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La huella de Miguel Lifschitz

La huella de Miguel Lifschitz

El 24 de febrero de 2021, pocos meses antes de enfermarse de Covid, Miguel Lifschitz pronunciaba una frase en una entrevista para el diario El Litoral que muchos verán hoy como una anomalía, pero quizá haya sido una de las principales guías de su militancia política: “Los dirigentes podemos esperar”.

Se refería a la vacuna que en plena pandemia estábamos esperando, priorizando el cuidado del personal de salud y de las personas de riesgo en un contexto donde ya se habían revelado algunos casos de vacunación VIP dentro del mundo político y económico nacional. Era un mensaje que lejos de encubrir algún tipo de especulación, revelaba, casi al pasar, su verdadera esencia.

Estábamos frente a un hombre justo, un hombre coherente con sus ideas, que entendía que saltarse la fila y acceder a una vacuna producto de un privilegio era también romper con un contrato social. Y hoy, a tres años de su partida, esas palabras cobran más vigencia que nunca frente a la profunda crisis de representación que atraviesa nuestro país. Por eso, es necesario recordarlas y revalorizarlas porque no sólo hablan de su ética y de su compromiso político y social, también hablan de la responsabilidad que implica todo liderazgo que siempre debe velar por el conjunto de la sociedad.

MESIANISMOS PERVERSOS

Algo que parece tan sencillo y lógico, desafortunadamente, no lo es. Cada vez son más frecuentes los liderazgos políticos de “memoria corta” que se desembarazan de la soberanía popular una vez elegidos y terminan provocando, electores “golondrina”, que mutan de elección en elección y presentan identidades políticas más volátiles, porque no se sienten verdaderamente representados.

Este fenómeno, que es transversal a toda nuestra sociedad, está provocando la atomización ciudadana. La emergencia de individuos que al sentirse defraudados por sus representantes terminan recluyéndose al ámbito privado, devenidos en meros receptores de las decisiones estatales, en lugar de participar de forma activa en la esfera pública para transformar la realidad que los aqueja.

Cada vez son más frecuentes los liderazgos políticos de “memoria corta” que se desembarazan de la soberanía popular una vez elegidos y terminan provocando, electores “golondrina”, que mutan de elección en elección y presentan identidades políticas más volátiles, porque no se sienten verdaderamente representados.

No es casual, que emerjan con más frecuencia los outsiders, que han sabido canalizar este descontento no sólo a nivel local y regional, sino también a escala nacional y hasta mundial. Los hechos reflejan que no son la solución; solamente ayudan a agravar el panorama político, económico y social provocando peligrosas situaciones de inestabilidad. Por eso, se vuelve indispensable que reflexionemos sobre los cambios profundos que se están produciendo, para poder impulsar ideas superadoras que contribuyan a la reconstrucción de un modelo nacional que acabe con las fallas estructurales en nuestro país.

EDIFICAR NUESTRO FUTURO

A más de cuarenta años de la recuperación democrática, Argentina avanza sin rumbo, sin bases mínimas para el desarrollo económico y social. Nuevamente desde el poder se desprecia a las instituciones democráticas y se instalan en forma recurrente dispositivos que buscan anular el debate público. Esto no hace más que exacerbar los particularismos políticos y profundizar las ya rampantes desigualdades económicas y sociales que después de la larga década de estancamiento económico se han profundizado.

No deja de ser perverso y hasta cínico que en un país donde la pobreza alcanza al 51,5% de la población (más de 24 millones de personas) se instale un discurso meritocrático afirmando que las desigualdades son justas porque todos tenemos las mismas oportunidades de acceder al mercado y a la propiedad. Según este relato dominante, una persona que vive bajo la línea de pobreza se lo merece porque no se esforzó ni tuvo los méritos para mejorar sus condiciones económicas.

Es perverso y hasta cínico que en un país donde la pobreza alcanza al 51,5% de la población (más de 24 millones de personas) se instale un discurso meritocrático afirmando que las desigualdades son justas porque todos tenemos las mismas oportunidades de acceder al mercado y a la propiedad.

¿Acaso un niño o una niña que nace en la pobreza (7 de cada 10 niños lo hacen) tiene las mismas posibilidades de quien nace en un hogar de clase alta? La respuesta es clara: así como los ricos heredan la fortuna, los pobres heredan la pobreza y tienen grandes “oportunidades” sí, de permanecer desescolarizados, ser sometidos a trabajo infantil, aspirar a empleos precarios y hasta una esperanza de vida reducida. Porque las desigualdades son acumulativas y se retroalimentan. Sin políticas públicas que las combatan sólo podemos esperar su recrudecimiento.

UN MUNDO CADA VEZ MÁS DESIGUAL

Existen otros tipos de desigualdades, más veladas, que al decir del sociólogo francés François Dubet, están cada vez más individualizadas entre las personas de una misma posición económica; como las que se producen entre las mujeres y hombres con un mismo puesto laboral, pero con distinta remuneración o aquellas que se establecen entre trabajadores en blanco y trabajadores en negro, por mencionar sólo algunos ejemplos. Son desigualdades que también pesan en la vida cotidiana y desarman el tejido social al punto de erosionar la identificación de las personas de un mismo grupo socioeconómico, obstaculizando toda acción colectiva que pretenda combatir las desigualdades más profundas.

En este mundo cada vez más desigual donde, como señala el economista Thomas Piketty, el 1% más rico de la población mundial se apropió del 27% del crecimiento económico de los últimos cuarenta años, mientras que el 50% más pobre sólo capturó el 13%, la única igualación que existe es la que se produce hacia abajo, es decir, entre la clase media que se empobrece vertiginosamente y las clases más pauperizadas.

El 1% más rico de la población mundial se apropió del 27% del crecimiento económico de los últimos cuarenta años, mientras que el 50% más pobre sólo capturó el 13%, la única igualación que existe es la que se produce hacia abajo.

Estamos en presencia de la versión más brutal que se haya conocido del capitalismo que mientras se fortalece, los Estados se debilitan. Por eso hoy más que nunca es necesario recuperar la ética del servicio público, repensar la política como un espacio de transformación, recomponer la confianza en los partidos políticos como canalizadores de las demandas colectivas e impulsar la participación activa de los ciudadanos, revalorizando aquellos liderazgos como el de Miguel, que han sido referentes en la construcción de sociedades más justas e igualitarias y han contribuido, siguiendo esos principios, a la planificación de políticas públicas con un profundo contenido ideológico, trascendiendo distintas gestiones de gobierno.

EL LEGADO DE MIGUEL

De la historia se desprende que sólo se han logrado establecer políticas públicas de calidad cuando fueron impulsadas por dirigentes políticos como él, de convicciones profundas, al servicio del interés general y que contaron con el apoyo de las mayorías.

Vale recordar, en este sentido, aquella lucha que Miguel libró a principios de Siglo junto a su equipo de la Municipalidad de Rosario, para establecer la sede definitiva del primer Museo de la Memoria de Argentina, donde funcionaba el Comando del segundo cuerpo del Ejército. Mostrando una vez más sus convicciones y nobleza, decidió pese a ser en ese entonces el intendente de la ciudad, no dar un discurso en su inauguración en 2010, brindando una lección política, al darle el lugar correspondiente a las organizaciones de derechos humanos, decidiendo no apropiarse desde la política de algo tan sentido para el pueblo argentino.

De la historia se desprende que sólo se han logrado establecer políticas públicas de calidad cuando fueron impulsadas por dirigentes políticos como él, de convicciones profundas, al servicio del interés general y que contaron con el apoyo de las mayorías.

Como dijo alguna vez Salvador Allende: “La revolución no implica destruir, sino construir; no implica arrasar, sino edificar”. Y vaya si Miguel edificó a lo largo y ancho de su vida. Construyamos entonces a través de la participación política y el diálogo, a través del debate público, sobre los cimientos ya establecidos, reconociendo los errores para así promover iniciativas donde la ciudadanía hoy atomizada, sea parte más allá de las urnas, donde podamos pensar en un futuro más igualitario y recordemos a nuestros referentes, que impulsados por el deseo de construir un mundo mejor, nos han dejado su legado, enseñándonos la importancia de anteponer siempre lo colectivo sobre los particularismos más extremos.

