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En el día de las madres… no quiero regalos, no quiero criar sola ni sólo criar

En el día de las madres… no quiero regalos, no quiero criar sola ni sólo criar

«Como madre me siento como Damocles cada octubre», escribe la autora, explicando que las madres no queremos sentirnos solas, juzgadas ni culpables. Tenemos derecho a disfrutar de la maternidad, acompañadas en el cuidado.
Madres y el derecho a disfrutar compartiendo la carga de los cuidados. ¿Feliz día?

Este domingo es el día de las madres en Argentina. Desde inicios de octubre empezamos a ver vidrieras y publicidades llenos de eslóganes: “mamá la más bella”, “Gracias mamá”, “a la que siempre está”, “a la que nos enseña a nunca bajar los brazos”, “a la que hace las mejores comidas” y bla blá… Como madre me siento como Damocles cada octubre, porque sí, quiero mi regalo, pero no estoy tan segura de querer todo el peso que conlleva ser merecedora de dicho presente. Son sentimientos encontrados: Les agradezco el reconocimiento, pero… sin ánimos de ser ingrata, que entre todes reproduzcamos el discurso esencialista sobre mi rol de abnegada sin poner en debate por qué soy yo “la que hace las mejores comidas” si no nací sabiendo cocinar, ni por qué no se me permite mostrar que a veces sí quiero bajar los brazos y acostarme a dormir, más que un reconocimiento se convierte en una muy pesada carga. 

Más que el regalito de cada octubre, las madres queremos no sentirnos solas, juzgadas ni culpables (¿de qué? ¡De todo!). En simples palabras queremos tener el derecho a disfrutar de la maternidad, disfrutar de jugar con nuestros hijes, lo que implica no lidiar solas con la parte complicada del proceso ni perder todo ápice de identidad en esta empresa. Queremos compartir la tarea, la carga mental, la preocupación y el regocijo de criar. Porque en definitiva, en el bullicio familiar, las exigencias escolares, el mito de la mujer maravilla que todo lo puede -porque es autónoma económicamente, porque se mantiene “en forma” y está a la postre de su familia con la mejor sonrisa y por supuesto jamás se enferma-, las madres nos sentimos solas. Aisladas, incomprendidas, ahogadas en mares de culpas por mandatos cumplidos a medias, que para colmo de males, son cada vez más excluyentes y sincréticos. 

NO NOS ARREGLAMOS NI LAS UÑAS PARA EL MARIDO

Las madres de niños pequeños recibimos embates desde muchos lugares. De nuestras madres y abuelas, agotadas y abnegadas, recibimos la mirada que desaprueba la crianza sin “correctivo”, que no nos arreglemos ni las uñas para el marido, que tengamos la casa despelotada, que el bebé duerma en nuestra cama y que estemos poco en la casa. De las pediatras de Instagram –qué casta-, que el colecho, la crianza con apego, la lactancia a demanda, la comida orgánica y casera, y disponibilidad al cien por ciento de las demandas de los peques sin prestar atención al mandato externo (porque los otros mandatos son los malos y generan culpas, los suyos, para quienes tienen las condiciones materiales resueltas, liberan). De amigas sin hijes, que no nos damos tiempo para nosotras, que no hablamos de otro tema que no sea la caca o la oferta de pañales, nos volvimos aburridas y sosas. Nos remarcan que no entienden cómo ni por qué elegimos maternar. Tampoco nosotras entendemos cómo hacemos ni por qué lo hacemos en estas condiciones, no entendemos por qué aún rodeadas de ruido y compañía nos sentimos solas e incomprendidas. En todos estos ámbitos está permitida la catarsis moderada, un poquito para mostrar que somos humanas, pero no mucho para no poner en dudas nuestro amor incondicional a la cría. 

Hablar de cuidados es también hablar de una política cultural y si hablamos de cultura hablamos de que el cambio tiene que ser integral en la sociedad.

Cuando hablamos de cuidados y de la forma en que se organizan socialmente las responsabilidades vinculadas a la sostenibilidad de la vida, el epicentro está en las familias, y dentro de las familias el núcleo principal de asistencia, de respuesta y contención son las mujeres, principalmente las madres, aunque también las hermanas mayores, las tías, las abuelas, que estarían encarando y supliendo el rol esencialmente materno, ese que festejamos en fechas como esta. Tenemos vasta evidencia sobre esto, inclusive los resultados de la Encuesta Nacional de Uso de Tiempo (2021 INDEC) lo muestran con claridad: las mujeres en Argentina tenemos jornadas productivas mucho más extensa que los varones, incluyendo no sólo el trabajo remunerado sino también todo el trabajo doméstico y de cuidados que hacemos en nuestros hogares. A partir de esa evidencia, y de que cada vez nos faltan más manos y horas del día para cumplir con todas las exigencias, comenzamos a problematizarlo y a demandar al Estado que cumpla una función central como promotor de políticas públicas que atiendan a estas necesidades y de regulador de las relaciones en el mercado laboral y la oferta de servicios privados. Pero…con que una minoría intensa (¡gracias feministas!) le exija al Estado –y ojalá este responda-, no basta para sentirnos menos solas en este proceso. Como advierte Nieves Rico, hablar de cuidados es también hablar de una política cultural y si hablamos de cultura hablamos de que el cambio tiene que ser integral en la sociedad. 

Cambio cultural. Romper estereotipos. No alcanza sólo con normas.

NECESITAMOS UN ESTADO PROMOTOR DE POLÍTICAS

Pensar en los cuidados como parte central de nuestra construcción cultural, y por consiguiente entender a las políticas de cuidado como políticas culturales, implica tener la posibilidad de romper con el contrato sexual que establece con qué cartas juega cada uno/a y re-barajar. Pero para eso no sólo necesitamos de un Estado promotor de políticas… necesitamos fundamentalmente discutir las vivencias vinculadas a cuidar despojadas de prejuicios y tapujos, con toda su diversidad variopinta, por clase, etnia, región, tipo de familia, sin el miedo a la censura social que a todas y todos nos convierte en víctimas y verdugos. Nos debemos esa discusión, a nivel social en general pero sobre todo en el plano de las relaciones íntimas y fraternas.

No es fácil ser impermeable frente al juzgamiento de la abuela, de las amigas, de la maestra, del compañero, de los amigos del compañero, de la pediatra, de las/os colegas y jefes, ni principalmente, del nuestro. Tampoco es fácil dar cuenta de nuestras falencias y de nuestros privilegios. Por ello generalizamos, sublimamos, tapamos. En ese ejercicio de “impermeabilizarnos” nos anestesiamos y también nos aislamos, dejamos de sentir lo bueno y lo malo, todo pierde intensidad y nos automatizamos. Al automatizarnos reproducimos sin reflexión alguna los distintos mandatos impuestos, y generamos un mosaico de modelos en torno a los cuales construimos el andamiaje de nuestras vidas y el de nuestros hijos. Así, la soledad se vuelve parte de nuestra identidad como madres, y como dice Florencia Freijo en su libro Solas (aun acompañadas), nos une a todas por igual y está presente en todas las mini batallas que libramos día a día. El problema a mi modo de ver, no es la soledad en sí, sino la falta de conciencia sobre ella y por consiguiente su naturalización. 

