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De la Boca para afuera

De la Boca para afuera

Boca es uno de los clubes más importantes de la Argentina, hoy además en el centro de la política vernácula. En un año electoral, y tras algunas frustraciones, Gustavo Alfaro se ofrece como alternativa, con mucha grandilocuencia y poco margen de error.  

Llamó la atención la llegada de Alfaro a Boca. No por la probada capacidad del técnico sino por las formas. Su salida de Huracán estuvo contaminada. “Las historias me gustan escribirlas hasta el final”, había dicho profesando lealtad absoluta hacia el club de Parque Patricios. Como sabemos, ese discurso verborrágico terminó por chocar con la realidad y dio un giro destemplado ante la primera oferta formal del xeneize.

Pocas veces se ha visto un paso tan raudo de la humildad campechana, que pudo ser un recurso, a las pantallas televisivas y los micrófonos radiales. El raid mediático alcanzó hasta a la CNN local con el periodista Marcelo Longobardi, cual un predicador que todo lo sabe y soluciona, aún en asuntos por los que ni siquiera se lo consulta. Alfaro conoce  de medios, suele trabajar en algunos fuera de Argentina.

El tufillo a un posible posicionamiento del hombre que surgió en Rafaela y que llega maduro al cielo con Boca parece una maniobra repetida, de telenovela y costumbrista, que a la vez puede articular con cierto discurso oficial que remite a la meritocracia.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Alfaro nombró a Serrat y Borges varias veces, se escudó en la ley para explicar cómo en un estornudo se olvidó de los amores por el Ducó y puso proa a La Bombonera.[/blockquote]

Alfaro nombró a Serrat y Borges varias veces, se escudó en la ley para explicar cómo en un estornudo se olvidó de los amores por el Ducó y puso proa a La Bombonera, no se cansó de elogiar a todos, desde cracks a mediocres y desde Barros Schelotto a Gallardo. Por si fuera poco, se jacta de hablar con el Presidente y se adjudica, aprovechando su paso por el banco azul y oro, tener las capacidades para discurrir de política mano a mano con el propio Macri, además de no dejar pasar la oportunidad de divulgar que pronto almorzará, en Olivos, con él.

Raro todo para un club que navega en la incertidumbre deportiva y la depresión anímica. Se compran dos arqueros de selección, se gastan fortunas en algunos jugadores de calidad incierta, con una economía llena de dólares frescos productos de ventas de juveniles promisorios y exitosas políticas de marketing  pero que no consigue formatear un estilo en el juego, una identidad propia y mucho menos resultados internacionales que justifiquen los desembolsos.

Algo está claro, Alfaro se acomodó con su discurso a los tiempos de la dirigencia y es posible que también a los estamentos políticos que manejan los hilos del club. Surge el recuerdo de Tévez y su vuelta a la Argentina cuando se lo quiso instaurar como ídolo total por sobre la inquebrantable figura de Riquelme e inició un converso camino político pre elecciones presidenciales. En la televisión le contó a Fantino un extraño redescubrimiento de la pobreza en Formosa. Tras cartón, organizó un fastuoso casamiento en Uruguay, donde peregrinó la flor y nata del macrismo triunfante.

En ese entorno politizado aparece la figura de Nicolás Burdisso. Una gloria en Boca y respetado en Europa que supo expresar sus rebeldías ideológicas juveniles hasta el punto de señalarle públicamente a Guillermo Barros Schelotto un derechismo que el tiempo comprobó era real. Fue en una entrevista con la Rolling Stone, año 2004, durante la segunda primavera bianchista.

Lo que desconocemos, todavía, es si ese mismo tiempo transformó las ideologías de Burdisso o si su llegada a Boca no esconde ninguna otra razón que el amor por el club que lo vio nacer además de las lógicas expectativas profesionales. Eso sí, el ex zaguero internacional esta años luz de las giras mediáticas del técnico que eligió.

Para todos los protagonistas de estas historias las reglas futboleras y bosteras cambiaron en estos años. El espectador de cada domingo es dueño de su abono a platea y eso parece conformar un logro en sí mismo por encima de lo deportivo que pueda aportar el equipo. Es como pertenecer a algo exclusivo, y de hecho lo es. Ese aferrarse a los pocos centímetros de un asiento en la Bombonera quitó pasión a los efectos de triunfos y derrotas. Hay una cierta tolerancia en los espectadores que se fundamenta en la propiedad temporal de ese pequeño espacio al que se adhieren con lógica capitalista. Ese cambio cultural tiene orígenes económicos de clara base ideológica que el macrismo impuso como en un laboratorio sociológico.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Alfaro cuenta con respeto, pero no tiene ni cerca los apoyos sentimentales de los ex jugadores que oficiaron de entrenadores en el pasado reciente y eso acorta sus plazos. [/blockquote]

En ese ambiente deberá manejarse Alfaro y su idea de reflotar al Apache del ostracismo al que lo condenó Guillermo. No son los tiempos ni del Toto, ni del Maestro, ni del Virrey, ni del Coco. Mucho menos de camiones cargados de hinchas de clases populares que llegan a la cancha. Boca y su nuevo técnico parlanchín parecen entrar en un terreno peligroso en un año electoral. Se vota en el club y en el país.

Alfaro cuenta con respeto, pero no tiene ni cerca los apoyos sentimentales de los ex jugadores que oficiaron de entrenadores en el pasado reciente y eso acorta sus plazos. Además habló tanto que su paseo mediático comenzó a esmerilar la inicial simpatía con que muchos hinchas observaron su llegada.

El interrogante es conocer si alguien le marcó los pasos comunicacionales o todo es obra de su impronta personal. En cualquier caso parece que se intentó buscar una imagen de fortaleza y seguridad. Sin embargo, la saturación de presencia, adjetivos e historias personales pueden generar justamente lo contario.

Boca es deportivo ganar, dicen los protagonistas. Alfaro, es muy probable, que lo padezca como nadie. Tres partidos marcarán el clima y, si no hay resultados positivos, las citas y menciones literarias serán arrastradas al olvido como los papelitos del templo de la calle Brandsen.

El mundillo del futbol profesional no se encandila fácilmente con las bellas palabras y menos cuando sospecha que la idea fue impostar un personaje. Los hinchas de Boca, hastiados de tantos reveses históricos en el último tiempo, ya no quieren novelas ni lindas canciones. Como interpretó alguna vez Román, el máximo ídolo de la institución, su único deseo es volver a ser.

Treinta años extrañando a Zitarrosa

Treinta años extrañando a Zitarrosa

Cada vez más reconocido como uno de los creadores imprescindibles en el mundo de habla hispana, el oriental Alfredo Zitarrosa fue cantautor, escritor, locutor y periodista, pero sobre todo un poeta de enorme sensibilidad, y es hoy una de las figuras más reconocidas y destacadas de la cultura latinoamericana. En esta nota escrita a cuatro manos, lo evocamos tratando de volcar también algunos datos biográficos menos conocidos.

No fue el primero, pero sí el más grande de los cantores orientales. Corregimos: rioplatenses… junto con Gardel. Y en esto se incluye a todos los géneros, desde el folklore al rock, desde la balada al heavy metal. En su país todos (y en el nuestro un montón) caerán bajo su influjo. En el Uruguay, cada grupo, cada banda, cada solista versionó alguno de sus temas, y así, ‘sacando’ un tema suyo, cada oriental incorpora el ADN del zitarrosismo profundo, desgarrador, la tristeza de saber que “no hay dolor más atroz que ser feliz”.

Hay por lo menos treinta canciones de artistas que homenajean, directamente o no, al creador de cuya muerte se conmemoran hoy tres exactas décadas. Treinta canciones que compusieron en su honor desde el Chango Nieto al Cuarteto de Nos, desde César Isella a Fernando Cabrera, desde Teresa Parodi al venezolano Alí Primera, desde Victor Heredia al poeta Hamlet Lima Quintana, de Anibal Sampayo a Alejandro del Prado. Sin contar las versiones de sus canciones que han atravesado géneros y cuentan con versiones rockeras (como Adagio en mi pais, por La Triple Nelson) hasta metaleras, como A don José por Pecho ‘E Fierro.

