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Candombe: acá está la cultura afro argentina

Candombe: acá está la cultura afro argentina

Para visibilizar las raíces afro de la Argentina, las agrupaciones reviven esa fiesta itinerante que nació en los inicios de la ciudad colonial, frente a la construcción de un Estado Nación con image étnica europea.

Las llamadas de candombe, una manifestación histórica y cultural de los y las afrodescendientes en los barrios porteños. Foto: Agrupación Fuego Negro.

El candombe, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2006, recuerda que la afrodescendencia está presente en la historia argentina, y que la cultura africana va mucho más allá del color de piel, en dónde las mujeres tuvieron y tienen un rol fundamental como transmisoras de aquellas historias que intentaron ocultarse “debajo de la alfombra”. Un revisionismo histórico impulsado por el activismo y las decisiones políticas en los últimos 20 años. 

EL CANDOMBE COMO RESISTENCIA

Cuando comienza a caer el sol sobre el empedrado de las calles de San Telmo, La Boca, Monserrat, Barracas y Parque Patricios, es bastante habitual escuchar un repiqueteo de tambores que no proviene de las murgas rioplatenses sino de las “llamadas” de candombe. Una manifestación histórica y cultural de la comunidad afrodescendiente como herencia de sus ascendentes esclavos, reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2006. 

Frente a la construcción del Estado-Nación con su imagen étnica a semejanza los países “más vanguardistas de Europa”, bajo la presunción de blanquitud y europeidad, el candombe recuerda que la cultura afro está presente en la historia argentina.

Natalia Januario, afrodescendiente, profesora de Letras y candombera, explica que esa danza colectiva “conlleva una serie de prácticas religiosas, místicas y culturales”.  Describe que participar en las llamadas de candombe significa encontrar su origen. “Es una experiencia trascendental, ritual y esencial. Implica andar por las calles, aquellas que ocuparon nuestros negros originarios en ese traslado desde las orillas del Río de La Plata hasta el parque Lezama”, en alusión a lo que fue el centro de venta de esclavos de la Ciudad de Buenos Aires en tiempos de la colonia.

La palabra candombe deriva del adjetivo «kimbundu». Proveniente de lenguas bantúes, en donde «ndombe» significa «negro» y «ka» es prefijo de concordancia.  Es cantado en castellano y en lenguas africanas, de las que derivaron muchas del lunfardo.

La palabra candombe deriva del adjetivo «kimbundu». Proveniente de lenguas bantúes, en donde «ndombe» significa «negro» y «ka» es prefijo de concordancia.  Es cantado en castellano y en lenguas africanas, de las que derivaron muchas del lunfardo. Su origen se remonta a fines del siglo XVIII, pero en los últimos años ha logrado mayor visibilidad. 

Carlos Álvarez Nazarero es afrodescendiente y uruguayo, activista por los derechos del colectivo LGBTIQ+, primer inmigrante nacionalizado en formar parte de la gestión pública y tener un cargo de responsabilidad. Hoy es Coordinador Nacional del Programa Afrodescendencia y Derechos Humanos de la secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Define que el candombe “se transformó en un elemento de lucha y de resistencia de la cultura afro. Ha permitido trascender fronteras”. 

La llamada de candombe se explica en que los y las bateristas tocan para «llamar» a sus hermanos y hermanas, quienes responden con sus propios ritmos. Las agrupaciones, integradas por bateristas, bailarines y bailarinas, esperan su turno para marchar por la calle. “Participar de las llamadas implica revivir ancestros, tomar las riendas de nuestra historia, protagonizarla. Es una experiencia casi mística. Apropiarnos de un espacio que es nuestro”, define Natalia Januario.

LOS TIPOS Y PERSONAJES DEL CANDOMBE

Para Januario, “el candombe es un festejo que emula aquellas figuras como reinas y reyes africanos que fueron trasladados a este territorio”.

Esos personajes arquetípicos son representados en cada llamada, aclara la docente, como “la mamá vieja”, heredera el legado ancestral y vinculada a los trabajos laborales domésticos, “el gramillero” –curandero-, que con sus yuyos sanaba los males de la tribu, “la dama joven”, quién lleva adelante los momentos coreográficos de cada nación africana -hoy de cada agrupación-, y “el escobillero” que, con cascabeles y espejos, es quién barre los males, exorciza el cuerpo y los ambientes para evitar los males.

“Los personajes utilizan objetos de sus propios amos, algunos prestados y otros robados”, agrega Natalia.

Frente a la construcción del Estado-Nación con su imagen étnica a semejanza los países “más vanguardistas de Europa”, bajo la presunción de blanquitud y europeidad, el candombe recuerda que la cultura afro está presente en la historia argentina.

Es el candombe afro uruguayo el que se visibiliza en los márgenes del Río de la Plata, el del “chico, repique y piano”. Pero existió y existe un candombe afro argentino que se toca de manera diferente. Para Carlos Álvarez “es producto del racismo y de la invisibilización ese candombe que se toca puertas adentro, de alguna familia u organización”. 

Para la artista plástica y activista afro feminista santafesina, Mirta Alzugaray, “los esclavizados y esclavizadas generaron esa posibilidad de manifestarse a través de nuevos ritmos musicales, mezclados también con los originarios. No todos los candombes son iguales según las regiones del país” y ejemplifica con el candombe uruguayo, “que tiene un estilo propio porque los instrumentos que se utilizan para ejecutarlo nacen de los barriles de madera que existían en el puerto”. Por otro lado, Alzugaray explica que el “candombe litoraleño”, es una mezcla entre el afro argentino y el afro uruguayo, “con la una base rítmica que es muy común a toda la Argentina, pero que incorpora al malambo y hasta de la samba, palabra afro que hace referencia a la mujer “. 

LAS MUJERES AFRO TRASMISORAS DE LA CULTURA

Según la activista Mirta Alzugaray, “la parcialidad masculina del componente afro fue la que más se vio afectada por las Guerras de Independencia, la Guerra de la Triple Alianza y por la Fiebre Amarilla”. A su vez, opina que las mujeres africanas fueron esclavizadas desde todos los aspectos: “su cuerpo, el producto de sus vientres, sus pechos, como trabajadoras sexuales”.

Pero existió la resistencia a la esclavitud mediante los abortos, la música y los bailes. “Si tuvimos la oportunidad de conocer nuestra historia solapada, en voz baja y en secreto, fue gracias a las mujeres negras qué se ocuparon y se preocuparon para que esa memoria no se pierda”, enfatiza. “Nuestra militancia es en honor a las ancestras que tuvieron el legado de transmitir y sostener en la memoria la negritud en la Argentina”. 

Frente al eurocentrismo, el candombe recuerda que la cultura afro está presente en la historia argentina. Foto: Agrupación Fuego Negro.

Las mujeres, fundamentalmente dentro de la comunidad y del movimiento social afrodescendiente, tienen un rol fundamental y son “la punta del alza”. Para Carlos Álvarez, “si bien hay una sobre representación de las mujeres en los movimientos sociales, quizá no así en los lugares de referencia y de responsabilidad, producto del machismo y del patriarcado”.

Agrega que “en el candombe se da particularmente una tensión porque si bien un lugar históricamente asignado a las mujeres afro es la danza, en las últimas décadas, producto del avance del feminismo y el empoderamiento, hoy tocan el tambor y muchas veces son referencias de cuerdas de tambores”. En los últimos años aumentó la participación de las mujeres en aquellos lugares que históricamente fueron asignado a los varones.

APOSTAR AL AFROCENTRISMO

Desde 2013 y en el marco de la ley n° 26852 “Día Nacional de los/as afroargentinos/as y de la cultura afro”, se celebra el 8 de noviembre esta jornada para homenajear a María Remedios del Valle, fallecida un 8 de noviembre de 1847 tras haber combatido en el Ejército del Norte y ser nombrada capitana por el general Manuel Belgrano por su arrojo y valor en el campo de batalla.

La normativa reconoce las raíces afroargentinas y sus aportes a la construcción de la cultural nacional y, al mismo tiempo, un modo de luchar contra la estigmatización y el racismo. A su vez, insta al Estado argentino, más allá de la conmemoración de la de la efeméride, la inclusión de los contenidos en el diseño curricular, aunque varias provincias todavía no adhirieron a la ley y son los y las docentes que toman la decisión de abordar los contenidos en sus asignaturas.

“La invisibilización es social. Nadie ve las cosas así las tenga delante de sus narices porque la historia mitrista y sarmientista propuso una Argentina de tez blanca, bajada de los barcos” (Mirta Alzugaray, afrofeminista).

En sintonía con el cambio de paradigma que atraviesa nuestro país, el Coordinador Nacional del Programa Afrodescendencia y Derechos Humanos, Carlos Álvarez, fue candidato a representar a la Argentina en Foro Permanente para los Afrodescendientes de las Naciones Unidas. “Un gran logro del movimiento social afro porque implica por primera vez que el sistema de Naciones Unidas tenga un espacio de articulación institucional, hacia dentro del propio sistema y hacia afuera”, declara el funcionario.

Carlos Álvarez explica que, “en las últimas décadas, a partir de la presión de las organizaciones sociales y de la apertura del Gobierno, sobre todo desde el 2003, hubo una ampliación de derechos”. Ejemplifica con las celebraciones del Bicentenario de la Patria, “donde se abrió la puerta para poder reflexionar y visibilizar sobre esas historias no contadas es donde comienzan a surgir con mayor relevancia los relatos de Falucho, del Sargento Cabral, de María Remedios del Valle y de Juana Azurduy”. El funcionario agrega que “es fundamental revisar la historiografía y poner en valor también el aporte de la comunidad de afro argentinos, afrodescendientes y africanos. Que las investigaciones comiencen a traer a la luz las historias no contadas”. 

Para Mirta Alzugaray, “la invisibilización es social. Nadie ve las cosas así las tenga delante de sus narices porque la historia mitrista y sarmientista propuso una Argentina de tez blanca, bajada de los barcos”.  La afrofeminisita agrega: “Nosotros, los y las militantes y los activistas decimos que también bajamos de los barcos, pero bajamos de los tumbeiros, de las bodegas de esos barcos como esclavizados y esclavizadas”.

Las mujeres protagonistas de la transmisión cultural. Foto: Ana Cea.

AFRODESCENDENCIA

“Yo me auto percibí afro cuando a los 21 años comencé a vincularme con La Casa de la Cultura Indo-Afroamericana de Santa Fe. Allí realmente encontré una respuesta a mi fenotipo”, explica Mirta Alzugaray. “No entendía porque todos eran blancos y yo era la única negra en mi familia”, agrega.

Carlos Álvarez afirma que “en los avances de la revisión de las identidades, el concepto de afrodescendientes fue creado para romper con la idea del colorismo y que no necesariamente las personas negras fenotípicamente físicamente son afrodescendientes”.

 El concepto de afrodescendiente en términos étnicos raciales, es el que une a la comunidad. Álvarez agrega que “en la Argentina hay muchas personas que tienen un fenotipo blanco pero que tienen una ancestralidad, un abuelo, una abuela, una bisabuelo africano o afrodescendiente”. Las personas afrodescendientes que resistieron la esclavitud y las guerras, se fueron mezclando con poblaciones posteriores que llegaron desde Europa y los pueblos originarios.

