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Educación para la igualdad y la democracia

Educación para la igualdad y la democracia

Jóvenes y estudiantes reclaman sear escuchados en las aulas y en los diferentes espacios de vinculación dentro de la escuela. Es uno de los resultados de la investigación que dio origien al libro «Hoy es mañana, Reflexiones sobre tiempo, jóvenes y escuela» de Pedro Núñez que se prensenta esta semana. Adelantamos fragmentos del capítulo 3: “Formas de sociabilidad, demandas y ciudadanía en la escuela secundaria”.

Pedro Núñez es politólogo y docente universitario y se especializa en educación y juventudes.

El riguroso trabajo recientemente editado por Editorial Aique en la colección Política y Educación que coordina Roxana Perazza, es un trabajo sobre la escuela secundaria, haciendo foco en la experiencia escolar juvenil, es decir, considerando qué les pasa a los y las jóvenes cuando están en la escuela secundaria, qué hacen durante su tiempo ahí, cómo transitaron la pandemia y el regreso a la presencialidad, cómo participan, qué expectativas tienen sobre el futuro, qué se imaginan haciendo dentro de unos años.

El viernes 10 a las 18 hs. se presenta en FLACSO, Tucumán 1966, CABA, con comentarios de Rafael Blanco (CONICET-UBA) y Mariana Nobile (CONICET-FLACSO).

UN (BREVE) RECORRIDO POR LA HISTORIA DE LA CIUDADANÍA EN EL SISTEMA EDUCATIVO

¿Qué características asumió el vínculo ciudadanía-educación en diferentes períodos? Hagamos un poco de historia. Desde la conformación de los sistemas educativos, la formación de ciudadanos con ideas propias, capaces de decidir por sí mismos sin la tutela de los poderes establecidos, junto a la transmisión de determinados valores (un relato nacional, pero también los modos correctos de comportarse, de hablar, de usar el cuerpo), fueron funciones principales de la institución escolar (Baudelot y Leclercq, 2008). El sistema educativo tuvo históricamente una función principal en la formación de la ciudadanía. Desde su momento fundacional impulsó, en sintonía con la conformación de un Estado nacional, la expresión de un determinado tipo de orden y organización de las relaciones y jerarquías sociales, un ser ciudadano, fundamentalmente orientado a la construcción de una ciudadanía nacional, de pretensión homogénea, capaz de incorporar el conjunto de derechos y responsabilidades con primacía de una dimensión valorativa. En los inicios de la conformación del Estado nacional, la escuela, esa máquina cultural en términos de Sarlo (1998), tenía la pretensión de homogeneizar la población y de construir un sentido de igualdad y pertenencia a partir de la transmisión de un relato común y de un conjunto de símbolos patrios. La asociación, propia del siglo XIX, entre ciudadanía y nación, tuvo en el sistema educativo un impulsor abnegado.

Sin embargo, dadas las distintas funciones y especificidades de cada nivel, la escuela primaria y la secundaria cumplieron roles muy diferentes. El nivel primario fue el responsable de transmitir las costumbres y hábitos que las elites consideraban indispensables para construir la nación. Tal como indica Dussel (2003), la integración al cuerpo soberano, a través de la educación común, exigía el abandono de las cosmovisiones particulares para adoptar una identidad y un marco de referencia compartidos que permitieran distinguir claramente “nosotros” de “ellos”. Las expectativas de movilidad social, realizadas para un sector de la población, encontraron, a su vez, un nuevo límite en la misma organización del sistema educativo: mientras que las escuelas primarias o comunes estaban destinadas a toda la población, el nivel medio estaba reservado a la formación de los herederos de las clases altas (Acosta, 2012). Tal como su denominación lo indica, tenía como objetivo la preparación para los estudios universitarios o el ejercicio de cargos jerárquicos en instituciones estatales, cuyo estilo y organización continúa presente con distintas formas y características (Southwell, 2011).

En ese momento fundacional —no sin que hubiera proyectos en conflicto—, la pretensión universalista implicaba la preeminencia de determinadas visiones sobre cómo organizar las interacciones sociales, los vínculos intergeneracionales, así como un modo de concebir el lugar de los cuerpos y la división de sexos, y también, una jerarquización de ciertos valores. Si por un lado buscaba propiciar una unidad, un sentido de pertenencia que se anudaba, constataba y replicaba en cada práctica escolar (actos escolares, contenidos de las materias, posturas de los profesores, lo que podríamos agrupar en la idea de una gramática escolar), por otro lado, estos mismos gestos se traducían en una serie de exclusiones y desigualdades. En definitiva, tal como mostró Dussel (2003) en un trabajo que ya puede ser considerado un clásico, la escuela moderna implicó la construcción de un régimen de apariencias —edificios, producción de materiales, diseño de uniformes y códigos de vestimenta, ordenamiento espacial de personas y objetos— que organizaba una estética que establecía límites con el afuera. Un relajamiento de los marcadores de diferencias sociales y culturales en una sociedad que valoraba la homogeneidad. Un objeto como el guardapolvo será un símbolo de distinción, de inclusión en una clase diferente de gente (Dussel, 2003) y, también, una prenda útil para distinguirse de otros no iguales (Southwell, 2011).

La escuela primaria, primero a través de la ley 1420, pero fundamentalmente con la Ley Láinez de 1905, se preocupó por extender los establecimientos educativos en todo el país, de construir un relato único que fuera capaz de brindar la posibilidad de inscripción común a personas de distintos lugares. Tal como señalamos antes, en esta división de tareas, la escuela secundaria se ocuparía de formar a las elites garantes de sostener esa unidad, pero esa operación política no podía pensar la política dentro de la escuela. Es más, precisaba garantizar la exclusión de la política, al calificarla como conflictiva. Esto explica que, durante muchos años, existiera un temor en los establecimientos educativos en torno a la presencia de la política partidaria, que motivó la presencia de diferentes sentidos en disputa en torno a la misma idea de “ser ciudadano”.

Estos temores se reactivaron en otro momento particularmente significativo: la denominada “transición democrática”, luego de la dictadura militar de 1976-1983. La apelación de Alfonsín a la civilidad, la eliminación de los exámenes de ingreso y la revisión de contenidos escolares, así como del sistema de acreditación, brindaron otro carácter al sistema educativo. De manera concomitante, el gobierno electo buscó postular la imagen de un joven solidario, comprometido y dispuesto a aprender y practicar los mecanismos democráticos (Larrondo, 2015) como una manera de lograr la regeneración moral del país (Manzano, 2011). Los contenidos disciplinares se orientaron en una dirección dirigida a la formación de una cultura democrática, aspecto que si bien puede señalarse como propósito constitutivo de los Estados nacionales, cobró preponderancia dada la preocupación por consolidar las instituciones democráticas (Siede y Larramendy, 2013). Por esos años, se implementaron varias reformas que tendieron a la democratización de ciertas prácticas en relación con la disciplina y la participación estudiantil, como orientadas a cambios en las temáticas y los contenidos vinculados a lo que se entendía como formación ciudadana. Si la civilidad había tomado centralidad en la vida pública, la escuela secundaria sería el primer espacio de aprendizaje de esa noción que implicó nuevas formas de organización de los conflictos, la participación y la vida en común: la democracia1.

Mientras que el movimiento estudiantil se afirmaba en el escenario político a través de la conformación de la Federación de Estudiantes Secundarios, con una conducción colegiada que reflejaba la diversidad y pluralidad de partidos políticos, y que reivindicó su derecho a la “libre agremiación”, el gobierno promovió la institucionalización de los centros de estudiantes, entendidos como “asociaciones estudiantiles que serían auténticos espacios de aprendizaje de la democracia participativa” (Enrique, 2011:160). Este conjunto de medidas se fundamentaba en un principio de “neutralidad” como valor sostenido por el partido de gobierno, entendiendo que la escuela no debería involucrarse en debates políticos ni religiosos (Larrondo y Núñez, 2022). A pesar de los intentos de diferenciar política partidaria de agremiación estudiantil, el grupo de jóvenes que, por esos años, protagonizó la refundación del movimiento estudiantil secundario argentino combinó la militancia en sus escuelas con marchas contra la dictadura, con acciones simbólicas de resistencia, con el movimiento de derechos humanos, así como con la continuación en los partidos políticos que se referenciaban (Núñez, Otero y Chmiel, 2017).

El breve recorrido histórico permite describir las dificultades para integrar o trabajar con la diversidad (de clase, étnica, sexo/genérica, de tiempos de aprendizaje) que muchas veces encontramos en las instituciones educativas. Incluso escribo trabajar con como si fuera algo difícil, que implicase un esfuerzo.En los últimos años el sistema educativo, a la par de su fragmentación, ha perdido la capacidad de imposición de un orden simbólico, proceso que afecta también a los imaginarios sobre qué es ser ciudadano. Este nuevo escenario representa un desafío para construir un vínculo universal con la ley, así como sentidos de pertenencia a un común, sin por ello negar la diversidad. La construcción de ciudadanía dista de aquella búsqueda de homogeneidad propia de los orígenes del sistema educativo argentino. Para decirlo con otras palabras, la ciudadanía adquiere otra fisonomía a la par de un proceso donde, grosso modo, pasamos de la búsqueda de la igualdad por homogeneidad a la universalidad por fragmentación (Saraví, 2015). Si bien la unidad que presuponía la primera, así como la diversidad que supone el segundo momento no son tan lineales, sí afrontamos otro tipo de expectativas en relación con las implicancias que supone ser ciudadano.

A pesar de los cambios socioculturales y políticos que atravesó el país en las últimas dos décadas, persistió una concepción idealizada de la ciudadanía, además de estrechamente asociada a emociones e interpelaciones nacionalistas excluyentes (Fischman y Haas, 2015). Sin embargo, tal como destacan Otero, Quinzani y Manelli en un trabajo reciente (2022), estas conceptualizaciones comenzaron a ser revisadas tanto a partir de los cambios en el capitalismo global de Estados-nación —y la adscripción a entidades supranacionales y el mayor contacto entre países— como a nivel local en cuanto a las formas de definir las infancias y juventudes, básicamente el reemplazo de la perspectiva proteccionista y punitiva por el enfoque de derechos. La pregunta por las formas de construcción de la ciudadanía enfrenta dos desafíos simultáneos. Por un lado, en un mundo de características cosmopolitas, enfrentemos el reto de pensarla a la par de la constatación de la coexistencia de múltiples identidades (Kymlicka y Norman, 1997). Por otro, se trata de un problema abierto para la democracia, que requiere de un trabajo individual y colectivo (Beech, 2018).

(…)

LA CIUDADANÍA ENTRE LA CALLE Y LA ESCUELA: ESCENAS PARA PENSAR LA RELACIÓN JUVENTUDES-POLÍTICA

Recodarán ustedes que en el año 2013 se sancionaron dos leyes que tuvieron un impacto dispar en las instituciones educativas. Nos referimos a la Ley Nacional 26892, para la promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en las institucionales educativas, y la Ley de Centros de Estudiantes 26877. Asimismo, un año antes, la aprobación de la Ley 26774/2012 de Ciudadanía Argentina, que establece el carácter no obligatorio del voto desde los dieciséis años, también tuvo alta repercusión en las instituciones educativas. En algunos casos, las tensiones se dieron como consecuencia de diferencias entre estudiantes y docentes, debidas a la supuesta intromisión de la política partidaria en las escuelas (por ejemplo, con el ingreso de volantes de propaganda electoral que recibían los estudiantes de los últimos años, quienes efectivamente estaban en condiciones de votar). Por esos años, las investigaciones enfatizaban en la existencia de un proceso más amplio de juvenilización de la política y de construcción de la juventud como causa pública (Vázquez, 2015).

En la escuela secundaria, los tiempos suelen ser más laxos que en otros ámbitos de militancia juvenil, con mayores vaivenes; las agrupaciones y formas de organización, cambiantes. A su vez, como veremos más adelante, ciertas coyunturas políticas tienen una incidencia mayor —en particular, aquellas que interpelan más a las nuevas generaciones, como ocurrió con la discusión por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) entre 2018 y 2020—; posiblemente porque conectan de manera más directa con sus experiencias juveniles. De allí que abordar estas cuestiones en el espacio escolar implica pensar tanto en las innovaciones como en la sedimentación de formas de entender los procesos políticos que impregnan las representaciones sobre la política en la escuela. Así podemos prestar atención tanto a la diversidad de situaciones en relación con la existencia de espacios de participación institucional en cada jurisdicción (Otero, 2018) como al sentido y la incidencia concreta de estas leyes en las escuelas (Mas Rocha, 2016). Es tiempo ahora de problematizar estas ideas, apelando a distintas escenas escolares.

«Es muy aleatorio, porque como todos están interesados, por ahí en la hora de Matemática hablan y por ahí en la otra hora también, en la tercera no y en la cuarta sí. Todos están interesados, pero tenemos que esperar a que sea el profesor el que saque el tema. […] Hace poco, después del 8M en la clase de Matemática, tuvimos una especie de discusión sobre el tema del aborto, donde el profesor también hablaba. Era una opinión más también de la clase. Estuvo buena, pero siempre falta tiempo. Es como que te quedás con ganas de hablar, seguir hablando, y toca el timbre.»
GF, Estudiante de escuela de gestión sectores medios y altos, CABA.

