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Fernando Manuel Suárez: «La vocación democrática y el pluralismo son el legado del socialismo popular»

Fernando Manuel Suárez: «La vocación democrática y el pluralismo son el legado del socialismo popular»

Analizando la creación e historia del Partido Socialista Popular, el historiador y periodista reflexiona sobre las transformaciones de la izquierda democrática en la Argentina y su identidad política.
Fernando Manuel Suárez, autor de «Un nuevo partido para el viejo socialismo» (2021)

“Identifico tres tradiciones en las que abreva el Partido Socialista Popular (PSP) y que se mixturan en su peculiar idiosincrasia: socialismo, reformismo y nacionalismo. Ninguna de estas tradiciones es exclusiva del socialismo popular, por tanto, son disputadas en el terreno político”, dice el historiador, docente y periodista jefe de redacción de La Vanguardia, Fernando Manuel Suárez, autor de una historia del partido fundado que tiene a Guillermo Estévez Boero como su máxima figura fundacional.

“Un nuevo partido para el viejo socialismo” publicado en conjunto por la Universidad Nacional de General Sarmiento, la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad Nacional de Misiones, toma un periodo histórico que va de la formación partidaria hasta 1982. Suárez habla sobre este periodo, las tensiones con otras fuerzas políticas, el autoritarismo, los disensos internos durante el periodo estudiado, pero también reflexiona en esta entrevista sobre cómo ese legado llevó a la aproximación de algunos dirigentes al alfonsinismo, la construcción del un partido socialista unificado con el Partido Socialista Democrático y la experiencia de gestión en Rosario y Santa Fe.

¿La creación del Partido Socialista Popular después de la serie de fragmentaciones del socialismo, logra saldar el debate sobre el antifascismo que había orientado a los sectores antiperonistas?

Es una pregunta capciosa, pero no sé si del todo precisa por varios motivos. La raíz antifascista del antiperonismo socialista, que bien ha trabajado Andrés Bisso, había mutado a lo largo de los años a una antinomia ya más vernácula, a lo sumo teñida de antitotalitarismo como ha mostrado Ricardo Martínez Mazzola. Asimismo, es bastante discutible el tenor de tal “debate”, dado que la sangría de militantes y dirigentes socialistas hacia el peronismo había existido, basta con pensar en Ángel Borlenghi y Juan Atilio Bramuglia, y quienes se sostuvieron en el Partido Socialista, más allá de sus muchas diferencias, no diferían mucho al respecto de ese tema. Por decirlo brutalmente, no creo que los desacuerdos entre Américo Ghioldi y Alfredo Palacios, por dar algún nombre, tuvieran que ver con una lectura muy distante con respecto al peronismo. 

La explicación habría que pensarla desde otro ángulo. Efectivamente la revisión sobre el peronismo se produjo en esos años, pero al calor de otras discusiones más amplias. La cuestión de la “nueva izquierda”, como ha trabajado María Cristina Tortti, parece ser más explicativa de esa transformación. Las viejas preguntas con respecto a la clase obrera o, como decían los militantes del socialismo popular en esos años, las “mayorías nacionales”, se enlazaban necesariamente con la cuestión peronista. Sin embargo, más allá de esa revisión, la posición del PSP, como la de casi todos sus integrantes, fue de un acercamiento prudente y, por decirlo de alguna manera, desconfiado con respecto al peronismo. No hubo integración o “entrismo”, como sí propusieron otras agrupaciones de izquierda, sino más bien un tibio apoyo. Podía ser contrastante con los discursos de Américo Ghioldi u otros miembros del Partido Socialista Democrático, pero no lo era demasiado con el de otras agrupaciones socialistas de esos años. 

En el contexto de los años 70, con una dictadura agonizante, un peronismo que parecía inevitable y la violencia política consolidada: ¿qué posiciones tomó el PSP en relación con las discusiones de izquierda y democracia de la época?

El Partido Socialista Popular, si bien recuperaba algunas banderas y referencias teóricas del socialismo revolucionario, se mostró desde sus inicios muy renuente a la lucha armada y a las tácticas insurreccionales. Al mismo tiempo, sus orígenes se remontan a una frontal oposición ante el gobierno militar liderado por Onganía y su política. En ese contexto convulsionado, el PSP, al igual que otros sectores, optó por el lema “Elecciones limpias y sin proscripciones” en contraste con el “Ni golpe, ni elección: revolución” que pregonaban otras fuerzas de izquierda. Esta opción le valió la enemistad de algunas organizaciones que no dudaban en tildar a sus militantes de “amarillos” (forma en que se calificaba a los sindicalistas afectos a negociar con la patronal).

En términos generales, se podría decir que el PSP mostraba cierta lealtad y confianza en las reglas del juego democrático, pero hay que ser prudentes para no incurrir en anacronismos. Sus documentos y posicionamientos estaban llenos de expresiones afines al marxismo y al socialismo revolucionario, en particular en lo que respecta al tópico antiimperialista. Sus posturas se asemejaban más a las del Partido Comunista Revolucionario que a cualquier variante socialdemócrata.

«El nacionalismo del PSP no era doctrinario ni muy sofisticado, pero sí muy pregnante en sus manifestaciones litúrgicas y sus discursos. Una de sus primeras innovaciones fue incluir la bandera argentina en el escudo partidario o cantar el himno nacional en los actos proselitistas».

Por otro lado, esa postura general no resolvía por sí misma los posicionamientos coyunturales y en ese aspecto el PSP tuvo muchas dificultades. Cada decisión táctica en ese corto pero convulsionado período que fue de 1972, año de su fundación, a 1976,  produjo más de un dolor de cabeza dentro de las filas del PSP. En muchas de esas oportunidades desembocó en rupturas o escisiones. Los tenues acuerdos con respecto a atenuar el antiperonismo o recuperar algunas banderas revolucionarias estallaban por los aires cada vez que había que tomar una resolución concreta. Eso, como se ve en el libro, desembocó en una rápida ruptura del núcleo fundador y en la existencia durante algunos años de dos organizaciones que reclamaban para sí el nombre de Partido Socialista Popular.

¿Cuáles son las características distintivas de cultura política y de estética militante del nuevo Partido Socialista Popular?

No soy muy partidario del uso de la categoría “cultura política”, en cierta medida por lo laxo de sus límites. Opté por el concepto de “identidad”. En ese sentido, identifico tres tradiciones en las que abreva el PSP y que se mixturan en su peculiar idiosincrasia: socialismo, reformismo y nacionalismo. Ninguna de estas tradiciones es exclusiva del socialismo popular, por tanto, son disputadas en el terreno político. Mi hipótesis es que la originalidad está justamente en la particular lectura de esas tradiciones y en la combinación. 

El PSP forjó una lectura de la tradición socialista heterodoxa y sincrética, evitando afincarse en alguno de los “ismos” que proliferaban en esos años. Asimismo, su anclaje en la tradición socialista argentina fue bastante selectiva, prefiriendo a figuras como Alfredo Palacios o Manuel Ugarte antes que a Juan B. Justo. Su reformismo, por otro lado, reflejaba algunos aspectos estratégicos (como alternativa, aunque no contradictoria, con la vía “revolucionaria”) y se afincó en la longeva tradición del reformismo universitario. De la universidad provenía el grueso de su militancia y de esa corriente histórica algunas de sus principales banderas, en particular el antiimperialismo.

El nacionalismo del PSP no era doctrinario ni muy sofisticado, pero sí muy pregnante en sus manifestaciones litúrgicas y sus discursos. Una de sus primeras innovaciones fue incluir la bandera argentina en el escudo partidario o cantar el himno nacional en los actos proselitistas. El celeste y blanco predominaba por sobre el rojo en toda su simbología partidaria, así como se recurrían a tradicionales emblemas nacionalistas como las tacuaras o el gaucho. En términos discursivos y de posicionamiento político, el nacionalismo le permitía tomar decisiones en función de lo que imponía la “realidad nacional” y este pretexto era muy útil para dar márgenes de acción a su dirigencia. 

¿Cómo logró sobrevivir a la dictadura militar el PSP? ¿Tuvo desaparecidos? ¿Tuvo deserciones hacia posiciones más radicalizadas?

– A pesar de su oposición explícita al golpe de 1976, la cúpula dirigente asumió una postura muy prudente frente al gobierno militar y cuya principal prioridad fue la protección de sus militantes. Está claro que el PSP no era ni por lejos el principal foco de atención del dispositivo represivo puesto en marcha por la dictadura, sin embargo se tuvieron que tomar medidas concretas para proteger a algunos de sus militantes más expuestos. La estrategia más recurrente fue la reubicación de algunos de ellos en otros lugares del país, a modo de exilio interno, y la reducción de la actividad política a lo mínimo e indispensable. 

En términos generales, el PSP en su conjunto adoptó una política de autopreservación y su actividad intentó quedar alejada del radar represivo del gobierno autoritario. El partido continuó funcionando de forma semi-clandestina y sus posicionamientos tendieron a ser poco combativos o, al menos, no muy frontales. Sin embargo, desde muy temprano Guillermo Estévez Boero y otros dirigentes abonaron distintas instancias de cooperación interpartidaria e iniciativas de oposición, al igual que lo harían en su vinculación con la Internacional Socialista.

