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«Argentina, 1985»: ficción y documento

«Argentina, 1985»: ficción y documento

La película dirigida por Santiago Mitre llegó al millón de espectadores. Sigue generando debates respecto a la interpretación histórica. El autor alienta ese debate para una construcción colectiva de sentidos.
La película ha generado un fuerte debate sobre el Juicio a las Juntas y en tornos a las interpretaciones de los sucesos.

El amplio debate suscitado por la película Argentina, 1985 tiene dos niveles, conectados entre sí. Por una parte, el más visible, gira en torno al contenido del filme y se pregunta cómo reconstruye los sucesos históricos que narra. Por otra, el menos visible discute el género y se interroga si a una película de ficción se le puede pedir lo mismo que a un documental. Este segundo debate tiende a impugnar las críticas que aparecen en el primero, al presuponer que a una ficción no se le puede exigir lo que a una investigación histórica rigurosa, incluido el cine documental.

Ambas controversias son atractivas y ricas, y es un mérito de la película haberlas generado. La discusión es fecunda porque activa una de esas preguntas que parecen absurdas: ¿cómo se mira una película?, la cual remite a otras, igualmente “ingenuas”: ¿cómo se lee un libro? ¿Se trata de captar fielmente y reproducir lo que el autor quiso decir o más bien de dejarse sugerir por el texto para pensar lo que sea? ¿El texto es una unidad cerrada (así se nos aparecen físicamente los libros) o forma parte de un torrente discursivo que lo excede y, a la vez, lo hace posible? 

El argumento central más repetido en torno a la película de Mitre es que a la ficción no se le puede pedir la rigurosidad de un documental histórico, pues, por una parte, inevitablemente recorta y, por otra, no está obligada a ser fiel a los hechos, sino que se rige por criterios más subjetivos, como el punto de vista escogido por el director.

PELÍCULA COMO INTERPRETACIÓN

Hagamos el ejercicio de aceptar en principio esa distinción tajante entre ficción y documental. Aun así, creo que el caso de Argentina, 1985 tiene algunas particularidades. En efecto, cabría contraargumentar que el propio filme se presenta como “inspirado en hechos reales”, hace referencia a la historia desde su inicio e incluso contiene elementos documentales, como la reproducción de escenas de la época (el discurso televisado del ministro del Interior), o el bello y emotivo juego entre los actores y las fotos de los “verdaderos” héroes en los títulos del final. Esto, me parece, permitiría atenuar aquella distinción y, por tanto, habilitaría —siguiendo la lógica de esa diferenciación— la exigencia de un mayor rigor histórico.

No obstante, el argumento que me parece más interesante, porque abarca todo el problema de raíz, es el de que la ficción recorta, o que lo hace con más libertad que un documental, que sí tendría la obligación de la “fidelidad” o el apego a los “hechos”. ¿En qué consistiría esa “fidelidad” a los “hechos”? Claro está que si alguien dijera que el golpe de Estado se produjo el 9 de diciembre de 1975, que Videla pertenecía de la Fuerza Aérea, o que el gobierno constitucional estaba encabezado por el Partido Liberal australiano estaría faltando groseramente a la verdad. El problema no está ahí, pues se resuelve fácil. Basta con leer cualquier enciclopedia o libro de historia sobre el tema.

El punto está en otro lado: en que esos “datos” incontrastables no resuelven aquello en donde se juega el corazón de, en este caso, la película: la interpretación de lo que significó histórica y políticamente el Juicio a las Juntas. Esto incluso valdría si la película fuera, de entrada, una “pura” ficción. Por eso una ficción, sin ser fiel a “los hechos”, puede no obstante brindar una interpretación histórica. Así ocurrió por ejemplo con el primer filme que logró una gran repercusión masiva sobre el terrorismo de Estado y los desaparecidos, La historia oficial (Luis Puenzo, 1985). A pesar de ser una ficción, generó también un debate en torno a cómo mostraba la relación de la sociedad civil con la dictadura y los desaparecidos.

Una ficción, sin ser fiel a “los hechos”, puede no obstante brindar una interpretación histórica.

Como dije, constituye un error histórico literal decir que Videla era ya el dictador en, por ejemplo, diciembre de 1975… pero no necesariamente en términos de interpretación política, pues podría argumentarse —también con hechos— que de facto los militares ya dominaban el país. A lo que voy es que no hay hechos objetivos concluyentes, válidos per se, que salden la discusión acerca del sentido histórico-político del Juicio a las Juntas.

Hay algunos sobre los que hay un fuerte consenso académico, es cierto, pero aún así el peso que cada interpretación le de a ese hecho consensuado en la cuenta general del acontecimiento es diferente. Los hechos son decisivos e imprescindibles, son pruebas que hay que brindar, pero no porque tengan un sentido inherente ni porque existan por sí mismos, sino por cómo son construidos e interpretados en cada explicación.

Aun cuando todas las interpretaciones sean rigurosas, esto es, científicas, eso no garantiza que coincidan en cuanto al sentido histórico de los hechos. Por eso la historia y, en general, la ciencia (social), encuentran su motor en el debate riguroso, que por otra parte no concluye nunca, ni siempre se da en los mismos términos.

IMPORTANCIA DE DEBATIR LAS LECTURAS DEL FILM

En definitiva, lo que se está discutiendo es la interpretación que puede leerse en Argentina, 1985 del Juicio a las Juntas. La crítica no busca mostrar que la versión del director es mala, como si el filme fuera una descripción incompleta y parcial frente a otra que sería buena y neutra o, peor aún, completa. Esto no es posible, porque no hay un hecho llamado “Juicio-a-las-Juntas” entero y disponible de antemano con el que contrastar punto por punto, fotograma a fotograma, la descripción que hace la película. (Si es que existe algo así como una descripción neutra, en tanto tenemos que usar el lenguaje para elaborarla: ¿dictadura militar o cívico-militar?)

Una interpretación histórica no es una suma de descripciones, sino a la vez más y menos que ello. Por eso puede encontrarse tanto en una ficción como en un documental, en un cuento como en un libro de historia. ¿Acaso “Casa tomada” no fue una interpretación del peronismo y “Esa mujer”, una del antiperonismo? Por no hablar de géneros más híbridos entre ficción e historia como La novela de Perón. En eso, la ciencia social se parece al cine y a la literatura, ya que debe pasar por la ficción (construir su objeto de estudio o lo que habitualmente llamamos “hecho histórico”) para poder construir —con los fragmentos de lo real— la realidad, de cara a comprenderla/explicarla.

Si nos plegáramos disciplinados a la versión del autor, estaríamos anulando al lector/espectador, que es —como Pierre Menard— el único y auténtico creador.

Por eso me resulta artificioso intentar quitarle relevancia al debate sobre la lectura histórico-política que la película genera… a los ojos de los espectadores. Es una controversia política de gran riqueza, porque al final da lugar a una discusión acerca de cómo se produjo aquello, qué lo generó, cómo transformó a la sociedad, qué relación establecer entre democracia y Memoria, entre legalidad y justicia, etc.

Además, aun cuando nos limitáramos a entender la película como ficción y no como documental ¿cuál sería la interpretación que deberíamos dar por buena? ¿La que quiso transmitir el director? ¿Cómo accederíamos a esa intención?

