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De Santa Fe, con amor

De Santa Fe, con amor

Bajo cielos con luz propia, recortados por la geometría singular de las palmeras y una calidez temporal que suaviza toda idea de vida moderna, no hay paisaje santafesino completo sin la cumbia romántica. Desde ahí, y aventurada por el flamante álbum «Insaciable» de Uriel Lozano, Bárbara Pistoia indaga la poética y el fulgor de la cumbia que no le teme a los vaivenes del amor.

1/ BREVES ANOTACIONES Y VANGUARDIAS SOBRE LA CUMBIA SANTAFESINA

No cualquiera puede hacer cumbia romántica santafesina: no es solo música, no es solo poesía, no es solo interpretación, no es, ni siquiera, una cuestión de herencia o tradición, aunque por supuesto que todos estos elementos son parte y se nutre y potencia con ellos. Pero, partiendo del entramado que sostiene a las relaciones, y sin dejar afuera de este escenario a la relación que cada uno de nosotros tiene con sus propios fantasmas a la hora de amar y de ser amado, la cumbia romántica santafesina configura una cultura no solo con peso propio, sino, y principalmente, con una densidad erógena única e imposible de capturar. Hay que atravesar ese fuego, o dicho desde la vivencia localista, hay que saber llevar bien llevado lo que el clima litoraleño, de pulso húmedo y espeso, convoca.

Nacida de la costilla de la cumbia colombiana, allá por los años 60 cuando el Cuarteto Imperial musicalizaba a lo largo y ancho de la región, su irrupción cambia la historia de nuestra música popular y la redefine. Hasta ese momento, no había tal sonido propio, ni en Santa Fe ni en ningún otro rincón del país. Agrupaciones como Los Cumbiambas, Los Palmeras, Los Duendes, Los Caminantes, Los Quijotes, entre otros, son los que en un proceso de readaptación terminan poniéndole el sello al ritmo popular por excelencia y convirtiendo a la provincia en cuna de la cumbia romántica.

No cualquiera puede hacer cumbia romántica santafesina: no es solo música, no es solo poesía, no es solo interpretación, no es, ni siquiera, una cuestión de herencia o tradición, aunque por supuesto que todos estos elementos son parte y se nutre y potencia con ellos.

La cumbia santafesina acontece a través de todo lo que nos enciende y, por lo general, se nos escapa. No siempre de manera literal, sino por las limitaciones propias del lenguaje frente a lo que el cuerpo manda. Ahí donde el lenguaje limita, la música y su sonido regional guían; cuando el aliento nos falta, los poetas en cuestión no pretenden decorar su falta ni enseñarnos a recuperarlo, por el contrario, subrayan todo aquello que nos quita el sueño, ponen su voz a disposición de versos que funcionan como flechazo de Cupido. Y claro, los sentimos fatales.

Podemos encontrar en sus bases una brisa lacaniana que nos recuerda que “no hay relación sexual” definiendo nuestras relaciones, más bien todo eso indecible que nos confirma en cada suspiro que amar a otro siempre es un imposible, aún en su posibilidad concreta. Es un acto que nos muestra en falta y nos deja siempre al abismo de la pérdida. Principalmente, la pérdida de nosotros frente al otro. El amor nos quita del centro de nuestras vidas y nos empuja hacia campos desconocidos en donde no funciona el falso superpoder moderno del control. A pesar de “las barbaridades” que el amor hace con nosotros, a cambio, nos llena de vida, y sí, con su respectiva sombra. Y la vida, en su signo más vital, es desordenada, caótica, imprevisible, conflictiva. Es ahí donde la pulsión hace de la no certeza un decir, incluso en silencio, y la cumbia romántica santafesina se convierte en eco de ese vértice.

Al dente, entre vuelta y vuelta, yendo al encuentro del otro, con la intimidad como valor máximo de relación, y no solo una intimidad hecha de carne y cama, también hecha de historia y con hambre de momentos, la cumbia romántica asoma como tesoro contracultural frente a un mercado que banaliza al amor y vende como fortaleza la concepción más dura del individualismo.

De los tantos ases bajo la manga para atrapar adeptos, cabe destacarle algunas breves vanguardias. Porque, mal que le pese a las audiencias y protagonistas de otros géneros musicales tan bien vistos por el mercado, la prensa y, ni hablar, desde lecturas supremacistas, en la cumbia, como en el hip hop o el reguetón, aunque se los venda como géneros machistas, la mujer protagoniza su goce. En la cumbia santafesina esta premisa llega a nivel superior: nosotras aparecemos con nuestros cuerpos encontrando la manera de salirnos de todas las formas y etiquetas impuestas, de los mandatos y de las proclamas, incluso de las que promueven otras mujeres en nombre de un “todas somos” que no representa más que a ciertas minorías caprichosamente acomodadas.

Ni santas ni decorado, en la narrativa santafesina de la cumbia romántica las mujeres somos las que somos: tan infieles como pueden ser ellos, tan pasionales y buenas amantes como ellos, tan traidoras y aventureras, manipuladoras y mentirosas, abandónicas, llevando la ternura a sus extremos más dominantes, calientes y ansiosas de sexo, sin importar la hora, el lugar y con las condiciones que nos plazcan.

El canto popular se enaltece en la vertiente del género santafesino que resiste al paso del tiempo, narrativas de época, de industria y de tendencias. Porque el amor no pasa de moda pero también porque la cumbia santafesina romántica pide algo más que un mero talento para hacer mover las caderas.

Si en esa maniobra hay también un reconocer a las mujeres como público, que no es lo mismo que creer que hay música que es estrictamente “para chicas”, lo más interesante, de todas formas, es que en el nudo del romanticismo santafesino tanto hombres como mujeres se disponen a hacer carne el verbo amar y lo llevan a sus últimas consecuencias. El amor, entonces, tampoco es cosa reducida a las chicas mientras que el sexo a los chicos. La irrupción amorosa acontece y los cuerpos calientes responden al acontecimiento de la única manera posible: desobedeciendo, transpirando, en fricción, con torpeza entre la dulzura y lo caníbal, sin noción del punto justo entre lo que nos dicen que debe hacerse, lo que deseamos hacer y lo que finalmente podemos, lo que se nos sale del cuerpo.

El canto popular se enaltece en la vertiente del género santafesino que resiste al paso del tiempo, narrativas de época, de industria y de tendencias. Porque el amor no pasa de moda pero también porque la cumbia santafesina romántica pide algo más que un mero talento para hacer mover las caderas.

2/ EL DON

Si tomáramos un mapa, cerramos los ojos y dejamos que nuestros dedos señalen azarosamente cualquier rincón del mundo, hasta en el más ajeno y desconocido punto geográfico vamos a encontrar a alguien haciendo baladas o canciones de amor. Es el lugar común, la expresión fácil (y lavada) de lo que implica el amor-desamor y la industria siempre tiene una mano para acomodarla en las radios. El amor romántico que nos venden esas baladas que encontramos por doquier y que les quedan bien a todas las voces, todas las culturas, todos los climas y demás, tiene demasiado rosa incluso cuando se vuelve oscuro.  

En el extremo opuesto está el ideario romántico de nuestra cumbia santafesina. Ese dulce-amargo del Eros, esa finitud particular de un erotismo que al respirarse con otro parece eterno y, al unísono, se vuelve letal, solo alcanza su clímax musical en la fusión de acordeones y guitarras, en un aura sonora colmada de nocturnidad. Porque, como bien nos enseñó desde el punk la divina de Patti Smith, la noche es para los amantes. En el litoral, para más, los amantes pueden tener las noches completas de condimentos: luna reflejada en ríos, puentes colgantes, un clima que llama a mostrar demasiada piel. Demasiado sol tremendo, tan tremendo que quema y convierte su luz en otro gesto de nocturnidad. Un tiempo que no corre, una siesta que invita, calles en pausa, palmeras y la envolvente humedad.