Zitarrosa atraviesa. Edades, géneros, fronteras. Como lo supo Fernando Cabrera al organizar el histórico homenaje al cumplirse 80 años de su nacimiento (había nacido el 10 de marzo de 1936). Como lo supimos las miles de personas que esa noche vibramos allí, en ese tremendo, histórico homenaje que reunió a un increíble seleccionado de músicos hispanoamericanos para interpretar 23 de sus canciones en el Estado Centenario, entre ellos, Joan Manuel Serrat, Jorge Drexler, Liliana Herrero, Sebastián Teysera, Emiliano Brancciari, Pepe Guerra, Luciano Supervielle, Daniel Viglietti, Larbanois-Carrero, Malena Muyala, Hugo Fattoruso, Braulio López, Martín Buscaglia, Numa Moraes, Lisandro Aristimuño, Cristian Cary, Cristina Fernández.

52 años tenía Alfredo cuando falleció, hace hoy exactamente treinta. Y no es posible dejar de pensar en qué más habría entregado ese insólito creador que (como se lo presenta en la edición póstuma de su poemario Sonríe muerte) “solamente hallará su parigual en Gardel”, dudaba de sus condiciones, no se veía a sí mismo como nacido para cantar y hasta detestaba escuchar su propia voz en las canciones grabadas. No así, en cambio, su voz al recitar o al decir, voz tierna pero grave, modulada pero genuina, tan gramaticalmente inobjetable como rioplatense…

[blockquote author=»» pull=»normal»]Zitarrosa atraviesa. Edades, géneros, fronteras. [/blockquote]

Es que Alfredo no se pensaba músico. Sí periodista, y lo fue. (Y de los buenos. Escribió en el legendario semanario Marcha, de Carlos Quijano. Tuvo una columna titulada Fábulas materialistas, ahora reunidas y editadas en un libro. Hay una entrevista de 1970 a Joan Manuel Serrat. Está en You Tube). También locutor. Y lo fue. (Y de los buenos: fue presentador y animador, libretista e informativista, e incluso actor de radioteatro. Afirman que era brillante y que llegó a presentar en vivo a Julio Sosa y Edmundo Rivero).

También fue poeta, y lo fue. Y quizás fue lo que más fue de todo lo que fue (con 23 años, en 1959, ganó el Premio Municipal de Poesía de Montevideo, por su poemario Explicaciones, que sin embargo nunca quiso publicar. Sí está editado Sonríe muerte, que contiene algunos de los poemas de aquel libro premiado e inédito. Aunque son obras tempranas, revelan un poeta maduro y poderoso, que escribe para exorcizar el dolor. Como dice Amanecer Dotta en el prólogo: “Es un libro que hay que leer verso a verso. Y sufrirlo. Es una manera de entenderlo”). Ah: el jurado que lo premió estaba integrado por Juan Carlos Onetti.

Pero en 1964 Alfredo todavía no hacía música. Era periodista. Iba a trabajar en la TV de Perú pero algo salió mal y quedó sin laburo. Así llegó a la música, de casualidad, lejos de su país y por circunstancias azarosas. Lo contó así: “No tenía ni un peso, pero sí muchos amigos. Uno de ellos, César Durand, regenteaba una agencia de publicidad y me incluyó en un programa de televisión, me obligó a cantar. Canté dos temas y cobré 50 dólares. Fue una sorpresa para mí, que me permitió reunir algunos pesos”. Así empezó esa impresionante labor como cantor popular que lo llevaría a lugares impensados: el éxito y el exilio.

SUFRIR, AMAR, PARTIR

Alfredo nació Iribarne, no Zitarrosa, que fue el apellido de su padre argentino. Su tercer padre, diría el propio Alfredo. De su padre biológico nunca logró saber nada aunque siempre lo buscó “en las cosas”, como cantó en Explicación de mi amor. Su mamá Blanca Iribarne, lo anotó con su apellido, y poco después lo dio para que lo críen Carlos Durán y Doraisella Carbajal. (Durán era “milico”, como se les decía a los policías, y fue pensando en él que Zitarrosa compondría en 1970 su Chamarrita de los milicos). Pero por entonces fue Alfredo Durán. Con esa familia se mudó al campo, cerca de Trinidad y esa vivencia influyó mucho sobre su posterior obra, que aparece con una fortaleza muy especial pero además con un carácter mayoritario en su repertorio: en la vertiente rural, milonguera, folklórica. Al volver a Montevideo, al comienzo de su adolescencia, fue a vivir con su madre biológica y su esposo, el argentino Alfredo Nicolás Zitarrosa. Allí entoncés nació el Alfredo Zitarrosa del que hablamos. Que además, ahora tenía una hermana recién nacida. Ahí además Alfredo conoció el Barrio Sur. Y entonces nació (o se consolidó) la otra vertiente de su obra: la urbana, la candombera, la tanguera.

Pero todas esas vicisitudes no solo templaron sus cuerdas artísticas. Amanecer Dotta, que conoció a Zitarrosa en la niñez y adolescencia, asegura que “sufría como nadie que yo haya conocido”. Ese sufrir atraviesa sus canciones. Y ese sufrir es lo que trataba de exorcizar desde la creación artística pero también desde el compromiso político y social, desde la condición de artista que de verdad, sin pose, se siente al servicio de los intereses de los más débiles y consagra su labor a ese servicio sin dudarlo, desde su más profunda filosofía. Ese compromiso que lo lleva a la que quizás sea la máxima paradoja de una persona de su sensibilidad: pese a su reconocido sentimiento anarquista (que amerita una insólita autocrítica en décimas que recitará en un congreso del Frente Amplio) decide involucrarse en un partido político de la rigidez del Partido Comunista (aunque el PC uruguayo siempre haya sido más amplio y más sensato que su par argentino).

[blockquote author=»» pull=»normal»]Y así como pone el cuerpo en la política, lo pone en la vida. Sus músicos ganaban lo mismo que él: creía en la cooperativa como manera legal de combatir al sistema capitalista.[/blockquote]

Pero Zitarrosa no solo compone y graba canciones de apoyo y propaganda al Frente Amplio, como las Décimas de contrapunto, una canción frentista donde en formato de payada le explica a su interlocutor por qué debe votar al general Liber Seregni, el militar de izquierda que fue durante años la cara más importante del Frente Amplio. Además Zitarrosa pone el cuerpo como militante: en el garaje de su casa funciona un local de la naciente coalición de izquierda.

Y así como pone el cuerpo en la política, lo pone en la vida. Sus músicos ganaban lo mismo que él: creía en la cooperativa como manera legal de combatir al sistema capitalista. Y son miles las anécdotas que lo muestran tan tozudo e incorruptible como el que surge de su obra. Por ejemplo, cierta vez, en carnaval, un empresario le anunció poco antes de que subiera al escenario que tenía para pagarle la mitad del dinero pautado. Estaban previstos siete temas. Zitarrosa cantó tres y cortó el siguiente en la mitad. Explicó al público los motivos e invitó a los presentes a irse con él: “La seguimos en el boliche de la esquina”.

LA MUERTE ES UNA INGENUA ADIVINANZA

Zitarrosa, dice Rubén A. Fraga, “cultivaba un estilo contenido y varonil, y su voz gruesa y un típico acompañamiento de guitarras le dieron su sello característico. Una lucidez implacable, un cancionero que combinó un vocabulario preciso, elegante y popular, una música que le dio otro sabor a la milonga y la dotó de compromiso social. Y una responsabilidad total con sus músicos, con los que trabajaba en forma cooperativa”.

A treinta años de la partida de Zitarrosa, si se mira a la generación siguiente de artistas –y a los que quedan de la suya–, es difícil decir que alguien ocupa un lugar similar. Pero seguro son incontables los que de alguna manera formaron su paladar admirándose de imágenes como las de esos “espejos que imitan otra vida mejor, o la misma” en letras que independientemente de las melodías, trasuntan –palabra zitarrosiana si las hay– melancolía y soledad, que “con el alcohol, suelta un gorrión que por el aire del alma se va”.

¿Y acaso no fue eso lo que pasó con Alfredo, con ese exilio eterno, que aunque duró una dictadura, para él fue un extrañamiento eterno, interminable, y más allá de alguna alegría circunstancial, su gorrión del alma se fue en esos años? El retorno, el regreso a la patria no le alcanzó para revertir tanto dolor, tanto alcohol “azulado en humo y en vinos”. Fue en ese exilio inhumano que escribió “Todavía no han salido de mi tierra mis almas, ni han nacido los versos que escribiré algún día, cuando el puño cerrado y el corazón en calma, rimen odio y amor con honor y alegría”.