Por otra parte —y esto valdría para cualquier texto—: ¿por qué deberíamos hacerla propia? Entiéndase: no estoy diciendo que no vale la pena conocer el punto de vista del director, del guionista o de los actores, ni dialogar con ellos o saber qué buscaban con la película o cómo finalmente la entendieron. Estoy diciendo que ello, como con cualquier texto de cualquier género, no nos obliga a cada uno, como lectores o espectadores, a asumir esa interpretación (¿o interpretaciones?) como propia, ni resolvería el problema de la pluralidad de análisis legítimos y rigurosos.

Si nos plegáramos disciplinados a la versión del autor, estaríamos anulando al lector/espectador, que es —como Pierre Menard— el único y auténtico creador.

Sólo la política frenará el cambio climático

Sólo la política frenará el cambio climático

Para evitar mayores catástrofes se necesita son nuevas regulaciones e impuestos. También el rediseño del sistema financiero. No solo es responsabilidad de los países desarrollados. La transición no puede dejarse en manos del mercado.
Para mitigar la catástrofe climática hace falta un gran consenso político global con decisiones drásticas.

Un reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) destaca que los gases de efecto invernadero (GEI) han alcanzado niveles récords: un 50% más durante el período 1990-2021. Además de mostrar los niveles extremos de dióxido de carbono que alberga la atmósfera, el informe pone de relieve el peligroso incremento que evidencian las emisiones de metano: aunque permanece menos en la atmósfera, su efecto sobre el cambio climático resulta mucho más pronunciado. Más preocupante es la tendencia que proyecta: los años que vienen vamos a arder.

Según el último informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE), la invasión de Rusia a Ucrania acarreó una carrera por nuevos proyectos petroleros. El aumento en el precio de los combustibles fósiles brinda a las petroleras ganancias extraordinarias, a un grado tal que António Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, no para de denunciar, al tiempo que clama por impuestos extraordinarios.

El mayor costo energético, sin embargo, podría acelerar la transición energética, como plantea el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol. Tal aseveración se fundamenta con hechos, como los cambios aparejados a partir de la irrupción de nuevos paquetes verdes, por ejemplo, la ley de reducción de la inflación, que introdujo el gobierno de Joe Biden, en EE. UU., la batería de medidas que ha creado la Unión Europea (UE) o los nuevos paquetes de Japón, Corea del Sur, China e India. En definitiva, aun cuando algunos celebren una mayor producción y otros salen a buscar gas a cualquier rincón del planeta, tanto productores como compradores saben que el pico de fósiles está a la vuelta de la esquina.

PROYECCIONES CATASTROFICAS

Dejando de lado las promesas, lo cierto es que, de continuar el nivel actual de producción y consumo, las proyecciones seguirán siendo catastróficas, tal como surge del último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés): La brecha de emisiones de las Naciones Unidas: la ventana que se cierra, UNEP, 2022. Considerando los compromisos asumidos por los países en París en 2015, (las denominadas contribuciones nacionales determinadas —CND—), vamos hacia un índice de emisiones que produce un aumento de 2.5 Cº en la temperatura promedio del planeta.

Los efectos que el incremento de 1.2 Cº ha causado en 2022 son evidentes: un tercio del territorio de Pakistán está bajo el agua, los casquetes polares se derriten y Groenlandia va perdiendo el permafrost, tal como se conoce a la capa de suelo permanentemente congelado. Todo ello implica un alza en el nivel de los océanos, lo cual repercute en las ciudades costeras de todo el mundo. La industria aseguradora lo sabe. Por ello, ha dejado de asegurar numerosos hogares en las zonas costeras de EE. UU.

Tal como surge de los últimos informes del panel internacional de expertos en cambio climático (IPCC, 2022), el principal obstáculo es político. Lo que se necesita son nuevas regulaciones e impuestos, tanto como el rediseño del sistema financiero. Y ello no solo es responsabilidad de los países desarrollados: en la región, la industria petrolera recibe cuantiosos fondos, al tiempo que se beneficia de grandes subsidios. La transición no puede dejarse en manos del mercado, son los Gobiernos locales los que deben fijar las metas y canalizar los fondos.

Los efectos que el incremento de 1.2 Cº ha causado en 2022 son evidentes: un tercio del territorio de Pakistán está bajo el agua, los casquetes polares se derriten y Groenlandia va perdiendo el permafrost, tal como se conoce a la capa de suelo permanentemente congelado.

Estos reportes repercutirán, sin duda, en Sharm el Sheij, Egipto, donde tendrá lugar la 27.va Conferencia de las Partes (COP). Varias delegaciones de la región van a destacar el papel que Latinoamérica puede desempeñar en el mercado energético como proveedor de gas natural. El entusiasmo no solo refleja precios, sino también la declaración de la UE respecto a considerar al gas como sustentable. La urgencia no solo tapa lo importante, sino que también justifica incoherencias.

Las señales equivocadas lamentablemente pueden terminar llevando a decisiones erróneas. Una serie de informes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) plantea los altos riesgos financieros que acarrea embarcarse en estos proyectos: activos varados. Un informe reciente de la UNEP, ¿Es el gas natural una buena inversión para América Latina y el Caribe?, destaca lo errado que resultaría avanzar en esta dirección.

OPORTUNIDADES SOCIALES DE LA TRANSICION

Teniendo en cuenta tanto lo económico como lo social, el informe resalta que los beneficios resultan sensiblemente menores a los que generaría avanzar con la transición. La apuesta por renovables podría crear tres millones de empleos, además de implicar adelantos tecnológicos hacia cadenas de valor más dinámicas. Pensando en las necesidades energéticas que enfrenta la región, invertit en renovables conllevaría ahorros millonarios; ello, fruto de la continua caída de los precios de los equipos.

Pero en las decisiones públicas prima el corto plazo, no existen grietas al aplaudir el extractivismo. Ciertamente los precios envían señales favorables, pero las decisiones de inversión se rigen por la rentabilidad. Son los Gobiernos los que deberían, con sus políticas, señalar los peligros que conlleva invertir en nuevos pozos y avanzar con el fracking. Sin embargo, salvo excepciones, nadie en la región propone el debate.

Si no actuamos, no solo estamos condenando a las generaciones futuras, sino que forzaremos a millones de personas a lanzarse a la búsqueda desesperada de nuevas fronteras, y sentenciaremos a miles de personas a exponerse a eventos cada día más extremos.

Todo lo anterior nos plantea la necesidad de transformar nuestro esquema de producción, nuestro sistema de transporte, la vida misma. Los reportes mencionados son una muestra de la seriedad del problema. Si queremos que la temperatura no aumente por encima de los 1.5 Cº de aquí al 2030, las emisiones de GEI deberían caer en un 45%. Tenemos los medios; las alternativas resultan factibles en lo técnico y en lo económico. No obstante, la avaricia puede más que la simpatía, una lectura parcializada de la obra de Adam Smith.

Si no actuamos, no solo estamos condenando a las generaciones futuras, sino que forzaremos a millones de personas a lanzarse a la búsqueda desesperada de nuevas fronteras, y sentenciaremos a miles de personas a exponerse a eventos cada día más extremos. Y si se desatienden los peligros que implica avanzar sobre los límites de la Tierra, la economía pierde sentido. Al presentar el último informe, la directora ejecutiva de la UNEP, Inger Andersen, afirmó que la ventana se nos cierra, que no hay espacio para cambios incrementales, pues el tiempo se ha acabado. El momento actual nos exige repensar nuestro modo de vida, replantear nuestra visión de desarrollo. 