Me gusta esta idea para potenciar que dentro de las particularidades que hacen de la cumbia santafesina un tesoro único en el mundo, que mejora incluso a las influencias que la hicieron nacer, para más, se dan distinciones a su interior que nos hablan del don que conlleva ser el que pone la letra y la voz a disposición del canto regional.

En la inolvidable Treme, la serie del genial David Simon, el pueblo lucha y resiste —luego del desastre que ocasionó el Katrina— para que su lugar en el mundo no desaparezca del mapa y el resto del país no los condene al olvido. La lucha y la resistencia se da a través de la vivencia a full de todos los placeres mundanos que hacen a la identidad de New Orleans, con los sabores y la música de raíz al frente haciendo patria, con las historias de amor y el carnaval recargando de motivos los cuerpos. Las calles son escenario y dan testimonio que se vive cómo se come y cómo la música acompaña. Al olvido se lo combate entregándonos a los que nos despiertan el deseo de estar vivos en cualquier manifestación posible de un sentir, y es importante combatir al olvido porque sobre esas memorias no solo se juegan las libertades del futuro, también la huella de nuestra existencia agradeciendo el don recibido y la contemporaneidad, el tiempo que nos tocó vivir juntos en esta tierra.

Me gusta esta idea para potenciar que dentro de las particularidades que hacen de la cumbia santafesina un tesoro único en el mundo, que mejora incluso a las influencias que la hicieron nacer, para más, se dan distinciones a su interior que nos hablan del don que conlleva ser el que pone la letra y la voz a disposición del canto regional. Porque el don no es vox populi, no es cosa de todos pudiendo hacerlo todo. De hecho, conocemos de sobra artistas que, aún cosechando éxitos inmensos, carecen de don. El éxito les queda sujeto a su tiempo-mercado, pero la cosecha del don es para siempre, profunda, íntima. Deja el nombre del cantor grabado en la memoria del que escucha, musicaliza su historia.

Silvina Ocampo decía que la eternidad ocurría cuando conmovíamos a otro. En esa línea, Lewis Hyde entiende como una muestra del don vivo su efecto en los otros; el conmover, así, funciona a su vez como una construcción plena que sale al encuentro de otros burlando el propio tiempo y espacio: construye sociedad y cultura a partir de una vinculación que se puede leer a nivel alma. El que lleva un don, lo reconoce y se hace cargo de ello se ubica por fuera de nuestra sintonía ordinaria. Es en esa dirección donde encontramos a cantores y poetas, pero no en la pretensión trovadora, también en la misión popular, en la forma de vida que les resulta inevitable. Escriben y cantan para dar, darse.

3/ EL DON DE LO INSACIABLE

A esos nombres que hicieron de su don el nacer de la música de la región, citados anteriormente, se le suman los que hacen a su crecer. Grupo Cali, Yuli y Los Girasoles, Grupo Trinidad, Los Tropicanos, solo por nombrar a algunos, fortalecieron la identidad y reafirmaron el camino. Un camino que encuentra su puente al siglo XXI de la mano de Uriel Lozano, quien goza de ser uno de sus máximos exponentes desde muy joven, pero también es uno de los responsables de la renovación del sonido y de una Latinoamérica que se rinde a los pies, no solo de él, sino del género y sus implicancias. Para más, ese don parece consolidarse por estos tiempos y alcanzar un nuevo estatus con su reciente lanzamiento: Insaciable, un disco que muestra al artista tomar su lugar, en su propia historia y, principalmente, en la gran historia.

Con casi veinticinco años de carrera, dieciséis años solista, Uriel renueva la idea de homenajear a los clásicos y, mientras él empieza a codearse en ese semi altar de inolvidables, baraja y da de nuevo acercando obras fantásticas a las generaciones más jóvenes. Ese acercamiento profesa una educación sonora y sentimental que no busca chapear que todo tiempo pasado fue mejor; busca, justamente, el encuentro más allá de la medida de tiempo personal. Las canciones por fuera de órbita funcionando como rutas que acortan distancias y configuran ese ser parte de algo más grande que uno.

Como en los orígenes, la cumbia santafesina se despliega desde la colombiana para ir hacia su forma y tomar vuelo propio, lo suficiente como para apropiarse la versión, que no se sienta para nada ajena y le calce personalmente sensual.

Lo que hace Lozano es poner a circular una eternidad que en su voz pesa más, porque si algo lo distingue del resto de los cantores es lo que pone en juego a la hora de cantar: por encima del reconocido compositor que es, casi como escapando de su propia poesía, Uriel canta y llena de su presencia cada canción. Una presencia que no empieza ni termina en él, sino que hace a su propia historia familiar, a su propia historia de dolores y ternuras, a la Santa Fe que vive en él pero también a todos los lugares donde su canto lo llevó. Una presencia que hace a los registros que acompañan nuestras narrativas de amor. Porque, así como el amor no pasa de moda, tampoco pasa solo, nos sucede en el medio de otro montón de cosas de la vida que nos marcan y desmarcan. A veces puede ser la pregunta, la mayoría de las veces el amor es la respuesta, la tomemos o no, pero siempre es, en definitiva, lo que también hace al oficio del cantor y del poeta.

Insaciable reúne varias grabaciones que Lozano vino haciendo durante los últimos años y arranca con el tema que le da el nombre al álbum. Como en los orígenes, la cumbia santafesina se despliega desde la colombiana para ir hacia su forma y tomar vuelo propio, lo suficiente como para apropiarse la versión, que no se sienta para nada ajena y le calce personalmente sensual.

Lo que sigue funciona como un paréntesis: la confesional «Me tienes enamorado» en clave acústica, y «Pizza», un cover del dúo venezolano Mau y Ricky, junto a Jerónimo, su hijo mayor, quien sigue sus pasos, pero a horizonte abierto, con estilo propio. Ambos mixean sus formas y consolidan una alianza artística que funciona tan bien como para arriesgarnos al supuesto: si no fueran padre e hijo se elegirían para hacer lo mismo.

El nudo del álbum nos da todo lo que queremos en un par de enganchados de cuatro piezas cada uno para volver a los orígenes. La selección, que pasea por éxitos inolvidables que nos llevan a diferentes etapas de Grupo Trinidad, hace imposible mantener al cuerpo en línea, y a la nostalgia también. Los temas elegidos no solo son peligrosamente pegadizos, funcionan como radiografía de la cumbia santafesina y de cómo Lozano es pez en el agua cuando nada por las aguas calientes. Imposible no destacar los fulgores que tocan «Me vas a extrañar» y «Discúlpame«, pero también esa fuerza arrolladora para apropiarse del «Me llaman el León» y darle su potencia personal. El jovencito de 17 años que llegó a finales de los 90 a Grupo Trinidad para reemplazar a Leo Mattioli ha recorrido un largo camino, ha hecho andar y sigue revalidando el acierto que fue elegirlo para enfrentar lo que pudo haber sido un abismo para la mítica agrupación. Sin más, el jovencito que con los años devino en «El Gran Señor» impulsó que ese salto abismal llevase a la banda a nuevos niveles y, en esa acción, recurrente en su carrera, creció la cumbia santafesina toda, incluso dándole nuevos estandartes al legado de Mattioli.

