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Ser oposición sólo es posible en democracia

Ser oposición sólo es posible en democracia

El 19 de noviembre no elegimos sólo presidente en la Argentina. Se decide la continuidad de un consenso democrático que fuera el legado de Alfonsín y sostenido a través de cuatro décadas donde la política fue la forma de dirimir todas las disputas de sentido y poder en un país que decidió abandonar la violencia para imponer ideas.

Mónica Fein, Presidenta del Partido Socialista, Diputada Nacional

En estos cuarenta años hubo etapas de gran resistencia y lucha, tuvimos momentos de crisis, también momentos de estabilidad y progreso, pero con la tranquilidad de que expresar divergencias no pusiera en riesgo la vida de las personas.

Consolidamos un sistema electoral transparente, perfectible (como en Santa Fe, Córdoba y Mendoza demostraron las experiencias de boleta única) pero que permite a la ciudadanía elegir a sus representantes y que nadie dude en reconocer los resultados.

«Consolidamos un sistema electoral transparente, perfectible (como en Santa Fe, Córdoba y Mendoza demostraron las experiencias de boleta única) pero que permite a la ciudadanía elegir a sus representantes y que nadie dude en reconocer los resultados.»

Se abandonó la intervención de las fuerzas armadas en la política interior y se consolidaron derechos que durante la última dictadura fueron negados a toda la población.

Son enormes las deudas pendientes de la democracia, no hemos podido resolver flagelos como la desigualdad y la pobreza. La educación, en sus niveles básicos, tiene enormes dificultades para responder a las demandas de los nuevos tiempos. En materia de salud hace falta reconocer a nuestros y nuestras profesionales y dotarlos de herramientas con inversión y transparencia. El crimen organizado prolifera frente a la ineficiencia de las fuerzas de seguridad y en muchos casos complicidades.

Sin embargo sigue existiendo un sistema educativo gratuito, una universidad pública de calidad internacional, profesionales e investigadores con preparación y conocimientos que desarrollan soluciones para distintos problemas de la sociedad. Contamos con médicos competentes y hospitales públicos capaces de realizar las intervenciones más complejas y avanzadas. Existen jueces y policías dispuestos a arriesgarlo todo para protegernos.

«Tenemos en Argentina división de poderes, libertad de prensa, una población solidaria, garantías institucionales, reservas naturales, derecho a la propiedad y libertad para asociarse con los fines que nos representen.»

Tenemos en Argentina división de poderes, libertad de prensa, una población solidaria, garantías institucionales, reservas naturales, derecho a la propiedad y libertad para asociarse con los fines que nos representen. Hemos avanzado en materia de participación ciudadana, contribuyendo a la incorporación de toda la sociedad en decisiones de gobierno, promoviendo sumar voces al sistema democrático.

El 19 de noviembre no se elige sólo presidente, ha entrado a la disputa una propuesta que promulga la libertad de comercio como la única válida, que desconoce el terrorismo de estado y reivindica a sus protagonistas, una propuesta que ha demostrado a lo largo y ancho del planeta que no reconoce a la democracia como herramienta política a menos de que sean ungidos ganadores. Estamos frente a lo más rancio del poder económico que desea despojarse de toda moderación y borrar todo obstáculo para explotar al ser humano y seguir acumulando.

«El 19 de noviembre no se elige sólo presidente, ha entrado a la disputa una propuesta que promulga la libertad de comercio como la única válida, que desconoce el terrorismo de estado y reivindica a sus protagonistas»

Frente a esta amenaza, situada en las antípodas de las ideas del socialismo de igualdad, fraternidad y solidaridad es que convocamos a votar a Sergio Tomás Massa, con el compromiso de seguir siendo oposición, de marcar los errores y trabajar para que las deudas de esta tan sufrida democracia sean saldadas. 

Cuarenta años de democracia: construir cohesión social y participación ciudadana

Cuarenta años de democracia: construir cohesión social y participación ciudadana

“Todos los seres vivos quieren vivir en un mundo mejor”  Karl Popper
El triunfo de Raúl Alfonsín, hace 40 años, abrió una esperanza positiva para la mayoría de los argentinos, que recuperaron su posibilidad de votar, su posibilidad de expresarse, su posibilidad de funcionamiento de las distintas organizaciones, la vigencia de los derechos humanos y el desprecio y condena a las formas dictatoriales autoritarias de los años de la dictadura. Salíamos así con mucho dolor a cuestas del período de golpes e inestabilidad institucional que había comenzado en 1930.

En esas circunstancias el Socialismo Popular, hoy Partido Socialista, a través de Guillermo Estévez Boero proponía una reformulación del Estado mediante la implementación de formas de democracia participativas, generadas a través de procesos de descentralización y de organismos como los consejos económicos y sociales.

Decía Guillermo: «Aprendimos duramente que sin formas participativas la democracia representativa es fácilmente vulnerable, por los grandes intereses económicos y por los sectores totalitarios». No se avanzó por este camino, y tras la dictadura, al recomenzar la vida institucional, todas las fuerzas políticas del país reiteraron los planteos de antes de 1976.

Sucedieron sucesivos gobiernos con distintas realidades pero donde se reiteró el funcionamiento institucional de Argentina sin tener en cuenta la necesidad de la participación ciudadana y del diálogo franco y abierto de los distintos sectores con la sociedad.

La democracia es una construcción colectiva, no la hacen ni la garantizan los funcionarios de los distintos estamentos gubernamentales, nación, provincia, municipio, sino la creciente comprensión del mundo y de la realidad que nos toca vivir, económica, social, política, por parte de las mayorías.

Se siguió con el criterio de las políticas públicas de arriba hacia abajo. Lo clásico del populismo, que niega la construcción colectiva para priorizar al líder que resuelve.

«La democracia es una construcción colectiva, no la hacen ni la garantizan los funcionarios de los distintos estamentos gubernamentales, nación, provincia, municipio, sino la creciente comprensión del mundo y de la realidad que nos toca vivir, económica, social, política, por parte de las mayorías.»

No podemos acusar livianamente a la ciudadanía de que no participa, o como ahora está de moda, de que «se ha derechizado». La responsabilidad es de los sectores políticos que han pretendido y pretenden seguir gobernando a espaldas de las necesarias reformas institucionales que abran a una real y efectiva participación ciudadana a todo nivel.

La gran responsabilidad de los que creemos en la democracia, en una democracia fuerte, es afianzar políticas institucionales que tengan su basamento en políticas sociales, en rechazar la inmoralidad de la creciente desigualdad, en poder avanzar en gobiernos de amplia coalición social y política.

Sin consenso social, sin consenso político, los sucesivos gobiernos se dedicaron a buscar paliativos frente al agravamiento de la situación económica y social, dejando de lado los problemas estructurales de nuestra realidad.

Aplicar la medicina de la primacía del mercado o la otra, la primacía de un Estado clientelar y burocrático, dejando de lado la participación y el control social, se ha demostrado incapaz de superar el crecimiento de la pobreza, la inflación, el estancamiento económico de más de 15 años para llegar a la crítica situación que padece nuestro pueblo.

«Sin consenso social, sin consenso político, los sucesivos gobiernos se dedicaron a buscar paliativos frente al agravamiento de la situación económica y social, dejando de lado los problemas estructurales de nuestra realidad.»

La falta de respuestas a esos problemas que agravaron diariamente la vida de los argentinos actúa como un factor de debilitamiento de la credibilidad en las formas democráticas y en la vigencia de la política como intermediaria. Si a eso le sumamos falta de transparencia, corrupción, negociados, la polarización “hostil y excluyente” (Natalio Botana) y la ausencia de diálogo, cede la credibilidad y la legitimidad de las instituciones.

No estamos aislados, somos parte de un mundo global que a través de la cultura del consumo y la hiperconectividad de la sociedad digital alienta una sociedad cada vez más fragmentada, que se expresa en un hiperindividualismo que conecta la idea de la libertad con lo más crudo del neoliberalismo y que niega la validez de lo social. Estamos ante la presencia de “un individuo soberano, abstraído de un espacio común” (Éric Sadin).

Los socialistas estamos convencidos que la salida siempre es de mayorías, colectiva, nunca individual.

A la libertad debemos entenderla “como mera agregación de voluntades o como construcción social de una voluntad común, según como la definamos, con una óptica liberal o republicana” (Daniel Innerarity). Por eso a través del tiempo seguimos promoviendo la participación ciudadana y la cohesión social. La idea socialista es democratizar, democratizar lo público, lo político, lo social, lo institucional.

No hay posibilidad de aventura individual y a esta altura se comprende, mucho menos de un partido político. Cualquier transformación positiva de la realidad requiere de más participación, desde la más pequeña a la más grande, desde la más simple a la más compleja, de ser capaces de generar un sujeto colectivo promotor y articulador de los cambios necesarios para mejorar nuestra calidad de vida, para que el ser humano vuelva a ser el eje central de la construcción, y no el lucro degradante y degradador.

Vivimos una sucesión de crisis que se mantienen en el tiempo, que se profundizan, que hieren las esperanzas acerca de un futuro para muchos y que impactan negativamente sobre la credibilidad en la democracia.

«Cualquier transformación positiva de la realidad requiere de más participación, desde la más pequeña a la más grande, desde la más simple a la más compleja, de ser capaces de generar un sujeto colectivo promotor y articulador de los cambios necesarios para mejorar nuestra calidad de vida, para que el ser humano vuelva a ser el eje central de la construcción, y no el lucro degradante y degradador.»

El socialismo, a través de la historia social y política de Argentina, ha expresado siempre una voluntad de transformación positiva, defensa de la vida y del valor humano, como lo sintetizó Alfredo Palacios.

Por eso nos animamos a convocar a la necesidad de la reformulación de Argentina y animarnos, dentro de los mecanismos constitucionales, a promover y crear nuevos espacios de participación y control ciudadanos.

Educación para la igualdad y la democracia

Educación para la igualdad y la democracia

Jóvenes y estudiantes reclaman sear escuchados en las aulas y en los diferentes espacios de vinculación dentro de la escuela. Es uno de los resultados de la investigación que dio origien al libro «Hoy es mañana, Reflexiones sobre tiempo, jóvenes y escuela» de Pedro Núñez que se prensenta esta semana. Adelantamos fragmentos del capítulo 3: “Formas de sociabilidad, demandas y ciudadanía en la escuela secundaria”.

Pedro Núñez es politólogo y docente universitario y se especializa en educación y juventudes.