Un buen punto de partida para la reflexión sobre la participación juvenil es conceptualizarla como un tiempo fuera de lo común, que implica la puesta en suspenso de otras actividades, la capacidad para dedicar esfuerzos y desplegar acciones que, posiblemente, reconfiguren aquello que se entiende como ciudadanía. Si bien los momentos históricos y las condiciones estructurales de cada país otorgan un cariz distinto a la idea de derechos y de pertenencia a un común, existen coyunturas específicas, donde los procesos políticos adquieren una intensidad notable. Si toda generación está atravesada por hitos generacionales (Vommaro, 2015), muy posiblemente para las actuales los derechos sexuales y reproductivos tienen una pregnancia en su cotidianidad como ningún otro fenómeno.

Si bien varias cuestiones vinculadas a estas temáticas se encontraban presentes desde hace años en las escuelas, particularmente las ligadas al reclamo por el tipo de vestimenta que las estudiantes debían usar, en los últimos tiempos, adquirieron nuevos sentidos en una coyuntura donde estas cuestiones tuvieron centralidad en la agenda pública. Nos referimos al lugar en la discusión pública —sin que esto se traduzca necesariamente en políticas públicas acordes—, primero, de la violencia de género y la visibilización lograda por movimientos feministas a partir de las movilizaciones de #NiUnaMenos (González del Cerro, 2017), del #8M y el debate parlamentario del proyecto de ley de legalización del aborto que tuvo lugar en el año 2018 y en el 2020 hasta su sanción. Tal como puntualiza Elizalde (2018), no se trata solo de la pertenencia a una generación que creció en un clima de época permeable a un discurso reivindicativo de derechos, sino que también despliegan batallas en clave generacional contra el acoso callejero, el hostigamiento y el acoso sexual en las redes, en sus escuelas y universidades, los micromachismos, y la sanción de una ley de legalización y despenalización del aborto.

En la escuela secundaria, existen diferentes espacios y momentos para la formación en la ciudadanía. Podemos agruparlos, a grandes rasgos, en tres: aquellos más específicamente pedagógicos, los espacios supuestamente de decisión estudiantil pero marcadamente adultocéntricos y aquellos de mayor autonomía juvenil. Los primeros se refieren tanto a programas específicos de política pública como en su momento el Parlamento Juvenil del Mercosur o Jóvenes y Memoria, revistas estudiantiles promovidas por la institución, programas desplegados por organizaciones de la sociedad civil u organismos internacionales, como el Modelo ONU y, desde ya, las materias específicas con diseños curriculares que especifican los temas por tratar. Los segundos son planteados como ámbitos más participativos, pero por lo general prima la mirada adultocéntrica. Nos referimos a jornadas de distinto tipo (especialmente Convivencia o ESI), a espacios como el Consejo Institucional de Convivencia, hasta actividades solidarias, muy presentes en establecimientos de carácter confesional. Por último, las instancias de mayor autonomía son los centros de estudiantes, cuerpos de delegados, programas, como Aulas ESI. Si bien son también, en algunos casos, excesivamente estructurados en los modos correctos de participación, constituyen espacios donde los jóvenes adquieren mayor control.

Durante estos años, existieron distintas reformas curriculares, algunas más exitosas que otras. Si hoy el diseño curricular plantea, por ejemplo, en el caso de la ciudad de Buenos Aires, la materia Formación Ética y Ciudadana de primero a cuarto año, el nuevo cambio curricular de la Escuela Secundaria del Futuro, aún en un proyecto nebuloso, no presenta con claridad cuál será el recorrido propuesto. Algo similar describió Siede (2013) en su análisis sobre el lugar de los derechos humanos en el currículo, por la constante modificación de nombres y planes de estudio2. En segundo lugar, pero en íntima relación con el tema anterior, esta tarea implica una dificultad adicional para instituciones que se encuentran en plena mutación en cuanto al sentido otorgado socialmente al nivel secundario: ¿cómo enseñar hoy a ser ciudadano? No vamos a explayarnos sobre este aspecto, solo cabe enfatizar que la expansión de la fragmentación educativa se materializa en una variedad de comunidades educativas, expresión de distintos estilos institucionales que cuentan con soportes institucionales dispares. De allí que los equipos directivos y docentes desplieguen múltiples intervenciones, muchas loables, pero que, ante la indefinición de la política educativa, en la práctica, repercuten en el desdibujamiento de la promesa de consolidación de una ciudadanía universal e implican que las experiencias sean disímiles al punto de producir desigualdades.

En distintas investigaciones que realizamos en los últimos años, encontramos un reclamo generalizado por parte de los diferentes grupos de estudiantes, sin grandes diferencias entre tipo de institución o lugar del país: que sus intereses como jóvenes y estudiantes sean escuchados en las aulas y en los diferentes espacios de vinculación dentro de la escuela. Por lo tanto, más allá de si se trabaja en una materia específica de formación de la ciudadanía, como puede ser el caso en la provincia de Buenos Aires o Entre Ríos, por mencionar solo dos jurisdicciones, hallamos que las temáticas que les interesan atraviesan los muros escolares. Aquí no hay un adentro/afuera escolar tan sólido, sino que las experiencias vitales juveniles ingresan en el ámbito escolar. Uno puede aplicar encuestas, grupos focales o entrevistas individuales y, en general, encontrará la misma respuesta, casi como parte de un clima de época: la búsqueda de discutir y conocer sobre derechos sexuales, el aborto, cuestiones de género. Estas temáticas aparecen una y otra vez en las aulas, más allá de si son contempladas por las materias. Se trata, además, de cuestiones que no son novedosas, sino que, desde unos años atrás, los estudiantes expresan sus modos de vivir la sexualidad ante una escuela a la que le cuesta lidiar con esta temática y pareciera quedar rezagada ante la experiencia de quienes la transitan (Molina, 2013). Esta emergencia de intereses juveniles aparece como uno de los grandes cambios que una escuela secundaria, históricamente acostumbrada a transmitir un conjunto de saberes sostenidos en una perspectiva adultocéntrica, debe enfrentar.

Por supuesto que estas cuestiones se canalizan de diferente manera. Las temáticas que les interesan y sobre las cuales problematizan y quisieran que se traten en sus instituciones se refieren, a grandes rasgos, a cuestiones individuales (situaciones de discriminación, códigos de vestimenta); contenidos disciplinares (educación sexual integral) y aspectos institucionales (la infraestructura y los problemas edilicios). Ahora bien: ¿con quién hablan de estas cuestiones? En un sistema educativo fragmentado, las escuelas cuentan con distintos soportes institucionales para enfrentar estos desafíos (Núñez, 2019). Un recurso más extendido prepandemia era el de las salidas didácticas, particularmente valoradas por jóvenes que no viven cerca de la geografía de la protesta ni de la iconografía más reconocible de la ciudad.

«En Lengua empezamos viendo de la parte del programa y después vimos en la parte más de la materia en sí, que vendría a ser texto argumentativo… pero siempre se mencionaba. […] Ponele, cuando fue lo del aborto nos dijo: “Bueno digan qué piensa cada uno…” Por ahora creo yo que prestaron más atención sobre las marchas que se dieron hasta ahora por las marchas tipo… el aborto, la Ni Una Menos […] La semana pasada tuvimos una salida. Fuimos al Parque de la Memoria. Y nos explicaron más o menos qué significaban los monumentos.»
GF, Escuela 2 de Gestión pública, sectores populares.

En el relato resuenan palabras: “aborto”, “marchas”, “opiniones”, “Ni una menos”. Retazos de la memoria reciente, elementos, palabras que construyen una trama de sentidos que brinda instancias de aprendizaje de la ciudadanía, cual puzzle en construcción. La ciudadanía en la escuela se compone de esos elementos de discusión, en distintos espacios y materias, y de la presencia de adultos que habilitan el espacio, sin dejar de enfatizar en los contenidos del programa ni en “la explicación” sobre qué significa un monumento.

Asimismo, y de un modo similar a lo que acontece con la Educación Sexual Integral, la discusión que planea de fondo en relación con la enseñanza de la ciudadanía se refiere a la tensión entre plantear en espacios particulares o, más bien, cómo inaugurar una nueva grilla territorial escolar y repensar, como en el caso de la transversalización de la ESI, la crítica desde la perspectiva de género al androcentrismo y al conjunto de aprendizajes explícitos y ocultos (Baez y Sardi, 2019). El caso específico de los aprendizajes y saberes —experiencias, podríamos señalar— de la ciudadanía implica propiciar las voces juveniles, el intercambio de ideas e intereses en las distintas materias, donde puedan inscribir sus inquietudes y no solo en las que supuestamente plantean contenidos más cercanos a los derechos y a la ciudadanía.

En las instituciones, el diálogo sobre procesos sociopolíticos y temas de interés de los jóvenes “depende”, de acuerdo a sus palabras, de cada docente. En su tesis doctoral realizada en escuelas secundarias de Córdoba capital, Hernández (2021) señala la presencia de sentidos disociados de estudiante y docentes sobre la discusión acerca de temas de actualidad. En el trabajo muestra que los estudiantes, según su manejo de los tiempos, introducen temas para pedir la opinión delos docentes, pero muchas veces, estos lo perciben como un intento por alterar la clase. Ante esta incomprensión sobre una preocupación genuina, los estudiantes aprenden a incorporar una serie de criterios para saber con quién hablar y con quién no. En nuestra investigación, contemplamos dificultades similares, pero planteadas desde el punto de vista de la forma en que los profesores inician el diálogo. Además del carácter aleatorio de la posibilidad de conversar en clases sobre temáticas de la coyuntura política, en el caso en que se les pregunta qué piensan sobre algún tema, los jóvenes cargan con la incógnita sobre si es un contenido escolar o si la opinión demandada por sus profesores será efectivamente considerada (Vommaro, Cozachcow y Núñez, 2021). Tal como expresa el siguiente testimonio, la frontera es difusa entre el real interés por conocer las opiniones de los estudiantes y la sensación de ser evaluados:

«Vimos participación política muy por arriba. Fue como un tema que te evalúa. No sé si le importó lo que opinábamos. Después depende qué docente y la relación que tengas si hablás o no de lo que pasa.»
GF, Escuela bachiller, gestión estatal, heterogénea con participación media.

La situación descrita narra una escena de incomprensión que debilita el vínculo intergeneracional, no solo se ven los contenidos “muy por arriba”, sino que la confianza se ve afectada en tanto no tiene muy claro si “importó” la opinión expresada. La misma idea de una discusión pública robusta, donde se expresen y valoren distintos puntos de vista, se ve profundamente afectada.

Por su parte, la ESI (Educación Sexual Integral) suele ser una temática mencionada en todos los grupos, sin distinciones de género, tipo de oferta institucional o lugar del país. Cuando nos detenemos en el análisis de las entrevistas, la ESI aparece tanto por su implementación —y las distintas maneras en que se trabaja en las instituciones— como, en la mayoría de los casos, por su ausencia. En este punto, los jóvenes realizan fuertes críticas, por la poca educación sexual que reciben en sus escuelas. Señalan que, en general, se realizan talleres o actividades específicas, y no se la aborda como contenido transversal e integrado; docentes que no quieren (por falta de experticia o por “tabú”) incluir temáticas de ESI en sus clases cotidianas. En el caso de tratarse de contenidos más formales, señalan que suelen ser trabajados por profesores de Biología o de Psicología.

Estas cuestiones aparecen de manera transversal en distintas instituciones educativas. Sin embargo, la ESI adquirió en instituciones confesionales una dinámica peculiar, lo que produjo ciertas tensiones, en tanto que grupos de estudiantes demandan otro tipo de propuesta. Un aspecto similar había encontrado Natalia Fernández (2020) en su tesis sobre el movimiento scout, donde da cuenta de las discusiones a partir del caso del scoutismo feminista y el debate por el aborto en ámbitos de fuerte pregnancia del catolicismo. Una joven que asiste a una escuela confesional enfatiza en una serie de dificultades y críticas ante las propuestas específicas que se dieron en su institución:

«La primera jornada ESI no nos gustó nada, porque habían hablado de límites, pero muy metafóricamente, y no se entendió nada, y no nos gustó. Entonces, nosotras fuimos y hablamos con las tutoras, nosotras de quinto año hablamos y les propusimos una serie de temas que nos preocupaban o que sentíamos que era necesario que nos hablaran, y nos escucharon. Los temas serían: sexualidad desde el punto de vista, así como mental y cómo nosotras tenemos que relacionarnos con nuestra sexualidad; después todo lo que es la manera sana, y después dijimos que todo lo negativo: relaciones tóxicas, abuso, violación, consentimiento; esos temas; y también diversidad de género.»
Estudiante mujer, escuela confesional, CABA.

(…)

Estos aspectos de la condición juvenil se superponen con la vida estudiantil. Escuelas, esquinas, calles se entremezclan y, a diferencia de lo que ocurría en otras décadas, cuando vivían la doble vida como estudiantes y como jóvenes (Manzano, 2017), ambas experiencias se interrelacionan. Sus relatos se refieren a cuestiones sobre derechos sexuales, la demanda por la implementación transversal de la ESI—no solo en alguna materia o jornada—, así como el énfasis en los protocolos contra la violencia de género. Los jóvenes plantean que han exigido la implementación de la ley a sus docentes y directivos (en varios casos, a través del Centro de Estudiantes). También dan cuenta de la diversidad existente en sus escuelas (chicos o chicas trans, género fluido) y del apoyo por parte de docentes y compañeros.