Levedad y gracia

Levedad y gracia

La prestigiosa escritora y traductora María Julia De Ruschi reseña el último libro del poeta e historiador, asiduo colaborador de «La Vanguardia», Fabián Herrero. La nube es una flor que arrancó sus raíces (ediciones UNL, 2023) está signado, como ella misma nos dice, por la levedad y la gracia. 

Fabián Herrero (Santa Fe, 1965), el autor de La nube es una flor que arrancó sus raíces (ediciones UNL, 2023) es doctor en Historia, docente e investigador. Empezó a publicar poesía muy joven y cuenta con una obra numerosa, por lo general plaquettes o libros no demasiado voluminosos y una antología editada en 2020, Quien no le tiró una piedrita al mundo. Poemas, 1988-2018. Sus poemas se destacan por su diafanidad y su poder de sugerencia. Surgen de la contemplación y se ofrecen al lector como semillas de contemplación. Se ha asociado su escritura al haiku, poema breve, pincelada rica en resonancias.

Hay dos palabras que pueden darnos la clave para aproximarnos a este libro: la levedad y la gracia. Evocan la hermosura y la dicha, y también la gratuidad de esa hermosura y de esa dicha. Agregaría que, de inmediato, remito la palabra “gracia” no tanto a un concepto como a una imagen dinámica, la de las tres gracias que danzan. La de una trinidad que encierra o despliega un misterio de amor.

Decir que estos poemas son transparentes no significa en absoluto que sean de fácil comprensión. No apelan tampoco a la comprensión, sino probablemente a despertar nuestra capacidad de ensueño. Su naturaleza cristalina surge de su dinamismo. La opacidad, lo incomprensible, aparecen cuando hay resistencia al dolor y a las metamorfosis permanentes de la naturaleza. Nada más contrario a esta poesía. La flor se arranca a sí misma, no padece violencia, ella misma se ofrece a la transitoriedad de la nube, la nube que se volverá el agua que dará de beber a una nueva flor.

Decir que estos poemas son transparentes no significa en absoluto que sean de fácil comprensión. No apelan tampoco a la comprensión, sino probablemente a despertar nuestra capacidad de ensueño. Su naturaleza cristalina surge de su dinamismo.

El poeta también se “arranca” de sí mismo: “Para ver / todo el cielo, estoy quemando / mi casa”. La luz reside en lo más hondo o en el centro de todo lo que existe, y todo movimiento, incluso todo desgarramiento, no hace otra cosa sino revelarla. De distintas maneras, tanto la flor como la nube, la casa como su incendio, son signos de la fugacidad de la belleza, que es belleza en tanto fugacidad, en tanto danza. Desplegar ante nuestros ojos esta danza de la gracia, permitirnos escuchar el canto de la naturaleza, es el don de esta poesía: “Mis sueños no hablan / con nadie lo que hablan / conmigo”
Asume Fabián Herrero, de este modo, no solo el arrancarse de su historia personal, los lugares y el resplandor de la infancia, sino también da cuenta del mundo circundante: “Invierno y pobreza. Miro la noche / en todas partes. También arriba / veo muchos ojos tristes.”

La nube es una flor que arrancó sus raíces es un libro articulado en zonas, las correspondientes a la casa de la infancia, a su barrio, a su provincia natal, Santa Fe, al río. Desde la casa de la infancia con su jardín y su araucaria (casa y árbol símbolos de la madre) se inicia un proceso de desasimiento que no cancela el vínculo afectivo, sino que lo transfigura: “Hundido / en silencio. Abrazado / al cuerpo de un instante” La contemplación bendice con los valores de la intimidad todo lo que nos rodea: “En la palma / de la mano reluciente / del cielo / una nube le sonríe al sol, / y pasa”.

En su opción por lo inasible, través de una alquimia interior, cada uno de estos brevísimos poemas nos ofrece la posibilidad de un retorno a nuestro centro, una epifanía del estado edénico y una vislumbre de la noche, cuyo ojo es la luna.

Los poemas de Herrero se destacan por la justeza de su expresión y por la hondura de la experiencia que evocan. Sin duda su escritura estuvo acompañada de un proceso de perfeccionamiento espiritual cuyo fruto es una poesía cada vez más honda, transparente y mágica. La nube es una flor que arrancó sus raíces no se aparta de lo cotidiano, pero ignora su banalidad. A cada instante, en todo lugar, nos dice página a página este libro, podemos ser artífices de un milagro. Un milagro de alta poesía que reverbera como un diamante ante nuestros ojos agradecidos. Como dijo el gran poeta y humanista Arturo Marasso: “El vestigio, la multiplicidad de la tierra, el poema de concertado número, nos ponen en presencia de la actividad ordenadora, de ese deseo de perfección [que] nos lleva a penetrar en el propio ser, en lo que tiene de esencial, en una aspiración a conciliar en su totalidad nuestro mundo menor y el universo”.

(de Fabián Herrero, La nube es una flor que arrancó sus raíces)

Abre sus ramas, sus cabellos

de colores. La araucaria amanece

cantando.

 

Hermosa nube

sobre mi cabeza. Hoy seré

tu sombra.

 

Las dos fingen

bellamente. Lo que canta el viento

de primavera, mi madre

lo escribe.

 

La nube es una flor

que arrancó

sus raíces.

 

En la palma

de la mano reluciente

del cielo,

una nube le sonríe al sol,

y pasa.

 

¿También somos hermosos?

En nosotros la noche, camina envuelta

en aroma a jazmín recién cortado.

 

En su luz,

la araucaria, hermosa

Fabián Herrero, poeta e historiador.

y despeinada.

 

Invierno y pobreza. Miro la noche

en todas partes. También arriba

veo muchos ojos tristes.

 

Caminan, sin ver caer

encima, flores

de silencio.

 

La luna respira

y sonríe, como si

en su cabeza escuchara

música.

 

Parecida

a una suavidad

que cae, la luna de nadie

que floreció

un verano.

La unión de las izquierdas para hacer de España una República

La unión de las izquierdas para hacer de España una República

Eduardo Montagut repasa los acontecimientos que desencadenaron en el Pacto de San Sebastián, preludio de la Segunda República Española. 

La convergencia de los republicanos entre sí y con los socialistas para intentar traer la República a España no fue fácil por varias razones. Las divergencias entre los republicanos eran grandes y los socialistas estaban divididos en relación con una posible alianza con el republicanismo. A pesar de las dificultades terminó por cuajar el Pacto de San Sebastián.

En marzo del año 1930 apareció en Barcelona un manifiesto firmado por republicanos de izquierda como Companys, Aiguader, Botella Asensi, y de líderes obreros como Peiró, Arquer y Campalans. El manifiesto abogaba por el establecimiento de una república federal y por la aplicación de políticas sociales. Este manifiesto fue el inicio de la movilización de los republicanos en la época del gobierno Berenguer.

MOVILIZACIÓN EN LAS CALLES

En mayo de 1930 se produjo una serie de incidentes relacionados con la vuelta del exilio de Unamuno, que había sufrido la represión de Primo de Rivera. Estos incidentes fueron protagonizados por los estudiantes de la FUE (Federación Universitaria Española) con la policía, provocando que las autoridades cerrasen las casas de estudios. Eran un ejemplo de la creciente movilización social hacia un cambio político profundo, con los estudiantes ejerciendo un papel activo.

La primavera y el verano de 1930 fueron testigos de huelgas y manifestaciones. Había un claro descontento popular con una raíz económica, ya que, comenzaban a sufrirse los efectos de la crisis. Por otro lado, era evidente el intento de normalizar la vida constitucional de la monarquía. Estos factores favorecieron el desarrollo de las fuerzas políticas y sociales republicanas y obreras, que comenzaron a  organizarse y buscar la unión de sus esfuerzos, a pesar de su evidente heterogeneidad ideológica.

«Había un claro descontento popular con una raíz económica, ya que, comenzaban a sufrirse los efectos de la crisis. Por otro lado, era evidente el intento de normalizar la vida constitucional de la monarquía.»

