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El padre que sigue buscando

El padre que sigue buscando

“Yo lo sueño a Daniel siempre, tengo que encontrar su cuerpo y llevarlo a enterrar a su tierra, solo eso pido” dice con la mirada atravesada por la tristeza y la resignación de los humildes, Gualberto Solano quien busca a su hijo Daniel desde hace seis años sin respiro.

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Daniel Solano es un desaparecido en democracia. Un joven trabajador “golondrina” de 27 años de la Misión guaraní Cherenta en Tartagal, provincia de Salta, que viajó a Río Negro en busca de trabajo o de las oportunidades que, como a miles de chicos jóvenes, no le supo dar su provincia natal.

Daniel Solano nació el dos de noviembre de 1984, el mismo mes en el que desaparecería 27 años después. Único hijo varón de una familia humilde compuesta por su padre Gualberto y sus cinco hermanas, su madre falleció cuando él tenía solo catorce años. Gualberto llevó adelante la familia en silencio y trabajando, intentó darles lo mejor.

Daniel era un chico pintón, de buen porte, atlético, amistoso y familiero. Su sueño era jugar de arquero, y lo hizo en Club Social y Deportivo Guaraní. También jugó en el mismo puesto en el equipo de fútbol de la última empresa en la que trabajó y la cual aparece vinculada con su desaparición: Agrocosecha. Era un chico común y a la vez poseía rasgos que lo hacían único: fue uno de los pocos de su comunidad que terminó la secundaria, era serio y trabajador.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Esa foto, con un gesto de calma y con el pulgar arriba, es la que acompaña todas las marchas en Tartagal y en Río Negro: se convirtió en el símbolo de un nuevo desaparecido en democracia.[/blockquote]

Estas características que su padre conocía tan bien, le hicieron descreer de los primeros datos que la empresa difundió después de la desaparición de su hijo. En los mismos, la empresa informó que Daniel se había ido del lugar sin dinero, sin sus documentos y había partido a Neuquen, sin avisar a nadie y con rumbo desconocido. Gualberto Solano también desconfió cuando la Jueza Marisa Bosco, que entendía en la causa, le informó que probablemente Daniel se encontrara en Bolivia. El padre consideró que esa información era falsa.

Era el tercer viaje que realizaba al sur en busca de trabajo, como lo hacen  muchos de los mal denominados “trabajadores golondrinas”, un término poético que en realidad esconde las condiciones precarias de este tipo de empleo. Daniel viajó los 2.300 kilómetros (dos días de viaje casi enteros) hacia la cosecha de manzanas en la localidad de Lamarque, a 17 kilómetros de Choele Choel. Solano convivía hacinado junto a otros 150 trabajadores que dedicaban casi todas las horas de sus días al trabajo. Los “golondrinas” fueron contratados por Agrocosecha SRL, empresa tercerizada a cuenta de Expofrut Argentina, sello criollo de la multinacional de origen belga Univeg.

El viernes 4 de noviembre, Daniel había cobrado su primer mes en la cosecha. El acuerdo inicial por el que el decidió viajar era de 2.000 pesos mensuales (90 por día, que contemplaba de 10 a 12 horas seguidas de trabajo), pero sólo le pagaron la suma de 800 pesos. Posteriormente se supo que, en ese momento, los más de 60 trabajadores, en su mayoría salteños, planteaban la posibilidad de realizar un reclamo a la empresa. Con parte de ese dinero, Daniel compró un celular con el que intercambió mensajes de texto con su novia María Luisa y llamó a su papá al que le contó, en pocas palabras, la idea del reclamo ante el acuerdo laboral pisoteado por la empresa.

2c700772dEse viernes, junto con otros trabajadores, fue al boliche de Choele Choel, Macuba. Nadie se imaginaba que esa noche iba a ser la última vez que iban a ver a Daniel Solano. Tampoco Solano sabía que los que festejaban con él y le servían cervezas eran algunos de sus “entregadores”. Incluso existen registros fotográficos de esa noche. Allí se lo puede ver a Solano sonriente, realizando gestos, vestido con una chomba celeste a rayas blancas y azules, jean y un pulover gris en los hombros. Esa foto, con un gesto de calma y con el pulgar arriba, es la foto que acompaña todas las marchas en Tartagal y en Río Negro y se convirtió en el símbolo de un nuevo desaparecido en democracia.

