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Mucho logrado y mucho por hacer

Mucho logrado y mucho por hacer

El Partido Socialista de Argentina cumple 125 años de historia. Una historia de logros y desafíos, de avances y retrocesos, de éxitos y fracasos. 125 años de bregar por una sociedad más justa e igualitaria, sin bajar las banderas, sin traicionar sus valores. La historia del socialismo es la historia de hombres, mujeres y diversidades, de sus militantes, de quienes nos mostraron el camino y de quienes seguimos construyéndolo.

Transcurrieron ya 49 años de mi vida, desde cuando el Partido Socialista fue el  vehículo elegido para canalizar las utopías de juventud en la década del 70, caracterizada por tanto entusiasmo y debates. Corría el año 1972 y recién se había constituido una nueva vertiente socialista, ligada a lo nacional y a lo popular: el Partido Socialista Popular.

Valoro de aquella época el profundo sentido de lo colectivo. Matizando los estudios de los clásicos, sin dogmatismos y tratando de nutrir nuestros saberes con los de los hacedores de la Argentina, revalorizando a nuestros héroes, poniendo énfasis en nuestras tradiciones y en los símbolos que hacen a nuestra identidad.

Era fundamental para nosotros el estudio de la realidad política, social y económica de nuestro país, de su ubicación en América Latina y del análisis de experiencias de otras latitudes. Estudio, eso sí, para la acción política. Por ello le agregábamos una verificada práctica de cada uno de los militantes: estudiantes en los centros estudiantiles, trabajadores en sus  sindicatos, profesionales en sus asociaciones, como así también en agrupaciones de empresarios, bibliotecas, vecinales, clubes, parroquias….

La participación significaba conocer, interactuar con el otro, solidarizarse con el semejante: ayudando a mejorar la vida de la gente crecíamos y mejorábamos también nosotros mismos como personas. Propiciando el «ser más» que el «tener más».

Fueron miles las experiencias que transitamos, sumando a ellas el minucioso estudio: la práctica y la teoría. Eso nos ayudó a forjar nuestra metodología de interpretación de la realidad y, en base a ella, elaborar propuestas concretas en los distintos ámbitos donde nos tocaba actuar. Y llegó un momento en donde todo ese bagaje de teoría y práctica lo pudimos llevar adelante ocupando responsabilidades políticas de mayor envergadura, en espacios deliberativos o ejecutivos, hasta el día de hoy.

La participación significaba conocer, interactuar con el otro, solidarizarse con el semejante: ayudando a mejorar la vida de la gente crecíamos y mejorábamos también nosotros mismos como personas. Propiciando el «ser más» que el «tener más».

Transformamos ciudades y nuestra Provincia de Santa Fe, jerarquizamos los derechos, siempre en la búsqueda de mayor igualdad. Mejoramos y cambiamos la vida de la gente en cada sitio donde nos tocó actuar. Siempre con la misma premisa: propiciar la participación ciudadana, que la gente sea parte de los cambios, que se los apropie, para que sean perdurables.

El horizonte de la política llevada adelante por nuestro partido se sintetizó en cambiar estructuralmente la cultura de la sociedad, en su sentido amplio: como más igualdad, más solidaridad, más justicia.

En un ligero pantallazo podemos enumerar acciones emblemáticas:

  • El sistema de salud implementado en ciudades y en la Provincia de Santa Fe es un modelo a seguir, donde el Estado es el garante fundamental. Nuevos hospitales, centros de atención pPrimaria de la salud, centros de especialidades médicas ambulatoria, red coordinada de servicios, producción de medicamentos. En síntesis, un sistema caracterizado por la accesibilidad, equidad, gratuidad, universalidad.
  • Las políticas sociales dejaron de tener el acostumbrado tinte asistencialista para transformarse en vehículos para recuperar la dignidad y promotoras de derechos.
  • La educación ha sido también otro de nuestros mayores desvelos: hemos construido centenares de escuelas nuevas, pero también hemos reformulado el proceso educativo, dando un lugar al alumno como el principal protagonista.
  • La cultura se transformó en espacios para todos: para decir, hacer, jugar, crear, imaginar.
  • Los trabajadores fueron jerarquizados con salarios dignos, capacitación, paritarias permanente y la creación de los Comités de Salud y Seguridad del Trabajo, únicos en su tiempo en el país.
  • La niñez y la juventud tuvieron un lugar preponderante en las políticas públicas: espacios específicos, responsabilidades asignadas, centros de cuidado, congresos participativos, capacitación en oficios y el fomento del deporte a todo nivel.
  • Se jerarquizó la producción a través del incentivo al agregado de valor, resaltando el valor de las PYMES, brindando apoyo desde el Estado con diferentes propuestas.
  • Se jerarquizó la ciencia y la tecnología, poniendo énfasis en ciencia básica y aplicada para cambiar la matriz productiva.
  • Se construyeron plantas de agua potable, acueductos, cloacas, rutas, se recuperaron edificios públicos emblemáticos.
  • Se llevó a una excelente eficiencia en las prestaciones del servicio a la Empresa Estatal de Energía, al mismo tiempo que se desarrollaban energías renovables.

A 125 años de la fundación  del Partido Socialista en la Argentina, son numerosas las conquistas ganadas por los santafesinos a partir del accionar del mismo.  Este breve relato de una práctica concreta nos marca una profunda huella que los socialistas hemos dejado, una huella que marca un rumbo para seguir caminando. Hemos reafirmado los principios que nos legaron quienes fundaron el Partido, llevando adelante con honestidad, eficiencia y ética el manejo de lo público. Sin lugar a dudas hoy somos muchos más para seguir construyendo socialismo en Argentina.

Es mucho lo que hemos logrado. Queda mucho más por hacer. Viva el Partido  Socialista.

Las huellas del pasado frente a los desafíos del presente

Las huellas del pasado frente a los desafíos del presente

El Partido Socialista de Argentina cumple 125 años de historia. Una historia de logros y desafíos, de avances y retrocesos, de éxitos y fracasos. 125 años de bregar por una sociedad más justa e igualitaria, sin bajar las banderas, sin traicionar sus valores. La historia del socialismo es la historia de hombres, mujeres y diversidades, de sus militantes, de quienes nos mostraron el camino y de quienes seguimos construyéndolo.

El 28 de junio de 1896, el salón del club “Vorwärts” se encontraba engalanado con banderas rojas, estandartes de los diferentes clubes socialistas y de las sociedades de resistencia, y escudos con los nombres de los principales prohombres del socialismo internacional. El Partido Socialista Obrero Argentino realizaba su Congreso Constituyente, del que participaban ochenta y cinco delegados representando a diecinueve centros socialistas, quince sociedades gremiales y una cooperativa. Las deliberaciones ocuparon dos largos días y, más allá del clima festivo, no estuvieron exentas de polémicas; el joven partido estaba lejos de ser una fuerza monolítica estructurada en torno a Justo.

El Partido Socialista (PS) no nacía ya formado de la sien de Juan B. Justo. De hecho, en el Congreso “fundacional” algunas de sus posiciones serían derrotadas. Quisiera detenerme en una de esas posiciones, que remite a problemas aún vigentes, la que refiere a las alianzas con otros partidos. Justo, opuesto a la intransigencia estricta, las defendía considerando que lo importante era mostrarse independiente “de todo interés capitalista o burgués; sin creer por eso que en todas las cuestiones sean opuestos a los nuestros”. Su propuesta fue derrotada y el primer Congreso prohibió todo acuerdo con otras fuerzas. Esta decisión fue revertida dos años más tarde por el II° Congreso que abrió la posibilidad de que el PS realizara alianzas.

