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Así como en el infierno, en la tierra: “Desarrollo Non Sancto” y crisis climática

Así como en el infierno, en la tierra: “Desarrollo Non Sancto” y crisis climática

La cuestión climática y el problema del desarrollo son dos tópicos cuya actualidad tiene un correlato con la urgencia del problema, que aumenta día a día. Las reflexiones, siempre necesarias, son sobre todo un llamado a la acción.

Exactamente cincuenta años después de la publicación del ya clásico ensayo de interpretación sociológica Dependencia y Desarrollo en América Latina por Cardoso y Faletto, Siglo XXI Editores vuelve a hacer una gran apuesta de la mano de Beling y Vanhulst. Las casi trescientas páginas de Desarrollo non sancto presentan un giro de tuerca fundamental para la cuestión ambiental y climática al integrar a la religión con un elemento que moviliza creencias hacia acciones hoy ya consensuadas como urgentes a escala global. “El jardín de las delicias”, una de las grandes obras de El Bosco, fue la metáfora que con la que Leonardo DiCaprio presenta la problemática del cambio climático en un documental que muchos ambientalistas consideran de culto: Antes de la inundación (2016). Este despliegue de información y entrevistas con expertos y políticos de distintas esquinas del mundo, incluye una visita de DiCaprio al papa Francisco en el Vaticano, donde el actor hollywoodense le expresa su preocupación sobre la actual crisis climática y recibe a cambio una copia de Laudato si’, la encíclica del papa Francisco sobre “el cuidado de la casa común”.

Arrancando con un primer y poderoso prólogo por el ecoteólogo de la liberación, Leonardo Boff,  se aborda el contexto en el que se difunde la encíclica Laudato si’, hacia mediados del 2015, poco antes de la redacción del Acuerdo de París. La idea de poner orden en la casa común, la Tierra junto con la pregunta de ¿en qué medida la fe cristiana, y concretamente la Iglesia, pueden contribuir a evitar un eventual Armagedón bio-socio-ecológico? invita a ver a la  carta encíclica como no dirigida a los cristianos sino a la humanidad. Boff considera que estamos ante nuevo paradigma ecológico, del Ecoceno (en contraposición al Antropoceno), y si miramos de cerca el texto de la encíclica, veremos que toda ella está estructurada dentro del rito metodológico que maduró en América Latina a través de los textos oficiales del Consejo Episcopal Latino Americano (CELAM) y en los preceptos la Teología de la Liberación: ver, juzgar, actuar y espiritualizarse. También se explica la manera en que el Papa organiza los materiales en la línea de las cuatro ecologías –la ambiental, la político-social, la cultural-mental y la espiritual– las cuales conforman una ecología integral. Boff resalta los datos mencionados para explicar la actual crisis ecológica del sistema-vida y del sistema-Tierra, los modos que se están ensayando para superarla, con la conciencia de que se trata de algo sistémico y que, por eso, reclama un cambio radical en los fundamentos que sustentan nuestra forma de habitar la casa común.

Desarrollo non sancto sin duda acompaña los gritos que exigen una revolución climática antes de que el reloj de la medianoche anuncie la catástrofe climática.

Un segundo prólogo por Wolfgang Sachs se concentra en la imagen del papa Francisco sobre el sistema de la alta política internacional, con su visita a los Estados Unidos, su encuentro con Obama y su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. Para Sachs resulta claro que los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 y Laudato si’ se superponen. En estas primeras páginas se deconstruye el proceso a través del cual el papa Francisco lleva la desmitificación del “desarrollo” un paso más allá, coincidiendo con debates actuales sobre la necesidad de pensar no solo el decrecimiento del capitalismo en algunas áreas, sino directamente en el poscrecimiento del sistema de producción en general. Luego Adrián Beling y Julien Vanhulst introducen el texto con una revisión de la literatura de desarrollo económico, ecología política y políticas de desarrollo sustentable desde la revolución industrial hasta la fecha. Además, presentan los andariveles teóricos –Antropoceno, modo de vida imperial y modernización ecológica, entre otros– sobre los que discurrirán los capítulos del libro, el cual se encuentra dividido en tres partes interconectadas que sostienen la narrativa como pilares a lo largo de las páginas.

El primer pilar consiste de un llamado a construir una “ecología integral” a través de una nueva narrativa eclesial en el contexto de crisis civilizatoria, con un capítulo dedicado a la convocatoria papal a un diálogo cosmopolita; luego otro sobre justicia social partiendo de la sostenibilidad y la interculturalidad, y finalmente un abordaje de la “ecología integral” como un nuevo relato religioso en el sobre el cual debatir a escala global un desarrollo socioecológicamente sustentable. Esta primera parte del libro ciertamente representa una vuelta de tuerca sobre una dimensión específica del debate climático, la religión, la cual había pasado casi desapercibida en recomendables best-sellers como los que publicó Naomi Klein para la audiencia no especializada en los últimos años: Esto lo cambia todo, Decir NO no basta y En llamas.

El segundo pilar aborda las sinergias con otros discursos de transición, y  el papel de la religión y las iglesias en la transformación socioecológica a partir de debates sobre decrecimiento y postextractivismo. Este diálogo con otras tradiciones de pensamiento religioso se profundiza en un segundo capítulo con la reflexión sobre alternativas al desarrollo a partir del diálogo con la visión andina de “suma qamaña” y el budismo. En el tercer apartado de este pilar, se plantea la pregunta de ¿qué entendemos por buen vivir?, y,  como remate sobre el debate entre discursos de transición se enlaza a la  Laudato si’ con el Acuerdo de París y se preguntan si efectivamente son caminos convergentes hacia una “Gran Transformación” socioecológica. Para sumar al contexto sociopolítico de esta segunda parte de Desarrollo Non Sancto y destacar su relevancia como publicación de primer nivel en español, vale la pena rescatar La política del cambio climático, escrito por Anthony Giddens cinco años antes del Acuerdo de París, y Facing An Unequal World, editado por Raquel Sosa Elizaga, el cual fue publicado el año pasado pero que aun no cuenta con una versión en castellano.

