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Los gobiernos locales deben involucrarse en la seguridad

Los gobiernos locales deben involucrarse en la seguridad

América Latina es una de las regiones más avanzadas en prevención social social de la violencia y el delito. Los gobiernos locales han protagonizado acciones para mejorar la seguridad desde la prevención. Es posible sacar algunas conclusiones.

Nadie tiene la receta mágica de la seguridad. Hay tantas fórmulas como particularidades de cada ciudad, de los diagnósticos que construyan y los problemas que identifiquen. Sin embargo, la acumulación de decenas de experiencias permite identificar algunos puntos en común. No serán lo originales porque como decía Jorge Luis Borges, “somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros”.

Tal vez sirvan para ordenar ideas y alentar nuevas experiencias.

 

PRIMERA: ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE PREVENCIÓN?

Un pilar donde apoyarse es el concepto de seguridad humana, de las Naciones Unidas, que nos permite una mirada integral y tremendamente oportuna en este momento en que estamos preocupados por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

En esa perspectiva de interdependencia podemos tomar la definición de “prevención” de la Resolución 12 producida por el Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Justicia Penal en 2010. Define: “La prevención del delito engloba toda la labor realizada para reducir el riesgo de que se cometan delitos y sus efectos perjudiciales en las personas y la sociedad, incluido el temor a la delincuencia. La prevención del delito procura influir en las múltiples causas de la delincuencia. La aplicación de la ley y las sanciones penales no se incluyen en este contexto, pese a sus posibles efectos preventivos”.

Enfaticemos sobre dos conceptos: ¿Cuáles son las facultades que tienen los gobiernos locales para involucrarse en la seguridad? ¿Cuáles son los límites?

La definición de las Naciones Unidas establece el límite en la persecución penal. Es prevención abordar la violencia y el delito sin persecución penal. En ese amplio campo de la prevención tienen facultad los gobiernos locales. En cambio, no tienen facultades delegadas de hacer cumplir la ley penal. Pero sí tienen muchas posibilidades de articular intervenciones preventivas con la justicia, con las fuerzas de seguridad y especialmente gestionando conflictos. Los códigos de convivencia han demostrado ser buenas herramientas para prevenir violencias y resolver problemas que son angustiantes.

 

SEGUNDA: ¿DE QUÉ MODO PUEDEN INTEGRARSE LOS GOBIERNOS LOCALES CON OTRAS AGENCIAS?

En las perspectivas de desarrollo sostenible y también de prevención mencionamos la integración de temas y actores. ¿Qué sería prevención integrada? ¿Por qué es importante para los municipios y los gobiernos locales?

El trabajo de seguridad está integrado en un territorio y es una práctica frecuente. No siempre existe una coordinación de las acciones. Muchas de las acciones de seguridad se vienen haciendo, quizás, con otros rótulos. Quizás en diferentes rubros presupuestarios que no son específicamente los de seguridad. Corresponden a distintos “ravioles” en los organigramas. Pero han sido facultades originales de los gobiernos locales. Por ejemplo: el cuidado y mantenimiento de los espacios públicos es también un aporte a la prevención de la violencia y el delito, pero es imputado como un servicio de higiene o iluminación.

Lo que deberíamos cambiar es el objetivo y el cómo: necesitan que tengamos una mirada integral. No es lo mismo la higiene urbana como una responsabilidad tradicional de los municipios que pensarla como una forma de construir espacios públicos que integren, que generen inclusión y que sean lugares que puedan ser vividos sin temor.

No podemos pensar la seguridad y mucho menos la prevención social local sin participación ciudadana con delegación real de facultades y una perspectiva de derechos humanos.

Espacio de la heterogeneidad para la convivencia.

Entonces, los municipios van a seguir haciendo cosas que ya vienen haciendo, el desafío es pensarlos también como aporte para prevenir la violencia y el delito. Y la prevención es el trabajo con vecinos para gestionar los distintos tipos de conflictos, porque si esos conflictos no son abordados oportunamente pueden escalar en violencias.

Esa gestión demanda participación, que sólo es efectiva reconociendo a las otras como sujeto de derecho, como actoras sociales y políticas legítimas. Como ciudadanos. Eso nos va a permitir la verdadera participación, el reconocimiento de las diversidades y con una visión transversal de todos los derechos humanos.

No podemos pensar la seguridad y mucho menos la prevención social local sin participación ciudadana con delegación real de facultades y una perspectiva de derechos humanos.

 

TERCERA: ¿POR QUÉ LAS INTENDENTAS Y LOS ALCADES DEBEN SER RESPONSABLES, EMPODERARSE E INVOLUCRARSE EN LA SEGURIDAD?

Hay un conjunto de facultades que los sistemas políticos le otorgan a los gobiernos locales y que son fundamentales para la seguridad.

Muchos intendentes se preguntan por qué involucrarse en temas de seguridad si no tienen muchas herramientas para abordar el problema. “Las facultades las tienen las policías pero nos reclaman a nosotros”, suelen pensar.

¿Qué caminos fueron construyendo las distintas gestiones para canalizar estos reclamos?

Las alcaldesas o intendentes reciben los reclamos porque son la primera línea, quiénes están más cerca del vecino. Son los funcionarios políticos mejor valorados en las encuestas, porque sus acciones son más perceptibles. Entonces, si el Estado eficiente no articula desde sus figuras de máxima legitimidad una respuesta a esa demanda, estamos perdiendo una gran posibilidad de hacer transformaciones sostenibles.

Además, es clave la información. Hay mucha información en los gobiernos locales, la cuestión es cómo aprovecharla. La clave es qué le vamos a preguntar. Muchos municipios construyen sus sistemas de indicadores. Son herramientas hechas a medida que no se compran de la góndola de indicadores, ni se sacan de la góndola de los observatorios: se construyen en función de los objetivos de la política pública, que se define desde el espacio local.

Las políticas y acciones de prevención de la violencia y el delito empiezan a dar resultados en el corto plazo que se van a ir acumulando a lo largo del tiempo según una planificación estratégica.

Redondeando: podemos trabajar en prevención, tenemos la legitimidad de las autoridades locales y la capacidad de construir la información. Además, tenemos los recursos que ya están dispersos en distintos rubros presupuestarios.

El camino es analizar de qué manera estamos invirtiendo en otras líneas que impactan en la seguridad, entendido y complementado como una estrategia integral.

Las herramientas de gestión que tienen los gobiernos locales pueden articular los recursos de distintos niveles del Estado. Desde un municipio se puede trabajar y buscar impacto en problemas de mayor alcance. Y planificar contemplando nuevos desafíos.

La urbanización descontrolada no puede estar desvinculada de la seguridad.

La circulación acelerada de los bienes y de los cuerpos nos lleva a pensar en las migraciones de primera generación, pero también los desafíos de la integración para la convivencia. Hay investigaciones que exponen que las juventudes de la segunda generación de migrantes necesitan reforzar sus cuestiones identitarias con riesgo de integrarse a grupos violentos.

Hay migración por razones económicas, políticas pero también en una creciente migración por el cambio climático.

CUARTA: ¿ES POSIBLE TENER RESULTADOS A CORTO PLAZO?

Las políticas y acciones de prevención de la violencia y el delito empiezan a dar resultados en el corto plazo que se van a ir acumulando a lo largo del tiempo según una planificación estratégica. Pero, insistamos, las intervenciones en la gestión de los conflictos, de inclusión, de prevención local, tienen resultados en el corto plazo.

En nuestros barrios vemos las transformaciones que producen acciones sencillas que también generan cambios estructurales en tiempos más largos. La vida no será igual para aquel chico que recibe apoyo escolar (probablemente evitará la deserción escolar), que también participa en un polideportivo relacionándose con respeto, aceptando normas y códigos de convivencia. Esos servicios son transformadores y tienen un efecto acumulativo.

Por ejemplo, el proyecto de prevención social para juventudes basado en la práctica de senderismo que implementa Godoy Cruz, es una buena experiencia de convivencia, que sirve para reconocer al otro, compartir una aventura generando vínculos, autorreconocimiento, autorespeto, amores, nuevas pasiones por el entorno natural. Es transformador, se complementa con apoyo escolar y atención primaria de salud. Ejemplo de varias acciones puntuales que acumuladas generan transformaciones estructurales que redundan en prevención de la violencia y el delito.

Sin fondos no habrá una política pública. Puede haber una declaración de voluntad, pero sin recursos para desarrollar una política, no habrá una política.

Implementar este tipo de programas debe surgir de la información que producen nuestros sistemas de información y deben involucrar a las juventudes tanto en el diseño como en la ejecución.

 

QUINTA: ¿CÓMO DEBERÍA SER UNA POLÍTICA DE PREVENCIÓN LOCAL?

No hay una política de prevención local sin liderazgo político. Es clave. No alcanza con decir yo quiero hacer, también hay que generar las transformaciones institucionales estructurales, los cuadros técnicos, las herramientas que permitan la gestión y asignar fondos.

Sin fondos no habrá una política pública. Puede haber una declaración de voluntad, pero sin recursos para desarrollar una política, no habrá una política.

Por otra parte, deben ser políticas participativas, inclusivas y representativas de las diversidades. Por ejemplo en el Plan Nacional de Prevención del Delito del año 2000 en la Argentina: tuvo problemas en la representatividad a la hora de la participación en los espacios de diagnóstico. Hubo una involuntaria exclusión de jóvenes. El resultado: propuestas de intervención que profundizaban el sesgo de control sobre las juventudes y los ciclos de violencia. La lección aprendida permitió generar mejoras y otras políticas para corregir esa distorsión en la participación.

Por otra parte, si vamos a hacer una acumulación de acciones que generen transformaciones estructurales necesitamos planificar y empezar teniendo resultados en el corto plazo. La paciencia social se agota rápido. Trabajar lo táctico sin perder de vista lo estratégico. Se necesita una planificación estratégica situacional (Carlos Matus), trabajando en las dos dimensiones al mismo tiempo, a veces generando equipos diferenciados.

SEXTA: ¿CÓMO LOGRAR EL TRABAJO COORDINADO EN SEGURIDAD?

Dónde empieza y a dónde termina la facultades de un gobierno local: la competencia legal es una dimensión importante.

Si tenemos una mirada de la seguridad centrada en el control penal, no controlar la policía es una excusa para no involucrarse. Pero en realidad, como venimos viendo, los municipios tienen muchas herramientas y potencialidades para trabajar en el campo de la prevención local.

No siempre, las instituciones tradicionales de la seguridad están dispuestas a reconocer a nuevos jugadores. Se preguntan: ¿cuál es la legitimidad que tienen los funcionarios de gobiernos locales para involucrarse?

Es frecuente que desde una perspectiva de la seguridad centrada en el control, se cuestione el rol del gobierno local. Lo he vivido: “¿por qué nos venís a hablar de seguridad si nunca has tirado un tiro?” Son los menos.

Es fundamental que incluyamos. La diversidad de perspectivas es novedosa y superadora de miradas sólo basadas en el control. La síntesis de esa colaboración va a generar nuevas ideas y por lo tanto transformadoras.

La principal ventaja que tienen los gobiernos locales para involucrarse en el tema es que tienen la experiencia y capacidad para facilitar la convivencia interinstitucional. Lo hacen en salud, en educación, en planificación urbana, entonces, por qué no lo van a hacer en la seguridad.

Para lograr el diálogo interinstitucional, la academia es fundamental. Experiencias de reflexión y aprendizaje conjunto de agentes municipales, policiales, judiciales, de infancias y la salud, entre otros. Construir en conjunto una comprensión de los problemas y de las formas de resolverlo, facilita después la articulación. En los últimos años la seguridad ha dejado de ser un tema de vacancia en las universidades. Gran avance.

Entonces, cuando intentamos sentar en una misma mesa a policías, fiscales, funcionarios comunales, académicos y organizaciones de la sociedad civil, el desafío es que se entiendan. Necesariamente, también habrá disputas de poder y tensiones. Hay historias institucionales, hay identidades, hay intereses en juegos. Pero a partir de una tensión es posible construir una visión superadora que incluya, que sea participativa.

