, principalmente debido a la pérdida de hábitat, la caza por considerarlo plaga y la captura de pichones para tenerlos como mascotas. Como resultado, esta especie se encuentra entre las más amenazadas de la Argentina y su categoría internacional establecida por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) es «En Peligro Crítico», siendo esta la de mayor riesgo para una especie.

En los últimos 80 años la población de loro vinoso ha declinado dramáticamente, principalmente debido a la pérdida de hábitat, la caza por considerarlo plaga y la captura de pichones para tenerlos como mascotas.

En la actualidad la población de loro vinoso quedó restringida mayormente a lugares donde tiene que convivir con el hombre, en sectores agrícolas o en chacras donde existen parches reducidos de selva e incluso dentro de los mismos poblados, como en las localidades de San Pedro y Tobuna. El loro vinoso usa estos lugares para alimentarse, nidificar y pernoctar.

Por todo esto es que un grupo de investigadores y voluntarios comenzó hace unos años con la recolección de datos sobre su vida con el objetivo de conocerlo mejor para asegurar su supervivencia.

En 2016, el último censo realizado por este grupo de investigadores sobre la población de loro vinoso contabilizó 252 ejemplares en el país y solamente 3.920 en suma total junto con las poblaciones que se encuentran en Paraguay y Brasil.

“Algunos problemas con su supervivencia y reproducción pueden hacer que la especie deje de existir completamente. Estos problemas son fundamentalmente la pérdida de su hábitat y su captura ilegal como mascotas”, indicó con preocupación la bióloga Bianca Bonaparte, una de las responsables del proyecto Selva de Pino Paraná, que desde San Pedro busca encontrar y promover soluciones para conservar esta y otras especies nativas que se encuentran en peligro.

Esta iniciativa surgió en 2003, cuando naturalistas, estudiantes, biólogos y guardaparques, notaron la escasez de información disponible sobre especies de la selva misionera. Fue entonces cuando comenzaron a realizar estudios para entender su ecología y reproducción, y así nació el proyecto Selva de Pino Paraná, del que forman parte Kristina Cockle y Alejandro Bodrati (fundadores) junto a Milka Gómez, Carlos Ferreyra, Marcos Sosa y Bianca Bonaparte, quienes investigan la ecología y reproducción de diferentes especies que habitan en la selva misionera y especialmente de los loros pecho vinoso, para tratar de entender en qué estado se encuentran sus poblaciones en Argentina.

Esta preocupación por este particular habitante de la selva llevo a que la Comisión de Recursos Naturales Renovables y Conservación del Medio Ambiente de la Cámara de Diputados de Misiones lo declare “Monumento Natural Provincial y de Interés Público” en 2018.

Se realiza todos los años en la localidad de Tobuna la “Fiesta del Loro Pecho Vinoso”, que busca concientizar a la comunidad sobre la importancia de preservar al loro vinoso y su ambiente.

Esto fue muy celebrado por investigadores y conservacionistas, pero especialmente por la comunidad de la pequeña localidad de Tobuna desde donde se impulsó la iniciativa, declarada además Capital Provincial del Loro Pecho Vinoso.

“Comenzamos en 2007, con esta propuesta de trabajar para preservar al loro pecho vinoso, logramos que nuestros vecinos, que los padres de nuestros alumnos, tomen conciencia y se preserve el monte nativo para garantizar el habitad de este hermoso pájaro, para nosotros es un orgullo que con la dedicación de todos los docentes y el compromiso de las familias, ser declarados Capital de Loro Pecho Vinoso y que sea monumento provincial”, señaló Irma Garrido, directora de la Escuela 613 de dicha localidad.

Desde esa declaración se realiza todos los años en la localidad de Tobuna la “Fiesta del Loro Pecho Vinoso”, que busca concientizar a la comunidad sobre la importancia de preservar al loro vinoso y su ambiente.

EL FUTURO DEL LORO PECHO VINOSO

El futuro de esta especie en Argentina está estrechamente ligado al futuro de las comunidades cercanas a su hábitat. La aparente reducción en la captura de pichones y la estabilidad de la población entre las localidades de San Pedro y Santa Rosa de 2005 a 2011 sugieren que la educación ambiental puede reducir el impacto directo de las personas sobre estos loros; sin embargo, la pérdida de la gran mayoría de las nidadas y la falta de protección del hábitat muestran que hay otras problemáticas para el loro vinoso a largo plazo.