Ventura, el esclavo que denunció la conspiración de Álzaga

“Por fiel a la Patria”, la medalla que recibió el esclavo Ventura por denunciar la Conspiración de Álzaga. Su réplica se encuentra en el Museo Nacional del Cabildo. Foto: Fundación de los Corrales Viejos.

“Por fiel a la Patria” versa la medalla que en 1812 le entregó el Primer Triunvirato al “Negro Ventura”, por denunciar la conspiración comandada por Martín de Álzaga, empresario español residente en Buenos Aires, para reinstalar el domino español.

Actualmente, la pieza pertenece a la Museo de los Corrales Viejos ubicado en el barrio porteño de Parque Patricios, pero se puede apreciar una réplica en el Cabildo de Buenos Aires.

Según el antropólogo Pablo Cirio, “es una de las medallas más antiguas de las que se tiene noticia que fuera entregada a un afrodescendiente”.

La ficha técnica de la medalla, perteneciente al Salón Premios y Medallas ubicada en el primer piso de la Fundación de los Corrales Viejos, reproduce los argumentos y la decisión del Triunvirato e identifica que el 30 de junio de 1812: “el señor Ventura, esclavo, se presentó a Pedro José Pallavicini, alcalde de un barrio de Buenos Aires, y denunció la conspiración”. También plasma por qué el esclavo tomó la decisión: «Porque nos iba a matar a todos el amo».

Antes de 1813 la libertad era una concesión del amo, ya por la voluntad del mismo o porque el esclavizado tenía un capital acumulado como para poder negociar los términos de su emancipación y comprarla.

El historiador Omer Freixa, especialista en estudios afroamericanos explica que “la población esclavizada tenía relegada su identidad en tal condición. Casi siempre adoptaban el apellido del propietario no sin perderse muchas veces precisiones en relación a los nombres de pila, como aconteció con Ventura”. De personas esclavizadas que trascendieron es muy común desconocer muchísimos datos biográficos o tener importantes lagunas.

“A Ventura, tras ser reconocido por el Triunvirato, se le dio la libertad y se le obsequió un estipendio monetario de 300 pesos, un uniforme y una renta vitalicia como militar, además de dos presentes”, explica Freixa. “Estos fueron un escudo de honor con la leyenda «Por fiel a la patria» y un sable para su defensa personal al ser soldado. El citado escudo fue adosado a su uniforme”.

Antes de 1813 la libertad era una concesión del amo, ya por la voluntad del mismo o porque el esclavizado tenía un capital acumulado como para poder negociar los términos de su emancipación y comprarla. Generalmente era un monto producto de ciertas libertades concedidas en torno a la concreción de trabajos por cuenta propia.

La incorporación de esclavizados al ejército fue masiva y bien frecuente. Si estas personas lograban sobrevivir, por lo general se les concedía la libertad. Muchos se enrolaron con promesas de emancipación. “Se discute la intención demagógica de la medida, si fue un sentimiento humanitario o una concesión dictada por las necesidades de una coyuntura más de las veces crítica”, finaliza el especialista.

LA DIASPORA CABOVERDIANA EN LA ARGENTINA

El grueso de caboverdianos llegó a nuestro país en las décadas de 1920 a 1940, con pasaporte portugués porque Cabo Verde era una colonia. En ese contexto se fundan las primeras sociedades de socorros mutuos como la de Dock Sud, Avellaneda. Foto: Agrupación Fuego Negro.

Javier Andrigo es vicepresidente de la Sociedad de Socorros Mutuos “Unión Caboverdiana” de Dock Sud, Avellaneda. La organización afro más antigua en contar con personería jurídica en nuestro país, que nació en 1932 como una mutual. Hoy su principal objetivo es difundir la cultura caboverdiana en la Argentina.

“Luchamos por mantener esa cultura en los nuevos descendientes de caboverdianos que no conocen la cultura. También en la visibilización de los afros en la Argentina y su defensa en los derechos humanos, contra la discriminación”, afirma Andrigo.

Entre las propuestas, la Asociación cuenta con un programa radial que se transmite todos los domingos a las 18 h por “FM La Tecno”, y en su canal de YouTube. En palabras de Javier, “la propuesta es difundir la cultura musical que es diversa”.

La agenda de la Asociación se conmemora el fallecimiento de Amilcar Cabral, exponente de la época de independencias en África, el 8 de marzo en el Día de la Mujer, en abril se realiza la primera que cachupa del año -una comida típica caboverdiana muy similar al locro, pero con algunas particularidades. El plato se repite en otras fiestas patriotas.

El grueso de caboverdianos llegó a nuestro país en las décadas de 1920 a 1940, con pasaporte portugués. En ese contexto, Cabo Verde era una colonia. Al ser insular, mucha población migrante se dedicaba a actividades relacionadas con el sector portuario y marítimo.

El Vicepresidente de la Unión Caboverdiana destaca la presencia de la asociación dentro de la Red Afro a nivel nacional. “Trabajamos en conjunto junto a todas las organizaciones afro del país, como la conmemoración del María Remedios del Valle”.

El grueso de caboverdianos llegó a nuestro país en las décadas de 1920 a 1940, con pasaporte portugués. En ese contexto, Cabo Verde era una colonia. Al ser insular, mucha población migrante se dedicaba a actividades relacionadas con el sector portuario y marítimo, lo que explica en parte un importante asentamiento en Dock Sud, pero también en La Boca, Beriso, Ensenada.

“Muchos llegaron en barcos que iban rumbo al sur a cazar ballenas, y como esos barcos paraban en Cabo Verde para abastecerse de combustibles, los caboverdianos conseguían trabajo en esos barcos y después, cuando llegaban al puerto, en la Argentina, terminaron recalando aquí”, explica Javier Andrigo.

Es importante notar que Cabo Verde es un archipiélago con más población fuera del mismo que viviendo allí, producto de esa misma diáspora con destino, entre otros, la Argentina.

El anarquista exiliado en la Argentina que salvó 300 españoles de los nazis en un campo de exterminio

El anarquista exiliado en la Argentina que salvó 300 españoles de los nazis en un campo de exterminio

Convenció a SS que podía organizar un grupo de trabajo que rendía más comiendo mejor y trabajando fuera del campo de exterminio. Su comando de prisioneros casi no tuvo muertos, comparado con otros. Es un héroe desconocido que rehizo su vida como publicista, guionista, melómano, librepensador y siempre antifascista. La vida sorpendente de César Orquin Serra.
César Orquín en el campo de concentración de Mauthausen, kommando de Vöcklabruck. Foto: Familia de César Orquín

En la Mendoza de los años ‘60, César Orquín Serra era un personaje público. Una persona vinculada a los medios, apasionado por la comunicación y la cultura. Otro exiliado español del franquismo, siempre en tensión con los autoritarismos. Se lo podía encontrar en primera fila en todos los conciertos de la Filarmónica, pero pocos conocían su excepcional historia.

El prisionero César Orquín Serra logró convencer a los nazis del campo de exterminio de Mauthausen que era capaz de dirigir un batallón de trabajo muros afuera, más eficiente, a cambio de mejores tratos y alimentación. Allí donde murieron miles, casi todos los prisioneros de su grupo sobrevivieron.

Su historia fue reconstruida y publicada hace pocos meses por Guillem Llin Llopis y Carles Xavier Senso Vila en “César Orquín Serra: El anarquista que salvó a 300 españoles en Mauthausen”. Es una exhaustiva investigación que aporta material documental y testimonial inédito. Permite concluir que es el responsable directo de salvarle la vida a más de trescientos republicanos españoles en el campo de exterminio de Mauthausen, donde morían por hambre, enfermedades, asesinados o por accidentes.

César Orquín defendió la República de la sublevación militar apoyada por Hitler y Mussolini. Desde 1937 fue parte de la brigada Abraham Lincoln integrada principalmente por voluntarios que hablaban inglés. Fue el único comisario político anarquista, lo que trajo los primeros choques con los comunistas que dirigían la brigada.

Hoy es reconocido como uno de los deportados más importantes de Europa. Los testimonios y documentación recogidos en Argentina, Alemania, Austria, Francia, Rusia y España permiten también cerrar las controversias sobre su rol de intermediario con los genocidas. Habían surgido condicionadas por el enfrentamiento entre anarquistas y comunistas tras la caída del nazismo, pero rápidamente desestimadas por los testimonios de los sobrevivientes.

“Dos de cada tres republicanos españoles perecieron en el campo de concentración de Mauthausen. Pero en el Kommando César a cargo de Orquín Serra sólo hubo entre 12 y 14 muertos”, explica el historiador Guillem Llin Llopis, para estimar que salvó a más de 300 personas con su estrategia para conseguir mejores condiciones de vida.

EL ANARQUISTA BURGUES

César Orquín defendió la República de la sublevación militar apoyada por Hitler y Mussolini. Desde 1937 fue parte de la brigada Abraham Lincoln integrada principalmente por voluntarios que hablaban inglés. Fue el único comisario político anarquista, lo que trajo los primeros choques con los comunistas que dirigían la brigada.

Tras la derrota de la República, fue parte del éxodo de medio millón de exiliados hacia Francia en 1939. Cinco meses después de terminar la Guerra Civil Española comenzó la Segunda Guerra Mundial como consecuencia del pacto Hitler-Stalin y la invasión a Polonia.

Orquín Serra pasó por cuatro campos de deportados españoles durmiendo a la intemperie lo que le trabajo problemas pulmonares que lo terminaron matando a los 74 años

Se sumó a las compañías de trabajadores extranjeros para defender a Francia contra la invasión nazi. Fue capturado en junio de 1940 por los alemanes. Ese año lo deportaron junto a otros españoles al campo de exterminio como Mauthausen.

Una vez en el campo de exterminio de Mauthausen (Austria) aprovechó la ventaja que le daba hablar el alemán. Convenció a los nazis de que con mejores condiciones de vida los prisioneros españoles podrían producir más. Fue el puente que le permitió salvar vidas mediando con aquellos que había combatido y ahora los torturaban.

Nunca dejó de leer y estudiar. Algunos lo veían diferente, altanero. ¿Quién se pone a estudiar en el infierno? Tenía cultura y modales de burgués. Sus compañeros eran todos campesinos y obreros.

Era miembro de una de las familias aristocráticas valencianas más importantes del siglo pasado. Su padre no le dio el apellido pero sí se ocupó de su bienestar y educación. César pasó por la universidad, algo muy poco frecuente en la España de hace 90 años. Se movió en círculos de alcurnia, sus medio hermanos fueron artistas muy famosos.

Por su concepción progresista del mundo que mantuvo el resto de su vida, se sumó a los anarquistas para defender la República.

Prisioneros de Mauthausen haciendo trabajos forzados.

CONTRA LOS AUTORITARISMOS

Su condición de libertario no le cayó bien a los comunistas que tenían dentro de la República una guerra aparte contra los anarquistas. Nunca comulgó con los autoritarismos: ni fascistas, ni comunistas (en la República, en el campo de batalla o de exterminio), ni con el peronismo cuando se exilió en la Argentina.

“Todo lo ponía en duda, todo debía ser cuestionado, cuando había algún acuerdo pedía que fuera discutido para encontrar una solución mejor. Siempre buscó sacar lo mejor de cada idea, de cada persona, de cada situación. Siempre estudiando. Era inteligentísimo, manejaba a la perfección siete idiomas”, contó su hija Mausi Orquín a La Vanguardia.

