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El lado oscuro de José Ingenieros

El lado oscuro de José Ingenieros

Nacido en Italia, fue uno de los intelectuales más representativos del momento de consolidación del ‘positivismo argentino’, e ícono de la Reforma Universitaria –que lo designó Maestro de las Juventudes de América Latina–, además de autor de obras de un impacto continental que abarcó varias generaciones. Murió joven, y su fascinante vida mereció biografías de Sergio Bagú, Héctor Agosti y Aníbal Ponce. Pero hubo aspectos poco señalados en su labor (cuando no directamente ocultados) que muestran una cara inaceptable para quienes hoy, cien años después, reivindican los ideales de libertad e igualdad.

 

 El médico socialista José Ingenieros, había escrito en 1905 que los negros, “oprobiosa escoria”, merecían la esclavitud por motivos “de realidad puramente biológica”. Los derechos del hombre no podían regir para “estos seres simiescos, que parecen más próximos de los monos antropoides que de los blancos civilizados”. Según Ingenieros, maestro de juventudes, estas “piltrafas de carne humana” tampoco debían aspirar a la ciudadanía, “porque no deberían considerarse personas en el concepto jurídico”.

Eduardo Galeano, en “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”

Muchos azorados militantes reformistas y socialistas se encontraron alguna vez con este párrafo en el que Eduardo Galeano sepulta a José Ingenieros. ¿Sería un error? Podría ser: en ese mismo libro Galeano le atribuye a Montesquieu frases para “probar la inferioridad de los negros”, como: “Resulta impensable que Dios, que es un ser muy sabio, haya puesto un alma, y sobre todo un alma buena, en un cuerpo enteramente negro”. Y en efecto Montesquieu incluyó esa frase en su obra célebre El espíritu de las leyes, como también el siguiente argumento: “El azúcar sería demasiado caro si no trabajaran los esclavos en su producción”. Pero Galeano omitió decir que lo hizo ridiculizando a los esclavistas. Montesquieu es conocido como uno de los más ardientes partidarios de la abolición de la esclavitud. La frase estaba fuera de contexto (lugar común, pero en este caso exacto). ¿Lo de Ingenieros no sería otro error de Galeano? ¿Quizás un párrafo irónico? Por desgracia, no lo era.

INGENIEROS Y SU ÉPOCA

Nacido como Giuseppe Ingegnieri en Italia (1877) fue uno de los intelectuales más representativos del momento de consolidación del ‘positivismo argentino’, una época marcada por la recepción de las teorías evolucionistas europeas para la explicación del funcionamiento de la vida social. Ingenieros expresó ese momento como pocos. Médico, sociólogo y filósofo, autor de El hombre mediocre –uno de los libros más leídos por los reformistas y la izquierda argentina de la primera mitad del siglo XX– fue un ensayista muy influyente, defendió a la Revolución Rusa cuando hacerlo equivalía a ganarse el odio de todo el establishment. Fue uno de los fundadores de la Unión Latino-Americana, defensor de la Reforma Universitaria –que lo designó Maestro de las Juventudes de América Latina–, y autor de obras de impacto continental que abarcó varias generaciones. Murió joven, y su fascinante vida mereció biografías de Sergio Bagú, Héctor Agosti y Aníbal Ponce. Pero, como lo muestra la cita de Galeano, hubo aspectos poco señalados cuando no directamente ocultados, tal vez para proteger la estatura del autor de Hacia una moral sin dogmas.

El entramado de relaciones políticas, económicas y sociales en las naciones sudamericanas emergentes gestó una atmósfera intelectual que empalmó con la filosofía positivista que aparecía como lo más avanzado de Europa, permeada de un evolucionismo social, cuyo rasgo principal conceptual era el ascenso progresivo de lo superior, que entendió como “necesaria” la destrucción de las relaciones consideradas como inferiores, las “atrasadas”, las que chocaban con la modernidad. De ahí la pregnancia que cobró “el famoso lema de la civilización contra la barbarie que, dada la existencia de una población indígena o mestiza difícilmente asimilable al proyecto de modernidad que se pensaba construir, lo cual adquirió un marcado matiz racista”.

La visión despreciativa de esa generación acerca de indios y gauchos encuentra en Ingenieros la propuesta de fundar una raza «euroargentina» que prevaleciera sobre esos «elementos inferiores».

En ese contexto, como explica Hugo Biagini, la generación positivista “no vacila en asignarle a los europeos una misión civilizadora y regenerativa; considera que los pueblos neo-latinos, a diferencia de los sajones, resultan incapaces para gobernarse a sí mismos; que las masas inconcientes y rutineras deben aprender sociología para abandonar ese estado y elevarse a la altura de las instituciones”.

Para esta concepción, los componentes originales del mestizaje racial y cultural de la región (español, indio o africano) habían sido el obstáculo para la incorporación a la civilización. Ellos eran la encarnación de la barbarie. Sarmiento había expresado la esencia de esta ideología como ningún otro pensador decimonónico:

Sin más rodeos, ¿qué distingue a la colonización de Norteamérica? El hecho de que los anglosajones no admitieron a las razas indígenas como asociadas y menos como esclavas en su sociedad. ¿y qué distingue a la colonización española? El hecho de que hizo un monopolio de su propia raza, que cuando emigró a América no abandonó la Edad Media, y que absorbió en su sangre a una raza prehistórica servil”.

Por eso creía que debía reemplazarse a esas “razas serviles” por inmigrantes europeos industriosos y hábiles. Santana también recuerda que José Martí rechazó estas teorías civilizatorias marcadamente racistas en “uno de los ensayos más hermosos y bellamente escritos sobre la identidad cultural de nuestros pueblos”. Se refiere a Nuestra América, donde Martí censuraba a quienes renegaban de su condición americana, descartaba las ideas sobre la incapacidad de nuestros pueblos y veía esta incapacidad exactamente al revés: en los gobernantes que querían gobernar con leyes importadas. El buen gobernante debía avenirse a las características de la nación logrando el equilibrio de sus elementos naturales. El fracaso se producía cuando se intentaba explicar el enigma latinoamericano con el libro europeo o yanqui. Y sintetizaba rebatiendo con extraordinaria lucidez, la frase sarmientina: «No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza».

RACIALISMO Y FILOSOFÍA

El racialismo es la pretensión de fundamentar cientificamente las ideas racistas. La visión despreciativa de esa generación acerca de indios y gauchos encuentra en Ingenieros la propuesta de fundar una raza «euroargentina» que prevaleciera sobre esos «elementos inferiores». Del mismo modo aparece en su idea de los negros como «seres que parecen más próximos de los monos antropoides que de los blancos civilizados», así como su apología de la esclavitud sobre esas «razas» en pleno siglo XX («su esclavitud sería la sanción política y legal de una realidad puramente biológica»).

En la historia humana hay momentos de inflexión (cambios de paradigmas, de epistema para Foucault, de zeitgeist para otros) en los cuales se rompe definitivamente con marcos conceptuales previos. Esas rupturas requieren, que no se admita apelar a «la época» para defender o justificar determinadas acciones. En parte porque siempre se encuentran expresiones contemporáneas que las ponían en cuestión o representaban perspectivas alternativas. Así, Juan B. Justo (entre otros) refutaba esas ideas de Ingenieros, rechazaba cualquier forma de racismo o de racialismo y llegaba a escribir que «el racismo es uno de los últimos disfraces científicos del que se revisten los defensores del privilegio». Ricardo Sáenz Hayes, en un libro de 1916 titulado La fuerza injusta, rebatía al propio Ingenieros, en parte con los argumentos de Justo, y reclamaba que el socialismo difundiera más la posición de éste último, para que todos los socialistas lo tuvieran claro.