Otro aspecto que consideramos se vincula con las propuestas específicas que se despliegan en las instituciones. A pesar de las diferencias entre los establecimientos, las trazas que enmarcan las propuestas sobre estas temáticas, cuando existen, suelen ser bastante similares: Gabinete de ESI, Aula ESI, Espacio ESI y protocolos contra la violencia de género, aspectos que remiten a los intentos por pensar de manera situada y transversal, pero que precisa de un ámbito específico. Asimismo, tal como muestra el trabajo de Del Cerro (2020), distintas iniciativas (como el colectivo “ESI-Género” conformado en una escuela media porteña que analiza en su tesis) profundizan un reordenamiento de las jerarquías tradicionales intergeneracionales, que caracterizaban —y en algunas instituciones continúan haciéndolo— las relaciones vinculares escolares de modo asimétrico entre docentes y estudiantes. Las acciones se suceden en la escuela, pero también en las cuentas de Instagram, que no solo vinculan a docentes y estudiantes, sino que difuminan el adentro y el afuera escolar, las personas que interactúan pueden o no asistir a la institución. Iniciativas como “el tendedero”, impulsada por la Comisión de Empoderadas que Chervin (2021) analiza en su tesis sobre las formas de organización estudiantil en torno a la ESI, construyen un espacio de confianza, pero de manera llamativa, exponen testimonios del afuera escolar y abordan y problematizan menos sobre lo que ocurre en el ámbito escolar. Espacios que, a la vez, conviven con escraches y una intervención adulta que oscila entre la no intervención y desencadenar las acciones sin lograr encauzarlas, retazos de aquello que el mismo Chervin (2021) califica como un aprendizaje sobre estas cuestiones y formas de organización.

Estas temáticas adquirieron una fuerte centralidad en las instituciones educativas, en parte, por una coyuntura que propició cierto borramiento de las fronteras entre el adentro y el afuera escolar. Como es sabido, en 2018, hubo un auge de participación juvenil y del feminismo que se dio a conocer como “la ola verde”, en reclamo por la legalización del aborto libre, seguro y gratuito que, desde 2007, fomentaba la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto. El entusiasmo por continuar con la iniciativa se vio reflejado en las acciones públicas, pero también en el uso del pañuelo verde atado a mochilas o a carteras, anudado en balcones, ventanas e, incluso, en bustos emblemáticos en las instituciones3. En contraposición a estas expresiones, se organizaron grupos opuestos tanto a la legalización del aborto (incluso con el uso de pañuelos celestes, para contrarrestar la marea verde) como a la educación sexual integral. Estas acciones replican la campaña “Con mis hijos no te metas” en Argentina, Uruguay, Chile o Perú contra la “ideología de género” (Baez, 2018), o lo que ocurrió en Brasil con movimientos como el “Escola sem Partido” (Abramovay y otros, 2020)4.En nuestras investigaciones, no encontramos testimonios que plantearan una oposición tajante frente a estas temáticas, posiblemente porque se realizó previo a la mayor masividad y crecimiento electoral de los sectores autodenominados “libertarios”. Tan solo en un grupo focal surgió el planteo acerca de la presencia en una institución educativa de grupos de estudiantes que buscaban organizarse para oponerse a los contenidos de la ESI. Más recientemente, en una exploración preliminar que realizamos con Otero y Manelli (2022) hallamos algunas críticas, silencios y una postura juvenil que varía entre quienes se sientes más interpelados, se comprometen/identifican o son reactivos a los discursos sobre género/sexualidades, la ESI o la política en un sentido amplio.

Se trata de un tema por profundizar que interrelaciona dos aspectos. Por un lado, la revitalización de las llamadas nuevas derechas, en particular su propio carácter de supuesta novedad y la manera en que desde el año 2001 sectores que no venían manifestándose accedieron al espacio público saliendo, desde entonces y en distintas coyunturas a “ganar la calle”, tal como plantean Morresi, Saferstein y Vicente (2021). Por otro, tal como sucede también en países como Chile los jóvenes que el año previo habían protagonizado el estallido social, durante la pandemia fueron los más afectados y críticos con el gobierno (Asún, Palma, Aceituno & Duarte (2021).

En estos comportamientos puede leerse cierta desafección de las nuevas generaciones ante el escenario político (con excepción de sus sectores más movilizados), lo que algunos estudios describen como una tendencia a una salida aislacionista (Asún, Palma, Aceituno y Duarte, 2021). En nuestras investigaciones más recientes planteamos la hipótesis que, durante la pandemia, tuvo lugar una exacerbación de las tensiones entre estudiantes y entre ellos y sus docentes (y equipos directivos), que más allá de que algunas instituciones lo resolvieron de mejor manera. Allí enfatizamos que, más allá de cuánto ya se había resquebrajado antes de la pandemia, desde entonces estas preocupaciones cobran mayor importancia. Estas cuestiones afectan núcleos centrales del proceso de escolarización: el tipo de relaciones intergeneracionales que se generan, la intensidad de esos vínculos, la sensación de pertenencia que contribuye a consolidar y su incidencia en la construcción de la ciudadanía. Entendemos que la pandemia, a la vez que supuso una alteración de la sociabilidad juvenil, facilitó la aparición de nuevas temáticas críticas con el rol docente (y por extensión con los contenidos que se transmitían5), cambios en los vínculos entre compañeros/as y la expansión en las instituciones de discusiones presentes de manera más amplia en la sociedad (las vacunas, las cuarentenas, la participación política, género/sexualidades). Las instituciones educativas, que eran más bien un ámbito que buscaba propiciar la participación estudiantil -de maneras más y menos exitosas y con múltiples dificultades de las que hemos dado cuenta – encontraron mayor cuestionamiento a temáticas de derechos, género, política que contrarió un ámbito que se ve mayormente desbordado cuando los y las jóvenes participan, opinan o se involucran con ideas por fuera de los canales establecidos (sean estas ideas situadas más a un lado u otro del arco político). En el contexto post pandémico, además de la necesidad de desplegar acciones y programas que aborden temáticas de salud mental, suicidios, temores o dificultades varias en el encuentro con otros, dichas tensiones se expresan en las dificultades para la convivencia, en disputas a favor y en contra de ciertas demandas políticas, en la exacerbación de las diferencias entre las familias y estudiantes; en el mismo re aprendizaje de estar con otros, de la sociabilidad juvenil e intergeneracional que tiene a la escuela como un escenario principal.

(…)

«Cuando pasamos por los cursos a convocar a una marcha, un tercio te da bola, otro tercio hace chistes, y el resto está en cualquiera”
Juliana, estudiante de 5°año de una escuela de modalidad técnica de la ciudad de la Plata.

Las actividades desplegadas por los centros de estudiantes o por grupos de jóvenes sin identificación partidaria ni institucional busca modificar aspectos de la situación particular en una escuela tanto como lograr una incidencia que trascienda las paredes de la institución. Muchas de estas acciones implican una disrupción del tiempo escolar planificado. En la entrevista que los integrantes del equipo de investigación tuvimos con Juliana y algunas de sus compañeras, y cuyo fragmento abre este subapartado, relataban las dificultades para lograr que los estudiantes se organizaran y participasen de manera activa en el Centro de Estudiantes. En este caso en particular, si bien quienes participaban del CE contaban con el apoyo de varios docentes, otros integrantes del equipo directivo buscaban dificultar su organización. Aun así, Juliana y sus compañeros habían logrado un espacio donde encontrarse y la posibilidad de pasar por los cursos (una práctica extendida fundamentalmente en los claustros universitarios, reproducida en algunas escuelas secundarias y que persiste, a pesar del extendido uso de redes sociales). En el hecho de “pasar” por los cursos, perdura algo del encuentro cara a cara, de la búsqueda de complicidades, pero también garantiza aquello que los dispositivos móviles no siempre logran —no al menos con la misma eficacia—: detener la clase. La complicidad hace referencia a un lazo que une y agrupa, en un sentido de comunidad a quienes se consideran semejantes o iguales (Chaves, 2010). En el estudio del activismo y la militancia juvenil, no hemos prestado suficiente atención a la construcción de significados compartidos sobre el mejor modo de impulsar una acción política, aspecto que a priori establecería una serie de complicidades entre los jóvenes, útiles para crear una conciencia común acerca de cómo actuar.

En la entrevista que citamos, Juliana narra la situación de pasar por las distintas aulas y cómo las distintas posiciones políticas irrumpen en la escuela. Esto ocurre cuando los integrantes de las listas que compiten en el CE recorren las aulas para contar su propuesta o avisar de alguna actividad, tal como lo expresa el fragmento de entrevista. El pasar por las aulas encarna la posibilidad de lograr una reconfiguración institucional; brinda la posibilidad de liberarse del tiempo escolar y así lograr un cambio súbito de una situación educativa. Esto es válido tanto para quienes están interesados en la propuesta como para quienes aprovechan para desligarse del tiempo escolar y no hacer nada. La rutina escolar se altera durante un breve instante y puede ser aprovechada para interesarse en la actividad como para liberar emociones, adoptando también modelos o arquetipos (“el militante”, o “activista”, “el gracioso”, “los colgados”). Ese tiempo “para estar en la Luna”, como rememora Manzano (2017), ya era una de las maneras, junto con la indisciplina y la militancia política, de cuestionar el autoritarismo escolar.

Como narra la estudiante, las posibilidades de producir esta alteración son mayores para quienes participan de agrupaciones o son delegados de su curso. En definitiva, pasar por las aulas representa para los “militantes” o “activistas”, un poder de un orden similar que la posibilidad de enfrentar la autoridad por parte de aquellos más desenganchados del proceso de escolarización, con la diferencia de que, en este caso, se mantienen dentro de los carriles propuestos por la institución.

Tal como venimos describiendo, los últimos años fueron escenario de la emergencia de prácticas políticas estudiantiles que rebasaron el espacio escolar y, a través de esta operación, simultáneamente, reconfiguraron el espacio público, al tornarse visibles más allá de la escuela. Sea a partir de las tomas de escuelas en la ciudad de Buenos Aires, en las marchas con peticiones en el interior de la provincia de Buenos Aires, en las multitudinarias marchas conmemorativas por los estudiantes detenidos desaparecidos en la última dictadura militar (que parecieron tener un vigor renovado en algunos centros urbanos de la Argentina), tuvo lugar una suerte de reencantamiento con lo público, proceso similar al que mencionaron estudios para el caso de los pingüinos en Chile (Aguilera, 2014).

Por esos años prepandémicos, era posible referirse a una nueva escena escolar, donde tenían lugar diferentes procesos de conformación de las identidades políticas. En dicho marco, el movimiento estudiantil secundario había adquirido una fisonomía diferente a la de las décadas precedentes: conformación de nuevos espacios y grupos en el interior de las escuelas (por ejemplo, cuerpo de delegados, consejo de aula, asambleas), que instalaron otras demandas más específicas —el estado de abandono de la infraestructura de los establecimientos, la falta de equipos de calefacción y de materiales didácticos, el ausentismo docente, las reformas en los planes de estudio, el reconocimiento de derechos y formas de vivir las sexualidades, la denuncia de la violencia de género, entre otros—. En muchas ocasiones, además, planteaban formatos de organización alternativos al centro de estudiantes, priorizando la escucha de las distintas voces en asambleas y ampliando la idea de “democracia”.

Nuevamente es preciso evitar enceguecernos con aquellos grupos más movilizados. Pensar el fenómeno de la política en la escuela secundaria durante la pandemia y en la salida de ella implica dar cuenta de dos aspectos. Por un lado, se trata de dinámicas más marginales de lo que nos gustaría pensar. Lamentablemente no existe información confiable sobre la cantidad de centros de estudiantes existentes en el país. A lo largo de estos años, hubo distintos intentos de organización, pero no existe una política pública sostenida en el tiempo. Esto no es solo responsabilidad de las autoridades educativas. Los CE son volubles, cambian en el tiempo; un año, la presencia de estudiantes con más intenciones de participar puede darle mayor volumen o capacidad de acción. Incluso la coyuntura política nacional o local, así como algún conflicto dentro de la institución. Pero tan cierto como su músculo organizativo puede ponerse en marcha rápidamente, lo es que un aspecto central de su propia dinámica es el carácter inestable. Si otro año los estudiantes del último ciclo no tienen intenciones de participar, si las autoridades no tienen tiempo o deben focalizarse en otra cantidad de acciones que deben realizar o si la coyuntura política no los enfrasca en algún debate que capte su atención, el lugar del CE se deshilacha. La diversidad de escuelas secundarias existentes en el país —debería decir la misma diversidad del país— (y la heterogeneidad de formas de ser joven existentes en el territorio) hace que las formas de organización estudiantil sean muy variables. Por otro lado, las dinámicas de organización estudiantil se vieron notablemente afectadas por la pandemia, a un punto tal que la política estudiantil ha cambiado en su configuración. Incluso en el año 2020 una marcha emblemática como la del 24 de marzo6 fue suspendida, el año 2021 contó solo con la participación de algunos sectores de los organismos de derechos humanos y, ya en el año 2022, recuperó su carácter con una enorme columna de estudiantes secundarios y jóvenes por su cuenta, como ocurrió con la marcha del 8M.

(…)

La pandemia otorgó otro espacio a los centros de estudiantes como mecanismo institucional y soporte de la escolarización durante los meses más álgidos de aislamiento y continuidad educativa sin presencialidad (Informe CEPAL, 2021). En la investigación que realizamos junto con Victoria Seca y Valentina Arce Castello para la CEPAL en 2020, el CE fue una de las instancias más mencionadas por los estudiantes como espacio que contribuyó con la posibilidad de sostén de la nueva dinámica de cursada, como polea de transmisión de las demandas estudiantiles y por su rol mediador. En aquellas instituciones donde estas instancias de organización estudiantil se encontraban más arraigadas —y previamente habían ya generado vínculos entre estudiantes y también con docentes a través de actividades como las olimpíadas (deportivas y de conocimientos), cena de fin de año, actividades extracurriculares—, fue notable su lugar durante la pandemia como sostén en la trayectoria escolar. En los grupos focales realizados, los estudiantes reivindican este rol del Centro de Estudiantes como un ámbito diferente en cuanto al ejercicio de derechos, en comparación con el nivel primario, y espacio de reconfiguración de vínculos:

«Si no fuera por el Centro de Estudiantes, en mi escuela, nos pasan por arriba. Es la única escuela de Paraná que tiene ESI, porque nosotros protestamos cuando se quiso sacar ese taller.»
Estudiante varón, Paraná, Entre Ríos. Escuelas públicas bachiller común de secundaria.