Ese Zitarrosa era el mismo que alguna vez, en la adolescencia montevideana, comenzó a gustarle eso de andar por los boliches, o por la rambla a la madrugada charlando de filosofía anarquista y de marxismo, tanto como leer y recitar a García Lorca, Machado, Vallejo o Bertolt Brecht. El que fue amando la bohemia, y la noche y sombras, que le permitían huir del dolor y de los fantasmas.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Pero con el exilio no pudo, ya no era el mismo varón que se había ido a Madrid, a México, a Buenos Aires. Está claro que el Uruguay musical no sería el mismo sin él, ni tampoco el Uruguay social o político.[/blockquote]

Pero con el exilio no pudo, ya no era el mismo varón que se había ido a Madrid, a México, a Buenos Aires. Está claro que el Uruguay musical no sería el mismo sin él, ni tampoco el Uruguay social o político. Anarquista devenido en militante del conjunto, capaz de hacerse una huelga a sí mismo en solidaridad con sus empleados, “Hago falta –comprendió sin falsa humildad–  yo sé que hago falta” y supo que su lugar era ése. Después de veinte discos, de una popularidad que ya trascendía fronteras, de una masividad que trascendió lo impensado, saber que hacía falta y saber cuál era su deber militante, no eran en absoluto una cuestión de ego. Al contrario: le pesaban, le hacían creer que podía y debía lograr más, que una canción suya podía obstaculizar o facilitar un cambio en las condiciones, y eso (no la remanida “inspiración”) lo llevó a escribir canciones como la indefinible Chamarrita de los milicos, esa canción increible en que procura que “los milicos” de pueblo no fueran confundido con los dictadores, en versos dirigidos a la vez a los militantes y a los “milicos”:

“Chamarrita cuartelera,

no te olvides que hay gente afuera,

cuando cantes pa’ los milicos,

no te olvides que no son ricos,

y el orgullo que no te sobre,

no te olvides que hay otros pobres”.

Así lo dejó escrito en la contratapa de uno de sus discos, años después:

“Cierta vez que canté esta chamarrita -a la sazón muy popular en mi país- en un recital cordobés, me vi envuelto en un debate con los estudiantes presentes, para quienes tuve que improvisar un largo epílogo, porque la consideraban “reaccionaria”. Yo sostenía -y sostengo- que la lucha de clases no cesa en la puerta de los cuarteles; los muchachos en cambio, aunque no todos, motivados por sus personales experiencias recientes, si bien no hacían del asunto una cuestión teórica, rechazaban en cambio el elogio del uniforme como un agravio personal. (…) Si la “Chamarrita de los milicos” hubiera sido útil, pienso fundamentalmente en la enorme importancia de esta discusión, que alguien quiso presentar como una porfía entre “castristas” y “castrenses”, cuando la verdadera divisoria pasa entre el Imperio y sus colonias, entre el Pueblo y nuestras respectivas oligarquías apátridas, desde el Atlántico al Pacífico, aquí y allá, en Chile y en mi país, en Brasil y en el Perú, en toda nuestra América Morena, que ya se levanta, sí, como un gigante herido, pero inmortal”.

Como se ve, Alfredo hacía falta. Y lo comprendió. Tal vez demasiado profundamente.

CON CONCIENCIA CLARA

“Nuestras democracias deben ser democracias profundas, con auténtica participación popular. La canción debe apoyar con actitud crítica, reflexiva. De Caupolicán a Túpac Amaru, de Artigas a Bolívar somos un continente con conciencia clara del futuro que nos corresponde, del derecho que tenemos a vivir en libertad, a fundar nuestra propia democracia en un debate abierto de todas las ideologías, donde la canción habrá de aportar todo lo que pueda y la vida de cantor será un acontecimiento más en la vida política del pueblo”, escribió para dejar claro, de una vez, qué pensaba y por qué hacía lo que hacía con su arte.

Para nosotros, algunos de los miles de este lado del río que crecimos escuchándolo, en la radio primero, hasta que la censura (de ambos lados del río) nos lo privó, y nos obligó a escucharlo en privado, en el tocadiscos, en la fritura de la púa desgarradora, en aquellos primeros casettes grabados, nos permitió encontrarnos con un cantautor al principio singular, pero pronto incomparable, distinto a todo lo que existía en ese tiempo, (y atenti que hablamos de José Larralde, de Mercedes Sosa, del Turco Cafrune, y hasta de Atahualpa Yupanqui, el iniciador, el inventor de todo).

No, Alfredo fue –y para muchos aún lo es–  quien ordenaba y transmitía esas palabras que sabíamos que existían pero que solo su garganta, su sentir, su decir podía decirlas. Podía ser la palabra militante, pero también la melancolía de un pasado olvidado, propio pero de cientos de iguales.

O podía ser la nostalgia dulzona de amor y melancolía: “Ya no recuerdo el jardín de la casa, ya nadie me espera en la plaza. Suaves candombes, silencios y nombres de otros; se cambian los rostros.” Y uno piensa, solo para hacerlo un poquito nuestro, un poquito entrerriano, que Alfredo debe haber leído a Olegario Andrade para escribir ese candombe del olvido, al igual que cuando entona esos versos ajenos, impresionantes en su voz, en Los gauchos judíos: “Yo viví tu horizonte azul, Entre Ríos, lo mejor de tu tierra y tu viejo palmar, hoy no sé cómo viviré ya sin tu voz, nada soy sin tu ceibal.”

[blockquote author=»» pull=»normal»]Zitarrosa podía ser la palabra militante, pero también la melancolía de un pasado olvidado, propio pero de cientos de iguales.[/blockquote]

Y entonces ya no importan las fronteras ni los límites artificiales. Podemos permitirnos extrañarlo y sentirlo tan nuestro, después de treinta años, como el más pingazo de los orientales, de Corrales a Tranqueras cuantas leguas quedarán. Decía José Carbajal, y tal vez no son las palabras justas, que todos los contemporáneos aprendían Milonga para una niña para cantarla y así ensoñar el ambiente en cualquier concierto cuando se veía medio duro el aromar, porque también Alfredo podía componer con esa forma de amar, que para él era un modo de conciencia. “Y ahí sí, las viejas se derretían”, contaba el Sabalero.

Recordábamos al comienzo de esta nota que hace poco en Montevideo se llevó a cabo aquel tremendo homenaje por los 80 años de Afredo, con enormes artistas como Serrat o Viglietti, pero inevitablemente faltó gente que hubiese querido estar esa noche: Eduardo Mateo, el Canario Luna, Dino Ciarlo y por supuesto Aníbal Sampayo, entonando su Canción para Alfredo:

“Qué sed de milongas te apuraba

que bebiste la copa sin tocarla,

y de rodillas pusiste la madrugada

abatida como un ángel sin alas.

Qué luz de ojos dorados

qué lágrima,

amaneció mojando tu zamba.

Oscuro traje, un repaso a la peinada

al lustre, y al afine de las guitarras.

Vamos Alfredo, la platea aguarda

estamos pasado en quince,

desenguanta

tu voz de terciopelo marrón, y canta.”

O quizás nos conformemos con recitar, sintiendo en nuestros oídos la caractéristica voz grave y medulosa, en su tierna cadencia, diciendo las últimas líneas de su hermético pero impresionante poemario:

“Sonríe muerte.

Mírame.

Mírame sonreír”.

América Latina se une para salvar al yaguareté

América Latina se une para salvar al yaguareté

El denominado “Plan Jaguar 2030” busca enfrentar las amenazas, como la reducción del hábitat y la caza ilegal, de este gran felino habita en 18 países de Latinoamérica, desde México a Argentina.

El felino más grande de América Latina, el jaguar o yaguareté, como se lo conoce en la Argentina (Panthera onca), enfrenta una situación crítica. Su población, que habita aún en 18 países de la región, está desapareciendo principalmente por la reducción de su hábitat, la caza ilegal destinada al comercio de sus colmillos y pieles, y el conflicto con las personas establecidas en lugares cercanos a sus territorios. Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), esta especie ya ha desaparecido en El Salvador y Uruguay, y corre peligro en las otras naciones de la región.

Ante este panorama, catorce países acaban de presentar una propuesta conjunta para salvar al felino latinoamericano. Se trata del “Plan Jaguar 2030: plan regional para la Conservación del felino más grande del continente y sus ecosistemas”, que se ha convertido en la hoja de ruta para asegurar la supervivencia de esta especie.

Esta iniciativa cuenta con un enfoque regional y abrirá un nuevo camino para fortalecer la cooperación internacional y la concientización sobre las iniciativas de protección del jaguar, incluyendo aquellas que mitigan el conflicto entre humanos y jaguar, conectan y protegen los hábitats del felino y estimulan oportunidades de desarrollo sustentable, como el ecoturismo, apoyando el bienestar de las comunidades locales y pueblos indígenas que coexisten con él.