La Alianza Republicana y el Partido Republicano Radical Socialista acordaron el 14 de mayo de 1930 la creación de un Comité conjunto que debía ponerse a trabajar para la instauración de la República en España. A este pacto se sumaron la Organización Republicana Autónoma Gallega (ORGA), recién creada y que dirigía Santiago Casares Quiroga, y la Unión Republicana Autonomista de Valencia, de Sigfrido Blanco. Por otro lado, se tendieron puentes hacia las organizaciones obreras.

REPUBLICANOS Y SOCIALISTAS UN ACUERDO POSIBLE

En el mes de julio, Azaña y Albornoz se entrevistaron con representantes socialistas, pero no se llegó a ningún acuerdo, tanto por las reticencias de un sector del socialismo hacia la alianza con fuerzas republicanas, como por la existencia de diferencias en el propio seno del republicanismo. Los republicanos se movieron mucho durante el verano para superar las dificultades y presentar un frente común entre sus filas, así la Derecha Liberal Republicana de Alcalá-Zamora y Miguel Maura se unieron al Comité. Los republicanos catalanes también se acercaron.

Las negociaciones bullían, el 17 de agosto de 1930 nació el Pacto de San Sebastián, bajo la presidencia de Felipe Siasín (Unión Republicana de San Sebastián) reunidos Manuel Azaña y Alejandro Lerroux (representantes de la Alianza Republicana), Marcelino Domingo, Álvaro Albornoz y Galarza (Partido Republicano Radical Socialista), Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura (Derecha Liberal Republicano), Santiago Casares Quiroga (ORGA), Jaume Aiguader (EstatCatalà), MaciàMallol (Acció Republicana de Catalunya), Manuel Carrasco i Formiguera (Acció Catalana), y a título personal Felipe Sánchez Román, Eduardo Ortega y Gasset e Indalecio Prieto.

«gran parte de la familia socialista era contraria a entrar en relaciones con los partidos republicanos, resucitando los viejos recelos hacia las fuerzas republicanas por el origen burgués del Partido y por la experiencia de la Conjunción Republicano-Socialista previa al golpe de Primo de Rivera.»

Los asistentes a la reunión crearon un Comité ejecutivo de la Conjunción, presidido por Alcalá-Zamora, dedicado a coordinar el movimiento revolucionario que debía conducir a la instauración de la República. Se estableció, además, la necesidad de atender las reivindicaciones autonomistas de Cataluña, y de de entablar conversaciones formales con las organizaciones obreras.

Las conversaciones con el PSOE para que se incorporara al Pacto fueron difíciles. Indalecio Prieto y Fernando de los Ríos eran afines a la conjunción con los republicanos, pero gran parte de la familia socialista era contraria a entrar en relaciones con los partidos republicanos, resucitando los viejos recelos hacia las fuerzas republicanas por el origen burgués del Partido y por la experiencia de la Conjunción Republicano-Socialista previa al golpe de Primo de Rivera. Besteiro, con mucho poder en el aparato socialista, era el principal crítico y contrario a esta alianza. Pero muy pronto los socialistas comprobaron que los republicanos eran capaces de movilizar a amplias capas de la sociedad española y eso hizo cambiar las posturas del partido y del sindicato.

UNA REVOLUCIÓN FRACASA

En consecuencia, en octubre el PSOE y la UGT se adhirieron al Pacto. En el convenio con los republicanos se estipulaba que Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos y Francisco Largo Caballero se incorporarían al Comité de la Conjunción, así como la convocatoria de una huelga general cuando se desencadenase el movimiento insurreccional. El acuerdo entre republicanos y socialistas pretendía establecer la República sobre la base de la soberanía nacional representada en una asamblea constituyente, como se hizo público en diciembre de 1930.

El acuerdo con la CNT (Confederación Nacional del Trabajo) no logró cuajar, aunque los anarcosindicalistas no pondrían reparos a la movilización republicana. Pero la huelga general no se produjo y la insurrección militar se precipitó porque los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández se sublevaron el día 12 de diciembre cuando debía haberlo hecho tres días después. La Sublevación de Jaca fue un fracaso que terminó con la vida de sus protagonistas. Algunos miembros del Comité Revolucionario fueron detenidos, mientras que otros huyeron o tuvieron que esconderse.

«la huelga general no se produjo y la insurrección militar se precipitó porque los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández se sublevaron el día 12 de diciembre cuando debía haberlo hecho tres días después.»

El fracaso del Pacto a la hora de traer la República no impediría que esta llegara unos meses después, ya que las elecciones municipales del 12 de abril se convirtieron en un plebiscito sobre la Monarquía. Cuando se supo que las candidaturas republicano-socialistas habían ganado en las capitales de provincias, el Comité Revolucionario hizo público su propósito de actuar con “energía y presteza” para implantar la República

Opciones y oportunidades ante la crisis: cuando los caminos se bifurcan

Opciones y oportunidades ante la crisis: cuando los caminos se bifurcan

Islandia, inicialmente próspera, enfrentó una crisis económica profunda que llevó a la devaluación y la recesión. La corrupción política y la crisis financiera empeoraron la situación. A pesar de los recursos naturales y las inversiones en criptomonedas, la mejora económica fue desigual y la calidad de vida disminuyó. La crisis presentó oportunidades para el cambio, pero también riesgos de estancamiento y desigualdad. Una dilema con moraleja para la Argentina.

La sociedad consideraba a los hombres de negocios como héroes, se pensaba un futuro promisorio. Al poco tiempo llegó la crisis, afectando al país en cuestión de manera profunda. La caída del producto bruto interno (PBI) resultó de las más pronunciadas, mientras vastos sectores de la población perdían sus trabajo y ahorros, muchos cayeron en la pobreza. 

La crisis que afectó al país en cuestión indujo una fuerte devaluación que profundizó aún más la recesión, mientras crecía la inflación el sector financiero se hallaba fuertemente comprometido. La gravedad de la situación obligó al gobierno a recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI).

En el país en cuestión la reputación de la clase política resultó fuertemente afectada, los partidos políticos tradicionales, que hasta dicho momento habían dominado el escenario político, resultaron fuertemente desprestigiados. En los titulares de los principales medios periodísticos abundaban las denuncias de corrupción, se ventilaban los negociados de políticos y empresarios, o empresarios devenidos en políticos, saltaban datos de sus cuentas en los principales paraísos fiscales. 

El país en cuestión, afortunadamente, se hallaba bendecido de recursos naturales. Producía alimentos y energía a precios competitivos. Esto último atrajo inversiones en “minería de criptomonedas”, actividad electro-intensiva. La crisis imponía una mayor explotación de los recursos naturales, para la dirigencia ello representaba la alternativa más rápida para obtener divisas y sortear la falta de fondos que mostraba la situación. A menudo se suscribió nueva deuda para dinamizar el nuevo sector, la historia sin fin. 

Fruto de la devaluación, la posición externa del país en cuestión mejoró rápidamente. Pero no tanto. La mejora económica resultaba desigual, la caída en la calidad de vida seguía perjudicando a numerosas familias.

El país en cuestión es considerado “pequeño”, tal la calificación brindada por los manuales de economía internacional. Tal situación describe la imposibilidad de influir sobre la dinámica de los mercados internacionales, supongamos de energía o alimentos. El mismo manual plantea mercados globales operando en un marco competitivo. Las ventajas competitivas, al decir de David Ricardo, dinamizan el comercio al tiempo que garantizan el bienestar de los pueblos.

Aquellos que avanzaron lo hicieron a partir de recrear nuevas habilidades, generar ventajas dinámicas donde el Estado juega un rol preponderante, sea regulando bien promoviendo la “salida global” de sus empresas. Pensemos aquí en los aportes teóricos de Paul Krugman, o en las contribuciones empíricas de Alice Amsden, Ha-Joon Chang o Justin Lin.