Sin embargo, tales alianzas no tuvieron lugar. Ello se relaciona con el hecho de que, enfatizando su novedad en la política argentina, el PS englobaba a todos los partidos que lo precedían -ya fueran autonomistas o nacionalistas, republicanos o radicales- en el conjunto relativamente homogéneo de la “política criolla” caracterizada por el “caudillismo”. La voluntad de afirmación de la propia identidad llevó a que hasta 1930 el socialismo no estableciera alianzas y se esforzara por mantener un perfil propio. Ello lo alejó tanto del yrigoyenismo como de la coalición anti-yrigoyenista, situación que, como planteaba Lisandro de la Torre, disminuyó la relevancia política del PS.

A lo largo de la historia, y también hoy, el PS se enfrentó a un dilema que no tiene respuestas fáciles, ¿cómo combinar articular la afirmación de la propia identidad socialista con la inclusión en un espacio político más amplio?

En 1931, en cambio, el socialismo confluyó con el Partido Demócrata Progresista en la Alianza Demócrata Socialista. Esto fue posible por la modificación del escenario político nacional, en el que la instalación del gobierno de facto encabezado por el General Uriburu y las políticas represivas que éste llevó adelante colocaron la cuestión democrática y las libertades liberales en el centro de la agenda. Este cambio favorecería confluencias que se proponían menos en nombre de reformas sociales que de la defensa de la libertad. Si la Alianza Demócrata Socialista fue posible, no lo fue porque, por fin, el PS hubiera encontrado al aliado moderno y reformista que tanto había reclamado sino porque dejó de buscarlo para unirse con otros con los que, al menos en los papeles, compartía la defensa de la libertad y las instituciones democráticas.

Fue también bajo las banderas de la libertad y la democracia, y no las del socialismo o, siquiera, de la reforma social, que en 1945 el PS marchó hacia su segunda confluencia electoral, la de la “Unión Democrática”. En el enfrenamiento con el gobierno militar y luego con el peronista que lo sucedió, cuyas políticas sociales denunciaba como un intento de sobornar a los sectores populares para que se sometieran a un régimen totalitario, el PS diluiría aún más la perspectiva y la identidad socialista en un discurso cívico modulado en clave liberal.

A lo largo de la historia, y también hoy, el PS se enfrentó a un dilema que no tiene respuestas fáciles, ¿cómo combinar articular la afirmación de la propia identidad socialista con la inclusión en un espacio político más amplio? ¿cómo participar de una política de poder, capaz de intervenir con eficacia en el escenario político e impulsar una agenda reformista, sin perder personalidad propia?

Los pasados del socialismo: el PS en perspectiva

Los pasados del socialismo: el PS en perspectiva

El Partido Socialista de Argentina cumple 125 años de historia. Una historia de logros y desafíos, de avances y retrocesos, de éxitos y fracasos. 125 años de bregar por una sociedad más justa e igualitaria, sin bajar las banderas, sin traicionar sus valores. La historia del socialismo es la historia de hombres, mujeres y diversidades, de sus militantes, de quienes nos mostraron el camino y de quienes seguimos construyéndolo.

Un siglo, dos décadas y un lustro después el Partido Socialista continúa su periplo en la Argentina. ¿Cúánto hay de aquel pequeño partido fundado en 1896 y comenzado a fraguar tiempo antes? ¿Cuánto queda del legado de esos hombres y mujeres que querían un país diferente? Mucho tiempo ha pasado y ese es un dato a considerar: la Argentina es un país fecundo en partidos políticos y, al mismo tiempo, tiene un cementerio poblado de ellos. Por fuera de la antiquísima Unión Cívica Radical y el imponente Partido Justicialista, no muchas organizaciones pueden jactarse de una sobrevida con tanta salud y vigor como el Partido Socialista.

No obstante eso, que merece ser mencionado, la historia del PS ha sido una tumultuosa, como la del propio país, pero con sus propios ritmos, con sus marchas y contramarchas. Las rupturas y escisiones han sido recurrentes en la historia del socialismo, a veces se lograron tramitar internamente, y otras muchas provocaron salidas resonantes y la proliferación de nuevas siglas partidarias que, sin desconocer el tronco común, optaban por una vía alternativa a la de otros compañeros. El PS vio nacer de sus entrañas al Partido Socialista Internacional (luego Partido Comunista), al Partido Socialista Independiente, al Partido Socialista de la Revolución Nacional, al Partido Socialista Democrático, al Partido Socialista de Vanguardia, y así podríamos seguir un largo rato. Entre los dirigentes la lista es incluso más extensa y con nombres tan célebres como Alfredo Palacios o Héctor Cavallero.

En sus primeras décadas de vida el Partido Socialista supo construir su impronta e incidir de múltiples formas en el debate público argentino. Obtuvo representación parlamentaria, conquistó municipios, fundó instituciones perdurables a lo largo de toda la geografía nacional: bibliotecas, cooperativas, mutuales. Sin lograr nunca la masividad que aspiraba en cuanto partido «de la clase obrera», supo dejar su huella. Sus propuestas en materia de derechos para los trabajadores y trabajadoras, las mujeres, los niñas y niños fueron pioneros. Fue un faro ideológico en más de un sentido, incluso más allá de su capacidad para obtener resultados en las urnas. Un partido que se pensó desde la sociedad y no desde el Estado, quizá haciendo de la falta virtud.

Fue un faro ideológico en más de un sentido, incluso más allá de su capacidad para obtener resultados en las urnas. Un partido que se pensó desde la sociedad y no desde el Estado, quizá haciendo de la falta virtud.

Navegó mal las aguas del populismo, tanto radical como peronista, incluso abjurando vergonzosamente de algunas de sus credenciales más preciadas. Sufrió la persecución, algunos de sus dirigentes la cárcel y el exilio, mártires en tiempos convulsos. Quizá en ademán ateo, no siempre supo o pudo poner la otra mejilla: algunas páginas de la historia socialista quedaron impregnadas del tufo de la intolerancia y la incomprensión, sufrida y ejercida. No hace falta hacer uso del beneficio de inventario para reconocer un legado, un poco de autocrítica puede servir para reconstruir sobre cimientos más sólidos.

La era moderna del PS supo recoger algunos de los escombros que dejaron los tiempos más cruentos de nuestros país y más duros para su democracia. Ya en 1972, la fundación del Partido Socialista Popular abrió, incluso sin saberlo entonces y con un inicio menos auspicioso que el que los relatos míticos han recreado, un nuevo comienzo, con el imperativo de reunir los girones, de suturar las heridas. La dictadura puso en suspenso esa tarea, hubo que sobrevivir a la represión, el exilio y las catacumbas.

La refundación del Partido Socialista se concretó en el año 2002, dejando atrás los adjetivos en su nombre. Fue el resultado de un largo proceso de reconstrucción, de frentes electorales y coaliciones, de reencuentros y discusiones. La Unidad Socialista, como se llamó aquel primer frente, permitió al socialismo recobrar representación parlamentaria. La voz del socialismo fue importante en tiempos donde el neoliberalismo penetró a todo el espectro partidario, sin perder de vista la aspiración de construir un espacio mayor, plural y con ambiciones de transformar la realidad. Los golpes y sinsabores no cejaron esa vocación, ni siquiera cuando el cielo parecía no escampar.

Los tiempos recientes, aún cuando no lo dimensionamos, vieron por primera vez a un gobernador socialista en la Argentina (no uno, sino tres) y a un candidato presidencial de ese origen terminar en segundo lugar en el año 2011. Hoy, esos tiempos promisorios parecen vivir un pequeño impasse, pero es preciso no desalentarse. El socialismo sigue vivo, que no es poco. Tiene objetivos, tiene ambiciones y, sobre todo, tiene una irrenunciable vocación por luchar contra cada injusticia y cada desigualdad. 125 años de historia, un partido que fueron muchos partidos, muchos socialismos que tratan de ser uno. Mucho pasado y, esperemos, todavía más futuro.

Un partido, muchas militancias

Un partido, muchas militancias

El Partido Socialista de Argentina cumple 125 años de historia. Una historia de logros y desafíos, de avances y retrocesos, de éxitos y fracasos. 125 años de bregar por una sociedad más justa e igualitaria, sin bajar las banderas, sin traicionar sus valores. La historia del socialismo es la historia de hombres, mujeres y diversidades, de sus militantes, de quienes nos mostraron el camino y de quienes seguimos construyéndolo.