Santa Fe sonríe, las serenatas que nacen de sus calles no solo tienen larga vida, también dan la vuelta (y vuelta) a un mundo mucho más carnal de lo que estamos dispuestos admitir y que, más temprano que tarde, siempre busca su manifiesto amoroso.

«Aunque sea en otra vida» es el tema con el que se inicia el tramo final del álbum. Los siguientes tres temas, si jugáramos a la Rayuela, nos dejarían justo en la puerta del cielo. Primero vienen la genial «Tú me obligaste» y ese hit incansable que es «Blindado». Además de ser grandes temas, voz y producción musical brillan. Entonces ¿cómo es posible terminar un disco esperadísimo que revisita el género a lo largo y ancho del tiempo y las influencias, y que invita a todos a una nueva escucha, a un nuevo acercamiento, con él y con la cultura misma? En la mejor jugada tropical del año, semejante apuesta termina potenciando todas las virtudes expuestas con el enganchado «Tributo a Cali«, una fiesta con vida propia a la que todos estamos invitados.

Que las casualidades del calendario hayan hecho que Insaciable vea la luz al mismo tiempo que salía el video de la colaboración de Uriel con el enorme Brujo Ezequiel, ese «Mix Romántico» para la historia, con récords de visitas en las primeras 24 hs. y que calienta la previa de lo que será verlos juntos sobre el escenario del Teatro Broadway (Rosario) el próximo 9 de septiembre, ponen la firma a una sensación que ya no se comparte de boca en boca, como murmullo, más bien se mira de frente y es palpable en hechos concretos: la cumbia romántica santafesina creció a la par de su carrera y hoy lo disfruta no solo como el punto de encuentro entre clásicos y nuevas generaciones, sino que gozando de sentarse en la mesa que se quiera sentar, sabiendo que ya tiene un trono asegurado entre los más grandes del género y, sobre todo, del oficio. Santa Fe sonríe, las serenatas que nacen de sus calles no solo tienen larga vida, también dan la vuelta (y vuelta) a un mundo mucho más carnal de lo que estamos dispuestos admitir y que, más temprano que tarde, siempre busca su manifiesto amoroso.

Un partido con más futuro que pasado

Un partido con más futuro que pasado

El Partido Socialista de Argentina cumple 125 años de historia. Una historia de logros y desafíos, de avances y retrocesos, de éxitos y fracasos. 125 años de bregar por una sociedad más justa e igualitaria, sin bajar las banderas, sin traicionar sus valores. La historia del socialismo es la historia de hombres, mujeres y diversidades, de sus militantes, de quienes nos mostraron el camino y de quienes seguimos construyéndolo.

El Partido Socialista cumple 125 años, y con los mismos valores e ideales de quienes lo fundaron estamos iniciando un nuevo tiempo para el socialismo en Argentina. Somos herederos del legado que nos forjaron Juan B. Justo y Alfredo Palacios, pioneros en nuestro país en defender los derechos de las trabajadoras y trabajadores, las niñas y niños, la reforma agraria, la educación y la salud públicas de calidad, la creación del fuero laboral, el cuidado del ambiente y la denuncia y legislación contra la trata de personas. Con orgullo levantamos la bandera de la lucha de Alicia Moreau y las mujeres socialistas por el feminismo, el voto y la participación. Hicimos carne la defensa y el compromiso con los derechos humanos que tuvieron en el maestro Alfredo Bravo, fundador del gremio docente CTERA y APDH, uno de nuestros más grandes exponentes.

Heredamos de Guillermo Estévez Boero su visión de un socialismo popular, comprometido con los intereses de la nación y la causa latinoamericana. En lo partidario, nos legó la consigna de organizar, estudiar y difundir, y la práctica del diálogo como herramienta primordial de construcción política. Aún hoy seguimos insistiendo con la necesidad de crear un Consejo Económico y Social, que integre a todos los sectores para poner sobre la mesa los problemas del país y consensuar soluciones de mediano y largo plazo para los problemas endémicos de la Argentina.

Y esa trayectoria de compromiso por una sociedad con más igualdad, más justicia y del lado de los que menos tienen, pudimos llevarla a la práctica con vocación transformadora en las diferentes gestiones socialistas que asumimos en municipios y localidades de toda la Argentina. Particularmente con la experiencia de gobierno en la provincia de Santa Fe, de la mano de Hermes Binner, Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz, siempre “con las manos limpias y las uñas cortas”.

Argentina necesita una alternativa política que promueva una nueva cultura política, más participativa y de mayor diálogo con la sociedad. El Partido Socialista debe asumir un rol imprescindible en este nuevo tiempo. Nuestra historia nos ofrece una certeza: el socialismo tiene más futuro que pasado.

Hoy es imprescindible que la Argentina avance sobre una nueva agenda y desde el socialismo asumimos la responsabilidad de impulsar ese diálogo para forjar un proyecto de país con inclusión social, con empleo y oportunidades para las y los jóvenes, donde el movimiento feminista sea protagonista de una nueva realidad y nos proponga nuevos desafíos que desde el socialismo abrazaremos e impulsaremos. También será fundamental seguir la agenda que nos proponen los movimientos por la diversidad y acompañar el empuje de las juventudes. Asimismo, cada vez se hace más necesario y urgente proteger nuestro ambiente y tenemos mucho para hacer. Y, como siempre lo hemos hecho, promoviendo la participación ciudadana para robustecer y mejorar nuestra democracia.

Este nuevo tiempo tiene que ser de inclusión social, ecológico y feminista, como repetía Miguel, y el socialismo tiene el desafío de hacer escuchar su voz con potencia. Queremos poner el eje en construir un proyecto de país que incluya un gran acuerdo nacional de los distintos sectores, de la producción y del trabajo, donde podamos constituir una agenda de desarrollo humano para mejorar la calidad de vida a cada una de las ciudadanas y ciudadanos de este país, con más derechos para las mujeres y las diversidades, donde las y los jóvenes estén incluidos, y las niñas y niños crezcan con esperanza.

Argentina necesita una alternativa política que promueva una nueva cultura política, más participativa y de mayor diálogo con la sociedad. El Partido Socialista debe asumir un rol imprescindible en este nuevo tiempo. Nuestra historia más que centenaria nos ofrece una certeza: el socialismo tiene más futuro que pasado. Nos hacemos cargo de este legado para ponernos en acción. Vamos a construir la esperanza de un futuro mejor para el país.

Mucho logrado y mucho por hacer

Mucho logrado y mucho por hacer

El Partido Socialista de Argentina cumple 125 años de historia. Una historia de logros y desafíos, de avances y retrocesos, de éxitos y fracasos. 125 años de bregar por una sociedad más justa e igualitaria, sin bajar las banderas, sin traicionar sus valores. La historia del socialismo es la historia de hombres, mujeres y diversidades, de sus militantes, de quienes nos mostraron el camino y de quienes seguimos construyéndolo.

Transcurrieron ya 49 años de mi vida, desde cuando el Partido Socialista fue el  vehículo elegido para canalizar las utopías de juventud en la década del 70, caracterizada por tanto entusiasmo y debates. Corría el año 1972 y recién se había constituido una nueva vertiente socialista, ligada a lo nacional y a lo popular: el Partido Socialista Popular.

Valoro de aquella época el profundo sentido de lo colectivo. Matizando los estudios de los clásicos, sin dogmatismos y tratando de nutrir nuestros saberes con los de los hacedores de la Argentina, revalorizando a nuestros héroes, poniendo énfasis en nuestras tradiciones y en los símbolos que hacen a nuestra identidad.