Éste no es el ámbito para analizar la validez de esta teoría, aunque convendría observar visiones de economía internacional más recientes para así, por caso, comprender el éxito exportador de Japón, Corea del Sur o China. Aquellos que avanzaron lo hicieron a partir de recrear nuevas habilidades, generar ventajas dinámicas donde el Estado juega un rol preponderante, sea regulando bien promoviendo la “salida global” de sus empresas. Pensemos aquí en los aportes teóricos de Paul Krugman, o en las contribuciones empíricas de Alice Amsden, Ha-Joon Chang o Justin Lin.

Dejemos aquí el debate académico, cambiemos el ángulo de análisis.

Si en la década de los noventa la globalización cegó a los hacedores de política de la verdad revelada detrás del “milagro asiático”, veinte años más tarde el ascenso de China le mostraría su plena validez. Adentrado el siglo XXI, sin embargo, la geopolítica devendrá la visión preponderante de la economía global. Comercio e inversiones se ven interpeladas por nuevas aproximaciones. Las políticas de industrialización ya no están cuestionadas, hasta el propio Fondo las promueve. También acepta la conveniencia de introducir medidas macro-prudenciales para evitar los excesos que a menudo provoca la globalización financiera, una versión edulcorada de los controles de capitales vigentes en la posguerra.  

PUNTOS DE QUIEBRE EN LAS CRISIS

Es momento donde los caminos se bifurcan, se descubren alternativas. Las historias nos presentan lecciones. Las crisis cuestionan, implican el devenir de momentos críticos, puntos de quiebre, reflejan un camino plagado de riesgos, pero también de oportunidades. Y, como manejando en una ruta, observamos múltiples señales. Algunas salidas pueden conducirnos al estancamiento, terminar implementando un programa de “ajuste perpetuo” en beneficio de la minoría. Pero si elegimos convenientemente, la ruta puede conducirnos a un futuro más justo, más inclusivo. Cuando se presenta la bifurcación se relajan, momentáneamente, las restricciones políticas habituales. Estamos frente a un momento crítico, fundacional, que brinda la oportunidad para un profundo cambios en la organización social, en la protección ambiental. 

Atravesar un momento crítico, sin embargo, no necesariamente nos lleva al cambio transformador. Algunas coyunturas refuerzan el modelo preexistente. Tal es el caso de Argentina, la tierra de las grandes oportunidades a menudo desperdiciadas. El faro cultural de América Latina, hoy gobernado por la extrema derecha que se disfraza de liberal, pero actúa de manera poco republicana.

Si elegimos convenientemente, la ruta puede conducirnos a un futuro más justo, más inclusivo. Cuando se presenta la bifurcación se relajan, momentáneamente, las restricciones políticas habituales. Estamos frente a un momento crítico, fundacional, que brinda la oportunidad para un profundo cambios en la organización social, en la protección ambiental. 

De crisis en crisis desde los 70’s, la sociedad argentina no logró superar el modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI), pese a los límites que éste mostraba. Con la apertura financiera se terminó frustrando cualquier intento de crecimiento con inclusión, toda política que intente minimizar la volatilidad que acompaña a la libre movilidad de capitales resulta ampliamente resistida. Toda herramienta que tienda a controlar los movimientos financieros transfronterizos resulta fuertemente cuestionada. Para las élites, todo resuena a keynesianismo

El país se caracteriza también por la prevalencia de un consenso extractivo, ayer auspiciado por gobiernos neoliberales o neo-desarrollistas, hoy instrumentado por el gobierno de extrema derecha y los mandatarios provinciales. Solo es posible salir de la crisis en cuestión a partir de los recursos, uno de los puntos centrales del gran “Acuerdo de Mayo” propuesto por Javier Milei. Ello implica, entre otras cosas, no desaprovechar la oportunidad que brinda Vaca Muerta. Aprovechándose de diversas ventajas impositivas, así como de amplios subsidios, en Zapala, localidad de la provincia del Neuquén, la energía eléctrica resulta extremadamente barata. Al menos para aquellos empresarios dedicados al minado de criptomonedas, actividad que describen como motor de desarrollo – obviamente, con escaso recelo por sus efectos sobre el medio ambiente.   

Si queremos arreglar la situación del país de manera definitiva, no queda otra que el ajuste y la degradación del medio ambiente. Aunque la austeridad castiga a muchos y beneficia a unos pocos. Pensemos sino cuales son los sectores que ganaron y perdieron después de 100 días de La Libertad Avanza en el poder. Los salarios se pulverizan, las pensiones se licuan, aumentan los despidos, se cierran dependencias públicas. Se propone eliminar las excepciones a la ley de glaciares, avanzar con el extractivismo a toda costa.

Mientras tanto, aumentan las prepagas, los servicios públicos devienen impagables, el aumento en los combustibles brinda ganancias extraordinarias a las petroleras, el sector financiero florece mientras las reservas de litio se regalan al mejor postor. Y así más. Libertad para los capitales. Libertad para contaminar el medio ambiente. Para las élites, el juego es a todo o nada. En nombre del mercado se justifica, con crueldad, los costos que generan las medidas, las mayorías sufren mientras el círculo rojo festeja.

Afortunadamente, abundan los ejemplos de crisis económicas profundas que devinieron en oportunidades. Tal es el caso de Islandia. Un país pequeño, tanto en lo poblacional como en lo económico, ciertamente mucho menos relevante que Argentina en el contexto internacional. 

Expuesto como modelo por su nivel de integración financiera y apertura económica, este país resultó fuertemente expuesto por la crisis financiera global (CFG) del 2008. La crisis fue total, a la abrupta caída en el nivel de actividad sumó el colapso del sistema financiero: los tres principales bancos se declararon en quiebra. Al momento de la CFG, los activos combinados de estos bancos representaban 14 veces más que el PBI de Islandia. Los inversores olían sangre, particularmente aquellos asentados en Gran Bretaña – recordemos que estas entidades financieras captaron gran parte de sus depósitos en la plaza financiera de Londres. Pero las autoridades lograron un acuerdo histórico con el Fondo, que reconoció la necesidad de reintroducir el control a los capitales transfronterizos. 

En el acuerdo stand by (ASB) firmado a fines del 2008 Islandia acordó con el Fondo introducir medidas de control de capitales, cuya permanencia se estimaba en un semestre. Pero fue en 2017 cuando estas medidas comienzaron a ser revertidas, aunque parcialmente: el control perduró hasta 2021. Al mismo tiempo, el gobierno introdujo una serie de regulaciones destinadas a preservar la estabilidad del sistema financiero doméstico. Le permitió a las autoridades de la isla estabilizar el tipo de cambio, reprogramar su deuda al tiempo que diversificaron la economía.

ISLANDIA SI PUDO

El recambio político, por otra parte, permitió a Katrín Jakobsdóttir acceder en 2017 al poder. A partir de ese momento, la Primera Ministra, parte de la coalición de izquierda – verde, comenzó a implementar una serie de medidas políticas transformadoras. Pero fue la pandemia primero, la invasión de Ucrania después, lo que terminó de moldear una nueva visión.

Ante la irrupción de nuevos eventos críticos, y el agravamiento de la crisis geopolítica, Jakobsdóttir decidió prohibir la minería de criptomonedas, actividad que consumía más electricidad que la totalidad de la población de la isla. Al mismo tiempo, el gobierno introducía un programa agrícola destinado a fortalecer la seguridad alimentaria tanto como aquella de corte energético. Tal decisión no resulta aislada. Este tipo de política fue central en numerosos países de Asia, vital para China o India. Tras la invasión de Crimea en 2014, también la UE comenzó a reconocer la necesidad de este tipo de medidas. La escalada de Rusia fortaleció esta política. 

Hasta aquí las lecciones del país en cuestión, una historia abierta a finales diversos. Uno distópico, que privilegia la rentabilidad de unos pocos a costa del sacrificio de la mayoría tanto como la denigración del medio ambiente. La pobreza que corroe el tejido social de una Argentina que supo iluminar culturalmente a la región. Una crisis de biodiversidad que se oculta, tanto como se niega el cambio climático. Otro promisorio, que resalta la búsqueda de un futuro inclusivo y sostenible. Donde la ética sustentó el diseño de políticas públicas, planificar medidas para evitar las hambrunas del mañana o garantizar el calefaccionamiento de los hogares.