Es evidente que la propuesta de Sáenz no prosperó en la vieja estructura del PS. Al contrario: durante mucho tiempo (quizás demasiado) los socialistas nos hicimos los distraídos sobre el racialismo de Ingenieros. Creo que ya no es posible hacerlo. Cuando uno tiene esa información, ya no puede hacer como que no lo sabe.

Frases como:

«El examen de los caracteres físicos, fisiológicos y psicológicos, minuciosamente realizados, demuestra la inferioridad física e intelectual de los hombres pertenecientes a las clases sociales inferiores… El grado de civilización de las clases pobres, étnicamente considerado, equivale al de los pueblos primitivos. En ellas encuentra Nicéforo las primitivas formas violentas de criminalidad, el animismo, el culto de los fantasmas, (etc.). Las manifestaciones estéticas de las clases pobres recuerdan los sentimientos similares de los primitivos, los salvajes y los niños».

… son expresiones de racialismo y de racismo social. En la actualidad parece tan claro que en Wikipedia, en la entrada “Racismo”, Ingenieros aparece junto a Sarmiento, Alberdi y José Maria Ramos Mejía como principales expresiones del racismo en la Argentina.

Juan B. Justo (entre otros) refutaba esas ideas de Ingenieros, rechazaba cualquier forma de racismo o de racialismo y llegaba a escribir que «el racismo es uno de los últimos disfraces científicos del que se revisten los defensores del privilegio».

Seguramente habrá personas progresistas y democráticas que sigan considerando un tema menor este asunto. Pero no lo es. La referencia en nombres propios de la historia marcan, abren rumbos, deciden caminos. Incluso por omisión. A veces, muchas veces, de modo inconsciente. Y pueden producir efectos adversos, actitudes hoy inadmisibles que atenuarían la gravedad del racismo. Algo como: “Bueno, si José Ingenieros, que era socialista, pensaba así, tal vez no esté tan mal ser racista”. Por eso hay que insistir en algunos párrafos en los que “describe” a los africanos:

Cuanto se haga en pro de las razas inferiores es anticientífico; a lo sumo se les podria proteger para que se extingan agradablemente, facilitando la adaptación provisional de los que por excepción puedan hacerlo. Es necesario ser piadosos con estas piltrafas de carne humana; conviene tratarlos bien, por lo menos como a las tortugas seculares del Jardín Zoológico de Londres o a los avestruces adiestrados que pasean en el de Amperes. No contaría con nuestro voto el severo tribunal misissipense que, en el pueblo poéticamente llamado Magnolia, acaba de condenar a diez años de trabajos forzados a una mujer blanca llamada Teresa Perkins, por haberse casado con un negro. Pero sería absurdo tender a su conservación indefinida, así como favorecer la cruza de negros y blancos. La propia experiencia de los argentinos está revelando cuán nefasta ha sido la influencia del mulataje en la argamasa de nuestra población, actuando como legadura de nuestras más funestas fermentaciones de multitudes, según nos lo enseñan desde Sarmiento, Mitre y López, hasta Ramos Mejía, Bunge y Ayarragaray”.

Nada más lejos de los valores de libertad, igualdad y solidaridad que esta perspectiva, que estas palabras ominosas. Como lo dice Martín E. Díaz, el célebre libro de Ingenieros Sociología Argentina constituirá “un colosal intento de fundamentación sociobiológica de la formación de una ‘raza argentina’, así como de una profunda adhesión a los principios del determinismo que niegan la libertad, a los postulados de la desigualdad entre los seres que niegan la igualdad y al principio de la lucha por la vida que niega la solidaridad”.

Aunque lejos está en la comparación con lo anterior, no está de más recordar otra debilidad de Ingenieros: su afición por disciplinas a las que hoy consideramos pseudociencias (aunque en esa época también lo hacían las mentes más sensatas). Ingenieros tuvo desde joven un gran interés por el estudio del ocultismo, los fenómenos parapsicológicos y la teosofía. En La Montaña (periódico que se autodenominó «socialista revoluciona-rio») escribió artículos donde defendía esas pseudociencias y afirmaba que en el futuro serían especialmente importantes en el campo de la investigación científica.

UN CIENTÍFICO CON IDEALES”

Cuando era adolescente, compré un ejemplar de la mítica revista Crisis, el número 34, que incluía un informe titulado: “José Ingenieros: ¿los blancos siempre ganan?”. A lo largo de ocho páginas, Ernesto Giudice y Arturo Armada (que lo lapidaba) desplegaban sus argumentos acerca de cómo debía comprenderse al destacado intelectual. Me impactó, por esos años, la distancia insalvable entre ambas posiciones: Giudice hacía una defensa algo laxa de Ingenieros, sin dejar de cuestionarle aspectos varios, pero procuraba ser comprensivo aún desde la crítica hacia lo que llamaba el “liberalismo obrerista” de Ingenieros, sin poner demasiado énfasis en el supremacismo blanco. Lo reivindicaba en ciertos aspectos, y cuestionaba más a sus seguidores, por ejemplo a Aníbal Ponce, a quien acusaba de expresar un “marxismo liberal”, que ignoraba no solo la cuestión de las clases sino, especialmente, “el problema nacional”, como se le llamaba por entonces a las tesis de la “liberación nacional” difundidas entre las fuerzas de izquierda. Y salvaba a Ingenieros, al punto que su texto estaba titulado “Un científico con ideales”.

Armada, en cambio, no encontraba nada para rescatar:

“Nos dicen hoy que Ingenieros era un ejemplo de socialismo militante, que era ‘nacional y popular’, o nos lo presentan como un antecedente del socialismo nacional. Para ubicarlo en su justo lugar tengamos en cuenta lo ya rememorado: carácter necesario de la evolución social, como fragmento de la evolución de la materia viviente; universalidad de sus formas concretas (modos de producción y apropiación. Instituciones y fuerzas políticas) y de sus correlatos ideológicos; carácter arquetípico del modelo europeo de esas formas concretas. Tesis de las que derivará otra: la inevitabilidad de las reformas sociales en el devenir histórico”.

El “científico con ideales” del que hablaba Giudice ya no puede ser visto como un científico y algunos de sus “ideales” (o de sus ideas) son inadmisibles para cualquier persona que crea en la libertad y la igualdad.

Ni Giudice ni Armada lograron revertir del todo la simpatía que por entonces yo tenía por Ingenieros, por sus frases célebres y en particular por el único de sus libros que había logrado atraerme de verdad: Hacia una moral sin dogmas. Pero nada fue igual. Yo sabía. Sabía que la crítica de Armada era certera, aunque mis razones pudieran ser distintas (aun más en la actualidad).

El apoyo a la Reforma Universitaria, su juicio favorable a la Revolución Rusa y su intento –trunco por la muerte– de la Unión Latinoamericana dieron lugar a malentendidos en la apreciación de su obra total. Ingenieros fue muy coherente, y la exaltación de autores enrolados en corrientes socialistas, comunistas y social-liberales –autores que lo consideran como un verdadero Maestro, al margen de ciertas críticas que no pueden dejar de formularle– aportó su cuota, influyendo en la conformación de una peculiar orientación que dejó huellas profundas en la ideología de muchos universitarios e intelectuales argentinos. una ideología que conjuga con frecuencia actitudes y sentimientos considerados ‘progresistas’ y ‘avanzados’ con los más reaccionarlos prejuicios que puedan enumerarse. Piénsese, sino, en el difundido y aún latente prejuicio contra quienes, por el color de piel, su extracción social y su resurgimiento político en la década del 40 fueran llamados ‘cabecitas negras’ o simplemente ‘negros”.

