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El progresismo ante el problema de la seguridad y la amenaza de la extrema derecha

El progresismo ante el problema de la seguridad y la amenaza de la extrema derecha

Josep Lahosa fue responsable de Prevención de Barcelona y fue protagonista del proceso de inclusión de las “bandas latinas” que logró reducir la violencia con esas pandillas. En este artículo, advierte que sobre la amenaza que representa la extrema derecha y lamenta que la izquierda democrática haya rehuido tanto tiempo al debate de la seguridad.

El crecimiento de la extrema derecha y su entrada en las instituciones nacionales, y también europeas, provoca un alud de propuestas de carácter punitivo en muchos de los países. En este sentido, no podemos olvidar que aquello que alimenta el discurso de la extrema derecha y lamentablemente en estos últimos tiempos también de algunos de los partidos que hasta hace poco podíamos considerar de derecha democrática, como es el caso en España del Partido Popular, es precisamente las propuestas punitivas dirigidas a los colectivos con mayor nivel de vulnerabilidad.

Un elemento que es necesario considerar por lo que pudiera tener de proceso evolutivo en el futuro. Si bien a finales del siglo pasado cuando emergieron los primeros partidos de extrema derecha como el Vlaams Blok en Bélgica, o el Frente Nacional en Francia, los partidos tradicionales aplicaron el cordón sanitario a este tipo de fuerzas políticas, hoy no ocurre lo mismo. Hay países en los que ese cordón sanitario se mantiene, en otros -como es el caso español- llegan a acuerdos de legislatura con la extrema derecha, blanqueando y normalizando sus propuestas políticas.

El discurso de odio que construyen los partidos de derecha y extrema derecha incide en la deconstrucción cuando no aniquilación del sector público y también, como vemos en Europa, en la pérdida de derechos.

Propuestas que no se circunscriben sólo al ámbito penal. El discurso de odio que construyen los partidos de derecha y extrema derecha incide en la deconstrucción cuando no aniquilación del sector público y también, como vemos en Europa, en la pérdida de derechos. Así nos encontramos cómo se pasa de propuestas punitivas clásicas, como el aumento de penas en el caso de delitos cometidos por extranjeros o el aumento de la capacidad coercitiva del Estado a partir de legislación administrativa, a propuestas como las que se están produciendo en algunas comunidades autónomas en España en las que gobierna el Partido Popular con el apoyo del partido de extrema derecha Vox. Es el caso de la Región de Murcia, en la que se hacen públicas las listas de los y las profesionales que trabajan en los servicios de planificación familiar o, en las últimas semanas, cuando el gobierno de la Comunidad de Madrid niega la asistencia a enfermos de VIH en el caso que sean extranjeros sin papeles, aún cuando anteriormente hubieran venido recibiendo dicha asistencia.

EL ANTIFEMINISMO COMO ARGAMASA DE LA EXTREMA DERECHA

Hoy muchos de los partidos de derechas han asumido posiciones que hace apenas un lustro sólo contemplábamos como patrimonio de la extrema derecha, por ello soy de la opinión que efectivamente deberemos enfrentarnos a un aumento de propuestas reaccionarias en un futuro próximo. De hecho, ya vemos en la actualidad como determinadas propuestas vienen generando un especie de homogeneización de las posiciones de las derechas: el asalto al Capitolio de EE.UU., el negacionismo sobre la pandemia del COVID-19 o las posiciones sobre el la planificación familiar y el aborto parecen argumentos de una misma estrategia política. Parece la argamasa que consolida el discurso reaccionario de muchos de los partidos de derecha actuales.

Más aún, en una reciente investigación de Pardo Arenas sobre la extrema derecha y el antifeminismo en Europa, se constata cómo el discurso antifeminista se constituye en el argumento central de los movimientos de extrema derecha europeos. El discurso antifeminista y antigénero, se dice, se han convertido en un “pegamento simbólico” que permite unificar bajo un mismo marco interpretativo diferentes malestares en un contexto de neoliberalismo, globalización, crisis de representación, aumento de las desigualdades.

El discurso antifeminista y antigénero, se dice, se han convertido en un “pegamento simbólico” que permite unificar bajo un mismo marco interpretativo diferentes malestares en un contexto de neoliberalismo, globalización, crisis de representación, aumento de las desigualdades.

De igual forma que cada vez me resulta más evidente como la entrada en el populismo político de individuos como Trump, Bolsonaro u Orban y de muchos de los líderes de partidos de extrema derecha tiene que ver con cierta mercantilización de la política, no es baladí el comentario que Steve Bannon hizo a un periodista en plena campaña electoral norteamericana: “Quiero que hablen todos los días de racismo: si la izquierda está centrada en cuestiones de raza e identidad y nosotros en el nacionalismo económico, aplastaremos a los Demócratas”. También me resulta claro que con toda probabilidad habrá un aumento de las propuestas reaccionarias en general en el mundo.

Uno de los elementos que van a justificar ese tipo de propuestas tendrá en las migraciones el plano en el que establecer el debate, lo vimos y aún lo vemos en el Mediterráneo, también en las diferentes líneas fronterizas americanas, o en las últimas semanas en la frontera Bielorrusa con Polonia, Letonia y Lituania.

Aun cuando los medios o incluso los debates políticos se vienen centrando en el hecho de cómo los migrantes son utilizados como medio de presión política, en este caso entre la Unión Europea y Bielorrusia, no podemos olvidar la frase de Bannon, el debate sobre el uso político de los migrantes esconde otra idea infinitamente más perversa y negativa. La cotidianeidad de las imágenes e información sobre la violencia en las fronteras ejercida sobre ellos y ellas banaliza y deshumaniza a las víctimas.

TRABAJAR CON LAS JUVENTUDES

Ahora más que nunca es necesario trabajar con grupos juveniles afectados por la violencia, sean víctimas o victimarios. Una de las estrategias que ha venido utilizando la extrema derecha en Europa y quizá también en Latinoamérica es la entrada en los grupos de barras bravas de los clubs de fútbol con el objetivo de reclutar a jóvenes para sus organizaciones. Los cánticos, animaciones y liturgias inician la banalización de la violencia hacia el contrario, el diferente, y, como hemos visto en muchas canchas de fútbol las agresiones entre grupos, los insultos racistas o xenófobos son habituales. Por ello es básico trabajar en la construcción de la tolerancia, de la aceptación del diferente, se trata de comprender cuan iguales somos y también cuan diferentes somos, de ahí a tratar con respeto las diferencias solo hay un paso.

Algunas líneas de trabajo desarrolladas en los últimos años, principalmente en el ámbito local, nos ofrecen perspectivas positivas, aceptar que los y las jóvenes construyan su propio discurso sobre la violencia, aceptando ritmos, contradicciones o incluso conflictos, de cómo gestionarlos tratan muchos de esos proyectos. Así, por ejemplo, proyectos como “12 Nubes” que se viene desarrollando en Vitoria-Gasteiz, ciudad del País Vasco, plantea una propuesta que vincula la acción educativa formal con la del espacio no formal, promoviendo la reflexión en red y la participación de la ciudadanía. Utiliza como estrategias fundamentales la activación, participación y creación juvenil, siendo las y los jóvenes protagonistas fundamentales. También “Why Violence”, proyecto desarrollado en Barcelona tiene como objetivo involucrar a los y las jóvenes estudiantes de secundaria en la elaboración y ejecución de procesos colaborativos contra las violencias cotidianas por medio de la expresión artística, busca activar discursos y acciones en defensa de una cultura de la no violencia en el propio entorno del y la joven.