Escapa a este artículo destacar que nos depara el futuro. Lo único que puede asegurarse es la imposibilidad de volver al pasado. A veces, la libertad atrasa. 

Ni capital ni humano:  alegato en favor de la política social

Ni capital ni humano:  alegato en favor de la política social

Las ideas del capital humano no solucionarán los graves problemas sociales de la Argentina. Su propósito de reponer capacidades en los individuos no contempla la complejidad de la crisis. Hay que fortalecer las instituciones universales y revisar los servicios e instrumentos de la política social. Y discutir el sentido común imperante que impugna la legitimidad de lo público.

Empiezo por el final. Lejos de la mirada oficial –que parece imponerse en el debate público- Argentina necesita más y mejor política social. En plural, es decir, programas asistenciales de calidad y sectores robustecidos y articulados– en educación, vivienda, hábitat, ambiente, salud, transporte-. Y en singular, esto es, una línea de intervención integral basada en buenos diagnósticos y evaluación de resultados, orientada por ideas sólidas y objetivos éticos y sostenida por acuerdos amplios y voluntad política entre los gobiernos de todos los niveles. Una política social que descargue de las espaldas de las personas la responsabilidad permanente de sostener la vida, en otras palabras, que alivie los peregrinajes por la atención de la salud, por la gestión de la comida cotidiana y por la generación de ingresos miserables a sísifos desesperados y agotados que deambulan en el medio de la devastación general.

Pero el país de hoy parece dirigirse en sentido contrario. Al tiempo que la cuestión social se presenta ingobernable con niveles de pobreza inéditos y creciendo (57% de los argentinos son pobres según estima el Observatorio de la Deuda Social de la UCA), las instituciones, programas, instrumentos y financiamiento de la política social son fuertemente cuestionados desde la nueva administración. A cambio, el flamante gobierno propone una filosofía del “capital humano”, que mira de frente y fijo a los individuos y apuesta a regenerar sus capacidades como método para salir de la pobreza. Esta filosofía, hay que reconocerlo, ha sido legitimada en las urnas por buena parte de la sociedad argentina, en gran medida -según coinciden politólogos, sociólogos y antropólogos- fruto del hartazgo respecto de las promesas incumplidas y de las presiones fiscales del Estado, que se ha traducido en una impugnación global al gasto social y a todo lo que huela a público.     

En estas líneas quiero conversar con estas dos ideas. La del capital humano como respuesta de política a la cuestión social y la de la repulsión al Estado y a lo público que parece imponerse en el sentido común. En especial, me interesa reflexionar sobre lo que implica este tiempo detenido y cuestionado de la política social, de cara a nuestra tradición igualitarista y a las gravísimas fracturas que reclaman soluciones urgentes.

 

¿HAY ALGO NUEVO EN LO QUE PROPONE EL CAPITAL HUMANO? 

El giro a la ultraderecha que vive el país con la asunción de Milei no hace sino volver a echar un nuevo manto de oscuridad a la política social, que parodia al que denunciaban Rubén Lo Vuolo y Alberto Barbeito en tiempos de las reformas neoliberales de los años noventa. Uno en el que la mano izquierda del Estado al decir de Bourdieu (la que cuida la vida y ciertos niveles de integración aceptables) parece maniatada y solo autorizada a moverse para digitar ayudas puntuales que permitan que los individuos recuperen ambición y salgan a correr en el juego de la vida. 

«Nosotros les vamos a enseñar a pescar, a construir la caña de pescar y si es posible a que tengan una empresa de pesca y sean libres», sostuvo Milei en la campaña presidencial, pero por ahora solo atinó a detener la máquina gastada del bienestar, suspendiendo todo proceso de política pública en la búsqueda del déficit cero.

La matriz conceptual del “capital humano”, en la que se basa la nueva gestión de lo social, sostiene que la herramienta fundamental para enfrentar el problema de la pobreza consiste en reponer activos educativos en los individuos con el objeto de que se reinserten en el mercado laboral, reduciendo al mínimo toda intervención estatal en otros campos del bienestar por considerarla disruptiva, cara e innecesaria. Y hasta injusta, en tanto cualquier forma de gasto social, cualquier movimiento de redistribución de los ingresos de la sociedad, se desvincula del mérito y el esfuerzo de los individuos para regirse por una lógica de reparto, discrecional y espuria, a quienes no lo merecen por no haberse empeñado suficientemente en no ser pobres.  

Esta parece ser la apuesta del nuevo ministerio de Capital Humano, cuyo objetivo explícito es llevar a la política social a la definición más minimalista posible: atender a las personas que “tienen hambre” y que estén en situaciones de extrema vulnerabilidad. Rebajar el estatus de los ministerios de Trabajo, Educación, Desarrollo Urbano y Vivienda, Cultura, Ambiente, entre otros, al rango de secretarías, dejar en suspenso la designación de direcciones clave, que quedan sin firma, tomarse un tiempo para examinar la implementación de programas que atienden necesidades extremas (v.g. medicamentos, becas) dejando a la intemperie a conjuntos sociales muy vulnerables, o interrumpir partidas alimentarias a los comedores comunitarios, no son meras externalidades negativas. Son síntomas de la estrategia.

«Es cuanto menos ingenuo pensar que se pueden reponer activos mágicamente en poblaciones que desde hace décadas vienen acumulando desventajas, sepultando sus expectativas y viendo lacerada su subjetividad».

Pues bien, quienes nos dedicamos a estudiar y a producir políticas sociales sabemos que este enfoque supone una fatal regresión en la visión de la pobreza, que ha sido rebatida conceptualmente y que además tiene costos sociales muy altos. Y que desarmar por completo la institucionalidad de la intervención social del Estado, por considerarla corrupta o ineficiente, no resolverá en absoluto el problema. En primer lugar, porque la idea opera a partir del establecimiento de una suerte de línea de base (un punto cero de intervención) –“los pobres”– desconociendo que se dirige a grupos sociales amplísimos y diversos que vienen sufriendo marginaciones y el deterioro de su calidad de vida desde hace mucho tiempo. Ninguna política pública puede desconocer la variable “tiempo” en sus apuestas. La política social del capital humano, tampoco. Y es cuanto menos ingenuo pensar que se pueden reponer activos mágicamente en poblaciones que desde hace décadas vienen acumulando desventajas, sepultando sus expectativas y viendo lacerada su subjetividad.

 En segundo lugar, el “capital humano” desconoce y cuestiona cualquier forma de organización colectiva de la reproducción de la vida, lo que va a contramano de lo que está ocurriendo en el mundo (también en los países desarrollados) que avanza hacia el fomento de formas de economía mixta, donde los emprendimientos sociales y las cooperativas conviven con el empleo formal privado y el del sector público y están generando ingresos que no solo ponen paños fríos a la pobreza e indigencia sino que generan valor y nuevas formas de sociabilidad e identidad.

«En el caso argentino, específicamente, los programas sociales compensatorios de los tempranos ‘90 y a hasta pasada la crisis del 2001 descansaron en esta idea de que era necesario reponer capitales faltantes en los individuos y que de la sumatoria de esas micro intervenciones astilladas (de capacitación, de empleo comunitario, alimentarias, habitacionales, sanitarias), derivadas del gerenciamiento de la pobreza, emanaría un desarrollo social nuevo».

 En tercer término, el “capital humano”, pregonado como una alternativa novedosa, viene de lejos (por lo menos de la década del ‘60 cuando Gary Becker publicó el libro homónimo) y comparte con otras perspectivas liberales de la pobreza, como la economía del bienestar, una vieja idea: que el problema deriva de las características y las actitudes de los pobres y la solución, también. Este argumento, con matices, tuvo una vasta trayectoria de aplicación en América Latina tras el llamado Consenso de Washington y ha mostrado importantes limitaciones. En el caso argentino, específicamente, los programas sociales compensatorios de los tempranos ‘90 y a hasta pasada la crisis del 2001 descansaron en esta idea de que era necesario reponer capitales faltantes en los individuos y que de la sumatoria de esas micro intervenciones astilladas (de capacitación, de empleo comunitario, alimentarias, habitacionales, sanitarias), derivadas del gerenciamiento de la pobreza, emanaría un desarrollo social nuevo.