Sin duda, Armada tenía razón. El “científico con ideales” del que hablaba Giudice ya no puede ser visto como un científico y algunos de sus “ideales” (o de sus ideas) son inadmisibles para cualquier persona que crea en la libertad y la igualdad, o adhiera a la perspectiva de los derechos humanos.

JUSTO Y EL RACISMO

Pienso que hay que dejar de reivindicar a Ingenieros. Por supuesto que se puede rescatar sus aspectos positivos, pero no se lo puede seguir ubicando en un lugar emblemático como los que ocupan Juan B. Justo, Deodoro Roca, Alicia Moreau o Alfredo Palacios. Esto, dicho en relación a su utilización como símbolo en las organizaciones reformistas y de izquierda democrática.

Ahora bien: ¿y si seguimos buscando? ¿O acaso no se encuentra un componente similar en Justo? ¿Por qué abandonar a Ingenieros y mantener como referencia al fundador del PS? ¿Acaso no escribió, nada menos que en el primer editorial de La Vanguardia, que era positiva la llegada de “un millón y medio de europeos, que unidos al elemento de origen europeo ya existente forman hoy la parte activa de la población, la que absorberá poco a poco al viejo elemento criollo, incapaz de marchar por sí solo hacia un tipo social superior (subrayado mío)? ¿Eso, acaso, no era también una expresión de racismo?

La diferencia es que Justo hizo un esfuerzo para superar (y lo hizo prontamente) ese tipo de nociones. Aunque la historiografía revisionista haya sido muy exitosa en instalar una idea diferente sobre él. Hace años me encontré con una cita de Abelardo Ramos, el historiador revisionista que durante mucho tiempo formó la opinión histórica de generaciones de militantes del llamado “campo nacional y popular”, entre ellos muchos de izquierda y marxistas. Allí Ramos atribuía a Juan B. Justo la siguiente frase:

No nos indignamos demasiado porque los ingleses exterminen algunas tribus de negros en África Central ¿puede reprocharse a los europeos su penetración en África porque se acompaña de crueldades?”.

Mi azoramiento y mi enojo con Justo no pudieron ser mayores. Y me hicieron buscar la fuente. Cuando encontré el párrafo original de Justo de donde Ramos extrae la supuesta «cita», también me encontré con que es diferente. (De paso, aclaro que la referencia bibliográfica de Ramos está equivocada, no solo en el nombre del editor sino también en la página; pero eso, como ya advirtió hace mucho Carlos Altamirano, es perder el tiempo: «No tiene sentido ponerse exigente con Ramos ni como historiador ni como teórico»). Éste es el parrafo original de Juan B. Justo:

“Los conflictos entre pueblos alejados étnica y geográficamente, son tanto más simples cuanto mayor es la diferencia de cultura entre las partes combatientes. Con un esfuerzo militar que no compromete la vida ni el desarrollo de la masa del pueblo superior, esas guerras franquean á la civilización territorios inmensos. ¿Puede reprocharse á los europeos su penetración en África porque se acompaña de crueldades? Los africanos no han vivido ni viven entre sí en una paz idílica; todavía en nuestros días el jefe zulú Tschalka ha aniquilado sesenta tribus vecinas y hecho perecer 50.000 individuos de su propia nación. Crimen hubiera sido una guerra entre Chile y Argentina por el dominio político de algunos valles de los Andes, cuya población y cultivo se harán lo mismo bajo uno ú otro gobierno. Pero, ¿vamos á reprocharnos el haber quitado á los caciques indios el dominio de la Pampa? Con la difusión de la cultura, más raras se hacen las ocasiones de semejantes guerras. Para que desaparezcan, sin embargo, será necesario que los pueblos marchen á la par por el camino de la Historia.” (subrayado mío)           

La diferencia es que Justo hizo un esfuerzo para superar (y lo hizo prontamente) ese tipo de nociones. Aunque la historiografía revisionista haya sido muy exitosa en instalar una idea diferente sobre él.

Compárese con la versión que da Ramos. Por un lado se evidencia que la primera parte de la “cita” es un invento de Ramos. Por otro lado, se aclara el contexto en que Justo se formula esa pregunta: es una muestra del intento de comprender las guerras de conquista, con los patrones de su época y al mismo tiempo notablemente tratando de escapar de ellos: “Para que  desaparezcan las guerras será necesario que los pueblos marchen a la par…”

Esa cita extrapolada y modificada muestra la mala fe de Ramos. Pero también es una curiosidad: como puede verse Justo termina su razonamiento con otra pregunta: “¿Vamos á reprocharnos el haber quitado á los caciques indios el dominio de la Pampa?”. Hoy uno podría decir: ¡qué pregunta para la época! (1909). Pregunta a la que Ramos no puede responder negativamente (aunque él ya vivía en otras coordenadas, más de medio siglo después) porque Ramos es un defensor del papel de Julio Argentino Roca en la historia argentina. Entonces oculta esa pregunta de Justo.

Vale resaltar que Ramos vivía en otra época, en la que muchos (hasta el mismo Juan B. Justo tiempo atrás) habían empezado a reivindicar a los pueblos originarios y a cuestionar la llamada “Conquista del Desierto”. Cuando Justo escribía aquello habían pasado apenas 24 años de esa «Conquista».

Pero Abelardo Ramos se hace el distraído con esa pregunta de Justo: “¿Vamos á reprocharnos el haber quitado á los caciques indios el dominio de la Pampa?” Porque Ramos no reivindica al general Roca a pesar de la macabra “Conquista del Desierto”, sino (entre otras cuestiones) precisamente a causa de haber sido el principal responsable de ella. Al contrario, Ramos le reprocha a Sarmiento que en relación con “el problema indígena” (…) “no hizo nada porque matar gauchos le llevó todo su tiempo”.

Así pensaba Ramos, el historiador que migró del trotskismo al “socialismo criollo”, de ahí al peronismo, y luego a ser embajador de Menem, pero que sigue siendo referencia historiográfica del nacionalpopulismo. Es notable verlo lamentarse de que Sarmiento no guardara un par de Sandes y Arredondos para “solucionar“ también ese problemita de los “indios”.  Y es revelador que Ramos se centre en la pregunta sobre África y no en la pregunta sobre la Pampa, que está apenas dos lineas más abajo en el mismo texto de Justo. Para Ramos (y para el nacionalpopulismo que ha reiterado esa “cita”) en definitiva parece que sí había pueblos inferiores, a los que era legítimo exterminar… pero no en África, sino en la Argentina, y no por los europeos, sino por el industrialista, “nacional y popular” General Roca.

Justo en cambio, con más de veinte años de actividad posterior, desmiente aquellas posiciones y las rechaza, como lo cita Sáenz Hayes. La fraudulenta cita de Ramos, tan injusta como difundida, no le hace justicia a ese gran personaje que fue Justo, que viene siendo estudiado y resignificado por diferentes autores (Aricó, Biagini, Iñigo Carrera, Portantiero, Corbière, Merbilhaa, Herrera, Camarero, entre otros) no para reivindicar sus conceptos erróneos –que los tuvo como todo ser humano con actividad política y social– sino para revisar sus aportes, su actitud ante la desigualdad, sus propuestas, y mirar también con un poco de respeto (quizás para aprender) cómo desde una posición marginal en la sociedad argentina (en la que, no obstante, pudo haber sido un hijo mimado del poder) apostó toda su energía vital a crear organizaciones de las clases subalternas que se ramificaron en todo el país, en defensa «y para la elevación» de las clases más desfavorecidas en la lotería social, y a producir una mirada alternativa.

