El anuncio de las medidas económicas de “shock” por parte del Ministro Luis “Toto” Caputo mostró la hoja de ruta del nuevo Gobierno. Devaluación, pobreza, alta inflación, apertura indiscriminada de la economía, impuestazo y más endeudamiento.
Migajas para los sectores populares. Duplicación del monto de la AUH (cuando la inflación proyectada para 2024 se estima en 300%) y un 50% de incremento de la tarjeta alimentar (alimentos que se estima se incrementarán en más de 100% entre diciembre y febrero sin contar los aumentos acumulados tras la estampida de precios de noviembre).
Se eliminaría la fórmula jubilatoria para que el magnánimo Gobierno pueda otorgar discrecionalmente aumentos que impidan la pérdida de poder adquisitivo de los beneficios (Milei en mood Papa Noél).
«Se eliminaría la fórmula jubilatoria para que el magnánimo Gobierno pueda otorgar discrecionalmente aumentos que impidan la pérdida de poder adquisitivo de los beneficios»
El retorno de la cuarta categoría del Impuesto a las Ganancias, merece un apartado más detallado.
El impuesto a las Ganancias o a los altos ingresos es uno de los impuestos más progresivos que existen y se aplica en casi todos los países del mundo, por lo que conceptualmente este proyecto aparece a priori como una medida positiva de redistribución de la riqueza. Sin embargo, fruto de las distorsiones de la macroeconomía argentina, hasta su vigencia el pasado mes de noviembre la base de trabajadoras y trabajadores se había ampliado hasta márgenes insólitos. Su eliminación y reemplazo por un impuesto a los grandes ingresos atado al valor del salario mínimo, vital y móvil significó un importante alivio para los sectores medios y medios bajos, en un contexto de alta inflación e indexación de precios, ingresos e impuestos.
Volver al esquema ya derogado (derogación que votó con las dos manos el actual Presidente) implica un castigo a parte de quienes más perderán con las medidas de ajuste. Incluso llegando al contrasentido de que en el caso de autónomos, el impuestos se aplica para personas con ingresos apenas inferiores a la Canasta básica. País de ricos, en el cual todxs pagan Ganancias.
En síntesis, el tan mentado shock es un shock de pobreza. Y al ajuste no lo pagará la “casta”, lo pagará la enorme mayoría del pueblo argentino y con un especial esfuerzo de los sectores de la otrora clase media. Será pues que “la casta” somos todxs.
Tras estos anuncios, y en sentido contrario a lo que fueron sus banderas de campaña, el que se denominó como el “primer presidente libertario del mundo” decidió aplicar la clásica receta neoliberal. Esa que no funcionó ni en los 70 ni en los 80, ni en los 90, y que nos arrojó a la peor crisis de la historia reciente.
Ajuste fiscal, incremento de impuestos y apertura al mundo. Un combo conocido que no es precisamente la cajita feliz.
LA GRASA MILITANTE
Si bien los aspectos económicos y cambiarios han atraído la atención masiva de la ciudadanía, no sólo por el bolsillo se construye el nuevo paradigma.
Durante las primeras horas de gestión el equipo gobernante se dedicó a estigmatizar a las y los trabajadores estatales tratándolos de (en su inmensa mayoría) vagos.
La exigencia pública de presencialidad (como si no fuera ya la norma desde que en 2021 se terminaron las restricciones post pandemia) y las leyendas urbanas de ascensores repletos y oficinas atiborradas por los “cientos” que no venían a laburar nunca y ahora pretenden hacer “buena letra”, contribuyeron a sostener el relato libertario de que las personas que trabajan en el Estado son ñoquis, acomodadas y sobran. Un novel funcionario se atrevió a ponerle cifra a este fenómeno: las apariciones alcanzarían al 10% de la plantilla. Inchequeable.
A eso se sumó la amenaza de revisión de todas las contrataciones realizadas en el último año, incluyendo la no renovación de contratos y revisión de pases a planta permanente. Si la “libertad avanza” en esa dirección, ésta será una navidad de angustia para miles de familias estatales.
CON EL MAZO DANDO
En un contexto de previsible crecimiento de la conflictividad social no podía faltar la pata represiva. La flamante Ministra de Seguridad (AKA ex Montonera tira bombas Patricia Bullrich) acaba de estrenarse en el cargo con un Protocolo de orden público para garantizar la circulación en las calles.
Si el primer acercamiento a la nueva doctrina lo había realizado el Gobierno de la Ciudad con la invitación al movimiento liderado por Castells de marchar por las veredas, con Pato es otra historia.
La novedosa herramienta de gestión diseñada por la ex (y actual) Ministra promete “severas sanciones” para quien marcha y para quien organiza las marchas.
«La novedosa herramienta de gestión diseñada por la ex (y actual) Ministra promete “severas sanciones” para quien marcha y para quien organiza las marchas.»
No va a ser cosa que el descontento social producido por las medidas económicas termine impidiendo que la “gente de bien” pueda desenvolverse sin obstáculos.
BONUS TRACK
Mención especial merece la amorosa declaración de Jorge Macri (el primo) sobre los aprontes que lleva adelante el Gobierno de la Ciudad para lidiar con el “hambre de la clase media”.
Es que el ajuste que anunció Toto es tan brutal que hasta la gente amiga ve venir un vendaval de pobreza especialmente concentrado en lo que fuera alguna vez el motor económico del país y ahora da la pelea por no quedarse sin nafta.
«el ajuste que anunció Toto es tan brutal que hasta la gente amiga ve venir un vendaval de pobreza especialmente concentrado en lo que fuera alguna vez el motor económico del país y ahora da la pelea por no quedarse sin nafta.»
Y para ello el sensible Jorge preparará medidas para que la gente “de bien” no pase por la penosa experiencia de hacer una cola para retirar un plato de comida.
Duró menos de un año. Fue una apuesta democrática y federal en respuesta a demandas populares. Avances sociales. Resistencia monárquica y represión.
El 11 de febrero de 1873 se proclamó en las Cortes, Madrid, la Primera República Española. Hace, por lo tanto, ciento cincuenta años. Este régimen político duró escasos once meses pero supuso la primera apuesta plenamente democrática y federal en España, planteando además, la prístina legislación social en plena eclosión de la Primera Internacional y del empuje del incipiente movimiento obrero español. Período histórico, dentro del Sexenio Democrático (1868-1874).
El 10 de febrero de 1873 abdicó el rey Amadeo I (Amadeo de Saboya) un monarca elegido cuando fue destronada la reina Isabel II en la Revolución de septiembre de 1868. Las Cortes, en sesión conjunta del Congreso y Senado, proclamaron la República por 285 votos contra 32 al día siguiente, pero este hecho no consiguió estabilizar la agitada vida política española, ya que a los problemas heredados –levantamiento carlista y guerra de Cuba-, se añadió en el seno del republicanismo la división entre unitarios y federalistas, que, a su vez, agudizaron las diferencias entre los moderados y los intransigentes a la hora de establecer el federalismo, ya fuera desde arriba, ya desde abajo.
Hay que tener en cuenta la presión social que vinculaba a la República con la necesidad de reformas importantes en favor de las clases populares, como eran la eliminación de los consumos -impuestos indirectos- o el sistema de quintas, sin olvidar las cuestiones salariales y de limitación de la jornada laboral.
Fuera del ámbito republicano y democrático, los sectores contrarios al establecimiento de un sistema político plenamente democrático trabajaban para liquidar la República, ya fuera desde el extremismo carlista, ya desde las posiciones monárquicas borbónicas alfonsinas.
Este régimen político duró escasos once meses pero supuso la primera apuesta plenamente democrática y federal en España, planteando además, la prístina legislación social en plena eclosión de la Primera Internacional y del empuje del incipiente movimiento obrero español.