Estos estudios podrían revelar una necesidad de manejo más intensivo que podría incluir la provisión de cajas nido o alimento, el control de especies competidoras o la reintroducción de individuos criados en cautiverio.

Actualmente, sería más importante y eficiente enfocarse en disminuir la tasa de captura y conservar los árboles y remanentes de selva usados por los loros, que a su vez también beneficiaría a cientos de otras especies de aves, muchas de ellas también en peligro de extinción.

Actualmente, sería más importante y eficiente enfocarse en disminuir la tasa de captura y conservar los árboles y remanentes de selva usados por los loros, que a su vez también beneficiaría a cientos de otras especies de aves, muchas de ellas también en peligro de extinción.

Para conservar los sitios de nidificación a futuro es clave difundir la importancia de los árboles nativos en las áreas rurales y generar que las familias locales participen en la conservación de los mismos. Para esto es necesaria la educación ambiental, pero también apoyo técnico y financiero para un manejo sustentable de las chacras que permita desarrollar y preservar los grandes árboles nativos, hogar del loro pecho vinoso.

En base a El Territorio / Proyecto Selva de Pino Paraná / Revista de Ornitología Neotropical El Hornero / Misiones Online

Fotografía de portada: Martjan Lammertink

Socialismo es salud

Socialismo es salud

Frente a los dilemas que plantea en todo el mundo la atención de las víctimas del nuevo coronavirus, el socialismo exhibe cuáles han sido sus prioridades históricas, palpables en un modelo de salud pública integral en la provincia de Santa Fe.

El coronavirus COVID-19 puso a la política en todo el mundo frente a un dilema, ¿la salud o la economía? Ese mundo que la modernidad nos mostraba de opciones infinitas de pronto se redujo solo a dos.

Las falencias estatales en tiempos de pandemia recrudecen no solo la gravedad de la situación sanitaria, sino también la crisis social que nos atraviesa transversalmente. Los déficits estructurales de nuestro país y un sistema de salud fragmentado se hacen más notorios. En ese sentido, acompañamos las medidas adoptadas por el gobierno nacional con el objetivo de aplanar la curva de contagios y evitar víctimas fatales: son medidas que priorizan la vida de los argentinos y argentinas. Para el socialismo ésta ha sido siempre nuestra prioridad y lo demostramos con hechos concretos, con realidades asequibles por el conjunto de la ciudadanía y –sobre todo– por quienes más lo necesitan.

Por eso, en este contexto de pandemia mundial, donde hemos vuelto el rostro hacia la importancia de las infraestructuras y de los modos de organizar la atención médica, reivindicamos las obras desarrolladas por los gobiernos socialistas en las últimas décadas, primero en la ciudad de Rosario y luego en la provincia de Santa Fe. Estas políticas demuestran que construir un modelo de salud diferente es posible cuando se tiene una visión estratégica y la voluntad de concretarlo. Aquí sucedió gracias al aporte de muchos compañeros y compañeras, entre ellos el de un gran dirigente como nuestro querido Hermes Binner, así como de los trabajadores del sistema, entre otros actores clave.

Una salud pública entendida como derecho humano, donde la accesibilidad, equidad, calidad y participación en la atención integral están  garantizadas.

Una salud pública entendida como derecho humano, donde la accesibilidad, equidad, calidad y participación en la atención integral están  garantizadas. Y esta atención integral se acompaña de una fuerte acción social, involucrando así a la variada trama que se encuentra en cada territorio.

Es necesario recordar que, a contramano de los vientos neoliberales que arreciaban en la década del noventa en la Argentina y también, más cerca en el tiempo, con el borramiento del Ministerio de Salud de la Nación, se diagramó un sistema estructurado por una gran red, conformado por efectores de primer, segundo y tercer nivel de complejidad. En doce años se construyeron ocho hospitales y más de cien centros de salud, incluidas maternidades modernas basadas en el paradigma del parto y el nacimiento respetados.