Enrique Estévez (Santa Fe)

Nuestro Partido Socialista cumple 125 años que recordamos con orgullo por ser herederos de una rica historia de realizaciones que permitió avances en la vida material e institucional de nuestro país; ya que el socialismo no es sólo una forma de concebir la política, también es una forma de hacer, una forma de sentir y de mirar a nuestra sociedad desde el valor de lo público y para el bien común.

Así lo pensaron- -y lo actuaron-, en más de un siglo de historia socialista en Argentina, hombres y mujeres como Juan B. Justo, Alfredo Palacios y Alicia Moreau, al incorporar a nuestra cultura y práctica política, el valor ético de la justicia social, de la igualdad y la solidaridad. Esta coherencia entre pensamiento y acción, ha sido fielmente expresada por nuestros gobernadores, parlamentarios, intendentes y concejales socialistas que, en democracia, han impulsado reformas y proyectos para avanzar en derechos frente a la desigualdad social, promoviendo el rol reparador del Estado, abriendo una agenda feminista, ambiental y de desarrollo inclusivo.

Por eso hacemos nuestras con orgullo las experiencias de gobierno en Rosario y luego en la provincia de Santa Fe, que han moldeado una vez más esa rica tradición socialista. Esta vez en el marco de un espacio plural, en coalición con distintos actores de la sociedad y la política para abordar una gestión de gobierno progresista inédita. Una gestión de cara a la ciudadanía, de cercanía y participación, de transparencia y honestidad, que han convertido al socialismo en sinónimo de salud pública, de educación, de diversidad e inclusión social. Reconfirmamos nuestra identidad en un frente integrador, apostando al diálogo, como antítesis al modelo imperante de confrontación y de polarización que ha demostrado ser tan dañino para la convivencia y para la democracia.

Después de 125 años, seguimos en el camino, con un partido renovado que se organiza paritariamente, junto a las juventudes, a las diversidades, junto a quienes trabajan y producen, emprendedores y compatriotas que sufren la falta de un futuro cierto. Seguiremos trabajando juntos para erguir nuestros valores de siempre frente a los desafíos de hoy.

«Reconfirmamos nuestra identidad en un frente integrador, apostando al diálogo, como antítesis al modelo imperante de confrontación y de polarización que ha demostrado ser tan dañino para la convivencia y para la democracia» (Enrique Estévez).

Gisel Mahmud (Santa Fe)

El Partido Socialista tiene, para mí, el desafío mayor de reconfigurarse en una organización capaz de trascender otros 100 años en un mundo totalmente cambiante, con nuevas demandas y nuevos problemas, donde cada vez son más los excluidos del sistema capitalista y cada vez mayores los daños irreversibles a nuestro planeta.

Es imprescindible para una organización política que desee trascender construir propuestas y un discurso centrado en las problemáticas del presente y el futuro. La cuestión es cómo construimos un sistema económico amigo del medio ambiente, de las relaciones de género igualitarias, inclusivo de las diversidades; que le ofrezca una oportunidad a las infancias y a las juventudes de ser agentes protagonistas con voz y decisión; donde la transformación digital sea la herramienta para democratizar y garantizar el acceso a los derechos en lugar de concentrar aún más el capital cultural, económico y académico en las manos de unos pocos.

Es imprescindible para una organización que desee trascender ser capaz de interpelar a las nuevas generaciones, ofreciéndoles la oportunidad de ser constructores de esa propuesta distinta de futuro e invitándolas e invitándolos a ser parte de una organización nueva, más dinámica, más abierta, más horizontal y participativa.

Roy Cortina (Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Mi acercamiento al socialismo en los años 1979-80 y mi incorporación definitiva en 1983 definió y, de alguna manera, moldeó mi vida. Me hizo una persona capaz de pensar siempre más allá de mí mismo y más allá del tiempo en el que vivo. Me dio valores y me dio la capacidad de poder entender mejor la realidad y eludir así los engaños de las apariencias.

Gracias al PS soy un inconformista, un buscador incansable (con suerte dispar) de verdades y cambios, y me siguen conmoviendo, casi 40 años después, la solidaridad, la igualdad y la libertad. Y, sobre todas las cosas, ha sido y es un honor compartir con tantas y tantos, un sueño colectivo fascinante que perdura en el tiempo y no ha escrito todavía su capítulo más importante en la historia del país.

«Es imprescindible para una organización política que desee trascender construir propuestas y un discurso centrado en las problemáticas del presente y el futuro» (Gisel Mahmud).

Eduardo Di Pollina (Santa Fe)

Sumarme al Partido Socialista en mi juventud me representó abrir mi vida a un mundo que pasó a formar parte inescindible de mi persona, donde aprendí y me formé permanente. La práctica de la participación como la herramienta de transformación de la realidad, aún en aquellos tiempos oscuros de la dictadura, donde siempre el Partido cuidó y protegió lo más preciado: la vida y la integridad de sus militantes. Entre las cosas que considero más valiosas, está el inmenso privilegio de haber podido compartir muchísimas horas con Guillermo Estévez Boero, maestro inigualable en la vida y en la política.

“Aprender a construir sobre la realidad como sobre una roca” como dice el poema de Pablo Neruda dedicado a su Partido, es también lo que aprendimos nosotros en todos estos años: que no hay atajos, no hay camino fácil, que “la política es una ciencia más exacta que la matemática”, porque no perdona al que comete el error de desconocer la realidad que debe transformar.

En el Partido aprendimos que los cambios son colectivos, participativos, construidos desde abajo, desde las bases más amplias posibles, para llegar más alto y de manera más permanente, como en las pirámides que perduran durante siglos, y no en el apuro de crecer, construir frágiles obeliscos que ante la primer embestida se desmoronan. El Partido Socialista es, para quienes lo abrazamos y seguimos creyendo en la validez de su propuesta, nuestra casa, y es nuestra tarea cotidiana seguir construyéndola y ampliándola, con la pasión que nos insufla la llama de sus valores, tan vigente hoy como hace 125 años.

Juan Carlos Zabalza (Santa Fe)

Un partido político puede existir durante 125 años porque su creación no respondió a una coyuntura electoral. Fue una respuesta consciente a las necesidades de una incipiente clase trabajadora integrada también por muchos inmigrantes, que buscaron en nuestra patria horizontes que se les negaban en las suyas. Quienes protagonizaron esta epopeya lo hicieron en el convencimiento de que debía existir una organización política que se preocupara por mejorar la calidad de vida de las familias de los trabajadores, sus condiciones de trabajo dignas, sus posibilidades de capacitación y de organización para defender sus derechos. Este Partido Socialista fue y es parte viva de la realidad nacional y sus integrantes nos dejan un legado de ideas y valores imprescindibles para transitar en la política nacional.

De Juan B. Justo, el médico cirujano que encabezó la fundación del Partido Socialista, tenemos «las manos limpias y las uñas cortas», marcando lo que debería ser el comportamiento normal socialista ajeno a la corrupción y a los negociados. De Alfredo Palacios, los derechos de las y los trabajadores, su denuncia implacable del trabajo infantil, su lucha por mejorar las condiciones de trabajo, la situación de los migrantes, la denuncia de la pobreza de nuestro interior. De Alicia Moreau, el legado de sus pioneras luchas feministas e igualitarias. De Alfredo Bravo, su actitud y compromiso con la defensa irrestricta de los Derechos Humanos. De Guillermo Estévez Boero, la necesidad de pensar el socialismo en la Nación y la organización, el estudio y la difusión socialista. De Hermes Binner, la inmensa obra de construcción urbana con más derechos desde su ciudad de Rosario y el primer gobernador socialista de Argentina, tarea continuada por Miguel Lisfchitz. Este legado es el que motoriza a los miles de integrantes de nuestro partido a lo largo y ancho de Argentina, en la mayoría de las provincias, a levantar una voz por más igualdad, por más y mejor democracia, por más fraternidad y diálogo entre los argentinos.