Esa noche, a las 2.40 de la madrugada, Daniel fue sacado a los empujones por los policías de seguridad que trabajaban como “adicionales”. Una vez en la calle, lo golpearon y no se supo nada más de él.

EL HOMBRE QUE VINO DE LEJOS

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De traje, con corbata roja, con anteojos de sol y acento salteño, llegaba un mes después de la desaparición, el abogado Sergio Heredia a las tierras de Walsh para ayudar a la familia Solano. Frente a los medios, este abogado desconocido cuestionaba los poderes del lugar. Heredia había ganado notoriedad a nivel nacional años atrás cuando denunció los negociados de la organización “Sueños Compartidos” de las Madres de Plaza de Mayo que dirige Hebe de Bonafini y que, por ese entonces, contaba con los servicios de Sergio Schocklender. También sabe todo Tartagal que la relación entre Sergio Heredia y Sergio «el Oso” Leavy, no es la mejor. El actual intendente tilda de “mediático y con antecedentes de violencia familiar” a Heredia. Sin embargo, la ex esposa del abogado lo desmiente.

Antes de partir, en diciembre del 2011, Heredia recabó testimonios de amigos y conocidos de Solano en Tartagal y en camioneta fue rumbo al lugar que se convirtió, tras varios viajes a Capital y a Salta, en su segundo hogar. Una de las características de la metodología utilizada por Sergio Heredia es el uso de las redes sociales. En su cuenta de Facebook postea fotos de Gualberto y sube todos los testimonios que va cosechando. Lo mismo hace con su cuenta de YouTube.

Estos videos denostados por algunos fueron parte del proceso de investigación que realizó Heredia. Mediante ellos detectó que la Jueza Bosco, que en mayo del año 2013 renunció y se jubiló para evitar el juicio político, afirmaba que en el expediente Daniel Solano fue visto por un testigo el seis de noviembre del 2011. En los videos (más de 100 y cada uno de ellos es reproducido hasta 120 veces por los usuarios) el mismo testigo desmiente el documento judicial y afirma que en realidad lo vio el cinco de noviembre. La diferencia es notable: la fecha puede establecer que Solano es un trabajador golondrina desaparecido o un hombre que fue visto con vida después de haber sido sacado de un boliche. Con ese dato, esta segunda quedó descartada.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Desde la misma empresa “los patrones” le ofrecieron convertirse en puntero para calmar las inquietudes de los trabajadores molestos por las promesas incumplidas. A Solano la propuesta “no le gustó” y sufrió como represalia lo que finalmente ocurrió[/blockquote]

A partir de este hecho, y realizando un trabajo de hormiga, Heredia convenció a diferentes trabajadores, que previamente no habían emitido declaraciones, de que hablaran. Esos documentos audiovisuales no sólo sirvieron para entender la causa de la desaparición de Solano, sino que también le permitió a Heredia advertir a los trabajadores de la necesidad de tener un respaldo y no quedar comprometidos en una situación que ya se vislumbraba como un crimen. Con ese tipo de herramientas también grabó cómo es la vida en Choele Choel, donde los Solano se encuentran realizando un acampe al frente de la Fiscalía del lugar. Si bien esta forma de recabar testimonios es bastante original, es criticada duramente por algunos juristas que consideran que cualquier pesquisa significa circunscribir el valor de las pruebas a un expediente.

Desde la llegada de Heredia, el caso viró en otro sentido. La hipótesis policial/judicial de que Solano se emborrachó, salió del boliche y se perdió para nunca más aparecer, perdió credibilidad. Fue entonces cuando empezó a cobrar fuerza la hipótesis del abogado Heredia, la cual sostenía que se estaba ante un crimen mucho más complejo y organizado. La reconstrucción de la historia que realizaron los abogados estableció lo siguiente: la empresa belga tenía un buen concepto de Daniel Solano, era respetado por otros trabajadores y considerado un “líder positivo”. Según esta versión, desde la misma empresa “los patrones” le ofrecieron convertirse en puntero para calmar las inquietudes de los trabajadores molestos por las promesas incumplidas. A Solano la propuesta “no le gustó” y sufrió como represalia lo que finalmente ocurrió.