Qué dilema se presenta cuando el amor incondicional a un hijo se antepone moral y socialmente a todo deseo de individualidad de las mujeres. Porque dicho dilema es una singularidad femenina, que debe ser oculta bajo secreto de sumario con las vergüenzas vinculadas al caso, aislándonos y juzgándonos aun más. 

MATERNIDADES AUTOMATIZADAS

Pero ¿Acaso podemos simplemente tomar conciencia de nuestra soledad y seguir como si nada pasara cuando tenemos en nuestras espaldas el peso de la vida de otros? Parece una trampa: el aislamiento anestesiado nos permite vivir con cierta incomodidad pero en un terreno en el cual estamos adaptadas que nos habilita a seguir funcionando como se espera que lo hagamos. Al respecto me resonó mucho el ensayo “Vivir sola” de Vivian Gornick, que si bien no refiere a la maternidad, en uno de los pasajes donde describe la soledad cristaliza el mayor temor sobre mi individualidad que despertó ser madre. A grandes rasgos Gornick plantea que la soledad no es letal y ser conscientes de ello puede ayudarnos a convertirla en una aliada, pero que carcome la energía y evapora la vida interior, nos secciona de nosotras mismas, nos quita vivacidad y por consiguiente en su adormecimiento nos condena a la mediocridad. Qué dilema se presenta cuando el amor incondicional a un hijo se antepone moral y socialmente a todo deseo de individualidad de las mujeres. Porque dicho dilema es una singularidad femenina, que debe ser oculta bajo secreto de sumario con las vergüenzas vinculadas al caso, aislándonos y juzgándonos aun más. 

Ser conscientes de que criamos en soledad nos conduce a enfrentarnos con nuestra responsabilidad individual y colectiva. Por lo tanto, nos obliga a tomar una posición activa y optar por sostener a conciencia maternidades automatizadas, o apostar por el cambio de dirección. Comencemos a poner en palabras nuestra soledad, permitámonos ver en las madres personas falibles, que cometen errores, que desean y que conviven con su propia fragilidad, y también en este proceso, demos espacio para que las masculinidades ejerzan la paternidad sin la constante supervisión materna. Si para esperar el regalo del mes de la madre, el precio es criar sola y que de mi (nosotras) se espere sólo criar, al igual que Damocles, también devuelvo los regalos.

El cuidado es trabajo. La maternidad disfrute. La cultura nos carga de culpas.
El PSOE y el programa de 1888: objetivos, propuestas y acuerdos

El PSOE y el programa de 1888: objetivos, propuestas y acuerdos

Nueve años después de su fundación, el PSOE realizó su primer Congreso. Allí se sentaron las bases programáticas y políticas iniciales de uno de los partidos socialistas más relevantes de Europa en la actualidad.

Aunque el Partido Socialista Obrero Español se fundó en Madrid, en el mes de mayo de 1879, sacando un primer programa, la formación política no tuvo su primer Congreso hasta agosto de 1888, celebrado en Barcelona, el mismo mes y lugar en el que se crearía la UGT (Unión General de Trabajadores). En este primer Congreso se definió claramente un programa estructurado. Este artículo pretende recordar, a través del Manifiesto publicado, en qué consistió dicho programa y los tres grandes acuerdos que definieron la posición y estrategia política a seguir por el Partido Socialista durante muchos decenios.

LOS OBJETIVOS

Las cuatro aspiraciones u objetivos del socialismo español eran los siguientes:
– La posesión del poder político por parte de la clase trabajadora.
– La transformación de la propiedad individual o corporativa (en referencia a sociedades o compañías) de los instrumentos de trabajo (medios de producción) en propiedad colectiva, también denominada, social o común.
– La organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, y el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras, garantizando a todos sus miembros el producto total de su trabajo, y la enseñanza general científica y especial de cada profesión a los individuos de uno y otro sexo.
– La satisfacción por la sociedad de las necesidades de los “impedidos por edad” o por algún tipo de padecimiento.

El Partido Socialista pretendía con estos objetivos la emancipación de la clase obrera, con la desaparición de las clases sociales y su transformación en una sola de trabajadores, que se convertirían en dueños de los frutos de su trabajo, además de ser libres, iguales, “honrados e inteligentes”.
Una vez marcados los objetivos había que plantear los medios políticos y económicos para lograrlos. Esos medios se dividieron en cuatro paquetes de medidas: políticas, económicas, laborales y sociales.

El Partido Socialista pretendía con estos objetivos la emancipación de la clase obrera, con la desaparición de las clases sociales y su transformación en una sola de trabajadores, que se convertirían en dueños de los frutos de su trabajo, además de ser libres, iguales, “honrados e inteligentes”.

LAS PROPUESTAS

En el ámbito político, los socialistas planteaban un claro avance en el reconocimiento de derechos, más allá de lo que estipulaba la Constitución en vigor de 1876 que, aunque reconocía más que las Constituciones de la época isabelina, y se acercaba en esta materia a la Constitución de 1869 del Sexenio Democrático, no se garantizaban de forma categórica, dependiendo del gobierno de turno, siendo más restrictivos los conservadores que los liberales, por lo que se ha considerado un texto constitucional elástico, porque permitía mucha libertad a los ejecutivos. En consecuencia, los socialistas abogaron por los derechos de asociación, reunión, petición, manifestación y coalición, sin ninguna cortapisa. Además, pretendían la libertad de prensa, la inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia, la seguridad individual, y el reconocimiento del sufragio universal. En este sentido, recordemos que hasta la llegada del Gobierno Largo de Sagasta no se aprobaría dicho sufragio, justo dos años después de este Congreso, pero que fue falseado sistemáticamente gracias al fraude electoral y el caciquismo, convirtiendo las elecciones en España en una farsa, eso sí necesaria para mantener el edificio político diseñado por el conservador Cánovas del Castillo. Los socialistas tendrían aquí una de sus batallas futuras.

El PSOE defendía la adopción de medidas encaminadas a una profunda reforma de la justicia. En primer lugar, se quería la abolición de la pena de muerte, y el establecimiento de la justicia gratuita. También se pretendía el juicio por jurado para todos los delitos, coincidiendo, en parte, con la parte más progresista del liberalismo español y con el republicanismo. Los socialistas, fieles a un acusado antimilitarismo, pretendían la supresión de los ejércitos permanentes. La cuestión de la guerra sería otro de las cuestiones en las que el PSOE siempre se implicó de forma evidente.
En materia religiosa, el PSOE desarrolló un evidente anticlericalismo, aunque siempre procuró ser muy respetuoso con las conciencias de los individuos, además de considerar como clave en esta cuestión la faceta económica del poder del clero, en estrecha relación con el capitalismo, intentando siempre marcar diferencias con el anticlericalismo de raíz republicana y/o del ámbito del librepensamiento o la Masonería.
El programa socialista estableció un ambicioso programa de medidas en este ámbito. Dos puntos se plantearon como fundamentales: el fin de la deuda pública, y la supresión del presupuesto del clero (En España el Estado sostenía a la Iglesia) y confiscación de sus bienes.