«Por historia y por legado el Partido Socialista y sus integrantes tenemos una gran responsabilidad: ayudar a construir una Nación más justa, más igualitaria, más democrática, más solidaria. Con los valores aprendidos de la izquierda democrática necesitamos ser parte de una construcción política plural alternativa, que debe hacerse de abajo hacia arriba» (Juan Carlos Zabalza).

Frente a la pandemia que nos toca levantamos con convicción la bandera de la solidaridad. Hemos intentado acompañar, a pesar de no compartir, marchas y contramarchas del Ejecutivo nacional, y mucho menos los cruces irracionales de la absurda polarización política, que ignora y no da respuestas a la demanda de la sociedad. Las vacunas permitirán superar esta pandemia y su elaboración en poco tiempo es un índice positivo de los avances científicos y tecnológicos, pero su distribución muestra la peor cara del actual capitalismo financiero: el negocio antes que la posibilidad igualitaria de vida.

Recientemente nuestro partido realizó elecciones para definir su nueva conducción nacional, encabezada por Mónica Fein, y esto es otro hito importante, por primera vez, una mujer es presidenta del Partido Socialista. Por historia y por legado el Partido Socialista y sus integrantes tenemos una gran responsabilidad: ayudar a construir una Nación más justa, más igualitaria, más democrática, más solidaria. Con los valores aprendidos de la izquierda democrática necesitamos ser parte de una construcción política plural alternativa, que debe hacerse de abajo hacia arriba. Construcción que dé protagonismo a las mayorías, que construya junto a ellas canales de participación ciudadana, porque lo que no haga la sociedad no pueden hacerlo los partidos.

Marianela Pfund (La Pampa)

Este nuevo aniversario del Partido Socialista de Argentina, sus 125 años de existencia, nos invita a reflexionar sobre este nuevo contexto y repensar los desafíos que tenemos. Un contexto que nos ha mostrado de la forma más cruda lo endeble y frágil que es nuestra permanencia en este mundo. También nos ha dejado el aprendizaje de que ya no hay más vueltas que darle, las respuestas y la trascendencia de nuestras acciones son siempre colectivas. En este contexto que nos pone en primer plano el valor de la vida de las personas, de la vida plena como una necesidad que solo es posible en un mundo más justo, más solidario y más igualitario.

Hoy, donde este valor tan básico es el combustible que enciende la chispa que nos invita a movernos en el hacer cotidiano de la política, desde el socialismo tenemos el desafío de disputar el concepto de felicidad. Una felicidad basada en la idea de buen vivir y anclada en el valor de lo común, lo público y lo comunitario, desde la forma en la que habitamos nuestro barrio hasta nuestro planeta.

Para esto necesitamos una organización que dispute el Estado y el sentido común de la gente con un método basado en la política de la proximidad, que priorice el vínculo, la comunidad y la democracia participativa. Esta labor necesariamente es colectiva, por ello tenemos que tener la capacidad de abrazar y adaptarnos a nuestra diversidad y convocar a todas aquellas personas que se ponen en movimiento. Esta tarea es con les compañeres y con el protagonismo de las voces que han sido y siguen siendo relegadas durante años en nuestra sociedad: las juventudes, las diversidades, las mujeres, las  niñeces y adolescencias, y de todas aquellas personas que  sueñan con un horizonte más feliz, más socialista.

«Hoy, donde este valor tan básico es el combustible que enciende la chispa que nos invita a movernos en el hacer cotidiano de la política, desde el socialismo tenemos el desafío de disputar el concepto de felicidad. Una felicidad basada en la idea de buen vivir y anclada en el valor de lo común» (Marianela Pfund).

Esteban Paulón (Santa Fe)

El Partido Socialista es, de algún modo, la banda sonora de mi vida. Es el espacio que me recibió cuando apenas con 15 años buscaba un espacio donde encontrarme con otras y otros, para luchar contra las injusticias que observaba y sufría.

Es el lugar donde hice los amigos que aún hoy me acompañan en tantas aventuras y desventuras, en alegrías y tristezas, en proyectos y sueños. También, en un momento crucial de mi vida, fue contención y se convirtió en herramienta de lucha, mostrándome un camino a transitar para que una causa personal se convirtiera, finalmente, en una conquista colectiva.

Mariana López (Buenos Aires)

“La verdad de este país está ahí”

A 125 años del Partido Socialista de Argentina, recupero esta frase resonante que nos supo relatar en una intervención de Alejandro Katz sobre una charla con un amigo del exterior, para reforzar la convicción de que uno de los desafíos más grandes que tenemos es asumir el Gran Buenos Aires como agenda ética y política. Asumir el conurbano como el más crudo y claro fracaso de la democracia y la justicia social, un conglomerado inmenso y terriblemente desigual. Desigualdades que son producto de largas décadas de desidia, de poderes políticos orientados a intereses particulares, divorciados de su responsabilidad de bregar por los derechos de las y los bonaerenses.

Pensar en un proyecto de país desde la izquierda democrática implica una lectura comprometida en clave de condiciones de vida y de integración social; implica la discusión sobre las asimetrías de poder, sobre los niveles de autonomías y oportunidades reales para el desarrollo personal y colectivo de la gente. No hace falta poner cifras en este escrito, basta con vivir, pasar por aquí para saber que la pobreza, las diversas expresiones de violencia  y  las inequidades son una realidad concreta y estructural. Todo eso convive con la esperanza de quienes vivimos allí, que quizá migramos o llevamos generaciones, y que habitamos estos territorios entre la urgencia de sobrevivir y quizá, en algún momento materializar nuestra ilusión – derecho, de vivir mejor. Es por esto que el  “conurbano” es nuestro hogar, nuestra identidad y nuestra trinchera política. Sabemos que desde otras territorialidades es difícil de comprenderlo, analizarlo, decodificarlo, pero sobre todo situarse en su trama social, política e institución compleja. Por ello, el socialismo del conurbano tiene un rol central en la transformación de la Argentina.

Así es que, ante el debate polarizado entre quienes detentan el poder, que no han sabido dar soluciones a los problemas de la gente y han contribuido, por acción u omisión, a acrecentarlos, es fundamental que el socialismo sea alternativa. Es necesario, asumir, abrazar, proyectar y protagonizar el sueño de una Argentina más justa e igualitaria: será verdad, finalmente, cuando lo veamos aquí.

«Pensar en un proyecto de país desde la izquierda democrática implica una lectura comprometida en clave de condiciones de vida y de integración social; implica la discusión sobre las asimetrías de poder, sobre los niveles de autonomías y oportunidades reales para el desarrollo personal y colectivo de la gente» (Mariana López).

Héctor Polino (Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Ha sido una feliz coincidencia del destino que el mismo día de su nacimiento –28 de junio– pero 31 años después, el doctor Juan B. Justo fundara el Partido Socialista en la República Argentina.

Los días 28 y 29 de junio de 1896,se llevó a cabo en la Ciudad de Buenos Aires el congreso fundador del Partido Socialista. En un hecho inédito en el mundo, Juan B. justo 2 años antes de fundar el Partido Socialista fundó el periódico La Vanguardia, y a la edad de 29 años terminó la tarea de traducir al castellano el primer tomo de El Capital de Carlos Marx.

Hoy, 125 años después de su fundación, reivindicamos la obra que el partido llevó a cabo en el país, en defensa de los derechos de los trabajadores y trabajadoras ,de los humildes, de los explotados por el régimen económico capitalista. Y nos comprometemos a continuar luchando por una sociedad más justa, más igualitaria, más humanista. Por una sociedad que ponga el capital al servicio de los recursos naturales y de las personas, posibilitando el desarrollo pleno de todas las potencialidades creadoras del ser humano.

