Murió. Era un desinteresado de lo ideal. Su arte trata de hacer muy bueno lo bueno: «hacer una traducción de la belleza de lo posible», escribe la autora. Fue artesano de la nueva ola del cine francés, que renovó el séptimo arte. Anécdota contra la propiedad intelectual. Evocación del director en su muchas facetas.
Godard revolucionó el cine desde la voluntad de la acción.
1. PUENTES PARA INCENDIAR FORMAS
“Hay que intentar hacer una obra que estudie lo que hay entre la gente, el espacio, el sonido y los colores”, anhela el inolvidable Ferdinand Griffon, el Pierrot que hace carne Jean-Paul Belmondo. A regañadientes, el mismo personaje continúa su idea admitiendo que James Joyce lo intentó. Y en el remate de estas ideas encontramos el fruto noble del godardismo: “pero se puede hacer mejor”.
Dicen por ahí que lo ideal es enemigo de lo bueno. Jean Luc Godard era un desinteresado de lo ideal, desinterés que le hizo cosechar cantidad de críticas negativas y ramificación de detractores que lloraban por su torpeza, desprolijidad, mediocridad técnica. Pobres ellos, literales, amantes de una ficticia matemática de la estética.
Ese desinterés por lo ideal, Godard lo alimenta a conciencia y con sustancia. Empezando por hacer muy bueno lo bueno. Y esto es hacer una traducción de la belleza de lo posible. Una traducción que no pierda de vista, además, su firma. Porque también era un desinteresado de las falsas fraternidades, los falsos colectivos, la falsa uniformidad de las ideas y tendencias, de los últimos gritos de la moda.
Un desinteresado de los amantes de una ficticia matemática de la estética. Y esto no lo privó de fundar sus fraternidades, colectivos, ideas, tendencias, modas y una estética tan social que nadie no cumplió su sueño de sentirse alguna vez en una película de Godard caminando ciertas calles, oyendo ciertos discos, luciendo cierta ropa, estando apenas sentados en el sillón de casa bebiendo una copa de vino, fumando un puchito en el balcón. De la mugre cotidiana y su fugacidad, Godard hizo belleza registrada, autoerotismo, arte.
En cualquier tema o idea, Godard crea, gestiona, produce desde el “pero”. Y los “pero” tienen principalmente dos caminos: ser puente o ser puente prendido fuego. En él funcionaron así, para destruir toda forma.
Sin embargo, el fruto noble del godadirsmo no descansa en “se puede hacer mejor”, que anhela Pierrot. Está en el “pero”. El Godard cineasta, el Godard escritor, el Godard entrevistado, todos los Godard posibles, que fueron muchos aunque todos sostenidos en un hilo conductor que lo permite siempre ser reconocible a primera vista, lectura o escucha, opera en el campo de los “pero”. En cualquier tema o idea, Godard crea, gestiona, produce desde el “pero”. Y los “pero” tienen principalmente dos caminos: ser puente o ser puente prendido fuego. En él funcionaron así, para destruir toda forma.
Más aún, toda forma que, a la vista mayoritaria, se convirtiera en un punto de encuentro. Porque su salida al encuentro es marcar líneas divisorias, no ensamblarlas en el no borde de lo que no tiene riesgo. Tal vez por esto mismo se lo exalta siempre como un defensor de la libertad individual, lo que también aman criticar sus detractores, pero esas líneas funcionan más como un cerco. El cerco que necesita toda creación que se marea en emociones, porque si algo caracteriza su obra es el desnivel emocional, nunca carente de la cosa política, cosa y cruz política.
No se casa con ninguna domesticidad ni pleitesía. Donde muchos ven esa libertad individual desenfrenada, yo también dejo lugar para apreciar una solitariedad inevitable al que queda condenado todo aquel que padece de una inteligencia sensible mayor, la que te lleva a ver los bordes más que el centro. Porque el centro no es un punto posible sustentable en nuestra existencia mortal.
«Sin aliento», con Jean-Paul Belmondo y Jean Seberg estrenada en 1960, es la más influyente película de la Nouvelle Vague. Escena ícono de una década.
2. CIENTIFICO DEL TIEMPO
Si durante el siglo XX fue uno de los primeros, o el primero, en ser muy consciente de su tiempo y de sus posibilidades, trasladando todo el multiverso que entre las letras, las plásticas y las músicas empezaba a aflorar, vio rápido que el cine aún todavía andaba en carro.
Un gran error humano, cada vez más recurrente, ya casi cotidiano, es buscar la santificación de lo que hace, consume, adora. Esa idolatría de todo lo que hace, consume y adora, que hoy se utiliza tanto, además, como credenciales frente a los otros, olvida un principio fundacional para todo aquello que se fuerza bendición y no le escapara a su final maldito: cuando el humano se pone a santificar lo único que logra es aislar, enfriar, matar aquello que pretendía eterno, fértil.
El cine enfrentó la explosion del siglo XX siendo cada vez menos siglo XX en la pretensión de ser tratado como un espacio santo. Godard vino a patear esto y se nutrió de todo lo que iba encontrando. Tomaba para descartar o transformar, pero tomaba lo que el nuevo tiempo ofrecía y todo lo volvía fílmico. Bueno, una de sus grandes expresiones reza: “No es de dónde tomas las cosas, es a dónde las llevas”. Eso es lo que llaman desprolijidad: la pulsión de vida, el vivificar el cine. Al que elevó a una condición de arte, pero también lo plasmó como ciencia social. En ese acto, él apenas es un cineasta, se hace científico, como lo define Jean Douchet.
Hay dos historias que narran muy bien cómo se apegó a lo que los tiempos iban ofreciendo sin importar frente a quien quedaba enfrentado.
En el año 2010, leyó en el diario Liberation que un ciudadano francés, James Climent, debía pagar una multa de 20 mil euros por descargar 13.788 audios MP3. No solo salió a brindarle su apoyo, lo buscó, donó dinero.
Cuando en Francia quisieron agregar anuncios publicitarios durante las películas, ardió Troya. Todos los cineastas se unieron para quejarse y reclamar, para exigir moderaciones y respeto a sus piezas. Cuando Godard fue consultado no solo apoyó la iniciativa, también propuso que los anuncios debían ser interactivos con las películas: si hay que promocionar una marca de lavarropas, ese anuncio debe ir justo en una escena donde haya uno. Esta debería ser, también, la nueva forma de planear las escenas, pensando en los anuncios directamente dentro de ellas.
En el año 2010, leyó en el diario Liberation que un ciudadano francés, James Climent, debía pagar una multa de 20 mil euros por descargar 13.788 audios MP3. No solo salió a brindarle su apoyo, lo buscó, donó dinero. Aún permanece en línea el agradecimiento de Climent. A partir de ahí fue un arengador de la organización de aquellos blogueros que aparecían como Robin Hood mientras el mundo se acomodaba a un nuevo orden de tráfico. “Estoy en contra de la HADOPI, obviamente. La propiedad intelectual no existe. También estoy en contra de la herencia (de obras), por ejemplo. Los hijos de un artista podrían beneficiarse de los derechos de autor del trabajo de sus padres hasta que cumplen la mayoría de edad. Pero, después, no me queda claro por qué los hijos de Ravel deben de obtener ganancias del Bolero”. Una vez más: pero.
Su fallecimiento a los 91 años no sorprende. La edad vuelve esperable ciertas noticias. Pero hay nombres que ni siquiera ya se miden en sí están o no en este plano nuestro. Siempre están, siempre dicen. Seguirán estando, seguirán diciendo. Mientras se despide el cuerpo, muchos estarán apenas llegando a esas obras y estarán viendo con nuevos ojos el viejo mundo y el actual también. Hay muertes que no sorprenden en su edad, pero que irrumpen en el día y nos sirven como un repaso fugaz de lo mucho que nos han puesto a pensar. Y en ese gesto tan anclado al acá, al ahora, nos permitimos el extraordinario deleite en nuestra contemporaneidad y hacemos propia la ciencia de Godard.
Las cámaras de seguridad se han vuelto una presencia constante y extendida en nuestro paisaje urbano. Gian Guido Nobili nos advierte sobre sus potencialidades, riesgos y limitaciones al momento de encarar una política integral y eficaz de seguridad.
En la
Argentina acostumbramos discutir sobre políticas de seguridad como de fútbol,
con más emoción que información empírica. Predomina el componente ideológico.
Las políticas preventivas basadas en los expandir derechos sociales son
correctas según una perspectiva progresista. Las políticas preventivas basadas
en mayor vigilancia son las adecuadas desde una retórica en la que predomina un
control eficiente para el derecho a la propiedad. Lo cierto es que
cotidianamente conviven, mientras gana terreno el uso de la tecnología y la
videovigilancia, cada vez más barata.
Buscando más claridad dialogamos con Gian Guido Nobili, director del Foro Italiano de Seguridad Urbana, jefe de seguridad Ciudadana y Legalidad de la región Emilia-Romagna. Pero en lugar de aportar certezas tranquilizadoras, cuestiona uno de los objetos de deseo más frecuentes entre los demandantes de seguridad: “La videovigilancia parece resultar escasamente eficaz para reducir la criminalidad en los centros urbanos y en zonas residenciales, y, en contrapartida, consigue los mejores resultados en espacios relativamente limitados y con un acceso controlado. Influye escasamente en los delitos relacionados con el consumo de alcohol y los actos de violencia no deliberados, mientras que arroja mejores resultados en delitos con un mayor grado de premeditación”.
Lo cierto es que la oferta genera demanda: los promotores de las compañías que producen tecnología de vigilancia cada vez más barata ofrecen soluciones a la preocupación ciudadana difíciles de rechazar. Mientras, se adhiere acrítica a la fantasía del control virtual ofrendando su privacidad. Nobili, en conversación con La Vanguardia, nos ayuda a revisar algunas categorías rígidas y analizar la prevención integrando estrategias.
«El uso del espacio público influye de manera contundente sobre la percepción de seguridad. Sabemos que los espacios públicos muy poco utilizados y desolados provocan miedo».
¿Las políticas de seguridad
ciudadana y prevención se parecen cada vez más en gobiernos progresistas y conservadores?
El hecho de que las medidas tradicionales, tanto disuasivas como rehabilitativas, no hayan demostrado ser eficaces en contrastar el crecimiento de la criminalidad y de la tasa de encarcelamiento, ha causado al final del siglo pasado la búsqueda de nuevas estrategias. Consecuentemente, de nuevos actores y nuevos contextos por la realización de actividades preventivas.