[blockquote author=»» pull=»normal»]“Quedan apenas unos 220 yaguaretés cuando antes se contaban por miles” (Manuel Jaramillo, de Fundación Vida Silvestre).[/blockquote]

El Plan describe cuatro líneas de trabajo para la conservación del yaguareté: 1) coordinación integral para apoyar la protección y conectividad y escalar esfuerzos, aumentando la ambición; 2) desarrollo e implementación de las estrategias a nivel nacional y el mejoramiento de las contribuciones a los proyectos transfronterizos; 3) ampliación de modelos de desarrollo sustentables que integran la conservación en los corredores del felino; y 4) mejoramiento de la sostenibilidad financiera de sistemas y acciones dirigidos a su conservación y la de sus ecosistemas.

Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina, comenta al respecto: “El yaguareté o jaguar requiere de acciones puntuales y urgentes. Su situación en nuestro país ha llevado a que queden apenas unos 220 individuos cuando antes se contaban por miles. Acciones como ésta en la que los gobiernos asumen su compromiso con la especie, nos permiten saber que estamos orientando bien los esfuerzos de conservación, y al mismo tiempo nos llevan a reforzar y redoblar nuestro trabajo para poder sacar a la especie del riesgo de extinción y alcanzar así una población estable y creciente de yaguaretés. Es fundamental que podamos asegurar que las subpoblaciones de yaguareté de nuestro país se mantengan y aumenten su cantidad de individuos para asegurar su viabilidad».

Catorce de los dieciocho estados del área de distribución del jaguar en América Latina se han comprometido a salvar a la especie, los que suscribieron el acuerdo son Argentina, Belice, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guyana, Nicaragua, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Surinam y Perú. Bolivia y Honduras estuvieron presentes en la COP 14 pero no han suscrito oficialmente el Plan Jaguar 2030.

UN CAMINO PARA SALVAR AL JAGUAR

María José Villanueva, directora de conservación de World Wildlife Fund (WWF) México, señala que las cuatro líneas de trabajo del plan buscan enfocarse en las principales amenazas del felino. La pérdida del hábitat es una de ellas, debido a la gran fragmentación que han sufrido sus territorios en toda Latinoamérica. Villanueva comenta que actualmente el 85 % de los jaguares que habitan en América Latina se encuentran en la Amazonía. En el resto, la reducción de su hábitat a la mitad está ocasionando serios problemas en su conectividad.

Por eso es urgente trabajar en la identificación de los 30 paisajes prioritarios de conservación. Si bien aún no están definidos, explica la especialista, sí han avanzado los países en determinar qué áreas de protección existen para la especie en sus territorios. La buena noticia es que algunas de estas áreas incluso ya están conectadas entre sí y con diversos métodos e instrumentos utilizados para conservar al jaguar y su hábitat.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Catorce países acaban de presentar una propuesta conjunta para salvar al felino latinoamericano. [/blockquote]

Otra amenaza que se debe enfrentar es la coexistencia entre el jaguar y los sistemas productivos, sobre todo, el fuerte impacto del sector ganadero y agrícola. “Las personas matan a estos animales por miedo de que se coman sus vacas. Necesitamos sensibilizar a la población”, dice Villanueva.

Pero también está presente la gran amenaza del comercio ilegal de sus partes como ocurre en Bolivia, Guyana, Belice y Surinam, entre otros países. “El mercado global de tráfico de especies es muy grande y al parecer, los jaguares se venden en los países asiáticos como si fueran tigres. Se tiene que controlar, porque el problema está escalando”.

Los acuerdos a nivel regional reconocen que a la conservación del jaguar y sus hábitats se suman a los esfuerzos para administrar los recursos naturales, fortalecer los medios de vida de la comunidad y contribuir al logro de los objetivos de desarrollo sostenible.

Necesitamos ver más allá de la especie para poder salvarla.

En base a Mongabay Latam / Fundación Vida Silvestre Argentina

Puede ver el Plan Jaguar2030 haciendo click aquí – https://d2ouvy59p0dg6k.cloudfront.net/downloads/cbd_cop14_jaguar_brief_espanol.pdf

El lado oscuro de José Ingenieros

El lado oscuro de José Ingenieros

Nacido en Italia, fue uno de los intelectuales más representativos del momento de consolidación del ‘positivismo argentino’, e ícono de la Reforma Universitaria –que lo designó Maestro de las Juventudes de América Latina–, además de autor de obras de un impacto continental que abarcó varias generaciones. Murió joven, y su fascinante vida mereció biografías de Sergio Bagú, Héctor Agosti y Aníbal Ponce. Pero hubo aspectos poco señalados en su labor (cuando no directamente ocultados) que muestran una cara inaceptable para quienes hoy, cien años después, reivindican los ideales de libertad e igualdad.

 

 El médico socialista José Ingenieros, había escrito en 1905 que los negros, “oprobiosa escoria”, merecían la esclavitud por motivos “de realidad puramente biológica”. Los derechos del hombre no podían regir para “estos seres simiescos, que parecen más próximos de los monos antropoides que de los blancos civilizados”. Según Ingenieros, maestro de juventudes, estas “piltrafas de carne humana” tampoco debían aspirar a la ciudadanía, “porque no deberían considerarse personas en el concepto jurídico”.

Eduardo Galeano, en “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”

Muchos azorados militantes reformistas y socialistas se encontraron alguna vez con este párrafo en el que Eduardo Galeano sepulta a José Ingenieros. ¿Sería un error? Podría ser: en ese mismo libro Galeano le atribuye a Montesquieu frases para “probar la inferioridad de los negros”, como: “Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro”. Y en efecto Montesquieu incluyó esa frase en su obra célebre El espíritu de las leyes, como también el siguiente argumento: “El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción”. Pero Galeano omitió decir que lo hizo ridiculizando a los esclavistas. Montesquieu es conocido como uno de los más ardientes partidarios de la abolición de la esclavitud. La frase estaba fuera de contexto (lugar común, pero en este caso exacto). ¿Lo de Ingenieros no sería otro error de Galeano? ¿Quizás un párrafo irónico? Por desgracia, no lo era.

INGENIEROS Y SU ÉPOCA

Nacido como Giuseppe Ingegnieri en Italia (1877) fue uno de los intelectuales más representativos del momento de consolidación del ‘positivismo argentino’, una época marcada por la recepción de las teorías evolucionistas europeas para la explicación del funcionamiento de la vida social. Ingenieros expresó ese momento como pocos. Médico, sociólogo y filósofo, autor de El hombre mediocre –uno de los libros más leídos por los reformistas y la izquierda argentina de la primera mitad del siglo XX– fue un ensayista muy influyente, defendió a la Revolución Rusa cuando hacerlo equivalía a ganarse el odio de todo el establishment. Fue uno de los fundadores de la Unión Latino-Americana, defensor de la Reforma Universitaria –que lo designó Maestro de las Juventudes de América Latina–, y autor de obras de impacto continental que abarcó varias generaciones. Murió joven, y su fascinante vida mereció biografías de Sergio Bagú, Héctor Agosti y Aníbal Ponce. Pero, como lo muestra la cita de Galeano, hubo aspectos poco señalados cuando no directamente ocultados, tal vez para proteger la estatura del autor de Hacia una moral sin dogmas.

El entramado de relaciones políticas, económicas y sociales en las naciones sudamericanas emergentes gestó una atmósfera intelectual que empalmó con la filosofía positivista que aparecía como lo más avanzado de Europa, permeada de un evolucionismo social, cuyo rasgo principal conceptual era el ascenso progresivo de lo superior, que entendió como “necesaria” la destrucción de las relaciones consideradas como inferiores, las “atrasadas”, las que chocaban con la modernidad. De ahí la pregnancia que cobró “el famoso lema de la civilización contra la barbarie que, dada la existencia de una población indígena o mestiza difícilmente asimilable al proyecto de modernidad que se pensaba construir, lo cual adquirió un marcado matiz racista”.

La visión despreciativa de esa generación acerca de indios y gauchos encuentra en Ingenieros la propuesta de fundar una raza «euroargentina» que prevaleciera sobre esos «elementos inferiores».

En ese contexto, como explica Hugo Biagini, la generación positivista “no vacila en asignarle a los europeos una misión civilizadora y regenerativa; considera que los pueblos neo-latinos, a diferencia de los sajones, resultan incapaces para gobernarse a sí mismos; que las masas inconcientes y rutineras deben aprender sociología para abandonar ese estado y elevarse a la altura de las instituciones”.