En esta gran red, el acceso a los medicamentos está asegurado. La producción pública de medicamentos es una política de Estado que se apoya esencialmente en dos entidades: el Laboratorio de Industria Farmacéutica (LIF) de la provincia y el Laboratorio de Especialidades Medicinales (LEM) de Rosario. Juntos proveen el 94 por ciento de las unidades farmacológicas para atención primaria de la salud y producen el 66 por ciento de las unidades farmacológicas totales que consume el sistema público santafesino.

Es decir que en Santa Fe no sólo se proveen, sino que también se producen los medicamentos. Y eso habla a las claras de un Estado que, además de garantizar derechos, es eficaz y eficiente en el manejo de sus recursos.

Esta visión de salud de Hermes Binner traspasa las fronteras provinciales, puesto que nuestro compañero ha sido uno de los impulsores de la creación del Sistema Único de Salud a escala nacional. Este proyecto busca reformular estructuralmente el sistema de salud fragmentado que conocemos y reemplazarlo por otro que articule entre todos los sectores, sea más equitativo y eficiente, y pueda garantizar la accesibilidad y calidad no solo en la atención sino también en el cuidado.

Si Santa Fe se convirtió en un territorio donde otra salud pública es posible, no fue resultado del  azar. Hubo quienes pensaron y ejecutaron políticas a largo plazo, enmarcadas dentro de un plan estratégico. Porque el Estado no solo debe responder en la emergencia, sino estar atento al cuidado de su población. Y esto es permanente: se trata de un valor por el que luchamos y aun más, vertebra nuestra lucha como socialistas.

La nueva pandemia profundiza el desamparo de millones de seres humanos en el mundo y también pone al descubierto la fragilidad de muchas instituciones oficiales.

La nueva pandemia profundiza el desamparo de millones de seres humanos en el mundo y también pone al descubierto la fragilidad de muchas instituciones oficiales. Vemos Estados débiles, desfinanciados, que no se ocupan del acceso a algo tan básico como la salud. Por eso la necesidad de un Estado presente, con articulación entre los distintos poderes, que defina políticas sanitarias, educativas, de seguridad democrática y científicas, las cuales permitan estudiar los desafíos a los que tengamos que enfrentarnos. Con la colaboración de todos los partidos políticos, sindicatos, universidades, organizaciones empresarias y colectivos sociales vamos a poder superar esta situación. No solo lo pensamos, lo hemos hecho.

Durante la emergencia, la política en la Argentina parece zanjar el dilema “economía versus salud” que impuso con crudeza el COVID-19, al anteponer la vida por sobre el resto de las cosas. Estos momentos excepcionales nos brindan la oportunidad de repensarnos como individuos, también como comunidad. Y quizás, post-coronavirus, la política y todos quienes formamos parte de ella, coincidamos en trabajar por una sociedad más justa e igualitaria y también por un sistema de salud nacional planificado, que jerarquice los recursos humanos.

Desde ya asumimos la responsabilidad de aportar ideas, trabajo y compromiso en base a nuestras concepciones y, fundamentalmente, a una experiencia histórica de la que han sido beneficiarios –y lo son– miles de rosarinos y santafesinos.

Primero de mayo, presente

Primero de mayo, presente

El primero de mayo no es una celebración, es una conmemoración que, hoy más que nunca, nos debe invitar a la reflexión. La crisis ha puesto al desnudo la grave situación de precariedad y desempleo de millones de trabajadores y trabajadoras, pero también es una oportunidad para discutir en serio la forma de revertirla.

Cada primero de mayo es una ocasión propicia para hablar de trabajo. Para reivindicar las luchas históricas y para pensar nuestro presente.

Como se sabe, el socialismo siempre estuvo del lado de quienes trabajan, siempre acompañó y peleó por ampliar derechos culturales, sociales, civiles y políticos. Derechos que no se consiguieron en ningún lugar del mundo por gracia del poder de turno, sino por exigencias serias y contundentes, sostenidas por el accionar colectivo y organizado de las millones de personas que trabajan; las mismas que generan los bienes y servicios en los que se sustenta el confort de nuestras sociedades.