Sin duda, cuando se desarrollaron las primeras medidas de prevención en Europa, surgieron dos modelos de prevención muy distintos según el enfoque político. Mientras en la Europa del Sur, bajo la influencia de un modelo francés de prevención promovido en principio en particular por los alcaldes socialistas, se acentuó hasta algún tiempo atrás la prevención social y comunitaria. En el contexto inglés, hegemonizado por un enfoque conservador, se dio siempre más relevancia a la prevención situacional y al conjunto de las medidas de carácter social-comunitario que confluyen bajo el concepto de community safety.
El primer modelo refuerza la cohesión social abordando las vulnerabilidades
de los grupos sociales urbanos marginados o excluidos y contribuye a disminuir
las brechas sociales. La prevención social
busca también fortalecer las instituciones democráticas y la defensa de los
derechos de los ciudadanos a través de la participación y la
corresponsabilidad.
El
segundo modelo de la prevención situacional, que se
afirmó en los años ochenta del siglo pasado en el Reino Unido, prioriza las características físicas o ambientales que propician la
violencia. Se basa en el principio de que la vigilancia natural de los espacios
a cargo de los mismos vecinos permite obstruir la comisión de delitos al
reducir las oportunidades de los delincuentes potenciales. A la vez, pone
énfasis en las circunstancias ambientales que favorecen la perpetración de
delitos. La prevención situacional se articula con las políticas urbanas de
mejoramiento de la infraestructura básica, los
espacios públicos y barrios. Es esencialmente disuasoria.
Sin embargo, la distinción entre estos dos modelos ahora es más imprecisa
y creo que se puede reconocer una homogeneización a nivel europeo de una
extrema relevancia de la prevención situacional y la declinación de la
prevención social, tanto en el discurso como en las prácticas.
¿Por qué hay un predominio
de las políticas ambientales?
A nivel mundial las ciudades se enfrentan a importantes desafíos y
amenazas como el terrorismo y el crimen organizado, pero también a los actos
incivicos, a los delitos definidos menores y a los nuevos riesgos para la
salud, que afectan a la sensación de seguridad de los ciudadanos.
Estos retos perjudican la vitalidad y la seguridad de los espacios públicos
urbanos y amenazan el bienestar de las poblaciones. En este contexto, el miedo a la inmigración, el aumento de
la diversidad, el crecimiento de la polarización social y económica, la
privatización y la fragmentación del espacio
público nos llaman a desarrollar «la
capacidad de vivir con la diferencia».
Este factor se pone como la cuestión
clave de nuestro tiempo.
Los espacios públicos son lugares donde conviven diferencias, emociones, espontaneidad, diversión
e incluso imprevisibilidad; donde diversas
poblaciones se unen, coexisten e interactúan en encuentros inciertos. En los
espacios públicos se combinan con presencia y
proximidad física con relativo anonimato.
El uso del espacio público influye de manera contundente sobre la percepción de seguridad. Sabemos que los espacios públicos muy poco utilizados y desolados provocan miedo. A diferencia de otros bienes públicos, donde cuánto más otros los utilizan menos valor tiene para el individuo, el espacio público no sufre la congestión de la misma forma, de modo que un determinado uso puede ser beneficioso para todos. No obstante, existen puntos de quiebre cuando los espacios públicos son dominados por ciertos grupos, lo que los hace menos acogedores para los demás. Además, las políticas de seguridad ciudadana en los espacios públicos a veces pueden generar conflictos con otros bienes públicos o privados.
En las últimas décadas, muchas autoridades tanto locales como
estatales han tratado de fortalecer la seguridad en los espacios públicos a
través de varias estrategias de prevención situacional de la criminalidad y
mantenimiento del orden, pero al hacerlo o intentarlo de manera exclusiva
corren el serio riesgo de convertir estos espacios en zonas estériles, en
fortalezas excluyentes.
Además, existe una tendencia general de las políticas públicas a nivel mundial a preferir las soluciones tecnológicas, es
decir, el hardware, a las soluciones humanas con respeto al tema de la
seguridad ciudadana y a la preocupaciones de las comunidades, con menos
preocupación por la intersección entre los procesos sociales y tecnológicos.
«La videovigilancia parece resultar escasamente eficaz para reducir la criminalidad en los centros urbanos y en zonas residenciales, y, en contrapartida, consigue los mejores resultados en espacios relativamente limitados y con un acceso controlado».
¿Las cámaras y los centros de monitoreo están
sobrevalorados como la
respuesta prioritaria a la seguridad?
Comúnmente
se tiende a confundir los conceptos de la función de disuasión (deterrence) y de detección de la
videovigilancia. La primera se refiere a la capacidad del instrumento de
prevenir el delito y la segunda, a la capacidad del instrumento de identificar
al autor del delito cuando ya fue cometido. La primera es una función típica de
las políticas locales de seguridad ciudadana, la segunda, de detección, es una
función típica de las políticas nacionales de seguridad.
Los
estudios científicos más rigurosos desarrollados a nivel internacional muestran
que tanto en los centros urbanos como en los transportes públicos los efectos
varían según la tipología de delito que se desea prevenir o contrastar. En
general los resultados son tendencialmente modestos. Se asiste a una baja
contenida de la delincuencia, estadísticamente poco significativa. Sólo en los
estacionamientos de coches se asiste a una drástica reducción de la
delincuencia, estadísticamente significativa, con una contracción importante de
los robos sobre los vehículos. La reducción se refiere sólo a este tipo de
delitos y no al total de la delincuencia.
La
videovigilancia parece resultar escasamente eficaz para reducir la criminalidad
en los centros urbanos y en zonas residenciales, y, en contrapartida, consigue
los mejores resultados en espacios relativamente limitados y con un acceso
controlado (los aparcamientos de coches, hospitales, centros comerciales,
etc.). Asimismo, influye escasamente en los delitos relacionados con el consumo
de alcohol y los actos de violencia no deliberados, mientras que arroja mejores
resultados en delitos con un mayor grado de premeditación. Otros estudios
también señalan la presencia de un «efecto halo» (es decir, la reducción de la
criminalidad en áreas colindantes) y, con menor frecuencia, un desplazamiento
de los delitos. Las características técnicas de cada sistema concreto parecen
ejercer una influencia marginal, ya sea en positivo o en negativo, sobre la
eficacia del mismo.
En todo
caso parece que la videovigilancia es más eficaz en contener los delitos contra
la propiedad privada. En este sentido, los delitos de tipo instrumental como
los robos o los atracos, que regularmente descienden de motivaciones
oportunistas, resultan influenciados por la presencia de las cámaras, mientras
en los delitos de tipo expresivo, que nacen de acciones impulsivas, (como las
agresiones o el vandalismo contra bienes públicos) los beneficios son bastante
reducidos.
Los
efectos de los sistemas de videovigilancia son más prometedores si se pasa de
la prevención del crimen a la investigación criminal, en esta diferente
perspectiva estos sistemas se presentan como una herramienta más valiosa para
buscar evidencias una vez que se ha cometido un delito, sin embargo, también
hay estudios recientes que cuestionan estas específicas conclusiones.
Las cámaras de seguridad son muy
solicitadas, posiblemente asociadas con el deseo de
la vigilancia absoluta: ¿logran alcanzar los resultados o al menos a satisfacer
las expectativas ciudadanas?
Según las conclusiones de encuestas de victimización y otros
estudios de investigación, hay escasas pruebas de que la videovigilancia
reduzca el miedo a la delincuencia.
La videovigilancia no desempeña una función relevante frente al miedo a la
delincuencia. En efecto, quienes son conscientes de la presencia de cámaras
admiten mayores niveles de temor que quienes no son conscientes de ellas. La
presencia de videovigilancia en una zona
aumenta la inquietud sobre la delincuencia, quizás debido a que la supuesta
necesidad de estos sistemas hace parecer la zona más problemática de lo que los
residentes pensaban en un primer momento.
En conclusión, la mayoría de las encuestas más rigurosas realizadas al público en
todas las áreas cubiertas por los sistemas de videovigilancia estudiados, pusieron de manifiesto la escasez de indicios
de que se hubieran producido cambios significativos en el comportamiento de los
sujetos o bien en los niveles de temor o preocupación por la delincuencia.
Según Kevin Haggarty, un criminólogo canadiense que escribe sobre
temas de vigilancia, tal vez uno de los mitos más seductores que debamos
cuestionarnos sea la suposición, aparentemente tranquilizadora, de que existen
«soluciones de vigilancia» para afrontar problemas sociales.
«El operador humano a menudo constituye un escollo clave en los sistemas de videovigilancia, ya que tiene que ocuparse de las cantidades ingentes de información proporcionada».
El abaratamiento de las cámaras de seguridad y de los software analíticos de imágenes los hace más accesibles: ¿A qué tipo de problemas de seguridad deben orientarse?
Los importantes avances tecnológicos de los últimos años también
han afectado a la videovigilancia, que rápidamente se está volviendo
«inteligente». El operador humano a menudo constituye un escollo
clave en los sistemas de videovigilancia, ya
que tiene que ocuparse de las cantidades ingentes de información proporcionada.
En la mayor parte de los casos, la gran cantidad de cámaras hace que resulte
imposible para los oficiales de policía poder ver todo el material en tiempo
real.
Por ello las empresas de desarrollo tecnológico han intentado
producir sistemas inteligentes. Elaboran herramientas que podrían asistir al
operador a la hora de seleccionar las pantallas en las que se producen
incidentes. En la actualidad, las cámaras controladas por ordenador son capaces
de identificar, rastrear y clasificar objetos en su campo visual. El análisis
del contenido del vídeo es capaz de analizar automáticamente el material, detectar y
determinar actos basándose en más de una imagen.
El análisis del contenido del vídeo también puede rastrear
personas en un mapa calculando su posición a partir de las imágenes, conectar
muchas cámaras y rastrear a una persona a través de un recinto, haciendo
posible el seguimiento del sujeto sin tener que analizar cientos de horas de
filmación. Hay una diferencia significativa entre el tratamiento de datos
dentro de las cámaras y el realizado por un servidor central.
Otro tipo de software que se usa en los sistemas de videovigilancia en varios países es el Reconocimiento Automático de Matrículas (ANPR, por sus siglas en inglés). Esta tecnología utiliza cámaras para leer y almacenar los números de matrícula de los vehículos que pasan, mediante un software de reconocimiento de patrones. Es capaz de captar imágenes de una gran cantidad de vehículos y alertar a la policía sobre vehículos o propietarios registrados perseguidos por algún delito.