La República tuvo cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francisco Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar.
En el período de Figueras se produjo un pronunciamiento por parte de los radicales, aunque fracasó. Este hecho motivó que Martos y Serrano huyeran a Francia. En mayo se celebraron elecciones a Cortes Constituyentes en las que triunfaron los republicanos federalistas con una aplastante mayoría de 344 diputados sobre 391. En la primera votación se proclamó la República Democrática Federal.
Pi i Margall accedió a la presidencia de la República el día 11 de junio. El nuevo presidente fracasó a la hora de establecer, desde arriba, una estructura federal de forma ordenada. La insurrección cantonalista se extendió con gran rapidez en gran parte del este y sur peninsulares. Los cantones serían unidades políticas inferiores a partir de las cuales se debería formar la federación española, es decir, era un movimiento que pretendía montar la estructura federal desde la base.
El cantonalismo tuvo un evidente componente social reivindicativo, por lo que debe ser entendido, a su vez, como una reacción ante la posible derechización de la República. Alcoy y Cartagena fueron las principales ciudades que se proclamaron cantones. Fue muy complicado reprimir el cantonalismo, no sólo por su extensión sino también porque coincidió con la presión carlista.
Estos levantamientos provocaron la dimisión de Pi i Margall, a pesar de que intentó frenar el movimiento a través de una avanzada legislación social: regulación del trabajo infantil, abolición de la esclavitud en Cuba y un proyecto de reorganización del ejército.
PROYECTO CONSTITUCIONAL
Pi i Margall presentó a las Cortes un proyecto de Constitución para la República federal, aunque la discusión parlamentaria no comenzó hasta agosto, con Salmerón en el poder, cuando casi todos los cantones habían sido derrotados. Pero los graves problemas del período alargaron mucho el proceso constituyente. El Proyecto constitucional de 1873 recogía una estructura federal del Estado: España se organizaría en municipios, estados regionales y el Estado federal o Nación.
Además, se establecía la soberanía popular con sufragio universal. Por vez primera, se proclamaba la separación entre la Iglesia y el Estado. Esta Constitución nunca entró en vigor, pero tiene una gran trascendencia histórica porque diseñaba una democracia y un modelo de organización territorial no centralista.
En las Cortes se plantearon proyectos que, sin abordar una completa reforma agraria, promovieron cambios en la estructura de la propiedad que provocaron la alarma de los grandes propietarios.
Repasemos los proyectos: El 23 de junio se presenta una proposición de reparto de tierras a censo reservativo, solicitando la no inclusión en las leyes de desamortización de los bienes propios de los pueblos. En el mes de julio se planteó un proyecto de ley sobre venta a censo reservativo de los bienes de aprovechamiento común.
A principios de agosto una proposición de ley pedía la devolución a los pueblos de los terrenos de aprovechamiento común. Esta cuestión es importante porque la desamortización de Madoz dejó a los consistorios sin uno de sus pilares económicos y a los vecinos sin un recurso fundamental para vivir.
El 18 de agosto, por su parte, se propuso un proyecto de ley sobre reparto a braceros de terrenos faltos de cultivo. Dos días después se aprobaba la única ley en materia agraria, la redención de foros, posteriormente fue derogada por Serrano en febrero de 1874. Todos estos proyectos iban en la misma línea, a favor de los campesinos y jornaleros, pero, como vemos, o no llegaron a aprobarse, o fueron derogados inmediatamente en la Dictadura posterior.
La reforma agraria siguió siendo una de las grandes asignaturas pendientes, y tuvo que llegar otra República para abordarla, para luego frustrarse con el franquismo. La reforma agraria siempre fue un claro motivo de enfrentamiento porque tocaba una estructura de la propiedad harto injusta, y estaría entre una de las causas del posterior golpe del 18 de julio de 1936, que llevó a España a la Guerra Civil.
La reforma agraria siempre fue un claro motivo de enfrentamiento porque tocaba una estructura de la propiedad harto injusta, y estaría entre una de las causas del posterior golpe del 18 de julio de 1936, que llevó a España a la Guerra Civil.
La Primera República también se preocupó de las relaciones entre los trabajadores y los patronos. Recordemos el miedo que generó en la burguesía española la llegada de la Internacional y la reacción de la misma en tiempos de Amadeo de Saboya. El 14 de agosto se presentó un proyecto de ley sobre Jurados Mixtos que pretendía establecer un instrumento para la resolución de los conflictos laborales entre los empresarios y los obreros.
Anteriormente se habían planteado algunos precedentes, pero ahora se pretendía elevar la cuestión a rango de ley y de forma general para todo el país. El 24 de julio se aprobó la Ley sobre protección del trabajo de los menores de dieciséis años, y dos días después se estableció la Ley sobre protección del trabajo de niños en los circos.
Salmerón se convirtió en presidente en el mes de julio. Su objetivo fue restablecer el orden y envió el ejército para sofocar el movimiento cantonalista. La represión fue intensa. En agosto casi todos los cantones se rindieron, aunque Málaga resistió hasta mediados de septiembre y Cartagena hasta enero de 1874. Con Salmerón, la República inició un viraje hacia posiciones más moderadas. Pero no duró mucho en su cargo porque dimitió por problemas de conciencia al no querer firmar sentencias de muerte impuestas por la autoridad militar.
LA CAIDA
Castelar alcanzó la presidencia en septiembre, representando el triunfo de la República conservadora. Aunque fue el presidente que terminó el proyecto constitucional federal, era defensor de una República centralista, por lo que postergó la discusión y aprobación del texto. Movilizó a los reservistas para intentar acabar con las últimas resistencias cantonalistas y las guerras cubana y carlista. Además, firmó las penas de muerte que Salmerón había rechazado, y permitió el regreso al país de los dirigentes de los partidos radical y constitucional, Serrano entre ellos.
El final de la República se precipitó cuando se reanudaron las sesiones de las Cortes el 2 de enero de 1874. Ese día, Castelar debía rendir cuentas de su labor de gobierno desarrollada desde su toma de posesión. El presidente defendió la importancia de separar la Iglesia del Estado pero no aludió a la necesidad de que se aprobase el proyecto constitucional. La cámara negó la confianza a Castelar y, por consiguiente, dimitió.
La posibilidad de que el poder recayese de nuevo sobre los federalistas ofreció un pretexto para el golpe de estado de Pavía, capitán general de Madrid, que en la madrugada del día 3 de enero ocupó el Congreso y disolvió la cámara. De esta manera se puso fin al régimen republicano, aunque oficialmente España siguió siendo una República hasta finales de año.
El general Serrano presidió un nuevo gobierno provisional (dictadura) que tuvo como objetivo restablecer el orden público, controlar a los carlistas y continuar la guerra en Cuba. En diciembre de 1874, el general Martínez Campos se sublevó en Sagunto y proclamó rey a Alfonso XII, hijo de Isabel II.
Los intereses de la oligarquía española habían triunfado, aunque no a través del método que había diseñado Cánovas del Castillo para que regresara la monarquía a España.
Tár, película subyugante en torno a un personaje amoral, que se inserta con inteligencia en la conversación actual sobre el poder, sus abusos y la cultura de la cancelación. Todo del director Todd Field y la actriz nominada.