Para esta concepción, los componentes originales del mestizaje racial y cultural de la región (español, indio o africano) habían sido el obstáculo para la incorporación a la civilización. Ellos eran la encarnación de la barbarie. Sarmiento había expresado la esencia de esta ideología como ningún otro pensador decimonónico:

Sin más rodeos, ¿qué distingue a la colonización de Norteamérica? El hecho de que los anglosajones no admitieron a las razas indígenas como asociadas y menos como esclavas en su sociedad. ¿y qué distingue a la colonización española? El hecho de que hizo un monopolio de su propia raza, que cuando emigró a América no abandonó la Edad Media, y que absorbió en su sangre a una raza prehistórica servil”.

Por eso creía que debía reemplazarse a esas “razas serviles” por inmigrantes europeos industriosos y hábiles. Santana también recuerda que José Martí rechazó estas teorías civilizatorias marcadamente racistas en “uno de los ensayos más hermosos y bellamente escritos sobre la identidad cultural de nuestros pueblos”. Se refiere a Nuestra América, donde Martí censuraba a quienes renegaban de su condición americana, descartaba las ideas sobre la incapacidad de nuestros pueblos y veía esta incapacidad exactamente al revés: en los gobernantes que querían gobernar con leyes importadas. El buen gobernante debía avenirse a las características de la nación logrando el equilibrio de sus elementos naturales. El fracaso se producía cuando se intentaba explicar el enigma latinoamericano con el libro europeo o yanqui. Y sintetizaba rebatiendo con extraordinaria lucidez, la frase sarmientina: «No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza».

RACIALISMO Y FILOSOFÍA

El racialismo es la pretensión de fundamentar cientificamente las ideas racistas. La visión despreciativa de esa generación acerca de indios y gauchos encuentra en Ingenieros la propuesta de fundar una raza «euroargentina» que prevaleciera sobre esos «elementos inferiores». Del mismo modo aparece en su idea de los negros como «seres que parecen más próximos de los monos antropoides que de los blancos civilizados», así como su apología de la esclavitud sobre esas «razas» en pleno siglo XX («su esclavitud sería la sanción política y legal de una realidad puramente biológica»).

En la historia humana hay momentos de inflexión (cambios de paradigmas, de epistema para Foucault, de zeitgeist para otros) en los cuales se rompe definitivamente con marcos conceptuales previos. Esas rupturas requieren, que no se admita apelar a «la época» para defender o justificar determinadas acciones. En parte porque siempre se encuentran expresiones contemporáneas que las ponían en cuestión o representaban perspectivas alternativas. Así, Juan B. Justo (entre otros) refutaba esas ideas de Ingenieros, rechazaba cualquier forma de racismo o de racialismo y llegaba a escribir que «el racismo es uno de los últimos disfraces científicos del que se revisten los defensores del privilegio». Ricardo Sáenz Hayes, en un libro de 1916 titulado La fuerza injusta, rebatía al propio Ingenieros, en parte con los argumentos de Justo, y reclamaba que el socialismo difundiera más la posición de éste último, para que todos los socialistas lo tuvieran claro.

Es evidente que la propuesta de Sáenz no prosperó en la vieja estructura del PS. Al contrario: durante mucho tiempo (quizás demasiado) los socialistas nos hicimos los distraídos sobre el racialismo de Ingenieros. Creo que ya no es posible hacerlo. Cuando uno tiene esa información, ya no puede hacer como que no lo sabe.

Frases como:

«El examen de los caracteres físicos, fisiológicos y psicológicos, minuciosamente realizados, demuestra la inferioridad física e intelectual de los hombres pertenecientes a las clases sociales inferiores… El grado de civilización de las clases pobres, étnicamente considerado, equivale al de los pueblos primitivos. En ellas encuentra Nicéforo las primitivas formas violentas de criminalidad, el animismo, el culto de los fantasmas, (etc.). Las manifestaciones estéticas de las clases pobres recuerdan los sentimientos similares de los primitivos, los salvajes y los niños».

… son expresiones de racialismo y de racismo social. En la actualidad parece tan claro que en Wikipedia, en la entrada “Racismo”, Ingenieros aparece junto a Sarmiento, Alberdi y José Maria Ramos Mejía como principales expresiones del racismo en la Argentina.

Juan B. Justo (entre otros) refutaba esas ideas de Ingenieros, rechazaba cualquier forma de racismo o de racialismo y llegaba a escribir que «el racismo es uno de los últimos disfraces científicos del que se revisten los defensores del privilegio».

Seguramente habrá personas progresistas y democráticas que sigan considerando un tema menor este asunto. Pero no lo es. La referencia en nombres propios de la historia marcan, abren rumbos, deciden caminos. Incluso por omisión. A veces, muchas veces, de modo inconsciente. Y pueden producir efectos adversos, actitudes hoy inadmisibles que atenuarían la gravedad del racismo. Algo como: “Bueno, si José Ingenieros, que era socialista, pensaba así, tal vez no esté tan mal ser racista”. Por eso hay que insistir en algunos párrafos en los que “describe” a los africanos:

Cuanto se haga en pro de las razas inferiores es anticientífico; a lo sumo se les podria proteger para que se extingan agradablemente, facilitando la adaptación provisional de los que por excepción puedan hacerlo. Es necesario ser piadosos con estas piltrafas de carne humana; conviene tratarlos bien, por lo menos como a las tortugas seculares del Jardín Zoológico de Londres o a los avestruces adiestrados que pasean en el de Amperes. No contaría con nuestro voto el severo tribunal misissipense que, en el pueblo poéticamente llamado Magnolia, acaba de condenar a diez años de trabajos forzados a una mujer blanca llamada Teresa Perkins, por haberse casado con un negro. Pero sería absurdo tender a su conservación indefinida, así como favorecer la cruza de negros y blancos. La propia experiencia de los argentinos está revelando cuán nefasta ha sido la influencia del mulataje en la argamasa de nuestra población, actuando como legadura de nuestras más funestas fermentaciones de multitudes, según nos lo enseñan desde Sarmiento, Mitre y López, hasta Ramos Mejía, Bunge y Ayarragaray”.

Nada más lejos de los valores de libertad, igualdad y solidaridad que esta perspectiva, que estas palabras ominosas. Como lo dice Martín E. Díaz, el célebre libro de Ingenieros Sociología Argentina constituirá “un colosal intento de fundamentación sociobiológica de la formación de una ‘raza argentina’, así como de una profunda adhesión a los principios del determinismo que niegan la libertad, a los postulados de la desigualdad entre los seres que niegan la igualdad y al principio de la lucha por la vida que niega la solidaridad”.

Aunque lejos está en la comparación con lo anterior, no está de más recordar otra debilidad de Ingenieros: su afición por disciplinas a las que hoy consideramos pseudociencias (aunque en esa época también lo hacían las mentes más sensatas). Ingenieros tuvo desde joven un gran interés por el estudio del ocultismo, los fenómenos parapsicológicos y la teosofía. En La Montaña (periódico que se autodenominó «socialista revoluciona-rio») escribió artículos donde defendía esas pseudociencias y afirmaba que en el futuro serían especialmente importantes en el campo de la investigación científica.

UN CIENTÍFICO CON IDEALES”

Cuando era adolescente, compré un ejemplar de la mítica revista Crisis, el número 34, que incluía un informe titulado: “José Ingenieros: ¿los blancos siempre ganan?”. A lo largo de ocho páginas, Ernesto Giudice y Arturo Armada (que lo lapidaba) desplegaban sus argumentos acerca de cómo debía comprenderse al destacado intelectual. Me impactó, por esos años, la distancia insalvable entre ambas posiciones: Giudice hacía una defensa algo laxa de Ingenieros, sin dejar de cuestionarle aspectos varios, pero procuraba ser comprensivo aún desde la crítica hacia lo que llamaba el “liberalismo obrerista” de Ingenieros, sin poner demasiado énfasis en el supremacismo blanco. Lo reivindicaba en ciertos aspectos, y cuestionaba más a sus seguidores, por ejemplo a Aníbal Ponce, a quien acusaba de expresar un “marxismo liberal”, que ignoraba no solo la cuestión de las clases sino, especialmente, “el problema nacional”, como se le llamaba por entonces a las tesis de la “liberación nacional” difundidas entre las fuerzas de izquierda. Y salvaba a Ingenieros, al punto que su texto estaba titulado “Un científico con ideales”.

Armada, en cambio, no encontraba nada para rescatar:

“Nos dicen hoy que Ingenieros era un ejemplo de socialismo militante, que era ‘nacional y popular’, o nos lo presentan como un antecedente del socialismo nacional. Para ubicarlo en su justo lugar tengamos en cuenta lo ya rememorado: carácter necesario de la evolución social, como fragmento de la evolución de la materia viviente; universalidad de sus formas concretas (modos de producción y apropiación. Instituciones y fuerzas políticas) y de sus correlatos ideológicos; carácter arquetípico del modelo europeo de esas formas concretas. Tesis de las que derivará otra: la inevitabilidad de las reformas sociales en el devenir histórico”.

