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AMLO y el fin de Notimex

AMLO y el fin de Notimex

López Obrador hizo lo que la derecha no pudo: cerrar la Agencia de Noticias del Estado Mexicano Notimex. Tras 55 años, una de las agencias de noticias más importantes de Latinoamérica cesó su actividad. 

 

El jefe del gobierno de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), logró en su mandato lo que presidentes de derecha intentaron realizar en múltiples ocasiones y no pudieron: cerrar definitivamente la Agencia de Noticias del Estado Mexicano (Notimex).

AMLO, confirmó el cierre y liquidación de Notimex en una de sus habituales conferencias de prensa, en octubre pasado, y justificó la decisión en la “importante inversión” que debe hacer el Estado para su funcionamiento. “Lo importante es que haya un acuerdo y que no se afecte a los trabajadores. Tenemos que ahorrar en todo”, sentenció. La medida, que deja sin empleo a más de 300 trabajadores, pone fin a 55 años de historia de un medio de comunicación público que se convirtió en referente en el ámbito nacional e internacional.

En apariencia, un conflicto gremial mal conducido por la directora de la agencia derivó en una huelga permanente y en el cese de la actividad periodística, en 2020, de la tradicional agencia estatal mexicana creada en 1968. Pero si se analizan las declaraciones de AMLO en contra de las instituciones periodísticas que funcionan bajo la órbita del Estado y el constante descrédito a que fue sometida Notimex desde el inicio de su gestión, no resulta tan clara la impericia atribuida a la directora en cuanto al manejo de la situación, por el contrario, se asemeja más a una política orquestada para la disolución del medio estatal.

AMLO, confirmó el cierre y liquidación de Notimex en una de sus habituales conferencias de prensa, en octubre pasado, y justificó la decisión en la “importante inversión” que debe hacer el Estado para su funcionamiento. “Lo importante es que haya un acuerdo y que no se afecte a los trabajadores. Tenemos que ahorrar en todo”, sentenció.

El origen del conflicto se remonta a marzo de 2019, cuando la destacada periodista de investigación Sanjuana Martínez Montemayor fue nombrada como directora de Notimex, tres meses después de la asunción del nuevo gobierno autodenominado popular. Al momento de convertirse en funcionaria pública expuso en una serie de entrevistas otorgadas a medios de comunicación los dos objetivos que guiarían su labor: “Acabar con la corrupción generada, sobre todo, por los líderes del sindicato de trabajadores; y hacer de la agencia de noticias la más prestigiosa del mundo”.

Para cumplir con su propósito, durante los primeros nueve meses de gestión despidió a 142 trabajadores, más del 50 por ciento de ellos sindicalizados, e implementó un recorte salarial del 40 por ciento a través de la quita de vales de comida y la eliminación de la ayuda de canasta básica contemplada en el Contrato Colectivo de Trabajo, medidas fundamentadas en la política de austeridad del nuevo gobierno de México.

El Sindicato Único de Trabajadores de Notimex (SutNotimex) denunció ante la justicia los despidos injustificados, pero también acusó a la funcionaria de crear un gremio paralelo: “las autoridades crearon un sindicato patronal y amedrentaron a los trabajadores con que si no firmaban su adhesión al mismo, serían despedidos”, expresaron en un comunicado. El Sindicato Independiente de Notimex (SINotimex), en contraste, había surgido para colaborar con Martínez Montemayor en la implementación de su plan, lo que incluyó una campaña en redes sociales para agredir a funcionarios, periodistas, y ex empleados de la agencia, que la directora de Notimex consideró adversarios.

Sanjuana Martínez, directora de Notimex desde 2019, y el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.

 

Estas medidas profundizaron el encono entre ambas partes y alejó la posibilidad de un acuerdo para renegociar el Contrato Colectivo de Trabajo. La consecuencia lógica fue el inicio del cese de actividades decretado por SutNotimex a partir del 21 de febrero de 2020. Ese día colocaron una bandera rojinegra en la entrada del edificio de la agencia y no permitieron el acceso del personal, por lo que a partir de ese momento se dejó de emitir material periodístico. Fue el principio del fin.

El SutNotimex acusó que la medida se tomó ante la negativa de la directora general de Notimex para dialogar y alcanzar un acuerdo. Pero la intransigencia del gremio también allanó el camino del gobierno para la eternización del conflicto y, en definitiva, selló la suerte de la agencia. Ante la decisión del sindicato de mantener la huelga de manera ininterrumpida desde el febrero de 2020 hasta noviembre de 2023, la administración de AMLO envió a la Cámara de Diputados un proyecto para la extinción de la Agencia de Noticias del Estado Mexicano Notimex, que fue aprobado en noviembre de este año. La resolución establece que “Notimex conservará su personería jurídica exclusivamente para efectos del proceso de liquidación respectivo, en términos de las disposiciones administrativas y presupuestales aplicables”.

La intransigencia del gremio también allanó el camino del gobierno para la eternización del conflicto y, en definitiva, selló la suerte de la agencia. Ante la decisión del sindicato de mantener la huelga de manera ininterrumpida desde el febrero de 2020 hasta noviembre de 2023, la administración de AMLO envió a la Cámara de Diputados un proyecto para la extinción de la Agencia de Noticias del Estado Mexicano.

El dictamen de extinción y la derogación de la ley que creó la agencia pasarán ahora al Senado para su aprobación definitiva. Una vez que eso ocurra, el proceso de liquidación quedará a cargo del Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado (INDEP), que fungirá como liquidador único del Gobierno Federal.

Sanjuana Martínez Montemayor asumió la dirección de la agencia de noticias estatal con dos claros objetivos: “Acabar con la corrupción generada, sobre todo, por los líderes del sindicato de trabajadores; y hacer de la agencia de noticias la más prestigiosa del mundo”.  Tal vez haya cumplido con el más importante pedido del presidente: acabar con el Sindicato Único de Notimex (SutNotimex) y con la Agencia de Noticias del Estado Mexicano Notimex.

La VIHsibilidad en la runway

La VIHsibilidad en la runway

La escena ballroom más que una expresión artística, fue un refugio crucial durante la aparición del VIH/SIDA, brindando no solo entretenimiento, sino también apoyo vital. Su legado como espacio de resistencia y apoyo para las comunidades LGBTIQ+ sigue siendo relevante y digno de reconocimiento en la actualidad.

Un Pokémon, pero en tanga. Así apareció el activista por los derechos humanos, Lucas “Fauno” Gutiérrez en la kiki ball llamada “Pokeball” organizado por House of Tropikalia en el Centro Cultural “Haroldo Conti», donde hace cuarenta años funcionaba la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).

Entre sexy y bizarro, vestido con un traje amarillo y negro emulando al “pocket monster” llamado Umbreon, toma el micrófono con una convicción absoluta y da un discurso que deja a trescientas personas del público en un silencio total: “Estamos habitando un espacio de memoria, verdad y justicia con nuestras disidencias y orgullos. Somos ballroom y somos un hecho político”, dice en un grito y el público estalla en aplausos.

Los ballrooms se erigen como un mosaico de diversidad, que albergan a personas percibidas como travas, trans, tortas y putos. En este escenario, el brillo y el glamour se convierten en sus instrumentos para atraer miradas y elevar sus voces en defensa de los derechos que les corresponden.

En este contexto, el reciente hito de la aprobación de la ley del VIH en Argentina constituye un logro significativo para el colectivo LGBTQ+ y las organizaciones activistas que han sostenido su lucha durante décadas. Sin embargo, la persistente discriminación que enfrentan las personas transmisoras del virus plantea un desafío latente, con la crucial importancia de mantener la visibilidad y la educación como pilares fundamentales para forjar un cambio significativo en la sociedad.

«Abrazar términos como «puto», «marica» y «bichoso», se convierte en un ejercicio de reapropiación, quitándoles el poder a quienes los usan como insultos y convirtiéndolos en elementos identitarios.»

En un acto de resistencia, Lucas Fauno explica su identificación con palabras que históricamente se usaron de manera despectiva y que todavía se utilizan en los espacios públicos, en las canchas y en las multitudes heteropatriarcales. Abrazar términos como «puto», «marica» y «bichoso», se convierte en un ejercicio de reapropiación, quitándoles el poder a quienes los usan como insultos y convirtiéndolos en elementos identitarios. 

VIHSIBILIDAD

«Mi categoría favorita es American Runway que me ayuda a encontrar mi expresión de la masculinidad. También disfruto de Old Way, que tiene raíces militares y egipcias», comenta Lucas Fauno quien además describe la conexión histórica del Ballroom con la lucha contra el VIH y el SIDA: «La escena Ballroom cuidaba, apañaba, buscaba hogar, buscaba respuestas de medicación o de información a todos sus asistentes”, explica. Estos espacios no sólo brindaban entretenimiento y expresión, sino también apoyo, información y cuidado para las comunidades marginadas durante la pandemia del VIH. “Ballroom es nuestra disidencia, es nuestra resistencia y es nuestra manera de abrazar el orgullo”, aclara el activista.  Además enfatiza la importancia de recordar y honrar la historia de la escena ya que su legado continúa siendo una fuente de resistencia y apoyo para las comunidades LGBTIQ+.

El primero de diciembre se conmemora el Día Mundial de la Lucha contra el VIH-SIDA . Cada año en esa fecha, el Ministerio de Salud de la Nación publica el Boletín sobre el VIH y enfermedades de transmisión sexual (ITS). Según el último publicado en 2022, más de 140 mil personas en nuestro país viven con el virus y un 13% de ellos desconoce su condición. La atención en el sistema público de salud beneficia al 65% de las personas que conocen su diagnóstico, con más de 65 mil personas en tratamiento. La principal forma de transmisión del VIH, con un 98%, es a través de relaciones sexuales sin protección, con una prevalencia notable en ciertos grupos clave, como mujeres trans, hombres que tienen sexo con otros hombres y trabajadores sexuales. Se reportan alrededor de 5 mil casos nuevos anualmente. 