Por último, un aspecto llamativo es que los centros de estudiantes adquieren una fisonomía más flexible que la propuesta por las normativas. Los estudiantes señalan que, en esos espacios muchas veces, no hay listas7 diferentes ni secretarías formales, sino que conforman comisiones abiertas, y muchas decisiones son definidas en asambleas o por votación abierta. Es lo que llaman un centro “horizontal” o, incluso “en diagonal”. Durante la pandemia, y ante la imposibilidad de realizar las elecciones de renovación de autoridades, varios CE adoptaron nuevas dinámicas de organización, incluso conformando comisiones con integrantes de listas que usualmente se enfrentaban en el acto electoral. Durante esos tiempos las demandas abarcaron tanto el reclamo por la conectividad, dispositivos tecnológicos y bolsones de comidas.

En definitiva, si la expansión del nivel secundario supone la posibilidad de la ampliación del derecho a la educación, a la par de la sanción de diversas leyes que reconocen a los jóvenes como sujetos de derechos, los soportes con que cuentan las instituciones son diversos de un modo que impactan de manera desigual en la experiencia de ser estudiante.

Referencias:

1 En ese período, la democracia pasa a ser asumida “como un valor en sí”, propio del ethos militante (Blanco y Vommaro, 2017). En las escuelas secundarias, este clima de época muy posiblemente propició la discusión sobre las normas de disciplina (Núñez, Chmiel y Otero, 2017).

2 Solo por mencionar algunos: “Estudios sobre la Realidad Social Argentina” del segundo peronismo (1973-1976), que luego se modificó por “Formación Moral y Cívica” durante la dictadura cívico-militar posterior (1976-1983), para ser convertida en “Educación Cívica” por el gobierno radical de Alfonsín (1983-1989).

3 Durante ese año, circularon imágenes que mostraban pañuelos verdes anudados en los cuellos de bustos de próceres nacionales, como el de Sarmiento (impulsor del sistema educativo) y el de San Martín.

4Escola sem Partido” es un movimiento conservador de Brasil con ramificaciones en la sociedad civil, grupos religiosos y partidos políticos, creado en 2004, pero cobró relevancia a partir del año 2015. Se presenta en contra del supuesto adoctrinamiento ideológico en las escuelas a partir de la presencia de ideas progresistas.

5 Los estudiantes asumieron una postura crítica frente a las formas en las que los docentes llevaron adelante sus prácticas en el contexto de la virtualización de la educación: envíos continuos de tareas en archivos PDF, devoluciones escasas o tardías, falta de comunicación, exigencias superfluas en las videollamadas, entre otros.

6 El 24 de marzo de 1976 sucedió el último golpe de Estado en la Argentina. En conmemoración a las personas detenidas-desaparecidas y en repudio a la represión y a la suspensión de las garantías constitucionales, organismos de derechos humanos, partidos políticos y organizaciones sociales se movilizan cada año con el lema Memoria, Verdad y Justicia.

7 Esto no quiere decir que quienes participan del Centro de Estudiantes carezcan de militancia política —de hecho, varias de las personas señalaron que militan en distintos grupos, la mayoría cercanos al kirchnerismo, aunque también hay sectores trotskistas y otros que se consideran “independientes”—. Al momento de escritura de este capítulo, no habían surgido con visibilidad grupos de jóvenes libertarios.

Capturar las máquinas, detener el humo

Capturar las máquinas, detener el humo

La discusión sobre el “fetichismo de la tecnología” es susceptible de ser superada gobernando la técnica y abrazando su avance. El repliegue hacia visiones hostiles a la técnica y enfocadas estrictamente en la participación puede resultar aniquilacionista.

En enero de este año fue publicada la nota “El fetichismo de la tecnología y el futuro del socialismo”, donde Leonardo Stanley amplió algunos argumentos desarrollados durante su participación en el Enero Socialista de las JS. Recogiendo parte de su planteo, nos proponemos señalar algunos aspectos que podrían sumar a la discusión rescatada por el autor. Procuraremos dos aportes: en primer lugar, haremos un mayor foco en lo que podríamos entender como un mecanismo que alimenta al “fetichismo de la tecnología” y  luego discutiremos una forma de respuesta a esto.

HUMO

Tecnogurúes en las redes sociales enumerando éxitos y vendiendo cursos; encuentros de emprendedorismo (con generoso apoyo del sector público) e innovación con speakers motivacionales; videos de propaganda centrada en el uso exclusivo de una sola tecnología como mecanismo de solución prácticamente universal a los problemas de la Humanidad… es posible que a quien lea estas líneas le vengan a la memoria varias imágenes y nombres, usualmente en inglés, repetidos hasta el hartazgo en una enorme cantidad de formatos diferentes y con un entusiasmo extraordinario por parte de diversos promotores. En esta Era Exponencial de la que nos habla Oszlak estamos habituados a sufrir este bombardeo de modas que difunden optimismo y lugares comunes para cualquier tormenta de ideas: hace pocos años era difícil escapar a la sugerencia de crear o minar criptomonedas (o establecer algún mecanismo blockchain para lo que sea); en la actualidad nos azora un poco más la constante apelación a alguna aplicación de inteligencia artificial. Antes aun hubo una fiebre por lograr que todo fuera “inteligente” (a secas, lo artificial vino más tarde) o, como preferían las áreas de marketing político, smart. Por supuesto, se trata de poner el carro delante del caballo en la búsqueda de justificar la utilización de estos desarrollos casi mágicos que se nos exhibe por todas partes. Esta permanente divulgación de una tecnología de moda en la que se cifran las esperanzas de una realidad mejor, cuando llega a oídos de decisores públicos (y lo hace de maneras que han sido estudiadas), puede presentar efectos incrementales en términos de políticas públicas. O sea, el humo puede expandirse enormemente: vemos los desfiles de intendentes, gobernadores, legisladores y presidentes ansiosos por lograr ciudades cripto-friendly, por la constitución de hubs de innovación para las economías del conocimiento y celebrando (y contratando) la visita de exponentes llamativos del ámbito de las inversiones de riesgo en tecnología de punta para convencer a vecinos de su entusiasmo. Esta seducción de los decisores públicos deviene en “fetichismo de la tecnología”, que en algo nos recuerda al solucionismo tecnológico de Morozov. Como señalaba Stanley, se trata de observar en la tecnología de moda una solución universal y esperar además que la tecnología resuelva los problemas generados por ella misma. Y por supuesto, contiene al menos dos grandes problemas.

La tecnología como conocimiento aplicado no resulta neutral sino que contiene los sesgos que le dieron origen.

En primer lugar, tenemos la conocida aseveración de que la tecnología como conocimiento aplicado no resulta neutral sino que contiene los sesgos que le dieron origen. Esto constituye, también, el señalamiento de que una tecnología no necesariamente tiene, por si misma, la capacidad para cambiar sustancialmente el orden social existente en la forma en que algunos activistas podrían imaginarse que lo haría. Podríamos decir que la tecnología sola no tiene agencia (a esa aun parece que la conservamos, sobre todo, nosotros). Volveremos sobre esto más adelante.

En segundo lugar, evidencia que existen muy potentes corrientes ideológicas en el ámbito de la tecnología, que a su vez se encuentran generosamente financiadas por sus promotores. Y que su capacidad de llegada al aparato estatal no parece enfrentar respuestas realmente superadoras y coherentes por parte de fuerzas políticas de izquierda, al menos en territorios como los nuestros.

¿QUÉ HACER?

El entusiasmo por la técnica ha sido compartido por buena parte de la izquierda política en muchos períodos porque se veía en ella la potencialidad de generar un futuro alternativo y mejor (aquí cerca Allende tuvo su Synco). Maravillarse por los crecientes logros de la Humanidad (con la contracara de su gigantesca capacidad destructiva) es un enorme valor, optimista y políticamente productivo, que probablemente sea erróneo abandonar. La tecnología requiere ser contrarrestada en su fetichismo, no ser negada por provenir impuesta desde centros de poder: requiere, en otras palabras, ser gobernada. Algo de eso pensaban Srnicek y Williams cuando escribieron su “Manifiesto Aceleracionista” y observaban que el problema político no se trataba solo de un déficit democrático sino ante todo de un déficit técnico por haberse abandonado el embanderamiento de las tecnologías a quienes aquí vemos como fetichistas.

Un futuro promisorio, de la mayor abundancia posible, requiere la combinación de condiciones sociales con los dispositivos técnicos que estas pueden contener.

La existencia de títulos como “Comunismo de Lujo Completamente Automatizado”, de Bastani, muestra la emergencia de una demanda por la reconquista de la tecnología para los fines de un mundo que se juzga distinto y mejor. En nuestro caso, nuestro compromiso con la democracia implica la generación de una apertura de la técnica para su gobierno y la habilitación de esa participación y debate desde abajo hacia arriba, como señala Stanley. Pero esto último, en definitiva, demanda como tarea urgente la elevación del nivel de instrucción general: a la obviedad de que no alcanza con leer, escribir y hacer operaciones matemáticas elementales se le suma la necesidad de tener alguna comprensión de la condición técnica que nos circunda. Una labor socialista consiste en el detenido estudio de las circunstancias (hablamos de las técnicas aquí, pero se trata de muchas más) para operar sobre ellas. Y posiblemente ver, en una tecnología que se comprende y se gobierna, que el reemplazo de ciertas instancias de decisión por su automatización puede habilitar la posibilidad de pasar a discutir cuestiones más elevadas. Como señala Bratton en su Terraformación, no hay “vuelta al origen” con la que podamos fantasear: reconocer el poder adquirido como especie a través de la amplificación de nuestras capacidades con la técnica es un paso necesario para actuar responsablemente.

Por último, vale recordar que las tecnologías son aplicadas en contextos que las habilitan (esto suele ejemplificarse con la inviabilidad de la máquina a vapor bizantina). Un futuro promisorio, de la mayor abundancia posible, requiere la combinación de condiciones sociales con los dispositivos técnicos que estas pueden contener. Esto es, así como Cohen rescataba para la democracia en su “Por una Vuelta al Socialismo”, necesitamos configurar unas alianzas políticas capaces de forjar un ethos que honre una existencia técnica superior. Y vale la pena, aunque no parezca intuitivo, pensarlo en territorios empobrecidos, periféricos, como los nuestros. Después de todo, como dijimos más arriba ¿no se discute y fomenta constantemente la economía del conocimiento? ¿no tenemos un campo tecnificado y nuestros tejidos urbanos totalmente atravesados por la gestión centralizada de las aplicaciones de delivery? ¿qué son las redes logísticas de Mercado Libre, los unicornios con los que Argentina destaca en la región y las constantes actividades sobre emprendedorismo digital? los saberes tradicionales no tienen por qué ser una trinchera ante estos avances y el diálogo que proponga el socialismo puede tanto ampliar como paulatinamente mover (gracias a la superación de las discusiones y su potencial reemplazo por las rutinas) las instancias de participación. La tecnología, las máquinas, están allí. Tenemos que capturarlas. Y detener el humo.

De Córdoba para Argentina

De Córdoba para Argentina

El Frente «Hacemos por el País» que encabeza el actual Gobernador de Córdoba Juan Schiaretti se presenta como la única opción fuera del eje Ciudad Autónoma  provincia de Buenos Aires, usinas excluyentes en la oferta electoral de cara a las Primarias del domingo 13 de agosto.

Durante su gobierno en Santa Fe, Miguel Lifschitz hizo posible que en 2019 se conformará en el Congreso de la Nación una articulación parlamentaria federal, alternativa a los espacios mayoritarios, conformado por los diputados socialistas, el Lavagnismo y el peronismo cordobés.

A través del Interbloque Federal, se articularon agendas comunes en pos de una Argentina que ponga en valor los intereses del interior Nacional.

EXPERIENCIA LOCAL

En la provincia de Córdoba el Partido Socialista conformó una alianza electoral bajo el sello Hacemos por Córdoba. Durante esos cuatro años se profundizó el vínculo hacia una alianza de gobierno y fue el puntapié inicial para la conformación de este espacio nacional alternativo a la grieta. 

Renovada esta alianza, el partido socialista avanzó en la conformación del frente Hacemos por nuestro País. Espacio que busca propiciar un armado alternativo Nacional, distante de la antipolítica libertaria, basado en acuerdos programáticos, en consonancia y articulación con centros de pensamientos de los espacios afines.

Es meta común del espacio la defensa de las instituciones de la democracia y la implementación de políticas públicas que hagan posible avanzar hacia un nuevo horizonte para la Argentina, basado en el progreso, trabajo y desarrollo humano sostenible.

JÓVENES REFERENTES

Los socialistas cordobeses son jóvenes dirigentes capaces de demostrar gestión, en la búsqueda de consensos que tengan como resultado un programa con eje en la dignidad del trabajo, la salida del endeudamiento e inflación. Mantienen un fuerte comrpomiso con la salud y educación pública de calidad,  la defensa activa de los derechos de las minorías y la implementación de políticas públicas participativas en todos los ámbitos del Estado. 

Marilina Gadpen y Martín Rodríguez.

Las listas a diputados nacionales de Córdoba estarán conformadas por dos jóvenes referentes del socialismo Marilina Gadpen y Martín Rodriguez.