En el Reino Unido estas grabaciones se almacenan en el Centro Nacional de Datos ANPR y luego se cruzan con una variedad de bases de datos, incluido el Registro Informático de la Policía Nacional, los sistemas locales de inteligencia y la Agencia de Licencias de Conductores y Vehículos. Se pueden almacenar cerca de 50 millones de matrículas por día en el Centro de Datos ANPR. El ANPR registra datos de todos los vehículos, no sólo aquellos implicados en un delito. Los datos recabados permanecen almacenados durante cinco años.
Las cámaras detectan imágenes o matrículas y en algunos casos una fotografía nítida del conductor. Hay que agregar que los opositores como Privacy International han criticado el almacenamiento de imágenes sin consentimiento cuando no se ha cometido ningún delito. En algunos países, como Italia, este sistema proporciona también información sobre si se han pagado seguros de los autos o cuándo se realizó la última verificación técnica.
De esta manera, el desarrollo de inteligencia en los sistemas de videovigilancia,
puede facilitar la obtención de pruebas, la gestión de incidencias y la
reducción del delito, más que todo situacional, ya sea mediante la prevención o
por la vía de la disuasión.
Todos estos sistemas del futuro traerán consigo problemáticas
particulares respecto de la respuesta policial y la sensación de seguridad de
las personas; pero también podrían repercutir en la percepción de intromisión
por parte del gobierno en la vida privada.
Si la eficiencia del monitoreo con
cámaras es limitada, ¿por qué cree que sigue expandiéndose?
Al observar los usos diferentes de la videovigilancia
y la evolución histórica de estos sistemas en los distintos países, se pueden
identificar algunas variables que permiten explicar la demanda de videovigilancia por parte de la asociación de ciudadanos.
El hecho de que otras ciudades ya utilicen tecnologías como la videovigilancia puede ser un factor que determine la decisión de adherirse a ellas. En un territorio dado, la presencia de videovigilancia puede ejercer presión en otros territorios cercanos para instalarla en el mismo lugar. Las ciudades o los diferentes barrios de una misma ciudad no desean quedarse rezagadas: un funcionario local puede que no quiera dar la impresión de que no hace todo lo que esté a su alcance, incluido el uso de tecnologías de punta, para brindar seguridad a los ciudadanos locales. Más allá del mimetismo o de la posible información sobre buenas experiencias, existen casos en los que las autoridades locales se ven obligadas a ponerse al día, en especial cuando deben evitar el efecto del desplazamiento en sus territorios. Por ejemplo, si en los municipios aledaños se ha instalado un sistema de videovigilancia, es posible que algunos actos no deseados se desplacen al municipio cercano que no cuente con dicho sistema.
Además, hay que considerar que la oferta crea su propia demanda, entonces no podemos subestimar el papel de los actores privados. Las ofertas que realizan las empresas privadas de seguridad a centros comerciales, edificios públicos y al transporte público también pueden identificarse como un factor que ha contribuido a la utilización de tecnología de vigilancia y a reforzar la demanda por parte de la asociación de ciudadanos. Los fabricantes han vendido, y quizás en exceso, sistemas de videovigilancia, dispuestos a rentabilizar los temores de las personas y la preocupación de los políticos por dar con la «panacea» capaz de aplacar al electorado angustiado por la delincuencia callejera y de proporcionar «resultados» rápidos, bajo la forma de cámaras.
«Los fabricantes han vendido, y quizás en exceso, sistemas de videovigilancia, dispuestos a rentabilizar los temores de las personas y la preocupación de los políticos por dar con la «panacea» capaz de aplacar al electorado angustiado por la delincuencia callejera y de proporcionar «resultados» rápidos, bajo la forma de cámaras».
¿Llegó el momento de empezar a retirar cámara?
Desde mi punto de vista, sugerir que la videovigilancia es un
fracaso resulta igual de engañoso que escuchar las voces excesivamente
triunfalistas que desde el sector de las empresas de seguridad trompetean su
éxito incuestionable.
Teniendo en cuenta que la tecnología proporciona a las autoridades
locales y regionales nuevas herramientas y oportunidades, los sistemas de videovigilancia
deben ser integrados en una estrategia de seguridad urbana local, inclusiva y
de varias agencias, que aborde las complejidades subyacentes a la inseguridad
ciudadana y no se reduzca a una mera gestión técnica del riesgo.
En este sentido, es importante destacar que la videovigilancia
no debería considerarse una solución en sí misma, sino más bien una de tantas
herramientas que se utilizan para implementar la estrategia general de
seguridad ciudadana. La instalación de un sistema no constituye un fin en sí
mismo y su instalación se justificará si el equipo se estima
«necesario». La videovigilancia no
es más que una herramienta: exige la
intervención del ser humano, adecuadamente
preparado y entrenado, para funcionar con el máximo nivel de eficacia y hay
también que agregar que los problemas que ayuda a resolver son muy complejos.
En este sentido, también es necesario fomentar una mayor concientización de
la clase política y de las comunidades
locales: reducir y prevenir el crimen no es tarea fácil. Una solución mal planificada, desproporcionada o inadecuada, muy difícilmente
va a funcionar a pesar de las inversiones económicas y humanas que se puedan
eventualmente activar.
Como se indicó en la “Carta para el uso democrático de la
vigilancia por vídeo” del Foro Europeo para la Seguridad Urbana, la pregunta
clave no debe ser «queremos instalar el sistema de videovigilancia,
¿cómo podemos justificarlo?», sino más bien: «¿cuál es la solución
más adecuada a este problema de seguridad?».
Asimismo, es importante subrayar que el despliegue de un sistema
de videovigilancia debe ser adecuado y proporcionado al problema
identificado. La proporcionalidad es, por encima de todo, la adecuación entre
los objetivos definidos y los medios empleados para lograrlos. Finalmente, el
equilibrio y la adecuación exigen que los sistemas de videovigilancia no sean la única respuesta desarrollada para la prevención
del delito, sino que formen parte de un plan
de seguridad general e integral capaz de tomar en cuenta todos los elementos
del contexto ambiental, social y económico.
Los incendios en el Delta del Paraná destruyeron 1 millón de hectáreas. Tenemos responsabilidad como humanos por el impacto ambiental. Hay instrumentos políticos para frenar la tragedia. Tenemos que trabajar todos en conjunto.
La superficie quemada equivale a 55 veces una ciudad grande como Rosario.
La crisis ambiental es una crisis de nuestra civilización generada por el modelo de desarrollo económico.
Las problemáticas ambientales, como el cambio climático, la sobreexplotación de recursos o la contaminación que más se evidencian a niveles locales y regionales, son consecuencias del modelo de desarrollo que usufructúan unos pocos con recursos que son de toda la humanidad.
Este modelo de explotación ha degradado los tejidos sociales y vinculares de nuestras sociedades del sur global, producto de un sistema inequitativo que genera cada vez más exclusión.
El desafío que tenemos como humanidad no es privativo de las políticas públicas. Nos obliga a repensarnos desde el lugar que ocupamos.
La crisis ambiental es una crisis de nuestra civilización generada por el modelo de desarrollo económico.
Nos enfrentamos a una crisis ecológica sin igual producto de la relación que establecemos con la naturaleza desde la modernidad. Muestras sobran: los incendios permanentes y continuos de los últimos tres años en los humedales pertenecientes a la zona centro de nuestro país.
Tratar a la naturaleza como mercancía trae consecuencias graves. Las provincias que comparten este tesoro natural que son los humedales, hoy padecen riesgos que traerán consecuencias incalculables en el futuro: no solo en la salud de las personas sino en el sostenimiento de una calidad de vida óptima y un desarrollo económico equilibrado.
INCENCIANDO EL EQUILIBRIO NATURAL
Los humedales son una pieza clave en el gran equilibrio natural que el mundo necesita.
Tienen una capacidad incalculable para absorber dióxido de carbono (principal gas que impacta en el cambio climático global). Tienen aspectos y morfologías particulares. Se caracterizan por ser tierras en condiciones de inundación o saturadas por el agua. A todos los determina un mismo factor: el agua, que define sus características físicas, vegetales, animales y sus relaciones. Por lo tanto, las especies que lo habitan son aquellas que se adaptan a estas condiciones.
En la Argentina los humedales representan aproximadamente el 22% de la superficie.
Podemos encontrarlos a lo largo y a lo ancho, en climas diversos y en paisajes totalmente opuestos. Tenemos los humedales de Península Valdés en Chubut (declarada Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO), Laguna de los Pozuelos en Jujuy, Palmar de Yatay en Entre Ríos, Lagunas y Esteros del Iberá en Corrientes o la Reserva Ecológica Costanera Sur, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (destacada por ser una reserva urbana).
Desde el 2020 no dejaron de arder casi sin interrupciones más de 1.000.000 de hectáreas del delta del Paraná
Hay dos en los que se debe poner especial atención dado su estado de riesgo porque atesoran recursos naturales de interés de cara al futuro: los humedales Los Salares que contienen litio y los humedales AltoAndino amenazados por la megaminería.
LA TRAGEDIA
Pero quizás los humedales más tristemente conocidos en los últimos tiempos son los del Delta del Paraná.
Es un ecosistema generoso que se extiende en 17.500 km2 en las provincias de Entre Ríos, Buenos Aires y Santa Fe. Dador natural de bienestar y equilibrio a más de 15 millones de personas. Además, regulan inundaciones, depuran agua, retienen sedimentos, carbono y xenobióticos, forman suelos y proveen alimentos, maderas y fibras. Esta zona representa además una muy variada diversidad biológica.
Desde el año 2008-2009 una ola de numerosos focos de fuego se detectó en esta zona arrasando con miles de hectáreas y junto con ellas cientos de miles de especies de flora y fauna. Ese año marcó un hito: se desarrollaron herramientas de gestión para reconducir esta catástrofe y que lograron detenerla durante casi 6 años consecutivos.
La ley de bosques nativos no presenta resultados concretos en cuanto a la preservación y el destino de fondos nacionales que desarrollen acciones de preservación y protección de los mismos en nuestro país.
Pero la pandemia trajo nuevos intentos de destrucción intencionales sobre este ecosistema.