Ahora más que nunca es necesario trabajar con grupos juveniles afectados por la violencia, sean víctimas o victimarios.

Muchas han sido las ciudades que han articulado proyectos que, basados en la experiencia, conocimiento y capacidades artísticas de los y las jóvenes permiten a partir de esas cualidades personales articular la comprensión de cuán diferentes somos y cuán iguales somos y obtener resultados de respeto y aceptación de la diferencia. Quizá el único requisito es tener en cuenta que son los y las jóvenes quienes marcan ritmos, tiempos, resultados y construcción del discurso. 

LA IZQUIERDA DEMOCRÁTICA RENUNCIÓ A DISCUTIR LA SEGURIDAD

Lamentablemente la izquierda democrática no es que haya perdido el eje de discusión sobre la seguridad, el problema es que durante mucho tiempo  renunció a ello. Se asumió que la política criminal, al estar enmarcada casi en exclusiva en espacios institucionales y del derecho penal, era patrimonio de los partidos de derecha: el famoso ley y orden.

No obstante, los más importantes avances tanto en libertades individuales como en políticas públicas de seguridad han sido patrimonio de ámbitos de pensamiento progresista, por ello es especialmente importante que al reducido núcleo de militantes de izquierda que han mantenido la confrontación con la reacción, se unan los partidos y organizaciones progresistas. Estos, como organizaciones con capacidad para integrar diferentes visiones de progreso, deben abordar la discusión de uno de los temas que más pueden influir en la impregnación democrática de un país: los ilícitos penales y la respuesta del sistema de control.

Tanto las investigaciones como el sentido común nos indican que la seguridad o, mejor, el sentimiento de seguridad es algo más que la ausencia de ilícitos, es una percepción y, como tal, una construcción social, es un elemento clave en la toma de decisiones de la ciudadanía, tanto para el tipo de actividades que van a desarrollar como en la intensidad de sus relaciones sociales. Asimismo, tiene una influencia capital en la adopción de actitudes de insolidaridad, de intolerancia y de respuestas individuales, a menudo reactivas dirigidas en muchos casos a sectores de la población más vulnerables: los y las jóvenes, los inmigrantes, las minorías, etc.

La complejidad de los fenómenos, la aparición de nuevos comportamientos, las diversidades culturales existentes, así como los impactos que tienen en la sociedad, obligan a elaborar modelos de intervención pública capaz de modular respuestas institucionales y comunitarias a la (in)seguridad desde una perspectiva de recuperación social de las víctimas y de los victimarios.

En la actualidad es necesario poner en consideración que la simple provisión de servicios policiales, judiciales, penitenciarios o de servicios sociales, no es suficiente. La complejidad de los fenómenos, la aparición de nuevos comportamientos, las diversidades culturales existentes, así como los impactos que tienen en la sociedad, obligan a elaborar modelos de intervención pública capaz de modular respuestas institucionales y comunitarias a la (in)seguridad desde una perspectiva de recuperación social de las víctimas y de los victimarios.

Incluso asumiendo muchas de las mejoras, tanto estructurales como de medios humanos y técnicos puestos a disposición, a menudo en períodos de gobiernos progresistas, no podemos dejar de concluir que históricamente las políticas judiciales, de seguridad y/o penitenciarias, en definitiva la política criminal, han tenido una tendencia de aislamiento.

También podemos concluir que la cultura sobre política criminal en la mayoría de países latinos se ha fundamentado en el valor retributivo de la pena, despreciando aspectos importantes para la construcción de una cultura de progreso como la socialización, la recuperación de las víctimas, la reparación del daño. Ahí tenemos un inmenso campo de trabajo y de desarrollo progresista pues nuestras propuestas deberían superar las políticas que se limitan a poner en relación al delincuente con el policía, al marginado con el trabajador social o al enfermo con el sanitario.

El cambio climático impactará en la seguridad

El cambio climático impactará en la seguridad

Los fenómenos ambientales tienen impactos sociales. Es posible inferir que cambios climáticos abruptos pueden generar nuevas formas de violencia urbana. Las acciones de mitigación y adaptación deben ser pensadas como aportes a la prevención. Las políticas sobre el ambiente contribuyen a tener ciudades más seguras.

No es novedad hablar de la relación entre clima y violencia: desde hace mil años fue considerada en leyes. No podemos afirmar que hay una relación mecánica, pero distintas disciplinas han advertido que las variaciones de las condiciones climáticas pueden incidir en comportamientos más violentos que faciliten delitos. Esta vinculación se ha vuelto relevante, ante los escenarios de cambio climático que augura aumento de la temperatura, desastres naturales, desplazamientos y aumento de las dificultades para el acceso a los alimentos. Le tenemos que sumar escenarios de mayor conflictividad violenta.

En la edad media ya se empezaron a establecer las primeras vinculaciones. El código de leyes de los frisones ya establecía penas diferenciadas según el clima reinante, entendiendo que condiciona los comportamientos.

No podemos afirmar que hay una relación mecánica, pero distintas disciplinas han advertido que las variaciones de las condiciones climáticas pueden incidir en comportamientos más violentos que faciliten delitos.

En tiempos de la ilustración se razonó conectando estas dos variables. Montesquiu advirtió en el siglo XVIII que las leyes debían guiarse por el clima ya que incidía en el comportamiento de las personas. El estadístico belga Adolphe Quetelet en su trabajo como criminólogo en el siglo XIX desarrolló las “Leyes térmicas de la delincuencia” para explicar el aumento de violencias en relación con el aumento estacional de las temperaturas.

Más tarde, la criminología positivistas de principios del siglo XX volvió sobre estos argumentos. Las perspectivas críticas de las últimas décadas los han relativizado por deterministas y simplistas. Sin embargo, las vinculaciones entre conflictividad, violencia y clima siguen siendo analizadas por las predominantes perspectivas sociológicas.

EL FUTURO LLEGÓ

El cambio climático está impactando de diferentes maneras en el mundo. Tiene costos económicos, entre muchas otras dimensiones. En la región andina de América del Sur se espera que continúen las sequías extensas y las olas de calor, según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC). Afectará la disponibilidad de agua para el consumo, la producción de alimentos e incluso la generación de energías hidroeléctricas. Por otro lado, se combina con desastres producidos por lluvias intensas y aumento de las cotas en el litoral marino.

En el mundo, durante 2020, las catástrofes por tormentas, inundaciones y sequías provocaron tres veces más desplazamientos que por conflictos violentos. Según datos del Global Report Internal Displacement 2021 (GRID), en la Argentina la cantidad de desplazados por 16 desastres ambientales extremos el año pasado fueron 3500 personas (incluyendo inundaciones e incendios).

El calor, las sequías, la inseguridad alimentaria, las crisis económicas y sociales, producen un estrés que puede disminuir las barreras personales y comunitarias para reducir la violencia.

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) informa que en 2020 hubo 30,7 millones de desplazados en 140 países del mundo como consecuencia del cambio climático. Y se podrían convertir en 200 millones para el 2050. Estos desplazamientos traen como consecuencias empobrecimiento, debilitamiento de la presencia de políticas de protección, déficit de servicios públicos y sanitarios. Son todos factores de riesgo asociados con la violencia y su incremento.

Desastres, crisis económicas y sociales son fenómenos que ya han afectado la estructura social argentina produciendo desplazamientos, emplazamientos precarios, tugurización de las ciudades, empobrecimiento y desafiando las posibilidades del Estado de dar protección social. En las ciudades del mundo se calcula que hay mil millones de personas que viven en estas condiciones. Es el cuarto mundo que describió el sociólogo Manuel Castells, donde la presencia de un Estado débil permite la institucionalización de las economías informales: donde la violencia se autorregula por fuera de las leyes y favorece el crecimiento de la criminalidad organizada.