Nota reproducida por gentileza del autor, publicada previamente en Latinoamérica21

El cine como sesión de espiritismo

El cine como sesión de espiritismo

La última obra del aclamado director tailandés Apichatpong Weerasethakul es una película «chamánica», con Tilda Swinton convertida en una antena humana que ecualiza los sonidos del Universo. Arriesgada y tremendamente cautivadora.
En cada escena de «Memoria» hay espacio temporal suficiente para permitir que se haga notorio, para nosotros los espectadores de un mundo cargado de bulla.

«Memoria» es la nueva película del tailandés Apichatpong Weerasethakul. Filmada en Colombia y con Tilda Swinton como protagonista excluyente, es lo más parecido a una sesión de espiritismo en términos cinematógraficos. Todo el cine de este director nacido en Bangkok en 1970 es sorprendente, tremendamente personal. En él conviven personas con animales de igual a igual, seres mitológicos y fantasmas, como en su celebrada «El tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas», que ganó la Palma de Oro en Cannes en 2010. 

La memoria a la que hace alusión el título de esta nueva película es la de la Tierra o incluso la del Universo y Jessica (Swinton) tiene la mala suerte (¿está maldecida?) de oírla en su cabeza como un golpe de una bola de concreto enorme sobre una estructura de metal rodeada por el océano. Al aparecer por primera vez, este golpe la despierta y ella cree que al lado de la casa están construyendo un edificio. Pero no es así, el sonido no la deja en paz y termina estableciendo un vínculo con un ingeniero de sonido que reproduce el golpe que Jessica siente en su mente a través de sofisticadas máquinas. 

El derrotero de Jessica está impulsado por saber de dónde proviene este ruido, pero en el cine de Apichatpong Weerasethakul todo es pausa, incluso la desesperación de sentir que uno se está volviendo loco es queda, casi estática. Como en toda su obra, pero en «Memoria» muy especialmente, hay en el cine del tailandés un triunfo del lenguaje sobre la trama. Los planos largos y contemplativos a mediana distancia de los hechos, que impiden conectar con los rostros, abren espacio al sonido. Porque «Memoria» es una película sobre un ruido, o muchos ruidos, sobre los murmullos y sobre los silencios que anudan a estos.

Tilda Swinton dota a su Jessica de un cuerpo torpe, como si fuera un espantapájaros que puede caminar.

En cada escena de «Memoria» hay espacio temporal suficiente entre cada hecho que sucede como para permitir que se haga notorio, para nosotros los espectadores de un mundo cargado de bulla, los sonidos más pequeños de la naturaleza y de la cultura, también los más remotos. De repente, un primer plano (sólo hay un puñado en todo el filme) tiene la fuerza de una cuchillada. Aceptar estas reglas de juego no es fácil, pero para la mitad de la película es un tema superado. El espectador ya fue hechizado. 

En la primera parte de «Memoria» la acción transcurre en una Bogotá que la protagonista inglesa recorre extrañada. Swinton dota a su Jessica de un cuerpo torpe, como si fuera un espantapájaros que puede caminar. La cámara, siempre a una distancia prudencial, sigue el deambular de Jessica por hospitales, morgues, estudios de grabación y calles anegadas por una lluvia hostil. 

Como en toda su obra, pero en «Memoria» muy especialmente, hay en el cine del tailandés un triunfo del lenguaje sobre la trama. Porque «Memoria» es una película sobre un ruido, o muchos ruidos, sobre los murmullos y sobre los silencios que anudan a estos.

La idea del hechizo, de la maldición, aparece enunciada por algunos personajes, lo mismo que la existencia de personas que tienen visiones y están locas. Jessica, que de profesión es botánica, no cree que se trate de nada de eso. Tiene otra intuición y decide dirigirse a la selva para tomar contacto con ruidos similares al que ella tiene en su cabeza.  

La segunda parte de «Memoria» es la más ardua de ver, pero también la más audaz. La sutileza del primer tramo se vuelve fantasía tangible, el riesgo que toma el director es altísimo. Hay un momento en que la protagonista contempla a un hombre dormir -a pedido de ella- una breve siesta. El hombre, que dice recordar todo y por eso evitar el contacto con el mundo, duerme con los ojos abiertos. La conexión con Werner Herzog y sus actores hipnotizados de Corazón de Cristal, moviéndose como zombis en una montaña, es algo más que una evocación. Herzog, que desafió el Amazonas como quieren hacerlo los antropólogos de «Memoria», fue el más brutal defensor del poderío de la Naturaleza sobre los hombres y Apichatpong Weerasethakul parece tomar la posta. 

Si digo que esta segunda parte de la película es más difícil es porque el director tailandés dialoga también con el realismo mágico, del que los latinoamericanos estamos empachados. Pero hay algo más, algo bastante difícil de describir con palabras y esto significa el triunfo del cine Apichatpong Weerasethakul. Ese algo es un componente chamánico que, como las piedras que atesora el hombre que recuerda todo, transmite la memoria de la vida, la de cualquier persona, la de toda la humanidad. 

¿Sesión de espiritismo? Jessica y el hombre que todo recuerda se sientan a la mesa en la pequeña casita que éste tiene en la falda de una montaña. Distintos sonidos, ecualizados como si provinieran de una radio transistores, llenan la pantalla y se cuelan por agujeros en nuestros oídos. Es una escena bellísima, conmovedora. Ahí está Tilda Swinton como antena humana escuchando la memoria del mundo, sosteniendo con sus delicados huesos el peso enorme del relato. Entonces, la sensación de haber sido testigo de un acontecimiento del más profundo orden espiritual termina por imponerse, más allá de los temas y de las formas.

La nueva película del tailandés Apichatpong Weerasethakul fue premiada en Cannes.

Nota del editor: acompañando la excelente crónica de Mario Fiore, no queríamos dejar de mencionar la música del film aportada por el artista colombiano César López, un completo y complejo creador, activista por la paz en su país y mundialmente famosos por la creación de la «escopetarra», metáfora sobre cómo el arte puede sobreponerse a la muerte.

Hernán Flom: “Las policías tienen un poder extorsivo sobre los gobiernos democráticos”

Hernán Flom: “Las policías tienen un poder extorsivo sobre los gobiernos democráticos”

El delito puede ser regulado por fuerzas de seguridad y gobiernos de manera ilegal. La concentración de ese control impactará en los niveles de violencia. Propone fortalecer el gobierno político y transparente de la seguridad.
La película «Tropa de Elite», dirigida por Jose Padilha en base a un guión del sociólogo y ex funcionario de Lula, Luiz Eduardo Suares, se volvió una de las reflexiones más duras sobre policías, violencia institucional, política y control de drogas en las favelas.

Hernán Flom sostiene que existen vínculos estrechos entre hegemonías políticas, regulación del crimen y fuerzas policiales. Sobre estas variables, explica diferentes categorías y formas en las que el Estado regula el crimen pactando ilegalmente. Lo puede hacer con tolerancia, con protección o con predación.

Aporta otra polémica: para regular, el Estado debe tener fortalezas. Especialmente las fuerzas de seguridad. Debate así con la idea extendida que el crimen organizado crece sólo donde no hay Estado. ¿Qué pasa cuando un gobierno se debilita? ¿Cómo operan las policías?

Como ejemplo muestra que las hegemonías peronistas en Buenos Aires y Santa Fe han facilitado los pactos entre fuerzas de seguridad y crimen, con distintos niveles de involucramiento gubernamental. ¿La salida? Fortalecer las capacidades de los gobiernos para gobernar los sistemas de seguridad y controlar los acuerdos subterráneos.