El riguroso trabajo recientemente editado por Editorial Aique en la colección Política y Educación que coordina Roxana Perazza, es un trabajo sobre la escuela secundaria, haciendo foco en la experiencia escolar juvenil, es decir, considerando qué les pasa a los y las jóvenes cuando están en la escuela secundaria, qué hacen durante su tiempo ahí, cómo transitaron la pandemia y el regreso a la presencialidad, cómo participan, qué expectativas tienen sobre el futuro, qué se imaginan haciendo dentro de unos años.

El viernes 10 a las 18 hs. se presenta en FLACSO, Tucumán 1966, CABA, con comentarios de Rafael Blanco (CONICET-UBA) y Mariana Nobile (CONICET-FLACSO).

UN (BREVE) RECORRIDO POR LA HISTORIA DE LA CIUDADANÍA EN EL SISTEMA EDUCATIVO

¿Qué características asumió el vínculo ciudadanía-educación en diferentes períodos? Hagamos un poco de historia. Desde la conformación de los sistemas educativos, la formación de ciudadanos con ideas propias, capaces de decidir por sí mismos sin la tutela de los poderes establecidos, junto a la transmisión de determinados valores (un relato nacional, pero también los modos correctos de comportarse, de hablar, de usar el cuerpo), fueron funciones principales de la institución escolar (Baudelot y Leclercq, 2008). El sistema educativo tuvo históricamente una función principal en la formación de la ciudadanía. Desde su momento fundacional impulsó, en sintonía con la conformación de un Estado nacional, la expresión de un determinado tipo de orden y organización de las relaciones y jerarquías sociales, un ser ciudadano, fundamentalmente orientado a la construcción de una ciudadanía nacional, de pretensión homogénea, capaz de incorporar el conjunto de derechos y responsabilidades con primacía de una dimensión valorativa. En los inicios de la conformación del Estado nacional, la escuela, esa máquina cultural en términos de Sarlo (1998), tenía la pretensión de homogeneizar la población y de construir un sentido de igualdad y pertenencia a partir de la transmisión de un relato común y de un conjunto de símbolos patrios. La asociación, propia del siglo XIX, entre ciudadanía y nación, tuvo en el sistema educativo un impulsor abnegado.

Sin embargo, dadas las distintas funciones y especificidades de cada nivel, la escuela primaria y la secundaria cumplieron roles muy diferentes. El nivel primario fue el responsable de transmitir las costumbres y hábitos que las elites consideraban indispensables para construir la nación. Tal como indica Dussel (2003), la integración al cuerpo soberano, a través de la educación común, exigía el abandono de las cosmovisiones particulares para adoptar una identidad y un marco de referencia compartidos que permitieran distinguir claramente “nosotros” de “ellos”. Las expectativas de movilidad social, realizadas para un sector de la población, encontraron, a su vez, un nuevo límite en la misma organización del sistema educativo: mientras que las escuelas primarias o comunes estaban destinadas a toda la población, el nivel medio estaba reservado a la formación de los herederos de las clases altas (Acosta, 2012). Tal como su denominación lo indica, tenía como objetivo la preparación para los estudios universitarios o el ejercicio de cargos jerárquicos en instituciones estatales, cuyo estilo y organización continúa presente con distintas formas y características (Southwell, 2011).

En ese momento fundacional —no sin que hubiera proyectos en conflicto—, la pretensión universalista implicaba la preeminencia de determinadas visiones sobre cómo organizar las interacciones sociales, los vínculos intergeneracionales, así como un modo de concebir el lugar de los cuerpos y la división de sexos, y también, una jerarquización de ciertos valores. Si por un lado buscaba propiciar una unidad, un sentido de pertenencia que se anudaba, constataba y replicaba en cada práctica escolar (actos escolares, contenidos de las materias, posturas de los profesores, lo que podríamos agrupar en la idea de una gramática escolar), por otro lado, estos mismos gestos se traducían en una serie de exclusiones y desigualdades. En definitiva, tal como mostró Dussel (2003) en un trabajo que ya puede ser considerado un clásico, la escuela moderna implicó la construcción de un régimen de apariencias —edificios, producción de materiales, diseño de uniformes y códigos de vestimenta, ordenamiento espacial de personas y objetos— que organizaba una estética que establecía límites con el afuera. Un relajamiento de los marcadores de diferencias sociales y culturales en una sociedad que valoraba la homogeneidad. Un objeto como el guardapolvo será un símbolo de distinción, de inclusión en una clase diferente de gente (Dussel, 2003) y, también, una prenda útil para distinguirse de otros no iguales (Southwell, 2011).

La escuela primaria, primero a través de la ley 1420, pero fundamentalmente con la Ley Láinez de 1905, se preocupó por extender los establecimientos educativos en todo el país, de construir un relato único que fuera capaz de brindar la posibilidad de inscripción común a personas de distintos lugares. Tal como señalamos antes, en esta división de tareas, la escuela secundaria se ocuparía de formar a las elites garantes de sostener esa unidad, pero esa operación política no podía pensar la política dentro de la escuela. Es más, precisaba garantizar la exclusión de la política, al calificarla como conflictiva. Esto explica que, durante muchos años, existiera un temor en los establecimientos educativos en torno a la presencia de la política partidaria, que motivó la presencia de diferentes sentidos en disputa en torno a la misma idea de “ser ciudadano”.

Estos temores se reactivaron en otro momento particularmente significativo: la denominada “transición democrática”, luego de la dictadura militar de 1976-1983. La apelación de Alfonsín a la civilidad, la eliminación de los exámenes de ingreso y la revisión de contenidos escolares, así como del sistema de acreditación, brindaron otro carácter al sistema educativo. De manera concomitante, el gobierno electo buscó postular la imagen de un joven solidario, comprometido y dispuesto a aprender y practicar los mecanismos democráticos (Larrondo, 2015) como una manera de lograr la regeneración moral del país (Manzano, 2011). Los contenidos disciplinares se orientaron en una dirección dirigida a la formación de una cultura democrática, aspecto que si bien puede señalarse como propósito constitutivo de los Estados nacionales, cobró preponderancia dada la preocupación por consolidar las instituciones democráticas (Siede y Larramendy, 2013). Por esos años, se implementaron varias reformas que tendieron a la democratización de ciertas prácticas en relación con la disciplina y la participación estudiantil, como orientadas a cambios en las temáticas y los contenidos vinculados a lo que se entendía como formación ciudadana. Si la civilidad había tomado centralidad en la vida pública, la escuela secundaria sería el primer espacio de aprendizaje de esa noción que implicó nuevas formas de organización de los conflictos, la participación y la vida en común: la democracia1.

Mientras que el movimiento estudiantil se afirmaba en el escenario político a través de la conformación de la Federación de Estudiantes Secundarios, con una conducción colegiada que reflejaba la diversidad y pluralidad de partidos políticos, y que reivindicó su derecho a la “libre agremiación”, el gobierno promovió la institucionalización de los centros de estudiantes, entendidos como “asociaciones estudiantiles que serían auténticos espacios de aprendizaje de la democracia participativa” (Enrique, 2011:160). Este conjunto de medidas se fundamentaba en un principio de “neutralidad” como valor sostenido por el partido de gobierno, entendiendo que la escuela no debería involucrarse en debates políticos ni religiosos (Larrondo y Núñez, 2022). A pesar de los intentos de diferenciar política partidaria de agremiación estudiantil, el grupo de jóvenes que, por esos años, protagonizó la refundación del movimiento estudiantil secundario argentino combinó la militancia en sus escuelas con marchas contra la dictadura, con acciones simbólicas de resistencia, con el movimiento de derechos humanos, así como con la continuación en los partidos políticos que se referenciaban (Núñez, Otero y Chmiel, 2017).

El breve recorrido histórico permite describir las dificultades para integrar o trabajar con la diversidad (de clase, étnica, sexo/genérica, de tiempos de aprendizaje) que muchas veces encontramos en las instituciones educativas. Incluso escribo trabajar con como si fuera algo difícil, que implicase un esfuerzo.En los últimos años el sistema educativo, a la par de su fragmentación, ha perdido la capacidad de imposición de un orden simbólico, proceso que afecta también a los imaginarios sobre qué es ser ciudadano. Este nuevo escenario representa un desafío para construir un vínculo universal con la ley, así como sentidos de pertenencia a un común, sin por ello negar la diversidad. La construcción de ciudadanía dista de aquella búsqueda de homogeneidad propia de los orígenes del sistema educativo argentino. Para decirlo con otras palabras, la ciudadanía adquiere otra fisonomía a la par de un proceso donde, grosso modo, pasamos de la búsqueda de la igualdad por homogeneidad a la universalidad por fragmentación (Saraví, 2015). Si bien la unidad que presuponía la primera, así como la diversidad que supone el segundo momento no son tan lineales, sí afrontamos otro tipo de expectativas en relación con las implicancias que supone ser ciudadano.

A pesar de los cambios socioculturales y políticos que atravesó el país en las últimas dos décadas, persistió una concepción idealizada de la ciudadanía, además de estrechamente asociada a emociones e interpelaciones nacionalistas excluyentes (Fischman y Haas, 2015). Sin embargo, tal como destacan Otero, Quinzani y Manelli en un trabajo reciente (2022), estas conceptualizaciones comenzaron a ser revisadas tanto a partir de los cambios en el capitalismo global de Estados-nación —y la adscripción a entidades supranacionales y el mayor contacto entre países— como a nivel local en cuanto a las formas de definir las infancias y juventudes, básicamente el reemplazo de la perspectiva proteccionista y punitiva por el enfoque de derechos. La pregunta por las formas de construcción de la ciudadanía enfrenta dos desafíos simultáneos. Por un lado, en un mundo de características cosmopolitas, enfrentemos el reto de pensarla a la par de la constatación de la coexistencia de múltiples identidades (Kymlicka y Norman, 1997). Por otro, se trata de un problema abierto para la democracia, que requiere de un trabajo individual y colectivo (Beech, 2018).