Ely Fontao (Catamarca)

Me afilié por Hermes. Fue en el 2010 en un campamento de juventudes donde muchos jóvenes escuchábamos al primer gobernador socialista de la Argentina. Ese día le pedí me firme un libro para mis padres que lo admiraban, ellos tenían una panadería familiar y les escribió: “la palabra compañero proviene de los que comparten el pan, así como lo hacen Rosa y Miguel todos los días con quienes más lo necesitan”. Hermes resignificó en una frase lo que es el socialismo para toda una generación que se sumaba a militarlo por una Argentina progresista. El socialismo como forma de vida, donde se comparte el pan y se lucha contra las desigualdades.

A lo largo de estos años en el socialismo catamarqueño, fui Secretaria General  y Delegada al Comité Federal junto a compañeros y compañeras que marcaron huellas en la política local. Me toca hoy acompañar a Mónica Fein como Secretaria Nacional de las Mujeres Socialistas. Repito: acompañar a la primera mujer en los 125 años de historia de nuestra organización, junto a muchas compañeras de todas las provincias como protagonistas. Decisión política de un partido que en tiempos difíciles, en los que le tocó despedir a grandes dirigentes como  Hermes, Élida y Miguel, sin embargo levanta sus banderas con la fortaleza que le otorga la coherencia y la enorme lealtad a los principios fundacionales.

Este aniversario marca un nuevo tiempo para el Partido Socialista de Argentina, donde debemos redefinir un nuevo sujeto político como lo hacía Hermes, en una sola frase, y lo debemos hacer con todo lo que somos, con lo que fuimos y, fundamentalmente, con lo que seremos.  Convencida de que el futuro de nuestra organización es feminista y federal. Con Mónica Fein, con cada una de las compañeras, nos comprometemos a seguir construyendo juntas aquello que nos falta, ampliando derechos, proponiendo colectivamente agendas alternativas. Para disminuir las enormes desigualdades que hay, en particular las que sufren las mujeres y disidencias.

«Hermes resignificó en una frase lo que es el socialismo para toda una generación que se sumaba a militarlo por una Argentina progresista. El socialismo como forma de vida, donde se comparte el pan y se lucha contra las desigualdades» (Ely Fontao).

Matías Chamorro (Córdoba)

Cuando uno decide con 18 años abrazar un espacio que hoy cumple 125 años casi que siente que está entrando en parte de la historia de nuestro país. Ese tal vez sea parte de la seducción del socialismo para las nuevas generaciones. Luego, cuando se empieza a profundizar es su gestión de gobierno, sus hechos concretos, sus referentes como ejemplo, uno siente la necesidad de formarse, de forjarse en este modo de vida, en esta forma de ver y cambiar la realidad. Es responsabilidad muy grande, el peso de un legado.

Hoy siento que el desafío es innovar, es modernizar esos pilares y esos ejemplos para poner a la democracia y a nuestro país en otro nivel de desarrollo político. Vivimos en tiempos de transición. De transformaciones profundas y vertiginosas. El socialismo fue siempre y sigue siendo una mirada anticipada de nuestra humanidad, pudiendo en cada momento histórico leer hacia dónde debíamos caminar, para vivir mejor, para cuidar mejor y para preservar lo más querido. Hoy creo que el socialismo es la sociedad del cuidado: cuidado de les otres, cuidado de nuestra madre tierra, cuidado de las infancias, de las causas de los movimientos sociales, de las instituciones democráticas que con tanta lucha y sacrificio colectivo hemos podido conseguir.

A 125 años de la fundación del PS Argentino, seguimos marchando con el corazón en la frente, sembrando socialismo cada día, con el pesimismo de la realidad y el optimismo inquebrantable de la voluntad, con la radicalidad en los fines y la moderación en los medios. Con la utopía en nuestras manos de arcilla y greda. Por un futuro inclusivo, ecológico y feminista.

Agustina Rodríguez (Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Siempre las efemérides son fechas que invitan a reflexionar, y los 125 años de nuestro Partido Socialista no iba a ser menos. Pertenecer a un partido político centenario obliga a ser responsables no solo con su historia, sino, por sobre todas las cosas, con su futuro. Pensar el futuro del Partido Socialista en un país con más de 50% pobres, en un mundo vertiginoso que atraviesa cambios sociales, económicos, políticos y naturales; es un desafío inmenso.

Frente a ese panorama, nuestros valores y nuestra cultura política se vuelven imprescindibles. Creo en un Partido Socialista que pregone el valor de la unidad en la diversidad, porque necesitamos ser motores de un diálogo para forjar un proyecto de país desde abajo, desde el interior, construido desde los márgenes, profundamente democrático, con inclusión social, ecológico y feminista.

Recuperemos la osadía que tuvieron las mujeres y hombres de nuestros Partido a lo largo de la historia, profundamente ligados al destino de las grandes mayorías. Pongamos en agenda la necesidad de que la política vuelva a ser discutir y accionar sobre ideales, solidaria y generosa. La condición del futuro es la esperanza y, como decía Líber Seregni, uno de los fundadores del Frente Amplio uruguayo, para la esperanza tenemos razones. ¡Arriba socialistas!

«A 125 años de la fundación del PS Argentino, seguimos marchando con el corazón en la frente, sembrando socialismo cada día, con el pesimismo de la realidad y el optimismo inquebrantable de la voluntad, con la radicalidad en los fines y la moderación en los medios» (Matías Chamorro).

Martín Appiolaza (Mendoza)

Mi abuelo me hablaba de Godoy Cruz Antonio Tomba y alguna vez de Alfredo Palacios: eran esas charlas entre abuelo y nieto que te quedan tatuadas. El no fue militante. Tampoco Antonio Di Benedetto -cúspide de la novela argentina y director del diario donde trabajé- que, sin embargo, se animó a ser candidato por el socialismo en Mendoza. De chico, también mi papá me habló de igualdad, de solidaridad, de la libertad como conquista. Crecí en Godoy Cruz donde el socialista Renato Della Santa fue tres veces intendente, fundó cooperativas, bibliotecas, un sistema de salud municipal y transformó la ciudad.

El doctor Roberto Chediak me atendió esa noche en que volaba de fiebre. Mis papás confiaban en él (quizá por sus valores humanistas). Se tuvo que exiliar, pero cuando volvió fue concejal de mi ciudad y más tarde un hombre generoso con su sabiduría. Como él, viví fuera: me traje el afecto de colegas españoles, suecas, holandeses, ticas… que simpatizaban con la socialdemocracia.

Así llegué hasta Hermes Binner, que dedicó tiempo para escucharme y explicarme con llaneza. Esa tarde me sentí parte de algo colectivo más allá de generaciones y países, que en la Argentina hoy cumple 125 años. Al escucharlo se me mezclaron sensaciones e ideas: las charlas del abuelo, la ética de Della Santa, la sabiduría de Chediak, el afecto por amigues con los mismos valores en sus países.

Esta, como muchas otras, como la del PS, es una historia en construcción.

Siempre a seguir

Siempre a seguir

Las pérdidas golpean y duelen, es inevitable. En política, puede ser devastador. El fallecimiento de Miguel Lifschitz fue uno de esos cimbronazos duros e inesperados. Pero el socialismo debe mantenerse de pie, seguir adelante, nos queda el futuro.

DE AUSENCIAS Y LEGADOS

A estas alturas ya serán mucho los mensajes de afecto, la pena por la muerte injusta y temprana. Un homenaje que resonó en cada rincón de su provincia y en muchos del país. Un homenaje que, como a él le hubiera gustado, fue extenso, plural y diverso. Familiares, amigos y amigas, compañeros y compañeras, adversarios y adversarias, periodistas, simpatizantes, votantes, ciudadanos y ciudadanas despidieron a Miguel Lifschitz. Frente a la Legislatura de Santa Fe se montó en estos días una suerte de santuario con banderas de militantes, suvenires, fotografías y carteles, toda una rareza para agradecer a un ateo en tiempos de desgracias globales. La esperanza de su recuperación movilizó, activó, unió y conmovió. Quizá se pueda convertir ese genuino y puro sentimiento de desazón en algo diferente.