“Mi meta es trabajar para que lleguen los recursos nacionales a cada destino donde sea necesario. Es inconcebible que de diez niños, seis sean pobres y que hayan cada vez más niños vulnerados en todos sus derechos”.

Marilina comenzó su actividad política en las filas del Movimiento Nacional Reformista, en la Universidad Nacional de Río Cuarto, ocupó diversos cargos en la gestión pública, entre los que se destacan haber sido concejal en la ciudad de Río Cuarto y actualmente se desempeña como subsecretaria de niñez, adolescencia y familia en el mismo municipio.

Consultada por la vanguardia, acerca de sus prioridades en la agenda legislativa, Marilina expresó: “Nuestro compromiso es seguir promocionando los espacios del sistema de protección de derechos de niños, niñas y adolescentes. Mi meta es trabajar para que lleguen los recursos nacionales a cada destino donde sea necesario. Es inconcebible que de diez niños, seis sean pobres y que hayan cada vez más niños vulnerados en todos sus derechos.”

Martín Rodríguez es abogado, es papá de Amalia, está a la espera de su segunda hija, es un activo militante con múltiples intervenciones en el ámbito público.

“Me desvela pensar cuáles son los puentes que tenemos que construir para articular esfuerzo, luchas y saberes de las organizaciones sociales, vecinos y vecinas que prestan su tiempo para hacer una sociedad más justa, democrática y solidaria”.

De muy joven tuvo inquietudes políticas que quedaron plasmadas en su paso por la Universidad y en la educación a personas privadas de la libertad. En su rol como abogado se ha desempeñado en diversas áreas tales como la defensa de organizaciones sociales, la participación de equipos interdisciplinarios de seguridad ciudadana, en contra de la violencia institucional así como asesor legislativo entre otras funciones. 

Actualmente se desempeña como subdirector de centros vecinales en la Ciudad de Córdoba con resultados destacados en el área de participación ciudadana.

“Trabajo por un estado presente y una comunidad organizada. Me desvela pensar cuáles son los puentes que tenemos que construir para articular esfuerzo, luchas y saberes de las organizaciones sociales, vecinos y vecinas que prestan su tiempo para hacer una sociedad más justa, democrática y solidaria.”  Expresó Martín.

PARLASUR

Desde el socialismo argentino se pondera la visibilidad de referentes en distintas federaciones. Ejemplo destacado es la candidatura al Parlasur de Mariana López, Licenciada en trabajo Social de la Universidad Nacional de Lujàn y actualmente estudiente de derecho en la Universidad Nacional de José C. Paz. 

“Parlasur podría cumplir una labor verdaderamente central y estratégica la región. Debe tener la capacidad de identificar, definir y consolidar un verdadero proceso de integración”.

La experimentada militante se mostró crítica del rol que ha venido desempeñando el órgano supranacional: “Parlasur se ha visto rápidamente desvirtuado y como un ámbito carente de sentido a partir de los limitados alcances de sus competencias. De una cierta opacidad en su funcionamiento. Poco se sabe en nuestro país de este organismo y se tiñe de descrédito ante las acciones de representantes yendo a la justicia en busca de dietas y fueros, más que de desarrollar informes y recomendaciones.”

“Parlasur podría cumplir una labor verdaderamente central y estratégica la región. Debe tener la capacidad de identificar, definir y consolidar un verdadero proceso de integración” y agregó que su compromiso es “resignificar sus responsabilidades y dotar a sus definiciones del mayor carácter vinculante posible”

Haciendo hincapié en la necesidad de avanzar en los objetivos que Parlasur persigue y en los desafíos que urgen a los países miembros, como más desarrollo con inclusión, fortaleciendo las soberanías nacionales y la búsqueda de una transición más equitativa en nuestras economías es que Mariana asume el desafìo de postularse como candidata al organismo parlamentario del Mercosur.

DESARROLLO FEDERAL

En tanto en la provincia de San Juan encabeza la listas a Senadores Nacionales Lisandro Nahuel Cárdenas, de 34 años, operador socioterapéutico y estudiante de sociología.

La categoría a diputados nacionales de la provincia andina, es encabezada por Sebastián Pelayes de 37 años, profesor de Economía y Ciencias de la Educación.

En la provincia de Corrientes la lista a diputados nacionales es protagonizada por la titular del Partido Socialista local, María Almada quien junto a las candidaturas de Esteban Paulón, en Santa Fe y de Mónica Biasone, en Provincia de Buenos Aires, completan un escenario representativo y el espíritu federal del partido socialista.

El socialismo ratifica de este modo la búsqueda de instancias superadoras de la grieta, creada por el kirchnerismo y el Macrismo. Demuestra capacidad de diálogo y consenso con diferentes sectores de la política, afianzado en modelos de gestión amplios y coincidentes en una agenda común donde se pondere la salud, educación, empleo y desarrollo social de toda la Argentina.

Argentina no está maldita: entrevista con Mónica Biasone

Argentina no está maldita: entrevista con Mónica Biasone

Mónica Biasone, precandidata a legisladora Nacional es Contadora Pública, docente y fue decana de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Nacional de Mar del Plata. 

Ha ocupado diversos puestos en la administración pública y aspira a una banca en la Cámara de Diputados de la Nación por la provincia de Buenos Aires. 

Inició la actividad política siendo estudiante en los años ochenta, casada y madre de dos hijos, reparte su vida entre la educación, la familia, su constante formación y compromiso con la comunidad.

En esta entrevista la ciudadana marplatense reafirma su compromiso con la provincia de Buenos Aires en su búsqueda por recuperar la dignidad para las personas, apostando a la educación y desarrollo de las pequeñas y medianas empresas como ejes.

LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Te postulás por el distrito más grande del país, por ello, probablemente el más complejo ¿Cómo has visto la provincia en tu recorrido?

La provincia de Buenos Aires es particular en el país, sólo la ciudad de Mar del Plata tiene más votantes que toda la provincia de Chubut. En la provincia hay muchas universidades, sin embargo existen niveles de marginación, pobreza e indigencia que no tienen comparación con el resto del país. 

Tenemos que generar empleo, tenemos que apoyar a las pymes y a pesar de que todos lo digan en Argentina es bajísima tasa de natalidad de pequeñas y medianas empresas, muchas de ellas se concentran o se congregan en aquellos lugares donde hay más posibilidad de consumo, donde tenés acceso a todos los servicios, acceso al financiamiento, con planificación y orden podemos redefinirlo y generar las condiciones para una mejor distribución de la población. 

En Buenos Aires vemos varias provincias. Una a la vanguardia, en lo tecnológico en el sector de los servicios financieros, en el agro, en la industria. Empresas que desarrollan modelos de negocios, grandes empresas. Después tenemos otras dos Buenos Aires, la compuesta por las pymes, que les cuesta mucho llegar a fin de mes, pagar sueldos, cargas sociales e incorporar personal, subsisten sumidas en la incertidumbre. La tercera provincia, la más angustiante, la marginal, que no tiene acceso a bienes culturales y económicos, convencida de que nunca va a tener acceso a ello. 

«No cayó en Argentina una maldición. La gente siente que está peor que en periodos anteriores. Se siente cada vez peor. Esto es producto de decisiones de hombres y mujeres de la política».

¿Qué sensación has recibido de la gente?

No cayó en Argentina una maldición. La gente siente que está peor que en periodos anteriores. Se siente cada vez peor. Esto es producto de decisiones de hombres y mujeres de la política. 

La población está descreída y ello se manifiesta, entre otras cuestiones, en la baja participación ciudadana en los comicios. Los gobiernos, el estado y la participación en general pierden la legitimidad como canales de resolución de conflictos.

Es necesario cerrar la brecha que existe entre quienes hacemos política y el resto de la ciudadanía, sostener una construcción política más allá de las coyunturas es parte de esa coherencia que la sociedad demanda y lo sostendremos en el Congreso de la Nación.

Cada gobierno que entra culpa al anterior y después a factores externos que no puede manejar. La única certeza es que llegan sin plan para mejorar las cosas, es necesario partir cuando se asume un gobierno sabiendo o tomando conocimiento de lo que te están dejando. 

CONSENSOS

¿Qué podés aportar desde tu experiencia para revertir esa mirada?

La gente está cansada de las excusas, de escuchar gritos, peleas y discusiones. En mi práctica política, como decana, logramos gestiones ordenadas, porque a pesar de las relaciones de poder siempre consensuamos, esa es nuestra práctica, con gente que no piensa como uno, no pensamos todos igual, sino que con los diferentes actores: estudiantes, docentes,trabajadores universitarios y profesionales, cada uno con su experiencia y con sus reclamos supimos dialogar. 

«La democracia es el encuentro de los distintos y es lo que vamos a poder tejer en conjunto, ese es el camino».

Recibimos una facultad con 4 carreras y dejamos una facultad con 10 carreras a lo largo de esos años A una facultad con ingreso a través de examen de admisión, la convertimos una facultad con ingreso irrestricto. 

Siempre hay cosas para mejorar, pero tomando las diferentes experiencias, respetando la diversidad, al otro. La democracia es el encuentro de los distintos y es lo que vamos a poder tejer en conjunto, ese es el camino.

¿Eso se expresa en este frente?

El Partido Socialista siempre abonó a una política de frentes, cuando fue gobierno tanto en la ciudad de Rosario como en la provincia de Santa Fe, se hizo a través de frentes con otras expresiones políticas. 

Estamos muy acostumbrados en este país al blanco-negro, al bueno-malo. Y con los niveles de pobreza, de indigencia y con la incertidumbre y altos niveles de inflación que hemos conseguido, evidentemente esa no es la forma. 

Sé que la tarea de conformar un frente que no sea ni de un lado ni del otro de la grieta es difícil, pero estamos convencidos que es la única forma. La realidad nos demuestra que hasta ahora no han resuelto los problemas, sino que los han profundizado. 

En 40 años de democracia, Argentina tiene muchas cosas de las que enorgullecerse, hemos ganado en derechos civiles, erradicado la violencia política como forma de resolución de conflictos, pero hay situaciones que nos están llevando a un abismo, uno de cada cuatro argentinos vive en la marginalidad, seis de cada diez niñas, niños y adolescentes son pobres. Entonces, no nos sorprende la disconformidad de la población en general con el funcionamiento del sistema político, porque obviamente la población le echa la culpa a la política. 

La incertidumbre se trasunta cuando ante cada medida de política económica que se toma, las respuestas de los mercados son aumento del dólar y la desinversión, es una espiral donde la gente siempre pierde.

LA EDUCACIÓN COMO IGUALADOR SOCIAL

¿Qué tema crees clave para revertir la situación del país?

La educación guarda estrecha relación con la posibilidad de salir del espiral de pobreza que parece tener nuestro país en su eterno estancamiento. En la era del conocimiento, la educación es el nuevo nombre de la justicia social. Con educación la gente mejora su calidad de vida, puede acceder a mejores empleos, a mejores remuneraciones y a su vez la educación te libera, te hace ver el mundo de una manera distinta. 

«Las tecnologías deben servirnos para acercarnos y no para profundizar la desigualdad».

La pandemia nos dejó como consecuencia la cara más cruda de la falta de educación, porque allí la brecha se profundizó entre los que tenían acceso a las nuevas tecnologías y enseguida pudieron retomar sus estudios y aquellos que no. Según UNICEF el 66% de los jóvenes son pobres o pasan privaciones, esos jóvenes no tuvieron acceso a la educación durante ese duro periodo. 

En el primer año en la universidad, los estudiantes no tienen las herramientas, no tienen el capital cultural para poder avanzar en la carrera universitaria. Esto viene de antes, de una educación media bastante vapuleada y con la pandemia terminó de caer y sólo pueden avanzar quienes tienen los medios económicos y culturales para hacerlo. 

Perdieron los que se tuvieron que quedar en la casa cuidando a los hermanitos y que la mamá con un celular tenía que bajar la tarea para tres, cuatro chicos, en el mejor de los casos que tuvieran un celular. Hay chicos que tuvieron dos años prácticamente sin educación. 

Es prioritario garantizar la educación primaria y secundaria, porque existe una ley que obliga al Estado a hacerlo y tener en cuenta que para muchos el Estado es lo único. Es imprescindible cerrar esa brecha entre los que tienen recursos como para acceder a diferentes herramientas y poder estudiar y los que no. Las tecnologías deben servirnos para acercarnos y no para profundizar la desigualdad. 

En la Universidad de Mar del Plata este año tuvimos un récord de inscripciones, 25.000 estudiantes se inscribieron a las diferentes carreras que se dictan en nuestra Casa de Altos Estudios. Ahora hay que apuntalar a los estudiantes, tenemos que discutir el tema de la permanencia en las universidades para aumentar la tasa de graduación. Esa es una realidad y también es un tema en el que tenemos que trabajar. Es necesario un profundo debate en defensa de los presupuestos que tocan a las universidades en la Provincia de Buenos Aires.

También debemos apostar a la capacitación en oficios. Las empresas buscan empleados capacitados en oficios que se necesitan para la industria básica y de la alimentación, mas no los consiguen. Es imprescindible crear escuelas de capacitación en oficios para la población económicamente activa.

Hablabas de una Buenos Aires marginal convencida de que nunca podrá acceder a mejores condiciones ¿Es posible cambiar esa situación?

Es muy difícil romper esa inercia. Allí crecen los planes sociales. Nosotros no estamos de acuerdo con la intermediación en la entrega de planes sociales, sino que el Estado tiene que entregarlos de forma directa a quienes lo necesiten. 

«Venimos de tres generaciones de familias subsidiadas enteramente por planes sociales, es necesario darles la oportunidad a esas familias de tener una opción de empleo digno, en blanco, que les permita recuperar las aspiraciones y oportunidades para una mejor calidad de vida».