El tercer y último pilar aborda la religión como agente de transformación socioecológica, empezando por un artículo sobre el rol de las iglesias y religiones en “El cuidado de la casa común”. Un segundo elemento se dedica a explicar las intersecciones entre movimientos socioambientales latinoamericanos y la encíclica Laudato si’ a partir de un abordaje de los conflictos socioambientales en la región, sin dejar de lado las singularidades de cada organización. Por último, se reflexiona sobre la posibilidad de la religión como agente transformador en una sociedad mundial pluralista y (post)secular. Este tercer segmento del libro es particularmente importante si tenemos en cuenta los recientes debates en torno a la adopción por parte de los países de nuestra región del acuerdo regional de Escuazú sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe. Considerado como un acuerdo pionero y visionario por la CEPAL, es uno de los principales tratados ambientales en el mundo de los últimos veinte años, además de un instrumento legal sin precedentes en nuestra región. Además de ser el primer tratado ambiental de nuestra región, es el único que surgió de la cumbre Rio+20 y es el primero en el mundo en establecer provisiones específicas para la promoción, protección y defensa de los derechos humanos de los activistas ambientales.

El texto aborda la religión como agente de transformación socioecológica, explora intersecciones entre movimientos socioambientales latinoamericanos y la encíclica ambiental Laudato si’, y releva el diálogo con otras tradiciones de pensamiento religioso, como la visión andina y el budismo.

A modo de cierre, el epílogo sumariza la la gran transformación desde un desarrollo non sancto a una ecología integral viendo a Laudato si’ como un documento antisistémico, cuya discusión pone en entredicho el “santo grial” del desarrollo. Si bien los autores coinciden con Morin en que nos encontramos en una época de “desierto del pensamiento”, esta obra coincide con recientes discusiones extra-académicas como la del documental InnSaei (2016) que aborda la relación entre espiritualidad e intuición como herramientas de movilización ecológica, de la misma manera que la serie Los Años de Vivir Peligrosamente (2017) divulgó los desafíos de conservación y catástrofe climática.

En los tiempos que corren, con la juventud de los cinco continentes saliendo a las calles demandando acción por parte de la clase política y una cumbre sobre cambio climático en Madrid que se avecina para los primeros días de diciembre, el mensaje de Desarrollo Non Sancto sin duda acompaña los gritos que exigen una revolución climática antes de que el reloj de la medianoche anuncie la catástrofe climática. Los recientes informes del IPCC sobre usos del suelo y la situación de los océanos, en lo que hasta ahora fue el año más caliente del que se tenga registro, con incendios forestales como nunca antes se habían visto, convierte en necesario entender los preceptos de una doctrina que pueda aliviar a una tierra arrasada y reencauzarla hacia un desarrollo sustentable: que cambie el sistema y no el clima, de eso se trata.

Rolando García, el conocimiento y el esplendor de la universidad

Rolando García, el conocimiento y el esplendor de la universidad

Terminando el año en que se cumplen cien de su nacimiento, en un repaso por la vida y las ideas del científico y filósofo de la ciencia Rolando García -legendario decano de Exactas, impulsor de la creación del CONICET y epistemólogo pionero en temas ambientales- parece verse el rumbo que tuvo el país, con sus profundas crisis, sus grandes esplendores y, quizás, sus promesas incumplidas.

 “[…] Rolando García engaña a mucha gente: viaja con frecuencia a Estados Unidos de donde trae -merced a su camuflaje científico-democrático- abundantes dólares que las fundaciones Ford y Rockefeller le proporcionan con toda buena fe pero con evidente vocación suicida. Estos dólares, manejados con total libertad, se emplean, como primer objetivo, en consolidar la hegemonía comunista del Grupo Universitario que dirige Rolando García y luego marxistizar a la juventud argentina. Y ahora Rolando García acaba de regresar de Moscú y de inmediato, el día 5 de mayo de 1965, se apura a poner en práctica las órdenes recibidas; aprovecha el dolor del pueblo dominicano para la planear la demostración antinorteamericana (¡qué dirán las Fundaciones Ford y Rockefeller!) y sus posteriores desmanes. […] El Decano García acaba también de ordenar una semana de suspensión de trabajos prácticos para que sus activistas bolcheviques puedan seguir organizando el terror. Sirva esto de advertencia: en Moscú le han dicho que ya está cercano el día que pueda gritar: he sido, soy y seré marxista-leninista.”

“En esto consistía, señor Juez, la ‘heroica’ actitud policial: en vejar con insultos y palos a mujeres y hombres de paz, indefensos y desarmados. La historia juzgará a esa tropelía contra la cultura de nuestro pueblo”.


Corría el año 1965, aún era presidente Arturo Illia y un señor nacido en 1919, maestro, profesor normal y licenciado en ciencias fisicomatemáticas llamado Rolando García era el decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. La «Época de Oro» de la UBA estaba en pleno auge y Exactas era una de las facultades que lideraba ese esplendor: Rolando García era sin dudas un protagonista. Lo acompañaban también algunos gigantes: Manuel Sadosky, como vice, y Risieri Frondizi como rector de la UBA. Este último, responsable de las gestiones para que se llevara a cabo uno de los sueños de Rolando García: la construcción de la Ciudad Universitaria, un modelo de la universidad por venir, organizada por departamentos (sin cátedras eternas), con profesores-investigadores, cargos de dedicación exclusiva y una facultad de Exactas vinculada con la de Ingeniería. Se cumplió. Se creó Ciudad Universitaria, el pabellón de ‘Industrias’, la organización por departamentos. Un sueño que se logró y aún perdura, aunque no lograse imponerlo al resto de la UBA, como quería.

En 1959, llegaría Clementina, la primera computadora de Latinoamérica, gracias al trabajo de Sadosky y el apoyo decidido de García, y con ella la primera carrera universitaria de computación. Además, como decano, impulsó el Instituto de Investigaciones Bioquímicas, a manos de Federico Leloir. Por si fuera poco, fue también co-organizador del CONICET y co-fundó la Universidad Nacional del Sur.