6231103Sin beneficio, y como a todos, a Solano le pagaron la mitad de lo acordado. Uno de los mecanismos más sutiles se encuentra en la cláusula número 18 del contrato de trabajo de Agrocosecha. En él se establecía que si un trabajador poseía cualquier problema con la policía o la justicia, era pasible de ser despedidos sin pago, indemnización, ni pasaje de vuelta.

El negociado no sólo tiene que ver con la explotación laboral, sino que posteriormente se abrió otra causa judicial por estafa según lo que dijo el abogado de Solano “Se supone que Agrocosecha cobra el 4% de lo que le corresponde a cada trabajador, pero en la práctica se quedaban con casi dos tercios de ese ingreso que paga Expofrut Univeg. Pero la multinacional no es ajena al negocio, es parte del problema y todo eso lo tenemos acreditado” sostiene Heredia.

Mientras tanto, el pedido de Gualberto continúa, solo busca el cuerpo de su hijo en una tierra lejana y fría. Sin descanso.

José Ingenieros, itinerarios de un intelectual

José Ingenieros, itinerarios de un intelectual

Se cumplieron 140 años del nacimiento de uno de los intelectuales más influyentes de América Latina: José Ingenieros. Además fue uno de los referentes fundamentales del reformismo universitario. 

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Es probable que para muchas personas, sobre todo jóvenes, el nombre de José Ingenieros no signifique demasiado. En todo caso, se lo asocia con un libro ya clásico que todavía merece alguna reedición: El hombre mediocre. Pero este personaje, que no sin razón Horacio Tarcus definió como “el último de los grandes polígrafos latinoamericanos” y del cual se cumplieron en estos días los 140 años de su nacimiento, fue un intelectual tan polifacético como controvertido.

Giuseppe Ingegnieros nació el 24 de abril de 1877 en la ciudad de Palermo, en Italia. La familia formada por Mariana Tagliavia y Salvatore Ingegnieros llegó a Sudamérica en 1880, primero a Montevideo y luego, a Buenos Aires. El joven Giuseppe, prontamente castellanizado José y, para los amigos, “Pepe”, heredaría de su padre su adscripción al pensamiento político de izquierda y su temprana incorporación a la masonería.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Ingenieros sería una de las voces más audibles en el coro del antiimperialismo latinoamericano.[/blockquote]

Cuando todavía era estudiante en la Universidad de Buenos Aires, en 1894, fue el mismo Juan B. Justo quien lo invitó a incorporarse al naciente socialismo, partido en el cual ocupó algunos cargos y donde representaba una tendencia libertaria y revolucionaria, junto con su amigo de juventud Leopoldo Lugones. De esa época son artículos políticos, como “¿Qué es el socialismo?” (1895) y “Cuestión argentino-chilena. La mentira patriótica, el militarismo y la guerra” (1898). Aunque se desvinculó tempranamente del partido (en 1902), nunca dejó de preocuparse por “la cuestión social”. Por eso, fue convocado para integrar el equipo que formuló, a pedido del ministro Joaquín V. González, el primer Proyecto de Ley Nacional del Trabajo. Aunque esta ley no se aprobó, Ingenieros publicó en Francia La legislación del trabajo en la República Argentina, dedicado a su amigo Alfredo Palacios, ya por entonces el primer diputado socialista.