Era fundamental para nosotros el estudio de la realidad política, social y económica de nuestro país, de su ubicación en América Latina y del análisis de experiencias de otras latitudes. Estudio, eso sí, para la acción política. Por ello le agregábamos una verificada práctica de cada uno de los militantes: estudiantes en los centros estudiantiles, trabajadores en sus  sindicatos, profesionales en sus asociaciones, como así también en agrupaciones de empresarios, bibliotecas, vecinales, clubes, parroquias….

La participación significaba conocer, interactuar con el otro, solidarizarse con el semejante: ayudando a mejorar la vida de la gente crecíamos y mejorábamos también nosotros mismos como personas. Propiciando el «ser más» que el «tener más».

Fueron miles las experiencias que transitamos, sumando a ellas el minucioso estudio: la práctica y la teoría. Eso nos ayudó a forjar nuestra metodología de interpretación de la realidad y, en base a ella, elaborar propuestas concretas en los distintos ámbitos donde nos tocaba actuar. Y llegó un momento en donde todo ese bagaje de teoría y práctica lo pudimos llevar adelante ocupando responsabilidades políticas de mayor envergadura, en espacios deliberativos o ejecutivos, hasta el día de hoy.

La participación significaba conocer, interactuar con el otro, solidarizarse con el semejante: ayudando a mejorar la vida de la gente crecíamos y mejorábamos también nosotros mismos como personas. Propiciando el «ser más» que el «tener más».

Transformamos ciudades y nuestra Provincia de Santa Fe, jerarquizamos los derechos, siempre en la búsqueda de mayor igualdad. Mejoramos y cambiamos la vida de la gente en cada sitio donde nos tocó actuar. Siempre con la misma premisa: propiciar la participación ciudadana, que la gente sea parte de los cambios, que se los apropie, para que sean perdurables.

El horizonte de la política llevada adelante por nuestro partido se sintetizó en cambiar estructuralmente la cultura de la sociedad, en su sentido amplio: como más igualdad, más solidaridad, más justicia.

En un ligero pantallazo podemos enumerar acciones emblemáticas:

  • El sistema de salud implementado en ciudades y en la Provincia de Santa Fe es un modelo a seguir, donde el Estado es el garante fundamental. Nuevos hospitales, centros de atención pPrimaria de la salud, centros de especialidades médicas ambulatoria, red coordinada de servicios, producción de medicamentos. En síntesis, un sistema caracterizado por la accesibilidad, equidad, gratuidad, universalidad.
  • Las políticas sociales dejaron de tener el acostumbrado tinte asistencialista para transformarse en vehículos para recuperar la dignidad y promotoras de derechos.
  • La educación ha sido también otro de nuestros mayores desvelos: hemos construido centenares de escuelas nuevas, pero también hemos reformulado el proceso educativo, dando un lugar al alumno como el principal protagonista.
  • La cultura se transformó en espacios para todos: para decir, hacer, jugar, crear, imaginar.
  • Los trabajadores fueron jerarquizados con salarios dignos, capacitación, paritarias permanente y la creación de los Comités de Salud y Seguridad del Trabajo, únicos en su tiempo en el país.
  • La niñez y la juventud tuvieron un lugar preponderante en las políticas públicas: espacios específicos, responsabilidades asignadas, centros de cuidado, congresos participativos, capacitación en oficios y el fomento del deporte a todo nivel.
  • Se jerarquizó la producción a través del incentivo al agregado de valor, resaltando el valor de las PYMES, brindando apoyo desde el Estado con diferentes propuestas.
  • Se jerarquizó la ciencia y la tecnología, poniendo énfasis en ciencia básica y aplicada para cambiar la matriz productiva.
  • Se construyeron plantas de agua potable, acueductos, cloacas, rutas, se recuperaron edificios públicos emblemáticos.
  • Se llevó a una excelente eficiencia en las prestaciones del servicio a la Empresa Estatal de Energía, al mismo tiempo que se desarrollaban energías renovables.

A 125 años de la fundación  del Partido Socialista en la Argentina, son numerosas las conquistas ganadas por los santafesinos a partir del accionar del mismo.  Este breve relato de una práctica concreta nos marca una profunda huella que los socialistas hemos dejado, una huella que marca un rumbo para seguir caminando. Hemos reafirmado los principios que nos legaron quienes fundaron el Partido, llevando adelante con honestidad, eficiencia y ética el manejo de lo público. Sin lugar a dudas hoy somos muchos más para seguir construyendo socialismo en Argentina.

Es mucho lo que hemos logrado. Queda mucho más por hacer. Viva el Partido  Socialista.

Las huellas del pasado frente a los desafíos del presente

Las huellas del pasado frente a los desafíos del presente

El Partido Socialista de Argentina cumple 125 años de historia. Una historia de logros y desafíos, de avances y retrocesos, de éxitos y fracasos. 125 años de bregar por una sociedad más justa e igualitaria, sin bajar las banderas, sin traicionar sus valores. La historia del socialismo es la historia de hombres, mujeres y diversidades, de sus militantes, de quienes nos mostraron el camino y de quienes seguimos construyéndolo.

El 28 de junio de 1896, el salón del club “Vorwärts” se encontraba engalanado con banderas rojas, estandartes de los diferentes clubes socialistas y de las sociedades de resistencia, y escudos con los nombres de los principales prohombres del socialismo internacional. El Partido Socialista Obrero Argentino realizaba su Congreso Constituyente, del que participaban ochenta y cinco delegados representando a diecinueve centros socialistas, quince sociedades gremiales y una cooperativa. Las deliberaciones ocuparon dos largos días y, más allá del clima festivo, no estuvieron exentas de polémicas; el joven partido estaba lejos de ser una fuerza monolítica estructurada en torno a Justo.

El Partido Socialista (PS) no nacía ya formado de la sien de Juan B. Justo. De hecho, en el Congreso “fundacional” algunas de sus posiciones serían derrotadas. Quisiera detenerme en una de esas posiciones, que remite a problemas aún vigentes, la que refiere a las alianzas con otros partidos. Justo, opuesto a la intransigencia estricta, las defendía considerando que lo importante era mostrarse independiente “de todo interés capitalista o burgués; sin creer por eso que en todas las cuestiones sean opuestos a los nuestros”. Su propuesta fue derrotada y el primer Congreso prohibió todo acuerdo con otras fuerzas. Esta decisión fue revertida dos años más tarde por el II° Congreso que abrió la posibilidad de que el PS realizara alianzas.

Sin embargo, tales alianzas no tuvieron lugar. Ello se relaciona con el hecho de que, enfatizando su novedad en la política argentina, el PS englobaba a todos los partidos que lo precedían -ya fueran autonomistas o nacionalistas, republicanos o radicales- en el conjunto relativamente homogéneo de la “política criolla” caracterizada por el “caudillismo”. La voluntad de afirmación de la propia identidad llevó a que hasta 1930 el socialismo no estableciera alianzas y se esforzara por mantener un perfil propio. Ello lo alejó tanto del yrigoyenismo como de la coalición anti-yrigoyenista, situación que, como planteaba Lisandro de la Torre, disminuyó la relevancia política del PS.

A lo largo de la historia, y también hoy, el PS se enfrentó a un dilema que no tiene respuestas fáciles, ¿cómo combinar articular la afirmación de la propia identidad socialista con la inclusión en un espacio político más amplio?