(…)

LA CIUDADANÍA ENTRE LA CALLE Y LA ESCUELA: ESCENAS PARA PENSAR LA RELACIÓN JUVENTUDES-POLÍTICA

Recodarán ustedes que en el año 2013 se sancionaron dos leyes que tuvieron un impacto dispar en las instituciones educativas. Nos referimos a la Ley Nacional 26892, para la promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en las institucionales educativas, y la Ley de Centros de Estudiantes 26877. Asimismo, un año antes, la aprobación de la Ley 26774/2012 de Ciudadanía Argentina, que establece el carácter no obligatorio del voto desde los dieciséis años, también tuvo alta repercusión en las instituciones educativas. En algunos casos, las tensiones se dieron como consecuencia de diferencias entre estudiantes y docentes, debidas a la supuesta intromisión de la política partidaria en las escuelas (por ejemplo, con el ingreso de volantes de propaganda electoral que recibían los estudiantes de los últimos años, quienes efectivamente estaban en condiciones de votar). Por esos años, las investigaciones enfatizaban en la existencia de un proceso más amplio de juvenilización de la política y de construcción de la juventud como causa pública (Vázquez, 2015).

En la escuela secundaria, los tiempos suelen ser más laxos que en otros ámbitos de militancia juvenil, con mayores vaivenes; las agrupaciones y formas de organización, cambiantes. A su vez, como veremos más adelante, ciertas coyunturas políticas tienen una incidencia mayor —en particular, aquellas que interpelan más a las nuevas generaciones, como ocurrió con la discusión por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) entre 2018 y 2020—; posiblemente porque conectan de manera más directa con sus experiencias juveniles. De allí que abordar estas cuestiones en el espacio escolar implica pensar tanto en las innovaciones como en la sedimentación de formas de entender los procesos políticos que impregnan las representaciones sobre la política en la escuela. Así podemos prestar atención tanto a la diversidad de situaciones en relación con la existencia de espacios de participación institucional en cada jurisdicción (Otero, 2018) como al sentido y la incidencia concreta de estas leyes en las escuelas (Mas Rocha, 2016). Es tiempo ahora de problematizar estas ideas, apelando a distintas escenas escolares.

«Es muy aleatorio, porque como todos están interesados, por ahí en la hora de Matemática hablan y por ahí en la otra hora también, en la tercera no y en la cuarta sí. Todos están interesados, pero tenemos que esperar a que sea el profesor el que saque el tema. […] Hace poco, después del 8M en la clase de Matemática, tuvimos una especie de discusión sobre el tema del aborto, donde el profesor también hablaba. Era una opinión más también de la clase. Estuvo buena, pero siempre falta tiempo. Es como que te quedás con ganas de hablar, seguir hablando, y toca el timbre.»
GF, Estudiante de escuela de gestión sectores medios y altos, CABA.

Un buen punto de partida para la reflexión sobre la participación juvenil es conceptualizarla como un tiempo fuera de lo común, que implica la puesta en suspenso de otras actividades, la capacidad para dedicar esfuerzos y desplegar acciones que, posiblemente, reconfiguren aquello que se entiende como ciudadanía. Si bien los momentos históricos y las condiciones estructurales de cada país otorgan un cariz distinto a la idea de derechos y de pertenencia a un común, existen coyunturas específicas, donde los procesos políticos adquieren una intensidad notable. Si toda generación está atravesada por hitos generacionales (Vommaro, 2015), muy posiblemente para las actuales los derechos sexuales y reproductivos tienen una pregnancia en su cotidianidad como ningún otro fenómeno.

Si bien varias cuestiones vinculadas a estas temáticas se encontraban presentes desde hace años en las escuelas, particularmente las ligadas al reclamo por el tipo de vestimenta que las estudiantes debían usar, en los últimos tiempos, adquirieron nuevos sentidos en una coyuntura donde estas cuestiones tuvieron centralidad en la agenda pública. Nos referimos al lugar en la discusión pública —sin que esto se traduzca necesariamente en políticas públicas acordes—, primero, de la violencia de género y la visibilización lograda por movimientos feministas a partir de las movilizaciones de #NiUnaMenos (González del Cerro, 2017), del #8M y el debate parlamentario del proyecto de ley de legalización del aborto que tuvo lugar en el año 2018 y en el 2020 hasta su sanción. Tal como puntualiza Elizalde (2018), no se trata solo de la pertenencia a una generación que creció en un clima de época permeable a un discurso reivindicativo de derechos, sino que también despliegan batallas en clave generacional contra el acoso callejero, el hostigamiento y el acoso sexual en las redes, en sus escuelas y universidades, los micromachismos, y la sanción de una ley de legalización y despenalización del aborto.

En la escuela secundaria, existen diferentes espacios y momentos para la formación en la ciudadanía. Podemos agruparlos, a grandes rasgos, en tres: aquellos más específicamente pedagógicos, los espacios supuestamente de decisión estudiantil pero marcadamente adultocéntricos y aquellos de mayor autonomía juvenil. Los primeros se refieren tanto a programas específicos de política pública como en su momento el Parlamento Juvenil del Mercosur o Jóvenes y Memoria, revistas estudiantiles promovidas por la institución, programas desplegados por organizaciones de la sociedad civil u organismos internacionales, como el Modelo ONU y, desde ya, las materias específicas con diseños curriculares que especifican los temas por tratar. Los segundos son planteados como ámbitos más participativos, pero por lo general prima la mirada adultocéntrica. Nos referimos a jornadas de distinto tipo (especialmente Convivencia o ESI), a espacios como el Consejo Institucional de Convivencia, hasta actividades solidarias, muy presentes en establecimientos de carácter confesional. Por último, las instancias de mayor autonomía son los centros de estudiantes, cuerpos de delegados, programas, como Aulas ESI. Si bien son también, en algunos casos, excesivamente estructurados en los modos correctos de participación, constituyen espacios donde los jóvenes adquieren mayor control.

Durante estos años, existieron distintas reformas curriculares, algunas más exitosas que otras. Si hoy el diseño curricular plantea, por ejemplo, en el caso de la ciudad de Buenos Aires, la materia Formación Ética y Ciudadana de primero a cuarto año, el nuevo cambio curricular de la Escuela Secundaria del Futuro, aún en un proyecto nebuloso, no presenta con claridad cuál será el recorrido propuesto. Algo similar describió Siede (2013) en su análisis sobre el lugar de los derechos humanos en el currículo, por la constante modificación de nombres y planes de estudio2. En segundo lugar, pero en íntima relación con el tema anterior, esta tarea implica una dificultad adicional para instituciones que se encuentran en plena mutación en cuanto al sentido otorgado socialmente al nivel secundario: ¿cómo enseñar hoy a ser ciudadano? No vamos a explayarnos sobre este aspecto, solo cabe enfatizar que la expansión de la fragmentación educativa se materializa en una variedad de comunidades educativas, expresión de distintos estilos institucionales que cuentan con soportes institucionales dispares. De allí que los equipos directivos y docentes desplieguen múltiples intervenciones, muchas loables, pero que, ante la indefinición de la política educativa, en la práctica, repercuten en el desdibujamiento de la promesa de consolidación de una ciudadanía universal e implican que las experiencias sean disímiles al punto de producir desigualdades.

En distintas investigaciones que realizamos en los últimos años, encontramos un reclamo generalizado por parte de los diferentes grupos de estudiantes, sin grandes diferencias entre tipo de institución o lugar del país: que sus intereses como jóvenes y estudiantes sean escuchados en las aulas y en los diferentes espacios de vinculación dentro de la escuela. Por lo tanto, más allá de si se trabaja en una materia específica de formación de la ciudadanía, como puede ser el caso en la provincia de Buenos Aires o Entre Ríos, por mencionar solo dos jurisdicciones, hallamos que las temáticas que les interesan atraviesan los muros escolares. Aquí no hay un adentro/afuera escolar tan sólido, sino que las experiencias vitales juveniles ingresan en el ámbito escolar. Uno puede aplicar encuestas, grupos focales o entrevistas individuales y, en general, encontrará la misma respuesta, casi como parte de un clima de época: la búsqueda de discutir y conocer sobre derechos sexuales, el aborto, cuestiones de género. Estas temáticas aparecen una y otra vez en las aulas, más allá de si son contempladas por las materias. Se trata, además, de cuestiones que no son novedosas, sino que, desde unos años atrás, los estudiantes expresan sus modos de vivir la sexualidad ante una escuela a la que le cuesta lidiar con esta temática y pareciera quedar rezagada ante la experiencia de quienes la transitan (Molina, 2013). Esta emergencia de intereses juveniles aparece como uno de los grandes cambios que una escuela secundaria, históricamente acostumbrada a transmitir un conjunto de saberes sostenidos en una perspectiva adultocéntrica, debe enfrentar.

Por supuesto que estas cuestiones se canalizan de diferente manera. Las temáticas que les interesan y sobre las cuales problematizan y quisieran que se traten en sus instituciones se refieren, a grandes rasgos, a cuestiones individuales (situaciones de discriminación, códigos de vestimenta); contenidos disciplinares (educación sexual integral) y aspectos institucionales (la infraestructura y los problemas edilicios). Ahora bien: ¿con quién hablan de estas cuestiones? En un sistema educativo fragmentado, las escuelas cuentan con distintos soportes institucionales para enfrentar estos desafíos (Núñez, 2019). Un recurso más extendido prepandemia era el de las salidas didácticas, particularmente valoradas por jóvenes que no viven cerca de la geografía de la protesta ni de la iconografía más reconocible de la ciudad.

«En Lengua empezamos viendo de la parte del programa y después vimos en la parte más de la materia en sí, que vendría a ser texto argumentativo… pero siempre se mencionaba. […] Ponele, cuando fue lo del aborto nos dijo: “Bueno digan qué piensa cada uno…” Por ahora creo yo que prestaron más atención sobre las marchas que se dieron hasta ahora por las marchas tipo… el aborto, la Ni Una Menos […] La semana pasada tuvimos una salida. Fuimos al Parque de la Memoria. Y nos explicaron más o menos qué significaban los monumentos.»
GF, Escuela 2 de Gestión pública, sectores populares.

En el relato resuenan palabras: “aborto”, “marchas”, “opiniones”, “Ni una menos”. Retazos de la memoria reciente, elementos, palabras que construyen una trama de sentidos que brinda instancias de aprendizaje de la ciudadanía, cual puzzle en construcción. La ciudadanía en la escuela se compone de esos elementos de discusión, en distintos espacios y materias, y de la presencia de adultos que habilitan el espacio, sin dejar de enfatizar en los contenidos del programa ni en “la explicación” sobre qué significa un monumento.