Lidya Tár usa zapatos negros, toscos, enormes, masculinos. Tiene gustos excéntricos que nadie objeta porque se trata de una estrella indiscutida de la música clásica internacional (es la primera mujer en ostentar el puesto de directora permanente de la Sinfónica de Berlín). Músicos, asistentes y mecenas le temen reverencialmente. Todd Field, director y guionista de Tár, nos entrega una película potentísima con uno de los personajes más complejos y provocadores de la historia reciente del séptimo arte. Para lograrlo cuenta nada menos que con Cate Blanchett, probablemente la actriz más subyugante de Hollywood. Sólo ella podía encarnar a Lydia Tár, una criatura bella y terrorífica, capaz de cambiar de piel como una peligrosa serpiente.
Siguiendo la premisa de que a través de un detalle se puede revelar la identidad de un personaje, Field y Blanchett -ambos progenitores de esta criatura- nos dicen que únicamente Lydia Tár puede estar cómoda en esos zapatos. Hay por lo menos una decena de escenas en las que la perspectiva escogida por Field nos empuja a prestar atención al calzado grotesco que Lydia combina con pantalones ceñidos y elegantes. Son zapatos que han pisado muchas cabezas.
Lydia Tár es un personaje totalmente inventado. Tiene logros que ninguna mujer en la música clásica ha conseguido en la actualidad. En una entrevista para New Yorker, el ensayista Adam Gopnik (que se interpreta a sí mismo) lee su currículum delirante y pregunta a la protagonista si siente pudor al escuchar mencionar todos sus éxitos. Esta es una gran escena inicial, que nos ayuda a entender con qué bueyes estamos arando. Pero a no confundirse. Tár no es una película que viene a decir que se puede romper el techo de cristal que tienen las mujeres en las esferas más competitivas y elitistas de la cultura. Al contrario, si hay alguien que no cree en ese techo de cristal es justamente Lydia Tár, porque ella se ha manejado siempre como se manejan los hombres. He aquí la primera reflexión a la que nos invita Field: el poder no tiene género, quien lo detenta tiende -tarde o temprano- a romper los límites hasta naturalizar el ejercicio abusivo del mismo.
Tár es una película sobre el poder, sus excesos y la respuesta más corriente que las redes sociales han institucionalizado en la conversación pública: la cultura de la cancelación.
Tár es una película sobre el poder, sus excesos y la respuesta más corriente que las redes sociales han institucionalizado en la conversación pública: la cultura de la cancelación. A quien abuse de su poder -o se lo acuse de algún acto moralmente reprochable- lo espera una guillotina virtual deseosa de cortar cabezas. Lydia Tár parece ser consciente de esto mejor que nadie, cela cada palabra de su perfil en Wikipedia y atesora cada crítica que se publica sobre ella y su trabajo.
En una fabulosa escena, Lydia Tár intenta hacerle entender a un estudiante que se niega a dirigir una obra de Johann Sebastian Bach, que lo que haya hecho el compositor barroco en su lecho marital nada tiene que ver con su música. La escena en cuestión contiene un plano secuencia orgánico, al servicio de lo que el autor necesita que entendamos. La cámara acompaña a Lydia y al joven desde una distancia dinámica y nos muestra, como si fuera sin querer queriendo, el movimiento frenético de una de las piernas del muchacho y los zapatos severos y contundentes de ella. En esta magistral escena, la actuación de Blanchett es hipnótica, logra hacernos sentir, como una serpiente cascabel, que el peligro es inminente, aunque aún falte mucho para el ataque.
Lydia Tár está casada con Sharon, la primera violinista de la Sinfónica de Berlín, y juntas tienen una pequeña hija. Es un matrimonio frágil el de estas dos mujeres, llamativamente hetero-normativizado. Lydia se desenvuelve como el hombre de la casa y es abiertamente infiel. Su deseo sexual por jóvenes estudiantes y músicas es uno de sus tantos ribetes masculinos, de los que parece enorgullecerse. (Una mención hiriente a Plácido Domingo al principio de la película nos adelanta que Lydia Tár es una depredadora suelta y ni siquiera usa polleras).
AMORALIDAD
La amoralidad de la protagonista es el nudo dramático de la película. Lydia Tár no es estrictamente una villana, aunque sí es una gran victimaria (hay un tema gravísimo que no conviene adelantar acá). Es una persona que, al parecer, no siente pesar por las consecuencias de sus actos, que no experimenta culpa ni remordimiento, pero que tiene otros padecimientos. Oye ruidos y sonidos extraños en su mente, que intenta referenciar afuera de su cabeza en vano. ¿Locura? Peor aún. Lydia Tár está escribiendo una sinfonía. Estos sonidos intrusivos se convierten en una carga más densa que la culpa. Entonces: ¿pueden las acciones privadas de un artista interferir sobre su obra? Lydia Tár está segura de que no. Sin embargo, su mente, de repente, empieza a albergar el terror. ¿Pero terror a qué?
La multiplicidad envuelve a Lydia Tár. Deja su corazón y todo su talento para lograr que la Sinfónica que dirige transmita cabalmente las loas al amor romántico que Gustav Mahler escribió en su Quinta Sinfonía. Pero cuando empieza a ser acechada por los rumores y acusaciones se vuelve una mujer negadora, incapaz de dar marcha atrás. ¿Dónde quedó el amor por la música que la llevó hasta el podio? ¿Ha perdido su sensibilidad?
La amoralidad de la protagonista es el nudo dramático de la película. Lydia Tár no es estrictamente una villana, aunque sí es una gran victimaria.
Un pequeño párrafo sobre la puesta en escena. Es asombrosa. La primera hora de película es puro nervio y eso que el rompecabezas con la información se va completando de a poco. En la segunda hora y media, la película se desliza hacia un thriller intelectivo y atrapante que nos recuerda al maestro austríaco Michael Haneke. Todd Field, que sólo tenía dos películas en su haber y llevaba quince años alejado de la industria, demuestra con Tár ser mucho más que un director dotado y se prueba con éxito el traje de autor.
Field escribió Tár pensando en Cate Blanchett. La actriz no supo de ello hasta que le llegó el guión. Si digo que Lydia Tár es su principal papel sonará injusto con otras actuaciones superlativas de una artista que no tiene yerros. Pero créanme que lo es. Lydia Tár es el personaje más grande de su carrera. No solo porque en él recae el protagonismo excluyente del filme (no hay escenas en las que no esté Blanchett), también lo es porque le da la posibilidad de desplegar su capacidad silenciosa de cambiar una y otra vez de piel hasta cincelar una caracterización macabra y a la vez luminosa, despojándose del miedo de convertir a su criatura en un chiste.
¿Chiste? Sí. Aunque los temas abordados en Tár van desde la solemnidad de la interpretación de la Quinta Sinfonía de Mahler a la caída es desgracia de la mujer más poderosa de la música clásica, el humor satírico tiene también su espacio sobre el final del metraje. Quien haya visto Blue Jazmine, película con la que Blanchett se llevó su último Oscar, seguramente entenderá y celebrará la broma. Sólo Cate Blanchett puede dar tanto. En unas semanas alzará una nueva estatuilla en Los Ángeles. Felicitaciones por adelantado, Cate.
El progresivo interés en el escritor y su obra ha generado reediciones, homenajes, adaptaciones al cine y jornadas de estudio. Ese escritor de provincias, silencioso y silenciado escribió con un estilo propio e intenso. «Zama» es su novela más consagrada. La premiada escritora mendocina Mercedes Fernández lo conoció con cercanía y compartió años de bohemia y de dolor. Así lo evoca en su centenario.
Hablar de Antonio Di Benedetto me retrotrae a un tiempo en el que creí que aquellos que se vivían eran tiempos de felicidad. Después, la vida me mostraría tantos rostros que aprendería (tal vez aún estoy en ese camino) que la felicidad cabe apenas en un suspiro.
Y al evocar esa etapa saltan, secretamente, dos nombres que significaron mucho en mi vida: Antonio Di Benedetto y Ana María Giunta. Dos nombres enlazados, imposibles de separar cuando desentierro del ayer tanto a uno como al otro.