En su vida personal sacrificó todo lo que tenía para impulsar el cooperativismo, las bibliotecas obreras, los sindicatos, la organización agraria, El Hogar Obrero, la Casa del Pueblo. Del mismo modo, convencido de la necesidad de organizar a los pequeños productores –pues entendía que el principal problema del país radicaba en la democratización de la tierra–, se instaló como productor en Junín, y desde allí impulsó el primer Congreso Agrario en Pergamino, para nuclear a los arrendatarios explotados por la Sociedad Rural, bastante antes del Grito de Alcorta. Y se trataba de un intelectual de primer orden, el mismo que había traducido a Marx y que discutía de igual a igual con Enrico Ferri o con los máximos referentes del socialismo mundial, el que refutaba a Spencer y a Comte, atrevidamente, desde la Argentina.

Pero además, fue el que dijo esto, rechazando cualquier posibilidad de racismo:

«¿Para qué hablar de razas? No puede conducirnos sino a un orgullo insensato o a una deprimente humillación. Todo pueblo físicamente sano tiene en sí los gérmenes de las más altas aptitudes, cuyo desarrollo es sólo cuestión de tiempo y oportunidad. Desconfiemos de toda doctrina política basada en las diferencias de sangre, uno de los últimos disfraces científicos de que se han revestido los defensores del privilegio. Ellos dicen, por supuesto, que la clase trabajadora es de una raza inferior a la de los señores».

Aun hoy, no es necesario agregar una sola palabra al párrafo de Justo. Y eso es lo que vale.

* Este texto forma parte de “1918: La Revolución de las conciencias y otros textos reformistas”, de Américo Schvartzman (Editorial El Miércoles, 2018).

Extrañando a Isaac Rabin

Extrañando a Isaac Rabin

La biografía titulada “Soldado, líder, estadista”, escrita por Itamar Rabinovich, describe con lucidez la trayectoria de un símbolo del Estado judío, desde su nacimiento en 1922 en la Jerusalén bajo mandato británico, hasta su muerte a manos de un joven ultraortodoxo en 1995, cuyos tres tiros por la espalda no sólo terminaron con una vida de película, sino además con buena parte de las esperanzas de un Israel “normal”, en paz con sus vecinos.

“Estos días se habla mucho de qué hubiera pasado si este hombre o aquel otro hubiera seguido entre nosotros […] Eso es irrelevante: siempre viviremos bajo la ley de la espada”. Las declaraciones del derechista primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, dichas en octubre de 2015 ante la Knésset (parlamento) contenían acaso una mezcla de desprecio larvado y envidia. Tenían, que duda cabe, un hombre en mente: Isaac Rabin, el primer ministro asesinado veinte años antes, y cuya imagen y recuerdo permanecían inalterables en buena parte de la sociedad israelí, que entonces –y aún hoy– extraña al líder laborista y sus últimos tres años de gestión, en los que arriesgó el capital político acumulado para lograr la paz con sus vecinos árabes, y terminó pagando con su vida aquellos titánicos esfuerzos, que significaron –además– una revolución personal impresionante.

De todo eso y mucho más habla la biografía de Rabin, titulada Soldado, líder, estadista, y escrita por Itamar Rabinovich, político y diplomático que trabajó junto al ex primer ministro de Israel y estuvo a cargo de las nada sencillas negociaciones con Siria. Sin poder ser del todo objetivo, Rabinovich describe con lucidez la trayectoria de un símbolo del Estado judío, desde su nacimiento en la Jerusalén bajo mandato británico en 1922, hasta su muerte a manos del joven ultraortodoxo Igal Amir, en la plaza principal de Tel Aviv, aquella fatídica noche de noviembre de 1995.

[blockquote author=»» pull=»normal»]“Le decían traidor. Si ser traidor es pedir una Israel normal, ¡traicionen!”, gritó el cantante Aviv Geffen a la multitud en la conmemoración de un nuevo aniversario de la violenta muerte de Rabin.[/blockquote]

Y esos tres tiros por la espalda que Amir disparó –sin que la seguridad del primer ministro atinara a defenderlo– no sólo terminaron con una vida de película, sino además con buena parte de las esperanzas de un Israel “normal”, en paz con sus vecinos y no, como hoy, obligado a defenderse hasta los dientes para poder seguir subsistiendo como Estado.

“Le decían traidor. Si ser traidor es pedir una Israel normal, ¡traicionen!”, gritó el cantante Aviv Geffen a la multitud en la conmemoración de un nuevo aniversario de la violenta muerte de Rabin, en la plaza dónde murió, y que hoy lleva su nombre. En el mismo acto, el público –unas veinte mil personas, muchos de ellos jóvenes– abuchearon a Tzaji Hanegbi, ministro del gabinete de Netanyahu, quien llegó para decir su discurso y homenajear al líder.

Geffen y muchos de los presentes recordaban –como también lo recuerda Rabinovich en su libro–que el propio Netanyahu había liderado un acto de protesta en Jerusalén contra las concesiones territoriales que por finales de 1995 proponían acentuar Rabin y su canciller Shimon Peres a cambio de la paz total con Siria y la Autoridad Nacional Palestina.  Los manifestantes gritaban entonces “muerte a Rabin”, y algunos de ellos portaban una pancarta del líder laborista con uniforme de las SS nazis. A diferencia de otros líderes del partido Likud, que se retiraron de la manifestación para no avalar lo que estaba sucediendo, Netanyahu dio su discurso sin condenar a los violentos.

Al  margen de su dura crítica al Likud, Rabinovich se extiende durante el libro en la larguísima trayectoria de Rabin, casi en paralelo con la historia del Estado judío.

Allí aparecen, nítidos, los primeros años de Rabin, en lo que en aquel momento era la Palestina gobernada por los británicos. Su alistamiento, a los 19 años, en el Palmaj (unidades hebreas de choque) marca el inicio de una carrera militar que se extendería por varias décadas, y que incluiría el combate interno contra los británicos, la guerra por la independencia de Israel y, claro está, la Guerra de los Seis Días de 1967, en las que fue una de las caras de la resonante victoria del Estado hebreo sobre todos los ejércitos árabes. La conquista de los altos del Golán a Siria, los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania, Jerusalén y el Sinaí a Egipto enfervorizaron a los israelíes, aunque Rabin no se mostraba tan contento y ponía reparos éticos. “Es posible que el pueblo judío no esté educado para sentir la alegría de la conquista y la victoria, por eso la recibimos con sentimientos encontrados”, afirmaba en uno de sus discursos posteriores a la victoria militar, mientras muchos elogiaban el “poderío militar” de Israel. El suyo fue todo un anticipo de lo que el conflicto con los palestinos traería de desgraciado para la vida de Israel, una ocupación que ya lleva más de medio siglo sin solución a la vista.

Rabin fue un exitoso embajador en Estados Unidos (1968-1974); primer ministro por primera vez y en tiempos turbulentos entre 1974 y 1977 y ministro de Defensa en los ochenta, cuando la Intifada (rebelión) convirtió a los palestinos en un enemigo organizado y con recursos económicos para darle batalla a Israel en los territorios ocupados.