Una vez en el campo de exterminio de Mauthausen (Austria) aprovechó la ventaja que le daba hablar el alemán y su formación cultural. Se volvió el traductor y convenció a los nazis de que con mejores condiciones de vida los prisioneros españoles podrían producir más. Lo pusieron de kapo, que eran los encargados de mantener la disciplina en los campos de concentración y de dirigir los trabajos forzados. Fue el puente que permitió salvar vidas mediando con aquellos que él había combatido y ahora los torturaban.

Pongamos en contexto. De los 9 mil deportados republicanos que pasaron por los campos de concentración nazis murieron 5.258. El 90% en el campo de concentración Mauthausen, trabajando sin parar y mal alimentados, especialmente en el subcampo de Gusen. La mayoría eran jóvenes.

En esas circunstancias de horror César Orquín Serra consiguió convencer a los oficiales de las SS con estadísticas y gráficos de que si les daban mejor trato a él y sus compañeros, serían más eficientes. Según sus biógrafos allí demostró su gran habilidad e inteligencia.

Una foto icónica. Un grupo de deportados se fotografía en los días posteriores a conseguir la libertad. La foto está tomada en Vöcklabruck, el 13 de mayo de 1945. César es el primero de pie a la derecha de la imagen. Foto: Familia de César Orquín. 

UN CAMPO DE EXTERMINIO NO ES UN CAMPO DE FLORES

Cada tanto, los pasaban a otros sub campos de exterminio que dependían de Mauthausen, con diferentes niveles de sufrimiento. En el peor (Ternberg), el comando de César estuvo integrado por unos 360 a 400 prisioneros. En ese momento volvieron las disputas con los comunistas: habían organizado una resistencia clandestina en el encierro que iba en contra de la estrategia de Orquín de conseguir comida y mejores tratos. No se plegó. Finalmente renunció a la función de kapo.

Esos conflictos con los comunistas siguieron una vez terminada la guerra y liberados por los ejércitos aliados. Lo acusaron de explotar y mandar a la muerte a otros prisioneros. Pero sus compañeros dieron testimonios en su defensa. Orquín Serra y muchos de los prisioneros sobrevivientes respondieron con datos, dando testimonios ante las acusaciones. Declararon que les salvó la vida, que intervino atemperando la violencia de los alemanes. Que en su comando muy pocos prisioneros habían muerto.

En el horror del campo de exterminio la comunicación y los libros le habían permitido sobrevivir. Trabajó en radios como locutor, guionista y dramaturgo con el seudónimo Aldagón. Fue publicista y más tarde director artístico de la Asociación Filarmónica de Mendoza. Fue docente, fundó la Escuela de Propaganda y Publicidad.

Nunca fue acusado formalmente. En cambio, sí fueron condenados otros kapos o directamente ajusticiados.

“El aparato comunista, a pesar de su gran valía, trató de hundirlo, de humillarlo. Para mí, fueron razones de concepción política y metodológicas. Políticas porque su ideario estaba por encima de cualquier adscripción ideológica y partidista. Metodológicas, porque siempre actuó de igual manera: había que beneficiar a los más débiles para evitar que se murieran. No por afinidades políticas, como a menudo, o casi siempre, pasó con los comunistas”, explicó Guillem Llin Llopis a La Vanguardia.

EL EXILIO EN EL EXILIO

Se casó en Austria con su novia. Tuvo a su hija Mausi 1947. Fundó la Organización de Republicanos Españoles de Austria. Trabajó como profesor de idiomas y también en la embajada de la Argentina. Pero el hostigamiento y la amenaza de los comunistas continuó. Se exilió entonces en la Argentina.

Viajaron con pasaporte diplomático junto con la familia del cónsul argentino en Viena. Era el correntino José Ramón Virasoro: capitán retirado y ayudante de campo de Perón que sin experiencia política armó el Partido Peronista en su provincia, intentó ser candidato a gobernador y fue recompensado con un consulado en Europa. Más tarde habría sido investigado por venta de pasaportes y contrabando.

No renunció a su condición de español y antifascista. En 1955 participó en la fundación de la Agrupación Republicana Española de Mendoza, que asumió al peronismo como dictadura y se enfrentó a los comunistas pro soviéticos.

César Orquín, su esposa e hija se instalaron primero en Buenos Aires donde convivieron con republicanos españoles exiliados. Luego en Mendoza porque era más segura ante las amenazas de comunistas españoles (especialmente un secretario valenciano de origen gitano, de apellido Martínez). Eran tiempos de la guerra fría y el comunismo internacional se había convertido en un polo de poder político.

En el horror del campo de exterminio la comunicación y los libros le habían permitido sobrevivir. Sobre esos pilares reconstruyó su vida en el exilio argentino. Fue el responsable de prensa de la Biblioteca Pública General San Martín, en Mendoza.

Fue visible y conocido. Trabajó en radios (Libertador, Nacional y Nihuil) como locutor, guionista y dramaturgo con el seudónimo Aldagón. Fue publicista y más tarde director artístico de la Asociación Filarmónica de Mendoza. Fue docente, fundó la Escuela de Propaganda y Publicidad.

Pero no renunció a su condición de español y antifascista. En 1955 participó en la fundación de la Agrupación Republicana Española de Mendoza, que asumió al peronismo como dictadura y se enfrentó a los comunistas pro soviéticos.

César junto a su esposa Aloise Marianne Riedl y su hija Luisa Ana, «Mausi». Foto: familia César Orquín

LAS VUELTAS DE LA VIDA

Continuó en la actividad social como uno de los fundadores en 1956 del Centro de Investigación y Prevención de la Parálisis Infantil (CIPPI),  ocupado de vacunar ante el brote de poliomielitis y la inacción del gobierno.

También fue miembro de la Cámara Junior Internacional. Ya adulto ingresó a la masonería: su voz fue determinante para que Perón no fuera admitido como masón por sus convicciones autoritarias.

Por esos años surgieron versiones recogidas por Llin y Senso, sin prueba documental, que hablan de que podría haber colaborado con los cazadores de nazis, especialmente con Simon Wiesenthal.

La pintora Mecha Anzorena trabajó en la agencia de publicidad de César Aldagón (el seudónimo se le fue volviendo apellido con los años): recuerda que en los últimos tiempos estableció una relación muy estrecha con los hermanos Roitman.

César Orquín Serra murió el 14 de febrero de 1988. Hasta ese día vivió en el barrio Laprida de Godoy Cruz. Nunca quiso volver a España. La Generalitat de Valencia lo distinguió en octubre de 2021 por haber salvado 300 vidas.

“Para mí era un maestro. Él era comisario político en la Guerra Civil Española cuando yo era un niño de 13 años que vivía en Mendoza. Era un amigo. Tenía un oído absoluto y un conocimiento de obras musicales inmenso. Todos los días tomábamos un café y me daba lecciones de arte y de política”, contó a La Vanguardia Moisés Roitman, con impecables 97 años.

La amistad con Moisés y su hermano Abraham fue estrecha en la última década de la vida de Orquín Serra. Paradójicamente los Roitman fueron figuras relevantes del comunismo mendocino: “fui secretario de Relaciones Internacionales de la SARCU (Instituto de Relaciones Culturales Argentina – URSS) y en el ‘56 visité la Unión Soviética. Volví muy crítico del comunismo y del peronismo. Fui amigo cercano de Benito Marianetti que supo refugiarse en mi casa. Pero nunca fui afiliado. Mi hermano sí: es uno de los fundadores del Credicoop”, evoca Moisés.

Muchos años después fueron clientes y cercanos con Orquín Serra, que había llegado a Mendoza en parte por la amenaza de comunistas españoles. Se sorprende Moisés: “Nunca supe de eso ni me lo contó. Pero cuando fui a conocer Mauthausen nos atendió un ex prisionero español que nos habló maravillas de cómo César había salvado a cientos de personas”.

César Orquín Serra murió el 14 de febrero de 1988. Hasta ese día vivió en el barrio Laprida de Godoy Cruz. Nunca quiso volver a España. La Generalitat de Valencia lo distinguió en octubre de 2021 por haber salvado 300 vidas.

ENTREVISTA A GUILLEM LLIN: HISTORIADOR Y COAUTOR DE LA BIOGRAFÍA

«No se sabe de nadie que lograra hacer la gesta de César Orquín»

Guillem Llin Llopis escribió junto con Carles Xavier Senso Vila el libro “César Orquín Serra: El anarquista que salvó a 300 españoles en Mauthausen”. Es el resultado de 4 años de investigaciones con documentos y testimonios recogidos en 6 países, que colocó a Orquín Serra en el lugar de un héroe durante el horror del nazismo. En consecuencia, han surgido los reconocimientos a la gesta del anarquista e incluso la filmación de una película documental sobre su historia.

Entrevistado por La Vanguardia, Guillem Llin aporta detalles sobre el funcionameinto del campo de exterminio, la cantidad de sobrevivientes, los conflictos internos y la vida en el exilio.

¿Cuántas personas salvó César Orquín en los campos de concentración?

Atendiendo al porcentaje de los republicanos españoles que perecieron en el campo de concentración de Mauthausen, que se sitúa en dos de cada tres aproximadamente, y teniendo en cuenta que en el Kommando César hay identificados 437 prisioneros, se puede asegurar, sin ningún género de dudas, que su labor en Mauthausen fue de unos 300 deportados supervivientes que, de no haber sido por su actuación, hubieran muerto. Frente a los 300, solo hubo entre 12 y 14 muertos. Del total de deportados, todos son republicanos españoles, excepto dos, los dos cocineros, que se los impusieron los nazis.

¿Es posible afirmar que los salvó a partir de aprovechar sus capacidades personales de comunicación y organización?

César Orquín sabía alemán, aunque no bien. Estando prisionero en el “stalag” de Estrasburgo se hizo con una gramática alemana y otra inglesa. Estudió para aprenderlas, por lo que pudiera pasar. Al llegar al campo de concentración nazi de Mauthausen, ante la ausencia de deportados que hablaran el alemán, lo pusieron de intérprete.

-¿Cómo aprovechó para salvar vidas?

Jugó sus cartas de manera magistral. A partir de ahí, con su inteligencia y su don de gentes, consiguió convencer a los comandantes del campo (Franz Ziereis y George Bachmayer) que le dejaran salir para hacer los trabajos que habían quedado inconclusos por la guerra. Fue el primero en salir a un “kommando”, o sucursal. Él lo que quería era sacar a los republicanos de los muros de Mauthausen, para poder maniobrar a su gusto.

Hay que tener en cuenta que en los subcampos donde estuvo, él cerraba las puertas de los barracones por las noches para que nadie molestara a sus hombres y que no hay constancia que nunca los SS entraran a los barracones. Otra cosa eran las zonas comunes y la de trabajo. De hecho, en el documental, hay un ex deportado que dice que no sabías quien era el preso y quien el vigilante, cuando lo veías llegar con un nazi a su lado.   

¿Cuánto incidió su ideología anarquista y su formación política en la organización del trabajo?

Yo diferenciaría entre anarquista de concepción y anarquista militante. Como profundo humanista que era, abrazaba la forma de entender la vida anarquista. Pero de ahí a considerar que su ideología se transmite más allá como militante, creo que no. César era ante todo un hombre libre de pensamiento y que no se encasilla por nada en ninguna corriente de pensamiento. Menos aún, claro está, ser militante anarquista como de cualquier otra ideología. También se creía superior en inteligencia. Lo era y así lo han ratificado familiares de diversos deportados que consideran que era el hombre más inteligente que habían conocido. Por eso no aceptaba que nadie le dijera por donde tenía que ir. Su trabajo fue personal e intransferible. 