El sexólogo clínico y educativo, Federico Bordón, pone foco en la importancia de fortalecer políticas de salud pública y avanzar en estrategias de prevención combinada. Subraya la necesidad de intensificar el acceso a pruebas rápidas y la implementación de la Educación Sexual Integral (ESI) como una herramienta valiosa para la prevención integral de las ITS: «La ESI propone una reflexión y destaca el papel de las instituciones educativas como protectores de una pedagogía del cuidado». 

 

Al respecto, Fauno sostiene que “negar la ESI es negar la vida de las personas VIH positivas, es negar nuestra sexualidad, es negar nuestra vincularidad. No podemos seguir dando las batallas en solitario.”

Es importante diferenciar SIDA de VIH ya que el síndrome es la etapa avanzada de la infección causada por el virus. En palabras de ONU SIDA, una persona tiene SIDA cuando el VIH debilita las defensas del cuerpo (el sistema inmunológico) y esa situación lo predispone a desarrollar enfermedades oportunistas (infecciones o tumores). Se las llama así porque aparecen “aprovechando” la caída de las defensas. Sin embargo, con los tratamientos actuales son cada vez más las personas que tienen VIH sin desarrollar SIDA.  

“Negar la ESI es negar la vida de las personas VIH positivas, es negar nuestra sexualidad, es negar nuestra vincularidad. No podemos seguir dando las batallas en solitario.”

INSISTIR RESISTIR ASISTIR

Desde el 2021 se realiza el “PositHIVo kiki ball” con el objetivo de celebrar y tejer redes dentro de la comunidad LGBTIQ+. Además de las competencias en la runway con categorías alusivas, se realizan diversos talleres y conversatorios. Celebrar para no olvidar. Resistir para encontrar la cura.

«Ser activista no es lo mismo que ser un mártir. El activismo es un llamado a la acción colectiva que te convierte en un interlocutor, un puente, un gestor que visibiliza o enuncia, pero que llama a la acción por los derechos humanos», dice Lucas Fauno. Además destaca la necesidad de abordar problemáticas más allá de su propia lucha, como los derechos de las personas con discapacidades o las comunidades afrodescendientes.

«Ser activista no es lo mismo que ser un mártir. El activismo es un llamado a la acción colectiva que te convierte en un interlocutor, un puente, un gestor que visibiliza o enuncia, pero que llama a la acción por los derechos humanos»

Fauno planteó un desafío para recuperar la memoria histórica, reconociendo que el avance de las derechas en todo el mundo representa una amenaza para los logros de las luchas pasadas al argumentar que el diálogo y la educación son herramientas fundamentales para combatir la desinformación y el miedo que alimentan las decisiones políticas perjudiciales. “Si votamos opciones políticas que buscan eliminar derechos, estamos negando la lucha de las travestis y trans además de aquellas personas no binarias, marronas, monstras y bichosas”. El desafío es colectivo y global: “debemos reparar nuestra historia, proteger las infancias y adolescencias para que puedan desarrollarse sin ser atacadas ni menospreciadas.»

INDETECTABLE = INSTRASMISIBLE

El VIH continúa siendo un tema de gran relevancia en la sociedad argentina, no solo por sus implicaciones médicas, sino también por el profundo estigma que lo rodea. En este contexto, Fauno destaca la importancia crucial de comprender la afirmación «indetectable es igual a intransmisible». El activista sostiene que los prejuicios arraigados en la transmisión del VIH impactan significativamente las interacciones sociales y el funcionamiento del sistema de salud, evidenciando una falta general de empatía en la sociedad y los medios. “Hace 15 años que vivo con el virus y recuerdo pensar ‘¿Todavía existía el VIH? ¿Cómo que me dio el positivo si nadie hablaba de esto”, cuenta Lucas Fauno. 

Con el fin de combatir esta discriminación, el Ministerio de Salud de la Nación respalda una campaña enfocada en informar que las personas con VIH bajo tratamiento antirretroviral y con carga viral indetectable no pueden transmitir el virus sexualmente. Según la Dirección de Respuesta al VIH, ITS, Hepatitis Virales y Tuberculosis, la condición «indetectable» se alcanza mediante la rigurosa adherencia al tratamiento, lo que reduce la cantidad del virus en sangre a niveles indetectables en análisis convencionales. Aunque no erradica el virus, cuando una persona con VIH mantiene una carga viral indetectable durante al menos seis meses, no hay posibilidad de transmitir el virus por vía sexual. 

El estigma y escasez de información y temor en la población desde que aparecieron los primeros casos de VIH en Argentina en 1982. Se han suscitado concepciones erróneas sobre la enfermedad y sus afectados, desde la creencia de que el virus solo afecta a hombres que tienen relaciones homosexuales, hasta la idea de que es un castigo divino para aquellos que mantienen relaciones pre-matrimoniales. A pesar de la «primavera democrática», las personas con VIH se enfrentaron a una realidad carente de apoyo estatal, lo que motivó la creación de la Fundación Huésped en 1989 para brindar ayuda y solidaridad a quienes la necesitaban.

«Se han suscitado concepciones erróneas sobre la enfermedad y sus afectados, desde la creencia de que el virus solo afecta a hombres que tienen relaciones homosexuales, hasta la idea de que es un castigo divino para aquellos que mantienen relaciones pre-matrimoniales.»

Según un estudio de la Red Argentina de Jóvenes y Adolescentes Positivos y el Ministerio de Salud de la Nación, la desinformación y el estigma han llevado al 17% de las personas con VIH en Argentina a desconocer su condición. Federico Bordón subraya la necesidad de un lenguaje no estigmatizante al hablar del VIH, poniendo énfasis en impulsar canales de denuncia y consulta para eliminar la estigmatización. Asimismo, destaca que la Educación Sexual Integral (ESI) emerge como una herramienta fundamental para prevenir infecciones de transmisión sexual y fomentar la divulgación de información actualizada y precisa.

En el intento de superar estos obstáculos, el sexólogo clínico y educativo Federico Bordón hace hincapié en la importancia de promover y hacer visible la legislación que ampara a las personas con VIH. «Necesitamos instaurar canales de denuncia y consulta no solo para los afectados por VIH, sino para toda la población», dice.

El activista Lucas Fauno también deja abierto el espacio a la reflexión política y colectiva: “Una ley de VIH debe ampliar ese diálogo desde el Estado y también desde las casas para pensar en esas vidas. El Estado debe asegurar que no nos falten medicamentos y que podamos acceder a un trabajo sin preocupacionales que nos discriminen”, concluye.

 

UNA LEY DE CALIDAD DE VIDA

La Ley 27.675 de Respuesta Integral al VIH, Hepatitis Virales, ITS y Tuberculosis, aprobada en 2022 por el Congreso Nacional, representa una evolución significativa desde la Ley Nacional de Sida de la década de 1990. Mientras la antigua legislación se enfocaba principalmente en la investigación y tratamiento del VIH/SIDA, la nueva normativa va más allá, priorizando no solo la atención médica, sino también la calidad de vida de las personas afectadas en nuestro país.

Lucas Fauno destaca este cambio y subraya la importancia de la nueva ley, que aborda aspectos como el acceso al empleo y a una vida sin discriminación para quienes viven con VIH: “Imaginate que las infancias y adolescencias VIH positivas no eran posibles porque lo más probable es que una infancia que nazca con el virus falleciera.  Entonces ahora lo que hay que hacer es pensar en esas vidas, que no nos falten medicamentos y que podamos acceder a un trabajo sin exámenes preocupacionales que nos discriminen”, explica. 

«La ley del año 1990 era una ley de urgencia de vida. La ley actual es una ley de calidad de vida”, opina el activista Fauno al referirse a la normativa concebida con un enfoque de géneros y de derechos humanos. Cabe destacar que la normativa fue escrita de manera colectiva, con la participación de organizaciones sociales, diversas fuerzas políticas y entidades estatales para garantizar la atención integral de manera gratuita e impulsar la eliminación del estigma y la discriminación hacia las personas con VIH. Además, se enfoca en el desarrollo de tecnologías para mejorar el diagnóstico y tratamiento, promueve la capacitación, la investigación y una comunicación más efectiva. 

Entre sus disposiciones, la Ley 27.675 prohíbe las pruebas de diagnóstico sin consentimiento, ya sea en contextos laborales, educativos u otros y establece medidas como la posibilidad de jubilación anticipada y una pensión vitalicia para aquellos en situación de vulnerabilidad social. Esta ley representa un avance significativo hacia la protección de los derechos y la mejora en la calidad de vida de las personas afectadas por el VIH en Argentina.

Ser oposición sólo es posible en democracia

Ser oposición sólo es posible en democracia

El 19 de noviembre no elegimos sólo presidente en la Argentina. Se decide la continuidad de un consenso democrático que fuera el legado de Alfonsín y sostenido a través de cuatro décadas donde la política fue la forma de dirimir todas las disputas de sentido y poder en un país que decidió abandonar la violencia para imponer ideas.

Mónica Fein, Presidenta del Partido Socialista, Diputada Nacional

En estos cuarenta años hubo etapas de gran resistencia y lucha, tuvimos momentos de crisis, también momentos de estabilidad y progreso, pero con la tranquilidad de que expresar divergencias no pusiera en riesgo la vida de las personas.

Consolidamos un sistema electoral transparente, perfectible (como en Santa Fe, Córdoba y Mendoza demostraron las experiencias de boleta única) pero que permite a la ciudadanía elegir a sus representantes y que nadie dude en reconocer los resultados.

«Consolidamos un sistema electoral transparente, perfectible (como en Santa Fe, Córdoba y Mendoza demostraron las experiencias de boleta única) pero que permite a la ciudadanía elegir a sus representantes y que nadie dude en reconocer los resultados.»

Se abandonó la intervención de las fuerzas armadas en la política interior y se consolidaron derechos que durante la última dictadura fueron negados a toda la población.

Son enormes las deudas pendientes de la democracia, no hemos podido resolver flagelos como la desigualdad y la pobreza. La educación, en sus niveles básicos, tiene enormes dificultades para responder a las demandas de los nuevos tiempos. En materia de salud hace falta reconocer a nuestros y nuestras profesionales y dotarlos de herramientas con inversión y transparencia. El crimen organizado prolifera frente a la ineficiencia de las fuerzas de seguridad y en muchos casos complicidades.