Exactas crecía y su prestigio se agigantaba a medida que formaba científicos sumamente relevantes para el futuro del país y del mundo. Como todo proceso de esplendor, tuvo hitos: la primera química nuclear, Sara Rietti, se formó en esos años. Amiga de César Milstein, su trabajo y el de sus colegas expresaba -como contara ella en una entrevista al diario La Nación– una clara línea de continuidad: «Un premio Nobel puede ser una casualidad para un país; dos, también, pero ya tres, y en la misma rama, la biociencia, habla de una línea de continuidad. En 1947, Bernardo Houssay fue el primer premio Nobel de Medicina, no sólo de la Argentina, sino de América latina. Houssay había fundado el Instituto de Fisiología en la UBA, que se fue convirtiendo en un semillero de excelencia mundial en investigación. Es, en ese contexto, desde donde surgen los otros dos máximos galardones mundiales, Leloir y Milstein”, afirmaba.

Quedaba comprobado que si se sostiene una política pública y se la impulsa con pasión, los éxitos aparecen y las energías creativas se despliegan. El crecimiento  no impedía, sin embargo, que a veces hubiera problemas. En 1962 el gobierno restringió la compra de muebles y útiles para la facultad, pero Rolando se las ingenió: pidió “soportes antigravitatorios para material científico” y “transcriptores de fonemas”. El Estado accedía a esos pedidos, pensando probablemente que se trataba de equipamiento técnico muy específico. Pero no: eran mesas y máquinas de escribir.

Desarrolló, junto con Piaget y en obras propias, una epistemología de lo que llamaría “los sistemas complejos”, en la que aborda el problema de definir qué es un sistema, qué significa que sea complejo, el rol central del marco epistémico y la necesidad de la interdisciplina.

Argentina estaba encaminada, muchos científicos se instalaron en el país, crecían los laboratorios, los edificios universitarios, las nuevas carreras, los galardones; algo completamente inédito para un país tan chico, lo cual reafirmaba lo acertado del rumbo.

Pero algo más estaba pasando en el país. Ese volante que le dedicaran nada menos que al decano de Exactas era premonitorio. Y para lo que estaba por venir faltaba sólo un año y signaría el quiebre de un período dorado: la “Noche de los Bastones Largos”, episodio que llevaría a la fama a Rolando García.

“En un momento dado, previa rotura de los vidrios (…) comenzaron a introducirse por los huecos bombas de gases lacrimógenos (…) El aire se tornó irrespirable (…) Mientras nos dirigíamos en demanda de la calle, vimos salir del Aula Magna de la Facultad una fuerza policial, que se desplegó en el patio interior de la casa (…) Me adelanté hasta llegar al lado de un oficial de Policía (…) que resultó ser quien encabezaba la fuerza de ocupación, y le hice presente mi condición de decano (…) El oficial me respondió que, como decano, nada me acaecería, pero simultáneamente un policía uniformado que estaba a su lado, profiriendo una especie de alarido mezclado con insultos de grueso calibre (…) descargó un fuerte golpe sobre mi cabeza (…) No obstante ello, volví a dirigirme a otro oficial (…) la respuesta no se hizo esperar: un nuevo golpe se descargó sobre mi cabeza. Mientras tanto, la fuerza policial seguía profiriendo insultos de grueso calibre, mezclados con gritos antisemitas (…) No se respetó a mujeres ni a hombres mayores (…) En esto consistía, señor Juez, la ‘heroica’ actitud policial: en vejar con insultos y palos a mujeres y hombres de paz, indefensos y desarmados. La historia juzgará a esa tropelía contra la cultura de nuestro pueblo”, afirmaba Rolando García en su querella.

Tras enfrentar a la policía, el 75% de los profesores de la facultad renunciaron y recibieron un masivo apoyo internacional como señal de protesta. Fue en vano. La universidad se intervino y se destruyó el legado de más de 10 años de ardua labor. A Rolando García no le quedó más alternativa que emigrar: primero a Ginebra, donde conoció a Jean Piaget y con el que colaboró asiduamente y, luego, a México. Tras esa noche, Rolando García volvería a la Argentina, pero nunca echaría nuevamente raíces: volvió en 1970, pero tras recibir amenazas emigró nuevamente en 1974 y se instaló en México definitivamente en 1980.

Para él, era fundamental entender los problemas sociopolíticos, de los cuales no estaban exentos los ambientales. El trabajo interdisciplinario, entonces, se vuelve nuclear.

Rolando García nunca renegó de haber sido acusado de hombre de izquierda, como rezaba (más agresivamente) el panfleto, ni de haber integrado el Consejo Tecnológico del Movimiento Nacional Peronista. Era firme en aclarar -no obstante- que tener una visión política era fundamental para el desarrollo científico y que eso no era equivalente a sostener una postura partidaria. En su gestión, llevó a la práctica esa convicción y para la construcción de la Ciudad Universitaria le encargó a un férreo opositor que gestionara la administración del presupuesto. Éste, sorprendido, le recomendó a alguien de su confianza. De esa manera, García se aseguró de no ser acusado de malversar fondos por parte de sus detractores. Además, de este modo, se ganó el respeto de sus opositores, con quienes discutía duramente, pero desde un piso básico de cordialidad y respeto mutuo. Priorizar el desarrollo académico por encima de las diferencias partidarias era su guía, y vaya que los resultados lo demostraron.

Pero el trabajo como funcionario público y en la universidad no fue la única rama donde podemos hallar el legado de Rolando García, que no se limita al conocido episodio policial de esa noche de 1966. Fue uno de los primeros meteorólogos del país y desarrolló, junto con Piaget y en obras propias, una epistemología de lo que llamaría “los sistemas complejos”, en la que aborda el problema de definir qué es un sistema, qué significa que sea complejo, el rol central del marco epistémico y la necesidad de la interdisciplina. Para él, era fundamental entender los problemas sociopolíticos, de los cuales no estaban exentos los ambientales. El trabajo interdisciplinario, entonces, se vuelve nuclear. Un ejemplo ilustrativo para García eran las llamadas “crisis alimentarias”: si el análisis para explicar la crisis consiste en culpar a las catástrofes naturales, como las sequías, la superpoblación y la ineficiencia productiva de los países pobres, es natural que las soluciones irán en esa dirección: mejorar la producción, incorporar tecnología en esos países, limitar la natalidad, etcétera. Si uno cambia el marco epistémico, entonces, cambian también las soluciones. En palabras de García en su libro Sistemas complejos: “El programa SAS (Sistemas Alimentarios y Sociedad) fue concebido en términos diferentes. El marco epistémico varió y, por consiguiente, cambió el dominio empírico investigación. La pregunta conductora no se refería a la cantidad producción, al aumento de la productividad o a los circuitos de distribución comercial de alimentos (lo cual no significó, en modo alguno, ignorar o dejar de lado estos problemas). Desde una concepción socioeconómica diferente, el programa SAS se planteó la siguiente pregunta conductora: ¿cómo y porqué se ha modificado el acceso a los alimentos, por parte de los sectores populares? A partir de esta cuestión central, el dominio empírico ya no se restringió a «seguir al alimento» desde su producción hasta el consumo. El estudio se orientó principalmente a la investigación de las relaciones medio físicoproducción-sociedad, y a la identificación de los factores que alteraron dichas relaciones.”