A partir del estudio de su vida y testimonios: ¿cómo resolvió Orquín el dilema moral de cumplir con los objetivos de los nazis y al mismo tiempo salvar vidas?

Para resolver el dilema moral hay que situarse en el contexto de la época, del momento. Segunda mitad de 1940. A Mauthausen llegaron, sobre todo, republicanos españoles. Hasta la primavera de 1941 fueron 5.700 deportados. Entre agosto de 1940 a mayo de 1941 murieron 350 españoles. En los siguientes diez meses, hasta marzo de 1942, murieron otros 3600 republicanos por la degradación que sufrieron subalimentados, desmoralización por la marcha de la guerra, el trabajo esclavo, la arbitrariedad nazi con imposibilidad de descansar.

César Orquín lo vió e intuyó que había que crear un microcosmos particular, fuera de Mauthausen. Allí él iba a poder maniobrar y garantizar mejores condiciones. ¿Qué prometió? Trabajo. ¿A cambio de qué? De mayor cantidad de comida y de un buen trato por parte de los nazis.

¿Cómo usted entiende que influyó su formación para manejar esta situación?

Era una cuestión de supervivencia. Además, hace poco, ha aparecido en el macro archivo de Arolsen Archives, que está bajo tutela de la UNESCO, un documento con los nombres de 208 deportados del campo de concentración de Mauthausen que cobraban de los nazis por hacer su trabajo. Entre ellos hay 33 españoles. César Orquín no está, no aparece. 

«Se puede asegurar, sin ningún género de dudas, que su labor en Mauthausen fue de unos 300 deportados supervivientes que, de no haber sido por su actuación, hubieran muerto».

En cuanto a su formación particular es indudable que tuvo su cuota de efecto. César no era un marginal ni un iletrado. Era un hombre con una sólida formación producto de ser un hijo ilegítimo de un padre burgués que no se había desentendido totalmente de él. Aunque acabaron de mala manera. 

En el campo de concentración tuvo conflictos de poder con los prisioneros comunistas. ¿Fue por razones políticas, metodológicas o por desconfianza al modo en que actuaba de vínculo?

Con los comunistas se llevaba a mal traer, como el gato y el perro. De hecho, estuvo en la guerra en la Brigada Internacional XV, la Abraham Lincoln, que era una brigada comunista y César era el único comisario político anarquista. Las diferencias entre lo que dice el Partido Comunista por encima del hombre con su raciocinio era algo que nunca aceptó. Jamás dio su brazo a torcer. Por eso, el aparato comunista, a pesar de su gran valía, trató de hundirlo, de humillarlo. Para mí, fueron razones de concepción política y metodológicas. Políticas porque su ideario estaba por encima de cualquier adscripción ideológica y partidista. Metodológicas, porque siempre actuó de igual manera: había que beneficiar a los más débiles para evitar que se murieran. No por afinidades políticas, como a menudo, o casi siempre, pasó con los comunistas. 

La tensión entre comunistas, anarquistas y socialistas se dio durante la República. ¿Es posible encontrar algún paralelismo con lo que luego pasó con los prisioneros republicanos en el campo de concentración?

La llegada de la Segunda República española fue una necesidad imperiosa. La corrupción, la pobreza, el analfabetismo, hicieron que se unieran todas las izquierdas. Así entró la República. Pero los socialistas querían ir paso a paso. Los anarquistas querían hacer la revolución. Y los comunistas, que no tenían fuerza ni representación política, no se fiaban ni de unos ni de otros.

Así era imposible entenderse.

Con todo, lograron avances significativos en el terreno de la educación, la justicia social, la pobreza, la Constitución de 1931 que fue una de las más avanzadas del mundo y la reforma militar. Tanto es así que los poderes fácticos comienzan a tramar una revolución militar que se plasmó en el fallido golpe de estado del general Franco, lo que causó el inicio de la Guerra Civil española.

Y la guerra la ganaron Hitler y Mussolini por su descarada ayuda a las tropas rebeldes en hombres, munición y armamento. Ellos estaban ensayando para lo que vendría después, la Segunda Guerra Mundial. Ni Francia, ni la Gran Bretaña ni los Estados Unidos de América lo vieron. Obviamente, todas esas rencillas, después en el campo de concentración aparecieron y se hicieron evidentes.  

Hubo un incidente en el que algunos prisioneros comunistas fueron trasladados a otro campo de concentración. A partir de allí, es que van contra Orquín acusándolo de colaboracionista. ¿Cómo usted demuestra que no existió ese colaboracionismo?

El incidente es falso de principio a fin, producto de la propaganda del aparato comunista. César Orquín no envió a cien comunistas a otro subcampo para que se murieran. Eso es mentira. Él no tenía la fuerza suficiente como para ordenar el traslado de presos de un kommando a otro. Y se sabe que es mentira porque en la misma orden y fecha que salió de los nazis, hay también un número considerable de deportados del kommando de Steyr, que se encontraba a un centenar de kilómetros de distancia. Por si esto no fuera suficiente, en Redl-Zipf, además de los miembros del Kommando César, había otros deportados, a los que también afectó la medida.

«En 1946 forma parte del comité creado por Simon Wiesenthal, para cazar a los nazis prófugos. En 1947 fundó la Organización Republicana Española de Austria (OREA). Pero llega un momento en el que se da cuenta de que para romper con la dinámica que ha seguido desde hace más de una década, tiene que emigrar, poner tierra por medio.»

Con el final de la guerra ya próximo, había poco trabajo y en el kommando de Gusen, de altísima mortalidad, hacía falta gente: esa fue la razón por la que los nazis ordenaron trasladar presos de los otros subcampos a Gusen. Pero no fue capricho de César Orquín. Además, como el fin de la guerra estaba cerca, no murió nadie de los que fueron enviados.  

¿Cómo describiría la vida de Orquín en la Argentina, ocupado en la publicidad, el antifascismo con los exiliados, la masonería, la cultura y la formación de jóvenes?

Una vez Orquín sale en libertad, y mientras otros deportados necesitan largas estancias en hospitales y balnearios para recuperarse, César entra a trabajar a las dos semanas como jefe de ventas en una empresa austriaca. A los tres meses su novia está embarazada, a los seis meses, se casa con su novia, y al año, es padre de una niña.

En 1946 forma parte del comité creado por Simon Wiesenthal, para cazar a los nazis prófugos. En 1947 fundó la Organización Republicana Española de Austria (OREA). Pero llega un momento en el que se da cuenta de que para romper con la dinámica que ha seguido desde hace más de una década, tiene que emigrar, poner tierra por medio.

También por precaución. Está casado y es padre de un bebé. Los comunistas dicen que le han condenado a muerte. Así marcha a la República Argentina. Primero a Buenos Aires y al cabo de dos años a Mendoza. César es un hombre con inquietudes e hiperactivo. Así, además de su trabajo en la biblioteca pública General San Martín se ocupa en la radio, escribe guiones para representaciones teatrales, es director artístico de los teatros Ópera e Independencia de Mendoza, da clases de publicidad, es corresponsal de una revista española especializada en música, forma parte del vacunatorio CIPPI, entra en la masonería, forma parte de la Cámara Junior, es locutor de radio, crea la agencia de publicidad Aldagon Propaganda. Los mendocinos tuvieron durante 36 años a un vecino excepcional y único.   

Usted documenta que Orquín puso una fuerte resistencia a que Perón y gente vinculada a su régimen ingresara en la masonería. ¿Por qué asumió esa posición Orquín?

César Orquín renegaba de los totalitarismos. Todos. Y aquí hay que entender que, si o estás conmigo o contra mí, sin términos medios, eso se trata de una forma totalitaria. En consecuencia, para él era inaceptable. En ese sentido, Perón fue un dictador, que tuvo la animadversión de César como Hitler, Stalin o Franco. Y era lógico que los masones no lo quisieran, porque los masones son librepensadores, algo que Perón digería muy mal. 

Es posible comparar a César Orquín con otros «héroes» que salvaron vidas durante el nazismo. Personalmente, ¿con quiénes encontraría un paralelismo entendiendo las condiciones y la dinámica?

Hace un mes, cuando estuvimos grabando en el campo de concentración de Mauthausen, estuve hablando con Christian Dürr. Por cierto, su pareja es argentina. Dürr es comisario del Memorial Mauthausen y una de las mayores eminencias de la deportación del mundo. Según él, no hay nadie, absolutamente nadie, que se sepa, que hiciera la gesta que consiguió hacer César Orquín. Desde dentro de un campo de concentración, como deportado, y únicamente con su palabra, hacer lo que hizo es increíble. Por tanto, no se puede comparar con nadie.

«No hay nadie, absolutamente nadie, que se sepa, que hiciera la gesta que consiguió hacer César Orquín. Desde dentro de un campo de concentración, como deportado, y únicamente con su palabra, hacer lo que hizo es increíble»

Mausi Orquín y Guillem Llin durante la filmación del documental “El Kapo” en un banco del parque de San Martín de Mendoza. También aparece Andrea Sanhueza, de producción de la Universidad Nacional de Cuyo. Foto: Andrés Fontana.

DOCUMENTAL «EL KAPO»

A partir de la investigación de Guillem Llin Llopis y Carles Xavier Senso Vila, la Universidad Nacional de Cuyo, la Universidad de Valencia y la Asociación de Televisiones Educativas y Culturales Iberoamericanas (ATEI) están trabajando en el documental El Kapo. La película está en fase de postproducción y se espera su presentación para el primer trimestre de 2023.

Director: Albert Montón. Guion: Albert Montón. Productor ejecutivo: Miquel Francés. Director de fotografía: José Vicente Viadel. Música original: Carlos Vera. Montaje: Txiki Montán. En Argentina la producción estuvo a cargo de Andrea Sanhueza.

Camila Perochena: «En el gobierno de Cristina el pasado fue omnipresente»

Camila Perochena: «En el gobierno de Cristina el pasado fue omnipresente»

¿Qué lugar tiene el pasado en los discursos de Cristina Kirchner? ¿Qué importancia tiene la historia en la «batalla cultural»? El libro «Cristina y la historia» de la joven historiadora Camila Perochena nos presenta esta compleja relación entre política, memoria e historia.

Historiadora y docente, Camina Perochena, todas las semanas analiza alguna página de nuestra historia en el programa Odisea, conducido por Carlos Pagni (curiosamente también graduado de la carrera de Historia). A mitad de camino entre la divulgación histórica y el análisis con vistas a la actualidad, Perochena despliega con desparpajo y simpatía sus conocimientos en la pantalla chica. El logrado equilibrio entre el trabajo académico y el interés por trascender al gran público hacen de Perochena una rara avis de nuestros tiempos.

En su último libro, Cristina y la historia. El kirchnerismo y sus batallas por el pasado (Crítica, 2022), este ejercicio se repite. Allí, la historiadora rosarina analiza los usos del pasado en el discurso de la dos veces presidenta y actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. A partir del abordaje crítico de sus discursos, Perochena intenta dar cuenta de las claves de una narrativa agonista forjada en inclusiones y exclusiones de acontecimientos y actores individuales y colectivos, en la cual el pasado parece servir para legitimar las acciones políticas del presente. Fundamentado en un pormenorizado trabajo sobre fuentes (principalmente discursos presidenciales, aunque no exclusivamente), el trabajo invita, a su vez, a pensar sobre las posibilidades de hacer historia reciente.