Con la democracia y el auge de la propuesta socialdemócrata de Alfonsín, ¿cuándo y cómo el PSP se arrima al gobierno después de haber apoyado a la fórmula peronista? ¿Cuál es el saldo en términos de formación de cuadros y de proximidad al ejercicio del poder?

El PSP nunca se sumó formalmente al gobierno de Alfonsín, a pesar de los muchos vínculos que existían tanto con el primer mandatario como con el radicalismo desde hacía décadas. No obstante eso, las vías de diálogo fueron muchas y el gobierno intentó, muchas veces con éxito, sumar cuadros que provenían de esa tradición política: Alfredo Bravo, Héctor Polino, Simón Lázara, por nombrar algunos. 

Creo que hubo un conjunto de transformaciones que contribuyeron a la transformación del PSP que van más allá del gobierno de Alfonsín, pero que de algún modo se vinculan con él. El acercamiento a la Internacional Socialista y con ella a una serie de partidos socialistas con experiencias de gestión y otra impronta ideológica, apuntaló esa transición que no tuvo mucho de original. El otro elemento clave en ese proceso fue el acercamiento, hasta entonces impensado, con el Partido Socialista Democrático y el intento sostenido de articular, primero como coalición y más adelante con la fusión definitiva, la unidad socialista.

«El PSP se vincula con la Internacional Socialista como parte de una doble estrategia: por un lado, buscar un paraguas internacional que operara de refugio ante un posible embate represivo del gobierno dictatorial y para intentar zanjar el conflicto judicial por la sigla partidaria».

Rosario marcó y sigue marcando un clivaje en la historia del socialismo democrático: ¿Ser parte de la gestión de la tercera ciudad del país impactó en el enfoque político?

Si bien esto escapa a la periodización y, por tanto, al objeto de mi investigación, es claro que el triunfo en Rosario, por las circunstancias y la magnitud, fue un parteaguas en la historia del PSP. Si bien el socialismo había tenido en la Argentina algunas experiencias de gestión reconocidas, como Mar del Plata o Godoy Cruz, siempre pesaba sobre esta expresión política la sospecha sobre su incapacidad de gobernar. La inesperada conquista electoral, precipitada por la renuncia del intendente radical electo, luego logró ratificarse en los hechos de una gestión innovadora y reconocida incluso allende los límites de nuestro país. Asimismo, también hay que decirlo, la gestión obligó a replantear algunos aspectos programáticos y tácticos del PSP, diluyendo definitivamente sus aristas más radicalizadas y consolidando una tendencia frentista con partidos de centro e, incluso, de centro-derecha como la UCR o el PDP. 

¿En qué momento de su historia el socialismo popular se conecta con el internacionalismo socialista y cuál es el impacto de este vínculo?

El PSP se vincula con la Internacional Socialista como parte de una doble estrategia: por un lado, buscar un paraguas internacional que operara de refugio ante un posible embate represivo del gobierno dictatorial y, por el otro, como una vía para intentar zanjar el conflicto judicial por la sigla PSP que se había desatado con la ruptura partidaria de 1974. Para ambas cuestiones, el saldo fue muy exitoso: el PSP ganó finalmente la disputa con sus otrora socios y también un reconocimiento a nivel internacional. 

A este aspecto “táctico”, hay que sumarle algunos efectos de más largo aliento y, quizá, colaterales a ese acercamiento inicial. La integración del PSP a la IS le ofreció un marco propicio para renovar algunas de sus referencias ideológicas y doctrinarias e iniciar un proceso de “socialdemocratización”, un aggiornamiento a los nuevos tiempos. Por otro lado, la IS y la IUSY fueron espacios propicios también para la formación de cuadros que tendría un rol importante en el devenir posterior del partido como, por mencionar algunos, Rubén Giustiniani, María del Carmen Viñas o Alfredo Lazzeretti. 

¿Cuál es el legado del PSP después de medio siglo de vida política?

Esto entra en el terreno de la especulación o, en el mejor de los casos, de las propias preferencias, no creo que de análisis. En principio, sería cuidadoso con el “mito de los orígenes”: el PSP es uno y muchos a la vez, su legado es multiforme y pasible de ser releído de muchas maneras. El legado no se extingue hasta tanto alguien considera que hay algo en ese pasado que recuperar, pero esto, lo sé, no responde tu pregunta. Por supuesto, algunos documentos y propuestas originales no parecen haber envejecido bien, el tiempo ha pasado para todos, pero esto no quita que haya aspectos rescatables. El propio partido tuvo sus instancias de revisión, esto es sabido.   

El principal legado tiene que ver con la profunda convicción democrática y su vocación pluralista. La lucha por la igualdad mediante las herramientas que da la política y construyendo siempre con otros, incluso con los que no acordamos. Esta consigna, claro está, tampoco resuelve nada, la política es desafiante y difícil.

QUIÉN ES

Fernando Manuel Suárez es profesor en Historia (UNMdP) y Magíster en Ciencias Sociales (UNLP). Es docente de la UBA. Compilador de «Socialismo y Democracia» (EUDEM, 2015) y autor de «Un nuevo partido para el viejo socialismo» (UNGS-UNLP-UNM, 2021). Es jefe de redacción de La Vanguardia.

Aquello que llamamos amor, ¿sólo es trabajo no pago?

Aquello que llamamos amor, ¿sólo es trabajo no pago?

El Congreso está discutiendo proyectos de ley de cuidados que es urgente. Los más notables, entre los que está el presentado por el bloque socialista, intentan modificar los regímenes de licencia por nacimiento y de cuidados.

Desde hace ya algunos años entró en la agenda del movimiento feminista el cuidado como tema central para entender las desigualdades de género persistentes. Las evidencias respecto al aporte económico que significa el cuidado y el trabajo de las mujeres ya no admite discusión. Las encuestas de uso del tiempo y las cuentas satélites asociadas a ellas presentan evidencia contundente del tiempo dedicado al trabajo doméstico y de cuidados en los hogares según género, nivel educativo, nivel socio-económico y por cantidad de personas dependientes bajo su cuidado (sean niños/as/es, sean personas adultas con algún tipo de dependencia o personas con discapacidad o limitación permanente).

Estos análisis han permitido estimar el valor económico, es decir, la contribución que este trabajo que no es pago y que se realiza en el ámbito de los hogares, otorga a la sociedad. También han mostrado con contundencia lo que intuitivamente pensábamos sobre los cuidados: la mayoría de las personas que llevan a delante estas tareas son las mujeres, y mientras menos ingresos tienen los hogares más tiempo le dedican ellas. Lo que sin dudas constituye un núcleo de desigualdades de oportunidades, de ocio, de recreación y de calidad de vida, sobre todo, para las mujeres más pobres. 

La pandemia, entre todos sus males aparejados, puso en evidencia la importancia y también las distintas dimensiones -hogareña/familiar/institucionalizada, remunerada y no remunerada- y los diferentes actores sociales que se articulan para llevar a cabo estas actividades (las familias, las organizaciones comunitarias, las escuelas, los jardines, los centros recreativos, estatales o privados) que son, en palabras de Joan Tronto esenciales para la sostenibilidad de la vida de las personas. Durante el 2020 y parte del 2021 cuidarnos implicaba permanecer en el hogar, cuidarnos era sinónimo de mantener higiene casi quirúrgica en nuestras casas,  de planificar estratégicamente cuándo realizar las compras y qué comprar; cuidarnos era estar pendientes de nuestra vecina anciana que vive sola, era llamar por teléfono a esa amiga que estaba maternando en soledad, era buscar actividades lúdicas para que a los más pequeños se les pasaran más rápido las horas de encierro, entre otras múltiples necesidades. 

Tal es así, que a medida que nuestra cotidianidad se vio afectada por las medidas asociadas a enfrentar la pandemia, empezamos a valorar a las personas, a los espacios, a los vínculos afectivos –y por qué no, también a las instituciones- que día a día contribuían a la organización familiar de los cuidados. Redujimos nuestras interacciones con el afuera, con nuestros compañeros de trabajo, con las amigas del club, con la familia extendida, con la comunidad de la escuela, por mencionar algunos. Intensificamos nuestras relaciones con los de adentro, con la familia, con el hogar. En este repliegue encontramos, al menos en su inicio, un tiempo de pausa, de reconexión y de ocio, que por supuesto duró poco y terminó en la mayoría de los casos no sólo con sobrepaso de tareas domésticas, de tele-trabajo entre los más privilegiados, de escolaridad virtual y de problemas de salud mental (como insomnio, depresión, irritabilidad).

HABLAR DE CUIDADOS MÁS ALLÁ DEL TRABAJO DOMÉSTICO Y REPRODUCTIVO

En definitiva, por un tiempo intenso pero corto, fuimos más conscientes de lo que nos da y nos quita la vorágine, de la importancia de parar a mirar nuestros vínculos, y de sus efectos sobre el bienestar propio y de nuestras familias. En otras palabras quitamos el velo a lo dado como natural y mecánico, para empezar a comprender la importancia cardinal que tiene el acto de cuidar de otros, de  cuidarse y de recibir cuidados.  