Sin embargo sigue existiendo un sistema educativo gratuito, una universidad pública de calidad internacional, profesionales e investigadores con preparación y conocimientos que desarrollan soluciones para distintos problemas de la sociedad. Contamos con médicos competentes y hospitales públicos capaces de realizar las intervenciones más complejas y avanzadas. Existen jueces y policías dispuestos a arriesgarlo todo para protegernos.

«Tenemos en Argentina división de poderes, libertad de prensa, una población solidaria, garantías institucionales, reservas naturales, derecho a la propiedad y libertad para asociarse con los fines que nos representen.»

Tenemos en Argentina división de poderes, libertad de prensa, una población solidaria, garantías institucionales, reservas naturales, derecho a la propiedad y libertad para asociarse con los fines que nos representen. Hemos avanzado en materia de participación ciudadana, contribuyendo a la incorporación de toda la sociedad en decisiones de gobierno, promoviendo sumar voces al sistema democrático.

El 19 de noviembre no se elige sólo presidente, ha entrado a la disputa una propuesta que promulga la libertad de comercio como la única válida, que desconoce el terrorismo de estado y reivindica a sus protagonistas, una propuesta que ha demostrado a lo largo y ancho del planeta que no reconoce a la democracia como herramienta política a menos de que sean ungidos ganadores. Estamos frente a lo más rancio del poder económico que desea despojarse de toda moderación y borrar todo obstáculo para explotar al ser humano y seguir acumulando.

«El 19 de noviembre no se elige sólo presidente, ha entrado a la disputa una propuesta que promulga la libertad de comercio como la única válida, que desconoce el terrorismo de estado y reivindica a sus protagonistas»

Frente a esta amenaza, situada en las antípodas de las ideas del socialismo de igualdad, fraternidad y solidaridad es que convocamos a votar a Sergio Tomás Massa, con el compromiso de seguir siendo oposición, de marcar los errores y trabajar para que las deudas de esta tan sufrida democracia sean saldadas. 

Cuarenta años de democracia: construir cohesión social y participación ciudadana

Cuarenta años de democracia: construir cohesión social y participación ciudadana

“Todos los seres vivos quieren vivir en un mundo mejor”  Karl Popper
El triunfo de Raúl Alfonsín, hace 40 años, abrió una esperanza positiva para la mayoría de los argentinos, que recuperaron su posibilidad de votar, su posibilidad de expresarse, su posibilidad de funcionamiento de las distintas organizaciones, la vigencia de los derechos humanos y el desprecio y condena a las formas dictatoriales autoritarias de los años de la dictadura. Salíamos así con mucho dolor a cuestas del período de golpes e inestabilidad institucional que había comenzado en 1930.

En esas circunstancias el Socialismo Popular, hoy Partido Socialista, a través de Guillermo Estévez Boero proponía una reformulación del Estado mediante la implementación de formas de democracia participativas, generadas a través de procesos de descentralización y de organismos como los consejos económicos y sociales.

Decía Guillermo: «Aprendimos duramente que sin formas participativas la democracia representativa es fácilmente vulnerable, por los grandes intereses económicos y por los sectores totalitarios». No se avanzó por este camino, y tras la dictadura, al recomenzar la vida institucional, todas las fuerzas políticas del país reiteraron los planteos de antes de 1976.

Sucedieron sucesivos gobiernos con distintas realidades pero donde se reiteró el funcionamiento institucional de Argentina sin tener en cuenta la necesidad de la participación ciudadana y del diálogo franco y abierto de los distintos sectores con la sociedad.

La democracia es una construcción colectiva, no la hacen ni la garantizan los funcionarios de los distintos estamentos gubernamentales, nación, provincia, municipio, sino la creciente comprensión del mundo y de la realidad que nos toca vivir, económica, social, política, por parte de las mayorías.

Se siguió con el criterio de las políticas públicas de arriba hacia abajo. Lo clásico del populismo, que niega la construcción colectiva para priorizar al líder que resuelve.

«La democracia es una construcción colectiva, no la hacen ni la garantizan los funcionarios de los distintos estamentos gubernamentales, nación, provincia, municipio, sino la creciente comprensión del mundo y de la realidad que nos toca vivir, económica, social, política, por parte de las mayorías.»

No podemos acusar livianamente a la ciudadanía de que no participa, o como ahora está de moda, de que «se ha derechizado». La responsabilidad es de los sectores políticos que han pretendido y pretenden seguir gobernando a espaldas de las necesarias reformas institucionales que abran a una real y efectiva participación ciudadana a todo nivel.

La gran responsabilidad de los que creemos en la democracia, en una democracia fuerte, es afianzar políticas institucionales que tengan su basamento en políticas sociales, en rechazar la inmoralidad de la creciente desigualdad, en poder avanzar en gobiernos de amplia coalición social y política.

Sin consenso social, sin consenso político, los sucesivos gobiernos se dedicaron a buscar paliativos frente al agravamiento de la situación económica y social, dejando de lado los problemas estructurales de nuestra realidad.

Aplicar la medicina de la primacía del mercado o la otra, la primacía de un Estado clientelar y burocrático, dejando de lado la participación y el control social, se ha demostrado incapaz de superar el crecimiento de la pobreza, la inflación, el estancamiento económico de más de 15 años para llegar a la crítica situación que padece nuestro pueblo.

«Sin consenso social, sin consenso político, los sucesivos gobiernos se dedicaron a buscar paliativos frente al agravamiento de la situación económica y social, dejando de lado los problemas estructurales de nuestra realidad.»

La falta de respuestas a esos problemas que agravaron diariamente la vida de los argentinos actúa como un factor de debilitamiento de la credibilidad en las formas democráticas y en la vigencia de la política como intermediaria. Si a eso le sumamos falta de transparencia, corrupción, negociados, la polarización “hostil y excluyente” (Natalio Botana) y la ausencia de diálogo, cede la credibilidad y la legitimidad de las instituciones.

No estamos aislados, somos parte de un mundo global que a través de la cultura del consumo y la hiperconectividad de la sociedad digital alienta una sociedad cada vez más fragmentada, que se expresa en un hiperindividualismo que conecta la idea de la libertad con lo más crudo del neoliberalismo y que niega la validez de lo social. Estamos ante la presencia de “un individuo soberano, abstraído de un espacio común” (Éric Sadin).

Los socialistas estamos convencidos que la salida siempre es de mayorías, colectiva, nunca individual.

A la libertad debemos entenderla “como mera agregación de voluntades o como construcción social de una voluntad común, según como la definamos, con una óptica liberal o republicana” (Daniel Innerarity). Por eso a través del tiempo seguimos promoviendo la participación ciudadana y la cohesión social. La idea socialista es democratizar, democratizar lo público, lo político, lo social, lo institucional.

No hay posibilidad de aventura individual y a esta altura se comprende, mucho menos de un partido político. Cualquier transformación positiva de la realidad requiere de más participación, desde la más pequeña a la más grande, desde la más simple a la más compleja, de ser capaces de generar un sujeto colectivo promotor y articulador de los cambios necesarios para mejorar nuestra calidad de vida, para que el ser humano vuelva a ser el eje central de la construcción, y no el lucro degradante y degradador.

Vivimos una sucesión de crisis que se mantienen en el tiempo, que se profundizan, que hieren las esperanzas acerca de un futuro para muchos y que impactan negativamente sobre la credibilidad en la democracia.

«Cualquier transformación positiva de la realidad requiere de más participación, desde la más pequeña a la más grande, desde la más simple a la más compleja, de ser capaces de generar un sujeto colectivo promotor y articulador de los cambios necesarios para mejorar nuestra calidad de vida, para que el ser humano vuelva a ser el eje central de la construcción, y no el lucro degradante y degradador.»

El socialismo, a través de la historia social y política de Argentina, ha expresado siempre una voluntad de transformación positiva, defensa de la vida y del valor humano, como lo sintetizó Alfredo Palacios.

Por eso nos animamos a convocar a la necesidad de la reformulación de Argentina y animarnos, dentro de los mecanismos constitucionales, a promover y crear nuevos espacios de participación y control ciudadanos.

Educación para la igualdad y la democracia

Educación para la igualdad y la democracia

Jóvenes y estudiantes reclaman sear escuchados en las aulas y en los diferentes espacios de vinculación dentro de la escuela. Es uno de los resultados de la investigación que dio origien al libro «Hoy es mañana, Reflexiones sobre tiempo, jóvenes y escuela» de Pedro Núñez que se prensenta esta semana. Adelantamos fragmentos del capítulo 3: “Formas de sociabilidad, demandas y ciudadanía en la escuela secundaria”.

Pedro Núñez es politólogo y docente universitario y se especializa en educación y juventudes.

El riguroso trabajo recientemente editado por Editorial Aique en la colección Política y Educación que coordina Roxana Perazza, es un trabajo sobre la escuela secundaria, haciendo foco en la experiencia escolar juvenil, es decir, considerando qué les pasa a los y las jóvenes cuando están en la escuela secundaria, qué hacen durante su tiempo ahí, cómo transitaron la pandemia y el regreso a la presencialidad, cómo participan, qué expectativas tienen sobre el futuro, qué se imaginan haciendo dentro de unos años.

El viernes 10 a las 18 hs. se presenta en FLACSO, Tucumán 1966, CABA, con comentarios de Rafael Blanco (CONICET-UBA) y Mariana Nobile (CONICET-FLACSO).