Las pérdidas se acumulan, el socialismo ha vivido un año fatídico. Primero Hermes Binner, luego Élida Racino, ahora Miguel Lifschitz. Figuras señeras para los que tuvimos, como uno de nosotros, la suerte de vivir y disfrutar la era progresista en la provincia de Santa Fe. A los que venimos de Mar del Plata, otra tierra prolífica en socialista célebres, se suman las dolorosas ausencias de Francisco «Pancho» Morea, María del Carmen Viñas y Stella Piergentili que nos dejaron algún tiempo atrás, por otras circunstancias, pero dejando vacíos equiparables. Quizá se podrían contar más, no se trata de conformar un panteón. El bronce pertenece, para bien o para mal, a otras tradiciones políticas, porque en el socialismo siempre se ha privilegiado el lazo humano y fraterno antes que el olímpico y distante. Hay que seguir, por ellos y por nosotros. La huella, ese patrimonio común que queda, es profunda y marca un rumbo. Será momento de recuperar fuerzas y seguir adelante.

No todo tiene que ser tristeza. Después de todo, la política es vocación de poder hacer, pero también poder imaginar y proyectar ideas y valores que van más allá de la existencia misma de las personas que los enaltecieron. Hay, entonces, esperanza.

Como ocurrió con Hermes, sobre Miguel se escribió mucho. Su obra como intendente y gobernador está a la vista, sus cualidades como el dirigente provincial que no dejó pueblo sin recorrer, también. Sus virtudes como militante y dirigente están reflejadas en tantos testimonios como miembros tiene el Partido Socialista y sus compañeros de ruta en la no siempre fácil empresa progresista, desde los más cercanos hasta los que tuvimos la posibilidad de escucharlo en el estrado, en una entrevista o, en alguna oportunidad, más de cerca. Tuvo una ejemplaridad sin grandilocuencias, en base al trabajo y una perseverancia inmune a las adversidades. Supo ganar y supo perder, pero nunca rendirse.

Miguel Lifschitz se fue siendo un líder socialista, uno con proyección y vocación nacional, con mucho, muchísimo para dar. Un referente que, entre tanto personalismo, promovió y supo alentar el crecimiento de figuras a su alrededor, con una mirada más progresista, diversa y feminista que otros mucho más jactanciosos que él. Su gabinete paritario, su muy activa política frente a las cuestiones de diversidad, su relación estrecha con dirigentes más jóvenes, lo atestiguan mucho mejor que cualquier discurso que se hayan podido pronunciar.

A pesar de estas duras circunstancias, el Partido Socialista está en buenas manos, será hora que muchas y muchos otros den un paso al frente, como ya lo hizo Mónica Fein, Enrique Estévez y, con ellos, tantos y tantas más. Será el tiempo de otros y otras, de los jóvenes y las mujeres, como le gustaba recordarnos en cada intervención. La última, justamente, en la celebración de Fein como nueva presidenta del PS. Nada es casual. No todo tiene que ser tristeza. Después de todo, la política es vocación de poder hacer, pero también poder imaginar y proyectar ideas y valores que van más allá de la existencia misma de las personas que los enaltecieron. Hay, entonces, esperanza.

¿QUÉ SOCIALISMO?

El progresismo vive tiempos críticos. El avance de las derechas en distintas latitudes, la crisis perpetua de las políticas de bienestar, un capitalismo tan salvaje como incólume y siempre adaptable, la democracia en jaque entre promesas incumplidas y deudas impagables, la desigualdad que devora todo a su paso, en fin, un panorama desolador. En la Argentina, el escenario no es menos incierto, entre una polarización que se profundiza y problemas estructurales que se retroalimentan. A pesar de su debilidad, sería baladí negarla, el socialismo tiene un papel que cumplir. Lifschitz lo sabía e hizo mucho para devolvérselo. Pero, como se preguntara Norberto Bobbio alguna vez: ¿qué socialismo?

En una conferencia por los 40 años de la fundación del Partido Socialista Popular, el historiador Darío Macor (a quien debemos en gran medida esta amistad y coautoría) avanzó en una interpretación de la evolución de ese nuevo socialismo que se consolidó al filo del siglo XXI. En sus orígenes, el Partido Socialista Popular quiso pensarse como heredero de la tradición filiada en Alfredo Palacios, apelando a un socialismo popular y criollo, antiimperialista, patriotero y algo belicoso. Pero cuando esa fuerza política fue madurando, al calor de la democracia reconstruida en 1983, de los valores y desafíos asumidos en una etapa que ya no era la de los convulsionados años ’70, el socialismo comenzó a reivindicar a la par a otra figura de aquellos “años heroicos”: la de Juan B. Justo, el médico que se había hecho socialista porque consideraba que la sociedad de su época era una gran metáfora de los pacientes sufrientes que trataba. Un socialista más equilibrado, si se quiere, una espada que también tenía la pluma como arma. Para Darío Macor, ese devenir demostraba una elección y un aprendizaje que tenía algo de discreto. La estridencia y el coraje del duelista, admirado en los primeros tiempos, debía conjugarse con el reconocimiento de la inteligencia y la labor paciente del teórico y práctico de la política. Guillermo Estévez Boero emprendió esa tarea- quizá inspirado por Portantiero, Aricó y tantos otros-, tendió puentes y abrió puertas. Se trataba de recrear un socialismo más abierto y plural, sin perder la intensidad militante y la vocación de transformación. Nadie bajó las banderas, simplemente cambiaron los tiempos.

Se trata más bien de la conformación acompasada de un espacio que, de la mano de distintos actores de la sociedad y la política, fue marcando con el sello del gobierno responsable, eficiente y de carácter progresista a una experiencia única.

A casi una década de ese balance a cargo de alguien que conoció desde dentro ese proceso, probablemente estemos en condiciones de esbozar uno nuevo, quizá más modesto y al calor de los acontecimientos. La desaparición de dos de los principales exponentes que llevaron a su momento más brillante –aunque sin aquellas estridencias– al socialismo argentino con núcleo en Santa Fe nos devuelve una imagen si no tranquilizadora, al menos lo suficientemente luminosa como para alumbrar el sendero de lo que viene. Las experiencias de gobierno en Rosario y luego en toda la provincia del litoral, al encabezar el PS al Frente Progresista Cívico y Social, han moldeado una vez más esa tradición socialista y lo han hecho con una materia noble y duradera.

No se trata ya de grandes elaboraciones doctrinarias en donde se sistematizan prestigiosas referencias intelectuales, algo que se le ha recriminado desde ciertos paladares a este “socialismo realmente existente”, como si eso fuese una falta irreparable para identificarse con él y palpar sus logros, por demás evidentes para propios y extraños. Tampoco se trata de la rimbombancia y los fuegos de artificio de quienes prometieron el Cielo y quemaron los puentes para llegar a él. Se trata más bien de la conformación acompasada de un espacio que, de la mano de distintos actores de la sociedad y la política, fue marcando con el sello del gobierno responsable, eficiente y de carácter progresista a una experiencia única. Todo ello le granjeó a los socialistas el respeto y, en más raras ocasiones, el desdén malintencionado de sus competidores. Precisamente porque la forma de construir comunidad de esos gobiernos socialistas fue, ante todo, diferente. Antes que aportar una identidad con oropeles, ese espacio hizo sentir representados a militantes y ciudadanos que en un contexto dramático como el actual realzan aún más todo lo que ello significó, significa y puede significar de aquí en más.