[blockquote author=»» pull=»normal»]“Es posible que el pueblo judío no esté educado para sentir la alegría de la conquista y la victoria, por eso la recibimos con sentimientos encontrados”, afirmaba en uno de sus discursos posteriores a la victoria militar, mientras muchos elogiaban el “poderío militar” de Israel. [/blockquote]

Convivió en su extensa trayectoria con figuras de la talla de David Ben Gurión, Golda Meir o Moshé Dayán, símbolos de la Israel socialista forjada en 1948 por inmigrantes de Rusia y Polonia, a quienes se le sumaron –antes y después– otros inmigrantes, que nutrieron las nuevas generaciones de “sabras”, nacidos en Israel.

Pero su verdadero salto cualitativo (y su cambio de postura) llegó en los noventa, cuando volvió a asumir como primer ministro. Entonces el soldado (eficiente, duro, pragmático) se convirtió en un promotor de la paz en el Medio Oriente, aún con dificultades para ponerse de acuerdo con sus vecinos, y con no menos dificultades para sostener una débil mayoría en el parlamento que le permitiera avanzar en los acuerdos. Logró, junto a Peres, su aliado y rival eterno, la paz con Jordania, el acuerdo de principios con el líder de la OLP Yasser Arafat por Palestina, y el retorno de Israel al comercio con una veintena de países que hasta allí eran considerados enemigos.

Hasta que Amir, un fanático extremista, encarnó el sentir de una minoría que veía en Rabin a un traidor, al que algún rabino ortodoxo “autorizó” a  eliminar. Con ese asesinato, según refuerza Rabinovich, el país que Rabin representó durante tanto tiempo (el de los pioneros, los kibutz socialistas, el hogar-refugio para miles de perseguidos y sobrevivientes del Holocausto) entró en una fase diferente, un país consolidado pero siempre en tensión, en el que las utopías de la paz hoy parecen más lejanas que nunca.

Una mancha difícil de tapar

Una mancha difícil de tapar

A cinco años del acuerdo YPF-Chevron que dio inicio a la explotación petrolera de Vaca Muerta en Neuquén, se cumplió lo que alertaban comunidades mapuches y organizaciones socioambientales: decenas de derrames, explosión de pozos e incendios.

A mediados de octubre las organizaciones Greenpeace y Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) divulgaron imágenes satelitales de un derrame que ocurrió en el yacimiento Bandurria Sur, que YPF explota junto a la compañía estadounidense Schlumberger, en la zona de Vaca Muerta, en Neuquén. No fue el único: unos días antes otra planta de la empresa argentina provocó el mayor vertido de hidrocarburos de los últimos 20 años en Chile.

Exactamente el 19 de octubre se produjo un derrame de petróleo que afectó entre 40 y 80 hectáreas. Se trató de un pozo de YPF y Schlumberger (multinacional estadounidense) en Bandurria Sur (a once kilómetros de Añelo) que estuvo 36 horas fuera de control. El hecho se conoció porque fue difundido por los propios trabajadores. El subsecretario de Ambiente de Neuquén, Juan de Dios Lucchelli, señaló que fueron “algunas hectáreas”. YPF reconoció, diez días después del desastre, que fueron 47 hectáreas. Las organizaciones Greenpeace y FARN (Fundación Ambiente y Recursos Naturales) mediante imágenes satelitales advirtieron que se trataba de al menos 80 hectáreas.

Aunque esto suene a desastre ambiental parece ser bastante frecuente en Vaca Muerta. En base a información oficial de la Secretaría de Ambiente de Neuquén se detalla que en sólo diez meses de 2018 (enero a octubre) se registraron 934 hechos de contaminación. En 2017 fueron 703, en 2016 se trató de 868 y en 2015 fueron 863.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Según la Secretaría de Ambiente de Neuquén, de enero a octubre de este año se registraron 934 hechos de contaminación. [/blockquote]

“En Vaca Muerta se está produciendo un desastre ambiental y social. De continuar la explotación será aún peor y no afecta sólo a quienes viven allí, la contaminación del aire y el agua nos llegará a todos”, afirmó Fernando Cabrera, del Opsur (Observatorio Petrolero Sur). Recordó que en el derrame de YPF-Schlumberger no dieron información oficial durante diez días. “Estos eventos se producen porque son los propios vecinos, campesinos o trabajadores los que denuncian. Otra muestra de que no se puede confiar en empresas ni en los gobiernos”, destacó.

En Vaca Muerta están presentes, además de YPF y Chevron, las grandes multinacionales Shell, Wintershall, ExxonMobil, Total, PAEG (Bulgheroni, CNNOC, BP), Equinor, Schlumberger, Pluspetrol, Pampa Energía y Mercuria.

EL PETRÓLEO NO ES VERDE

“Fracking seguro” y “Vaca Muerta no va a contaminar” fueron los eslogans empresarios y mediáticos en 2013, cuando comenzó a explotarse la formación petrolera Vaca Muerta.

La técnica utilizada en el yacimiento es conocida como fractura hidráulica, y era ya muy cuestionada en el mundo por sus impactos ambientales.

La fractura hidráulica, más conocida por su término anglosajón fracking, es una técnica de extracción de gas y petróleo de yacimientos no convencionales, generalmente de formaciones de esquistos (shale), arenas compactas (tight sands) y mantos de carbón (coalbed methane). Estas formaciones geológicas se ubican a varios miles de metros de profundidad y para acceder a ellas se debe perforar hasta la formación que alberga los hidrocarburos, empleando una técnica de perforación mixta. En primer lugar, se perfora verticalmente y posteriormente se continúa de forma horizontal, a lo largo de varios kilómetros.

Los yacimientos no convencionales donde se utiliza el fracking son formaciones poco permeables y compactas, en las que los hidrocarburos se encuentran dispersos. Para liberarlos se debe fracturar la roca inyectando millones de litros de agua a alta presión (98%), mezclada con arena y una serie de aditivos químicos (2%); la cantidad de litros varía en función de la cantidad de fracturas que se realicen por pozo. Esto posibilita que los hidrocarburos asciendan a la superficie junto con parte de la mezcla inyectada, denominada reflujo (se recupera una cantidad que varía entre un 9 y un 35%). El resto queda en el subsuelo.

El agua inyectada para la fractura puede alojarse en fallas geológicas, produciendo la lubricación de las placas e incrementando la actividad sísmica. De hecho, en Lancashire (Inglaterra) y en Ohio (Estados Unidos) se han paralizado las prospecciones y explotaciones al notarse un aumento de los terremotos en la zona en la que se fractura.

El fracking conlleva una serie de impactos socioambientales a corto y largo plazo.

[blockquote author=»» pull=»normal»]“En Vaca Muerta se está produciendo un desastre ambiental y social”, dice el Observatorio Petrolero Sur. [/blockquote]

TAPANDO EL SOL CON EL DEDO

Por el momento el gobierno de la provincia de Neuquén le suspendió la licencia ambiental a YPF para su desarrollo en Bandurria Sur, por el derrame o blowout del 19 de octubre. Es la primera vez en la historia que se emite una sanción de estas características en la industria del Petróleo y Gas, en Neuquén.

El permiso que le otorgó la cartera de Ambiente provincial autorizaba a la empresa a perforar ocho pozos en dos locaciones del bloque, a fracturar y ponerlos a producir. Sin embargo, el único que había comenzado con las tareas de perforación fue el pozo horizontal LCAV-26 que se descontroló hace más de un mes.

Con la reciente sanción la empresa no podrá avanzar en ningún desarrollo en el área hasta que la autoridad de aplicación la vuelva a habilitar. Además, desde que sucedió el derrame la empresa está obligada a presentar informes periódicos sobre la situación del área. Teniendo en cuenta que los trabajos de saneamiento durarán siete meses más, YPF tendrá que readecuar sus planes para el futuro de Bandurria.