Su juventud fue prolífica: en esa época, el plan de estudios de la carrera de Medicina en la UBA  estaba organizado de tal modo que Ingenieros obtuvo una primera titulación como farmacéutico, lo cual le permitió, desde muy joven, colaborar con el sustento familiar. Entre el estudio y las inquietudes políticas, se hizo tiempo también para compartir 124001andanzas con sus amigos, sobre todo en la época en que llegó a Buenos Aires el poeta Rubén Darío, con quien formó una suerte de cofradía bohemia denominada “La Syringa”. La integraban, además de los mencionados Ingenieros, Darío y Lugones, otros personajes que luego se destacarían, en mayor o menor grado, en el mundo de la cultura. Además de compartir y promover bromas (algunas demasiado pesadas, según los contemporáneos), este grupo tuvo mucho que ver con la difusión de la estética modernista en Buenos Aires que, en gran medida, fue cobrando forma en las páginas y las redacciones de los diarios de aquella época. Por ejemplo, en La Nación, donde se ganaba el pan otro de sus amigos: Roberto Payró. Pero, bromas aparte, Ingenieros trabajaba mucho (algo de lo que siempre se enorgulleció): además de tener sus pacientes regulares, atendía un consultorio médico gratuito en la Sede del Centro Socialista Obrero y, después de su graduación en 1900, se incorporó como profesor a la Facultad de Medicina, a las cátedras de Enfermedades Nerviosas (cuyo profesor titular era José María Ramos Mejía) y Medicina Legal (Francisco de Veyga), además de estar adscripto al laboratorio de Neurología que dirigía Cristofredo Jacob. Fue parte, además, de la cátedra de Psicología Experimental en la recientemente creada Facultad de Filosofía y Letras de la misma Universidad. Rápidamente su figura fue cobrando visibilidad y, en 1901, pasó a ser médico del Servicio de Observación de Alienados, un emprendimiento conjunto, podríamos decir, de la Policía de Buenos Aires y la cátedra de Medicina Legal. En 1907, el ministro Joaquín V. González creó el Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional y lo nombró su director. Ingenieros tenía poco más de 30 años cuando presidió, en 1909, la Sociedad Médica Argentina y, en 1910, la Sociedad de Psicología. Algo antes, en 1905, había sido enviado al V Congreso Internacional de Psicología que tuvo lugar en Roma, nada menos que como representante científico de la Argentina. Aprovechando la duración de los viajes de esa época, recorrió varios países conociendo a figuras del arte, la ciencia y la política, en un itinerario que más o menos se puede reconstruir gracias a las crónicas que remitía periódicamente al diario La Nación de Buenos Aires.

Ingenieros volvería a Europa en 1911, cuando cerró su consultorio y se fue del país tras un problema en la provisión de cargos docentes para la cátedra de Medicina Legal. Con el inicio de la guerra del 14, regresó, ya casado con Eva Rutenberg. De ese matrimonio nacerían sus cuatro hijos: Delia, Amalia, Julio José y Cecilia.

Médico de formación, prontamente derivó hacia disciplinas afines: el alienismo, la psicología y la criminología. Pero a medida que avanzaba en edad se inclinó cada vez más por la filosofía, desde una posición inicialmente afín al pensamiento positivista pero con muchos matices y modulaciones. Ya hacia el final de su vida –recordemos que murió imprevistamente en 1925, por una enfermedad que resultó fulminante– retomaría su inclinación por la política, al convertirse en una de las voces más audibles en el coro del antiimperialismo latinoamericano.

[blockquote author=»» pull=»normal»]José Ingenieros fue el primer intelectual de las masas argentinas, claro exponente de nuestra modernización cultural y acérrimo defensor de la secularización ideológica.[/blockquote]

Las múltiples inquietudes intelectuales de Ingenieros pueden verse con cierta claridad en los emprendimientos editoriales en los que participó. Las revistas científicas y culturales fueron una esfera constante de su actuación: fundó La Reforma. Periódico literario estudiantil (1893) y, con Leopoldo Lugones, La Montaña. Periódico socialista-revolucionario (1897). Fue secretario de redacción, desde 1899, de La semana médica, fundada por su amigo y colega Francisco de Veyga en 1894. Dirigió, por más de una década, los prestigiosos Archivos de Psiquiatría, criminología, medicina legal y ciencias afines (1902 – 1913). Desde 1915 hasta 1925 llevó adelante la Revista de Filosofía, que continuó su discípulo Aníbal Ponce hasta 1929. Y en 1923, también fue miembro fundador del Boletín Renovación, el órgano de la Unión Latino Americana. Pero además, pareciera que no había revista de la época en la cual Ingenieros no se prodigara, con temas científicos o filosóficos, desde El Mercurio de América o Ideas hasta Nosotros, la Revista de Derecho, Historia y Letras o los folletos de la colección La novela semanal.

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Muchos de sus escritos que aparecían en estas revistas se convertían, andando el tiempo, en libros. Así nacieron, por ejemplo, Los tiempos nuevos, su Sociología Argentina, o el publicado póstumamente como Tratado del amor.  Otros títulos, que hablan de la diversidad de sus intereses, son la Simulación de la locura (su tesis doctoral), los Principios de Psicología, Criminología, Hacia una moral sin dogmas, Proposiciones relativas al porvenir de la filosofía, La evolución de las ideas argentinas, La cultura filosófica en España, etc. Para Ingenieros, el libro fue siempre un medio de educación. Uno de sus más ambiciosos proyectos editoriales (en el que invirtió muchísimo dinero personal) fue la colección  La cultura argentina, una empresa que compartió con Severo Vaccaro y que consistió en la publicación de 144 títulos, a precios populares, de obras literarias, históricas y sociológicas.