También se pretendía la enajenación de toda la propiedad pública, y la explotación de todos los talleres del Estado por parte de las Sociedades Obreras. La última medida era de carácter fiscal, y también de envergadura, porque suponía una completa reforma tributaria, con abolición de los impuestos indirectos, y transformación de los directos en progresivos sobre las rentas o beneficios superiores a las tres mil pesetas. La lucha contra los Consumos, es decir, los impuestos indirectos que gravaban los productos de primera necesidad y, por tanto, pesaban sobre las clases más humildes, fue siempre una prioridad socialista.

En lo laboral se planteaba un conjunto muy amplio de medidas. En primer lugar, destacaría la adopción de la jornada de ocho horas de trabajo para los adultos, el gran caballo de batalla de la Segunda Internacional, pronta a crearse. Después venía la prohibición del trabajo de los niños menores de 14 años, y la reducción de la jornada laboral a seis horas para los que iban desde los 14 hasta los 18 años.

El PSOE quería dejar claro que lo que pretendía era organizar de forma sólida al proletariado, pero también mejorar sus condiciones en tanto que se completaba esa organización y se reunían los elementos necesarios para dar la última batalla a la “clase explotadora”, concluyendo con la explotación y la miseria aboliendo las clases. Era evidente que el objetivo último era el fin del capitalismo, pero no se renunciaba a la lucha concreta para arrancar todo tipo de mejoras sociales, mientras tanto.

Además de estas propuestas sobre la duración de la jornada, los socialistas defendían la semana de seis días de trabajo. En relación con el trabajo femenino, y en línea con el evidente paternalismo que se desarrolló en los primeros tiempos, tanto desde la lucha obrera como en el establecimiento de la legislación por parte del poder, el PSOE quería prohibir el que fuera poco higiénico o “contrario a las buenas costumbres”.
Por fin, había que crear Comisiones de vigilancia, elegidas por los obreros, para inspeccionar de las condiciones de las viviendas y de todos los centros de trabajo. Por fin, había que reglamentar el trabajo penitenciario.

En el ámbito salarial se defendían varias cuestiones; en primer lugar, el establecimiento del salario mínimo legal que, cada año, debía fijar una Comisión de Estadística Obrera con arreglo a los precios de productos de primera necesidad, es decir, teniendo en cuenta la inflación. Y, en segundo lugar se pedía la igualdad salarial entre ambos sexos.

En materia de seguros sociales se quería que se protegiesen las Cajas de socorros y pensiones para los “inválidos del trabajo”. Pero, además, se exigía responsabilidad a los patronos en los accidentes de trabajo, garantizada con una fianza en metálico que debían depositar en las Cajas de las Sociedades Obreras, proporcional al número de trabajadores empleados y a los peligros que presentase su industria o sector productivo.
La enseñanza general y técnica ya fue una primerísima preocupación socialista porque se pedía el establecimiento de escuelas de primera y segunda enseñanza, así como profesionales, debiendo ser gratuitas.

La cuestión de la vivienda no se agotaba con la creación de las citadas Comisiones de Vigilancia. Además, había que reformar las leyes del inquilinato y desahucio, y todas aquellas que lesionasen derechos de los trabajadores.

A raíz todo lo expuesto, el PSOE quería dejar claro que lo que pretendía era organizar de forma sólida al proletariado, pero también mejorar sus condiciones en tanto que se completaba esa organización y se reunían los elementos necesarios para dar la última batalla a la “clase explotadora”, concluyendo con la explotación y la miseria aboliendo las clases. Era evidente que el objetivo último era el fin del capitalismo, pero no se renunciaba a la lucha concreta para arrancar todo tipo de mejoras sociales, mientras tanto. Así pues, una revolución final, pero una lucha reformista día a día, entrando en colisión, tanto el PSOE como la UGT, con el sentido casi exclusivamente revolucionario de los anarquistas y luego de los anarcosindicalistas de la CNT.

Los socialistas españoles consideraban que era fundamental para conseguir el fin último la necesidad de trabajar por la extensión de la conciencia de clase de los trabajadores. Había que ejercer una labor pedagógica, encaminada a alejarlos de los partidos “burgueses”, en implícita referencia a los republicanos de signo progresista, y poniéndose de lado de los obreros en sus luchas. En este sentido, la prensa obrera se convertía en instrumento fundamental, especialmente a través del principal de sus periódicos, El Socialista.

El fin de la explotación de la burguesía, es decir, del hombre por el hombre, sería obtenida por el Partido Socialista en el momento en el que, ayudado por los conflictos que provocaba el capitalismo, tuviese la suficiente fuerza para arrojar a la clase dominante del poder. Valiéndose del mismo no se buscaría tiranizar a una parte de la clase obrera, como defendían algunos elementos revolucionarios, aunque no se especifica a quiénes se refería el Partido Socialista, sino para arrancar a la burguesía todos sus privilegios y monopolios.

LOS ACUERDOS

Por último, haremos referencia a los tres acuerdos que se tomaron. El primer acuerdo tenía que ver con la actitud a seguir con los “partidos burgueses”. Como el PSOE proclamaba la lucha de clases como medio para conseguir la emancipación del proletariado se colocaba en una posición frente a los partidos que consideraba que defendían el régimen social existente. Así pues, todos los “partidos burgueses”, como se señalaba en el acuerdo, desde los más conservadores a los más progresistas o avanzados, representaban a la “clase explotadora”, porque defendían la esclavitud de los obreros, a través del mantenimiento del sistema del salario, obligando a la lucha para conseguir la abolición de la propiedad privada transformándola en colectiva, “social o común”. Así pues, se acordaba que la actitud del Partido Socialista con estas formaciones políticas no podía ser, en ningún caso, conciliadora, sino de enfrentamiento constante.

Con este acuerdo se sancionaba la estrategia política del Partido, claramente inspirada por Pablo Iglesias, y luego en consonancia con lo establecido en la Segunda Internacional, no sólo de combate contra los partidos dinásticos del turno de la Restauración -conservadores y liberales-, sino también y, muy especialmente, contra los republicanos de todo cariz, desde el posibilismo conservador hasta el federalismo más progresista. Este asunto generó en el Partido algunas polémicas importantes y disidencias, pero su línea de acción no se separó ni un milímetro de este acuerdo hasta 1909-1910 cuando las circunstancias derivadas de la Semana Trágica de Barcelona con su consiguiente feroz represión marcaron, junto con otros factores, el acercamiento hacia los republicanos, aunque una parte sustancial del Partido mantendría sus recelos, como se demostraría en el período previo al establecimiento de la Segunda República, y después. Los socialistas lucharon con denuedo para intentar demostrar a los obreros que los republicanos no les representaban, ni tan siquiera los federales que poseían un programa social, y que su lugar se encontraba formando parte de una organización política plenamente obrera, la socialista. La propaganda política para fomentar la conciencia de clase fue siempre una prioridad para el Partido Socialista, teniendo también que empeñarse en intentar alejar a los trabajadores del universo anarquista, como ya hemos señalado anteriormente.