Pero no ocurrió. Con los años ha quedado demostrado que la pobreza derivada de la crisis del empleo formal, el crecimiento exponencial de la marginalidad urbana y la territorialización de la cuestión social reclama ser comprendida e intervenida en su multidimensionalidad. De hecho, la gestión de los programas sociales luego de la crisis del 2001 –con el Jefes de Hogar Desocupados operando como bisagra- intentó reorientarse hacia una lógica integral, con la idea de que la sumatoria de proyectos focalizados no resolvía el problema. Los organismos multilaterales no sólo apoyaron este nuevo giro, sino que lo promovieron con programas socio productivos y de mejoramiento barrial. 

Así, desde la postconvertibilidad la política social inició un proceso de “des-asistencialización” –ciertamente más rápido en el discurso que en los hechos- en el que lógica de la intervención social del Estado reemplazó la compensación de activos por la generación de redes seguridad de ingresos que impidieran a la población caer en la pobreza. Así, por ejemplo, los programas de transferencias monetarias condicionadas de base familiar exigían ya no la contraprestación en forma de trabajo sino el cumplimiento de compromisos de atención de la salud y escolarización de los hijos. A la par, comenzaron a reconocerse, como parte de las alternativas de reproducción de la vida para los trabajadores expulsados del mercado laboral formal, a las iniciativas de economía asociativa comunitaria vinculadas a la economía social, las que contaban – entre otras cosas- con una memoria reciente de experiencias colectivas para resolver el hambre tales como las ollas populares de 1989 y los clubes del trueque de 2001. 

«Con los años ha quedado demostrado que la pobreza derivada de la crisis del empleo formal, el crecimiento exponencial de la marginalidad urbana y la territorialización de la cuestión social reclama ser comprendida e intervenida en su multidimensionalidad».

Más allá de los debates sobre si los programas de esta nueva era lograban o no sus objetivos de inclusión social y dinamizaban formas autosustentables y respetuosas de los procesos cooperativos, programas como Familias por la Inclusión Social, Argentina Trabaja o Ellas hacen y luego la AUH, contribuían a desindividualizar relativamente el problema de reproducción de la vida y a poner al Estado –es decir a la sociedad en su conjunto- como responsable del asunto de la reproducción social.  

Desde entonces a esta parte, el debate de la política social se trenzó en torno a: si ese nuevo paradigma con tendencia a la cobertura universal de los beneficiarios era en verdad universal o si, por el contrario, persistían profundas brechas de bienestar entre los trabajadores formales (y sus familias) y la población marginalizada a la que le llegaban protecciones de segunda categoría, atadas a condicionalidades y la disponibilidad presupuestaria. También se puso en el foco de la discusión la articulación de las exigencias de cumplimiento de condicionalidades sanitarias y educativas con la calidad y oportunidad en el acceso de los beneficiarios a esos servicios sociales en el territorio. 

En esas estábamos hasta que, en la pandemia, aprovechando el envión que activó el megaoperativo de inscripción y pago del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), se alzaron argumentos en favor de crear un ingreso universal que surgiera de la fusión de los programas sociales en un sistema general de protección que tendiera a no discriminar por estatus de ciudadanía laboral.  Los partidarios de esta idea basaban sus posiciones en el imaginario de la renta básica presente en la discusión de los países desarrollados, que sostiene que conviene elevar el piso de las condiciones de vida a un nivel digno para construir sociedades libres de violencias y más justas. 

En el libro La sociedad argentina en la post pandemia, Agustín Salvia, Jésica Plá y Santiago Poy sostienen que el COVID 19 causó estragos socio económicos acentuando los desequilibrios sociolaborales preexistentes y la severidad de la marginalidad y la pobreza. En particular, que los sistemas de protección agravaron la brecha histórica en la calidad del bienestar entre trabajadores formales e informales, así como la de género entre trabajo remunerado y no remunerado, y la territorial, ya que la población se empobreció de forma selectiva según su vulnerabilidad y lugar de vida. También llamaban la atención sobre otras posibles consecuencias de esos estragos, al preguntarse por el efecto disruptivo que tales procesos de exclusión de largo aliento podrían tener sobre el orden político.

Hacia finales del 2023, la sociedad parece haber respondido a esa pregunta.  El triunfo de Milei da cuenta de cierta expresión de hartazgo del Estado y de todo lo que rememore la promesa redistributiva que constituye el alma del Estado de bienestar. Sectores que no quieren más “mentiras” y sectores que no quieren más impuestos y presiones. De este fenómeno dan cuenta diversos análisis que vieron la luz en las últimas semanas, que revelan cómo este hartazgo se venía gestando en el humor social en los últimos años fundamentalmente entre los jóvenes. En ese contexto, como sostiene Pablo Semán en el libro Está entre nosotros, Milei sería la estructura argumental de acogida de ese clamor. Ni más ni menos.

 

LA CRISIS DE LA PROMESA REDISTRIBUTIVA  

Siguiendo a Hannah Arendt, los politólogos solemos decir que la política es la promesa que nos hacemos como sociedad para aspirar a vivir juntos y en libertad. Esa promesa, agrego yo, está hecha de palabras y de tiempo. La política social tiene en efecto el poder de crear o destruir el tiempo de la vida de las personas y de las sociedades. Por ejemplo, produce tiempo cuando invierte en instituciones que cuidan a las infancias mientras los padres trabajan, cuando despliega una oferta recreativa en contextos de extremas carencias y permite el esparcimiento de familias que se dedican de sol a sol a conseguir dinero para sobrevivir, o cuando extiende el horario de atención en un centro de salud barrial y articula una derivación al hospital. Restringe o destruye tiempo, cuando posterga la obra pública una y otra vez, cuando no contrarresta el deterioro de los bienes públicos, cuando incumple y hace imprevisible el horario del transporte. 

«Reciclemos lo que entendemos hoy por lo público, ya que no puede seguir teñido de los viejos colores del Estado de bienestar (con su carga de control social, conservadurismo, uniformización y familiarización) sino que debe contener a las diversidades de la vida contemporánea: etarias, de géneros, de minorías, territoriales y culturales»

En cuanto a las palabras, el Estado social hizo de un tipo de promesa su núcleo de sentido: la redistribución del ingreso. Con matices importantes en los países occidentales –según fuera el volumen del gasto socialmente aceptado y sus matrices políticas- se desplegaron ciertos servicios y programas en calidad de “derechos” que permitieron a la ciudadanía resolver la reproducción de sus vidas con relativa independencia de su condición de clase. Pero, sobre todo, lograron modular las expectativas de ascenso social a eso que Robert Castel llamó “principio de satisfacción diferida”. Esto es: personas que postergaban consumos, ingresos o ascensos (y los enojos asociados) porque sabían que en el futuro ellos o sus hijos los alcanzarían.  

Setenta años después, vale hacerse la pregunta: ¿lo ha logrado? ¿Ha sido el Estado de bienestar relativamente exitoso en contrarrestar los efectos devastadores de la acumulación sobre la vida de las personas y las sociedades?  ¿Han podido los derechos sociales –gestados en ese clima de época- proteger a los trabajadores y a los pobres e inmunizarlos frente a las desigualdades de clase incluyéndolos en una categoría de ciudadanos universales?  La respuesta es: solo en parte, y en tiempos e intensidades diversas. En países donde esos derechos de desmercantilización de las necesidades estuvieron relativamente garantizados, como en las socialdemocracias del norte de Europa, las sociedades lograron ser más igualitarias, menos violentas, culturalmente más diversas y amables. Por su parte, en América Latina las instituciones de bienestar tuvieron una efectividad más limitada y la protección social fue siempre fragmentada, dado nuestro mercado de trabajo estructuralmente informal y heterogéneo. La informalidad y luego la marginalidad lisa y llana puso en jaque desde el inicio mismo de las cosas a la promesa de redistribución. No obstante, el horizonte de la ampliación de coberturas de beneficiarios y la gestación de nuevos derechos (ambientales, de género) renovó la fuerza de dicha promesa, aunque más no sea como ideal regulador. 