Si los eventos del año 1914 lo sacaron de la temática científica para escribir “El suicidio de los bárbaros”, la invitación al Segundo Congreso Científico Panamericano de Washington (1915), que le cursó la Fundación Carnegie, lo motivó para escribir un texto que sería inspirador de algunos puntos de la Reforma Universitaria de 1918: “La Universidad del Porvenir”. Apoyó esa Reforma con la misma esperanza con que, en 1917, halibro-de-jose-ingenieros-corregido-5-abril-09-universidadbía defendido la revolución rusa. Su conferencia “Significación histórica del movimiento maximalista”, pronunciada días antes de que se desatase la semana trágica del año 1919, lo convirtió, como en sus tiempos de juventud, en un sospechoso ante las fuerzas del orden, y así se encontró cambiando de domicilio media docena de veces en menos de un año… En la época de entreguerras, apoyó con firmeza la labor del grupo pacifista Claridad y desde 1922 hasta su muerte en 1925, participó en la Unión Latino Americana, junto con el intelectual mexicano José Vasconcelos, volcándose cada vez más a la prédica antiimperialista.

Dice Jorge Panessi que José Ingenieros fue “el primer intelectual de las masas argentinas”. Claro exponente de nuestra modernización cultural y acérrimo defensor de la secularización ideológica, trascendió prontamente las fronteras nacionales para convertirse, en palabras del ecuatoriano Julio Endara, en un “maestro de América”.

PARA AMPLIAR

Las crónicas de José Ingenieros en ‘La Nación’ de Buenos Aires (1905 – 1906) (Mar del Plata, Martin / UNMDP / ANPCyT, 2009) [disponible en: http://humadoc.mdp.edu.ar:8080/handle/123456789/202]

Hojas al pasar. Las crónicas europeas de José Ingenieros (Córdoba, Buenavista, 2012) [disponible en: http://humadoc.mdp.edu.ar:8080/handle/123456789/206]

Cristina B. Fernández: ttps://conicet-ar.academia.edu/CristinaBeatrizFernandezh 

Cuando no todos entienden lo mismo por política y Revolución

Cuando no todos entienden lo mismo por política y Revolución

En época de las conmemoraciones nacionales más significativas, La Vanguardia invitó al historiador Fabián Herrero a reflexionar sobre los debates políticos de aquellos años fundacionales.  

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Entre las interpretaciones del proceso revolucionario iniciado en Mayo de 1810, quizás la que goza de mayor consenso es la señalada por Tulio Halperin Donghi en su célebre Revolución y guerra (Siglo XXI, 1972). A sus ojos, durante este período se levanta un amplio y dinámico escenario dominado por dos iniciativas de poder diferentes, la del llamado «bloque revolucionario» instalado en la ciudad de Buenos Aires y la que impulsa, un tiempo más tarde, José Artigas en la Banda Oriental. Esta última, es la “otra revolución”, es la que presenta una idea de poder confederal en donde las provincias mantendrían su poder soberano y estarían ligadas bajo una instancia nacional que solo dirija los negocios de la paz y la guerra. Mi intención aquí es poner el foco de atención en la primera iniciativa para mostrar que, en sede porteña (la «campeona del centralismo»), la política tuvo sus momentos de alternativa de poder que señalarían otras ideas de estado y de nación. Este hecho, por cierto, no solo matiza la fuerte imagen sobre el poder central sino que puede ayudarnos a comprender por qué en el año 1820 estalla el federalismo y por qué años más tarde la idea de confederación se presenta como una realidad dominante.

EL BLOQUE REVOLUCIONARIO

En la estela de Antonio Gramsci, Halperin, decíamos, propuso la idea del “bloque revolucionario”. Este bloque emerge con la instalación de la primera Junta de Gobierno (luego continuará con las otras Juntas, los Triunviratos y los Directorios). Está conformado por sectores sociales y profesionales diferentes (sobre todo militares, pero también religiosos, abogados…) y, si bien se producen variantes, lo que el autor de Revolución y Guerra califica como “cambios de estilo”, su ancha huella continuaría con el correr de esos años sin modificaciones sustanciales.