Este trabajo y su interés por una epistemología del conocimiento lo llevaron a ser contratado por numerosos organismos internacionales: fue designado por la Organización Internacional de la Aviación Civil de la ONU para hacer trabajos sobre la formación de hielo y el efecto de la turbulencia atmosférica en los aviones, estuvo en Suiza como director del ‘Global Atmospheric Research Programme’, trabajó en el Instituto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social y dirigió el programa “La sequía y el hombre”, organizado por la Federación Internacional de Institutos de Estudios Avanzados, entre muchas otras designaciones y participaciones.

En cuanto a la teoría del conocimiento y la consiguiente labor epistemológica, su trabajo fue en equipo con Jean Piaget: escribió libros con él, formó parte del Centro Internacional de Epistemología Genética y fue profesor en varias universidades, como Ginebra y UCLA. Su labor en la UNAM de México terminó siendo el más intenso, tras su mudanza en 1980. Creó la Sección de Metodología y Teoría de la Ciencia del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional. Fue también investigador de la UNAM y galardonado por numerosas universidades.

Para García entender el proceso de aprendizaje era también un modo de entender el progreso científico.

Su trabajo en epistemología genética consistió, básicamente, en entender cómo es que los seres humanos adquirimos conocimiento. En línea con Piaget, investigó el proceso de aprendizaje desde la niñez, lo cual para García era indisoluble del conocimiento humano general, de modo que entender el proceso de aprendizaje era también un modo de entender el progreso científico, al punto que entre sus tesis propone una continuidad entre los modos de conocer de un bebé y los de la ciencia, a los que considera desarrollos sofisticados de aquellos. El trabajo interdisciplinario, la comprensión del marco en el que se investiga, y la incorporación de la participación social en la discusión sobre la aplicación, son algunas de las líneas que sugiere hacia el futuro la epistemología compleja de García.

Al repasar la vida de Rolando García, no se puede menos que ver en su derrotero el rumbo que tuvo el país, con sus profundas crisis y sus grandes esplendores. A pesar de la injusticia de que hubiera terminado exiliado, nos queda al menos el consuelo de que fue reconocido en vida: en 2006, tras una (interesantísima) charla llamada “¿Hacia dónde van las universidades?”, el decano Jorge Aliaga le otorgó una placa de reconocimiento y en 2009 el consejo directivo de la facultad decidió llamar ‘Rolando García’ al Pabellón 1 de Ciudad Universitaria. Si bien existe un declive académico, afirmaba Rolando en 2006 que sin dudas se puede reconstruir la universidad. “Para ello, el análisis de nuestra propia historia es indispensable”, decía. Vaya entonces este pequeño artículo, como aporte a la reconstrucción de ese gran legado.

Un siglo con Bunge

Un siglo con Bunge

Mario Bunge cumplió 100 años. Multifacético, heterodoxo, riguroso, incisivo, su obra no dejó tema inexplorado. Uno de los más importantes pensadores argentinos, sin embargo no ha sido especialmente valorado en su país. 

Este sábado, además de comenzar formalmente la primavera, cumplió 100 años Mario Augusto Bunge. Un siglo de vida, nada menos, para el físico y filósofo argentino radicado en Canadá desde 1966.

Si bien la obra de Bunge no es lo suficientemente conocida ni difundida entre las universidades como debiera, lo cierto es que mucho se ha escrito sobre su vida, más aún cuando se cumple algún aniversario o cuando visita nuestro país, cosa que -lamentablemente- hace años que no ocurre. Por este motivo, me propongo en este breve artículo contar algunas cosas que no se conocen o se conocen menos, y destacar aspectos que se suelen olvidar. Pero sobre todo quisiera dejar un mensaje: la obra de Mario Bunge está viva, tanto por la vigencia de su programa filosófico como por las discusiones que él planteó por vez primera o profundizó, que siguen formando parte de un repertorio de preguntas abiertas y de debates que están frescos, incluso de parte del propio Mario, quien hasta hace muy poco ha escrito papers, cuestionado fenómenos de la física considerados sabidos (como el efecto Aharanov-Bohm, por caso, al que le dedicó una charla en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, el 16 de octubre de 2013) y debatido sobre su propia obra, siempre dispuesto a cambiar de opinión o reformularla.

Mario Bunge es sobre todo un físico y un filósofo. Ha escrito ampliamente sobre ambas cosas, aunque con el tiempo ha ido virando en sus intereses filosóficos al punto tal de haber admitido que, de poder volver a elegir, hoy optaría por estudiar ciencias sociales.

[blockquote author=»» pull=»normal»]La obra de Mario Bunge está viva, tanto por la vigencia de su programa filosófico como por las discusiones que él planteó por vez primera o profundizó.[/blockquote]

En su larga lista de temas hay algunos muy conocidos: su lucha contra las pseudociencias (en particular el psicoanálisis), su defensa del cientificismo (que no es positivismo, al que critica), su trabajo en epistemología, su dura crítica al posmodernismo, su formación física en la Universidad de La Plata y su formación filosófica autodidacta.