UN (BREVE) RECORRIDO POR LA HISTORIA DE LA CIUDADANÍA EN EL SISTEMA EDUCATIVO

¿Qué características asumió el vínculo ciudadanía-educación en diferentes períodos? Hagamos un poco de historia. Desde la conformación de los sistemas educativos, la formación de ciudadanos con ideas propias, capaces de decidir por sí mismos sin la tutela de los poderes establecidos, junto a la transmisión de determinados valores (un relato nacional, pero también los modos correctos de comportarse, de hablar, de usar el cuerpo), fueron funciones principales de la institución escolar (Baudelot y Leclercq, 2008). El sistema educativo tuvo históricamente una función principal en la formación de la ciudadanía. Desde su momento fundacional impulsó, en sintonía con la conformación de un Estado nacional, la expresión de un determinado tipo de orden y organización de las relaciones y jerarquías sociales, un ser ciudadano, fundamentalmente orientado a la construcción de una ciudadanía nacional, de pretensión homogénea, capaz de incorporar el conjunto de derechos y responsabilidades con primacía de una dimensión valorativa. En los inicios de la conformación del Estado nacional, la escuela, esa máquina cultural en términos de Sarlo (1998), tenía la pretensión de homogeneizar la población y de construir un sentido de igualdad y pertenencia a partir de la transmisión de un relato común y de un conjunto de símbolos patrios. La asociación, propia del siglo XIX, entre ciudadanía y nación, tuvo en el sistema educativo un impulsor abnegado.

Sin embargo, dadas las distintas funciones y especificidades de cada nivel, la escuela primaria y la secundaria cumplieron roles muy diferentes. El nivel primario fue el responsable de transmitir las costumbres y hábitos que las elites consideraban indispensables para construir la nación. Tal como indica Dussel (2003), la integración al cuerpo soberano, a través de la educación común, exigía el abandono de las cosmovisiones particulares para adoptar una identidad y un marco de referencia compartidos que permitieran distinguir claramente “nosotros” de “ellos”. Las expectativas de movilidad social, realizadas para un sector de la población, encontraron, a su vez, un nuevo límite en la misma organización del sistema educativo: mientras que las escuelas primarias o comunes estaban destinadas a toda la población, el nivel medio estaba reservado a la formación de los herederos de las clases altas (Acosta, 2012). Tal como su denominación lo indica, tenía como objetivo la preparación para los estudios universitarios o el ejercicio de cargos jerárquicos en instituciones estatales, cuyo estilo y organización continúa presente con distintas formas y características (Southwell, 2011).

En ese momento fundacional —no sin que hubiera proyectos en conflicto—, la pretensión universalista implicaba la preeminencia de determinadas visiones sobre cómo organizar las interacciones sociales, los vínculos intergeneracionales, así como un modo de concebir el lugar de los cuerpos y la división de sexos, y también, una jerarquización de ciertos valores. Si por un lado buscaba propiciar una unidad, un sentido de pertenencia que se anudaba, constataba y replicaba en cada práctica escolar (actos escolares, contenidos de las materias, posturas de los profesores, lo que podríamos agrupar en la idea de una gramática escolar), por otro lado, estos mismos gestos se traducían en una serie de exclusiones y desigualdades. En definitiva, tal como mostró Dussel (2003) en un trabajo que ya puede ser considerado un clásico, la escuela moderna implicó la construcción de un régimen de apariencias —edificios, producción de materiales, diseño de uniformes y códigos de vestimenta, ordenamiento espacial de personas y objetos— que organizaba una estética que establecía límites con el afuera. Un relajamiento de los marcadores de diferencias sociales y culturales en una sociedad que valoraba la homogeneidad. Un objeto como el guardapolvo será un símbolo de distinción, de inclusión en una clase diferente de gente (Dussel, 2003) y, también, una prenda útil para distinguirse de otros no iguales (Southwell, 2011).

La escuela primaria, primero a través de la ley 1420, pero fundamentalmente con la Ley Láinez de 1905, se preocupó por extender los establecimientos educativos en todo el país, de construir un relato único que fuera capaz de brindar la posibilidad de inscripción común a personas de distintos lugares. Tal como señalamos antes, en esta división de tareas, la escuela secundaria se ocuparía de formar a las elites garantes de sostener esa unidad, pero esa operación política no podía pensar la política dentro de la escuela. Es más, precisaba garantizar la exclusión de la política, al calificarla como conflictiva. Esto explica que, durante muchos años, existiera un temor en los establecimientos educativos en torno a la presencia de la política partidaria, que motivó la presencia de diferentes sentidos en disputa en torno a la misma idea de “ser ciudadano”.

Estos temores se reactivaron en otro momento particularmente significativo: la denominada “transición democrática”, luego de la dictadura militar de 1976-1983. La apelación de Alfonsín a la civilidad, la eliminación de los exámenes de ingreso y la revisión de contenidos escolares, así como del sistema de acreditación, brindaron otro carácter al sistema educativo. De manera concomitante, el gobierno electo buscó postular la imagen de un joven solidario, comprometido y dispuesto a aprender y practicar los mecanismos democráticos (Larrondo, 2015) como una manera de lograr la regeneración moral del país (Manzano, 2011). Los contenidos disciplinares se orientaron en una dirección dirigida a la formación de una cultura democrática, aspecto que si bien puede señalarse como propósito constitutivo de los Estados nacionales, cobró preponderancia dada la preocupación por consolidar las instituciones democráticas (Siede y Larramendy, 2013). Por esos años, se implementaron varias reformas que tendieron a la democratización de ciertas prácticas en relación con la disciplina y la participación estudiantil, como orientadas a cambios en las temáticas y los contenidos vinculados a lo que se entendía como formación ciudadana. Si la civilidad había tomado centralidad en la vida pública, la escuela secundaria sería el primer espacio de aprendizaje de esa noción que implicó nuevas formas de organización de los conflictos, la participación y la vida en común: la democracia1.

Mientras que el movimiento estudiantil se afirmaba en el escenario político a través de la conformación de la Federación de Estudiantes Secundarios, con una conducción colegiada que reflejaba la diversidad y pluralidad de partidos políticos, y que reivindicó su derecho a la “libre agremiación”, el gobierno promovió la institucionalización de los centros de estudiantes, entendidos como “asociaciones estudiantiles que serían auténticos espacios de aprendizaje de la democracia participativa” (Enrique, 2011:160). Este conjunto de medidas se fundamentaba en un principio de “neutralidad” como valor sostenido por el partido de gobierno, entendiendo que la escuela no debería involucrarse en debates políticos ni religiosos (Larrondo y Núñez, 2022). A pesar de los intentos de diferenciar política partidaria de agremiación estudiantil, el grupo de jóvenes que, por esos años, protagonizó la refundación del movimiento estudiantil secundario argentino combinó la militancia en sus escuelas con marchas contra la dictadura, con acciones simbólicas de resistencia, con el movimiento de derechos humanos, así como con la continuación en los partidos políticos que se referenciaban (Núñez, Otero y Chmiel, 2017).

El breve recorrido histórico permite describir las dificultades para integrar o trabajar con la diversidad (de clase, étnica, sexo/genérica, de tiempos de aprendizaje) que muchas veces encontramos en las instituciones educativas. Incluso escribo trabajar con como si fuera algo difícil, que implicase un esfuerzo.En los últimos años el sistema educativo, a la par de su fragmentación, ha perdido la capacidad de imposición de un orden simbólico, proceso que afecta también a los imaginarios sobre qué es ser ciudadano. Este nuevo escenario representa un desafío para construir un vínculo universal con la ley, así como sentidos de pertenencia a un común, sin por ello negar la diversidad. La construcción de ciudadanía dista de aquella búsqueda de homogeneidad propia de los orígenes del sistema educativo argentino. Para decirlo con otras palabras, la ciudadanía adquiere otra fisonomía a la par de un proceso donde, grosso modo, pasamos de la búsqueda de la igualdad por homogeneidad a la universalidad por fragmentación (Saraví, 2015). Si bien la unidad que presuponía la primera, así como la diversidad que supone el segundo momento no son tan lineales, sí afrontamos otro tipo de expectativas en relación con las implicancias que supone ser ciudadano.

A pesar de los cambios socioculturales y políticos que atravesó el país en las últimas dos décadas, persistió una concepción idealizada de la ciudadanía, además de estrechamente asociada a emociones e interpelaciones nacionalistas excluyentes (Fischman y Haas, 2015). Sin embargo, tal como destacan Otero, Quinzani y Manelli en un trabajo reciente (2022), estas conceptualizaciones comenzaron a ser revisadas tanto a partir de los cambios en el capitalismo global de Estados-nación —y la adscripción a entidades supranacionales y el mayor contacto entre países— como a nivel local en cuanto a las formas de definir las infancias y juventudes, básicamente el reemplazo de la perspectiva proteccionista y punitiva por el enfoque de derechos. La pregunta por las formas de construcción de la ciudadanía enfrenta dos desafíos simultáneos. Por un lado, en un mundo de características cosmopolitas, enfrentemos el reto de pensarla a la par de la constatación de la coexistencia de múltiples identidades (Kymlicka y Norman, 1997). Por otro, se trata de un problema abierto para la democracia, que requiere de un trabajo individual y colectivo (Beech, 2018).

(…)

LA CIUDADANÍA ENTRE LA CALLE Y LA ESCUELA: ESCENAS PARA PENSAR LA RELACIÓN JUVENTUDES-POLÍTICA

Recodarán ustedes que en el año 2013 se sancionaron dos leyes que tuvieron un impacto dispar en las instituciones educativas. Nos referimos a la Ley Nacional 26892, para la promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en las institucionales educativas, y la Ley de Centros de Estudiantes 26877. Asimismo, un año antes, la aprobación de la Ley 26774/2012 de Ciudadanía Argentina, que establece el carácter no obligatorio del voto desde los dieciséis años, también tuvo alta repercusión en las instituciones educativas. En algunos casos, las tensiones se dieron como consecuencia de diferencias entre estudiantes y docentes, debidas a la supuesta intromisión de la política partidaria en las escuelas (por ejemplo, con el ingreso de volantes de propaganda electoral que recibían los estudiantes de los últimos años, quienes efectivamente estaban en condiciones de votar). Por esos años, las investigaciones enfatizaban en la existencia de un proceso más amplio de juvenilización de la política y de construcción de la juventud como causa pública (Vázquez, 2015).