La huelga sería el medio que tenían los trabajadores en el terreno económico para combatir el “despotismo patronal” y hacer menos precaria su situación. Pero, además, la huelga era un medio para fortalecer la conciencia de clase.

El segundo acuerdo tenía que ver con la posición ante las huelgas del socialismo. La huelga sería el medio que tenían los trabajadores en el terreno económico para combatir el “despotismo patronal” y hacer menos precaria su situación. Pero, además, la huelga era un medio para fortalecer la conciencia de clase. Por otro lado, como los gobiernos solían intervenir en el antagonismo entre el capital y el trabajo, las huelgas terminaban tomando un cariz político, en la lucha de una clase contra la otra. Por eso, el PSOE debía fomentar el movimiento de resistencia y apoyar con todas sus fuerzas las batallas que las organizaciones obreras librasen con los patronos. En todo caso, conviene recordar que la UGT, no fue, generalmente, partidaria de recurrir, como primer instrumento de lucha, a la huelga, si no se habían agotado antes todos los medios de negociación. Es más, la UGT aprobaría que sus órganos centrales podían desaprobar una huelga convocada por una Sociedad Obrera o una Federación si se consideraban que la organización pudiera correr un riesgo grave. Nunca se renunció a la huelga, pero los sindicalistas socialistas tuvieron siempre muy presentes las consecuencias de las mismas, especialmente, si no estaba clara la victoria, y no se debilitaba la organización obrera, un objetivo en sí para los socialistas españoles.

El tercer acuerdo proclamaba la vocación internacionalista del PSOE, quizás el asunto menos estudiado por la historiografía. Para el año siguiente estaba convocado el Congreso en el que nacería la Segunda Internacional, y el Partido quería estar presente en ese acontecimiento porque era considerado como un deber, y creía en el internacionalismo de la lucha. Así pues, se acordó que estaría representado en el Congreso Internacional de París con un delegado propio.

[Fuentes: sobre la estrategia política en la Historia del PSOE sigue siendo imprescindible acudir a la obra de Santos Juliá, Los socialistas en la política española. 1879-1982, publicada en el año 1997 por Taurus. Por su parte, como fuente hemos empleado los números 131 y 132 de El Socialista, que podemos consultar en la red en la Hemeroteca de la Fundación Pablo Iglesias.]

Cronenberg: el goce de los cuerpos sin dolor

Cronenberg: el goce de los cuerpos sin dolor

Reseña de «Crímenes del futuro» la última película del director David Cronenberg. Una obra política y filosófica que explora las mutaciones como transgresión de un tiempo de contaminación. Un testamento de todas sus obsesiones.
La mutación como arte prohibido en un mundo postapocalíptico. Futuro pero presente.

David Cronenberg golpeó de nuevo. A sus 79 años, el director canadiense volvió a hacerlo. «Crímenes del futuro», su regreso al cine tras un silencio de casi una década es una película llena de “vida”, pletórica de una vitalidad monstruosa, dominada por una fuerza narrativa deliberadamente subversiva; quizás por eso parezca una obra fuera de tiempo.

Se presentó en el último festival de Cannes, con gran revuelo, pero un jurado plagado de celebrities no supo qué hacer con ella y la ignoró por completo. 

Valga repetirlo para los incautos: una escena filmada por Cronenberg es cine en plenitud, lleno de riesgos, shockeante o sutilmente poético, indescifrable y tremendamente literal a la vez. No son tantos los directores que logran todo esto en apenas unos minutos. 

Gran parte de la crítica coincidió en que «Crímenes del futuro» es una suerte de “síntesis” hecha por Cronenberg de buena parte de sus películas anteriores, aquellas de los años setenta y ochenta en las que creó la filosofía cinematográfica de la “nueva carne”.

Por ello, «Crímenes del futuro» funciona para los fans del canadiense como una tesis posdoctoral del realizador sobre su propia filmografía, sobre su propio corpus artístico. Para disfrutarla, es imprescindible haber visto El festín desnudo, Videodrome, ExistenZ o ese tratado sobre las parafilias que es Crash, adaptación de la novela de J.G. Ballard. 

TESTAMENTO DE UN AUTOR

Sus detractores apuntan que la nueva película de Cronenberg tiene un carácter “testamentario”, como si fuese su despedida, una obra-compendio de sus obsesiones, un vademécum. 

Ambas opiniones son atendibles. Pero en el plano estrictamente personal creo que ese carácter testamentario dota a la película de un aura de obra de arte atemporal, ni moderna, ni posmoderna, que favorece a una trama retrofuturista en la cual los cuerpos humanos han evolucionado y ya no sienten dolor, generan órganos nuevos sin función conocida y pueden digerir plástico en lugar de alimentos.

La trama, en sí misma, es quizás menos interesante que lo que la película ofrece como una imperfecta modulación de imágenes, de actuaciones consumidas por el deseo de lo monstruoso (excelente el trío conformado por Viggo Mortensen, Leá Seydoux y Kristen Stewart), de artefactos con forma de crustáceos que se amoldan a la morfología humana, de paisajes postapocalípticos.

Viggo Mortensen es un artista de la degradación del cuerpo. Kirsten Stewart, brillante, es una policía de órganos clandestinos.

¿De qué va el argumento? Tenemos a un artista performático -Mortensen- con la capacidad de generar nuevos órganos en su cuerpo, tumores, que es tentado a competir en un concurso clandestino de “belleza interior”, en el cual se elegirá el órgano nuevo más hermoso (esta es la propuesta más delirante de la trama).

Tenemos a su pareja amorosa-artística, que interpreta Seydoux, un personaje complejo y subyugante. Y también hay un grupo de personajes secundarios desorbitados liderados por Kristen Stewart, una investigadora de una suerte de policía de órganos clandestinos. Mortensen, Seydoux y Stewart están en estado de gracia transitando un desfiladero que se abisma al ridículo. Los tres se arrojan a representar escenas en las que la credibilidad está forzosamente suspendida porque sus criaturas pertenecen a un mundo que no es el nuestro pero que peligrosamente puede llegar a serlo. Es el personaje de Stewart el que dice “la cirugía es el nuevo sexo”, el leitmotiv de esta película.

Lo espeluznante de «Crímenes del futuro» está en el mensaje que se esconde detrás de lo explícito, en su carácter de obra política y filosófica.

