El país continúa envuelto en llamas desde que comenzó la ola de incendios en noviembre, cobrándose la vida de al menos 20 personas, y arrasando unas 5,36 millones de hectáreas y más de 1.400 casas.
Al borde de
una crisis humanitaria, cientos de incendios siguen, sin control, destruyendo
todo a su paso y acabando con todos los suministros. Los alimentos, el
combustible y el agua se agotan de manera precipitada en un momento en el que
la mayoría de carreteras están cortadas, no hay electricidad en gran parte del
país, ni la suficiente ayuda sanitaria.
Según los cálculos, ya
ardió una superficie equivalente al doble de Bélgica y el problema está
lejos de solucionarse. Imágenes satelitales muestran que el humo generado
por los últimos incendios atravesó el mar de Tasmania y llegó hasta
Nueva Zelanda.
Siempre ha habido fuegos durante el verano en Australia, pero nunca han tenido esta magnitud y esta intensidad.
Siempre ha habido fuegos durante
el verano en Australia, pero nunca han tenido esta magnitud y esta intensidad,
tanta que en algunos casos los servicios de emergencia se han declarado
incapaces de controlarlos.
Y como si fuera poco en los
primeros días del 2020 ha empeorado la situación, con una decena de muertos
desde el pasado lunes, y se espera que las condiciones meteorológicas
dificulten aún más las labores de evacuación.
La Armada de Australia se
prepara para rescatar a miles de personas atrapadas en la pequeña ciudad
costera de Mallacoota, en el sur del país.
De acuerdo con las
autoridades, unas 4.000 personas habían quedado varadas en esta pequeña ciudad
del estado de Victoria, tras escapar este martes de los virulentos incendios,
buscando seguridad en las playas de la localidad.
«La prioridad hoy es
combatir el fuego y evacuar, poner a la gente a salvo. Lo que es absolutamente
importante es que continuemos manteniendo el foco en estas tareas tan
importantes», dijo el primer ministro australiano, Scott Morrison, en
rueda de prensa.
Tal es el grado de destrucción
en esta parte del país que se estima que algunas localidades han perdido hasta
el 80% de sus casas y negocios. “Es más fácil contar los edificios que no están
dañados que los que sí lo están”, ha asegurado Shane Fitzsimmons, comisionado
del servicio de bomberos rurales.
Además de víctimas mortales,
los fuegos han provocado evacuaciones, destrucción del patrimonio forestal y
representan una amenaza para la supervivencia de especies animales protegidas,
como los koalas, todo ello sin contar los daños económicos. En Sídney, a causa
del humo, el aire se ha convertido en veneno y durante 30 días la contaminación
ha superado los niveles tolerables
CRÍTICAS AL PRIMER MINISTRO
La oleada de incendios ha
incrementado el malestar popular con el primer ministro australiano, Scott
Morrison, que hace dos semanas ya fue criticado por haberse ido de vacaciones a
Hawai en plena crisis.
Imágenes de vídeo mostraron el
enfado de vecinos con el gobernante durante una gira que este realizó por las
zonas afectadas, con alguno de ellos negándose a darle la mano y otros
gritándole «eres un idiota».
Esta oleada de incendios forestales se ha convertido en otra muestra clara de que los devastadores efectos del cambio climático no son un problema del futuro, sino del presente.
Grupos de estudiantes
universitarios tienen previsto marchas en varias ciudades del país durante
estos días para pedir que se den más fondos a los bomberos y se adopten medidas
contra el cambio climático.
Esta oleada de incendios
forestales se ha convertido en otra muestra clara de que los devastadores
efectos del cambio climático no son un problema del futuro, sino del presente,
y que si los gobiernos no comienzan a tomar medidas serias las consecuencias
pueden ser devastadoras.
En base a El País
/ Perfil / La Nación / 20 minutos
En este texto, desgrabación de un homenaje realizado en 2002, el director de La Vanguardia Digital evocaba lo que la figura de Guillermo Estévez Boero significó para los militantes socialistas en la Argentina desde la recuperación de la democracia.
Estévez Boero, por Villarreal, en una caricatura de 1989 (archivo La Vanguardia).
Compañeras y compañeros:
Realmente resulta difícil expresar en algunas pocas palabras lo que el compañero Guillermo Estévez Boero significa para los militantes del Socialismo en la Argentina actual. Y a veces, cuando muchos compañeros de reciente incorporación a este partido nos preguntan por qué es tan importante Guillermo para nosotros, qué es lo que hizo para que nos resulte tan valioso, tan entrañable, ese recuerdo de Guillermo Estévez Boero, resulta más patente esa dificultad.
Porque para comprender lo que la figura de Guillermo significó para los militantes del socialismo en este país, hay que entender también qué Argentina existía, de qué Argentina veníamos, y fundamentalmente de qué socialismo veníamos en este país en 1972, cuando Guillermo echó a rodar la utopía de un Partido Socialista que por primera vez en la Argentina lograra vincular la cuestión social con la cuestión nacional y la cuestión democrática.