En 1931, en cambio, el socialismo confluyó con el Partido Demócrata Progresista en la Alianza Demócrata Socialista. Esto fue posible por la modificación del escenario político nacional, en el que la instalación del gobierno de facto encabezado por el General Uriburu y las políticas represivas que éste llevó adelante colocaron la cuestión democrática y las libertades liberales en el centro de la agenda. Este cambio favorecería confluencias que se proponían menos en nombre de reformas sociales que de la defensa de la libertad. Si la Alianza Demócrata Socialista fue posible, no lo fue porque, por fin, el PS hubiera encontrado al aliado moderno y reformista que tanto había reclamado sino porque dejó de buscarlo para unirse con otros con los que, al menos en los papeles, compartía la defensa de la libertad y las instituciones democráticas.

Fue también bajo las banderas de la libertad y la democracia, y no las del socialismo o, siquiera, de la reforma social, que en 1945 el PS marchó hacia su segunda confluencia electoral, la de la “Unión Democrática”. En el enfrenamiento con el gobierno militar y luego con el peronista que lo sucedió, cuyas políticas sociales denunciaba como un intento de sobornar a los sectores populares para que se sometieran a un régimen totalitario, el PS diluiría aún más la perspectiva y la identidad socialista en un discurso cívico modulado en clave liberal.

A lo largo de la historia, y también hoy, el PS se enfrentó a un dilema que no tiene respuestas fáciles, ¿cómo combinar articular la afirmación de la propia identidad socialista con la inclusión en un espacio político más amplio? ¿cómo participar de una política de poder, capaz de intervenir con eficacia en el escenario político e impulsar una agenda reformista, sin perder personalidad propia?

Los pasados del socialismo: el PS en perspectiva

Los pasados del socialismo: el PS en perspectiva

El Partido Socialista de Argentina cumple 125 años de historia. Una historia de logros y desafíos, de avances y retrocesos, de éxitos y fracasos. 125 años de bregar por una sociedad más justa e igualitaria, sin bajar las banderas, sin traicionar sus valores. La historia del socialismo es la historia de hombres, mujeres y diversidades, de sus militantes, de quienes nos mostraron el camino y de quienes seguimos construyéndolo.

Un siglo, dos décadas y un lustro después el Partido Socialista continúa su periplo en la Argentina. ¿Cúánto hay de aquel pequeño partido fundado en 1896 y comenzado a fraguar tiempo antes? ¿Cuánto queda del legado de esos hombres y mujeres que querían un país diferente? Mucho tiempo ha pasado y ese es un dato a considerar: la Argentina es un país fecundo en partidos políticos y, al mismo tiempo, tiene un cementerio poblado de ellos. Por fuera de la antiquísima Unión Cívica Radical y el imponente Partido Justicialista, no muchas organizaciones pueden jactarse de una sobrevida con tanta salud y vigor como el Partido Socialista.

No obstante eso, que merece ser mencionado, la historia del PS ha sido una tumultuosa, como la del propio país, pero con sus propios ritmos, con sus marchas y contramarchas. Las rupturas y escisiones han sido recurrentes en la historia del socialismo, a veces se lograron tramitar internamente, y otras muchas provocaron salidas resonantes y la proliferación de nuevas siglas partidarias que, sin desconocer el tronco común, optaban por una vía alternativa a la de otros compañeros. El PS vio nacer de sus entrañas al Partido Socialista Internacional (luego Partido Comunista), al Partido Socialista Independiente, al Partido Socialista de la Revolución Nacional, al Partido Socialista Democrático, al Partido Socialista de Vanguardia, y así podríamos seguir un largo rato. Entre los dirigentes la lista es incluso más extensa y con nombres tan célebres como Alfredo Palacios o Héctor Cavallero.

En sus primeras décadas de vida el Partido Socialista supo construir su impronta e incidir de múltiples formas en el debate público argentino. Obtuvo representación parlamentaria, conquistó municipios, fundó instituciones perdurables a lo largo de toda la geografía nacional: bibliotecas, cooperativas, mutuales. Sin lograr nunca la masividad que aspiraba en cuanto partido «de la clase obrera», supo dejar su huella. Sus propuestas en materia de derechos para los trabajadores y trabajadoras, las mujeres, los niñas y niños fueron pioneros. Fue un faro ideológico en más de un sentido, incluso más allá de su capacidad para obtener resultados en las urnas. Un partido que se pensó desde la sociedad y no desde el Estado, quizá haciendo de la falta virtud.

Fue un faro ideológico en más de un sentido, incluso más allá de su capacidad para obtener resultados en las urnas. Un partido que se pensó desde la sociedad y no desde el Estado, quizá haciendo de la falta virtud.

Navegó mal las aguas del populismo, tanto radical como peronista, incluso abjurando vergonzosamente de algunas de sus credenciales más preciadas. Sufrió la persecución, algunos de sus dirigentes la cárcel y el exilio, mártires en tiempos convulsos. Quizá en ademán ateo, no siempre supo o pudo poner la otra mejilla: algunas páginas de la historia socialista quedaron impregnadas del tufo de la intolerancia y la incomprensión, sufrida y ejercida. No hace falta hacer uso del beneficio de inventario para reconocer un legado, un poco de autocrítica puede servir para reconstruir sobre cimientos más sólidos.

La era moderna del PS supo recoger algunos de los escombros que dejaron los tiempos más cruentos de nuestros país y más duros para su democracia. Ya en 1972, la fundación del Partido Socialista Popular abrió, incluso sin saberlo entonces y con un inicio menos auspicioso que el que los relatos míticos han recreado, un nuevo comienzo, con el imperativo de reunir los girones, de suturar las heridas. La dictadura puso en suspenso esa tarea, hubo que sobrevivir a la represión, el exilio y las catacumbas.

La refundación del Partido Socialista se concretó en el año 2002, dejando atrás los adjetivos en su nombre. Fue el resultado de un largo proceso de reconstrucción, de frentes electorales y coaliciones, de reencuentros y discusiones. La Unidad Socialista, como se llamó aquel primer frente, permitió al socialismo recobrar representación parlamentaria. La voz del socialismo fue importante en tiempos donde el neoliberalismo penetró a todo el espectro partidario, sin perder de vista la aspiración de construir un espacio mayor, plural y con ambiciones de transformar la realidad. Los golpes y sinsabores no cejaron esa vocación, ni siquiera cuando el cielo parecía no escampar.

Los tiempos recientes, aún cuando no lo dimensionamos, vieron por primera vez a un gobernador socialista en la Argentina (no uno, sino tres) y a un candidato presidencial de ese origen terminar en segundo lugar en el año 2011. Hoy, esos tiempos promisorios parecen vivir un pequeño impasse, pero es preciso no desalentarse. El socialismo sigue vivo, que no es poco. Tiene objetivos, tiene ambiciones y, sobre todo, tiene una irrenunciable vocación por luchar contra cada injusticia y cada desigualdad. 125 años de historia, un partido que fueron muchos partidos, muchos socialismos que tratan de ser uno. Mucho pasado y, esperemos, todavía más futuro.

Un partido, muchas militancias

Un partido, muchas militancias

El Partido Socialista de Argentina cumple 125 años de historia. Una historia de logros y desafíos, de avances y retrocesos, de éxitos y fracasos. 125 años de bregar por una sociedad más justa e igualitaria, sin bajar las banderas, sin traicionar sus valores. La historia del socialismo es la historia de hombres, mujeres y diversidades, de sus militantes, de quienes nos mostraron el camino y de quienes seguimos construyéndolo.