Es fundamental que incluyamos. La diversidad de perspectivas es novedosa y superadora de miradas sólo basadas en el control. La síntesis de esa colaboración va a generar nuevas ideas y por lo tanto transformadoras.

 

SEPTIMA: ¿CUÁLES SON LOS NUEVOS DESAFÍOS Y AMENAZAS?

No tenemos que perder de vista dónde vamos a estar dentro de unos años.

Hay ciudades donde los gobiernos locales invierten en la formación de las policías, aunque no sea necesariamente su incumbencia, para prepararlos a adecuarse a escenarios posibles ¿Qué tipo de policía se necesita para dentro de 15 años? Los desafíos que hoy podemos ver, no serán los mismos dentro de 15 años. Por eso es necesaria la formación permanente: hay que apostar a la reflexión, reformulación institucional y personal permanente.

¿Cuáles serán los nuevos desafíos?

Vamos con un ejemplo hoy muy palpable: el cambio climático. La escasez de agua tiene impactos sobre la vida, sobre los espacios públicos (lugar de encuentro y convivencia), sobre los precios de los alimentos. Son todos factores que ya están generando conflictos en las zonas andinas de América del Sur.

¿Cómo se va a gestionar esa conflictividad? ¿Se resuelve sólo con más policías?

Nuevamente, necesitamos información, diversidad de perspectivas para construir mejores escenarios e innovar en respuestas efectivas para empezar a reducir y prevenir la violencia ya desde plazos cortos, pero preparándonos para futuros inciertos.

 

OCTAVA: ¿QUÉ HA FUNCIONADO EN MATERIA DE PREVENCIÓN LOCAL?

Sólo algunos ejemplos: la prevención temprana con chicos y chicas basadas en el cuidado de la salud, la atención primaria de la salud, el seguimiento de la salud en las escuelas y el entrenamiento de los padres y las madres, junto con el desarrollo de habilidades emocionales y autocontrol. Aplicadas de manera sistemática ayudan a la prevención de la violencia y el delito. 

También: trabajar con juventudes en el espacio escolar desarrollando habilidades de convivencia socioemocionales donde la emocionalidad sea una parte importante la espiritualidad. Las evaluaciones muestran que también consiguen buenos resultados los programas de meditación, las experiencias de educación de tiempo completo, las transferencias condicionadas a la atención primaria de la salud.

Importante: los programas de transferencias condicionadas a las juventudes a cambio de que se inviertan en su desarrollo profesional, muestran resultados alentadores. Son el cruce ideal entre una política universal y una intervención focalizada de prevención.

En este conjunto de prácticas, pensar el espacio público como lugar de encuentro, de igualdad, como lugar para sentirse seguro y disfrutarlo. Como lugar de democracia espacial, mejorar el espacio público genera condiciones para tener una sociedad más democrática, más inclusiva, más pacífica, donde el otro se sienta reconocido y donde es posible generar convivencia.

NOVENA: ¿POR DONDE EMPEZAR?

Si vamos a diseñar una política de prevención para una ciudad hay que comenzar desde donde esa ciudad es fuerte. Por ejemplo, en Rosario, donde el sistema de salud pública es importante, el punto de partida fue una visión epidemiológica de la violencia.

Si una ciudad tiene un sistema de salud con alertas temprano y abordaje epidemiológico para el dengue y la hepatitis, por ejemplo, es posible adaptar esa capacidad para abordar la violencia armada haciendo foco en las armas como vector transmisor. Quizás no había un buen sistema de información criminal, pero sí había un buen sistema de estadísticas de salud. No era necesario un gran equipo estadístico sino aprovechar el del sistema de salud para recabar información sobre la violencia.

A esa masa de información, hay que hacerle las preguntas adecuadas a partir de una concepción clara de la violencia y sus causas.

Si cambiamos de perspectiva, veremos nuevas posibilidades accesibles, baratas, dentro de los mismos procedimientos que están haciendo los municipios. Allí estará la innovación.

En muchas ciudades, se desalienta una intervención por las dificultades para obtener estadísticas y tasas de criminalidad. Pero, mientras se construyen sistemas estadísticos específicos, se puede trabajar con información provisoria que permita orientar las acciones. En salas de emergencia se puede recabar información sobre las circunstancias se producen las heridas con armas, en qué lugares, horas y características de las víctimas. No serán datos exhaustivos pero sí orientadores de los fenómenos que hay que prevenir.

Si cambiamos de perspectiva, veremos nuevas posibilidades accesibles, baratas, dentro de los mismos procedimientos que están haciendo los municipios. Allí estará la innovación.

 

DECIMA: EL MEJOR PROGRAMA ESTÁ POR CREARSE

Hay mucha información inspiradora que está disponible sobre cómo los gobiernos locales han logrado éxitos en seguridad ciudadana. Sin embargo, no es recomendable comprar productos genéricos, soluciones enlatadas. Cada aldea es un mundo, los problemas son tan particulares como su gente y sus instituciones. Se trata de intentar poner a trabajar esa diversidad diagnosticando, proponiendo, trabajando en base a información, coordinando en base a un plan, identificando posibilidades presupuestarias ya asignadas a otros rubros, procurando resultados y alianzas que den sustento a los desafíos.

Los gobiernos locales deben involucrarse en los temas de seguridad. El mejor programa de seguridad para su municipio está esperando para que lo diseñen.

Entre Nosferatu y Último Reino, entrevista con María Julia De Ruschi

Entre Nosferatu y Último Reino, entrevista con María Julia De Ruschi

«Nosferatu» y «Último Reino» fueron dos grupos literarios fundamentales de la poesía argentina de finales del siglo XX. En su último libro, María Julia De Ruschi reconstruye el itinerario de estos grupos, sus principales autores y sus poesías. 

«La luz de lo imposible», el último libro de María Julia De Ruschi.

La luz de lo imposible. Los poetas de Nosferatu y Último Reino (1972-2022), da cuenta de dos grupos notables de poesía argentina. El volumen, editado en 2022, lleva el sello de Ediciones Kalos. Reúne a los poetas que han recibido la calificación de neorrománticos. Una de las familias literarias más interesantes de las últimas décadas del siglo XX, cuya vigencia aún perdura en las producciones de algunos de ellos. Una de sus integrantes, la gran poeta María Julia De Ruschi, a quien ya habíamos entrevistado para La Vanguardia, es la encargada de la hermosa introducción con la que comienza el libro, a la que le siguen una selección de poemas de los autores de los grupos examinados.

La ocasión y la oportunidad de este verdadero acontecimiento literario es la que nos acerca una vez más a María Julia para consultarla sobre cómo pensó este proyecto de libro, pero también sobre cómo fue el trabajo de su escritura.

Antes de comenzar a preguntarte por el libro, quisiera que por favor nos cuentes tu impresión sobre la presentación que se hizo en la Biblioteca Nacional.

Bueno, tal vez esta tu primera pregunta podría ser la última: porque la presentación fue el final de la historia de La luz de lo imposible. Presenté dos o tres libros en mi vida, y esas pocas presentaciones representaron para mí grandes fiestas. Esta fue la mejor, porque fue compartida con mis amigos, los poetas antologados. Habíamos planeado con Ariel Fleischer, el editor, presentar el libro en octubre en la Biblioteca Nacional, conseguir fecha no es fácil, pero la conseguimos, la querida María Redondo, hija de Víctor, trabaja allí y siempre nos da una mano. Pero Víctor, que vive en Tucumán y no estaba muy bien de salud, no podía viajar en octubre. Logramos cambiar la fecha. Todos se esforzaron por adecuarse y asistir. Lamenté que no pudieran participar Álvaro Diez Astete, que es boliviano y vive en La Paz, Daniel Gutman que vive en los Estados Unidos y María del Rosario Sola, “Charito”, que estaba enferma. Fue una fiesta emocionante. Incluso los asistentes que no tenían una relación directa con el grupo compartieron las bromas y el clima festivo. Fue el viernes 18 de noviembre de 2022. Un viernes más como nuestros viernes a lo largo de tantos años, allá por las décadas de 1970 y 1980 en casa del poeta Mario Morales, a quienes los miembros de los grupos Nosferatu y Último Reino llamamos nuestro “Maestro”, término que se usa más en el campo de otras artes, como la música ¿no?

Hubo dos mesas, una prevista con Ariel, conmigo y con el poeta Julián de la Torre que leyó un hermoso texto de presentación en el que destacó la importancia de la figura y de la poesía Mario Morales. La segunda mesa la armó espontáneamente Víctor Redondo, quien tomó el micrófono y coordinó la lectura de los poetas presentes, Mónica Tracey, Susana Villalba, Horacio Zabaljáuregui y Carlos Riccardo, alternando recuerdos y anécdotas. Luego, como corresponde, vino. Nuestros amables anfitriones de la Biblioteca se olvidaron de echarnos a la hora del cierre.

En realidad espero que la presentación no haya sido el final de la aventura, sino el comienzo de otra, me refiero a la reedición de los poetas cuya obra, publicada hace años en tiradas muy reducidas, no es accesible hoy en día. Querría destacar que todos los poetas presentes siguen escribiendo y publicando.

¿Cuál es el origen de este libro? ¿Fue una idea personal, un pedido editorial, algo que surge del colectivo de las revistas examinadas?

La idea del libro creo que surgió del frío en la nuca que produce el soplo del paso del tiempo, de la sensación de que hay cosas valiosas que se pierden para siempre. De la conciencia de la necesidad de un rescate o de una cadena de rescates: por cadena de rescates quiero decir, que no basta que yo haya intentado dar una idea de la poesía de los grupos Nosferatu y Último Reino desde una perspectiva histórica, es decir, desde sus comienzos hasta hoy. Es una tarea que debe reiterarse, desde distintos ángulos. Este es un país fecundo e ingrato, que da frutos maravillosos que se no se atesoran como lo merecen. Demolemos nuestro patrimonio arquitectónico, poetas de la envergadura de Ricardo E. Molinari no tienen una obra completa, para dar los dos ejemplos que se me ocurren ahora. Predominan, a mi juicio, criterios de valoración muy contingentes, una mala formación (es decir, escasez de lectura de buena poesía, que es la base del criterio o el gusto) y casi diría una especie de rechazo del concepto mismo de valoración, de que existe con un grado de objetividad bastante elevado buena y mala poesía y que  no es censurable opinar al respecto. Por otra parte, es como si por algún raro complejo no pudiéramos enorgullecernos de lo nuestro. El caso de Borges fue y en cierta medida sigue siendo emblemático al respecto.

La estoy haciendo larga. Quise rescatar mis recuerdos de las reuniones de los viernes en casa de Mario Morales, y realizar un homenaje a los 50 años de poesía de ambos grupos, y los directores de las revistas, Enrique Ivaldi (Nosferatu) y Víctor Redonde (Ultimo Reino, la revista y la editorial). Y recordar con una breve presentación y una selección de poemas a casi todos los poetas de ambos grupos, incluí dieciséis.

«La idea del libro creo que surgió del frío en la nuca que produce el soplo del paso del tiempo, de la sensación de que hay cosas valiosas que se pierden para siempre. De la conciencia de la necesidad de un rescate o de una cadena de rescates».

¿Cómo fue la experiencia de escritura e investigación? Señalás que te acercaron material, consultaste a los autores.

Fue un trabajo largo, que me acompañó muchos años. Empecé por reunir los libros, en su mayor parte ediciones de autor muy difíciles de conseguir. Creo que los fui encontrando a casi todos, me faltan solo los dos primeros de Susana Villalba: algunos los tenía, otros me los dieron sus autores, o el libro o una fotocopia. También encontré alguno en la Biblioteca Nacional. Conseguí reunir todas las revistas, todos los ejemplares de Nosferatu más las separatas, y de Último Reino cuando no conseguí el original me prestaron los ejemplares para sacar fotocopias. En esto me ayudó muy generosamente Charlie, Carlos Riccardo. Leí y releí todo ese material. Fui seleccionando los poemas. En rachas en las que estaba mal de ánimo, y solo podía hacer trabajos “mecánicos” fui tipeando las más o menos 300 páginas de poemas que tiene la antología. Durante esos años también me puse en contacto con todos los poetas que aún vivían, les hice preguntas por email, me respondieron más o menos extensamente, utilicé gran parte de ese material. Me acuerdo de Manuela Fingeret, que estaba enferma y tenía un mal recuerdo del grupo. De Guillermo Roig, con quien entonces hablé por teléfono, no lo conocía, lo vi una sola vez en una reunión en casa. Se suicidó antes de que saliera la antología. Mónica Tracey me pasó un hermoso libro suyo inédito. De hecho, toda su poesía puede considerarse inconseguible, y es de una potencia asombrosa. ¿¡Qué poetas beat estadounidenses!? Vuelvo sobre lo mismo, a la falta de valoración positiva de lo nuestro: la poesía de Guillermo Roig, la novela Las familias secretas de Redondo.