El “científico con ideales” del que hablaba Giudice ya no puede ser visto como un científico y algunos de sus “ideales” (o de sus ideas) son inadmisibles para cualquier persona que crea en la libertad y la igualdad.

Ni Giudice ni Armada lograron revertir del todo la simpatía que por entonces yo tenía por Ingenieros, por sus frases célebres y en particular por el único de sus libros que había logrado atraerme de verdad: Hacia una moral sin dogmas. Pero nada fue igual. Yo sabía. Sabía que la crítica de Armada era certera, aunque mis razones pudieran ser distintas (aun más en la actualidad).

El apoyo a la Reforma Universitaria, su juicio favorable a la Revolución Rusa y su intento –trunco por la muerte– de la Unión Latinoamericana dieron lugar a malentendidos en la apreciación de su obra total. Ingenieros fue muy coherente, y la exaltación de autores enrolados en corrientes socialistas, comunistas y social-liberales –autores que lo consideran como un verdadero Maestro, al margen de ciertas críticas que no pueden dejar de formularle– aportó su cuota, influyendo en la conformación de una peculiar orientación que dejó huellas profundas en la ideología de muchos universitarios e intelectuales argentinos. una ideología que conjuga con frecuencia actitudes y sentimientos considerados ‘progresistas’ y ‘avanzados’ con los más reaccionarlos prejuicios que puedan enumerarse. Piénsese, sino, en el difundido y aún latente prejuicio contra quienes, por el color de piel, su extracción social y su resurgimiento político en la década del 40 fueran llamados ‘cabecitas negras’ o simplemente ‘negros”.

Sin duda, Armada tenía razón. El “científico con ideales” del que hablaba Giudice ya no puede ser visto como un científico y algunos de sus “ideales” (o de sus ideas) son inadmisibles para cualquier persona que crea en la libertad y la igualdad, o adhiera a la perspectiva de los derechos humanos.

JUSTO Y EL RACISMO

Pienso que hay que dejar de reivindicar a Ingenieros. Por supuesto que se puede rescatar sus aspectos positivos, pero no se lo puede seguir ubicando en un lugar emblemático como los que ocupan Juan B. Justo, Deodoro Roca, Alicia Moreau o Alfredo Palacios. Esto, dicho en relación a su utilización como símbolo en las organizaciones reformistas y de izquierda democrática.

Ahora bien: ¿y si seguimos buscando? ¿O acaso no se encuentra un componente similar en Justo? ¿Por qué abandonar a Ingenieros y mantener como referencia al fundador del PS? ¿Acaso no escribió, nada menos que en el primer editorial de La Vanguardia, que era positiva la llegada de “un millón y medio de europeos, que unidos al elemento de origen europeo ya existente forman hoy la parte activa de la población, la que absorberá poco a poco al viejo elemento criollo, incapaz de marchar por sí solo hacia un tipo social superior (subrayado mío)? ¿Eso, acaso, no era también una expresión de racismo?

La diferencia es que Justo hizo un esfuerzo para superar (y lo hizo prontamente) ese tipo de nociones. Aunque la historiografía revisionista haya sido muy exitosa en instalar una idea diferente sobre él. Hace años me encontré con una cita de Abelardo Ramos, el historiador revisionista que durante mucho tiempo formó la opinión histórica de generaciones de militantes del llamado “campo nacional y popular”, entre ellos muchos de izquierda y marxistas. Allí Ramos atribuía a Juan B. Justo la siguiente frase:

No nos indignamos demasiado porque los ingleses exterminen algunas tribus de negros en África Central ¿puede reprocharse a los europeos su penetración en África porque se acompaña de crueldades?”.

Mi azoramiento y mi enojo con Justo no pudieron ser mayores. Y me hicieron buscar la fuente. Cuando encontré el párrafo original de Justo de donde Ramos extrae la supuesta «cita», también me encontré con que es diferente. (De paso, aclaro que la referencia bibliográfica de Ramos está equivocada, no solo en el nombre del editor sino también en la página; pero eso, como ya advirtió hace mucho Carlos Altamirano, es perder el tiempo: «No tiene sentido ponerse exigente con Ramos ni como historiador ni como teórico»). Éste es el parrafo original de Juan B. Justo:

“Los conflictos entre pueblos alejados étnica y geográficamente, son tanto más simples cuanto mayor es la diferencia de cultura entre las partes combatientes. Con un esfuerzo militar que no compromete la vida ni el desarrollo de la masa del pueblo superior, esas guerras franquean á la civilización territorios inmensos. ¿Puede reprocharse á los europeos su penetración en África porque se acompaña de crueldades? Los africanos no han vivido ni viven entre sí en una paz idílica; todavía en nuestros días el jefe zulú Tschalka ha aniquilado sesenta tribus vecinas y hecho perecer 50.000 individuos de su propia nación. Crimen hubiera sido una guerra entre Chile y Argentina por el dominio político de algunos valles de los Andes, cuya población y cultivo se harán lo mismo bajo uno ú otro gobierno. Pero, ¿vamos á reprocharnos el haber quitado á los caciques indios el dominio de la Pampa? Con la difusión de la cultura, más raras se hacen las ocasiones de semejantes guerras. Para que desaparezcan, sin embargo, será necesario que los pueblos marchen á la par por el camino de la Historia.” (subrayado mío)           

La diferencia es que Justo hizo un esfuerzo para superar (y lo hizo prontamente) ese tipo de nociones. Aunque la historiografía revisionista haya sido muy exitosa en instalar una idea diferente sobre él.

Compárese con la versión que da Ramos. Por un lado se evidencia que la primera parte de la “cita” es un invento de Ramos. Por otro lado, se aclara el contexto en que Justo se formula esa pregunta: es una muestra del intento de comprender las guerras de conquista, con los patrones de su época y al mismo tiempo notablemente tratando de escapar de ellos: “Para que  desaparezcan las guerras será necesario que los pueblos marchen a la par…”

Esa cita extrapolada y modificada muestra la mala fe de Ramos. Pero también es una curiosidad: como puede verse Justo termina su razonamiento con otra pregunta: “¿Vamos á reprocharnos el haber quitado á los caciques indios el dominio de la Pampa?”. Hoy uno podría decir: ¡qué pregunta para la época! (1909). Pregunta a la que Ramos no puede responder negativamente (aunque él ya vivía en otras coordenadas, más de medio siglo después) porque Ramos es un defensor del papel de Julio Argentino Roca en la historia argentina. Entonces oculta esa pregunta de Justo.

Vale resaltar que Ramos vivía en otra época, en la que muchos (hasta el mismo Juan B. Justo tiempo atrás) habían empezado a reivindicar a los pueblos originarios y a cuestionar la llamada “Conquista del Desierto”. Cuando Justo escribía aquello habían pasado apenas 24 años de esa «Conquista».

Pero Abelardo Ramos se hace el distraído con esa pregunta de Justo: “¿Vamos á reprocharnos el haber quitado á los caciques indios el dominio de la Pampa?” Porque Ramos no reivindica al general Roca a pesar de la macabra “Conquista del Desierto”, sino (entre otras cuestiones) precisamente a causa de haber sido el principal responsable de ella. Al contrario, Ramos le reprocha a Sarmiento que en relación con “el problema indígena” (…) “no hizo nada porque matar gauchos le llevó todo su tiempo”.

Así pensaba Ramos, el historiador que migró del trotskismo al “socialismo criollo”, de ahí al peronismo, y luego a ser embajador de Menem, pero que sigue siendo referencia historiográfica del nacionalpopulismo. Es notable verlo lamentarse de que Sarmiento no guardara un par de Sandes y Arredondos para “solucionar“ también ese problemita de los “indios”.  Y es revelador que Ramos se centre en la pregunta sobre África y no en la pregunta sobre la Pampa, que está apenas dos lineas más abajo en el mismo texto de Justo. Para Ramos (y para el nacionalpopulismo que ha reiterado esa “cita”) en definitiva parece que sí había pueblos inferiores, a los que era legítimo exterminar… pero no en África, sino en la Argentina, y no por los europeos, sino por el industrialista, “nacional y popular” General Roca.

