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Un buen tipo

DE LO QUE PASÓ

Luis, querido Luis. Luis querido. Mi idea era escribirte esto antes de la votación pero no podía o, mejor dicho, no quería canalizar en estas letras lo que siento y pienso. No me siento bien, menos cómodo. Te cuento que ya pasaron dos Congresos del Partido Socialista, también una reunión de mis compañeras contigo. Pasaron todas las ponencias en las respectivas comisiones de la Cámara de Diputados, ponencias que tuvimos la oportunidad de seguir los que estamos interesados en el tema: en la igualdad. También pasaron tus 23 puntos explicando por qué votás en contra. Pasó tu entrevista en donde afirmabas que “…cuando me fueron a buscar ya sabían lo que yo pensaba” y “hablo siempre de las encíclicas papales”. También pasó ya tu discurso, con voz temblorosa, que defendía tu posición en el Congreso y, obviamente, la carta de intelectuales de la izquierda democrática que le enviaron a Miguel y a Antonio -viste que nosotros, los socialistas, nos llamamos por el nombre-. Y paso a contarte:

QUÉ ES UN MILITANTE

Es un varón, es una mujer. Desde que se levanta hasta que se duerme busca que este mundo del que somos parte sea un poquito menos injusto. Y oíme lo que digo, porque hablo del militante. No estoy hablando de gobiernos ni de gestiones que también demuestran con el más puro empirismo el porqué debe legislarse en pos de la interrupción del embarazo no deseado. El resto del mundo y Santa Fe es un faro que ilumina el camino en este tema. Y tampoco voy a usar en esto la palabra “neoliberalismo”. Te voy a hablar desde el amor porque me parece que la racionalidad en este caso da sobrados motivos para, si te gusta el término, justificar la interrupción voluntaria.

QUÉ ES UN MILITANTE SOCIALISTA

No lo hace un militante socialista su formación política, si es más despierto o no que otro para analizar la realidad o si se dedica más tiempo a lo partidario o el cargo que ocupa. No. Tampoco vamos por el mundo tratado de convencer a la gente que su religión, sus ideas o su creencias son las equivocadas. Como socialista no quiero que dejes tu religión de lado ni que abjures de tu Cristo. La mayoría de los militantes no te conocíamos, nunca habíamos tenido la oportunidad de hablar contigo, como con otros muchos. Pero nosotros, ellas y ellos, depositamos nuestra confianza en las personas que pusimos para armar las candidaturas y las campañas. No todo nos gusta, no todo nos convence. Pero: ¿somos tontos? No, simplemente amamos lo que hacemos. Y estamos aprendiendo. Somos convencidos por nosotros mismos. Salimos a la calle porque queremos. Aprendimos a aprender y así aprendimos que no cualquiera puede llevar nuestra voz al Congreso de la Nación. Un militante socialista es un sujeto dispuesto a aprender.

DE LAS CONVICCIONES Y LA MUJER SOCIALISTA

Porque mirá, esa silla que ocupás, fue la primera banca que ocupó el socialismo en América. Un partido político que se inició enseñándole a leer un grupo de inmigrantes europeos. Desde una banca solitaria se dio el ejemplo de cómo puede luchar una minoría con dignidad. Aprender. Aprendió que los jóvenes necesitaban una universidad al servicio del pueblo y caminó con ellos. Alfredo Palacios no solo nos representó con sus convicciones -él también muy cristiano como vos y otros más socialistas- sino que le arrebató desde un asiento de madera y cuero derechos para los trabajadores, cuya situación era paupérrima. Le arrebató de las fauces de la muerte, del maltrato, el anonimato y la degradación humana una ley que hará que la humanidad lo recuerde hasta el fin de la historia. Él promovió desde su banca solitaria allá en un rincón del mundo una ley que prohibía la Trata de Blancas. Es más llamativo que en inglés se la denomine “Esclavitud Blanca”. Aprendimos de él a construir desde las minorías, desde la soledad, desde una simple banca de madera y cuero y sin micrófono. Pensalo, sin redes sociales ni internet. Sin teléfonos. Sigo sin mencionar aún al liberalismo, al capitalismo, al neoliberalismo, y muchos etcéteras.