Pero hay algo más en esta distopía. Algo radicalmente diferente a nuestra realidad y que no quiero que quede enunciado solo al pasar: los seres humanos ya no sienten dolor físico. Para sentirlo, para exponerse a esa experiencia estética, asisten a los espectáculos de Mortensen y Seydoux. Espectáculos clandestinos, perseguidos por un estado policial de algún régimen autoritario como los de la segunda mitad del siglo XX. En «Crímenes del futuro», Cronenberg prescinde de teléfonos celulares, de aparatos digitales, la información es conservada en papel, en grandes archivos codificados. Pero, a la vez, los cuerpos mutan a una velocidad inconcebibles para nuestra realidad digitalizada. 

ARTE CLANDESTINO

Como contracara de estos artistas clandestinos está un grupo de terroristas alimentarios, que propone la evolución antinatural de los cuerpos hasta hacerlos aptos para digerir plástico, lo que conlleva un peligro para la sociedad de cuerpos que, si bien ya no sienten dolor, siguen siendo “naturales”.

Esta guerra de artistas clandestinos, espías y doble-agentes, milicianos, guerrilleros y personas marginales nos retrotrae a los pasajes más enrarecidos de El festín desnudo. De hecho, la acción de «Crímenes del futuro» transcurre en una ciudad-Estado que recuerda a la Interzona de la novela de Burroughs. 

Como decía, en «Crímenes del futuro» la artificialidad subvierte lo natural, lo normal y lo humano. Esta idea, este concepto, atraviesa la película y le da una organicidad viscosa, repugnante. El “body horror” de Cronenberg, que es una de sus marcas de estilo autoral, resurge y vuelve a ponernos tan incómodos como cuando vimos La mosca o Videodrome hace 40 años. 

Pero si la película es difícil de “digerir” no es por lo que nos muestra, esas aperturas quirúrgicas de cuerpos y esos órganos con formas de gusanos. Lo espeluznante de «Crímenes del futuro» está en el mensaje que se esconde detrás de lo explícito, en su carácter de obra política y filosófica. ¡Larga vida a Cronenberg y a la nueva carne!

Argentina, 1985: imágenes del juicio histórico comentadas por su autor

Argentina, 1985: imágenes del juicio histórico comentadas por su autor

El Juicio a las Juntas fue un hecho trascendente para la humanidad. Una foto recorrió el mundo como testimonio. Su autor, Daniel Muzio, reportero gráfico, comparte esa y otras fotografías con algunos comentarios. El estreno de la película «Argentina, 1985», evoca aquel momento que no debe ser olvidado.

Fotos personales y epígrafes de su autor, entregadas a La Vanguardia. Aportes a la memoria sobre el proceso de construcción de la verdad y la justicia.

El 20 de septiembre se cumplieron 38 años de la entrega del informe «Nunca más», que elaboró la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP).

El estreno de la película «Argentina, 1985», dirigida por Santiago Mitre, reaviva en la memoria colectiva un hito de la institucionalidad argentina: el Jucio a las Juntas Militares por el terrorismo de estado durante la última dictadura. Jueces y fiscales investigaron y condenaron a los jerarcas del terrorismo de estado. El joven gobierno democrático de Raúl Alfonsín acompañaba el proceso mientras que los militares todavía con poder y vínculos con la oposición, tensaban la cuerda.

La democracia estaba a prueba y logró condenar a los genocidas. La película de Santiago Mitre se sumerge en ese proceso.

El mundo siguió con sorpresa y admiración este juicio histórico. La prensa tenía acceso limitado porque la Cámara Federal pretendía evitar un uso sensacionalista de los testimonios. Los dos reporteros gráficos acreditados, sólo podían tomar algunas fotos que luego eran entregadas a la Corte para que hiciera la difusión. Daniel Muzio fue uno de ellos y aceptó compartir su archivo con La Vanguadia.

Una de sus imágenes se publicó en todo el mundo, supo captar el horror y la racionalidad judicial en tensión. La información permitía determinar que algunas de las víctimas fueron asesinadas.

«El Dr. Clyde Collins Snow explica el método para la identificación de cadáveres NN, Cámara Federal, 1985, durante el juicio a las juntas militares», contó a La Vanguardia el autor de esta emblemática fotografía. Daniel Muzio hizo la captura. La versión digitalizada puede ser visitada en www.memoriaabierta.org.ar

Sobre esta fotografía se ha publicado mucho. «Cuando tomé esta foto, no tomé conciencia de lo que pasaba. La jornada había comenzado a las 15 y eran cerca de las 5 de la mañana cuando el científico Snow les explicaba a los jueces cómo podían identificar cadáveres […]. A mí me parece que la imagen es muy fuerte, estamos hablando de un juicio donde se juzgó desapariciones, torturas. El cráneo en este ambiente de penumbra, con los jueces, da una sensación como que resuelve un poco la historia del juicio. Fueron muchos meses de jornadas muy largas y realmente no había mucho para fotografiar, los espacios eran muy reducidos, los testigos se podían fotografiar solo cuando entraban o cuando salían, lo mismo los excomandantes. Entonces esto cambió un poco, porque cambió la imagen que se venía viendo del juicio. El día de la sentencia fue un día bastante raro, porque si bien uno estaba trabajando tratando de documentar una historia, lo que me pasó personalmente fue que me embargó una emoción increíble cuando el juez dictó la sentencia. El público estalló en festejos y realmente no podías no conmoverte después de haber estado ahí tantos meses escuchando testimonios, muchos terribles, terribles, realmente terribles. Fue increíble haber estado en ese lugar.
[…] El público se levantó de las butacas y comenzó a aplaudir. Yo perdí el control de lo que estaba haciendo, si yo estaba documentando o era parte del público, fue muy fuerte. Realmente muy fuerte», explicó Daniel Muzio al diario Clarín. Su testimonio fue publicado el 8 de diciembre de 2010 con el título: «La historia de la foto más famosa».

«La situación es a la vez solemne y didáctica: la imagen del cráneo es prueba de un crimen y al mismo tiempo retrato de una víctima. Así como en uno de los extremos de la fotografía la balanza tallada en el sillón de Arslanián simboliza la justicia, en el otro, el cráneo proyectado sobre la pantalla representa la muerte. […] El denso carácter simbólico de la calavera es a su vez contrapunteado por el carácter indicial de ese mismo objeto representado : en su recuperación, se recobra también una materialidad que parecía perdida inexorablemente, la del cuerpo de un hombre sometido violentamente a una desaparición forzada, una muerte anónima, privado de una tumba digna [y agrega] la toma de Muzio ofrece un marco de referencia y de reflexión a otra imagen, que evoca, a su vez, en clave científica, los restos óseos de una víctima», analizó Máximo Eseverri en su texto sobre las imágenes de antropoligía forense.

También se pueden encontrar más referencias y análisis sobre esta fotografía en el artículo «Imágenes de la postdictadura en Argentina» de Cora Gamarnik.

El autor también dio un testimonio en video, que se puede ver con la nota «Cuando hice la foto no había tomado conciencia de lo que pasaba», publicada en Clarin el 30 de enero de 2016.

«Los Fiscales y los militares en el juicio a las juntas 1985», otra de las capturas de Muzio. En este caso en una copia de la versión en papel, marcada para ser recortada e incorporada en el armado de la página de un periódico.