Entendimos que al slogan “aquello que llamamos amor es trabajo no pago”, se quedaba corto para comprender la compleja trama de vínculos, relaciones, emociones y de labores que implica cuidar. Es en este punto donde me quiero detener: hablar de cuidados involucra mirar más allá del trabajo doméstico y reproductivo. Dar y recibir cuidados impacta sobre nuestros vínculos, sobre nuestras emociones, sobre nuestra salud. Por eso, despojar a este concepto tan amplio de la emotividad, de la ternura, del amor, del sufrimiento y del agotamiento, para sólo enfocarnos en su dimensión de labor- trabajo y de los efectos e impactos para la economía, puede llevarnos a anteponer el carro delante del caballo. 

Por las exigencias laborales en un mercado altamente excluyente y segmentado, que no sólo las desiguales cargas de cuidados recaen sobre las mujeres, sino que también a raíz de ello, no todas las personas tenemos la oportunidad de recibir ni de otorgar cuidados de igual calidad.

Después de este shock producto de la pandemia, ¿por qué seguimos midiendo todo en términos productivos? ¿Por qué seguimos pensando que quien cuida preferiría estar trabajando en el mercado laboral? ¿Por qué continuamos analizando dicotómicamente el uso del tiempo entre trabajo remunerado y no remunerado?; y ¿por qué no centrarnos el análisis del tiempo dedicado al ocio, la recreación, e inclusive, en sociedades tan desiguales y empobrecidas como la nuestra, al tiempo dedicado a las necesidades fisiológicas básicas, como comer, ir al baño y dormir bien? Sobre todo, ¿por qué seguimos anteponiendo las exigencias del mercado?

Después de todo, es en la búsqueda por productividad donde quedamos exhaustos y afectamos nuestra salud y la calidad de nuestros vínculos. Cuando comenzamos a medir todos los aspectos de la vida en relación a su productividad, favorecemos al ámbito que menos está haciendo por cuidarnos: las instituciones del mercado. Salvo cuando desde el mercado se ofrecen servicios de cuidado (como jardines infantiles, residencias de cuidado de larga duración o el empleo de casas particulares), el mercado laboral es el ámbito donde se invisibiliza la centralidad del trabajo reproductivo y de las responsabilidades de cuidado de los trabajadores y las trabajadoras, negándoles a los primeros la posibilidad de ser partícipes de los cuidados, y penalizando a las segundas por ser quienes históricamente cargan con la –casi- exclusiva responsabilidad de cuidar, de criar, de acompañar.

SISTEMA NACIONAL INTEGRAL Y FEDERAL DE CUIDADOS

Es por las exigencias laborales en un mercado altamente excluyente y segmentado, que no sólo las desiguales cargas de cuidados recaen sobre las mujeres, sino que también a raíz de ello, no todas las personas tenemos la oportunidad de recibir ni de otorgar cuidados de igual calidad. Es ahí cuando la comunidad, la familia extendida, los vecinos del barrio, las mujeres del merendero, los grupos de jóvenes de la parroquia y de las agrupaciones políticas, despliegan creativamente artilugios basados en la cooperación y la solidaridad para acompañarse en estas tareas de subsistencia, de sostenibilidad de la vida, de cuidados. 

Estamos ante un momento histórico en materia de políticas de cuidado en el país. El Poder Ejecutivo envió el proyecto de ley “Cuidar en Igualdad” de creación de un sistema federal de cuidados con perspectiva de género al Congreso; la diputada socialista Mónica Fein junto al diputado Enrique Estévez también presentaron un proyecto de ley de creación de un sistema nacional integral y federal de cuidados (por mencionar los más recientes). Estos proyectos no sólo ponen sobre la mesa una discusión urgente, sino que también intentan canalizar las demandas ciudadanas, cristalizan las formas de organización del cuidado comunitario y condensan la actuación legislativa existente que busca modificar los regímenes de licencia por nacimiento y de cuidados, desde hace al menos quince años a esta parte. 

Todo esto resulta alentador para pensar que desde el Estado existe, al menos discursivamente, el compromiso de contribuir a una sociedad más justa, inclusiva y corresponsable. Pero tenemos que tener clara cuál debe ser la función del Estado en la materia, y cuál no es ni debe ser su función. El Estado tiene una función central en garantizar el derecho de todas las personas a dar y recibir cuidados de manera digna, con pisos mínimos de bienestar garantizados en función de los derechos humanos universales conseguidos y amparados en los pactos y convenciones internacionales a los que adhiere. 

Pero debemos ser escépticos/as a que desde el Estado se nos indique cómo delimitar la noción de cuidados, y que con ello se vean limitados nuestros márgenes de acción en función de formas aceptables y no aceptables de cuidar, según los criterios de productividad vigentes. 

Si seguimos poniendo todo el peso de la balanza sobre la conciliación entre las labores de cuidado y el trabajo productivo en el mercado, en base a sus temporalidades, corremos el riesgo de caer en la trampa de creer que todas las relaciones humanas son transables.

Celebremos la politización de los cuidados y reconozcamos que ello se ha logrado en parte, gracias al impulso que las economistas feministas le han dado a la medición continua del uso del tiempo y al cálculo de su equivalente valor económico. Pero no permitamos que se opaquen y se desgarren los planos afectivos y corpóreos del quehacer cotidiano, de la construcción colectiva del hacer cuidados, en pos de eslóganes con discursos unidimensionales donde toda labor sólo tiene valor en tanto se monetariza o se le imputa un precio de mercado. 

Para dar cuenta de la complejidad de la labor de cuidados, tenemos que tener en claro qué le exigimos al Estado como respuesta. La clave es entender que no todos los aspectos de los problemas sociales podrán ser resueltos a través de políticas estatales, y por ello debemos ser estratégicos/as en qué demandamos: si seguimos poniendo todo el peso de la balanza sobre la conciliación entre las labores de cuidado y el trabajo productivo en el mercado, en base a sus temporalidades, corremos el riesgo de caer en la trampa de creer que todas las relaciones humanas son transables, y con ello que efectivamente aquello que llamamos amor, sea simplemente trabajo no pago.

San Martín: modelo de líder público honesto y progresista

San Martín: modelo de líder público honesto y progresista

En tiempos de crisis profundas, las sociedades buscan en su historia referencias que marquen un norte. El historiador y escritor Juan Marcelo Calabria propone rescatar la dimensión de liderazgo progresista de José de San Martín.
Imagen de Don José de San Martín que se exhibe desde hace días en el Salón de los Gobernadores de Mendoza, concretada y donada por el artista Ramiro Ghigliazza.

En los momentos más acuciantes de la historia, o en las crisis más contundentes por las que suelen atravesar las sociedades, es una constante volver la mirada al pasado y valorizar aquellos momentos de mayor esplendor rescatando la acción de los hombres que fijaron el rumbo; quienes con sus palabras y acciones cambiaron los destinos de una región, de un país e incluso del mundo.

Sin dudas, este es el caso del niño de las misiones jesuíticas que nació aquel lejano 25 de Febrero de 1778 en el seno de la Familia hidalga de origen español conformada por el Capitán Don Juan de San Martín y Goméz y Doña Gregoria Matorras del Ser, como es sabido matrimonio del cual nacieron 5 hijos, uno de ellos, el más pequeño: Don José Francisco de San Martín.

Don José, “el que menos trabajo me ha dado” aseguraba Doña Gregoria en su testamento; inició su carrera militar a edad muy temprana en un mundo plagado de revoluciones y cambios. Al igual que su compañero y hermano de causa, otro de nuestros Padres Fundadores: Manuel Belgrano, les tocará ser testigos privilegiados de los grandes cambios que el “Siglo de las Revoluciones”, como se conoce al período que abre la Edad Contemporánea desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX, imprimirán al mundo de su época. Líderes ampliamente preparados y consustanciados con la misión a la que dedicaron su vida, Manuel Belgrano desde su formación como abogado, economista, periodista y literato fue uno de los impulsores de la Revolución de Mayo y junto con Mariano Moreno y su primo Juan José Castelli dieron los primeros pasos hacia la libertad.

«Al decir de sus contemporáneos, compañeros de armas y conocidos, el joven San Martín poseía excelente formación militar, una gran contracción al trabajo»

En tanto su gran amigo, José Francisco de San Martín, ampliamente formado en las guerras europeas, desde su posición de líder ilustrado supo, enterado de los movimientos revolucionarios, que había llegado el momento de regresar a su tierra de nacimiento, pues como él mismo lo recordará muchos años después: “…Una reunión de americanos, en Cádiz, sabedores de los primeros movimientos, acaecidos en Caracas, Buenos Aires, etc., resolvimos regresar cada uno a nuestro país de nacimiento, a fin de prestarle nuestros servicios en la lucha, pues calculábamos se había de empeñar.”