Pero más que de varones te quería hablar de ella. No veía la hora de hablar de ella. La mujer y más aún, la mujer socialista. Vino ella, una señorita inglesa, junto con otras varias, incipientes. Orgullosas. Quién no vibró al escucharla contar ya de muy jovencita sobre la experiencia de la Comuna de París pero no porque lo había leído de Karl Marx. Sino de boca de su propio padre, un militante revolucionario que predicaba que la burguesía en la Revolución Francesa había reemplazado a la nobleza pero que no habían llegado para mejorar la vida de las mayorías del pueblo francés. De ella aprendimos, ya hace 116 años, que la mujer no es un adorno del varón y tampoco está atada a la familia. Ella fue médica y un cuadro político que no volvió a tener nuestro partido. Mi partido. No hay varón que le llegue a sus tobillos. Su pensamiento, elocuencia, inteligencia deslumbraba a los varones de su época y a los de hoy. Su profesor del secundario -que años después llegó a la presidencia de la nación-, años mayor que ella, encontró en la jovencita a una igual. La realidad le pegó la cara. Los varones del partido quedaban helados ¿imaginás la cara de José Ingenieros y el rosarino Enrique del Valle Ibarlucea al conocerla? No me alcanza la imaginación.

Médica ginecóloga cuando no existía tal especialidad. Escribió en las mismas publicaciones internacionales junto con Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin. Madre. Tres veces madre. Sufrió los ataques del peronismo que prendía fuego las casas socialistas. Fundadora de la APDH y luchadora incansable por los derechos humanos y las luchas de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. Y caminó con ellas. Una mujer de paz. Una mujer. Así como muchas otras que veo en el día que son como una aplanadora que te pasa por encima. Si Jesús se la pasaba con las prostitutas y ladrones y ella también lo hacía ¿cuál es la diferencia entre él y ella? Ella, Alicia Moreau -aún no le puedo decir “de Justo”.

SOBRE LAS CREENCIAS

No me quedan dudas de que el error es nuestro, de los socialistas. Tampoco voy a utilizar experiencias personales porque cada uno tiene la suya. Pero lo que sí sé es que nunca hay que creérsela. Creíste que todo esto se trataba de vos y de tu fuero íntimo. Te la creíste. No es sobre vos y los tuyos. Esto era sobre nuestras mujeres, esas que se chuparon el frío en las peatonales, en las calles. Que armaban la mesa de campaña bajo la lluvia, el sol, el viento. Que llevaban orgullosas cajas con la estampa de tu cara, tu nombre y apellido en el frente. Tu apellido en los banners, en las pancartas y la cartelería. Que escribían mensajes y daban debates y el porqué era conveniente votarte. Muchas cosas de vos no sabían, no sabíamos. Ellas que no titubearon en decirle al vecino, vecina, amigos y amigas que eras un buen tipo, que es uno nuestro y que nos representa. Nos equivocamos y aprendimos. Podrías haberte abstenido, haber faltado, haber planteado tu posición y votar afirmativo. Eso no te hace menos cristiano porque tu fe es una promesa para un plano inmaterial. Acá, en este mundo, ellas, pueden caminar erguidas y verte a la cara ¿vos podrás?

Nunca fuiste claro y guardaste silencio. Y tuviste muchas oportunidades de hacerlo explícito pero hoy por hoy nos mandás a suponerlo por mencionar al Papa. ¿Un socialista no puede mencionar a un Papa o una encíclica? ¿No hay acaso socialistas cristianos?

Dicen que cuando una mujer avanza, no hay varón que retroceda. Depende, les digo desde mi machismo reloaded, mezcla de Pedro Infante y José Alfredo Jiménez. Depende, por ejemplo, si el hombre está frente a la mujer que avanza. Espero que lo aprend

La vuelta de la cacerola

La vuelta de la cacerola

Desde el jueves pasado se vivió un clima enrarecido frente a una controvertida reforma previsional motorizada por el gobierno. Mientras el Congreso debatía y sancionaba esta reforma, la calle mostraba escenas de protesta social -y de represión- que hacía tiempo no se veían.

El lunes 18 por la noche, mientras en el recinto la discusión estaba en un momento álgido, donde legisladores se acusaban unos a otros y los discursos eran vacuos y casi predecibles, el ruido en las calles se volvió a sentir, las cacerolas volvieron a ser de nuevo las protagonistas. Esta vez no se reclamaba porque el cepo cambiario restringía la posibilidad de veranear en el exterior, sino por un fin más ulterior, el recorte a uno de los sectores más vulnerables: los jubilados.