El autor sabe que camina sobre terreno minado. No es un inexperto. Lleva años de investigación sobre crimen organizado y también dirigió el Instituto Conjunto de Conducción Estratégica del Ministerio de Seguridad, donde se capacitaron los altos mandos de las fuerzas de seguridad nacionales y provinciales.

Investigando sobre estos temas se doctoró en Berkeley y acaba de publicar The informal regulation of criminal markets in Latin America (La regulación informal de los mercados criminales en América Latina) por Cambridge University Press. Es profesor en las universidades de Tres de Febrero, San Martín, San Andrés y Torcuato Di Tella. Es profesor Visitante de Ciencia Política en Trinity College, en Hartford, Connecticut (EE.UU.).

«La diferencia fundamental entre Argentina y Brasil es la mayor violencia letal aplicada por las fuerzas policiales brasileñas».

CÓMO FUNCIONA LA REGULACIÓN ILEGAL DEL CRIMEN

Es argentino y toma posiciones sobre su país comparándolo con Brasil. Sostiene que hay desiguales niveles de violencia en los territorios. En unos hay están fuera de control. En otros, fue posible reducirlos a partir de pactos de no agresión.

Dice que las variaciones de violencia pueden ser entendidas por formas de regulación ilegal diferentes. ¿Cuál es la diferencia?

La diferencia fundamental entre Argentina y Brasil es la mayor violencia letal aplicada por las fuerzas policiales brasileñas. Lo interesante es que esto se manifiesta no sólo en contextos de regulación caótica como en Rio de Janeiro, sino también en casos de regulación más ordenada, como en São Paulo. Otra diferencia es la configuración política y policial que se requiere para lograr una regulación ordenada del narcotráfico en cada país. En Brasil suele haber más fragmentación política que en la Argentina. Cuando hay mayor continuidad política, esta fragmentación hace más difícil que el gobierno pueda apropiarse de la recaudación ilegal de la policía. En cambio, en la Argentina hay más casos de continuidad y concentración del poder y, por ende, mayor apropiación política de la recaudación como mecanismo para lograr el orden.   

La regulación se da como consecuencia del ejercicio de la autoridad policial, subordinadas a autoridades electas, que son las responsables del control de las policías. ¿Cómo se puede ver este control o regulación?

En términos de cómo se manifiesta empíricamente, esta regulación se percibe en los arreglos explícitos o implícitos que agentes policiales en el territorio pueden forjar con actores delictivos. A veces esto implica una protección a cambio de beneficios monetarios, pero también puede manifestarse como tolerancia de algunas actividades ilícitas – y no otras – a cambio de mantener ciertos niveles de orden. Me interesa menos el estudio de estos intercambios directa e individualmente, que los resultados que tendrían a lo largo del tiempo si lo que infiero de ellos fuera cierto. 

«The Wire» de David Simon, es considerada por muchos críticos la mejor serie. Analiza con agudeza la relación entre policía, crimen, política, prensa y sindicatos, exponiendo mecanismos de convivencia, regulación, fracasos de las doctrinas de tolerancia cero y de guerra a las drogas.

¿Cómo influyen los procesos electorales en los mecanismos de control que menciona: tolerancia, protección y predación?

Los procesos electorales pueden alterar los mecanismos de control de los mercados ilegales porque pueden cambiar el balance de poder en el gobierno. Puede ser que llegue al poder otro gobierno que pretenda modificar la relación con la policía o que un gobierno se vea debilitado por elecciones adversas y tenga más obstáculos para gobernar a la policía y aplicar el mecanismo que más preferiría. 

¿Por qué se producen con distintos niveles de violencia estos acuerdos entre policías y criminales?

Básicamente porque la probabilidad de lograr acuerdos varía de un régimen regulatorio a otro. Esto depende de los respectivos incentivos para recaudar o mantener el orden que tenga la policía y, a su vez, de cuán creíble sea la protección policial para los actores delictivos. 

Describe cuatro tipos de regulación informal, que comprenden los diferentes tipos de tolerancia: coexistencia coordinada, protección racket, negociaciones y confrontaciones. ¿Cuáles son las características y ejemplos de cada uno?

En la coexistencia coordinada, la autoridad política logra profesionalizar a la policía y que ésta modere sus impulsos de violencia y corrupción. El caso paradigmático es São Paulo. Las redes de protección emergen porque el gobierno politiza a la policía, es decir, logra que opere para sus propios intereses, sobre todo en cuanto a la recaudación ilegal. El caso más ilustrativo es Buenos Aires. Después hay dos modalidades de regulación particularista: negociaciones y confrontaciones. En la negociación particularista, distintos sectores dentro de la policía negocian por separado con los criminales sin control por parte del gobierno, el caso ejemplar siendo el de Rosario. En la confrontación particularista, la policía ejerce un rol predatorio sobre el mercado criminal, combinando altos niveles de corrupción y violencia, que son correspondidos por parte de los delincuentes. El caso paradigmático es Rio de Janeiro. 

CORRUCIÓN Y MERCADOS ILEGALES

¿Cómo se conectan las competencias electorales, la autonomía policial y la regulación del tráfico de drogas?

La competencia política determina las posibilidades del gobierno de controlar a la policía, es decir, de reducir su autonomía y de qué tipo de control va a ejercer. La autonomía policial indica el grado de alineamiento del accionar de la policía con los intereses del gobierno. Cuando la autonomía crece, la policía regulará los mercados ilegales priorizando sus propios intereses venales y corporativos, generando regímenes particularistas con mayores niveles de violencia. Cuando baja la autonomía policial, predominarán los regímenes regulatorios coordinados, ya sea basados en la protección o en la tolerancia, con menores niveles de violencia.

¿Qué conexiones encuentra entre corrupción institucional sistemática, ineficiencia y abusos contra los derechos humanos?

En algunos casos hay una relación directa: cuando la corrupción implica extraer recursos de los mercados ilegales sin un compromiso creíble de ofrecer protección o disminuir la violencia, aumentarán los abusos institucionales. En estos casos, la policía será también más ineficiente en su control del delito y la violencia. En otros casos, pasa lo opuesto: la corrupción es parte de acuerdos informales más duraderos y que requieren de menor uso efectivo de la violencia para ser cumplidos. Estos casos podrían ilustrar mayor eficiencia policial en el control del crimen.

«La competencia política determina las posibilidades del gobierno de controlar a la policía, es decir, de reducir su autonomía y de qué tipo de control va a ejercer. La autonomía policial indica el grado de alineamiento del accionar de la policía con los intereses del gobierno. Cuando la autonomía crece, la policía regulará los mercados ilegales priorizando sus propios intereses venales y corporativos, generando regímenes particularistas con mayores niveles de violencia. Cuando baja la autonomía policial, predominarán los regímenes regulatorios coordinados, ya sea basados en la protección o en la tolerancia, con menores niveles de violencia».

¿Por qué sostiene que muchas democracias han fracasado a la hora de crear burocracias que gestionen los sistemas de seguridad pública? Entonces, ¿cómo resolverlo?

Sostengo esto porque, en muchos casos, no se ha logrado encontrar un equilibrio entre la delegación y el control político de la policía, por un lado, y la represión violenta y la complicidad con el delito por parte de la policía, por el otro. Este dilema tardará mucho en ser resuelto pero se debería empezar con políticas públicas que mejoren los recursos de las policías a la vez que les exijan mayor transparencia, rendición de cuentas y cumplimiento de los principios democráticos, y que generen una intervención policial más acotada y estratégica en torno a los mercados ilegales. También es clave que estas políticas sean sostenidas en el tiempo, más allá del gobierno de turno.