LA VERSIÓN OFICIAL

YPF, por su parte, emitió tres comunicados sobre lo que definió como «una surgencia de hidrocarburos durante el proceso de extracción de una corona», aunque no brindó detalles sobre el volumen del derrame ni la superficie afectada. La empresa sí aclaró que «el incidente no afectó la salud del personal» y que se montó un perímetro de seguridad alrededor de la locación.

La Confederación Mapuche de Neuquén (que cuestiona la avanzada petrolera desde hace más de veinte años), organismos de derechos humanos y la Asociación de Abogados Ambientalistas presentaron una denuncia penal enmarcada en la Ley de Residuos Peligrosos (para las empresas) y “abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público” para las autoridades ambientales de la Provincia. La Confederación recordó que ya realizó cinco denuncias por hechos graves de contaminación y por la falta de acción de los funcionarios del Gobierno. También responsabilizaron al Poder Judicial por la falta de avance en las causas.

Como se puede observar estos hechos de contaminación son más comunes de lo que pensamos y provocan un daño irreparable en la escasa biodiversidad de la región y en las comunidades que allí habitan. La avaricia de unos pocos sigue siendo la constante de un modelo que arrasa con todo con tal de mejorar la rentabilidad del poder de turno.

 

 

En base a Argentina sin fracking / Página 12 / Lmneuquen / Infobae / Diario Río Negro

Foto de portada: Yamil Regules

El PS convoca a una alternativa progresista

El PS convoca a una alternativa progresista

Días atrás se reunieron el Comité Ejecutivo Nacional y el Consejo Federal del Partido Socialista bajo la presidencia de Antonio Bonfatti. Entre otras resoluciones, dieron a conocer un documento que sintetiza la mirada del socialismo ante la coyuntura, el diagnóstico del gobierno de Cambiemos y la propuesta para salir adelante. A continuación se reproduce el texto titulado “El socialismo en la construcción de una alternativa progresista para la Argentina”.

A días de cumplir su tercer año al frente del Gobierno Nacional, la coalición nucleada en Cambiemos ha demostrado su incapacidad para solucionar los problemas que aquejan a la mayoría del pueblo argentino. La restauración del modelo económico y social neoliberal ha agravado los problemas estructurales de la Argentina, consecuencia del cual millones de ciudadanos son expulsados a la marginalidad. Trabajadores y jubilados ven día a día perder su poder adquisitivo y las pymes de la ciudad y del campo enfrentan procesos de crisis. La esencia del modelo es la extraordinaria transferencia de recursos hacia los sectores más ricos y concentrados de la sociedad, profundizando a niveles sin precedentes la desigualdad.

En ese sentido, los indicadores económicos señalan con claridad la magnitud de la situación: la escandalosa devaluación de más del 100% en el último año del peso argentino, una inflación acumulada del 48% en 12 meses que se acelera y superará ampliamente la marca de las últimas décadas, culminando en diciembre con una caída por encima del 1% del PBI.

[blockquote author=»» pull=»normal»]“La restauración del modelo neoliberal agrava los problemas estructurales de la Argentina”.[/blockquote]

El pronóstico para 2019 es poco alentador. La caída de los salarios de los argentinos que en este año fue del 17% promedio, continuará. Párrafo aparte merece el brutal endeudamiento al que nos ha llevado el Gobierno Nacional, hipotecando no solo activos del presente, sino primordialmente del futuro, siguiendo expresamente las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, en evidente desmedro de la soberanía nacional.

Nos encontramos con un país que ha aumentado significativamente la desigualdad, con millones de excluidos que se incrementan año a año, y una crisis social presente y proyectada a futuro. El Presupuesto para 2019 muestra con claridad la decisión del gobierno de Cambiemos de recortar áreas claves para el desarrollo humano como educación, salud y ciencia y tecnología, así como a los programas destinados a los sectores más vulnerables como discapacidad y tercera edad. Otra muestra de la decisión de achicar el Estado se manifiesta claramente en los intentos de reforma previsional y la venta de activos públicos.

El Gobierno de Mauricio Macri también incumplió con las promesas de transparencia, mejora institucional y federalismo. Nada ha hecho por garantizar la independencia de los poderes, transparentar el financiamiento de los partidos políticos y terminar con el reparto discrecional de los fondos públicos. Las denuncias por aportantes falsos a la campaña de Cambiemos en la provincia de Buenos Aires, que derivaron en una causa judicial, muestra cómo esta coalición repite las peores prácticas de la “vieja política”.

En estos días se cumplen 35 años de la recuperación de la democracia, hecho trascendente para la historia institucional del pueblo argentino, pero, al mismo tiempo, la situación social antes descripta nos demuestra que los distintos gobiernos surgidos del voto popular no encontraron el camino para solucionar los grandes problemas del país. Así sucedió con los doce años del gobierno anterior a Cambiemos, el que a pesar de contar con un contexto económico favorable a principio de este siglo, no logró revertir los problemas estructurales de desigualdad, al tiempo que estuvo cruzado por una escandalosa corrupción, lo que derivó en que un sector importante de la ciudadanía los castigara en las urnas en 2015.

[blockquote author=»» pull=»normal»]“La Argentina necesita una alternativa amplia y plural, dispuesta a tomar con una mirada progresista del siglo XXI la agenda que nos permita solucionar nuestros principales problemas”.[/blockquote]

Desde el socialismo observamos con preocupación que las consecuencias socioeconómicas creadas por el actual modelo desemboquen en un proceso que aliente posiciones políticas extremas, autoritarias y xenófobas, como ha ocurrido en la hermana República del Brasil recientemente. Ante esta coyuntura, los y las socialistas estamos convencidos de que Argentina necesita una alternativa amplia y plural, dispuesta a tomar con una mirada progresista del siglo XXI la agenda que nos permita solucionar nuestros principales problemas.

Debemos animarnos a un nuevo modelo económico, que ponga el acento en la producción y el trabajo, que genere inclusión y cuidado ambiental. La Argentina debe ir hacia una reforma impositiva estructural y terminar con la infame ley de entidades financieras impuesta por Alfredo Martínez de Hoz en la última dictadura cívico militar. Una reforma que imponga gravámenes a la riqueza y el capital, por encima de los impuestos al consumo y los ingresos por trabajo.

Debemos tomar las oportunidades que nos dan las nuevas tecnologías, yendo a una nueva matriz energética amigable y sustentable; a nuevos esquemas de transporte y comunicación. En definitiva, una relación distinta de la producción y el consumo, preservando el medio ambiente, siendo capaces de reimpulsar la economía solidaria, generando empleo e inclusión, apuntalando el cooperativismo y el mutualismo, y defendiendo los derechos humanos. Esto solo es posible con salud, educación e infraestructura que incluyan y garanticen derechos, que reivindique la lucha del movimiento de mujeres, del colectivo de la diversidad sexual y de las etnias, con un sistema institucional transparente y comprometido con la ejemplaridad ética en sus dirigentes.

Conscientes de la complejidad de la situación que vivimos, es momento para avanzar en la construcción de una alternativa de futuro para nuestro país, convencidos de que son las fuerzas progresistas y populares las que deben encontrarse y fijar una agenda común, rescatando nuestras experiencias ejecutivas y legislativas a lo largo del país y, claro está, de los gobiernos insignia de Rosario y de la provincia de Santa Fe. Estos demuestran que es posible gobernar y gestionar un Estado desde el progresismo en la Argentina, garantizando derechos e inclusión a las mayorías, sin ajuste ni corrupción.