En algún documento viejo, en una charla de Guillermo, él mismo narraba esto y contaba que cuando los compañeros y los amigos de la izquierda del mundo se enteraron de la aparición de una nueva fuerza política en la Argentina, con el nombre de Partido Socialista Popular, se agarraban la cabeza y decían: “Otro partido socialista más en Argentina”. A esa altura, para aquellos años, ya se perdía la cuenta de cuántos partidos socialistas había en este país. Por esto la labor de Guillermo se agiganta. Para quienes tenemos algunos años en el partido, a veces resulta difícil transmitirle a los jóvenes que se van incorporando el porqué del inmenso cariño y admiración hacia la figura de este compañero, que no fue Presidente de la Nación, que no fue Gobernador, que no escribió libros y sin embargo tiene una obra gigantesca, dispersa a través de una labor parlamentaria extraordinaria. Una labor que no tiene parangón en los dieciocho años de democracia que llevamos desde 1983, y que nosotros como militantes y sobre todo los jóvenes del Socialismo, tenemos la obligación de estudiar, de profundizar, de conocer. Ahí están los fundamentos del proyecto del Consejo Económico y Social, que realmente son, o deberían ser, una escuela de formación política para nuestros militantes; un proyecto en el que nuestro partido insiste y vuelve a insistir, y vuelve a presentar en el Congreso de la Nación para que el Parlamento debata una salida, la única salida posible que este partido viene reclamando desde hace años.
En 1972 el viejo Partido Socialista ya no existía, por los años en los que el grupo de militantes encabezado por Guillermo se atrevió a fundar este nuevo Partido Socialista que aparecía en la Argentina. Aquel viejo Partido Socialista se fragmentó, se atomizó, se dispersó en una cantidad de pequeños partidos, transformándose de un viejo partido glorioso que le había dado figuras importantísimas a esta Argentina con una concepción de la justicia social, como Juan B. Justo o Alfredo Palacios; ese partido se convirtió en una dispersión, en una atomización o, en los peores de los casos, en una caricatura de lo que habían sido las aspiraciones del socialismo.
La labor de Guillermo es tan importante para nosotros, porque partió de la comprensión de que no había contradicción entre los dos ejes de un debate histórico de la izquierda mundial, en donde la cuestión social y la cuestión nacional no sólo no debían estar divorciadas, sino que eran solidarias, aquí y ahora en el espacio y en el tiempo, en la Argentina y en América Latina, como le gustaba decir a él.
Articulando esos dos ejes, la cuestión social –que tanto valor tenía para los socialistas– y la cuestión nacional –que durante mucho tiempo el viejo socialismo no había logrado interpretar correctamente– articulándolos además con la cuestión democrática, saliendo de los viejos esquemas dogmáticos y comprendiendo a través de un proceso en el cual Guillermo sintetizó la práctica y el pensamiento colectivo de una organización que se propuso transformar esta Argentina, esos tres ejes, pasaron a ser el bagaje ideológico que Guillermo Estévez Boero le dio a este Partido Socialista, viejo y nuevo a la vez, nuevo por rectificar la práctica del socialismo en la Argentina, y viejo por enraizarse en las mejores tradiciones que formaron parte de aquel socialismo pulverizado. De ahí la reivindicación de algunas figuras del viejo Partido Socialista, nada casual y simbólica en sí misma: Juan B. Justo, la cuestión democrática y el cambio gradual; Alfredo Palacios, la cuestión social; Manuel Ugarte y José Ingenieros, la cuestión nacional y latinoamericana, e incluso Scalabrini Ortiz y FORJA.
Guillermo decía que los socialistas no debíamos ser profetas del odio, ni heraldos anunciadores de la muerte de un tiempo que demora en irse, sino que debemos ser los humildes constructores de un mundo nuevo.
Esta articulación marcó al PSP, junto a la comprensión profunda de que el socialismo no es un hecho inevitable de la historia y que más allá de lo que nosotros hagamos va a llegar. Aquella frase que años atrás se escuchaba tan profusamente, “el mundo marcha hacia el socialismo”, ese mito, aquella idea dogmática, no es así. Y esa comprensión de que el socialismo va a ser producto en todo caso, de una acción militante, colectiva, persistente, permanente y coherente de la que Guillermo nos dio ejemplo y que tenemos que continuar nosotros. Fundamentalmente desde la juventud y desde el Movimiento Nacional Reformista, ese hijo tan querido de Guillermo Estévez Boero, para que siga viva esa obra que no se expresó en un libro, para desgracia de los compañeros que gustamos de encontrar las cosas sintetizadas en un solo lugar, el librito en la biblioteca… No existe todavía esa obra en la que se haya procesado y sintetizado todo ese bagaje ideológico que le legó a este Partido Socialista.
Pero esa obra existe en una militancia extraordinaria, de décadas, que Guillermo eligió, a diferencia de otras convocatorias que han causado mucho dolor en nuestra juventud en décadas pasadas, y coherentemente con lo que plantea aquel poema de Bertolt Brecht de que “quienes luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”. Guillermo eligió dar su vida día a día, cotidianamente en la construcción, en la reconstrucción del socialismo en la Argentina.