Un socialismo de gestión y valores

Se ha criticado duramente al Partido Socialista por su “honestismo” y, a veces, quizá con razón. Pero la política argentina da muestras una y otra vez que ciertos valores puestos en práctica son mucho más que un historial de “manos limpias y uñas cortas”. Hacen a un concepto de la cosa pública, una gestión de cara a la ciudadanía, de cercanía y participación. Más profundo y extenso que las muchas veces banalizadas manifestaciones del “no roban”, condición necesaria pero para nada suficiente. El socialismo santafesino consiguió cosas inéditas, a veces lo perdemos de vista, con quejas agrias porque el modelo “no se nacionalizó”. El PS se ha visto tironeado muchas veces de un lado y otro, corrido por derecha y por izquierda, invitado a tomar atajos y tentado por doquier. Ha capeado eso como ha podido, por pura pulsión de supervivencia. El bastión santafesino ha sido su marca y tal vez su límite, Lifschitz lo sabía, como también Binner, Bonfatti, y muchos otros. Las soluciones a ese atolladero son más difíciles de lo que parecen, pero eso no tiene que hacer perder de vista lo conseguido. La autocrítica siempre es sana, pero no debe suponer la negación de lo se ha logrado con mucho esfuerzo y constancia.

El socialismo en Argentina se ha convertido en sinónimo de salud pública, de educación, de diversidad e inclusión, de igualdad. Políticas de Bienestar, con mayúsculas, que muchos quisieron replicar. La gestión de lo público fusiona dos dimensiones inescindibles de la política: el poder llegar allí, primero, más la pericia y la capacidad de obrar desde ese lugar de responsabilidad, después. Si, pese a todo, eso se logra sin abandonar y honrando las convicciones que prepararon el camino, la ética socialista nos muestra otro rostro de la política. Honestidad, sí, para construir, para transformar, para hacer, sino el mundo, una comunidad un poco mejor. Una proximidad de los gobiernos con la sociedad que no requirió de grandes discursos o de personalidades avasallantes, aunque eso imponga un precio ante la dinámica de la política actual. Un precio que, al fin y al cabo, puede valer la pena pagar.

El socialismo en Argentina ha logrado convertirse en sinónimo de salud pública, de educación, de diversidad e inclusión, de igualdad. Políticas de Bienestar, con mayúsculas, que muchos quisieron replicar. La gestión de lo público fusiona dos dimensiones inescindibles de la política: el poder llegar allí, primero, más la pericia y la capacidad de obrar desde ese lugar de responsabilidad, después.

Un socialismo de coalición

El socialismo contemporáneo, al menos el encarnado por el PS (es cierto, hay muchos otros socialismos con múltiples modulaciones), es uno modesto, reformista y, sobre todo, plural. Desde muy temprano, no sin desistir de viejos dogmatismos y arraigadas certezas, apostó por la construcción desde la diversidad: primero para reagrupar a la malherida y dispersa familia socialista, luego para confluir con otras familias, diferentes e incluso extrañas. La construcción coalicional es trabajosa y endeble, a veces estéril, siempre difícil. Construir con otros implica ceder, apostar a algo más que nosotros mismos, abjurar de cierto amor propio. Un poco por necesidad, otro tanto por virtud, la vocación de lo colectivo es también un aprendizaje indispensable.

Las coaliciones son construcciones frágiles, asimétricas, cambiantes. Se las puede pensar como un signo de los tiempos, un dato de la era posterior a la de los grandes partidos políticos de antaño que llegó para quedarse, pero que de forma inexorable incluye a esas viejas formaciones. El socialismo argentino tiene un sendero recorrido en ese sentido, tanto en su historia como en su presente. Y lo cierto es que, pese a todo, no lo ha hecho mal. El FPCyS en Santa Fe, con su más de una década de vida, es una experiencia singular y, de algún modo, ejemplar. El Frente Amplio Progresista a nivel nacional se vivió con esperanza y llevó a un candidato presidencial socialista más lejos que nunca antes. También el camino está empedrado de intentos fallidos y fracasos resonantes. De todo hay que aprender, sin beneficio de inventario, la construcción de frentes, alianzas y coaliciones parece una tarea hoy tan dificultosa como ineludible para evadir la testimonialidad. A veces se lidera y a veces se acompaña, a veces se gana y muchas otras se pierde.

La política es un camino arduo de promesas, decepciones, logros parciales, nuevos objetivos. Una dinámica de nunca acabar, a cada solución le nace un problema nuevo. Este desafío es todavía mayor cuando se basa en el inconformismo, cuando mucho de lo que ocurre nos disgusta, cuando la realidad duele. Las desigualdades y las injusticias parecen aflorar cada vez, tomar el cielo por asalto no parece una solución posible (aunque todavía lo imaginemos). No hay pases de magia ni conquistas definitivas, solo problemas y personas en un mundo que se nos hace muchas veces hostil. Y son diversos los actores sociales y políticos que han caído en cuenta de que caminar a la par con otros puede llegar a ser la única forma de transformar lo que solos resultaría imposible. Aquellos grandes fines de la libertad, la igualdad y la emancipación sólo pueden visualizarse en el horizonte si las energías son puestas en movimiento. Recorrer un territorio, conversar, convencer, construir. Todo eso está en marcha, hay que seguir.   

Un socialismo plural   

Durante mucho tiempo pensamos la desigualdad en singular, de forma simple, unilateral. Una batalla única, a muerte, con promesas de un desenlace definitivo: “¡Es la lucha final!”, rezaba La Internacional. Más allá de las injustas simplificaciones, ese diagnóstico pareciera ya no ser así. Ya no existe ni la posibilidad de pensar en singular, ni la esperanza o la lucha por la victoria definitiva. Las desigualdades son muchas, se reproducen, se potencian, se apuntalan. Los triunfos son módicos, perecederos. Cuando parece que llegamos, la línea de meta se corre un poco más. La política es el vehículo que nos hace perseverar, que corre tras el horizonte aunque nunca se lo alcance, que, incluso, sueña nuevos horizontes. Algunos, producto de las necesidades y de las iniquidades flagrantes del presente; otros, de la imaginación de mujeres y hombres que se permiten creer en un mundo de realización de sus deseos y añoranzas.

Hacerse cargo de estas desigualdades y de estas pluralidades no resulta tarea simple. Esa complejidad obliga a empezar una y otra vez, incluso antes de haber terminado nada. Donde no siempre se avanza hacia adelante, donde no todo es acumulativo. Donde, como se ha dicho, crecer es aprender junto con otros. El socialismo plural es uno de mujeres, de diversidades, de jóvenes, de trabajadores y trabajadoras, de cooperativistas, de empresarios y empresarias. De los que tienen voz y de los que todavía no han podido tomarla y alzarla. De los que están con vos y los que no. En el viejo y bueno siglo XIX, cuando nacía este movimiento en tiempos de revoluciones y romanticismo, uno de los primeros sentidos del socialismo era el de la asociación. Asociación era acercarse no sólo a los pares, sino también con los diferentes pero similares, con los singulares pero semejantes. El sueño de una sociedad de iguales en libertad no puede ni debe pensarse como uniformidad, algo que el socialismo del siglo XX no siempre entendió ni toleró. Asumir la pluralidad es forjar una irreductible fe democrática, un talante liberal en el mejor sentido de la palabra (como recuerda cada vez que puede nuestro querido amigo Mariano Schuster) y una genuina vocación de diálogo: “dialogar hasta con el que no quiere dialogar”, decía Estévez Boero. La responsabilidad también requiere, aunque parezca paradójico, una profunda convicción. Honrar el pasado socialista conlleva, una vez más, imaginar ese horizonte de lo posible entre iguales y, al mismo tiempo, diferentes.  

Un socialismo para el futuro está obligado a pensarse en la acción y ante la incerteza. Un socialismo en construcción, en movimiento, vivo. Con una tradición de la cual abrevar, una caja de herramientas infinita, una historia en la cual reflejarse y aprender.