Tenemos que ir hacia una política de cambio de planes sociales por trabajo. Se puede incorporar el plan social como parte del sueldo durante un periodo, capacitar a la gente, cambiar el seguro de desempleo por un seguro de empleo, donde la gente se capacite, otorgar a las pequeñas y medianas empresas beneficios desde el punto de vista laboral como para que incorporen gente a su modelo productivo. 

Es importante porque van a obtener un mayor salario, va a contribuir en recomponer la tradición del trabajo en nuestro país. Venimos de tres generaciones de familias subsidiadas enteramente por planes sociales, es necesario darles la oportunidad a esas familias de tener una opción de empleo digno, en blanco, que les permita recuperar las aspiraciones y oportunidades para una mejor calidad de vida.

En la actualidad estamos en niveles de crecimiento de empleo dónde su principal fuente es el empleo informal. Es insostenible. Necesitamos tratar con urgencia el sistema laboral para revertir esta tendencia. 

UN PLAN ECONÓMICO

¿Puede Argentina cambiar este estancamiento económico?

Lo vamos a lograr si apoyamos a las pymes, son las que dan trabajo en el país, no se van a ir porque son empresas creadas por familias quienes ponen la vida en trabajarlas y hacerlas crecer generación tras generación. 

No es lo mismo una pyme que una gran empresa que cerró la sede en Córdoba y se va a trabajar a Brasil porque las condiciones laborales son más beneficiosas, tenemos que poder discutir diferentes modelos para diferentes tipos de empresas.

En nuestro país hoy existen aproximadamente 1.200.000 personas que acceden a planes sociales. Tenemos la obligación moral de generar trabajo genuino y de transformar esos planes en trabajo.

La política tiene que ponerse de acuerdo para poder sortear la inflación, acuerdo que dé la certeza a la economía, que recupere la confianza y expectativas de estabilidad. Esa es mi principal meta a trabajar en el Congreso de la Nación.

Como profesional de las ciencias económicas ¿qué otras propuestas querés llevar al congreso?

Necesitamos un sistema tributario simplificado, es una locura el sistema tributario de la Argentina. Hay impuestos que implican una doble imposición sobre la misma base imponible, uno te lo cobra la provincia, otro el municipio y otro la nación, necesitamos sincerarlo. Es imprescindible crear un plan integral de reforma fiscal en nuestro país y terminar con los parches del sistema tributario.

Las retenciones que gravan a la exportación representan una verdadera reducción del valor de venta. Se liquidan a un valor inferior al del dólar con que se opera en la economía. Se castiga doblemente al exportador. 

Aunque la vocera del gobierno diga que el blue es un dólar marginal, la verdad es que todos miran ese dólar para establecer sus precios, el importador recarga a ese valor y al exportador le pagan un dólar inferior, pero además le retienen una parte, entonces a pesar de la retórica no están priorizando la exportación, que es lo que el país necesita para recomponer sus reservas.

«Existen muchos jóvenes emprendedores que tienen ideas maravillosas, pero no tienen capital de trabajo como para comenzar».

Dicen que van a hacer una cosa, pero toman medidas que van en sentido contrario, el tema tributario es nodal, debe alentar la inversión productiva, la creación de empleo y a su vez el Estado debe tener una política que sirva como herramienta para redistribuir los ingresos y para asignar los recursos a sectores más desfavorecidos que lo están necesitando.

Un sistema simple y accesible de créditos a la producción, fundamentalmente a las pymes más jóvenes que se están creando, las incubadoras de empresas, para darle el apoyo y seguimiento con herramientas de gestión. Existen muchos jóvenes emprendedores que tienen ideas maravillosas, pero no tienen capital de trabajo como para comenzar.

Tener una política que impulse la creación de nuevas empresas capaces de satisfacer el mercado interno pero también con capacidad de exportación, simplificar el recorrido facilitando la exportación y permitir acceder a la importación de tecnologías.

Fortalecer la asistencia técnica, el acceso al financiamiento, el fortalecimiento del gerenciamiento en su etapa inicial es muy importante para que la gente tenga confianza y no tenga miedo de generar un nuevo emprendimiento debidamente inscrito con el cumplimiento de todas las normas tributarias va a dar nuevos aires al país.

Queremos una política ordenada, prudente con la emisión monetaria, alcanzar equilibrio fiscal sin fundamentalismos, en algún momento podés romperlo, pero no en los porcentajes presentes. En situaciones excepcionales, como fue el caso de la pandemia, por citar un ejemplo, el equilibrio fiscal se relega a un segundo plano, es atendible, pero no podemos vivir siempre con desequilibrio fiscal. 

¿Qué le dirías a los y las votantes de cara al domingo 13 de agosto?

Que trabajaré para que la provincia de Buenos Aires deje de ser una gran generadora de pobreza, lamento decirlo porque amo a mi provincia, soy consciente de que una changa no es un empleo, es muy frustrante para la gente volver a su casa sin haber conseguido el mango a lo largo del día. 

Por ello me comprometo desde la política por igualar condiciones, como decía Alejandro Katz “uno tiene que igualar en dignidad” eso significa oportunidades, iguales ingresos por igual trabajo que hoy tampoco se cumple, poder estudiar, crecer, ver cómo tus hijos crecen con mejores oportunidades, proveerles de alimento, vivienda, educación y momentos de disfrute.

Orgulloso de Santa Fe

Orgulloso de Santa Fe

Esteban Paulón encabezará la lista a diputados nacionales por Santa Fe en el Frente que integra el Partido Socialista a nivel nacional, llevando como candidato a presidente al Gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti.
 
El militante, referente de las diversidades y de larga trayectoria política busca recuperar, para la provincia de Santa Fe, el protagonismo y la atención negada por los sucesivos gobiernos a tan importante distrito. 

Esteban se involucró desde muy joven en las filas del socialismo, con una intachable trayectoria de militancia social y política, ocupó diversos cargos tanto en el Municipio de Rosario como en la Provincia de Santa Fe.

En esta entrevista, Paulón analiza los principales temas que preocupan a la comunidad santafecina y las prioridades de la agenda Socialista en la legislatura nacional con un claro perfil integrador, que busque salir de la grieta y fortaleciendo el interbloque federal.

UN VECINO MÁS.

Sos ante todo un ciudadano, te criaste en Santa Fé,  trabajás, estudiaste y vivís en Rosario ¿Qué preocupaciones tiene Esteban Paulon en su vida cotidiana?

Me preocupa la inestabilidad que vive nuestro país. Esa inestabilidad se transmite a un montón de ámbitos y se expresa la inflación que hace que uno no pueda planificar a mediano o largo plazo prácticamente nada, la incertidumbre de los precios de los productos básicos que compramos cada día y cuáles van a ser los ingresos que uno va a tener. Dentro de la ciudad en la que vivo, Rosario, el impacto de la inseguridad y la violencia urbana, que nos hace dudar antes de hacer, o no, una salida, ver el horario de regreso y temer cuando uno guarda el auto o sale de casa. 

Concibo el futuro como algo incierto, sobre lo cual podemos operar y por eso milito en política y me comprometo, pero que hoy se nos presenta como algo sin demasiadas certezas, sobre todo de qué pasará finalizadas las elecciones y creo que esas son las principales preocupaciones. 

Después algunas más personales o más cercanas, por supuesto la salud de la familia, el bienestar de las personas que uno quiere, el estado en que van atravesando estas situaciones complejas los amigos, las amigas y en ese sentido o también nos suma una preocupación adicional.

¿Cuándo votaste por primera vez?

Voté por primera vez el 14 de mayo del 95, cuando fue reelegido Carlos Menem. Desde el Partido Socialista apoyamos a Chacho Álvarez. La primera elección en que fiscalicé fue en febrero de ese año, en la interna abierta entre Chacho y Bordón. Era enorme entusiasmo por la fórmula  Bordón-Álvarez, creíamos que era posible lograr frenar al menemismo. 

Lamentablemente no pudimos y vimos las consecuencias que trajo para el país la reelección tan contundente que tuvo Menem y el impacto para la economía, el empleo, la exclusión y para la trama social en nuestro país.

«La política me cambió la vida en todo sentido porque fue la oportunidad de relacionarme con quienes hoy son mis amigos, amigas y familia elegida. Me formé y conocí la política capaz de transformar y tener un rol activo»

¿Qué te motivó a participar en política?

Llegué a la política como tanta gente más, buscando contención y participación, sabía muy poco de lo que era la política en el Partido Socialista. 

Vengo de una familia muy politizada, estuvimos en el acto de cierre en Rosario de Alfonsín en el 83. No tenía mucha idea de lo que era la política y en la adolescencia a los 14 años decidí participar para hacer algo que me parecía útil y conocer gente, a partir de allí me fui metiendo y descubriendo una pasión que me acompaña al día de hoy. 

La política me cambió la vida en todo sentido porque fue la oportunidad de relacionarme con quienes hoy son mis amigos, amigas y familia elegida. Me formé y conocí la política capaz de transformar y tener un rol activo cuando fueron debates tan importantes como la ley de matrimonio igualitario, identidad de género, impulsar políticas públicas para el colectivo de la diversidad sexual y para la participación comunitaria, ayudar en los barrios de Rosario en la crisis del 2001.

Creo que ello me define y me ha formado como persona, así es que ese por qué participar en la política rápidamente se transformó en un modo de vida.

LOS JÓVENES Y LAS DIVERSIDADES.

Las juventudes, actualmente, expresan cierto rechazo a la participación política y en muchos casos encuentran en propuestas reaccionarias una voz que de algún modo los interpela ¿A qué responde esta situación, qué acciones se pueden llevar a cabo para enamorar a las juventudes con una propuesta progresista?

Las juventudes se han desenganchado de muchas expresiones políticas fundamentalmente por la falta de respuesta que han tenido para ellos y ellas. 

Durante mucho tiempo, para muchas personas jóvenes, la política era vista como una forma de hacer las cosas que nos permitían progresar. Un joven hoy no puede acceder a un primer trabajo para independizarse e ir a vivir sólo, a una pensión o alquilar con algún amigo o alguna amiga, compartir departamento, hoy eso es imposible. 

«Hay que recuperar el diálogo con las juventudes, su protagonismo en el diseño de la política y demandas políticas, volver a ponerla al servicio de la sociedad y dar respuestas concretas a las enormes dificultades que atraviesa nuestro país.»

Eso hace que vean con escepticismo las respuestas que la política brinda, la política no le habla a los jóvenes más que como posibles electores, no da espacios de protagonismo que en otros momentos tuvimos las juventudes en el diseño de la cosa pública. 

En un contexto donde pareciera que durante tanto tiempo se hizo lo mismo y los resultados a todas luces son considerados como insuficientes y deficientes por la mayoría de la población aparecen voces estridentes, que gritan, llamativas y disruptivas que se hacen notar y proponen cosas distintas. Entonces, independientemente de la inviabilidad de esa forma distinta de hacer las cosas, del sentido de esa forma, del propio contenido, muchas personas que acuerdan con muchos de los derechos que estos sectores proponen derogar, se convencen que si siempre hicimos lo mismo y nos fue mal, quizá haciendo algo distinto nos puede ir bien. 

Estos fenómenos similares a Millei y en tantos otros países, concitan el interés de personas muy decepcionadas de las formas tradicionales de la política y en especial los jóvenes, que no han visto otra cosa más que este modelo de fracaso, de veinte años de grieta, de enfrentamiento estéril e inútil, entienden que saliendo de esa grieta por el lado de aquellos que gritan y que se hacen notar, las cosas puedan cambiar. 

Hay que recuperar el diálogo con las juventudes, su protagonismo en el diseño de la política y demandas políticas, volver a ponerla al servicio de la sociedad y dar respuestas concretas a las enormes dificultades que atraviesa nuestro país.

Con el tiempo te convertiste en un referente de la comunidad LGBTQ y en estos años han conquistado reivindicaciones históricas acompañada de la visibilidad y lucha del colectivo del que sos parte. Sin embargo, la conquista de derechos debe ir acompañada de una presencia activa y vigilancia constante para que no haya retrocesos ¿En qué situación se encuentra la comunidad LGBTQ en la actualidad?

Un gran activista español, Pedro Cerolo, socialista, fue quien impulsó muchas de las leyes de igualdad en España, decía que los derechos se conquistan, se disfrutan y se defienden. Quiere decir que ningún derecho está dado para siempre. 

Si bien es cierto que en nuestro país tenemos un marco legal muy importante con leyes como el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, el cupo laboral travesti trans y el reconocimiento de las identidades no binarias, también es cierto que ha habido en los últimos años políticas públicas muy deficientes, sobre todo por parte del Estado Nacional, cuestionadas socialmente porque no han servido para contener y para acompañar los procesos que las disidencias necesitaban, entonces (en estos discursos disruptivos de los que hablábamos antes) aparecen las propuestas de derogación de los derechos, que dicen sobre la ley de identidad y género “que no venía a solucionar nada” y proponen derogarla. 

Si bien hay una mayoría social que acompaña las causas que impulsamos y las conquistas que hemos logrado, siempre hay que estar en un estado de movilización, preparados, preparadas y preparades para resistir ante posibles intentos de retroceso que ya hemos visto en esta campaña en la voz de la candidata a vicepresidenta Victoria Villarroel, que es la primera candidata en expresarse abiertamente por la derogación del matrimonio igualitario. 

Tener movilización, luchar por la representación en primera persona, por eso también es importante estar en las candidaturas y dar el debate entendiendo y confiando en que la mayoría de la población ya ha incorporado estos derechos y no está dispuesta a debatir un retroceso. 