En conversación con Eduardo Minutella, Camila Perochena reflexiona sobre los desafíos que le representó la investigación sobre este tema y la publicación de su libro, dada la gravitación que la figura en cuestión sigue teniendo en la actualidad. Historia, política y memoria se entrelazan de forma compleja en nuestra vida pública y, todavía más, cuando la enunciadora tiene peso propio, como es el caso. Sobre este y muchos otros temas la autora habló con La Vanguardia.

La primera pregunta que quisiera hacerte es del orden de lo metodológico. ¿Qué dificultades encuentra un historiador cuando encara el análisis de un tema tan contemporáneo como el que decidiste trabajar? ¿Cómo se mantiene la distancia analítica necesaria para una investigación rigurosa cuando el efecto de agenda sobre el objeto abordado es prácticamente permanente?

Creo que diste en el punto de uno de los aspectos más difíciles de mi investigación y es que no sólo se trata de un tema contemporáneo que, aún hoy, sigue siendo tema de agenda y disputa política, sino que además vivimos en una sociedad que está completamente polarizada. La identidad política hoy es una identidad prevaleciente en argentina, quiero decir con esto que, en muchos casos, las personas asumen una serie de juicios de valor sobre otros a partir de las preferencias políticas que tiene. 

Teniendo esto en cuenta, lo que intenté en términos metodológicos, fue acercarme a mi objeto de estudio (los usos políticos del pasado en el gobierno de Cristina Kirchner) como si estuviera estudiando algo que sucedió hace cinco siglos en Francia. Marcar la diferencia entre mi rol como historiadora y mis preferencias como ciudadana. El éxito de esa intención puede, sin dudas, ser cuestionado, pero siempre sostuve la aspiración de establecer una distancia con el presente y analizarlo con pretensiones académicas y no cívicas. Dicho esto, soy consciente que en la selección del tema y en las preguntas que le hago se juega la subjetividad del historiador, ningún acercamiento al pasado o al presente puede ser completamente objetivo. A pesar de esa limitación, en las respuestas a las preguntas de investigación, busco no caer en la grieta, ni en las visiones simplistas de blanco o negro que, por momentos, predominan en el debate público. 

Caracterizás a Cristina Fernández de Kirchner, según la conceptualización de Michael Bernhard y Jan Kubik, como una “guerrera memorial”. ¿Hay algún caso homologable en la historia argentina del siglo pasado?

Cuando digo que Cristina Kirchner es una “guerrera memorial” me refiero a que ella buscó dar una “batalla por la historia” y que sostuvo que existe una “verdadera historia” que debe imponerse sobre una supuesta “historia falsificada”. Esta es una fórmula que Cristina Kirchner retomó del revisionismo histórico. Pero esa no es la única “guerra memorial” de nuestra historia. 

En muchos momentos se pueden reconocer ese tipo de batallas que suelen coincidir con períodos de fuertes antagonismos en las identidades políticas. Aquellos momentos en los que los “otros” pasaron de ser considerados adversarios a ser considerados enemigos. Cito sólo algunos ejemplos que me vienen a la cabeza. Con la caída de Rosas (incluso antes) se construyó una visión del pasado argentino donde el rosismo aparecía como la tiranía que había que derribar y dejar atrás. Esta voluntad de venganza se ve incluso en la memoria urbana. Donde alguna vez estuvo la quinta de Rosas, se construyó el parque 3 de febrero, fecha de su caída, se derribó la quinta donde vivía y, en el mismo lugar, se colocó una estatua de Sarmiento, uno de sus enemigos.

A esta batalla memorial, el revisionismo histórico respondió con una nueva “guerra memorial” al sostener que esa era una historia falsificada y que existía una “verdadera historia” que debía ser contada donde Rosas no era un tirano sino un héroe popular. Ese es el guante que recogió Perón. Pero, lo interesante, es que no fue durante su presidencia sino después de su caída que se hizo revisionista. Durante su presidencia Perón estaba lejos de ser un “guerrero memorial”, lo que hizo fue retomar una visión liberal de la historia. Pero cuando, luego de ser derrocado, el régimen de 1955 se identificó a sí mismo con la línea Mayo-Caseros, Perón pasó a identificarse con Rosas y a recoger las visiones de la historia que el revisionismo le había acercado, con mucha expectativa, durante su presidencia. Pero los adversarios de Perón también podrían pensarse como guerreros memoriales, al identificarse con Urquiza y al buscar dar su propia interpretación del pasado reciente que los llevó, incluso, a saquear y demoler la quinta donde había vivido Perón en su presidencia. Entonces, en diversos momentos dirigentes políticos se pensaron como “guerreros memoriales”, en ese sentido lo de Cristina no sería del todo novedoso. 

«Cristina Kirchner consideraba que para avanzar en el plano político, económico y social debía primero triunfar en la “batalla cultural” y, la base de esa batalla, era para ella la reescritura de la historia. Uno podría decir que ese lugar que le daba a la historia es un gesto mitrista, pero que no apareció como un aspecto tan central en otros presidentes».

Autores como Rorty o Sartori han sostenido que en la década de 1990 la izquierda a nivel mundial se habría refugiado en lo cultural. Y sin embargo, no fue aquella una época propicia a la emergencia de discursos que otorgaran centralidad a la denominada “batalla cultural”. En el nuevo siglo, en cambio, pudimos observar la pregnancia de esa concepción en discursos de lo más diversos, desde el sostenido por Cristina Fernández de Kirchner, como bien analizás en tu libro, hasta en fuerzas políticas de signo muy diverso, incluso posicionadas en las derechas. ¿Por qué te parece que esto fue posible?

Lo voy a tratar de pensar en clave latinoamericana. Creo que las crisis económicas y sociales que se dieron a principios de siglo fueron también crisis identitarias. Hubo una explosión de demandas de reconocimiento e identidad en toda Latinoamérica. No se trataba sólo de demandas materiales, sino que la cuestión cultural adquiría centralidad. Diferentes fuerzas de distinto signo ideológico tomaron nota de ese lugar central que pasó a tener la identidad e incluyeron la cuestión cultural en sus discursos.

xFrente a la pérdida de coordenadas identitarias, había que volver a responder a la pregunta de quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. En el caso del kirchnerismo, creo que ese cambio en relación con el contexto de 1990 se puede ver en el lugar central que volvió a tener la idea de “revolución”. Cristina sostenía que el kirchnerismo venía a cumplir las promesas inconclusas de los revolucionarios de mayo de 1810 y de los jóvenes militantes de 1970. Ese “revival” de la idea de revolución es, también, una respuesta a la crisis identitaria de principios de siglo. 

Algo muy interesante que se desprende de la lectura de tu libro es que en algunos aspectos el uso de la historia que hace Cristina Fernández de Kirchner no es muy diferente al que hicieron en su momento los artífices de la Argentina liberal. Por un lado, la historia aparece como una guía para la acción; por el otro, es un discurso que forja identidades. ¿Qué especificidades encontrás, más allá de esta condición en apariencia paradojal, en los usos del pasado que hace la expresidenta?

Creo que esas son las dos funciones que todo político le encuentra a la historia, ya sean de derecha, izquierda, peronistas, liberales. Los historiadores debemos ser una minoría que insistimos en que la historia no funciona como guía para la acción porque la historia no se repite, o que estudiamos el pasado sin el objetivo de forjar identidades. Dicho esto, creo que los usos del pasado de Cristina Kirchner tienen tres características específicas. Una es la intensidad con la que usa el pasado. En su gobierno el pasado fue omnipresente. En el 51% de sus discursos habló de historia, creó nuevos museos, nuevos feriados, inauguró monumentos y escenificó la historia en numerosos actos políticos. La segunda, se relaciona con el lugar central que ocupa la historia en su imaginario político. Cristina Kirchner consideraba que para avanzar en el plano político, económico y social debía primero triunfar en la “batalla cultural” y, la base de esa batalla, era para ella la reescritura de la historia. Uno podría decir que ese lugar que le daba a la historia es un gesto mitrista, pero que no apareció como un aspecto tan central en otros presidentes. Y la última característica es el uso polarizador del pasado que rastreaba en la historia los antagonismos que el kirchnerismo buscaba profundizar en el presente. Eso no sería una originalidad de Cristina Kirchner pero sí se podría decir que ese uso polarizador de la historia es más reiterativo y profundo que en otros presidentes anteriores. 

En lo que hace a la mirada histórica específica de Cristina Fernández de Kirchner, la presentás como artífice de una “nueva-vieja historia”. ¿Cuáles serían las características de esa tensión entre lo nuevo y lo viejo presentes en su concepción de la historia?

Cuando me refiero a “nueva-vieja historia” lo que quiero decir es que la visión del pasado que Cristina Kirchner presentaba como una nueva historia tenía poco de novedoso porque era una suerte de mix de diversas visiones del revisionismo histórico. Tampoco había una novedad en la visión del período revolucionario del siglo XIX donde Cristina retoma la interpretación más tradicional de la historia liberal. Lo novedoso, podríamos decir, está en convertir esas visiones revisionistas en historia oficial. Si bien ya se puede ver al revisionismo en los gobiernos de Cámpora o de Menem, los usos políticos que el kirchnerismo hizo de esas visiones son diferentes. Se podría sintetizar diciendo que Menem repatrió los restos de Rosas pero con el objetivo de “cerrar” un debate por el pasado y “reconciliar”. En el caso de Cristina Kirchner, se subió a Rosas al panteón con el objetivo de abrir la batalla por la historia y “polarizar”. 

Pero esta tensión entre lo viejo y lo nuevo podría reconocerse también en los propios objetivos del gobierno. Hay una paradoja que encierra este discurso y es que requiere hablar del pasado para posicionarse en un presente que se instituye como un nuevo origen. Es decir, hay una paradoja a la hora de hablar de un gobierno que para refundar la nación, para terminar con lo que Cristina llamaba “200 años de fracasos y divisiones”, restaura el pasado.

Lo político, indeterminado por definición, es un elemento central en el discurso de Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, en la construcción de una línea 1810/militancia revolucionaria de la década de 1970/kirchnerismo, el presente aparece como inscripto en el pasado, lo que te permite caracterizar a la expresidenta como una “filósofa de la historia”. ¿Cuál sería entonces el lugar para el azar y lo indeterminado en su concepción de la historia?

Esto que marcás es un punto buenísimo y ahora que lo presentás así pienso que me hubiese gustado que se me ocurriera cuando estaba escribiendo el libro. Como bien marcás, a mi me parece que Cristina Kirchner tiene un discurso donde el kirchnerismo se presenta como punto de llegada de un proceso iniciado en 1810 e interrumpido en diferentes momentos históricos. Ahora bien, esa idea de que hay algo de inexorabilidad en el proceso histórico deja poco lugar a la acción de los individuos. Por lo cual, esa es una visión de la historia que entra en tensión con otra idea de la historia que es central en el kirchnerismo: el rol de la voluntad para moldear la realidad. El voluntarismo revolucionario que se puede encontrar en la tradición francesa, rusa o guevarista de la revolución, por citar algunos ejemplos. Esa idea de que la voluntad política no tiene límites estuvo en Néstor Kirchner y en Cristina Kirchner. Entonces, por más paradójico que suene, creo que en el kirchnerismo conviven ambas concepciones de la historia, una que hace hincapié en la “necesidad histórica” y otra que lo hace en la “voluntad”. 