Más próximo en el tiempo, la pandemia del COVID-19 (que según algunas teorías se puede rastrear en cambios climáticos) tuvo una reformulación de las formas de criminalidad organizada, una temporal reducción de violencia en espacios públicos pero un incremento de la violencia (por ejemplo de género).

ENTENDIENDO CLIMA Y CRIMEN

El calor, las sequías, la inseguridad alimentaria, las crisis económicas y sociales, producen un estrés que puede disminuir las barreras personales y comunitarias para reducir la violencia. Al mismo tiempo, la necesidad de encontrar alivio (que es más acuciantes en hogares precarios) lleva mayor presencia en espacios públicos, interacciones sociales, consumos que reduzcan liberen mayor agresividad y por tanto, riesgo de aumento de la criminalidad violenta o robos.

Las investigaciones que se basan en vincular aspectos de la salud de las personas con la disminución de las inhibiciones y el autocontrol a las reacciones violentas, sostienen que el estrés vinculado al calor o catástrofes puede facilitar comportamientos agresivos. Entonces: ¿Aumentará la violencia y el delito con el cambio climático? Es posible, aunque es un debate en desarrollo.

Las teorías criminológicas que tratan de explicar el delito como un cálculo entre costos (riesgos) y beneficios (ganancias) realizado por los delincuentes en un entorno deteriorado, abandonado, sin vigilancia policial o de otras personas, hay menos riesgo de ser atrapados. Si además, las temperaturas favorecen la presencia en espacios públicos, es posible que se encuentren más fácilmente víctimas, victimarios o aquello que pueda ser robado.

Aumentará la violencia y el delito con el cambio climático? Es posible, aunque es un debate en desarrollo.

Desde las neurociencias sostienen que cambios en el entorno pueden impactar sobre las valoraciones y las capacidades individuales para controlar comportamientos. Si esperamos días de mayor calor y sequía, incendios y contaminación ambiental por presencia de humo, podrían generar más estrés o agresiones.

Las teorías que explican la variación de la delincuencia en función de las reglas de convivencia comunitarias, su organización y comunidades, sostienen que los cambios climáticos y desastres podrían afectar la cohesión social, los mecanismos de sanciones y restricciones y el control informal de las distintas zonas de las ciudades. A nivel comunitario, el abandono de los espacios comunes y las viviendas por un desastre puede facilitar también robos y saqueos. El impacto sería mayor en ciudades más desiguales o vulnerables.

En esta línea, la criminología verde es un campo en desarrollo que estudia la forma de prevenir los crímenes contra los ecosistemas, que redundan también en el cambio climático.

CALOR, CONTAMINACIÓN Y VIOLENCIAS

Hay estudios empíricos han demostrado que en los años más calientes aumentan las tasas de agresiones letales e incluso, en las zonas más cálidas hay mayores delitos violentos y en las templadas más robos. En base a este tipo de estudios, ya existen proyecciones de escenarios sobre cómo el cambio climático impactará en incrementos del delito violento.

Un trabajo que tomó 57 países en un periodo de 17 años identificó que cada grado de aumento en la temperatura impacta en un incremento del 6% de la prevalencia de los homicidios. Otros sostienen que la exposición a la contaminación ambiental (que puede presentarse en polución de partículas o gases que producen estrés), puede impactar en la predisposición para agresiones. Es decir: ciudades más contaminadas y días con más polución resultan tener mayores niveles de crimen (sin que se modifiquen las variables económicas y sociales).

Ciudades más contaminadas y días con más polución resultan tener mayores niveles de crimen (sin que se modifiquen las variables económicas y sociales).

Desde una mirada de lo social, los picos de criminalidad han coincidido con picos de pobreza e indigencia, desigualdad y debilitamiento de los medios legítimos para satisfacer las necesidades (desempleo y precarización del trabajo, disminución de la permanencia en la educación formal, debilitamiento de la atención primaria de la salud). En la Argentina, por ejemplo, los picos de homicidios fueron en 2002, 2008 y 2014, después de las crisis económicas y políticas.

Sintetizando: la acumulación de desastres ambientales, desplazamiento, crecimiento de la informalidad urbana, empobrecimiento y debilitamiento de la protección social, son factores de riesgo de la violencia y es presumible que redundarán en un incremento del delito, si no son abordadas preventivamente.

INVERTIR EN SUSTENTABILIDAD PREVENDRÁ EL DELITO

Los enfoques del desarrollo sostenible proponen una interdependencia de factores climáticos y sociales. A partir de los estudios, trabajar en reducir los impactos del cambio climático impactarán en prevenir la violencia urbana.

En estos momentos, invertir en mitigación y adaptación puede ser pensado también como estrategias de prevención. Es decir, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, cuidar el agua, desarmar las islas de calor, fomentar el arbolado público, integrar los parques urbanos al entorno rural, desarrollar sistemas de transporte públicos sostenibles, desarrollar energías verdes y ensamblarlas con políticas de inclusión social con modelos de triple impacto, es trabajar para prevenir a futuro la violencia y el delito.

Invertir en mitigación y adaptación para el cambio climático es un modo de prevenir el crimen. Las políticas sobre el ambiente contribuyen a tener ciudades más seguras.

Entonces, es el momento de empezar a definir políticas preventivas integrales y en base al desarrollo sostenible en los distintos niveles de gobierno, focalizando en las comunidades que sufrirán con más intensidad las consecuencias del cambio climático. Es fundamental abordar la integralidad del problema de la vulnerabilidad, incluyendo mitigación, adaptación y resiliencia, para evitar que a futuro, presionados por las urgencias, volvamos a repetir las fórmulas fracasadas en materia de seguridad.

Invertir en mitigación y adaptación para el cambio climático es un modo de prevenir el crimen. Las políticas sobre el ambiente contribuyen a tener ciudades más seguras.

Juan Lazarte y Emilio Mira y López: exilio y medicina

Juan Lazarte y Emilio Mira y López: exilio y medicina

El exilio español contribuyó a fortalecer una perspectiva de medicina social. El doctor Juan Lazarte, fue un impulsor (reconocido por Hermes Binner al designar con su nombre el Instituto Médico de Salud con su nombre). La autora rastrea y encuentra los vínculos entre el trabajo de Lazarte y los aportes de Mira y López a la salud mental.

Juan Lazarte (1891-1963) fue un médico con un fuerte compromiso social, además de uno de los líderes de la Reforma Universitaria de 1918. Los testimonios de amigos, familiares y discípulos dan cuenta de que estaba atravesado por la libertad de pensamiento, la alegría de vivir, el trabajo solidario y la participación social a partir del compromiso con la resolución de los problemas ajenos y mundiales. Por su formación, actividad profesional y social, el ex gobernador de Santa Fe (2007-2011), el socialista Hermes Binner, creó el Instituto Universitario de Salud Juan Lazarte que se dedica a la formación de postgrado en salud. El vínculo con el exilio español, también inspiró la perspectiva de Lazarte.

Emilio Mira y López (1896-1964) se formó con el ilustre médico español Augusto Pi Suñer, a quien consideró su maestro.  Fue jefe de los Servicios Psiquiátricos del Ejército Republicano Español y, en consecuencia, al finalizar la Guerra Civil Española debió emprender el exilio. Previo a su radicación definitiva en Brasil (1945), trabajó en la provincia de Santa Fe (Argentina).