Extrañé mucho a Jorge Zunino, que estuvo en todas, que lo recordaba todo. Pero murió a principios de 2001.

Las lecturas posibles del libro son varias. Te señalo una: la de una biografía colectiva, inclusive parece un registro narrativo de novela. Lo digo por la fina y a veces risueña descripción y calificación de los integrantes de los grupos de poesía. ¿Vos cómo lo pensaste?

No sé si lo pensé. Lo único que tenía en claro es que no quería hacer crítica literaria. Dejé fluir los recuerdos. La voz de los recuerdos le da esa andadura narrativa, que no fue deliberada. Cuando releía el texto se ramificaba, a cada paso surgían nuevos recuerdos, tenía que contenerme. Es cierto que puede convertirse no creo que, en una novela, pero en un texto histórico/biográfico colectivo más extenso, ¿unas memorias? Me tienta la idea.

Resulta sumamente interesante cómo narrás a los poetas de los grupos, y hacés una especie de coro de voces. Tu posición, a veces, es la contravoz de los otros. En este sentido, me gustaría que expliques por qué elegiste esta forma de narrar, donde aparecen supuestas contradicciones, las presentas y las discutís.

Ah, sí, es que conversaba con los textos que iba recibiendo, a veces los corroboraba, a veces los refutaba, pero los textos, citados textualmente, siempre quedan abiertos a la interpretación del lector. De todas maneras, no me iba a privar del placer de, siendo la autora, dejar asentada mi opinión [risas].

A lo largo de tu introducción en dos oportunidades citás versos de lo que llamás definiciones de “la más alta poesía de la poesía”, evocando poemas de Cabral y de Redondo. ¿Podes explicar porque a tus ojos es así? ¿Qué interpretas vos de lo que esos versos dicen?

Cabral:

El poeta Julián de la Torre, la autora, María Julia De Ruschi y el editor Ariel Fleischer.

Agua tan pura que casi

No se ve en el vaso agua.

 

Del otro lado está el mundo.

De este lado, casi nada…

Un agua pura, tan limpia

que da trabajo mirarla.  

 

Mónica Tracey, Susana Villalba, Víctor Redondo, Horacio Zabaljáuregui y Carlos Riccardo.

Redondo:

Levanta tu brazo hacia donde los astros emigran

Levanta la luz hasta donde el ojo no la alcance

Y en lo que queda entre tú y la tierra

Levanta el agua humilde y el pan celeste

 

No hay otra forma de comprender el mundo

Ambos poemas se refieren a la mirada como órgano de conocimiento y a la forma de conocimiento propio de la poesía. En el primero, se alude a la percepción de lo inasible (o inefable) a través de lo “casi” invisible, el agua en un vaso. El poema de Cabral es intimista y se desarrolla en torno a una imagen visual.  Es un poema de una humildad franciscana.

En cambio, en el poema de Redondo tenemos un gesto, un gesto de osadía, un gesto prometeico. “Levanta la luz hasta donde el ojo no la alcance…”, no basta mirar, hay la exigencia de un gesto, la apuesta va más allá de la contemplación, hay que poner en juego la vida.

Admiro ambos poemas porque con una sencillez asombrosa y a través de símbolos elementales van a fondo para iluminar una cuestión acerca de la cual los poetas siempre nos interrogamos: ¿qué es la poesía?

Son poemas/mantra, lo siento así, que puedo repetir y repetir y siempre me conmueven y mueven algo en mí.  No responden. Plantean mejor la incógnita.

También señalás que te sorprende que aparezca tu nombre en la redacción de la revista y que publiquen tus poemas. ¿Cuál es tu conjetura sobre este hecho?

En realidad me refiero a Último Reino. Fui siempre a las reuniones de Nosferatu, casi hasta el final, pero luego, por circunstancias de índole personal, que nada tenían que ver con las reuniones, no llegué a hacer el pasaje de un grupo al otro. Me sorprendía figurar en el consejo de redacción de Último Reino porque era una especie de membresía vitalicia que no sabía a qué se debía, ya que yo conocía poco a los miembros de Último Reino y ellos tampoco a mí y no asistía a las reuniones. Los conocí y los frecuenté muchos años después, cuando ya no se publicaba la revista ni existían los encuentros de los viernes. Supongo que era Jorge Zunino el que ponía mi nombre allí y a través de quien yo estaba en cierto modo presente. Pero, curiosamente, aunque mi nombre no hubiera figurado, aunque no fuera a ninguna reunión, yo tenía un fuerte sentimiento de pertenencia.

¿Qué recordás de la idea de la edición de los libros de los miembros del grupo? ¿En qué consistía en esos tiempos la discusión, que creo que siempre existió, sobre pagar o colaborar en la edición de un libro propio?

[Risas] La cuestión era que Mario Morales vivía encerrado en su “cuartito” (creo que salía de su casa sólo para ir al cine) y la idea de hacer los trámites pertinentes para cobrar su premio y usar ese dinero para pagar la edición de su libro lo superaba. Si no recuerdo mal, fue Enrique Ivaldi quien lo acompañó para cobrar el premio del Fondo de las Artes y pagar su edición en Sudamericana. Así nació Plegarias o el eco de un silencio, uno de los libros más perfectos de Mario. Nuestros libros fueron casi todas ediciones de autor, todos los de Enrique Ivaldi, por ejemplo, que tenía mucha habilidad para las cuestiones gráficas, los tipeaba en la oficina en la que trabajaba. En realidad, Enrique tenía habilidad e inteligencia y tiempo y energía para todo. Nos ayudaban los premios. Mi primer libro, Polvo que une, salió en España gracias a un premio del Instituto de Cultura HIspánica. Ivaldi y Redondo también obtuvieron premios en España. Daniel Gutman editó Piedra de toque en Corregidor, había obtenido el Primer Premio del Fondo de las Artes en la categoría inéditos, a los 18 años.

En los tiempos de Último Reino, ya existía la editorial de ese nombre que llevaba adelante Víctor Redondo y allí se hicieron la mayor parte de los libros de los miembros del grupo, al menos en esa época.

«Lo único que tenía en claro es que no quería hacer crítica literaria. Dejé fluir los recuerdos. La voz de los recuerdos le da esa andadura narrativa, que no fue deliberada. Cuando releía el texto se ramificaba, a cada paso surgían nuevos recuerdos, tenía que contenerme».

En un pasaje reconstruís lo que a vos te pasaba con relación a algunos visitantes al grupo, es el caso puntual de Roberto Juarroz. ¿Podés contarnos algo más al respecto?

Me viene muy bien este pedido tuyo en relación a Juarroz, para relativizar algo que he dicho y repetido. Que Juarroz fue el maestro de Mario Morales. Antonio Porchia el maestro de Juarroz y Juarroz de Mario. Me han corregido: que Mario siempre se consideró discípulo de Porchia, directamente, sin la mediación de Juarroz. Es posible. Es interesante poner en duda ciertas aseveraciones cuya veracidad uno daba por descontada, porque también existe la otra versión. Nunca vi a Juarroz en una reunión del grupo, lo digo en el libro, también me explayo acerca de las razones de mi antipatía personal hacia él. En cuanto a su poesía, me pregunto si quienes la admiran han sido capaces de digerir su poesía vertical completa. Algunas cosas de Juarroz me tocan, cuando está más cerca de Porchia, como cuando dice  “La palabra es el único pájaro / que puede ser igual a su ausencia”. Pero su pensamiento es siempre más abstracto que el de Porchia.

En fin, esto se plantea de un modo u otro según suba o baje el valor de las acciones de Porchia o de Juarroz. Mario era un tipo respetuoso e irreverente, si se entiende por esto que apreciaba la inteligencia y la cultura de Juarroz y que al mismo tiempo podía reírse con nosotros de su tono apodíctico y su escasa calidez humana.

Para terminar, en otro pasaje afirmás que los integrantes del grupo, “fueron muy machistas”. En una entrevista reciente, Susana Villalva, recordaba que la llamaban “la loca”, haciendo alusión a que, con el tiempo, no se explicaba cómo podía aceptarlo. ¿Podés contarnos algo más al respecto?

Sin duda eran muy machistas, lo era la época. Digo también que lo habían sido los surrealistas franceses. Ni hablar del cine y de la literatura de la primera mitad del siglo. Sería interesante leer a los poetas del grupo (y sobre todo a las poetas) para ver qué nos revelan sus obras de esta problemática. Me refiero en el prólogo a juegos más bien inocuos cuyas reglas inventaban los poetas del grupo y las poetas aceptábamos sin protestar, entre risas y bromas. En otros aspectos el machismo de la época ofrecía despliegues no tan inocuos, más bien totalmente inaceptables. Y los tolerábamos, nosotras las mujeres, tolerábamos situaciones que hoy en día desbarataríamos de un plumazo o probablemente ni siquiera permitiríamos que tuvieran lugar, no solo en el terreno de las relaciones con otros poetas sino también de las relaciones de pareja. Quiero creer que las situaciones que se dieron entonces ya no serían posibles hoy. Y claro, dudo mucho de que a Susana la apodaran hoy “Susana, la loca”, bajo ningún pretexto.

Fortuna: cajas chinas del capitalismo financiero

Fortuna: cajas chinas del capitalismo financiero

La novela del argentino Hernán Díaz, que ganó el Premio Pulitzer, desarrolla con elegancia los tópicos del capital, el individualismo y la moral protestante, es decir el ADN sobre el que se levantó Norte América, para acabar regalándonos apuntes llenos de sensibilidad y belleza sobre el rol de la mujer.

¿Cuántos textos autónomos conforman Fortuna, la novela de Hernán Díaz? ¿Cuántos puntos de vista dialogan entre sí para dibujar un retrato tan acabado del capital financiero norteamericano en sus momentos más traumáticos, como fue el crac de Wall Street de 1929?

Fortuna, que en inglés se llama Trust, es una novela polifónica y poliédrica. Podríamos incluso afirmar que, a todas luces, es un exponente magnífico de aquello que los críticos gustan etiquetar como “gran novela americana”. Leída desde nuestros confines, lo que llama en principio nuestra atención es que esta obra, inscripta en esa frondosa tradición norteamericana, fue escrita por un argentino en inglés.

Díaz nació en nuestro país, vivió en Suecia con sus padres en tiempos de la dictadura, se formó en instituciones educativas de Buenos Aires y desde hace 25 años, es decir la mitad de su vida, vive en Nueva York. Su amor por la literatura anglosajona lo llevó hacia al Norte y con su segunda novela publicada recibió el reconocimiento más prestigioso del mercado estadounidense: el Pulitzer. 

La narrativa de Díaz tiene el oficio de un consumado orfebre.

En entrevistas concedidas en las últimas semanas a medios argentinos, Díaz explicó que su interés fue escribir una novela sobre el dinero, sobre personas extremadamente millonarias, y sobre el funcionamiento del sistema bursátil que llevó a la ruina a generaciones enteras e hizo enormemente ricos a unos pocos.

El autor realizó un arduo trabajo de investigación y descubrió dos datos que luego serían clave a la hora de enfrentar su desafío.

 

EL CAPITALISMO SIN MUJERES

El primero: casi no hay libros que hablen del dinero y de cómo se amasaron las principales fortunas, como si para los estadounidenses la naturalización del proceso de creación y multiplicación de valores fuera imposible de ser puesta en duda. Y aunque Fortuna no es una novela marxista, resuena una crítica al capitalismo en su estado más abstracto. El economista y filósofo marxistas Alfred Sohn Rethel sostenía que el razonamiento matemático debió haber surgido en el momento histórico en que el intercambio de mercancías se convierte en el agente de la síntesis social, un punto caracterizado en el tiempo por la introducción y la circulación de la moneda acuñada. 