Hasta 1815 se pone en obra un sistema de poder centralista, que desde la capital porteña pretende llevar los ideales y los valores de la revolución a todo el territorio.

En efecto, hasta 1815 se pone en obra un sistema de poder centralista, que desde la capital porteña pretende llevar los ideales y los valores de la revolución a todo el territorio de ex Virreinato del Río de la Plata bajo el signo de una “fe republicana”. Hay varios cambios en su implementación. Sin embargo, por debajo de ellos, sobresale un estilo “autoritario militar”, basado en la imposición violenta de aquel sistema de poder.  Las derrotas en todas las fronteras del ex virreinato del Río de la Plata, la presión de los ejércitos del litoral y el desprestigio del Directorio resulta clave para entender cómo aquel estilo de hacer política debe ceder paso a otro. Siguiendo con la clave explicativa de Halperin, hay que decir que entre los años 1816 y 1819, las lecciones de ese período previo llevan al nuevo directorio a imprimir una política diferente, dejando de lado la impronta “autoritaria militar”, por otra basada en “un consenso conservador”, sustentado en la relación con los grupos locales influyentes de los territorios del interior y un mayor respeto hacia el statu quo.

MOVIMIENTOS DE PUEBLO, ALTERNATIVAS DE PODER EN BUENOS AIRES

El clima de ideas de poder resulta más diverso e intenso de lo que comúnmente se supone. Desde el arsenal de iniciativas centralistas, las propuestas bien pueden ser del orden republicano (república única e indivisible, por ejemplo) o del dominio monárquico (al estilo moderado inglés, es el caso impulsado por El Independiente durante el año 1816). Desde la trinchera federal, el estado federal o la idea federalista de Benjamin Constant pueden leerse en algunos diarios porteños entre los años 1816 y 1817. No obstante, entre ellas, sin duda, la forma política más dominante es la alianza y la confederación. Sobre esta última dos botones de muestra pueden iluminar su presencia, las cuales están asociadas en algunas ocasiones a una forma particular de intervención, lo que he denominado Movimiento de Pueblo. Aprovecho aquí esa hermosa metáfora del secretario escribiente del Cabildo de Buenos Aires, que, justamente la empleó para contar en el Acta capitular cómo se iba produciendo la revolución de octubre de 1812. Lo que veía en la plaza, en rigor, eran militares, civiles y toda clase de gente que se venían moviendo hacia ese central espacio público, un “movimiento de Pueblo”, escribe. Ahora bien, qué significa. Un movimiento de Pueblo, en efecto, es un levantamiento armado que, a su vez, logra reunir a importantes sectores de la sociedad y que tiene como uno de sus principales objetivos, aunque no el único, la destitución de las autoridades de poder.

¿Quiénes estaban allí? Los principales jefes militares, como José de San Martín, y los miembros de la Logia Lautaro, pero también grupos civiles como la Sociedad Patriótica y miembros de fracciones políticas diversas (los artiguistas, los partidarios de Juan José Paso), pero también, entre otros, indígenas, concretamente un líder que firma aclarando su condición, “Yo el cacique D. José Manuel de Minojulle del Virreinato de Lima”.

Un movimiento de Pueblo, en efecto, es un levantamiento armado que, a su vez, logra reunir a importantes sectores de la sociedad y que tiene como uno de sus principales objetivos, aunque no el único, la destitución de las autoridades de poder.

La Representación presentada a las autoridades, hace mención al federalismo y al respeto de los pueblos y se habla justamente de instalar un nuevo gobierno provisorio que debía “fijar la suerte de las provincias confederadas”. Hay, además, algunas firmas que aclaran su voto, expresando su deseo de un sentido político más igualitario: “En la inteligencia de que se consulten los verdaderos derechos de los pueblos, Fr. José Ignacio Grela”.