Define diferentes formas de regulación estatal donde los agentes estatales pueden elegir cuándo, cómo y a quién aplicar la ley. ¿En procesos electorales de qué modo las fuerzas de seguridad pueden presionar para ganar autonomía?

Las fuerzas policiales pueden presionar para obtener mayor autonomía de distintas maneras. Por un lado, cuentan con un poder extorsivo importante relacionado a la idea prevalente de que su presencia es necesaria para la prevención del delito y el mantenimiento del orden social. La decisión de restringir ese esfuerzo puede deteriorar seriamente las chances electorales de un gobierno democrático. Por otro lado, la policía cuenta con mecanismos formales e informales de presión. Entre los mecanismos formales, puede manifestarse mediante sus entidades corporativas, presionar a partir de sus liderazgos, protestar por medio de sus bases, apelar a representantes de la oposición alineados con sus ideas políticas, o al menos que compartan su inquina frente al gobierno. O también desarrollar campañas mediáticas para generar mayor demanda policial en la población. En el terreno de la informalidad e ilegalidad, mientras tanto, pueden presionar e intimidar a miembros del gobierno político, así como liberar zonas para la realización de delitos o participar en delitos de alto impacto social. 

¿Cómo las fuerzas de seguridad pueden utilizar su autonomía para regular ilegalmente los mercados ilícitos generando distintos niveles de violencia criminal?

– La autonomía policial implica que, por un lado, la policía tiene discreción para regular el delito y que, mientras logre un determinado objetivo como la disminución de los homicidios o los robos con violencia, no es tan relevante el cómo lo haga, aun si eso implica establecer acuerdos informales o ilegales con actores delictivos. Por otra parte, si en la organización policial prevalecen procedimientos arbitrarios de selección, promoción y castigo, entonces la recaudación ilegal de los mercados ilegales puede ser un mecanismo para avanzar en la organización. En tanto estas tendencias recaudatorias estén acotadas o dirigidas por la autoridad política, es menos probable que aumente la violencia, pues el principal objetivo del gobierno es mantener niveles básicos de orden. En tanto ese control se debilite y la autonomía aumente, se reduce la centralización de la recaudación policial, florecen los negociados particularistas y las guerras internas para controlar el mercado, generando mayor violencia criminal. 

«Los dueños de la ciudad», dirigida por Reinaldo Marcos Green con guión de David Simon (creador de «The Wire»), muestra las convivencias entre crimen, política y policía en la ciudad de Baltimore.

¿Por qué en procesos electorales usted sostiene que se puede advertir un incremento de la violencia criminal? ¿Qué fórmulas de combinación entre corrupción institucional y violencia criminal se pueden observar?

Una mayor competencia política puede debilitar el proceso de control político de la policía o revertirlo completamente. Varios gobiernos latinoamericanos intentaron reformar sus fuerzas policiales para chocarse no sólo con resistencia de la policía sino también de otras fuerzas políticas que vetaron estos avances. En tanto, otros gobiernos avanzaron con reformas pero perdieron las elecciones posteriores y sus sucesores dieron marcha atrás con estas iniciativas. Esta inestabilidad política genera mayor fragmentación interna en la policía, que no sabe con qué reglas jugar. A su vez, aumenta la propensión a la recaudación ilegal como mecanismo para avanzar en la organización o asegurarse mayor bienestar personal. Un aumento descontrolado de la corrupción institucional como este, puede debilitar la capacidad regulatoria de la policía y derivar en mayor violencia criminal. 

«Una mayor competencia política puede debilitar el proceso de control político de la policía o revertirlo completamente. Varios gobiernos latinoamericanos intentaron reformar sus fuerzas policiales para chocarse no sólo con resistencia de la policía sino también de otras fuerzas políticas que vetaron estos avances».

HEGEMONÍA POLÍTICA Y CRIMEN ORGANIZADO

Como una de las formas de regulación de los mercados ilegales menciona la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional de México en la protección del crimen. ¿De qué manera puede compararse con otras formas de hegemonías? ¿El autoritarismo y régimen de partido único favorece esas formas de cartelización criminal?

Ciertamente que el régimen hegemónico o de partido único, donde no hay competencia política, favorece un esquema de protección centralizada, en el cual hay un alineamiento nítido entre actores delictivos, policía y gobiernos. En tales contextos, el poder político tiene la oportunidad de politizar la policía para adueñarse de rentas provenientes de mercados ilegales y no existe oposición relevante que pueda frenarlo o disuadirlo. En menor medida, las hegemonías subnacionales del peronismo en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe replicaron estos arreglos informales. Como en el caso mexicano, en tanto aumentó la competencia política, creció también la inestabilidad en las políticas públicas respecto a la policía, la falta de control de la corrupción policial, y la regulación desordenada de los mercados ilegales, con un consecuente aumento de la violencia criminal.

Desliza en su libro que existiría pago de rentas por protección de los dealers de drogas con la complicidad política en Buenos Aires. Sobre Santa Fe, cita una fuente judicial que afirma que con la descentralización las comisarías empezaron a administrar bunkers. ¿Por qué?

Según las fuentes consultadas, en Buenos Aires la recaudación estatal procedente de actividades ilícitas tendió a centralizarse, mientras que en Santa Fe se fragmentó. En otras palabras, si bien anteriormente en Buenos Aires la protección política de los mercados ilegales era otorgada a la policía tanto por el gobernador como por los intendentes, posteriormente esto pasó a ser patrimonio más exclusivo del gobernador. Esto demandaba un sistema de recaudación centralizado dentro de la policía, cosa que no existía en Santa Fe, particularmente en Rosario, donde hubo mucha descentralización en la recaudación por parte de la misma policía.

QUIÉN ES

Hernán Flom es un politólogo que investiga el crimen organizado, la violencia y la actuación policial. Su trabajo ha sido publicado en Comparative Politics, Governance, Latin American Politics and Society y Journal of Urban Affairs, entre otros. Su libro, The informal regulation of criminal markets in Latin America, ha sido publicado por Cambridge University Press (2022). Actualmente es profesor asistente visitante en el Departamento de Ciencias Políticas del Trinity College.

Obtuvo su doctorado en Ciencias Políticas de UC Berkeley (2016). Ha sido Visiting Fellow del Instituto Kellogg de Estudios Internacionales de la Universidad de Notre Dame y se desempeñó como Coordinador del Ministerio de Seguridad Nacional de Argentina, y como consultor en seguridad ciudadana para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) , la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) y Paz en Nuestras Ciudades, entre otros.

En el día de las madres… no quiero regalos, no quiero criar sola ni sólo criar

En el día de las madres… no quiero regalos, no quiero criar sola ni sólo criar

«Como madre me siento como Damocles cada octubre», escribe la autora, explicando que las madres no queremos sentirnos solas, juzgadas ni culpables. Tenemos derecho a disfrutar de la maternidad, acompañadas en el cuidado.
Madres y el derecho a disfrutar compartiendo la carga de los cuidados. ¿Feliz día?

Este domingo es el día de las madres en Argentina. Desde inicios de octubre empezamos a ver vidrieras y publicidades llenos de eslóganes: “mamá la más bella”, “Gracias mamá”, “a la que siempre está”, “a la que nos enseña a nunca bajar los brazos”, “a la que hace las mejores comidas” y bla blá… Como madre me siento como Damocles cada octubre, porque sí, quiero mi regalo, pero no estoy tan segura de querer todo el peso que conlleva ser merecedora de dicho presente. Son sentimientos encontrados: Les agradezco el reconocimiento, pero… sin ánimos de ser ingrata, que entre todes reproduzcamos el discurso esencialista sobre mi rol de abnegada sin poner en debate por qué soy yo “la que hace las mejores comidas” si no nací sabiendo cocinar, ni por qué no se me permite mostrar que a veces sí quiero bajar los brazos y acostarme a dormir, más que un reconocimiento se convierte en una muy pesada carga. 