Enrique Estévez (Santa Fe)

Nuestro Partido Socialista cumple 125 años que recordamos con orgullo por ser herederos de una rica historia de realizaciones que permitió avances en la vida material e institucional de nuestro país; ya que el socialismo no es sólo una forma de concebir la política, también es una forma de hacer, una forma de sentir y de mirar a nuestra sociedad desde el valor de lo público y para el bien común.

Así lo pensaron- -y lo actuaron-, en más de un siglo de historia socialista en Argentina, hombres y mujeres como Juan B. Justo, Alfredo Palacios y Alicia Moreau, al incorporar a nuestra cultura y práctica política, el valor ético de la justicia social, de la igualdad y la solidaridad. Esta coherencia entre pensamiento y acción, ha sido fielmente expresada por nuestros gobernadores, parlamentarios, intendentes y concejales socialistas que, en democracia, han impulsado reformas y proyectos para avanzar en derechos frente a la desigualdad social, promoviendo el rol reparador del Estado, abriendo una agenda feminista, ambiental y de desarrollo inclusivo.

Por eso hacemos nuestras con orgullo las experiencias de gobierno en Rosario y luego en la provincia de Santa Fe, que han moldeado una vez más esa rica tradición socialista. Esta vez en el marco de un espacio plural, en coalición con distintos actores de la sociedad y la política para abordar una gestión de gobierno progresista inédita. Una gestión de cara a la ciudadanía, de cercanía y participación, de transparencia y honestidad, que han convertido al socialismo en sinónimo de salud pública, de educación, de diversidad e inclusión social. Reconfirmamos nuestra identidad en un frente integrador, apostando al diálogo, como antítesis al modelo imperante de confrontación y de polarización que ha demostrado ser tan dañino para la convivencia y para la democracia.

Después de 125 años, seguimos en el camino, con un partido renovado que se organiza paritariamente, junto a las juventudes, a las diversidades, junto a quienes trabajan y producen, emprendedores y compatriotas que sufren la falta de un futuro cierto. Seguiremos trabajando juntos para erguir nuestros valores de siempre frente a los desafíos de hoy.

«Reconfirmamos nuestra identidad en un frente integrador, apostando al diálogo, como antítesis al modelo imperante de confrontación y de polarización que ha demostrado ser tan dañino para la convivencia y para la democracia» (Enrique Estévez).

Gisel Mahmud (Santa Fe)

El Partido Socialista tiene, para mí, el desafío mayor de reconfigurarse en una organización capaz de trascender otros 100 años en un mundo totalmente cambiante, con nuevas demandas y nuevos problemas, donde cada vez son más los excluidos del sistema capitalista y cada vez mayores los daños irreversibles a nuestro planeta.

Es imprescindible para una organización política que desee trascender construir propuestas y un discurso centrado en las problemáticas del presente y el futuro. La cuestión es cómo construimos un sistema económico amigo del medio ambiente, de las relaciones de género igualitarias, inclusivo de las diversidades; que le ofrezca una oportunidad a las infancias y a las juventudes de ser agentes protagonistas con voz y decisión; donde la transformación digital sea la herramienta para democratizar y garantizar el acceso a los derechos en lugar de concentrar aún más el capital cultural, económico y académico en las manos de unos pocos.

Es imprescindible para una organización que desee trascender ser capaz de interpelar a las nuevas generaciones, ofreciéndoles la oportunidad de ser constructores de esa propuesta distinta de futuro e invitándolas e invitándolos a ser parte de una organización nueva, más dinámica, más abierta, más horizontal y participativa.

Roy Cortina (Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Mi acercamiento al socialismo en los años 1979-80 y mi incorporación definitiva en 1983 definió y, de alguna manera, moldeó mi vida. Me hizo una persona capaz de pensar siempre más allá de mí mismo y más allá del tiempo en el que vivo. Me dio valores y me dio la capacidad de poder entender mejor la realidad y eludir así los engaños de las apariencias.

Gracias al PS soy un inconformista, un buscador incansable (con suerte dispar) de verdades y cambios, y me siguen conmoviendo, casi 40 años después, la solidaridad, la igualdad y la libertad. Y, sobre todas las cosas, ha sido y es un honor compartir con tantas y tantos, un sueño colectivo fascinante que perdura en el tiempo y no ha escrito todavía su capítulo más importante en la historia del país.

«Es imprescindible para una organización política que desee trascender construir propuestas y un discurso centrado en las problemáticas del presente y el futuro» (Gisel Mahmud).

Eduardo Di Pollina (Santa Fe)

Sumarme al Partido Socialista en mi juventud me representó abrir mi vida a un mundo que pasó a formar parte inescindible de mi persona, donde aprendí y me formé permanente. La práctica de la participación como la herramienta de transformación de la realidad, aún en aquellos tiempos oscuros de la dictadura, donde siempre el Partido cuidó y protegió lo más preciado: la vida y la integridad de sus militantes. Entre las cosas que considero más valiosas, está el inmenso privilegio de haber podido compartir muchísimas horas con Guillermo Estévez Boero, maestro inigualable en la vida y en la política.

“Aprender a construir sobre la realidad como sobre una roca” como dice el poema de Pablo Neruda dedicado a su Partido, es también lo que aprendimos nosotros en todos estos años: que no hay atajos, no hay camino fácil, que “la política es una ciencia más exacta que la matemática”, porque no perdona al que comete el error de desconocer la realidad que debe transformar.

En el Partido aprendimos que los cambios son colectivos, participativos, construidos desde abajo, desde las bases más amplias posibles, para llegar más alto y de manera más permanente, como en las pirámides que perduran durante siglos, y no en el apuro de crecer, construir frágiles obeliscos que ante la primer embestida se desmoronan. El Partido Socialista es, para quienes lo abrazamos y seguimos creyendo en la validez de su propuesta, nuestra casa, y es nuestra tarea cotidiana seguir construyéndola y ampliándola, con la pasión que nos insufla la llama de sus valores, tan vigente hoy como hace 125 años.

Juan Carlos Zabalza (Santa Fe)

Un partido político puede existir durante 125 años porque su creación no respondió a una coyuntura electoral. Fue una respuesta consciente a las necesidades de una incipiente clase trabajadora integrada también por muchos inmigrantes, que buscaron en nuestra patria horizontes que se les negaban en las suyas. Quienes protagonizaron esta epopeya lo hicieron en el convencimiento de que debía existir una organización política que se preocupara por mejorar la calidad de vida de las familias de los trabajadores, sus condiciones de trabajo dignas, sus posibilidades de capacitación y de organización para defender sus derechos. Este Partido Socialista fue y es parte viva de la realidad nacional y sus integrantes nos dejan un legado de ideas y valores imprescindibles para transitar en la política nacional.

De Juan B. Justo, el médico cirujano que encabezó la fundación del Partido Socialista, tenemos «las manos limpias y las uñas cortas», marcando lo que debería ser el comportamiento normal socialista ajeno a la corrupción y a los negociados. De Alfredo Palacios, los derechos de las y los trabajadores, su denuncia implacable del trabajo infantil, su lucha por mejorar las condiciones de trabajo, la situación de los migrantes, la denuncia de la pobreza de nuestro interior. De Alicia Moreau, el legado de sus pioneras luchas feministas e igualitarias. De Alfredo Bravo, su actitud y compromiso con la defensa irrestricta de los Derechos Humanos. De Guillermo Estévez Boero, la necesidad de pensar el socialismo en la Nación y la organización, el estudio y la difusión socialista. De Hermes Binner, la inmensa obra de construcción urbana con más derechos desde su ciudad de Rosario y el primer gobernador socialista de Argentina, tarea continuada por Miguel Lisfchitz. Este legado es el que motoriza a los miles de integrantes de nuestro partido a lo largo y ancho de Argentina, en la mayoría de las provincias, a levantar una voz por más igualdad, por más y mejor democracia, por más fraternidad y diálogo entre los argentinos.