Antonio, Ana y yo disfrutamos, en los años ´70, de un nutritivo aprecio. Y digo nutritivo porque la figura del escritor y periodista que ya era Di Benedetto fue como una especie de pan bueno que nos sirvió a ambas para crecer, para seguir madurando cada una en los diferentes caminos por los que transitamos.
Di Benedetto era en esos tiempos un hombre misterioso y lejano. Con fama de hosco y huraño. Por lo menos así lo describían quienes convivieron laboralmente con él. Pero para nosotras dos, osadas e intrépidas, era un camarada con el que salíamos a cenar dos o tres veces por semana y con quien nos llevábamos de maravilla.
Di Benedetto era en esos tiempos un hombre misterioso y lejano. Con fama de hosco y huraño. Por lo menos así lo describían quienes convivieron laboralmente con él. Pero para nosotras dos, osadas e intrépidas, era un camarada con el que salíamos a cenar dos o tres veces por semana y con quien nos llevábamos de maravilla. Teníamos lugares de preferencia: el restaurant-bar-café de la esquina de Las Heras y 25 de Mayo, hoy Mediterráneo, donde los viernes se realizaban peñas literarias y musicales. Se congregaba allí la bohemia de la noche mendocina. Ese y el Newery eran sitios obligados para recalar a la salida del cine, del teatro o del trabajo de las redacciones.
Cuando concurríamos a algún acto, función o concierto (no nos perdíamos ninguno, eran tiempos de una voracidad que luego se convertiría en adicción) Antonio se sentaba siempre, siempre, entre las dos: prefería evitar el compartir espacios demasiado cercanos con la gente. Bien conocida era esa especie de fobia social que le endilgaron. Nosotras, casi vanidosamente, lo flanqueábamos, como si eso pudiera haber sido necesario. Compartíamos salidas, actos, obras de teatro (éramos habitués del mítico TNT y no se nos traspapelaba función alguna), las tertulias literarias del MAM, las presentaciones de libros y o charlas en el Hogar y Club Universitario. Los espacios que frecuentábamos eran todos del microcentro mendocino, alrededor del diario Los Andes. Es decir, el microcosmos por el que caminaba él. Y aquellos eran momentos de pequeñas fiestas cotidianas.
Yo había sabido de Antonio Di Benedetto como alguien de quien hablaba siempre mi padre, que trabajaba en el centenario Los Andes donde era linotipista y delegado gremial, secretario general de la FATI y del Sindicato Gráfico de Mendoza. Ese cargo le exigía enfrentarse continuamente con los directivos del diario en el que Antonio era vicedirector. Mi padre fue un gran defensor de los derechos del trabajador, hijo de anarquista, activo miembro de PC en ese momento, de ideas progresistas. Y un verdadero erudito, lo que le valió el respeto de Antonio Di Benedetto. “Ovidio Fernández es una de las pocas personas con la que se puede hablar de todo en este diario”, solía decir. Por eso es que, cuando Antonio me envió una carta en un pequeño papel membretado que aún conservo, ofreciéndome publicar un poema mío en el diario, temblé de emoción, porque ya mi padre hablaba con admiración de aquél hombre al que todos temían y respetaban.
Hablaba muy quedo, casi de forma inaudible
Cuando asustada novata, fui a verlo, con mi Poema Inútil (así se llamaba) sobre mi madre recientemente muerta, conocí a un hombre gentil y amable, que hablaba muy quedo, casi de forma inaudible, como si el aliento se le estuviera terminando en cada frase, obligando a quien le escuchaba, a bajar la cabeza para no perderse una palabra de lo que quería decir. Luego, enseguida, nos encontraríamos en un acto de la SADE y nos acercaríamos con Ana María Giunta (que lo deslumbraría, como a tantos) y nos haríamos compañeros de la noche.
¿Qué hizo que Antonio Di Benedetto, el autor de tanto renombre, se detuviera ante nosotras? No sabría responder. Tal vez fue nuestro entusiasmo, nuestro fervor por las letras en las que incursionábamos ambas, la pasión con la que nos bebíamos cuanto libro salía (cursábamos el mal llamado Boom de la literatura latinoamericano), las charlas cargadas de ingenuidad con la que le solicitábamos opiniones tanto sobre su obra, que bebí casi con adicción, como la de escritores que él traía a Mendoza. Escritores de la talla de Haroldo Conti (gran amigo de Antonio, a quien conocí muy especialmente cuando llegó para presentar del Alrededor de la Jaula, en el Centro Internacional del Libro, que estaba en ese momento en la Galería Tonsa en la rotonda del Cine City), Borges, Moyano, Mujica Láinez, Neruda, Donoso, Marguerite Duras, Sábato, Calvetti y tantos más. Fueron importantes relaciones. Haroldo Conti nos nombra a Di Benedetto y a mí en Los caminos, en ese libro maravilloso, La balada del álamo carolina, en un relato que denominó Homenajes.
En ese tiempo ya Antonio era un escritor del mundo. Ya era uno de los prosistas más importantes del siglo XX. Y había sido condecorado con órdenes internacionales, recibido premios, traducido a muchos idiomas. Y nosotras lo admirábamos, dios, cómo lo admirábamos. Zama, Pentágono, Declinación y ángel (la nouvelle más hermosa, creo de toda su obra), El silenciero, Grot, Mundo animal, El cariño de los tontos, Los suicidas, fueron nuestro alimento, nuestro pan bueno
En ese tiempo ya Antonio era un escritor del mundo. Ya era uno de los prosistas más importantes del siglo XX. Y había sido condecorado con órdenes internacionales, recibido premios, traducido a muchos idiomas. Y nosotras lo admirábamos, dios, cómo lo admirábamos. Zama, Pentágono, Declinación y ángel (la nouvelle más hermosa, creo de toda su obra), El silenciero, Grot, Mundo animal, El cariño de los tontos, Los suicidas, fueron nuestro alimento, nuestro pan bueno, como dije. Porque con estos libros nos acercamos a lo que un autor debe tener: la actitud del escritor, la forma de ver el mundo, la posibilidad de escaparse de esta realidad castradora de todos los días, la ficción fantástica, la raja en el cielorraso para poder volar y dejar la angustia atrás. Luego del horror y la vejación del ´76, vendrían Cuentos del Exilio y Sombras, nada más. Y me atrevo a decir que lamentablemente, Di Benedetto es ahora tal vez más conocido y leído por haber sido víctima de la dictadura (terrible infortunio que lo demolió) aunque ya su obra esplendía antes de los años en los que el cielo se derrumbara sobre nuestro país.
Bueno es recordar, y me sonrío sin quererlo acaso, que junto a Antonio conformamos un grupo secreto, una especie de secta que pocos conocieron: el Grupo Literario Sótano. Esa clase de cenáculo, en el que Ana María y yo éramos una especie de moscas en la leche, funcionaba en calle Montevideo entre 9 de Julio y Avenida España, justamente en un sótano que nos prestaba algún mecenas cuyo nombre nunca supe o que ya no recuerdo. Aquel grupo selecto (no por nosotras, claro) en el que estaban Ricardo Tudela, Vicente Nacarato, Guillermo Petra Serralta, Humberto Crimi, Draghi Lucero, Ramponi, Américo Calí, Bonardel, no funcionó mucho tiempo. Pero era una especie de lugar apartado en el mundo, en el que, entre empanadas, pizza y vino, se debatían ideas, libros, películas. Antonio era la voz directriz sin duda alguna, dado que era él quien decidía los nombres a invitar que repito, no eran muchos. Ahora que lo pienso, escribo estos nombres y pienso que sólo yo quedo de aquellas noches de literatura y vino, noches sin estridencias, sin más que la emoción de hablar, argüir, leer, analizar. Y siento que aquello tal vez fue sólo un sueño. O que nadie ha muerto. O que yo soy quien ya no está. Será cosa de soñarlo, diría Di Benedetto.