En 1942 fue designado a cargo de la organización de la prevención (higiene mental) y tratamiento de enfermedades mentales de Santa Fe, por el Ministro de Salud Pública y Trabajo de la provincia, Abelardo Irigoyen Freyre. La solicitud de esta designación fue realizada por el médico argentino Juan Lazarte al Ministro, quien en carta del 13 de octubre de 1942 escribía: “En el acto de clausura del IV Congreso Provincial del Niño y II Conferencia Nacional de Psicotecnia tuve la satisfacción de hacer público el ofrecimiento al Dr. Emilio Mira y López”.           

El doctor Omar Lazarte (hijo de Juan), que tomó contacto con Mira y López, como estudiante en Rosario y como catedrático en Mendoza, escribió: «Mi padre, médico y sociólogo rosarino, fue uno de los principales promotores para ubicar en la Provincia de Santa Fe, a estos españoles ilustres entre los cuales se encontraban médicos catalanes como Juan Cuatrecasas, Rocamora y Emilio Mira y López».

Mira y López permaneció en el cargo hasta marzo de 1944. En ese año fue contratado por el Ministerio de Educación de Uruguay para organizar una investigación que luego de un año y medio de labor, fue recogida y publicada por el Boletín de Psicopedagogía montevideano: un volumen de 630 páginas titulado “Investigación de los nomo tipos escolares uruguayos”. En 1945, se inició su etapa brasileña donde realizó una prolífica labor académica y científica dando conferencias en América y Europa. En Brasil fue nombrado en la Fundación Getúlio Vargas para ocupar el cargo de director fundador del Instituto de Orientación Profesional de Río de Janeiro, función en la que permaneció hasta su fallecimiento en 1964.

El doctor Omar Lazarte (hijo de Juan), que tomó contacto con Mira y López, como estudiante en Rosario y como catedrático en Mendoza, escribió: “En los años 1939, 40 y 41 se produce la radicación en Argentina de numerosos y destacados representantes de la cultura, de la ciencia y de la inteligencia española (…) Mi padre, médico y sociólogo rosarino, fue uno de los principales promotores para ubicar en la Provincia de Santa Fe, a estos españoles ilustres entre los cuales se encontraban médicos catalanes como Juan Cuatrecasas, Rocamora y Emilio Mira y López. Al mismo tiempo se realizaron numerosas conferencias, dentro de las cuales podemos destacar el curso que Don Emilio desarrollara sobre ‘El estado actual de las doctrinas psicológicas’ que se dictó en 1940 con el auspicio de nuestro Centro de Estudiantes de Ciencias Médicas de Rosario” .

Más de veinte años después, en noviembre de 1963, Omar Lazarte como titular de la cátedra de Psicología Médica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Cuyo, invitó a Mira y López a dictar un curso. Éste finalizó con una conferencia titulada “La medicina integral o eubiátrica”, aspecto medular de su legado dada su cosmovisión global e integrativa de la medicina. Esta fue su última conferencia ya que tres meses después, el 16 de febrero de 1964, falleció en Petrópolis, Brasil.

Hoy el hospital psiquiátrico de la provincia de Santa Fe lleva el nombre del ilustre médico catalán quien organizó los servicios psiquiátricos de esa provincia en la década de 1940. 

Mario Nosotti: «Juan L. es como un duende que hace trampas, que siembra falsos señuelos»

Mario Nosotti: «Juan L. es como un duende que hace trampas, que siembra falsos señuelos»

Juan L. Ortiz es un poeta emblemático, rodeado de un halo mítico y cierto misterio. Mario Nosotti propone un abordaje original sobre el poeta litoraleño, recorriendo su obra y su vida.

Esta entrevista con Mario Nosotti está centrada en su libro La casa de los pájaros. Notas sobre la vida y la obra de Juan L. Ortiz, editada por la Universidad Nacional del Litoral. A primera vista, el libro sorprende, ya que en sí mismo es un bello objeto, gracias al trabajo excelente la coordinadora editorial. Su edición, además, fue un trabajo compartido por el equipo editorial de la UNL, dirigido por Ivana Tosti, con diseño de Alina Hill y las lecturas finales del escritor Sergio Delgado y el poeta Santiago Venturini. Está incluido en la colección “De vida y obra”. Mario visitó los lugares donde vivió Juan L. y lo leyó con atención a partir de esa experiencia. Mi intención, en particular, fue formularle un conjunto de preguntas sobre algunos de los muchos puntos interesantes de su hermoso volumen sobre aspectos de la vida y la poesía de Juan L. para La Vanguardia.

Mario, me gustaría que expliques cuál es el origen de este libro sobre Juan L. Ortiz y por qué, de algún modo, lo vinculás al primer número de Diario de Poesía.

La idea de trabajar sobre la Obra de Ortiz empezó hace varios años, al principio como una vaga inquietud, alimentada por el efecto que me había producido leer su poesía y también por la aureola que envolvía su figura. Esa fascinación arrancó precisamente con la lectura del dossier que apareció en el primer número del Diario allá por 1986. Ahí se incluían algunos abordajes críticos, poemas, fotografías y una breve cronología. Tené en cuenta que la obra de Ortiz no circulaba desde hacía años y que hubo que esperar diez años más para que la publicara la Universidad del Litoral.

«La mejor forma de desarmar el mito de Ortiz es leerlo, y si es posible en forma más bien exhaustiva, o sea, saliendo del grupo de poemas más conocidos y subsidiarios de cierta visión bucólica. La obra de Ortiz, dentro de su recurrencia, tiene una variedad de registros y desvíos, tanto temáticas como formales, muy rica».

En varias partes del libro señalás la importancia de los simbolistas belgas, un aspecto bastante reiterado, por otra parte, por aquellos que hablan del poeta entrerriano. En tu opinión, ¿qué poetas en particular le interesaron a Juan L. y, sobre todo, qué es lo que toma de ellos?

La influencia de los simbolistas belgas, cuáles y de qué modo impactaron en Juan L. (él mismo habla de esa influencia), es algo que todavía falta profundizar. Está claro que el carácter alusivo, la cosa de no nombrar directamente, y también el misterio, lo trascendente, es algo que está en el simbolismo, pero el simbolismo belga tiene su propia identidad, diferente del francés, y se extiende a otras disciplinas artísticas.  Juan L. dice por ahí que algo de lo “aparentemente neutro” –usa esa expresión– de los belgas, lo acerca a cierta cosa de sugestión, de otredad que le interesaba. Y luego la resolución de esa aparente incongruencia entre el goce estético, contemplativo del paisaje, y la preocupación por lo social, que él dice que en la poesía de los belgas podía dialogar sin choques, casi hermanándose. Descubre al mismo tiempo que muchos de ellos eran anarquistas, como él había sido de joven. Dos de los que más le interesaban eran Maeterlinck, de quién había leído mucho, y el Verhaeren de Las ciudades tentaculares.

Ahora bien, yo creo que Juan L. se refiere más a una idea o a un clima de época que representan los simbolistas belgas que a cuestiones puntuales de la poesía. En la gente que nombra, yo no encuentro lo que él dice del paisaje. Sí, en algunos casos, algo de la tensión entre el avance de las ciudades y la industrialización sobre la vida y los valores rurales. Una característica de los belgas era una fuerte relación con lo «regional» descentrado (de París), con la nota característica de la situación belga, entre el francés y el flamenco, la libertad de las periferias frente al control del centro. Como me comentó hace unos días Sergio Delgado, los escritores belgas tenían una firme conciencia política y participaban activamente de la lucha obrera y socialista. Entre los nombres principales están Maeterlinck, Rodenbach, Mockel, Verhaeren, Elskaum, Van Lerberghe.