Asimismo, y de un modo similar a lo que acontece con la Educación Sexual Integral, la discusión que planea de fondo en relación con la enseñanza de la ciudadanía se refiere a la tensión entre plantear en espacios particulares o, más bien, cómo inaugurar una nueva grilla territorial escolar y repensar, como en el caso de la transversalización de la ESI, la crítica desde la perspectiva de género al androcentrismo y al conjunto de aprendizajes explícitos y ocultos (Baez y Sardi, 2019). El caso específico de los aprendizajes y saberes —experiencias, podríamos señalar— de la ciudadanía implica propiciar las voces juveniles, el intercambio de ideas e intereses en las distintas materias, donde puedan inscribir sus inquietudes y no solo en las que supuestamente plantean contenidos más cercanos a los derechos y a la ciudadanía.

En las instituciones, el diálogo sobre procesos sociopolíticos y temas de interés de los jóvenes “depende”, de acuerdo a sus palabras, de cada docente. En su tesis doctoral realizada en escuelas secundarias de Córdoba capital, Hernández (2021) señala la presencia de sentidos disociados de estudiante y docentes sobre la discusión acerca de temas de actualidad. En el trabajo muestra que los estudiantes, según su manejo de los tiempos, introducen temas para pedir la opinión delos docentes, pero muchas veces, estos lo perciben como un intento por alterar la clase. Ante esta incomprensión sobre una preocupación genuina, los estudiantes aprenden a incorporar una serie de criterios para saber con quién hablar y con quién no. En nuestra investigación, contemplamos dificultades similares, pero planteadas desde el punto de vista de la forma en que los profesores inician el diálogo. Además del carácter aleatorio de la posibilidad de conversar en clases sobre temáticas de la coyuntura política, en el caso en que se les pregunta qué piensan sobre algún tema, los jóvenes cargan con la incógnita sobre si es un contenido escolar o si la opinión demandada por sus profesores será efectivamente considerada (Vommaro, Cozachcow y Núñez, 2021). Tal como expresa el siguiente testimonio, la frontera es difusa entre el real interés por conocer las opiniones de los estudiantes y la sensación de ser evaluados:

«Vimos participación política muy por arriba. Fue como un tema que te evalúa. No sé si le importó lo que opinábamos. Después depende qué docente y la relación que tengas si hablás o no de lo que pasa.»
GF, Escuela bachiller, gestión estatal, heterogénea con participación media.

La situación descrita narra una escena de incomprensión que debilita el vínculo intergeneracional, no solo se ven los contenidos “muy por arriba”, sino que la confianza se ve afectada en tanto no tiene muy claro si “importó” la opinión expresada. La misma idea de una discusión pública robusta, donde se expresen y valoren distintos puntos de vista, se ve profundamente afectada.

Por su parte, la ESI (Educación Sexual Integral) suele ser una temática mencionada en todos los grupos, sin distinciones de género, tipo de oferta institucional o lugar del país. Cuando nos detenemos en el análisis de las entrevistas, la ESI aparece tanto por su implementación —y las distintas maneras en que se trabaja en las instituciones— como, en la mayoría de los casos, por su ausencia. En este punto, los jóvenes realizan fuertes críticas, por la poca educación sexual que reciben en sus escuelas. Señalan que, en general, se realizan talleres o actividades específicas, y no se la aborda como contenido transversal e integrado; docentes que no quieren (por falta de experticia o por “tabú”) incluir temáticas de ESI en sus clases cotidianas. En el caso de tratarse de contenidos más formales, señalan que suelen ser trabajados por profesores de Biología o de Psicología.

Estas cuestiones aparecen de manera transversal en distintas instituciones educativas. Sin embargo, la ESI adquirió en instituciones confesionales una dinámica peculiar, lo que produjo ciertas tensiones, en tanto que grupos de estudiantes demandan otro tipo de propuesta. Un aspecto similar había encontrado Natalia Fernández (2020) en su tesis sobre el movimiento scout, donde da cuenta de las discusiones a partir del caso del scoutismo feminista y el debate por el aborto en ámbitos de fuerte pregnancia del catolicismo. Una joven que asiste a una escuela confesional enfatiza en una serie de dificultades y críticas ante las propuestas específicas que se dieron en su institución:

«La primera jornada ESI no nos gustó nada, porque habían hablado de límites, pero muy metafóricamente, y no se entendió nada, y no nos gustó. Entonces, nosotras fuimos y hablamos con las tutoras, nosotras de quinto año hablamos y les propusimos una serie de temas que nos preocupaban o que sentíamos que era necesario que nos hablaran, y nos escucharon. Los temas serían: sexualidad desde el punto de vista, así como mental y cómo nosotras tenemos que relacionarnos con nuestra sexualidad; después todo lo que es la manera sana, y después dijimos que todo lo negativo: relaciones tóxicas, abuso, violación, consentimiento; esos temas; y también diversidad de género.»
Estudiante mujer, escuela confesional, CABA.

(…)

Estos aspectos de la condición juvenil se superponen con la vida estudiantil. Escuelas, esquinas, calles se entremezclan y, a diferencia de lo que ocurría en otras décadas, cuando vivían la doble vida como estudiantes y como jóvenes (Manzano, 2017), ambas experiencias se interrelacionan. Sus relatos se refieren a cuestiones sobre derechos sexuales, la demanda por la implementación transversal de la ESI—no solo en alguna materia o jornada—, así como el énfasis en los protocolos contra la violencia de género. Los jóvenes plantean que han exigido la implementación de la ley a sus docentes y directivos (en varios casos, a través del Centro de Estudiantes). También dan cuenta de la diversidad existente en sus escuelas (chicos o chicas trans, género fluido) y del apoyo por parte de docentes y compañeros.

Otro aspecto que consideramos se vincula con las propuestas específicas que se despliegan en las instituciones. A pesar de las diferencias entre los establecimientos, las trazas que enmarcan las propuestas sobre estas temáticas, cuando existen, suelen ser bastante similares: Gabinete de ESI, Aula ESI, Espacio ESI y protocolos contra la violencia de género, aspectos que remiten a los intentos por pensar de manera situada y transversal, pero que precisa de un ámbito específico. Asimismo, tal como muestra el trabajo de Del Cerro (2020), distintas iniciativas (como el colectivo “ESI-Género” conformado en una escuela media porteña que analiza en su tesis) profundizan un reordenamiento de las jerarquías tradicionales intergeneracionales, que caracterizaban —y en algunas instituciones continúan haciéndolo— las relaciones vinculares escolares de modo asimétrico entre docentes y estudiantes. Las acciones se suceden en la escuela, pero también en las cuentas de Instagram, que no solo vinculan a docentes y estudiantes, sino que difuminan el adentro y el afuera escolar, las personas que interactúan pueden o no asistir a la institución. Iniciativas como “el tendedero”, impulsada por la Comisión de Empoderadas que Chervin (2021) analiza en su tesis sobre las formas de organización estudiantil en torno a la ESI, construyen un espacio de confianza, pero de manera llamativa, exponen testimonios del afuera escolar y abordan y problematizan menos sobre lo que ocurre en el ámbito escolar. Espacios que, a la vez, conviven con escraches y una intervención adulta que oscila entre la no intervención y desencadenar las acciones sin lograr encauzarlas, retazos de aquello que el mismo Chervin (2021) califica como un aprendizaje sobre estas cuestiones y formas de organización.

Estas temáticas adquirieron una fuerte centralidad en las instituciones educativas, en parte, por una coyuntura que propició cierto borramiento de las fronteras entre el adentro y el afuera escolar. Como es sabido, en 2018, hubo un auge de participación juvenil y del feminismo que se dio a conocer como “la ola verde”, en reclamo por la legalización del aborto libre, seguro y gratuito que, desde 2007, fomentaba la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. El entusiasmo por continuar con la iniciativa se vio reflejado en las acciones públicas, pero también en el uso del pañuelo verde atado a mochilas o a carteras, anudado en balcones, ventanas e, incluso, en bustos emblemáticos en las instituciones3. En contraposición a estas expresiones, se organizaron grupos opuestos tanto a la legalización del aborto (incluso con el uso de pañuelos celestes, para contrarrestar la marea verde) como a la educación sexual integral. Estas acciones replican la campaña “Con mis hijos no te metas” en Argentina, Uruguay, Chile o Perú contra la “ideología de género” (Baez, 2018), o lo que ocurrió en Brasil con movimientos como el “Escola sem Partido” (Abramovay y otros, 2020)4.En nuestras investigaciones, no encontramos testimonios que plantearan una oposición tajante frente a estas temáticas, posiblemente porque se realizó previo a la mayor masividad y crecimiento electoral de los sectores autodenominados “libertarios”. Tan solo en un grupo focal surgió el planteo acerca de la presencia en una institución educativa de grupos de estudiantes que buscaban organizarse para oponerse a los contenidos de la ESI. Más recientemente, en una exploración preliminar que realizamos con Otero y Manelli (2022) hallamos algunas críticas, silencios y una postura juvenil que varía entre quienes se sientes más interpelados, se comprometen/identifican o son reactivos a los discursos sobre género/sexualidades, la ESI o la política en un sentido amplio.

Se trata de un tema por profundizar que interrelaciona dos aspectos. Por un lado, la revitalización de las llamadas nuevas derechas, en particular su propio carácter de supuesta novedad y la manera en que desde el año 2001 sectores que no venían manifestándose accedieron al espacio público saliendo, desde entonces y en distintas coyunturas a “ganar la calle”, tal como plantean Morresi, Saferstein y Vicente (2021). Por otro, tal como sucede también en países como Chile los jóvenes que el año previo habían protagonizado el estallido social, durante la pandemia fueron los más afectados y críticos con el gobierno (Asún, Palma, Aceituno & Duarte (2021).