Un hombre amado y odiado
Un largo anecdotario de pequeños momentos en verdad, recorre mi memoria y tiene como protagonista a Di Benedetto, el hombre de la voz precisa, lúcida, amable, afilada, pero íntima, porque el tono con el que se expresaba parecía estar dirigido sólo a una, y eso lo hacía distinto. Un hombre amado y odiado, catalogado como una especie de fóbico social, aunque con los amigos fuera una persona entrañable. Y él agradecía ese rótulo que le servía para conformar una especie de círculo difícil de acceder si él no lo permitía.
Hay un momento de aquellos tiempos, que sin duda alguna me marcó. Un cierto anochecer (la bohemia es amiga de la noche y nosotros adorábamos las mesas de los bares iluminadas por la luz artificial) Antonio me dijo: “Mercedes, ¿usted quiere ser escritora?”.
Fuimos muy amigos, lo he dicho, pero jamás nos tuteamos. Era una forma de tratamiento que él disponía y que una sentía le daba un cierto señorío a la relación. Aquella pregunta dio vuelta mi vida. Le contesté que sí, que todo a lo que aspiraba era escribir. Entonces, me dijo, venga al diario, entrará a hacer notas en deportes. Me aterré. Sentí que caía en una de las tantas bromas a las que era muy afecto y de las que hacía gala para congelar al interlocutor con ese espíritu ácido que lo identificaba. Creí que me estaba diciendo que me dedicara a otra cosa. Debió ver mi cara de espanto. Por qué, le dije, si yo sabía que una pelota es redonda porque se dibujaba con un compás, pero que era y aún lo soy, una abúlica física que jamás hizo una actividad deportiva. Sin inmutarse ante mi “impertinencia”, muy seriamente agregó: “Primero, deportes, luego, policiales”. Peor aún: yo era una persona del medio pelo cultural de ese momento, ergo, si tenía que ser periodista alguna vez, debería ser en la sección cultura. Acepté a regañadientes. Conozco, desde entonces, los reglamentos de todos los deportes pues pasé por cada uno de ellos. Comencé trabajando con Rodolfo Braceli en diario El Andino y en Los Andes con Enrique Romero. Luego pasaría a hacer “bolos” en policiales. Y así comenzó mi carrera como narradora. “Porque en esas secciones, usted se acercará a la gente. Y eso la ayudará a usted a llegar a ser, tal vez, una escritora”.
El entusiasmo es la exaltación del ánimo que se produce por algo que cautiva o que es admirado. Para los griegos, “entusiasmo” significa “tener un dios dentro de sí”. Y si tuviera que calificar aquellos años de mi amistad con Di Benedetto, diría que fueron de entusiasmo pleno. Ya luego la vida nos daría a mí, cachetazos y caricias. A él, tortura y humillación, que provocarían el derrumbre como hombre aunque no como escritor.
Alguna vez, él escribió sobre sí mismo: “Soy argentino, pero no he nacido en Buenos Aires. Dios me guarde de tener que vivir algún día en esa ciudad. Nací el Día de los Muertos del año 22. Me gusta la música, especialmente la de Bach y la de Beethoven. Y el ‘cante jondo andaluz’. Bailar no sé, nadar no sé, beber sí sé. Auto no tengo. Prefiero la noche. Preciso el silencio. No hay más que decir sobre mí”.
Sí fuimos entusiastas en ese tiempo. Tiempos de largas caminatas, de largas conversaciones, de largas sobremesas. De recuerdos prolongados en la vaguedad de la memoria. Teníamos a ese dios dentro de nosotros. Inconscientemente tal vez, nos regocijábamos con la ligera idea de que aquello duraría para siempre.
Después, siempre hay un después, sobrevino el infierno que todos conocemos. Y con ese infierno, el terror, la separatidad, el desasimiento, la melancolía, el extrañamiento. Sentimientos claves para entender la literatura del exilio. Elementos que están en la obra de Di Benedetto que él escribiera en el extranjero. Cuentos del exilio y Sombras, nada más, son conmovedores testimonios de lo que el hombre puede hacer del hombre violado en sus derechos.
Alguna vez, él escribió sobre sí mismo: “Soy argentino, pero no he nacido en Buenos Aires. Dios me guarde de tener que vivir algún día en esa ciudad. Nací el Día de los Muertos del año 22. Me gusta la música, especialmente la de Bach y la de Beethoven. Y el ‘cante jondo andaluz’. Bailar no sé, nadar no sé, beber sí sé. Auto no tengo. Prefiero la noche. Preciso el silencio. No hay más que decir sobre mí”.
Después del exilio
Como una especie de premonición en las que tanto creía entre bromas, terminó su vida en Buenos Aires. Acciones paralelas, contrastes de presencia y ausencia, transfiguración, enjambre de imágenes visuales convergiendo adquiriendo relieves humanos y poéticos. Di Benedetto hombre y Di Benedetto escritor siempre anduvieron hermanándose y desencontrándose. Uno se fue. El otro queda.
Volvimos a verlo a Antonio Di Benedetto ya con la democracia, cuando pudo volver a Mendoza, en ocasión de un homenaje que se le realizó. Lo vimos acá y en la Feria del Libro en Buenos Aires. También entonces lo flanqueamos con Ana María. Cada una de cada lado. En medio de la multitud desconocida. Sabiendo el horror que le tenía a las aglomeraciones, lo tomamos del brazo y lo acompañamos. Como antes. Pero ya no era aquel hombre de antes. Ya no era el Antonio Di Benedetto seductor, ocurrente, brillante, de las noches mendocinas de antaño. Llevábamos del brazo a un hombre de larga barba gris que tenía esa grisura también en la mirada, en el andar, en la voz. Un hombre que en un momento dado, en medio de una charla del programa de la feria, se inclinó hacia mí y, esta vez sí con el escaso aire que le quedaba, me murmuró casi amablemente al oído: “Mercedes, usted que se quedó en Mendoza, ¿me puede decir si se supo alguna vez por qué me detuvieron?”.
No escribo más. Hay momentos en que evocar me hace mal. Prefiero abrir uno de mis libros predilectos y leer, despejar la oscuridad de haber callado ante aquella pregunta que no supe contestar. Insisto: Declinación y ángel o El abandono y la Pasividad (primer título de la obra), es una de las nouvelles más bellas de Antonio Di Benedetto, en cuya primera página el autor declarara en la primera edición de 1958: “El abandono y la Pasividad está compuesto sólo con cosas, pero no simulándoles vida y lenguaje como en las fábulas. El florero es florero y la carta carta. Si el vidrio y el agua hacen estragos es en función meramente pasiva. El drama humano se halla implícito.”
El drama humano. Cierro la evocación. Ya no están Ana María Giunta ni Antonio Di Benedetto. Habrá que soñarlos.
El 19 de diciembre culminó la COP15. Se firmó el acuerdo Kunming-Montreal por la preservación de la biodiversidad. Los países signatarios se comprometen a preservar el 30% del planeta, restaurar 30% de los ecosistemas degradados y eliminar subsidios que afectan a la biodiversidad.
António Guterres inauguró en la Conferencia de Diversidad Biológica (COP 15) resaltando la gravedad del momento: la humanidad ha “perdido toda armonía con la naturaleza”, para convertirnos en un “arma de destrucción masiva”.
Sin la naturaleza para de darnos esos servicios, estaremos en un gran, gran problema.