[blockquote author=»» pull=»normal»]“Rosario y Santa Fe demuestran que es posible gobernar garantizando derechos e inclusión sin ajuste ni corrupción”.[/blockquote]

Ha llegado la hora a la Argentina del encuentro y la construcción colectiva entre quienes compartimos la agenda progresista y popular, abriendo el diálogo tanto a partidos políticos afines como a quienes llevan adelante esta agenda desde distintas esferas de nuestra sociedad, como el movimiento feminista, las organizaciones de trabajadores, las asociaciones de pequeños y medianos empresarios, y demás organizaciones de la sociedad civil.

Desde el socialismo estamos convencidos de la necesidad imperiosa de trabajar para terminar con el actual modelo de exclusión, que al mismo tiempo deje atrás las experiencias frustradas por la corrupción y la intolerancia, y desde el presente sentemos las bases para construir un proyecto para Argentina con el protagonismo de las juventudes, las mujeres, las y los trabajadores con un horizonte común de igualdad y solidaridad.

Buenos Aires, 10 de noviembre de 2018

 

Un apocalipsis adolescente

Un apocalipsis adolescente

Las distopías han tenido un lugar privilegiado en la literatura del siglo XX, sociedades anómicas en donde la competencia por la supervivencia es la única norma. El siglo XXI ha colocado a los adolescentes como protagonistas de estos dramas que ponen en el centro los dilemas de un futuro incierto. 

Jóvenes compitiendo en un juego mortal dentro de una sociedad casi medieval, encerrados en un laberinto en un planeta devastado por la enfermedad o participando de un cruel rito de iniciación para poder cambiar de facción social.  Se trata de historias similares que se repiten con distintas variantes, pero que tienen la particularidad de estar protagonizadas por individuos en plena pubertad, lo que suma los dilemas románticos y las inseguridades típicas de esa edad a estas tramas pesimistas. Una tendencia que empezó en las listas de best-sellers de las librerías se trasladó a la gran pantalla con el mismo éxito. “Los juegos del hambre”, “Divergente”, “Maze Runner” y “Ender’s Game” -entre otros títulos– reinan en la taquilla desde hace una década, atrapando al público juvenil y preocupando a los académicos de distintas áreas.

Las ficciones distópicas constituyen uno de los géneros narrativos más representativos del último siglo. El retrato de un  porvenir desolado luego de alguna catástrofe, con un poder autoritario que somete a los seres humanos a una existencia de vigilancia donde las emociones fueron suprimidas, es una de las materializaciones más significativas del desengaño posmoderno. Durante décadas una serie de novelas se alejaron del positivismo del siglo XIX y su confianza ciega en los avances tecnológicos, imaginando futuros de pura pesadilla. George Orwell, Aldous Huxley, Ray Bradbury, Philip K. Dick y Margaret Atwood son algunos de los autores que popularizaron estos universos, marcando a fuego la cultura popular. Luego el cine, los cómics y los videojuegos forjaron la imaginería visual futurista con la que estamos familiarizados, al punto que frecuentemente comparamos los acontecimientos de la realidad con esas ficciones a las que juzgamos proféticas.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Si antes el cine mostraba el ingreso a la pubertad utilizando el lenguaje del melodrama romántico o la comedia, ahora el pesimismo de la ciencia ficción parece ser el formato predominante.[/blockquote]

Pero en este milenio la edad de los protagonistas del género se achicó sensiblemente. De pronto, ese porvenir poco amable se transformó en el escenario ideal para la mezcla de angustia y explosión hormonal que caracteriza a la adolescencia.  Si antes el cine mostraba el ingreso a la pubertad utilizando el lenguaje del melodrama romántico o la comedia, ahora el pesimismo de la ciencia ficción parece ser el formato predominante.  En contraste con la fiesta y picardía que siempre caracterizó a los films dirigidos a los adolescentes, hoy parece haber poco lugar para el estilo burbujeante de clásicos como “Breakfast Club”, “Clueless”  o “Mean Girls”.

La idea de un futuro violento poblado de personajes en el umbral de la adultez existe desde hace décadas, solo que el cine tenía cierto pudor al respecto. Cuando Stanley Kubrick adaptó a la pantalla “La naranja mecánica”  (1971) no respetó la apariencia quinceañera del protagonista de la novela original, eligiendo a un actor mayor para darle vida a Alex DeLarge. También 15 años tenía Vic, el protagonista de “A Boy and his Dog”, un film de culto de 1975 que narra la historia de un muchacho perdido en un desierto post-apocalíptico más preocupado por conseguir una chica que por luchar contra las injusticias que lo rodean. Ambas películas, representantes del nihilismo que salpicó a la producción cinematográfica al terminar la década del 60’, tuvieron su impacto en los blockbusters de hoy. Pero durante esa época la young adult fiction (ficción destinada al adulto joven) aún se centraba principalmente en historias románticas muy alejadas a la ciencia ficción. En lo literario debieron pasar algunos años para que escritores importantes como Orson Scott Carr con “Ender’s Game” (1985) y Lois Lowry con “The Giver” (1993) anticipen el fenómeno actual.

Pero el antecedente más notable dentro del cine proviene del lejano oriente. El estreno del clásico japonés “Battle Royale” en el año 2000 tuvo un gran impacto en las ficciones occidentales al introducir el argumento de una competencia descarnada entre los protagonistas. El film muestra a un Japón envuelto en una gran recesión que provoca alarmantes cifras de desempleo, por lo que el gobierno busca controlar a la población juvenil obligándolos a enfrentarse a muerte en una isla bajo la supervisión de un profesor interpretado por Takeshi Kitano. Este esquema fue luego imitado en numerosas historias destinadas al público adolescente, con “The Hunger Games” (2008) de Suzanne Collins y su adaptación cinematográfica a la cabeza.

La puesta en escena de una competencia feroz entre jóvenes puede interpretarse como una representación del miedo que estos sienten frente al carácter inhumano del mundo adulto que les espera, pero también funciona como una crítica a los excesos de la industria del entretenimiento. Esto nos da una pista de los motivos por los que estos films gozan de gran aceptación entre los jóvenes. Su popularidad se explica en gran parte porque conectan con ese sentimiento de incertidumbre que caracterizan a los años de transición entre la niñez y la adultez.

El profesor Jon Ostenson de la Brigham Young University afirma que “la ambientación, los temas y los personajes de las ficciones distópicas encajan justo con los cambios intelectuales que ocurren durante la adolescencia. A medida que los púberes se van desarrollando son capaces de lidiar con conceptos más abstractos y complejos, así como con las consecuencias que estos tienen en el mundo que los rodea, pudiendo abrazar así un pensamiento más crítico”. Debido a esto, muchos académicos empezaron a usar estos libros y películas como material de apoyo en materias como literatura, ciudadanía y filosofía.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Si la cultura juvenil de la década del 70’ había expresado su desencanto mediante el lema “No hay futuro”, los adolescentes contemporáneos descubrieron algo más aterrador: hay futuro, pero no tiene nada de auspicioso.[/blockquote]

Si algo caracteriza a todas estas producciones es que sus personajes se ven empujados a tomar decisiones todo el tiempo.  En “Divergente”, Tris, la chica protagonista, apuesta a confiar en un misterioso joven llamado Cuatro solo para salvar a su grupo de parias, en “Los juegos del hambre” Katniss decide tomar el lugar de su hermana menor dentro de la competencia del título, mientras que en “The 5th Wave” una muchacha elige desoír los consejos de los militares y se arranca un implante para descubrir el engaño del que forma parte. Estos son algunos ejemplos de las elecciones que salpican estas sagas. Este recurso enfrenta al público con dilemas éticos y morales que los hace abandonar la simplicidad emocional de la infancia, donde todo es blanco o negro.