Durante los 20 años de servicio en el ejército peninsular recabó la más variada formación y experiencia, siendo testigo presencial de grandes acontecimientos políticos, militares y sociales que transformaron a Europa, América y el Mundo; pasando prontamente en los años venideros a convertirse en un verdadero protagonista de esos cambios. Al decir de sus contemporáneos, compañeros de armas y conocidos, el joven San Martín poseía excelente formación militar, una gran contracción al trabajo, valentía, esmero, dedicación, sentido del deber, amplitud de miras, juicio crítico, y un gran número de capacidades que supo conjugar a la perfección convirtiéndose en uno de los grandes líderes de su tiempo.

Los ideales iluministas cambiaron en muy pocos años la faz de Europa y en algunos años más también la joven América donde surgió toda una generación de hombres y mujeres en todos los confines del continente, con una visión clara y pensamiento estratégico, entre los que contamos a los libertadores y padres fundadores.

Poco conocido en Buenos Aires

Así “la América del Sur” después de los primeros años de revolución y cuando la guerra de la independencia comenzaba a recrudecer en todos los confines del continente, dos hombres se destacaron y erigieron como Libertadores: Simón Bolívar en el Norte y José Francisco de San Martín en el Sur, líderes y conductores de la Revolución, que dejaran grabado a fuego su impronta en las repúblicas que ayudaron a fundar. La figura de San Martín, a diferencia de su émulo caraqueño, era poco conocida en Buenos Aires, pero al poco tiempo de su llegada aquel providencial 9 de Marzo de 1812, a fuerza de esmero, trabajo y tesón, el maduro Coronel inició su misión de liderar la guerra de la independencia continuando el legado de su hermano de causa el creador de la bandera Manuel Belgrano.

Precisamente, dos años después de su llegada al Río de la Plata, San Martín tomaba la posta de manos del mismo Belgrano quien luego de ser derrotado en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma le decía:“ No siempre puede uno lo que quiere, ni con las mejores medidas se alcanza lo que se desea: he sido completamente batido en las pampas de Ayohuma cuando más creía conseguir la victoria; pero hay constancia y fortaleza para sobrellevar los contrastes y nada me arredrará para servir; aunque sea en la clase de soldado, para la libertad e independencia de la patria … lo pedí a usted desde Tucumán, no quisieron enviármelo; algún día sentirán esta negativa …”.

“Como hombre de acción, pero también como un intelectual ilustrado, Gobernante ordenado y progresista, y ciudadano comprometido con su tiempo: San Martín fue, sin duda, el máximo líder de su tiempo que logró cambiar el destino de América.”

San Martín, desarrolló pacientemente su carrera en el Plata, creó el Regimiento de Granaderos a Caballo y fue su insigne jefe, impulsó la Asamblea del Año XIII, se reunió con Belgrano en el Norte y desde allí maduró el Plan de Liberación Continental, asumió la Gobernación Intendencia de Cuyo, desde donde impulsó el Congreso de Tucumán y la Declaración de la Independencia, formó el Ejército Libertador de Los Andes, aseguró la independencia de Chile, Proclamó la Libertad del Perú y colaboró con la libertad de Ecuador y con los ejércitos bolivarianos para consolidar la Gran Colombia y las nacientes Repúblicas de toda América.

Durante su carrera pública, las dos experiencias como líder político, gobernante y administrador, tanto como Gobernador Intendente de Cuyo, y luego como Protector de los Pueblos Libres del Perú y fundador y primer mandatario de la naciente República; le permitieron, junto a su desempeño militar, desplegar sus competencias y habilidades de estadista, plasmada en su obra civil, económica, educativa y cultural, cuyo legado sigue hoy presente, tanto en la Provincia de Mendoza como en la República del Perú, convirtiéndose, a partir de su corta pero dinámica y profusa labor, en un verdadero modelo de liderazgo público para la posteridad.

“Hubo una época en que todos éramos compatriotas”

Aquellos tardíos, pero merecidos reconocimientos arrancaron del Libertador las siguientes palabras: “La mayor recompensa que todo hombre público puede desear es la aprobación de su conducta por sus contemporáneos; así es que, a pesar de una vejez y una salud sumamente quebrantadas y sobre todo próximo a perder la vista por cataratas, mi existencia en medio de estos males recibe consuelos que los hacen más soportables, recordando que los actuales gobiernos del Perú, Chile y la Confederación Argentina me dan con frecuencia pruebas inequívocas del aprecio que les merezco y por este medio veo recompensado con usura los cortos pero bien intencionados servicios que la suerte me proporcionó rendir a estas repúblicas en la guerra de nuestra independencia”.

La gloria lo alcanza en la última parte de su vida; luego de persecuciones, descalificaciones y olvidos producto de rencores e intereses mezquinos; sin embargo con el equilibrio y la entereza que lo había caracterizado toda su vida, recibía con alivio y alegría los encomios de las generaciones que lo siguieron y reconocieron en el “viejo guerrero” al primero de sus ilustres fundadores. 

Al decir del General Juan Gregorio de Las Heras con motivo de la inauguración del monumento al General San Martín en Santiago de Chile el 05/04/1863: “Hubo una época, época gloriosa en la historia de este continente, en que todos los americanos éramos compatriotas, unidos por el doble vínculo de nuestro común infortunio y nuestros comunes esfuerzos por la independencia. A esa época pertenece el varón ilustre el capital general de los ejércitos de Chile, a cuya memoria Chile, agradecido, levanta hoy este monumento”.

«San Martín supo decir: ‘Mi juventud fue sacrificada al servicio de los españoles, mi edad media al de mi patria, creo que tengo derecho a disponer de mi vejez'»

Fue así que luego de 20 años de formación, preparación y experiencia, le bastaron tan sólo 10 años de vida pública para cambiar la faz del “continente dionisíaco”, tal la denominación que el mismo Libertador solía otorgar a América, al referirse a las pasiones irreconciliables que dieron lugar a las guerras fratricidas que devoraron a las antiguas colonias concluido el período independentista.

Como el mismo San Martín supo decir: “Mi juventud fue sacrificada al servicio de los españoles, mi edad media al de mi patria, creo que tengo derecho a disponer de mi vejez”, con esa claridad mental, equilibrio y ecuanimidad que lo caracterizó siempre, en esta sencilla frase pudo resumir toda su poderosa y fructífera vida. Vida larga y compleja dedicada a una misión a la que se entregó con profesionalismo, pasión y desvelo, convirtiéndose finalmente en el “hombre justo, en el momento indicado” para torcer el rumbo y lograr la Libertad de América.

Como hombre de acción, pero también como un intelectual ilustrado, Gobernante ordenado y progresista, y ciudadano comprometido con su tiempo: San Martín fue, sin duda, el máximo líder de su tiempo que logró cambiar el destino de América. Hoy más que nunca su legado de hombre público honesto y comprometido con la realidad de su tiempo y por sobre todo desde la coherencia entre su pensamiento, su palabra y su acción, nos interpela y nos impone una reflexión antes las grandes dificultades que atraviesa nuestro país y la región, aún pendiente en su desarrollo equitativo y justo, en la unidad latinoamericana tan pretendida y aún esquiva, y por sobre todo desde la visión del desarrollo y progreso a través de la educación e ilustración universal que tanto él como los hombres y mujeres que arriesgaron todo por la libertad e independencia soñaron.

Fuente del presente artículo, Libro: “San Martín, Modelo de Líder Americano. Edición Impresa Bs. As. 2014. Edición Digital, Mendoza, Setiembre 2020. Ebook: http://bit.ly/sanmartin-mla

“Los gobiernos locales deben tomar protagonismo en estrategias de seguridad ciudadana y desarrollar burocracias especializadas”

“Los gobiernos locales deben tomar protagonismo en estrategias de seguridad ciudadana y desarrollar burocracias especializadas”

Flavia Carbonari, experta del Banco Mundial y otros espacios de estudios internacionales en desarrollo y seguridad tiene una perspectiva ordenadora que sólo da la experiencia. Es contundente: las políticas de seguridad en la Argentina adolecen de evidencia estadística para el diagnóstico y para la evaluación.
Flavia Carbonari es una referencia internacional en la intersección entre políticas de seguridad, desarrollo y género.

Flavia Carbonari ha trabajado desde hace 15 años en el diseño y evaluación de programas en América Latina, África y el Sudeste Asiático como investigadora del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo en prevención de la violencia, género y desarrollo social. También metió los piés en el barro en programas del Foro Brasileño de Seguridad y el Ministerio de Seguridad de la Argentina. Nació en Brasil y se internacionalizó desde su formación en Georgetown University, participando en espacios de reflexión globales como el Woodrow Wilson Center y el Council on Foreign Relations en Washington. En 2020 fue coautora de un estudio sobre estrategias de prevención de la violencia global.

Con este bagaje de evidencia reclama mayor protagonismo de los gobiernos locales en definir y ejecutar políticas de seguridad ciudadana, que no significa crear policías locales.

¿Cuál es el rol de los gobiernos locales en la seguridad?