En estos comportamientos puede leerse cierta desafección de las nuevas generaciones ante el escenario político (con excepción de sus sectores más movilizados), lo que algunos estudios describen como una tendencia a una salida aislacionista (Asún, Palma, Aceituno y Duarte, 2021). En nuestras investigaciones más recientes planteamos la hipótesis que, durante la pandemia, tuvo lugar una exacerbación de las tensiones entre estudiantes y entre ellos y sus docentes (y equipos directivos), que más allá de que algunas instituciones lo resolvieron de mejor manera. Allí enfatizamos que, más allá de cuánto ya se había resquebrajado antes de la pandemia, desde entonces estas preocupaciones cobran mayor importancia. Estas cuestiones afectan núcleos centrales del proceso de escolarización: el tipo de relaciones intergeneracionales que se generan, la intensidad de esos vínculos, la sensación de pertenencia que contribuye a consolidar y su incidencia en la construcción de la ciudadanía. Entendemos que la pandemia, a la vez que supuso una alteración de la sociabilidad juvenil, facilitó la aparición de nuevas temáticas críticas con el rol docente (y por extensión con los contenidos que se transmitían5), cambios en los vínculos entre compañeros/as y la expansión en las instituciones de discusiones presentes de manera más amplia en la sociedad (las vacunas, las cuarentenas, la participación política, género/sexualidades). Las instituciones educativas, que eran más bien un ámbito que buscaba propiciar la participación estudiantil -de maneras más y menos exitosas y con múltiples dificultades de las que hemos dado cuenta – encontraron mayor cuestionamiento a temáticas de derechos, género, política que contrarió un ámbito que se ve mayormente desbordado cuando los y las jóvenes participan, opinan o se involucran con ideas por fuera de los canales establecidos (sean estas ideas situadas más a un lado u otro del arco político). En el contexto post pandémico, además de la necesidad de desplegar acciones y programas que aborden temáticas de salud mental, suicidios, temores o dificultades varias en el encuentro con otros, dichas tensiones se expresan en las dificultades para la convivencia, en disputas a favor y en contra de ciertas demandas políticas, en la exacerbación de las diferencias entre las familias y estudiantes; en el mismo re aprendizaje de estar con otros, de la sociabilidad juvenil e intergeneracional que tiene a la escuela como un escenario principal.

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«Cuando pasamos por los cursos a convocar a una marcha, un tercio te da bola, otro tercio hace chistes, y el resto está en cualquiera”
Juliana, estudiante de 5°año de una escuela de modalidad técnica de la ciudad de la Plata.

Las actividades desplegadas por los centros de estudiantes o por grupos de jóvenes sin identificación partidaria ni institucional busca modificar aspectos de la situación particular en una escuela tanto como lograr una incidencia que trascienda las paredes de la institución. Muchas de estas acciones implican una disrupción del tiempo escolar planificado. En la entrevista que los integrantes del equipo de investigación tuvimos con Juliana y algunas de sus compañeras, y cuyo fragmento abre este subapartado, relataban las dificultades para lograr que los estudiantes se organizaran y participasen de manera activa en el Centro de Estudiantes. En este caso en particular, si bien quienes participaban del CE contaban con el apoyo de varios docentes, otros integrantes del equipo directivo buscaban dificultar su organización. Aun así, Juliana y sus compañeros habían logrado un espacio donde encontrarse y la posibilidad de pasar por los cursos (una práctica extendida fundamentalmente en los claustros universitarios, reproducida en algunas escuelas secundarias y que persiste, a pesar del extendido uso de redes sociales). En el hecho de “pasar” por los cursos, perdura algo del encuentro cara a cara, de la búsqueda de complicidades, pero también garantiza aquello que los dispositivos móviles no siempre logran —no al menos con la misma eficacia—: detener la clase. La complicidad hace referencia a un lazo que une y agrupa, en un sentido de comunidad a quienes se consideran semejantes o iguales (Chaves, 2010). En el estudio del activismo y la militancia juvenil, no hemos prestado suficiente atención a la construcción de significados compartidos sobre el mejor modo de impulsar una acción política, aspecto que a priori establecería una serie de complicidades entre los jóvenes, útiles para crear una conciencia común acerca de cómo actuar.

En la entrevista que citamos, Juliana narra la situación de pasar por las distintas aulas y cómo las distintas posiciones políticas irrumpen en la escuela. Esto ocurre cuando los integrantes de las listas que compiten en el CE recorren las aulas para contar su propuesta o avisar de alguna actividad, tal como lo expresa el fragmento de entrevista. El pasar por las aulas encarna la posibilidad de lograr una reconfiguración institucional; brinda la posibilidad de liberarse del tiempo escolar y así lograr un cambio súbito de una situación educativa. Esto es válido tanto para quienes están interesados en la propuesta como para quienes aprovechan para desligarse del tiempo escolar y no hacer nada. La rutina escolar se altera durante un breve instante y puede ser aprovechada para interesarse en la actividad como para liberar emociones, adoptando también modelos o arquetipos (“el militante”, o “activista”, “el gracioso”, “los colgados”). Ese tiempo “para estar en la Luna”, como rememora Manzano (2017), ya era una de las maneras, junto con la indisciplina y la militancia política, de cuestionar el autoritarismo escolar.

Como narra la estudiante, las posibilidades de producir esta alteración son mayores para quienes participan de agrupaciones o son delegados de su curso. En definitiva, pasar por las aulas representa para los “militantes” o “activistas”, un poder de un orden similar que la posibilidad de enfrentar la autoridad por parte de aquellos más desenganchados del proceso de escolarización, con la diferencia de que, en este caso, se mantienen dentro de los carriles propuestos por la institución.

Tal como venimos describiendo, los últimos años fueron escenario de la emergencia de prácticas políticas estudiantiles que rebasaron el espacio escolar y, a través de esta operación, simultáneamente, reconfiguraron el espacio público, al tornarse visibles más allá de la escuela. Sea a partir de las tomas de escuelas en la ciudad de Buenos Aires, en las marchas con peticiones en el interior de la provincia de Buenos Aires, en las multitudinarias marchas conmemorativas por los estudiantes detenidos desaparecidos en la última dictadura militar (que parecieron tener un vigor renovado en algunos centros urbanos de la Argentina), tuvo lugar una suerte de reencantamiento con lo público, proceso similar al que mencionaron estudios para el caso de los pingüinos en Chile (Aguilera, 2014).

Por esos años prepandémicos, era posible referirse a una nueva escena escolar, donde tenían lugar diferentes procesos de conformación de las identidades políticas. En dicho marco, el movimiento estudiantil secundario había adquirido una fisonomía diferente a la de las décadas precedentes: conformación de nuevos espacios y grupos en el interior de las escuelas (por ejemplo, cuerpo de delegados, consejo de aula, asambleas), que instalaron otras demandas más específicas —el estado de abandono de la infraestructura de los establecimientos, la falta de equipos de calefacción y de materiales didácticos, el ausentismo docente, las reformas en los planes de estudio, el reconocimiento de derechos y formas de vivir las sexualidades, la denuncia de la violencia de género, entre otros—. En muchas ocasiones, además, planteaban formatos de organización alternativos al centro de estudiantes, priorizando la escucha de las distintas voces en asambleas y ampliando la idea de “democracia”.

Nuevamente es preciso evitar enceguecernos con aquellos grupos más movilizados. Pensar el fenómeno de la política en la escuela secundaria durante la pandemia y en la salida de ella implica dar cuenta de dos aspectos. Por un lado, se trata de dinámicas más marginales de lo que nos gustaría pensar. Lamentablemente no existe información confiable sobre la cantidad de centros de estudiantes existentes en el país. A lo largo de estos años, hubo distintos intentos de organización, pero no existe una política pública sostenida en el tiempo. Esto no es solo responsabilidad de las autoridades educativas. Los CE son volubles, cambian en el tiempo; un año, la presencia de estudiantes con más intenciones de participar puede darle mayor volumen o capacidad de acción. Incluso la coyuntura política nacional o local, así como algún conflicto dentro de la institución. Pero tan cierto como su músculo organizativo puede ponerse en marcha rápidamente, lo es que un aspecto central de su propia dinámica es el carácter inestable. Si otro año los estudiantes del último ciclo no tienen intenciones de participar, si las autoridades no tienen tiempo o deben focalizarse en otra cantidad de acciones que deben realizar o si la coyuntura política no los enfrasca en algún debate que capte su atención, el lugar del CE se deshilacha. La diversidad de escuelas secundarias existentes en el país —debería decir la misma diversidad del país— (y la heterogeneidad de formas de ser joven existentes en el territorio) hace que las formas de organización estudiantil sean muy variables. Por otro lado, las dinámicas de organización estudiantil se vieron notablemente afectadas por la pandemia, a un punto tal que la política estudiantil ha cambiado en su configuración. Incluso en el año 2020 una marcha emblemática como la del 24 de marzo6 fue suspendida, el año 2021 contó solo con la participación de algunos sectores de los organismos de derechos humanos y, ya en el año 2022, recuperó su carácter con una enorme columna de estudiantes secundarios y jóvenes por su cuenta, como ocurrió con la marcha del 8M.

(…)

La pandemia otorgó otro espacio a los centros de estudiantes como mecanismo institucional y soporte de la escolarización durante los meses más álgidos de aislamiento y continuidad educativa sin presencialidad (Informe CEPAL, 2021). En la investigación que realizamos junto con Victoria Seca y Valentina Arce Castello para la CEPAL en 2020, el CE fue una de las instancias más mencionadas por los estudiantes como espacio que contribuyó con la posibilidad de sostén de la nueva dinámica de cursada, como polea de transmisión de las demandas estudiantiles y por su rol mediador. En aquellas instituciones donde estas instancias de organización estudiantil se encontraban más arraigadas —y previamente habían ya generado vínculos entre estudiantes y también con docentes a través de actividades como las olimpíadas (deportivas y de conocimientos), cena de fin de año, actividades extracurriculares—, fue notable su lugar durante la pandemia como sostén en la trayectoria escolar. En los grupos focales realizados, los estudiantes reivindican este rol del Centro de Estudiantes como un ámbito diferente en cuanto al ejercicio de derechos, en comparación con el nivel primario, y espacio de reconfiguración de vínculos:

«Si no fuera por el Centro de Estudiantes, en mi escuela, nos pasan por arriba. Es la única escuela de Paraná que tiene ESI, porque nosotros protestamos cuando se quiso sacar ese taller.»
Estudiante varón, Paraná, Entre Ríos. Escuelas públicas bachiller común de secundaria.

Por último, un aspecto llamativo es que los centros de estudiantes adquieren una fisonomía más flexible que la propuesta por las normativas. Los estudiantes señalan que, en esos espacios muchas veces, no hay listas7 diferentes ni secretarías formales, sino que conforman comisiones abiertas, y muchas decisiones son definidas en asambleas o por votación abierta. Es lo que llaman un centro “horizontal” o, incluso “en diagonal”. Durante la pandemia, y ante la imposibilidad de realizar las elecciones de renovación de autoridades, varios CE adoptaron nuevas dinámicas de organización, incluso conformando comisiones con integrantes de listas que usualmente se enfrentaban en el acto electoral. Durante esos tiempos las demandas abarcaron tanto el reclamo por la conectividad, dispositivos tecnológicos y bolsones de comidas.