En la escuela secundaria, los tiempos suelen ser más laxos que en otros ámbitos de militancia juvenil, con mayores vaivenes; las agrupaciones y formas de organización, cambiantes. A su vez, como veremos más adelante, ciertas coyunturas políticas tienen una incidencia mayor —en particular, aquellas que interpelan más a las nuevas generaciones, como ocurrió con la discusión por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) entre 2018 y 2020—; posiblemente porque conectan de manera más directa con sus experiencias juveniles. De allí que abordar estas cuestiones en el espacio escolar implica pensar tanto en las innovaciones como en la sedimentación de formas de entender los procesos políticos que impregnan las representaciones sobre la política en la escuela. Así podemos prestar atención tanto a la diversidad de situaciones en relación con la existencia de espacios de participación institucional en cada jurisdicción (Otero, 2018) como al sentido y la incidencia concreta de estas leyes en las escuelas (Mas Rocha, 2016). Es tiempo ahora de problematizar estas ideas, apelando a distintas escenas escolares.

«Es muy aleatorio, porque como todos están interesados, por ahí en la hora de Matemática hablan y por ahí en la otra hora también, en la tercera no y en la cuarta sí. Todos están interesados, pero tenemos que esperar a que sea el profesor el que saque el tema. […] Hace poco, después del 8M en la clase de Matemática, tuvimos una especie de discusión sobre el tema del aborto, donde el profesor también hablaba. Era una opinión más también de la clase. Estuvo buena, pero siempre falta tiempo. Es como que te quedás con ganas de hablar, seguir hablando, y toca el timbre.»
GF, Estudiante de escuela de gestión sectores medios y altos, CABA.

Un buen punto de partida para la reflexión sobre la participación juvenil es conceptualizarla como un tiempo fuera de lo común, que implica la puesta en suspenso de otras actividades, la capacidad para dedicar esfuerzos y desplegar acciones que, posiblemente, reconfiguren aquello que se entiende como ciudadanía. Si bien los momentos históricos y las condiciones estructurales de cada país otorgan un cariz distinto a la idea de derechos y de pertenencia a un común, existen coyunturas específicas, donde los procesos políticos adquieren una intensidad notable. Si toda generación está atravesada por hitos generacionales (Vommaro, 2015), muy posiblemente para las actuales los derechos sexuales y reproductivos tienen una pregnancia en su cotidianidad como ningún otro fenómeno.

Si bien varias cuestiones vinculadas a estas temáticas se encontraban presentes desde hace años en las escuelas, particularmente las ligadas al reclamo por el tipo de vestimenta que las estudiantes debían usar, en los últimos tiempos, adquirieron nuevos sentidos en una coyuntura donde estas cuestiones tuvieron centralidad en la agenda pública. Nos referimos al lugar en la discusión pública —sin que esto se traduzca necesariamente en políticas públicas acordes—, primero, de la violencia de género y la visibilización lograda por movimientos feministas a partir de las movilizaciones de #NiUnaMenos (González del Cerro, 2017), del #8M y el debate parlamentario del proyecto de ley de legalización del aborto que tuvo lugar en el año 2018 y en el 2020 hasta su sanción. Tal como puntualiza Elizalde (2018), no se trata solo de la pertenencia a una generación que creció en un clima de época permeable a un discurso reivindicativo de derechos, sino que también despliegan batallas en clave generacional contra el acoso callejero, el hostigamiento y el acoso sexual en las redes, en sus escuelas y universidades, los micromachismos, y la sanción de una ley de legalización y despenalización del aborto.

En la escuela secundaria, existen diferentes espacios y momentos para la formación en la ciudadanía. Podemos agruparlos, a grandes rasgos, en tres: aquellos más específicamente pedagógicos, los espacios supuestamente de decisión estudiantil pero marcadamente adultocéntricos y aquellos de mayor autonomía juvenil. Los primeros se refieren tanto a programas específicos de política pública como en su momento el Parlamento Juvenil del Mercosur o Jóvenes y Memoria, revistas estudiantiles promovidas por la institución, programas desplegados por organizaciones de la sociedad civil u organismos internacionales, como el Modelo ONU y, desde ya, las materias específicas con diseños curriculares que especifican los temas por tratar. Los segundos son planteados como ámbitos más participativos, pero por lo general prima la mirada adultocéntrica. Nos referimos a jornadas de distinto tipo (especialmente Convivencia o ESI), a espacios como el Consejo Institucional de Convivencia, hasta actividades solidarias, muy presentes en establecimientos de carácter confesional. Por último, las instancias de mayor autonomía son los centros de estudiantes, cuerpos de delegados, programas, como Aulas ESI. Si bien son también, en algunos casos, excesivamente estructurados en los modos correctos de participación, constituyen espacios donde los jóvenes adquieren mayor control.

Durante estos años, existieron distintas reformas curriculares, algunas más exitosas que otras. Si hoy el diseño curricular plantea, por ejemplo, en el caso de la ciudad de Buenos Aires, la materia Formación Ética y Ciudadana de primero a cuarto año, el nuevo cambio curricular de la Escuela Secundaria del Futuro, aún en un proyecto nebuloso, no presenta con claridad cuál será el recorrido propuesto. Algo similar describió Siede (2013) en su análisis sobre el lugar de los derechos humanos en el currículo, por la constante modificación de nombres y planes de estudio2. En segundo lugar, pero en íntima relación con el tema anterior, esta tarea implica una dificultad adicional para instituciones que se encuentran en plena mutación en cuanto al sentido otorgado socialmente al nivel secundario: ¿cómo enseñar hoy a ser ciudadano? No vamos a explayarnos sobre este aspecto, solo cabe enfatizar que la expansión de la fragmentación educativa se materializa en una variedad de comunidades educativas, expresión de distintos estilos institucionales que cuentan con soportes institucionales dispares. De allí que los equipos directivos y docentes desplieguen múltiples intervenciones, muchas loables, pero que, ante la indefinición de la política educativa, en la práctica, repercuten en el desdibujamiento de la promesa de consolidación de una ciudadanía universal e implican que las experiencias sean disímiles al punto de producir desigualdades.

En distintas investigaciones que realizamos en los últimos años, encontramos un reclamo generalizado por parte de los diferentes grupos de estudiantes, sin grandes diferencias entre tipo de institución o lugar del país: que sus intereses como jóvenes y estudiantes sean escuchados en las aulas y en los diferentes espacios de vinculación dentro de la escuela. Por lo tanto, más allá de si se trabaja en una materia específica de formación de la ciudadanía, como puede ser el caso en la provincia de Buenos Aires o Entre Ríos, por mencionar solo dos jurisdicciones, hallamos que las temáticas que les interesan atraviesan los muros escolares. Aquí no hay un adentro/afuera escolar tan sólido, sino que las experiencias vitales juveniles ingresan en el ámbito escolar. Uno puede aplicar encuestas, grupos focales o entrevistas individuales y, en general, encontrará la misma respuesta, casi como parte de un clima de época: la búsqueda de discutir y conocer sobre derechos sexuales, el aborto, cuestiones de género. Estas temáticas aparecen una y otra vez en las aulas, más allá de si son contempladas por las materias. Se trata, además, de cuestiones que no son novedosas, sino que, desde unos años atrás, los estudiantes expresan sus modos de vivir la sexualidad ante una escuela a la que le cuesta lidiar con esta temática y pareciera quedar rezagada ante la experiencia de quienes la transitan (Molina, 2013). Esta emergencia de intereses juveniles aparece como uno de los grandes cambios que una escuela secundaria, históricamente acostumbrada a transmitir un conjunto de saberes sostenidos en una perspectiva adultocéntrica, debe enfrentar.

Por supuesto que estas cuestiones se canalizan de diferente manera. Las temáticas que les interesan y sobre las cuales problematizan y quisieran que se traten en sus instituciones se refieren, a grandes rasgos, a cuestiones individuales (situaciones de discriminación, códigos de vestimenta); contenidos disciplinares (educación sexual integral) y aspectos institucionales (la infraestructura y los problemas edilicios). Ahora bien: ¿con quién hablan de estas cuestiones? En un sistema educativo fragmentado, las escuelas cuentan con distintos soportes institucionales para enfrentar estos desafíos (Núñez, 2019). Un recurso más extendido prepandemia era el de las salidas didácticas, particularmente valoradas por jóvenes que no viven cerca de la geografía de la protesta ni de la iconografía más reconocible de la ciudad.

«En Lengua empezamos viendo de la parte del programa y después vimos en la parte más de la materia en sí, que vendría a ser texto argumentativo… pero siempre se mencionaba. […] Ponele, cuando fue lo del aborto nos dijo: “Bueno digan qué piensa cada uno…” Por ahora creo yo que prestaron más atención sobre las marchas que se dieron hasta ahora por las marchas tipo… el aborto, la Ni Una Menos […] La semana pasada tuvimos una salida. Fuimos al Parque de la Memoria. Y nos explicaron más o menos qué significaban los monumentos.»
GF, Escuela 2 de Gestión pública, sectores populares.

En el relato resuenan palabras: “aborto”, “marchas”, “opiniones”, “Ni una menos”. Retazos de la memoria reciente, elementos, palabras que construyen una trama de sentidos que brinda instancias de aprendizaje de la ciudadanía, cual puzzle en construcción. La ciudadanía en la escuela se compone de esos elementos de discusión, en distintos espacios y materias, y de la presencia de adultos que habilitan el espacio, sin dejar de enfatizar en los contenidos del programa ni en “la explicación” sobre qué significa un monumento.

Asimismo, y de un modo similar a lo que acontece con la Educación Sexual Integral, la discusión que planea de fondo en relación con la enseñanza de la ciudadanía se refiere a la tensión entre plantear en espacios particulares o, más bien, cómo inaugurar una nueva grilla territorial escolar y repensar, como en el caso de la transversalización de la ESI, la crítica desde la perspectiva de género al androcentrismo y al conjunto de aprendizajes explícitos y ocultos (Baez y Sardi, 2019). El caso específico de los aprendizajes y saberes —experiencias, podríamos señalar— de la ciudadanía implica propiciar las voces juveniles, el intercambio de ideas e intereses en las distintas materias, donde puedan inscribir sus inquietudes y no solo en las que supuestamente plantean contenidos más cercanos a los derechos y a la ciudadanía.