Ya hace un tiempo que en América Latina el rol de los gobiernos locales empezó a cambiar en lo que dice respecto a la seguridad. Y eso se dio porque se fue expandiendo la noción del concepto de seguridad, antes vinculado mucho más a la seguridad del Estado, y pasando a ser entendida como algo más amplio, como un derecho ciudadano. Muchos países de la región pasaron a comprender que la seguridad no era simplemente una cuestión de policía, si no que su manutención también pasaba por una serie de otros sectores, como el desarrollo urbano, la salud, la educación, el transporte, etc.

Cuando se da esa ampliación del tema, los gobiernos locales, que en países federativos – como es el caso de la Argentina y Brasil, dónde no necesariamente tienen la potestad sobre fuerzas de seguridad propiamente dichas, entendieron que tenían mucho que hacer. Paralelamente a eso, también hubo un creciente movimiento de mayor demanda ciudadana por respuestas a la inseguridad, que de una manera general venía creciendo.

El rol de los gobiernos locales está mucho más vinculado a esa parte preventiva – sea por la vigilancia y el mejoramiento de la planificación y el desarrollo del espacio urbano, pensado de manera más inclusiva; sea por programas sociales que ayuden a prevenir el desarrollo del comportamiento violento. Además, el gobierno local está mucho más cercano a los ciudadanos, y eso es fundamental para el éxito de cualquier estrategia de prevención de la violencia. Conoce su territorio, y es capaz de desarrollar políticas más focalizadas, y de promocionar la cohesión social, que hoy sabemos ser un factor clave para desarrollar la resiliencia de comunidades frente a la violencia.

¿Podés contarnos algunas buenas experiencias de trabajo en seguridad y prevención en la región?

El hecho de que en América Latina hemos convivido por tantos años con la mala reputación de ser la región más violenta del mundo nos ha convertido también en un gran laboratorio de experimentos en todo lo que dice respeto a la seguridad. Y hay muchos ejemplos interesantes de los cuáles podemos aprender.

Los ejemplos que nos han dejado legados muy importantes son los colombianos, donde ciudades como Cali, Medellín y Bogotá lograron reducir sus tasas de homicidio por 100,000 habitantes en más de 90 por ciento y hasta más de 300 por ciento, dependiendo del periodo y de la ciudad, en los años ‘90 y 2000. Y eso porque implementaron una serie de políticas multisectoriales e integradas, con una fuerte impronta de guiar el diseño de las mismas con base en información de calidad, y con fuerte liderazgo político que se mantuvo a lo largo de diferentes administraciones.

¿Cuáles son los elementos distintivos de estas buenas experiencias?

El proceso de Bogotá, por ejemplo, incluyó la institucionalización de la gestión de la seguridad ciudadana a nivel de ciudad, y la definición explícita y continua de la seguridad ciudadana como una prioridad máxima para el gobierno desde 1995. Vimos entonces una disminución constante de los índices de violencia, con diferentes administraciones municipales. En un período de diez años, entre 1993 y 2003, por ejemplo, las tasas de homicidio cayeron en más del 70 por ciento, en un patrón que se mantendría relativamente estable durante la siguiente década.

Eso se debió en gran parte a inversiones en un sistema de vigilancia que comenzó a recopilar y difundir información precisa sobre incidentes delictivos, que llevó a medidas como por ejemplo el control de armas y alcohol durante días y horarios específicos, campañas mediáticas y educativas sobre temas como la violencia doméstica, la resolución alternativa de conflictos y el consumo de alcohol y drogas. Hubo también la intensificación y despliegue más estratégico de la presencia policial en áreas clave, operando en estrecha colaboración con asociaciones comunitarias. También hubo varios esfuerzos de inclusión social. Por ejemplo, se ofrecieron puestos de trabajo como “Guías Cívicas” a jóvenes, trabajadoras sexuales, personas en situación de calle y desplazados por la violencia, entre otros, en un esfuerzo por romper el estigma hacia estos grupos y ofrecerles oportunidades de ingresos y apoyo.

Y más allá de Colombia, que son casos bastante difundidos…

Un ejemplo más reciente que puedo citar de Brasil es el de la ciudad de Pelotas, que se encuentra en el Sur del país. Esa ciudad, de poco más de 350.000 habitantes, creó en 2017 una secretaría municipal de seguridad y lanzó el Pacto por Pelotas, una estrategia para promover la paz y reducir el crimen y la violencia. Ese Pacto incluye más de 30 programas diferentes en torno a cinco áreas principales de intervención: Policía y justicia, Supervisión administrativa, Tecnología, Prevención social, y Urbanismo.

Entre estas intervenciones están actividades que van desde acciones enfocadas en los padres para promover una crianza positiva de los niños, a programas de prevención de violencia juvenil que se enfocan en jóvenes en riesgo y desarrolla un plan de vida individual para cada uno de ellos, con apoyo psicosocial, habilidades para la vida. También incluyen actividades de reinserción social para quienes han estado en el sistema de justicia penal, justicia restaurativa, intervenciones escolares para prevenir el conflicto, y estrategias de disuasión enfocada dirigidas por la guardia municipal en apoyo a la policía provincial.

«No siempre vemos las políticas de seguridad siendo desarrolladas con base en datos y evidencia, tratando de enfocarse en las áreas y problemas principales de cada localidad. La gestión política muchas veces interfiere en esas prioridades».

Todas las actividades abarcan el ciclo de vida de un individuo y cubren las diferentes dimensiones de intervención donde sabemos dónde están los riesgos para el desarrollo del comportamiento violento y delictivo. O sea, el ámbito individual, familiar y de los pares, de la comunidad y el ámbito de la sociedad o normas sociales como un todo.

Desde el lanzamiento del programa, la ciudad ha visto una disminución del 76 por ciento en los homicidios. Las tasas de homicidios por cada 100.000 habitantes pasaron de más de 30 a 9 entre 2017 y 2021. Los robos también se redujeron en más del 70 por ciento desde 2017.

Lo que encuentro más singular de este caso, en particular, que se está convirtiendo en un ejemplo para otras provincias y ciudades de Brasil, es que varios de los diferentes programas incluidos en el Pacto fueron seleccionados en base a la evidencia de que funcionan, y hay un fuerte enfoque en seguimiento y medición de resultados en todo lo que es hecho en el marco del Pacto.

Otra característica interesante del Pacto es la creación de diferentes instancias de gobernanza para mejorar la coordinación entre los diferentes actores. Existe un Comité de Gestión Integrado a nivel de ciudad, un observatorio de seguridad pública y un Comité Integrado enfocado específicamente en la prevención.

El Pacto por Pelotas ha aprendido de muchas historias exitosas y también de fracasos o discontinuidades que hemos visto en Brasil y otros países de la región. Es un caso interesante para seguir observando, y ojalá sus resultados sean sostenibles. Creo que tienen muchas de las claves para que así suceda.

Ya conoces la situación de la Argentina: ¿qué grandes cambios habría que hacer tomando en cuenta experiencias de otros países y continentes?

No me considero una experta en los temas de seguridad de la Argentina, pero como residente ya hace varios años, y algunos años de involucramiento con la temática en el país, creo que acá nos falta mucho de lo que hemos visto fallar en otros lugares. Primero, no siempre vemos las políticas de seguridad siendo desarrolladas con base en datos y evidencia, tratando de enfocarse en las áreas y problemas principales de cada localidad. La gestión política muchas veces interfiere en esas prioridades. Para eso también es necesario que mejoremos la calidad de los datos, algo que ha evolucionado pero todavía falta mucho por desarrollar. Hoy tenemos mayor integración e intercambio de datos entre municipios y provincias, y diferentes órganos de gobierno, pero eso no es una constante. Muchos observatorios de la violencia que fueron creados en el país también necesitan de fortalecimiento.

En segundo lugar, todavía falta que más gobiernos locales tomen para sí también la responsabilidad de la seguridad ciudadana, y desarrollen burocracias especializadas capaces de crear políticas locales de prevención. Eso requiere también que los líderes políticos, las y los intendentes ellos mismos, se involucren y prioricen esa agenda.

Otro punto fundamental es mejorar la integración y coordinación entre diferentes actores y sectores. Eso significa no solamente mejorar la articulación entre nación, provincias y municipios, como también como entre los diferentes sectores que deben estar integrados en una estrategia multisectorial de intervención.

Necesitamos una reforma de salud que mejore la equidad

Necesitamos una reforma de salud que mejore la equidad

La Argentina tiene uno de los mayores sistemas de cobertura de salud en América Latina. Pero también es inequitativo y donde el Estado invierte menos recursos. Hace falta una reforma del sistema de salud, propone Rubén Torres, que reduzca las desigualdades. ¿Cómo pensarlo?

La pandemia nos trajo a la realidad algunas cosas del sistema de salud. Albert Camus, que algo sabía de las pestes, decía que las pestes son terribles porque exponen los cuerpos y las almas humanas a la vista descarnada de todo el mundo. Y un poco con el sistema de salud argentino ha pasado esto. La pandemia expuso descarnadamente, a la vista de todos nosotros, cosas que quienes trabajamos desde hace mucho tiempo en la salud percibimos, sabíamos y demás, pero que no estaban a la vista del común de la gente. Cosas que son buenas y cosas que son malas. Es decir, no todas son malas. Algunas fueron buenas también, pero las expuso descarnadamente y además las expuso descarnadamente diciendo, con esto hay que hacer algo, tenemos que solucionarlo, porque tal vez no existe ningún indicador más elocuente de una sociedad que cuál es la condición de su sistema de salud en términos de equidad y eficiencia del acceso a ese sistema.