«Los fiscales Julio Cesar Strassera y Luis Moreno Ocampo, le solicitan a Hebe de Bonafini que se saque el pañuelo blanco durante las audiencias a pedido de los abogados de los militares», explicó Muzio al compartir esta copia que aparece más desteñida porque se conserva sólo en papel.

«Los fiscales Julio Cesar Strassera y Luis Moreno Ocampo durante una de las audiencias del juicio a las juntas», otra captura del autor de la nota que conserva en copia de papel, ya que los negativos originales fueron administrados por la Justicia.

León Carlos Arslanian. Integrante del tribunal que condenó a los militares, otra de las capturas de Muzio, rescatadas en papel.

«Primera exhumación de cadáveres NN, en fosas comunes, 23 de Diciembre de 1983. En el primer cráneo abajo a la derecha , se ve un impacto de bala. Esta imagen fue publicada en su época en New York Times.», cuenta el autor, Daniel Muzio. Está en papel y tiene un fuerte valor testimonial.

En momentos en que el nuevas generaciones no tienen la información o memoria de lo que fue el Estado argentino convertido en una máquina de eliminación de personas, el archvo de Muzio cobra un valor cívico. La película «Argentina, 1985», también viene a cubrir ese hueco.

Esta recopilación de imagenes comentadas por su autor busca constribuir a recordar aquel juicio que le significó a la Argentina el reconocimiento mundial, asociado a una fotografía histórica y a una frase que no debe ser olvidada: «Nunca más».

Siete ejes para armar una agenda de prevención de la violencia y el delito

Siete ejes para armar una agenda de prevención de la violencia y el delito

El autor ordena información y experiencias para proponer ejes de políticas de prevención de la violencia y el delito. Armas, juventudes, género, violencia institucional, cárceles, son algunos.
El programa Nueva Oportunidad desarrollado en Rosario, es uno de los ejemplos integrales de prevención trabajando con juventudes.

Hablar de violencia es más amplio que hablar de seguridad: abarca cuestiones convivenciales, su gestión y su encauzamiento, pero también –y, sobre todo– la idea de prevención. Una idea de prevención evolucionada, que parte de la lógica básica (economicista) de la prevención como estrategia más eficiente que la reparación para avanzar sobre cuestiones más complejas, como su distinción de la mera disuasión o el alcance del control de daños, para nombrar a dos de las más frecuentes.

La prevención aparece sistemáticamente en la retórica progresista para la prevención, pero se suele quedar en las apariencias. O se queda a mitad de camino, a la hora de implementar políticas públicas consistentes.

En lo que sigue, siete ideas que considero prioritarias para seguir pensando en la violencia y en su prevención, particularmente en este sur del Sur.

1.  Prevención de la violencia armada: control de armas y arsenales para reducir oportunidades

La presencia de armas de fuego es el factor determinante de la violencia letal o altamente lesiva en Argentina. Históricamente, se calculan entre 8 y 10 muertes diarias por armas de fuego en el país. Si bien existen programas de control de armas (que, hoy a cargo del ANMAC, deberían ser repotenciados), no hay –salvo excepciones mínimas– un control de las armas que tienen en su poder las fuerzas policiales y de seguridad. Y los arsenales oficiales son una fuente fundamental del mercado ilegal de armas. 

Ya es un lugar común recitar que toda arma ilícita nació legal: el goteo de armas de uno al otro lado de la frontera regulatoria puede convertirse en alud de un momento a otro. Entre todas las medidas para reducir la violencia armada, un lugar central es el ocupado por los mecanismos de control de arsenales. Sin embargo, el Estado lleva la zaga en esta cuestión: en la Argentina, la única de las fuerzas o policías del país con un sistema de control interno de armas y arsenales que satisface los estándares internacionales es la Prefectura Naval Argentina.

A pasar de que hoy existen sistemas probados, de instalación sencilla, con resultados virtualmente inmediatos, desarrollo íntegramente nacional y aceptación generalizada entre los operadores de los arsenales y sus responsables operativos y políticos, ni la otra fuerza federal (Gendarmería), ni alguna de las dos policías federales, ni de las 23 policías provinciales, ni la Policía de la Ciudad (de Buenos Aires) conocen con detalles, en tiempo real y sin margen de error apreciable, cuántas armas tienen, cuáles son, dónde están, quién es su responsable en cada momento y cómo funcionan. 

2. Prevención de la violencia basada en género: tecnología e inteligencia artificial a favor de colectivos vulnerables, empoderamiento económico y trabajo con masculinidades

Las distintas técnicas y herramientas propuestas para la prevención de las expresiones de la violencia basada en género (VBG) se han mostrado ineficientes o incluso contraproducentes. Las 231 víctimas directas de femicidio en Argentina durante 2021, 5 de ellas de travesticidio/transfemicidio, sobran para dimensionar la gravedad de la problemática en el país.

Detrás de los grandes números están las instancias de violencia no letal (en incontables ocasiones, prolegómenos de la muerte). En los últimos años, con el aparente propósito de ofrecer soluciones más eficaces, las políticas y programas de prevención han comenzado a recurrir a las tecnologías. No obstante, lejos de cumplir con las promesas realizadas, estas estrategias han generado problemas nuevos. Deviene necesario apoyar, entonces, como política de Estado, el desarrollo o la adaptación de herramientas que posibiliten un complemento diferencial respecto de los diferentes aspectos de la problemática.

Por otra parte, una preocupación central de las personas en situación de VBG –principalmente mujeres, pero también otras identidades subalternizadas– es la dependencia económica de sus agresores. Por eso, los programas de empoderamiento económico –microcréditos, capacitaciones remuneradas, alquileres subsidiados, estipendios para guarderías, etc.– se han mostrado como soluciones eficaces para el corto, mediano y largo plazo.

Un tercer eje de trabajo para la prevención de la VBG es el que corre el foco de las personas vulneradas y lo posa sobre los perpetradores. La construcción de masculinidades respetuosas de la diversidad, a través de actividades diversas –en especial, destinadas a adolescentes entre 13 y 18 años–, se ha mostrado crucial.

3. Prevención de la violencia reiterada: oficios y profesiones contra la reincidencia y la reiterancia

En Argentina, la inflación penitenciaria es tan grave como la económica: más de 100.000 personas –en su mayoría varones jóvenes con bajo nivel de escolarización– están presas sin que eso signifique mejoras en la pacificación de la sociedad. Muy por el contrario, las cárceles son potenciadores de la violencia.

Del total de personas privadas de su libertad en 2020, los cálculos más conservadores muestran que en un 19% habían sido declaradas reincidentes y en un 8%, reiterantes.

La tasa argentina ronda las 235 personas presas cada 100.000 habitantes, cuando la media mundial es de 145, además con hacinamiento y condiciones inhumanas de vida. Sumado a ello, cerca de la mitad no tienen condena: esperan –presas– una sentencia que las declare culpables o inocentes. Esto es producto de un sistema de justicia que opta por el encarcelamiento como principal respuesta en lugar de explorar otras opciones más adecuadas o productivas, como la libertad vigilada, los servicios comunitarios o las penas económicas.