Más que el regalito de cada octubre, las madres queremos no sentirnos solas, juzgadas ni culpables (¿de qué? ¡De todo!). En simples palabras queremos tener el derecho a disfrutar de la maternidad, disfrutar de jugar con nuestros hijes, lo que implica no lidiar solas con la parte complicada del proceso ni perder todo ápice de identidad en esta empresa. Queremos compartir la tarea, la carga mental, la preocupación y el regocijo de criar. Porque en definitiva, en el bullicio familiar, las exigencias escolares, el mito de la mujer maravilla que todo lo puede -porque es autónoma económicamente, porque se mantiene “en forma” y está a la postre de su familia con la mejor sonrisa y por supuesto jamás se enferma-, las madres nos sentimos solas. Aisladas, incomprendidas, ahogadas en mares de culpas por mandatos cumplidos a medias, que para colmo de males, son cada vez más excluyentes y sincréticos. 

NO NOS ARREGLAMOS NI LAS UÑAS PARA EL MARIDO

Las madres de niños pequeños recibimos embates desde muchos lugares. De nuestras madres y abuelas, agotadas y abnegadas, recibimos la mirada que desaprueba la crianza sin “correctivo”, que no nos arreglemos ni las uñas para el marido, que tengamos la casa despelotada, que el bebé duerma en nuestra cama y que estemos poco en la casa. De las pediatras de Instagram –qué casta-, que el colecho, la crianza con apego, la lactancia a demanda, la comida orgánica y casera, y disponibilidad al cien por ciento de las demandas de los peques sin prestar atención al mandato externo (porque los otros mandatos son los malos y generan culpas, los suyos, para quienes tienen las condiciones materiales resueltas, liberan). De amigas sin hijes, que no nos damos tiempo para nosotras, que no hablamos de otro tema que no sea la caca o la oferta de pañales, nos volvimos aburridas y sosas. Nos remarcan que no entienden cómo ni por qué elegimos maternar. Tampoco nosotras entendemos cómo hacemos ni por qué lo hacemos en estas condiciones, no entendemos por qué aún rodeadas de ruido y compañía nos sentimos solas e incomprendidas. En todos estos ámbitos está permitida la catarsis moderada, un poquito para mostrar que somos humanas, pero no mucho para no poner en dudas nuestro amor incondicional a la cría. 

Hablar de cuidados es también hablar de una política cultural y si hablamos de cultura hablamos de que el cambio tiene que ser integral en la sociedad.

Cuando hablamos de cuidados y de la forma en que se organizan socialmente las responsabilidades vinculadas a la sostenibilidad de la vida, el epicentro está en las familias, y dentro de las familias el núcleo principal de asistencia, de respuesta y contención son las mujeres, principalmente las madres, aunque también las hermanas mayores, las tías, las abuelas, que estarían encarando y supliendo el rol esencialmente materno, ese que festejamos en fechas como esta. Tenemos vasta evidencia sobre esto, inclusive los resultados de la Encuesta Nacional de Uso de Tiempo (2021 INDEC) lo muestran con claridad: las mujeres en Argentina tenemos jornadas productivas mucho más extensa que los varones, incluyendo no sólo el trabajo remunerado sino también todo el trabajo doméstico y de cuidados que hacemos en nuestros hogares. A partir de esa evidencia, y de que cada vez nos faltan más manos y horas del día para cumplir con todas las exigencias, comenzamos a problematizarlo y a demandar al Estado que cumpla una función central como promotor de políticas públicas que atiendan a estas necesidades y de regulador de las relaciones en el mercado laboral y la oferta de servicios privados. Pero…con que una minoría intensa (¡gracias feministas!) le exija al Estado –y ojalá este responda-, no basta para sentirnos menos solas en este proceso. Como advierte Nieves Rico, hablar de cuidados es también hablar de una política cultural y si hablamos de cultura hablamos de que el cambio tiene que ser integral en la sociedad. 

Cambio cultural. Romper estereotipos. No alcanza sólo con normas.

NECESITAMOS UN ESTADO PROMOTOR DE POLÍTICAS

Pensar en los cuidados como parte central de nuestra construcción cultural, y por consiguiente entender a las políticas de cuidado como políticas culturales, implica tener la posibilidad de romper con el contrato sexual que establece con qué cartas juega cada uno/a y re-barajar. Pero para eso no sólo necesitamos de un Estado promotor de políticas… necesitamos fundamentalmente discutir las vivencias vinculadas a cuidar despojadas de prejuicios y tapujos, con toda su diversidad variopinta, por clase, etnia, región, tipo de familia, sin el miedo a la censura social que a todas y todos nos convierte en víctimas y verdugos. Nos debemos esa discusión, a nivel social en general pero sobre todo en el plano de las relaciones íntimas y fraternas.

No es fácil ser impermeable frente al juzgamiento de la abuela, de las amigas, de la maestra, del compañero, de los amigos del compañero, de la pediatra, de las/os colegas y jefes, ni principalmente, del nuestro. Tampoco es fácil dar cuenta de nuestras falencias y de nuestros privilegios. Por ello generalizamos, sublimamos, tapamos. En ese ejercicio de “impermeabilizarnos” nos anestesiamos y también nos aislamos, dejamos de sentir lo bueno y lo malo, todo pierde intensidad y nos automatizamos. Al automatizarnos reproducimos sin reflexión alguna los distintos mandatos impuestos, y generamos un mosaico de modelos en torno a los cuales construimos el andamiaje de nuestras vidas y el de nuestros hijos. Así, la soledad se vuelve parte de nuestra identidad como madres, y como dice Florencia Freijo en su libro Solas (aun acompañadas), nos une a todas por igual y está presente en todas las mini batallas que libramos día a día. El problema a mi modo de ver, no es la soledad en sí, sino la falta de conciencia sobre ella y por consiguiente su naturalización. 

Qué dilema se presenta cuando el amor incondicional a un hijo se antepone moral y socialmente a todo deseo de individualidad de las mujeres. Porque dicho dilema es una singularidad femenina, que debe ser oculta bajo secreto de sumario con las vergüenzas vinculadas al caso, aislándonos y juzgándonos aun más. 

MATERNIDADES AUTOMATIZADAS

Pero ¿Acaso podemos simplemente tomar conciencia de nuestra soledad y seguir como si nada pasara cuando tenemos en nuestras espaldas el peso de la vida de otros? Parece una trampa: el aislamiento anestesiado nos permite vivir con cierta incomodidad pero en un terreno en el cual estamos adaptadas que nos habilita a seguir funcionando como se espera que lo hagamos. Al respecto me resonó mucho el ensayo “Vivir sola” de Vivian Gornick, que si bien no refiere a la maternidad, en uno de los pasajes donde describe la soledad cristaliza el mayor temor sobre mi individualidad que despertó ser madre. A grandes rasgos Gornick plantea que la soledad no es letal y ser conscientes de ello puede ayudarnos a convertirla en una aliada, pero que carcome la energía y evapora la vida interior, nos secciona de nosotras mismas, nos quita vivacidad y por consiguiente en su adormecimiento nos condena a la mediocridad. Qué dilema se presenta cuando el amor incondicional a un hijo se antepone moral y socialmente a todo deseo de individualidad de las mujeres. Porque dicho dilema es una singularidad femenina, que debe ser oculta bajo secreto de sumario con las vergüenzas vinculadas al caso, aislándonos y juzgándonos aun más. 