Pero sin lugar a dudas lo más evidente dentro de estas historias es la certeza de que resultan una especie de reproche de los más jóvenes ante el mundo que sus padres les están dejando. Mientras que en la ciencia ficción clásica las críticas eran dirigidas hacia una ideología política, un gobierno corrupto y autoritario o hacia una corporación manipuladora, hoy no es descabellado afirmar que son los adultos en general los culpables de las ominosas circunstancias que atrapan a los personajes de estas películas. La generación millennial, criada en familias fragmentadas, dueña de una susceptibilidad excesiva y destinada a un mercado de trabajo poco sólido, ve en estos films pesimistas un reflejo de la desidia e ineptitud de las generaciones anteriores.

Si la cultura juvenil de la década del 70’ había expresado su desencanto mediante el lema “No hay futuro”, los adolescentes contemporáneos descubrieron algo más aterrador: hay futuro, pero no tiene nada de auspicioso. De todas formas no hay que alarmarse, ya que mientras los films distópicos se acumulan al punto de llegar a la saturación, siempre existe la oportunidad de distraerse con alguna de las cientos de formas de entretenimiento que el presente nos ofrece. Porque si alguna de estas profecías fílmicas se hace realidad, lo más probable es que encuentre a la gente encerrada en sus casas en plena maratón de Netflix o compartiendo memes con algún grupo de WhatsApp. El apocalipsis será adolescente, pero también será paulatino.

Simón Radowitzky: en demanda de lo imposible

Simón Radowitzky: en demanda de lo imposible

Simón Radowitzky fue célebre por atentar contra la vida del comisario Ramón Falcón, pero además fue un anarquista consecuente desde su juventud. Son esos valores los que merecen, todavía más, ser recordados. 

 

Simón Radowitzky mató a Ramón Falcón. Eso lo sabemos todos.

Falcón fue militar y policía. Como tal, mandó a reprimir a los trabajadores (hombres y mujeres acompañados de sus pequeños) que habían asistido al acto del Día de Trabajador el 1 de mayo de 1909 en la Plaza del Congreso. Los asistentes conmemoraban a los mártires de Chicago, el incidente conocido como “La masacre de Haymarket”, un hecho histórico donde obreros reclamaban en una marcha pacífica la jornada laboral de 8 horas diarias que ese 4 de mayo de 1886 terminó con una bomba arrojada anónimamente y por la cual se juzgó y fusiló a ocho trabajadores anarquistas (a siete, en rigor, uno se suicidó antes de la ejecución). Los argentinos reunidos entonces en el Congreso rendían homenaje a estos hombres que dieron su vida por los derechos del trabajador cuando una vez finalizados los discursos, Falcón dio la orden a la policía que comandaba de disparar indiscriminadamente. Así cayeron más de cien heridos y catorce muertos de bala. Hecho trágico conocido como la “Semana roja”.

Radowitzky era un joven obrero ucraniano de origen judío que había llegado al país hacía apenas un año y trabajaba en el ferrocarril. De ideas ácratas, lector de La Protesta, pasa de la localidad de Campana a instalarse en Buenos Aires para trabajar como herrero. Enterado de los eventos de la Semana Roja, junto a un grupo de compañeros planean la revancha: no podían acatar mansamente tal accionar policial sin más. Considerado Falcón el ejecutor responsable de los asesinatos de los trabajadores, el 14 de noviembre de ese mismo años, arroja una bomba que él mismo había preparado en el carruaje donde viajaba Ramón Falcón y estalló en la esquina de Quintana y Callao produciéndole la muerte pocas horas después.

[blockquote author=»» pull=»normal»]¿Cuál es el propósito del anarquismo? Seres humanos libres, con pensamiento crítico y en condiciones de igualdad, además de la cooperación como herramienta para la concreción de un mundo justo. [/blockquote]

Existe un anarquismo teórico, uno filosófico, otro utópico, el marxista, feminista, individualista, el socialista, el político, uno epistemológico y cuanta corriente libertaria (esto es, con un entendido sentido de libertad) y librepensadora se precie. También hay anarquía en la poesía. Siempre revolucionario entendiendo a la revolución como un medio de elevación moral y espiritual. Desde el taoísmo hasta el situacionismo, navegamos en aguas ácratas. La verdadera emancipación viene de manos anarquistas. ¿Cuál es el propósito del anarquismo? Seres humanos libres, con pensamiento crítico y en condiciones de igualdad, además de la cooperación como herramienta para la concreción de un mundo justo. Y para tales efectos, no puede haber presencia del Estado. ¿Por qué seguimos escribiendo en alta Estado, Iglesia, estas instituciones acaso enaltecidas por las mayúsculas? ¿Por qué dios sí y diablo no? No puede haber estado -y va en baja- porque el límite que trazan estas cartografías de fronteras no permite la penetración cultural foránea. La iglesia -también en minúsculas- menos quiere la penetración, es un hecho. Acá es donde primero se escuchan vituperar calificativos tales como “Idealistas”, “Utópicos”, “Infantiles”, “Ilusos” cuando el corpus del pensamiento anarquista se basa en la racionalidad y la realidad pero la falta de pensamiento crítico impide llegar a ese entendimiento.

Se creen libre viviendo en democracia -que nunca se escribió con mayúsculas-, hoy apenas una teoría vaga y que le dio espacio al fascismo que hoy gobierna casi el mundo entero. (El fascismo era antes una dictadura que se correspondía a una falta de democracia: hoy la votan como opción de vida.) Votan, obedecen, trabajan para un sistema que se muerde la cola y a eso le llama crisis financiera. Votan a quienes los explotan. Lo único contrario a eso es un socialismo, que como el anarquismo, retoma lo mejor de la Ilustración y el liberalismo clásico.

Sin apelar a recursos lingüísticos muy rebuscados, así como la utopía refiere a una doctrina si no imposible, sí muy difícil de realizar con el bienestar humano como finalidad, la eutopía puede ser el espacio a o(k)upar.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Votan a quienes los explotan. Lo único contrario a eso es un socialismo, que como el anarquismo, retoma lo mejor de la Ilustración y el liberalismo clásico.[/blockquote]

Todo esto y mucho más pasaría por la cabeza de un Radowitzky pobre, obrero, trabajador incansable, pobre, judío mientras preparaba la bomba en un país donde apenas si conocía la lengua pero sí se entendía con sus compañeros ácratas. La mirada misma todo lo dice: el dolor frente a esos asesinados por la policía, la impotencia masticada con bronca y saliva. Vería quizá en su imaginación ese mirar altivo de Falcón, se le revolverían las tripas de pensar en su satisfacción tras la represión sangrienta.

Nada nunca es justo. Sí, Radowitzky mató a Falcón. Y tenía dieciocho años cuando lo hizo. Tras penosos años en la cárcel de Ushuaia y un intento de escape, Simón se benefició de un indulta gracias a la mediación de Salvadora Medina Onrubia, la gran ensayista y poeta anarquista referente del primer feminismo argentino. Sí se lo obligó al destierro y así se refugió en la capital uruguaya la que abandonará para combatir en la Guerra Civil Española en el frente anarquista aragonés. Su salud, quebrada tras veinticinco años de frío patagónico y media ración de comida, lo obligó a dejar la lucha y terminar en México donde se ocuparía de editar revistas libertarias hasta que ya no pudo continuar. Murió en 1956.