Un tópico que aparece en forma recurrente en los discursos que analizaste es el de la “complicidad”. ¿Cuáles son las razones de esa presencia y cuál es su valor performativo?

Hay algo constitutivo de la concepción que Cristina tiene de la historia y es que las derrotas propias se explican por el complot de los enemigos del pueblo, tanto en el presente como en el pasado. Así es como lee la caída de Rosas, el derrocamiento de Yrigoyen y Perón, el golpe de 1976 y su propio presente. En esta visión dicotómica aparece la idea de que existe un enemigo, acechando y complotando permanentemente en contra de los representantes del pueblo. De esta manera, Cristina construye una oposición entre una suerte de complot mediático-judicial, por un lado, y voluntad del pueblo, por el otro. 

Esta idea de complot es muy efectiva a la hora de generar adhesiones y movilizar a la acción. Francois Furet decía que en la revolución francesa, la idea de complot era lo que le daba energía a la acción revolucionaria. No alcanzaba con reivindicar la igualdad, la libertad y la fraternidad, para desatar la energía revolucionaria se requería del complot aristocrático: “Todo credo maniqueo necesita tener que vencer una maldición” decía Furet. Esto era lo que organizaba la acción política, lo que activaba un conjunto de convicciones y creencias.

«Con Cristina Kirchner la densidad histórica es mucho mayor, Cristina hablaba tanto del siglo XIX como del siglo XX, sostenía que venía a terminar con las promesas inconclusas de los revolucionarios de mayo de 1810. Hay ahí una ambición refundacional mucho más ambiciosa que la que podía verse en Néstor Kirchner. Además, hay una preocupación mayor por escenificar esa batalla cultural».

En el capítulo sobre los festejos del Bicentenario, uno de los más elocuentes del libro, recuperás una idea de Máximo Kirchner recogida en un documental: “con esto los quebramos culturalmente”. ¿Esa vocación de integrar historia y “batalla cultural” estaba mucho más presente en Cristina Fernández de Kirchner que en el expresidente Kirchner? ¿Por qué?

Creo que esto era así porque para Cristina Kirchner, a diferencia de Néstor Kirchner, lo simbólico tenía la capacidad de moldear la realidad. En muchos discursos Cristina sostuvo que Argentina había sido derrotada política y económicamente porque antes la habían “colonizado culturalmente”. De esta manera, lo cultural y simbólico adquiría una preponderancia política que no tenía en la cosmovisión de Néstor Kirchner. Esto no significa que no hubiera un despliegue simbólico o una batalla por el pasado en el ex presidente, de hecho la hubo y es un tema que muy bien ha estudiado Sol Montero. Pero lo simbólico no tenía la centralidad que tuvo con Cristina Kirchner. Incluso, las batallas por el pasado de Néstor Kirchner se centraban en la historia argentina reciente, desde los 70 al presente principalmente. El siglo XIX casi no aparecía en los discursos de Néstor Kirchner. Con Cristina Kirchner la densidad histórica es mucho mayor, Cristina hablaba tanto del siglo XIX como del siglo XX, sostenía que venía a terminar con las promesas inconclusas de los revolucionarios de mayo de 1810. Hay ahí una ambición refundacional mucho más ambiciosa que la que podía verse en Néstor Kirchner. Además, hay una preocupación mayor por escenificar esa batalla cultural. Los rituales políticos con Cristina Kirchner estaban cuidadosamente diseñados. Cristina tenía a Javier Grosman que fue quien organizó todos los actos del gobierno desde el Bicentenario en adelante. La manera de representar la historia, la escenografía que rodeaba a la presidenta era tan importante como el contenido del discurso. Esa cuidadosa preocupación por “escenificar el poder” no estaba en el ex presidente. 

El “deber de la memoria” aparece en el discurso de la expresidenta como un imperativo moral, a la vez que, según afirmás, cumple una importante función polarizadora. ¿Cómo se salva, ante la opinión pública, la tensión entre una moral que aparece a la vez como absoluta y como utilitaria? ¿Encontrás un uso similar en otros dirigentes o fuerzas políticas en la Argentina actual?

No estoy segura de que Cristina Kirchner piense al “deber de memoria” al mismo tiempo desde una concepción deontológica (como imperativo moral) y utilitaria. En su discurso, la dimensión absoluta de la moral en lo que respecta a la memoria del pasado traumático es predominante. Creo que la idea más utilitaria aparece en los discursos que apuntan a un uso productivo del olvido, aquellos que sostienen que hay contextos históricos en los que olvidar es lo más “conveniente” desde una perspectiva utilitarista. Pienso en el caso de Carlos Menem y los indultos, por ejemplo. Allí no se piensa a la memoria como imperativo moral. Creo que en la actualidad, la mayoría de los dirigentes políticos entienden la memoria del pasado dictatorial como un imperativo moral, desde los dirigentes peronistas hasta los radicales. Creo que en el caso del PRO hay una división en ese sentido. Diría que en Horacio Rodríguez Larreta está la idea de memoria como imperativo moral que puede verse en ese video que grabó para un 24 de marzo contando el secuestro de su padre, pero que en Macri no aparece tan marcado porque, durante su presidencia, existió una deliberada voluntad por mirar al futuro y no al pasado.

Empezamos con una de orden metodológico y cerramos igual. Luego de haber realizado un intensivo trabajo en historia reciente: ¿qué sugerencias le harías a quienes quieran adentrarse en ese territorio todavía no tan transitado?

Que se acerquen a su objeto con la menor cantidad de juicios valorativos posibles, no es fácil, pero que al menos sea una aspiración. Desde ya que esto es un debate epistemológico muy profundo como para despacharlo en tres líneas, pero a mí me ayudó pensar ese acercamiento académico y no político con mi objeto.

QUIÉN ES

Camila Perochena (Rosario, 1987) es Doctora en Historia por la Universidad de Buenos Aires. Magister en Ciencia Política por la Universidad Torcuato Di Tella y Profesora de Historia por la Universidad Nacional de Rosario. Su tesis de doctorado se centra en los usos de la historia durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina (2008-2015) y Felipe Calderón en México (2006-2012).  Se desempeña como profesora en el Departamento de Estudios Históricos y Sociales de la Universidad Torcuato Di Tella. Realiza trabajos de divulgación histórica en el diario La Nación y el canal LN+. Es cocreadora de los podcast “La Banda Presidencial” y “Hay que pasar el Invierno” de La Nación. Su primer libro es Cristina y la historia. El kirchnerismo y sus batallas por el pasado (Crítica, 2022).

¿Qué era ser socialista en 1930 para La Vanguardia?

¿Qué era ser socialista en 1930 para La Vanguardia?

Analizando una nota publicada en La Vanguardia, el historiador español rescata el valor de organizar y estudiar para transformar. Actualidad de ideas en tiempos de convulsión política por el retorno de los fascismos.
Portada de La Vanguardia el 7 de enero de 1928, recuperada por el proyectos Vanguardia Digital del CEHTI, disponible en https://www.vanguardiadigital.org.

En enero de 1930 encontramos una reflexión editorial realizada desde La Vanguardia, periódico socialista de la Argentina, que tuvo eco a primeros de marzo en El Socialista español, sobre el significado de ser socialista.

La Vanguardia publicó una columna porque consideraba que era un momento necesario para definir qué era ser socialista, habida cuenta de que el país vivía momentos de “gran confusión política y de polarización”. Parecía necesario recordar a los trabajadores, especialmente a los más jóvenes, que no había que impacientarse ni desesperar ante la realidad de la política criolla.

Recordemos que la crisis de 1929 generó mucha tensión y malestar social entre las clases trabajadoras y un cuestionamiento de la democracia por parte de los sectores políticos dominantes.

Precisamente, a principios de septiembre de aquel año de 1930 tuvo lugar un golpe militar, liderado por el general José Félix Uriburu, que derrocó al presidente radical Hipólito Yrigoyen.

Pero el texto trascendía la coyuntura política argentina del momento para explicar en qué consistía ser socialista.

ORGANIZAR

La primera idea tenía que ver con la organización y el trabajo como ejercicio de disciplina. El socialismo siempre tuvo a la organización como un valor fundamental. El trabajo debía ser perseverante, guiado por la “justicia, la inteligencia y la solidaridad”.

El socialismo era una fuerza de trabajo lenta, pero enérgica que iba transformando la sociedad poco a poco, día a día. Era una obra férrea frente a la volatilidad de la política cotidiana.

No podían ser socialistas los que se movían por éxitos superficiales y efímeros, ni los que asociaban el socialismo a ambiciones para figurar o enriquecerse, ni tampoco los que solamente contemplaban la acción política en su aspecto electoral.

Ser socialista, en aquella editorial de La Vanguardia, no significaba obtener un carnet de afiliado en vísperas de una elección o al día siguiente de la misma.

ESTUDIAR

Ser socialista significaba un esfuerzo de estudio de cerca y profundamente de las condiciones de los trabajadores. También para discernir el sentido y la dirección de los acontecimientos económicos del pasado y del presente para darse cuenta exacta de la potencia real del capitalismo que dominaba el mundo.

Por fin, exigía un trabajo para percibir la solución socialista como la única posible entre tanta injusticia.

En una palabra, se estaba hablando, de nuevo, de la importancia del análisis y del trabajo, pero también de la convicción de que el problema era el capitalismo y de la necesidad de combatirlo.

Por todo eso, no podían ser socialistas los que se movían por éxitos superficiales y efímeros, ni los que asociaban el socialismo a ambiciones para figurar o enriquecerse, ni tampoco los que solamente contemplaban la acción política en su aspecto electoral, olvidando el carácter global del movimiento socialista.El artículo de La Vanguardia se publicó en El Socialista en el número de 2 de marzo de 1930.

Juicio a las Juntas: la trastienda periodística y fotográfica

Juicio a las Juntas: la trastienda periodística y fotográfica

Luego de ocho meses de crudos testimonios, donde periodistas de todo el mundo sacaron a la luz lo que buena parte de la sociedad ignoraba: el terrorismo de Estado. Cobertura. Por Natalia Benavides y Tavo Cataccio.
Los criminales en el banquillo. Foto de Eduardo Longoni.

El periodista Carlos Rodríguez y el fotógrafo Eduardo Longoni, durante el Juicio a las Juntas Militares de 1985, trabajaban en la Agencia de Noticias Argentinas (N.A), una de las más importantes en ese momento, de impronta federal e “independiente”, incluso superior a Télam. Rodríguez a su vez formó parte del equipo del Periódico de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. “Un material que tenía mucha llegada y se agotaba”.

Hay una foto icónica del Juicio a las Juntas: los genocidas ingresando en fila al banquillo de los acusados bajo la mirada del fiscal Julio César Strassera. A esa imagen, su autor la fotografió llorando. Así lo cuenta 37 años después. Hubo otros hechos sobre los que desde entonces tampoco se habló. Por ejemplo, las reuniones privadas de los periodistas acreditados con los miembros del tribunal y la conmoción que les causaron los testimonios de quienes fueron torturados. Dos de los trabajadores de prensa que cubrieron ese juicio histórico cuentan hoy detalles nuevos de una historia que nunca termina de actualizarse.