Las insuficientes políticas públicas del Ministerio de Mujeres, la falta de participación de las organizaciones en su diseño e implementación, el desinterés del gobierno y de muchos sectores políticos son indicadores de una luz amarilla. Tenemos que volver a poner sobre la mesa la defensa de los derechos conquistados y todo lo que aún falta.

UNA AGENDA CLARA.

Miguel Lifschitz entre sus legados dejó la frase “el futuro sólo es posible si es ecológico, si es inclusivo y si es feminista” ¿Qué lugar ocupan en la agenda del PS estos temas?¿Qué iniciativas pueden fortalecer estas premisas?

El socialismo es una idea y una forma de ver el mundo, no es una doctrina cerrada, es dialéctica la relación del socialismo en su fase científica, teórica y la fase práctica. 

Miguel Lifschitz puso de manifiesto tres de los grandes desafíos que tiene el mundo de cara al futuro. Desarrollar una política sustentable pensando en las nuevas generaciones y deteniendo urgentemente la degradación del ambiente y el efecto del cambio climático y su impacto.

No es si un verano es más caluroso, si un invierno es más frío o si hay temperaturas más extremas, sino hechos concretos, como la sequía que ha puesto en jaque la economía del país y ha generado inflación, pobreza y el parate de una buena parte del mecanismo económico de Argentina. 

La agenda del feminismo también es urgente, no puede el mundo seguir sosteniéndose en las desigualdades entre varones y mujeres, disidencias y géneros no binarios en una sociedad en la cual hoy las expresiones de género, de la sexualidad y de la diversidad son bien amplias y tenemos muchas brechas que reducir a través de políticas de cuidado, de acciones concretas de equiparación salarial, de real igualdad de oportunidades para todas las personas en sus ámbitos de desarrollo profesional y laboral.

El mundo es más desigual que nunca, vemos como hay cada vez menos personas muy ricas y muchas más personas pobres, cuando el desarrollo científico, tecnológico y económico debiera permitirnos brindarle una mejor calidad de vida a cada vez más personas. Es inconcebible que millones de personas no tengan  acceso al agua potable, cientos de millones de personas viviendo en países con regímenes totalitarios, sin acceso a la justicia, a la seguridad, a la salud, en países que siguen aún con guerras civiles, fratricidas.

Tenemos que apuntar a esa inclusión que habla de mayor igualdad, de  menor violencia, de equilibrio entre los sectores más ricos del mundo y los sectores más pobres, el Estado tiene mucho para hacer por una mayor igualdad que permita un desarrollo pleno para todas las personas.

Estaban Paulón junto a Gustavo Leone candidato a parlamentario del Mercosur

¿Cuáles son tus prioridades en la agenda legislativa?

Tal como lo están haciendo hoy Enrique Estevez y Mónica Fein, una de las prioridades es la defensa de Santa Fe, provincia que el año pasado aportó más del 13% de los recursos que recauda el Estado Nacional y de eso vuelve muy poco. 

Por discriminación que padeció el socialismo cuando gobernó en tiempos de Cristina Kirchner y en el gobierno de Mauricio Macri. Esto tiene continuidad, no ya por discriminación de un gobierno nacional de distinto signo político, sino por una actitud muy servil de parte del gobernador Omar Perotti quien parece enamorado de las fotos de campaña abrazado a Alberto y a Cristina.

La agenda social impulsada por el socialismo desde hace 127 años sigue vigente. Leyes como la de licencias de cuidado, una ley integral de cuidado y la ley de humedales. En el caso de la diversidad sexual, que también es mi agenda, del colectivo que también represento, todo lo relacionado con la ley integral trans y una nueva ley de prevención y sanción de actos discriminatorios. 

¿El acceso a la vivienda es uno de los temas que más preocupan a la población, qué acciones pueden mejorar esta situación? 

Es un gran problema en en el Mundo, particularmente en Argentina tiene que ver con las políticas de uso de suelo en las ciudades que han encarecido enormemente el uso residencial de la vivienda, con la especulación financiera a través de distintas plataformas de alquiler temporario, donde muchas propiedades salen de alquiler, que antes ocupaban los sectores medios son destinadas al uso temporario mucho más rentable que el alquiler habitual.

«El Estado debe intensificar las políticas de vivienda social, generando programas para sectores medios y populares con cuotas equiparables al precio de un alquiler, facilitando el acceso a la casa propia.»

En la Ciudad de Buenos Aires hay sólo 1.000 viviendas disponibles para toda la Ciudad, eso presiona sobre los precios y los requisitos, dificulta que la gente acceda a la vivienda y por otra parte la inflación del 140% anual impide cualquier tipo de planificación en función de implementar créditos hipotecarios para acceso a la casa propia.

Debemos restituir el crédito hipotecario en Argentina porque lo que en algún momento era signo de ascenso social y con un trabajo poder comprar en un plazo de treinta años una vivienda, hoy es imposible al no haber previsibilidad. 

El Estado debe intensificar las políticas de vivienda social, generando programas para sectores medios y populares con cuotas equiparables al precio de un alquiler, facilitando el acceso a la casa propia. 

Creemos firmemente que la vía de la construcción de viviendas a través de cooperativas de vivienda donde también las personas aporten en la etapa de construcción, es una herramienta interesante que necesita crecer y fortalecerse.

Santa Fe se caracterizó por una fuerte inversión en salud y educación en las gestiones del PS, sin embargo en los últimos cuatro años la desinversión ha hecho perder impulso a la provincia en estas agendas ¿Qué experiencias se abandonaron y considerás valiosas para recuperar estas herramientas como igualador social?¿Qué acciones nuevas se pueden tomar para mejorar en estos dos importantes aspectos?

El gobierno de Omar Perotti retrocedió en todos los aspectos posibles, abandonó a la voluntad de los directivos de las escuelas el manejo de ciertas cuestiones, con un Ministerio de Educación ausente, canceló programas muy exitosos como el “Vuelvo a Estudiar” y el “Vuelvo Virtual”, que permitieron a 20.000 estudiantes jóvenes retomar y finalizar sus estudios medios. 

En salud abandonó todas las obras previstas para hospitales y centros de salud. Hoy en cualquier centro de salud se relata la falta de insumos, muchas veces permanecen cerrados. Todo el sistema de pediatría está al borde del colapso, con cierre de muchísimas camas de terapia en efectores, esto se dió a partir de la pandemia y después no se volvieron a abrir.

El retroceso se ve en obras públicas, en la generación y distribución de la energía, en el apoyo a los proyectos productivos. Este es el sello  que se va a llevar el gobierno de Omar Perotti. 

Lo dice la gente, en una elección donde el candidato del peronismo salió tercero, después de las dos primeras candidaturas del Unidos para Cambiar Santa Fe,  espacio que el socialismo integra de oposición en la provincia.

En seguridad se han triplicado las personas fallecidas, también hubo un retiro del Estado en la política social, en los barrios con mayores niveles de inseguridad se suspendieron todos los programas sociales que se habían implementado en el socialismo y daban contención a millares de jóvenes. 

El gobernador hizo campaña con la paz y el orden y quitó patrulleros, quitó policía, cerró comisarías. Es urgente recuperar un proyecto que integre las políticas sociales, educativas, de salud y seguridad para recuperar una senda de desarrollo y paz en las ciudades.

LA SEGURIDAD.

¿Cómo afecta la inseguridad a Santa Fe?¿Qué acciones pueden revertir esta problemática?

La inseguridad pega muy fuerte en la provincia y se expresa en la violencia en algunos barrios de Rosario, Santa Fe y otras ciudades importantes de nuestra provincia, alterando la vida de la gente de bien y generando mucha desconfianza en los inversores capaces de crear trabajo y fortalecer la producción.

Retomar políticas públicas que redujeron a la mitad el número de muertos en hechos violentos y lograron encarcelar a las bandas narcos, política que implementó el socialismo de forma progresista, de fuerte integración de la política social con especial foco en jóvenes y en mujeres víctimas de violencia, focalizadas en los barrios para brindar oportunidades y alternativas laborales. 

«Es necesario dotar a la ciudad y provincia de los recursos federales y herramientas que permitan la prevención y persecución del delito, la presencia de las fuerzas de seguridad y que la Nación contribuya con las políticas provinciales y municipales para dar respuesta a este tema tan complejo.»

Recuperar una política que jerarquizó al personal policial, que lo equipó, le dio herramientas y también fue, puerta a puerta, a buscar chicos y chicas que habían dejado la escuela para ser reclutados como soldaditos. Les dimos la oportunidad de terminar sus estudios y pensar en un horizonte distinto para su vida. 

Necesitamos acciones integradas con la justicia para generar un shock de política pública que pacifique los barrios más complicados y pueda traer tranquilidad a todas las ciudades.

¿Qué se puede hacer desde el poder legislativo para revertir las situaciones de violencia que se viven en Santa Fé?

Mucho, porque gran parte de la violencia urbana que vivimos deriva de un delito federal, el narcotráfico y donde el Estado Nacional se ha retirado. A pesar de las reiteradas promesas de mandar fuerzas federales para acompañar la respuesta a la inseguridad, poco de eso ha ocurrido. Santa Fe es la vigésimo primera provincia en inversión de seguridad pública por habitante en el país. 

La provincia de Santa Fe tiene una ubicación estratégica en relación al Mercosur por sus 800 kilómetros de hidrovía a lo largo de la vera del Paraná, pero también por la ruta 34, por la ruta 33, por la ruta 9, por la ruta 11, provenientes de Chile, Bolivia, Paraguay y Brasil. Tenemos que plantear desde el Legislativo Nacional medidas para proteger todas esas vías y que la respuesta a la inseguridad sea una realidad. 

Es inadmisible la demora en la constitución de la comisión bicameral responsable de reformar el sistema judicial, encargada de la designación de jueces y fiscales federales para Rosario, que tiene sólo un juzgado federal con competencia en los temas de narcotráfico, esto no puede seguir así. A su vez, la Cámara tiene cargos pendientes de nombramiento.

Es necesario dotar a la ciudad y provincia de los recursos federales y herramientas que permitan la prevención y persecución del delito, la presencia de las fuerzas de seguridad y que la Nación contribuya con las políticas provinciales y municipales para dar respuesta a este tema tan complejo.

EL MEDIO AMBIENTE.

¿Cómo afecta el cambio climático a los Santafesinos/as?¿Es posible mitigar este flagelo?

«El cambio climático pone en cuestión la propia supervivencia del ser humano, tiene efectos concretos, produce desertificación, migraciones climáticas de personas que ya no pueden vivir en ciertas regiones»

Uno muy concreto tuvo que ver con la sequía que padeció Argentina y en Santa Fe tuvo un fuerte impacto por el tipo de producción que tiene, ha provocado que la actividad económica tuviera una caída muy importante y se traduce en menos ingresos en términos impositivos, menos retenciones y menos recaudación para los productores, las cadenas de valor y de producción local y para el movimiento que cada localidad tiene. 

El cambio climático pone en cuestión la propia supervivencia del ser humano, tiene efectos concretos, produce desertificación, migraciones climáticas de personas que ya no pueden vivir en ciertas regiones, desplazamientos, aparece el odio, la intolerancia hacia las personas migrantes en tantos países y obviamente que estamos destruyendo la casa comuna que nos tiene que seguir alojando, por eso esta es una agenda urgente. 

También lo sufrimos con los humedales permanentemente agredidos, abandonados por las autoridades de medio ambiente y reclamamos una ley de humedales para protegerlos, hacer que allí se pueda reservar esa capacidad de nuestra región de ser un pulmón verde y mitigar de alguna manera el efecto que el cambio climático está teniendo en nuestra vida cotidiana. 

Cada vez se produce más, se consume más y sin embargo, la riqueza se concentra en menos manos ¿Qué acciones pueden revertir este desmedido crecimiento de la desigualdad?

Una de las principales cuestiones tiene que ver con la forma en que se produce lo que consumimos y qué es lo que consumimos. Tenemos que trabajar en formas más amigables con el ambiente para la producción, planteando la producción agroecológica de alimentos, menor contaminación en la producción de alimentos e industrial. 

Apostamos al entramado de la economía circular, la economía social, la cercanía entre el productor y el consumidor, quitando eslabones de la cadena de distribución que suman contaminación, costo y un perjuicio para el planeta.

Es necesario poner ojo en lo que consumimos. Somos una sociedad consumista, es más importante tener que ser, promovemos un consumo responsable, sustentable y vinculado a una producción orgánica, natural y menos agresiva con el ambiente porque con este nivel de consumo, desperdicio y contaminación no hay posibilidades de que el mundo siga creciendo. 

Finalmente quisiera darte el último párrafo para que hables a tu comunidad.

«Quiero ir a la Cámara de Diputados para defender realmente lo que la provincia necesita y no hacer lo mismo que hacen muchos y muchas que cuando llegan a Buenos Aires se olvidan de nuestros intereses para defender los intereses de su partido.»

Quiero ser Diputado Nacional para defender mi provincia, mi ciudad. Vivo acá, mis sobrinos van a la escuela acá, mi mamá es jubilada acá, mi hermano trabaja acá. Amo Santa Fe, estoy muy orgulloso de lo que la provincia significa para el país y podemos hacer mucho más.

Quiero ir a la Cámara de Diputados para defender realmente lo que la provincia necesita y no hacer lo mismo que hacen muchos y muchas que cuando llegan a Buenos Aires se olvidan de nuestros intereses para defender los intereses de su partido.