Justo en cambio, con más de veinte años de actividad posterior, desmiente aquellas posiciones y las rechaza, como lo cita Sáenz Hayes. La fraudulenta cita de Ramos, tan injusta como difundida, no le hace justicia a ese gran personaje que fue Justo, que viene siendo estudiado y resignificado por diferentes autores (Aricó, Biagini, Iñigo Carrera, Portantiero, Corbière, Merbilhaa, Herrera, Camarero, entre otros) no para reivindicar sus conceptos erróneos –que los tuvo como todo ser humano con actividad política y social– sino para revisar sus aportes, su actitud ante la desigualdad, sus propuestas, y mirar también con un poco de respeto (quizás para aprender) cómo desde una posición marginal en la sociedad argentina (en la que, no obstante, pudo haber sido un hijo mimado del poder) apostó toda su energía vital a crear organizaciones de las clases subalternas que se ramificaron en todo el país, en defensa «y para la elevación» de las clases más desfavorecidas en la lotería social, y a producir una mirada alternativa.

En su vida personal sacrificó todo lo que tenía para impulsar el cooperativismo, las bibliotecas obreras, los sindicatos, la organización agraria, El Hogar Obrero, la Casa del Pueblo. Del mismo modo, convencido de la necesidad de organizar a los pequeños productores –pues entendía que el principal problema del país radicaba en la democratización de la tierra–, se instaló como productor en Junín, y desde allí impulsó el primer Congreso Agrario en Pergamino, para nuclear a los arrendatarios explotados por la Sociedad Rural, bastante antes del Grito de Alcorta. Y se trataba de un intelectual de primer orden, el mismo que había traducido a Marx y que discutía de igual a igual con Enrico Ferri o con los máximos referentes del socialismo mundial, el que refutaba a Spencer y a Comte, atrevidamente, desde la Argentina.

Pero además, fue el que dijo esto, rechazando cualquier posibilidad de racismo:

«¿Para qué hablar de razas? No puede conducirnos sino a un orgullo insensato o a una deprimente humillación. Todo pueblo físicamente sano tiene en sí los gérmenes de las más altas aptitudes, cuyo desarrollo es sólo cuestión de tiempo y oportunidad. Desconfiemos de toda doctrina política basada en las diferencias de sangre, uno de los últimos disfraces científicos de que se han revestido los defensores del privilegio. Ellos dicen, por supuesto, que la clase trabajadora es de una raza inferior a la de los señores».

Aun hoy, no es necesario agregar una sola palabra al párrafo de Justo. Y eso es lo que vale.

* Este texto forma parte de “1918: La Revolución de las conciencias y otros textos reformistas”, de Américo Schvartzman (Editorial El Miércoles, 2018).

Extrañando a Isaac Rabin

Extrañando a Isaac Rabin

La biografía titulada “Soldado, líder, estadista”, escrita por Itamar Rabinovich, describe con lucidez la trayectoria de un símbolo del Estado judío, desde su nacimiento en 1922 en la Jerusalén bajo mandato británico, hasta su muerte a manos de un joven ultraortodoxo en 1995, cuyos tres tiros por la espalda no sólo terminaron con una vida de película, sino además con buena parte de las esperanzas de un Israel “normal”, en paz con sus vecinos.

“Estos días se habla mucho de qué hubiera pasado si este hombre o aquel otro hubiera seguido entre nosotros […] Eso es irrelevante: siempre viviremos bajo la ley de la espada”. Las declaraciones del derechista primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, dichas en octubre de 2015 ante la Knésset (parlamento) contenían acaso una mezcla de desprecio larvado y envidia. Tenían, que duda cabe, un hombre en mente: Isaac Rabin, el primer ministro asesinado veinte años antes, y cuya imagen y recuerdo permanecían inalterables en buena parte de la sociedad israelí, que entonces –y aún hoy– extraña al líder laborista y sus últimos tres años de gestión, en los que arriesgó el capital político acumulado para lograr la paz con sus vecinos árabes, y terminó pagando con su vida aquellos titánicos esfuerzos, que significaron –además– una revolución personal impresionante.

De todo eso y mucho más habla la biografía de Rabin, titulada Soldado, líder, estadista, y escrita por Itamar Rabinovich, político y diplomático que trabajó junto al ex primer ministro de Israel y estuvo a cargo de las nada sencillas negociaciones con Siria. Sin poder ser del todo objetivo, Rabinovich describe con lucidez la trayectoria de un símbolo del Estado judío, desde su nacimiento en la Jerusalén bajo mandato británico en 1922, hasta su muerte a manos del joven ultraortodoxo Igal Amir, en la plaza principal de Tel Aviv, aquella fatídica noche de noviembre de 1995.

[blockquote author=»» pull=»normal»]“Le decían traidor. Si ser traidor es pedir una Israel normal, ¡traicionen!”, gritó el cantante Aviv Geffen a la multitud en la conmemoración de un nuevo aniversario de la violenta muerte de Rabin.[/blockquote]

Y esos tres tiros por la espalda que Amir disparó –sin que la seguridad del primer ministro atinara a defenderlo– no sólo terminaron con una vida de película, sino además con buena parte de las esperanzas de un Israel “normal”, en paz con sus vecinos y no, como hoy, obligado a defenderse hasta los dientes para poder seguir subsistiendo como Estado.

“Le decían traidor. Si ser traidor es pedir una Israel normal, ¡traicionen!”, gritó el cantante Aviv Geffen a la multitud en la conmemoración de un nuevo aniversario de la violenta muerte de Rabin, en la plaza dónde murió, y que hoy lleva su nombre. En el mismo acto, el público –unas veinte mil personas, muchos de ellos jóvenes– abuchearon a Tzaji Hanegbi, ministro del gabinete de Netanyahu, quien llegó para decir su discurso y homenajear al líder.

Geffen y muchos de los presentes recordaban –como también lo recuerda Rabinovich en su libro–que el propio Netanyahu había liderado un acto de protesta en Jerusalén contra las concesiones territoriales que por finales de 1995 proponían acentuar Rabin y su canciller Shimon Peres a cambio de la paz total con Siria y la Autoridad Nacional Palestina.  Los manifestantes gritaban entonces “muerte a Rabin”, y algunos de ellos portaban una pancarta del líder laborista con uniforme de las SS nazis. A diferencia de otros líderes del partido Likud, que se retiraron de la manifestación para no avalar lo que estaba sucediendo, Netanyahu dio su discurso sin condenar a los violentos.

Al  margen de su dura crítica al Likud, Rabinovich se extiende durante el libro en la larguísima trayectoria de Rabin, casi en paralelo con la historia del Estado judío.

Allí aparecen, nítidos, los primeros años de Rabin, en lo que en aquel momento era la Palestina gobernada por los británicos. Su alistamiento, a los 19 años, en el Palmaj (unidades hebreas de choque) marca el inicio de una carrera militar que se extendería por varias décadas, y que incluiría el combate interno contra los británicos, la guerra por la independencia de Israel y, claro está, la Guerra de los Seis Días de 1967, en las que fue una de las caras de la resonante victoria del Estado hebreo sobre todos los ejércitos árabes. La conquista de los altos del Golán a Siria, los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania, Jerusalén y el Sinaí a Egipto enfervorizaron a los israelíes, aunque Rabin no se mostraba tan contento y ponía reparos éticos. “Es posible que el pueblo judío no esté educado para sentir la alegría de la conquista y la victoria, por eso la recibimos con sentimientos encontrados”, afirmaba en uno de sus discursos posteriores a la victoria militar, mientras muchos elogiaban el “poderío militar” de Israel. El suyo fue todo un anticipo de lo que el conflicto con los palestinos traería de desgraciado para la vida de Israel, una ocupación que ya lleva más de medio siglo sin solución a la vista.

Rabin fue un exitoso embajador en Estados Unidos (1968-1974); primer ministro por primera vez y en tiempos turbulentos entre 1974 y 1977 y ministro de Defensa en los ochenta, cuando la Intifada (rebelión) convirtió a los palestinos en un enemigo organizado y con recursos económicos para darle batalla a Israel en los territorios ocupados.

[blockquote author=»» pull=»normal»]“Es posible que el pueblo judío no esté educado para sentir la alegría de la conquista y la victoria, por eso la recibimos con sentimientos encontrados”, afirmaba en uno de sus discursos posteriores a la victoria militar, mientras muchos elogiaban el “poderío militar” de Israel. [/blockquote]

Convivió en su extensa trayectoria con figuras de la talla de David Ben Gurión, Golda Meir o Moshé Dayán, símbolos de la Israel socialista forjada en 1948 por inmigrantes de Rusia y Polonia, a quienes se le sumaron –antes y después– otros inmigrantes, que nutrieron las nuevas generaciones de “sabras”, nacidos en Israel.