Por otro lado Ortiz aclara que recupera algo del “sentido musical” del simbolismo que no tiene que ver con la música en sí, sino con algo que está más allá de la música, y lo pone de ejemplo a Debussy: “la sugerencia de algo que está germinando y que va a florecer y que no puede definirse».

En página 21, señalás que hay algunas condiciones que aluden, en particular, a su vida como poeta y a su propia escritura que “hace de Ortiz un marginal” (citás al respecto a Hugo Gola). ¿A qué te referís precisamente con eso?

La idea de la marginalidad de Ortiz, o su excentricidad, por decirlo de otro modo, tiene varias aproximaciones. Martín Prieto dice que más que con el personaje excéntrico, o con el supuesto aislamiento geográfico, tiene que ver con que su obra resiste a una clasificación generacional. O sea, nadie sabe bien dónde ubicarlo: pertenecería a la generación del 30 por cuando empieza a publicar; también es marginal en la generación del 40 y la de 50. Otra de las razones podría ser que sus libros fueron siempre difíciles de encontrar, primero porque se trataba de pequeñas tiradas casi artesanales que él mismo distribuía, y cuando finalmente se edita su obra de un modo más institucional, parte de esa edición se pierde cuando la editorial es intervenida por los militares  y tienen que pasar otra vez veinte años hasta la edición crítica de la UNL. Veiravé agrega que además la de Ortiz es una poesía difícil de antologizar: es difícil dar cuenta de los diversos momentos y de la transformación que pone en evidencia el libro único, En el aura del sauce.

Lo que digo en el libro es que más allá de todas estas cuestiones, que son ciertas, lo que hace a nuestros ojos de Ortiz un “marginal” es su fidelidad a un llamado, la entrega sin reservas a esa “espléndida monotonía” de la que habla Hugo Gola. No hay un camino trazado, sino algo que se va conformando poco a poco. En un medio –hoy quizás más que entonces– mayormente acomodaticio, donde se pasa rápido de una cosa a la otra o se va atrás de la novedad, alguien persiste durante décadas en el auscultamiento de un espacio, en la búsqueda de una forma capaz de dar cuenta de una realidad sutil.

Señalás un mito en Juan L. y, al mismo tiempo, afirmas que hay una forma de leerlo que “aumenta ese mito”. En este punto, separás al poeta Alfredo Veiravé, porque a tus ojos hace otra cosa. ¿Podés por favor explicar un poco más esta parte de tu libro?

El mito es lo que está congelado, lo que ya no habla y es igual a sí mismo. La mejor forma de desarmar el mito de Ortiz es leerlo, y si es posible en forma más bien exhaustiva, o sea, saliendo del grupo de poemas más conocidos y subsidiarios de cierta visión bucólica. La obra de Ortiz, dentro de su recurrencia, tiene una variedad de registros y desvíos, tanto temáticas como formales, muy rica. Siempre hay un poema raro, no descubierto, que te sorprende porque no estaba dentro de lo que esperabas. Y ahí está la cosa, cuando muchas veces presuponemos lo que vamos a leer, cuando leemos “por anticipado”. Entonces, la mejor forma de desarmar el mito es leer a Ortiz. Por otro lado, si por el mito entendemos una suerte de trama, el mito pude ser muy productivo. Algo del personaje, la estampa, la cosmovisión y la forma de vida de Juan L., dialogan y se nutren mutuamente. Y a mí no me parece perniciosa esa contaminación, todo lo contrario. Estoy en contra de los que quieren separar asépticamente las cosas. Veiravé, si bien también habla del ascetismo de Juan L., de su voluntad de resguardarse del mundillo cultural y la carrera por el reconocimiento, también es el primero en realizar un estudio exhaustivo, profundizar en su estilo, analizar cada uno de sus libros y dar cuenta del sistema que va armando su obra. También lo pone en el contexto de una sociabilidad mayor y da mucha información sobre su vida ya que él fue amigo de Juan L. y el primer depositario de sus papeles.   

«Al contrario de Borges que escribe su genealogía, Ortiz usa lo biográfico para huir de sí mismo, para instaurarse más bien como una voz que quiere hacer hablar a algo mayor, que no está ni en la historia oficial ni el hito biográfico, sino en las variaciones que asume una mirada».

Retomás el ensayo de Santiago Perednik, publicado en la revista Xul en el año 1997, a propósito, justamente, del mito Juan L.. ¿Qué señala ese ensayo y por qué para vos hay cuestiones que habría que revisar?

Utilizo ese escrito de Perednik aparecido en el número 12 de Xul, un número dedicado a Ortiz que presenta mucho material valioso, desconocido, más una serie de testimonios de gente cercana y varios acercamientos críticos. Lo utilizo, decía, para contraponerme al discurso antibiográfico que él esgrime, basado en algunas presunciones que me parecen cuestionables. Por ejemplo que una biografía de Ortiz solo contribuiría a cimentar el mito, a distraer de la lectura de la obra, a lo cual ya habría contribuido, según él,  la edición de su Obra Completa, que además sería perjudicial porque haría que esta se vea como una unidad cerrada. Lo curioso es que queriendo desarmar la metáfora de Ortiz, la idea del gran poeta olvidado, vuelve a hacer hincapié en su humildad, su apartamiento, alguien cuya vida carece de interés por su monotonía, sus escasos desplazamientos, porque no hizo nada relevante “más allá de escribir poemas”, lo que hace es reforzar el mito, unificar la complejidad de esa figura. Me parece por otro lado que ese “malentendido” al que induce el caso Ortiz es también una disputa por la representación que tiene varios niveles y es parte de la tensión que inaugura su poesía.

“Soy un hombre sin biografía”, esta idea de Juan L. te lleva a reflexionar sobre esta cerrada afirmación y sobre la idea de biografía, ¿cuáles son tus ideas al respecto?

Juan L. es como un duende que hace trampas, que siembra falsos señuelos, que se escurre de todo lo que sea fijo o pesado o demasiado evidente. Entonces cuando le piden una semblanza biográfica –hay varias a lo largo de su vida- repite dos o tres hitos y recalca que de todos modos eso no tiene importancia. O te manda, como hace con Alfredo Veiravé, a que leas el poema Gualeguay, donde a través de la historia de su pueblo natal hace su autobiografía, o que leas su obra porque para él la poesía es su vida. Entonces, como decía anteriormente, lo que la poesía de Juan L. pone en juego es -entre muchas otras cosas, por supuesto-, una forma de presencia elusiva, que se muestra escabulléndose, una voz en la que reverbera un fuera de campo que a veces se señala en mínimas anécdotas, o en cuestiones histórica dichas como al pasar, pero incluso en el caso de ciertos nombres o anécdotas difíciles de descifrar, siempre hay una referencialidad precisa. Al contrario de Borges que escribe su genealogía, Ortiz usa lo biográfico para huir de sí mismo, para instaurarse más bien como una voz que quiere hacer hablar a algo mayor, que no está ni en la historia oficial ni el hito biográfico, sino en las variaciones que asume una mirada.

Sostenés que Juan L. aún hoy es más nombrado que leído. ¿Qué te lleva a seguir afirmando esta idea que ya fue dicha muchas décadas atrás por varios reconocidos poetas?