Por eso a veces nosotros decimos que cuando se habla o cuando se mira la historia del socialismo en este país hay dos figuras que inevitablemente descuellan, la figura de Juan B. Justo, el fundador del socialismo en Argentina, y la figura de Guillermo Estévez Boero, que es el refundador del socialismo en la Argentina.
Otro elemento que para Guillermo era fundamental: la necesidad de la vinculación de la teoría con la práctica, la necesidad de la capacitación, y no como una veleidad intelectual. Compañeros que tuvieron la suerte de estar más cerca de Guillermo, durante mucho tiempo, nos cuentan y es bastante conocida la anécdota, que se levantaba a las cinco de la mañana para leer, que siempre andaba con un libro nuevo y por lo general raro bajo el brazo, un libro que encontraba él. Pero esto Guillermo no lo hacía desde la veleidad intelectual o desde la profundización del conocimiento desde un punto de vista individual, siempre lo hacía con la prédica de la necesidad impostergable de democratizar el conocimiento, de compartirlo y de que sirviera para transformar la realidad, para que cada vez hubiera más compañeros capacitados de manera de que pudiéramos hacer realidad esa transformación que anhelamos. Por eso ese mismo Guillermo que se levantaba a las cinco de la mañana para leer, que tenía una cultura vastísima y que por lo general mencionaba autores que muy pocos dirigentes políticos de este país han leído, también era capaz de decirnos a los militantes socialistas que “para nosotros el mejor socialista no es el que más sabe de socialismo, sino que para nosotros el mejor socialista es aquel que más socialistas hace o ayuda a hacer”.
Y ése era Guillermo, con esa capacidad que tenía para explicar lo más profundo y lo más difícil desde la sencillez de una metáfora, por lo general campera, que era el ambiente de donde él había salido. Y de ahí algunas de esas metáforas que nos han quedado grabadas: “la lonja es una sola, si corta más grande de un lado queda más chica del otro”, a través de las cuales él lograba hacer comprensibles las ideas más complejas. Y hacía el máximo esfuerzo posible para eso, para que el discurso del socialismo en Argentina fuera comprendido por todos, no solamente por aquella vanguardia esclarecida que había caracterizado a la izquierda en este país durante tantos años.
Hacía el máximo esfuerzo posible para que el discurso del socialismo en Argentina fuera comprendido por todos.
En más de una ocasión él decía que los socialistas no debíamos ser profetas del odio, que no debemos ser los heraldos anunciadores de la muerte de un tiempo que demora en irse, sino que debemos ser los humildes constructores de un mundo nuevo. Y a ese trabajo gris, a ese trabajo cotidiano era al que nos convocaba él. Nos enseñó que si pretendemos modificar la realidad tenemos que estar insertos en ella. Y de ahí la insistencia constante en la participación de cada militante socialista en sus ámbitos naturales, en el sindicato, en el centro de estudiantes, en la cooperadora, en la vecinal.
Y esta capacidad que tenía Guillermo Estévez Boero de transmitir su conocimiento y su pensamiento también tenía que ver con lo que aspiraba a que sea un militante socialista. Por ejemplo, cuando decía que si luchamos contra la injusticia general y abstracta, debemos tener la capacidad de ser sensibles ante cada injusticia particular y concreta. Porque los socialistas no somos, ni debemos ser decidores, sino hacedores; y porque el socialismo es “una resolución practica y cotidiana de servir al pueblo”, pero no a un pueblo en abstracto, no a un concepto, sino al pueblo real y concreto que existe, al pueblo determinado por años de dependencia, de marginación y de explotación.
Y cuando afirmaba estas ideas tan decididas a plantarse en la realidad, en la tierra, lo hacía, al mismo tiempo, hundiendo sus raíces en el pensamiento de Marx, al punto que lo citaba, sin mencionarlo, cuando definía al socialismo: «Para nosotros el socialismo no es un ‘estado’ que deba implantarse, un esquema ‘ideal’ preexistente al que ha de sujetarse la realidad, sino un movimiento real que supera el estado actual de cosas». Esa frase, que Guillermo incluyó en una de las declaraciones fundamentales del PSP (Democracia y socialismo, de 1986) es una cita textual de Marx en La ideología alemana, de 1846.
Por todo esto, Guillermo fue y es un ejemplo para todos nosotros. Todos sabemos que por su extraordinaria capacidad, por origen familiar y por formación, Guillermo podría haber sido un hombre exitoso, en los cánones del éxito del sistema: podría haberse dedicado a las leyes, o a la producción, o podría haber sido un brillante político tradicional. Sin embargo, eligió la tarea ciclópea de la reconstrucción del socialismo en un país en el que el gran Partido Socialista que existía había desaparecido. Ese ejemplo militante de convocar a los jóvenes a dar su vida en el sentido de la entrega cotidiana del día a día, del hora a hora, de dar el mejor tiempo y la mejor fuerza creadora y realizadora disponibles para construir un partido socialista de la realidad nacional, es creo yo, la herencia que cada uno de nosotros, y sobre todo los jóvenes y el MNR, pueden tomar de Guillermo Estévez Boero, para que alguna vez tengamos una Argentina independiente y solidaria.