Los acontecimientos recientes parecen indicar que aún ese hilo de esperanza se ha desvanecido. La impaciencia social cuestiona el tiempo y desacredita la palabra de esa promesa y nada parece ya esperarse del Estado y sus intervenciones. Pero aun asumiendo el fin de la legitimidad de la promesa redistributiva ¿es la respuesta desentenderse por completo de la reproducción social, dejando a los mecanismos de explotación y acumulación librados a su suerte y a los individuos solos, pescando en un océano oscuro y revuelto? 

 

REPENSANDO LA POLÍTICA SOCIAL PARA UN NUEVO TIEMPO

Deslegitimada la redistribución y frente a una ciudadanía impaciente, la política social necesita a la vez revisar su promesa y mejorar sus intervenciones. Para lo primero, es necesario discutir el sentido común que se está instalando con fuerza en la Argentina de esta hora: aquél que sostiene que el gasto, servicios y programas deben ser desarmados por completo, diseccionados, examinados y desactivados por estar en contra de los individuos y de la libertad. Un sentido común que cuestiona in toto a los derechos sociales, por considerarlo el lastre de costosas e ineficientes estructuras colectivas de compromisos, y sobre todo, un terreno ideológicamente cuestionado. 

En La rebelión del coro, un libro formidable, José Nun nos ofrece una clave para dar la discusión. Según este autor – leyendo a Sorel- en tanto conocimiento de los legos, el sentido común no tiene que ver especialmente con la verdad. Es más bien el lugar donde se producen las visiones del mundo y las ideas. “En el que las fórmulas son verdaderas y falsas, reales y simbólicas, excelentes en un sentido y absurdas en otro: todo depende del uso que uno haga de ellas.” Una suerte de caldo de cultivo cultural. Y la política navega y se alimenta de esa ebullición y cristaliza sentidos que salen a pelear su legitimación social. 

«Repensemos y actualicemos las ideas e instrumentos con las que opera la política pública, atentos a la extrema complejidad de la actual cuestión social y a su nueva estructura de necesidades».

No obstante, sabemos que la hegemonía nunca es total, sino que tiene un carácter incompleto y los elementos culturales de los que se nutre el sentido común pueden ser articulados de modos renovados, destejerse y tejerse nuevamente. De esta manera, si algo anda mal con la igualdad y con la redistribución, las razones deben buscarse en ese acervo experiencial y de lenguaje, que no es ni verdadero ni falso. Y a continuación proponerse un sentido emergente, una nueva rearticulación.  

Atento a ello, propongo dar la discusión en por lo menos tres planos. En primer lugar, que reciclemos lo que entendemos hoy por lo público, ya que no puede seguir teñido de los viejos colores del Estado de bienestar (con su carga de control social, conservadurismo, uniformización y familiarización) sino que debe contener a las diversidades de la vida contemporánea: etarias, de géneros, de minorías, territoriales y culturales

En segundo lugar, que repensemos y actualicemos las ideas e instrumentos con las que opera la política pública, atentos a la extrema complejidad de la actual cuestión social y a su nueva estructura de necesidades. Por ejemplo, es estéril insistir sin más en la implementación de capacitaciones laborales tendientes a mejorar la empleabilidad para los jóvenes, como si éstos fueran los tradicionales desempleados de la sociedad salarial. Porque la población juvenil en países como el nuestro se ha forjado en contextos de pobreza y relegación y en contextos familiares atravesados por una historia de desafiliación. Así, no funcionará ningún programa social que no contemple que esos jóvenes y adolescentes ya son padres y que para asistir a esas capacitaciones necesitan estructuras de cuidado para sus hijos. Tampoco obtendrán resultados, si no resuelven adecuadamente sus necesidades en salud y de reconocimiento, en sentido amplio. Lo mismo pasará con las propuestas de reinserción educativa para infancias y preadolescencias, si no atienden que éstas suelen estar ocupadas cuidando a hermanitos menores en hogares con profundas carencias. En suma, entre otras tantas cosas, es urgente que la política transversalice la perspectiva de cuidados en todas sus intervenciones. 

En tercer término, la política social debería abandonar esa suerte de “unitarismo” que parece excluyente a la hora de pensar la protección social. Si bien está claro que en países como la Argentina los sistemas de protección dependen de la gestión y el financiamiento de organismos nacionales, es necesario alentar un bienestar producido y gestionado a múltiples escalas.  En efecto, los gobiernos subnacionales, y especialmente los locales, además de pelear por un financiamiento suficiente y justo, deben asumir un renovado protagonismo. Ello implica volver a discutir y a operar sobre la calidad de las relaciones intergubernamentales y de los procesos que apuntan a la intersectorialidad en la gestión de políticas para poder avanzar en la perspectiva de un bienestar de proximidad. Los gobiernos de ciudades intermedias y pequeñas, por ejemplo, pueden mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos propiciando la generación de espacios de comercialización de cercanía, asociativa y agroecológica o estimular procesos cooperativos multiactorales que integren al sector público, privado y popular, para la producción de servicios en distintos campos, o gobernar la movilidad urbana bajo otros parámetros social y ambientalmente más justos. 

«La política social debería abandonar esa suerte de “unitarismo” que parece excluyente a la hora de pensar la protección social».

Me reservo para el final lo que creo más importante. Las instituciones de la política social (en un sentido bien amplio y si así lo quieren quienes las gobiernan) contribuyen a producir la vida de las personas creando soportes cruciales, alentando la generación de subjetividades con expectativas y ciudadanías robustas. Operan como una suerte de argamasa que nos hace ser sociedad y no meros “humanos” dispersos en un espacio y siguiendo las reglas bestiales de la horda primitiva. Por ello, políticos, dirigentes, comunicadores, referentes, profesionales y educadores, tenemos que defender y mejorar ese entramado, discutir con el modelo económico y cultural que parece imponerse y validar en la conversación pública la importancia capital de la buena política social.  Aquí y ahora.

Una mirada a la coyuntura: 60 días de locos, un gobierno para pocos

Una mirada a la coyuntura: 60 días de locos, un gobierno para pocos

La gestión frenética de Milei genera caos y beneficios para algunos. La inflación persiste, se prevé devaluación y el gobierno promete un ajuste ambicioso. El FMI alienta la desregulación, debilitando el control ambiental. Los recortes y el DNU empobrecen a la población.

Nicolás Posse, Luis Caputo y Javier Milei.

Han pasado poco más de dos meses de la asunción de Javier Milei, aunque el ritmo frenético que ha evidenciado su gestión parecería afirmar que el tiempo que ha pasado resulta mucho mayor. Quizás estemos viviendo una nueva temporalidad, tal como aquellos que miden en siete los años de vida de los perros por cada año vivido por su dueño. Pero bajo el gobierno de las fuerzas del cielo, los consejos de Conan tardan en llegar a estas latitudes, lo cual genera mayor incertidumbre política. La macro deberá esperar, la estabilización viene después: primero el caos. 

Y, como plantea el dicho popular: en río revuelto ganancia de pescadores – o de quienes cuentan con los aparejos de pesca. Así el caos permite a ciertos sectores, empresarios y amigos, hacerse de activos a precios de remate, obteniendo beneficios impensados en otros tiempos. La urgencia por hacerse de fondos agrava también al ambiente, prevalece el discurso que equipara la protección del medio ambiente con privilegios de país desarrollado – poco importa si la destrucción de la naturaleza beneficia a unos pocos.

Téngase presente que a mayor caída de producto bruto interno, mayor el sacrificio fiscal (en puntos de producto) que deberá hacer el sector público para llegar a cumplir con las metas pautadas. Nótese que el plan descuida el desempeño de una variable económica clave en economías emergentes: el tipo de cambio real.