Es cierto, parece una cantinela. Por otro lado, como me dijo alguien, eso pasa con la mayoría de los escritores. Juan L. no es un poeta sencillo de leer. Detrás de su aparente simpleza y su falta de espectacularidad, tiene poemas que son un desafío para cualquier lector. Hay que querer entregarse a esa experiencia. Lo que esa afirmación condensa y quizás simplifica es la tendencia de que como se conoce al personaje ya conocemos su poesía: con leerlo un poco y por arriba alcanza. Como te decía antes, es cuando uno se sumerge en la obra de Ortiz cuando toma dimensión de su trabajo, cuando entiende que esa poesía que se distingue –como decía Saer– con apenas verla, entraña variaciones, sorpresas, poemas nítidos y elocuentes como fotografías vivas, poemas claramente barrocos, poemas de una elusividad mallarmeana, y así. Y hay otra cosa, que tiene que ver con la circulación de sus libros, que incluye también el hecho de que no todos puedan o quieran acceder a la voluminosa obra completa, y que no había hasta hace poco otras formas de leerlo. Por suerte eso se ha ido subsanando, por ejemplo, con las ediciones de algunos de sus libros sueltos que hizo Losada.

A propósito de El álamo y el viento, mencionas que Juan L. lo llama “el libro del trasplante” y señalás que según él era el preferido de Gola. ¿Qué es, a tu juicio, lo más interesante de ese libro?

Yo leo El álamo y el viento como una especie de bitácora que va desde los últimos años de Ortiz en Gualeguay hasta que aparece el libro en 1948, el primero que publica desde su llegada a Paraná. Habían pasado diez años desde el libro anterior y es un libro bisagra dentro de su obra. Por primera vez Juan L. se aleja de su espacio natal, lo que se refleja en muchos poemas  en los cuales el yo lírico observa muchas cosas como desde la otra orilla. Ya no es lo que tiene enfrente, el espacio que camina todos los días y por el cual el río, por ejemplo, o la ciudad, ni siquiera necesitan ser nombrados. Es la primera vez que aparece con su nombre el río Gualeguay, que antes era simplemente “el río”. Entonces hay un cruce de miradas, del aquí y allá, del esto y aquello, y un discurso evocativo que trata de recuperar lo que se ha dejado atrás. Juan L. le dice a Bignozzi que es el libro del transplante, porque tiene que ver con un momento duro de su vida, cuando se ve de algún modo obligado a dejar su pueblo natal, por razones políticas en parte y también porque muchos de sus amigos también habían emigrado y él buscaba quizás otro tipo de sociabilidad. Este alejamiento tuvo una primera escala cuando se mudó a la estación Enrique Carbó, un caserío cercano, a unos quince kilómetros de Gualeguay. Ahí vivió casi un año en un campo cercano, con su mujer y su hijo, aunque iba y venía diariamente a su trabajo en el registro civil de la ciudad. Ese año quedó plasmado en el poema La casa de los pájaros, que también podríamos ver como bisagra o inflexión dentro del libro. Es el primer poema largo de Ortiz y el primero de los poemas de su ciclo autobiográfico.   

«Juan L. no es un poeta sencillo de leer. Detrás de su aparente simpleza y su falta de espectacularidad, tiene poemas que son un desafío para cualquier lector. Hay que querer entregarse a esa experiencia».

En el último capítulo del libro, realizas un análisis del poema La casa de los pájaros. ¿Podés contarnos qué aspectos te parecen importantes destacar del poema y por qué lo vinculás con otros del mismo periodo?

Más que un análisis, lo que hice fue una especie de glosa, siguiendo cada una de las estaciones (los ocho fragmentos) que conforman el poema. Como si fuese recorriendo esa casa, ese campo, esas idas y venidas de Gualeguay, ese año a través de las palabras. El poema tiene varias claves y referencias, y trato de iluminar algunas de ellas. Es un poco desplegar un efecto de lectura, las resonancias de la fascinación que ese poema me produjo desde que lo leí. De algún modo todo el libro desemboca en ese poema, en esa casa, ahí encuentro condensadas muchas de las cuestiones que, sin saberlo, alimentaban mi búsqueda, la cuestión de la experiencia, de la relación entre un espacio vivido y su transmutación escrita, etcétera.

Al final del libro citás una hermosa frase de Bachelard sobre la poesía y las casas: quisiera que nos cuentes por qué elegiste contar a  Juan L. a partir de las distintas casas que habitó.

Bachelard, en ese libro maravilloso que es La poética del espacio, dice que la casa es el lugar del refugio, ligada a la función primera de habitar, la del vientre materno. La casa es un espacio emotivo, que muchas veces tiene poco que ver con casa objetiva alguna, sino que está enlazado, construido por nuestros sueños y nuestros recuerdos, nuestra emocionalidad. La memoria entonces construye y distribuye, borra o densifica aspectos o la totalidad de esas “casas”.

Como te dije antes, una de las posibilidades es leer la obra de Juan L. como una especie de autobiografía. Esa autobiografía podría estructurarse, por ejemplo, a partir de las casas en la que vivió. Las dos más conocidas son la que habitó de joven y luego otra vez estando ya casado, en Gualeguay, frente al Parque Quintana, cerca del río, y la de Paraná, también frente a un parque y un río, que es la más conocida por ser la de sus años finales, la que aparece en las crónicas periodísticas y en un par de documentales. Pero hay muchas otras «sub-casas», apenas nombradas, espacios de pasaje que recorro en el libro, muchas de ellas olvidadas o inhallables, y otras densificadas por haber ingresado a la poesía como es el caso de “la casa de los pájaros” que a pesar de ser un lugar en el que estuvo apenas unos meses quedó referenciada y resonando para siempre.

QUIÉN ES

Mario Nosotti cursó estudios de Letras (UBA) y la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Tres de Febrero. Formó parte de la antología de la 1º Bienal Iberoamericana de Arte Joven (1989). Colaboró con las revistas de divulgación cultural Tsé-tsé, Parte de Guerra y La Otra. Entre 2004 y 2006 editó la hoja de poesía Música Rara. En 2006 organizó el Primer Encuentro de Revistas de Poesía en la Biblioteca Nacional. En 2014 obtuvo la Beca del Fondo Nacional de las Artes (Área Letras). Publicó los libros de poesía Parto Mular (Editorial Último Reino, 1998), El proceso de fotografiar (Viajera Editorial, 2014), La casa de la playa (Club Hem, 2018) y Dos poemas inconclusos (Caleta Olivia, 2021). Ha escrito artículos para Radar libros (Página 12), la revista Ñ (Clarín) y la revista Los Inrockuptibles. Coordina talleres de lectura y escritura creativa.

La socialdemocracia y el neofascismo frente a las armas de fuego

La socialdemocracia y el neofascismo frente a las armas de fuego

La política de desarme encarada por Brasil durante los gobiernos de Cardoso y Lula mostró grandes resultados, pero Bolsonaro puso freno a esa política y, de forma irresponsable, promueve el uso de armas. En Argentina, las escenas durante el acto de Javier Milei no deben subestimarse, detrás de las armas hay un poderoso lobby internacional.

Según Freud, “el primer hombre que echó un insulto en contra su enemigo, y no una lanza, ese hombre fue el verdadero inventor de la civilización”. Si el creador del psicoanálisis estaba en lo cierto, Brasil caminaba hacia la barbarie en los años 90. El país se volvió campeón mundial en homicidios por arma de fuego en números absolutos debido a una suma de factores: tradición de violencia acentuada por años de brutalidad durante la dictadura militar, complicidad de sectores de la policía con el narcotráfico, desigualdad social extrema, ley de armas permisiva y ser el cuarto mayor exportador de armas pequeñas.

La política de seguridad no tenía foco en las armas: se arrestaba al criminal pero no se rastreaba el arma. Fue la ONG «Viva Rio» que, por medio de investigaciones, concluyó que el eje del problema de los homicidios en Brasil era la proliferación de armas (agravado por otros factores). Yo era el responsable de la coordinación y el politólogo porteño Pablo Dreyfus el jefe de mi equipo de investigación.