Tenemos que detener esa pérdida.
La mayoría de las personas aún no visualiza el peligro que trae la pérdida de biodiversidad. El avance de las actividades extractivas hacia zonas vírgenes rompe ecosistemas, pone en peligro la vida de miles de especies al tiempo que aumenta la probabilidad de la irrupción de nuevos virus.
Estamos sufriendo eventos extremos. El calentamiento global impulsa catástrofes ambientales cada día más virulentas. La emergencia climática se superpone a la crisis de la biodiversidad. Interactúan diversos tipos de shocks que se potencian generando una superposición de crisis (policrisis).
Preservar la biodiversidad no solo resulta un imperativo moral.
Tenemos una economía desembebida, funcionando fuera de la sociedad.
Según Swiss Re (empresa reaseguradora Suiza), el buen manejo de la naturaleza garantiza la salud de la economía global: más de la mitad del PBI global depende del funcionamiento armonioso del planeta.
Por eso tenemos que redefinir el concepto mismo de crecimiento. Replantear la desconsideración que la economía tradicional impone sobre la pérdida de la biosfera o la destrucción del medio ambiente.
Sin embargo, las externalidades no entran en la ecuación económica. Son tratadas como un costo que debe asumir la sociedad en pos del progreso. Es una idea compartida por neoliberales y neodesarrollistas.
Obviamente, todo esto genera una fuerte conflictividad e incrementa la desigualdad. Son dos fenómenos que caracterizan a América Latina y explican su debilidad democrática.
En conclusión, tenemos una economía desembebida, funcionando fuera de la sociedad.
LOS LIMITES DEL PLANETA
Aunque los activos naturales brindan bienes y servicios imprescindibles para la vida humana, el mercado los invisibiliza al tiempo que desestima los costos que genera el modelo productivo. Ni el capital natural ni los ecosistemas se hallan dimensionados en las estadísticas, situación que se muestra a todas luces incoherente.
Ningún gobierno, sea neoliberal o neodesarrollista, está dispuesto a escuchar a quienes padecen el avance de la mega minería, la explotación petrolera, la agroindustria, la destrucción de los bosques, la contaminación de las aguas, la desaparición de especies. Ambos modelos generan “zonas de sacrificio”
El individualismo dominante permea la cohesión social, impide la coordinación necesaria para sostener la creciente complejidad que muestran las sociedades modernas.
Democracia y mercado devienen conceptos antagónicos, tal como lo planteó Karl Polanyi en “La Gran Transformación”.
En América Latina, en los ‘90, se impuso un «doble movimiento» que impulsó el libre mercado al tiempo que extendió los derechos de las comunidades indígenas (a partir del reconocimiento de la resolución 169 de la Organización Internacional del Trabajo). Se trata de 45 millones de personas y más de 800 grupos.
Con la llegada de la democracia avanzó la agenda ambiental. Después comenzó el reconocimiento de los derechos de la naturaleza. En paralelo, sin embargo, hubo una nueva configuración macroeconómica que permitió a las elites arbitrar el capital y colocar sus excedentes en algún paraíso fiscal.
Años más tarde, la entrada de China consolidó el modelo de inserción. Tiene mayor volatilidad económica e impone fuertes tensiones políticas. El activismo ambiental devino en una actividad de alto riesgo: América Latina se convirtió en la región más letal.
Más recientemente con la aprobación del Acuerdo Escazú se consagraron otros derechos: acceso a la justicia, al acceso a la información medioambiental, a participar en la toma de decisiones y le impone a los estados la obligación de prevenir e investigar los ataques contra activistas ambientales.
Lamentablemente, este tipo de avances institucionales no lograron influir en el proceso de toma de decisiones económicas. El individualismo dominante permea la cohesión social, impide la coordinación necesaria para sostener la creciente complejidad que muestran las sociedades modernas.
LA GRAN EXTINCIÓN
Retomando el acuerdo alcanzado en la COP 15, observamos cierta desconfianza por parte de la comunidad científica.
Para muchos, nada garantiza que se cumplan este tipo de acuerdos. Existe consenso que el reforzar los derechos de los pueblos originarios acrecentaría las perspectivas de cumplimiento, pues son las comunidades originarias las que históricamente han protegido la biodiversidad. Es lo primero que atacan los sectores conservadores.
El proyecto, que cuenta con el aval del partido de Keiko Fujimoro, atenta contra los derechos y la vida de los pueblos que han vivido aislados.
Un avance similar se observó bajo el gobierno de Jair Bolsonaro, que liberó el Amazonas al avance del extractivismo más salvaje, avanzó la minería ilegal, se multiplicó la deforestación. Terminaron liberando tierras para beneficio del agro-negocio.
Es tiempo de repensar el patrón de crecimiento económico y avanzar hacia un futuro inclusivo y sustentable.
De no protegerse los derechos ya consagrados, el acuerdo 30 – 30 (convertir el 30% del planeta en área protegida para el 2030) puede terminar en una carrera por la apropiación de tierras en el Sur Global.
La “gran extinción” implica reconocer la existencia de una “crisis Karl Polanyi”, tal el planteo de José Antonio Sanahuja. Como destaca el artículo recientemente publicado por Nueva Sociedad, tal situación afecta las “bases económicas y sociales, de su andamiaje institucional y normativo y de las asunciones colectivas sobre democracia, sociedad y mercado, lo que pone en cuestión la legitimidad del sistema”.
A esto se suma que, a diferencia de lo que puede observarse con el activismo en otras latitudes, en América Latina el retroceso del Estado ha terminado por debilitar a la sociedad civil.
América Latina es una de las zonas más afectadas por el cambio climático y con mayor destrucción de biodiversidad. El modelo de inserción que se persigue en la región no es ajeno, ni resulta impune al alto grado de desigualdad. Es tiempo de repensar el patrón de crecimiento económico y avanzar hacia un futuro inclusivo y sustentable.
Para visibilizar las raíces afro de la Argentina, las agrupaciones reviven esa fiesta itinerante que nació en los inicios de la ciudad colonial, frente a la construcción de un Estado Nación con image étnica europea.
Las llamadas de candombe, una manifestación histórica y cultural de los y las afrodescendientes en los barrios porteños. Foto: Agrupación Fuego Negro.
El candombe, reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2006, recuerda que la afrodescendencia está presente en la historia argentina, y que la cultura africana va mucho más allá del color de piel, en dónde las mujeres tuvieron y tienen un rol fundamental como transmisoras de aquellas historias que intentaron ocultarse “debajo de la alfombra”. Un revisionismo histórico impulsado por el activismo y las decisiones políticas en los últimos 20 años.
EL CANDOMBE COMO RESISTENCIA
Cuando comienza a caer el sol sobre el empedrado de las calles de San Telmo, La Boca, Monserrat, Barracas y Parque Patricios, es bastante habitual escuchar un repiqueteo de tambores que no proviene de las murgas rioplatenses sino de las “llamadas” de candombe. Una manifestación histórica y cultural de la comunidad afrodescendiente como herencia de sus ascendentes esclavos, reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2006.
Frente a la construcción del Estado-Nación con su imagen étnica a semejanza los países “más vanguardistas de Europa”, bajo la presunción de blanquitud y europeidad, el candombe recuerda que la cultura afro está presente en la historia argentina.
Natalia Januario, afrodescendiente, profesora de Letras y candombera, explica que esa danza colectiva “conlleva una serie de prácticas religiosas, místicas y culturales”. Describe que participar en las llamadas de candombe significa encontrar su origen. “Es una experiencia trascendental, ritual y esencial. Implica andar por las calles, aquellas que ocuparon nuestros negros originarios en ese traslado desde las orillas del Río de La Plata hasta el parque Lezama”, en alusión a lo que fue el centro de venta de esclavos de la Ciudad de Buenos Aires en tiempos de la colonia.