En las instituciones, el diálogo sobre procesos sociopolíticos y temas de interés de los jóvenes “depende”, de acuerdo a sus palabras, de cada docente. En su tesis doctoral realizada en escuelas secundarias de Córdoba capital, Hernández (2021) señala la presencia de sentidos disociados de estudiante y docentes sobre la discusión acerca de temas de actualidad. En el trabajo muestra que los estudiantes, según su manejo de los tiempos, introducen temas para pedir la opinión delos docentes, pero muchas veces, estos lo perciben como un intento por alterar la clase. Ante esta incomprensión sobre una preocupación genuina, los estudiantes aprenden a incorporar una serie de criterios para saber con quién hablar y con quién no. En nuestra investigación, contemplamos dificultades similares, pero planteadas desde el punto de vista de la forma en que los profesores inician el diálogo. Además del carácter aleatorio de la posibilidad de conversar en clases sobre temáticas de la coyuntura política, en el caso en que se les pregunta qué piensan sobre algún tema, los jóvenes cargan con la incógnita sobre si es un contenido escolar o si la opinión demandada por sus profesores será efectivamente considerada (Vommaro, Cozachcow y Núñez, 2021). Tal como expresa el siguiente testimonio, la frontera es difusa entre el real interés por conocer las opiniones de los estudiantes y la sensación de ser evaluados:

«Vimos participación política muy por arriba. Fue como un tema que te evalúa. No sé si le importó lo que opinábamos. Después depende qué docente y la relación que tengas si hablás o no de lo que pasa.»
GF, Escuela bachiller, gestión estatal, heterogénea con participación media.

La situación descrita narra una escena de incomprensión que debilita el vínculo intergeneracional, no solo se ven los contenidos “muy por arriba”, sino que la confianza se ve afectada en tanto no tiene muy claro si “importó” la opinión expresada. La misma idea de una discusión pública robusta, donde se expresen y valoren distintos puntos de vista, se ve profundamente afectada.

Por su parte, la ESI (Educación Sexual Integral) suele ser una temática mencionada en todos los grupos, sin distinciones de género, tipo de oferta institucional o lugar del país. Cuando nos detenemos en el análisis de las entrevistas, la ESI aparece tanto por su implementación —y las distintas maneras en que se trabaja en las instituciones— como, en la mayoría de los casos, por su ausencia. En este punto, los jóvenes realizan fuertes críticas, por la poca educación sexual que reciben en sus escuelas. Señalan que, en general, se realizan talleres o actividades específicas, y no se la aborda como contenido transversal e integrado; docentes que no quieren (por falta de experticia o por “tabú”) incluir temáticas de ESI en sus clases cotidianas. En el caso de tratarse de contenidos más formales, señalan que suelen ser trabajados por profesores de Biología o de Psicología.

Estas cuestiones aparecen de manera transversal en distintas instituciones educativas. Sin embargo, la ESI adquirió en instituciones confesionales una dinámica peculiar, lo que produjo ciertas tensiones, en tanto que grupos de estudiantes demandan otro tipo de propuesta. Un aspecto similar había encontrado Natalia Fernández (2020) en su tesis sobre el movimiento scout, donde da cuenta de las discusiones a partir del caso del scoutismo feminista y el debate por el aborto en ámbitos de fuerte pregnancia del catolicismo. Una joven que asiste a una escuela confesional enfatiza en una serie de dificultades y críticas ante las propuestas específicas que se dieron en su institución:

«La primera jornada ESI no nos gustó nada, porque habían hablado de límites, pero muy metafóricamente, y no se entendió nada, y no nos gustó. Entonces, nosotras fuimos y hablamos con las tutoras, nosotras de quinto año hablamos y les propusimos una serie de temas que nos preocupaban o que sentíamos que era necesario que nos hablaran, y nos escucharon. Los temas serían: sexualidad desde el punto de vista, así como mental y cómo nosotras tenemos que relacionarnos con nuestra sexualidad; después todo lo que es la manera sana, y después dijimos que todo lo negativo: relaciones tóxicas, abuso, violación, consentimiento; esos temas; y también diversidad de género.»
Estudiante mujer, escuela confesional, CABA.

(…)

Estos aspectos de la condición juvenil se superponen con la vida estudiantil. Escuelas, esquinas, calles se entremezclan y, a diferencia de lo que ocurría en otras décadas, cuando vivían la doble vida como estudiantes y como jóvenes (Manzano, 2017), ambas experiencias se interrelacionan. Sus relatos se refieren a cuestiones sobre derechos sexuales, la demanda por la implementación transversal de la ESI—no solo en alguna materia o jornada—, así como el énfasis en los protocolos contra la violencia de género. Los jóvenes plantean que han exigido la implementación de la ley a sus docentes y directivos (en varios casos, a través del Centro de Estudiantes). También dan cuenta de la diversidad existente en sus escuelas (chicos o chicas trans, género fluido) y del apoyo por parte de docentes y compañeros.

Otro aspecto que consideramos se vincula con las propuestas específicas que se despliegan en las instituciones. A pesar de las diferencias entre los establecimientos, las trazas que enmarcan las propuestas sobre estas temáticas, cuando existen, suelen ser bastante similares: Gabinete de ESI, Aula ESI, Espacio ESI y protocolos contra la violencia de género, aspectos que remiten a los intentos por pensar de manera situada y transversal, pero que precisa de un ámbito específico. Asimismo, tal como muestra el trabajo de Del Cerro (2020), distintas iniciativas (como el colectivo “ESI-Género” conformado en una escuela media porteña que analiza en su tesis) profundizan un reordenamiento de las jerarquías tradicionales intergeneracionales, que caracterizaban —y en algunas instituciones continúan haciéndolo— las relaciones vinculares escolares de modo asimétrico entre docentes y estudiantes. Las acciones se suceden en la escuela, pero también en las cuentas de Instagram, que no solo vinculan a docentes y estudiantes, sino que difuminan el adentro y el afuera escolar, las personas que interactúan pueden o no asistir a la institución. Iniciativas como “el tendedero”, impulsada por la Comisión de Empoderadas que Chervin (2021) analiza en su tesis sobre las formas de organización estudiantil en torno a la ESI, construyen un espacio de confianza, pero de manera llamativa, exponen testimonios del afuera escolar y abordan y problematizan menos sobre lo que ocurre en el ámbito escolar. Espacios que, a la vez, conviven con escraches y una intervención adulta que oscila entre la no intervención y desencadenar las acciones sin lograr encauzarlas, retazos de aquello que el mismo Chervin (2021) califica como un aprendizaje sobre estas cuestiones y formas de organización.

Estas temáticas adquirieron una fuerte centralidad en las instituciones educativas, en parte, por una coyuntura que propició cierto borramiento de las fronteras entre el adentro y el afuera escolar. Como es sabido, en 2018, hubo un auge de participación juvenil y del feminismo que se dio a conocer como “la ola verde”, en reclamo por la legalización del aborto libre, seguro y gratuito que, desde 2007, fomentaba la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. El entusiasmo por continuar con la iniciativa se vio reflejado en las acciones públicas, pero también en el uso del pañuelo verde atado a mochilas o a carteras, anudado en balcones, ventanas e, incluso, en bustos emblemáticos en las instituciones3. En contraposición a estas expresiones, se organizaron grupos opuestos tanto a la legalización del aborto (incluso con el uso de pañuelos celestes, para contrarrestar la marea verde) como a la educación sexual integral. Estas acciones replican la campaña “Con mis hijos no te metas” en Argentina, Uruguay, Chile o Perú contra la “ideología de género” (Baez, 2018), o lo que ocurrió en Brasil con movimientos como el “Escola sem Partido” (Abramovay y otros, 2020)4.En nuestras investigaciones, no encontramos testimonios que plantearan una oposición tajante frente a estas temáticas, posiblemente porque se realizó previo a la mayor masividad y crecimiento electoral de los sectores autodenominados “libertarios”. Tan solo en un grupo focal surgió el planteo acerca de la presencia en una institución educativa de grupos de estudiantes que buscaban organizarse para oponerse a los contenidos de la ESI. Más recientemente, en una exploración preliminar que realizamos con Otero y Manelli (2022) hallamos algunas críticas, silencios y una postura juvenil que varía entre quienes se sientes más interpelados, se comprometen/identifican o son reactivos a los discursos sobre género/sexualidades, la ESI o la política en un sentido amplio.

Se trata de un tema por profundizar que interrelaciona dos aspectos. Por un lado, la revitalización de las llamadas nuevas derechas, en particular su propio carácter de supuesta novedad y la manera en que desde el año 2001 sectores que no venían manifestándose accedieron al espacio público saliendo, desde entonces y en distintas coyunturas a “ganar la calle”, tal como plantean Morresi, Saferstein y Vicente (2021). Por otro, tal como sucede también en países como Chile los jóvenes que el año previo habían protagonizado el estallido social, durante la pandemia fueron los más afectados y críticos con el gobierno (Asún, Palma, Aceituno & Duarte (2021).

En estos comportamientos puede leerse cierta desafección de las nuevas generaciones ante el escenario político (con excepción de sus sectores más movilizados), lo que algunos estudios describen como una tendencia a una salida aislacionista (Asún, Palma, Aceituno y Duarte, 2021). En nuestras investigaciones más recientes planteamos la hipótesis que, durante la pandemia, tuvo lugar una exacerbación de las tensiones entre estudiantes y entre ellos y sus docentes (y equipos directivos), que más allá de que algunas instituciones lo resolvieron de mejor manera. Allí enfatizamos que, más allá de cuánto ya se había resquebrajado antes de la pandemia, desde entonces estas preocupaciones cobran mayor importancia. Estas cuestiones afectan núcleos centrales del proceso de escolarización: el tipo de relaciones intergeneracionales que se generan, la intensidad de esos vínculos, la sensación de pertenencia que contribuye a consolidar y su incidencia en la construcción de la ciudadanía. Entendemos que la pandemia, a la vez que supuso una alteración de la sociabilidad juvenil, facilitó la aparición de nuevas temáticas críticas con el rol docente (y por extensión con los contenidos que se transmitían5), cambios en los vínculos entre compañeros/as y la expansión en las instituciones de discusiones presentes de manera más amplia en la sociedad (las vacunas, las cuarentenas, la participación política, género/sexualidades). Las instituciones educativas, que eran más bien un ámbito que buscaba propiciar la participación estudiantil -de maneras más y menos exitosas y con múltiples dificultades de las que hemos dado cuenta – encontraron mayor cuestionamiento a temáticas de derechos, género, política que contrarió un ámbito que se ve mayormente desbordado cuando los y las jóvenes participan, opinan o se involucran con ideas por fuera de los canales establecidos (sean estas ideas situadas más a un lado u otro del arco político). En el contexto post pandémico, además de la necesidad de desplegar acciones y programas que aborden temáticas de salud mental, suicidios, temores o dificultades varias en el encuentro con otros, dichas tensiones se expresan en las dificultades para la convivencia, en disputas a favor y en contra de ciertas demandas políticas, en la exacerbación de las diferencias entre las familias y estudiantes; en el mismo re aprendizaje de estar con otros, de la sociabilidad juvenil e intergeneracional que tiene a la escuela como un escenario principal.