El segundo descubrimiento que hizo Díaz en su investigación es que, en las biografías de los hombres más ricos del mundo, sobre todo aquellos del sector financiero, no hay mujeres. Atento a estos dos hechos, Díaz se lanzó a escribir una historia llena de cajas chinas, construyó un artefacto literario complejo y súper imaginativo, cuyo fin fue poder averiguar cómo fue ese proceso de surgimiento, caída y resurgimiento del capital financiero y qué rol tuvieron las mujeres en todo esto. Porque si Fortuna tiene un personaje principal masculino, un poderoso millonario genio de la Bolsa de Valores, éste tiene como contrapartida dos personajes principales femeninos que cumplen roles trascendentales: la figura enigmática y la detective que persigue el secreto a lo largo de los años.

 

CAJAS CHINAS

El trabajo de Díaz es notable porque no solo inventa desde cero una ficción -su novela- sino que crea varias ficciones sobre el hecho principal que dentro del libro que nos ocupa funge como la «realidad». Por ende, Fortuna es un libro que repiensa el concepto de ficción y realidad, y discute los distintos mecanismos sociales que hay en juego en cada tiempo histórico por imponer la verdad. El lector de Fortuna terminará haciendo el trabajo detectivesco junto a uno de los personajes femeninos importantes para resolver un enigma fundamental (y fundante). 

Repasemos la estructura de Fortuna que está enunciada al principio mismo de la novela. Tenemos un financista temido y admirado, Andrew Bevel y su esposa, una mujer tan misteriosa como él, llamada Mildred. Hay una novela escrita por un tal Harold Vanner sobre este matrimonio. Este texto es el primero que nos encontramos en Fortuna y la novela dentro de la novela se llama “Obligaciones”. Luego están unos borradores, que el lector no sabe bien qué vienen a significar dentro de Fortuna, firmados por el propio Bevel y titulados “Mi vida”. En ellos se alude a más o menos los mismos hechos, pero con una prosa menos acabada y, quizás por sus imperfecciones, suena desesperado. 

Y aunque Fortuna no es una novela marxista, resuena una crítica al capitalismo en su estado más abstracto.

Hay una tercera parte llamada “Recuerdos de unas memorias”, la mejor sin dudas, donde irrumpe Ida Partenza, la secretaria de Bevel que redacta aquel borrador obedeciendo el ánimo de revancha del poderoso hombre de negocios, quien necesita hacer justicia con la memoria de su esposa fallecida respondiendo a la novela de Vanner. Hija de un inmigrante italiano anarquista, este personaje es el corazón de la novela. Tiene la responsabilidad de averiguar realmente cómo fueron los hechos y, sobre todo, de dilucidar quién fue Mildred Belver, una mujer que no cumplió ninguno de los roles esperados para ella, ni siquiera tuvo hijos. Pero que tuvo más poder del que cualquier hombre podría reconocerle.  

Ida Partenza redacta sus recuerdos de las memorias de Bevel muchas décadas después de la muerte del millonario, mezclando un aquí y ahora de su madurez con sus apuntes íntimos de la juventud en la que estuvo al servicio de Bevel. Es dable pensar que la actriz Kate Winslet encontró en el personaje de esta chica lúcida que ha debido crecer con un padre demasiado presente el combustible para comprar los derechos de la novela y comenzar la producción de una miniserie que la tendrá como protagonista. Los giros de la vida de Ida Partenza la llevan a convertirse en la escriba de un millonario que representa todo aquello que su padre odia. Una trama que es en sí misma deliciosa.

 

LA LUCIDEZ DE LA PERSPECTIVA

Por último, Díaz nos ofrece una gema: “Futuros”, los diarios de Mildred Bever, escritos desde una clínica en Suiza donde dio batalla en vano al cáncer. Lo que aparece en estas últimas páginas son palabras cargadas de la lucidez que da el dolor. Podemos leer, como quien espía una escena prohibida: «Todo diarista es un monstruo: la mano que escribe y el ojo que lee proceden de cuerpos distintos». O esta otra frase: «Me ha atacado el dolor. He tenido que tumbarme bajo un árbol. No me acuerdo de la última vez que me tumbé en la hierba, en las hojas, en el liquen. He apoyado la cabeza en el regazo de Enfermera. Me ha acariciado el pelo. Sonidos dulces, húmedos y aromas de la tierra. Bancos de nubes sobre el cielo liso. Debe haber pensado que mis lágrimas eran de dolor». 

La narrativa de Díaz tiene el oficio de un consumado orfebre. Une y cincela cada una de estas voces contradictorias e interesadas por imponer una verdad -como el dinero- en una gran novela que desarrolla con elegancia los tópicos del capital, el individualismo y la moral protestante, es decir el ADN sobre el que se levantó América, para acabar regalándonos unos apuntes llenos de sensibilidad y belleza sobre el rol de la mujer en la construcción del capitalismo más fuerte del mundo. No de todas las mujeres, pero sí de una muy decisiva, que seguramente no fue la única.

Gabriela Rodríguez Rial: «Hay que volver a la Generación del 37 con menos prejuicios»

Gabriela Rodríguez Rial: «Hay que volver a la Generación del 37 con menos prejuicios»

La Generación del 37 es un grupo intelectual cuya centralidad en nuestra historia es indiscutible, así como tampoco es discutible la relevancia de Alexis de Tocqueville en la historia del pensamiento. Sobre este interesante cruce, Gabriela Rodríguez Rial ha centrado su último libro y sus más recientes reflexiones.

Domingo Faustino Sarmiento, Bartolomé Mitre, Esteban Echeverría, Félix Frías, Juan María Gutiérrez, Vicente Fidel López y Juan Bautista Alberdi.A pesar de que Tocqueville en el fin del mundo (Miño y Dávila, 2023) es su primer libro como autora exclusiva, Gabriela Rodríguez Rial ya lleva muchos años escribiendo y reflexionando sobre teoría política, sociología de los intelectuales e historia de las ideas. Profesora en la Universidad de Buenos Aires e Investigadora Independiente del CONICET, sus trabajos han intentado conjugar algunos autores de la teoría política clásica y, al mismo tiempo, su recepción, difusión y resignificación en nuestro país.

Su último libro, justamente, intenta hacer eso. Parte de un intelectual y teórico político de indiscutido renombre y relevancia, el francés Alexis de Tocqueville, para luego indagar su impacto en una de los grupos intelectuales (y políticos) más significativos de la historia de de nuestro país: la conocida como Generación del 37. Aunados en torno a intereses y preocupaciones comunes, este conjunto de hombres (y una mujer: María Sánchez) comenzaron a desandar una relación intelectual y política en tiempos de consolidación del rosismo. Con un ojo puesto en Europa, de donde obtuvieron muchas y diversas lecturas, y otro enfocado en las experiencias de otros países del nuevo mundo, como Chile o Estados Unidos, estos hombres desarrollaron una actividad que tornó de la crítica al activismo, para luego consagrarse, en la mayoría de los casos más célebres, a la actividad política.

Con una mirada de conjunto, pero también sobre sus más destacados miembros (Sarmiento, Alberdi, Mitre, López, Gutiérrez, Frías y Echeverría), Rodríguez Rial recorre a esta renombrada Generación a partir y en torno a la lectura e influencia de Tocqueville. Los tópicos comunes, desde la democracia a la religión, así como las coincidencias en sus trayectorias y perfiles, permiten a la autora trazar esta conexión y reflexionar sobre las preocupaciones que compartían estos hombres. El análisis político, una ciencia política en ciernes, así como la inquietud por sentar las bases de una nación próspera y pacífica.

Sobre su último libro, conversamos con Gabriela Rodríguez Rial para La Vanguardia. La figura de Tocqueville, su influencia entre los intelectuales argentinos, la importancia de la Generación del 37 y un largo etcétera. Tópicos y figuras que hunden sus raíces en el pasado, pero que, como se observa de forma cotidiana, siguen formando parte de nuestro debate público.

La primera pregunta, que respondés de algún modo en el libro, es: ¿Por qué de todas las influencias intelectuales que compartieron y modelaron a la Generación del 37 elegiste a Alexis de Tocqueville? ¿Por qué, como señalás, su obra fue tan relevante y lo sigue siendo?

De todas las influencias intelectuales que compartieron los miembros de la Generación de 1837 elegí a Tocqueville por tres motivos. Primero, es una de las pocas lecturas que se preserva desde los años juveniles hasta la madurez o la vejez. En todas sus trayectorias vitales, leen a Tocqueville. Segundo, su concepción de la democracia como estado social les da una noción clave para interpretar la sociabilidad política argentina después de la revolución de mayo. Tercero, Tocqueville les enseña un modo de hacer análisis político, con métodos, procedimientos, pero también problemas y sensibilidades, que se podría calificar como una ciencia política para un mundo radicalmente nuevo.

Y Tocqueville fue y es relevante, porque planteó un desafío que sigue vigente para la ciencia política: comprender la democracia moderna, que no es solamente en régimen político, sino una forma de vida, sustentada en la fenomenología de la igualdad (el sentirse iguales, aunque física o materialmente no lo seamos).

«Lo que sí se puede decir es los miembros de la Generación de 1837 leían a los europeos con lentes sudamericanos, y en eso, tal vez eran más originales que algunos pensadores y pensadoras contemporáneos que denuncian el colonialismo sin romper el colonialismo intelectual a la hora de plantearse interrogantes propios».

¿Qué implicaba ese programa de una Ciencia Política para el nuevo mundo o, en otro sentido, para las jóvenes repúblicas democráticas? ¿Por qué este proyecto tuvo tantas resonancias y derivas en la Generación del 37? ¿Qué es lo que era tan urgente comprender?

En ese programa una ciencia política para un mundo nuevo implicaba entender a la democracia como un estado social, producto de la ruptura revolucionaria con las sociedades de antiguo régimen, donde la igualdad desplazaba a la jerarquía. Esto no quiere decir que se tratara de una igualdad en términos económicos, pero sí se reconocía la igualdad natural entre los seres humanos como un rasgo fenomenológico. En las jóvenes repúblicas sudamericanas era necesario comprender qué implicaba la revolución democrática que había nacido de manera contemporánea, aunque no necesariamente deseada por las elites, con la revolución de mayo. Las guerras de la independencia y las luchas civiles habían activado políticamente a la sociedad, especialmente a los sectores populares, pero no se había logrado canalizar esa participación institucionalmente, ni organizar, con una constitución, una orden político nacional unificado.

La Generación de 1837 recurre a Tocqueville para explicar lo que a sus ojos es el fracaso sudamericano: no haber podido conciliar la sociabilidad democrática con el régimen político representativo (gobiernos fundados en el consentimiento del pueblo pero no en el ejercicio directo de la soberanía popular) en una república de gran extensión, ordenada, pacífica y tendiente al progreso material de sus habitantes. Lo urgente de comprender era, porque, a diferencia de los Estados Unidos, las jóvenes repúblicas sudamericanas no pudieron conciliar la sociabilidad democrática con un sistema político estable. Es decir, lograr que el gobierno representativo organice políticamente las pasiones democráticas de una sociedad cuya pasión principal es la igualdad y cuyo dogma político, la soberanía del pueblo

Hay un detalle que vos señalás, en apariencia contradictorio o en tensión, entre el marcado europeísmo de la Generación del 37, muy proclive a leer, imitar e incluso plagiar a autores consagrados del viejo continente, y su indiscutible originalidad: ¿Cómo procesaron esas dos aristas los autores más relevantes de ese grupo? ¿Hay autores en que predomina una u otra? ¿Hay momentos en que predominó más una que otra?

Es cierto que la Generación de 1837 recurrió a la copia y al plagio, pero en ese momento no había criterios tan rígidos como en el campo científico actual para citar la producción de otros. Casi todos, por no decir todos, era europeístas, no muy pro-hispánicos (sobre todo en su juventud), admiradores de Francia e Inglaterra, y algunos como Sarmiento, se enamoraron, gracias a Tocqueville y por haber vivido en ese país, de los Estados Unidos. Sin embargo eran conscientes que su realidad era otra, y que para transformarla, primero había que comprenderla.