En definitiva, si la expansión del nivel secundario supone la posibilidad de la ampliación del derecho a la educación, a la par de la sanción de diversas leyes que reconocen a los jóvenes como sujetos de derechos, los soportes con que cuentan las instituciones son diversos de un modo que impactan de manera desigual en la experiencia de ser estudiante.

Referencias:

1 En ese período, la democracia pasa a ser asumida “como un valor en sí”, propio del ethos militante (Blanco y Vommaro, 2017). En las escuelas secundarias, este clima de época muy posiblemente propició la discusión sobre las normas de disciplina (Núñez, Chmiel y Otero, 2017).

2 Solo por mencionar algunos: “Estudios sobre la Realidad Social Argentina” del segundo peronismo (1973-1976), que luego se modificó por “Formación Moral y Cívica” durante la dictadura cívico-militar posterior (1976-1983), para ser convertida en “Educación Cívica” por el gobierno radical de Alfonsín (1983-1989).

3 Durante ese año, circularon imágenes que mostraban pañuelos verdes anudados en los cuellos de bustos de próceres nacionales, como el de Sarmiento (impulsor del sistema educativo) y el de San Martín.

4Escola sem Partido” es un movimiento conservador de Brasil con ramificaciones en la sociedad civil, grupos religiosos y partidos políticos, creado en 2004, pero cobró relevancia a partir del año 2015. Se presenta en contra del supuesto adoctrinamiento ideológico en las escuelas a partir de la presencia de ideas progresistas.

5 Los estudiantes asumieron una postura crítica frente a las formas en las que los docentes llevaron adelante sus prácticas en el contexto de la virtualización de la educación: envíos continuos de tareas en archivos PDF, devoluciones escasas o tardías, falta de comunicación, exigencias superfluas en las videollamadas, entre otros.

6 El 24 de marzo de 1976 sucedió el último golpe de Estado en la Argentina. En conmemoración a las personas detenidas-desaparecidas y en repudio a la represión y a la suspensión de las garantías constitucionales, organismos de derechos humanos, partidos políticos y organizaciones sociales se movilizan cada año con el lema Memoria, Verdad y Justicia.

7 Esto no quiere decir que quienes participan del Centro de Estudiantes carezcan de militancia política —de hecho, varias de las personas señalaron que militan en distintos grupos, la mayoría cercanos al kirchnerismo, aunque también hay sectores trotskistas y otros que se consideran “independientes”—. Al momento de escritura de este capítulo, no habían surgido con visibilidad grupos de jóvenes libertarios.

Capturar las máquinas, detener el humo

Capturar las máquinas, detener el humo

La discusión sobre el “fetichismo de la tecnología” es susceptible de ser superada gobernando la técnica y abrazando su avance. El repliegue hacia visiones hostiles a la técnica y enfocadas estrictamente en la participación puede resultar aniquilacionista.

En enero de este año fue publicada la nota “El fetichismo de la tecnología y el futuro del socialismo”, donde Leonardo Stanley amplió algunos argumentos desarrollados durante su participación en el Enero Socialista de las JS. Recogiendo parte de su planteo, nos proponemos señalar algunos aspectos que podrían sumar a la discusión rescatada por el autor. Procuraremos dos aportes: en primer lugar, haremos un mayor foco en lo que podríamos entender como un mecanismo que alimenta al “fetichismo de la tecnología” y  luego discutiremos una forma de respuesta a esto.

HUMO

Tecnogurúes en las redes sociales enumerando éxitos y vendiendo cursos; encuentros de emprendedorismo (con generoso apoyo del sector público) e innovación con speakers motivacionales; videos de propaganda centrada en el uso exclusivo de una sola tecnología como mecanismo de solución prácticamente universal a los problemas de la Humanidad… es posible que a quien lea estas líneas le vengan a la memoria varias imágenes y nombres, usualmente en inglés, repetidos hasta el hartazgo en una enorme cantidad de formatos diferentes y con un entusiasmo extraordinario por parte de diversos promotores. En esta Era Exponencial de la que nos habla Oszlak estamos habituados a sufrir este bombardeo de modas que difunden optimismo y lugares comunes para cualquier tormenta de ideas: hace pocos años era difícil escapar a la sugerencia de crear o minar criptomonedas (o establecer algún mecanismo blockchain para lo que sea); en la actualidad nos azora un poco más la constante apelación a alguna aplicación de inteligencia artificial. Antes aun hubo una fiebre por lograr que todo fuera “inteligente” (a secas, lo artificial vino más tarde) o, como preferían las áreas de marketing político, smart. Por supuesto, se trata de poner el carro delante del caballo en la búsqueda de justificar la utilización de estos desarrollos casi mágicos que se nos exhibe por todas partes. Esta permanente divulgación de una tecnología de moda en la que se cifran las esperanzas de una realidad mejor, cuando llega a oídos de decisores públicos (y lo hace de maneras que han sido estudiadas), puede presentar efectos incrementales en términos de políticas públicas. O sea, el humo puede expandirse enormemente: vemos los desfiles de intendentes, gobernadores, legisladores y presidentes ansiosos por lograr ciudades cripto-friendly, por la constitución de hubs de innovación para las economías del conocimiento y celebrando (y contratando) la visita de exponentes llamativos del ámbito de las inversiones de riesgo en tecnología de punta para convencer a vecinos de su entusiasmo. Esta seducción de los decisores públicos deviene en “fetichismo de la tecnología”, que en algo nos recuerda al solucionismo tecnológico de Morozov. Como señalaba Stanley, se trata de observar en la tecnología de moda una solución universal y esperar además que la tecnología resuelva los problemas generados por ella misma. Y por supuesto, contiene al menos dos grandes problemas.

La tecnología como conocimiento aplicado no resulta neutral sino que contiene los sesgos que le dieron origen.

En primer lugar, tenemos la conocida aseveración de que la tecnología como conocimiento aplicado no resulta neutral sino que contiene los sesgos que le dieron origen. Esto constituye, también, el señalamiento de que una tecnología no necesariamente tiene, por si misma, la capacidad para cambiar sustancialmente el orden social existente en la forma en que algunos activistas podrían imaginarse que lo haría. Podríamos decir que la tecnología sola no tiene agencia (a esa aun parece que la conservamos, sobre todo, nosotros). Volveremos sobre esto más adelante.

En segundo lugar, evidencia que existen muy potentes corrientes ideológicas en el ámbito de la tecnología, que a su vez se encuentran generosamente financiadas por sus promotores. Y que su capacidad de llegada al aparato estatal no parece enfrentar respuestas realmente superadoras y coherentes por parte de fuerzas políticas de izquierda, al menos en territorios como los nuestros.

¿QUÉ HACER?

El entusiasmo por la técnica ha sido compartido por buena parte de la izquierda política en muchos períodos porque se veía en ella la potencialidad de generar un futuro alternativo y mejor (aquí cerca Allende tuvo su Synco). Maravillarse por los crecientes logros de la Humanidad (con la contracara de su gigantesca capacidad destructiva) es un enorme valor, optimista y políticamente productivo, que probablemente sea erróneo abandonar. La tecnología requiere ser contrarrestada en su fetichismo, no ser negada por provenir impuesta desde centros de poder: requiere, en otras palabras, ser gobernada. Algo de eso pensaban Srnicek y Williams cuando escribieron su “Manifiesto Aceleracionista” y observaban que el problema político no se trataba solo de un déficit democrático sino ante todo de un déficit técnico por haberse abandonado el embanderamiento de las tecnologías a quienes aquí vemos como fetichistas.

Un futuro promisorio, de la mayor abundancia posible, requiere la combinación de condiciones sociales con los dispositivos técnicos que estas pueden contener.

La existencia de títulos como “Comunismo de Lujo Completamente Automatizado”, de Bastani, muestra la emergencia de una demanda por la reconquista de la tecnología para los fines de un mundo que se juzga distinto y mejor. En nuestro caso, nuestro compromiso con la democracia implica la generación de una apertura de la técnica para su gobierno y la habilitación de esa participación y debate desde abajo hacia arriba, como señala Stanley. Pero esto último, en definitiva, demanda como tarea urgente la elevación del nivel de instrucción general: a la obviedad de que no alcanza con leer, escribir y hacer operaciones matemáticas elementales se le suma la necesidad de tener alguna comprensión de la condición técnica que nos circunda. Una labor socialista consiste en el detenido estudio de las circunstancias (hablamos de las técnicas aquí, pero se trata de muchas más) para operar sobre ellas. Y posiblemente ver, en una tecnología que se comprende y se gobierna, que el reemplazo de ciertas instancias de decisión por su automatización puede habilitar la posibilidad de pasar a discutir cuestiones más elevadas. Como señala Bratton en su Terraformación, no hay “vuelta al origen” con la que podamos fantasear: reconocer el poder adquirido como especie a través de la amplificación de nuestras capacidades con la técnica es un paso necesario para actuar responsablemente.

Por último, vale recordar que las tecnologías son aplicadas en contextos que las habilitan (esto suele ejemplificarse con la inviabilidad de la máquina a vapor bizantina). Un futuro promisorio, de la mayor abundancia posible, requiere la combinación de condiciones sociales con los dispositivos técnicos que estas pueden contener. Esto es, así como Cohen rescataba para la democracia en su “Por una Vuelta al Socialismo”, necesitamos configurar unas alianzas políticas capaces de forjar un ethos que honre una existencia técnica superior. Y vale la pena, aunque no parezca intuitivo, pensarlo en territorios empobrecidos, periféricos, como los nuestros. Después de todo, como dijimos más arriba ¿no se discute y fomenta constantemente la economía del conocimiento? ¿no tenemos un campo tecnificado y nuestros tejidos urbanos totalmente atravesados por la gestión centralizada de las aplicaciones de delivery? ¿qué son las redes logísticas de Mercado Libre, los unicornios con los que Argentina destaca en la región y las constantes actividades sobre emprendedorismo digital? los saberes tradicionales no tienen por qué ser una trinchera ante estos avances y el diálogo que proponga el socialismo puede tanto ampliar como paulatinamente mover (gracias a la superación de las discusiones y su potencial reemplazo por las rutinas) las instancias de participación. La tecnología, las máquinas, están allí. Tenemos que capturarlas. Y detener el humo.

De Córdoba para Argentina

De Córdoba para Argentina

El Frente «Hacemos por el País» que encabeza el actual Gobernador de Córdoba Juan Schiaretti se presenta como la única opción fuera del eje Ciudad Autónoma  provincia de Buenos Aires, usinas excluyentes en la oferta electoral de cara a las Primarias del domingo 13 de agosto.