Menos conocida es su obra sobre ética, filosofía de la lingüística, filosofía de la medicina, de la psicología, de la economía, de la tecnología (o ‘técnica’) e incluso su gran libro sobre filosofía política. Esto, lejos de ser el opinar de un todólogo, ha sido un cauteloso trabajo de revisión y examen de los presupuestos filosóficos que sostienen a esas disciplinas. Por ejemplo, en lingüística, le ha objetado a Noam Chomsky la existencia de una ‘gramática universal’, como postula en su teoría de la gramática generativa. De paso, profundiza en el estudio de lo que los lingüistas llaman ‘lenguaje’ y aporta preguntas metolodógicas y filosóficas para la disciplina. En sus textos referidos a la psicología ha alertado sobre el problema filosófico del dualismo mente-cerebro, asunto plenamente ligado a la psicología y que presupone que, de no haber tal dualismo, para estudiar psicología se debe estudiar también al cerebro y no sólo a una espectral ‘mente’ que vive en algún otro mundo paralelo, distinto al material. De aquí su famosa y dura crítica al psicoanálisis que, entre otros problemas que presenta, afirma la existencia de este dualismo.

En cuanto a la economía ha sido un duro crítico de los presupuestos dogmáticos o “difusos, errados o incomprobables” de lo que con precisión Bunge llama economía ‘neoclásica’. Entre esas objeciones, Bunge señala que es falso que los mercados sean libres y se autorregulen, que todos los seres humanos seamos egoístas o que los recursos sean inagotables, presupuestos que maneja esta disciplina y a la que Bunge no duda en calificar de pseudocientífica y culpable de duras crisis económicas en numerosos países, justamente por fundamentarse en presupuestos erróneos o confusos (cuando no de intereses inconfesables).

En el caso de filosofía política, Bunge da un paso más y propone un sistema: la democracia integral. Lejos de tratarse de un modelo cerrado o irrealizable, Bunge propone avanzar hacia una sociedad donde se extienda la democracia hacia otros terrenos, como la administración de la riqueza y la cultura. Propone para ello la preparación tanto de dirigentes como de científicos sociales para que las decisiones y discusiones públicas estén basadas en la evidencia que ofrecen los distintos estudios sociales, y en la ética. Elogia modelos como el de los países escandinavos, las experiencias cooperativas exitosas y llama la atención sobre la evidencia existente que demuestra que las sociedades más igualitarias y justas son las más dignas y felices para ser vividas.

Sus opiniones políticas son también otra muestra de su apertura y honestidad intelectual. Un ejemplo claro han sido sus opiniones sobre el peronismo: su militancia en el Partido Socialista y sus estadías en la cárcel no le impidieron realizar autocríticas y reconocer méritos en el peronismo, señalando que para entender a la Argentina había que “entender al peronismo”, más allá de su postura ideológica personal. Y, sobre todo, haciendo énfasis en la importancia de los estudios sociales, la politología, la sociología y todo aquello que sirva para entender la realidad (¿será por eso que afirmó que, de volver a nacer, estudiaría ciencias sociales?).

[blockquote author=»» pull=»normal»]Frente a este panorama tan rico de un científico y filósofo argentino, sorprende su aparente ausencia, al menos en los programas de las universidades argentinas. [/blockquote]

Frente a este panorama tan rico de un científico y filósofo argentino, sorprende su aparente ausencia, al menos en los programas de las universidades argentinas. Es tan grande la paradoja que, cuando se estudia epistemología o filosofía de la ciencia, siempre leemos a autores como Kuhn, Lakatos o Popper, todos ellos amigos o conocidos de Bunge y con quienes mantuvo enriquecedores debates. No obstante, cualquier estudiante universitario conoce a esos 3 autores, pero no siempre a Bunge, con la paradoja adicional de que Bunge es argentino. Y ojo: no se debe a que Bunge no sea importante. Se trata de un autor sumamente conocido no sólo para estos filósofos que mencioné, sino incluso para las más de 20 universidades que le otorgaron Honoris Causa o para sociedades filosóficas activas e importantes, como por caso el Centro para la Filosofía de la Ciencia, cuyo co-presidente, Nicholas Rescher, es lector de Bunge y se admiran mutuamente.

Pero no todas son malas noticias. En 2015 se realizó en Argentina -¡y nada menos que en la Facultad de Filosofía y Letras!- el Primer Encuentro Latinoamericano de Filosofía Científica en homenaje a Mario Bunge. Además, se realizará este año (y se han realizado) numerosos congresos, charlas y ponencias en homenaje a su obra en toda latinoamérica.
Hay algo más a señalar: existe una nutrida comunidad científica y filosófica en Argentina que lee y discute la obra del maestro, en encuentros personales y virtuales. Esa comunidad se extiende además a otros países de latinoamérica -incluso Brasil, a pesar del idioma- y hay relación permanente entre sus miembros.

Y con esto quisiera volver al comienzo: el mensaje más importante es que el pensamiento y el trabajo están vivos y continúan creciendo. Está disponible para todos aquellos que estén interesados y quieran saber. Alcanza con ser curioso.

 

¿Tiene porvenir el socialismo?

¿Tiene porvenir el socialismo?

A punto de cumplir cien años, una de las facetas del destacado filósofo argentino Mario Bunge es su prédica a favor de un socialismo democrático y cooperativista. En el libro de varios autores ¿Tiene porvenir el socialismo? (Eudeba, 2013) responde que sí a la pregunta del título, pero a condición de entender la socialización de todas las esferas como una democracia integral: ambiental, biológica, económica, política y cultural. La Vanguardia comparte aquí un extracto de ese riguroso ensayo a favor de un socialismo que “no requiere la restricción de la democracia sino su ampliación, del terreno político a todos los demás”.

En 1989 fue derribado el Muro de Berlín, que simbolizaba la moribunda dictadura comunista. Veinte años después se desplomó Wall Street, cúpula y símbolo del capitalismo desenfrenado. Curiosamente, los sismógrafos socialistas no registraron ninguno de ambos terremotos. No aprovecharon 1989 para buscar los motivos del fracaso del llamado “socialismo realmente existente”, y casi todos ellos se sumaron al coro antisocialista. Los socialistas tampoco están aprovechando la crisis económica iniciada en el 2008 para averiguar si el fracaso del capitalismo es coyuntural o estructural: si el mal llamado mercado libre es reparable con un parche keynesiano, o habrá que reemplazarlo por un sistema más racional, justo y sostenible.

¿A qué se debe el silencio de los socialistas en medio del estrépito de esos dos grandes derrumbes? ¿Habrán perdido los ideales? ¿Sólo les interesará la próxima elección? ¿Ya no se interesan por lo que ocurra fuera de sus fronteras nacionales? ¿O han perdido lo que Fernando VII llamaba “el funesto hábito de pensar”?