(…)

«Cuando pasamos por los cursos a convocar a una marcha, un tercio te da bola, otro tercio hace chistes, y el resto está en cualquiera”
Juliana, estudiante de 5°año de una escuela de modalidad técnica de la ciudad de la Plata.

Las actividades desplegadas por los centros de estudiantes o por grupos de jóvenes sin identificación partidaria ni institucional busca modificar aspectos de la situación particular en una escuela tanto como lograr una incidencia que trascienda las paredes de la institución. Muchas de estas acciones implican una disrupción del tiempo escolar planificado. En la entrevista que los integrantes del equipo de investigación tuvimos con Juliana y algunas de sus compañeras, y cuyo fragmento abre este subapartado, relataban las dificultades para lograr que los estudiantes se organizaran y participasen de manera activa en el Centro de Estudiantes. En este caso en particular, si bien quienes participaban del CE contaban con el apoyo de varios docentes, otros integrantes del equipo directivo buscaban dificultar su organización. Aun así, Juliana y sus compañeros habían logrado un espacio donde encontrarse y la posibilidad de pasar por los cursos (una práctica extendida fundamentalmente en los claustros universitarios, reproducida en algunas escuelas secundarias y que persiste, a pesar del extendido uso de redes sociales). En el hecho de “pasar” por los cursos, perdura algo del encuentro cara a cara, de la búsqueda de complicidades, pero también garantiza aquello que los dispositivos móviles no siempre logran —no al menos con la misma eficacia—: detener la clase. La complicidad hace referencia a un lazo que une y agrupa, en un sentido de comunidad a quienes se consideran semejantes o iguales (Chaves, 2010). En el estudio del activismo y la militancia juvenil, no hemos prestado suficiente atención a la construcción de significados compartidos sobre el mejor modo de impulsar una acción política, aspecto que a priori establecería una serie de complicidades entre los jóvenes, útiles para crear una conciencia común acerca de cómo actuar.

En la entrevista que citamos, Juliana narra la situación de pasar por las distintas aulas y cómo las distintas posiciones políticas irrumpen en la escuela. Esto ocurre cuando los integrantes de las listas que compiten en el CE recorren las aulas para contar su propuesta o avisar de alguna actividad, tal como lo expresa el fragmento de entrevista. El pasar por las aulas encarna la posibilidad de lograr una reconfiguración institucional; brinda la posibilidad de liberarse del tiempo escolar y así lograr un cambio súbito de una situación educativa. Esto es válido tanto para quienes están interesados en la propuesta como para quienes aprovechan para desligarse del tiempo escolar y no hacer nada. La rutina escolar se altera durante un breve instante y puede ser aprovechada para interesarse en la actividad como para liberar emociones, adoptando también modelos o arquetipos (“el militante”, o “activista”, “el gracioso”, “los colgados”). Ese tiempo “para estar en la Luna”, como rememora Manzano (2017), ya era una de las maneras, junto con la indisciplina y la militancia política, de cuestionar el autoritarismo escolar.

Como narra la estudiante, las posibilidades de producir esta alteración son mayores para quienes participan de agrupaciones o son delegados de su curso. En definitiva, pasar por las aulas representa para los “militantes” o “activistas”, un poder de un orden similar que la posibilidad de enfrentar la autoridad por parte de aquellos más desenganchados del proceso de escolarización, con la diferencia de que, en este caso, se mantienen dentro de los carriles propuestos por la institución.

Tal como venimos describiendo, los últimos años fueron escenario de la emergencia de prácticas políticas estudiantiles que rebasaron el espacio escolar y, a través de esta operación, simultáneamente, reconfiguraron el espacio público, al tornarse visibles más allá de la escuela. Sea a partir de las tomas de escuelas en la ciudad de Buenos Aires, en las marchas con peticiones en el interior de la provincia de Buenos Aires, en las multitudinarias marchas conmemorativas por los estudiantes detenidos desaparecidos en la última dictadura militar (que parecieron tener un vigor renovado en algunos centros urbanos de la Argentina), tuvo lugar una suerte de reencantamiento con lo público, proceso similar al que mencionaron estudios para el caso de los pingüinos en Chile (Aguilera, 2014).

Por esos años prepandémicos, era posible referirse a una nueva escena escolar, donde tenían lugar diferentes procesos de conformación de las identidades políticas. En dicho marco, el movimiento estudiantil secundario había adquirido una fisonomía diferente a la de las décadas precedentes: conformación de nuevos espacios y grupos en el interior de las escuelas (por ejemplo, cuerpo de delegados, consejo de aula, asambleas), que instalaron otras demandas más específicas —el estado de abandono de la infraestructura de los establecimientos, la falta de equipos de calefacción y de materiales didácticos, el ausentismo docente, las reformas en los planes de estudio, el reconocimiento de derechos y formas de vivir las sexualidades, la denuncia de la violencia de género, entre otros—. En muchas ocasiones, además, planteaban formatos de organización alternativos al centro de estudiantes, priorizando la escucha de las distintas voces en asambleas y ampliando la idea de “democracia”.

Nuevamente es preciso evitar enceguecernos con aquellos grupos más movilizados. Pensar el fenómeno de la política en la escuela secundaria durante la pandemia y en la salida de ella implica dar cuenta de dos aspectos. Por un lado, se trata de dinámicas más marginales de lo que nos gustaría pensar. Lamentablemente no existe información confiable sobre la cantidad de centros de estudiantes existentes en el país. A lo largo de estos años, hubo distintos intentos de organización, pero no existe una política pública sostenida en el tiempo. Esto no es solo responsabilidad de las autoridades educativas. Los CE son volubles, cambian en el tiempo; un año, la presencia de estudiantes con más intenciones de participar puede darle mayor volumen o capacidad de acción. Incluso la coyuntura política nacional o local, así como algún conflicto dentro de la institución. Pero tan cierto como su músculo organizativo puede ponerse en marcha rápidamente, lo es que un aspecto central de su propia dinámica es el carácter inestable. Si otro año los estudiantes del último ciclo no tienen intenciones de participar, si las autoridades no tienen tiempo o deben focalizarse en otra cantidad de acciones que deben realizar o si la coyuntura política no los enfrasca en algún debate que capte su atención, el lugar del CE se deshilacha. La diversidad de escuelas secundarias existentes en el país —debería decir la misma diversidad del país— (y la heterogeneidad de formas de ser joven existentes en el territorio) hace que las formas de organización estudiantil sean muy variables. Por otro lado, las dinámicas de organización estudiantil se vieron notablemente afectadas por la pandemia, a un punto tal que la política estudiantil ha cambiado en su configuración. Incluso en el año 2020 una marcha emblemática como la del 24 de marzo6 fue suspendida, el año 2021 contó solo con la participación de algunos sectores de los organismos de derechos humanos y, ya en el año 2022, recuperó su carácter con una enorme columna de estudiantes secundarios y jóvenes por su cuenta, como ocurrió con la marcha del 8M.

(…)

La pandemia otorgó otro espacio a los centros de estudiantes como mecanismo institucional y soporte de la escolarización durante los meses más álgidos de aislamiento y continuidad educativa sin presencialidad (Informe CEPAL, 2021). En la investigación que realizamos junto con Victoria Seca y Valentina Arce Castello para la CEPAL en 2020, el CE fue una de las instancias más mencionadas por los estudiantes como espacio que contribuyó con la posibilidad de sostén de la nueva dinámica de cursada, como polea de transmisión de las demandas estudiantiles y por su rol mediador. En aquellas instituciones donde estas instancias de organización estudiantil se encontraban más arraigadas —y previamente habían ya generado vínculos entre estudiantes y también con docentes a través de actividades como las olimpíadas (deportivas y de conocimientos), cena de fin de año, actividades extracurriculares—, fue notable su lugar durante la pandemia como sostén en la trayectoria escolar. En los grupos focales realizados, los estudiantes reivindican este rol del Centro de Estudiantes como un ámbito diferente en cuanto al ejercicio de derechos, en comparación con el nivel primario, y espacio de reconfiguración de vínculos:

«Si no fuera por el Centro de Estudiantes, en mi escuela, nos pasan por arriba. Es la única escuela de Paraná que tiene ESI, porque nosotros protestamos cuando se quiso sacar ese taller.»
Estudiante varón, Paraná, Entre Ríos. Escuelas públicas bachiller común de secundaria.

Por último, un aspecto llamativo es que los centros de estudiantes adquieren una fisonomía más flexible que la propuesta por las normativas. Los estudiantes señalan que, en esos espacios muchas veces, no hay listas7 diferentes ni secretarías formales, sino que conforman comisiones abiertas, y muchas decisiones son definidas en asambleas o por votación abierta. Es lo que llaman un centro “horizontal” o, incluso “en diagonal”. Durante la pandemia, y ante la imposibilidad de realizar las elecciones de renovación de autoridades, varios CE adoptaron nuevas dinámicas de organización, incluso conformando comisiones con integrantes de listas que usualmente se enfrentaban en el acto electoral. Durante esos tiempos las demandas abarcaron tanto el reclamo por la conectividad, dispositivos tecnológicos y bolsones de comidas.