El descontrol de las armas, con el falso pretexto de “libertad” o de la falaz  “autodefensa”, es instrumento importante en la estrategia neofascista.

MANDELA: PROMOVER EL DEBATE PÚBLICO

En Sudáfrica, aprendí con el entonces presidente Nelson Mandela la importancia de la destrucción pública de armas, para promover el debate y para vaciar los arsenales, escenarios de desvíos continuos de armamento para el crimen. En 2001 promovimos la destrucción simultánea de 100 mil armas en Río de Janeiro. Fuimos aplaudidos en la Primera Conferencia sobre el Tráfico Ilícito de Armas de las Naciones Unidas.

Con el resultado de nuestros estudios, rompimos la burbuja académica. Con el apoyo de los medios de comunicación que no eran financiados por la industria de armas, tratamos de concientizar y conquistar la opinión pública. Así, introdujimos el tema en la novela de televisión “Mujeres Apasionadas”, promoviendo debates y marchas en todo el país.

En Copacabana, en un día frío y con lluvia, 50 mil personas marcharon para presionar al Parlamento -cooptado hasta entonces por el lobby armamentístico- para cambiar la ley de armas. Cuando las encuestas mostraron que una nueva ley de desarme y control tenía el apoyo del 82% de brasileños, no teníamos plata, pero los votos estaban con nosotros. Y el Parlamento cambió. En la Navidad de 2003 se aprobó el llamado Estatuto del Desarme, iniciativa del gobierno Fernando Henrique Cardoso, desarrollada y aplicada por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva.

BRASIL: EL CONTROL DE ARMAS SALVÓ 300 MIL VIDAS

La ley prohibió la portación de armas y calibres mayores a 38 para civiles, implantó la marcación de armas y municiones para el rastreo, los 21 años como edad mínima para la compra de armas, mayor control de los arsenales de la policía, de los clubes de tiro y de los coleccionistas, entre otras medidas. Estimuló la entrega voluntaria de armas. El gobierno organizó, con la asesoría de Viva Rio, campañas nacionales de desarme voluntario a partir de 2004. Intercambiamos experiencias con la ONG mendocina «Espacios para el Progreso Social», coordinada por Gabriel Conte y Martin Appiolaza y recolectamos 800 mil armas. Fue la segunda mayor campaña de desarme a nivel internacional.

La nueva ley demostró ser la medida que ha tenido mayor impacto contra los homicidios y la criminalidad. Redujo los homicidios por arma de fuego un 15%. Si en los 13 años previos al Estatuto el promedio anual de aumento de homicidios era de 5,4%, en los 13 años posteriores bajó para 0,8%. Durante 18 años de vigencia de nuestra ley se calcula que salvó la vida de unos 300 mil brasileños, según el Instituto de Pesquisa Económica Aplicada, del gobierno. Un resultado espectacular celebrado por los organismos internacionales.

Además de salvar vidas, el bien más precioso, las campañas promovieron cambios importantes en la mentalidad del pueblo, antes acostumbrado a banalizar la muerte y aceptar la violencia como método. Deconstruimos una idiosincrasia basada en mitos propagados por las películas de Hollywood y por la National Rifle Association (NRA) como el de la “autodefensa”. Las investigaciones muestran que, por cada autodefensa exitosa con arma, mueren 34 personas que intentaron resistirse a punta de pistola, según el Violence Center Policy.

Cuando Jair Bolsonaro era diputado fue asaltado por dos jóvenes que le robaron la pistola Glock y la moto. En la ocasión comentó: “a pesar de estar armado me sentí indefenso”. Pero no aprendió la lección y continuó insistiendo en “armar al pueblo”.

La nueva ley demostró ser la medida que ha tenido mayor impacto contra los homicidios y la criminalidad. Redujo los homicidios por arma de fuego un 15%. Durante 18 años de vigencia de nuestra ley se calcula que salvó la vida de unos 300 mil brasileños.

JAPÓN 3 MUERTOS POR ARMAS AL AÑO, BRASIL 130 POR DÍA

Hoy el brasileño sabe que el arma es eficaz para ataque, pero muy precaria para la defensa, porque el factor sorpresa es decisivo en favor del atacante. Con razón, el publicista Gustavo Guidobono desarrolló en Uruguay la campaña “Si tenés un arma, tenés un problema”. Antes de comprar un arma, uno tiene que considerar los riesgos para la familia, como accidentes con niños, suicidios de jóvenes y ancianos, femicidios por parte de hombres celosos (con frecuencia también en estado de ebriedad). En Brasil, el 80% de los femicidios son cometidos por el ex o actual cónyuge de la mujer victimizada.

Probamos con datos científicos que las armas ilegales vienen del mercado legal, que los fabricantes desviaban armas y municiones para el crimen organizado, que policías y militares corruptos revendían las armas incautadas a los criminales, que 60% de las armas del narcotráfico de Rio de Janeiro habían sido robadas a “ciudadanos de bien”. En conclusión, que la seguridad se alcanza con prevención, no con armas.

Japón, que entró en la Segunda Guerra Mundial con una cultura de violencia, salió con una nueva política de inversión en educación, tecnología, democratización de la policía y prohibición de armas de fuego para los civiles. En todo el año de 2017 Japón tuvo tres muertos por arma de fuego, mientras que Brasil 130 por día. Son números inadmisibles, pero que, no obstante, vienen en retroceso año tras año. Y estas cifras no cayeron más rápido porque las demás reformas del sistema de seguridad fueron bloqueadas por fuertes intereses.

AUTODEFENSA, LIBERTAD Y NEOFASCISMO

En plena baja de los homicidios por arma de fuego, Bolsonaro fue electo presidente. Dispuesto a implementar una política de destrucción, como lo proclamó sinceramente, de vuelta a un pasado idealizado y manipulando el miedo contra los cambios, su primer acto como presidente fue un decreto contra el Estatuto del Desarme. Durante tres años han sido más de 30 medidas, la mayoría ilegales (decretos no pueden sustituir leyes) ante la cobardía de los demás poderes. La democracia sigue siendo destruida desde dentro. Hoy, los civiles en Brasil pueden comprar fusiles de guerra por internet, mientras los narcotraficantes y los milicianos ingresan en los clubes de tiro para entrenar y comprar armas y municiones legalmente. Los clubes ya no son fiscalizados.

El Ejército ya no controla a los coleccionistas, muchos de ellos proveedores de armamento al narcotráfico; ni fiscaliza la venta de cargadores que pueden transformar pistolas en metralletas. Una medida del Ejército tratando de perfeccionar el rastreo de armas y municiones para clarificar crímenes fue anulada por orden de Bolsonaro. En Brasil se resuelve el 10% de los crímenes y en Alemania el 96%. El general responsable fue echado.

El gobierno afirma: “Fui electo para esto”. ¡Falso! El 70% del electorado está contra la portación de armas por civiles. Entre los que votaron a Bolsonaro, el 64% está en contra, según la agencia Datafolha. Hoy, desgastado, Bolsonaro gobierna para una minoría fanática de no más del 28% del electorado.

La democracia sigue siendo destruida desde dentro. Hoy, los civiles en Brasil pueden comprar fusiles de guerra por internet, mientras los narcotraficantes y los milicianos ingresan en los clubes de tiro para entrenar y comprar armas y municiones legalmente.