Carlos Rodríguez y Eduardo Longoni, sus otros colegas, los familiares y las víctimas del terrorismo de Estado que compartieron esa sala de madera en Tribunales, desde donde vieron todos los días a los responsables de las torturas, la desaparición de personas y robo de bebés sentados en primera fila. Entre ellos Jorge Rafael Videla, que llevaba una Biblia. “Cuando el fiscal Strassera (Julio) leyó el alegato escrito por el dramaturgo Carlos Somigliana, fue una explosión. Era duro pero poético”, describió Rodríguez. “Nosotros estábamos al costado, debajo de las gradas. El día de la condena nos abrazamos entre todos”, recordó. 

Rodríguez es periodista y Longoni fotógrafo. Durante el Juicio a las Juntas Militares de 1985, trabajaban en la agencia de Noticias Argentinas (NA), una de las más importantes en ese momento, de impronta federal e “independiente”, incluso superior a Télam. Rodríguez a su vez formó parte del equipo del Periódico de la Asociación Madres de Plaza de Mayo. “Un material que tenía mucha llegada y se agotaba”.

LA FOTO DE LOS CRIMINALES EN EL BANQUILLO

En Tribunales, mientras él se organizaba junto a sus compañeros como postas de libretas y lapiceras desde el principio hasta el final de las maratónicas sesiones, Eduardo Longoni tomaba una fotografía que marcaría su trayectoria: en septiembre de 1985, ingresan en fila bajo la mirada del fiscal Julio César Strassera, los jefes de la dictadura rumbo al banquillo de los acusados. “El primer día que ingresaron los militares fue la primera foto que hice llorando, no podía creer que esos monstruos crearon la peor tragedia de la Argentina”.

Carlos Rodríguez y Eduardo Longoni, sus otros colegas, los familiares y las víctimas del terrorismo de Estado que compartieron esa sala de madera en Tribunales, desde donde vieron todos los días a los responsables de las torturas, la desaparición de personas y robo de bebés sentados en primera fila. Entre ellos Jorge Rafael Videla, que llevaba una Biblia.

En ese momento, el fotógrafo comprendió que podía “empuñar” la cámara como si se tratara de un lenguaje que le permitiera, desde esa profesión, combatir, militar, resistir y dejar su “granito de arena” en un embate contra la dictadura y frente a lo que comenzaba a ocurrir en la Argentina: se iniciaba la etapa donde la dictadura cívico-militar empezaba a opacarse y se vislumbraba un tiempo de cierta libertad. Cierta, porque todavía sobrevolaban sensaciones de temor. A la vez, con la llegada de la democracia y de Raúl Ricardo Alfonsín, en diciembre de 1983, se acercaban aires de memoria, verdad y justicia. 

El trabajo de Carlos Rodríguez estaba enfocado en la redacción, y como en todo juicio, no se podía utilizar grabadoras: “Yo salía y hablaba por teléfono de línea con la agencia. Pasaba la información que había tomado con los apuntes y luego le dábamos forma para publicarlo inmediatamente. Al final del día, la persona que estaba hacía la cabeza informativa uniendo toda la información”, explica el periodista.

LA NEGOCIACIÓN POR LAS FOTOGRAFÍAS

En una primera instancia tampoco se preveía fotos sobre el juicio. Luego de una reunión que mantuvieron distintos editores de fotografía, de la cual participó Eduardo Longoni por NA, se impulsó el pedido de audiencia con la Cámara Federal y fueron recibidos por éste órgano judicial. En ese encuentro le fue solicitado el permiso de ingresar a un fotógrafo y a partir de esa decisión, desarrollar un pool periodístico. Lo cubría Agencia de Diarios y Noticias (DYN), Télam y Noticias Argentinas, un día cada una.

La Cámara Federal designó al fotógrafo Juan Carlos Piovano como “custodio” de ese material y luego se realizaba una edición de una, dos o tres fotos del día entre los editores de varias de las agencias y esa misma foto se distribuían en todas las agencias nacionales e internacionales. De ese modo estaba cubierto a nivel mundial el juicio.

LAS REUNIONES CON EL TRIBUNAL

Durante los ocho meses que duró el juicio, los periodistas debían ser muy ordenados. Había pautas muy rigurosas. En varias oportunidades, se reunieron con los jueces para clarificar información. “A veces te quedaban dudas, por eso nos encontrábamos para desasnarnos”, comenta Carlos. En ese momento, las agencias difundía el material a los medios, y Noticias Argentinas llegaba a los del interior. “Fue como aprender periodismo todo el tiempo. Cómo cubrir, cómo generar empatía con la víctima”, agrega Rodríguez. “¿Cómo no te vas a conmover con alguien torturado? Más allá de ser periodista, sos una persona”. 

“Estar cerca de los responsables del terrorismo de Estado no era gratuito”. Más de una vez Longoni se sintió abrumado por verlos allí con “la soberbia con la que estaban”. Una de las cosas que más recuerda es que “Videla entró y salió todos los días que estuvo ahí con la Biblia en la mano leyéndola”. Al respecto, opina que “Videla era el peor en el sentido que era un cruzado. Los otros participaban de lo que estaba ocurriendo, de hecho, Massera habló en el juicio a diferencia de Videla que se sentía una deidad”.

 HISTORIAS DE FOTOGRAFÍAS

Previo al Juicio, Eduardo Longoni había fotografiado en funciones a varios de los responsables que estaban sentados en el banquillo de los acusados. Se cruzan por su mente imágenes de Galtieri y Videla riéndose en el palco del Regimiento Granaderos a Caballos como también las imágenes de los Comandantes en la misa de la Capilla de Stella Maris. “Para las Fuerzas Armadas, cada 24 de marzo era una celebración”, menciona el fotógrafo. En medio de estos particulares escenarios, Eduardo continuaba en la búsqueda de la imagen y con la cámara entre sus manos.

Entonces, Longoni tuvo la particular convivencia que le significó tanto para retratar a los militares en funciones como también para retratar a los militares en el banquillo de los acusados. En ese paralelismo, y como un as en la manga que podía reservarse en silencio, recuerda que “las fotos de las Madres o de las primeras Marchas eran de alguna manera puramente documental ya que podían servir en ese momento para intentar publicarlas en los diarios extranjeros para que de alguna manera se corriera el velo de lo que pasaba en la Argentina”. 

Entre pinceladas que define a este vasto fotógrafo y su relación con las imágenes que pasan por la lente de su cámara, las cuales reflejan cualquier hecho, además de la imagen que se crea en ese instante y más que la imagen que se crea en ese instante, también guardan otras sensaciones: olores, sonidos. 

Sobre la relación de las fotos que estaban vinculadas a los militares, el fotógrafo lo describe como “intentar ganar pequeños recortes de símbolos que pudieran servir a futuro. Cuando los militares entran al juicio y están sentados en el banquillo de los acusados, la cámara de nuevo corre a lo que era testimonial duro: estos son los acusados de ser asesinos y juzgados”.

También sostiene que “verlos sentados en el banquillo de acusados y verlos condenados es un hecho fundacional de la democracia argentina, y haber estado ahí me parece uno de los privilegios que me dio la cámara que para mí representa un pasaporte a ciertos lugares que no hubiera llegado de otra manera”.

Entre pinceladas que define a este vasto fotógrafo y su relación con las imágenes que pasan por la lente de su cámara, las cuales reflejan cualquier hecho, además de la imagen que se crea en ese instante y más que la imagen que se crea en ese instante, también guardan otras sensaciones: olores, sonidos. 

En particular, las fotos que captó en el juicio invadieron y generaron otros sentimientos que están ligados a un “descenso a un lugar que no era posible dar crédito y de lo que el fiscal Strassera tuvo que probar respecto de plan sistemático de desaparición, tortura y muerte”.

“PARA NOSOTROS, EL JUICIO FUE UNA VÁLVULA DE ESCAPE”

Previo al proceso judicial a las Juntas Militares, el periodista Carlos Rodríguez como muchos de sus colegas, había leído los testimonios del informe realizado por la Organización de los Estados Americanos (OEA) que fue presentado en La Paz, Bolivia, en 1980. Carlos explica que si bien, parte de la sociedad argentina tenía conocimiento sobre lo que había pasado durante la dictadura, la gravedad era mayor. “Las propias Madres al principio no tenían dimensión. Ellas pensaban que eran unas pocas y después empezaron a darse cuenta que sucedía en todo el país. Fueron creciendo”, detalla. “Para nosotros (los periodistas) el juicio fue una válvula de escape. Vos querías estar ahí”, agrega Rodríguez.

Entre algunas menciones que se cruzan en la vida del fotógrafo Eduardo Longoni, describe la sensación que tuvo sobre varias de las imágenes que quedaron sueltas. Reconoce que “siente que dentro de los párpados de sus ojos quedaron muchas fotos que no pudo hacer. Nadie pudo fotografiar un secuestro, nadie pudo fotografiar el ocultamiento”.

En un balance que surge 37 años después, Carlos Rodriguez reflexiona que tenía los “anticuerpos necesarios” para soportar las más de 500 horas de testimonios desgarradores. Si bien en su vida transitó varios juicios orales, éste a su entender fue el más importante en su vida. “Lo que hizo Alfonsín fue audaz, pero estaba limitado por la presión de los militares”, opina el periodista.

Por su parte, Eduardo Longoni asume que no pudo hacer fotos de lo que significó el regreso de la democracia. “Tenía tan inscripto lo que era correcto fotografiar, de las fotografías de los organismos derechos humanos, de las Madres que no pude fotografiar la gente besándose, las fiestas. No me parecían que eran temas y hoy no tengo fotos del retorno de la democracia. Seguí fotografiando como una necesidad de seguir dando testimonio de las cosas más duras”.

Nota del editor: esta nota se reproduce por autorización de los autores. La Vanguardia ya publicó las anecdotas de otro de los fotógrajos del juicio a las Juntas, Daniel Muzzio. La podés volver a leer aquí.

Foto de Julio Menajovsky

TESTIMONIOS: jULIO MENAJOVSK

Julio Menajovsky, fotógrafo, tuvo “un exilio tardío” con relación al resto de los compañeros detenidos que estuvieron antes y durante la última dictadura cívico-militar. Estuvo preso en varias cárceles hasta 1982 y recién en 1983, cuando estaba bajo la condición de “libertad vigilada”,emigró a Francia para encontrarse con su mujer y su hijo. Todavía permanecía la dictadura en Argentina y no estaban dadas las condiciones para reunir a la familia con lo cual la decisión que prevaleció en ese tiempo fue exiliarse en ese país donde, hasta ese momento, sus familiares habían logrado cierta estabilidad cotidiana. Llegó al viejo continente poco antes de las elecciones que permitieron que retornara la democracia a la Argentina.