Quiero cerrar con algo que los viejos militantes del MNR seguramente recordarán con algo de bronca, los cantitos en la Universidad: “Estévez Boero, socialista y estanciero”. Cuando Guillermo murió, el periodista Armando Vidal escribió una frase que a mí me resultó profundamente conmovedora, donde hacía referencia a ese cantito y decía: “Si todos los socialistas y todos los estancieros hubieran sido como Guillermo Estévez Boero, otra sería la Argentina de estos tiempos”.
Palabras en el Acto de Homenaje a Guillermo Estévez Boero en el marco del 13º Campamento Nacional de Juventud Enero 2002.
Comercios cerrados, vecinos en la ruta y manifestaciones en toda la provincia intentan defender la constitucionalidad de la Ley 7.722 que prohíbe la minería con químicos tóxicos en la provincia.
El radical Rodolfo Suárez, a pocos días de asumir, envió un proyecto de ley a la legislatura provincial para modificar la Ley de «Prohibición de Sustancias Químicas» a medida de las mineras. La ley 7.722 se aprobó hace más de 12 años, tras intensos debates en toda la provincia y en ambas cámaras legislativas, y en su artículo 1º dice que «se prohíbe en el territorio de la Provincia de Mendoza, el uso de sustancias químicas como cianuro, mercurio, ácido sulfúrico, y otras sustancias tóxicas similares en los procesos mineros metalíferos».
Inmediatamente aprobada, recibió de parte de empresas mineras una decena de denuncias de inconstitucionalidad, que recién fueron aclaradas casi ocho años más tarde, cuando la Suprema Corte de Justicia de Mendoza no sólo ratificó su constitucionalidad, sino que en un extenso fallo plenario dejó en claro que se trata de una ley que protege el recurso hídrico de la provincia y que de ningún modo impide el desarrollo de la minería, metalífera o no metalífera.
Sin embargo, la nueva redacción de la ley que impulsa el flamante gobernador, sólo prohíbe el mercurio y señala que el uso de sustancias quedará restringido a aquellas que «aseguren la sostenibilidad del proyecto y cuya producción, importación y uso esté permitido en Argentina». El nuevo texto también elimina la aprobación legislativa de las declaraciones de impacto ambiental de los proyectos mineros.
Otra vez Mendoza entra en disputa acerca de si realizar actividades mineras o priorizar otras actividades socio-económicas.
Quienes sostienen que el proyecto en realidad es “positivo”, lo defienden indicando que generaría nuevos puestos de trabajo y que además se impulsarían auditorías internacionales (para suplantar la carpeta de impacto ambiental), y se crearía una especie de “policía ambiental”. La reforma a la ley 7.722 cuenta con el apoyo del PJ provincial. Así lo hizo saber el mismo gobernador Suárez, “festejo que el Partido Justicialista esté apoyando esto”, afirmó.
TODOS JUNTOS CONTRA EL PUEBLO
El pasado martes 17 de diciembre, la Legislatura de Mendoza se convirtió en un escenario de debates y protestas en el marco del tratamiento de la reforma de la Ley Provincial 7.722.
Mientras allí se debatía en Comisiones, afuera del recinto miles de personas reclamaban que no se modifique la norma que restringe la minería y cuya constitucionalidad fue avalada por la Suprema Corte de Justicia de la Provincia. En simultáneo, cientos los vecinos se sumaron a diferentes movilizaciones en varias de las principales ciudades de la provincia y a través de las redes sociales.
Y en un hecho sin precedentes, al finalizar la intensa jornada y sin que todavía el plenario de Comisiones de LAC, Ambiente y Economía de Diputados y Senadores, emitiera despacho, se llamó a sesión especial en el Senado Provincial para tratar el tema a primeras horas de la mañana del próximo viernes 20 de diciembre. En la misma se analizaría la aprobación del proyecto de modificar la Ley 7.722.
Aunque ya hay legisladores mendocinos que se oponen a la reforma que aseguran que se trata de un hecho que se aprobará, por ahora en el oficialismo y en el sector minero prefieren bajar las expectativas y esperar a ver los resultados que se den en el recinto.
Quien sí adelantó un resultado y, de paso, condicionó de manera importante a la oposición, es el presidente Alberto Fernández, quien en el almuerzo de fin de año de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) dijo que en «Mendoza logramos que salga una ley para que se involucre en la explotación minera». El mandatario hizo referencia de esta manera al consenso que existe entre el oficialismo y el PJ mendocino, a pesar que aún falta el despacho y la votación.