Hoy el mundo soporta una pandemia, hoy se evidencian los huecos del estado retirado, los vacíos que se sobrellevan en solitario cuando el estado debería garantizar servicios y derechos. También se manifiesta que todo lo que usamos para nuestra vida cotidiana es gracias al trabajo de alguien. La remera que llevamos puesta, el teléfono que usamos, la comida, etc. Son por alguien, por muchas personas, aunque a veces sean tratadas como nadies.

Hoy el mundo soporta una pandemia, hoy se evidencian los huecos del estado retirado, los vacíos que se sobrellevan en solitario cuando el estado debería garantizar servicios y derechos.

Desde el personal de salud hasta los repartidores son tratados como héroes. Son aplaudidos públicamente cada noche, con muchos motivos, pero también deberían ser reconocidos con todos sus derechos. Eso es de lo que se debe hablar. Derechos humanos básicos, derecho del trabajo.

Hoy también, muchos hogares han sido convertidos en establecimientos comerciales, muchas personas trabajan a distancia producto del aislamiento social preventivo y obligatorio; el teletrabajo era un fenómeno previo a la pandemia y se agudizó, e hizo más visible, con la declaración de ésta.

El mundo del trabajo, el mundo laboral de quienes producen lo que usamos a diario, de quienes hacen que el mundo marche, se encuentra en plena transformación. Esto debe ser reconocido en su profundidad, y bregar por la protección de esos trabajadores y trabajadoras.

Nuestra constitución nacional, tratados internacionales y las leyes internas hablan de esa protección, de la tutela preferente y protección a quien trabaja. Pero sabemos que no se cumple para quienes no están registrados y trabajan en negro (un tercio del total) o son escondidos con otros formatos legales disfrazados de autónomos o empresarios cuando en realidad son dependientes precarizados. El trabajo no remunerado de las tareas de cuidado, la brecha salarial que desdibuja a ese «igual remuneración por igual trabajo» donde siempre pierden las mismas, se suma a la lista. Todo ello sin hablar del desempleo. Intolerable. Y se sabe por experiencia, que mientras mayor sea el desempleo en un país más desfavorable serán las condiciones que se impongan para quien trabaja.

Se nota que nuestro país no tiene, entre tantas carencias, una legislación laboral para la emergencia. Y en la práctica se da una reforma laboral mediante una catarata decretos de necesidad y urgencia y resoluciones ministeriales. Reforma que en principio favorece a quien trabaja, reforma que debería plasmarse en leyes del Congreso.

Está bien, estamos en plena pandemia. Y esta situación tiende a flexibilizar límites de tolerancias o exigencias de prolijidades, pero cabe la pregunta si pospandemia tendremos una sociedad más o menos desigual. De cualquier forma, la emergencia nunca puede usarse como excusa para habilitar a que trabajadores sostengan por igual con empresarios está crisis (como tal parece desprenderse del recientemente mal llamado «pacto tripartito» entre la CGT y la UIA, que el gobierno afortunadamente y por ahora no lo suscribió). Ni a ningún otro recorte en perjuicio de trabajadores. Todo lo contrario.

De todos modos, la situación descripta no es novedad ni nació con la pandemia: la informalidad y el desempleo son más bien crónicos y hoy se hacen más visible. Y es ese trabajo precario, precarizado, el que más chance tiene de desaparecer en crisis económicas, es lo primero que se corta y, en caso de una eventual reactivación, sería lo último que se reincorpore. Por ello, no es exagerado decir que se pierden empleos o puestos de trabajo para siempre, porque muy difícilmente se recuperen. Además de la reactivación económica demorada, el avance tecnológico y las dificultades de una rápida reconversión en las personas alimentan esa idea.

El trabajo está en plena transformación, en el mundo entero. Hay que estar a la altura de esta revolución y siempre proponer achicar la desigualdad, y que eso se refleje en nuestra realidad.

Por eso, con mayor importancia, se debe poner el acento en el reparto. Más que nunca. El reparto del tiempo de trabajo y el reparto de lo producido por la fuerza laboral (sea o no humana). Repartir siempre estuvo bien y en crisis es mejor e imprescindible.

El trabajo está en plena transformación, en el mundo entero. Hay que estar a la altura de esta revolución y siempre proponer achicar la desigualdad, y que eso se refleje en nuestra realidad. Que exista la menor diferencia posible entre quien gana más y quien gana menos. En el fondo, las históricas luchas de trabajadores nos enseñan a perseguir la igualdad.