Ser conscientes de que criamos en soledad nos conduce a enfrentarnos con nuestra responsabilidad individual y colectiva. Por lo tanto, nos obliga a tomar una posición activa y optar por sostener a conciencia maternidades automatizadas, o apostar por el cambio de dirección. Comencemos a poner en palabras nuestra soledad, permitámonos ver en las madres personas falibles, que cometen errores, que desean y que conviven con su propia fragilidad, y también en este proceso, demos espacio para que las masculinidades ejerzan la paternidad sin la constante supervisión materna. Si para esperar el regalo del mes de la madre, el precio es criar sola y que de mi (nosotras) se espere sólo criar, al igual que Damocles, también devuelvo los regalos.

El cuidado es trabajo. La maternidad disfrute. La cultura nos carga de culpas.
El PSOE y el programa de 1888: objetivos, propuestas y acuerdos

El PSOE y el programa de 1888: objetivos, propuestas y acuerdos

Nueve años después de su fundación, el PSOE realizó su primer Congreso. Allí se sentaron las bases programáticas y políticas iniciales de uno de los partidos socialistas más relevantes de Europa en la actualidad.

Aunque el Partido Socialista Obrero Español se fundó en Madrid, en el mes de mayo de 1879, sacando un primer programa, la formación política no tuvo su primer Congreso hasta agosto de 1888, celebrado en Barcelona, el mismo mes y lugar en el que se crearía la UGT (Unión General de Trabajadores). En este primer Congreso se definió claramente un programa estructurado. Este artículo pretende recordar, a través del Manifiesto publicado, en qué consistió dicho programa y los tres grandes acuerdos que definieron la posición y estrategia política a seguir por el Partido Socialista durante muchos decenios.

LOS OBJETIVOS

Las cuatro aspiraciones u objetivos del socialismo español eran los siguientes:
– La posesión del poder político por parte de la clase trabajadora.
– La transformación de la propiedad individual o corporativa (en referencia a sociedades o compañías) de los instrumentos de trabajo (medios de producción) en propiedad colectiva, también denominada, social o común.
– La organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, y el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras, garantizando a todos sus miembros el producto total de su trabajo, y la enseñanza general científica y especial de cada profesión a los individuos de uno y otro sexo.
– La satisfacción por la sociedad de las necesidades de los “impedidos por edad” o por algún tipo de padecimiento.

El Partido Socialista pretendía con estos objetivos la emancipación de la clase obrera, con la desaparición de las clases sociales y su transformación en una sola de trabajadores, que se convertirían en dueños de los frutos de su trabajo, además de ser libres, iguales, “honrados e inteligentes”.
Una vez marcados los objetivos había que plantear los medios políticos y económicos para lograrlos. Esos medios se dividieron en cuatro paquetes de medidas: políticas, económicas, laborales y sociales.

El Partido Socialista pretendía con estos objetivos la emancipación de la clase obrera, con la desaparición de las clases sociales y su transformación en una sola de trabajadores, que se convertirían en dueños de los frutos de su trabajo, además de ser libres, iguales, “honrados e inteligentes”.

LAS PROPUESTAS

En el ámbito político, los socialistas planteaban un claro avance en el reconocimiento de derechos, más allá de lo que estipulaba la Constitución en vigor de 1876 que, aunque reconocía más que las Constituciones de la época isabelina, y se acercaba en esta materia a la Constitución de 1869 del Sexenio Democrático, no se garantizaban de forma categórica, dependiendo del gobierno de turno, siendo más restrictivos los conservadores que los liberales, por lo que se ha considerado un texto constitucional elástico, porque permitía mucha libertad a los ejecutivos. En consecuencia, los socialistas abogaron por los derechos de asociación, reunión, petición, manifestación y coalición, sin ninguna cortapisa. Además, pretendían la libertad de prensa, la inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia, la seguridad individual, y el reconocimiento del sufragio universal. En este sentido, recordemos que hasta la llegada del Gobierno Largo de Sagasta no se aprobaría dicho sufragio, justo dos años después de este Congreso, pero que fue falseado sistemáticamente gracias al fraude electoral y el caciquismo, convirtiendo las elecciones en España en una farsa, eso sí necesaria para mantener el edificio político diseñado por el conservador Cánovas del Castillo. Los socialistas tendrían aquí una de sus batallas futuras.

El PSOE defendía la adopción de medidas encaminadas a una profunda reforma de la justicia. En primer lugar, se quería la abolición de la pena de muerte, y el establecimiento de la justicia gratuita. También se pretendía el juicio por jurado para todos los delitos, coincidiendo, en parte, con la parte más progresista del liberalismo español y con el republicanismo. Los socialistas, fieles a un acusado antimilitarismo, pretendían la supresión de los ejércitos permanentes. La cuestión de la guerra sería otro de las cuestiones en las que el PSOE siempre se implicó de forma evidente.
En materia religiosa, el PSOE desarrolló un evidente anticlericalismo, aunque siempre procuró ser muy respetuoso con las conciencias de los individuos, además de considerar como clave en esta cuestión la faceta económica del poder del clero, en estrecha relación con el capitalismo, intentando siempre marcar diferencias con el anticlericalismo de raíz republicana y/o del ámbito del librepensamiento o la Masonería.
El programa socialista estableció un ambicioso programa de medidas en este ámbito. Dos puntos se plantearon como fundamentales: el fin de la deuda pública, y la supresión del presupuesto del clero (En España el Estado sostenía a la Iglesia) y confiscación de sus bienes.

También se pretendía la enajenación de toda la propiedad pública, y la explotación de todos los talleres del Estado por parte de las Sociedades Obreras. La última medida era de carácter fiscal, y también de envergadura, porque suponía una completa reforma tributaria, con abolición de los impuestos indirectos, y transformación de los directos en progresivos sobre las rentas o beneficios superiores a las tres mil pesetas. La lucha contra los Consumos, es decir, los impuestos indirectos que gravaban los productos de primera necesidad y, por tanto, pesaban sobre las clases más humildes, fue siempre una prioridad socialista.

En lo laboral se planteaba un conjunto muy amplio de medidas. En primer lugar, destacaría la adopción de la jornada de ocho horas de trabajo para los adultos, el gran caballo de batalla de la Segunda Internacional, pronta a crearse. Después venía la prohibición del trabajo de los niños menores de 14 años, y la reducción de la jornada laboral a seis horas para los que iban desde los 14 hasta los 18 años.

El PSOE quería dejar claro que lo que pretendía era organizar de forma sólida al proletariado, pero también mejorar sus condiciones en tanto que se completaba esa organización y se reunían los elementos necesarios para dar la última batalla a la “clase explotadora”, concluyendo con la explotación y la miseria aboliendo las clases. Era evidente que el objetivo último era el fin del capitalismo, pero no se renunciaba a la lucha concreta para arrancar todo tipo de mejoras sociales, mientras tanto.

Además de estas propuestas sobre la duración de la jornada, los socialistas defendían la semana de seis días de trabajo. En relación con el trabajo femenino, y en línea con el evidente paternalismo que se desarrolló en los primeros tiempos, tanto desde la lucha obrera como en el establecimiento de la legislación por parte del poder, el PSOE quería prohibir el que fuera poco higiénico o “contrario a las buenas costumbres”.
Por fin, había que crear Comisiones de vigilancia, elegidas por los obreros, para inspeccionar de las condiciones de las viviendas y de todos los centros de trabajo. Por fin, había que reglamentar el trabajo penitenciario.