Mientras tanto la inflación continúa, las mayorías se ven empobrecidas. Según el consenso de quienes participan en la encuesta Relevamiento de Expectativas de Mercado, que recopila el Banco Central, se prevén tasas mensuales de dos dígitos para gran parte del año. Anualizadas, consagrarían una inflación superior al 200 por ciento. Con un gobierno decidido a mantener el esquema de ajustes graduales y predefinidos del tipo de cambio en torno al 2 por ciento mensual, lo anterior plantea un problema de retraso cambiario, impulsa una nueva devaluación en el corto plazo – algunos analistas la plantean ocurriendo en marzo, otros en abril.

A MÁS RECESIÓN = MÁS AJUSTE FISCAL PARA EL DÉFICIT CERO

El gobierno prometió un ajuste muy ambicioso, esfuerzo aplaudido por el Fondo Monetario Internacional. Los interlocutores del FMI destacan la adopción del ancla fiscal como herramienta anti-inflacionaria tanto como por la determinación que evidencia la política monetaria por parte del banco central. Según Kristalina Georgieva, directora ejecutiva del Fondo: “el proceso de estabilización será desafiante y requerirá de una implementación firme y ágil de la política económica”. Toda una apuesta, sin duda. Más cuando el ancla de estabilización está asociada al déficit público, el objetivo del equipo económico es lograr el déficit cero. Téngase presente que a mayor caída de producto bruto interno, mayor el sacrificio fiscal (en puntos de producto) que deberá hacer el sector público para llegar a cumplir con las metas pautadas. Nótese que el plan descuida el desempeño de una variable económica clave en economías emergentes: el tipo de cambio real.

A fin de reducir el déficit, el gobierno acordó con el Fondo aumentos de las tarifas de la electricidad (más del 200 por ciento) y del gas (más del 150 por ciento). Así, logrará reducir los subsidios energéticos en un tercio. También se proponen cortes a las transferencias a las provincias y a las empresas públicas por un total del 0,5 por ciento del PBI y preparar a éstas últimas para una potencial privatización. 

En el comunicado de prensa emitido por el Directorio Ejecutivo del Fondo, por otra parte, se detecta su interés estratégico por los recursos naturales del país. En materia de tratamiento a la inversión, le plantea al gobierno sobre la necesidad de modificar el marco regulatorio, lo cual permitirá explotar el potencial del sector energético y minero del país: una profundización del modelo extractivo. Ninguna mención de la transición energética ni de los riesgos macro-financieros que implica su desconocimiento, el comunicado refuerza el modelo petrolero hoy vigente. Al alentar a la desregulación, la  propuesta debilita el control ambiental en la actividad minera.

Pero también el Fondo clama por el desmantelamiento de toda medida de gestión sobre los flujos de capital, un artículo de fe por parte de la entidad que perdura desde los 1990s pese al reconocimiento que en 2012 realizará el Staff respecto a la importancia de los controles en la estabilidad macro-financiera. 

En el mismo comunicado destaca la agudización de los desequilibrios que presenta la economía desde hace varios años, y como la acción del gobierno de Alberto Fernández terminó por agravar distorsiones que surgieron del desvió del acuerdo con el Fondo. Idéntico criterio adoptó el FMI en años posteriores, cuando reconoció el error de la inconsistencia del plan de excesivo endeudamiento, la crítica entonces era al tándem Macri–Caputo. Observamos así que las inconsistencias se repiten, la incongruencia involucra también al Fondo.

AJUSTE POR INFLACIÓN

Aunque errante y poco efectiva en su lucha anti-inflacionaria, la política económica del gobierno muestra algunos logros – aunque estos sólo entusiasmen al círculo rojo, los sectores financieros y al Fondo. Al tiempo que la inflación se disparaba al 25,5 por ciento, los salarios subieron apenas 8,9 por ciento en diciembre. La caída confirma el empobrecimiento de la población y el duro golpe para la clase media. Más allá de la fuerte caída en el salario real que siguió a la devaluación de diciembre, se le suma los fuertes ahorros que genera la fuerte licuación que viene sufriendo los egresos del Estado.

En un análisis de la oficina de presupuesto del congreso (OPC) destaca una caída del 11,9 por ciento en los gastos primarios de la administración central – medida interanual. Considerando en particular, los gastos primarios cayeron 30,8 por ciento, las jubilaciones y pensiones 32,5 por ciento, las asignaciones familiares el 36 por ciento, los programas sociales un 59,6 por ciento. Pero la caída más pronunciada se observa por el lado de las inversiones, donde la contracción alcanza al 75 por ciento. Tamaña contracción en el gasto, bien la drástica reducción en la inversión pública influye sobre el nivel de actividad económica. Al momento de priorizar recortes y premios el gobierno posee una fuerte discrecionalidad, posibilidad que le brinda el haber decidido prorrogar el presupuesto del 2023 (decreto 88/2023).

Los gastos primarios cayeron 30,8 por ciento, las jubilaciones y pensiones 32,5 por ciento, las asignaciones familiares el 36 por ciento, los programas sociales un 59,6 por ciento. Pero la caída más pronunciada se observa por el lado de las inversiones, donde la contracción alcanza al 75 por ciento.

La vigencia del DNU ha empujado un incremento en los precios de un grupo de productos y servicios claves, afectando a amplios sectores de la población. En el sector salud, se observan aumentos superiores al 50 por ciento en los precios de los medicamentos, la medicina prepaga validó aumentos por encima del 100 por ciento. Para los inquilinos, la eliminación de la ley de alquileres no sólo implicó un aumento de los precios, sino también enfrentar normas que dificultan el acceso a la vivienda. En virtud de otras medidas desregulatorias incluidas en el decreto, la industria petrolera convalidó un aumento del 140 por ciento en el precio de los combustibles. La mayoría de estos aumentos afectan a la clase media.  

A los aumentos observados en el área de transporte, debe sumarse la reciente decisión del presidente de eliminar el fondo de compensación al transporte. Como represalia a los gobernadores ante la caída de la Ley Ómnibus, la “vendetta” de Javier Milei implica un “descongelamiento” automático de las tarifas, que puede llevar al boleto mínimo a niveles socialmente insostenibles (por encima de los 1.000 pesos).

RENTABILIDAD A COSTA DEL MEDIO AMBIENTE

Otro de los efectos del DNU que no debería pasarse por alto, atiene a los cambios que impone en materia de protección del medio ambiente, tanto como en materia climática. A fin de impulsar una mayor explotación el decreto viene a debilitar leyes y normativas ambientales, aún cuando distaban de garantizar un manejo prudencial de los recursos.

El gobierno viene a reformular leyes, como la de tierras, de bosques o glaciares, un avance sobre la naturaleza en momentos que distintos eventos extremos afectan a diversas regiones del país, los incendios forestales consumen bosques ancestrales. Pero, a diferencia de lo que observamos en otras áreas, el consenso extractivista permite al gobierno pasar los cambios sin mayores contratiempos en el Congreso, donde cuenta con el apoyo de los gobernadores y el respaldo del lobby minero

En notas previas nos hemos referido al fracaso legado, lo errado de adentrarnos en la polarización. Resulta imposible intentar estabilizar la economía en un contexto signado por el cortoplacismo en la toma de decisiones. El contexto político, lamentablemente, no ha hecho más que empeorar. Las decisiones no sólo muestran un sesgo cortoplacista, los mensajes que surgen del Presidente exacerban el odio y el rencor.

En su afán de imponer su programa de gobierno, se avanza sobre los derechos adquiridos. Todo aquel que se le opone, se lo agrede, de ser necesario se lo reprime. Para ello está Patricia Bullrich. Si el programa se desvirtúa, entonces viene Mauricio Macri al rescate. Pero el objetivo sigue siendo el mismo: refundar el país, volver a la “Belle Epoque”, la Argentina de unos pocos. 

Todo lo anterior debería impulsarnos a repensar la situación actual, recrear una visión democrática, verde y progresista. Pensar la crisis como una oportunidad de cambio sin evadir responsabilidades, repensar alternativas que eviten resignar derechos, sociales o ambientales. Ello obliga a diseñar un programa de estabilización que logre recuperar credibilidad en el peso, que sea fiscalmente sustentable al tiempo que articule el corto plazo repensando el futuro desde una perspectiva inclusiva y sustentable.