Y no estaría mal empezar a juzgar a los gobiernos por como tratan a quienes trabajan. Por la diferencia entre lo que se dice y lo que se protege. Por cuanto honor le rinden, cotidianamente, al primero de mayo.

El coronavirus, la economía y el ambiente

El coronavirus, la economía y el ambiente

Esta emergencia sanitaria que estamos enfrentando nos demuestra que es posible intervenir en la economía para enfrentar las amenazas que ponen en riesgo la salud de las personas y de esa misma forma deberíamos actuar con la salud de nuestro planeta.

Después de ver que los impactos positivos visibles, ya sea la mejora de la calidad del aire y del agua o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, son sólo temporales, porque se derivan de la aguda desaceleración económica causada por el aislamiento social preventivo por la pandemia.

Tenemos que darnos cuenta de que es esencial revisar nuestras prioridades y decidir entre actividades económicas útiles para la sociedad y aquellas que son parte del problema y que solo contribuyen a perpetuar el actual modelo extractivista. Los planes de protección a corto plazo deben tener en cuenta y ayudar a proteger a los trabajadores e incluir una compensación social y ambiental para las empresas, además de planes sólidos de reducción de gases de efecto invernadero para las más grandes.

En el período que vendrá después de esta crisis, cuando se diseñen paquetes de estímulo económico que incluyan infraestructuras, existirá una oportunidad real para comenzar a incorporar planes de inversiones en energía renovable, edificios inteligentes y transporte público limpio, entre otros.

Como sea que imaginemos los impactos ambientales positivos después de esta pandemia, deberán comenzar por el cambio en nuestros hábitos de consumo y producción hacia modelos más limpios, sostenibles y amigables con el ambiente.

Porque sólo una transformación seria a largo plazo cambiará la trayectoria de los niveles de CO2 en la atmósfera y mejorará la salud de los ecosistemas esenciales. En el período que vendrá después de esta crisis, cuando se diseñen paquetes de estímulo económico que incluyan infraestructuras, existirá una oportunidad real para comenzar a incorporar planes de inversiones en energía renovable, edificios inteligentes y transporte público limpio, entre otros.

Parte del desafío que vamos a tener de ahora en más es comprender el origen de este tipo de enfermedades, porque la salud de nuestro planeta y los daños que causamos en el ambiente juegan un papel importante en la propagación de enfermedades que se originan a partir de patógenos transmitidos de animales a humanos.

CUIDAR LOS ECOSISTEMAS PARA EVITAR NUEVAS PANDEMIAS

Desde el año 2016, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) nos advertía sobre el aumento mundial de las epidemias zoonóticas (aquellas que se originan a partir de patógenos transmitidos de animales a humanos): «El 75 por ciento de todas las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son de origen animal, y estas afecciones están estrechamente relacionadas con la salud de los ecosistemas» aclaraba ese organismo internacional. Una alerta que pasó inadvertida hasta hoy.

Se sabe que los ecosistemas sanos ayudan a regular las enfermedades. Los científicos insisten con esta idea: mientras más biodiverso es un ecosistema, más difícil es que un patógeno se propague rápidamente. Además, según nos dicen numerosos estudios llevados a cabo desde la ONU, la diversidad genética “proporciona una fuente natural de resistencia a las enfermedades entre las poblaciones animales”.

Entonces, a más diversidad, más salud: «Las áreas biodiversas permiten que los vectores transmisores de enfermedades se alimenten de una gran variedad de huéspedes, algunos de los cuales son reservorios de patógenos menos efectivos. Por el contrario, cuando los patógenos se encuentran en áreas con menos biodiversidad, la transmisión puede amplificarse», concluyeron los expertos.

El planeta nos demostró que aún tiene capacidad de recuperarse, por lo que depende de nosotros como humanidad aprender de esta pandemia y construir un nuevo modelo económico y social.