SIN CONSENSO SOCIAL
A pesar de todo esto muchos acompañan el reclamo del pueblo mendocino como el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, quien expresó a través de un comunicado que «el derecho a la vida es constitucional» y que recordó que «Quedará en el recuerdo de todos los luchadores de este país, aquellas jornadas en donde toda la provincia organizada se animó a gritar ‘Ni un paso atrás’ frente al avance de los poderes corporativos, tanto políticos como megamineros. Desde Alvear, pasando por San Rafael y el Valle de Uco y llegando hasta Mendoza Capital. No lo olvidemos, la 7.722 es hija de ese proceso, no fue dádiva de ningún gobernante».
También Greenpeace manifestó que expresa su rechazo y preocupación al intento del Gobierno de la Provincia de Mendoza de modificar la histórica Ley provincial 7.722 que protege el agua de las y los mendocinos: “Esta ley vigente significó una normativa de avanzada al proteger el agua con la prohibición del uso de sustancias tóxicas en la actividad minera y establecer mecanismos novedosos para la aprobación legislativa de los proyectos.
El nuevo texto también elimina la aprobación legislativa de las declaraciones de impacto ambiental de los proyectos mineros.
Cualquier
modificación negativa significará una violación inconstitucional
al principio de no regresión ambiental y al de progresividad,
expresamente establecido en la Ley General de Ambiente (Ley Nacional
Nº 25.675)”, manifestaron.
Mientras
que Vida Silvestre, la Fundación Biodiversidad y la Asociación para
la Conservación y el Estudio de la Naturaleza subrayaron que
«Mendoza se encuentra declarada en crisis hídrica desde hace 10
años» y «la modificación de esta ley dejaría los
recursos hídricos en una situación desprotegida y vulnerable,
afectando la calidad de vida de sus habitantes y todas las
actividades que dependen directa o indirectamente de estos».
Nora
Moyano, de la Asamblea por el Agua Pura de Las Heras, planteó además
que «la lucha es también contra el fracking además de la
megaminería» y «contra todas estas transnacionales que
vienen a llevarse nuestras riquezas dejándonos en la desolación, la
desocupación y el desplazamiento territorial. El agua de Mendoza no
se negocia».
Otra
vez, la provincia de Mendoza entra en disputa acerca de si realizar
actividades mineras o priorizar otras actividades socio-económicas,
más aun en el actual contexto mundial donde el agua dulce escasea
cada vez más por consecuencia de las actividades humanas y de las
sequías provocadas por el ya casi imparable cambio climático.
Esta lucha que visibiliza el pueblo mendocino tiene que ser de todos, el agua es uno de los recursos más valiosos que tenemos y no debemos permitir que se derroche o contamine en beneficio de los intereses de unos pocos. El agua de Mendoza, no se negocia.
El clorpirifós es un insecticida organofosforado altamente tóxico desarrollado en los 60 por el gigante Dow Chemical, que se utiliza en una gran variedad de cultivos diferentes en unos 100 países.
Pese
a ser uno de los productos más vendidos para el control de plagas, hasta la
fecha se ha mantenido lejos del foco mediático y son muy pocos los que lo
conocen.
Sin
embargo, está presente en muchos de los alimentos que ingerimos, con lo que se
ha convertido en una amenaza también para la especie humana, como ocurre con
otros pesticidas que afectan a otros organismos que no son el objetivo de los
tratamientos.
El
pesticida clorpirifós mata a los insectos por contacto, atacando su sistema
nervioso y se aplica para el control de numerosas plagas –insectos y ácaros–,
principalmente en cultivos de soja, maíz, trigo y girasol.
Como
indican los datos oficiales, fue el insecticida más usado en 2017 en argentina:
sólo ese año se importaron más de 278 millones de kilos de plaguicidas por los
que se pagaron algo más de 1611 millones de dólares.
El Servicio
Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) indica que el
clorpirifós es «altamente tóxico» para las abejas y «muy
tóxico» para aves, peces y organismos acuáticos. Lo considera de clase II,
es decir, un producto «moderadamente peligroso y nocivo», aunque
existen otras clasificaciones que lo señalan como altamente dañino. En 2009, el
por entonces Ministerio de Salud dispuso su prohibición para uso doméstico,
aunque lo habilitó en el ámbito rural. Es de venta libre.
El Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) indica que el clorpirifós es «altamente tóxico» para las abejas y «muy tóxico» para aves, peces y organismos acuáticos.
En
Estados Unidos, varios estudios han relacionado la exposición prenatal al
clorpirifós con disminución de peso al nacer, bajo coeficiente intelectual,
déficit de atención e hiperactividad y otros problemas de desarrollo en niños.
Pero en 2017, ya bajo la administración de Trump, la Agencia de Protección
Ambiental (EPA: Environmental Protection Agency), ignoró las conclusiones de
sus científicos y rechazó una propuesta presentada durante la administración
Obama para prohibir su uso en campos y huertos.
Aunque
algunos estados decidieron enfrentar el problema, por lo que Hawaii fue el
primer estado en aprobar la prohibición total de su uso a fines de 2018.
California acaba de aprobar lo mismo. Oregon, Nueva York y Connecticut tratan
de seguir los mismos pasos.