El presidente elegido para ese momento fue Raúl Alfonsín. Desde el exilio, observó con cierta sorpresa la asunción de Alfonsín como también la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y todo lo que derivó posteriormente en ese acto de audacia que tuvo el presidente logró así una relación diferente, no sólo con su electorado, sino también con aquellos que de alguna manera no estaban a fin a este partido político que conduciría el país luego de la dictadura. Con ese escenario en la Argentina, a la distancia, Julio recuerda y reconoce que fue “un acto auspicioso” que implicaría la trascendencia que luego se trasladó a la importancia de los informes que revelaría la CONADEP.                                                                                                                                                                

Luego de algunos años, donde Julio recuerda que logró sacarse “años de cárcel sobre su piel  y sobre su cuerpo y ya con la posibilidad de tomar el futuro en sus manos, tomaron la decisión de regresar a la Argentina y volver de alguna forma al curso cotidiano de la vida de la familia en la patria que los vió nacer”. Para fines de 1985 llegó primero Julio, y luego su familia. En esos tiempos se esperaba por la condena a los militares en el Juicio a las Juntas. 

Entre algunas de las reflexiones que lo llevan a Julio a reconstruir la época en la que vivió cuando retorno a la Argentina luego de su exilio y en un momento histórico y de búsqueda de la verdad destaca que “es factible pensar que, sin los primeros juicios, sin la tarea de la CONADEP y sin el despliegue periodístico con todas sus variables estaríamos todavía luchando por el derecho a la verdad y no por el juicio y castigo a los culpables. Esto es una gran enseñanza y una gran lección y es por esto que no cesarán ni en el presente ni en el futuro todos los intentos de negacionismo. La fotografía jugó un rol en este proceso que no fue menor ni central pero que supo estar a la altura de las circunstancias”. 

Por aquellos días, una tarde, Julio se encontró en la Plaza Lavalle, frente a Tribunales. Había un tumulto de gente escuchando la radio. Recuerda esa imagen y reflexiona que “era la única manera de poder seguir los acontecimientos que estaban ocurriendo en el Palacio de Justicia”. En ese contexto, se dispuso con su cámara “registrar a través de los gestos y actitudes esa escenografía que se había armado con carteles exigiendo justicia y castigo a los culpables”. Por aquél instante, reconoce que pudo registrar las primeras reacciones de los familiares directos cuando recibieron la noticia de las primeras condenas a cadena perpetua y las absoluciones. 

Como una necesidad imperiosa en la que Julio apela a la historia que aconteció en aquellos momentos agitados recuerda que “las fotografías tomadas por esos días podrán o no reflejar todo el dramatismo de lo escuchado y vivido durante el juicio, pero son los suficientemente importantes y contundentes como para dejar sentado en la historia que eso existió, fue verdad y revestirlo de todos los sentidos que otros documentos vienen a contribuir para completar aquello que la fotografía por sí misma no puede hacer”.

Según el fotógrafo, parte de esa justicia generó la “decepción como también el entusiasmo”. “Esto que alimentó la llegada de la justicia a la vez generó un sentimiento de desconfianza en un espacio acotado donde se escuchaban las consignas”.

Desde el sentido de sus fotografías, Menajovsky expresa los sentimientos que le generaron de “saber que se encontraba en un momento histórico, único que no sólo le pasaba al país sino a él también”. 

“La contundencia del documento fotográfico tuvo que ver con que hubo un país que pudo juzgar a sus propios criminales con su propia justicia y con los medios que tenía a su alcance en situaciones de una tremenda precariedad dándose un ejemplo así mismo, asentado a lo que significa su propia historia pero también posibilitando un mensaje para otros pueblos que pasaron por situaciones similares”. 

TESTIMONO 2: PABLO LLONTO

“La democracia se recuperó, pero había que comenzar a subir una escalera. Estaba bastante alto el primer peldaño, pero si se subía significaba que había fuerza para seguir con los otros. Y se logró”, dice el periodista, escritor y abogado, Pablo Llonto, al recordar su cobertura para el Diario Clarín del Juicio a las Juntas en 1985. “Cubrirlo fue electrizante, porque había un ritmo que se tenía que seguir”, agrega. 

El proceso judicial fue posible gracias a la movilización popular. Un reclamo que se expresaba en las calles, en los partidos políticos y en el movimiento de derechos humanos. “La primera respuesta de la democracia, fue la derogación de la Ley de Autoamnistía -establecida por la dictadura-, donde todas las corrientes políticas, inclusive la centro-derecho, votaron a favor”, explica Pablo Llonto, sobre la primera señal del gobierno de Raúl Alfonsín en 1983. 

En ese entonces, el Presidente promueve varias medidas que incluían la sanción de los decretos 157/83 y 158/83.

En el primero, se establecía juzgar a las cúpulas de las organizaciones guerrilleras como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros.

En el segundo, se ordenaba procesar a las tres juntas militares que habían gobernado la Argentina de manera anticonstitucional.

“Ya en ese momento, teníamos claro que era un acontecimiento histórico, que no era menor. Fue decisivo ese primer paso”, expresa el periodista Llonto, sobre el significado del juicio. Una dimensión que con los años creció. “El Nuremberg argentino se lo denominaba y no era menor con ese título”.

El proceso judicial se inició el 22 de abril de 1985 y finalizó el 25 de agosto de ese mismo año. El nueve de diciembre se dictó sentencia: Jorge Rafael Videla y Eduardo Emilio Massera fueron condenados a prisión perpetua, mientras que Roberto Viola a 17 años de prisión; Armando Lambruschini a ocho años de prisión y Orlando Ramón Agosti a cuatro años de prisión. Ese día, Pablo Llonto estuvo en el palco de periodistas en Tribunales. “Fue tremendamente emotivo”. Si bien el clima era de “por fin, se los condenó”, más tarde hubo una protesta encabezada por Madres de Plaza de Mayo sobre Avenida Corrientes contra las absoluciones. “La consigna era juicio y castigo a todos los responsables, y se marchó pidiendo eso”, aclara el periodista.

No comerás al prójimo

No comerás al prójimo

«Hasta los huesos» (Bones and all), la película de Lucas Guadagnino, reformula dos grandes prohibiciones de nuestra cultura en una obra tan ambigua como ambiciosa. El espejo con “Porcile” de Pasolini
La película de Guadagnino aborda el parricidio totémico y el tabú del canibalismo.

“He matado a mi padre, comido carne humana, tiemblo de alegría”. El silencio horrorizado de los pobladores de una montaña volcánica acompaña las últimas palabras del caníbal al que han dado cacería. La atroz declaración corresponde al personaje principal de «Porcile», película de Pier Paolo Pasolini. El legendario director italiano llevó en 1969 al cine dos temas centrales para la cultura: el parricidio totémico y el tabú del canibalismo.
Cincuenta años después, el también italiano Luca Guadagnino aborda en «Hasta los huesos» estos dos grandes temas en un filme totalmente distinto al de Pasolini, en una obra que se destaca por sobre todas las cosas por ser un abigarrado homenaje al séptimo arte.

«Hasta los huesos» es una road movie y también un filme de coming-of-age, es terror gore y también un intenso drama existencialista. Las referencias son variadas y grandilocuentes. «Paris, Texas», de Wim Wenders o «Badlands», de Terrence Malick. Más acá en el tiempo, la saga híper taquillera de «Crepúsculo» o la premiada «Nomadland». Parece mucho y posiblemente lo sea. «Hasta los huesos» es una obra henchida de pulsión narrativa.

CANIBALISMO COMO METÁFORA SOCIAL


Quizás la ambición visualmente preciosista y súper estilizada de Guadagnino le haya quitado potencia política a «Hasta los huesos». Pero no por ello hay que dejar de destacar su decisión de revisitar y de resignificar desde la cultura popular -porque «Hasta los huesos» es una película destinada al público masivo- uno de los tabúes que nos permite perpetuarnos como especie. No comerás al prójimo. Porque si comenzáramos a devorarnos entre nosotros la civilización se extinguiría en cuestión de días.

¿Por qué sufren los protagonistas de «Hasta los huesos»? Porque el mal que los aflige, ese apetito de carne humana, los condena a la más extrema soledad. Guadagnino, que decidió adaptar la novela de Camille DeAngelis, pinta a sus personajes como seres sufrientes, dañados, enfermos, adictos. No pueden habitar una vida normal, deben estar en constante fuga. Cada vez que sacian su hambre tienen que huir. Y con los años, el apetito se vuelve más demandante.

No pueden habitar una vida normal, deben estar en constante fuga. Cada vez que sacian su hambre tienen que huir. Y con los años, el apetito se vuelve más demandante.

«Hasta los huesos», como «Porcile» de Pasolini, corren el peligro de ser incomprendida. En ambos casos, son obras deliberadamente arriesgadas en términos estéticos. En «Porcile», Pasolini conjugaba el lirismo extremo con la diatriba política, casi panfletaria.

En «Hasta los huesos», Guadagnino decide hacer convivir un lirismo impresionista con escenas literalmente viscerales. El tránsito entre estos dos registros, que son parte de una misma voluntad narrativa, a veces es difícil de “digerir”. Guadagnino es muy consciente del tono dual de su propuesta, de que la ambigüedad pueda alejar espectadores en lugar de atraparlos, pero también se muestra como un director muy seguro de sí mismo y logra dotar a su película de enorme poderío.

La historia de «Hasta los huesos» es la de una adolescente llamada Maren (extraordinaria Taylor Russell) que desde niña lucha contra su propia naturaleza caníbal. Abandonada por su padre, sale en busca de su madre que la dejó cuando nació. En el camino descubre que no es la única persona que sufre lo que ella entiende que es su enfermedad. Los caníbales son pocos, pero existen y están desparramados por toda la geografía. Se reconocen por el olfato y esos encuentros pueden ser muy problemáticos. Por eso un caníbal veterano (Mark Rylance) le advierte a la jovencita que en su casa no se comen entre ellos.

AMOR Y TABU

Así como los caníbales están condenados a la soledad y a la tristeza, también pueden enamorarse. Maren conoce a Lee (Thimotheé Chalamet) y los dos jóvenes inician un romance que los lleva de una punta a la otra de Norteamérica. En el camino deben saciar cada tanto el hambre de carne humana y seguir huyendo.

Gran parte del filme flota entre climas bucólicos que contrastan con esos instantes donde la sangre mancha la totalidad de la pantalla. Guadagnino nos regala jóvenes rostros sufrientes -como los que retrataba Pasolini- para luego lanzarnos a una orgía sangrienta y estremecernos con imágenes potentísimas del goce caníbal (porque quien come carne humana se siente liberado, en éxtasis).

Es una radiografía de la sociedad a la que el sueño americano no llegó. Sucede a fin de los años ’80s, en los Estados Unidos de Ronald Reagan, en pueblos o pequeñas ciudades grises y tristes

Guadagnino logra que suframos por estos jóvenes amantes y a la vez nos distanciemos de ellos en los momentos en que rompen el tabú. Así, lo que aparecía en principio como un desatino, una convivencia problemática de tonos e hilos narrativos se convierte en un acierto que incomoda.

Aclaración: Guadagnino, así como antes Pasolini, no nos ofrece una película de terror ni de horror. Sí, las escenas de canibalismo son espeluznantes, plenamente disfrutables para quienes gusten del gore. Pero Hasta los huesos es un drama existencial protagonizado por almas solitarias y condenadas. Y aunque carezca de la furia política de «Porcile», «Hasta los huesos» es una radiografía de la sociedad a la que el sueño americano no llegó. Sucede a fin de los años ’80s, en los Estados Unidos de Ronald Reagan, en pueblos o pequeñas ciudades grises y tristes. La crítica cultural del texto es evidente. Hasta los huesos es mucho más que entretenimiento de masas.