Por otro lado, del total de personas privadas de su libertad en 2020, los cálculos más conservadores muestran que en un 19% habían sido declaradas reincidentes y en un 8%, reiterantes . Esto significa que más de un tercio de la población penitenciaria había tenido contacto con el sistema penal o carcelario con anterioridad.

Prácticamente no existen en el país instancias que brinden alternativas para ganarse el sustento a quienes egresan de las unidades penales argentinas. Y la posibilidad de acceder a un empleo y sostenerlo en el tiempo es una de las variables que determina la interrupción del círculo vicioso de la reincidencia, como sostiene Marcelo Bergman.

Del mismo modo, falta apoyo a las familias de estas personas, incluso durante la privación de libertad, para que no vean comprometido su sustento o su subsistencia se convierta en dependiente de la actividad delictiva de otro integrante del entorno. El Estado puede recuperar la iniciativa para dar respuestas de esta y otras clases, aspirando a resultados casi inmediatos.

La política penitenciaria muestra altos niveles de reincidencia y reiterancia.

4. Prevención de la violencia institucional: un Estado que exige respuestas pacificadoras y también las ofrece

La máxima expresión de la variante de la violencia institucional en su modalidad de violencia policial, como son las muertes causadas por funcionarios del Estado, muestra datos preocupantes en Argentina. Solo en el área metropolitana de Buenso Aires, durante 2021, 93 personas perdieron la vida por causa de un arma empuñada por miembros de las policías o fuerzas de seguridad con actuación en ese territorio, según datos del CELS publicados este año.

Se han mostrado como factores determinantes de la perpetuación de la violencia policial ciertos aspectos de su formación y la portación de armas durante las 24 horas (el “estado policial”).

Formas no letales de la violencia policial, que comprenden torturas, detenciones arbitrarias y selectivas, maltratos físicos y verbales y afectación de derechos como el de protesta o libertad de expresión, forman parte del cúmulo de acciones estatales que deben abordarse.

Las respuestas que han mostrado mayor eficacia en la prevención de esta clase de violencias son las que ponen el foco en las conductas de perpetradores y perpetradoras y no (solo o primordialmente) en sus actitudes y que, además, entiende estas conductas no como casos aislados sino como prácticas que están presentes de forma sistemática en el accionar de agentes públicos.

Un delito urbano típico como los robos presentan en Argentina guarismos destacados: durante 2021, más de 390.000 hechos, que representan una tasa de 860,4 casos cada 100.000 habitantes, por encima del promedio regional.

Estas y otras formas de violencia institucional requieren apelar a avances en la ingeniería de las organizaciones, para facilitar el acceso a la justicia, generar instancias alternativas de gestión de los conflictos, capacitar a funcionarios y funcionarias al respecto y optimizar los sistemas de control, investigación y sanción.

5. Prevención de la violencia urbana: las ciudades y sus espacios públicos como lugares de convivencia y no de riesgo

Las causas y los efectos de las violencias son múltiples y variados, y se manifiestan en lugares, momentos y espacios (públicos o privados) distintos. Estas complejidades se expresan de manera particular en las ciudades.

La urbanización creciente que América Latina y el Caribe viven en la actualidad las ha llevado a constituirse en la segunda región más urbanizada de la Tierra, solo tras Norteamérica y por delante de Europa. Un 80% de la población latinoamericana vive en ciudades, donde se encuentran las mayores oportunidades, pero también los niveles de desigualdad más severos. Todo ello puede derivar, con facilidad, en situaciones de violencia. Por consiguiente, son necesarios diseños urbanos apropiados para generar territorios seguros. Un delito urbano típico como los robos presentan en Argentina guarismos destacados: durante 2021, más de 390.000 hechos, que representan una tasa de 860,4 casos cada 100.000 habitantes, por encima del promedio regional y con un aumento respecto del año anterior.

La vitalidad de las calles y los espacios públicos es crucial para la prevención de la violencia urbana, porque posibilita la autovigilancia. Aquí juegan un rol muy importante los gobiernos locales. La tranquilidad de las personas respecto de ser víctimas de la violencia aumenta cuando sienten que los lugares les pertenecen y se identifican con ellos. La vigilancia electrónica (videocámaras, etc.) no es una respuesta a la planificación insuficiente. El mobiliario urbano y la iluminación pueden colaborar en la prevención de situaciones violentas o delictivas.

Sin embargo, su sola incorporación al espacio público no basta. El mobiliario urbano o la vegetación mal instalados, que entorpecen la circulación o ahuyentan a transeúntes, así como la iluminación deficiente (en cantidad o calidad: no alcanza con un alto nivel de luminosidad), favorecen los problemas que se pretende evitar. En adición a esto, las personas se sienten más a gusto en espacios públicos diseñados a escala humana: las áreas demasiado amplias no favorecen la apropiación ni la sensación de contención. Así, es posible a través de la prevención situacional facilitar la evitación de actos violentos típicamente urbanos, como el acoso callejero, los robos, las riñas, etc.

La integración urbana, contemplando las condiciones del hábitat y sociales, son un eje de prevención. El Plan Abre que se implementó en Santa Fe es un ejemplo regional.

6. Prevención de la violencia juvenil: un freno a las carreras delictivas y al empleo de mano de obra fungible

La población joven suele ser señalada como protagonista de situaciones problemáticas y violentas. Sin embargo, las estadísticas criminales muestran que el rol preponderante de las juventudes en violencias y delitos es el de víctimas y no el de victimarias. Por ejemplo, en la Provincia de Buenos Aires durante 2021 solo algo más del 7% de los presuntos autores de homicidios dolosos fueron menores de 18 años.

No obstante, como se refiere en el apartado correspondiente, la población penitenciaria argentina está compuesta en su mayoría por jóvenes –entre 18 y 35 años–, que en una proporción considerable comienzan su contacto con el mundo del delito y la violencia durante su adolescencia.

Las organizaciones criminales se valen de mano de obra juvenil para la ejecución de los delitos en los eslabones más débiles y alejados de las cadenas que conducen.

En ese sentido, además, la atención debe posarse de manera prioritaria sobre la criminalidad organizada y los delitos de mercado. Las organizaciones criminales se valen de mano de obra juvenil para la ejecución de los delitos en los eslabones más débiles y alejados de las cadenas que conducen. Esto pone a las personas jóvenes en una situación de vulnerabilidad extrema, ya que son las que ponen el cuerpo, exponiéndose a ser detenidos o lesionados –o, aun, a perder su vida– para el enriquecimiento de sus jefes, que muchas veces ni siquiera conocen.

Además, no cuentan con protección, ya que su aporte resulta fácilmente reemplazable (por otros jóvenes). Esta es la dinámica en fenómenos tales como el robo de automotores, la distribución minorista de drogas ilegalizadas, la sustracción de teléfonos móviles, el contrabando, el cuatrerismo, la reducción de objetos de procedencia ilícita y los negocios ilegales desempeñados por las barras bravas del fútbol.