En el ámbito salarial se defendían varias cuestiones; en primer lugar, el establecimiento del salario mínimo legal que, cada año, debía fijar una Comisión de Estadística Obrera con arreglo a los precios de productos de primera necesidad, es decir, teniendo en cuenta la inflación. Y, en segundo lugar se pedía la igualdad salarial entre ambos sexos.

En materia de seguros sociales se quería que se protegiesen las Cajas de socorros y pensiones para los “inválidos del trabajo”. Pero, además, se exigía responsabilidad a los patronos en los accidentes de trabajo, garantizada con una fianza en metálico que debían depositar en las Cajas de las Sociedades Obreras, proporcional al número de trabajadores empleados y a los peligros que presentase su industria o sector productivo.
La enseñanza general y técnica ya fue una primerísima preocupación socialista porque se pedía el establecimiento de escuelas de primera y segunda enseñanza, así como profesionales, debiendo ser gratuitas.

La cuestión de la vivienda no se agotaba con la creación de las citadas Comisiones de Vigilancia. Además, había que reformar las leyes del inquilinato y desahucio, y todas aquellas que lesionasen derechos de los trabajadores.

A raíz todo lo expuesto, el PSOE quería dejar claro que lo que pretendía era organizar de forma sólida al proletariado, pero también mejorar sus condiciones en tanto que se completaba esa organización y se reunían los elementos necesarios para dar la última batalla a la “clase explotadora”, concluyendo con la explotación y la miseria aboliendo las clases. Era evidente que el objetivo último era el fin del capitalismo, pero no se renunciaba a la lucha concreta para arrancar todo tipo de mejoras sociales, mientras tanto. Así pues, una revolución final, pero una lucha reformista día a día, entrando en colisión, tanto el PSOE como la UGT, con el sentido casi exclusivamente revolucionario de los anarquistas y luego de los anarcosindicalistas de la CNT.

Los socialistas españoles consideraban que era fundamental para conseguir el fin último la necesidad de trabajar por la extensión de la conciencia de clase de los trabajadores. Había que ejercer una labor pedagógica, encaminada a alejarlos de los partidos “burgueses”, en implícita referencia a los republicanos de signo progresista, y poniéndose de lado de los obreros en sus luchas. En este sentido, la prensa obrera se convertía en instrumento fundamental, especialmente a través del principal de sus periódicos, El Socialista.

El fin de la explotación de la burguesía, es decir, del hombre por el hombre, sería obtenida por el Partido Socialista en el momento en el que, ayudado por los conflictos que provocaba el capitalismo, tuviese la suficiente fuerza para arrojar a la clase dominante del poder. Valiéndose del mismo no se buscaría tiranizar a una parte de la clase obrera, como defendían algunos elementos revolucionarios, aunque no se especifica a quiénes se refería el Partido Socialista, sino para arrancar a la burguesía todos sus privilegios y monopolios.

LOS ACUERDOS

Por último, haremos referencia a los tres acuerdos que se tomaron. El primer acuerdo tenía que ver con la actitud a seguir con los “partidos burgueses”. Como el PSOE proclamaba la lucha de clases como medio para conseguir la emancipación del proletariado se colocaba en una posición frente a los partidos que consideraba que defendían el régimen social existente. Así pues, todos los “partidos burgueses”, como se señalaba en el acuerdo, desde los más conservadores a los más progresistas o avanzados, representaban a la “clase explotadora”, porque defendían la esclavitud de los obreros, a través del mantenimiento del sistema del salario, obligando a la lucha para conseguir la abolición de la propiedad privada transformándola en colectiva, “social o común”. Así pues, se acordaba que la actitud del Partido Socialista con estas formaciones políticas no podía ser, en ningún caso, conciliadora, sino de enfrentamiento constante.

Con este acuerdo se sancionaba la estrategia política del Partido, claramente inspirada por Pablo Iglesias, y luego en consonancia con lo establecido en la Segunda Internacional, no sólo de combate contra los partidos dinásticos del turno de la Restauración -conservadores y liberales-, sino también y, muy especialmente, contra los republicanos de todo cariz, desde el posibilismo conservador hasta el federalismo más progresista. Este asunto generó en el Partido algunas polémicas importantes y disidencias, pero su línea de acción no se separó ni un milímetro de este acuerdo hasta 1909-1910 cuando las circunstancias derivadas de la Semana Trágica de Barcelona con su consiguiente feroz represión marcaron, junto con otros factores, el acercamiento hacia los republicanos, aunque una parte sustancial del Partido mantendría sus recelos, como se demostraría en el período previo al establecimiento de la Segunda República, y después. Los socialistas lucharon con denuedo para intentar demostrar a los obreros que los republicanos no les representaban, ni tan siquiera los federales que poseían un programa social, y que su lugar se encontraba formando parte de una organización política plenamente obrera, la socialista. La propaganda política para fomentar la conciencia de clase fue siempre una prioridad para el Partido Socialista, teniendo también que empeñarse en intentar alejar a los trabajadores del universo anarquista, como ya hemos señalado anteriormente.

La huelga sería el medio que tenían los trabajadores en el terreno económico para combatir el “despotismo patronal” y hacer menos precaria su situación. Pero, además, la huelga era un medio para fortalecer la conciencia de clase.

El segundo acuerdo tenía que ver con la posición ante las huelgas del socialismo. La huelga sería el medio que tenían los trabajadores en el terreno económico para combatir el “despotismo patronal” y hacer menos precaria su situación. Pero, además, la huelga era un medio para fortalecer la conciencia de clase. Por otro lado, como los gobiernos solían intervenir en el antagonismo entre el capital y el trabajo, las huelgas terminaban tomando un cariz político, en la lucha de una clase contra la otra. Por eso, el PSOE debía fomentar el movimiento de resistencia y apoyar con todas sus fuerzas las batallas que las organizaciones obreras librasen con los patronos. En todo caso, conviene recordar que la UGT, no fue, generalmente, partidaria de recurrir, como primer instrumento de lucha, a la huelga, si no se habían agotado antes todos los medios de negociación. Es más, la UGT aprobaría que sus órganos centrales podían desaprobar una huelga convocada por una Sociedad Obrera o una Federación si se consideraban que la organización pudiera correr un riesgo grave. Nunca se renunció a la huelga, pero los sindicalistas socialistas tuvieron siempre muy presentes las consecuencias de las mismas, especialmente, si no estaba clara la victoria, y no se debilitaba la organización obrera, un objetivo en sí para los socialistas españoles.

El tercer acuerdo proclamaba la vocación internacionalista del PSOE, quizás el asunto menos estudiado por la historiografía. Para el año siguiente estaba convocado el Congreso en el que nacería la Segunda Internacional, y el Partido quería estar presente en ese acontecimiento porque era considerado como un deber, y creía en el internacionalismo de la lucha. Así pues, se acordó que estaría representado en el Congreso Internacional de París con un delegado propio.

[Fuentes: sobre la estrategia política en la Historia del PSOE sigue siendo imprescindible acudir a la obra de Santos Juliá, Los socialistas en la política española. 1879-1982, publicada en el año 1997 por Taurus. Por su parte, como fuente hemos empleado los números 131 y 132 de El Socialista, que podemos consultar en la red en la Hemeroteca de la Fundación Pablo Iglesias.]