En
Europa, el pasado mes de agosto, la Autoridad Europea para la Seguridad de los
Alimentos (EFSA, por sus siglas en inglés), confirmó en su última evaluación
del plaguicida sus efectos genotóxicos y neurológicos en el desarrollo de los
niños. Por lo que todo apunta a su prohibición a partir de 2020, que es cuando vence
la actual autorización para su uso.
Este
veneno fue autorizado por primera vez en la Unión Europea en el 2006, aunque
ocho Estados -Alemania, Irlanda, Finlandia, Suecia, Dinamarca, Eslovenia,
Letonia y Lituania- ya lo han prohibido.
VENENO EN LA MESA
Diversos
estudios han mostrado en los últimos años que los residuos y metabolitos de
clorpirifós están presentes en muchos productos de alimentación.
Según
un análisis publicado el pasado mes de junio por la organización Pesticide
Action Network , el clorpirifós está entre los 15 pesticidas más abundantes
en los alimentos, y sus residuos se han detectado sobre todo en los cítricos.
En concreto, el informe revela que el clorpirifós se encuentra en uno de cada
cuatro pomelos y limones, así como en un tercio de las naranjas y mandarinas.
“Efectivamente,
el clorpirifós está categorizado como altamente peligroso por la OMS y la FAO.
Aquí se usa muchísimo porque es un plaguicida barato. De hecho, a nivel
doméstico está en hormiguicidas y en correas para perros. Desde 2015 se intenta
incluirlo en el Convenio de Estocolmo, porque reviste las características de
contaminante persistente, pues tarda mucho tiempo en degradarse, se traslada
grandes distancias y puede bioacumularse, pero todavía no se ha podido lograr”,
explica Javier Souza Casadinho, ingeniero agrónomo y presidente de la Red de
Acción en Plaguicidas de América Latina.
El clorpirifós está entre los 15 pesticidas más abundantes en los alimentos, y sus residuos se han detectado sobre todo en los cítricos.
De
acuerdo al informe «El plato fumigado», realizado por el colectivo
Naturaleza de Derechos con datos del Senasa, entre 2011 y 2016 se detectaron
residuos de clorpirifós (en total, en la Argentina son 118 los formulados de
clorpirifós autorizados) en 33 alimentos, entre ellos, la acelga, el tomate, la
lechuga, el apio y la rúcula.
«No
puede ser que estemos comiendo constantemente residuos de agrotóxicos. Hay que
cambiar la matriz productiva. Gastamos millones en tratamientos oncológicos
porque los pools de siembra aplican lo que quieren sin control», dispara Melina
Álvarez, doctora en Biología y exbecaria del Conicet.
Entonces,
resta hacerse una sola pregunta, ¿Por qué no se ha prohibido antes si todo el
mundo sabía que era tan nocivo?, lamentablemente la respuesta a esa pregunta no
es simple ya que en el mundo de la producción de alimentos ya no se producen
alimentos, sino ganancias y ahí es donde comienza el problema.
Es
urgente que comencemos a replantearnos de que manera avanzamos hacia formas de
producción de alimentos más amigables con el ambiente y la salud de las
personas y no seguir aceptando recetas que van contra nuestros propios derechos
y que benefician solo a las grandes empresas de biotecnología que controlan el mercado
agroalimentario mundial.
En base a La Vanguardia / El Nuevo Herald / Tiempo Argentino
/ EFE
Estados Unidos oficializó su decisión de retirarse del Acuerdo de París sobre el clima y se convierte en el primer país que abandona este pacto, lo que provocó la preocupación de la comunidad internacional.
El presidente
estadounidense había anunciado su intención de romper con ese consenso ya el 1
de junio de 2017, cuando no llevaba ni seis meses en la Casa Blanca, y lo ha
formalizado justo el primer día que le estaba permitido según las normas del
pacto. La salida efectiva, sin embargo, no puede darse hasta noviembre de 2020,
es decir, justo después las elecciones presidenciales estadounidenses, lo que
deja aún un resquicio de esperanza para la ONU.
«Hoy Estados
Unidos inicia el proceso de retirada de los acuerdos de París. Conforme a los
términos del acuerdo, Estados Unidos sometió una notificación formal de su
retirada a las Naciones Unidas. La retirada será efectiva un año después de la
notificación», declaró el secretario de Estado, Mike Pompeo.
La
salida de Estados Unidos del acuerdo para disminuir las emisiones de gases de
efecto invernadero tiene un doble efecto: sin duda, constituye un mensaje
político de la primera potencia económica global, pero, al mismo tiempo, la
posición del presidente estadounidense generó un fuerte rechazo del resto del
mundo y una rebelión de grandes ciudades de EEUU, además de una reactivación de
la militancia ambiental.
Las
reacciones internacionales a esta retirada no se hicieron esperar. La Unión
Europea (UE) dijo que estaba dispuesta a «reforzar la cooperación»
con las otras partes del Acuerdo de París e insistió en que las bases del pacto
son «sólidas».
«El
Acuerdo de París tiene bases sólidas y está aquí para quedarse. La UE y sus
socios están dispuestos a reforzar la cooperación con todas las partes para
aplicarlo», tuiteó el comisario europeo de Acción para el Clima, Miguel
Arias Cañete.