«Por historia y por legado el Partido Socialista y sus integrantes tenemos una gran responsabilidad: ayudar a construir una Nación más justa, más igualitaria, más democrática, más solidaria. Con los valores aprendidos de la izquierda democrática necesitamos ser parte de una construcción política plural alternativa, que debe hacerse de abajo hacia arriba» (Juan Carlos Zabalza).

Frente a la pandemia que nos toca levantamos con convicción la bandera de la solidaridad. Hemos intentado acompañar, a pesar de no compartir, marchas y contramarchas del Ejecutivo nacional, y mucho menos los cruces irracionales de la absurda polarización política, que ignora y no da respuestas a la demanda de la sociedad. Las vacunas permitirán superar esta pandemia y su elaboración en poco tiempo es un índice positivo de los avances científicos y tecnológicos, pero su distribución muestra la peor cara del actual capitalismo financiero: el negocio antes que la posibilidad igualitaria de vida.

Recientemente nuestro partido realizó elecciones para definir su nueva conducción nacional, encabezada por Mónica Fein, y esto es otro hito importante, por primera vez, una mujer es presidenta del Partido Socialista. Por historia y por legado el Partido Socialista y sus integrantes tenemos una gran responsabilidad: ayudar a construir una Nación más justa, más igualitaria, más democrática, más solidaria. Con los valores aprendidos de la izquierda democrática necesitamos ser parte de una construcción política plural alternativa, que debe hacerse de abajo hacia arriba. Construcción que dé protagonismo a las mayorías, que construya junto a ellas canales de participación ciudadana, porque lo que no haga la sociedad no pueden hacerlo los partidos.

Marianela Pfund (La Pampa)

Este nuevo aniversario del Partido Socialista de Argentina, sus 125 años de existencia, nos invita a reflexionar sobre este nuevo contexto y repensar los desafíos que tenemos. Un contexto que nos ha mostrado de la forma más cruda lo endeble y frágil que es nuestra permanencia en este mundo. También nos ha dejado el aprendizaje de que ya no hay más vueltas que darle, las respuestas y la trascendencia de nuestras acciones son siempre colectivas. En este contexto que nos pone en primer plano el valor de la vida de las personas, de la vida plena como una necesidad que solo es posible en un mundo más justo, más solidario y más igualitario.

Hoy, donde este valor tan básico es el combustible que enciende la chispa que nos invita a movernos en el hacer cotidiano de la política, desde el socialismo tenemos el desafío de disputar el concepto de felicidad. Una felicidad basada en la idea de buen vivir y anclada en el valor de lo común, lo público y lo comunitario, desde la forma en la que habitamos nuestro barrio hasta nuestro planeta.

Para esto necesitamos una organización que dispute el Estado y el sentido común de la gente con un método basado en la política de la proximidad, que priorice el vínculo, la comunidad y la democracia participativa. Esta labor necesariamente es colectiva, por ello tenemos que tener la capacidad de abrazar y adaptarnos a nuestra diversidad y convocar a todas aquellas personas que se ponen en movimiento. Esta tarea es con les compañeres y con el protagonismo de las voces que han sido y siguen siendo relegadas durante años en nuestra sociedad: las juventudes, las diversidades, las mujeres, las  niñeces y adolescencias, y de todas aquellas personas que  sueñan con un horizonte más feliz, más socialista.

«Hoy, donde este valor tan básico es el combustible que enciende la chispa que nos invita a movernos en el hacer cotidiano de la política, desde el socialismo tenemos el desafío de disputar el concepto de felicidad. Una felicidad basada en la idea de buen vivir y anclada en el valor de lo común» (Marianela Pfund).

Esteban Paulón (Santa Fe)

El Partido Socialista es, de algún modo, la banda sonora de mi vida. Es el espacio que me recibió cuando apenas con 15 años buscaba un espacio donde encontrarme con otras y otros, para luchar contra las injusticias que observaba y sufría.

Es el lugar donde hice los amigos que aún hoy me acompañan en tantas aventuras y desventuras, en alegrías y tristezas, en proyectos y sueños. También, en un momento crucial de mi vida, fue contención y se convirtió en herramienta de lucha, mostrándome un camino a transitar para que una causa personal se convirtiera, finalmente, en una conquista colectiva.

Mariana López (Buenos Aires)

“La verdad de este país está ahí”

A 125 años del Partido Socialista de Argentina, recupero esta frase resonante que nos supo relatar en una intervención de Alejandro Katz sobre una charla con un amigo del exterior, para reforzar la convicción de que uno de los desafíos más grandes que tenemos es asumir el Gran Buenos Aires como agenda ética y política. Asumir el conurbano como el más crudo y claro fracaso de la democracia y la justicia social, un conglomerado inmenso y terriblemente desigual. Desigualdades que son producto de largas décadas de desidia, de poderes políticos orientados a intereses particulares, divorciados de su responsabilidad de bregar por los derechos de las y los bonaerenses.

Pensar en un proyecto de país desde la izquierda democrática implica una lectura comprometida en clave de condiciones de vida y de integración social; implica la discusión sobre las asimetrías de poder, sobre los niveles de autonomías y oportunidades reales para el desarrollo personal y colectivo de la gente. No hace falta poner cifras en este escrito, basta con vivir, pasar por aquí para saber que la pobreza, las diversas expresiones de violencia  y  las inequidades son una realidad concreta y estructural. Todo eso convive con la esperanza de quienes vivimos allí, que quizá migramos o llevamos generaciones, y que habitamos estos territorios entre la urgencia de sobrevivir y quizá, en algún momento materializar nuestra ilusión – derecho, de vivir mejor. Es por esto que el  “conurbano” es nuestro hogar, nuestra identidad y nuestra trinchera política. Sabemos que desde otras territorialidades es difícil de comprenderlo, analizarlo, decodificarlo, pero sobre todo situarse en su trama social, política e institución compleja. Por ello, el socialismo del conurbano tiene un rol central en la transformación de la Argentina.

Así es que, ante el debate polarizado entre quienes detentan el poder, que no han sabido dar soluciones a los problemas de la gente y han contribuido, por acción u omisión, a acrecentarlos, es fundamental que el socialismo sea alternativa. Es necesario, asumir, abrazar, proyectar y protagonizar el sueño de una Argentina más justa e igualitaria: será verdad, finalmente, cuando lo veamos aquí.

«Pensar en un proyecto de país desde la izquierda democrática implica una lectura comprometida en clave de condiciones de vida y de integración social; implica la discusión sobre las asimetrías de poder, sobre los niveles de autonomías y oportunidades reales para el desarrollo personal y colectivo de la gente» (Mariana López).

Héctor Polino (Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Ha sido una feliz coincidencia del destino que el mismo día de su nacimiento –28 de junio– pero 31 años después, el doctor Juan B. Justo fundara el Partido Socialista en la República Argentina.

Los días 28 y 29 de junio de 1896,se llevó a cabo en la Ciudad de Buenos Aires el congreso fundador del Partido Socialista. En un hecho inédito en el mundo, Juan B. justo 2 años antes de fundar el Partido Socialista fundó el periódico La Vanguardia, y a la edad de 29 años terminó la tarea de traducir al castellano el primer tomo de El Capital de Carlos Marx.