Desde el 2020 no dejaron de arder casi sin interrupciones más de 1.000.000 de hectáreas del delta del Paraná. Un registro histórico de fuego permanente que arrasa día a día con más y más superficie de estos territorios, llenando de humo y de hollín el entorno, especialmente el de la ciudad de Rosario, complementando y exponenciando enfermedades respiratorias y malestar en medio de una pandemia que ataca el sistema respiratorio.
El humo y la contaminación afectan a amplias zonas del país.
LEY DE HUMEDALES, YA
La Ley de humedales sigue siendo una deuda pendiente en nuestro país y con ello la discusión sobre el ordenamiento territorial del sector, la coordinación interjurisdiccional entre las provincias afectadas y las decisiones políticas necesarias para atacar la causa de este problema: los motivos reales por los cuales se originan estos incendios.
¿Podemos producir en estas tierras? ¿Como? ¿De qué forma?
La Argentina ya cuenta en materia legislativa y de gestión con herramientas para accionar sobre estos temas. Los espacios de coordinación nacional como son el COFEMA y el PIECAS lograron resultados visibles en aquel trágico 2009. Detuvieron las quemas y avanzaron en acuerdos interprovinciales de gestión.
También tenemos la Ley de bosques nativos que no presenta resultados concretos en cuanto a la preservación y el destino de fondos nacionales que desarrollen acciones de preservación y protección de los mismos en nuestro país. Deudas de relevamiento e información respecto a otro de nuestros tesoros naturales a lo largo y ancho de la Argentina.
Poner límite a la frontera agropecuaria es un desafío de cara al futuro, donde la crisis vinculada a la producción de alimentos que se necesitará para abastecer a una sociedad que evoluciona y crece exponencialmente.
Frente a la catástrofe ya consumada las autoridades nacionales no pueden ni ejecutan un plan de manejo del fuego acorde a las dimensiones de la gravedad y urgencia que demanda el ecocidio en el delta del Paraná. Muy por el contrario. Se detecta mayor presencia de ganado año tras año. Se postulan terrenos para la venta. Los emprendimientos inmobiliarios y los propietarios de la zona aún permanecen ilesos de los delitos ambientales ocasionados (ley N° 10.000 de Intereses Difusos).
¿Y LOS COMPROMISOS FRENTE AL CAMBIO CLIMÁTICO?
Entender que las protecciones de estos recursos son fundamentales también para potenciar y conservar la producción de nuestro país es clave para destrabar una inútil discusión que no avanza en los poderes legislativos.
El cambio del clima se profundizará ocasionando innumerables consecuencias en las condiciones meteorológicas que históricamente han permitido que la Argentina y especialmente la zona centro de nuestro país sea un motor productivo de alto rendimiento.
No hay producción agropecuaria posible sin la conservación de los ambientes naturales reguladores por excelencia. Sus servicios ambientales incluyen la protección contra inundaciones y regulan sequías extremas para esta zona.
Cientos de especies amenazadas.
Poner límites a la frontera agropecuaria es un desafío de cara al futuro. La crisis vinculada a la producción de alimentos que se necesitará para abastecer a una sociedad que evoluciona y crece exponencialmente.
La Argentina ha firmado compromisos vinculados a la lucha contra el cambio climático. Nuestro país posee una ley nacional vinculada al tema, así como la provincia de Santa Fe particularmente. Los avances en materia legislativa son opuestos al accionar de los poderes ejecutivos.
Hoy más que nunca hay que trabajar para detener este ecocidio que ya consumió el equivalente a 55 ciudades de Rosario. Dejar de distribuir responsabilidades y competencias, debe ser el próximo paso. Hacer cumplir las normas, es obligación. Convocarnos a trabajar en pos del futuro, dejando las diferencias a un lado, es la salida a esta catástrofe nunca antes vista.
Danilo Martuccelli es uno de los sociólogos latinoamericanos más destacados, su producción indaga diferentes aspectos de la sociedad contemporánea y propone una mirada heterodoxa de la teoría social. Sobre su último libro, conversó con Ignacio Trucco para La Vanguardia.
Para los interesados en el estudio científico de la sociedad, probablemente sea una condición general, el estar a la expectativa de nuevas lecturas que permitan un cambio en el observador capaz de modificar la naturaleza de aquello que se somete a estudio. El enriquecimiento de conceptos, la articulación de elementos inconexos, la apertura de nuevos territorios, el redimensionamiento de hechos y procesos históricos, etc. son experiencias estimulantes que ofrece la lectura de Introducción heterodoxa a las ciencias sociales, de Danilo Martuccelli (Siglo XXI, 2020).
Se trata de una introducción que, en rigor, busca explicitar un criterio de lectura, compuesto por diferentes tesituras sobre el desarrollo de la era moderna y de los modos en que fue comprendida e interpretada en su proceso de desarrollo. En rigor, constituye un ensayo en el que el autor proyecta una resignificación de este momentos de la historia, abandonando la unilateralidad de las hipótesis proyectadas desde aquellos espacios que lo lideraron a partir del siglo XVIII, incluso situando el proceso de modernización en un plano de cierta conmensurabilidad con las civilizaciones de la antigüedad, mostrando cómo todavía marcan con su huella los rasgos del presente.
Pero uno de los aspectos más interesante del ensayo se encuentra probablemente en que trata de evitar con su crítica arrojar el niño con el agua de la bañera. Es decir, caer en una negación oblicua de la modernización como proceso histórico civilizatorio, que se sustenta en una peculiar forma de universalidad muchas veces difícil de definir con claridad. En dicho marco la experiencia de percibir formas futuras y variadas de modernización se convierten en una tarea explícita y estimulante que, al menos para América Latina, constituyen una tarea filosófica y sociológica de primer orden.
En esta entrevista para La Vanguardia con el autor repasamos las tesis principales contenidas en la obra y las discusiones que intenta dar.
Este podría ser el punto de llegada de la entrevista, de hecho recién en el sexto y último capítulo del libro Introducción heterodoxa a las ciencias sociales el tema es tratado. Sin embargo, me gustaría tomarlo como punto de partida, ya que lo considero un horizonte conceptual de primer orden, y ello quizá nos permita profundizar de un modo más directo en sus implicancias. Concretamente, usted introduce un concepto que no es estrictamente nuevo pero que ha sido poco explorado: la idea de múltiples modernidades, expresión inmediatamente sugerente ante el extendido sentido común que establece una estrecha equivalencia entre modernidad, ilustración, cultura europea noroccidental de tradición protestante, siguiendo la estela weberiana, y capitalismo con predominio británico y estadounidense ¿Qué significa, en este contexto, la idea de múltiples modernidades?
La noción fue propuesta por Samuel N. Eisenstadt en el año 2000, y desde entonces ha sido diversamente reformulada (Charles Taylor habla de alter-modernidades) o prolongada en varios otros trabajos acerca de las entangledmodernities (las modernidades entrelazadas). A pesar de las críticas, a veces justas, que la noción ha recibido, es importante reconocer su novedad y fuerza heurística en relación con el pasado.
Como lo señala en su pregunta, en las ciencias sociales se impuso tempranamente la representación de una modernidad, un proceso de modernización. Todas las teorías sociales denominadas clásicas suscribieron a este modelo. La modernización, más allá del uso específico del término, se asoció con el papel dirigente de las burguesías nacionales, la industrialización y el capitalismo, la expansión progresiva de los poderes infraestructurales de los Estados. La sociedad moderna fue asociada con un conjunto limitado de dimensiones institucionales (mercado, Ilustración, individualismo, modernismo cultural, etc.). En ambos casos, como lo indica justamente en su pregunta, la realidad social de ciertos países, sobre todo algunas sociedades europeas (Inglaterra, Francia, Alemania) y los Estados Unidos fueron considerados como los únicos modelos posibles.
«La importancia de la noción de modernidades múltiples debe entenderse sobre el telón de fondo de esta historia. Por primera vez se impuso claramente otro modelo de análisis: diversas modernidades, varias modernizaciones. Se reconoció, mucho mejor que en el pasado, la existencia de una pluralidad de vías exitosas de modernización (lo que se ha teorizado, por ejemplo, a través de los diversos capitalismos)».
La crisis del liberalismo en las primeras décadas del siglo XX, la Revolución rusa y los regímenes fascistas modificaron los términos de la ecuación. Aunque hubo que esperar hasta la década de 1960 para disponer de una teorización satisfactoria de la diversidad de los procesos, lo esencial del siglo anterior se analizó a través de una nueva ecuación: una modernidad, varias vías de modernización.
En simple: si el “punto de llegada” siguió siendo la sociedad moderna y el conjunto específico de sus instituciones (lo que se caracterizó en el periodo por lo general como la “sociedad industrial”), se reconoció la existencia de una pluralidad de vías de modernización (capitalismo, comunismo, revoluciones “desde arriba”, regímenes autoritarios modernizadores, etc.).
La importancia de la noción de modernidades múltiples debe entenderse sobre el telón de fondo de esta historia. Por primera vez se impuso claramente otro modelo de análisis: diversas modernidades, varias modernizaciones. Se reconoció, mucho mejor que en el pasado, la existencia de una pluralidad de vías exitosas de modernización (lo que se ha teorizado, por ejemplo, a través de los diversos capitalismos).
Pero, se reconoció sobre todo y esto fue una novedad, la existencia de varias sociedades modernas: o sea, de configuraciones institucionales muy distintas entre sí. Si los desafíos eran similares, las respuestas institucionales aportadas y buscadas por las distintas sociedades podían ser muy diferentes entre sí. Las modernidades (y no solo la modernización) se volvieron múltiples.
Este es el universo heurístico dentro del cual se libran los grandes conflictos de interpretación contemporáneos en lo que atañe a los fenómenos modernos. En concreto: se deshace la idea de la existencia de un solo “punto de llegada” (“la” modernidad –sobreentendida occidental) y se reconoce la pluralidad de configuraciones institucionales modernas.
Otra de las ideas importantes que están incorporadas en la obra puede ser definida, o al menos así lo interpreto yo, que la descomposición de la modernidad unívoca no solo es un problema de un sociólogo o filósofo particular. Por el contrario, se trata sobre todo de un proceso histórico general en la que la realidad misma va desmintiéndola, corriendo un velo ideológico, que, en todo caso, luego los sociólogos o filósofos explicitan. ¿Cómo podrían resumirse retrospectivamente esos grandes movimientos históricos que tienen por función develar un sentido de la modernidad más amplio y plural?
La historia intelectual de la modernidad es inseparable de la historia social y sobre todo de la geopolítica de los siglos XIX y XX. Sin menoscabo de la autonomía relativa de las ciencias sociales, en este ámbito, tal vez mucho más que en otros, la dependencia de las ideas con los entornos de poder es decisiva.