Cuando poco a poco los motores del crecimiento y la economía comiencen a funcionar nuevamente, vamos a necesitar entender cómo el manejo prudente de la naturaleza puede ser parte de esta economía diferente que debe surgir, una en la que las finanzas y las acciones impulsen empleos sostenibles, el crecimiento verde y una forma distinta de vida, porque la salud de las personas y la salud del planeta son una misma cosa, y ambas pueden prosperar y crecer en equilibrio.

Ya vimos que como ocurrió en muchos centros urbanos del país, el aislamiento social obligatorio contribuyó a un mejoramiento en la calidad del aire, solamente a partir de la mínima circulación de transporte público y vehículos particulares en las calles.

Debemos entender que es hora de comenzar a restaurar nuestros bosques, detener la deforestación de especies nativas, invertir en la gestión de las áreas naturales protegidas e impulsar mercados para los productos provenientes de fuentes sostenibles y agroecológicas. Sin olvidarnos de abordar el tráfico ilegal de vida silvestre, el cuarto delito más cometido en todo el mundo.

El planeta nos demostró que aún tiene capacidad de recuperarse, por lo que depende de nosotros como humanidad aprender de esta pandemia y construir un nuevo modelo económico y social donde se incluya al ambiente como una parte fundamental y que permita preservarlo a perpetuidad.

En base a Noticias ONU / Greenpeace / Aire Digital  

Una posible interpretación del actual estado de las cosas

Una posible interpretación del actual estado de las cosas

Si esto es así, lo siento, yo me opongo.

No quiero derramar ni la mitad

del sudor, de la sangre, de las lágrimas

que abrieron el camino entre las olas

(la huella indescifrable)

de quienes me trajeron hasta aquí.

.

El camino que rueda sangre abajo

almita en pena

tierra extirpada

llega manso 

arrojado al suplicio del lejano

laberinto inhallable del origen

y se sienta en el fondo

a explicar este tiempo sin fronteras

que baja de un barco

y no vuelve

nunca

más

.

soy

(lo sé)

de aquí, de este costado

donde ya no hay centro

ni pausa

no fui de aquí, lo sé, pero aquí estoy

tramando un inconsciente colectivo

que habita en los umbrales de una especie

que se traga la tierra, el sol, los pájaros

hundida en las tinieblas

de una sola certeza:

el ser de aquí sólo es estar aquí.

.

Versos tibios como tendones

de cabezas recién arrancadas

vienen a hablar de gestas y leyendas

versos como castigos.

.

Estoy

plantado y bien regado de preguntas

que lamen la corteza de un capricho

llamado sociedad o como fuera.

.

Ya soy de aquí, lo sé

y porque soy de aquí es que me opongo.

Lo siento, yo me bajo

lo siento, no soy parte

lo fui, no lo soy más: ahora me opongo.

.

Me opongo a seguir siendo cloaca de alguien

a tapar tanta mierda

a lavar la conciencia

con sonrisas que duelen.

.

No quiero más

nada, no quiero

aplaudir a quien más busca un aplauso

asfaltar el camino victorioso

de quien lleva a sus hijos

a morir en el campo de batalla.

.

Claro, sí, ya lo entiendo

es tan obvio este mundo indescifrable

quieren volverme loco

quieren volvernos locos

vomitar en los sueños de los justos.

.

Tan sencillo es decir, hoy, que me opongo

cuando todo se pudre desde adentro

y se pudren también en la corteza

la cáscara vacía

el paisaje soñado

la imagen

de un desierto de flores en pantallas.

.

Ya lo dije al comienzo: yo me opongo

con zapatos de andar bajo metralla

en pies invertebrados

con uñas derrotadas

que escarban en el torso

o existencia de músculo y botones

y camisa de pecho retorcido

pantalón de caderas

que bailan al compás de un bombardeo.

.

Me opongo con un cuerpo que no piensa

ni responde, ni corta, sólo cede

a este margen de error o madrugada

clavada en la azotea del milagro

tanto techo que llueve

en un cielo de ramas e infracciones

y un sombrero inclinado

cabeza de pensar torcido

vestido en el cadalso de los días

rumbo al último estruendo de esperanza.

.

Me opongo con la piel hecha ceniza

con una liviandad llena de encierro

y el alma pixelada

que late, corazón del pesimismo

con lucidez de almendra

y estupidez de sal marina.

.