De a poco y sin césar, los vecinos, en las esquinas de los diferentes barrios porteños, se agrupaban, realizaban cánticos, algunos aplaudían, otros acompañaban filmando con el celular, todos intentando mostrar el descontento frente a una jornada negra. La más difícil de los últimos tiempos de democracia, con un Congreso que siguió legislando, a pesar de los actos de violencia que se vivían afuera, con una represión que no distinguió entre jubilados, manifestantes o periodistas.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Un Congreso que siguió legislando, a pesar de los actos de violencia que se vivían afuera, con una represión que no distinguió entre jubilados, manifestantes o periodistas.[/blockquote]

El pueblo habló y lo hizo de manera contundente, pacífica y espontánea. Buscando expresarse, movilizándose, tratando de repudiar  además los excesos de la violencia institucional que reinó durante todo el día. Fue in crescendo hasta que en un momento la energía acumulada derivó en una caminata desde diferentes puntos de la Ciudad de Buenos Aires hasta el Congreso de la Nación, una masiva movilización inédita, un reclamo unívoco: «con los jubilados no».

Soy de la generación del 2001, donde las cacerolas nos marcaron, donde vimos a nuestros viejos llorar por perder el trabajo, los que tuvimos que trabajar para ayudar a la familia, los que no llegamos a alcanzar los lujos de las mieles menemistas, y, todo lo contrario, nos vimos adolescentes en un diciembre álgido con las incertidumbres de un sistema que, un poco, nos abandonó. Crecimos inestables, conociendo las reglas del juego y así nos forjamos.

Durante todos estos años marchamos, creo que nunca paramos, lo hicimos cada vez que sentimos una injusticia. Lo seguiremos haciendo.

Las marchas del jueves 14 de diciembre y la del lunes 18 fueron un quiebre. Para muchos, implicó, por primera vez, sentir miedo en una manifestación, ante un Congreso militarizado, una enardecida Gendarmería que no distinguió y aplicó la mano dura, avalada por el gobierno nacional.

El lunes no hicimos más que confirmar esto. Miles de personas conocieron en carne propia la incertidumbre o la angustia de la violencia institucional. En las redes sociales, amigos, colegas, comentaban como habían sido víctimas de balas de goma, habían sido testigos de atropellos, vieron como se actuó con impunidad, asfixiados por gases lacrimógenos, sin que a nadie le importe mucho. Adentro, y a pesar de algunos intentos de querer interrumpir la sesión, nada fue suficiente y el oficialismo, acompañado por algunos otros partidos políticos, lograron su cometido: la reforma se convirtió en ley en la mañana de hoy.

[blockquote author=»» pull=»normal»]Durante todos estos años marchamos, creo que nunca paramos, lo hicimos cada vez que sentimos una injusticia. Lo seguiremos haciendo.[/blockquote]

No estamos acostumbrados a este tipo de fuerza de choque, no nos resignamos a que un pibe desaparezca o muera durante un operativo -como fueron los casos de Santiago Maldonado o Rafael Nahuel-, nos conmueve y nos duele, todavía no podemos creerlo.

Por primera vez, muchos acataron las minuciosas recomendaciones que diferentes organizaciones distribuyeron preventivamente frente a la posible situación de una detención arbitraria. “No vayas solo/a”, “lleva documentación”, “avisá donde estás”, entre otras.

Los lazos de solidaridad salieron fortalecidos a pesar de todo, esa fue una premisa que nunca se debilitó. A pesar de una clase dirigente sorda, los ciudadanos y ciudadanas salieron a la calle a protestar, conscientes de que los derechos adquiridos no se deben tocar. La ley fue aprobada en el recinto, pero en las inmediaciones resonó un repudio difícil de silenciar.

Foto de Federico Brocchieri (Facebook)

Una República sin defensores

Como alguna vez sentenció el filósofo peruano Manuel González Prada, nuestra forma de gobierno se reduce a una gran mentira. La coalición de gobierno Cambiemos hizo de la “República” uno de sus principales afanes proselitistas como pilar fundacional de la alianza. Fue al parecer, la marca distintiva que sustentó a Mauricio Macri -con un partido que no hace honor a su nombre en su gestión de la Ciudad de Buenos Aires- en un proyecto afianzado por las políticas y trayectoria de los socios fundadores (y liquidadores) del inconcluso Frente Amplio UNEN. Sin embargo, de la promesa institucional de la plataforma electoral de 2015, incluyendo lo expuesto en el primigenio debate presidencial por el actual mandatario, lo versado ha sido justamente contrariado en pleno por la práctica gubernamental. Quizás fue una de las pocas oportunidades en donde Daniel Scioli se expidió acertadamente como vocero de una política de gobierno, sin necesidad de recurrir a la mendacidad.