(…) Adoptaré una definición de “socialismo” que creo congruente con todas las corrientes de izquierda. En una sociedad auténticamente socialista, los bienes y las cargas, los derechos y los deberes se distribuyen equitativamente. En otras palabras, el socialismo realiza el ideal de la justicia social.

(…) Sin embargo, hay dos maneras de entender la justicia o igualdad social: literal y calificada, o mediocrática y meritocrática. La igualdad literal descarta el mérito, mientras que la calificada lo exalta sin conferirle privilegios. El socialismo que involucra la igualdad literal nivela por abajo: en él, como dijo Discépolo en su tango Cambalache, un burro es igual a un profesor. Por el contrario, el socialismo que involucra la igualdad calificada es meritocrático: fomenta el que cada cual realice su potencial y, a la hora de asignar responsabilidades, da prioridad a la competencia. Desprecia la chapucería y aprecia el valor social y moral del trabajo, que ensalzara Karl Marx.

El socialismo meritocrático practica la divisa propuesta por Louis Blanc en 1839: A cada cual conforme a sus necesidades, y de cada cual según sus capacidades. Esa fórmula se complementa con la divisa de la Primera Internacional Socialista que fundara Marx en 1864: Ni deberes sin derechos, ni derechos sin deberes.

Las diferencias entre las distintas formas de socialismo aparecen cuando se pregunta si el socialismo se limita a la esfera económica, y en qué consiste la llamada socialización. El socialismo economicista se limita a la justicia social, mientras que el socialismo amplio abarca a todas las esferas sociales.

[blockquote author=»» pull=»normal»]No basta recuperar el sentido original de la palabra “socialismo” ni recordar las variedades que se han dado en el curso de los dos últimos siglos.[/blockquote]

(…) Yo argüiré en favor de la socialización de todas las esferas. En otras palabras, romperé una lanza por lo que llamo democracia integral: ambiental, biológica, económica, política y cultural. Sostendré que la democracia parcial, aunque posible, no es plena, justa ni sostenible. En particular, la democracia política no puede ser plena mientras haya individuos que puedan comprar votos, puestos públicos e incluso leyes; la democracia económica no es plena bajo una dictadura que imponga el gobierno sin consulta popular; la democracia cultural no es plena mientras el acceso a la cultura se limite a los privilegiados económicos o políticos; la democracia biológica no será plena mientras los hombres no compartan las tareas domésticas con sus mujeres; y la democracia ambiental no se cumplirá mientras haya empresas, ya sean privadas, cooperativas o estatales, que extraigan recursos naturales o los contaminen con toda libertad. El ideal sería combinar democracia con socialismo. Esta combinación podría llamarse democracia socialista, a distinguir de la socialdemocracia o socialismo débil, que de hecho no es sino capitalismo con red de seguridad, también llamado socialismo estatal o de arriba.

En suma, tanto la democracia como el socialismo son totales o no son auténticos. La democracia socialista total sólo existió y subsiste en tribus primitivas. La cuestión es saber si es posible construirla sin renunciar a la modernidad y, en particular, sin romper las máquinas ni abandonar la racionalidad.

(…) Los partidos socialistas en el poder se han vuelto administradores del Estado benefactor. Con el apoyo de los sindicatos, han contribuido a mejorar los servicios sociales y a elevar considerablemente el número y nivel de escuelas y universidades. Por lo demás, no han tocado la pieza clave del capitalismo: la propiedad privada de los medios de producción, intercambio y finanzas.

O sea, los socialistas del último siglo han hecho el capitalismo más sufrible, pero han renunciado al ideal de justicia social por el que habían combatido los socialistas del siglo XIX. Su meta actual es mucho más modesta: ganar las próximas elecciones.

Esta política puede dar resultados a muy corto plazo. Pero es suicida a largo plazo porque, cuando disminuyen las diferencias entre los partidos, el electorado pierde interés: no solamente la gente ya no milita desinteresadamente en el movimiento, sino que ni siquiera se molesta por votar. Además, todos, dirigentes y masas, olvidan lo que significa ‘sociedad socialista’, a saber, sociedad sin clases.

Es hora de que los partidos socialistas, si quieren conservar su nombre, repiensen el ideario: que lo pongan al día a la luz de las ciencias sociales y de la crisis actual. Esta crisis es una oportunidad para los socialistas de todo pelaje: es la oportunidad para denunciar la injusticia e insostenibilidad del capitalismo desbridado. También es una oportunidad para explorar la posibilidad de un orden más justo y sostenible. Si semejante cambio disminuyera su caudal electoral, paciencia: la autenticidad cuesta.

SOCIALISMO DEL MAÑANA: PROPIEDAD PÚBLICA Y DEMOCRACIA INTEGRAL

Los totalitarios, tanto de izquierda como de derecha, soñaron una sociedad en la que no hubiera sino una esfera, la pública: una sociedad en la que los individuos no fueran dueños de nada, ni siquiera de sí mismos, e hicieran solamente lo que les permitiera el gobierno. Los socialistas democráticos, en cambio, respetan la esfera privada tanto como los liberales, aunque difieren de éstos en lo que respecta a la propiedad de los recursos naturales y de las grandes empresas. En efecto, los socialistas democráticos procuran la socialización de cuanto esté fuera de la esfera privada. O sea, respetan la libertad en la esfera privada al mismo tiempo que la limitan en la pública. Lo que no podría ser de otra manera, ya que la democracia implica la libertad, aunque no a la inversa, como lo muestra el caso de los neoliberales que transaron con las dictaduras fascistas en aras del mercado libre.

Bajo el socialismo auténtico, mi cepillo de dientes seguirá siendo exclusivamente mío, pero tu derecho a tu fábrica de cepillos de dientes será cuestionado: la conservarás si es una empresa familiar, pero si emplea a otros, los socialistas procurarán que se convierta en una empresa cooperativa poseída y administrada por sus trabajadores. En cambio, la tierra y el agua no serán privados ni de cooperativa alguna, sino bienes públicos administrados por el Estado, el que podrá arrendarlos a personas o a cooperativas.