Hoy, 125 años después de su fundación, reivindicamos la obra que el partido llevó a cabo en el país, en defensa de los derechos de los trabajadores y trabajadoras ,de los humildes, de los explotados por el régimen económico capitalista. Y nos comprometemos a continuar luchando por una sociedad más justa, más igualitaria, más humanista. Por una sociedad que ponga el capital al servicio de los recursos naturales y de las personas, posibilitando el desarrollo pleno de todas las potencialidades creadoras del ser humano.

Ely Fontao (Catamarca)

Me afilié por Hermes. Fue en el 2010 en un campamento de juventudes donde muchos jóvenes escuchábamos al primer gobernador socialista de la Argentina. Ese día le pedí me firme un libro para mis padres que lo admiraban, ellos tenían una panadería familiar y les escribió: “la palabra compañero proviene de los que comparten el pan, así como lo hacen Rosa y Miguel todos los días con quienes más lo necesitan”. Hermes resignificó en una frase lo que es el socialismo para toda una generación que se sumaba a militarlo por una Argentina progresista. El socialismo como forma de vida, donde se comparte el pan y se lucha contra las desigualdades.

A lo largo de estos años en el socialismo catamarqueño, fui Secretaria General  y Delegada al Comité Federal junto a compañeros y compañeras que marcaron huellas en la política local. Me toca hoy acompañar a Mónica Fein como Secretaria Nacional de las Mujeres Socialistas. Repito: acompañar a la primera mujer en los 125 años de historia de nuestra organización, junto a muchas compañeras de todas las provincias como protagonistas. Decisión política de un partido que en tiempos difíciles, en los que le tocó despedir a grandes dirigentes como  Hermes, Élida y Miguel, sin embargo levanta sus banderas con la fortaleza que le otorga la coherencia y la enorme lealtad a los principios fundacionales.

Este aniversario marca un nuevo tiempo para el Partido Socialista de Argentina, donde debemos redefinir un nuevo sujeto político como lo hacía Hermes, en una sola frase, y lo debemos hacer con todo lo que somos, con lo que fuimos y, fundamentalmente, con lo que seremos.  Convencida de que el futuro de nuestra organización es feminista y federal. Con Mónica Fein, con cada una de las compañeras, nos comprometemos a seguir construyendo juntas aquello que nos falta, ampliando derechos, proponiendo colectivamente agendas alternativas. Para disminuir las enormes desigualdades que hay, en particular las que sufren las mujeres y disidencias.

«Hermes resignificó en una frase lo que es el socialismo para toda una generación que se sumaba a militarlo por una Argentina progresista. El socialismo como forma de vida, donde se comparte el pan y se lucha contra las desigualdades» (Ely Fontao).

Matías Chamorro (Córdoba)

Cuando uno decide con 18 años abrazar un espacio que hoy cumple 125 años casi que siente que está entrando en parte de la historia de nuestro país. Ese tal vez sea parte de la seducción del socialismo para las nuevas generaciones. Luego, cuando se empieza a profundizar es su gestión de gobierno, sus hechos concretos, sus referentes como ejemplo, uno siente la necesidad de formarse, de forjarse en este modo de vida, en esta forma de ver y cambiar la realidad. Es responsabilidad muy grande, el peso de un legado.

Hoy siento que el desafío es innovar, es modernizar esos pilares y esos ejemplos para poner a la democracia y a nuestro país en otro nivel de desarrollo político. Vivimos en tiempos de transición. De transformaciones profundas y vertiginosas. El socialismo fue siempre y sigue siendo una mirada anticipada de nuestra humanidad, pudiendo en cada momento histórico leer hacia dónde debíamos caminar, para vivir mejor, para cuidar mejor y para preservar lo más querido. Hoy creo que el socialismo es la sociedad del cuidado: cuidado de les otres, cuidado de nuestra madre tierra, cuidado de las infancias, de las causas de los movimientos sociales, de las instituciones democráticas que con tanta lucha y sacrificio colectivo hemos podido conseguir.

A 125 años de la fundación del PS Argentino, seguimos marchando con el corazón en la frente, sembrando socialismo cada día, con el pesimismo de la realidad y el optimismo inquebrantable de la voluntad, con la radicalidad en los fines y la moderación en los medios. Con la utopía en nuestras manos de arcilla y greda. Por un futuro inclusivo, ecológico y feminista.

Agustina Rodríguez (Ciudad Autónoma de Buenos Aires)

Siempre las efemérides son fechas que invitan a reflexionar, y los 125 años de nuestro Partido Socialista no iba a ser menos. Pertenecer a un partido político centenario obliga a ser responsables no solo con su historia, sino, por sobre todas las cosas, con su futuro. Pensar el futuro del Partido Socialista en un país con más de 50% pobres, en un mundo vertiginoso que atraviesa cambios sociales, económicos, políticos y naturales; es un desafío inmenso.

Frente a ese panorama, nuestros valores y nuestra cultura política se vuelven imprescindibles. Creo en un Partido Socialista que pregone el valor de la unidad en la diversidad, porque necesitamos ser motores de un diálogo para forjar un proyecto de país desde abajo, desde el interior, construido desde los márgenes, profundamente democrático, con inclusión social, ecológico y feminista.

Recuperemos la osadía que tuvieron las mujeres y hombres de nuestros Partido a lo largo de la historia, profundamente ligados al destino de las grandes mayorías. Pongamos en agenda la necesidad de que la política vuelva a ser discutir y accionar sobre ideales, solidaria y generosa. La condición del futuro es la esperanza y, como decía Líber Seregni, uno de los fundadores del Frente Amplio uruguayo, para la esperanza tenemos razones. ¡Arriba socialistas!

«A 125 años de la fundación del PS Argentino, seguimos marchando con el corazón en la frente, sembrando socialismo cada día, con el pesimismo de la realidad y el optimismo inquebrantable de la voluntad, con la radicalidad en los fines y la moderación en los medios» (Matías Chamorro).

Martín Appiolaza (Mendoza)

Mi abuelo me hablaba de Godoy Cruz Antonio Tomba y alguna vez de Alfredo Palacios: eran esas charlas entre abuelo y nieto que te quedan tatuadas. El no fue militante. Tampoco Antonio Di Benedetto -cúspide de la novela argentina y director del diario donde trabajé- que, sin embargo, se animó a ser candidato por el socialismo en Mendoza. De chico, también mi papá me habló de igualdad, de solidaridad, de la libertad como conquista. Crecí en Godoy Cruz donde el socialista Renato Della Santa fue tres veces intendente, fundó cooperativas, bibliotecas, un sistema de salud municipal y transformó la ciudad.

El doctor Roberto Chediak me atendió esa noche en que volaba de fiebre. Mis papás confiaban en él (quizá por sus valores humanistas). Se tuvo que exiliar, pero cuando volvió fue concejal de mi ciudad y más tarde un hombre generoso con su sabiduría. Como él, viví fuera: me traje el afecto de colegas españoles, suecas, holandeses, ticas… que simpatizaban con la socialdemocracia.

Así llegué hasta Hermes Binner, que dedicó tiempo para escucharme y explicarme con llaneza. Esa tarde me sentí parte de algo colectivo más allá de generaciones y países, que en la Argentina hoy cumple 125 años. Al escucharlo se me mezclaron sensaciones e ideas: las charlas del abuelo, la ética de Della Santa, la sabiduría de Chediak, el afecto por amigues con los mismos valores en sus países.

Esta, como muchas otras, como la del PS, es una historia en construcción.