Olfateando el abismo

Olfateando el abismo

Vivimos tiempos de cambio, de incertidumbre, de transición. Entre el vértigo tecnológico y la futilidad de nuestros conceptos, vivimos, nos dice Luis Oro Tapia, en una época de «desesperanzada, lábil y agónica; pero también gestacional y parturienta».

«Occidente, descubre en mí lo eterno, lo que siempre ama», le imploraba un hombre de sienes ligeramente encanecidas a una puesta de sol, mientras se desvanecían sus recuerdos juveniles sobre la arena estival. A modo de consuelo invocó los versos iniciales del poema Lo fatal de Rubén Darío («Dichoso el árbol que es apenas sensitivo / y más la piedra dura, porque ésa ya no siente»), pero la nostalgia no cesó. Jorge Luis Borges, por su parte, en su cuento El inmortal narra las peripecias de un hombre que quiere derrotar la temporalidad y, finalmente, lo consigue. En la literatura existen abundantes testimonios que dan cuenta de cuán empecinada está la civilización occidental en expulsar la muerte y el dolor de la condición humana. Tal desiderátum en los hechos se expresa en el imperativo de alargar cada vez más la vida y de erradicar de ella el sufrimiento.

Pese a ser una meta incumplida, no le ha ido del todo mal en sus afanes; porque dispone de una herramienta prodigiosa que la ayuda a materializar sus obsesiones utópicas: la ciencia y la técnica moderna. Pero las utopías también pueden devenir, paradojalmente, en distopías como le sucede, por ejemplo, al protagonista del referido relato de Borges. Y ello no sólo ocurre en la ficción. De hecho, el tránsito de una a la otra puede ser imperceptible en la vida cotidiana. Aunque también cabe la posibilidad de que ambas puedan coexistir luchando de manera soterrada como ha acontecido en el último tiempo.

Actualmente deberían comenzar a fraguarse nuevas categorías y nuevas valoraciones. Unas que estén en sintonía con la nueva concepción de la realidad y, obviamente, con la nueva humanidad que está surgiendo.

Así, por ejemplo, la corriente que avala el progreso tecnológico ha tenido que hacer frente a una contracorriente que vindica los derechos de la naturaleza. No obstante, aquélla —pese a los innumerables perjuicios que ha ocasionado al medio ambiente— sigue su avance, haciendo caso omiso de las proyecciones catastrofistas o distópicas. Con todo, existen dos ámbitos en los cuales la fe en el progreso continúa incólume: el de las ciencias biomédicas y el de las tecnologías digitales.

No en vano en las últimas décadas le dimos la bienvenida a los bebés de probeta y aceptamos sin mayores reparos la manipulación —otros dicen edición— genética. Asimismo, dejamos de deslumbrarnos con la genialidad para pasmarnos con la inteligencia artificial. Pero también extrañamente transitamos de la voluntad de futuro de las vanguardias al «progresismo reaccionario» que aflora en algunas izquierdas, tal como quedó en evidencia —en el caso de Chile— durante la Convención Constitucional. Incluso para no pocos la fascinación con los cambios tecnológicos y con la velocidad devino en vértigo y en ansias de apacible quietud y, más aún, en ensoñaciones bucólicas. Me parece que tales ambivalencias (algunas con visos de oxímoron) trascienden las peculiaridades de los actores aludidos y son síntomas de un dilema o encrucijada mayor como más adelante se verá.

¿PESADEZ DE LA MATERIA O DEL ESPÍRITU?

El nudo entre quienes tiran del futuro y quienes resisten del pasado siempre ha existido. Puede ser más o menos apretado. Con todo, el actual es diferente de los anteriores. Algunos pensadores y artistas del siglo veinte lo intuyeron como una mera probabilidad. Hoy no sólo es un escenario posible; es una realidad concreta que está ante nosotros y no la podemos eludir.

Hace algo más de cien años, un personaje de la novela La montaña mágica de Thomas Mann (ambientada en vísperas de la Primera Guerra Mundial) sostenía que «lo que trae confusión al mundo es la desproporción entre la rapidez del espíritu y la terrible pesadez, la lentitud, la resistencia y la inercia de la materia». El diagnóstico del personaje es correcto. Pero no sólo para esa época, sino que también para toda la historia humana anterior; puesto que la naturaleza, hosca y contumaz, se resistía a ser remolcada y heñida por la razón.

Hasta la primera mitad del siglo veinte las elaboraciones normativas de la razón especulativa iban varios pasos más adelante que las realizaciones materiales. Inversamente, en los últimos cincuenta años el desarrollo físico —aupado por la ciencia y la técnica— es quien ha tomado la delantera y ha dejado rezagada a la razón especulativa; generando así un nuevo desfase, pero esta vez uno de índole completamente diferente, incluso opuesto al anterior. Tal modalidad de desajuste también trae confusión al mundo. Concretamente, la materialidad le plantea problemas y desafíos al orden normativo, pero éste no los puede resolver con celeridad, porque no avanza al mismo ritmo del quehacer fáctico. Dicha brecha no tarda en suscitar fricciones intrapsíquicas, desconcierto social y más temprano que tarde conmociones políticas.

En efecto, la razón normativa ha quedado rezagada respecto del avance del dominio material que ha configurado la ciencia y la técnica. Dicho de otro modo: nuestros mapas normativos están desactualizados y, precisamente, en ello estriba buena parte de nuestra perplejidad con su correspondiente sensación de azoramiento y desorientación. También parte del problema radica en el hecho de que no tenemos experiencias históricas similares en las cuales encontrar analogías y buscar inspiración. Ya no somos enanos encaramados en hombros de gigantes; somos huérfanos de un pasado que actualmente no nos brinda cobijo moral, puesto que nuestras realizaciones materiales han puesto en entredicho sus valoraciones.

Concretamente, la materialidad le plantea problemas y desafíos al orden normativo, pero éste no los puede resolver con celeridad, porque no avanza al mismo ritmo del quehacer fáctico. Dicha brecha no tarda en suscitar fricciones intrapsíquicas, desconcierto social y más temprano que tarde conmociones políticas.

Estamos viviendo algo profundamente disruptivo, sin par en toda la historia de la humanidad, y no tenemos orientaciones para enfrentarlo. Las previsiones de Oswald Spengler, ancladas en la historia comparada, no nos sirven por dos razones. Primera: porque hay un hecho absolutamente nuevo, inédito en toda la historia, que es la irrupción de la ciencia y la técnica moderna, las cuales tienen la capacidad de modificar la vida corporal y mental de los seres humanos como ninguna otra civilización la ha tenido. Dicho de otro modo: tanto la radicalidad de los cambios como el desenvolvimiento que ha tenido la civilización occidental —que en su actual etapa es tecnológica— carece de paralelismo en la historia universal. Segunda: así vistas las cosas, por una parte, no sabemos si Occidente declina o si asciende y, por otra, no sabemos si Occidente aún existe, pues cabe la posibilidad de que en lo que respecta a los asuntos valóricos y estrictamente humanos estemos ingresando a un nuevo tipo de civilización diferente de la occidental y, de ser así, ésta sería de carácter planetario y tendría un nuevo código moral. Lo que sí me parece claro es que estamos llegando al final del tiempo eje, ese tiempo axiológico o normativo, que con diferentes énfasis y modulaciones ha orientado y ha dado sentido tanto a la existencia individual como a la colectiva durante veinticinco siglos.

Hacia mediados de la década de 1950 Karl Jaspers —que fue quien acuñó la expresión «tiempo eje»— conjeturaba que era posible que a nuestra generación le correspondiera vivir los últimos estertores de dicho tiempo y que, a la vez, presenciara los primeros balbuceos de un nuevo tiempo axial. Tal conjetura implica sostener implícitamente que las categorías con las que hemos pensado durante dos milenios y medio están comenzando a quedar obsoletas. Ellas ya no están a la altura de los tiempos, no dan cuenta de las nuevas realidades. Con todo, actualmente deberían comenzar a fraguarse nuevas categorías y nuevas valoraciones. Unas que estén en sintonía con la nueva concepción de la realidad y, obviamente, con la nueva humanidad que está surgiendo.

Por esos mismos años Martin Heidegger sostenía que llegaría un momento en el cual el hombre intervendría no sólo la esencia de las cosas, sino que también su propia esencia, fabricándose técnicamente a sí mismo. En ese momento —intuía Heidegger— la idea de naturaleza humana estallará por los aires y también el correspondiente orden moral. Me parece que ya estamos viviendo los primeros años de ese tiempo, el cual comenzó con la manipulación genética y de embriones humanos. La bioética, quizás, sea uno de los primeros intentos de hacer dialogar la lógica de la investigación científica con los imperativos normativos. Pero de cierta manera ese diálogo es entre lo nuevo y lo viejo —y no entre las realidades emergentes y las nuevas valoraciones—, puesto que nuestro orden normativo aún está anclado en el tiempo eje y desde sus preceptos evalúa las nuevas realidades.

TRASLAPE DE ÉPOCAS

Lo terrible para nosotros (moradores de un siglo en trance) que cabalgamos sobre los lomos de dos caballos, el del tiempo nuevo y el del tiempo viejo, es que corremos el riesgo de desplomarnos anímicamente y de ser arrasados por las pezuñas de los corceles sin siquiera saber cuál de ellos triunfará, puesto que también cabe la posibilidad de una restauración del viejo orden, lo cual significaría petrificar el actual estado de cosas y cancelar todas las posibilidades de progreso. De hecho, han existido civilizaciones —como la del antiguo Egipto, por ejemplo— que habiendo alcanzado un alto grado de sofisticación, una vez que lo lograron, se dedicaron a preservar sus realizaciones. Esto implicó, a la postre, cancelar la posibilidad de innovar. Tales son las civilizaciones atadas, detenidas, hieráticas o estancadas. Es verdad que nuestra valoración del cambio nos incita desestimar esa alternativa, pero también el vértigo que produce la celeridad de los cambios nos puede llevar a considerarla como una opción razonable. Quizás, quienes actualmente abogan por el decrecimiento terminen suscribiéndola y así dicha opción termine imponiéndose como la alternativa menos mala.

Todo indica que estamos viviendo un momento crepuscular. Pero no sabemos si es el crepúsculo del amanecer o el del atardecer. Para algunos, los más optimistas, se trata de una encrucijada; para otros, los pesimistas, se trata de una aporía. Claramente estamos ante un problema doloroso. Cabe recordar que para que algo tenga el estatus de problema se deben cumplir dos condiciones. Primera: que existan asuntos acuciantes que, por el momento, no tienen solución o bien tienen varias, pero éstas son recíprocamente incompatibles. Segunda: que el asunto problemático nos concierna existencialmente —o vitalmente, en cuanto nuestro porvenir pende de su solución— y, precisamente, debido a ello nos produce desasosiego, fracturas psíquicas y una creciente angustia.

En nuestro caso se cumplen ambas condiciones; lo cual no significa, en modo alguno, que todos los seres humanos se sientan acongojados o anden carilargos por la vida; puesto que no todos reaccionan de igual manera frente a los mismos estímulos, ni siquiera ante el dolor. También están los anestesiados, los inconscientes y los frívolos. Ellos tienen una existencia anodina: viven y no se sienten vivir. Para los más escrupulosos y sensibles, por el contrario, la vida deviene en una tortuosa tribulación. Para estos últimos el tiempo crepuscular es un calvario.

Todo indica que estamos viviendo un momento crepuscular. Pero no sabemos si es el crepúsculo del amanecer o el del atardecer. Para algunos, los más optimistas, se trata de una encrucijada; para otros, los pesimistas, se trata de una aporía. Claramente estamos ante un problema doloroso.

En las aludidas circunstancias «toda una generación se encuentra extraviada entre dos estilos de vida, de tal suerte que pierde toda norma, toda seguridad e inocencia» —apunta Hermann Hesse en su novela El lobo estepario— y nadie sabe a qué atenerse ni qué esperar con certeza. Obviamente que ello fractura conciencias, lo cual no sólo tiene efectos psicológicos, sino que también sociopolíticos. La perplejidad y la angustia engendran espejismos de redención o bien de desesperanza, esto es, de utopías y distopías, aunque sin mayores niveles de elaboración. Quienes se sienten abatidos son los más propensos a suscribirlas irreflexivamente. Pero también están los que son sensibles y, al mismo tiempo, escépticos y meditabundos. Estos últimos tienen plena conciencia de que están enzarzados entre dos cosmovisiones y puesto que no optan por la fuga utópica ni la distópica «viven todos los enigmas de la vida humana sublimados como infierno y como tormento en su propia persona», como bien señala Hesse.

En la misma línea, desde América Latina, el subcontinente del crepúsculo sin fin, nos hacemos eco de las palabras del poeta Vicente Huidobro y le preguntamos a coro a Altazor —nuestro alter ego, puesto que a él también se le evaporaron sus certezas y se quedó sin mundo— «¿quién hizo converger tus pensamientos al cruce de todos los vientos del dolor?». Y, al igual que Altazor, debemos armarnos de fortaleza para eludir las coartadas de las ofertas utópicas y distópicas a fin de plantarle cara al enigma que llevamos dentro de nosotros mismos.

Contempladas las cosas desde una perspectiva existencial, nuestra época sería la del lobo estepario: desesperanzada, lábil y agónica; pero también gestacional y parturienta. Si aspiramos a sobrevivir a ella y no queremos ser empalados ni cegados por el crepúsculo —ya sea el del amanecer o el del atardecer— tendremos que transmutar compulsiva y dolorosamente nuestras valoraciones al igual que el protagonista de la mentada novela. Por el momento, a modo de consuelo y en sintonía con la desrealización de lo real, sólo podemos decir junto con Nicanor Parra: «Ay de mí, ¡ay de mí!, algo me dice que la vida no es más que una quimera».