Las consecuencias de la progresiva liberación de la portación de armas, y del acceso de civiles a armas de grueso calibre, se refleja en el aumento de homicidios. Si antes cayeron sostenidamente, en 2020 subieron 5%, y los femicidios el 20%. Por día, 2 mil municiones son compradas por civiles, mientras tenemos un homicidio cada 10 minutos. Cada día, un fusil de guerra ilegal es incautado por la policía en Río de Janeiro. Las milicias armadas, formadas en gran parte por policías o ex policías, sustituyen o se asocian al narcotráfico en la mayor parte del estado de Río y se expanden por todo el país. Jefes milicianos fueron condecorados por los hijos de Bolsonaro, que también son grandes lobistas de las industrias de armas.

Sufrimos una situación de descalabro en la seguridad pública, de salvajismo: grupos paramilitares son entrenados para actuar políticamente; la policía es partidizada; y los militares son cooptados con más de 6 mil empleos en el gobierno. Esa es la receta de la nueva extrema-derecha, que también se mueve en la Argentina, al sustituir el desactualizado golpe militar por el desmonte interno de las instituciones democráticas. Nos queda la esperanza de llegar a salvo a las elecciones de 2022 y, esperemos, que los argentinos no prueben de esta amarga experiencia.

El descontrol de las armas, con el falso pretexto de “libertad” o de la falaz  “autodefensa”, es instrumento importante en la estrategia neofascista. Pero los cariocas de Rio no pierden su buen humor y recuerdan al periodista satírico Stanislaw Ponte Preta que decía: “Las tres cosas más peligrosas en la vida son la croqueta de botiquín, la mujer de los otros y el arma de fuego”.

Seguridad: entre el progresismo de las apariencias y la derecha mediática

Seguridad: entre el progresismo de las apariencias y la derecha mediática

La inseguridad es un problema recurrente, con dimensiones objetivas y subjetivas que se entrelazan y la complejizan. Al calor de los acontecimientos recientes, el tema se vio exacerbado por la campaña electoral.

La inseguridad, en su dimensión objetiva (lo que sucede: los delitos y violencias que se cometen en una sociedad) y subjetiva (lo que percibimos: el temor a ser víctima de violencias y delitos), está, desde hace décadas, entre las principales preocupaciones de las sociedades latinoamericanas, con especial relevancia en Argentina. Sus gobernantes, no obstante, no parecen –salvo excepciones tan escasas como meritorias– estar decididos a abordar la problemática de manera sistemática, precisa y fundada en información. Por el contrario, se encuentran volcados hacia la improvisación y el discursismo.

En el mundo mueren 500 personas por día por acción de armas de fuego; casi la mitad de los homicidios del planeta se deben a esta causa. En América Latina el problema es aún más insidioso: la mera circunstancia de nacer por aquí aumenta en casi 90 veces la probabilidad de morir por una bala.

Un robo seguido del homicidio –a balazos– de un pequeño comerciante de la localidad de Ramos Mejía instaló el tema en todos los medios a todas las horas. A la gravedad y al impacto del hecho se sumó una variable contextual: en campaña todo se exacerba.

La semana pasada, esa estadística tuvo una instancia aguda en el conurbano bonaerense. Un robo seguido del homicidio –a balazos– de un pequeño comerciante de la localidad de Ramos Mejía instaló el tema en todos los medios a todas las horas. A la gravedad y al impacto del hecho se sumó una variable contextual: en campaña todo se exacerba. El próximo domingo se celebrarán las elecciones de medio término en el país, con un pronóstico desfavorable para el oficialismo de la Provincia de Buenos Aires. Y el eje se corrió de los aspectos complejos, técnicos y analíticos del hecho, de sus consecuencias y de sus causas –las más inmediatas y las estructurales– a los colores simplistas de la caza de votos.

Candidatos de todo el espectro político optaron por discursos altisonantes, rayanos con la apología del crimen –ese que prometen, en el vacío, “combatir” y “erradicar” a través de prácticas violentas o, lisa y llanamente, de justicia por mano propia– que recuerdan los espetados por los peores actores de la historia reciente del país. Esto, por reiterado, no sorprende. Pero no por esperado deja de ser pasible de críticas legítimas.

Como es sabido, el gobernador Axel Kicillof es un economista con orígenes en la izquierda estudiantil que fue captado por la hoy vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuando era presidenta, para sus filas. Fue su Ministro de Economía, su candidato estrella a legislador y su delfín en la provincia más grande del país. Sergio Berni, hoy Ministro de Seguridad de la provincia y ex Secretario de Seguridad de la Nación del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, es un médico militar que se autodefine como representante orgulloso de la derecha (sus rivales externos e internos le atribuyen el “bolsonarizar la política nacional”) y que también es miembro del círculo dilecto de la vicepresidenta, con pretendida proyección electoralista. La convivencia de dos actores tan dispares en el intento por conducir la seguridad de la Provincia de Buenos Aires probablemente se explique, en lo relevante, por la escasa diferencia práctica entre los planes de seguridad que han implementado ciertos progresismos y algunas derechas en la región.

Se trata de un fenómeno argentino y regional. Al desprecio tradicional por la seguridad de este progresismo de las apariencias (un problema “social” que se soluciona “con más educación y más trabajo”), que termina por ceder este terreno al policialismo abrazado por la derecha demogógica, se ha sumado un fenómeno nuevo. La derecha en su versión mediática se ha vuelto meramente discursiva. Ya no se preocupa por la eficacia real, ni puede considerarse pro-policial: proclama favorecer a las policías, pero en los hechos, las enfrenta. Los manoduristas locales no son pro-policiales, antes que nada, porque no saben serlo. Se han mostrado incapaces para construir una policía moderna y profesional. Descuidaron sus condiciones laborales (la precarización de las fuerzas va más allá del salario, que es de hambre, al menos en los escalones iniciales de la profesión), su formación, su control y la construcción de confianza de la ciudadanía.

Con todo, es ingenuo o capcioso ignorar la responsabilidad de los gobernantes por la situación de la que se lamentan como si fueran sus comentaristas privilegiados. No se apoya el desarrollo de estrategias de seguridad focalizadas y basadas en información; no se fomenta el control de armas y de arsenales, que dejarían a la violencia armada sin su insumo principal tan al alcance de la mano; no se favorece la participación ciudadana y la asistencia técnica de expertos; no se propician burocracias virtuosas y transparencia de los actos de gobierno, sino más secretismo y más palabras vacuas. Una gestión que vocifera y no escucha no deja lugar a alternativas simples.

Debería dejar de subestimarse el problema. No es una cuestión meramente subjetiva, alimentada por los medios. No existe una bala de plata (una medida, una persona, una perspectiva) que vaya a solucionarlo.

Después sí vienen el aprovechamiento de uno y otro lado (los que oxigenan, con pose preocupada, los reclamos dolorosos de las víctimas; los que sobreactúan la inminencia del estallido que no llega; los que se rasgan las vestiduras pero corren el cuerpo), los anuncios salvadores del Ejecutivo (nacional) y el riesgo de los desmanes con consecuencias imprevistas.

Como primera medida, entonces, debería dejar de subestimarse el problema. No es una cuestión meramente subjetiva, alimentada por los medios. No existe una bala de plata (una medida, una persona, una perspectiva) que vaya a solucionarlo. No sirve proponer medidas enroladas en el populismo penal (aumento de penas, baja de la edad de imputabilidad) ni sostener la idea (paralela a la de que la policía es la única herramienta disponible) de que la cárcel es la única respuesta completa o satisfactoria a la inseguridad.

Ya es hora de que, en materia de seguridad, los funcionarios –y quienes aspiran a serlo– dejen de predicar el orden, pero practicar el caos. El tiempo dirá cómo sigue esta historia, que se escribe mientras la leemos.