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Todo este clima de ideas en donde se busca más igualdad política, alude a un escenario previo en el que sectores de la oposición se expresan en un sentido similar. La variante confederal circula dentro del grupo civil de oposición al bloque de poder hacia 1812. Dos ejemplos. Como presidente de la Sociedad Patriótica, Bernardo Monteagudo, en un artículo periodístico publicado en El Mártir o Libre del 29 de marzo de 1812, señala la necesidad de establecer “una nación independiente”, y, en esta línea, menciona la expresión “gobiernos federativos” para identificar algunas provincias españolas que al adoptar el establecimiento de “soberanías independientes” serían miradas con amigable interés. Por su parte, el artiguista Santiago Cardoso, (socio y militante de dicha Sociedad) interviene en sus sesiones con un discurso similar, el mismo es posteriormente publicado en El Grito del Sud. En él, justamente, pide que se discuta el tema de la independencia y las constituciones federales de Venezuela y Estados Unidos.

El movimiento fue exitoso, en cuanto se cambió un Triunvirato por otro. A los pocos días hubo diferencias entre los grupos vencedores, los artiguistas y otros grupos fueron perseguidos y la idea centralista de poder volvió al centro de la escena política con el claro dominio de Carlos Alvear en la Asamblea del año 1813.

En junio de 1816 se produce un nuevo movimiento de pueblo, esta vez, de claro signo confederal. A partir de tres Representaciones, firmadas por vecinos de la ciudad y la campaña, se pide que Buenos Aires cambie las instrucciones a sus diputados que están en Tucumán, por otra que debe incluir la propuesta de una confederación enmarcada “en una constitución”, esto es, un gobierno general que reúna a los llamados “Estados federados”, que solo “dirija la guerra, la paz, las alianzas, los negocios exteriores”. El confederacionismo es presentado como una forma política diferente, que daría respuesta a problemas que hasta ese momento no la tenían. En este sentido, lo que se plantea no es sólo una experiencia de gobierno distinta a la centralista, sino también otro tipo de economía (los recursos de la aduana solo serían de Buenos Aires y, se supone, que se dejarían de lado los subsidios de la guerra y los viáticos a congresos nacionales pagados a las provincias); otra idea con relación a la ubicación de la capital (las provincias deberían decidir en qué lugar debería residir esa sede).

Los confederacionistas representan a distintos sectores de la elite política de Buenos Aires, los cuales intervienen públicamente desde 1810. Es deciLa idea particular de poder confederal, no puede ser asimilada exclusivamente a la “otra revolución”, la de Artigas, también tuvo sus momentos y sus chances en la mismísima Buenos Aires.r, son representativos del mundo político provincial y no recién llegados. Si bien hay notables figuras como el Director interino (González Balcarce) y el gobernador intendente (Oliden), predominan los funcionarios y agentes intermedios, como regidores de cabildos y alcaldes de barrio, y lo mismo sucede en la campaña.

La provincia por muchos días vivió en suspenso este reclamo reformista, hasta que finalmente tanto el Congreso de Tucumán como los comandantes de campaña, quebraron el eje federalista porteño. Es posible conjeturar que, entre otras causas, éstos últimos pudieron haber perdido su poderoso apoyo inicial, cuando sus adversarios comenzaron a señalar que la guerra de independencia (que, por otra parte, no podía abandonarse unilateralmente, y menos ante el avance español y portugués) sólo podía enfrentarse con un gobierno central poderoso que pudiera dirigir las acciones guerreras.

La idea particular de poder confederal, no puede ser asimilada exclusivamente a la “otra revolución”, la de Artigas, también tuvo sus momentos y sus chances en la mismísima Buenos Aires.

En suma, se trata de una iniciativa confederacionista que se impuso por varios días, iniciativa que de haber logrado éxito pudo haber modificado el curso del Congreso de Tucumán, ya que si se suman los diputados de Buenos Aires con los de origen artiguista y sus aliados, que son excluidos allí, el resultado histórico pudo haber sido muy diferente.

La revolución, en el interior de este breve y esquemático cuadro de poder, presenta un bloque revolucionario que con sus debilidades y crisis consigue mantenerse hasta el año 1819. Lo que interesa hacer notar es que esa larga escena de poder está rodeada y atravesada por distintas intervenciones de orden republicano y monárquico y que, concretamente, la idea particular de poder confederal, no puede ser asimilada exclusivamente a la “otra revolución”, la de Artigas, también tuvo sus momentos y sus chances en la mismísima Buenos Aires. A decir verdad, no todos los actores jugaron dentro del dominio centralista, porque justamente no todos, decíamos, entienden lo mismo por la política y la Revolución.

PARA AMPLIAR

Fabián Herrero: https://fhaycs-uader.academia.edu/FabianHerrero