Tanto los marxistas como los fundamentalistas del mercado sostienen que las cooperativas no pueden sobrevivir en un medio capitalista, en el que las grandes empresas cuentan con la ayuda de los bancos y del Estado; pueden producir en gran escala a precios bajos gracias al uso de técnicas avanzadas y pueden explotar a sus empleados, particularmente si éstos no se unen en sindicatos combativos. Esta es una proposición empírica, y por lo tanto se sostiene o cae al confrontársela con la realidad.

[blockquote author=»» pull=»normal»]La construcción del socialismo no requiere la restricción de la democracia sino su ampliación, del terreno político a todos los demás.[/blockquote]

¿Qué nos dicen los hechos? Que el cooperativismo ha triunfado en pequeña escala en algunos países, y fracasado en otros. En Gran Bretaña ya queda poco del pujante movimiento cooperativo nacido en Rochdale en 1844. En cambio, florecen cooperativas de varios tipos y tamaños en países tan diversos como Argentina, Brasil, España, Francia, los Estados Unidos, India, Italia, Suecia y Suiza. Otro ejemplo notable es Mondragón Corporación Cooperativa, un conglomerado compuesto por 130 cooperativas, que lleva más de medio siglo de existencia y ocupa el noveno puesto entre las empresas españolas. La crisis económica iniciada en 2008, que provocó un sinnúmero de quiebras, tiró abajo sólo una de las 130 cooperativas de Mondragón y sus componentes fueron distribuidos entre las demás empresas de la Corporación.

¿A qué se deben los triunfos y fracasos en cuestión? Este problema aún no ha sido investigado a fondo. Uno de los motivos del triunfo de Mondragón es que tiene su propio banco y su propia universidad para la formación de sus técnicos y gerentes. ¿Y a qué se debió el fracaso de la cooperativa argentina El Hogar Obrero un siglo después de su fundación? Creo que un factor fue el que sus dirigentes eran funcionarios del Partido Socialista: creían que la devoción a la causa podía reemplazar a la competencia profesional. Ignoraban que toda empresa exige empresarios y consultores técnicos. Otra causa de la decadencia de El Hogar Obrero puede ser la que ya había señalado hace un siglo su fundador, Juan B. Justo: paradójicamente, el triunfo de una cooperativa puede llevar a su ruina. En efecto, cuando una empresa crece mucho, la distancia entre la cúpula y la base aumenta tanto, que ya no hay participación efectiva. Y sin participación intensa no hay autogestión, que es la esencia del “espíritu cooperativo”.

(…) La cooperativa ofrece a sus miembros ventajas inigualables: seguridad del empleo, satisfacción en el trabajo y orgullo de pertenecer a una empresa común inspirada en ideales nobles: igualdad, democracia participativa, solidaridad dentro de la empresa y con empresas similares. Es imaginable que una sociedad en que todas las empresas fuesen cooperativas, como lo son de hecho las empresas familiares, sería menos imperfecta que las sociedades actuales.

Pero, como señaló Marx contra los cooperativistas de su tiempo, la cooperativa solo atiende al lado económico del polígono social, y tiene una existencia precaria en un mercado capitalista dominado por potentes oligopolios. En otras palabras, la igualdad económica dentro de la empresa no basta: es preciso extenderla a la sociedad íntegra.

En resumidas cuentas, las cooperativas son viables incluso dentro de la economía capitalista, pero no curan lacras macrosociales, en particular las crisis económicas y las guerras. Además, las cooperativas no pueden reemplazar al mercado ni eliminar la competencia. Previsiblemente, el mercado socialista conservará algunas de las características de todo mercado, capitalista o precapitalista: conocerá tanto la competencia como la cooperación entre empresas del mismo sector, e intentará explotar las diferencias de costos entre las distintas regiones. Pero se podrá evitar la colusión deshonesta, el dumping y la explotación si el Estado y la comunidad internacional se rigen por normas honestas. También se podrá evitar la competencia destructiva recurriendo a tribunales de asesoramiento y arbitraje.

(…) No basta recuperar el sentido original de la palabra “socialismo” ni recordar las variedades de socialismo que se han dado en el curso de los dos últimos siglos. También hay que averiguar si los ideales de igualdad y de mejora de la calidad de vida siguen teniendo vigencia y, en caso afirmativo, qué puede hacerse para realizarlos. Ya sabemos qué es lo que no funciona: la dictadura del proletariado. También sabemos qué es insuficiente: el socialismo estatal, que puede ser practicado tanto por gobiernos autoritarios como el de Bismarck, como por gobiernos liberales como los democratacristianos.

Debiéramos preguntarnos qué tipo de socialismo puede atraer a la enorme mayoría de la gente: qué promete más beneficios con menos sacrificios. O sea, cuál régimen puede mejorar la calidad de vida sin sacrificar el presente cierto por un porvenir imaginado por cantamañanas sin ciencia ni experiencia.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Es preciso emprender reformas sistémicas, y eso no puede hacerse del día a la noche, sino que insumirá varias generaciones.[/blockquote]

Para resolver estos problemas debemos empezar por recordar que la sociedad moderna es un supersistema de sistemas: ambiental, biológico, económico, cultural y político. Estos sistemas interactúan entre sí, de modo que el progreso de cualquiera de ellos requiere el de los demás. La economía no puede avanzar mucho si los trabajadores están enfermos y no hay ingenieros ni gerentes competentes; a su vez, no se formarán ingenieros ni administradores competentes si la economía no los necesita y si el nivel cultural es bajo; la cultura no avanzará si está sometida a la censura del partido político gobernante y si la gente no tiene energía, tiempo libre ni ganas de estudiar; y la política no se renovará a menos que la gente participe masivamente en ella y disponga de la información necesaria para identificar los problemas sociales y proponer soluciones. Y nada de esto será posible si no se protege el medio ambiente.

La moraleja de lo anterior es que, para curar las lacras sociales, es preciso emprender reformas sistémicas, renovar todos los aspectos de la sociedad en lugar de limitarse a uno solo. Y esta reforma global no puede hacerse del día a la noche, sino que insumirá varias generaciones: hay que abandonar malos hábitos, como el autoritarismo y el consumismo, y crear nuevos hábitos, como la participación y la austeridad.