Esto explica la manera en que los problemas fueron planteados. Dada la superioridad económica y militar que alcanzaron ciertas sociedades occidentales modernas a lo largo del siglo XIX y que lograron mantener con diversas modalidades coloniales o neocoloniales durante buena parte del siglo XX se impuso como una evidencia, indisociablemente intelectual y política, la idea de una modernidad unívoca. Sólo los países occidentales eran modernos. Los otros países del mundo estuvieron condenados a diversas formas de dominación y dependencia.
La teoría social estuvo estrecha y férreamente enmarcada por esta situación geopolítica. Las grandes preguntas se desprendían casi directamente de este estado de los hechos. Esto explica la venerable pregunta de Max Weber en 1904: ¿por qué la modernidad se desarrolló en Occidente y solo en Occidente? Esto explica el proyecto común a la gran mayoría de las élites de los otros países del mundo de ponerse al día, de adoptar las instituciones de la modernidad (occidental), de realizar revoluciones “desde arriba”, más tarde “desde abajo” con el fin de reducir la brecha con los países modernos o desarrollados. En ello se expresaban los contenidos que se le daba a la emancipación, pero sobre todo a la soberanía nacional. Para las élites de los países no occidentales, la modernización (económica, cultural) era un imperativo nacional: en su ausencia, el destino solo podía ser la sujeción.
La realidad geopolítica del siglo XX y aún más la de inicios del siglo XXI, han alterado radicalmente las coordenadas de la problematización moderna, corriendo el velo como bien señala en su pregunta de la modernidad unívoca. O sea, la noción de modernidad múltiple, para retomar esta expresión, es indisociable de la historia social efectiva. La teoría social mainstream occidental pudo desconocer primero y neutralizar luego (como “anomalía”) el hecho que Japón se convirtió en un país moderno desde fines del siglo XIX.
Para neutralizar analíticamente esta “anomalía” se buscaron equivalentes funcionales: el papel que el protestantismo jugó en el advenimiento de la modernidad occidental lo habría desempeñado por ejemplo de manera análoga el confucianismo en la sociedad japonesa, etc. Pero este tipo de razonamientos ad hoc estallaron a medida que otros países, sobre todo en Asia (tras Japón, Corea del Sur, China a pesar de sus contradicciones, los “tigres” y los “dragones”) conocían formas aceleradas e intensivas de modernización.
Frente a la multiplicación de experiencias de este tipo, el carácter unívoco y altamente ideológico del relato hegemónico de la modernidad occidental implosionó.
«Muchos de los grandes conceptos de la teoría social moderna tienen por vocación explicar conjuntamente la superioridad y la especificidad de la modernidad occidental: piénsese en el diagnóstico del paso de la comunidad a la sociedad, o en la tesis del desencantamiento del mundo y la secularización. El objetivo siempre es el mismo: dar cuenta y apuntalar una superioridad civilizatoria».
Otra de las ideas que se desarrollan en tu trabajo, es la de situar a la modernidad occidental con relación a otros momentos de las grandes civilizaciones, en una estela en donde más allá de las obvias y enormes diferencias, se ponen en evidencia ciertas continuidades. En esta línea argumental llegas a preguntarte si el camino noreuropeo protestante fue la excepcionalidad necesaria para la formación del mundo moderno. Pueden pensarse desde otras coordenadas culturales las bases de un proceso de modernización alternativo, ¿cuáles serían esas coordenadas?
Antes que se imponga el relato hegemónico occidental moderno en el siglo XIX, la diferencia y a veces la oposición o conflicto entre civilizaciones fue el humus ordinario de la mayor parte de las grandes representaciones colectivas. Los estereotipos civilizatorios son una constante en la historia humana. Los unos y los otros se percibían desde sus diferencias y extrañezas culturales o religiosas como persas o romanos, judíos o griegos, chinos o indios, turcos o rusos. Y por supuesto como españoles o indígenas o africanos.
O sea, en la medida en que los imperios han sido –de lejos y durante milenios– la principal forma política en la cual se desenvolvió la historia humana, esto da cuenta de la fuerza de las fronteras entre civilizaciones. El gran pensador tunecino del siglo XIV, Ibn Jaldún, uno de los “primeros sociólogos” como a veces se afirma, comparó, por ejemplo, en varios momentos de su obra las evoluciones en tierras del islam con las que se daban en tierras cristianas.
Sin embargo, si las civilizaciones se percibían como diferentes, no siempre se percibieron como superiores. Por supuesto, siempre hubo estereotipos y prejuicios; varias veces se rechazó las costumbres o las religiones ajenas (aunque muchas otras veces, las diversidades culturales cohabitaron dentro de los mismos imperios). Pero todo esto, incluso cuando se desconfiaba o descreía de los dioses ajenos, no se percibió esencialmente en términos de superioridad.
Aquí se produjo la gran cesura civilizatoria propiamente moderna. Por primera vez, de esta manera y con esta virulencia, una civilización se pensó como radicalmente superior a todas las otras. Radicalmente, o sea desde su raíz. Los grandes ítems del relato hegemónico occidental moderno fueron construidos para apuntalar este sentimiento de superioridad. Es el caso de la idea de realidad objetiva: que solo la ciencia moderna conoce en claro contraste con las formas “mitológicas” del saber propias a otras épocas.
También el de la resemantización de la noción de civilización que terminó identificándose con la sola modernidad y sus costumbres. O, por ejemplo, el de la visión racista de la supremacía blanca y la invención de la raza como inferioridad biológica entre los seres humanos. Como lo indica en su pregunta, es en esta estela como debe comprenderse la tesis de Max Weber sobre la excepcionalidad de la modernidad occidental y del espíritu del capitalismo interpretados desde la ética protestante.
No son casos aislados. Muchos de los grandes conceptos de la teoría social moderna tienen por vocación explicar conjuntamente la superioridad y la especificidad de la modernidad occidental: piénsese en el diagnóstico del paso de la comunidad a la sociedad, o en la tesis del desencantamiento del mundo y la secularización. El objetivo siempre es el mismo: dar cuenta y apuntalar una superioridad civilizatoria.
Esta nueva representación jerarquizada de las civilizaciones fue sobre todo y por supuesto una consecuencia de la revolución industrial y de su prolongación geopolítica. No se puede entender la historia de los dos últimos siglos sin reconocer la centralidad de este proceso. La superioridad fáctica y de poder de la modernidad occidental no fue solamente un sentimiento: fue una consistente realidad histórica. Esto es, como lo señalé hace un momento, lo que las élites de los otros países del mundo no tardaron en comprender.
El nuevo escenario geopolítico actual del cual, a su manera, intenta dar cuenta la tesis de las modernidades múltiples (u otras teorizaciones afines), transforma, aquí también, el marco de las disputas y de las representaciones. Lo que fue durante casi dos siglos una evidencia –la superioridad de la modernidad occidental– es puesto en cuestión conjuntamente por los cambios históricos y por la consolidación de nuevas sensibilidades intelectuales.
Resultado: el cuestionamiento del presupuesto de la superioridad moderna occidental se traduce en una suerte de “retorno” a los debates del pasado. Las civilizaciones son distintas entre sí, no necesariamente superiores.
Este es el telón de fondo de los principales debates culturales del mundo contemporáneo. Cuando se deja de creer en la superioridad intrínseca, y en todos los ámbitos, de la civilización moderna occidental, la historia se abre irremediablemente a una diversidad de polémicas sin término posible, porque no existe más una identidad civilizatoria juzgada como superior capaz de zanjar las controversias. La modernidad sigue siendo una civilización de combate, pero de ahora en adelante lo es bajo un nuevo cuño: ya no lo es más desde la superioridad, sino en creciente situación de igualdad con otras civilizaciones.
Resultado: desde la Revolución iraní de 1979 se producen revoluciones antimodernas. O sea, lo que está en discusión ya no es solamente la mejor vía de modernización (como fue el caso de la revolución rusa o china, pero también en Cuba), sino los presupuestos mismos de la civilización moderna (secularización, individualismo, etc.). Hay que comprender bien la profundidad del cambio que vivimos: desde el tribunal de la Historia y del Progreso las insurgencias contra la modernidad estaban condenadas al fracaso (“murmullos” llega a escribir Weber). Cuando se pierde la fe en el carácter ineluctable de la modernidad, cuando su superioridad fáctica es puesta en entredicho, los debates civilizatorios y axiológicos se vuelven otramente aporéticos y conflictivos.
Las controversias sobre la universalidad de los Derechos humanos, cuestionados desde el islamismo radical, el neoconfucianismo o el asiatismo, son la principal ilustración, pero no la única. Desde la alteridad civilizatoria a la modernidad se reivindican otros modos de vida (piénsese en los movimientos del Buen Vivir en América Latina).
Desde los estudios ontológicos se valorizan o rescatan ontologías diversas a la que impuso la modernidad (se establecen otras fronteras entre la cultura, la naturaleza, la sociedad; se reconocen nuevos seres vivientes como las montañas o los ríos). Desde la epistemología se defiende la legitimidad de otras formas de saber irreductibles al solo conocimiento científico moderno (saberes de experiencia, otras medicinas, etc.).
Al perder la evidencia de su superioridad, la civilización moderna se vuelve el teatro de nuevas y muy grandes pugnas. El reconocimiento de la responsabilidad del dogmatismo positivista moderno y del cientismo en los desafíos ecológicos actuales desestabiliza la antigua arrogancia de los guardianes de una cierta ortodoxia moderna.
El abanico de las posibilidades históricas vuelve a abrirse. La civilización moderna al perder la evidencia de su superioridad se vuelve una civilización entre otras. La misma civilización moderna al desprenderse de su fe en antiguos postulados y dogmatismos se convierte en un campo de batalla y de controversias (culturales, ecológicas, ontológicas, epistemológicas) como nunca antes.
En el marco de tu crítica a las ideas convencionales que circunscriben a la idea de modernidad a la formación social dominante, surge una crítica más o menos inmediata a los responsables de haberla teorizado y estudiado bajo los cánones del método científico, es decir, de las ciencias sociales en general. ¿Qué implicaría, desde tu punto de vista, una reinicialización (según tu propia expresión) de las ciencias sociales asumiendo la premisa de las modernidades múltiples?