Sarmiento seguramente fue el más radical, al juzgar el atraso civilizatorio de las pampas argentinas. Alberdi creía que todo lo bueno venía de Europa, pero analizaba de modo más realista la relación entre el campo y la ciudad en la América del Sur posterior a la caída del virreinato del Río de la Plata, y llegó a defender el americanismo rosista. Mitre era un nacionalista avant la lettre,: inventó que la nación argentina nació en 1810, cuando lo que existía en ese entonces eran pueblos se auto-organizaron cuando entró en crisis la monarquía española a principios del siglo XIX. Lo que sí se puede decir es los miembros de la Generación de 1837 leían a los europeos con lentes sudamericanos, y en eso, tal vez eran más originales que algunos pensadores y pensadoras contemporáneos que denuncian el colonialismo sin romper el colonialismo intelectual a la hora de plantearse interrogantes propios.

 

En el análisis y la recuperación de la Generación del 37 y sus miembros más destacados hay una explícita recuperación de su obra y pensamiento como pioneros de la Ciencia Política: ¿Por qué considerás que es necesaria esta reivindicación? ¿Hay cierto complejo que nos ha llevado a soslayar su aporte y originalidad?

Creo, como decís, que no somos capaces de ver a la Generación de 1837 como pioneros de la Ciencia Política, a causa de un prejuicio cientificista, o mejor dicho por una concepción positivista o conductista de la disciplina que se ocupó más por describir conductas que por comprender el sentido de las acciones políticas. En la senda de Tocqueville la Generación de 1837 se propuso comprender la política argentina para intervenir en ella. No resignó el uso de tipos ideales (Sarmiento casi es un precursor de Weber en eso), puso en valor la importancia de la historicidad de los fenómenos sociales (Mitre y López), demostró interrelación entre las instituciones y las costumbres (Alberdi), analizó a la religión como fenómeno político (Frías, pero los demás también) e hizo de la construcción de archivos, instituciones y redes una tarea educativo científica (Gutiérrez). Entiendo que su concepción de la Ciencia
Política comprensiva es más actual que la de muchos colegas contemporáneos que siguen aferrados a la «encuestomanía» que no explica ni predice nada. Seguro que Sarmiento y Mitre, si hubiesen tenido encuestas en su época de políticos prácticos, habrían recurrido a ellas. Pero, lo hubieran hecho con la conciencia que sólo se puede entender los resultados de una análisis de este tipo en un marco más amplio. Por ello, la importancia que daban a la sociabilidad, es decir las relaciones sociales que caracteriza a una sociedad específica, la Argentina, en un momento tiempo histórico específico. Y esa sociabilidad se comprende mejor conociendo el pasado, analizando el presente y proyectando un porvenir.

Uno de los aspectos que comparte Tocqueville con sus seguidores en el Río de la Plata es la relación estrecha que existe entre un proyecto intelectual, tanto descriptivo como prescriptivo, y la actividad política: ¿Cómo se desenvolvieron estas aristas, a veces contradictorias, de este proyecto? ¿La Generación del 37 estaba unida por sus ideas y se separó por las divergencias de la política concreta? ¿O esas diferencias ya estaban en ciernes?

Justamente una de las mayores tensiones que tuvo que enfrentar la Generación de 1837 fue cuando tuvo la posibilidad de concretar su proyecto de nación para el desierto Argentino (parafraseando a Halperín Donghi) luego de la caída de Rosas. Las diferencias personales e intelectuales que siempre existieron. Por ejemplo, Sarmiento priorizaba las explicaciones deterministas, pero, además de ser personalista en todos los aspectos de su vida, no sólo la política, creía en la necesidad de fortalecer el civismo republicano de la ciudadanía mientras que Alberdi era más relativista e institucionalista, creía que la acción política era necesaria al fundar un orden pero luego debía quedar subordinada a las libertades civiles y la autorregulación económica. Ahora bien, tras Caseros, surge una gran división entre los que apoyan la Confederación de Urquiza (Alberdi, Gutiérrez, López)y la causa porteña (Mitre, Sarmiento, Frías con más ambivalencias) y entre quienes de tener un lugar periférico en la Generación pasaban a ocupar lugares centrales (Mitre y Sarmiento) y quienes se sienten desplazados (Alberdi y López) Todo eso generó recelos y resentimientos, políticos y personales, que son interesantes para dejar de lado cierto prejuicio que idealiza a esta generación de intelectuales y político contrastándolos con los políticos y políticas contemporáneos.

Tal vez sea algo reduccionista afirmar que las ideas los unían y las política los separó. Los unían también vínculos interpersonales (relaciones de amistad), instituciones (compartir espacios como salones, bibliotecas, universidades) e incluso personas. Echeverría y Cané, muertos prematuramente eran figuras de unión, y Gutiérrez fue el que mantuvo los vínculos entre los dos grupos separados por cuestiones políticas, porque siempre fue el núcleo de las redes de amistad y un creador de instituciones. Esos vínculos, forjados en la juventud, entran en crisis, cuando maduran intelectual y políticamente. Desde el inicio el proyecto de nación de la Generación de 1837, aunque se inspiraba en la concepción tocquevilliana de la democracia, tenía sus diferencias. Sarmiento, con Echeverría, defendía una nación cívica, de raíces republicanas, que tenía como centro la educación del pueblo soberano. Alberdi siempre prefirió una nación civil, y con más libertades personales que políticas. Algunos tenían un odio visceral por los caudillos, otros los entendían como líderes de las campañas pastoras que eran la fuente de progreso del futuro país más que las ciudades (aquí se oponen Alberdi por un lado, y Mitre y Sarmiento, por el otro). Quizás el sueño que compartieron no fue la nación argentina, unidad y consolidada institucionalmente en un gobierno representativo estable, sino el deseo, no realizado en forma individual (era un proyecto personal de Echeverría) pero sí de manera colectiva, de escribir la versión sudamericana de La Democracia en América de Tocqueville.

Son muchos los autores que reconocen la peculiar idiosincrasia de este grupo generacional y su enorme impacto político e intelectual: ¿Resulta tan excepcional como señalan, entre otros, Botana o Halperin Donghi? Si es así, ¿en qué reside esa excepcionalidad?

Retomo lo que dije en la última pregunta, la Generación de 1837 fue original y no fue original respecto de otras generaciones políticas e intelectuales “argentinas” (es anacrónico usar este gentilicio antes de los románticos rioplatenses, es decir la Generación de 1837, aunque conservaban un iluminismo de fines como diría Alberini) que los precedieron y los sucedieron como la Generación de Mayo, la unitaria, la de 1880 o los setentistas. Su originalidad radica, al menos para mí, en la manera en que crearon una sociabilidad bastante institucionalizada donde compartían lecturas, diagnósticos y propuestas para la sociedad argentina posrevolucionaria.

También se destacan, y esta sí es mi hipótesis personal, por el hecho de que leyeron muy bien a Tocqueville y se animaron a apropiarse de sus planteos, con audacia y originalidad. Para mí fueron mucho mejores lectores de Tocqueville que otros contemporáneos, europeos o estadounidenses. Incluso sus lecturas compiten con los mejores intérpretes que tuvo el auto de La Democracia en América en el siglo XX y hasta en nuestros días. Se parecen a los demás generaciones políticas argentinas en que a la hora de concretizar su proyecto en acción política, tuvieron que hacer concesiones y los desacuerdos, siempre presentes, se hicieron más patentes, desencadenándose una competencia interpersonal por el prestigio feroz.

«La Generación de 1837 recurre a Tocqueville para explicar lo que a sus ojos es el fracaso sudamericano: no haber podido conciliar la sociabilidad democrática con el régimen político representativo (gobiernos fundados en el consentimiento del pueblo pero no en el ejercicio directo de la soberanía popular) en una república de gran extensión, ordenada, pacífica y tendiente al progreso material de sus habitantes».

Insistís en el libro en la enorme vigencia del pensamiento de Tocqueville y, por añadidura, de los miembros de la Generación del 37: ¿En qué reside esta vigencia? ¿Deberíamos discutirlos con más asiduidad y profundidad, despojarlos de la solemnidad del bronce?

Exactamente esa es la propuesta del libro. Volver a la Generación de 1837 con menos prejuicios, quienes se sienten liberales, podrán ver en ellos las tensiones y contradicciones de esta generación política. Quienes se identifican como nacional populares, si los leen con atención se darán cuenta que son algo más que elitistas antidemocráticos. Y respecto de Tocqueville, se podría decir algo parecido. Su comprensión de la democracia como una forma sociopolítica donde priman la igualdad y la soberanía del pueblo es muy potente para entender la política actual. Y dentro de esa reflexión la relación que establece entre la libertad personal y la libertad política es más que interesante en el mundo contemporáneo donde se habla mucho de libertad pero quienes más la nombran defienden la tiranía el individuo y esto, lo digo yo, no sé si Tocqueville acordaría con mi punto de vista en un ciento por ciento, el despotismo del mercado que confunde consumir con sentirse libre. También creo que Tocqueville y los miembros de la Generación de 1837 son maestros a la hora de enseñar cómo analizar la política, por eso, deberían enseñarse en las carreras de ciencias sociales no como figuras prehistóricas sino como padres fundadores de este tipo de disciplinas-

Se ha dado en el último tiempo una recuperación muy explícita de la figura de Alberdi por parte de algunos sectores políticos, así como también Sarmiento en algunas oportunidades: ¿Qué opinión y análisis te merecen estos “usos” ideológicos? ¿Qué faceta de ellos es recuperada y cuál es soslayada?

Los usos de la historia son siempre polémicos, pero no por ello dejan de ser interesantes y efectivos. De hecho, Alberdi se pelea en sus Escritos póstumos con Sarmiento pero sobre todo como Mitre, porque los acusa se hacer un uso electoralista de la historia de los héroes de la independencia. Martín Kohan escribe una bella frase en El país de la guerra para sintetizar la polémica: “Porque en definitiva la visión de Mitre prevaleció sobre la de Vicente Fidel López, tenemos una historia de héroes. Y porque prevaleció sobre la de Alberdi, tenemos una historia de héroes de guerra”. Sin embargo, yo creo que los políticos y políticas que usan la historia, aunque la tergiversen, son más interesantes y entretenidos/as que quienes no lo hacen.

En el caso de Alberdi, además de haber sido citado con fruición por Elisa Carrió allá por el 2007, y que el ex presidente Macri lo tomó como un modelo para su defensa de la figura del emprendedor, actualmente aparece como una figura de referencia de los jóvenes republicanos libertarios. ¿Qué pensaría Alberdi? Ciertamente no lo sé. Creo que se sentiría contento con que haya quienes retomen su prédica contra la omnipotencia del Estado por considerarlo un enemigo de la libertad individual, pero les recordaría que el poder político es necesario para fundar un orden político estable. Al presidente Macri le hubiera reprochado el privilegio de su fortuna heredada. Para Alberdi el mérito se lo ganaba uno mismo no se heredaba. Una de sus peleas con Sarmiento fue por eso: le dijo que era un falso republicano, porque se pasaba haciendo alarde de su árbol genealógico.

Respecto de Sarmiento, y esta es una opinión bastante polémica y que en general no comparten ninguno de los actores políticos a los que voy a implicar, yo pienso que, aunque el ídolo histórico de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner sea Belgrano, ella es bastante sarmientina. Primero, es hija del sistema escolar que creó Sarmiento y discurre políticamente como una maestra normal nacional. Baste recordar que el autor de Facundo creo ese cuerpo docente con maestras importadas de otras latitudes (me permito recomendar sobre el tema el excelente libro de Laura Ramos, Las señoritas). Segundo, su ethos profesoral al construirse como figura pública es muy sarmientino, y su modo personal de construcción política también. Ambos son personalistas y orgullosas/os de sí mismas/os, de sus obras políticas, y sus legados. Pero el revisionismo cristinista y su defensa de Rosas, harían revolcar Don Domingo de la tumba. Y el peronismo, no del primer Perón que le puso a uno de los ferrocarriles estatizados su nombre, se construyó sobre el odio al Sarmiento que inventó la dicotomía entre civilización y barbarie, que los antiperonistas transformaron en «libros no, alpargatas sí», y más recientemente «república versus populismo». Entonces, seguro que suena extraño decir que una lideresa peronista es sarmientina, pero yo creo que CFK, le guste o no, lo es.