Cuando uno piensa una reforma, qué es lo que se empieza a hablar ahora de esto, habitualmente hay una fuerte tendencia a pensarla desde el punto de vista económico, a decir bueno, el dinero no alcanza o tendríamos que modificar determinadas condiciones económicas. Y esto sin duda es cierto. Pero yo quisiera poner el acento sobre otros dos aspectos que hacen a una reforma de un sistema de salud. Una de ellas es el tema de cómo se gestiona ese sistema de salud y cómo se lo piensa desde el modelo de atención de ese sistema de salud. Hermes Binner en Santa Fe tuvo mucho que ver con este pensamiento. La idea de la atención primaria como eje del sistema.

Las mujeres que se atienden en el hospital o en el sector público llegan a la  primera consulta (por cáncer de mama) en el doble de cantidad de veces, en un estadio más avanzado, que las mujeres que se atienden en el sector de la seguridad social o de la atención privada. El primer grupo tiene posibilidades de un 25% de sobrevivir a los cinco años. Y el segundo grupo tiene 98% de sobrevivir a los cinco años.

Pero el otro aspecto del cual, se discute bastante poco en las reformas y creo que en la reforma argentina es imprescindible que lo hagamos. Es lo que yo llamo el corazón político de la reforma, que son los valores donde una sociedad coloca a su sistema de salud. Es decir, qué valoración nuestra sociedad hace de su sistema de salud. ¿Por qué digo esto? Si uno mira las encuestas mucho tiempo atrás, no de los últimos tiempos, y pregunta las principales preocupaciones de los ciudadanos argentinos, se va a encontrar con la sorpresa de que la salud generalmente no está entre las primeras preocupaciones de los ciudadanos. Incluso hasta es llamativo cuando las últimas encuestas que hicieron durante la pandemia tampoco ponían a la salud en el primer lugar. La habían elevado un poco, estaba en el 6.º, en el 8.º lugar, pero no era la principal preocupación de los argentinos. Entonces cuando los políticos, que son la herramienta elemental para transformar el sistema y para generar la reforma, tiene que pensar esa reforma, tienen que establecer prioridades  porque esa es la tarea de la política, establecer prioridades. Y entonces si ven que la sociedad coloca ese valor tan abajo, tal vez esa sea una de las explicaciones por las cuales en las últimas plataformas políticas la salud ha desaparecido. Ha desaparecido absolutamente de la gente. Es decir, no está en el pensamiento de nuestra clase política.

SÓLO LA MITAD DE LA SOCIEDAD COLOCA LA SOLIDARIDAD COMO UN BIEN COMÚN

¿Por qué en esta degradación del pensamiento político actual y lo político?, como pensando que lo político baja de un globo terráqueo. Los políticos son nada más que la expresión de la sociedad en la cual vivimos. Lo primero que habría que pensar es nuestra sociedad: ¿sigue siendo una sociedad solidaria?  ¿Sigue siendo una sociedad que prioriza el bien común como un eje de pensamiento y de valor?  Miren las encuestas y van a ver que sólo la mitad de la sociedad coloca a la solidaridad como un bien común. Y cuidado, porque para armar un sistema de salud el principal valor es la solidaridad, es decir, el hecho de que el que más tiene, más brinda y quien más necesita más retira del sistema es el eje conductor de cualquier sistema de salud.

Sin embargo, esto no pareciera ser la lógica de nuestra sociedad actual, donde se observa lo que algunos sociólogos llaman la fuga silenciosa, es decir, la idea esa de qué bueno, yo tengo la posibilidad de pagar un sistema privado y bueno, y si puedo hacerlo, poco me importa lo que pasa con el resto de la sociedad. Eso los sociólogos lo llaman la fuga silenciosa. Y eso cuando uno observa globalmente a la sociedad argentina pareciera estar pasando algo de esto. Ahora, lo grave de esto, es que no es lo que piensa la sociedad, sino lo que piensa el Estado responsable de garantizar el derecho a la salud respecto de esto. Y cuando uno lo mira un poco hacia atrás, se da cuenta de que el Estado muchas veces se ha retirado de la confrontación de ese derecho.

El 100% de los argentinos tiene cobertura, algunos a través de un seguro privado, otros a través de un seguro social, las obras sociales y un porcentaje a través del sistema público al cual puede acceder. El problema no es ese de Argentina. El problema de Argentina es la equidad. Es decir, todos accedemos al sistema. Pero cuidado, los resultados que obtenemos del sistema son muy diferentes.

Los que hemos tenido la posibilidad de conocer y comparar sistemas de salud en toda América Latina, decimos: vivimos en el sistema de salud con el mayor acceso y la mayor cobertura de América Latina. Hay muy pocos países de la región, yo diría no más que cuatro, que tienen la posibilidad de acceder gratuitamente a un hospital público. El 100% de los argentinos tiene cobertura, algunos a través de un seguro privado, otros a través de un seguro social, las obras sociales y un porcentaje a través del sistema público al cual puede acceder. El problema no es ese de Argentina. El problema de Argentina es la equidad. Es decir, todos accedemos al sistema. Pero cuidado, los resultados que obtenemos del sistema son muy diferentes.

No hay indicador más contundente de la preocupación de una sociedad que la equidad de su sistema de salud. Porque cuidado, que cuando digo resultados diferentes estoy diciendo cosas como por ejemplo de una sociedad preocupada como la Argentina, por la paridad de género una sociedad preocupada como la Argentina, por la ampliación de derechos; en esa misma sociedad,  la principal causa de muerte de las mujeres es el cáncer de mama. Muestra que las mujeres que se atienden en el hospital o en el sector público llegan a la  primera consulta,  en el doble de cantidad de veces, en un estadio más avanzado, que las mujeres que se atienden en el sector de la seguridad social o de la atención privada. El primer grupo tiene posibilidades de un 25% de sobrevivir a los cinco años. Y el segundo grupo tiene 98% de sobrevivir a los cinco años. Y saben lo más grave de esto, hablaba de  la preocupación y a veces la hipocresía, que tiene esto de la paridad de género.

Hicimos un estudio hace poco tiempo y demostramos que el 25% de las mujeres dicen que llegan tarde a la consulta por dos razones: primero porque no tienen con quién dejar a sus hijos al cuidado de alguien para ir a la consulta; en segundo lugar, porque en su trabajo no le dan la licencia necesaria para poder asistir a esa consulta.

TENEMOS QUE MEJORAR LA EQUIDAD

Estamos hablando de la principal causa de muerte en las mujeres en la Argentina. Eso es intolerable para una sociedad democrática. Absolutamente intolerable. Y no debemos ser hipócritas en esa lógica. A esto me refería recién a los valores que una sociedad detenta respecto de una reforma de un sistema de salud si uno quiere pensarla desde esta perspectiva. Esas herramientas,  digo que la política está en manos de todos nosotros.  Una reforma tiene que ser cuidadosa de no lesionar este sistema, que como les decía, es el que permite mayor acceso y mayor cobertura de toda América Latina. Tenemos que mejorar la equidad. Eso no se hace con reformas transitorias pequeñas, ni pensando, además, que una reforma va a transformar esto de hoy para mañana. Una reforma es un largo camino que tiene una meta que está más allá de dos, tres o cuatro mandatos presidenciales. Y esto exige entonces una gran mesa de discusión donde estén sentados todos los actores para pensar cuáles van a ser los pasos que nos van a conducir en ese camino hacia el sistema de salud final.

El segundo aspecto es que tenemos que pensar más en la causa de los problemas que en el resultado de esos problemas. Decimos que nuestro sistema está fragmentado. Estamos hartos de escuchar a los sanitaristas hablar de este tema. Sí, nuestro sistema está fragmentado. Ahora pensemos en las causas de la fragmentación.

La principal causa de fragmentación es el propio Estado. Es decir, en nuestras provincias tenemos obras sociales provinciales y tenemos un sistema público provincial y generalmente no actúan juntos. Uno va por un lado y otro va por el otro, no compran juntos las mismas cosas. No tienen las mismas pautas, indicadores, guías y protocolos para el tratamiento de los pacientes. ¿Por qué no empezamos a disminuir la fragmentación desde ahí? 

A nivel federal tenemos 300 obras sociales y cada uno hace lo que se le antoja. Tenemos un sistema como el PAMI, que a veces no responde a la conducción del Ministerio de Salud Nacional.

Eso no es fragmentación? ¿Por qué no empezamos a discutir? Corriendo la hipocresía de algunas de estas cosas. Porque ello posiblemente nos conduzca a dar los primeros pasos hacia un sistema de salud mejor.