La palabra candombe deriva del adjetivo «kimbundu». Proveniente de lenguas bantúes, en donde «ndombe» significa «negro» y «ka» es prefijo de concordancia. Es cantado en castellano y en lenguas africanas, de las que derivaron muchas del lunfardo.
La palabra candombe deriva del adjetivo «kimbundu». Proveniente de lenguas bantúes, en donde «ndombe» significa «negro» y «ka» es prefijo de concordancia. Es cantado en castellano y en lenguas africanas, de las que derivaron muchas del lunfardo. Su origen se remonta a fines del siglo XVIII, pero en los últimos años ha logrado mayor visibilidad.
Carlos Álvarez Nazarero es afrodescendiente y uruguayo, activista por los derechos del colectivo LGBTIQ+, primer inmigrante nacionalizado en formar parte de la gestión pública y tener un cargo de responsabilidad. Hoy es Coordinador Nacional del Programa Afrodescendencia y Derechos Humanos de la secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Define que el candombe “se transformó en un elemento de lucha y de resistencia de la cultura afro. Ha permitido trascender fronteras”.
La llamada de candombe se explica en que los y las bateristas tocan para «llamar» a sus hermanos y hermanas, quienes responden con sus propios ritmos. Las agrupaciones, integradas por bateristas, bailarines y bailarinas, esperan su turno para marchar por la calle. “Participar de las llamadas implica revivir ancestros, tomar las riendas de nuestra historia, protagonizarla. Es una experiencia casi mística. Apropiarnos de un espacio que es nuestro”, define Natalia Januario.
LOS TIPOS Y PERSONAJES DEL CANDOMBE
Para Januario, “el candombe es un festejo que emula aquellas figuras como reinas y reyes africanos que fueron trasladados a este territorio”.
Esos personajes arquetípicos son representados en cada llamada, aclara la docente, como “la mamá vieja”, heredera el legado ancestral y vinculada a los trabajos laborales domésticos, “el gramillero” –curandero-, que con sus yuyos sanaba los males de la tribu, “la dama joven”, quién lleva adelante los momentos coreográficos de cada nación africana -hoy de cada agrupación-, y “el escobillero” que, con cascabeles y espejos, es quién barre los males, exorciza el cuerpo y los ambientes para evitar los males.
“Los personajes utilizan objetos de sus propios amos, algunos prestados y otros robados”, agrega Natalia.
Frente a la construcción del Estado-Nación con su imagen étnica a semejanza los países “más vanguardistas de Europa”, bajo la presunción de blanquitud y europeidad, el candombe recuerda que la cultura afro está presente en la historia argentina.
Es el candombe afro uruguayo el que se visibiliza en los márgenes del Río de la Plata, el del “chico, repique y piano”. Pero existió y existe un candombe afro argentino que se toca de manera diferente. Para Carlos Álvarez “es producto del racismo y de la invisibilización ese candombe que se toca puertas adentro, de alguna familia u organización”.
Para la artista plástica y activista afro feminista santafesina, Mirta Alzugaray, “los esclavizados y esclavizadas generaron esa posibilidad de manifestarse a través de nuevos ritmos musicales, mezclados también con los originarios. No todos los candombes son iguales según las regiones del país” y ejemplifica con el candombe uruguayo, “que tiene un estilo propio porque los instrumentos que se utilizan para ejecutarlo nacen de los barriles de madera que existían en el puerto”. Por otro lado, Alzugaray explica que el “candombe litoraleño”, es una mezcla entre el afro argentino y el afro uruguayo, “con la una base rítmica que es muy común a toda la Argentina, pero que incorpora al malambo y hasta de la samba, palabra afro que hace referencia a la mujer “.
LAS MUJERES AFRO TRASMISORAS DE LA CULTURA
Según la activista Mirta Alzugaray, “la parcialidad masculina del componente afro fue la que más se vio afectada por las Guerras de Independencia, la Guerra de la Triple Alianza y por la Fiebre Amarilla”. A su vez, opina que las mujeres africanas fueron esclavizadas desde todos los aspectos: “su cuerpo, el producto de sus vientres, sus pechos, como trabajadoras sexuales”.
Pero existió la resistencia a la esclavitud mediante los abortos, la música y los bailes. “Si tuvimos la oportunidad de conocer nuestra historia solapada, en voz baja y en secreto, fue gracias a las mujeres negras qué se ocuparon y se preocuparon para que esa memoria no se pierda”, enfatiza. “Nuestra militancia es en honor a las ancestras que tuvieron el legado de transmitir y sostener en la memoria la negritud en la Argentina”.
Frente al eurocentrismo, el candombe recuerda que la cultura afro está presente en la historia argentina. Foto: Agrupación Fuego Negro.
Las mujeres, fundamentalmente dentro de la comunidad y del movimiento social afrodescendiente, tienen un rol fundamental y son “la punta del alza”. Para Carlos Álvarez, “si bien hay una sobre representación de las mujeres en los movimientos sociales, quizá no así en los lugares de referencia y de responsabilidad, producto del machismo y del patriarcado”.
Agrega que “en el candombe se da particularmente una tensión porque si bien un lugar históricamente asignado a las mujeres afro es la danza, en las últimas décadas, producto del avance del feminismo y el empoderamiento, hoy tocan el tambor y muchas veces son referencias de cuerdas de tambores”. En los últimos años aumentó la participación de las mujeres en aquellos lugares que históricamente fueron asignado a los varones.
APOSTAR AL AFROCENTRISMO
Desde 2013 y en el marco de la ley n° 26852 “Día Nacional de los/as afroargentinos/as y de la cultura afro”, se celebra el 8 de noviembre esta jornada para homenajear a María Remedios del Valle, fallecida un 8 de noviembre de 1847 tras haber combatido en el Ejército del Norte y ser nombrada capitana por el general Manuel Belgrano por su arrojo y valor en el campo de batalla.
La normativa reconoce las raíces afroargentinas y sus aportes a la construcción de la cultural nacional y, al mismo tiempo, un modo de luchar contra la estigmatización y el racismo. A su vez, insta al Estado argentino, más allá de la conmemoración de la de la efeméride, la inclusión de los contenidos en el diseño curricular, aunque varias provincias todavía no adhirieron a la ley y son los y las docentes que toman la decisión de abordar los contenidos en sus asignaturas.
“La invisibilización es social. Nadie ve las cosas así las tenga delante de sus narices porque la historia mitrista y sarmientista propuso una Argentina de tez blanca, bajada de los barcos” (Mirta Alzugaray, afrofeminista).
En sintonía con el cambio de paradigma que atraviesa nuestro país, el Coordinador Nacional del Programa Afrodescendencia y Derechos Humanos, Carlos Álvarez, fue candidato a representar a la Argentina en Foro Permanente para los Afrodescendientes de las Naciones Unidas. “Un gran logro del movimiento social afro porque implica por primera vez que el sistema de Naciones Unidas tenga un espacio de articulación institucional, hacia dentro del propio sistema y hacia afuera”, declara el funcionario.
Carlos Álvarez explica que, “en las últimas décadas, a partir de la presión de las organizaciones sociales y de la apertura del Gobierno, sobre todo desde el 2003, hubo una ampliación de derechos”. Ejemplifica con las celebraciones del Bicentenario de la Patria, “donde se abrió la puerta para poder reflexionar y visibilizar sobre esas historias no contadas es donde comienzan a surgir con mayor relevancia los relatos de Falucho, del Sargento Cabral, de María Remedios del Valle y de Juana Azurduy”. El funcionario agrega que “es fundamental revisar la historiografía y poner en valor también el aporte de la comunidad de afro argentinos, afrodescendientes y africanos. Que las investigaciones comiencen a traer a la luz las historias no contadas”.