QUIÉN ES

Gabriela Rodríguez Rial es politóloga, doctora en Filosofía (Universidad de Paris 8) y Doctora en Ciencias Sociales de la UBA, donde es profesora de grado y posgrado. Investigadora del CONICET y del IIGG.

Ha sido compiladora de República y Republicanismos. Conceptos tradiciones y prácticas en pugna (2016) y co-autora de Hobbes, el hereje (2018), entre otros títulos. También ha escrito y publicado numerosos artículos académicos sobre teoría política e historia de las ideas.

El futuro en bici

El futuro en bici

Un invento del siglo XIX puede ser la mejor herramienta con que cuentan las ciudades para una transformación sostenible, generando núcleos urbanos menos ruidosos, sin emisiones y con poblaciones saludables.

Arquitecto Andrés Borthagaray, Presidente de FURBAN.

La Vanguardia digital dialogó con el Arquitecto de la UBA Andrés Borthagaray presidente de FURBAN (Fundación dedicada al medioambiente, el espacio y el diseño de la movilidad y la gobernabilidad) sobre la extensión del uso de la bicicleta, cuáles son sus ventajas, cómo es la adaptación de las ciudades y del transporte público y la necesidad de proteger tanto al ciclista como al peatón.

¿Qué elementos favorecen el uso de la bicicleta en la ciudad?

El uso se ve favorecido cuando existe una masa crítica, una percepción de seguridad, infraestructura protegida para circular y estacionar tanto en ámbitos públicos como privados. También la disponibilidad de bicicletas públicas en una serie de ciudades. La reducción de velocidades máximas también favorece su uso, varias ciudades han adoptado 30 km/h en la mayor parte de su red de calles y avenidas.

Es saludable porque ofrece una cuota diaria de ejercicio, es un antídoto contra la sedentariedad y no genera efectos negativos como los escapes. 

¿Qué beneficios reporta su uso?

Junto a la caminata es la forma más saludable, eficiente e inclusiva de desplazarse. Trae beneficios ambientales, es compatible con una red de transporte público de capacidad para las distancias más largas. Es saludable porque ofrece una cuota diaria de ejercicio, es un antídoto contra la sedentariedad y no genera efectos negativos como los escapes. 

Es eficiente porque a diferencia de un auto no necesita desplazar más de una tonelada para mover el peso de una o dos personas o de cargas livianas, ni ocupa más de doce metros cuadrados de espacio urbano crítico cuando está estacionada. 

Es inclusiva porque es mucho más accesible, aún para un rango de edad mucho mayor. En algunos países, como en Japón, desde la perspectiva de género, la bicicleta muestra que también puede ser más inclusiva.

¿Existen proyecciones en cuanto al crecimiento de uso de bicicleta como medio de transporte urbano en Argentina?

Ha venido creciendo, aunque está muy por debajo de lo que ha ocurrido en otros países. 40% en países de uso más consolidado, como Países Bajos o Dinamarca, 10% en Francia e Inglaterra, un 4% que cuesta afirmar en algunas zonas urbanas. Pero la experiencia de otros países muestra que es posible aumentar significativamente la parte en el total de viajes.

¿Hay corrientes urbanísticas o diferentes teorías para la adaptación de la ciudad al uso masivo de la bicicleta?

En primer lugar, hay un mandato frente al cambio climático. Los acuerdos internacionales firmados en París en 2015, suscriptos por más de 160 países, entre ellos la Argentina, comprometen metas de reducción de emisiones e involucran planes nacionales y locales para su cumplimiento. En ese sentido, la promoción de la marcha, la bicicleta y el transporte público sustentable se inscriben dentro de las acciones necesarias. En segundo lugar, los efectos espaciales de haber intentado adaptar las ciudades al automóvil, el consumo de espacio y la forma de desarrollo urbano que trae aparejada han puesto en crisis ese modelo de ciudad. La bicicleta es compatible con ciudades de mayor interacción a mayor proximidad. Y en tercer lugar, las teorías urbanas y las políticas públicas han comenzado a articularse con distintos grados de éxito.

La OMS señala que a partir de una reducción de la velocidad máxima a 30 km por hora las condiciones para circular con seguridad para los ciclistas son mayores, aún sin separación física tan estricta.

Las ciudades Argentinas vienen experimentando un crecimiento en cuanto a la instalación de ciclovías y bicisendas. ¿Podría definir similitudes y diferencias entre ambos conceptos?

En definiciones públicas una ciclovía es una infraestructura exclusiva y especializada para ciclistas. Las Ciclovías forman parte de una Red de Vías Protegidas. Su traza se encuentra ubicada sobre la calzada, delimitada por separadores físicos. Una bicisenda es una infraestructura exclusiva y especializada para ciclistas, que a diferencia de una ciclovía, se implanta sobre veredas, parques, plazas y en relación a vías peatonales separadas de la calzada.

También es importante recordar que la OMS señala que a partir de una reducción de la velocidad máxima a 30 km por hora las condiciones para circular con seguridad para los ciclistas son mayores, aún sin separación física tan estricta. En varios casos se ha utilizado al propio lugar de estacionamiento como un fuelle para separar el flujo vehicular del espacio de circulación de bicicletas, dejando un espacio entre la franja de estacionamiento (contemplando apertura de puertas) y la vereda.

Ese crecimiento de infraestructura para transporte en bicicleta ¿es planificado o caótico?¿Qué dificultades presenta?

Se ha tendido a planificar, aunque también surge de reivindicaciones de colectivos de ciclistas y del activismo ambiental que juegan un rol muy importante. En muchos casos los comienzos son traumáticos, hay resistencia de automovilistas, comerciantes, e inclusive peatones que se sienten amenazados cuando no se respetan los cruces. En general los conflictos se tienden a superar con el tiempo. El principio de respetar siempre al más vulnerable es muy importante.

Teniendo en cuenta la diversidad geográfica y de tamaño de las ciudades Argentinas ¿Qué factores ambientales influyen en el fomento de la bicicleta como medio de transporte?

Obviamente, las cuestiones climáticas, geográficas y topográficas influyen. En las ciudades argentinas y en distintas partes del mundo donde se promueve la bicicleta. Pero también, a partir del uso de la bicicleta en ciudades con inviernos muy duros, como en los países nórdicos, queda demostrado que se pueden superar muchas adversidades.

¿El uso de la bicicleta genera nuevos problemas para la ciudad?

Creo que genera muchas más soluciones que problemas. Justamente por eso considero muy importante que se tomen todas las medidas para proteger a los ciclistas y que desde la bicicleta se fomente una cultura de respeto a las normas y de protección de los peatones. Si existen espacios bien preservados en las calles es un contrasentido que se circule en bicicleta por las veredas exponiendo a los peatones.

El mundo va en el sentido de reducir el lugar del automóvil. De hecho, está saliendo de producción el motor de combustión interna en un horizonte de 2030 o pocos años más en buena parte del mundo.

¿Por qué es tan resistida la convivencia de la bicicleta con otros tipos de movilidad, especialmente por quienes conducen automóviles?

El automóvil es un gran consumidor de espacio. No quiere competencia. Cuando aparece una zona reservada la reacción típica es de queja. Pero el mundo va en el sentido de reducir el lugar del automóvil. De hecho, está saliendo de producción el motor de combustión interna en un horizonte de 2030 o pocos años más en buena parte del mundo. Y aunque se produzcan vehículos eléctricos los problemas de congestión seguirán siendo graves. Pero es importante que las ciudades tengan políticas coherentes y no traten de disuadir por un lado al uso del auto y de estimularlo por otro con estacionamientos o infraestructura vial anacrónica.

¿Es posible pensar en un futuro prohibir la circulación de automóviles en las ciudades?

La política pública en varios países con alto grado de motorización va en el sentido de la restricción, especialmente en áreas centrales. O de gravar las externalidades negativas que genera. O bien de promover un uso compartido, lo más ineficiente es que los autos viajen con una sola persona o algo similar, el promedio de ocupación es de 1,3 en varias ciudades argentinas.

¿Es posible combinar el transporte público con el uso de la bici?

Claro que sí, es posible y necesario. En algunos casos para llevar durante el viaje, en otros con estacionamientos seguros y accesibles en puntos clave, o bien en formas de compartir carriles preferenciales de circulación en varias ciudades.

En muchos distritos del país se promueven leyes que regulen el uso de la bicicleta ¿Considera necesaria dicha legislación?¿Qué aspectos debería abordar?

Si, sobre todo la protección de quienes usan la bicicleta y la de los peatones. También la creación de condiciones de estacionamiento seguro. Pero en gran medida es clave la forma en que se legisla sobre el uso del automóvil y de la ciudad.

¿Por qué leer «Los estudiantes» de Víctor Mercante»?, entrevistas con Graciela Villanueva y Sergio Delgado

¿Por qué leer «Los estudiantes» de Víctor Mercante»?, entrevistas con Graciela Villanueva y Sergio Delgado

La edición de «Los estudiantes» del pedagogo Víctor Mercante ofrece una ficción, con toques de humor e ironía, que bien puede ser un contrapunto del clásico «Juvenilia» de Miguel Cané. Graciela Villanueva y Sergio Delgado, responsables de su publicación, comentan la importancia de este libro olvidado.  

La publicación de Los estudiantes de Víctor Mercante, pedagogo argentino y defensor del laicismo, en 2022, es una gran noticia. Editado conjuntamente por las universidades del litoral y de Entre Ríos, este libro ofrece un retrato ficcionado de la educación argentina de finales del siglo XIX, contrastante con otras obras célebres del mismo tenor. Aprovechamos esta ocasión y oportunidad para dialogar para La Vanguardia con Graciela Villanueva y Sergio Delgado.

Ambos profesores de literatura, con vínculos familiares con la ciudad de Santa Fe y que actualmente dictan clases en París. La reflexión se presenta en dos conversaciones sucesivas: en primer lugar, con la encargada de la introducción, cronología y notas del volumen, y, finalmente, con el director de la colección. Ambos nos ofrecen una mirada sobre la importancia de esta publicación en estos tiempos, sus tópicos y reflexiones.

GRACIELA VILLANUEVA: «CANÉ Y MERCANTE SON SOCIALMENTE MUY DIFERENTES»

Sergio Delgado me contó que trabajaste sobre el libro de Víctor Mercante en un momento especial de la pandemia. Me gustaría comenzar entonces por preguntarte sobre cómo te llegó la iniciativa y qué cuestiones se te presentaron a la hora de pensar y diagramar tu trabajo sobre el libro, que, en mi lectura, me resultó tan minucioso como inteligente.

El trabajo sobre Mercante había sido previsto como un proyecto de investigación para un semestre sabático que mi universidad me había otorgado entre febrero y julio de 2020. Mi idea era viajar a la Argentina y en particular a Paraná y encontrar en ese viaje, en el tiempo consagrado a la investigación y a la reflexión, las claves que me permitieran dar respuesta a la enorme cantidad de preguntas que el texto de Mercante me planteaba. Mi viaje comenzaba el 1ro de abril de 2020. Pero la pandemia hizo de las suyas y obviamente no pude cruzar el Atlántico. Encerrada en mi casa pero con tiempo para pensar y con la ventaja de no tener que andar haciendo cursos acelerados de enseñanza a distancia (ya que ese semestre el sabático me permitía no dar clase y consagrarme enteramente a la investigación), el trabajo sobre el libro de Mercante se convirtió en el eje que organizaba cada uno de mis días. Así fue como se multiplicaron las consultas por mail, teléfono o whatsapp con colegas y amigos de uno y otro lado del Atlántico. Cada día tenía su enigma y las hipótesis para resolverlo venían de ámbitos totalmente diferentes.