La Argentina es uno de los cinco países que más gasta en salud en América Latina, pero es también uno de los cinco países en que el Estado pone menos dinero en salud. Y el responsable de la salud es el Estado, que le ha trasladado responsabilidades a otros sectores de la sociedad y le dio lugar a la llamada fuga silenciosa: el que puede pagarlo huye al sistema privado.

Y por último, hablemos del financiamiento, que generalmente es la primera discusión. Argentina gasta muchísimo dinero en salud. Es uno de los cinco países de América que gasta más dinero en salud. Cuando uno desgrana quién pone la plata para eso, esa gran cantidad de dinero que se pone en salud se encuentra con una cosa que llama la atención. Repito: la Argentina es uno de los cinco países que más gasta en salud en América Latina, pero es también uno de los cinco países en que el Estado pone menos dinero en salud. Somos uno de los países en que el Estado pone menos dinero en salud. Y el responsable de la salud es el Estado. Entonces tenemos que empezar a discutir esto, un Estado que le ha trasladado responsabilidades a otros sectores de la sociedad y que dio lugar a lo que yo antes llamaba la fuga silenciosa. El que puede pagarlo huye al sistema privado. El que no, se queda en su obra social. Y le trasladamos a esas obras sociales muchas de las responsabilidades que son propias del Estado.

Entonces, tenemos que pensar que si queremos pensar una futura reforma de un sistema de salud, hay que revisar cuál es el papel del Estado. Y esto vuelve a ser otra vez un tema político. La política existe porque debe establecer prioridades, porque los recursos son finitos y las necesidades son inmensas. Y el objeto de la política es establecer qué va primero y qué va después. ¿Cuáles son las prioridades? Y ese es un llamamiento no solo a nuestros políticos, es un llamado  al conjunto de la sociedad cuando hace sus elecciones.

Porque no hay nada más inconcebible para una sociedad democrática que el lugar donde uno nace o vive determine de qué se va a enfermar y de qué se va a morir. Yo escribí alguna vez un artículo diciendo que en las sociedades desarrolladas la  gente se muere por su código genético. En nuestra sociedad se muere por el código postal. Es inaceptable.

Terminando, nuestro sistema tiene tres grandes crisis. Una, es una crisis de legitimidad. Cuando digo una crisis de legitimidad digo que es un sistema que no responde a las necesidades y a las expectativas de los ciudadanos. Tiene una crisis de racionalidad, es decir, no encuentra un mecanismo de producción de salud eficiente. Y tercero, tiene una crisis de ética. Porque no hay nada más inconcebible para una sociedad democrática que el lugar donde uno nace o vive determine de qué se va a enfermar y de qué se va a morir. Yo escribí alguna vez un artículo diciendo que en las sociedades desarrolladas la  gente se muere por su código genético. En nuestra sociedad se muere por el código postal. Y esto es inaceptable.

Por eso pienso que tenemos un debate pendiente, que es este debate de la reforma y creo que una figura como la de  Hermes Binner ayudaría muchísimo para esto, porque esto representa una utopía.

Un investigador uruguayo, Clemente, creador del sistema de investigación de su país, solía decir que para poder transformar un sistema de salud “hay que hacer que las utopías sean tan fuertes que parezcan razones y que las razones sean tan fuertes que parezcan utopías”. Y Hermes Binner sabía eso.

Este texto es una transcripción de la ponencia del Dr. Rubén Torres en el homenaje a Hermes Binner, el 28 de junio de 2022, en el Salón Pasos Perdidos de la Cámara de Diputados de la Nación. Se publica por gentileza del Centro de Estudios Municipales y Provinciales (CEMUPRO).

Tensiones cruzadas de la realidad económica argentina

Tensiones cruzadas de la realidad económica argentina

La economía argentina se apoya sobre un conjunto de tensiones socioeconómicas que se caracterizan por tener fundamentos u orígenes parcialmente separables. Se manifiestan y desarrollan sobre un mismo momento institucional que vela estas diferencias en la administración de la divisa de uso internacional en donde, bajo la rúbrica del tipo de cambio, todos los gatos se vuelven pardos.

Analizar cómo tensiones socioeconómicas más o menos separables se cruzan y confunden entre sí, tiene por meta-objetivo tratar de pensar las bases indispensables que rigen los sistemas de coordinación económica a fin de que eviten dificultades propias de las regulaciones cruzadas o indirectas. A saber, que suelen ser ineficientes y muchas veces ineficaces, en segundo lugar, suelen alentar comportamientos especulativos que generan inestabilidad estructural o riesgos sistémicos adicionales ya que acelera e intensifica la conflictividad retroalimentando tensiones.

Veamos entonces con más detalle esta situación tomando cinco tensiones primarias de la economía argentina, cuyos fundamentos serían más o menos separables, más allá de las íntimas y estrechas relaciones que pueden mantener a posteriori. Precisamente es a posteriori donde todas estas tensiones se encuentran y velan sus diferencias haciendo de la regulación y la coordinación un esfuerzo infructuoso, muchas veces contraproducente y finalmente sumamente desmoralizante para toda la comunidad.

En primer lugar, podemos traer a colación la tan mentada inflación distributiva. Esta se define por la capacidad de los principales empleadores y asalariados de sostener una puja por el excedente que se traduce en aumentos permanentes de precios y salarios. Inmediatamente se pone en marcha la actividad económica en la Argentina se desarrolla esta dinámica de precios que pone como base una inflación anual de, aproximadamente, del 20 a 25 por ciento. En el caso argentino, se observa una particular condición (que como veremos se va a repetir en otros casos), ya que los grupos socioeconómicos conservan capacidad para pujar por el producto pero de una forma no coordinada, no orientada, elevado a lema general de “paritarias libres sector por sector”. Esto favorece la dinámica inflacionaria ya que las pautas orientadoras se tornan débiles ante una puja descentralizada. Se trata de un poder inorgánico, sin orientación que contrasta con la estabilidad de precios en países vecinos sobre la base de una asimetría total entre los propietarios de los medios de producción y la fuerza de trabajo. Pero también contrasta con aquellos casos en donde el poder de negociación persiste aunque bajo una unidad de propósito y orientación con la capacidad suficiente de poner límite a esta dinámica nominal.

En segundo lugar, puede agregarse lo que suele denominarse el problema de la restricción externa. Este momento se define por el hecho de que nuestras importaciones se aceleran cuando la Argentina crece, al menos en mayor medida que lo que se aceleran nuestras exportaciones cuando es el resto del mundo el que crece. Esto obliga a la Argentina a mantener en el largo plazo una tasa de crecimiento menor que el resto del mundo a lo que se agrega el hecho de que este crecimiento, limitado por las exportaciones, suele ser insuficiente para emplear en el sector de altos ingresos a la totalidad de la población. En términos generales un tercio de la población queda excluida de los beneficios del progreso técnico general. El origen de esta realidad se halla en la especialización productiva de nuestro país, caracterizado por la incapacidad para producir en la frontera tecnológica bienes de capital o insumos industriales. Esto introduce una fuente de conflictividad interna significativa entre los agentes económicos importadores y exportadores. El crecimiento de los primeros entra en contradicción con la acumulación de los segundos cuando la dinámica de las importaciones se acelera y ello suele implicar una puja muy agresiva sobre el flujo anual de la divisa internacional.

El espacio nacional argentino está atravesado por las mismas tensiones que estructuran a toda sociedad moderna, mientras que el logro de cierta unidad de propósito y reconocimiento mutuo, superando las distinciones socioeconómicas que nos separan, aplica como clave de interpretación general de todo proceso de desarrollo. Incluso esto puede ser pensado de un modo más corpóreo o material.

En tercer lugar, puede mencionarse una situación muy particular de la economía argentina, que suele estar caracterizada por la idea de la fuga de capitales. En rigor, esta tensión se define por el hecho de que los agentes económicos internos acumulan activos externos de muy bajo rendimiento (billetes y monedas) y pasivos externos de altos rendimientos (inversión extranjera directa y deuda pública sobre todo). Esto implica no sólo que la economía en su conjunto no puede movilizar sus excedentes de forma productiva (real o financiera o interna o externamente), sino que además se trata de un proceso de destrucción de riqueza realmente inédito y poco frecuente. Esta tan particular situación encuentra su fundamento en una paradójica situación de elevada conflictividad e inestabilidad interna combinada con una persistente capacidad de la economía nacional de generar y acumular excedentes, apoyada en la disponibilidad de recursos naturales, cierto desarrollo científico-tecnológico, formación y destreza de la fuerza de trabajo, y habilidad empresarial. Suele ser leído también como un problema de bimonetarismo de la economía nacional, lo cual, al igual que la etiqueta de fuga de capitales, puede ser algo engañoso o no reflejar el verdadero problema. Pues no se trata de que “los argentino ahorren en divisa extranjera”, todos los países mantienen excedentes en divisas externas, sino que, por el contrario, se trata de la incapacidad de orientar productivamente dichos excedentes. La economía argentina tiende a destruir su riqueza, literalmente, en vez de establecer mecanismos sustentados en confianzas mutuas entre los agentes económicos, para darle un destino productivo.