Durante su gobierno en Santa Fe, Miguel Lifschitz hizo posible que en 2019 se conformará en el Congreso de la Nación una articulación parlamentaria federal, alternativa a los espacios mayoritarios, conformado por los diputados socialistas, el Lavagnismo y el peronismo cordobés.

A través del Interbloque Federal, se articularon agendas comunes en pos de una Argentina que ponga en valor los intereses del interior Nacional.

EXPERIENCIA LOCAL

En la provincia de Córdoba el Partido Socialista conformó una alianza electoral bajo el sello Hacemos por Córdoba. Durante esos cuatro años se profundizó el vínculo hacia una alianza de gobierno y fue el puntapié inicial para la conformación de este espacio nacional alternativo a la grieta. 

Renovada esta alianza, el partido socialista avanzó en la conformación del frente Hacemos por nuestro País. Espacio que busca propiciar un armado alternativo Nacional, distante de la antipolítica libertaria, basado en acuerdos programáticos, en consonancia y articulación con centros de pensamientos de los espacios afines.

Es meta común del espacio la defensa de las instituciones de la democracia y la implementación de políticas públicas que hagan posible avanzar hacia un nuevo horizonte para la Argentina, basado en el progreso, trabajo y desarrollo humano sostenible.

JÓVENES REFERENTES

Los socialistas cordobeses son jóvenes dirigentes capaces de demostrar gestión, en la búsqueda de consensos que tengan como resultado un programa con eje en la dignidad del trabajo, la salida del endeudamiento e inflación. Mantienen un fuerte comrpomiso con la salud y educación pública de calidad,  la defensa activa de los derechos de las minorías y la implementación de políticas públicas participativas en todos los ámbitos del Estado. 

Marilina Gadpen y Martín Rodríguez.

Las listas a diputados nacionales de Córdoba estarán conformadas por dos jóvenes referentes del socialismo Marilina Gadpen y Martín Rodriguez.

“Mi meta es trabajar para que lleguen los recursos nacionales a cada destino donde sea necesario. Es inconcebible que de diez niños, seis sean pobres y que hayan cada vez más niños vulnerados en todos sus derechos”.

Marilina comenzó su actividad política en las filas del Movimiento Nacional Reformista, en la Universidad Nacional de Río Cuarto, ocupó diversos cargos en la gestión pública, entre los que se destacan haber sido concejal en la ciudad de Río Cuarto y actualmente se desempeña como subsecretaria de niñez, adolescencia y familia en el mismo municipio.

Consultada por la vanguardia, acerca de sus prioridades en la agenda legislativa, Marilina expresó: “Nuestro compromiso es seguir promocionando los espacios del sistema de protección de derechos de niños, niñas y adolescentes. Mi meta es trabajar para que lleguen los recursos nacionales a cada destino donde sea necesario. Es inconcebible que de diez niños, seis sean pobres y que hayan cada vez más niños vulnerados en todos sus derechos.”

Martín Rodríguez es abogado, es papá de Amalia, está a la espera de su segunda hija, es un activo militante con múltiples intervenciones en el ámbito público.

“Me desvela pensar cuáles son los puentes que tenemos que construir para articular esfuerzo, luchas y saberes de las organizaciones sociales, vecinos y vecinas que prestan su tiempo para hacer una sociedad más justa, democrática y solidaria”.

De muy joven tuvo inquietudes políticas que quedaron plasmadas en su paso por la Universidad y en la educación a personas privadas de la libertad. En su rol como abogado se ha desempeñado en diversas áreas tales como la defensa de organizaciones sociales, la participación de equipos interdisciplinarios de seguridad ciudadana, en contra de la violencia institucional así como asesor legislativo entre otras funciones. 

Actualmente se desempeña como subdirector de centros vecinales en la Ciudad de Córdoba con resultados destacados en el área de participación ciudadana.

“Trabajo por un estado presente y una comunidad organizada. Me desvela pensar cuáles son los puentes que tenemos que construir para articular esfuerzo, luchas y saberes de las organizaciones sociales, vecinos y vecinas que prestan su tiempo para hacer una sociedad más justa, democrática y solidaria.”  Expresó Martín.

PARLASUR

Desde el socialismo argentino se pondera la visibilidad de referentes en distintas federaciones. Ejemplo destacado es la candidatura al Parlasur de Mariana López, Licenciada en trabajo Social de la Universidad Nacional de Lujàn y actualmente estudiente de derecho en la Universidad Nacional de José C. Paz. 

“Parlasur podría cumplir una labor verdaderamente central y estratégica la región. Debe tener la capacidad de identificar, definir y consolidar un verdadero proceso de integración”.

La experimentada militante se mostró crítica del rol que ha venido desempeñando el órgano supranacional: “Parlasur se ha visto rápidamente desvirtuado y como un ámbito carente de sentido a partir de los limitados alcances de sus competencias. De una cierta opacidad en su funcionamiento. Poco se sabe en nuestro país de este organismo y se tiñe de descrédito ante las acciones de representantes yendo a la justicia en busca de dietas y fueros, más que de desarrollar informes y recomendaciones.”

“Parlasur podría cumplir una labor verdaderamente central y estratégica la región. Debe tener la capacidad de identificar, definir y consolidar un verdadero proceso de integración” y agregó que su compromiso es “resignificar sus responsabilidades y dotar a sus definiciones del mayor carácter vinculante posible”

Haciendo hincapié en la necesidad de avanzar en los objetivos que Parlasur persigue y en los desafíos que urgen a los países miembros, como más desarrollo con inclusión, fortaleciendo las soberanías nacionales y la búsqueda de una transición más equitativa en nuestras economías es que Mariana asume el desafìo de postularse como candidata al organismo parlamentario del Mercosur.

DESARROLLO FEDERAL

En tanto en la provincia de San Juan encabeza la listas a Senadores Nacionales Lisandro Nahuel Cárdenas, de 34 años, operador socioterapéutico y estudiante de sociología.

La categoría a diputados nacionales de la provincia andina, es encabezada por Sebastián Pelayes de 37 años, profesor de Economía y Ciencias de la Educación.

En la provincia de Corrientes la lista a diputados nacionales es protagonizada por la titular del Partido Socialista local, María Almada quien junto a las candidaturas de Esteban Paulón, en Santa Fe y de Mónica Biasone, en Provincia de Buenos Aires, completan un escenario representativo y el espíritu federal del partido socialista.

El socialismo ratifica de este modo la búsqueda de instancias superadoras de la grieta, creada por el kirchnerismo y el Macrismo. Demuestra capacidad de diálogo y consenso con diferentes sectores de la política, afianzado en modelos de gestión amplios y coincidentes en una agenda común donde se pondere la salud, educación, empleo y desarrollo social de toda la Argentina.

Argentina no está maldita: entrevista con Mónica Biasone

Argentina no está maldita: entrevista con Mónica Biasone

Mónica Biasone, precandidata a legisladora Nacional es Contadora Pública, docente y fue decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata. 

Ha ocupado diversos puestos en la administración pública y aspira a una banca en la Cámara de Diputados de la Nación por la provincia de Buenos Aires. 

Inició la actividad política siendo estudiante en los años ochenta, casada y madre de dos hijos, reparte su vida entre la educación, la familia, su constante formación y compromiso con la comunidad.

En esta entrevista la ciudadana marplatense reafirma su compromiso con la provincia de Buenos Aires en su búsqueda por recuperar la dignidad para las personas, apostando a la educación y desarrollo de las pequeñas y medianas empresas como ejes.

LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Te postulás por el distrito más grande del país, por ello, probablemente el más complejo ¿Cómo has visto la provincia en tu recorrido?

La provincia de Buenos Aires es particular en el país, sólo la ciudad de Mar del Plata tiene más votantes que toda la provincia de Chubut. En la provincia hay muchas universidades, sin embargo existen niveles de marginación, pobreza e indigencia que no tienen comparación con el resto del país. 

Tenemos que generar empleo, tenemos que apoyar a las pymes y a pesar de que todos lo digan en Argentina es bajísima tasa de natalidad de pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas se concentran o se congregan en aquellos lugares donde hay más posibilidad de consumo, donde tenés acceso a todos los servicios, acceso al financiamiento, con planificación y orden podemos redefinirlo y generar las condiciones para una mejor distribución de la población. 

En Buenos Aires vemos varias provincias. Una a la vanguardia, en lo tecnológico en el sector de los servicios financieros, en el agro, en la industria. Empresas que desarrollan modelos de negocios, grandes empresas. Después tenemos otras dos Buenos Aires, la compuesta por las pymes, que les cuesta mucho llegar a fin de mes, pagar sueldos, cargas sociales e incorporar personal, subsisten sumidas en la incertidumbre. La tercera provincia, la más angustiante, la marginal, que no tiene acceso a bienes culturales y económicos, convencida de que nunca va a tener acceso a ello. 

«No cayó en Argentina una maldición. La gente siente que está peor que en periodos anteriores. Se siente cada vez peor. Esto es producto de decisiones de hombres y mujeres de la política».

¿Qué sensación has recibido de la gente?

No cayó en Argentina una maldición. La gente siente que está peor que en periodos anteriores. Se siente cada vez peor. Esto es producto de decisiones de hombres y mujeres de la política. 

La población está descreída y ello se manifiesta, entre otras cuestiones, en la baja participación ciudadana en los comicios. Los gobiernos, el estado y la participación en general pierden la legitimidad como canales de resolución de conflictos.

Es necesario cerrar la brecha que existe entre quienes hacemos política y el resto de la ciudadanía, sostener una construcción política más allá de las coyunturas es parte de esa coherencia que la sociedad demanda y lo sostendremos en el Congreso de la Nación.

Cada gobierno que entra culpa al anterior y después a factores externos que no puede manejar. La única certeza es que llegan sin plan para mejorar las cosas, es necesario partir cuando se asume un gobierno sabiendo o tomando conocimiento de lo que te están dejando. 

CONSENSOS

¿Qué podés aportar desde tu experiencia para revertir esa mirada?

La gente está cansada de las excusas, de escuchar gritos, peleas y discusiones. En mi práctica política, como decana, logramos gestiones ordenadas, porque a pesar de las relaciones de poder siempre consensuamos, esa es nuestra práctica, con gente que no piensa como uno, no pensamos todos igual, sino que con los diferentes actores: estudiantes, docentes,trabajadores universitarios y profesionales, cada uno con su experiencia y con sus reclamos supimos dialogar. 