China,
primer emisor mundial de gases de efecto invernadero, aseguró que lamentaba la
decisión de Estados Unidos. «Esperábamos que Estados Unidos diera muestras
de una mayor responsabilidad y que contribuyera más en el proceso de
cooperación multilateral, en lugar de añadir más energía negativa»,
sostuvo un portavoz de la diplomacia china, Geng Shuang.
No hay nada fácil en este camino, con o sin el apoyo de Estados Unidos: desde 2015, cuando se firmó el pacto de París, las emisiones globales han aumentado.
Cuesta
imaginar el éxito de semejante acuerdo multilateral sin la implicación de la mayor
economía del mundo.
John
Kerry, secretario de Estado cuando se pactó el Acuerdo, señaló en un artículo
de opinión en The Washington Post que “el presidente Trump dio el paso
que prometió en 2017 para retirar oficialmente a Estados Unidos del Acuerdo que
todos los demás países de la Tierra han firmado. Esto no es Estados Unidos
primero; una vez más, es Estados Unidos aislados”.
Hasta
la fecha 197 países lo han ratificado ya y han presentado planes de recorte de
sus emisiones de gases de efecto invernadero, como especifica el pacto. Los
planes de cada Gobierno deben cumplir como objetivo que el aumento global de la
temperatura no supere a finales de siglo el umbral de los dos grados respecto
de los niveles preindustriales.
No
hay nada fácil en este camino, con o sin el apoyo de Estados Unidos: desde
2015, cuando se firmó el pacto de París, las emisiones globales han aumentado.
Los
países que forman parte de la Convención Marco de la ONU de Cambio Climático
—prácticamente todos los Estados del mundo— discuten desde hace 25 años cómo frenar
un problema que ya ha hipotecado a las futuras generaciones que habitarán el
planeta: el calentamiento global.
A
partir de 2020, fecha en la que expira el Protocolo de Kioto. Está previsto que
las medidas de recorte de emisiones comprometidas por los Estados firmantes del
acuerdo se empiecen a aplicar. Estados Unidos, que ya se desmarcó de Kioto bajo
la Administración de George Bush hijo, opta por el mismo camino y con un
argumento similar: la economía.
CÓMO APLICAR EL ACUERDO DE PARÍS
Se
han celebrado 24 cumbres (normalmente anuales) pero hubo que esperar a la de
2015 para cerrar un pacto que involucrara a todos los países en la lucha contra
ese calentamiento: el Acuerdo de París.
Con
el pacto de París se creó el marco general (que incluye los objetivos y marca
las vías para intentar conseguirlos), pero faltaba el desarrollo técnico, que
debe completarse antes de 2020, cuando caduca el Protocolo de Kioto y entra en
funcionamiento el Acuerdo de París.
“En
París inventamos el fútbol, ahora necesitamos crear las reglas”, suele explicar
Ángel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE).
La aplicación completa del Acuerdo de París supondrá una transformación de la economía mundial y dejar de lado los combustibles fósiles, responsables de la inmensa mayoría de gases que calientan el planeta.
Ese reglamento es lo que, en su
mayoría, se ha logrado aprobar en la cumbre de Katowice, celebrada en 2018: un
complejo documento de casi 120 páginas que contiene las reglas de
transparencia, financiación, adaptación y recortes de emisiones de gases de
efecto invernadero para que funcione el Acuerdo de París.
Estas reglas fijan, por ejemplo, la
forma en la que cada país tiene que notificar sus planes de recorte, qué tipos
de gases se deben combatir, los plazos en los que se revisarán los compromisos
nacionales contra el calentamiento y cómo se hará o el seguimiento de las
promesas de financiación. El Acuerdo de París ya recogía el objetivo de que a
partir de 2020 los países más ricos contribuyan a un fondo de 100.000 millones
de dólares para ayudar a los Estados con menos recursos a adaptarse a los
impactos del cambio climático. Ahora también se incluyen normas para hacer el
seguimiento de ese compromiso.
La
aplicación completa del Acuerdo de París supondrá una transformación de la
economía mundial y dejar de lado los combustibles fósiles, responsables de la
inmensa mayoría de gases que calientan el planeta. Por eso, muchos países que
dependen de esos combustibles suelen desacreditar las cumbres o como en el caso
de Estados Unidos, argumentar el impacto en su economía para salirse y poner
por delante sus empresas y sus negocios por sobre el bienestar de toda la humanidad.
¿Cómo se deben tomar las decisiones acerca de cuestiones
que van a afectar a muchas personas? ¿Puede un puñado de personas decidir en
nombre de todas las que recibirán el impacto de esa decisión, sin haberlas
consultado? ¿Es ético? ¿Es democrático?
¿Cómo se deben
tomar las decisiones acerca de cuestiones que nos van a afectar a muchas
personas? ¿Quiénes deben participar del proceso por el cual se autoriza una
acción privada de alcance social, cuando la evidencia científica indica que
será riesgosa para la salud o el ambiente?