Para Mirta Alzugaray, “la invisibilización es social. Nadie ve las cosas así las tenga delante de sus narices porque la historia mitrista y sarmientista propuso una Argentina de tez blanca, bajada de los barcos”. La afrofeminisita agrega: “Nosotros, los y las militantes y los activistas decimos que también bajamos de los barcos, pero bajamos de los tumbeiros, de las bodegas de esos barcos como esclavizados y esclavizadas”.
Las mujeres protagonistas de la transmisión cultural. Foto: Ana Cea.
AFRODESCENDENCIA
“Yo me auto percibí afro cuando a los 21 años comencé a vincularme con La Casa de la Cultura Indo-Afroamericana de Santa Fe. Allí realmente encontré una respuesta a mi fenotipo”, explica Mirta Alzugaray. “No entendía porque todos eran blancos y yo era la única negra en mi familia”, agrega.
Carlos Álvarez afirma que “en los avances de la revisión de las identidades, el concepto de afrodescendientes fue creado para romper con la idea del colorismo y que no necesariamente las personas negras fenotípicamente físicamente son afrodescendientes”.
El concepto de afrodescendiente en términos étnicos raciales, es el que une a la comunidad. Álvarez agrega que “en la Argentina hay muchas personas que tienen un fenotipo blanco pero que tienen una ancestralidad, un abuelo, una abuela, una bisabuelo africano o afrodescendiente”. Las personas afrodescendientes que resistieron la esclavitud y las guerras, se fueron mezclando con poblaciones posteriores que llegaron desde Europa y los pueblos originarios.
Ventura, el esclavo que denunció la conspiración de Álzaga
“Por fiel a la Patria”, la medalla que recibió el esclavo Ventura por denunciar la Conspiración de Álzaga. Su réplica se encuentra en el Museo Nacional del Cabildo. Foto: Fundación de los Corrales Viejos.
“Por fiel a la Patria” versa la medalla que en 1812 le entregó el Primer Triunvirato al “Negro Ventura”, por denunciar la conspiración comandada por Martín de Álzaga, empresario español residente en Buenos Aires, para reinstalar el domino español.
Actualmente, la pieza pertenece a la Museo de los Corrales Viejos ubicado en el barrio porteño de Parque Patricios, pero se puede apreciar una réplica en el Cabildo de Buenos Aires.
Según el antropólogo Pablo Cirio, “es una de las medallas más antiguas de las que se tiene noticia que fuera entregada a un afrodescendiente”.
La ficha técnica de la medalla, perteneciente al Salón Premios y Medallas ubicada en el primer piso de la Fundación de los Corrales Viejos, reproduce los argumentos y la decisión del Triunvirato e identifica que el 30 de junio de 1812: “el señor Ventura, esclavo, se presentó a Pedro José Pallavicini, alcalde de un barrio de Buenos Aires, y denunció la conspiración”. También plasma por qué el esclavo tomó la decisión: «Porque nos iba a matar a todos el amo».
Antes de 1813 la libertad era una concesión del amo, ya por la voluntad del mismo o porque el esclavizado tenía un capital acumulado como para poder negociar los términos de su emancipación y comprarla.
El historiador Omer Freixa, especialista en estudios afroamericanos explica que “la población esclavizada tenía relegada su identidad en tal condición. Casi siempre adoptaban el apellido del propietario no sin perderse muchas veces precisiones en relación a los nombres de pila, como aconteció con Ventura”. De personas esclavizadas que trascendieron es muy común desconocer muchísimos datos biográficos o tener importantes lagunas.
“A Ventura, tras ser reconocido por el Triunvirato, se le dio la libertad y se le obsequió un estipendio monetario de 300 pesos, un uniforme y una renta vitalicia como militar, además de dos presentes”, explica Freixa. “Estos fueron un escudo de honor con la leyenda «Por fiel a la patria» y un sable para su defensa personal al ser soldado. El citado escudo fue adosado a su uniforme”.
Antes de 1813 la libertad era una concesión del amo, ya por la voluntad del mismo o porque el esclavizado tenía un capital acumulado como para poder negociar los términos de su emancipación y comprarla. Generalmente era un monto producto de ciertas libertades concedidas en torno a la concreción de trabajos por cuenta propia.
La incorporación de esclavizados al ejército fue masiva y bien frecuente. Si estas personas lograban sobrevivir, por lo general se les concedía la libertad. Muchos se enrolaron con promesas de emancipación. “Se discute la intención demagógica de la medida, si fue un sentimiento humanitario o una concesión dictada por las necesidades de una coyuntura más de las veces crítica”, finaliza el especialista.
LA DIASPORA CABOVERDIANA EN LA ARGENTINA
El grueso de caboverdianos llegó a nuestro país en las décadas de 1920 a 1940, con pasaporte portugués porque Cabo Verde era una colonia. En ese contexto se fundan las primeras sociedades de socorros mutuos como la de Dock Sud, Avellaneda. Foto: Agrupación Fuego Negro.
Javier Andrigo es vicepresidente de la Sociedad de Socorros Mutuos “Unión Caboverdiana” de Dock Sud, Avellaneda. La organización afro más antigua en contar con personería jurídica en nuestro país, que nació en 1932 como una mutual. Hoy su principal objetivo es difundir la cultura caboverdiana en la Argentina.
“Luchamos por mantener esa cultura en los nuevos descendientes de caboverdianos que no conocen la cultura. También en la visibilización de los afros en la Argentina y su defensa en los derechos humanos, contra la discriminación”, afirma Andrigo.
Entre las propuestas, la Asociación cuenta con un programa radial que se transmite todos los domingos a las 18 h por “FM La Tecno”, y en su canal de YouTube. En palabras de Javier, “la propuesta es difundir la cultura musical que es diversa”.
La agenda de la Asociación se conmemora el fallecimiento de Amilcar Cabral, exponente de la época de independencias en África, el 8 de marzo en el Día de la Mujer, en abril se realiza la primera que cachupa del año -una comida típica caboverdiana muy similar al locro, pero con algunas particularidades. El plato se repite en otras fiestas patriotas.
El grueso de caboverdianos llegó a nuestro país en las décadas de 1920 a 1940, con pasaporte portugués. En ese contexto, Cabo Verde era una colonia. Al ser insular, mucha población migrante se dedicaba a actividades relacionadas con el sector portuario y marítimo.
El Vicepresidente de la Unión Caboverdiana destaca la presencia de la asociación dentro de la Red Afro a nivel nacional. “Trabajamos en conjunto junto a todas las organizaciones afro del país, como la conmemoración del María Remedios del Valle”.
El grueso de caboverdianos llegó a nuestro país en las décadas de 1920 a 1940, con pasaporte portugués. En ese contexto, Cabo Verde era una colonia. Al ser insular, mucha población migrante se dedicaba a actividades relacionadas con el sector portuario y marítimo, lo que explica en parte un importante asentamiento en Dock Sud, pero también en La Boca, Beriso, Ensenada.
“Muchos llegaron en barcos que iban rumbo al sur a cazar ballenas, y como esos barcos paraban en Cabo Verde para abastecerse de combustibles, los caboverdianos conseguían trabajo en esos barcos y después, cuando llegaban al puerto, en la Argentina, terminaron recalando aquí”, explica Javier Andrigo.
Es importante notar que Cabo Verde es un archipiélago con más población fuera del mismo que viviendo allí, producto de esa misma diáspora con destino, entre otros, la Argentina.