En definitiva, si la expansión del nivel secundario supone la posibilidad de la ampliación del derecho a la educación, a la par de la sanción de diversas leyes que reconocen a los jóvenes como sujetos de derechos, los soportes con que cuentan las instituciones son diversos de un modo que impactan de manera desigual en la experiencia de ser estudiante.

Referencias:

1 En ese período, la democracia pasa a ser asumida “como un valor en sí”, propio del ethos militante (Blanco y Vommaro, 2017). En las escuelas secundarias, este clima de época muy posiblemente propició la discusión sobre las normas de disciplina (Núñez, Chmiel y Otero, 2017).

2 Solo por mencionar algunos: “Estudios sobre la Realidad Social Argentina” del segundo peronismo (1973-1976), que luego se modificó por “Formación Moral y Cívica” durante la dictadura cívico-militar posterior (1976-1983), para ser convertida en “Educación Cívica” por el gobierno radical de Alfonsín (1983-1989).

3 Durante ese año, circularon imágenes que mostraban pañuelos verdes anudados en los cuellos de bustos de próceres nacionales, como el de Sarmiento (impulsor del sistema educativo) y el de San Martín.

4Escola sem Partido” es un movimiento conservador de Brasil con ramificaciones en la sociedad civil, grupos religiosos y partidos políticos, creado en 2004, pero cobró relevancia a partir del año 2015. Se presenta en contra del supuesto adoctrinamiento ideológico en las escuelas a partir de la presencia de ideas progresistas.

5 Los estudiantes asumieron una postura crítica frente a las formas en las que los docentes llevaron adelante sus prácticas en el contexto de la virtualización de la educación: envíos continuos de tareas en archivos PDF, devoluciones escasas o tardías, falta de comunicación, exigencias superfluas en las videollamadas, entre otros.

6 El 24 de marzo de 1976 sucedió el último golpe de Estado en la Argentina. En conmemoración a las personas detenidas-desaparecidas y en repudio a la represión y a la suspensión de las garantías constitucionales, organismos de derechos humanos, partidos políticos y organizaciones sociales se movilizan cada año con el lema Memoria, Verdad y Justicia.

7 Esto no quiere decir que quienes participan del Centro de Estudiantes carezcan de militancia política —de hecho, varias de las personas señalaron que militan en distintos grupos, la mayoría cercanos al kirchnerismo, aunque también hay sectores trotskistas y otros que se consideran “independientes”—. Al momento de escritura de este capítulo, no habían surgido con visibilidad grupos de jóvenes libertarios.

Capturar las máquinas, detener el humo

Capturar las máquinas, detener el humo

La discusión sobre el “fetichismo de la tecnología” es susceptible de ser superada gobernando la técnica y abrazando su avance. El repliegue hacia visiones hostiles a la técnica y enfocadas estrictamente en la participación puede resultar aniquilacionista.

En enero de este año fue publicada la nota “El fetichismo de la tecnología y el futuro del socialismo”, donde Leonardo Stanley amplió algunos argumentos desarrollados durante su participación en el Enero Socialista de las JS. Recogiendo parte de su planteo, nos proponemos señalar algunos aspectos que podrían sumar a la discusión rescatada por el autor. Procuraremos dos aportes: en primer lugar, haremos un mayor foco en lo que podríamos entender como un mecanismo que alimenta al “fetichismo de la tecnología” y  luego discutiremos una forma de respuesta a esto.

HUMO

Tecnogurúes en las redes sociales enumerando éxitos y vendiendo cursos; encuentros de emprendedorismo (con generoso apoyo del sector público) e innovación con speakers motivacionales; videos de propaganda centrada en el uso exclusivo de una sola tecnología como mecanismo de solución prácticamente universal a los problemas de la Humanidad… es posible que a quien lea estas líneas le vengan a la memoria varias imágenes y nombres, usualmente en inglés, repetidos hasta el hartazgo en una enorme cantidad de formatos diferentes y con un entusiasmo extraordinario por parte de diversos promotores. En esta Era Exponencial de la que nos habla Oszlak estamos habituados a sufrir este bombardeo de modas que difunden optimismo y lugares comunes para cualquier tormenta de ideas: hace pocos años era difícil escapar a la sugerencia de crear o minar criptomonedas (o establecer algún mecanismo blockchain para lo que sea); en la actualidad nos azora un poco más la constante apelación a alguna aplicación de inteligencia artificial. Antes aun hubo una fiebre por lograr que todo fuera “inteligente” (a secas, lo artificial vino más tarde) o, como preferían las áreas de marketing político, smart. Por supuesto, se trata de poner el carro delante del caballo en la búsqueda de justificar la utilización de estos desarrollos casi mágicos que se nos exhibe por todas partes. Esta permanente divulgación de una tecnología de moda en la que se cifran las esperanzas de una realidad mejor, cuando llega a oídos de decisores públicos (y lo hace de maneras que han sido estudiadas), puede presentar efectos incrementales en términos de políticas públicas. O sea, el humo puede expandirse enormemente: vemos los desfiles de intendentes, gobernadores, legisladores y presidentes ansiosos por lograr ciudades cripto-friendly, por la constitución de hubs de innovación para las economías del conocimiento y celebrando (y contratando) la visita de exponentes llamativos del ámbito de las inversiones de riesgo en tecnología de punta para convencer a vecinos de su entusiasmo. Esta seducción de los decisores públicos deviene en “fetichismo de la tecnología”, que en algo nos recuerda al solucionismo tecnológico de Morozov. Como señalaba Stanley, se trata de observar en la tecnología de moda una solución universal y esperar además que la tecnología resuelva los problemas generados por ella misma. Y por supuesto, contiene al menos dos grandes problemas.

La tecnología como conocimiento aplicado no resulta neutral sino que contiene los sesgos que le dieron origen.

En primer lugar, tenemos la conocida aseveración de que la tecnología como conocimiento aplicado no resulta neutral sino que contiene los sesgos que le dieron origen. Esto constituye, también, el señalamiento de que una tecnología no necesariamente tiene, por si misma, la capacidad para cambiar sustancialmente el orden social existente en la forma en que algunos activistas podrían imaginarse que lo haría. Podríamos decir que la tecnología sola no tiene agencia (a esa aun parece que la conservamos, sobre todo, nosotros). Volveremos sobre esto más adelante.

En segundo lugar, evidencia que existen muy potentes corrientes ideológicas en el ámbito de la tecnología, que a su vez se encuentran generosamente financiadas por sus promotores. Y que su capacidad de llegada al aparato estatal no parece enfrentar respuestas realmente superadoras y coherentes por parte de fuerzas políticas de izquierda, al menos en territorios como los nuestros.

¿QUÉ HACER?

El entusiasmo por la técnica ha sido compartido por buena parte de la izquierda política en muchos períodos porque se veía en ella la potencialidad de generar un futuro alternativo y mejor (aquí cerca Allende tuvo su Synco). Maravillarse por los crecientes logros de la Humanidad (con la contracara de su gigantesca capacidad destructiva) es un enorme valor, optimista y políticamente productivo, que probablemente sea erróneo abandonar. La tecnología requiere ser contrarrestada en su fetichismo, no ser negada por provenir impuesta desde centros de poder: requiere, en otras palabras, ser gobernada. Algo de eso pensaban Srnicek y Williams cuando escribieron su “Manifiesto Aceleracionista” y observaban que el problema político no se trataba solo de un déficit democrático sino ante todo de un déficit técnico por haberse abandonado el embanderamiento de las tecnologías a quienes aquí vemos como fetichistas.

Un futuro promisorio, de la mayor abundancia posible, requiere la combinación de condiciones sociales con los dispositivos técnicos que estas pueden contener.

La existencia de títulos como “Comunismo de Lujo Completamente Automatizado”, de Bastani, muestra la emergencia de una demanda por la reconquista de la tecnología para los fines de un mundo que se juzga distinto y mejor. En nuestro caso, nuestro compromiso con la democracia implica la generación de una apertura de la técnica para su gobierno y la habilitación de esa participación y debate desde abajo hacia arriba, como señala Stanley. Pero esto último, en definitiva, demanda como tarea urgente la elevación del nivel de instrucción general: a la obviedad de que no alcanza con leer, escribir y hacer operaciones matemáticas elementales se le suma la necesidad de tener alguna comprensión de la condición técnica que nos circunda. Una labor socialista consiste en el detenido estudio de las circunstancias (hablamos de las técnicas aquí, pero se trata de muchas más) para operar sobre ellas. Y posiblemente ver, en una tecnología que se comprende y se gobierna, que el reemplazo de ciertas instancias de decisión por su automatización puede habilitar la posibilidad de pasar a discutir cuestiones más elevadas. Como señala Bratton en su Terraformación, no hay “vuelta al origen” con la que podamos fantasear: reconocer el poder adquirido como especie a través de la amplificación de nuestras capacidades con la técnica es un paso necesario para actuar responsablemente.

Por último, vale recordar que las tecnologías son aplicadas en contextos que las habilitan (esto suele ejemplificarse con la inviabilidad de la máquina a vapor bizantina). Un futuro promisorio, de la mayor abundancia posible, requiere la combinación de condiciones sociales con los dispositivos técnicos que estas pueden contener. Esto es, así como Cohen rescataba para la democracia en su “Por una Vuelta al Socialismo”, necesitamos configurar unas alianzas políticas capaces de forjar un ethos que honre una existencia técnica superior. Y vale la pena, aunque no parezca intuitivo, pensarlo en territorios empobrecidos, periféricos, como los nuestros. Después de todo, como dijimos más arriba ¿no se discute y fomenta constantemente la economía del conocimiento? ¿no tenemos un campo tecnificado y nuestros tejidos urbanos totalmente atravesados por la gestión centralizada de las aplicaciones de delivery? ¿qué son las redes logísticas de Mercado Libre, los unicornios con los que Argentina destaca en la región y las constantes actividades sobre emprendedorismo digital? los saberes tradicionales no tienen por qué ser una trinchera ante estos avances y el diálogo que proponga el socialismo puede tanto ampliar como paulatinamente mover (gracias a la superación de las discusiones y su potencial reemplazo por las rutinas) las instancias de participación. La tecnología, las máquinas, están allí. Tenemos que capturarlas. Y detener el humo.