Me opongo

a seguir descifrando una estrategia:

si no hay nadie que pague platos rotos

esto es sólo un negocio escandaloso

dinero que malgasta

el gris imaginario de los días

y entre el desatino

la voz de la conciencia: yo me opongo.

.

El grito que me empuja hacia la muerte

(me opongo a todo esto)

es vanidad sincera

(flamea al viento, dios desesperanza)

me opongo y luego

me vuelvo a oponer

tan trágico y destino es mi destino.

.

Si me matan mil veces, yo me opongo

si me expulsan de todo, yo me opongo

si el día está asomando

si existe algún mañana

se batirán a duelo los rincones

de náuseas agitadas en el cielo

comisura de fe

pestes llenas de calma.

.

El fin definitivo de una era

se vende en un mercado

pues todo está a la venta

hasta el sol que calienta rebeliones

hasta el grito, mi grito: yo me opongo

con aullidos que salen a la venta

y le plagian al mundo su agonía.

Yo me opongo

y sé que luego de eso ya no hay nada.

Obedecer señales en el viento

es la tibia maleza que nos duerme,

nos inyecta poder. Es obediencia

lo que late y nos corre por las venas.

.

Repito, yo me opongo.

Hablo vidas de enjambres y dialectos

trazo lentos lugares, tiempo ausente

bailo lagos de leche seca

no tengo opciones, tiro de la carne

que sangra sobre mis antepasados

y escarba bajo las estupideces.

.

Lo dije y lo repito: yo me opongo

necesito revancha

y me siento tan solo que no creo

y la falta de fe me crea aliados

alientos que respiran en mi boca.

.

Las pestes que el poder nos suministra

se contagian camino al escenario

de esperar el milagro

ventanas sin paisajes, soles grises.

.

No dejo de pensar y es el infierno

este suelo que piso.

Las paredes que vienen a rodearme

conocen de memoria

las últimas noticias desde el cielo

pesadillas de moscas

que conversan, caricias

que se saben la noche de memoria.

.

El cadáver aún tibio de un abrazo

las velas de otro barco que está hundido

y entonces

los días

son momias de sol

espejos, aguardientes

imágenes borrachas

juegan

con las vidas que nunca comprendieron

con los cuerpos que siempre despreciaron

con el tránsito ardiente

de su santo negocio.

.

Me opongo a todo esto

con un hilo de voz que no consigue

saltar de nuevo el muro de silencio

y se hace sombras

gotitas de esta peste que descansa

en lo alto del cielo

donde los dioses son ciegos y alados

y se beben la sangre, nuestra sangre.

.

Con la sangre, mi sangre es que me opongo

con el miedo a plagiarme, a repetirme

me opongo a la mierda de los siglos

a sentarme en la nube que me nubla

me opongo a resignarme

perdido entre tinieblas

me opongo

resisto

y el vacío que finge ser sustancia

y un haz de luz se clava entre mis ojos.

¿Tiene usted una biblioteca bizarra?

¿Tiene usted una biblioteca bizarra?

El último libro de Eduardo Halfon es un inclasificable conjunto de historias sobre bibliotecas, pero en sentido pleno, de escrituras y escritores, de anaqueles y memorias, de retazos y fragmentos.

«Hay un elemento de la memoria que es sexual. No me refiero a nuestros recuerdos sexuales (…) sino a esto: el placer derivado del puro acto de recordar. El goce de arribar a una memoria», escribe Eduardo Halfon sobre el final de Biblioteca Bizarra (Ediciones Godot, 2020), un libro que mantiene a través de sus páginas una dinámica fluida, un espíritu conversatorio realmente amigable, y, aun así, sostiene un sentido crítico, política y culturalmente bien marcados. Por ser quien es el autor esto no sorprende, pero este subrayado no tiene que ver con la honestidad que exige un libro que atraviesa la anatomía de la memoria, una honestidad que se traduce en no presentar difusamente el lugar desde el que se elige hacer esa configuración. Este subrayado se refiere por sobre todo a la construcción de una voz a conciencia.

Así, entre lo confesional y testimonial, y a pesar de la independencia de los capítulos, las bibliotecas se nos revelan como cuerpo de memorias. Pero no se trata tan solo de cuerpos intelectuales o emocionales. Son cuerpos tan lúdicos como de riesgo.