La pregunta tiene por lo menos dos grandes declinaciones y supone ir más allá de la tesis de las modernidades múltiples propiamente dicha. Es la univocidad del relato histórico hegemónico –y sus efectos heurísticos– lo que debe variar. Por un lado, representar y enseñar distintamente el “antes” del advenimiento de la hegemonía occidental moderna. Por el otro lado, repensar las transformaciones del mundo contemporáneo a la luz de la crítica a la a crítica a la cual las nociones de modernidad-modernización han sido sometidas.
“Antes” del advenimiento de la modernidad occidental propiamente dicho el mundo conoció diversas modalidades imperiales, lo que obliga a cuestionar la idea de la existencia de una primacía occidental perenne en la historia. No solo hubo zonas del mundo con modalidades imperiales simultáneas desconectadas entre sí (el imperio romano y la dinastía Han en China), sino que la misma experiencia imperial romana se estructuró en torno al Mediterráneo (África del Norte, Irán –Persia en la época–, Turquía –Constantinopla–, Europa del Sur –de la península ibérica provienen todos los mejores emperadores del siglo II de nuestra era).
O sea, el imperio romano no fue “occidental”: los países europeos que se anexaron esta denominación en el siglo XIX (Francia, Inglaterra, Alemania) fueron en la época zonas conquistadas por los romanos o pobladas por “bárbaros”. En ambos casos, su papel en la conducción de la historia mundial fue periférica. Y luego, hubo otras sendas experiencias imperiales con amplias proyecciones geopolíticas que tampoco fueron occidentales: el Imperio persa reconstituido entre los siglos II y VI de nuestra era; la expansión del islam desde el siglo VII; el breve, pero muy extendido imperio mongol; más tarde el imperio otomano hasta fines del siglo XIX o las diversas configuraciones imperiales en Rusia desde Iván el Terrible. Todo esto excede (y no solo precede) a la hegemonía occidental moderna. Aún más, aunque sea objeto de controversia entre especialistas, existen buenas razones para pensar que el verdadero “centro” imperial del mundo desde el siglo XIII-XIV hasta fines del siglo XVIII estuvo en China.
Traigo a colación lo anterior porque una de las consecuencias del relato hegemónico occidental moderno fue que hizo “olvidar” esta historia. O mejor dicho la neutralizó en muchos casos y produjo tergiversaciones analíticas en otros. La modernidad propició una escritura de la historia mundial ampliamente sesgada, bajo una durable, pero en los hechos inexistente primacía occidental. Es la primera respuesta a su pregunta: retrospectivamente la realidad contemporánea de las modernidades múltiples, pero también el cuestionamiento geopolítico de la modernidad occidental invita a una relectura crítica y renovada del pasado mundial.
Reconocer estas realidades implica una auténtica reinicialización de las ciencias sociales. ¿Por qué recurrir a un término tan pomposo? Porque creo que esto es lo que en último análisis está en debate. Hemos terminado por darlo como una evidencia, pero en la gran mayoría de las Facultades de ciencias sociales la historia que se imparte “comienza” en el siglo XVIII (con las dos revoluciones, francesa e industrial) y se circunscribe (o en todo caso irradia) desde un número muy reducido de experiencias nacionales.
Cuestionar el relato hegemónico occidental moderno exige repensar el pasado y abrir las ciencias sociales a otras temporalidades históricas. En este punto, ha habido incluso una auténtica regresión. Los sociólogos clásicos occidentales tenían una visión histórica amplia; desde la segunda mitad del siglo XX, la sociología no cesó de restringir su horizonte histórico.
Voy ahora al segundo proceso: las revisiones críticas acerca de la modernidad en las últimas décadas nos obligan a variar, en el presente, nuestras grandes representaciones sociales. Me limito a señalar dentro de una muy larga lista, algunas ilustraciones entre otras. En primer lugar, el relato mismo de la modernidad ha sido sometido a examen: se ha impuesto la idea de rupturas dentro de la misma modernidad.
O sea, la historia ya no se concibe más desde una sola y única cesura (entre la “comunidad” y la “sociedad), sino que se representa atravesada por una multiplicidad de cesuras (sociedades postindustriales, postmodernidad, hiper-modernidad, sociedad informacional, segunda modernidad, etc.). Aunque ciertas voces críticas a veces lo descuidan, la modernidad ha dejado de ser un bloque.
En segundo lugar, esta vez desde lo que algunos denominan el Sur Global, se han producido nuevas teorizaciones acerca de la modernidad. En algunas de ellas, como en los estudios postcoloniales indios o los trabajos decoloniales en América Latina, la crítica de la modernidad privilegia lo cultural sobre lo económico, y la geografía por sobre el tiempo.
En analogía con estos desarrollos, también se pueden evocar los trabajos sobre las entangledmodernities. Lo nuevo: la modernidad no se piensa más de manera endógena, como un proceso restringido a ciertos países occidentales y que desde ahí “irradió” hacia el resto del mundo. Desde su formación (en el siglo XVI según los decoloniales, en el siglo XVIII según los postcoloniales) la modernidad es pensada desde la pluralidad de interrelaciones entre las diversas regiones del mundo.
La visión de la historia varía profundamente con respecto a los trabajos pioneros de los sistemas-mundo de décadas anteriores. Al punto que, por ejemplo, se propaga entre ciertos estudiosos chinos una contra visión de la historia moderna: lo que los occidentales llaman la “modernidad” no habría sido sino una turbulencia (de finales del siglo XVIII hasta las primeras décadas del siglo XXI) periodo en la cual, dada la dificultad o el retraso de China con respecto a la primera y segunda revolución industrial, este país perdió centralidad planetaria. Una brecha que, si seguimos este relato, estaría en curso de reabsorberse haciendo, otra vez, de China el “Imperio del centro”.
En tercer lugar, es indispensable asumir, esta vez en una dimensión sincrónica a nivel planetario, las variantes regionales de la modernidad. Dicho de otra manera, asumir la necesidad de pensar la diversidad de los itinerarios de la geomodernidad. Para lograrlo, es necesario disponer, incluso a distancia de la complejidad de los procesos históricos, de relatos simplificados, de representaciones que incluso a riesgo de cierto esquematismo permitan mapear diversas configuraciones a nivel mundial. Muy rápidamente, es a lo que se aboca el capítulo 6 al cual hizo referencia en su primera pregunta.
La misma modernidad occidental deja de ser única (el “Occidente”), y se imponen representaciones que señalan la gran diversidad existente dentro de las modernidades occidentales múltiples (diferenciando la especificidad de la trayectoria de Estados Unidos, distinciones entre los diversos países europeos, reivindicando “modernidades tempranas” iberoamericanas, etc.).
Al lado de este conjunto, se puede distinguir otro grupo de países que, hasta hace poco dependientes o periféricos, han logrado una puesta al día industrial exitosa (varios de países del sudeste asiático, Japón, Corea del Sur, etc.), todas ellas experiencias que entrañan un cataclismo para la concepción exclusivamente occidental-céntrica de la modernidad. Paralelamente se vislumbra otro bloque, un conjunto altamente heterogéneo de países (Rusia, India, las sociedades arabo-musulmanas, Turquía) cuya historia pasada y presente puede aprehenderse, muy esquemáticamente, a través de un combate permanente entre “modernizadores” y “tradicionalistas”, sociedades atravesadas por diversas y profundas actitudes de ambivalencia (a veces auténticos desgarramientos identitarios) con respecto a la modernidad.
Finalmente, es posible pensar, siempre a muy grandes rasgos, que la situación de África subsahariana y de América Latina presenta problematizaciones similares: inserción dependiente, subalterna y periférica en el sistema-mundo de la modernidad, ensayos infructuosos de modernización.
En cuarto y último lugar, pero los conflictos de interpretación no cesan de multiplicarse, la historia de las oposiciones y resistencias a la modernidad se ha modificado profundamente. La idea de una modernidad única enfrentada a un conjunto de resistencias todas ellas condenadas al fracaso es remplazada, aquí también, por visiones más complejas. Se diferencian entre distintas actitudes contra-modernas y anti-modernas; neo-modernas en ruptura con las tesis ortodoxas de la modernidad positivista; se rescatan versiones alternas de la Ilustración (sobre todo los trabajos sobre la Ilustración radical); se proponen versiones iliberales de la democracia; críticas propiamente modernas hacia el productivismo, etc.
No alargo los ejemplos. Esto es lo que creo hay que entender por reinicialización de las ciencias sociales. Romper con la univocidad del relato hegemónico occidental moderno con el fin de reconocer la pluralidad de las trayectorias y la necesidad de nuevos análisis. Este es el telón de fondo de varios de los grandes conflictos de interpretación propios de nuestra época. Todo lo anterior da testimonio, por lo demás, del interés por no decir la centralidad analítica contemporánea de la noción de modernidad. Ninguna otra categoría permite entablar y organizar mejor este conjunto de discusiones a nivel mundial.
«Esto es lo que creo hay que entender por reinicialización de las ciencias sociales. Romper con la univocidad del relato hegemónico occidental moderno con el fin de reconocer la pluralidad de las trayectorias y la necesidad de nuevos análisis. Este es el telón de fondo de varios de los grandes conflictos de interpretación propios de nuestra época».
Finalmente, me gustaría hacer un ejercicio prospectivo en tres momentos: En primer lugar, identificando el rol que le tocó a América Latina en el proceso histórico de develamiento de las formas más limitadas de concebir la sociedad moderna. En segundo lugar, cuáles son los rasgos que podrían definir a la modernidad que América Latina proyecta. Y, en tercer lugar, en qué condiciones se encuentra América Latina para realizar con relativo éxito este proyecto en el mundo actual.
En lo que respecta al develamiento crítico del relato hegemónico occidental moderno, un papel señero le correspondió sin duda a la escuela de la dependencia en las décadas 1960-1970 y luego a los estudios decoloniales desde inicios del siglo XXI. Pero permítame responder a su pregunta desde un registro histórico más amplio. Me apoyaré sobre un artículo complementario al libro, publicado en el 2021 en la revista Desarrolloeconómico (“Problematizaciones de la modernidad y de la modernización en América Latina”).
América Latina ha tenido una trayectoria altamente específica en lo que concierne a sus procesos de modernidad y modernización. Hubo, aunque no siempre se lo reconozca, una modernidad y modernización predominantemente política desde inicios del siglo XIX. La historiografía marxista condenó las independencias decimonónicas como meramente formales, o sea, sin modificación efectiva de las relaciones de producción y de las formas de dominio presentes en las haciendas, plantaciones o estancias.