Pero su verdadero salto cualitativo (y su cambio de postura) llegó en los noventa, cuando volvió a asumir como primer ministro. Entonces el soldado (eficiente, duro, pragmático) se convirtió en un promotor de la paz en el Medio Oriente, aún con dificultades para ponerse de acuerdo con sus vecinos, y con no menos dificultades para sostener una débil mayoría en el parlamento que le permitiera avanzar en los acuerdos. Logró, junto a Peres, su aliado y rival eterno, la paz con Jordania, el acuerdo de principios con el líder de la OLP Yasser Arafat por Palestina, y el retorno de Israel al comercio con una veintena de países que hasta allí eran considerados enemigos.

Hasta que Amir, un fanático extremista, encarnó el sentir de una minoría que veía en Rabin a un traidor, al que algún rabino ortodoxo “autorizó” a  eliminar. Con ese asesinato, según refuerza Rabinovich, el país que Rabin representó durante tanto tiempo (el de los pioneros, los kibutz socialistas, el hogar-refugio para miles de perseguidos y sobrevivientes del Holocausto) entró en una fase diferente, un país consolidado pero siempre en tensión, en el que las utopías de la paz hoy parecen más lejanas que nunca.

Una mancha difícil de tapar

Una mancha difícil de tapar

A cinco años del acuerdo YPF-Chevron que dio inicio a la explotación petrolera de Vaca Muerta en Neuquén, se cumplió lo que alertaban comunidades mapuches y organizaciones socioambientales: decenas de derrames, explosión de pozos e incendios.

A mediados de octubre las organizaciones Greenpeace y Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) divulgaron imágenes satelitales de un derrame que ocurrió en el yacimiento Bandurria Sur, que YPF explota junto a la compañía estadounidense Schlumberger, en la zona de Vaca Muerta, en Neuquén. No fue el único: unos días antes otra planta de la empresa argentina provocó el mayor vertido de hidrocarburos de los últimos 20 años en Chile.

Exactamente el 19 de octubre se produjo un derrame de petróleo que afectó entre 40 y 80 hectáreas. Se trató de un pozo de YPF y Schlumberger (multinacional estadounidense) en Bandurria Sur (a once kilómetros de Añelo) que estuvo 36 horas fuera de control. El hecho se conoció porque fue difundido por los propios trabajadores. El subsecretario de Ambiente de Neuquén, Juan de Dios Lucchelli, señaló que fueron “algunas hectáreas”. YPF reconoció, diez días después del desastre, que fueron 47 hectáreas. Las organizaciones Greenpeace y FARN (Fundación Ambiente y Recursos Naturales) mediante imágenes satelitales advirtieron que se trataba de al menos 80 hectáreas.

Aunque esto suene a desastre ambiental parece ser bastante frecuente en Vaca Muerta. En base a información oficial de la Secretaría de Ambiente de Neuquén se detalla que en sólo diez meses de 2018 (enero a octubre) se registraron 934 hechos de contaminación. En 2017 fueron 703, en 2016 se trató de 868 y en 2015 fueron 863.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Según la Secretaría de Ambiente de Neuquén, de enero a octubre de este año se registraron 934 hechos de contaminación. [/blockquote]

“En Vaca Muerta se está produciendo un desastre ambiental y social. De continuar la explotación será aún peor y no afecta sólo a quienes viven allí, la contaminación del aire y el agua nos llegará a todos”, afirmó Fernando Cabrera, del Opsur (Observatorio Petrolero Sur). Recordó que en el derrame de YPF-Schlumberger no dieron información oficial durante diez días. “Estos eventos se producen porque son los propios vecinos, campesinos o trabajadores los que denuncian. Otra muestra de que no se puede confiar en empresas ni en los gobiernos”, destacó.

En Vaca Muerta están presentes, además de YPF y Chevron, las grandes multinacionales Shell, Wintershall, ExxonMobil, Total, PAEG (Bulgheroni, CNNOC, BP), Equinor, Schlumberger, Pluspetrol, Pampa Energía y Mercuria.

EL PETRÓLEO NO ES VERDE

“Fracking seguro” y “Vaca Muerta no va a contaminar” fueron los eslogans empresarios y mediáticos en 2013, cuando comenzó a explotarse la formación petrolera Vaca Muerta.

La técnica utilizada en el yacimiento es conocida como fractura hidráulica, y era ya muy cuestionada en el mundo por sus impactos ambientales.

La fractura hidráulica, más conocida por su término anglosajón fracking, es una técnica de extracción de gas y petróleo de yacimientos no convencionales, generalmente de formaciones de esquistos (shale), arenas compactas (tight sands) y mantos de carbón (coalbed methane). Estas formaciones geológicas se ubican a varios miles de metros de profundidad y para acceder a ellas se debe perforar hasta la formación que alberga los hidrocarburos, empleando una técnica de perforación mixta. En primer lugar, se perfora verticalmente y posteriormente se continúa de forma horizontal, a lo largo de varios kilómetros.

Los yacimientos no convencionales donde se utiliza el fracking son formaciones poco permeables y compactas, en las que los hidrocarburos se encuentran dispersos. Para liberarlos se debe fracturar la roca inyectando millones de litros de agua a alta presión (98%), mezclada con arena y una serie de aditivos químicos (2%); la cantidad de litros varía en función de la cantidad de fracturas que se realicen por pozo. Esto posibilita que los hidrocarburos asciendan a la superficie junto con parte de la mezcla inyectada, denominada reflujo (se recupera una cantidad que varía entre un 9 y un 35%). El resto queda en el subsuelo.

El agua inyectada para la fractura puede alojarse en fallas geológicas, produciendo la lubricación de las placas e incrementando la actividad sísmica. De hecho, en Lancashire (Inglaterra) y en Ohio (Estados Unidos) se han paralizado las prospecciones y explotaciones al notarse un aumento de los terremotos en la zona en la que se fractura.

El fracking conlleva una serie de impactos socioambientales a corto y largo plazo.

[blockquote author=»» pull=»normal»]“En Vaca Muerta se está produciendo un desastre ambiental y social”, dice el Observatorio Petrolero Sur. [/blockquote]

TAPANDO EL SOL CON EL DEDO

Por el momento el gobierno de la provincia de Neuquén le suspendió la licencia ambiental a YPF para su desarrollo en Bandurria Sur, por el derrame o blowout del 19 de octubre. Es la primera vez en la historia que se emite una sanción de estas características en la industria del Petróleo y Gas, en Neuquén.

El permiso que le otorgó la cartera de Ambiente provincial autorizaba a la empresa a perforar ocho pozos en dos locaciones del bloque, a fracturar y ponerlos a producir. Sin embargo, el único que había comenzado con las tareas de perforación fue el pozo horizontal LCAV-26 que se descontroló hace más de un mes.

Con la reciente sanción la empresa no podrá avanzar en ningún desarrollo en el área hasta que la autoridad de aplicación la vuelva a habilitar. Además, desde que sucedió el derrame la empresa está obligada a presentar informes periódicos sobre la situación del área. Teniendo en cuenta que los trabajos de saneamiento durarán siete meses más, YPF tendrá que readecuar sus planes para el futuro de Bandurria.

LA VERSIÓN OFICIAL

YPF, por su parte, emitió tres comunicados sobre lo que definió como «una surgencia de hidrocarburos durante el proceso de extracción de una corona», aunque no brindó detalles sobre el volumen del derrame ni la superficie afectada. La empresa sí aclaró que «el incidente no afectó la salud del personal» y que se montó un perímetro de seguridad alrededor de la locación.

La Confederación Mapuche de Neuquén (que cuestiona la avanzada petrolera desde hace más de veinte años), organismos de derechos humanos y la Asociación de Abogados Ambientalistas presentaron una denuncia penal enmarcada en la Ley de Residuos Peligrosos (para las empresas) y “abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público” para las autoridades ambientales de la Provincia. La Confederación recordó que ya realizó cinco denuncias por hechos graves de contaminación y por la falta de acción de los funcionarios del Gobierno. También responsabilizaron al Poder Judicial por la falta de avance en las causas.

Como se puede observar estos hechos de contaminación son más comunes de lo que pensamos y provocan un daño irreparable en la escasa biodiversidad de la región y en las comunidades que allí habitan. La avaricia de unos pocos sigue siendo la constante de un modelo que arrasa con todo con tal de mejorar la rentabilidad del poder de turno.

 

 

En base a Argentina sin fracking / Página 12 / Lmneuquen / Infobae / Diario Río Negro

Foto de portada: Yamil Regules