En cuarto lugar, la economía argentina (y esto también es un problema de todos los países del mundo integrados al comercio internacional), se encuentran ante la siempre difícil disyuntiva de desacoplar los precios internos de los internacionales, particularmente en aquellos bienes que definen el costo en divisa de la canasta básica y los insumos críticos de las empresas. Me refiero concretamente a alimentos y energía. En el caso de los países exportadores de alimentos o energía, ello parece tener una tonalidad más dramática, y ser interpretado como un problema, o una “enfermedad”. Algo que, en rigor, no puede ser comparado con una situación decisivamente más delicada de debilidad estructural, como es la de países importadores de alimentos y otros recursos esenciales. En estos casos la debilidad es máxima, en particular en momentos críticos o de escasez relativa y requieren esquemas políticos más estrictos, condiciones internacionales favorables que sobre limitan el margen de maniobra y un esfuerzo interno más que proporcional, por ejemplo los países del este asiático. 

De cualquier manera, hay aquí un patrón que se repite, la Argentina se halla en una posición estructural muy sólida en recursos pero no puede aprovechar esa ventaja para lograr una mejora en su posición internacional. La variabilidad internacional de los precios internacionales no logra ser contenida internamente o, si se lo hace, es al costo de una conflictividad creciente. Para ver mejor este problema tómese el caso actual de los precios al alza de energía y alimentos. En primer caso, en el energético, el Estado promueve el consumo de energía bajado su precio relativo subsidiando a los consumidores en el tramo fundamentalmente de la generación (aunque el AMBA agrega subsidios en tramo de la distribución), de modo que las empresas reciben el precio pleno en divisa y no se imponen restricciones (incluso se alienta) al consumo de energía (muchas veces de lujo) pagándose plena la cuenta internacional. Como resultado de ello se crea un poder de compra adicional que presiona en el mercado de la divisa internacional agregando en este punto inestabilidad. En el caso de los precios de los alimentos, el desacople no se realiza mediante un subsidio, sino fundamentalmente mediante detracción directa a los exportadores, mediante impuesto y administración del precio de la divisa. En el caso del impuesto (retenciones) el Estado baja el precio de las exportaciones quitando poder de compra sobre la divisa internacional a los exportadores. En el caso de la administración de la divisa, el Estado quita poder de compra abaratando el precio que recibe el exportador pero lo crea por otro lado abaratando el precio que paga el importador por la divisa. Esta situación permite la acumulación de bienes de capital en los sectores importadores y el abaratamiento de la canasta básica medida en divisa.

En general, la ventajas comparativas de los complejos exportadores, permiten sostener estas detracciones, particularmente cuando se trata de grandes explotaciones sumamente capitalizadas que trazan planes de negocio a escala mundial, y operan en otro nivel, haciendo de las detracciones internas un componente relativamente menor. Sin embargo, existe un extenso espacio de productores internos que alimentan la vida de ciudades intermedias en particular en las provincias pampeanas, y los centros de las grandes ciudades, que encuentran aquí una fuente de descontento y de conflictividad muy intensa ya que sus márgenes sufren ante sustracciones que son directas y visibles.

Finalmente debe mencionarse un último momento problemático de la realidad socioeconómica de la Argentina, que podría resumirse en la fragilidad financiera del Estado argentino a partir de la fuente de desestabilización provocada por la deuda contraída en moneda extranjera. En este caso, se trata de una situación también particular producida por las demagógicas e irresponsables aventuras de endeudamiento externo y entrada masiva de capitales para el aprovechamiento de rentas extraordinarias garantizadas por el Estado. Esto constituye otro golpe directo a la estabilidad del sistema económico y suele ser protagonizado por gobiernos que llegan de la mano de agentes financieros de “la city”. En general todo concluye con un endeudamiento masivo del Estado en moneda extranjera, que supone una presión gigantesca y directa sobre el la divisa internacional que acaba concluyendo con una mega devaluación o hiperinflación, garantizando la posición de los acreedores externos sobre el flujo y los activos argentinos sobre los que ganan posiciones patrimoniales. Se agrega la capacidad permanente de condicionar política y geopolíticamente a los gobiernos altamente endeudados. Martínez de Hoz, Cavallo, Sturzenegger fueron los casos emblemáticos de este tipo de estrategias que suelen terminar con situaciones catastróficas de aguda conflictividad, disolución de la solidaridad mínima, descomposición de las instituciones estatales, como el propio dinero nacional, disgregación territorial y ruptura de unidades familiares, etc. De todas las fuentes de conflictividad esta es, probablemente la más difícil y lacerante de la vida común.

Como puede observarse las cinco tensiones que atraviesan la realidad económica nacional tienen fundamentos diferentes, es decir, orígenes o realidades de fondo al menos parcialmente separables. A posteriori, estas tensiones suelen confluir sobre el activo primario, que al decir de Aristóteles es el término medio, medida de todas las cosas y nomos de aceptación general en la que todas las cosas igualan. En español… las tintas se cargan en la puja por el dólar. En consecuencia, es posible preguntarse cómo administrar estas tensiones que, por otra parte, son generalizables a todas las economías del mundo, con las particularidades del caso que ya fueron señaladas. Para ello es preciso tener en cuenta dos principios con los cuales cerraré estas notas.

Los distintos grupos, estamentos, clases y territorios, que convergen en la unidad del espacio nacional, valoren mutuamente las  actividades productivas que proveen los demás. Requiere que todos estos componente de la comunidad, se comprometan mutuamente con el incremento de la calidad de las actividades que realizan, en una suerte de sofisticación generalizada de nuestra acción material productora del mundo en el que vivimos.

En primer lugar, como puede observarse, en todos los casos se pone en juego una tensión distributiva no cooperativa sobre la base de una unidad nacional que persiste. Es clave observar este sostenimiento que se materializa como una posición positiva en su capacidad de organización y producción de riquezas. Persiste una fuerza social organizada, destrezas productivas, recursos estratégicos, incluso la capacidad para tomar activos externos en condiciones difíciles. Las pujas internas cruzadas ponen en movimiento una dinámica de infinita variabilidad en el tipo de cambio y la existencia de múltiples regulaciones cruzadas que limitan su acceso. Sin embargo esto vela las tensiones distributivas de fondo y, por lo tanto, se percibe de forma generalizada la debilidad estructural de estas regulaciones que suelen quebrarse en el mediano plazo reiniciando el caos monetario-cambiario. En definitiva, es probable que la explicitación de estos traumas distributivos sea algo necesario para trazar un entendimiento mutuo mínimo que proyecte una marco de cooperación general y proyección estratégica que limite la conflictividad y permita activar plenamente las capacidades diferenciales del espacio nacional argentino.

“No se trata de ir sobre un planificación estricta incompatible con la democracia, sino apoyarse en la democracia parlamentaria y el diálogo social para construir marcos que den orientación y objetivos comunes para el de mediano y largo plazo.”

En segundo lugar, lo anterior puede traducirse en la necesidad de diseñar sistemas de coordinación económica que vayan directamente sobre la tensión de base, y no sobre su traducción a posteriori como un problema genérico en el manejo de la divisa que vela las tensiones de fondo. Naturalmente, en última instancia de trata de componer acuerdos distributivos marco que orienten tensiones cruzadas: entre empleadores y asalariados, entre exportadores e importadores, en tres consumidores y productores de alimentos y energía, entre los que prestan y los que piden prestado, entre agentes interno y agentes externos. Establecer pautas de largo plazo para la dinámica de los salarios reales, definir el costo real de la canasta básica (alimentos y energía), la pauta de crecimiento de las importaciones de bienes de capital e insumos, los límites y la funcionalidad del endeudamiento externo, las condiciones financieras que permitan la movilización de los activos financieros de los argentinos, son metas que están en la base de toda sociedad política jurídicamente organizada y constituyen el punto de partida de su proyección en la arena internacional. No se trata de ir sobre un planificación estricta incompatible con la democracia, sino apoyarse en la democracia parlamentaria y el diálogo social para construir marcos que den orientación y objetivos comunes para el de mediano y largo plazo.

La idea de que existen dos “proyectos de país” en un “empate hegemónico inestable”, según los argumentos aquí planteados, resulta una ficción sumamente improductiva. No hay dos facciones, tampoco tres o cuatro. En todo caso, el espacio nacional argentino está atravesado por las mismas tensiones que estructuran a toda sociedad moderna, mientras que el logro de cierta unidad de propósito y reconocimiento mutuo, superando las distinciones socioeconómicas que nos separan, aplica como clave de interpretación general de todo proceso de desarrollo. Incluso esto puede ser pensado de un modo más corpóreo o material. En definitiva lo que aquí se proyecta exige que los distintos grupos, estamentos, clases y territorios, que convergen en la unidad del espacio nacional, valoren mutuamente las  actividades productivas que proveen los demás. Esto, a su vez, requiere que todos estos componente de la comunidad, se comprometan mutuamente con el incremento de la calidad de las actividades que realizan, en una suerte de sofisticación generalizada de nuestra acción material productora del mundo en el que vivimos, y en el que la República Argentina, y toda la América de los Latinos, se realiza.