Por no citar más que algunos ejemplos, diré que la dialectología, la geografía e incluso una guía de turismo ecológico por el norte de Italia fueron los instrumentos necesarios para entender de dónde venía exactamente la familia Mercante, la historia de los transportes fluviales del litoral argentino me hizo falta para entender qué era “el Pingo” y la física, la química, la matemática, la biología o la teoría musical para comprender la enorme cantidad de referencias de la novela. Y también fue necesario buscar información sobe la ópera italiana (cuyos versos cita el narrador una y otra vez), la cultura popular de fin del siglo XIX (indispensable para entender algunas referencias hoy totalmente incomprensibles), la filosofía, la lexicología, la pedagogía, la historia, la historia argentina, la historia de Paraná en el siglo XIX, etc. etc. etc.  Resulta imposible citar todas las disciplinas que fueron necesarias para acercarme a un desciframiento más o menos completo del texto de Mercante. La clave fundamental fue, por supuesto, la literatura, ya que Los estudiantes es ante todo una obra de ficción, una obra que echa mano a los recursos de la época de Mercante, pero les da una inflexión particular gracias a la distancia irónica que el escritor mantiene con lo que escribe en cada página de esta novela. Cabe destacar que esta ironía está completamente ausente en sus memorias, cuyo título es Una vida realizada, un libro publicado después de la muerte del autor, más de treinta años después de Los estudiantes. Mercante escribió dos textos autobiográficos, pero el recurso a la ficción en Los estudiantes le dio una libertad que de otro modo nunca se hubiera permitido.

Ahora bien: ¿por qué Mercante? La iniciativa había venido de Sergio Delgado, director de la colección El país del sauce y colega mío en la Universidad Paris Est-Créteil. Cuando leí por primera vez Los estudiantes, me di cuenta que había allí un trabajo por hacer, un trabajo para un especialista en literatura. Porque aunque Mercante era un pedagogo, aunque el libro hable de la Escuela Normal de Paraná y de la historia de la formación de los maestros argentinos a fines del siglo XIX, y aunque la trama de la novela se entienda en sus grandes líneas desde la primera lectura, ese libro necesitaba el trabajo crítico de un especialista en literatura y en lenguas para ser leído como creo que merece ser leído. Ese fue el objetivo de los meses consagrados a Los estudiantes y ese es el objetivo de la edición que proponemos.

Las cuestiones que se presentaron a lo hora de diagramar el trabajo fueron muchas y de muy diferente índole, desde descifrar en qué lengua estaba escrita la carta que uno de los estudiantes le envía a un amigo que vive en Italia hasta entender el significado de algunos términos que no figuran en ningún diccionario o saber qué personajes se esconden detrás de algunos nombres propios que hoy no nos dicen nada. Para mí también fue importante entender de dónde venía exactamente Mercante y no sólo entenderlo, sino también visualizarlo. Al enterarme de que el padre del escritor había nacido en el Piamonte, me propuse identificar el lugar de origen. Esto me llevó a la hidrografía piamontesa (para entender qué era el “valle del Besante” de la infancia del narrador) y a la ortografía de los topónimos de la región (para entender que el Zebbedazzi evocado en las memorias de autor es el Zebedassi de hoy). Un poco más tarde el cruce entre una guía de agroturismo y la consulta de Google Maps me permitió constatar que en el punto exacto donde vivió el padre de Mercante (cuyos antepasados, según cuenta el narrador, eran llamados “los Merlines”) hay un hotel que se llama “La Merlina”. Un intercambio de mails hizo el resto, como lo cuento en la nota al pie de mi artículo introductorio: ese hotel se llama así como homenaje a aquellos antepasados del siglo XIX.

«Porque aunque Mercante era un pedagogo, aunque el libro hable de la Escuela Normal de Paraná y de la historia de la formación de los maestros argentinos a fines del siglo XIX, y aunque la trama de la novela se entienda en sus grandes líneas desde la primera lectura, ese libro necesitaba el trabajo crítico de un especialista en literatura y en lenguas para ser leído como creo que merece ser leído. Ese fue el objetivo de los meses consagrados a Los estudiantes y ese es el objetivo de la edición que proponemos».

¿Podés contarnos brevemente de que trata el texto de Mercante y en qué clima literario se inscribe?

En principio es una “estudiantina”, una novela que cuenta la vida en la Escuela Normal de Paraná, y está estructurada en cuatro partes. Las partes 1, 3 y 4, tienen 10 capítulos. La segunda parte, en cambio, tiene 20 capítulos. Teniendo en cuenta que lo que se narra es la vida de un grupo de estudiantes durante cinco años de estudio lo más lógico sería tener cinco partes con 10 capítulos cada una. Pero como la primera edición, revisada por el mismo Mercante, se estructura así, decidimos respetar lo que el autor quiso y no modificar esta organización. La primera y la cuarta parte están organizadas de manera más cronológica. Las dos partes centrales tienen un orden más aleatorio. En la primera parte se cuenta el primer año de estudios, la llegada a Paraná del narrador, Federico Scanavecchia, que es un seudónimo, los primeros contactos, las malas notas que tiene al comienzo, el cambio de actitud y su relación con la persona con la que se aloja, que se llama Rastelli y que también es italiano. En la segunda parte, que es la más larga, se cuenta el segundo año de estudios, la mudanza, los primeros contactos con mujeres, se caracteriza a los personajes más importantes y se cuentan diversos episodios que alternan bromas, diversiones, sesiones de estudio, espiritismo, exámenes. La tercera parte narra los amores del personaje, una vuelta a su casa durante las vacaciones, la visita de Bartolito Mitre a Paraná, y entre otros episodios típicos como el robo de naranjas durante una salida campestre de los estudiantes. Y en la cuarta y última parte –ya están en quinto año de estudio– se cuenta un episodio en el que los estudiantes de rebelan contra los deberes que les hacen hacer y entonces son suspendidos. Aparecen también otros personajes y se cuentan episodios de galanteo. Y termina con los discursos en la fiesta final de egresados y la despedida.

Este es el relato, con episodios típicos de una estudiantina. El contexto en el que se inscribe la novela está marcado ideológicamente por los debates de una época que se caracterizaba por la dicotomía sarmientina de “civilización o barbarie”. Esta dicotomía comenzó a hacer agua cuando los supuestos “civilizados”, los europeos que iban a poblar América, en la realidad cotidiana eran rechazados y comenzaron a considerarse como la barbarie. Hay que destacar que en el contexto inmigratorio hubo momentos de xenofobia, en particular anti-italiana. Y aquí tenemos un texto escrito por un descendiente de italianos y respecto a un colegio donde muchos de los compañeros del protagonista tienen el mismo origen. No es casual que sea así porque es una de las corrientes de inmigración más importantes. La época, además, es la de la expansión del positivismo y de los debates sobre el ateísmo y el darwinismo.

Son elementos que considero en el trabajo crítico. Aquí el contexto literario tiene mucho que ver con lo social. Es una literatura que no puede quedar al margen de los enormes cambios que está viviendo el país. Es decir: el contexto de la inmigración masiva. Lo interesante aquí es que quien toma la pluma es alguien que viene de una familia de inmigrantes italianos.

Me resultó muy iluminador tu análisis paralelo entre Mercante y Cané, entre Los estudiantes y Juvenilia. Quisiera que nos cuentes las cuestiones en que estas obras se asemejan y aquellas otras en las que se diferencian.

Como lo destaco en la introducción, Los estudiantes es una ficción autobiográfica. Sergio Pastormerlo trabaja la autobiografía en Cané y hace una reflexión que me resultó muy interesante: señala que el género autobiográfico, en Cané y los hombres de su generación, revela, más que una opción, una imposibilidad. Pastormerlo ve en la opción por la autobiografía y por su “pacto de verdad” el resultado, no de una elección sino de la imposibilidad de acceder a la ficción. En cambio Mercante accede directamente a la ficción. Elige escribir una novela autobiográfica cuyo personaje no se llama Víctor Mercante. Tiene otro nombre y además se desdobla en varios personajes.

Los clásicos del 80 –dice Pastormerlo– sólo pueden escribir sobre sí mismos, carecen de la posibilidad de acceder a la “impersonalidad” necesaria para ir más allá de este límite. Y esto sucede en una época en que la novela moderna se afirma claramente en “una moral distinta a la moral burguesa y anticuadamente aristocrática de Cané”. La imposibilidad de la ficción es, entonces, según Pastormerlo, una limitación en Cané y los hombres del 80. Sin embargo, Cané escribe. Pero escribe porque tiene un círculo de amigos que va a leerlo. Dice Pastormerlo: “Cané, en 1884, es un escritor sin nombre que, según la mirada de Sainte-Beuve, no debería publicar Juvenilia, y, al mismo tiempo, porque su nombre es Miguel Cané puede publicar ese libro y hasta confiar en que el tiempo lo convierta en un clásico”.

Frente a esto, la posición de Víctor Mercante es completamente distinta. Mercante no aspira a convertirse en un clásico. Por eso se puede llamar Scanavecchia que significa, más o menos: “sin un mango”. Su lugar en la sociedad le da absoluta libertad para internarse en la ficción y multiplicarse en diversos personajes. Y proponer en su novela innovaciones que hasta el día de hoy no han podido ser leídas. Frente a esa estética aristocrática que Josefina Ludmer subrayaba en la obra de Cané, en Mercante hay una profusión de elementos heterogéneos, una mezcla abigarrada de cosas diversas y hasta cierto barroquismo. En ese entusiasmo creativo y cultural desbordante, en una persona a quien la educación le había abierto un mundo, Mercante muestra su originalidad.

Sabemos, además, que Cané y Mercante son socialmente muy diferentes. Cané es el portavoz de los jóvenes elegantes, inteligentes y cultos del Buenos Aires civilizado. Mercante en cambio es un hijo de inmigrantes pobres, con una madre analfabeta y un padre que aprendió a leer cuando ya era adulto. Poco antes de su ingreso a la Escuela Normal de Paraná, Mercante apenas hablaba español. Y si pudo hacer estudios fue porque se ganó una beca y si quiso hacer estudios fue para acceder a un trabajo estable. Esto nos lleva a pensar en la diferencia entre el Colegio Nacional de Buenos Aires y la Escuela Normal de Paraná.

Lo que constato de ese momento, es decir el momento de la escritura de Los estudiantes, es que la escuela de Paraná, fundada por Sarmiento, le dio a Mercante una posibilidad que no hubiera tenido de otro modo. En este sentido la institución, en el contexto argentino de las últimas décadas del siglo XIX, representó una propuesta progresista respecto de cierto tradicionalismo elitista del colegio Nacional de Buenos Aires. Este colegio tuvo rectores renovadores, como Amadeo Jacques, así lo muestra Cané, pero la institución cargaba con el peso de una educación muy tradicional marcada por la iglesia. Poco antes del ingreso de Cané, el colegio estaba dirigido por un sacerdote, José Eusebio Agüero. Fue el rector del llamado colegio eclesiástico. Y fue el primer rector del Colegio Nacional de Buenos Aires cuando fue refundado por Mitre en 1863, que es cuando ingresa Cané.

Otra diferencia entre Cané y Mercante es el humor. Aunque en Juvenilia hay escenas divertidas, no existe para nada el humor corrosivo y, sobre todo, el humor hacia sí mismo, la autocrítica, que predomina en Los estudiantes.

«Cané es el portavoz de los jóvenes elegantes, inteligentes y cultos del Buenos Aires civilizado. Mercante en cambio es un hijo de inmigrantes pobres, con una madre analfabeta y un padre que aprendió a leer cuando ya era adulto. Poco antes de su ingreso a la Escuela Normal de Paraná, Mercantes apenas hablaba español».

En una línea del poema inicial o de presentación de Los estudiantes, se afirma: “Tiempos de la edad descontenta, soñadora y chacotona”. ¿Podes explicar cómo juegan esos tres vocablos en Los estudiantes? En relación con el humor resaltás en particular el análisis de Amaro Villanueva.

Creo que el aspecto soñador y “chacotón” están muy presentes en el texto. Refleja la imaginación, el descontento y también una especie de rebeldía de los estudiantes, de un grupo, y por eso está bien puesto el título en plural. Amaro Villanueva titula su prólogo: “Los cuatro postes de la chacota”. Y creo que es muy importante comprender los diferentes niveles del humor en la novela. Un humor que por un lado es un humor lingüístico, por otro lado es un humor paródico, intertextual (la parodia se apoya en un texto previo), y hay también el humor típico de situaciones graciosas.