No es en vano ni redundante afirmar que el macrismo está lejos de aquella demanda social por el fortalecimiento de las instituciones de la Nación hacia un marco de transparencia y justicia en el real combate a los hechos -pasados, presentes y eventuales- de corrupción. Un gobierno que deliberadamente ha querido ocultar a los funcionarios y amigos del poder político que se han beneficiado de la compra de dólares a futuro, los individuos involucrados a las sociedades off-shore de Panamá Papers, las operaciones judiciales y políticas del presidente de Boca Juniors, y el incompatible papel que ocupan los negocios privados en la esfera de lo público de Ángelo Calcaterra, Nicolás Caputo y Franco Macri; sobre todo ante una Oficina Anticorrupción (OA) que en vez de investigar, justifica.

En este marco, los últimos actos de gobierno no hacen más que ratificar ese rumbo. Decidió recrudecer la violencia represiva de las fuerzas de seguridad (¿democráticas?) para repeler la legítima protesta social de los pueblos originarios y movimientos de la economía popular  -obrándose víctimas como Santiago Maldonado y Rafael Nahuel-, valló el acceso a Puerto Madero (en aras de la seguridad internacional) y restringió los derechos constitucionales al libre acceso al territorio nacional a ciudadanos extranjeros y argentinos -sin sentencias judiciales o pedidos de detención internacional- que venían a expresarse en el marco de la 11° Conferencia Ministerial de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Libertades, motivantes del fin republicano, que se ven amedrentadas en gran parte gracias a la aún vigente Ley Antiterrorista, paquete de la ‘pesada (pero conveniente) herencia´. Lejos también quedaron aquellas garantías judiciales, donde la prisión preventiva no podía ejercerse como anticipación punitiva.

En tiempos donde la sociedad básicamente pende de un hilo, siendo rehén del ajuste y el regreso de las recetas neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el lobby internacional, la República no tiene defensores. A pesar de que una diputada se auto-consagre como la fiscal de la República (incluso sin desvalorizar sus denuncias a la matriz del saqueo K), poco ha hecho ante la quita de pensiones a las personas con discapacidad por la fallida aplicación del inconstitucional Decreto 432/97, los progresivos tarifazos del Ing. Juan José Aranguren del Ministerio de Shell y Barrick Gold de la Nación, y la latente reforma previsional, laboral y tributaria que gracias a la connivencia política y sindical sigue su trámite parlamentario en el Congreso de la Nación. Lejos estamos de esa promesa de campaña de un 82% móvil y más cerca estamos de aquel recorte del 2001. El recorte de más $118.668 millones de peso parece estar en consonancia con la recomendación del FMI ante el “desfasaje previsional”. La “Pobreza Cero” y el pleno empleo resultan hoy otras quimeras más de una panacea que solo garantiza ser paradisíaca para los sectores corporativos y corruptos de la Argentina.

Desde el año 2008 brilla por su ausencia la designación de un Defensor del Pueblo de la Nación, institución dotada del deber -literal- de defender y proteger los derechos humanos y demás derechos, garantías e intereses tutelados en la Constitución y las leyes, ante hechos, actos u omisiones de la Administración y el control del ejercicio de las funciones administrativas públicas. Y para que no exista duda razonable, desde el año 2006, sigue pendiente el efectivo cumplimiento de la Ley 26.061 en lo que concierne a la designación e institucionalización de la Defensoría de los Niños, Niñas y Adolescentes de la Nación, ante un marco donde el Gobierno planea la baja de imputabilidad (o edad de punibilidad) y resuena el resurgimiento del suspendido -pero nunca derogado- Servicio Militar Obligatorio (Ley 17.531) , como alternativa para que los jóvenes encuentren su cauce de orden y progreso castrense, en un país cuyo Parlamento no está dispuesto a sancionar una Ley Nacional de Juventudes, entre otras cuestiones de valoración jurídica y social. Estamos a días de iniciar el 2018, próximos a cumplir diez años de ‘acefalía’ de un Defensor del Pueblo y trece años de una Defensoría de la Niñez inexistente; sucesos carentes de mérito de regocijo.

Pero en palabras del escritor y político peruano; “Las autoridades políticas, lejos de apoyar a débiles y pobres, ayudan casi siempre a ricos y fuertes”. ¿Cambiamos?