Halfon elige el camino difícil. No se regodea en ningún eufemismo, evade todo tipo de cursilería y demagogia, incluso se permite ironizar y hasta reírse de los que banalizan y automatizan la siempre incómoda, angustiante e incompleta experiencia de leer, y lo mismo la de escribir. Nos recuerda un ABC de los más olvidados en este tiempo: “no es lo mismo escribir que ser escritor”.

La voz del autor guatemalteco aparece primero como la de un curador de anécdotas y reflexiones alrededor de diversas bibliotecas familiares, de amigos y celebridades literarias. El rescate de historias parece construir simplemente belleza y sensibilidad, con la complejidad que esa simplicidad advierte, pero avanzando las páginas la perspectiva se amplifica con nuevos pliegues, la selección compartida pierde toda inocencia y ya ninguna historia viste el traje elegante de la casualidad. Lo dicho, una voz a conciencia que empieza a hacerse oír para nosotros entre los libros de una tía abuela de 99 años, recién fallida, que deja como herencia una biblioteca sionista.

Así, entre lo confesional y testimonial, y a pesar de la independencia de los capítulos, las bibliotecas se nos revelan como cuerpo de memorias. Pero no se trata tan solo de cuerpos intelectuales o emocionales. Son cuerpos tan lúdicos como de riesgo. La memoria, que “ante todo, es caprichosa”, reina todo ese campo oculto de lo que entendemos (o desentendemos, mejor dicho) como deseo. Como todo cuerpo. Como toda biblioteca.

Desde esa curva implícita es que este libro golpea e ilumina las esquinas políticas y culturales de la escritura y la lectura, y no solo por ese reconocimiento soberano a todas las caras que tiene el idioma español latinoamericano. Un reconocimiento fortalecido en un anhelo imposible por momentos: déjennos ser todo lo latinoamericanos que somos. O, más bien, que nos empujan a ser. Porque toda memoria que es hija de la colonización, del imperialismo, de persecuciones políticas, religiosas o de raza, de genocidios es una memoria que se hace, no que nace. Por eso, Biblioteca bizarra también se acomoda como un trabajo necesario cuando recupera historias de escritores desaparecidos, exilios propios y ajenos, y afila su ADN afirmando que la publicación póstuma del autor exiliado es “el más extremo de los exilios”.

Páginas anteriores, Eduardo Halfon elige contarnos un encuentro en Bogotá con los que allá llaman “los desechables, porque ya no sirven para nada”. Es algo irónico que los olvidados tengan en cada lugar del mundo un nombre distinto para ser nombrados cuando nadie los mira, o no tan irónico cuando la nómina implica una identificación y otra manera de control poblacional, de mantener el margen ahí. Este capítulo es tan fuerte como imprevisto. Los desechables aportan una tercera voz que aparece, en realidad, como una sola, única, que se mezcla y nos envuelve hasta que, como puntadas filosas, nos tensamos con las preguntas que ellos van haciendo y caen sueltas entre párrafos. Preguntas al hueso que los desechables formulan con una visión iluminada y el don de desarticular los lugares comunes, que no son comunes para ellos, y así, exponer las limitaciones más íntimas del acto de escribir, de leer, y por qué no, del goce de coleccionar memorias en estantes.

Desde esa curva implícita es que este libro golpea e ilumina las esquinas políticas y culturales de la escritura y la lectura, y no solo por ese reconocimiento soberano a todas las caras que tiene el idioma español latinoamericano.

Pero esas limitaciones rápidamente encuentran su salida de emergencia, como toda implosión. Y es justamente con una pregunta que se destaca, que sobresale como un faro, aunque también podría utilizarse como GPS iniciático, y sin ser recíproca funciona muy bien como un continuado de otros pasajes del libro, con advertencias como “Teclear no es escribir, que escribir está mucho más cercano a la música, a respirar, a caminar sobre el agua”, pero, sobre todo, o ante todo, la pregunta del desechable sobresale porque toca la raíz de la memoria, la raíz que avisa el grado vital y presente de la memoria, y por eso, funciona esencialmente como una kryptonita de negacionismos: “¿Y usted a quién honra cuando escribe?”.