El análisis es justo, pero es solo una parte de la historia. La instauración de la modernidad a través de la matriz jurídica igualitaria individualista, al romper con la matriz corporativa de la era colonial, produjo toda una serie de transformaciones políticas (como la extendida práctica del sufragio) o sociales (demandas de horizontalización interactiva en ciertos círculos culturales o asociativos). Ciertamente, los cambios se revelaron in fine limitados y en el decimonono latinoamericano todo permaneció muy sólido (muy lejos de la afirmación de Marx y Engels para quienes en el capitalismo “todo lo sólido se desvanece en el aire”). Fue la primera tragedia de la modernidad en la región.
Las élites criollas y mestizas adoptaron una vía de modernización esencialmente política que se reveló incapaz de penetrar y transformar el tejido social. La tesis de las ideas trasplantadas señala muy bien lo anterior, pero lo hace descuidando una dimensión central: Alberdi, Sarmiento, Mora en México, Bello en Chile y tantos otros sabían perfectamente que las ideas (la matriz jurídica igualitaria individualista) que intentaban imponer se desdecían con la realidad latinoamericana. Esta distancia define justamente lo propio de su visión específica de la modernización política (adoptar y adaptar las instituciones europeas modernas) y su fracaso a la hora de transformar desde estos principios las relaciones sociales.
La situación cambió desde inicios del siglo XX. Fue el gran pero corto siglo de la modernidad bajo una impronta prevalentemente económica. La historia y los protagonistas son bien conocidos: paso del crecimiento hacia afuera al desarrollo hacia adentro; sustitución de importaciones; regímenes nacional-populares; el desarrollismo; teorías de la modernización propiamente dichas; el modelo centro-periferia de la Cepal; la escuela de la dependencia; la tesis del Estado burocrático-autoritario. El colofón de todo ello es también bien conocido: la industrialización trunca de América Latina.
O sea, la modernización predominantemente económica fue –todo bien medido, todo bien comparado– un fracaso en la región. Desde muy otras coordenadas se repitió el diagnóstico del siglo anterior: de manera análoga, ni la modernización política decimonónica, ni la modernización económica del siglo XX lograron transformar a las sociedades latinoamericanas en sociedades propiamente “modernas”.
Subrepticiamente, aunque no siempre se lo reconozca del todo, desde fines del siglo pasado y en las primeras décadas del siglo XXI la ecuación volvió a cambiar: la modernización se piensa cada vez más desde una clave predominantemente cultural. Más allá de sus diferencias, es un aspecto en el cual coinciden los decoloniales, los partidarios de la emergencia indígena, los feminismos y los diversos movimientos LGBTQI+, pero también los estudios culturales latinoamericanos.
Una nueva constelación analítica que toma en cuenta los cambios producidos por la expansión de los sistemas educativos, las industrias culturales (de las telenovelas al pop), las tecnologías de la información y la comunicación, las migraciones, por supuesto la centralidad de las experiencias urbanas en la región. La conclusión es sorprendente y disruptiva con respecto a muchas visiones del pasado: se asienta la idea que los individuos en América Latina son modernos. No es un mero juicio de valor. En muchos ámbitos, las comparaciones internacionales dan testimonio claro de lo anterior.
Este es el contexto desde el cual me parece posible esbozar una respuesta a su última pregunta. Por curioso que pueda parecer con respecto a otros análisis, el gran reto contemporáneo de América Latina es lograr que la modernización cultural penetre los otros ámbitos sociales. Esto es el gran telón de fondo de tantos cambios en curso a nivel del sistema político: la ciudadanía demanda que la cultura de los Derechos humanos, los reclamos identitarios, el reconocimiento, nuevos derechos (aborto, eutanasia) penetren efectivamente el tejido social. Pero esto define también uno de los principales impases de la región hoy en día: América Latina es un “gigante” cultural moderno y un “enano” económico moderno.
El interrogante cae de suyo y hace eco a su pregunta por las posibilidades de éxito del proyecto moderno hoy por hoy en la región: ¿cómo se transita de la modernización cultural a la modernización económica? ¿Cómo comprender y enfrentar el desfase entre la creciente modernidad cultural y los muy modestos resultados a nivel de la modernización económica? Una tensión que en ningún país de la región es tan acuciante como en Argentina. Un desfase que es actualmente a la vez uno de los principales puntos ciegos de la teoría social en la región y un formidable horizonte de trabajo para las nuevas generaciones de cientistas sociales.
QUIÉN ES
Danilo Martuccelli es profesor de sociología en la Universidad de París e investigador en la Universidad Diego Portales de Chile. Sus principales temas de investigación son la teoría social, la sociología política y la sociología de la individuación. Autor de una treintena de libros, entre sus publicaciones, disponibles en una decena de lenguas, se destacan Sociologías de la modernidad (1999), Gramáticas del individuo (2002), Forgé par l’épreuve (2006), ¿Existen individuos en el Sur? (2010), Les sociétés et l’impossible (2014) y La condition sociale moderne (2017).
Cuando asumió, el Intendente encontró las arcas vaciadas por la gestión peronista. Le entregaron un manojo de llaves y muchas deudas. Empezó a remontar pese a las adversidades financieras, geográficas y la pandemia.
En medio de la meseta patagónica de la provincia de Río Negro, a 210 kilómetros camino al oeste del océano Atlántico por la ruta nacional 23, el pueblo Ministro Ramos Mexía se está transformando. El 23 de junio de 2019 las vecinas y vecinos eligieron como intendente a Nelson Quinteros, el candidato del Partido Socialista.
Desde el principio la tuvo complicada Quinteros. Con origen político en el Frente Grande y crecimiento como funcionario de la gestión del ex Gobernador rionegrino Alberto Weretilneck, Quinteros se encontró en la disyuntiva: ser candidato a Intendente del pueblo que lo vio crecer implicaba abandonar el partido Juntos Somos Río Negro (JSRN) del que era funcionario.
Fue difícil. Con mucho esfuerzo y diálogo con la gente. Ese helado 23 de junio, a dos horas de auto entre el mar y Bariloche, junto a la traza del Tren Patagónico, fue electo el candidato del socialismo.
Su partido no lo apoyó. Contra reloj se acercó al Partido Socialista (PS) -lo conocía de su paso por el FREPASO-. A horas del cierre de inscripción ya tenía una lista para competir y un partido que lo apoyaba.
El desafío electoral parecía un imposible por los escasos recursos del partido, su candidato y enfrentando al oficialismo.
Contra la corriente
Pero si hay algo que nos debe enseñar esta joven democracia, es la de reinterpretar el rol de los partidos políticos en la sociedad.
No la tuvo fácil la gestión electa. Pero Quinteros sacó a relucir experiencia en gestión para sobreponerse a una herencia predatoria y una pandemia en un contexto de extremos climáticos.
Si entendemos la política como herramienta de transformación social, los partidos políticos que no tienen representación en alguna región deben tener la capacidad y grandeza de facilitar y apoyar a quienes tengan la convicción de ser candidatos con propuestas en beneficio de un pueblo.
No se trata de ofrecer el sello al mejor postor, sino analizar las circunstancias, las motivaciones y deseos de quien o quienes pretendan transformar vidas.
Fue difícil. Con mucho esfuerzo y diálogo con la gente. Ese helado 23 de junio, a dos horas de auto entre el mar y Bariloche, junto a la traza del Tren Patagónico, fue electo el candidato del socialismo.
Aquí empieza otra historia. No la tuvo fácil la gestión electa. Pero Quinteros sacó a relucir experiencia en gestión para sobreponerse a una herencia predatoria y una pandemia en un contexto de extremos climáticos.
Sin transición
En la elección, el ex intendente peronista Patricio Colil que buscaba la reelección, quedó en tercer lugar. Desde ese instante, empezó a transitar sus últimos días de gestión.
Fueron muchos días, en los que se resistió a tener una transición ordenada. Fueron meses de incertidumbre en los que la nueva gestión no sabía qué se iba a encontrar.
Fue un largo silencio, falta de diálogo, obligando al Intendente electo a asumir a ciegas.
La transición fue entregarle un manojo de varias decenas de llaves, sin identificación, de todos los edificios municipales. Muestra del destrato que recibió de la administración anterior.
Desafíos y logros de gestión
Una vez al frente del gobierno de la Municipalidad de Ministro Ramos Mexía, el intendente Quinteros se encontró con que la gestión anterior había dejado las cuentas en rojo.
El desafío era enorme. Hacer frente a los gastos diarios en un municipio saqueado, sin previsibilidad, que no conocía la buena gestión de lo público.
Inmediatamente tuvo que atender las demandas y recursos para que la comuna siguiera funcionando, como el pago del aguinaldo a las y los empleados municipales. Fue un comienzo tan inesperado como difícil, con una herencia de embargos y deudas millonarias.
Tuvieron que pedir un auxilio financiero al gobierno provincial.
El desafío era enorme. Hacer frente a los gastos diarios en un municipio saqueado, sin previsibilidad, que no conocía la buena gestión de lo público.
Confinamiento golpeó muy duro
A poco de avanzar, cuando todo parecía encaminarse, la pandemia.
Lo que por el sólo hecho de existir ya era una catástrofe humanitaria global a un municipio tan pequeño, de unos mil habitantes, agobiado por el ahogo financiero, lo golpeó muy duro.
Contra todos los males y a fuerza de miles de kilómetros recorridos a Viedma, la capital provincial, a Buenos Aires, mucha austeridad, cuidando los recursos del Estado, con creatividad, gestión y más gestión, Ramos Mexía comenzó a tomar color.
Al cumplirse tres años de aquella victoria histórica de junio del 2019, Nelson Quinteros escribió en sus redes: “Demostramos que se puede gobernar con recursos limitados, gestionando en provincia y nación, con un equipo municipal de jerarquía, que acompaña y propone, trabajadoras y trabajadores municipales con compromiso, que comprendieron que queríamos una Municipalidad activa, sin privilegios, de puertas abiertas a la comunidad, y creo que lo logramos”.
Ladrillos y cemento
El resultado de estas idas y venidas se tradujo en importantes obras y servicios fundamentales para el pueblo. La avanzada construcción del nuevo Hospital Dr. Aquiles Rivera Paredes. La ampliación de la red de gas, la puesta en valor del ingreso a la localidad, y servicios como RapiPago. El botiquín. La estación de servicio que está a punto de inaugurarse. Y obras y servicios por comenzar, como el desagüe pluvial que evitará inundaciones.