La sociedad capitalista está en grave crisis. Aunque los políticos y sus profesores de economía nos prometen que eventualmente saldremos de ella, no nos dicen cómo ni cuándo. No pueden hacerlo porque carecen de teorías económicas y políticas correctas: sólo disponen de modelos matemáticos irrealistas y de consignas ideológicas apolilladas, como la proverbial autocorrección del mercado libre.

Yo sostengo que hay motivos prácticos y morales para preferir el socialismo auténtico al capitalismo, y que la construcción del socialismo no requiere la restricción de la democracia sino su ampliación, del terreno político a todos los demás.

En suma, el socialismo tiene porvenir si se propone ir socializando gradualmente todos los sectores de la sociedad. Su finalidad sería ampliar el Estado liberal y benefactor para construir un socialismo democrático y cooperativista, que pondría en práctica una versión actualizada de la consigna de la Revolución Francesa de 1789: Libertad, igualdad, fraternidad. La actualización consistiría en agregar participación e idoneidad, salud y educación.

Así, juntos y de a poco, podríamos ir construyendo una sociedad de socios.

 

* Esta nota se publicó en La Vanguardia en papel en 2013.

Wallerstein y los marx-citas

Wallerstein y los marx-citas

Immanuel Wallerstein falleció el último día de agosto, en Nueva York, con 88 años. Aquí se esbozan algunas razones para leer a este pensador tan necesario en tiempos de capitalismo ultrafinanciarizado.

El último día de agosto murió Immanuel Wallerstein, uno de los más importantes pensadores de Occidente, y quizás del mundo. Un pensador a contrapelo de Occidente, no obstante. Un filósofo, sociólogo, economista e historiador al que podríamos catalogar como marxista pero nunca un “marx-cita” de los que se burlaba Jauretche, bromeando acerca de esos autores que solo repiten lo que escribió Marx aunque nada tenga que ver con el mundo actual. “Marxista de Braudel y de la Escuela de los Annales”, agregará seguramente algún historiador, recordando que Wallerstein era tributario sobre todo de esa línea historiográfica que se interesaba mucho más en comprender las estructuras y los procesos sociales que en ensalzar individualidades o “héroes”.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Tan potente fue la comprensión de Wallerstein acerca de ese sistema que pudo hacer algo que rara vez hacen las ciencias sociales: predecir sucesos y procesos, casi con la rigurosidad de las ciencias naturales.[/blockquote]

¿Por qué es importante Wallerstein? Por varias razones: en primer lugar era un pensador heredero de Marx pero que en lugar de realizar teorizaciones volátiles y delirantes como tantos otros de sus autopercibidos herederos, se propuso analizar el capitalismo realmente existente en términos concretos. Su obra más ambiciosa e importante son los cuatro tomos de ‘El Moderno Sistema Mundial’, donde estudia cómo en los últimos cinco siglos se fue implantando en todo el planeta, por primera vez en la historia de la humanidad, un sistema global, mundial (de ahí el nombre de esa obra. Quedó inconcluso un quinto volumen que iba a estar dedicado al siglo XX).

Wallerstein explica allí que es un tipo de sistema social que el mundo no había conocido anteriormente: una entidad económica pero no política, al contrario de lo que habían sido hasta entonces los imperios y las naciones: la palabra “capitalismo” no alcanza para definirlo. Es más, este sistema economía-mundo es un sistema ‘mundial’, no porque incluya a la totalidad del mundo, sino porque es mayor que cualquier unidad política jurídicamente definida. Y lo considera una ‘economía-mundo’ porque el vínculo básico entre las partes del sistema es económico, y no político.

Wallerstein cuestionó la idea de clases, con un concepto flexible en el que ve a las clases sociales más como alianzas de intereses que como posiciones sociales prefijadas. También marcó que el conflicto social hace ya tiempo que no es solamente entre capitalistas y trabajadores: hay toda una serie de segmentaciones y conflictos que involucran género, “raza”, religión u orientación sexual. Y también conflicto de los capitalistas entre sí, y con los ecosistemas.

Tan potente fue la comprensión de Wallerstein acerca de ese sistema que pudo hacer algo que rara vez hacen las ciencias sociales: predecir sucesos y procesos, casi con la rigurosidad de las ciencias naturales. Anticipó la caída del muro de Berlín y del llamado “socialismo soviético”, porque entendía que se trataba de un estado capitalista más, nacido de un movimiento antisistémico y por eso con ciertas peculiaridades internas muy especiales, pero totalmente dependiente del devenir del capitalismo mundial. Predijo el ascenso de China, hoy en pleno empate hegemónico con los Estados Unidos, y aún más sorprendentemente, Wallerstein predijo el dilema actual de los Estados Unidos, entre su decadencia como amo hegemónico del mundo capitalista y su presente “populista”, casi racista, en el que se intentaría restaurar el “american way of life” ante la amenaza de la globalización y la deslocalización.

[blockquote author=»» pull=»normal»]En ese mismo sentido vale consignar esta otra predicción de su autoría: “El actual sistema mundo, basado en la economía mundo de tipo capitalista, se encuentra en un momento de desequilibrio e inicio de su crisis final, es decir de su transición a otro sistema aún no visiblemente determinado”.[/blockquote]

En ese mismo sentido vale consignar esta otra predicción de su autoría: “El actual sistema mundo, basado en la economía mundo de tipo capitalista, se encuentra en un momento de desequilibrio e inicio de su crisis final, es decir de su transición a otro sistema aún no visiblemente determinado”. Aun no visiblemente determinado, escribió Wallerstein, que es lo mismo que decir: “Se acaba el capitalismo tal como lo conocemos, pero nadie sabe qué es lo que viene”.

Tenía decenas de libros publicados. Murió el ultimo día de agosto, en Nueva York, con 88 años. Y para despedirlo, quizás valga recordar otra cita, en este caso una recomendación que brindó en una de las últimas entrevistas que concedió: «Quiero decirles a los jóvenes que no lean sobre Marx, sino que lean directamente a Marx. Pocas personas, a pesar de las muchas que hablan de él, han leído de verdad a Marx. Lo mismo ocurre con Adam Smith. En general, solo se lee sobre estos clásicos. La gente aprende sobre ellos a través de resúmenes de otros autores. Quieren ahorrar tiempo pero, de hecho, ¡es una pérdida de tiempo!»