Es por todo esto que el análisis y el abordaje de factores que conduzcan a una mejor intervención desde la perspectiva social, la educativa y la psicológico-emocional debe tenerse como preferentes.

7. Prevención de otras formas de violencia

Otras formas de violencia están ganando lugar en la argentina contemporánea. Entre ellas, la violencia digital, expresada a través de las redes sociales; la violencia mediática, que se canaliza por los medios de comunicación masiva; la violencia escolar, con el grooming como expresión principal; la violencia ambiental, sobre la que comienza a tomarse conciencia de manera integral; la violencia obstétrica, forma especial de violencia contra la mujer; la violencia cultural, contra colectivos minoritarios vinculados con pueblos originarios, colectividades religiosas, comunidades de inmigrantes, etc. Estrategias específicas para su dimensionamiento adecuado, su abordaje y su tratamiento deberían ser incorporadas a los planes estatales para favorecer la convivencia pacífica de la sociedad.

El odio de los sectores populares

El odio de los sectores populares

Frustraciones, estatus denegado, crisis de representación. El autor ensaya una explicación de los odios en sectores populares que se tientan ante propuestas autoritarias que los denostan.
La sociedad bulímica que describió el criminólogo Jock Young: deglute y vomita desde el consumo.

Hay palabras que opacan, que invitan a malentendidos, que ponen las cosas en lugares donde no se encuentran, aplanan. Algunas de ellas son “sectores populares”, una expresión llena de deseo, que confunde ingenuamente la representación subjetiva con la propia realidad objetiva.

Durante mucho tiempo, para gran parte de las izquierdas y el progresismo, los “sectores populares” eran una reserva de solidaridad, vida simple y buenas intenciones. Una palabra encantada, que le agregaba un manto de compasión al derrotero de sus integrantes.

Pero desde hace unos cuantos años, las cosas no parecen tan evidentes. Los sectores populares han sido tomados por los individualismos, mezquindades y resentimientos que encontramos en otros sectores sociales. Seguramente los sectores populares o el “pueblo”, como también se le llama, nunca fue un bloque, pero hoy está muy lejos de serlo. 

VAYA POR CASO EL ODIO

El odio dejó de ser patrimonio de las élites, ya no es el sentimiento que una clase ejercía contra otra clase, que cultivaban las elites no sólo para reproducir las desigualdades de clase sino para tramitar sus temores.

Hoy día encontramos el odio, consignas hechas de odio, en todo el universo social, tanto en las elites, como en las clases medias y también en los sectores populares.

Estamos frente a un odio híbrido, heterogéneo, que está hecho con los aportes generosos de todas las clases, con los residuos morales que van arrojando distintos sectores de distintas clases, incluso de los llamados sectores populares.

Porque no sólo se trata del odio sino de otros sentimientos profundos, muy cercanos al odio, como, por ejemplo, el miedo, el resentimiento, las vergüenzas, la envidia, los celos, la ira. Un odio que irán aplazando en el tiempo, es decir, depositándolo en bancos de odio, para, el día de mañana, movilizarse y ensayar una respuesta a los problemas con los que se miden.

No sólo se trata del odio sino de otros sentimientos profundos, muy cercanos al odio, como, por ejemplo, el miedo, el resentimiento, las vergüenzas, la envidia, los celos, la ira.

El odio que se guarda sincroniza las acciones, es el insumo moral que actualizan los linchamientos, los casos de justicia por mano propia, los escraches, las quemas o destrozamientos intencionadas de vivienda con la posterior deportación de grupos familiares enteros del barrio, la lapidación de policías o incendios de patrulleros, la difamación pública, los saqueos colectivos, etc.

Basta echar una ojeada a las protestas vecinales cubiertas y producidas por Crónica TV todas las noches, para darnos cuenta, que detrás de las acciones disruptivas y punitivas de los sectores populares estuvo trabajando durante años el odio. 

El telón de fondo de ese odio no está compuesto por las grandes desigualdades sociales, es decir, por los contrastes abruptos que existen en la gran ciudad, entre ricos y pobres, sino, sobre todo, por las pequeñas desigualdades sociales.

CONSUMO Y CONFLICTOS

Como dijo Francois Dubet en su libro La época de las pasiones tristes, el mercado y el consumismo ha puesto a comparar constantemente a los integrantes de estos sectores. Un consumo financiado por sistemas usurarios y descontrolados que van endeudando a estos sectores, al tiempo que suman nuevas frustraciones y más angustias.

El consumo, entonces, es fuente de comparaciones constantes y nuevas envidias, que están en la base de muchos conflictos cotidianos que se tramitan a través de violencias interpersonales, y las habladurías que llegan con los procesos de estigmatización. 

Pero hay algo más detrás del odio o, mejor dicho, de la incapacidad para desactivar el odio: La crisis de representación.

Conviene no indignarse frente a estas violencias, hay que desentrañarlas para evitar que los conflictos continúen escalando hacia los extremos.

Si la política no puede estar cerca de estos sectores, agregar sus intereses, si la justicia tampoco puede o quiere canalizar sus problemas, si las policías no los cuidan, entonces, el odio, será un sentimiento que deberán mantener vivo, aprender a cultivar y guardar para, el día de mañana, más temprano que tarde, ensayar alguna de las respuestas que citábamos arriba.

Y más allá de que fallen en sus intenciones, que reproduzcan las condiciones para sentirse más inseguros, servirán por el momento como válvula de escape para liberar tensiones.

Llenar de patadas al ladrón que agarraron in fraganti, quemar la casa donde vive el supuesto violador, destrozar la vivienda del transa, matar al vecino que nos hostiga, se han convertido en los nuevos repertorios de acción punitiva que están a disposición de cualquiera que tenga la cabeza gatillada. En ellos no está en juego la justicia sino la seguridad: se trata de reponer umbrales de tolerancia. 

Conviene no indignarse frente a estas violencias, hay que desentrañarlas para evitar que los conflictos continúen escalando hacia los extremos.

Nota del editor: el autor, prolífico escritor y criminólogo, aceptó la propuesta de esta revista de escribir sobre el aparente crecimiento de las opciones de extrema derecha, también en los sectores populares expuesto a la violencia del crimen organizado. El texto de Rodríguez Alzueta fue producido en un contexto particular: el debate sobre cómo está creciendo la violencia en parte de la sociedad, quizá agitada por retóricas de odio. No ha sido la voluntad del autor, pero desde esta redacción pensamos que su texto también puede ser puesto a dialogar con otras notas que publicamos recientemente, que bucean en las márgenes de la violencia (Auyero y Fernández, dixit). Proponemos el ejercicio de revisarlo junto con otras dos notas recientes publicadas aquí: "La ardua reconstrucción de un lenguaje común", de Javier Franzé. Y "Cosechar comunidad", de Bárbara Pistoia. Disfruten.