«La democracia es el encuentro de los distintos y es lo que vamos a poder tejer en conjunto, ese es el camino».

Recibimos una facultad con 4 carreras y dejamos una facultad con 10 carreras a lo largo de esos años A una facultad con ingreso a través de examen de admisión, la convertimos una facultad con ingreso irrestricto. 

Siempre hay cosas para mejorar, pero tomando las diferentes experiencias, respetando la diversidad, al otro. La democracia es el encuentro de los distintos y es lo que vamos a poder tejer en conjunto, ese es el camino.

¿Eso se expresa en este frente?

El Partido Socialista siempre abonó a una política de frentes, cuando fue gobierno tanto en la ciudad de Rosario como en la provincia de Santa Fe, se hizo a través de frentes con otras expresiones políticas. 

Estamos muy acostumbrados en este país al blanco-negro, al bueno-malo. Y con los niveles de pobreza, de indigencia y con la incertidumbre y altos niveles de inflación que hemos conseguido, evidentemente esa no es la forma. 

Sé que la tarea de conformar un frente que no sea ni de un lado ni del otro de la grieta es difícil, pero estamos convencidos que es la única forma. La realidad nos demuestra que hasta ahora no han resuelto los problemas, sino que los han profundizado. 

En 40 años de democracia, Argentina tiene muchas cosas de las que enorgullecerse, hemos ganado en derechos civiles, erradicado la violencia política como forma de resolución de conflictos, pero hay situaciones que nos están llevando a un abismo, uno de cada cuatro argentinos vive en la marginalidad, seis de cada diez niñas, niños y adolescentes son pobres. Entonces, no nos sorprende la disconformidad de la población en general con el funcionamiento del sistema político, porque obviamente la población le echa la culpa a la política. 

La incertidumbre se trasunta cuando ante cada medida de política económica que se toma, las respuestas de los mercados son aumento del dólar y la desinversión, es una espiral donde la gente siempre pierde.

LA EDUCACIÓN COMO IGUALADOR SOCIAL

¿Qué tema crees clave para revertir la situación del país?

La educación guarda estrecha relación con la posibilidad de salir del espiral de pobreza que parece tener nuestro país en su eterno estancamiento. En la era del conocimiento, la educación es el nuevo nombre de la justicia social. Con educación la gente mejora su calidad de vida, puede acceder a mejores empleos, a mejores remuneraciones y a su vez la educación te libera, te hace ver el mundo de una manera distinta. 

«Las tecnologías deben servirnos para acercarnos y no para profundizar la desigualdad».

La pandemia nos dejó como consecuencia la cara más cruda de la falta de educación, porque allí la brecha se profundizó entre los que tenían acceso a las nuevas tecnologías y enseguida pudieron retomar sus estudios y aquellos que no. Según UNICEF el 66% de los jóvenes son pobres o pasan privaciones, esos jóvenes no tuvieron acceso a la educación durante ese duro periodo. 

En el primer año en la universidad, los estudiantes no tienen las herramientas, no tienen el capital cultural para poder avanzar en la carrera universitaria. Esto viene de antes, de una educación media bastante vapuleada y con la pandemia terminó de caer y sólo pueden avanzar quienes tienen los medios económicos y culturales para hacerlo. 

Perdieron los que se tuvieron que quedar en la casa cuidando a los hermanitos y que la mamá con un celular tenía que bajar la tarea para tres, cuatro chicos, en el mejor de los casos que tuvieran un celular. Hay chicos que tuvieron dos años prácticamente sin educación. 

Es prioritario garantizar la educación primaria y secundaria, porque existe una ley que obliga al Estado a hacerlo y tener en cuenta que para muchos el Estado es lo único. Es imprescindible cerrar esa brecha entre los que tienen recursos como para acceder a diferentes herramientas y poder estudiar y los que no. Las tecnologías deben servirnos para acercarnos y no para profundizar la desigualdad. 

En la Universidad de Mar del Plata este año tuvimos un récord de inscripciones, 25.000 estudiantes se inscribieron a las diferentes carreras que se dictan en nuestra Casa de Altos Estudios. Ahora hay que apuntalar a los estudiantes, tenemos que discutir el tema de la permanencia en las universidades para aumentar la tasa de graduación. Esa es una realidad y también es un tema en el que tenemos que trabajar. Es necesario un profundo debate en defensa de los presupuestos que tocan a las universidades en la Provincia de Buenos Aires.

También debemos apostar a la capacitación en oficios. Las empresas buscan empleados capacitados en oficios que se necesitan para la industria básica y de la alimentación, mas no los consiguen. Es imprescindible crear escuelas de capacitación en oficios para la población económicamente activa.

Hablabas de una Buenos Aires marginal convencida de que nunca podrá acceder a mejores condiciones ¿Es posible cambiar esa situación?

Es muy difícil romper esa inercia. Allí crecen los planes sociales. Nosotros no estamos de acuerdo con la intermediación en la entrega de planes sociales, sino que el Estado tiene que entregarlos de forma directa a quienes lo necesiten. 

«Venimos de tres generaciones de familias subsidiadas enteramente por planes sociales, es necesario darles la oportunidad a esas familias de tener una opción de empleo digno, en blanco, que les permita recuperar las aspiraciones y oportunidades para una mejor calidad de vida».

Tenemos que ir hacia una política de cambio de planes sociales por trabajo. Se puede incorporar el plan social como parte del sueldo durante un periodo, capacitar a la gente, cambiar el seguro de desempleo por un seguro de empleo, donde la gente se capacite, otorgar a las pequeñas y medianas empresas beneficios desde el punto de vista laboral como para que incorporen gente a su modelo productivo. 

Es importante porque van a obtener un mayor salario, va a contribuir en recomponer la tradición del trabajo en nuestro país. Venimos de tres generaciones de familias subsidiadas enteramente por planes sociales, es necesario darles la oportunidad a esas familias de tener una opción de empleo digno, en blanco, que les permita recuperar las aspiraciones y oportunidades para una mejor calidad de vida.

En la actualidad estamos en niveles de crecimiento de empleo dónde su principal fuente es el empleo informal. Es insostenible. Necesitamos tratar con urgencia el sistema laboral para revertir esta tendencia. 

UN PLAN ECONÓMICO

¿Puede Argentina cambiar este estancamiento económico?

Lo vamos a lograr si apoyamos a las pymes, son las que dan trabajo en el país, no se van a ir porque son empresas creadas por familias quienes ponen la vida en trabajarlas y hacerlas crecer generación tras generación. 

No es lo mismo una pyme que una gran empresa que cerró la sede en Córdoba y se va a trabajar a Brasil porque las condiciones laborales son más beneficiosas, tenemos que poder discutir diferentes modelos para diferentes tipos de empresas.

En nuestro país hoy existen aproximadamente 1.200.000 personas que acceden a planes sociales. Tenemos la obligación moral de generar trabajo genuino y de transformar esos planes en trabajo.

La política tiene que ponerse de acuerdo para poder sortear la inflación, acuerdo que dé la certeza a la economía, que recupere la confianza y expectativas de estabilidad. Esa es mi principal meta a trabajar en el Congreso de la Nación.

Como profesional de las ciencias económicas ¿qué otras propuestas querés llevar al congreso?

Necesitamos un sistema tributario simplificado, es una locura el sistema tributario de la Argentina. Hay impuestos que implican una doble imposición sobre la misma base imponible, uno te lo cobra la provincia, otro el municipio y otro la nación, necesitamos sincerarlo. Es imprescindible crear un plan integral de reforma fiscal en nuestro país y terminar con los parches del sistema tributario.

Las retenciones que gravan a la exportación representan una verdadera reducción del valor de venta. Se liquidan a un valor inferior al del dólar con que se opera en la economía. Se castiga doblemente al exportador. 

Aunque la vocera del gobierno diga que el blue es un dólar marginal, la verdad es que todos miran ese dólar para establecer sus precios, el importador recarga a ese valor y al exportador le pagan un dólar inferior, pero además le retienen una parte, entonces a pesar de la retórica no están priorizando la exportación, que es lo que el país necesita para recomponer sus reservas.

«Existen muchos jóvenes emprendedores que tienen ideas maravillosas, pero no tienen capital de trabajo como para comenzar».

Dicen que van a hacer una cosa, pero toman medidas que van en sentido contrario, el tema tributario es nodal, debe alentar la inversión productiva, la creación de empleo y a su vez el Estado debe tener una política que sirva como herramienta para redistribuir los ingresos y para asignar los recursos a sectores más desfavorecidos que lo están necesitando.

Un sistema simple y accesible de créditos a la producción, fundamentalmente a las pymes más jóvenes que se están creando, las incubadoras de empresas, para darle el apoyo y seguimiento con herramientas de gestión. Existen muchos jóvenes emprendedores que tienen ideas maravillosas, pero no tienen capital de trabajo como para comenzar.

Tener una política que impulse la creación de nuevas empresas capaces de satisfacer el mercado interno pero también con capacidad de exportación, simplificar el recorrido facilitando la exportación y permitir acceder a la importación de tecnologías.

Fortalecer la asistencia técnica, el acceso al financiamiento, el fortalecimiento del gerenciamiento en su etapa inicial es muy importante para que la gente tenga confianza y no tenga miedo de generar un nuevo emprendimiento debidamente inscrito con el cumplimiento de todas las normas tributarias va a dar nuevos aires al país.

Queremos una política ordenada, prudente con la emisión monetaria, alcanzar equilibrio fiscal sin fundamentalismos, en algún momento podés romperlo, pero no en los porcentajes presentes. En situaciones excepcionales, como fue el caso de la pandemia, por citar un ejemplo, el equilibrio fiscal se relega a un segundo plano, es atendible, pero no podemos vivir siempre con desequilibrio fiscal. 

¿Qué le dirías a los y las votantes de cara al domingo 13 de agosto?

Que trabajaré para que la provincia de Buenos Aires deje de ser una gran generadora de pobreza, lamento decirlo porque amo a mi provincia, soy consciente de que una changa no es un empleo, es muy frustrante para la gente volver a su casa sin haber conseguido el mango a lo largo del día. 

Por ello me comprometo desde la política por igualar condiciones, como decía Alejandro Katz “uno tiene que igualar en dignidad” eso significa oportunidades, iguales ingresos por igual trabajo que hoy tampoco se cumple, poder estudiar, crecer, ver cómo tus hijos crecen con mejores oportunidades, proveerles de alimento, vivienda, educación y momentos de disfrute.