Qué tema ¿no? Es quizás una de las
discusiones contemporáneas más importantes y, paradójicamente, casi nunca es
abordada en estos términos. Por lo general, se discute cuando se consumó algún
hecho que amenaza a las comunidades, o peor aun, cuando el desastre ya se
produjo. Un ejemplo del primer caso fue la autorización a la instalación de
Botnia frente a Gualeguaychú. Un caso del segundo tipo fue el derrame de un millón de litros de solución cianurada en San Juan, en la Mina Veladero, en
2016.
¿Está legitimado un órgano del
Estado para resolver o autorizar acciones que nos perjudicarán a otras
personas, sin que esas personas tengan la posibilidad de dar su opinión, y
mucho menos, de decidir al respecto?
Nunca discutimos esta pregunta: por lo general, se discute cuando se consumó algún hecho que amenaza a las comunidades, o peor aun, cuando el desastre ya se produjo.
La semana pasada, en Entre Ríos, el Superior Tribunal de Justicia –un puñado de personas que cobran medio millón de pesos por mes– resolvió que se puede fumigar con veneno a 100 metros de las escuelas. (Veneno, sí, porque aunque se disimule llamándolo «fitosanitarios», es veneno. Para quienes no saben cómo funciona, detengámonos un segundo para comentar cómo es: se modifica genéticamente una especie vegetal, para que resista a un determinado producto tóxico; ese producto mata todo aquello que no ha sido inmunizado. Está claro que se trata de un veneno ¿verdad?).
Cinco personas resolvieron por todos
nosotros. ¿Vivirá alguno de ellos a 100 metros de una escuela rural? Yo no
conozco a ninguna de ellas. Pero intuyo que difícilmente esas personas, tan
inteligentes, tan preparadas que han llegado a ocupar el máximo lugar en la
cúspide de la justicia entrerriana (y que en fallos anteriores habían resuelto
exactamente en contrario) esas personas que tienen sueldos mensuales de medio
millón de pesos (540 mil para ser exactos), difícilmente vivan a menos de cien
metros de una escuela rural.
Y de nuevo la pregunta: ¿pueden
decidir en nombre de todos los que seremos afectados? ¿Es ético? ¿Es
democrático?
Para la filosofía está claro que no.
Ni ético, ni democrático. Nadie debería poder decidir por otros, porque en eso
consiste la idea de autonomía. Hace muchos años, en Grecia, cuando nació lo que
llamamos democracia, era más bien un principio de sentido común: ¿Cuál era ese
principio? Que “si algo atañe a todos, deben decidirlo entre todos”. Claro que
ese todos no incluía a todos, porque no todos eran ciudadanos. Pero
quienes eran considerados ciudadanos, formaban parte de la discusión y de la
decisión.
También el derecho romano recogió
esa idea, que fue incluida en el Código del emperador Justiniano: «Lo que a todos toca, todos deben tratarlo y aprobarlo». Ese adagio se mantuvo en
el derecho medieval aunque solo entre miembros de ordenes religiosas o
autoridades eclesiásticas. Se incluía en la decisión a quienes se consideraba
“iguales”. Dentro de los sectores de la elite de la Iglesia, tenían ese derecho
solo por serlo.
Casi hasta nuestros días, en
Occidente a nadie se le ocurrió que ese principio pudiera incluir a los
sectores subalternos, a los “de abajo”. Recién las revoluciones liberales lo
adoptaron, pero solo para los burgueses constituidos como nuevos sectores
dominantes. Y hace poco tiempo la filosofía política contemporánea –con nombres
como Habermas, Rawls, Cohen, y el argentino Carlos Nino entre otros– retoman esa idea, a la que llaman “deliberación” y la consideran el elemento
principal de la democracia.
“La oportunidad de participar en los procesos de adopción de decisiones”: eso es lo que se nos está negando.
Para muchos científicos y filósofos
de la ciencia actuales, las cuestiones ambientales no pueden resolverse sin la
participación de las personas que serán potencialmente afectadas por esas
cuestiones. De eso habla la propuesta de dos reconocidos científicos y
epistemólogos, el argentino Silvio Funtowicz y el británico Jerome Ravetz, autores de un libro de
enorme impacto en el que proponen precisamente eso: “Ciencia posnormal. Ciencia
con la gente”.
Algo parecido dice la Declaración de
Río de Janeiro, un tratado ambiental internacional, del cual la Argentina es firmante.
Fíjense lo que dice en su principio número 10: “El mejor modo de tratar las
cuestiones ambientales es con la participación de todos los ciudadanos
interesados, en el nivel que corresponda. En el plano nacional, toda persona
deberá tener acceso adecuado a la información sobre el medio ambiente de que
dispongan las autoridades públicas, incluida la información sobre los materiales
y las actividades que encierran peligro en sus comunidades, así como la
oportunidad de participar en los procesos de adopción de decisiones”.
La oportunidad de participar en los
procesos de adopción de decisiones. Eso es lo que se nos está negando. Nada menos, nada más.