Un socialismo para el futuro

Los valores y las convicciones a veces no entienden de restricciones, y está bien. Pero la política se construye en base a esos límites, quizá para desafiarlos, tal vez para asumirlos. Tendemos a desconfiar en la vena utópica sin pies en el barro, fantasear con la mera imposibilidad no la acerca más a nosotros. Tampoco el mero posibilismo, el realismo mal entendido, ofrece demasiado. Puede constituirse en una acumulación de diagnósticos y quejas porque “el mundo ha vivido equivocado” que no conducen a ningún lado y nos puede inmovilizar al contemplar ese mundo desmoronándose. La política es construcción, a veces no con los mejores materiales, muchas otras con un proyecto que no goza de las precisiones y las fronteras que nos gustarían. Desde la tribuna todo parece más claro y sencillo, entrar a la cancha trae costos pero también satisfacciones.

Un socialismo para el futuro está obligado a pensarse en la acción y ante la incerteza. Un socialismo en construcción, en movimiento, vivo. Con una tradición de la cual abrevar, una caja de herramientas infinita, una historia en la cual reflejarse y aprender. Nombres propios, hitos imperecederos, y una lucha incansable contra la desigualdad. Pero la nostalgia no parece ser la mejor consejera, al menos no siempre. Asumir un legado implica a veces dejar atrás a los abanderados de otrora, sin olvidarlos. Mejor aún, reemprender el camino señalado requiere ubicar a cada uno de sus precursores y aún de sus próceres de carne y hueso en el lugar que les cabe en pos de esa ardua tarea que deben emprender los que quedan. El socialismo que pensaron esos dirigentes a los que homenajeamos y homenajearemos, pero sobre todo el socialismo en el que actuaron, para el que trabajaron, el que construyeron. Mirar adelante es el mejor modo de recordar. Construir como ellos construyeron, con su legado, pero sin el temor de no estar a la altura. Después de todo, los cimientos están a la vista y son sólidos. La casa común tiene sobre qué elevarse. Hay mochilas que vale la pena cargar, aunque pesen, aunque duelan. Como dice la canción de otro rosarino, por los que ya no están: “A no bajar la guardia, siempre a seguir”.

1 de Mayo: Los paradigmas del trabajo, los feminismos y una nueva forma de producción y reproducción.

1 de Mayo: Los paradigmas del trabajo, los feminismos y una nueva forma de producción y reproducción.

El día internacional de los trabajadores y las trabajadoras debe conducirnos a una reflexión profunda sobre los derechos laborales, sobre las situaciones de desigualdad y sobre las brechas existentes en nuestras sociedades. Es necesario articular un nuevo paradigma que atienda las desigualdades de género y que desarrolle una económia feminista, ecológica y social.

En el día de los trabajadores y trabajadoras recordamos a los mártires de Chicago, que murieron en 1896 durante una huelga en reclamo por sus derechos laborales y la reducción de la jornada laboral a 8 horas. Se conmemora la lucha por los derechos de los trabajadores y trabajadoras del mundo.

Es un día de lucha, de celebración y de solidaridad. Vivo en la ciudad donde Virginia Bolten activista, anarquista, sindicalista y feminista de principios del siglo XX fue la primera mujer oradora en una concentración obrera y con menos de 20 años llegó a la Plaza López con una bandera negra en sus manos que decía “Fraternidad Obrera Universal”.

Fui recientemente elegida presidenta del partido socialista que tuvo mujeres históricas, pioneras feministas que llevaron adelante luchas obreras y políticas, entre ellas, Gabriela Laperriere, Fenia Chertkoff, Carolina Muzzilli, Sara Justo, Victoria Gucovsky, Leonilda Barrancos, Delfina Varela Domínguez (Melchora), Delia Etcheverry, Juli, Juana Gómez, Alfonsina Storni y Alicia Moreau, entre muchas otras. Sus luchas contribuyeron a consagrar el derecho al voto femenino, a las leyes laborales que incluyeron la reducción de la jornada y la ley de la silla, la perspectiva de la mujeres y niños en el mundo del trabajo, la creación de Asociaciones Universitarias, la importancia de la educación y la creación de bibliotecas populares y sociedades de fomento, fundaron y escribieron en periódicos que acompañaron las revoluciones en las fábricas, en los gremios y en las calles.

Hoy las mujeres volvemos a alzar nuestra voz ante los nuevos desafíos y los nuevos tiempos. El Covid ha puesto de manifiesto las fragilidades de la organización económica y social actual, la cual se sostiene en el trabajo reproductivo y de cuidado no reconocido, no remunerado y no valorado de las mujeres. El avance de los feminismos y la necesidad de que atraviese todas las estructuras del poder y también de las organizaciones políticas y sociales nos pone en el lugar de repensar la estructura misma de la sociedad, elaborando propuestas de transformación.

Hoy es más urgente que nunca la necesidad de articular una visión más justa de la sociedad. Más humana e igualitaria. Y en este día de los trabajadores y trabajadoras queremos hacer foco en la economía, repensar la reconstrucción pos pandemia y desde qué lugar lo vamos a hacer. No podemos ni debemos seguir ignorando que en nuestras sociedades hay un trabajo que contribuye en el proceso de la reproducción social y que es el doméstico y que representa la verdadera “economía real” en la medida que todas las actividades “productivas” dependen de él. Y que este junto al trabajo de reproducción han sido excluidos de la esfera de lo que se considera productivo y son los grandes ausentes de las ecuaciones que mide el crecimiento económico. Un trabajo que recae por abrumadora mayoría en las mujeres.

Hoy es más urgente que nunca la necesidad de articular una visión más justa de la sociedad. Más humana e igualitaria. Y en este día de los trabajadores y trabajadoras queremos hacer foco en la economía, repensar la reconstrucción pos pandemia y desde qué lugar lo vamos a hacer.

Las políticas de cuidado transformadoras dan resultados positivos en términos económicos y en lo que respecta a la salud y la igualdad de género. Los trabajadores y trabajadoras del cuidado son el futuro del trabajo: la OIT señala que la inversión en la economía del cuidado para lograr los ODS (objetivos de desarrollos sostenibles) representa un total de 475 millones de potenciales nuevos empleos de cara al 2030 en todo el mundo.

Hay que incorporar nuevas perspectivas analíticas que reviertan la mirada mercantil y androcéntrica del sistema capitalista, repensar la concepción de lo productivo y reproductivo, en el marco general socio económico.

Las transformaciones sociales y políticas que se vienen dando de la mano de los movimientos sociales, proclaman nuevas formas de producción más inclusivas y sostenibles.

Es aquí donde quiero traer las voces de las mujeres que vienen desarrollando desde la ciencia una nueva Economía Feminista, Ecológica y Social. Que denuncia la lógica de acumulación del capital a costa de la explotación del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados que realizan las mujeres. Un sistema, que, con su lógica de expoliación, extractivista, se ha vuelto insostenible, poniendo en riesgo la propia vida.

Hoy el mundo debate nuevas formas de organización del trabajo y nuevas formas de producción. Vivimos en un país donde la mitad de sus habitantes están fuera de la economía formal y en la pobreza y está demostrado que esto no lo resuelve el mercado. Que necesitamos políticas públicas activas para incluir a la mitad de argentinos y argentinas que quedaron afuera del sistema y una forma de producción que proteja los recursos naturales no renovables, leyes de protección que impidan que los recursos se sigan vendiendo y explotando deliberadamente.

Para nosotros el camino es con un estado presente, confiable, el de las manos limpias y uñas cortas que repetía Hermes Binner, con nuevas políticas públicas activas con perspectiva de género y con un fortalecimiento del diálogo social.

Volver a poner en el centro a las personas, las relaciones humanas, la construcción colectiva que reconozca las tareas de cuidado y democratice las responsabilidades reproductivas. Es necesario asumir como sociedad este compromiso.

Los partidos políticos debemos impulsar y profundizar estos debates, hacia el interior de nuestras organizaciones y con la gente, para plasmar en proyectos y acciones que nos permitan muy pronto avanzar hacia una mayor igualdad con una economía justa y sostenible.

El futuro será feminista y ecologista o no será.