Podemos recordar alguna de las escenas más divertidas. Por ejemplo hay una situación donde el narrador dice un disparate sobre Jerjes, a quien confunde con Temístocles. Entonces presenta a Jerjes como un general victorioso de los persas en Salamina y dice que cuando entraron sus hombres en Atenas las mujeres se refugiaron en la catedral. Todo esto hace reír mucho a sus compañeros que en cierto modo lo consideran “un bárbaro” y tendrá que trabajar mucho para remontar esa reputación. Otra escena muy divertida es la calavereada del Quijote para burlarse del casto Urpila y que es una parodia del Quijote y en particular de las escenas donde determinados personajes masculinos se disfrazan de mujeres (por ejemplo, el cura que se viste de doncella en la primera parte de la novela). Otra escena muy cómica es la que gira en torno de un personaje que se llama nada menos que Bragheta y da una catastrófica lección sobre el “ala” de la que sus compañeros se burlan. Como Bragheta es uno de los dobles del autor, la escena puede leerse como una estrategia de Mercante para reírse de sí mismo. Esta anécdota la cuenta Mercante en primera persona en sus memorias. Otra escena muy divertida es una sesión de espiritismo. Los estudiantes quieren saber el tema del examen de Matemáticas que van a tener al día siguiente. Piensan primero en el espíritu de Tales pero finalmente, precavidos, deciden llamar a Galileo. Tienen miedo de no poder entender los que pueda decirles Tales. Ante eso, uno de los compañeros argumenta que los espíritus son políglotas. Entre las escenas más divertida de la última parte de Los estudiantes se encuentra la parodia de la demostración de la tesis darwinista, es decir que el hombre desciende del mono, en boca de un chimpancé en diálogo con un asno. Esto se desarrolla durante una salida al campo de los estudiantes.

Estas escenas, al narrarse de manera sintética, pierden mucho de su efecto, que en la novela se manifiesta sobre todo en el lenguaje, en el juego con las palabras y las relaciones intertextuales. Esta manera de reírse de sí mismo, haciéndole vivir a sus alter-egos situaciones bochornosas, fracasando sobre todo en las lecciones, al querer hablar, o escribiendo poemas totalmente convencionales, sin interés, o componiendo música tan mala que la profesora le sugiere al personaje que abandone la composición y se dedique a otra cosa, todas esas burlas contra sí mismo marcan muy bien el tono de Los estudiantes.

A aquellos que frecuentamos la Escuela Normal (soy docente en la carrera de Historia de la UADER), nos resultan atractivas las evocaciones de la zona que se describe en Los Estudiantes, entre otras, la escuela, los naranjos, la plaza, el sonido de las campanas de la Catedral. ¿Qué podes señalarnos con respecto a las formas que adquiere el texto: autobiografía, novela, relato de viajero o de costumbres?

Me divierte que me hables de tu frecuentación de la Escuela Normal de Paraná. Yo te contesto, como anécdota, que estudié en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Y en lo que tiene que ver con las cuestiones muy particulares de la evocación de la escuela y de la ciudad, ese es uno de los aspectos cuya percepción más afinada me robó la pandemia. Te conté anteriormente que tenía la intención de viajar, de ir a Paraná y de conocer bien visualmente, a través de la experiencia, estos lugares. Y no pude hacerlo.

Por suerte está la literatura de Mercante para evocar esa riqueza y también las notas de Amaro Villanueva para la edición de 1961, y los complementos y actualizaciones en los que colaboró Guillermo Mondejar. Y también el trabajo de Silvina Fernández que estudia justamente la gran capacidad de percepción del contexto por parte de Mercante.

En cuanto al género, me preguntás respecto a la forma que adquiere el texto entre autobiografía, novela, relato de viaje o de costumbre. Aquí vuelvo sobre algunas cosas que dije antes en cuanto a que Mercante no aspira a dar cuenta de una vida sino de algunos años de la juventud. Considerando además que el punto de partida no es un “pacto autobiográfico” sino que está la ficción. No hay una identificación directa entre autor, narrador y protagonista, sino este juego de dobles o de máscaras. Los estudiantes no es estrictamente una autobiografía. El texto de Mercante se relaciona con la novela de aprendizaje o la novela de formación que es un género ficcional afín a la escritura autobiográfica. Y en particular con el sub-género de la “estudiantina”. Entonces a esas memorias del paso del autor por el sistema educativo se suma, en el caso de Los estudiantes, el hecho de que se trata de las memorias del paso del autor por una escuela “normal”. Es decir una institución donde los alumnos se preparan para ser docentes. Entonces los estudios y los profesores son además un espejo del propio futuro del protagonista.

Para terminar, hay que aclarar que cuando decimos novela de aprendizaje decimos, sobre todo, “novela”. Y hay que destacar en este texto de Mercante la polifonía. Le pongo a mi introducción el título de “Una estudiantina polifónica”. Pienso que esto es lo que percibimos, en diferentes niveles, en la novela. Por un lado por la utilización de la lengua, que imbrica una variante muy castiza del español con una serie muy rica de préstamos y neologismos. La presencia de las lenguas extranjeras es muy importante. Hay citas en vasco, genovés, en italiano, en cocoliche, en francés, en latín, en inglés, en alemán. Todo esto da cuenta de esta polifonía y, por otra parte, hay un juego muy interesante en torno del voseo, entre el voseo y el tuteo. Y también una utilización paródica, en todo caso estilizada, del vosotros.

Además de estos aspectos lingüísticos de la polifonía me parece que hay que destacar la creatividad de la novela. El trabajo que hace Mercante por ejemplo con el discurso indirecto libre. Y la simbología onomástica: el juego con los nombres, los apellidos, los apodos, los seudónimos. Además de los juegos intertextuales y la introducción de elementos diversos. Es más o menos convencional en la novela la introducción de cartas o discursos. Hay muchos personajes que hacen y ensayan discursos. Pero en esta novela se incluyen además ecuaciones, partituras musicales, y se narra un episodio a la manera de una opereta. Todos estos elementos son inéditos, o en todo caso poco comunes, en nuestra literatura de principios del siglo XX. Y pienso que quizás esta dificultad, con la profusión lingüística y cultural que plantea Los estudiantes, han hecho que no haya podido ser leída como debe ser hasta ahora. Y en este sentido espero que esta edición permita volver sobre este texto que, sobre todo, es muy agradable de leer.

SERGIO DELGADO: «ALGÚN DÍA DEBEREMOS ESCRIBIR LA HISTORIA DE LOS OLVIDADOS DE NUESTRA LITERATURA»

Sergio, me gustaría que nos cuentes cómo surgió la idea de publicar el libro de Víctor Mercante.

Esta publicación debe mucho al trabajo de Amaro Villanueva. A su incansable curiosidad y su increíble despliegue de políticas culturales. Una lucha por lo que él llamaba, sin falsos alardes, “las cosas nuestras”. Debo precisar que la recuperación parcial de sus archivos, cuando preparábamos la edición de sus obras completas con el equipo de EDUNER, allá por 2010, fue la base de muchos proyectos de la colección.

Amaro había oído hablar de Los estudiantes en Gualeguay “cuando era muchacho”. Tenía ocho años cuando se publicó esta novela por primeva vez en Paraná, en 1908, bajo el seudónimo de Federico Scanavecchia. Amaro supo por su padre, dice –lo que revela una suerte de memoria local– que el autor era Víctor Mercante. Habría que preguntarse por los motivos de la utilización del seudónimo. En ese momento Víctor Mercante, una persona muy seria, lejos de toda “chacota”, organizaba, a pedido de Joaquín V. González (ministro de Instrucción Pública) la futura facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de La Plata. La novela pasó totalmente desapercibida en ese momento, quedando en el olvido, incluso materialmente. No se encontraban ejemplares en ninguna parte.

El segundo episodio tiene lugar en Paraná, en 1935, en la Biblioteca Popular, en el contexto, dice Amaro, de una “animosa renovación”. En aquella época las bibliotecas populares eran un lugar clave para la acción cultural. Basta recordar los tristes sucesos de la biblioteca popular de Gualeguay, algunos años antes, cuando las fuerzas conservadoras la tomaron por asalto expulsando como indeseables a Juan L. Ortiz y Carlos Mastronardi. Valgan como testimonio el poema “Gualeguay” de Juanele, las Memorias de un provinciano de Martronardi y el ensayo La internacional entrerriana de Agustín Alzari.

Casi en el mismo momento, en la biblioteca popular de Paraná, de la mano de figuras como Carlos María Onetti, se renovaba el catálogo, se desempolvaban los libros y se hizo una nueva clasificación. Una tarde, Amaro llega a la biblioteca y lo recibe un Onetti jovial: “Amaro, ¡encontramos el libro de Mercante!” ¿Se da cuenta?”. Ahora bien: ¿cómo conocía Onetti la clave del seudónimo? De esta manera más bien fortuita encuentra Amaro Villanueva la novela material y puede leerla.

«Esta publicación debe mucho al trabajo de Amaro Villanueva. A su incansable curiosidad y su increíble despliegue de políticas culturales. Una lucha por lo que él llamaba, sin falsos alardes, “las cosas nuestras”».

Tercer episodio: en 1961 se realiza una segunda edición de Los estudiantes en la colección “El pasado argentino” que dirigía Gregorio Weinberg, con prólogo de Amaro Villanueva. En este prólogo Amaro rescata entonces este texto, perdido entre la desidia y el seudónimo. Dice algo que me parece fundamental y que toca el corazón de nuestra manera de relacionarnos justamente con “las cosas nuestras”: “Semejante olvido comportaba una múltiple injusticia: para el autor, por tratarse de una novela excepcional dentro de un género en el que hemos venido considerando con carácter exclusivo la Juvenilia de Miguel Cané; para nuestra literatura, a la que se empobrecía sustrayéndole una de las pocas producciones con que la estudiantina cuenta en las letras nacionales; para nuestra cultura, cuya historia perdía el único testimonio literario relativo a la vida estudiantil en la época de oro de la Escuela Normal de Profesores de Paraná; para el lector argentino, a quien quedaba vedado el conocimiento de tan significativa novela de época, que documenta alegremente la vida de la juventud estudiosa de fines del siglo pasado”. En el prólogo a esta edición, Amaro dedica mucho esfuerzo a descifrar las claves de la novela, comenzando por el nombre del autor y de sus alter egos, así como las máscaras de otros personajes. Porque Los estudiantes es una novela clave y en clave.

Aquí comienza nuestra historia con Los estudiantes. Tomamos conocimiento de este libro durante la preparación de las Obras completas de Amaro Villanueva. Fue en ese momento que personalmente leí la novela, en un PDF, con mi tableta y cuando comenzamos a diagramar la colección “El país del sauce” con Guillermo Mondejar, María Elena Lohtringer de EDUNER, al que se sumó luego el equipo de la UNL, Los estudiantes estuvo en carpeta.

Ahora bien: ¿cómo editar esta novela? Enseguida resultó evidente que había que continuar y profundizar el trabajo de Amaro: reparando el olvido y completando el dispositivo de lectura de las claves del texto. Comenzamos a trabajar con Silvina Fernández, especialista en educación, egresada de la UNER, actualmente docente e investigadora de la universidad de Río de Janeiro. Era necesario comprender el sentido de este “testimonio literario” respecto de la Escuela Normal de Paraná” anunciado por Amaro. Pero enseguida necesitamos de una lectura desde la complejidad textual de la novela. Así en 2020 se incorpora Graciela Villanueva que se hizo cargo de todos los aspectos de la edición, generando una guía lexical y notas de lecturas que, me parece, le dan una nueva vida al texto.

¿Qué te parece a vos que aporta la publicación de Los estudiantes?

Dos cosas se me ocurren ahora: incorporar este texto, que tiene un valor singular, a nuestra literatura y dar cuenta también de la historia de su lectura, contra el olvido. Algún día deberemos escribir la historia de los olvidados de nuestra literatura. Para decirlo en clave scanavecchiana: terminar con la chacota.