En una localidad donde hay pleno empleo, los próximos desafíos están asociados a la búsqueda de inversiones privadas que generen nuevos puestos de trabajo e ingresos a hacienda.
El pueblo, que el próximo 10 de noviembre cumplirá 139 años, lo festejará con grandes actividades recreativas y culturales.
En la búsqueda de crear empleo y dar sostenibilidad económica al pueblo, la comuna apostó al turismo. La prueba de fuego se dio con el eclipse total de sol que se pudo observar con plenitud en diciembre de 2020. Ramos fue uno de los puntos de observación más importantes: atrajo a más de 2 mil turistas en plena pandemia.
El Corredor Bioceánico Norpatagónico que unirá al Pacífico con el Atlántico, está próximo a inaugurarse e implica una mayor conectividad y tráfico por el pueblo.
Parador de gestión municipal
La idea es ofrecer a la visita la riqueza natural de la Meseta de Somuncura, declarada por la provincia como área natural protegida. Por ejemplo, disfrutar del Bajo Ramos, el Cerro Redondo, el Cerro Corona, el mirador, pinturas rupestres, el picadero de flechas, y realizar actividades de trekking y eco ciclismo.
Para quienes deseen pasar más de un día en Ramos, ya funciona el parador municipal “Con Sabor a Meseta”, que ofrece gastronomía y hospedaje. Hay también una alternativa privada, “Tunquelén”, en un entorno natural.
El pueblo, que el próximo 10 de noviembre cumplirá 139 años, lo festejará con grandes actividades recreativas y culturales.
Recapitulando, la decisión del PS de confiar su historia a un ciudadano que a poco de asumir el compromiso de administrar un municipio comenzó a transformar sus sueños y ambiciones en el bienestar de un pueblo, nos hace reafirmar el poder de la política como herramienta transformadora.
Hay consenso internacional que el control de armas es una herramienta para mejorar la seguridad. Se lograron avances importante en los últimos 20 años. La autora señala que en la Argentina y Brasil las políticas toman sentido contrario.
El consenso internacional avanza hacia mayores controles en la circulación, tenencia y comercialización de armas de fuego para mejorar la seguridad.
A mediados de la década de los ‘90, las armas pequeñas comenzaron a ser identificadas por la comunidad internacional como los instrumentos de violencia principales en conflictos y en la responsabilidad de pérdidas humanas.
En ese contexto, la sociedad civil ha jugado un rol fundamental, en particular la Red de Acción Internacional sobre Armas Pequeñas (IANSA). La red global que reúne cientos de organizaciones en todo el mundo que se ocupan sobre las armas pequeñas, que además, coordina la participación de la sociedad civil en el proceso de Naciones Unidas desde el 2001 y trabaja con el objetivo común de reducir la proliferación, mal uso de armas y reducir el sufrimiento humano.
El programa de acción de Naciones Unidas establece una serie de medidas a nivel global, regional y nacional para controlar las armas, evitar su proliferación y prevenir el dolor causado por la violencia armada.
Consenso mundial sobre control de armas
Es un acuerdo global y político que se ocupa de una variedad de temas que van desde el establecimiento de medidas para el control del comercio, exportaciones, fabricación hasta la promoción de programas de desarme.
Pero uno de los temas del que no se ocupa a pedido de Estado Unidos y que es de vital importancia por su impacto en la violencia armada, es la posesión civil.
Los países latinoamericanos actualizaron su legislación sobre posesión civil (de armas). Fue producto de la presión y movilización popular y del traslado al ámbito nacional de compromisos internacionales.
Otro elemento fundamental olvidado a propósito en el programa de acción que acordaron los países del mundo en el 2001 es la regulación de municiones. La decisión de no incluir municiones es flagrante y sirve a los intereses de estados productores de municiones.
Los Estados han puesto en práctica estos compromisos internacionales implementando medidas y proyectos de control de armas. En muchos casos lo hicieron a través de la cooperación internacional y en alianza con las Oficinas Regionales de Naciones Unidas para el Desarme: UNLiReC (América Latina y el Caribe), UNREC (África) y UNRCPD (Asia).
Paradójicamente, a pesar de no estar en la letra programa de acción de Naciones Unidas, durante los primeros años de vida, los países latinoamericanos actualizaron su legislación sobre posesión civil. Fue producto de la presión y movilización popular y del traslado al ámbito nacional de compromisos internacionales.
Las Naciones Unidas ha sido el espacio donde se lograron los acuerdos entre los países para frenar el tráfico y mitigar la violencia armada.
Brasil y Argentina fueron ejemplo
Un ejemplo es el “Estatuto de Desarme” que aprobó el Congreso Nacional de Brasil en 2003. Este documento establecía una serie de medidas de control de armas y municiones en el país y que sirvió como modelo para muchas naciones por su impacto. Además, fue referente por la posterior implementación del Plan de Entrega Voluntaria de Armas.
La Red Argentina para el Desarme (RAD) fundada a instancias de IANSA en 2005, asumió la responsabilidad de la promoción, colaborar en la implementación y monitorear el Plan de Desarme argentino (2007).
Desde el 2001 hasta la reciente reunión Bianual de los Estados, ocurrida en julio del 2022, los temas de las sucesivas conferencias de actualización, como también, de las Conferencias de Revisión (2006-2012-2018) han circunscripto el debate y temas, a aspectos más concretos como la adopción del Instrumento Internacional sobre Rastreo (2005) y las recomendaciones sobre Intermediación del Grupo de Expertos Gubernamentales (2015) y el reconocimiento de la necesidad de la discusión de municiones convencionales.
Visibilizar la violencia armada contra mujeres
Uno de los temas fundamentales, ausente en el marco del programa de acción de las Naciones Unidas, además de la posesión civil, ha sido el tema de género.
Gracias a la permanente incidencia de la sociedad civil -en particular la red de Mujeres de IANSA- el tema ganó terreno en los reportes de los países.
En 2016 los Estados reconocieron la transversalidad de género en el control de armas: se comprometieron a promover una participación y representación sustantiva de mujeres en los procesos relacionados con el control de armas.
Los países incorporan cada vez más el tema (de violencia de género) en sus políticas nacionales de control de armas, acompañando la masiva presencia de los movimientos feministas en la región (latinoamericana).
Como resultado de esta reunión, los reportes nacionales sobre cómo han avanzado en el control de armas incluyen “consideraciones sobre género”. Los países incorporan cada vez más el tema en sus políticas nacionales de control de armas, acompañando la masiva presencia de los movimientos feministas en la región.
Mientras en el ámbito internacional la agenda va avanzando y progresa en temas sustanciales y en concordancia a la agenda de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, en particular el objetivo 5 sobre igualdad de género y al objetivo 16 sobre Paz, Justicia e Instituciones sólidas, en el ámbito nacional, al menos en la Argentina y en Brasil, la agenda de control de armas está en retroceso.
Brasil y Argentina en retroceso
A partir de la asunción de Jair Bolsonaro como presidente de Brasil, firmó varios decretos que redujeron el control de armas, aumentaron la cantidad y los tipos de armas que pueden poseer los civiles.
Además, envió al Congreso un proyecto de ley que establece un régimen especial para los homicidios cometidos durante las operaciones encabezadas por policías (dependientes de los Estados) y por las fuerzas al mando del Poder Ejecutivo, como el Ejército o la Fuerza Nacional de Seguridad (tropa de elite de la policía federal).
El tema de control de armas se ha colado en la campaña presidencial de Brasil, quienes sufragarán en octubre del 2022. Pasará lo mismo en la Argentina, por primera vez, en octubre del 2023.
Bolsonaro, candidato a la reelección en ese país sostuvo durante una entrevista con Fox News que su idea era aumentar la distribución de armas y aprobar leyes de armas “muy similares a las de Estados Unidos”, durante su segundo periodo.
El tema de control de armas se ha colado en la campaña presidencial de Brasil, quienes sufragarán en octubre del 2022. Pasará lo mismo en la Argentina, por primera vez, en octubre del 2023.
Las destrucciones de armas secuestrada a criminales ha sido o rescatadas en programas de desarme voluntario, han sido una de las herramientas efectivas para reducir la violencia armada.
Imitando el peor ejemplo de violencia armada
En nuestro país, una figura emergente con gran presencia mediática, atractiva para jóvenes y no tanto, es el diputado Javier Milei, quien ha venido a romper con los esquemas de la política tradicional. Sus postulados libertarios, entre ellos los que se refieren a armas, harán que el tema sea de debate durante las elecciones del próximo año.
Las declaraciones sobre la libre portación de armas y el anhelo de parecernos a Estados Unidos fueron hechos luego de la masacre de Texas, donde murieron 19 niños, dos maestras, siendo la más mortífera en el ámbito educativo, luego de la de Sandy Hook.
Siempre que hay un tiroteo en el único lugar del mundo que suceden de manera casi cotidiana, se reaviva el debate sobre las armas con grupos abogando por mayor control, entre ellos familiares de víctimas y demócratas.
Y, por otro lado, aquellos que ven en el lenguaje de la segunda enmienda de la Constitución un derecho constitucional personal asociado a valores como la libertad y el patriotismo.
Finalmente Estados Unidos controló armas
Por primera vez, luego de la masacre de Texas, el Congreso aprobó una nueva ley de control de armas, acordada por demócratas y por un sector republicano.
Este hecho histórico ha sido al mismo tiempo ignorado por los emuladores de Estados Unidos: omiten deliberadamente la relación entre fácil acceso, disponibilidad de armas y violencia armada.
Discutir nuevamente sobre posesión civil es un real retroceso que esperamos que se revierta.
No es el único tema de la política que ha sufrido un retroceso en Argentina y Brasil, pero el debate de control de armas parecía zanjado.
Los que trabajamos en el tema desde hace mucho, estamos preocupados y estamos mostrando evidencia y esgrimiendo argumentos a favor del control de armas tal como lo hacíamos hace 20 años. Discutir nuevamente sobre posesión civil es un real retroceso que esperamos que se revierta.
En nuestras sociedades, ya maduras en democracia, no hay espacio para la irracionalidad. Tenemos la posibilidad de demostrarlo en las urnas o en los Parlamentos y en las próximas elecciones presidenciales. El ámbito internacional nos brinda otra posibilidad: presentar como país un informe voluntario sobre los avances en el control de armas y prevención de la violencia armada en la conferencia de revisión del programa de acción de Naciones Unidas en 2024.